opus dei o chapuza del diablo - omegalfa universidad de zaragoza, el compañero de clase josé...

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Carlos Albás

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Carlos Albás

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Indice

CAPÍTULO I. EVOLUCIÓN DE UNA CONCIENCIA

CRISTIANA

CAPÍTULO II. EL FUNDADOR DEL OPUS DEI

2. LA FAMILIA HUMANA DE JOSÉ MARÍA ESCRIBA

CAPÍTULO III. FUNDACIÓN DEL OPUS DEI

1.Los BARRUNTOS

2. Los CIMIENTOS

3. LAS CAMPANAS

4. REVELACIÓN DE UN NOMBRE

5. FUNDAMENTO Y MENSAJE

CAPÍTULO IV. ¿QUÉ ES EL OPUS DEI?

1.ESTRUCTURA CANÓNICA

2. UNA FAMILIA ESPIRITUAL: "EL PADRE"

3. UNA FAMILIA ESPIRITUAL: LOS HIJOS

CAPÍTULO V. LA EXPANSIÓN DE LA OBRA DE DIOS

1.LOS PRIMEROS AÑOS

2. UNA MARATÓN ESPECTACULAR

CAPÍTULO VI. INFLUENCIA Y PODER DEL OPUS DEI

1.LA UNIVERSIDAD

2. LAS FINANZAS

3

3. LA POLÍTICA

CAPÍTULO VII. EL PROCESO DE CANONIZACIÓN

DEL FUNDADOR DEL OPUS DEI

1. FUNCIÓN ECLESIAL DE LA CANONIZACIÓN

2.LAS CAUSAS DE CANONIZACION A TRAVÉS DE LOS

SIGLOS

2.ITINERARIO DE UN PROCESO

EPÍLOGO

4

A mi hijo Chemaque con su cariño dio alegría

a estos amargos años vividos

A mis padres, que con el recuerdo del ejemplo de

sus vidas laboriosas y humildes me dieron fuerza

para mantener la lucha.

A todos los familiares y amigos que me han ayuda-

do, comprendido y respetado mi libertad

El autor

5

CAPÍTULO I.

EVOLUCIÓN DE UNA CONCIENCIA CRISTIANA

Nací 32 años después que mi tío José María, el 20 de enero de

1934, en Zaragoza y en el seno de una familia católica. Recibí el

bautismo de manos de otro de mis tíos sacerdotes, el canónigo ar-

cediano Carlos Albás Blanc, a quien debo mi nombre y del que me

siento orgulloso.

El primer recuerdo corresponde al período de residencia en la po-

blación pirenaica de Jaca, donde también inicié a los cinco años

los estudios. Recibí en la iglesia del colegio de los Hermanos Co-

razonistas la primera comunión de manos de don José María

Bueno Monreal, y desde siempre fui educado por mi madre en la

piedad cristiana, introduciéndome en el rosario, la confesión y la

misa de los domingos como mínimo. También solíamos acudir a

las novenas los primeros viernes de cada mes al Sagrado Corazón

de Jesús para así alcanzar la promesa de "ningún alma morirá en

pecado mortal si ha confesado y comulgado los nueve primeros

viernes de mes seguidos". Y la acompañaba a la iglesia del Car-

men para confesarme con los frailes capuchinos y a la catedral

como devota de santa Orosia.

Si mi madre me trae a la memoria la práctica de la piedad cristiana,

mi padre es la imagen del profesional que cumple con exceso su

trabajo, que cuando alcanzó la dirección del Banco de Aragón no

cejó hasta situarlo en el puesto de cabeza. En aquellos tiempos, y

todavía hoy, solía ocurrir siempre lo mismo: las madres se hacían

cargo del hogar y la educación de los hijos y los padres de resolver

la situación económica. Pero mi madre, a pesar de la ayuda del

servicio, tenía una buena faena con los seis hermanos.

A los quince años nos trasladamos a Zaragoza para que mi her-

mano Pascual consiguiera una titulación universitaria y los demás

pudiéramos tener la misma oportunidad cuando llegara el momen-

to. En la academia donde proseguí mis estudios conocí a Fernando

Pérez Aísa, profesor de religión, compañero de mi tío José María

en el seminario y buen amigo de mis otros dos tíos sacerdotes,

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Carlos y Vicente. Fernando Pérez Aísa me habló en algunas oca-

siones de mi tío. Nada especial, tan sólo que era bastante presumi-

do y que no comprendía la renuncia al apellido Albás.

La principal preocupación de mi madre durante estos años siguió

siendo una vida de piedad, y sus grandes motivos de alegría llega-

ban cuando al levantarme temprano acudía a misa de capuchinos o

de infantes del Pilar.

Mis primeros ejercicios espirituales tuvieron como escenario la

hospedería del Pilar, dirigidos por el jesuita Fernández Lerga. Fue

precisamente en esa ocasión cuando recibí la noticia del falleci-

miento de mi tío Carlos, difundida por la radio. Pedí permiso para

acudir al entierro, pero el padre Fernández Lerga estimó más apro-

piado que rezase y ofreciéramos la misa del día siguiente por el

eterno descanso de su alma.

Al llegar a Zaragoza me convertía en socio del Stadium Casablan-

ca, un club deportivo que había fundado el sacerdote mosén Fran-

cisco Izquierdo Molins, perteneciente a Acción Católica. Mi rela-

ción con la Acción Católica también se extendió a la parroquia de

San Gil.

Como tantos otros cristianos, aunque he mantenido la fe, he tenido

durante mi vida momentos de mayor o menor piedad.

Fui simpatizante del Opus Dei durante cuarenta años y, dicho sea

de paso, gran admirador de mi tío, hacia el que he sentido siempre

un cariño especial. La primera noticia que me llegó de su existen-

cia coincide con la estancia en Jaca. Un día, al subir a casa, mi

padre nos anunció: "Mirad qué librito me han regalado. Lo ha es-

crito mi primo José María, hijo de tía Lola, la hermana pequeña de

mi padre. Cuando me llegó el turno de tenerlo entre las manos, le

di un vistazo y me fui a jugar. Corría el año 1948 y aquélla era la

primen edición de Camino.

Cuatro años después, durante el primer curso de Derecho en la

Universidad de Zaragoza, el compañero de clase José María Arias

Azpiazu -numerario del Opus Dei, ordenado sacerdote, hoy casado

y con dos hijos- me invitó a la residencia Miraflores, la primen

perteneciente a la Obra en la capital aragonesa. En un principio,

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sólo acudía los sábados por la tarde a los retiros espirituales; al

poco también se me podía encontrar en el cine los domingos, más

tarde estudiando allí todos los días y, finalmente, incluso escu-

chando misa durante todas las mañanas. Casi sin darme cuenta, vi

pasar las horas en la residencia, incluidas las tertulias de café, sal-

vo para comer y cenar.

La residencia era por entonces un centro de estudios integrado casi

en su totalidad por miembros del Opus Dei. Conocí y traté a José

Orlandis Rovira, catedrático de historia del derecho y sacerdote,

José Manuel Casas Torres, catedrático de geografía, Rodolfo Ur-

bistondo, ingeniero de caminos y director de la residencia, Vicente

García Chus, químico y el sacerdote que oficiaría mi boda, Ángel

García Dorronsoro, licenciado en derecho y sacerdote que llegada

a ser famoso por su programa televisivo "Tiempo para creer", Joa-

quín Valdés Escudero, otro licenciado en derecho y sacerdote, co-

mo Miguel Ximénez Embún o José Javier Zaragüeta, el médico

sacerdote José Luis Sauras, ahora párroco de Torreciudad... Unos

prosiguen en la Obra y otros acabaron por salirse.

Pero también alterné con algunos de los futuros supernumerarios

de peso, como los notarios José Limón Pazos y José Antonio Vi-

llarino, el abogado y después director general de la Caja de Aho-

rros de Zaragoza, Aragón y Rioja José Joaquín Sancho Dronda, el

abogado Juan Antonio Cremades -que sería gerente del Polo de

Desarrollo y consejero delegado de Eléctricas Reunidas de Zara-

goza-, el que acabaría como presidente de la Diputación Provincial

de Zaragoza, Pedro Baringo, etcétera.

Paralelamente, se iniciaba en la Sección de Mujeres mi hermana

Pili. Pero así como yo dejé paulatinamente de frecuentar el Opus

Dei, ella escribió la Carta al Padre y dio el paso definitivo de en-

trada. De todas formas, mantuve muy buenas relaciones con todos

ellos y las amigas de mi hermana, la hija del ministro de Hacienda,

María Dolores Navarro Rubio, o la del coronel de artillería, María

Josefa Jaén, entre otras.

Pili empezó su peregrinar por el extranjero, Londres, Dublín y

Roma, donde conocería al fundador y a mis tíos Santiago y Car-

men, que vivían con él. Su siguiente estancia sería Barcelona, don-

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de se encontraba nuestro hermano Pascual y a quien convencería

para ingresar en la Obra. Años más tarde se presentaría en Zarago-

za, coincidiendo con la visita que realizó mi tío José María a mis

padres.

A partir de esa ocasión, Santiago, el hermano de José María, em-

pezó a frecuentar nuestra casa en las comidas con motivo de su

cercana boda con una zaragozana y tuve la oportunidad de cono-

cerlo. En una ocasión le acompañé durante el paseo, y al encon-

trarnos con Carmencita Albás le dije: "Mira, es tu prima. ¿La lla-

mo?" Pero me contestó: "No, es hija de tío Florencio y no le debo

nada, sólo el nombre, y no me gusta." Las relaciones con los Albás

nunca fueron buenas. Sin embargo, me extrañó sobre todo su cole-

tilla final: "Aprovechaos de la influencia de mi hermano José Ma-

ría." No le respondí. La verdad, me parecía incorrecto prosperar

económicamente utilizando a la Iglesia.

Como ejemplo de esas tensas relaciones entre los dos apellidos,

Escrivá y Albás, puede resultar sintomática la petición de mano del

tío Santiago. Su hermano José María se trasladó a Zaragoza y reci-

bió también a mis padres. Pero cuando mi hermana Pili le comentó

la posibilidad de avisar a otros familiares, su respuesta fue tajante:

"He dicho que no estoy para nadie." Esta expresión, dicha de mal

humor y con mal genio, condensa el rencor que siempre tuvo con

los familiares de mi padre. No le importó el hecho de que uno de

los primos hermanos que no quiso ver fuese el hermano gemelo de

mi padre que habla asistido con su mujer a su primera misa en la

basílica del Pilar.

De hecho, en la boda sólo estuvimos presentes mis padres, mi

hermano Pascual y yo. En el aperitivo tuvimos la oportunidad de

conocer a Luis Valls Taberner, encargado de las finanzas del Opus

Dei. Sin embargo, ahí se acabó todo. No fuimos invitados al ban-

quete.

En 1962, mi hermana Pili me presentaba a la supernumeraria que

acabaría dos años después convirtiéndose en mi mujer. Con moti-

vo de la boda, mi padre dirigió una carta a mi tío José María ex-

presando su deseo de que fuera él quien nos casara. Al poco tiem-

po nos llegó su contestación escrita:

9

Roma, 17 de septiembre de 1964.

Muy querido Pascual:

Recibí tu carta, que me ha dado mucha alegría, y te pongo

estas líneas para felicitarte muy cordialmente por la boda

de tu hijo.

Con esta carta mía recibirás una especial bendición del

Santo Padre, para que la lea el sacerdote que asiste la ce-

remonia. Con la preciadísima del Papa Paulo VI, va tam-

bién la mía, y la seguridad de que encomiendo los nuevos

esposos a Dios Nuestro Señor y a Nuestra Madre Santísi-

ma, para que formen un hogar cristiano y feliz.

Una cariñosa bendición para ti, para Concha y para vues-

tros hijos.

JOSEMARÍA

(El sacerdote que los case puede leer el telegrama desde el

altar, porque el Santo Padre envía también su Bendición a

todos los que asisten a la ceremonia.)

Creo que ésta es la única carta que dirigió a un familiar suyo de la

rama Albás-Blanc, si exceptuamos las dos que envió a José María

Blanc para pedirle que no ejerciese su mejor derecho al título de

marqués de Peralta.

Mi mujer, ya lo he dicho, era supernumeraria. La circunstancia

añadida de que su hermana Isabel formase parte también de la

Obra como numeraria terminó influyendo decisivamente en mi

relación con el Opus. En la Obra, es costumbre y norma que los

supernumerarios se agrupen en grupos no muy numerosos de ocho

o diez y que traten de ayudarse en la captación de los maridos que

no pertenecen o de las mujeres. Para ello se organizan cenas en las

casas y así se hacen nuevas amistades con el solo objeto de conse-

guir nuevos miembros o por lo menos acercarlos por amistad y

conseguir su colaboración económica. Este fue el motivo por el

que perdí mis antiguos amigos y que fueron sustituidos por matri-

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monios pertenecientes al Opus Dei. El cerco cada día se va hacien-

do mayor e inician sacerdotes de la Obra a comer en tu casa. El

cónyuge perteneciente se encarga de invitar. Cuando mi tío José

María se acercaba a España nos trasladábamos a las capitales que

visitaba. Y siempre nos recibió en privado, pero durante unos bre-

ves minutos.

Al poco de fallecer el Fundador estimé conveniente remitir una

carta de pésame a Álvaro del Portillo, quien rápidamente se hizo

eco de ella.

Roma, 4 de septiembre de 1975.

Muy querido Carlos:

Al regresar a Roma encuentro tu afectuosa carta y, con

una inmensa pena en el alma, junto con la seguridad de

saber que nuestro Fundador está gozando de Dios, te pon-

go unas líneas para agradecer tus oraciones por nuestro

Padre y santo pariente tuyo.

Sigue rezando por él, ya que así deseaba que hiciéramos, y

no dejes de encomendarte a su intercesión: te conseguirá

gracias abundantes como está haciendo ya a miles de per-

sonas en todo el mundo para ayudar a vivir esa vida de

buen cristiano que deseas. Con el grandísimo cariño que te

tenía ¡que te tiene! el Padre, verás cómo se vuelca contigo

y con todos los suyos. Te abraza fuertemente.

ÁLVARO DEL PORTILLO

Siempre mantuve buenas relaciones con los socios del Opus Dei

que conocí; han estado en casa en repetidas ocasiones, y la educa-

ción y estudios de mis hijos mayores pasaron por los colegios de

fomento con dirección espiritual de sacerdotes de la Obra. Partici-

pé en la junta directiva del colegio de Montearagón de Zaragoza,

colaboré en la creación de empresas del Opus Dei mediante la

aportación de fondos y facilité entrevistas para que amigos míos

también lo hicieran, igual para residencias como para la Universi-

dad de Navarra.

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Al lanzarse la revista "La Actualidad Española", durante la época

de la residencia Miraflores, nos enviaban a recorrer las casas de

familiares y amigos para lograr suscripciones. Una vez casado,

consiguieron que me suscribiese a una cuota de 10.000 pesetas al

mes en la iglesia de Santa Cruz, que como es lógico pertenece al

Opus Dei. Mi participación también alcanza a la puesta en marcha

de la formación profesional en el colegio Montearagón mediante

aportaciones de 100.000 pesetas y los "santos sablazos" a los ami-

gos personales. La operación, que estuvo dirigida por el supernu-

merario y delegado de Hacienda en Zaragoza, Carlos Palacios, fue

un éxito. Mi mujer también me solicitó colaboración, proporcio-

nando entrevistas con amigos y clientes de mi trabajo y así poder

ejercitar con eficacia el "santo sablazo".

En 1983 tuve la desafortunada idea de editar una revista en Ara-

gón, de contenido variado y con el objetivo de potenciar lo regio-

nal. Informábamos de nuestra historia, de economía, hechos socia-

les renombrables, deportes, etc. Y destacamos distintas noticias

acerca del Opus Dei, sus miembros o reportajes de Torreciudad.

Pero a fines de 1984, las dificultades de sostenimiento pusieron en

peligro su continuidad. El comportamiento de algunos integrantes

destacados del Opus Dei fue determinante. El director general de

la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja, José Joaquín

Sancho Dronda, o el propio Luis Valls Taberner denegaron final-

mente la ayuda prometida desde un principio. El cuatro de enero

de 1985 llegaba a mis manos la siguiente carta de Sancho Dronda:

Querido Carlos.

Perdona mi retraso en contestar a tu carta, pero realmente

llevo unos días de bastante agobio de trabajo con temas

urgentes, o como ahora se dice, puntuales, que me han he-

cho desviar mi atención hacia ellos. Realmente creo que

estáis haciendo una buena revista, y que vais mejorando su

contenido. Veo, después de la conversación que he tenido

con María Rosario de Parada, y luego más tarde con José

Enrique, y algunas otras personas de la Caja, bastante di-

fícil una participación nuestra en el capital de vuestra So-

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ciedad Editora porque, aunque se trate de una revista muy

aragonesa, y con indudable repercusión en nuestra tierra,

desde hace tiempo el Consejo de Administración, por indi-

cación de las autoridades monetarias, no participa en em-

presas periodísticas, a pesar de que, como puedes com-

prender, en muchas ocasiones se nos ha invitado para ha-

cerlo. En algunas ocasiones es posible apoyar económica-

mente alguna publicación, pero no participar en la misma.

En este sentido pues, sí que cabe estudiar algunas ayudas

que puedan ir, o por la vía del crédito o por la vía de los

anuncios. Esos cuatro millones de los que hablas en tu car-

ta es algo que podemos estudiar, y es algo que me gustaría

pudiéramos conceder, pero para hacerlo hay que analizar

la viabilidad de la operación, es decir, no sólo sus garan-

tías, sino la posibilidad de recuperación de la cantidad

prestada. Espero que este estudio sea positivo y nos permi-

ta, por tanto, prestar esa ayuda que nos solicitáis.

No he querido demorar más tiempo esta contestación, que

ya se ha retrasado algunos días, porque yo mañana salgo

de nuevo para el extranjero y voy a estar fuera como unos

diez días. En mi ausencia, y para el estudio de la operación

en cuestión, ponte en contacto con don Juan Alfaro, al que

yo dejo encargado que te atienda.

Un cordial abrazo,

JOSÉ JOAQUÍN SANCHO DRONDA

Las posibilidades de este director general de la Caja para conceder

los créditos aplicando su criterio personal son de sobra conocidas.

Durante la publicación de la revista, sólo coincidiendo con la visita

de Juan Pablo II, se insertó publicidad a cargo de la Caja, una fo-

tografía de Su Santidad que ocupaba las páginas centrales. Y por

añadir aún más, resulta bien fácil comprobar las ayudas económi-

cas que destinó a otras revistas de la Obra de difusión nacional

("Mundo Cristiano", "Telva", "Actualidad Económica"...) a pesar

de tratarse de una entidad bancaria de ámbito regional.

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Yo mismo fui objeto de esos tejemanejes. Por ejemplo, con el su-

pernumerario que Sancho Dronda mencionaba en su carta, Juan

Alfaro, amigo mío y con quien había compartido retiros y muchas

horas en la iglesia de Santa Cruz, concertamos una cita con uno de

los propietarios de una de las más importantes empresas de ali-

mentación en España. Sabían perfectamente de los contactos pro-

fesionales y la amistad que me unían a él, y por supuesto no los

desaprovecharon. Pero llegado el momento de solicitar ese crédito

imprescindible para la supervivencia de la revista "Mirador", el

mismo Juan Alfaro prestó tanta atención corno la que se requiere

para quedarse dormido en el transcurso de nuestra conversación.

Estos comportamientos contribuyeron a arruinarme económica-

mente y, dicho sea de paso, se enarbolaron en la campaña de inju-

rias y descréditos que se ha orquestado contra mí y en la que han

tenido un papel destacado mis hermanos que forman parte de la

Obra.

Con el paso del tiempo, y ante la imposibilidad de encontrar un

trabajo -en el único que se me ofreció, una compañía de publici-

dad, las comisiones sustanciosas iban a parar directamente al bolsi-

llo de un supernumerario del Opus Dei-, abrirnos un pequeño bar

en Jaca.

La tensión con el Opus Dei fue "in crescendo" paulatinamente, y la

defensa de José María Ruiz-Mateos en el caso Rumasa, con una

carta abierta dirigida a Luis Valls Taberner recriminando sus de-

claraciones, significó la puntilla. A partir de ese momento, la casi

totalidad de los miembros del Opus Dei se distanciaron y critica-

ron mi actitud. Pero fue durante las elecciones al Parlamento Eu-

ropeo, al prestar mi colaboración a Ruiz-Mateos, cuando el enfren-

tamiento se produjo abiertamente y algún socio del Opus me llamó

loco por el compromiso. Como ejemplo del estado anímico que

atravesaba entonces, no quiero dejar pasar la oportunidad de trans-

cribir la carta que publiqué en el diario "Heraldo de Aragón" en

enero de 1986:

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SOÑANDO

Señor director:

Le ruego inserte esta carta abierta a don Luis Valls Taber-

ner, presidente del Consejo de Administración del Banco

Popular.

Mi querido amigo:

Como la mayoría de los españoles, sigo con gran interés el

caso Rumasa y hoy, al leer tus declaraciones en "Heraldo

de Aragón" creía que estaba soñando. ¿Cómo es posible

que el presidente del Banco Popular, uno de los "siete

grandes", pueda declarar que "todo es teatro" cuando a los

españoles nos ha costado, hasta el momento, miles de mi-

llones de pesetas?

Tu descalificación de José María Ruiz-Mateos, afirmando

de él que "es como un niño", no sólo me ha causado sor-

presa, sino estupor. Por lo menos podías haber agregado

el calificativo de "prodigio", que es lo mínimo que merece

una persona capaz de crear y dirigir unas 600 empresas,

cerca de 60.000 puestos de trabajo, pagando íntegramente

los salarios correspondientes hasta el último día antes de

la extradición.

Respecto a los supuestos delitos que se le imputan y la

constitucionalidad o no de la expropiación, es la justicia la

que deberá pronunciarse en su día.

Espero que si, en un futuro, consideras oportuno realizar

nuevas declaraciones sobre el caso Rumasa o José María

Ruiz-Mateos, estén de acuerdo con la seriedad que carac-

teriza el cargo que desempeñas en el Banco Popular.

Un fuerte abrazo.

Estas y otras circunstancias repercutieron directamente en mis re-

laciones familiares, y en 1988 mi mujer, aconsejada por personas

del Opus Dei -según sus propias manifestaciones-, decide separar-

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se, marcharse con su madre y arrastrar consigo a sus hijos. Me

había vuelto a quedar arruinado.

A pesar de este cúmulo de contrariedades, seguí creyendo en el

Opus Dei y su doctrina. De espíritu, no había roto con la institu-

ción. En mayo de 1988 aún escribí en el semanario de Jaca, "El

Pirineo Aragonés", un artículo bajo el título de "El sensacionalis-

mo y la mentira, únicas armas para los incompetentes profesiona-

les del periodismo":

Llevo más de veinte años dedicado a la publicidad como

director propietario de una agencia que, entre otras cam-

pañas, realizó la de Conguitos y Reinas Butano. Creo que

por mis conocimientos estoy autorizado a tratar el tema

publicitario.

Hoy, cada día más en la publicidad, se utiliza el sensacio-

nalismo para captar la atención de una marca o un servi-

cio. Esta forma de proceder no es ajena a los medios de

comunicación, que tienen que competir en el mercado in-

tentando vender el mayor número de ejemplares con el ob-

jeto de subir el precio de los anuncios y ganar así más di-

nero.

Todos conocemos revistas de gran difusión que para ven-

der más no les importa poner un "culo" o unas "tetas" en

la portada, pero que actúan con honradez, ya que el que

las compra conoce de antemano su contenido.

Yo he comprado la revista "Tiempo" por la portada "Opus

Dei, el verdadero poder en España". He leído la carta al

director de José Oneto y el artículo de Luis Reyes, que sen-

sacionalmente titula: "Los poderes ocultos al descubierto",

"La infraestructura en España" y "Cómo capta el Opus Dei

a sus adeptos". Y todavía no sé si REÍRME o LLORAR.

REÍRME, por la falta de originalidad y lo trasnochado del

tema que tratan, al no aportar nada nuevo a las numerosas

campañas injuriosas que a lo largo del tiempo se desenca-

denan contra el "OPUS DEI". La única novedad que veo es

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la forma en que han realizado la portada, ya que la utiliza-

ción del nombre "OPUS DEI" es muy frecuente para au-

mentar las ventas de cualquier medio de comunicación, pe-

ro que aprendan de aquellos que venden más que ellos sin

utilizar el sensacionalismo fácil.

Yo invito a esos pseudo profesionales del periodismo a in-

vestigar, analizar e informar a la opinión pública de temas

de verdadera actualidad que preocupan a la mayoría de

los ESPAÑOLES.

Les voy a dar algunas pistas: a) inseguridad ciudadana, b)

terrorismo, c) paro, d) gasto público, e) nuevos propieta-

rios de las empresas expropiadas a don José María Ruiz-

Mateos y costo que hemos pagado los españoles por la re-

privatización de las mismas, f) pacto de las entidades de

crédito y los políticos con motivo de la deuda pendiente

con los países subdesarrollados y consecuencias desastro-

sas para la economía española y su conexión con el caso

Rumasa, etcétera.

LLORAR, porque en el fondo no son más que ingenuos.

¿Cómo es posible que publiquen la instancia que el funda-

dor del Opus Dei dirige en el año 1941 al obispo de Ma-

drid-Alcalá en la que solicita la probación canónica co-

rrespondiente y en la que consta el beneplácito del reve-

rendísimo señor obispo de la diócesis? Sólo les falta publi-

car la concesión por el papa Juan Pablo II de la Prelatura

al Opus Dei en todo el mundo.

Si la Iglesia católica apoya y bendice esta OBRA DE

DIOS, OPUS DEI, ¿cómo se puede entender que estos sen-

sacionalismos puedan enjuiciarla en injuriarla?

El Opus Dei es universal, pertenecen a él miembros de los

cinco contenientes, u aunque su fundador es español, de

Barbastro (Huesca), la mayoría de sus socios no son espa-

ñoles, son de todas la razas, oficios y profesiones.

