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ORACIÓN JOVEN – 22 FEBRERO 2013 Ejercicio piadoso de las Siete Palabras (o de la agonía del Salvador y con el Salvador) ORACIÓN POR S.S. BENEDICTO XVI (Tras su renuncia al Sumo Pontificado) Parroquias de La Asunción de Nuestra Señora de Martos y Ntra. Sra. del Carmen de Monte Lope Álvarez - Diócesis de Jaén - 22 de febrero de 2013

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Page 1: ORACIÓN JOVEN – 22 FEBRERO 2013³n-Joven-Siete-Palabras-2012.pdf · a hacer meditación de las Siete Palabras de Jesús en la misma. Como el discípulo amado, como María, al pie

ORACIÓN JOVEN – 22 FEBRERO 2013

Ejercicio piadoso de las Siete Palabras (o de la agonía del Salvador y con el Salvador)

ORACIÓN POR S.S. BENEDICTO XVI (Tras su renuncia al Sumo Pontificado)

Parroquias de La Asunción de Nuestra Señora de Martos y Ntra. Sra. del Carmen de Monte Lope Álvarez

- Diócesis de Jaén -

22 de febrero de 2013

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Introducción

Queridos amigos: Como todos los últimos viernes de mes nos reunimos cristianos de Martos y Monte Lope Álvarez para la Oración ante el Señor. Hoy tenemos un motivo muy especial de oración: celebramos la Fiesta de la Cátedra de San Pedro y estamos a pocos días de la renuncia efectiva de nuestro papa Benedicto XVI. Los que conocemos un poco su Magisterio o disfrutamos con él en la JMJ podemos sentir tristeza, pero a la vez agradecimiento y esperanza. Vamos a orar, pues, por Benedicto XVI, que él nunca dejará de orar por nosotros en su retiro, y vamos a orar también por el próximo papa para que con su palabra y trabajo nos confirme a todos los católicos en la fe.

Contemplando piadosamente la Santa Cruz de nuestro Señor vamos a hacer meditación de las Siete Palabras de Jesús en la misma. Como el discípulo amado, como María, al pie de la cruz, acompañamos al Señor en su agonía y, escuchando sus palabras, metiéndonos de lleno en sus sentimientos. Adoremos el gran amor con que nos amó hasta el extremo. Así, dolidos de nuestros pecados y esperanzados en su misericordia, tomemos fuerza y ánimo en nuestro caminar diario, con la cruz con la que hemos sido redimidos muy clavada en la mente y en el corazón.

Jesús en la Cruz aboga: da al ladrón: lega su Madre:

quéjase: la sed le ahoga: cumple: entrega el alma al Padre.

Al Calvario hay que llegar porque Cristo, nuestra Luz,

hoy también nos quiere hablar desde el ara de la Cruz.

Canto:

Victoria, tú reinarás, oh cruz, tú nos salvarás.

1. El Verbo en ti clavado, muriendo nos rescató. De ti, madero santo, nos viene la redención.

2. Extiende por el mundo tu reino de salvación. Oh cruz, fecunda fuente de vida y bendición.

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Primera Palabra

"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34)

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. Porque por tu santa cruz, redimiste al mundo.

Aunque he sido tu enemigo, mi Jesús: como confieso,

ruega por mí: que, con eso, seguro el perdón consigo.

Cuando loco te ofendí, no supe lo que yo hacía: sé, Jesús, del alma mía

y ruega al Padre por mí.

Señor Jesús, nos enseñaste hasta qué punto hay que amar y perdonar no sólo con tu predicación, sino hasta en tu cruz y agonía. Tu vida ha sido amar y perdonar, abrir nuestros caminos hacia Dios. Ahora ratificas esas palabras perdonando e incluso disculpando a tus verdugos. Es verdad, no sabían lo que hacían, crucificando al que es la vida. Hoy, Señor, te crucificamos con nuestras palabras y actitudes, con nuestros pecados y nuestras evasiones. ¡Y tú nos perdonas! ¡No lo merecemos! Gracias, Señor, por tu amor y tu entrega, por tu perdón y tu gracia. Tu perdón es el mejor regalo y el mejor impulso para no venirnos abajo y seguir en la brega. Haznos dóciles a tu misericordia para que nunca más caigamos en la tentación.

Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.

Canto:

Perdona a tu pueblo, Señor, perdona a tu pueblo, perdónale, Señor.