También he leído el artículo de Covadonga O'shea, "Histo-

ria de una manipulación", publicado en ABC; estoy de

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acuerdo con ella, pero quiero destacar que coincido ple-

namente en que el periodista tiene que ser un buen profe-

sional, o sea, honrado, y que busque la verdad, y añadirla,

que sepa lo que escribe.

Al releer hoy esta carta acepto que las argumentaciones que esgri-

mía en aquellos días pecan del mismo infantilismo que adolecen

los mismos miembros del Opus Dei en sus continuas justificacio-

nes. Y presento, por ello, las debidas excusas a todos los periodis-

tas.

Pero volvamos un año atrás. En 1987 empecé a mantener una cier-

ta relación por correspondencia con José María Ruíz-Mateos. Con

la transcripción de las cartas que vienen a continuación sólo aspiro

a ilustrar la posición mantenida por entonces y como testimonio

directo de la situación en aquellos días:

Zaragoza, 24 de noviembre de 1987.

Querido y admirado José María:

Aunque no te conozco personalmente, he seguido las injus-

tas vicisitudes por las que has tenido que pasar y admiro

tus cualidades humanas, tu excepcional preparación profe-

sional y tu buen hacer.

No sé si tu hijo Zoilo te comentó la conversación telefónica

que mantuvimos con motivo de las declaraciones de Luis

Valls y de la carta abierta que le escribí en "Heraldo de

Aragón", recriminándole su comportamiento.

Adjunto te envío fotocopia del escrito presentado a la De-

legación del Ministerio de Trabajo de Huesca, por si puede

ser de tu interés y, por tanto, te autorizo a utilizarla.

Me alegraría muchísimo que todo se arreglase; te lo mere-

ces.

Recibe un fuerte abrazo,

CARLOS ALBAS

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Madrid, 4 de diciembre de 1987.

Mi querido Carlos:

He recibido tu amable carta del día 24 de noviembre pasa-

do.

Te quedo extremadamente agradecido por tu mensaje de

amistad y apoyo que valoro infinito y que me anima a se-

guir luchando contra la injusticia.

Lamento sinceramente las circunstancias por las que atra-

viesas pues por propia experiencia sé lo difícil y complica-

do que resulta salir adelante. He leído la referencia que

haces a Rumasa en el pliego de descargos que has presen-

tado ante la Delegación del Ministerio de Trabajo de

Huesca y también el artículo que en su día escribiste en el

"Heraldo de Aragón". Te felicito por tu valentía y tu gran

corazón.

Espero que tu tema se solucione y deseándote todo lo me-

jor y con sincero afecto, te envía un entrañable abrazo tu

amigo

JOSÉ MARÍA RUIZ-MATEOS

Nuevamente, durante su convalecencia tras las operaciones sufri-

das en Madrid y con el objetivo de aconsejarle publicitariamente

sobre los puntos que debía tener en cuenta en las siguientes elec-

ciones generales a las que concurría, me dirigía por carta:

Zaragoza, 3 de septiembre de 1989.

Mi querido amigo José María:

Me alegro mucho de tu recuperación y ya veo que conti-

núas con el entusiasmo de siempre. Si me lo permites me

gustaría hacerte unos pequeños comentarios sobre las de-

claraciones efectuadas por los distintos representantes de

19

los partidos políticos; estos comentarios los hago desde mi

ángulo profesional publicitario.

Primero: todos en sus declaraciones cometen el mismo

error, "criticar al presidente del Gobierno por haber ade-

lantado las elecciones". Es un hecho consumado y tiene

derecho a hacerlo. El decir que lo hace en beneficio de su

partido, es decir, que es más inteligente que ellos. Al con-

trario, lo único que consigue es elevar la imagen de Felipe

González, ya que en este juego político de los partidos

convencionales vale todo. Es suficiente con recordar que

durante la última campaña electoral, los insultos y menti-

ras, como en todas, sólo sirven para aumentar el número

de abstenciones y su desprestigio.

Segundo: el control que el Gobierno tiene de la mayoría de

los medios de comunicación, y sobre todo de Televisión

Española, hace mucho más peligroso efectuar estas decla-

raciones, al ser más fácil su manipulación.

Tercero: con esta forma de proceder se sigue dando la im-

presión que sólo el Partido Socialista puede conseguir la

mayoría absoluta, le hace partir como ganador y a toda la

oposición como perdedora y con escasas posibilidades. La

moral de victoria es siempre necesaria si se desea conse-

guir el éxito, pero estas estrategias en sus campañas publi-

citarias los llevan con seguridad al fracaso.

Una de las premisas fundamentales en toda campaña pu-

blicitaria es que el mensaje, o mensajes que se difundan,

jamás recuerden a la competencia. En el caso contrario, se

les está haciendo publicidad gratuita. La motivación o mo-

tivaciones en las que se basa una campaña publicitaria

tienen que ser completamente distintas de las de la compe-

tencia y deben resaltar aquellas cualidades que se sepan

más apreciadas por el consumidor. Esta regla publicitaria

es también válida para las campañas políticas, y por tanto

nuestro mensaje no ha de recordar a ningún partido con-

vencional. Debe ser distinto y encajar en lo que hoy espera

el electorado español. Hay que estudiar lo que el elector

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quiere, y sobre todo lo que piensa esa gran mayoría de no

votantes.

Por mi trabajo profesional, esta semana iré a Madrid. Me

encantará conocerte y cambiar impresiones sobre el pro-

yecto que te comuniqué en mi carta anterior.

Hasta muy pronto, recibe un fuerte abrazo de tu buen ami-

go

CARLOS ALBAS

Desde el Parlamento Europeo, con sede en Estrasburgo, me con-

testó en los siguientes términos en una breve misiva de su puño y

letra:

Estrasburgo, 12-9-1989.

Mi querido Carlos:

Muchas gracias por tu cariñosa carta del 3 del actual.

Tomo nota de todos tus comentarios y sugerencias.

Mientras te saludo personalmente, te abraza tu buen amigo

JOSÉ MARÍA Ruiz-Mateos

Efectivamente, llegué a conocer a Ruiz-Mateos personalmente e

hicimos buenas migas, fructificando en mi militancia en su Agru-

pación electoral. Pero inexplicablemente, después de su viaje a

Roma en las navidades de ese año sentí un cambio en el trato, por

lo que supuse que había hecho las paces con el Opus Dei. Es bien

patente que a partir de ese momento renunciaría a sus ataques a la

institución y a algunos de sus miembros.

Volviendo la cara hacia el pasado más cercano, tras un año de pro-

funda meditación y de largas conversaciones con miembros del

Opus Dei, entre ellos Antonio Rico Gambarte -uno de los primeros

numerarios de Zaragoza, amigo de mi padre, presidente del grupo

empresarial Rico y Echevarría y consejero de distintas empresas

aragonesas- y algunos sacerdotes como Antonio del Val o Vicente

21

García Chus, la profunda crisis interna abierta en mí me empujó

definitivamente a escribir a don Álvaro del Portillo:

Zaragoza, 25 de agosto de 1989

Mi querido don Álvaro.

Con un gran pesar y después de un año de profunda medi-

tación, he decidido escribirle y contarle las vicisitudes que

me han ocurrido últimamente, así como el comportamiento

para mí incomprensible de algunas personas que tienen un

mismo denominador común: "su pertenencia al Opus Dei".

La forma de comportarse estas personas conmigo, me es-

tán haciendo perder la paz interior e incluso la fe y antes

de que esto ocurra he decidido pedir su orientación y con-

sejo.

Estas vicisitudes se inician con mi ruina económica que se

ocasiona con motivo del lanzamiento de la revista "Mira-

dor". En un principio, todas ellas están satisfechas con el

contenido de la revista y colaboran de una forma directa.

En la revista se han recogido: la primera misa solemne de

un sacerdote de la Obra, reportaje sobre Torreciudad, re-

portaje de S.S. Juan Pablo II con motivo de su visita a Za-

ragoza con textos de don José Orlandis, reportaje de la

asociación cultural CUELLAR, comienzo del curso del co-

legio mayor Miraflores... Estas personas también colabora

en otros campos, como el estudio realizado por mi her-

mano Pascual sobre la viabilidad de la revista, en el que

pone de manifiesto las posibilidades de continuidad de la

misma, argumentando que prácticamente se está finan-

ciando con publicidad. Mi hermano Luis me ayuda en la

creación de la Junta de Fundadores, para conseguir apor-

taciones económicas y de trabajo (a dicha Junta perteneció

desde el principio Antonio Rico). Mi hermano Pascual

aconseja a mi hermana Pili que me preste dinero y firme

diversos avales. También se solicita a José Joaquín Sancho

Dronda un crédito de 5.000.000 de pesetas y se le aporta el

estudio realizado, relación de mis bienes y un aval de

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90.000.000 de pesetas de un gran amigo, Alberto de Sola,

ya fallecido y del que tengo la seguridad de que estará go-

zando de Dios en el cielo.

Incomprensiblemente y sin justificación fundamentada

después de haberse comprometido, y dejando transcurrir

varios meses, José Joaquín Sancho Dronda deniega el cré-

dito y con ello me obliga a malvender mis bienes, chalet,

coche, muebles, cuadros e incluso las joyas de mi mujer,

llevándome a la ruina más absoluta.

Es a partir de este momento cuando mi hermano Pascual

inicia una campaña de descrédito e injurias en la que ma-

nifiesta que "soy un alcohólico y que necesito internarme

en un centro psiquiátrico". Estas manifestaciones las con-

tinúa realizando, aun después de leer los informes del De-

partamento de Psiquiatría del Clínico de la Universidad de

Navarra, adonde me obligó a ir. En los informes consta mi

excelente estado de salud y que no necesito ningún trata-

miento. Estas manifestaciones las realiza incluso delante

de mis hijos, hermanos y otras personas. A pesar de ello mi

vida familiar con Charo y mis hijos está dentro de cierta

normalidad, aunque es cierto que los dos años en el paro y

la imposibilidad de encontrar trabajo hacen empeorar mi

carácter y tomo más copas de las normales.

Posteriormente, comuniqué a mis amigos y familiares la

apertura de una cuenta corriente, en la que podían ingre-

sar las cantidades que pudieran para ayudarnos a estable-

cer un pequeño negocio en el que pudiéramos trabajar y

nos permitiera vivir. En un principio parecía ir bien, nos

trasladamos a Jaca y abrimos un pequeño bar. Es entonces

cuando surgen otros problemas, en este caso con la familia

de Charo, en la que su hermana Isabel, numeraria, aportó

su grano de discordia. Estos problemas y los anteriores

repercutieron en nuestras relaciones, y Charo fue perdien-

do su credibilidad en mí, discutía todas mis decisiones y

tenía menos ganas de colaborar con su trabajo en el bar.

Al enfrentarse conmigo se iba atrayendo a sus hijas, dán-

23

doles la razón cuando yo las reñía, bien porque salían to-

das las noches y volvían a las 5 de la madrugada, bien

porque se levantaban tarde y no ayudaban lo necesario.

Nuestro hogar, que había sido siempre feliz, fue convir-

tiéndose en un campo de batalla; como así no se podía se-

guir, le aconsejé a Charo que fuese a un abogado para que

le dijera cuáles eran sus derechos y obligaciones y le suge-

rí una abogada amiga nuestra, supernumeraria, esperando

que le aconsejase de forma distinta a como lo hizo. Le

aconsejó la separación "por causas profundamente sope-

sadas". Hoy sigo sin entender el comportamiento de Cha-

ro, que, según ella, "ha sido aconsejada por personas del

Opus Dei". Continuamente vienen a mi memoria las pala-

bras del sacerdote don Vicente García Chus: "En la salud

y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza." He

vuelto a leer la carta en la que decía que "recibiría una es-

pecial bendición del Santo Padre para que la lea el sacer-

dote que asiste a la ceremonia. Con la preciosísima del

Papa Paulo VI va también la mía, y la seguridad que en-

comiendo los nuevos esposos a Dios Nuestro Señor y a

Nuestra Madre Santísima, para que formen un hogar cris-

tiano y feliz".

En el mes de junio del pasado año estuve unos días en Tres

Caminos y subía con frecuencia a Torreciudad a rezar y

pedirle a la Virgen que me ayudase. Coincidí con su visita

y sentí muchísimo que no me pudiese recibir, a pesar de los

esfuerzos que hice por conseguirlo, para abrazarle y pedir

su bendición; al parecer no le comunicaron mis deseos.

En el mes de septiembre mi familia se fue a Zaragoza, me

quedé solo atendiendo el bar hasta el mes de febrero, que

lo pude traspasar gracias a la comprensión y el cariño de

mi hermana Pili, que fue la única que venía a Jaca a ayu-

darme, dejándome dinero para levantar los embargos y así

poder traspasar; posteriormente me acogió en su casa y

me sigue ayudando. Hoy, dando gracias a Dios, mi futuro

es más esperanzador, tengo trabajo en una de las mejores

agencias de publicidad de España, y todo ello se lo debo a

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Pili, que se ha portado conmigo con verdadera caridad

cristiana.

Como mi hermano Pascual continúa con sus manifestacio-

nes y Charo sigue alejando a mis hijos, o por lo menos na-

da hace para acercarlos (en todo el año sólo he visto a mis

hijos mayores de cinco a seis veces y casi siempre he sido

yo el que ha intentado el acercamiento). Por otra parte,

personas del Opus Dei que antes eran cariñosísimas, aho-

ra han cambiado totalmente de actitud y para mí, sin un

motivo justificado que yo conozca, por lo que consideré

oportuno entrevistarme con Antonio Rico y contarle lo su-

cedido. Después de dos largas conversaciones no me acla-

raba nada ni me daba una solución convincente. Le dije

que le escribiría a usted para contárselo, contestándome

que usted me diría lo mismo; despidiéndose diciéndome

que pediría por mí al Espíritu Santo para que me ilumina-

se. Seguí sin entender.

Como cada vez me resulta más difícil entender estos com-

portamientos (a pesar de los esfuerzos que hago por enten-

derlos) he llegado a la conclusión de que sólo pueden ser

represalias a mi colaboración que desde hace más de cua-

tro años vengo realizando en defensa de José María Ruiz-

Mateos, al que admiro cada día más y al que seguiré ayu-

dando incondicionalmente, hasta que alguien me demues-

tre fehacientemente y por razones fundadas que no debo

hacerlo. En la campaña de descrédito e injurias que se ha

montado para intentar justificar la "EXPOLIACIÓN" de

Rumasa y en la que han participado políticos, banqueros,

abogados, magistrados, periodistas.., de los que algunos

de ellos pertenecen al Opus Dei, como Valls y Termes, en-

tre otros -allá ellos con su conciencia-, pero esto no justifi-

ca el que yo, en uso de mi libertad, apoye según mi criterio

a quien crea conveniente. Y por ello no puede existir moti-

vo de represalia, ya que creo seguir la doctrina que mi tío

Josemaría se cansó de repetir: "Todos los cristianos somos

libérrimos para defender las opciones que la Iglesia deja a

la libre disputa de los hombres." Entiendo que José María

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Ruiz-Mateos tiene perfecto derecho a defenderse y explicar

por qué confió en determinadas personas que posterior-

mente le traicionaron. Jamás he leído u oído a José María

Ruiz-Mateos hablar mal del Opus Dei, siempre ha dicho

cosas estupendas de la Obra y lo mismo de su Fundador,

siempre ha dicho que le tiene un gran cariño y que le reza

todos los días. Y me viene ahora a la memoria la predica-

ción de mi tío Josemaría en la iglesia de San Carlos en Za-

ragoza al día siguiente de conocerlo en casa de mis padres

cuando le regaló a mi madre el rosario con el que él reza-

ba todos los días: "Cada uno de vosotros es responsable

personal de lo que hace. Los que estáis enseñando, adoc-

trinando cosas del cielo y de la tierra con vuestros libros,

con vuestros medios, con vuestra formación profesional,

vosotros responderéis: libérrimos, libérrimos. Yo no tengo

nada que ver con ello, ni el instituto tampoco. Sólo respon-

deréis ante mí de vuestra vida espiritual; allí, sí me hago

responsable. Y yo me pregunto: ¿qué mayor responsabili-

dad de los miembros del Opus Dei en su vida espiritual que

el cumplimiento del primer mandamiento de la Ley de

Dios: "Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo

como a ti mismo"? Y creo firmemente que no se ama al

prójimo cuando se le injuria, desacredita, engaña, miente o

insulta. ¿Y no es esto lo que han hecho algunos miembros

del Opus Dei con José María Ruiz-Mateos y conmigo? Va-

le de presumir de buenos católicos y luego no dar testimo-

nio con sus vidas.

También creo firmemente en el Sacramento del Matrimo-

nio, y en el cumplimiento que como católicos tenemos de

las obligaciones que nos comprometimos al contraerlo.

Acabo de leer la alocución del Papa a los jóvenes en el

monte del Gozo, en Santiago de Compostela, a los que

preguntaba: ¿estáis dispuestos como jóvenes cristianos a

vivir y defender el amor a través del matrimonio indisolu-

ble, a proteger la estabilidad de la familia que favorece la

educación equilibrada de los hijos, al amparo del amor

materno y paterno que se complementan mutuamente? Yo

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pienso que la separación es el primer paso para el divor-

cio.

En mi último viaje a Madrid me confesé en la iglesia de

San Miguel con un sacerdote de la Obra, le conté en confe-

sión y mucho más ampliamente todo lo que estoy relatan-

do, me acusé de mis pecados y antes de darme la absolu-

ción, me aconsejó que le escribiese y que le contase todo lo

que creyese conveniente; y así lo hago e incluso me dijo

que presentase todas las querellas que fuesen oportunas,

por las injurias contra mí vertidas. Pero don Álvaro, se

trata de mis propios hermanos y creo que es mas conve-

niente lavar los tropos sucios en casa.

Y para terminar una sola petición: que me ayude. Gracias

por su comprensión, le pido perdón por el dolor que sé va

a causarle mi carta.

Le pide su bendición y le abraza con todo cariño

CARLOS ALBÁS MÍNGUEZ

No soy de los que esconden la cabeza en las alas, como el aves-

truz. Todos los miembros del Opus Dei en Zaragoza conocían mi

actitud con respecto a Ruiz-Mateos, ya que a muchos de ellos les

llegó la siguiente carta:

Zaragoza, 1 de junio de 1989.

Mi querido amigo y compañero:

Me dirijo a ti con motivo de las elecciones al Parlamento

Europeo, y adjunto te remito el programa electoral de la

Agrupación de Electores de José María Ruiz-Mateos.

La persecución de que ha sido objeto José María Ruiz-

Mateos como responsable de Rumasa, su "expropiación"

(sobre todo la forma realizada), la reprivatización de las

empresas expropiadas, y como colofón, la petición de pena

de 200 30 años y la prisión incondicional decretada con un

motivo tan pueril como la bofetada al señor Boyer, es lo

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que ha motivado a aportar mi granito de arena a esta

campaña.

Acciones como éstas sólo sirven para desprestigiar a la

Justicia en España y considero que todos los juristas tene-

mos la obligación de salir en defensa del prestigio de la

misma.

Es cierto que alguna de las últimas acusaciones y declara-

ciones de José María Ruiz-Mateos pueden parecer impro-

pias de la seriedad que durante toda su vida de empresario

ha demostrado con su comportamiento; pero habrá que

analizar si era la única salida que se le ha dejado para

mantener la atención de la opinión pública, a través de los

medios de comunicación, y no caer en el olvido durante los

más de seis años de tiempo transcurrido desde la "expro-

piación".

Agradecido por tu atención, pidiéndote disculpas por usar

de tu valioso tiempo, recibe un fuerte abrazo de tu compa-

ñero, que pide tu voto para José María Ruiz-Mateos al

Parlamento Europeo.

Don Álvaro del Portillo había enmudecido. No llegaba contes-

tación alguna a mi carta, y un mes más tarde volví a dirigirle el

siguiente escrito:

Zaragoza, 2 de octubre de 1989.

Mi querido don Álvaro:

Desde hace más de un mes estoy esperando sus noticias

con motivo de la carta que le escribí el 25 de agosto pasa-

do, y como las circunstancias no han cambiado, vuelvo a

pedirle su orientación y consejo.

Don Álvaro, como usted me indicó sigo encomendándome

a mi tío Josemaría para que me ayude en estos momentos

tan difíciles. Usted sabe el cariño que me tenía -que me

tiene- y estoy seguro que se volcará conmigo y con todos

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los míos. De hecho, ya lo está haciendo con mi trabajo

profesional; estoy en el grupo de publicidad más importan-

te de España y uno de los más importantes del mundo.

Si por alguna circunstancia mi carta anterior no ha llega-

do a su poder, le envío fotocopia de la misma. Con el cari-

ño de siempre y pidiéndole su bendición, le abraza siempre

suyo

CARLOS ALBAS MÍNGUEZ

Con anterioridad a estas cartas, coincidí con Álvaro en Torreciu-

dad, y aunque hice todo lo posible por entrevistarme, no lo conse-

guí y sólo pude asistir a una de esas reuniones que organizan de

más de cien personas. Cuando íbamos a entrar en la reunión, el

numerario que me acompañaba empezó "a mentalizarme" y refi-

riéndose a Álvaro del Portillo, me dijo: "Álvaro es un santo." A lo

que le contesté: "Si no te importa esperar un poco, puesto que mi

tío José María está todavía en camino."

A pesar de la campaña de injurias y descalificaciones que los

miembros del Opus Dei lanzaron contra mí -y como puede com-

probarse continúan intensificando incluyendo las calumnias, la

última el delito de chantaje-, en mayo de 1988 había empezado a

trabajar para el grupo publicitario McCann, que en España lo for-

man cuatro grandes empresas: McCann-Erikson, Clarín, Marketing

Director McCann y Universal Media. Estas empresas llevan la

publicidad a nivel mundial de Coca-Cola, Nestlé, General Motors,

Martini, Camel, Frigo, Pedro Domecq, etc. El trabajo que desarro-

llaba y mi retribución económica eran altamente satisfactorios. El

presidente de McCann en España, Alfredo García Valdés, que me

había contratado para las actividades de Nuevos Negocios, siempre

se declaró contento con mi labor. Al menos hasta febrero de 1989.

Durante los seis primeros meses mi labor la realicé en Zaragoza

visitando a responsables de las inversiones en publicidad de las

empresas con cantidades anuales superiores a cincuenta millones

de pesetas, que era el mínimo que estaba autorizado a llevar en el

Grupo McCann. En una entrevista con IberCaja propuse la realiza-

29

ción de unas Jornadas de Marketing y Comunicación, que fueron

bien acogídas y consistían en dar a conocer la importancia de la

incorporación de las nuevas técnicas de marketing y comunicación

en las empresas de Aragón.

En mi entrevista con el presidente de Balay, me comunicó que se

acababan de asociar con la firma alemana Bosch-Siemens y que,

por lo tanto, desconocían el plan de marketing que llevarían en el

futuro. El presidente me aconsejó que visitara Safel en Pamplona,

ya que era ésa la empresa mayoritaria del grupo. Al mismo tiempo

me pidió que visitase a su primo, Alejandro Lanos, entonces de-

cano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Na-

varra.

Y así lo hice. En esta primera entrevista, al conocer la importancia

del grupo McCann, me fueron presentando distintos proyectos en

estudio, ya que nuestra empresa podía financiarlos a través de sus

clientes mediante la sponsorización. Al mismo tiempo, comenta-

mos la conveniencia de trasladar las Jornadas de Marketing y Co-

municación que pensábamos realizar en Zaragoza a la Universidad

de Navarra, por considerar que pudieran ser más ventajosas al per-

tenecer el Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE) a

la institución. Me rogaron que invitase en nombre del rector Al-

fonso Nieto a visitar la Universidad y mantener un encuentro de

trabajo. Informé de todo ello a Alfredo García Valdés, que por

razones de agenda no acudió hasta febrero.

Pero el presidente, a su vuelta de Pamplona, empezó poco a poco a

distanciarse, a poner pegas a mi trabajo y a sacarle los "peros",

hasta manifestarme que no podría seguir trabajando con ellos en

las mismas condiciones.

El cambio, lógicamente, me causó extrañeza. Pero ya sólo pude

pensar que la persecución se había desatado contra mi persona.

Estando en Pamplona en octubre de 1988, poco tiempo después de

mi segunda carta a Álvaro del Portillo, había recibido una llamada

de Javier Arnal, director de la Obra en Aragón, para transmitirme

un mensaje de Roma. Me trasladé a Zaragoza y su única respuesta

fue que don Álvaro no podía hacer nada por mí. No lo entendí. Yo

sólo había pedido consejo y orientación.

30

Abierta definitivamente la brecha, comencé a manejar la literatura

crítica con el Opus Dei y su fundador, mi tío José María. La nece-

sidad de contrastar mi experiencia con la reflejada en los libros

sirvió de acicate para entrevistarme con sus autores. En mi primera

entrevista con Alberto Moncada me aconsejó llamase a Miguel

Fisac y Antonio Pérez Tenesa, ya que podían ayudarme a entender

la verdad de lo que es el Opus Dei. Seguí su consejo y mantuve

distintas entrevistas y día a día fui cambiando de forma de pensar

con respecto a mi tío José María y a su Obra.

También a partir de aquellos momentos inicié mi peregrinar por

las parroquias e iglesias de Madrid, conversando con sus sacerdo-

tes diocesanos, pertenecientes a órdenes y congregaciones religio-

sas muy dispares. Pero en medio del camino, durante esos años, se

había cruzado la beatificación de mi tío. Expliqué a esos sacerdo-

tes mi postura y todos, sin excepción, me aconsejaron sobre la

obligación moral de comparecer ante la Causa de Santificación.

Acepté el reto, y una vez asumida la decisión llamé al juez instruc-

tor de la causa, Rafael Pérez, al que le comuniqué mis expresos

deseos de aportar mi visión y testimonio. "A buenas horas mangas

verdes." Con esta frase puede resumirse a la perfección la respues-

ta de Rafael Pérez.

Estamos en pleno año 1991. Había acatado esa obligación moral y

creí que debía agotar todas las vías a mi alcance. Mi estado de

ánimo y la evolución de esa conciencia cristiana empezaban a to-

mar nueva forma, vislumbraba lentamente los futuros derroteros de

mi fe. Aquellos primeros meses del año en Madrid fueron funda-

mentales. No quiero dejar pasar, por tanto, la oportunidad de ex-

poner con el testimonio de mi puño y letra esos días, la supuración

del sufrimiento y cómo la ruptura de aquella falla que se había

abierto en mi interior se fue cerrando hasta ver la luz. Eran escritos

con el único destino del desahogo.