1. No estés eternamente enojado, no estés eternamente enojado, perdónale, Señor.

2. Por tus profundas llagas crueles, por tus salivas y por tus hieles, perdónale, Señor.

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Segunda Palabra

"Hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lc 23, 43)"

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. Porque por tu santa cruz, redimiste al mundo.

Vuelto hacia Ti el Buen Ladrón con fe te implora tu piedad: yo también de mi maldad

te pido, Señor, perdón.

Si al ladrón arrepentido das un lugar en el Cielo, yo también, ya sin recelo la salvación hoy te pido.

Señor y Dios mío Jesucristo, que mostraste una ternura tan especial y diste un premio tan grande al buen ladrón cuando éste, arrepentido, te defendió, confesó tu nombre y apeló a tu misericordia. Hoy son tantos los que te retiran de sus almas, los que intentan quitarte de nuestro mundo... pero a nosotros, tus humildes siervos, danos fuerza para defenderte, para testimoniarte con nuestras vidas, para hacernos dignos de ti y de tu gracia. Que nosotros y los nuestros escuchemos de tus labios tan dulce esperanza de saber que podremos gozar contigo en el reino eterno si nos acogemos a tu misericordia y desde hoy vivimos gozosos en tu Iglesia los valores del evangelio.

Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.

Canto:

1. Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. (2)

2. No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.

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Tercera Palabra

"He aquí a tu hijo: he aquí a tu Madre" (Jn 19, 26)"

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. Porque por tu santa cruz, redimiste al mundo.

Jesús en su testamento a su Madre Virgen da:

¿y comprender quién podrá de María el sentimiento?

Hijo tuyo quiero ser, sé Tú mi Madre Señora:

que mi alma desde a ahora con tu amor va a florecer.

Señor y Dios mío Jesucristo Crucificado, abandonado de todos, excepto de tu Madre de algunas otras mujeres y del amado Juan que estaban al pie de la cruz. En tu infinita bondad dejaste a cargo del discípulo a tan buena Madre y desde aquella hora el mismo la acogió en su casa. Nosotros hoy queremos acoger a Santa María en nuestros corazones, para que como madre nuestra, aliente en nosotros siempre lo mejor, enseñándonos tus caminos y protegiéndonos en nuestras dificultades. En ella, Señor, tenemos un modelo y una intercesora. Ella sufrió contigo y te acompañó siempre. ¡Es tu Madre y nuestra Madre!

Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.

Canto:

Guárdame, Virgen María óyeme, te imploro con fe. Mi corazón en ti confía, Virgen María guárdame. Virgen María guárdame, guárdame.

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Cuarta Palabra

"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27, 46)

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. Porque por tu santa cruz, redimiste al mundo.

Desamparado se ve de su Padre el Hijo amado, maldito siempre el pecado

que de esto la causa fue.

Quién quisiera consolar a Jesús en su dolor,

diga en el alma: Señor, me pesa: no más pecar.

Señor Jesús que por nuestro amor te entregaste a la muerte para cumplir los designios del Padre y mostrar el ejemplo de una vida sumisa a su voluntad, en estas palabras es dónde mejor podemos acercarnos a tus sentimientos en tu pasión. Tu grito al Padre es el comienzo del antiguo salmo que describe el sufrimiento y la esperanza del justo (Sal 22)... Son tus palabras y tus sentimientos de abandono, pero más aún, son la expresión de tu profunda fe y entrega a Dios. También en ese salmo se dice que Dios jamás defraudó a sus siervos, que nunca está lejos, y que viene en ayuda del que espera con fe; que Dios merece la alabanza, porque él no ha

mirado con desdén ni ha despreciado la miseria del pobre: no le ocultó su rostro y lo escuchó

cuando pidió auxilio. Haz que contigo, en nuestras cruces, anunciemos su Nombre a

nuestros hermanos y que en medio de la asamblea lo alabemos.

Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.

Canto:

Alma mía, recobra tu calma, que el Señor fue bueno contigo; alma mía, recobra tu calma, que el Señor escucha tu voz.

1. Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco.

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Quinta Palabra

"Tengo sed" (Jn 19, 28)

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. Porque por tu santa cruz, redimiste al mundo.

Sed, dice el Señor, que tiene; para poder mitigar

la sed que así le hace hablar, darle lágrimas conviene.

Hiel darle, ya se le ha visto: la prueba, mas no la bebe:

¿Cómo quiero yo que pruebe la hiel de mis culpas Cristo?