Madrid, 19 de marzo de 1991.

CONDENADO A LA SOLEDAD

31

Desconozco cuáles han sido las acusaciones que en su día

se formularon ni los hechos en que se basaron, ni los tes-

timonios que han sido presentados. Lo que sí sé es que na-

die ha llevado mi defensa, que nadie ha escuchado mis

alegaciones, y no por haberlas efectuado, sino "porque no

hay mayor sordo que el que no quiere oír". Y eso que las

he reiterado ante muy diversos juzgadores, pero ha sido

inútil. La sentencia ya estaba dictada, e incluso antes de

hacer alegación alguna. "He sido condenado a la sole-

dad."Y esto, para ellos, es muy fácil. Para ellos, yo estoy

muerto. Y los muertos, ni hablan, ni alegan, ni apelan. Los

muertos sólo son muertos y la muerte es soledad.

Madrid, 1 de mayo de 1991.

PARA TODA LA ETERNIDAD

Fui condenado a la soledad, pero quiero saber la duración

de la condena. Barrunto que ya lo sé, para toda la eterni-

dad. Ellos me condenaron en nombre de Dios, ya que la

Obra, según ellos, es Obra de Dios, ellos son de la Obra.

Ya he perdido la esperanza de amnistía, clemencia o per-

dón. Ellos creen firmemente que nunca se equivocan, que

están siempre en posesión de la verdad, y creen que su

verdad es la de su Dios. Allá ellos; yo me quedo con mi

Dios, que es Comprensión, Caridad y Amor.

Madrid, 19 de mayo de 1991.

Y LOS MUERTOS RESUCITARAN

"Fui condenado a la soledad" y "para toda la eternidad".

Pero hoy, Domingo de Pentecostés, he sentido en mí el Es-

píritu Santo y sé que yo no estaba muerto: he resucitado y

con mi nueva vida tengo que seguir la lucha.

Ya sé que esta lucha va a ser dura.

32

También asumo que las injurias, las calumnias y descalifi-

caciones van a ser el "CAMINO" que me espera. Pero no

me importa.

He recuperado la fe y sé que "la Verdad me hará libre".

El 31 de mayo de 1991 comparecí ante el Arzobispado de Madrid

para manifestar mi inquietud por declarar, adjuntando en esta oca-

sión fotocopias de diversas cartas y documentos. El sacerdote que

me atendió, el padre Usía, acusó el recibo de mi comparecencia y

de los documentos entregados, anunciándome que a los tres días

tendría una respuesta. Iba a mandar los documentos a Roma y me

informaría de la decisión que adoptara la Sagrada Congregación

para la Causa de los Santos.

Mientras me mantenía a la espera, me encontré casualmente con

un sacerdote conocido del Opus Dei. Le expuse lo que llevaba en-

tre manos y pedí consejo. No supo dar con una solución clara, pero

me sorprendió al interrogarme sobre la opinión que podía tener

formada el tío Santiago, el hermano menor de José María Escrivá.

No obstante, y aun considerando que no pertenece a la Obra, me

presenté al día siguiente en su despacho. A lo largo de dos horas

de entrevistas le fui mostrando la documentación que había apor-

tado en el Arzobispado, pero sin obtener comentario alguno. Sólo

cuando me acompañaba al ascensor me espetó:

-¡Ay, los aragoneses! Gigantes y cabezudos.

No pude contenerme:

-Gigante, claro está, por tu hermano José María, y cabezu-

do lo dirás por mí, ¿no?

-Así es.

-¿Y tú? -le inquirí.

-De Logroño.

-Pero de Logroño, coño, si fue un accidente. Tu padre, al

arruinarse, tuvo que salir de Barbastro y trabajar como de-

pendiente. Pero en seguida marchaste a Zaragoza, luego a

33

Madrid y después a Roma. Ahora, si no te sientes de la re-

gión, devuelve el título de marqués de Peralta, que sólo es

aragonés.

Y me despedí con un simple "abrazos a Yoya, a tus hijos y

hasta siempre".

A los tres días, tal y como me había señalado el padre Usía, telefo-

neé al Arzobispado. Aún no se habían recibido noticias de Roma.

Sin embargo, me preguntó extrañamente acerca de las personas

que podían conocer los documentos de mi comparecencia. El car-

denal Suquía se había enterado y le había recriminado por ello. Yo

sólo pude decirle que había cumplido con su obligación, que úni-

camente el hermano del fundador había tenido acceso a ellos y

solicité una entrevista con el cardenal. "Es mejor dejar las cosas tal

y como estaban", ésas fueron sus últimas palabras.

Paralelamente, el enviado de Álvaro del Portillo, Javier Arnal, se

puso en contacto conmigo para comunicarme que debía entregar-

me una misiva del Padre. Como no tenía intención de acercarme

por Zaragoza, Javier Arnal se acercó ex profeso a Madrid. Queda-

mos en el hotel Cuzco. Y cuál no sería mi sorpresa cuando al abrir-

la descubrí que la carta no venía de Álvaro del Portillo. Me la en-

viaba un tal Fernando Valenciano Polack, ingeniero de caminos y

numerario.

Roma, 7 de mayo de 1991.

Estimado Carlos:

Como sabrás, el pasado 6 de enero, Mons. Álvaro del Por-

tillo fue ordenado obispo por Su Santidad Juan Pablo II.

La ceremonia fue muy emocionante y, como recuerdo, se

hicieron unos recordatorios: el Padre me ha rogado que te

envíe estas imágenes, sabiendo la alegría que te dará te-

nerlas.

Encargo a Javier que te entregue personalmente estas lí-

neas, que llevan una especialísima bendición del Padre pa-

ra ti y para toda tu querida familia; y te ruego que, si-

guiendo una tradición de familia, no dejes de rezar ante la

34

Virgen del Pilar, por la Obra. Me he permitido tutearte

porque al ser sobrino de nuestro Fundador, te considero de

la familia, y no podía hacer otra cosa, sabiendo que tu

queridísimo tío Josemaría os recordaba siempre con tanto

cariño y que ahora, desde el Cielo, intercede eficazmente

por cada uno de vosotros. Me atrevería a decir que lo hace

especialmente por ti, por tu mujer y por vuestros hijos.

En espera que podamos conocernos, y darte un abrazo, te

saluda

FERNANDO VALENCIANO

Medité sobre su contenido y consideré oportuno dirigir a Álvaro

del Portillo una respuesta clara, que acompañé con fotocopias de

mis escritos personales:

Madrid, 5 de junio de 1991.

Álvaro:

La carta que me ha entregado tu enviado Javier Arnal,

firmada por Fernando Polack, ingeniero de caminos, fe-

chada en Roma a 7 de mayo pasado, me ha dejado perple-

jo tras su primera lectura. Pero después de meditarla muy

seriamente he llegado a la conclusión de que me estáis to-

mando el pelo.

Lo que te respondo es muy serio: yo siempre he actuado de

buena fe y de todo corazón y observo con desazón y estu-

por que no sois capaces de comprender la hidalguía de un

comportamiento que, como el mío, lo ofrezco siempre sin

dobleces, ante los que están arriba y los que están abajo.

Vuestra prepotencia "heredada" hace imposible que lle-

guéis a daros cuenta del dolor y sufrimiento de muchas

personas. Yo he optado dejaros por imposible. De ahora en

adelante, actuaré en conciencia, como considere más con-

veniente. Trataré con todas mis luces y con todos los me-

dios y aliados de que dispongo de contrarrestar el daño

que tanto mi tío Josemaría como vosotros, sus hijos, habéis

35

hecho y continuáis haciendo a muchas personas inocentes

y confiadas, que sólo se dejan guiar e influir por las apa-

riencias.

Sólo le pido a Dios que os ilumine para que se produzca en

vosotros el milagro necesario para que podamos todos

pensar que la Obra de Dios es vuestra Obra. Yo ya no me

lo creo. No obstante, seguiré rogando por todos vosotros

directamente a Dios Todopoderoso, sin implorar la inter-

cesión de nadie y mucho menos la de mi tío José María Es-

crivá Albás.

Con la máxima comprensión para todos vosotros, recibe

un cariñoso saludo.

Entretanto, seguía esperando una respuesta que ya no llegaría a mi

comparecencia ante el Arzobispado. Como me había marcado,

debía agotar todas las vías. Estaba decidido a hacer llegar a Su

Santidad Juan Pablo II mi parecer, mi punto de vista, mi experien-

cia, aunque en una ocasión, al comentarle a un numerario del Opus

Dei mi pretensión respondió arrogante: "¿Y tú quién eres para es-

cribir a Su Santidad?" Sólo pude contestar: "¿Y vosotros quiénes

sois para dirigiros a Dios todos los días y llamarlo de tú?"

Zaragoza, 12 de junio de 1991.

Santidad:

Me dirijo a Vuestra Santidad por ser sobrino de monseñor

Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás, a quien reciente-

mente declaró Venerable por la heroicidad de sus virtudes.

Por este motivo paso a manifestar mi identificación: Car-

los Albás Mínguez, de 57 años, católico, abogado, separa-

do, padre de cuatro hijos y con domicilio en Zaragoza, ca-

lle Isaac Peral, núm. 1, 5.

Inicialmente quiero dejar constancia de mi extrañeza al no

ser llamado como testigo, e incluso de oficio, por el paren-

tesco y la convivencia que he tenido con mi tío Josemaría.

36

Recuerdo que tendría yo 13 o 14 años cuando por primera

vez tuve noticia de la existencia de mi tío Josemaría. Vivía

en Jaca y un día mi padre subió diciéndonos: "Mirad qué

librito me han regalado. Lo ha escrito mi primo José Ma-

ría Escrivá Albás, el hijo de tía Lola, ha hermana pequeña

de mi padre." Cuando me llegó el turno recuerdo que le di

un vistazo. Era la primera edición, pero no pasé del quinto

punto; me fui a jugar con mis amigos. Corría el año 1948.

Veinte después de la fundación del Opus Dei. Posterior-

mente, cuando estudiaba primer curso de derecho en la

Universidad de Zaragoza, mi compañero José María Arias

Aspiazu, numerario del Opus Dei, al que posteriormente

ordenaron sacerdote (hoy está casado y tiene dos hijos),

fue quien me invitó a ir a la residencia Miraflores. Al prin-

cipio iba sólo los sábados por la tarde a los retiros espiri-

tuales, después al cine los domingos, luego a estudiar to-

dos los días en una sala perfectamente acondicionada

donde me ocurrió la siguiente anécdota: estaba estudiando

y entró el entonces cardenal Roncalli, que estaba hospeda-

do en la residencia, ya que era muy simpatizante de la

Obra y amigo personal de mi tío Josemaría. Preguntaba a

todos los que estábamos allí estudiando sobre nuestras ca-

rreras y nuestros nombres, y al decirle yo que me llamaba

Carlos Albás me preguntó si era pariente del Padre. Le

contesté que sí, que él era primo hermano de mi padre. A

lo que me dijo: "Tienes que estudiar mucho y ser muy

bueno, tu tío es un gran santo." Como es lógico, me quedé

impresionado. Seguí con más intensidad frecuentando .la

residencia, iba incluso todos los días a misa al punto de la

mañana y casi sin darme cuenta estaba todo el día metido

en la residencia.

Coincidió que en aquella época la residencia Miraflores

era centro de estudios del Opus Dei, por lo que más del

ochenta por ciento de los residentes eran numerarios. (...)

Casi al mismo tiempo comenzó a ir a la Sección Femenina

del Opus Dei mi hermana Pili, y así como yo fui poco a

poco dejando de acudir, ella escribió la "Carta al Padre" e

37

ingresó en la institución. Cuando lo comunicó en casa mi

padre le dio una bofetada, la única que le dio en su vida.

No obstante le compró el ajuar que era costumbre que lle-

vase, aun cuando tuvo que pedir un crédito en el Banco de

Aragón donde trabajaba de director.

Mi hermana Pili en principio se fue a Pamplona y poste-

riormente a Bilbao, Londres, Dublín y Roma. Cuando es-

cribía siempre pedía a mis padres que fueran a los cursos

de retiro y al ropero. Mi padre, por complacerla, fue algu-

nas veces, y me pedía que le acompañase. Fui varias veces

con él, pero al ver que la mayoría de los que se presenta-

ban lo hacían por rodear a José Joaquín Sancho Dronda,

inicialmente director general del Banco de Aragón y poste-

riormente director general de la Caja de Ahorros de Zara-

goza, Aragón y Rioja, dejó de ir mi padre, pues no parecía

serio.

Unos años más tarde surgieron en el seno de toda la fami-

lia Albás fuertes discusiones por el cambio de nombre de

mi tío, José María Escrivá Albás, por el de Josemaría Es-

crivá de Balaguer, que como es lógico, molestó a todos sus

parientes. Nosotros siempre defendimos la versión del

cambio de apellido por satisfacer a mi hermana Pili, que

continuaba de numeraria y llegamos incluso a tener en-

frentamientos con el resto de nuestra familia, hermanos,

primos y sobrinos de mi padre.

Cuando logró el título de marqués de Peralta ya fue un

verdadero escándalo que nadie entendió, aun cuando exte-

riormente defendíamos la versión que nos habían dado los

miembros de la Obra. Mi tío José María jamás nos dio la

menor explicación de por qué había sacado el título de

marqués de Peralta, ni tampoco el de barón de San Felipe

para su hermano Santiago. A pesar de ello, jamás le hici-

mos pregunta alguna, como tampoco sabíamos a qué rama

de la familia pertenecían, si a Escrivá Corzán o a los Albás

Blanc.

38

Mi hermana Pili fue trasladada de Roma a Barcelona y

convenció a mi hermano Pascual, que estuvo varios años

trabajando en la delegación de mi empresa en Barcelona,

ya que quería irse a Sudamérica a hacer fortuna -para que

no se marchase le envié dinero y la estructura jurídica ne-

cesaria para montar la delegación- para ingresar en el

Opus Dei a través del Centro Cultural Brafa, de Barcelo-

na.

En el mes de octubre de 1960, con motivo de nombrar

"doctor honoris causa" de la Universidad de Zaragoza a

mi tío, le conocí personalmente; el día 21, en el paraninfo

de la Facultad de Medicina, en donde estuve presente en el

acto de investidura, no tuve ninguna oportunidad de acer-

carme a él, sólo pude verle de lejos. Fue en la jornada si-

guiente cuando vino a casa de mis padres, tras infinidad de

llamadas telefónicas. Finalmente nos comunicaron que el

Padre vendría a vernos, y después de preparar por parte

de mi hermana Pili todo aquello que pudiera gustarle, es-

tuvimos esperándole mi hermano Pascual y yo en el portal

durante más de una hora siguiendo indicaciones de mi

hermana Pili. Al final llegó en compañía de Álvaro del

Portillo, y por indicación de mi hermana le llamé "Padre",

cuando a todos mis tíos los llamaba de tú y "tío", aun sien-

do sacerdotes y hermanos de mi abuelo. Lo hice por com-

placer a mi hermana. Pero lo que más me extrañó fue que

no me indicase lo contrario. Subí en el ascensor con él y

Álvaro del Portillo; mi hermano Pascual, que ya era de la

Obra, se marchó por la escalera para avisar a mis padres,

al objeto de que salieran a esperarlo en el descansillo. Su-

biendo en el ascensor me hizo una pregunta: "¿Qué tal es-

táis?", a lo que respondí que algo preocupados. En tres

años habíamos operado dos veces a mi madre, quitándole

los dos pechos y pensando que podría tratarse de cáncer.

Pero él me cortó secamente: "Cállate, no digas tonterías."

Yo ya no me atreví a volver a dirigirle la palabra.

Al salir del ascensor se fundió en un abrazo con mi padre,

saludó a mi madre y mis hermanos, y entrando en el come-

39

dor-estar, al ver un sillón más grande que los demás, dijo:

"Este sillón seguro que lo tenéis reservado para mí." Y se

sentó. Estuvo un rato hablando con mi padre y volviéndose

a mi madre le dijo: "Concha, yo nada tengo y por tanto

nada te puedo dar, pero toma el rosario con el que rezo to-

dos los días." Metiéndose la mano en el bolsillo de la sota-

na con mucho énfasis, se lo entregó mientras que mis her-

manos Pili y Pascual, de la Obra, comentaban: "Que se lo

da, que se lo da..."

Mi madre quiso saber si daría la comunión en la misa que

celebraría al día siguiente en la iglesia de San Carlos, con-

trariándola en su deseo: "Cómo voy a dar la comunión,

tardaría mucho tiempo."

A los pocos minutos, Álvaro le dijo: "Padre, nos espera el

arzobispo Morcillo." Mi tío se levantó y advirtió: "Sí, vá-

monos, porque Morcillo estará frito."

Se despidió en la puerta diciendo: "Rezad mucho por mí,

que soy un pobre pecador que ama locamente a Jesucris-

to."

Al día siguiente, mi madre fue temprano al Pilar con inten-

ción de comulgar, ya que en la misa que posteriormente

celebraría mi tío José María no daría la comunión, pero

resbaló y se rompió la cadera. Mi tío ni fue a verla, y que

yo sepa tampoco se interesó por ella. Ya no volví a verlo

hasta después de mi matrimonio, y sí sé que contestó a mi

padre una carta con motivo de mi boda, en la que decía:

"Junto a la bendición preciosísima del Papa Paulo VI va

también la mía, y la seguridad de que encomiendo los nue-

vos esposos a Dios Nuestro Señor y a Nuestra Madre San-

tísima, para que formen un hogar cristiano y feliz. El sa-

cerdote que los case puede leer el telegrama desde el altar

porque el Santo Padre envía también su Bendición a los

que asisten a la ceremonia."

Mi mujer, Charo Vives, era y es supernumeraria; su her-

mana Isabel, numeraria, y tengo que reconocer que yo co-

40

nocía la situación, ya que fue mi hermana Pili quien me las

presentó.

En el año 1966 mi hermana Pili perdió su vocación y deci-

dió salirse del Opus Dei; los motivos sólo ella debe expo-

nerlos y creo que como sobrina también debe ser llamada

a testificar en la Causa de Canonización, actualmente en

examen para la Causa de los Santos. La salida de la Obra

de mi hermana fue una situación embarazosa para mí; mi

hermano Pascual continuaba en ella y hacía lo posible pa-

ra que mis padres no la recibiesen en casa; y por su parte,

mi ex mujer, supernumeraria, y su hermana, numeraria,

me presionaban para que no la ayudase. No obstante, li-

bremente tomé la decisión de ayudarla. Hoy sigo creyendo

que en conciencia obré bien, al igual que mis padres al

acogerla. Mi tío José María jamás hizo comentario alguno

a mis padres sobre estos hechos.

A pesar de ello, cuando vino mi tío Josemaría a Pamplona,

a la Universidad de Navarra, nos trasladamos a verle mis

padres, mi ex-mujer y mi hermana Conchita, que ya era de

la Obra. En Pamplona estaba mi cuñada Isabel y decía que

no nos recibiría; yo no lo entendía; llamé por teléfono,

pregunté por Álvaro del Portillo, le comenté que estába-

mos en Pamplona con mis padres ex profeso para ver a mi

tío José María, y es de justicia señalar que en el mismo

instante me comunicó que nos presentásemos cuando qui-

siéramos; que no faltaba más, que seguro que nos recibi-

ría. Y así fue; estuvimos con él no más de cinco minutos y

nos volvimos a Zaragoza. Del contenido de la conversa-

ción no recuerdo nada, posiblemente no tuve tiempo para

enterarme.

La siguiente ocasión fue ya en Barcelona. Marchamos con

mi suegra y mi hermano Luis y su mujer; mi cuñada Isabel,

numeraria, consiguió que nos recibiera. En dicha entrevis-

ta, al no estar mis padres, yo era el mayor de la familia y

también quien más veces había estado con él. Después de

una gran espera, Isabel, a gritos por los pasillos, decía:

41

"Los parientes del Padre que pasen a esta sala, que los va

a recibir. " Pasamos con mucha más gente, y cuando llegó

el turno de presentarle a mi suegra respondió de forma ai-

rada y levantando la voz: "Aquí no hay suegras." Como es

lógico, yo no volví a abrir la boca; se dirigió a mi hermano

Luis, supernumerario de la Obra, y a su mujer, les dio la

bendición y nos fuimos.

La última vez que vi a mi tío José María fue en Barbastro,

un mes antes de su muerte, con motivo de nombrarle "hijo

predilecto de Barbastro". Con mi ex mujer y mis tres hijos

le esperábamos en la antesala del salón de actos del Ayun-

tamiento. Cuando subió le pregunté si se acordaba de mí;

me dijo que sí, me dio un abrazo, un beso a Charo y a mis

hijos, les hizo la señal de la cruz en la frente y ya no volví

a hablar más con él. Sí que estuve presente en el acto ofi-

cial con Álvaro del Portillo y con Javier, su secretario par-

ticular. A los 30 días exactamente nos enteramos de que

había fallecido en Roma.

Referente a la actuación de nuestro tío José María con el

resto de los familiares Albás me abstengo de manifestarme

ya que ellos están en condiciones de testificar con más au-

tenticidad. Lo que sí quiero declarar es que presiento que

mi tío José María no perdonó a la familia Albás la ruina

económica de su padre, o bien consideró que los Albás no

los ayudaron posteriormente lo suficiente.

También he tenido conocimiento de que algunos de los

primeros miembros del Opus Dei, que posteriormente se

han salido, no han sido llamados a testificar en esta causa,

aun cuando vivieron muy intensamente la Fundación de la

Obra.

Santidad: creo que con lo redactado es suficiente para tra-

tar de profundizar con mayor precisión en el análisis de la

vida y milagros de mi tío José María; y en paz conmigo

mismo, pues así me lo han aconsejado muy diversos sacer-

dotes, seglares y de distintas órdenes y congregaciones.

42

En la creencia de cumplir con un doloroso deber de con-

ciencia y con el convencimiento de que en cualquier caso

siempre se hará la justa voluntad de Dios.

Humildemente y postrado ante Su Santidad pide su bendi-

ción este hijo fidelísimo que quiere vivir y morir en Paz de

Dios,

CARLOS ALBÁS MÍNGUEZ

Consideré oportuno, también, recurrir a los medios de comunica-

ción. Mis declaraciones en el diario "El País" coincidieron con las

del eminentísimo cardenal Tarancón, quien manifestaba su sorpre-

sa por la rapidez inusitada del proceso de mi tío José María. Al

poco, en la revista "Tiempo", anuncié mi intención de crear una

fundación para ayudar económicamente a los miembros de la Obra

que al cabo de los años salen desorientados, sin recursos económi-

cos y después de un intenso sufrimiento. Siguiendo la costumbre

de la Obra, volvieron a tergiversar las declaraciones relacionándo-

las con mi situación económica.

Hasta entonces, aunque la relación había llegado a un punto de

deterioro absoluto tras las acusaciones vertidas por mi hermano

Luis, siempre se había mantenido en un plano más o menos priva-

do. Sin embargo, en julio de 1991 me encontré con la sorpresa de

leer reproducida en los diarios "El País" y "El Periódico de Ara-

gón" una misma carta de respuesta a mis manifestaciones recogi-

das en entrevistas concedidas a esos medios de comunicación:

ACLARACIONES SOBRE ESCRIVÁ DE BALAGUER

El pasado día 18 de julio de 1991 aparecían en su diario

unas declaraciones de mi hermano Carlos Albás sobre el

fundador del Opus Dei que son contrarias a la verdad y no

reflejan el afecto y cariño que mis padres sentían por mon-

señor Escrivá de Balaguer.

La situación que está atravesando mi hermano, que él

mismo relata públicamente, así como la compresión y el

cariño que le tengo, me llevaron a no rectificarle inicial-

43

mente; sin embargo, al reiterar sus opiniones y afirmacio-

nes me veo en la obligación de escribir estas líneas para

restituir la verdad y la buena fama dañadas por las decla-

raciones que hace.

Mis padres y hermanos vimos al fundador del Opus Dei en

algunas ocasiones. Una de ellas con motivo de la visita que

hizo al domicilio de mis padres. Otras veces, con motivo de

actos públicos, en que recibió a la familia privadamente.

Mi padre y monseñor Escrivá tuvieron la relación propia

de primos hermanos que se trataron en la infancia y se se-

pararon muy pronto, viviendo luego en ciudades distintas.

Sé del afecto y respeto de mis padres hacia el fundador del

Opus Dei, que nos transmitieron y acogimos todos los

hermanos.

Recuerdo también las visitas que hicieron a mi padre de la

vicepostulación del Opus Dei, para solicitar información

de la familia de lo vivido en la niñez. Antes de su falleci-

miento, ocurrido en 1979, mi padre entregó a dicha vice-

postulación el testimonio, lleno de veneración y cariño, de

sus recuerdos personales de monseñor Escrivá de Bala-

guer.

Lamento mucho verme obligado a escribir esta carta, pero

me ha parecido necesaria para evitar el daño a la verdad y

la confusión que podrían producir declaraciones como las

que su diario ha publicado.

Luis ALBAS (Zaragoza)

Para mí ya fue suficiente esa incitación que sobrepasó los límites

mínimos del respeto debido entre hermanos y respondía del modo

que estimé conveniente en el mes de agosto:

44

RÉPLICA A LUIS ALBAS

Con verdadera sorpresa he leído las cartas que se han pu-

blicado en los periódicos El País y El Periódico de Ara-

gón.

El que me insultes y me llames mentiroso sabes que no me

preocupa, sobre todo conociendo tu pertenencia al Opus

Dei como supernumerario; te perdono ya que no puedes

hacer otra cosa que cumplir con la obediencia que exige

dicha institución. Como bien sabes fui el primero de la fa-

milia en conocerla, antes incluso de que nuestra hermana

Pili se saliese después de estar quince años en la Obra y

conseguir que nuestro hermano Pascual escribiese la carta

al "Padre" e ingresase como agregado en Barcelona. Co-

mo todos estos datos ya los he relatado a Su Santidad el

Papa Juan Pablo II con fecha 12 de junio -en su momento

te di la carta a leer-, creo que no es necesario volver sobre

ello.

Referente a la actuación de nuestro tío José María con el

resto de los familiares Albás, me abstengo de manifestarme

ya que ellos están en condiciones de testificar con más au-

tenticidad. Lo que sí quiero manifestar nuevamente es que

presiento que nuestro tío José María no perdonó a la fami-

lia Albás la ruina económica de su padre o bien que consi-

deró que los Albás no los ayudaron posteriormente lo sufi-

ciente. También presiento que la mayor relación que tuvo

nuestro tío José María con nuestros padres respecto a la

que tuvo con sus tíos, Carlos y Vicente, sacerdotes, y Flo-

rencio, farmacéutico, así como sus relaciones con otros

primos hermanos Albás, Camo y Lafuente, fue debida en

primer lugar a la pertenencia al Opus Dei de nuestros

hermanos Pili y Pascual y a la simpatía que todos siempre

demostramos. Por otra parte, al casarse su hermano San-

tiago no les debió de parecer bien la no asistencia de nin-

gún familiar a la boda, ya que como bien sabes sólo asis-

timos nuestros padres, tu hermano Pascual y yo, eso sí, só-

45

lo a la ceremonia, no siendo invitados como todos los de-

más al banquete de bodas.

Respecto a mis problemas económicos sufridos en los últi-

mos años, tú mejor que nadie sabes las causas y si me

obligas las tendré que sacar a la luz pública.

Ha caído en mis manos un libro editado por la Conferen-

cia Episcopal Española en 1990 con el título "La verdad os

hará libres".

CARLOS ALBAS (Zaragoza)

A través de los medios de comunicación recibí la noticia del decre-

to de S.S. Juan Pablo II. Suponía el fin del proceso de beatificación

y la atribución a mi tío de la intercesión en un milagro. Ya sólo

faltaba fijar la fecha. Por mi parte, seguía esperando alguna res-

puesta a mi comparecencia en el Arzobispado o a la carta dirigida

al Papa, pero a mis manos sólo llegó:

Vaticano, 7 de agosto de 1991.

N. 287.989

La Secretaría de Estado presenta atentos saludos y tiene a

bien comunicar que el escrito enviado, con fecha del pasa-

do día 12 de junio, ha llegado regularmente a su destino.

SECRETARÍA DE ESTADO

Ateniéndome únicamente a mi compromiso, proseguí mi batalla

particular y remití a los 73 obispos, arzobispos y cardenales espa-

ñoles la siguiente carta acompañada de los documentos que podían

apoyar mis tesis:

Excelentísimo monseñor:

Me dirijo a V. E. con motivo de la beatificación de mi tío

José María Escrivá de Balaguer y Albás, fijada por S. S. el

Papa Juan Pablo II para el I7 de mayo de 1992.

46

Por considerar que pueden ser de interés para V. E. adjun-

to las fotocopias de mis comparecencias en el Arzobispado

de Madrid, las cartas enviadas a S. S. el Papa y al eminen-

tísimo cardenal de la Secretaría de Estado, así como de la

comunicación que recibí de dicha Secretaría y fotocopia de

otras cartas y documentos relacionados con el contenido

de mi relato.

El 22 de julio pasado mantuve una larga entrevista con el

Excmo. y Rvdmo. arzobispo, quien después de escucharme

y de leer detenidamente los documentos que le entregué me

dijo que sentía no poder ayudarme, pues conocía poco el

Opus Dei, no puso objeción a nada de lo que estaba ha-

ciendo y me regaló el libro editado por la Conferencia

Episcopal Española de 1990 "La verdad os hará libres".

Quien ha conocido a mi tío José María sabrá de su teatra-

lidad, que él mismo reconoció en diversas ocasiones y que

quedan reflejadas en las biografías escritas por miembros

del Opus Dei. Por ejemplo la escrita por el alemán Peter

Berglar, numerario, médico y escritor de renombre inter-

nacional, "Opus Dei. Vida y obra del Fundador Josemaría

Escrivá de Balaguer", en la que en las páginas 91 y si-

guientes recoge textualmente las palabras que el Fundador

dijo durante su viaje a Iberoamérica en 1974, donde volvió

a hablar de los motivos por los que "actuó así" en aquellos

tiempos.

Tengo que manifestar que en todas las ocasiones que he

estado con mi tío y en las películas que de él he visto siem-

pre me ha parecido que "estaba actuando", "en escena".

Recuerdo que cuando llegó a casa el abrazo en silencio de

varios minutos con mi padre nos sobrecogió. La forma co-

mo regaló a mi madre el rosario que llevaba, el énfasis que

puso al entregarlo, consiguiendo que mis hermanos Pili y

Pascual, que pertenecían al Opus Dei, manifestaran en voz

alta, con júbilo y extrañeza, "que se lo da, que se lo da".

Para mis hermanos era ya la reliquia de un gran santo,

para mí, el regalo de un rosario. Recuerdo la misa que ce-

47

lebró en la catedral de Pamplona, en la que a los dos lados

del altar se habían puesto varios mineros con uniforme y

con casco (era la época en que tildaban de elitista al Opus

Dei); y para finalizar, la última vez que estuve con él en

Barbastro, un mes antes de su muerte -yo no sabía que en

los años finales no veía casi-, cuando le pregunté si se

acordaba de mí me contestó afirmativamente, aunque lue-

go me extrañó que no preguntase por mis padres.

Por otra parte, en dos ocasiones, una de ellas hace más de

cuarenta años, dos eminentísimos cardenales me comuni-

caron ya en vida de mi tío que era un gran santo; la prime-

ra -ya la relaté a Su Santidad el Papa- fue con el eminentí-

simo cardenal Giusseppe Roncalli, posteriormente elegido

Papa Juan XXIII. Y la que paso a relatar me ocurrió en

1968, con el eminentísimo cardenal don José María Bueno

Monreal, amigo de mi padre y quien me administró el Sa-

cramento de la Confirmación en la diócesis de Jaca. Es-

tando en la Feria Iberoamericana de Sevilla, anunciaron

la visita del cardenal Bueno Mon real, y al ser presentado

vi que no se daba cuenta de mi apellido y le dije: "Su emi-

nencia fue el primer cura que me dio una bofetada." Sor-

prendido y sonriente me preguntó: "¿Cómo te llamas?" Al

contestarle que Carlos Albás, me volvió a preguntar: "¿No

serás hijo de Pascual Albás?" Le dije que sí, me dio un

fuerte abrazo y me preguntó por mis padres y hermanos,

pero también agregó que era muy amigo de mi tío José

María Escrivá, un gran santo.

Hay que darse cuenta de los esfuerzos que tanto mi tío Jo-

semaría como sus hijos han realizado a lo largo de los

años ante las autoridades eclesiásticas, no sólo para con-

seguir las aprobaciones que el Opus Dei ha logrado, sino

también para hacer ver a mi tío que ya en vida era un gran

santo.

También yo durante muchos años creí en mi tío Josemaría,

en su obra y en su doctrina, a pesar del comportamiento

que tuvo con la familia Albás-Blanc, a la que no perdonó

48

su actuación con motivo de la ruina económica de sus pa-

dres, o bien el que posteriormente no los ayudase lo sufi-

ciente. Aun en el caso de que tuviese razón, tenía que ha-

ber perdonado.

Trece años después de la muerte de mi tío Josemaría, me

arruiné económicamente -debe de ser de familia, pues mis

abuelos se arruinaron también pocos meses después que

los padres del Fundador-. Es entonces, al ver el compor-

tamiento para mí incomprensible de los miembros del

Opus Dei, lo que me llevó a escribir al actual prelado, don

Álvaro del Portillo. En noviembre del mismo año me entre-

visté con un enviado de Álvaro del Portillo, Javier Arnal,

quien me comunicó que venía de Roma y que don Álvaro le

había dicho que no podía hacer nada. No comprendí. Yo

sólo le pedía orientación y consejo y que intercediese ante

mi hermano Pascual, agregado del Opus Dei, para que de-

jase de injuriarme, y ante mi ex mujer, supernumeraria,

para que pidiese a mis hijos mayores que se comportasen y

cumpliesen con el cuarto Mandamiento.

Es a partir de ese momento cuando empecé a no entender

al Opus Dei y a leer libros críticos con la Obra y con mi

tío José María, como "Vida y milagros del fundador del

Opus Dei", "Anexo a una historia", de María Angustias

Moreno, ex numeraria del Opus Dei; "Historia oral del

Opus Dei"; o la ponencia que presentó en la Universidad

Complutense en 1980 con el título de "Sectas católicas: el

Opus Dei", Alberto Moncada, ex numerario. Igualmente

mantuve conversaciones no solamente con las personas ci-

tadas, sino también con otros periodistas que habían escri-

to sobre el Opus Dei, como Santiago Aroca, de la revista

"Tiempo" y Luis Algorri, del diario "El Independiente".

También me entrevisté con numerosos ex miembros de la

Obra, entre ellos Miguel Fisac, arquitecto, uno de los pri-

meros del Opus Dei y que en 1937 pasó con mi tío Josema-

ría los Pirineos huyendo de la zona roja. Con Antonio Pé-

rez Tenesa, sacerdote y consiliario del Opus Dei en Espa-

49

ña, cuya entrevista en su despacho me causó un profundo

dolor. Le conté las vicisitudes que me estaban ocurriendo y

la actuación que estaban teniendo todos los miembros del

Opus Dei, a los que había acudido para que me aconseja-

sen. También le manifesté mi incomprensión por la actua-

ción de don Álvaro del Portillo, en principio por no reci-

birme en Torreciudad y segundo al no con testar a mis car-

tas. Me escuchó en silencio y cuando terminé me dijo una

sola frase que me dejó helado: "Para ellos tú ya estás

muerto."

Y al ver mi perplejidad me explicó: "No es nada nuevo.

Aquel que se sale del Opus Dei, o sin pertenecer ha tenido

mucho contacto, ha convivido con ellos, ha colaborado y

en un momento, por la causa que sea, no está de acuerdo

con algo, que lo expone y no rectifica, no hace lo que ellos

quieren, y ya no digo si critican a la Obra, al Fundador o a

cualquiera de sus miembros más destacados, para ellos ha

muerto, ya no existe, no se vuelve a hablar de él o de ella.

Y lo justifican porque dicen que es mejor que esté muerto

que en caminos equívocos, y, claro está, todos los caminos

están equivocados menos el suyo. Siempre están en pose-

sión de la verdad." Entonces exclamé: "Pero eso es mons-

truoso, no puede haber mayor soberbia." Me contó que él

había colaborado muy de cerca con el Padre Escrivá du-

rante muchos años y que su gran pecado era la soberbia.

Me habló de los títulos de marqués de Peralta y de barón

de San Felipe, las continuas alusiones que hacía a que era

descendiente de san José de Calasanz, y también que al no

poder obtener el título para la boda de su hermano Santia-

go, le hizo caballero del Santo Sepulcro para poder casar-

lo con un uniforme distinto al de la mayoría; me dijo que el

Opus Dei era una obra clasista, medieval, una Obra para

ricos e intelectuales; me contó las diferencias entre los

numerarios y los agregados, la separación que los obliga-

ba a tener, a mantener distancia entre ellos, lo déspota que

había sido y sobre todo su orgullo, su falta de humildad.

Me comentó que con frecuencia solía decir: "Fijaos, du-

50

rante vuestra vida conoceréis varios Papas, pero fundado-

res del Opus Dei sólo uno." (Al escucharle se agolpaban

mis recuerdos de las pocas ocasiones que estuve con él y

salía a flote todo aquello que hasta entonces me había pa-

sado como hechos insignificantes.) En ningún momento de-

fendió la Obra, aunque reconoció que tenía algunas cosas

buenas. Afirmó que sin duda alguna canonizarían al Fun-

dador: "La Iglesia católica canoniza siempre a todos los

fundadores y fundadoras, por pequeños que sean, y el

Opus Dei les interesa mucho, tanto económica como cultu-

ralmente, y sobre todo por el poder que tienen."

Durante varios meses no quise ya hablar con nadie más

que hubiese pertenecido al Opus Dei; esta entrevista para

mí fue un mazazo; pasé mucho tiempo pensando y medi-

tando, y el 19 de marzo de 1991, día del Padre y festividad

de San José, escribí "Condenado a la soledad". Posterior-

mente comencé a contar lo relatado a sacerdotes de parro-

quias, seglares y en iglesias de distintas órdenes y congre-

gaciones religiosas, y sin excepción me decían que tenía la

obligación moral de comparecer en el proceso de beatifi-

cación de mi tío Josemaría y prestar mi declaración. El día

1 de mayo, que empieza el mes de la Virgen María, escribí

"Para toda la eternidad", y el 19 de mayo, Domingo de

Pentecostés, escribí "Y los muertos resucitarán..."

El 27 de mayo me entrevisté con Javier Arnal, enviado de

don Álvaro del Portillo, quien me había llamado para en-

tregarme personalmente una carta del Padre; vino de pro-

pio desde Zaragoza a Madrid, me dio la carta, la abrí en

su presencia y resultó que no era de don Alvaro, sino de un

tal Fernando Valenciano Polack, ingeniero de caminos, fe-

chada en Roma; me quedé sorprendidísimo pero no hizo

comentario alguno. La leí varias veces, la medité y es en-

tonces cuando escribí a don Alvaro.

Con anterioridad, el 31 de mayo de 1991, había compare-

cido en el Arzobispado de Madrid y al llamar, a los seis

días, como me indicó el sacerdote que me atendió, nueva-

51

mente fui sorprendido cuando me pregutó que quién había

leído el escrito en el que se hacía constar mi comparecen-

cia, ya que el eminentísimo cardenal Su quía se había ente-

rado y le había preguntado. Le contesté que solamente lo

había enseñado a mi tío Santiago Escrivá de Balaguer,

hermano del Fundador, a quien le conté todo lo que estaba

ocurriendo.

Por todos estos motivos y al no recibir contestación de la

Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, de-

cidí escribir a Su Santidad. Al leer el 7 de julio en los me-

dios de comunicación el decreto promulgado por el que se

aprobaba un milagro atribuido a la intercesión del Vene-

rable Siervo de Dios Josemaría Escrivá de Balaguer, deci-

dí recurrir a la prensa, a la radio y a lo que hiciera falta.

Como católico siento gran responsabilidad a la hora de

tomar decisiones, como las que estoy adoptando. Hay

quien ha llegado a decir que con mi actuación estaba ha-

ciendo un flaco servicio a la Iglesia católica. Pero también

es cierto que muchas otras personas católicas y con recti-

tud de intención me animan, porque mucho más daño pue-

do hacer si no actúo como lo estoy haciendo.

En la creencia de cumplir con un doloroso deber de con-

ciencia y con el convencimiento de que en cualquier caso

siempre se hará la voluntad de Dios.

Humildemente pido a V. E. sus oraciones para que el Espí-

ritu Santo nos ilumine y podamos vivir y morir en Paz de

Dios.

Pide su bendición y le saluda atentamente,

CARLOS ALBÁS MÍNGUEZ

Entre las respuestas que fui recibiendo paulatinamente he selec-

cionado las más sugerentes, por la relevancia del cargo o simple-

mente atendiendo a la posición que adoptan, de cierto compromiso

y muestra de fraternidad, o una posición de distanciamiento y des-

52

conocimiento, la nota general. Empecemos por el cardenal arzo-

bispo de Madrid-Alcalá y presidente de la Conferencia Episcopal

Española, Ángel Suquía.

Madrid, 21 de diciembre de 1991.

Querido Carlos:

Aunque sea con retraso, debido a mi larga estancia en

Roma, con motivo del Sínodo de Obispos sobre Europa, y

después de la visita, ad limina, no quiero dejar de enviar

estas líneas contestando a su carta. Le agradezco de veras

su confianza al escribirme, así como toda la información

que ha tenido a bien enviarme.

Reciba mi saludo cordial, junto a mis oraciones, al tiempo

que yo también me encomiendo a las suyas. En estas fe-

chas, no quiero dejar tampoco de desearles de todo cora-

zón, a usted y a los suyos, una Feliz Navidad y Año 1992.

Quienes hemos conocido la alegría inmensa del Nacimien-

to de Cristo sabemos que en El está, justamente, la fuente

de la felicidad y el gozo verdaderos. Reciba mi saludo cor-

dial.

Con sincero afecto,

ÁNGEL, cardenal SUQUÍA

En un tono semejante, quizá más distante, se expresó el obispo

auxiliar y vicario general de Madrid.

Madrid, 29 de noviembre de 1991.

Muy señor mío:

Acuso recibo, por la presente, de la suya de fecha 18 c/tes

y del material adjunto en relación con el Venerable José

María Escrivá de Balaguer.

Poco puedo aportar al respecto, ya que en nada he inter-

venido en este proceso de Beatificación. La Iglesia tiene

53

señaladas sus normas, como usted bien sabe, a fin de que,

en tema de tanta importancia, se haga intérprete mediante

sus decisiones, de los designios del Señor

Aprovecho la oportunidad para expresarle mis mejores

sentimientos de estima.

Luis GUTIÉRREZ

Esas distancias marcadas ante la aportación de mi testimonio, sin

embargo, encontraron un cobijo y un eco en el obispo de San Se-

bastián.

San Sebastián, a 30 de noviembre de 1991.

Muy Sr. mío:

Recibí hace unos días su carta y, con ella, el material que

la acompañaba, relativo a la anunciada beatificación de

Dn. José M. Escrivá, señalada para el próximo día 17 de

mayo de 1992.

Es éste un tema de importancia y, para algunos sectores de

la Iglesia, de no ocultada preocupación. Le agradezco, por

ello, la atención que ha tenido conmigo al enviarme una

documentación proveniente de quien tan próximamente le

trató.

No es fácil prever el futuro ni hacer valoraciones que es-

capan a nuestra inmediata responsabilidad. Por encima de

todo ello creemos en la presencia del Espíritu que conduce

a su iglesia a fin de que pueda cumplir su misión de anun-

ciar el auténtico Evangelio de Jesucristo.

Un afectuoso saludo.

JOSÉ MARÍA SETIÉN, obispo

54

Pero no fue el único. Con igual alegría tuve en mis manos la "recti-

tud" que atribuyó a mi actitud el obispo de Canarias, Ramón Echa-

rren.

26-IX-91.

Querido Carlos:

Muchísimas gracias por su carta que he leído con todo de-

tenimiento. Me ha impresionado mucho. Mañana mismo

(hoy no tengo tiempo puesto que ayer llegué de Roma, de

la visita ad limina, y de Madrid, de la Asamblea de la Con-

ferencia Episcopal) leeré despacio todo su escrito.

En todo caso, no dudo en absoluto de su rectitud de inten-

ción y de su amor a la Iglesia.

Cuente con mi oración. Yo también quería mucho a Mn.

José María Bueno Monreal. A su José María Escrivá no le

conocí: tal vez por ello nunca he tenido un juicio formado

sobre su persona.

Reciba, con mi bendición, un saludo lleno de afecto.

RAMÓN

El 12 de octubre del mismo año insistí ante el cardenal de la Secre-

taría de Estado del Vaticano invitándole a tomar en consideración

mi testimonio y el de aquellas personas que quedaron al margen

del Proceso y podían arrojar luz sobre la Obra y su fundador.

Eminentísimo cardenal:

Quiero agradecer el acuse de recibo que la Secretaría de

Estado me ha enviado con motivo de la carta que con fecha

del 12 de junio de 1991 envié a Su Santidad el Papa Juan

Pablo II y en el que se me comunicaba que había llegado

regularmente a su destino.

Quiero manifestar mi extrañeza al enterarme por los me-

dios de comunicación que Su Santidad ya había fijado la

55

fecha del 17 de mayo de 1992 para la beatificación de mi

tío JOSEMARIA ESCRIVÁ DE BALAGUER Y ALBAS.

Como católico siento no haber recibido noticias de mi

comparecencia en el Arzobispado de Madrid el 31 de mayo

de 1991, en la que hacía constar mi deseo de aportar mi

declaración en ha Causa de Canonización en examen por

la Congregación para has Causas de los Santos (Protocolo

1339), aportando para su estudio fotocopias de diversos

documentos y cartas, con objeto de ver si esa Congrega-

ción consideraba oportuno acceder a mis deseos.

Debo recordar el artículo 18 de las normas dictadas por

ha Sagrada Congregación para las Causas de los Santos,

que han de ser observadas por los obispos que intervienen

en el proceso: "Artículo 18: Indúzcanse en primer lugar

como testigos los consanguíneos y afines del Siervo de

Dios y otros que con el mismo hayan tenido familiaridad o

trato."

En la carta que dirigí a Su Santidad el Papa Juan Pablo II

hacía constar mi extrañeza al no haber sido llamado inclu-

so de oficio, por el parentesco y la convivencia que he te-

nido con mi tío JOSEMAR!A.

Al mismo tiempo le manifestaba a Su Santidad que había

tenido conocimiento de que algunos de los primeros miem-

bros del Opus Dei, que acabaron abandonándolo, no han

sido llamados a testificar en esta Causa, aun cuando vivie-

ron muy intensamente su fundación.

Suplicando humildemente sean tenidas en consideración

todas mis manifestaciones y al objeto de que el citado Pro-

ceso no pueda viciarse, quedo a ha espera de recibir la

adecuada contestación a estas exposiciones.

Pidiendo su bendición, be saluda atentamente.

CARLOS ALBAS

A los pocos meses tuve mi último contacto con un miembro de la

Obra perteneciente a su cúpula. Nuevamente el enviado de Álvaro

56

del Portillo, Javier Arnal, volvía a aparecer en escena. Se personó

en Madrid y me invitó a comer, preguntándome por las pretensio-

nes que me movían a actuar como lo estaba haciendo. En primer

lugar, sacó a relucir la notoriedad. El sabía perfectamente que no

era ése mi objetivo. En reiteradas ocasiones le había manifestado

mi intención de entrevistarme con Álvaro del Portillo para clarifi-

car las actuaciones de los miembros del Opus Dei con sus discre-

pantes y hacerle ver que las persecuciones que llevaba a cabo con

determinadas personas no se distinguían precisamente por su ética

cristiana. Sacó a relucir el dinero. Pero volvía a contrariarle. Yo no

tenía ningún interés en explotar económicamente mi situación, y

mucho menos de esa forma. Creo que ya habla demostrado sufi-

cientemente de qué era capaz cuando acabé arruinado. E insistí,

ante las injurias que se habían levantado contra mí, en que el dine-

ro recibido de la revista "Tiempo" se destinaría a los ex miembros

del Opus Dei que a su salida se encontraban desorientados y sin

recursos. No para mí. Y le hice constar que ese dinero había sido

destinado a financiar todas las actuaciones que iba teniendo.

No volví a tener noticias de integrantes del Opus Dei. Aunque en

una entrevista que mantuve con la ex numeraria María del Carmen

Tapia -secretaria de mi tío José Maria- me aseguró que había lle-

gado a sus oídos que mis declaraciones acerca de la beatificación

estaban alimentadas por el móvil del dinero, pero que ellos se ha-

bían negado al chantaje.

Perplejo, decidí aceptar ya cualquier entrevista y desistir inicial-

mente de la creación de esa fundación. El 21 de noviembre de

1991, Ediciones Palabra, S. A. publicó el libro "Itinerario del Pro-

ceso de Canonización de José María Escrivá de Balaguer", presen-

tado por el sacerdote de la Obra Jesús Urteaga y al que respondí

debidamente por alusiones directas en la carta publicada por la

revista "Tiempo":

Señor director:

Ruego publique esta carta al objeto de clarificar el proceso

de Canonización de mi tío JOSEMARIA ESCRIVA DE BA-

LAGUER Y ALBAS, Fundador del Opus Dei.

57

El libro publicado por Ediciones Palabra, S. A. el 21 de

noviembre de 1991 sobre el itinerario del Proceso de Ca-

nonización, presentado por el sacerdote del Opus Dei Je-

sús Urteaga, en su página 29 manifiesta textualmente:

"Como simple curiosidad se puede añadir que ha habido

incluso quien, casi un año después de la promulgación del

Decreto sobre Heroicidad de Virtudes, ha empezado una

verdadera campaña de prensa, lamentando no haber sido

interrogado como testigo. Con la gran resonancia que ha

tenido el proceso de monseñor Escrivá, parece increíble

que alguien haya permanecido al margen de todo y se pre-

sente ahora para testificar, cuando la Causa ha llegado

prácticamente a su fin. En cualquier caso, también las ob-

jeciones de los rezagados no hacen sino repetir clichés y

lugares comunes ya desmentidos en sede procesal."

Muy querido padre Urteaga: El "rezagado" ha explicado

reiteradamente los motivos por los que no solicitó compa-

recer con anterioridad y que nuevamente vuelvo a relatar;

el "rezagado" tenía en su "familia humana" varios miem-

bros que pertenecían y pertenecen al Opus Dei, pero ya no

a su familia "familia humana".

Desde mi comparecencia en el Arzobispado de Madrid el

31 de mayo de 1991 y posteriormente en las cartas que di-

rigí a Su Santidad el Papa Juan Pablo II, al eminentísimo

cardenal de la Secretaría de Estado del Vaticano y a 73

cardenales, arzobispos y obispos españoles expliqué y ad-

junté diversas fotocopias de cartas y documentos que justi-

ficaban por sí solas la necesidad de declarar.

Pero completamente al margen de mi criterio personal, el

que creo que está debidamente fundado y fundamentado,

está la obligatoriedad que tienen que cumplir las autorida-

des eclesiásticas con todos y cada uno de los requisitos ne-

cesarios y que están establecidos en la actual Legislación

sobre las Causas de los Santos, recogida por la Constitu-

ción Apostólica "Divinus perfectionis Magíster", del 23-1 -

1983, y en las "Normae servandae in inquisitionibus ab

58

episcopis faciendis in causis sanctorum", de la Congrega-

ción para las Causas de los Santos, del 7-2-1983, y en el

Código de Derecho Canónico (Cans. 1 400-1 500 y 1 501-

1 655).

El artículo 18 de dichas normas traducido literalmente di-

ce: "Indúzcanse en primer lugar como testigos los consan-

guíneos y afines del Siervo de Dios y otros que con el mis-

mo hayan tenido familiaridad o trato." O bien traducido

del latín menos literalmente, pero de más fácil compren-

sión, dice: "Han de ser llamados como testigos, ante todo,

los consanguíneos y afines del Siervo de Dios y aquellos

que tuvieron amistad e intimidad con él."