Señor Jesucristo, tu agotamiento llega al extremo, tu cuerpo ya no resiste más. La sed es la muestra de la deshidratación. Pero en tus palabras hay algo más que la mera expresión de esa necesidad. Es el grito del desamparo ante los hombres. Sólo los hombres y las mujeres justos tienen oídos para escucharte a ti y para escuchar el grito de los sedientos de nuestro mundo. Los santos, como Madre Teresa de Calcuta, siempre han corrido a socorrerte cuando han escuchado tu voz en los hambrientos y sedientos, y así la caridad se ha convertido en el corazón de la actividad de la Iglesia y de los cristianos. Danos oídos para escucharte y ojos para verte en los pobres, en los débiles, en las víctimas de cualquier injusticia, en los últimos de los últimos... y danos valor para socorrerte en ellos, no con el vinagre de aquellos soldados, sino con la dulzura de la caridad.

Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.

Canto:

Camina, Pueblo de Dios, (2) Nueva ley, nueva alianza, en la nueva creación. Camina, Pueblo de Dios, (2)

1. Mira allá en el Calvario, en la roca hay una cruz,

muerte que engendra la vida, nuevos hombres, nueva luz. Cristo nos ha salvado con su muerte y resurrección. Todas las cosas renacen en la nueva creación.

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Sexta Palabra

"Todo está consumado" (Jn 19,30)

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. Porque por tu santa cruz, redimiste al mundo.

Con firme voz anunció Jesús, aunque ensangrentado, que del hombre y del pecado

la redención consumó.

Y cumplida su misión, ya puede Cristo morir, y abrirme su corazón

para en su pecho vivir.

Señor Jesucristo, el fin ya está cerca, lo sabes...Todo está consumado. Mueres con la conciencia de haberlo hecho todo y de haberlo hecho bien. Ahora puedes decir esto porque tu vida ha tenido sentido, ha sido ofrenda a Dios y a los hombres y así cumples para siempre la obra de nuestra redención. Mueres, de forma terrible, sí, pero mueres en paz. Nosotros no sabemos morir porque en el fondo no sabemos vivir. Vivimos tan volcados hacia fuera en esa existencia inauténtica, que a la hora de nuestra muerte nos hayamos tan vacíos y desesperados...; lejos de sentirnos ante las puertas de la Vida con mayúsculas, nos sentimos arrancados de la vida con minúsculas. Tú lo habías consumado todo: esa es tu ofrenda, te vas con las manos llenas y el corazón encendido. Enséñanos a vivir y enséñanos a morir. Enséñanos el amor y el valor de una vida entregada.

Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.

Canto:

Pueblo mío ¿qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.

1. Yo te saqué de Egipto

y por cuarenta años te guié en el desierto. Tú hiciste una cruz para tu salvador.

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Séptima Palabra

"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46)

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. Porque por tu santa cruz, redimiste al mundo.

A su eterno Padre, ya el espíritu encomienda;

si mi vida no se enmienda, ¿en qué manos parará?

En las tuyas desde ahora mi alma pongo, Jesús mío;

guardaría allí yo confío para mi última hora.

Señor Jesucristo, es tu última palabra, y va dirigida al Padre. Todo lo has hecho obedeciendo al Padre, tu último aliento también es para él. De él saliste y a él vuelves. En sus manos encomiendas tu espíritu, porque siempre has estado en sus manos. Así nos muestras el ejemplo de una vida consagrada enteramente al Padre. Así nos redimes. Nosotros queríamos ser como dioses y perdimos su gracia; tú, haciéndote hombre, y hombre hasta las últimas consecuencias, descendiendo hasta la muerte --y muerte de cruz-- romperás nuestra muerte para abrirnos de par en par las puertas del paraíso. Te pedimos el don de una vida y de una muerte santas, encomendándote nuestro espíritu, cogidos de tu mano para llegar al cielo, a las moradas que tú mismo nos preparas.

Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.

Caminaré en presencia del Señor. (2)

1. Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco.

2. Me envolvían redes de muerte, caí en tristeza y en angustia. Invoqué el nombre del Señor: “Señor, salva mi vida”.

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Benedicto XVI comenta la Pasión de Cristo a los jóvenes

Mientras avanzábamos con Jesús, hasta llegar a la cima de su entrega en el Calvario, nos venían a la mente las palabras de san Pablo: «Cristo me amó y se entregó por mí» (Gál 2,20). Ante un amor tan desinteresado, llenos de estupor y gratitud, nos preguntamos ahora: ¿Qué haremos nosotros por él? ¿Qué respuesta le daremos? San Juan lo dice claramente: «En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos» (1 Jn 3,16). La pasión de Cristo nos impulsa a cargar sobre nuestros hombros el sufrimiento del mundo, con la certeza de que Dios no es alguien distante o lejano del hombre y sus vicisitudes. Al contrario, se hizo uno de nosotros «para poder compadecer Él mismo con el hombre, de modo muy real, en carne y sangre… Por eso, en cada pena humana ha entrado uno que comparte el sufrir y padecer; de ahí se difunde en cada sufrimiento la con-solatio, el consuelo del amor participado de Dios y así aparece la estrella de la esperanza» (Spe salvi, 39).