Es bien patente y a todas luces vistas el incumplimiento de

este artículo por la Postulación de la Causa e incluso por

el juez instructor, no sólo al no citarme a mí como testigo,

sino al no citar también a otros familiares con el mismo

parentesco que el mío e incluso mayor. Tampoco ha citado

a personas que tuvieron con mi tío Josemaría amistad e in-

timidad. Todo ello queda relatado en las cartas antes men-

cionadas.

De mis intentos de diálogo desde hace varios años con el

sucesor de mi tío Josemaría, el actual prelado del Opus

Dei, monseñor Álvaro del Portillo, será mejor que él te in-

forme.

Son muchas ya las cartas que he recibido de ilustrísimos y

reverendísimos obispos, así como las de un eminentísimo

cardenal agradeciéndome el relato y la documentación que

adjunté y enviándome su Bendición Apostólica.

Es criterio, según ya se ha manifestado, que el citado Pro-

ceso pudiera estar viciado y, por tanto, fuese necesaria la

reiniciación del mismo.

Padre Urteaga, a pesar de todo, como ya le indiqué a Ál-

varo del Portillo, seguiré rezando por todos vosotros a

Dios Todopoderoso.

59

Con el cariño de siempre te abraza

CARLOS ALBÁS

Tras la aparición de los últimos titulares en las prensas española e

italiana sobre la polémica Causa de Santificación y las filtraciones

de los documentos, he guardado los ánimos suficientes para volver

a dirigirme por carta a Álvaro del Portillo, prelado del Opus Dei:

Madrid, 20 de abril de 1992.

Álvaro:

Con verdadera preocupación voy siguiendo la campaña

orquestada por el Opus Dei contra todos los católicos que

de buena fe y en uso de su legítimo derecho a disentir ma-

nifiestan su desacuerdo, no sólo por la "inusitada rapidez"

del proceso de santificación de mi tío José María Escrivá

de Balaguer, como declaraba el Emmo. cardenal Taran-

cón, sino también por el incumplimiento de los artículos

que recogen las normas dictadas para estos procesos. El

del Fundador del Opus Dei, como se ha manifestado reite-

radamente, está viciado en raíz y se impone al menos la

sensatez de volver a iniciarlo.

Quienes hemos manifestado nuestras críticas sobre el Fun-

dador, sobre su Obra y sobre el Proceso de Santificación,

como tú bien sabes, hemos intentado seguir los cauces

adecuados y aprobados por la Santa Sede. Ante la imposi-

bilidad de ser escuchados por el Tribunal, nos hemos visto

obligados a recurrir a los medios de comunicación. Bien

conoces mi comparecencia en el Arzobispado de Madrid,

posterior a las cartas que en su día te escribí, y las distin-

tas conversaciones con tu enviado Javier Arnal, sobre las

que supongo te habrá informado. Conoces también la carta

que en su día dirigí a S. S. Juan Pablo II, las cartas y los

documentos de la Sgda. Congregación para las Causas de

60

los Santos y a los 73 cardenales, arzobispos y obispos es-

pañoles.

De forma similar a la mía lo han intentado también nume-

rosos católicos que durante años pertenecieron al Opus

Dei y que tuvieron trato e intimidad con mi tío José María.

No sólo no se les permitió declarar sino que se han encon-

trado con la campaña de injurias y descalificaciones a las

que me referí anteriormente. Estoy hablando, por ejemplo,

de Miguel Fisac, María del Carmen Tapia, María Angus-

tias Moreno y Alberto Moncada, por no referirme detalla-

damente a cuantos debieron ser llamados a declarar de

oficio, como Antonio Pérez, que fue secretario general del

Opus Dei y consiliario en España.

Consideramos un deber cristiano seguir intentando ser es-

cuchados en uso de nuestra libertad y en defensa de la ver-

dad, como le gustaba repetir a mi tío José María Escrivá

de Bulaguer: "Sin libertad no se puede amar a Dios." Este

nuestro comportamiento en ningún momento supone un

ataque a la Iglesia católica, ni a Su Santidad el Papa, co-

mo tú manifiestas en la entrevista al diario italiano "Stam-

pa", recogida en "El País" el pasado domingo 19, sino to-

do lo contrario.

Veo con profundo dolor que continuáis creando confusión

y faltando a la verdad con esas "medias verdades" y "pre-

potencias" heredadas. Con esta forma de proceder lo único

que conseguís es crear un clima de confusión dentro de la

Iglesia católica. La mayoría de los fieles (unos 800 millo-

nes) no saben ni siquiera qué es eso del Opus Dei (unos

75.000). La diferencia numérica es notable, aunque -eso sí-

os otorga un gran poder e influencia económica y cultural,

de la que no siempre usáis con la sencillez y servicio evan-

gélico que serían de esperar. Esa gran mayoría del Pueblo

de Dios que sólo entiende de ejemplo se escandaliza ante

los ataques, descalificaciones, injurias y calumnias que

continuamente alimentáis para desacreditar testimonios

desfavorables para vosotros y que sólo persiguen hacer luz

61

y buscar la verdad como recomendaba el Episcopado es-

pañol en SU mensaje de 1990: "La verdad os hará libres."

Como te comuniqué anteriormente, seguiré rezando por ti

y por todos los miembros del Opus Dei para que cumpláis

el primer precepto del Decálogo de la Ley de Dios, que

transcribo literalmente por si lo hubieseis olvidado: "Ama-

rás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti

mismo." Sabes muy bien que no se ama al prójimo cuando

se descalifica, injuria o calumnia. ¿No es eso lo que estáis

haciendo con todos los católicos que somos críticos con el

Proceso de Santificación del Fundador del Opus Dei? Con

la comprensión y el cariño de siempre para ti y todos tus

hijos espirituales, recibe un fuerte abrazo.

CARLOS ALBÁS

Recientemente, de forma fortuita, me encontré con Javier Arnal,

enviado o "missus" de Álvaro del Portillo y director de la Delega-

ción de la Obra en Aragón. Después de saludarle, le recriminé iró-

nicamente las manifestaciones públicas sobre mis posibles dobles

intenciones –enriquecimiento personal o chantaje a la institución-.

Según la versión de los hechos que me había puesto en circulación,

el fracaso de ese chantaje me habría forzado a lanzar una mentira

tras otra.

En respuesta, le aseguré que no hay dinero suficiente entre todo el

Opus Dei y cada uno de sus miembros para comprar la voluntad de

Carlos Albás; y que por otro lado su actuación no era precisamente

un alarde de inteligencia, al corroborar las sospechas que ya había

hecho llegar a los obispos, arzobispos, cardenales españoles y a la

misma Santa Sede.

Durante este breve encuentro le pregunté abiertamente si los

miembros del Opus Dei creen en Dios. Mi opinión es negativa. Sus

provocaciones, ataques directos y la forma delictiva de algunos de

sus procedimientos entran en desacuerdo con la doctrina. ¿Nos os

dais cuenta de que os jugáis la salvación de vuestra alma?", le lan-

cé. Para agregar: "Javier, de nada sirve vuestro apretado plan de

62

vida espiritual, vuestras misas, rosarios o retiros si no conduce

finalmente al cumplimiento de los mandatos de Dios."

No quiso o no supo aportar una respuesta, únicamente refería que

yo no sabía escuchar y que estaba equivocado. Le puse como

ejemplo las declaraciones realizadas por Álvaro del Portillo y Ja-

vier Echevarría en el proceso de Santificación. "Imagino que os

habrán sentado como un tiro las filtraciones de estas declaraciones.

" Tampoco hubo respuesta y le dio un viro distinto a la conversa-

ción. Quería saber de qué trataba mi libro y el momento de su pu-

blicación, a la vez que me pedía una rectificación y sacaba a relu-

cir a mi padre, que había dado su parecer positivo a la beatifica-

ción. Le conteste que en el caso de que mi padre aun estuviera con

vida, conociendo lo que yo ahora conozco, hubiese armado un es-

cándalo mucho mayor, a pesar de los tres hijos que aun pertenecen

a la Obra. Volvió a insistir en un nuevo encuentro para charlar

sobre el asunto, pero le advertí, siempre sin negarme a una nueva

conversación, que no adelantaríamos nada.

No resulta aceptable insistir en que las personas deben asumir la

responsabilidad de sus actos si actúan bajo el peso de una concien-

cia deformada. En lo que me toca por propia experiencia resulta

bastante claro: Escrivá de Balaguer tiene dos personalidades dis-

tintas: una para sus hijos y otra para el resto de las personas que le

conocieron. En consecuencia, sigue siendo completamente necesa-

rio buscar la verdad.

63

CAPÍTULO II. EL FUNDADOR DEL OPUS DEI

1. LOS ANTEPASADOS DE JOSÉ MARÍA ESCRIVÁ DE BA-

LAGUER, MARQUÉS DE PERALTA

No he tenido tiempo de investigar exhaustivamente los antepasa-

dos de mi tío José María Escrivá de Balaguer, por línea paterna, y

tampoco lo he considerado importante puesto que no afecta sus-

tancialmente a mi relato. Los datos que aporto los he obtenido de

las distintas biografías editadas por miembros del Opus Dei, por lo

que considero han de ser suficientes.

La familia Escriba-Corzán procedía de Balaguer, un pueblecito

cercano a Lérida (Cataluña). No me es posible precisar las genera-

ciones que precedieron al bisabuelo del Fundador. "El bisabuelo

nació allí, fue médico y contrajo matrimonio con Victoriana Zay-

din, hija de un terrateniente del cercano lugar de Perrua." En esta

localidad nació José Escriba Zaydin, que acabó por casarse en

1854 con Constancia Corzán, natural de Fonz, un pueblecito os-

cense cercano a Barbastro. Ellos fueron los abuelos paternos de

José María Escrivá de Balaguer, quien llegó a conocer sólo a su

abuela Constancia. El matrimonio tuvo seis hijos, dos mujeres y

cuatro varones. El primero murió de niño, el segundo, Teodoro,

fue sacerdote y vivió en Fonz hasta su muerte en 1933. Jorge falle-

ció cuando estudiaba medicina a los veinte años, en 1885. Y el

más joven, José, nació en 1867. Era representante de tejidos cuan-

do conoció a María Dolores Albás Blanc, de Barbastro, con la que

contrajo matrimonio en 1898 después de establecerse definitiva-

mente con otros dos socios, adquiriendo un comercio de tejidos,

Sucesores de Cirilo Latorre, que posteriormente se denominaría

Escriba, Juncosa y Mur.

Aunque no he perdido tampoco demasiado tiempo en investigar

los antepasados por la vía materna, al tratarse de los míos partía

con muchas más posibilidades.

Los Albás procedían de Aínsa, un pueblo del Pirineo aragonés que

fue capital del antiguo reino de Sobrarbe. La primera casa a mano

64

derecha en la plaza de Aínsa lleva el nombre popular de "casa Al-

bás". Desde hace más de 800 años, la "pardina Albás", a escasos

kilómetros de Aínsa, se puede hallar en la carretera del Serrablo.

En 1542 aparece por primera vez en el libro de bautismos de Bar-

bastro la primera Albás bautizada allí con el nombre de Isabel.

El Albás del que guardo una noticia en la memoria como familiar

se llama Manuel. Se casó con Simona Navarro y se acabarían por

convertir en bisabuelos de mi tío José María Escriba Albás y, con-

secutivamente, en mis tatarabuelos.

Entre los hijos que tuvieron, dos hermanos, Juan y Pascual, se ca-

saron con otras dos hermanas. Pascual Albás Navarro lo hizo con

Florencia Blanc Barón, los abuelos del Fundador y mis bisabuelos.

Sus hermanos por partida doble fueron los padres de Mariano Al-

bás Blanc, padrino de José María Escriba, sacerdote, fusilado en

Barbastro y actualmente en proceso de santificación. Una de las

hermanas del tío Mariano, Rosario, fue monja.

Los Blanc, linaje originario del Delfinado (Francia), pasaron a

Aragón. El primer Blanc que encierra algún interés para nosotros

fue Pedro Agustín Blanc, nacido en Benabarre y que se casaría con

Juana Calasanz Gastón, hermana de san José de Calasanz, sacerdo-

te y fundador de las Escuelas Pías. Juana era original de Peralta de

la Sal y al casarse se trasladaron a Benabarre, donde aún se con-

serva la casa de residencia de los recién casados.

En 1547 aparece en el libro de bautismo de Barbastro el primer

Blanc Jaime. En 1845 los bisabuelos de mi tío José María vivían

ya en Barbastro; los Blanc-Barón, que tuvieron por lo menos estos

hijos: Bernardino Blanc Barón, el mayor y al que le correspondía

el marquesado de Peralta; José María, obispo de Ávila; Luis, revo-

lucionario y anarquista; Andrés; Pabla, monja superiora de las

Adoratrices de Barbastro; Felipe, abogado y consejero del ferroca-

rril Madrid-Zaragoza-Alicante; Dolores, casada con Juan Albás, y

Florencia, que contraería matrimonio con Pascual, para terminar

corno abuelos del Fundador.

Bernardino, un contratista, se encargó de levantar la Casa de la

Moneda de Madrid y el Banco de España. Tuvo cinco hijos, el

mayor José María Blanc Baldeliou; Francisco, que tuvo siete hijos;

65

Pilar, Faustino y Teresa. José María Blanc Baldellou era técnico de

aduanas en Logroño y le facilitó un empleo al padre del Fundador,

José Escriba, tras llevarle a la tienda de tejidos Ciudad de Londres.

Fue a su hijo mayor, José María Blanc Iruretagoyena, a quien pre-

guntaría mi tío José María Escrivá si iba a utilizar su mejor dere-

cho en la rehabilitación del marquesado de Peralta.

El marquesado de Peralta es archiducal. Había sido creado por el

archiduque Carlos de Austria, haciendo uso de su condición de

pretendiente a la Corona de España, según la Real Cédula dada en

Viena con la fecha de 4 de marzo de 1718 a don Tomás de Peralta,

secretario de Estado, Guerra y Justicia del Reino de Nápoles, y

ratificado en el tratado de Utrecht por Felipe V el 18 de julio de

1725.

El 24 de enero de 1968 mi tío José María solicitó la rehabilitación

del título de marqués de Peralta y en la misma fecha su hermano

Santiago solicitó la rehabilitación de otro título nobiliario, el de

barón de San Felipe. El 3 de agosto de 1968 publica el "Boletín del

Esiado" el decreto 1851/1968 accediendo a dicha solicitud. Al no

aparecer contestación a la petición de su hermano Santiago, se

supone que el título de barón de San Felipe le fue denegado.

Con fecha de 17 de septiembre de 1972, después de más de cuatro

años de ejercer como marqués de Peralta, tramita lo dicho a su

hermano Santiago. No es nada extraño que lo hiciese, ya que el

solo hecho de la solicitud causó un verdadero escándalo incluso

entre los miembros del Opus Dei, a pesar de los esfuerzos por jus-

tificar la decisión.

Con anterioridad a la fecha de requerimiento, había escrito a su

primo José María Blanc Iruretagoyena dos cartas comunicando su

postura y preguntándole si se opondría en el expediente que se

abriría, ejercitando así el mejor derecho que le correspondía. Al no

contestarle, envió a visitarle a Madrid a Álvaro del Portillo, para

saber su decantamiento final. En el transcurso de la entrevista, José

María Blanc, hombre inteligente, buena persona y socarrón, le

contestó a Álvaro del Portillo: "Dile a mi primo José María que a

mí no me interesan esas cosas mundanas, lo puede solicitar tran-

66

quilamente. Ya sabe que yo no estoy para estas banalidades, tengo

mi vista puesta en el Cielo."

Nunca supimos los restantes miembros de la familia estos hechos,

y desde luego mi tío José Maria jamás dio una explicación, a pesar

de que a todos sus familiares Albás-Blanc les correspondía antes,

si se estudia con algo de detenimiento el árbol genealógico. La

madre del Fundador fue la penúltima hija de Florencia Blanc Ba-

rón, a través de quien podía llegarle dicho título.

Andrés Vázquez de Prada, uno de los biógrafos del Opus Dei que

conoció y trató a mi tío José María, nos da la versión oficial del

porqué rehabilitó el título de marqués de Peralta. En la página 348

de su libro "El Fundador del Opus Dei" nos relata: "Desde las altu-

ras de su filiación divina tornaba a su paternidad fundacional. De

la Obra hizo una gran familia de vínculos sobrenaturales, a los que

también estaban adheridos, por la sangre y el cariño, las familias

de sus miembros: "El noventa por ciento de nuestra vocación -les

decía- se la debemos a nuestros padres." Por eso hablaba siempre

del cuarto mandamiento como del 'dulcísimo precepto del decálo-

go". Por eso mandaría renovar en todos los cantos, cada año, la

consagración de las familias de sus hijos a la Sagrada Familia.

"En la formación de los suyos volcaba caudales y experiencia. Por

falta de consejos no quedaría. Y, como en bodas y bautizos de an-

taño, arrojaba a voleo máximas y pensamientos: "Yo procuro no

tirar calderilla, moneda de cobre, sino monedas de oro. Eran las

"grandes monedas de oro del Gran Rey".

"Pues bien, en este sentido los amonestaba a que cumpliesen con

fidelidad sus deberes sociales y familiares, y viceversa, que recla-

masen y ejercitaran sus derechos de ciudadanía, sin renunciar gra-

tuitamente. Los instaba a vivir esta norma, porque "¡cuántas veces

es mucho más difícil ejercitar un derecho que cumplir un deber!"

"Por curiosa inversión de papeles, hacia 1968 le advino una dudosa

prueba, que le colocó entre la espada y la pared. No podía volverse

atrás sin riesgo de aplicarse lo de: consejos vendo y para mí no

tengo.

67

"Sucedió que dando vueltas en la cabeza al cómo compensar a los

suyos, a sus padres y hermanos, por los muchos sacrificios que

hicieron para sacar a la Obra adelante, el Fundador decidió rehabi-

litar los títulos nobiliarios que pertenecían al tronco familiar: "por

piedad filial y por justicia".

"No se le daba nada de todo aquello; quería simplemente transmitir

el título a su hermano, ejercitando un estricto derecho familiar.

"En este punto cedo la plana a Mons. Álvaro del Portillo: "Lo pen-

só, lo llevó mucho tiempo a la oración, y actuó con la prudencia de

siempre, consultando a personas de la Obra y a otras que no perte-

necían a nuestra familia. Habló, por ejemplo, con el Cardenal

Dell'Acqua, vicario de Roma e íntimo amigo suyo, que le animó a

seguir adelante. Acudió también al Cardenal Larraona -honra para

la Iglesia y para España, muerto en olor de santidad-, que le con-

testó: "Para usted es un deber, porque siempre ha enseñado a sus

hijos a cumplir sus obligaciones cívicas y a ejercitar todos sus de-

rechos como ciudadanos; por lo tanto, si no lo hace, les daría mal

ejemplo." También expuso su propósito a varios dignatarios ecle-

siásticos más, y lo comunicó a la Secretaría de Estado del Vati-

cano. A todos les pareció muy bien. Además, en la parte civil, con-

taba con el parecer favorable del Consejo de Estado y de la Dipu-

tación de la Grandeza. Pero nuestro Padre adivinaba lo que iba a

suceder: que surgiría gente envidiosa y murmuradora, de lengua

larga y azuzada por el demonio. Veía con perfecta claridad que era

como presentar en bandeja de plata, un motivo para que le insulta-

sen. No se le ocultaba que algunos le iban a entender mal y le to-

marían por soberbio...

"Precaviéndolos de la campaña que se avecinaría, el 25 de enero

de 1968 escribió al consiliario del Opus Dei en España:

Querido Florencio: que Jesús me guarde a esos hijos de

España.

En esta vida y no pocas veces, a pesar de mi flaqueza y de

mis miserias, me ha dado el Señor fuerzas para saber cum-

plir serenamente con deberes más bien antipáticos.

Hoy, después de considerarlo despacio delante de Dios y

de pedir los oportunos consejos, comienzo a cumplir con

68

uno, que solamente es antipático -para mí- por las circuns-

tancias personales mías: para cualquier otra persona, se-

ría cosa gustosa y sin quiebras.

Desde la altura de mis sesenta y seis años, vienen a mi re-

cuerdo mis padres, que tanto hubieron de sufrir -estoy se-

guro- porque el Señor tenía que prepararme como instru-

mento -bien inepto soy- y ahora estoy persuadido de que es

la primera vez que, en cosas de este mundo, guardo el dul-

císimo precepto del Decálogo. Hasta ahora, pido perdón

porque no os he dado buen ejemplo, mi gente me sirvió de

medio para sacar adelante la Obra: también Carmen y, de

algún modo, Santiago.

Me ha movido también, en el caso actual, a obrar como

obro, no sólo lo que parece claramente nuestro buen dere-

cho, sino la posibilidad de ayudar a los hijos de mi her-

mano. De otra parte, observo rectamente el espíritu de la

Obra: ser iguales a los demás. Esto me hacía notar un

Cardenal de la Curia, la semana pasada: con la manera de

ser del Opus Dei, decía, su conducta es consecuente y ra-

zonable.

Ayer os hice decir, por medio de Álvaro, cuando hablasteis

por teléfono, que no me importan los comentarios -que no

harían, si se tratase de otra persona cualquiera, de otro

ciudadano español-, y os ruego que, si dicen o escriben al-

go molesto, que sea lo que sea, será injusto hagáis oídos

sordos. De todas formas, si PRUDENTEMENTE se puede

evitar que los haya, mejor sería evitarlos, aunque a última

hora da igual.

Ya os he abierto mi conciencia: es, de mi parte, una obli-

gación razonable y sobrenatural.

Un abrazo muy grande, contento, de tanta labor de almas

que hacéis en esa queridísima tierra nuestra. Os quiere y

os bendice vuestro Padre.

MARIANO

69

"Conociendo el ambiente de España, hacía falta ser profeta. Para

colmo, hacía lustros que venía lloviendo sobre mojado. El vatici-

nio no falló. El Fundador hubo de revivir trances que nunca dio

por saldados en el curso de su vida. ¡Qué cosas no se escribieron!;

¡qué chismes en las tertulias y en la calle!

"El Presidente General del Opus Dei nunca usó el título nobiliario

rescatado. En cuanto pudo, se lo transmitió a su hermano."

Si abrimos la vieja guía oficial de "Grandezas y títulos del Reino"

podemos leer:

"Marqués de Peralta. Concesión: 4 de marzo de 1718, confirmada

por Real Provisión de Fernando VI de 4 de diciembre de 1758.

"Concesionario: don Tomás de Peralta, secretario de Estado, de

Guerra y Justicia del Reino de Nápoles.

"Don Santiago Escrivá de Balaguer y Albás. Consorte: doña Gloria

García-Herrero Ruiz.

"Expedida carta en 17 de noviembre de 1972."

Mis felicitaciones a Vázquez de Prada, incluso a mí ha estado a

punto de convencerme que mi tío hizo lo que debía. Posiblemente,

como relata Álvaro del Portillo, mi tío consultó con altos dignata-

rios de la Santa Sede y ellos fueron los que le hicieron ver que te-

nía que dar ejemplo. A lo largo de su vida el Fundador del Opus

Dei ha dado verdadera muestra de humildad, y si en este caso al-

guien pudo, equivocadamente, tildarle de soberbio, es por maldad

o por estar mal informado o posiblemente por envidia. Bien es

verdad que el demonio no duerme y azuzó contra mi tío sirviéndo-

se de cualquier desaprensivo de lengua larga y murmuradora.

He estudiado con cierto esmero en Barbastro el parentesco que

nuestra familia pudiera tener con el obispo de Cuenca Cruz Lapla-

na Laguna, fusilado en 1936 y actualmente también en proceso de

santificación. Aunque el parentesco se da, efectivamente, no era

muy cercano, contradiciendo ciertas manifestaciones de mi tío José

María sobre la relación de sangre. Pero me ha sido imposible de

todas todas determinar el parentesco del que también hizo gala con

Miguel Servet, aragonés, médico e investigador famoso por su

70

descubrimiento sobre la circulación de la sangre. Mi tío José María

manifestó en una tertulia, según relata Vázquez de Prada: "Hay un

santo, pariente mío lejano, a quien yo quiero mucho. ¡No te hagas

ilusiones!, no soy de madera de santo... otro antepasado mío fue

quemado por la Inquisición protestante. ¡Anda! Tampoco soy de

madera de herejes... Cada uno es lo que es, independientemente de

sus antepasados. Ese santo José de Calasanz, decía: "si quieres ser

santo, sé humilde; si quieres ser más santo, sé más humilde; si

quieres ser muy santo, sé muy humilde"."

En su humildad, mi tío José María jamás presumió de sus parientes

pobres.

2. LA FAMILIA HUMANA DE

JOSÉ MARÍA ESCRIBA ALBÁS

José María Escriba Albás Corzán Blanc vino al mundo en Barbas-

tro el 9 de enero de 1902. Sus padres, José Escriba Corzán y Dolo-

res Albás Blanc, se habían casado el 19 de noviembre de 1898. El

16 de julio nace su hermana Carmen, dos años y medio mayor. En

1905, 1907 y 1909 nacen sus tres hermanas pequeñas, María

Asunción, María de los Dolores y María del Rosario. Las tres mo-

rirían de niñas en Barbastro. Más adelante, en Logroño, nace el

hermano pequeño, Santiago, el 28 de febrero de 1919.

La familia por parte paterna era muy reducida, sin descendencia.

El único hermano varón que logró vivir hasta la madurez, Teodo-

ro, era sacerdote, y las dos hermanas debieron de ser solteras o no

tuvieron descendencia. Al no residir en Barbastro la relación fami-

liar fue muy corta, a excepción de su tío sacerdote Teodoro, con

quien solían pasar algunos veranos.

Sin embargo, la familia de su madre fue más prolífica y vivieron

casi todos en Barbastro. Tanto los Albás como los Blanc llevaban

varias generaciones, y la circunstancia de que dos hermanos, Juan

y Pascual Albás, se casaran con las dos Blanc fortaleció los lazos

de convivencia. En Barbastro, "casa Albás" es un enorme edificio

de cinco pisos, que actualmente se conserva en su primitivo esta-

71

do. A esta casa desde siempre se le denominaba en Barbastro "la

casa de los chicos", y es de suponer que fuese por la cantidad de

hijos que tuvieron.