Queridos jóvenes, que el amor de Cristo por nosotros aumente vuestra alegría y os aliente a estar cerca de los menos favorecidos. Vosotros, que sois muy sensibles a la idea de compartir la vida con los demás, no paséis de largo ante el sufrimiento humano, donde Dios os espera para que entreguéis lo mejor de vosotros mismos: vuestra capacidad de amar y de compadecer. Las diversas formas de sufrimiento que, a lo largo del Vía Crucis, han desfilado ante nuestros ojos son llamadas del Señor para edificar nuestras vidas siguiendo sus huellas y hacer de nosotros signos de su consuelo y salvación. «Sufrir con el otro, por los otros, sufrir por amor de la verdad y de la justicia; sufrir a causa del amor y con el fin de convertirse en una persona que ama realmente, son elementos fundamentales de la humanidad, cuya pérdida destruiría al hombre mismo» (ibid.).

Que sepamos acoger estas lecciones y llevarlas a la práctica. Miremos para ello a Cristo, colgado en el áspero madero, y pidámosle que nos enseñe esta sabiduría misteriosa de la cruz, gracias a la cual el hombre vive. La cruz no fue el desenlace de un fracaso, sino el modo de expresar la entrega amorosa que llega hasta la donación más inmensa de la propia vida. El Padre quiso amar a los hombres en el abrazo de su Hijo crucificado por amor. La cruz en su forma y significado representa ese amor del Padre y de Cristo a los hombres. En ella reconocemos el icono del amor supremo, en donde aprendemos a amar lo que Dios ama y como Él lo hace: esta es la Buena Noticia que devuelve la esperanza al mundo.

Volvamos ahora nuestros ojos a la Virgen María, que en el Calvario nos fue entregada como Madre, y supliquémosle que nos sostenga con su amorosa protección en el camino de la vida, en particular cuando pasemos por la noche del dolor, para que alcancemos a mantenernos como Ella firmes al pie de la cruz. Muchas gracias.

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Oración Final

Stabat Mater dolorosa

La Dolorosa allí estaba, junto a la Cruz: y lloraba mientras el Hijo moría.

Su alma fiel y amorosa, traspasaba dolorosa una espada de agonía.

Sola, triste y afligida se vio la madre querida de tantos tormentos llena.

Cuando ante sí contemplaba y con firmeza aceptaba del Hijo amado la pena.

¿Y qué hombre no llorara si a la Virgen contemplara sumergida en tal dolor?

¿Y quién no se entristeciera, si así, Madre, te sintiera sujeta a tanto rigor?

Por los pecados del mundo vio en su tormento tan profundo a Jesús la dulce Madre.

Ve morir desamparado a Cristo, su Hijo amado, dando el espíritu al Padre.

Oh Madre, fuente de amor hazme sentir tu dolor para que llore contigo.

Que siempre, por Cristo amado mi corazón abrazado, más viva en él que conmigo.

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Para que a amarle me anime en mi corazón imprime las llagas que tuvo en sí.

Y de tu Hijo, Señora, divide conmigo ahora las que padeció por mí.

Hazme contigo llorar y poder participar de sus penas, mientras vivo.

Siempre acompañar deseo en la Cruz, donde le veo, tu corazón compasivo.

Virgen de vírgenes santa, llore yo con fuerza tanta, que el llanto, dulce me sea.

Que su pasión y su muerte haga mi alma mas fuerte, y siempre sus penas vea.

Haz que su cruz me enamore; que en ella viva y adore, con un corazón propicio.

Su verdad en mi encienda y contigo me defienda en el día del gran Juicio.

Haz que Cristo con su muerte sea mi esperanza fuerte en el supremo vaivén.

Que mi cuerpo quede en calma y con él vaya mi alma a la eterna gloria. Amén.

Las poesías han sido extraídas de de churchforum.org. Las meditaciones son de Facundo López Sanjuán,

párroco de La Asunción de Martos y de Ntra. Sra. del Carmen de Monte Lope Álvarez.

Martos, 22 de febrero de 2013