El primo hermano de su madre, el sacerdote fusilado en Barbastro,

fue su padrino de bautismo, siendo su madrina una hermana de su

madre, Florencia Albás, casada con Lorenzo Camo de Huesca.

Los hermanos de su madre eran quince. El mayor se llamaba Si-

món; Candelaria, casada con Lafuente de Teruel; mi abuelo Mau-

ricio, casado con Mercedes Llanas, y quien heredó la casa y la fá-

brica Chocolates Albás, en donde permanecieron durante un tiem-

po al arruinarse la familia Escriba Albás.

Al poco tiempo se arruinó mi abuelo. Vicente, sacerdote párroco

de Olvena, donde pasaron algunos veranos mi tío José María y su

primo Ángel Camo. Tío Vicente después viviría en Zaragoza con

tío Carlos, también sacerdote y canónigo del Pilar. Pascuala sería

adoratriz; Cruz, carmelita, y Florencio, farmacéutico, este último

casado con Carmen Lamartín, y que serían padrinos de bautizo del

hermano pequeño del Fundador, Santiago.

El número de primos hermanos de José María Escrivá, sin ser ex-

cesivo, era considerable y en su niñez se trataron mucho. Iban al

mismo colegio y estaban todo el día metidos en casa de mis abue-

los, con quienes aún vivía mi bisabuela Florencia. Tampoco hay

que olvidar que tenían una fábrica de chocolates, turrones y cara-

melos.

El padre del Fundador al arruinarse empezó a buscar trabajo en

Zaragoza, en Barcelona, para encontrarlo finalmente en Logroño.

Cuando se trasladó a Zaragoza para seguir los estudios en el semi-

nario de San Carlos, y antes de la muerte de su padre, frecuentaba

la casa de sus tíos Carlos y Vicente, de su tío Florencio y de mis

abuelos, recuperados ya de su ruina y trasladados a Zaragoza.

La decisión de ir a estudiar al seminario de Zaragoza no fue bien

acogida. La precaria situación económica que pasaban no era la

más propicia para que abandonara su hogar y marchara a otra ciu-

dad; no obstante José María decide trasladarse a Zaragoza y así

poder estudiar la carrera de derecho. Según nos relata Vázquez de

72

Prada, "(...) en el verano de 1923, comenzó a preparar sus exáme-

nes como alumno libre, con autorización de sus superiores ecle-

siásticos. Y lo mismo hizo en el verano siguiente, logrando así el

pasar siete asignaturas en la convocatoria especial de septiembre.

En el curso 1924-1925 sólo pudo presentarse a Civil II. Pero a par-

tir de entonces tuvo holgura de tiempo para frecuentar las aulas.

En 1925, pues, se hallaba con la carrera a medio camino; y asis-

tiendo a clase como alumno oyente, hizo un esfuerzo, de allí en

adelante, para rematar las asignaturas. La última la aprobó en la

convocatoria extraordinaria de enero de 1927."

Analizando las fechas que nos da el biógrafo y miembro del Opus

Dei Vázquez de Prada, vemos que tardó cinco años en terminar la

carrera, completamente normal para cualquier estudiante. Sobre

todo si tenernos en cuenta que con su ordenación en marzo de

1925 ya había culminado los estudios eclesiásticos.

Los enfrentamientos con sus tíos siempre fueron motivo de sus

decisiones intransigentes. El ir a estudiar a Zaragoza para poder

seguir la carrera de derecho, no les parecía suficiente excusa ya

que era una carrera que se podía estudiar por libre, y por tanto des-

de Logroño. Este traslado suponía a la familia Escrivá un mayor

gasto, en el que tenían que colaborar sus tíos. ¿Era razonable la

postura de sus tíos? Bien es cierto que la carrera la estudió por

libre aun cuando en la segunda fase asistiese a clase como oyente.

Lo mismo ocurrió al fallecimiento de su padre al trasladarse su

familia a vivir a Zaragoza; sus tíos consideraban más conveniente

que en Logroño los gastos eran menores y como ya estaba a punto

de ser ordenado sacerdote, bien podía ejercer allí su ministerio.

Del carácter y genio de mi tío José María queda relatado hasta por

los biógrafos de la Obra. Seguimos con Vázquez de Prada: "Don

José María debió pasar muy duras pruebas, sobre todo a causa de

los alumnos díscolos y de algún compañero que le zahería sin ra-

zón, acaso por el prurito de rebajarle a su mismo nivel. Fue a co-

mienzo de curso, en octubre de 1923, cuando se produjo un penoso

incidente. Uno de sus compañeros le dirigió sin más ni más grose-

ros insultos, impropios de un clérigo. De las injurias pasó a los

puños y José María recibió más de un golpe. El altercado terminó

73

en inevitable pelea, ya que el agredido no estaba dispuesto a dejar-

se sacudir gratuitamente por el otro seminarista. Ello le valió un

castigo, a pesar de ser su adversario quien provoco la riña."

Sería ilustrativo leer la versión de un biógrafo del compañero

"agresor". Sólo quiero recordar el refranero español: "Dos no ri-

ñen, si uno no quiere." Del carácter irascible de mi tío José María

tendremos tiempo de ver algunos ejemplos que detallaré más ade-

lante.

Desde su ordenación en 1925 hasta su marcha a Madrid en 1927

mi tío José María dedica la mayor parte de su tiempo a estudiar y

terminar la carrera de leyes. Aun cuando él dio clases en la acade-

mia de Amado Loriga, mis tíos tenían que seguir ayudando a su

madre.

En 1927 se traslada a Madrid para hacer el doctorado durante casi

todo el año; hasta que van a Madrid, su madre y hermanos viven a

expensas de mis tíos. La última noche que pasan en Zaragoza, tía

Lola, Carmen y Santiago cenan en casa de su tío Florencio Albás

Blanc y desde entonces nunca más vuelven a tener noticias de

ellos. Tío Florencio y tía Carmen fallecieron con posterioridad a la

boda de Santiago, a la que no fue invitado, aun siendo padrino de

bautismo

En Madrid viven en 1927 varios familiares suyos, un primo her-

mano, Carlos Camo Albás, hijo de una hermana de su madre, que

es director del Banco Hispano-Americano, en Atocha, por donde

mi tío José María pasa frecuentemente por esas fechas según nos

relatan sus biógrafos oficiales. También viven otros familiares,

hijos de primos hermanos de su madre, como los Blanc, y con los

que tampoco tuvo ningún contacto, excepto, en el año 1968, cuan-

do pregunto si ejercitaría su mejor derecho en la rehabilitación del

título de marqués de Peralta.

Cuando el fallecimiento de su madre en Madrid, ningún familiar

recibió noticias hasta pasadas varias semanas, a pesar de que mi tío

José María pasó por Zaragoza el mismo día de la muerte de su

madre, ya que como sabemos estaba en Lérida, trasladándose en el

coche de Juan Antonio Cremades, gobernador civil en aquellos

días.

74

Tampoco visitará a sus tíos en distintos viajes a Zaragoza, aun

cuando pernocte allí. Su tío el canónigo Carlos Albás Blanc solía

decir algunas veces: "Este chico, que viene por Zaragoza y no

quiere vernos." Esta norma de conducta será la constante durante

toda su vida. Jamás quiso saber nada de su familia.

¿Pero hubo una excepción? Sí, la hubo. Y voy a relatarla:

Mi hermana Pili, numeraria del Opus Dei, ya había estado en Ro-

ma, allí conoció a mi tío José María, a tía Carmen y a tío Santiago.

En muy contadas ocasiones estuvo una sola vez en casa de Carmen

y Santiago y desde luego nunca con "el Padre". Una sola vez hizo

mención a su parentesco, como a él le gustaba llamar; la primera

vez que la vio le dijo: "Eres igual que tu tía Florencia", le dio dos

besos y le manifestó: "Esto es una excepción, aquí todas sois igua-

les." Cosa que puede ser comprensible. Pero lo que ya no es com-

prensible es que dijese que "él no tenía ninguna sobrina", como

manifestó repetidamente cuando mi hermana iba a ir a Roma.

Sigamos con la excepción: en el año 1959 vino a Zaragoza para ser

investido "doctor honoris causa" por la Universidad y fue, como ya

he relatado, a visitar a mis padres. Muchas veces me he preguntado

por qué esa excepción. En principio no lo entendía, ahora sí. Su

hermano Santiago tenía novia en Zaragoza e iba a casarse, y ha-

bían decidido que algún familiar Albás asistiese a la boda. Ése fue

el motivo. Posteriormente, en la petición de mano de su hermano,

Pili le preguntó: "¿aviso a los demás familiares?" La contestación

fue rápida y tajante: "Ya he dicho que no estoy para nadie."

Este comportamiento con su familia no fue obstáculo para que

encargase a mi hermana Pili que recogiese todos los recuerdos y

fotografías que pudiera tener su familia para llevárselos a Roma.

Todos los familiares a los que Pili visitó para que le entregasen las

fotografías que tuvieran no pusieron ningún inconveniente en des-

prenderse de ellas y fueron llevadas a Roma. Que nadie recibió las

gracias por estos detalles es bien claro y, lo que es peor, cuando

posteriormente estuvo en Zaragoza nunca quiso saber nada de

ellos. Todos los recuerdos han servido en parte para las publica-

ciones que de mi tío se han venido realizando.

75

Durante las distintas visitas que cursó a Zaragoza vivían sus tíos

sacerdotes Carlos, Vicente y con ellos una sobrina prima hermana,

Manolita Lafuente, el hermano pequeño de su madre y padrino de

su hermano Santiago, Florencio, sus primos Ángel Camo, la viuda

de Carlos Camo, José María Albás, hermano gemelo de mi padre,

mis padres. Excepto las dos veces que he relatado, jamás tuvo nin-

gún otro contacto.

Pero aún quedan más detalles. En 1951 mi hermano Pascual, al

terminar la carrera de derecho, realizó un viaje por Europa y en

Roma quiso conocer a mi tío, pero no lo recibió.

Una hija de José María Blanc Iruretagoyena, a pesar de decirle que

no utilizaría su mejor derecho en la rehabilitación del título de

marqués, cuando fue a Roma con carta de su padre tampoco logró

ser recibida.

76

CAPÍTULO III. FUNDACIÓN DEL OPUS DEI

1.Los BARRUNTOS

Los biógrafos del Opus Dei no acaban de ponerse de acuerdo.

¿Cuándo nace la vocación religiosa de mi tío José María? Quizá ni

él mismo lo supiera. Circulan diferentes versiones: en unas, la mi-

tificación eleva la sensación mística y se adelanta en el tiempo; y

en otras se le rodea de menos parafernalia y las interpretaciones

ponen algo más los píes sobre la tierra. Por ejemplo, una de las

biógrafas y miembro del Opus Dei, Ana Sastre, profesora de las

Universidades de Navarra y Alcalá de Henares, sitúa del siguiente

modo y manera el primer rayo de luz que insufló en mi tío la in-

quietud de su misión divina:

En el transcurso de las navidades entre 1917-1918 en la ciudad de

Logroño, "Josemaría contempla el espectáculo de la ciudad neva-

da. El amanecer ha sido blanco y transparente. En la calle, intacta

todavía, aparecen unas huellas que identifica inmediatamente. Es

el sendero marcado por los pies descalzos de un carmelita muy

popular en la zona: el padre José Miguel. Su paso madrugador y

habitual ha hollado hoy la nieve sin estrenar.

"Este detalle pequeño y heroico suscita una profunda inquietud en

el alma del muchacho: si otros hacen tantos sacrificios por Dios,

¿yo no voy a ser capaz de ofrecerle nada?... Nadie se dará cuenta

del cambio que va a sufrir Josemaría. Todo continúa su ritmo nor-

mal: menos el corazón y el alma de este adolescente, que encuentra

-a partir de ese día y en las cosas inocentes de la vida cotidiana-

una sed insaciable de Dios. Empieza a notar que el Cielo quiere

algo de su vida; interrogantes y convicciones le remueven y le lle-

van a la Comunión diaria, a la Confesión frecuente, a la purifica-

ción, a la penitencia.

"El Señor le llama desde multitud de situaciones y le da a entender

que quiere decir algo especial de su paso por la tierra. Y Josema-

ría, que desconoce lo que pueda ser, responde gritando por dentro

77

palabras encendidas que paladea al ritmo de su propio corazón:

"Ecce ego quia cocasti me! Aquí estoy, porque me has llamado."

Como nos cuenta Vázquez de Prada, mi tío José María llamó a su

adolescencia y juventud "los años de los barruntos". Pero esa con-

moción interna que asalta al Fundador del Opus Dei, tal y como lo

narra Ana Sastre de forma encendida en su libro "Tiempo de cami-

nar", entra en contradicción con la versión de Andrés Vázquez de

Prada, el primer biógrafo de la Obra, que recoge expresamente:

"No existe ningún dato, externo y relevante que señale el inicio

indiscutible de tales presentimientos."

Pero dejemos estos berenjenales y vayamos a los hechos. En aquel

curso 1917-1918, mi tío acaba el bachillerato en Logroño. Su vo-

cación está clara: él quiere ser arquitecto. Sin embargo, sus posibi-

lidades son nulas, los padres no pueden costear unos estudios que

exigen el desplazamiento muy lejos de la capital riojana. Tras la

ruina de Barbastro, la remuneración de que disfruta como depen-

diente su padre no da para mantener a un hijo estudiando lejos de

casa. Pongámonos en la situación social de aquellas fechas. ¿Qué

puede hacer un joven en Logroño una vez terminado el bachillera-

to? Sólo cabían dos salidas, ponerse a trabajar o ingresar en el se-

minario. Mi tío José María se inclinó por la segunda opción.

Si la reflexión acerca de su vocación eclesial parte del ambiente y

la tradición familiar, tampoco debe por qué movernos a extrañar-

nos. Cuando él toma la decisión tiene ya detrás a un hermano de su

padre sacerdote y a dos hermanos de su madre también sacerdotes,

sin olvidar las tías monjas. José María Blanc, hermano de su abue-

la materna, llegaría a ser obispo de Avila. Por otro lado, estaba el

parentesco con el futuro obispo de Cuenca, Cruz Laplana, y con su

tío Mariano, padrino de bautismo y actualmente en proceso de

santificación, fusilado en la guerra civil. Y si nos vamos varios

siglos hacia atrás, tenemos, entre otros, el parentesco con san José

de Calasanz. En fin, el ingreso en el seminario no supuso una sor-

presa en el seno de la familia.

El propio Vázquez de Prada nos cuenta sobre la primera vocación

profesional, frustrada, de mi tío:

78

"Salió del curso airosamente, con sobresalientes y notables. Y

cuando en el verano de 1917 hubo de pensar ya en la carrera que

debía emprender un año más tarde, a Josemaría tal vez le movió a

ello su gusto por las matemáticas y su destreza por el dibujo, que

era condición indispensable y cualidad valiosa para el ingreso en la

Escuela de Arquitectura. En su juvenil entusiasmo, quizá no se

percatara bien que era una carrera larga, difícil y, sobre todo, cara.

"No hizo mal don José en tomarlo en serio. Pero ya tendría el hijo

tiempo de sedimentar preferencias, y hasta de cambiar de parecer

antes de terminar el bachillerato. De manera que, cuando Josema-

ria exponía con vehemencia sus deseos de hacerse arquitecto, el

padre le tomaba el pelo sosegadamente y con una chispa de humor:

"Vamos, hijo, que lo que tú quieres ser es un albañil distinguido.""

(Y, sin duda, se puso manos a la Obra.)

Por lo que continúa relatando Vázquez de Prada en su libro "El

Fundador del Opus Dei", mi tío José María, que nunca demostró

en su familia la inclinación hacia el sacerdocio, salía con chicas de

su edad, como era normal. Y su madre un día le dijo: "Procura

portarte bien, y cuando pienses en casarte, en una cosa seria.., mi-

ra, busca una chica, ni guapa que encante, ni fea que espante."

Por circunstancias inequívocas, y sobre todo económicas, mi tío

José María tuvo que renunciar a las dos vocaciones primeras, la

arquitectura y el matrimonio. En 1918 ingresa en el seminario de

Logroño, hasta que se traslada al de Zaragoza. Los motivos no se

conocen a ciencia cierta, pero todo apunta a que muy probable-

mente quería iniciarse en la carrera de las leyes. No se conformaba

en ser solamente un sacerdote y ambicionaba recuperar y sobrepa-

sar la posición social de sus padres antes de la ruina económica.

Pero tuvo que renunciar definitivamente a su vocación de arquitec-

to. En Zaragoza tampoco se podía estudiar.

Durante su permanencia en la capital aragonesa, ninguno de sus

familiares conoce o sospecha los "barruntos" de mi tío José María.

Si acaso, detectan en él cierta rebeldía, un inconformismo por se-

guir la carrera eclesial tal y como estaba establecida, y desde el

principio mantiene altercados con su tío Carlos, el canónigo arce-

diano del Pilar. Todos mis tíos ayudan a su madre desde el mo-

79

mento de la ruina y, especialmente, tras el fallecimiento de su ma-

rido en Logroño.

El 27 de noviembre de 1924 había fallecido su padre a los 57 años,

y en enero su madre y sus hermanos llegan a la capital aragonesa,

para instalarse en el centro de la ciudad, cerca de la plaza de Espa-

ña. Es posible que a mi tío le supiera a poco la contribución del

resto de la familia, pero evidentemente los ayudaron. Hasta su

nuevo traslado, a Madrid en el año 1927, se prodigan las aporta-

ciones económicas o de ropa por parte de los hermanos de su ma-

dre. De no ser de esta manera, difícilmente habría logrado vivir

con dignidad. Los ingresos de un sacerdote recién ordenado eran

muy bajos y las clases de derecho que dio esporádicamente tampo-

co constituían una fuente sustanciosa. Las ayudas debieron de in-

tensificarse aún más cuando su madre y sus hermanos se quedaron

solos durante una pequeña temporada, con motivo de la estancia en

la localidad de Perdiguera. Y también posteriormente, al dar el

paso definitivo de plantarse en Madrid.

Ante todo, llama poderosamente la atención que sus biógrafos no

relaten ninguno de estos episodios juveniles, salvo los enfrenta-

mientos con el canónigo arcediano. En el resto de tíos y tías no se

emplea ni una sola gota de tinta. ¿Por qué? Evidentemente, en el

seno de la familia Albás Blanc jamás se habló de ninguna clase de

"BARRUNTOS".

La mitificación que hizo de sí mismo en las prédicas -y que here-

darán sus hijos de la Obra- alcanza cotas verdaderamente sorpren-

dentes y se trasladan incluso al contacto divino en los primeros

años de vida. En el libro "Vida y milagros de monseñor Escrivá de

Balaguer. Fundador del Opus Dei", Luis Carandell recoge un tes-

timonio puesto en boca de mi tío, con motivo de la enfermedad de

la "alfecerías", según los médicos que lo trataron y lo dieron por

desahuciado, atribuyendo su curación a la Virgen de Torreciudad:

"Mis padres me llevaron a Torreciudad. Mi madre me llevó en sus

brazos a la Virgen. Iba sentado en la caballería, no a la inglesa,

sino en silla, como entonces se hacía, y pasé miedo porque era un

camino muy malo." Mi tío tenía tan sólo dos años cuando le lleva-

ron a dar gracias a la Virgen por la curación de la enfermedad.

80

Dada la mortalidad infantil de aquella época, era una costumbre

bastante extendida en la comarca oscense del Somontano rogar a la

Virgen de Torreciudad su intercesión por los niños a los que los

médicos no encontraban ya solución alguna. El mismo caso se

había dado anteriormente en la familia. Como me contó reciente-

mente su prima, Carmencita Albás, su padre, el hermano pequeño

de la madre de José Maria, Florencio Albás Blanc, sufrió una en-

fermedad de la que sanó después de ser llevado ante la Virgen de

Torreciudad para su curación. Sin embargo, esta vez a ningún

miembro de la familia se le ocurrió mitificarlo como señal de un

ministerio divino posterior.

Podría seguir contando muchas anécdotas que avalan la mitifica-

ción de la vida de mi tío José María y que a lo largo de este relato

iremos viendo. Pero no quiero dejar pasar la oportunidad de men-

cionar uno de los sucesos que más han llamado mi atención.

Los biógrafos del Opus Dei, Vázquez de Prada y Peter Berglar,

manifiestan que Dios le concedió "la apreciada dádiva de rezar

mientras dormía". Solamente con humor puede responderse a este

hecho. Actualmente, yo también manifiesto que Dios me concedió

esta preciada dádiva, pero rezo más porque frecuentemente duer-

mo la siesta.

2. Los CIMIENTOS

El 20 de abril de 1927 llega a Madrid José María Escrivá Albás.

Una carta de recomendación del arzobispo de Zaragoza le abrirá

las puertas del Obispado, regido por don Leopoldo Eijo y Garay, y

desde ese momento recibe la autorización para ejercer la confesión

en la diócesis. Instalado por escasas semanas en una pensión fami-

liar de la calle Farmacia, se trasladará definitivamente a la residen-

cia sacerdotal de las Damas Apostólicas, fundada por la hija de la

marquesa de Onteiro, doña Luz Rodríguez Casanova.

Las Damas Apostólicas estaba integrada por señoras de clase alta y

media dedicadas a la beneficencia, extendiendo su actividad apos-

tólica a 66 colegios y unos 12.000 niños, además del Patronato de

81

Enfermos en la calle de Santa Engracia, en donde se repartían más

de 600 raciones de comida, alternando la tarea con visitas a los

barrios periféricos y hospitales. José María Escrivá conocerá en la

residencia a la fundadora de las Damas Apostólicas, pasando a

encargarse de la capellanía de la iglesia del Patronato, aunque bajo

la condición de no inmiscuirse en los asuntos de la dirección del

centro.

Pero José María Escrivá había llegado a Madrid para realizar su

doctorado de derecho, habida cuenta que por entonces estos cursos

sólo podían llevarse a cabo en la capital de España. Entre las pri-

meras actividades cumplió, por tanto, con su matriculación en una

de las asignaturas del doctorado. Paralelamente, impartió derecho

romano y derecho canónico en la academia Cicuendez, en la calle

de San Bernardo, donde se encontraba la antigua Facultad de De-

recho. En el mes de agosto ampliaría su matrícula a una asignatura

más, filosofía del derecho, e inició la preparación de su tesis sobre

la ordenación de mestizos y cuarentones.

Siguiendo sus propios testimonios, el director espiritual encargado

de guiar los primeros pasos de José María Escrivá en Madrid fue el

jesuita Valentín Sánchez Ruiz. Vivía en las afueras, en Chamartín

de la Rosa, adonde solía desplazarse en grandes caminatas el futu-

ro fundador del Opus Dei. Según recogen sus biógrafos, tras el

largo paseo, el jesuita le obligaba a esperar su salida, y en ocasio-

nes la espera se le hacía interminable; cuando no salía nadie, tam-

poco se le presentaban excusas, y finalmente el hermano lego le

comunicaba que al padre Sánchez Ruiz le era imposible recibirle.

José María Escrivá alternó la atención en el Patronato de Enfermos

con el trato directo a familias de la aristocracia madrileña. Merce-

des Guzmán, marquesa de Miravalles y condesa de Aguilar de

Inestrillas, su hermana María Luisa -primas ambas de la dama

apostólica Mercedes Reyna- y posteriormente una de las grandes

de España, la condesa de Humanes, figuraban entre las visitas que

frecuentó durante su primera etapa.

Muchas de las apreciaciones que servirían para elaborar su empo-

rio doctrinal arrancan precisamente de este contacto combinado

con el Patronato de Enfermos y la aristocracia. Por citar un ejem-

82

plo, en el libro "Tiempo de andar", de Ana Sastre, miembro del

Opus Dei, se recoge el siguiente relato puesto en boca del propio

José María Escrivá:

"Había un comedor -no lo puedo llamar público, porque necesita-

ban una tarjeta para ir a comer allí- que dirigía una persona muy

santa, que ya ha muerto. Y aquella pobre persona quería ayudar a

muchos y no llegaba. Y les daba una especie de cocido. Venían

con tarjeta y se hacía una gran labor, porque mataban el hambre.

Era gente que no tenía nada. Pero siempre sobraba algo, y había

otros que esperaban en una habitación para que les dieran las so-

bras; traía cada uno un cacharro -una lata, un plato desportillado,

lo que podían- y sólo uno llevaba cuchara. Y sacaba de un chaque-

tón sucísimo, de lo profundo de uno de los bolsillos, una cuchara

de peltre toda abollada, la miraba -como diciendo; esto es mío, y

los demás que no tenéis cuchara, os fastidiáis- y comía sus garban-

citos saboreándolos; miraba, al final, su cuchara, le daba dos len-

güetazos y volvía a guardar el tesoro. Este, en su miseria, era rico,

apegado como estaba a esa cuchara de peltre. Era un pobre de pe-

dir limosna, pero ante los demás era rico. Y conocí a una Grande

de España -puedo hablar de ella porque ya ha muerto y está en el

Cielo desde hace muchos años- que tenía una generosidad inmen-

sa: vivía entre muebles ricos y tapices; en ella gastaba menos que

en la última persona de su servicio, y era manirrota. Todo lo daba

para los que no tenían. Esta era pobre."

La Grande de España no era otra que la propia condesa de Huma-

nes.

Dentro de lo que es mi experiencia personal, puedo añadir un co-

mentario más clarificador al relato de mi tío José María, una anéc-

dota de la visita a casa de mi familia en Zaragoza. Hablaba con mi

padre cuando de pronto se volvió hacia mi madre y le dijo: "Con-

cha, yo nada tengo, y por lo tanto nada te puedo dar; pero toma el

rosario con el que rezo todos los días." Al marcharse le esperaba

un Mercedes con chófer y se fue a dormir a Cogullada, un palacio

donde sólo lo hacían Franco o el Rey.

En general, resulta chocante el concepto que de la virtud de la po-

breza tuvo el Fundador de la Obra. En 1968 declaraba a la revista

83

"Telva": "Quien no ame y viva la virtud de la pobreza no tiene el

espíritu de Cristo. Y esto es válido para todos: tanto para el anaco-

reta que se retira al desierto como para el cristiano corriente que

vive en medio de la sociedad humana, usando de los recursos de

este mundo o careciendo de muchos de ellos." En el Opus Dei, sus

miembros, como todos sabemos, tienen los mejores recursos de

esta tierra, y sin duda alguna los usan para ellos mismos. Cualquie-

ra que conozca las casas de la Obra, podrá sacar las conclusiones

pertinentes. Y así, mi tío vivió, pobre con Mercedes, pobre con

avioneta, pobre con palacios, pobre con servidumbre, pobre con

título nobiliario, pobre con alimentos llevados ex profeso para él

en sus viajes a otros continentes. Verdaderamente, con este con-

cepto de pobreza, sí que la vivió en grado heroico.

Más adelante continuaba declarando: "Pero pobreza no es miseria,

y mucho menos suciedad; y además, la pobreza no se define por la

simple renuncia, especialmente cuando se trata de cristianos que

viven en medio del mundo y tienen que dar testimonio explícito de

amor al mundo, de solidaridad con los hombres. Se impone, pues,

aprender a vivir la pobreza, para que no quede reducida a un ideal

sobre el que se puede escribir mucho, pero que nadie realiza se-

riamente."

Lo que no es serio es justificar la vida de uno y de sus seguidores

queriendo cambiar el concepto de pobreza que todos conocemos y

comprendemos por ley natural. Así como en muchas ocasiones

manifiesto que estoy conforme con parte de su doctrina, pero no

cómo la cumple, estoy de acuerdo con lo que dice, pero no con lo

que hace; en este punto ni con lo que dice, que sólo es una justifi-

cación de cómo vive. Muchas de las explicaciones que dio servían

para justificarse y otras para mitificarse. En su biografía, Salvador

Bernal nos dice: "Mons. Escrivá de Balaguer vivió y murió en el

más estricto desprendimiento de los bienes materiales. Poco tiem-

po antes de que Dios le llamase, contaba un día a los alumnos del

Colegio Romano de la Santa Cruz que esa mañana había dicho a

los miembros del Consejo General de la Asociación: "Hoy me he

dado cuenta de que continúo siendo pobre de solemnidad. No sólo

porque llevo esta sotana vieja, pues podía ponerme otra mejor que

tengo, sino porque no puedo hacer lo que hace una persona de mi

84

edad, en cualquier país más o menos civilizado. Hay obreros de mi

edad, ya retirados, que disfrutan tranquilamente de su pensión; y si

una noche no duermen -que es lo que me ha pasado hoy a mí; por

eso he tenido ocasión de rezar más-, se quedan en la cama un po-

quito más por la mañana. En cambio, yo estoy aquí con vosotros, y

mucho mejor que en la cama. Pero me he dado cuenta de que efec-

tivamente, soy todavía -a la vuelta de medio siglo de sacerdocio-

pobre de solemnidad." Creo que no hace falta comentario.

Salvador Bernal así nos lo cuenta: "Procuró siempre tener y usar la

ropa que era necesaria. Hubo una época que llevó solideo para

compensar la edad que no tenía: ¡dame, Señor, ochenta años de

gravedad!, pidió con frecuencia. Después de subrayar la seculari-

dad propia del espíritu del Opus Dei, se puso algunas veces la so-

tana ribeteada de rojo y los demás distintivos propios de su condi-

ción de Prelado Doméstico. Años más tarde confesó que eso le

resultaba mucho más duro que varios cilicios.

"La sotana que vestía habitualmente en 1963 tenía entonces 18

años. Era vieja, pero limpísima, digna. Con todos los botones: él

mismo se los cosía, en cuanto amenazaban con desprenderse. Toda

una lección práctica para los socios de la Obra.

"Se encontraba muy feliz dentro de su recosida sotana, pero cuan-

do era necesario -muy pocas veces-, usaba los distintivos propios

de su condición de Prelado, o los arreos -así decía- de Gran Canci-

ller de la Universidad."

Claramente se aprecia el concepto que de pobreza tiene el Opus

Dei. Es también cierto que para pertenecer al Opus Dei se exigen

unos requisitos que los auténticamente pobres no tienen, ni pueden

tener.

Más adelante Salvador Bernal nos relata: "En 1972, al responder a

una pregunta que le hicieron en el Instituto de Estudios Superiores

de la Empresa en Barcelona dijo: "El hecho de manejar dinero o de

tenerlo, no quiere decir que se esté apegado a la riqueza", y volvió

a poner el ejemplo del pobre de la cuchara y de la Condesa de

Humanes."

85

Veamos también, contado por su propios labios, dónde se cimentó

durante los primeros años el Opus Dei:

"Fui a buscar fortaleza en los barrios más pobres de Madrid, horas

y horas por todos los lados, todos los días, a pie de una parte a

otra, entre pobres vergonzantes y pobres miserables, que no tenían

nada de nada; entre niños con los mocos en la boca, sucios, pero

niños, que quiere decir almas agradables a Dios.

"[...] La fortaleza humana de la Obra ha salido de los enfermos de

los hospitales de Madrid: los más miserables; los que vivían en sus

casas, perdida hasta la última esperanza humana; los más ignoran-

tes de aquellas barriadas extremas. Estas son las ambiciones del

Opus Dei, los medios humanos que pusimos: enfermos incurables,

pobres abandonados, niños sin familia y sin cultura, hogares sin

fuego y sin calor y sin amor."

Y continuaba explicando al final de su vida las armas y materiales

de construcción del Opus Dei:

Y, ¿sabes cómo pudo? Por los hospitales. Aquel hospital general

de Madrid, cargado de enfermos, paupérrimos, con aquellos tum-

bados por la cirugía, porque no había camas; aquel hospital, del

Rey se llamaba, donde no había más que tuberculosos pasados, y

entonces, la tuberculosis no se curaba [...].

"¡Esas fueron las armas para vencer! ¡Ese fue el tesoro para pagar!

¡Ésa fue la fuerza para ir adelante!"

Ana Sastre, al referir esta época nos dice:

"Años más tarde, repetirá que el Opus Dei nació entre los pobres

de los barrios y de los hospitales de Madrid; en medio de la activi-

dad apostólica de aquellos primeros años sin tregua.

"El Patronato de Enfermos está abierto a la asistencia durante el

día y la noche. Hay muchas jornadas de trabajo ininterrumpidas en

busca de una chabola de la que ha partido la llamada de auxilio,

repartiendo comidas a enfermos en ambulatorios, descubriendo a

los más graves por entre los ingresos de un hospital de beneficen-

cia. Y atendiendo espiritualmente a este enorme número de almas

que encuentran a Dios, como única esperanza, en medio de su

drama. La tarea es ingente y don José María, por decisión perso-

86

nal, vuelca en ella su gran capacidad de trabajo, su energía física y

sobrenatural. Resulta difícil calcular las distancias que puede cu-

brir al cabo del día, teniendo en cuenta que los barrios extremos de

la gran ciudad le obligaban a cruzarla en todas las direcciones. De

Tetuán de las Victorias al paseo de Extremadura, de Magín Calvo

a Vallecas, Lavapiés, San Millán, el barrio del Lucero o la Ribera

del Manzanares. Solamente desde la Residencia Sacerdotal de la

calle de Lara hasta Vallecas hay un recorrido que se acerca a los

cinco kilómetros. Se trata de zonas mal comunicadas que es preci-

so andar a pie, con frío, con lluvia y barro que cubre los zapatos. O

con la canícula de verano cayendo sobre Madrid, en un sol de me-

diodía que ayuda a sudar copiosamente. A veces, hay que correr

del metro a un tranvía desvencijado que tarda más de una hora en

cubrir su trayecto. Pero don Josemaría consigue llegar a todos [...].

"La actividad desplegada durante estos años resulta asombrosa.

Don Josemaría pasa horas en el confesionario del Patronato de

Enfermos y escucha, alienta y otorga a raudales la gracia de Dios a

las gentes que se acercan a la calle de Santa Engracia. Confiesa

también a centenares de niños de varias escuelas de las Damas

Apostólicas."

Si a la misma Ana Sastre, miembro del Opus Dei, le "resulta

asombrosa" la actividad desarrollada a lo largo de esos tres o cua-

tro, cuánto más a aquellos que vemos con escepticismo muchos de

los comentarios y afirmaciones de mi tío. Y por tan asombrosa, el

aliento divino -otra fuerza no podía moverle de ese modo por Ma-

drid- quizá le conminó al descanso, a ponerse manos a la Obra, a

renunciar a mediados de 1931 a la Capellanía del Patronato de

Enfermos de las Damas Apostólicas y a dirigir su labor a los uni-

versitarios. A veces da la impresión de que el Fundador explotó

desmesuradamente la labor de aquellos años entre los pobres a

modo de escaparate, y a "posteriori".

A partir de 1931 tendrá más tiempo para dedicarse a lo que será la

única actividad de su vida, el Opus Dei. Atrás quedarán los tiem-

pos en que mi tío José Maria era capaz de dar la Primera Comu-

nión en un solo año a 4.000 niños, según relata Vázquez de Prada

en su semblanza. Los cimientos de la ingente Obra se quedaron

87

ahí, en 1931. Construida la casa, se dispuso a habitarla cómoda-

mente.

Recuperando el hilo temporal de nuestro relato donde lo habíamos

dejado, a fines de 1927 su familia se traslada a Madrid y alquila un

pequeño piso, compartido con mi tío José Maria, donde permane-

cerán hasta bien entrado 1929, fecha del traslado a la vivienda des-

tinada por las Damas Apostólicas al capellán del Patronato.

En septiembre de 1928 se examinaba de historia del derecho inter-

nacional y de filosofía del derecho. Pero aún no había cumplido

con la tanda anual de ejercicios espirituales que exigía la diócesis

madrileña, y su última oportunidad se presentó con los padres paú-

les. Se acercaba definitivamente el Opus Dei.

3. LAS CAMPANAS

Y una mañana vio la Obra de Dios, tal y como él lo quería y sería

al cabo de los siglos. "El 2 de octubre de 1928, mientras el Siervo

de Dios se hallaba recogido en su habitación, participando en unos

ejercicios espirituales en la residencia de los P. P. Paúles de Ma-

drid, en la calle de García Paredes, Dios se dignó iluminarle: vio el

Opus Dei tal como el Señor lo quería y como debería ser a lo largo

de los siglos. Durante once años desde aquel día de invierno en

Logroño había pedido ver. "En el silencio de la habitación que

ocupaba durante los ejercicios se oían a lo lejos las campanas de la

iglesia de Nuestra Señora de los Angeles." (Peter Berglar).

"Desde ese momento -nos dice el Fundador- no tuve ya tranquili-

dad alguna y empecé a trabajar de mala gana, porque me resistía a

fundar nada, pero comencé a moverme, a hacer, a poner los fun-

damentos."

Cualquier observador imparcial y conocedor de la época en que se

desarrollan los acontecimientos vividos por el Fundador del Opus

Dei entre los años 1927 y 1937, su llegada a Madrid y su huida de

la zona roja, podrá ver que sólo existe en lo que cuentan sus bió-

grafos de la Obra un intento de mitificación de monseñor Escrivá

88

de Balaguer. En primer lugar, en el Patronato de Enfermos de las

Damas Apostólicas, sólo permanece el menos tiempo posible y

compaginándolo con sus estudios. La labor que relata es igual a la

de cualquier sacerdote de aquella época que acababa de ser orde-

nado y que tenía que ganar dinero para vivir con su familia. Los

cimientos entre los pobres procuró ponerlos lo más rápido posible

e iniciar su andadura por los caminos que había pensado: las clases

acomodadas. No llega a cuatro años y tan pronto puede se da de

baja en el Patronato de Enfermos y acepta la Capellanía del Real

Patronato de Santa Isabel, donde será nombrado rector en 1934,

cargo que conservará hasta su traslado a Roma. Este cargo siempre

estuvo remunerado.

Si sólo está cuatro años con los pobres y si además esta estancia la

compagina con la aristocracia y con sus estudios de doctorado, por

mucho esfuerzo y dedicación que nos cuente no le servirán para

ser "especialista de entre los pobres". Por otra parte las vicisitudes

que tiene que vivir son similares a la mayoría de personas de aque-

lla época y yo diría que las vive en mucho mejor circunstancia que

cualquier otro sacerdote de su época. La persecución religiosa no

sólo se desencadenó contra él, sino contra todos los católicos y

primordialmente contra los sacerdotes y religiosos, muchos de

ellos corrieron peor suerte y morirían asesinados.

Desde el primer momento se ve la mitificación que mi tío José

María realiza de toda su persona y de todos los acontecimientos

que le rodean. Su imaginación le llevará a creerse lo que no es más

que el producto de un sueño movido por el deseo de limpiar los

acontecimientos vividos en su familia por la ruina económica, que

nunca aceptó con humildad, y de demostrar que él era distinto a

todos, que él había sido elegido por Dios para cumplir una misión.

Pero todo ello lo va relatando al ritmo en que van sucediendo los

acontecimientos.

No es comprensible entender las manifestaciones que de continuo

realiza de su relación con los pobres, como tampoco es de recibo

su relato sobre parroquias rurales que sólo en tres meses conoció.

Unos cimientos poco sólidos para la estructura de la Obra que fun-

dó. ¿No serán otros los cimientos?

89

En los años iniciales, sólo él pertenecerá al Opus Dei, su Fundador

será la primera vocación. De hecho, el 24 de marzo de 1930 escri-

be la primera carta, "Singule Dies", a personas que sólo Dios co-

nocía; y comenzaba: "Nuestra entrega al servicio de las almas es

una manifestación de esa misericordia del Señor, no sólo hacia

vosotros sino hacia la humanidad toda. Porque nos ha llamado a

Santificarnos en la vida corriente, diaria y a que enseñemos a los

demás prudentemente, espontáneamente, según la voluntad de

Dios. Nos interesan todos, porque todos tienen un alma que salvar,

porque a todos podemos llevar en nombre de Dios, una invitación

para que busquen en el mundo la perfección Cristiana.

"Sed perfectos como lo es nuestro Padre Celestial. "Nuestro ca-

mino es el desprendimiento de las cosas de la tierra, la pobreza

personal amada y vivida."

Durante año y medio trabajará y predicará con la convicción de

que el Opus Dei se hizo sólo y exclusivamente para hombres. En-

tre todas las informaciones que examina en las demás institucio-

nes, analiza especialmente la documentación correspondiente a una

asociación integrada por hombres y mujeres. Su reflexión anotada

no deja lugar a dudas: "Nunca habrá mujeres -ni en broma- en el

Opus Dei."

Pero al poco, el San Valentín de 1930, oficiando como tantas veces

en casa de la marquesa de Onteiro, "don Josemaría empieza el

Santo Sacrificio de la Misa, va leyendo las oraciones litúrgicas del

día y llega a la Comunión. Y, cuando junta las manos, para agra-

decer la presencia de Cristo en su corazón, tiene la evidencia de

que Dios quiere completar su Obra con una Sección de Mujeres

que viva el mismo espíritu" (Ana Sastre).

Más adelante, don Josemaría contrastará esta nueva inspiración

divina con la opinión de su confesor, para confirmar una vez más:

"Esto es voluntad de Dios como lo demás."

Por fin, y a partir de ese 14 de febrero, el Opus Dei estará com-

puesto por dos secciones, una de hombres y otra de mujeres. Vol-

vían a sonar las campanas. Era el segundo aldabonazo.

90

Acaba de nacer, en consecuencia, un elemento imprescindible en

la vida de la Obra: la presencia de la mujer para convertir el traba-

jo, el mundo, los caminos y los lugares en un hogar universal que

acoja las almas todas de la tierra. Poético pero poco convincente,

no obstante, rezaré a Dios Todopoderoso para que me aumente la

fe.

Desde el 2 de octubre de 1928, en que supuestamente el Padre vio

como una totalidad la Obra, los sacerdotes también tenían su papel

que cumplir. Junto a mi tío empezaron a trabajar en su labor apos-

tólica algunos clérigos, pero no todos alcanzaban a entender el

mensaje que guardaba en su alma. De esta experiencia extrajo que,

para salvaguardar el espíritu del Opus Dei, los sacerdotes más in-

dicados para alcanzar a comprender su mensaje tenían que ser sus

propios hijos. Faltaba el necesario título para la ordenación y se

acercaba el tercer aldabonazo.

Nuevamente un día de San Valentín, esta vez de 1943, y en el acto

de celebración de otro oficio litúrgico, atisbó con claridad la solu-

ción. Acababa de fundarse la Sociedad Sacerdotal de la Santa

Cruz, el tercer pilar en la arquitectura del Opus Dei.

Años más tarde, monseñor Álvaro del Portillo comentaría: "Fue

allí en ese oratorio dentro de la misa donde vio la solución canóni-

ca para que pudieran ordenarse sacerdotes de la Obra e incluso el

nombre y el sello de la Sociedad de la Santa Cruz: un círculo sim-

bolizando el mundo y, dentro la Cruz, que es el sacerdocio."

En 1947, estando ya en Roma, obtiene la aprobación de la Santa

Sede para hacer converger en un Instituto Secular a los tres brazos

de la organización; aunque hasta 1948 el Opus Dei sólo contará

entre sus filas con célibes. El reajuste como Instituto servirá para

que también los casados tengan las puertas abiertas y se forje el

comienzo de la consumación de sus aspiraciones y de la expan-

sión. La Obra, en su cuarta Fundación, había adquirido ya su perfil

característico.

En septiembre de 1948, estando el Padre cursando un retiro en

Molinoviejo a quince hombres casados -entre ellos uno de los pri-

meros supernumerarios, Tomás de Alvira- hace el primer comenta-

rio a unas cuartillas cuya redacción se remontaba a 1935 y que por

91

entonces se hallaba enfrascado en su punto y final. El documento

era una instrucción sobre el apostolado que debía ir penetrando en

todas las capas sociales a lo largo de los siglos. Y éste fue su sello

y marca:

"Yo veo esta gran selección actuante: hombres y mujeres de em-

presa y obreros, mentes claras de la Universidad, inteligencias

cumbres de la investigación, mineros y campesinos.., todos, cada

uno sabiéndose escogido por Dios para lograr su santidad personal

en medio del mundo, precisamente en el lugar que en el mundo

ocupa, con una piedad sólida e ilustrada, de cara al cumplimiento

gustoso -aunque cueste- del deber de cada momento."

Ahora bien, retornando hacia la época de gestación de la Sección

de Mujeres, y para comprender mejor la estructura posterior de la

Obra, en los años de su fundación se fija la primera clasificación

obedeciendo al origen social de sus miembros, las numerarias y las

oblatas. Las primeras gozan de una mayor o menor formación o

estudios y pertenecen a una clase media o media-alta, y se encarga-

rán de la dirección administrativa de las casas y centros del Opus

Dei. Las oblatas, que provienen de las clases trabajadoras, serán

las empleadas de hogar, papel que siguen cumpliendo hoy bajo la

denominación de numerarias auxiliares.

Haciendo nuestro el relato cronológico de Ana Sastre, desde la

apertura del primer centro de la Sección de Mujeres, insistirá en la

necesidad de la administración, buscando las vocaciones también

entre las empleadas de hogar y dotando su trabajo de la misma

vocación de santidad. Orientación que tiene su transcripción direc-

ta en las palabras del Fundador:

"En el Opus Dei no hay más que una sola vocación. Ése es el mi-

lagro grande nuestro: hacer de las cosas vulgares -vulgar en el sen-

tido castellano, que quiere decir corriente- heroísmo; hacer esas

cosas con tal ánimo, que lo de ayer es distinto a lo de hoy, siendo

lo mismo; y lo de mañana será mejor todavía, siendo igual."

Y aquí, como autor, sí quiero manifestarme: estoy de acuerdo con

mi tío José María, un auténtico milagro.

92

Al meditar sobre los pasos y evolución interna de la Obra, siguien-

do siempre las indicaciones escritas por sus miembros, quisiera

destacar algunas conclusiones. En primer lugar, cómo de distinta

forma vienen a contarnos lo mismo, transmitiendo así fielmente lo

que el Fundador repitió en diversas ocasiones.

Pero, en segundo lugar, resultan especialmente relevantes las con-

tradicciones que rebasan los límites meramente biográficos. La

coincidencia al abordar lo sucedido el 2 de octubre de 1928 -

cuando "Dios se dignó iluminarle y vio el Opus Dei tal y como el

Señor lo quería y como debiera ser a lo largo de los siglos"- no

encaja con los posteriores añadidos, resaltando muy principalmen-

te la inspiración durante la misa en casa de la marquesa de Onteiro,

que tuvo como resultado la Sección de Mujeres.

Es evidente que el 2 de octubre de 1928 no se creó la totalidad, mi

tío José María vio parte del Opus Dei. Y más adelante, aun cuando

atisbó desde un principio la incorporación de los sacerdotes, sólo

hasta el 14 de febrero de 1943 supo cómo encajarla dentro de la

Obra. La misma historia se repetirá con los supernumerarios, cuya

admisión estará sujeta a la aprobación en 1947 del Instituto Secu-

lar.

Con la intención de aportar algo más de luz sobre el significado y

la orientación que tomó rápidamente la institución, convendría

comentar brevemente las condiciones de admisión como numera-

rios, distintas como Instituto Secular a su forma actual de Prelatu-

ra. En las constituciones del primero, en su artículo 35 se decía:

"Para admitir Numerarios se requiere además que haya alcanzado

mediante exámenes oportunos, un título académico en una Univer-

sidad Pública Civil o reconocida por el Estado o de un Ente Públi-

co o al menos que puedan obtenerlo en el Instituto."

Actualmente, en el Código de Derecho particular de la Obra de

Dios como Prelatura, en su número 9 se señala: "Pueden ser admi-

tidos como Numerarios todos aquellos fieles laicos que gozan de

plena disponibilidad para dedicarse a las funciones de formación y

a las labores apostólicas peculiares del Opus Dei y que cuando

soliciten su admisión, estén dotados de ordinario de un título aca-

93

démico civil o profesional equivalente o al menos puedan obtener-

lo después de la admisión."

En resumen, como Instituto, el título universitario. Como Prelatu-

ra, un título académico o profesional.

En la actualidad, según el Código de la Prelatura, los fieles, sean

hombres o mujeres, se llaman numerarios, agregados o supernu-

merarios; como agregados y sin la categoría de fieles, la última

reconversión del Opus Dei dio patente de corso a los asociados

cooperadores. Pero pasemos a ocuparnos ahora de otra de las ilu-

minaciones.

4. REVELACIÓN DE UN NOMBRE

Al principio, "aquello" no tenía nombre. Hablaba de la labor o de

la obra. Habrá que esperar a 1930, cuando su confesor le preguntó:

"¿Y cómo va esa obra de Dios?" Como una revelación, el nombre

llegó a sus labios: la "OBRA DE Dios", en latín "OPUS DEI",

término que evoca también la idea de trabajo:" opus Dei", "opera-

tio Dei".

"¡Obra de Dios, trabajo de Dios! Un trabajo profesional, un trabajo

ordinario, realizado sin abandonar las tareas de mundo, las ambi-

ciones nobles. Un trabajo transformado en oración, en alabanza del

señor, por todos los caminos de la tierra... Opus Dei: ¿qué nombre

podía ser más apto para designar lo que Dios le había encomenda-

do realizar?"

El catecismo que todo cristiano tiene que saber y practicar nos dice

que el buen cristiano es discípulo de Cristo, cree en su doctrina.

Creer en la doctrina de Cristo es aceptar las verdades reveladas por

Dios y contenidas en el Credo: "Creo en Dios Padre creador y Se-

ñor de todas las cosas".

La humildad, según su Fundador, marcará el nacimiento de la or-

ganización, sin bombos ni platillos, y con un José Maria Escrivá

que se presenta a sí mismo como un estorbo. Pero "aquello" creció

y creció. Monseñor le dará pátina infinidad de veces a esa actitud

94

en una curiosa mezcla de agradecida humildad y regodeo en el

hecho:

"No me interesa ser fundador de nada. Con esa repugnancia a ser

fundador, a pesar de contar con abundantes motivos de certeza

para fundar la Obra, me resistí cuanto pude: sírvame de excusa,

ante Dios Nuestro Señor, el hecho real de que, desde el 2 de octu-

bre de 1928, en medio de esa lucha mía interna, he trabajado en

cumplir la Santa Voluntad de Dios, iniciando la labor apostólica

del Opus Dei. Han pasado unos años, y veo que quizá dejó el Se-

ñor que padeciera entonces esa completa repugnancia, para que

tenga siempre una prueba externa más de que todo es suyo y nada

mío."

Años más tarde confesaba: "El Señor que juega con las almas con

sus niños pequeños -viendo en los comienzos mi resistencia- per-

mitió que tuviera la aparente humildad de pensar -sin ningún fun-

damento- que podía haber en el mundo instituciones que no se

diferenciaran de lo que Dios me había pedido."

Y ejemplos no faltan: "En mis conversaciones con vosotros repeti-

das veces he puesto de manifiesto que la empresa que estamos

llevando a cabo no es una empresa humana, sino una empresa so-

brenatural, que comenzó cumpliéndose en ella a la letra cuanto se

necesita para que se la pueda llamar sin jactancia la Obra de Dios."

O: "La Obra de Dios no la ha imaginado un hombre... Hace mu-

chos años que el Señor la inspiraba a un instrumento inepto y sor-

do, que la vio, por primera vez el día de los Santos Angeles Custo-

dios, el 2 de octubre de 1928."

Nuevamente, y volviendo en la lectura del libro hacia atrás, estas

manifestaciones sobre el "aquello" -que son el cimiento del Opus

Dei- contrastan con las distintas fundaciones que a lo largo de la

historia de la Iglesia han sido inspiradas por Dios a sus fundadores.

El poner o dar un nombre era elemental y necesario para el "aque-

llo", pero bautizarlo como Opus Dei-Obra de Dios-Creación de

Dios para un cristiano es como no poner nombre. Los cristianos

creemos firmemente que Dios es "creador" del universo y que todo

es OBRA DE Dios.

95

No es posible esquivar una llamada de atención ante la sorpresa de

encontrarnos con un humilde sacerdote que acepta una denomina-

ción de semejante calibre para ese "aquello" que la inspiración

divina le hizo ver. Posiblemente, mi tío José Maria en su profunda

humildad, tantas veces manifestada, creyó verdaderamente que la

Obra no era suya, que correspondía a Dios. Y al creerlo, lo trans-

mitió para que así lo creyésemos todos.

Nunca he dudado de su rectitud de intención ni de su humildad. Y

espero, amigo lector, que tú tam poco lo hagas.

5. FUNDAMENTO Y MENSAJE

Tanto el fundamento como el mensaje de la Obra de Dios son una

perogrullada, "La filiación divina", ¿es que los demás no somos

hijos de Dios? y "La santificación mediante el trabajo ordinario",

¿es que el resto de los cristianos no se santifican con el trabajo?

Posiblemente lo que monseñor Escrivá de Balaguer quiso es santi-

ficar el trabajo mejor remunerado y además santificar también las

rentas del capital en una sociedad cada día más materialista.

Hace pocos días un simpatizante de la Obra y de mi tío José María

me decía que a él le parecía un gran santo y argumentaba: "Ya era

hora que alguien dijese que los ricos también podíamos ser san-

tos." No seré yo quien contradiga a este simpatizante, sólo le co-

menté el pasaje evangélico: "Y Jesús dijo a sus discípulos: En ver-

dad os digo: ¡que difícilmente entra un rico en el reino de los cie-

los! De nuevo os digo: es más fácil que un camello entre por el ojo

de una aguja que entre un rico en el reino de los cielos."

Qué duda cabe que tanto el mensaje como el fundamento del Opus

Dei han sido y serán bien acogidos por la élite de toda sociedad. Es

más, este mensaje y fundamento los afianza en su cristianismo, los

hace considerarse superiores a los demás, mejores cristianos, y sin

tener que renunciar a las comodidades que proporciona la riqueza.

Y por añadidura se creen los hijos predilectos de Dios, ya que ¡Él!

los ha elegido para hacer el Opus Dei en la tierra.

96

"Un joven sacerdote del Opus Dei, recién ordenado, estaba dando

una meditación en el oratorio de un centro de la Obra. Sin que los

demás se dieran cuenta, entró el Fundador y se sentó en el último

banco. Cuando el sacerdote comentó que el fundamento de la vo-

cación del Opus Dei es la "humildad", monseñor Escrivá de Bala-

guer, en contra de su costumbre, le interrumpió diciendo: "No, hijo

mío, la filiación divina."

El sentido de la filiación divina -saberse hijo de Dios- será un as-

pecto fundamental de la espiritualidad del Opus Dei.

"¡Ah, Señor! -díselo con toda tu alma-. Yo soy... ¡hijo de Dios!

"Al traerte a la Iglesia, el Señor ha puesto en tu alma un sello inde-

leble, por medio del Bautismo: el-es hijo de Dios. No lo olvides"

(Forja, pág. 246).

"Descansen la filiación divina. Dios es un Padre -¡tu padre!- lleno

de ternura de infinito amor. Llámale Padre muchas veces, y dile -a

solas- que le quieres, ¡que le quieres muchísimo!: que sientes el

orgullo y la fuerza de ser hijo suyo" (Forja, pág. 331).

"Minutos de silencio. Déjalos para los que tienen el corazón seco.

Los católicos, hijos de Dios, hablamos con el Padre nuestro que

está en los cielos" (Camino, pág. 115).

"Los hijos... ¡Cómo procuran comportarse dignamente cuando

están delante de sus padres! Y los hijos de Reyes, delante de su

padre el Rey, ¡cómo procuran guardar la dignidad de la realeza! Y

tú... ¿no sabes que estás delante del Gran Rey, tu Padre-Dios?"

(Camino, pág. 265).

"La filiación divina es el fundamento del espíritu del Opus Dei.

Todos los hombres son hijos de Dios" (Es Crisio que pasa, pág.

64).

"La filiación divina es una verdad gozosa, un misterio consolador.

La filiación divina llena toda nuestra vida espiritual, porque nos

enseña a tratar, a conocer, a amar a nuestro Padre del Cielo, y así

colma de esperanza nuestra lucha interior, y nos da la sencillez

confiada de los hijos pequeños" (Es Cristo que pasa, pág. 65).

Podría seguir llenando hojas y hojas, transcribiendo y reprodu-

ciendo cómo mi tío José María ha insistido de una y mil maneras

97

en la filiación divina como fundamento del Opus Dei. Pero él no

descubrió nada nuevo, no en vano ésa es la vocación cristiana.

Muchos años antes de que mi tío viniera al mundo los cristianos

vivían este mismo mensaje, una fuente común para todos nosotros

y no exclusiva del Opus Dei.

"Desde el 2 de octubre el Fundador predica, con clarividencia y

fuerza inconmovibles el mensaje de la santidad de los laicos en

medio del mundo, en el trabajo profesional, en la familia, en todas

las encrucijadas de los hombres.

"Santificar el propio trabajo, santificarse en su trabajo y santificar

a los demás con el trabajo.

"Una hora de estudio, para un apóstol moderno, es una hora de

oración" (Camino, pág. 359).

"Lo que he enseñado siempre -desde hace cuarenta años- es que

todo trabajo humano honesto, intelectual o manual, debe ser reali-

zado por el cristiano con la mayor perfección posible: con perfec-

ción humana (competencia profesional) y con perfección cristiana

(por amor a la voluntad de Dios y al servicio de los hombres). Por-

que hecho así, ese trabajo humano, por humilde e insignificante

que parezca la tarea, contribuye a ordenar cristianamente las reali-

dades temporales -a manifestar su dimensión divina- y es asumido

e integrado en la obra prodigiosa de la Creación y de la Redención

del mundo: se eleva así el trabajo al orden de la gracia, se santifica,

se convierte en obras de Dios, "Operatio Dei", Opus Dei.

"Por eso, el objetivo único del Opus Dei ha sido siempre ése: con-

tribuir a que haya en medio del mundo, de las realidades y afanes

seculares, hombres y mujeres de todas las razas y condiciones so-

ciales, que procuren amar y servir a Dios y a los demás hombres

en y a través de su trabajo ordinario" (Conversaciones con monse-

ñor Escrivá).

No es posible encontrar novedad alguna en ese mensaje; que como

él mismo reconocía es tan antiguo como el Evangelio, y como el

propio Evangelio, también nuevo. Durante siglos, la humanidad

entera se ha santificado a través del trabajo, y sobre todo con el

trabajo duro, el trabajo manual. La historia de la Iglesia está plaga-

98

da de santos que vivían el mundo trabajando en ocupaciones ordi-

narias, labradores, pastores, artesanos, mineros, oficinistas, estu-

diantes, amas de casa...

Aunque no deja de ser cierto que también ha premiado y santifica-

do en una mayor proporción a quienes renunciaron a su apego a

los bienes materiales y siguieron el camino de la perfección del

que nos habla el Evangelio: "Acercósele uno y le dijo: Maestro,

¿qué de bueno haré para alcanzar la vida eterna? Él le dijo: ¿Por

qué me preguntas sobre lo bueno? Uno solo es bueno; si quieres

entrar en la vida, guarda los mandamientos. Díjole él: ¿Cuáles?

Jesús respondió: No matarás, no adulterarás, no hurtarás, no levan-

tarás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre y ama al

prójimo como a ti mismo. Díjole el joven: Todo esto lo he guarda-

do. ¿Qué me queda aún? Díjole Jesús: Si quieres ser perfecto, ve,

vende cuanto tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en los

cielos, y ven y sígueme. Al oír esto el joven, se fue triste porque

tenía muchos bienes. Y Jesús dijo a sus discípulos: En verdad os

digo que difícilmente entra un rico en el reino de los cielos. Oyen-

do esto, los discípulos se quedaron estupefactos, y dijeron: ¿Quién,

pues, podrá salvarse? Mirándolos, Jesús les dijo: Para los hombres,

imposible, mas para Dios todo es posible."

Como exhortación a todos los cristianos, la prédica de mi tío José

María sólo puede calificarse como maravilla. Recordó a todos los

hombres un mensaje que, aunque no olvidado, era necesario re-

frescar en la memoria. Y nadie puede considerarlo fuera o lejos de

los textos evangélicos. Un punto y aparte merecerá, por tanto, si el

Opus Dei cumple con los mandatos. Y yendo un poco más lejos, si

es necesario pertenecer a la Obra para plasmarlos.

Cristo garantiza la salvación, y también la santificación, mediante

la observancia de los mandamientos y, evidentemente, de la orato-

ria evangélica de mi tío. Pero esa unidad de vida no requiere el

paso por el Opus Dei.

El fundamento, como vemos a lo largo de los escritos y predica-

ciones, está basado ante todo en la filiación divina, por la que los

miembros del Opus Dei son hijos de Dios, y como tales tienen que

vivir con arreglo a esa condición. Pero la máxima alcanza a todos,

99

es universal para cada uno de los seres humanos. Todos somos

hijos de Dios y debemos vivir con arreglo a esa condición. Chi-

rrían tantas manifestaciones continuas remarcando e intentando

demostrar que son cristianos corrientes y molientes. Pero aten-

diendo a las constituciones que rigen la institución -y sin entrar ya

a considerar la clasificación interna-, por encima se sitúa la obliga-

toriedad de hacer los votos y cumplirlos. Y en el mismo plano hay

que situar las normas que rigen a los miembros de dicha institu-

ción. Real y verdaderamente extraño necesitar la creación de una

institución para la observancia de estos planteamientos.

100

CAPÍTULO IV. ¿QUÉ ES EL OPUS DEI?

1.ESTRUCTURA CANÓNICA

La Iglesia católica, a la que pertenece el Opus Dei, dio su aproba-

ción hasta cuatro veces distintas a los diferentes modelos a los que

ha ido ateniéndose la institución, como ya vimos en el apartado del

capítulo III "Las campanas". La primera de las aprobaciones co-

rrespondió al obispo de Madrid-Alcalá, Leopoldo Eijo y Garay,

cuando en 1941 permite su constitución en asociación de fieles

para fines benéficos o de piedad, conocida dentro de la regulación

jurídica eclesial como Pía Unión. En 1943, la Santa Sede da el

visto bueno a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, que tiene

por objeto incardinar a sacerdotes para que de esta forma puedan

recibir su ordenación dentro de la Obra. En aquella fecha, la So-

ciedad estaba integrada únicamente por mi tío José María y por los

sacerdotes que esperaban este momento para ordenarse ya en el

seno de la institución. Canónicamente, eran dos instituciones sepa-

radas y que sólo tenían como nexo común una misma presidencia

en la persona de José María Escrivá de Balaguer. En 1947, la Obra

dará un paso más allá al convertirse en Instituto Secular, también

tras la correspondiente anuencia del Vaticano. Pero, además, se

aprobaban el 1 de noviembre de 1950 las primeras constituciones

del Opus Dei. Finalmente, la Iglesia, en una de las actuaciones más

polémicas y criticadas de los últimos años, le concederá una auto-

nomía propia a través de la Prelatura Personal. Aquello sucedía el

18 de noviembre de 1982.

Las disposiciones finales del Código de Derecho particular de la

Obra de Dios no derogan ni invalidan en su totalidad los pasos

previos y anteriores a la Prelatura Personal aprobados por la Santa

Sede. La vigencia de aquellos puntos que expresamente no fueron

derogados por el nuevo Código mantienen su validez jurídica. Se

requiere, por tanto, echar mano de las distintas normas que regulan

el Opus Dei para conocer su reglamentación canónica.

101

El artículo primero del Código de Derecho particular de la Obra de

Dios ya constituida como Prelatura Personal establece: "El Opus

Dei es una Prelatura Personal que abarca al mismo tiempo a cléri-

gos y laicos, para realizar una especial obra pastoral bajo la direc-

ción de un Prelado propio. Constituyen el Presbiterio de la Prelatu-

ra aquellos clérigos que, entre sus fieles laicos, son promovidos a

las Órdenes y se vinculan a ellas; el laicado de la Prelatura está

formado por aquellos fieles que, movidos por la vocación divina,

están atados por un vínculo jurídico de incorporación a la Prelatu-

ra, de una manera especial. La Prelatura que, de la Santa Cruz y de

la Obra de Dios se llama, sin embargo, bajo el nombre abreviado

de Obra de Dios, es de ámbito internacional, tiene su sede central

en Roma y se rige por las normas de Derecho general de las Prela-

turas generales y también de estos estatutos, junto a escritos o con-

cesiones especiales de la Santa Sede."

El segundo punto del articulado de la Prelatura especifica los fines:

"La Prelatura se propone, conforme a normas de derecho particu-

lar, la santificación de sus fieles, por medio del ejercicio de las

virtudes cristianas, en su propio estado, profesión y condición de

vida, según su específica espiritualidad, absolutamente secular.

También la Prelatura se dirige con todos sus recursos a trabajar

para que las personas de cualquier condición y estado civil, y prin-

cipalmente las que se llaman intelectuales, se adhieran con un co-

razón íntegro a los preceptos de Cristo Señor, y para que con ella,

y también por la fuerza de la propia santificación de cada trabajo

profesional, lleguen en la práctica, en medio del mundo, para que

todas las cosas se ordenen según la voluntad del Creador; y para

formar a hombres y mujeres para ejercer el apostolado igualmente

en la sociedad civil."

En el punto tercero se detallan los medios y obligaciones de los

fieles de la Obra, mientras que ya en el capítulo II se entra de lleno

en la clasificación interna de sus miembros. Los numerarios, que

han de ser célibes y que son los que llevan la administración fami-

liar o doméstica de todos los centros de la Prelatura y de las em-

presas de apostolado. Por tanto, en el momento de su ingreso de-

ben disponer de todo el tiempo del mundo para la institución, sin

olvidar el título académico civil o profesional que pueda ser equi-

102

valente. Las numerarias auxiliares también están obligadas desde

su entrada a guardar la entera disponibilidad, dedicando su vida a

los trabajos manuales y oficios domésticos, que aceptan de forma

voluntaria como si de un trabajo profesional se tratara y, por su-

puesto, a desarrollar en los centros de la Obra. La figura del agre-

gado se presenta como la tercera vía, reúnen las mismas condicio-

nes que los numerarios pero viven en familia. Es una especie de

liberado. Según este capítulo, también es posible pertenecer al

Opus Dei como supernumerario, un célibe o casado, que participa

igualmente en empresas apostólicas y vive, observa el mismo espí-

ritu e idénticas costumbres que los numerarios y agregados.

En el capítulo III aparece reflejada la admisión de los fieles y el

proceso de incorporación a la Prelatura. Una integración que pasa

por tres grados diferentes. La simple admisión, potestad del vicario

general; la incorporación temporal u oblación, que se produce sólo

un año después, y la incorporación definitiva o de fidelidad, una

vez transcurridos cinco años de la oblación. La solicitud de ingreso

debe tener una constancia por escrito dirigida al Ordinario con

competencia en la Prelatura. La admisión únicamente se producirá

una vez cumplidos los 17 años al menos y después de haberse

ejercitado en el peculiar apostolado del Opus Dei, habiendo de-

mostrado que posee sobradamente las cualidades personales como

prueba de haber recibido la "llamada" de la Obra.

Para garantizar el máximo de pureza se imponen una serie de re-

quisitos. Son las incompatibilidades, si antes se ha sido socio de

algún instituto religioso, de alguna sociedad de vida en común -ya

se trate de novicio, postulante o alumno de una escuela apostólica-

o quien haya vivido en un instituto secular o simplemente haya

solicitado su admisión. Tampoco podrán pasar por la Prelatura los

alumnos de los seminarios, laicos, clérigos o sacerdotes encardina-

dos en alguna diócesis.

En general, la incorporación debe estar precedida, lógicamente,

por la instrucción en el espíritu de la Obra, con una formación que

le catapulte a lo largo de su vida para mantener su labor de "trabajo

extraordinario" y, de paso, en el ejercicio de su profesión se procu-

re los medios económicos. En definitiva, son necesarios para el

103

Opus Dei no sólo aquellos que se garantizan el sustento y, dado el

caso, el de su familia, sino también los capacitados "para contri-

buir, de una manera generosa y conforme a las propias circunstan-

cias personales, a sostener las obras apostólicas". Como contra-

prestación, en el artículo 24 aparecen señaladas las funciones y

medios materiales de que disponen los numerarios y agregados.

En el capítulo IV encontramos algunos de los puntos que social-

mente, por su práctica encubierta de presión y persecución incluso,

han levantado más polvareda, la separación de los fieles y la dimi-

sión de la Prelatura. En su artículo 28.1 podemos leer: "Antes de

que alguien se incorpore temporalmente a la Prelatura, puede en

cualquier momento abandonarla libremente." Su punto segundo

indica: "Igualmente, una autoridad competente, por causas justas y

razonables, puede no admitir o aconsejar separarle. Estas causas

son, principalmente, la carencia de espíritu propio del Opus Dei y

la aptitud para el apostolado peculiar los fieles de la Prelatura."

Más adelante, el artículo 29 especifica: "Mientras dura la incorpo-

ración temporal o una vez hecha la definitiva, para que alguien

pueda abandonar voluntariamente la Prelatura es necesaria la dis-

pensa que solamente puede conceder el Prelado." A la dimisión,

que puede encontrarse en el artículo 31, debe procederse "si fuera

necesaria, con la máxima caridad: antes incluso debe ser persuadi-

do aquel de quien se trate, de que se aparte por su voluntad", y por

tanto, que no entren en juego elementos nocivos ni contaminantes.

Y en el artículo 34 observamos la "máxima caridad" aplicada por

la Obra con sus antiguos miembros y la fuerza de que puede hacer

uso: "Quien por cualquier razón se despida de la Prelatura o sea

dimitido por ella, no puede exigir nada de ésta por los servicios

prestados a ella, o por aquello que, bien por trabajo o por el ejerci-

cio de la propia profesión, o por cualquier otro título o medio, le

haya dado en compensación."

Saltando al título III, "Sobre la vida, formación y apostolado de los

fieles de la Prelatura", su capítulo 1 trata "la vida espiritual". Si

procedemos a una selección de lo más sustancioso, podemos leer

en su artículo 79.1: "El espíritu y la praxis ascética propia de la

Prelatura tiene caracteres específicos, plenamente determinados,

104

para conseguir los fines propios." Por tanto, el espíritu del Opus

Dei ofrece un doble aspecto, ascético y apostólico, reforzando en

cualquier caso el carácter secular al que se alude una y otra vez,

esa "armonía" que quiere "inducir" la "sólida y simple unidad de

vida -ascética, apostólica, social y profesional".

En el artículo 80.1 nos acercamos a su fundamento y mensaje, los

cuales ya revisamos en el capitulo anterior del libro: "Un funda-

mento sólido, por el cual se mantienen todas las características del

Opus Dei, y una raíz fecunda y vivificante, es el sentido humilde y

sincero de la filiación divina en Jesucristo, en virtud de quien se

confía agradablemente en la caridad paterna, que Dios tiene con

nosotros; y Cristo nuestro Señor, Dios hombre, por su inefable

bondad, es reconocido como hermano primogénito por los fieles

de la Prelatura, que intentan imitar a Jesús por la Gracia del Espíri-

tu Santo, reviviendo sobre todo en su memoria el agradable ejem-

plo y la fecundidad de esta vida en Nazaret."

En el articulado siguiente se establece "el Sacrosanto Sacramento

de la Misa, como la raíz y centro de la vida espiritual de los fieles

de la Prelatura", a la vez que se pormenorizan las prácticas de pie-

dad obligatorias: 1. Cada día por la mañana, después de la ofrenda

de sus obras hechas a Dios, se dedicarán a la oración mental por el

espacio de media hora; por la tarde, además, dedicarán otra media

hora a la oración. Además, deben dedicarse a la lectura del Nuevo

Testamento y de otro libro espiritual durante algún espacio de

tiempo, y recitar las preces propias del Opus Dei. 2. Cada mes de-

dicarán un día al retiro espiritual. 3. Cada año se consagrarán a un

retiro espiritual más largo durante algunos días. 4. Siempre y en

cualquier parte deben reverenciar la presencia de Dios; se acorda-

rán de su filiación divina; repetirán comuniones espirituales; ade-

más de acciones de gracias, actos de expiación, oraciones, jacula-

torias; deben fomentar con más insistencia la mortificación, el es-

tudio, el trabajo, el orden, la alegría.

Este mismo capítulo se culmina con artículos de exhortación a

vivir la castidad, la obediencia y la pobreza, remarcando el trabajo

como medio de santificación.

105

El capítulo II, "Sobre la formación doctrinal religiosa", trata de la

formación religiosa de los miembros de la Prelatura, con la obliga-

ción expresa de recibirla dentro de los centros del Opus Dei y sólo

por sus sacerdotes.

En el capítulo III, "Sobre el apostolado", se halla la reglamentación

que acabará por dar la forma adecuada al miembro para el buen

cumplimiento de su función. Artículo 110: "La Prelatura entrega a

sus fieles con cuidado una conveniente formación apostólica y la

necesaria asistencia pastoral para conseguir una extraordinaria

labor de evangelización y catequesis, de tal manera que, en la vida

de todos y cada uno se establezca constantemente para su cumpli-

miento la función y el derecho de los cristianos de ejercer el apos-

tolado." En el artículo 119 se aclara que la "Prelatura trata de obte-

ner de sus fieles una extraordinaria y constante actividad apostóli-

ca personal". En los siguientes se alerta sobre la similitud con la

sociedad civil en cuanto a estructuración, para no perder así el re-

ferente claro de la Obra, su expansión por el engranaje que la cons-

tituye: "En esta continua actividad de apostolado personal, los fie-

les de la Prelatura emplean también, según la pericia de cada uno,

aquellos medios y empresas que son comunes a la sociedad civil,

esto es, círculos de estudios, juntas, [recuentes reuniones, sesiones,

conferencias, cursos de estudios, y otras actividades similares, de

modo apropiado a los diversos ámbitos civiles en que ellos desa-

rrollan su actividad."

Modos y formas que van más allá de la propia institución. Artículo

121.1: "Además del apostolado personal, que la Prelatura fomenta

en sus fieles y al que en verdad corresponde el lugar principal, la

Prelatura, de alguna manera presta asistencia personal específica a

los trabajos y empresas de índole civil y profesional, no confesio-

nal, que persiguen fines educativos, asistenciales, etc." No convie-

ne olvidarse aquí el gran interés mostrado por los cuerpos profe-

sionales y la penetración en ellos.

Y más claramente podemos verlo cuando toca el terreno financiero

y económico, entroncando con la idea forjada de la institución, no

es la directa responsable, sino cada uno de sus miembros. Artículo

122: "La Prelatura no asume para sí los aspectos técnicos y eco-

106

nómicos de los proyectos sobre los que se habla en el número 121,

y no responde de ellos, pues pertenecen a sus propietarios y gesto-

res, los que poseen los bienes y recursos de la propia industria u

otros medios civiles semejantes, obtenidos u obtenibles. Ordina-

riamente la Prelatura no es propietaria de los instrumentos materia-

les de estas empresas, cuyo cuidado espiritual adepta." Inteligente

y bonita manera de ejercer un control que paralelamente asegura el

mantenimiento de unas manos visiblemente impolutas.

En el título y se regula el régimen interno de la Prelatura, del pre-

lado, de los vicarios y consejos, de la elección del prelado, de los

cargos y del régimen central, regional y local, sobre las juntas re-

gionales y sobre las relaciones con los obispos diocesanos. El títu-

lo V, el último, refiere la estabilidad y vigencia de este Códice. Las

disposiciones finales, como ya señalábamos al comienzo, vienen a

rubricar la no de-rogación de las anteriores prerrogativas concedi-

das, declaradas o aprobadas por la Santa Sede en favor del Opus

Dei, en tanto no lo haga expresamente el Códice. Esto, por supues-

to, no obliga a tener en cuenta la legislación anterior, sobre todo la

Constitución de 1950, que sirvió para conformar al Opus Dei como

Instituto Secular.

Las actuales normas que regulan el Opus Dei son el Código de

Derecho particular de la Prelatura y las Constituciones anteriores

sobre la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y de la Obra de Dios

como Instituto Secular, en aquello que específicamente no esté

derogado.

En la parte tercera, capítulo II, trata de las obligaciones comunes, y

el artículo 1, de la obediencia. "147. & 1. Todos los alumnos del

Instituto están obligados a servir humildemente a los Superiores en

todas las cosas que atañan a la finalidad de dicho Instituto. 148. La

incorporación al Instituto exige un voto privado comunitario reco-

nocido de obediencia. 152. & 1. En cuanto a los Supernumerarios,

la incorporación exige la pronunciación del voto de obediencia

tocante a todo aquello que pertenece de cualquier modo que sea al

Instituto, tocante a la formación religiosa de los miembros y tocan-

te a la actividad apostólica que ellos personalmente cumplan, cual-

quiera que sea."

107

El artículo 2 trata de la castidad. "156. El voto de castidad, que se

pronuncia para la incorporación de los Numerarios y Oblatos al

Instituto, lleva consigo, aparte de la profesión de celibato, la obli-

gación bajo nuevo título de carácter religioso de abstenerse de

cualquier acto, sea interno sea externo, contra el sexto precepto del

Decálogo. 158. La incorporación de los Supernumerarios al Insti-

tuto exige la pronunciación de un voto privado de castidad de

acuerdo con el estado de cada uno."

El artículo 3, de la pobreza. "161. &1. A fin de que los miembros

puedan ejercitar mejor la pobreza evangélica, está aneja también a

la incorporación la pronunciación de un voto privado reconocido o

comunitario de pobreza. Por la fuerza de este voto, los miembros

Numerarios y Oblatos renuncian: 1. A la facultad de disponer líci-

tamente de cualquier bien temporal, valorable en precio, sin licen-

cia legítima de sus Superiores; 2. A la facultad de adquirir para sí

bienes, cualesquiera que sean, de los que adquieren por su propia

industria o trabajo o que, según la organización del Instituto, se les

entrega o vienen a sus manos; 3. Para cumplir aquellos actos de

que se habla en el &1, proporciona los medios en los asuntos gra-

ves el Presidente o si el asunto urge, así como en los asuntos ordi-

narios, el Superior regional o incluso local. 162. &1. Los miem-

bros Numerarios y Oblatos conservan la propiedad de sus propios

bienes patrimoniales y la capacidad de adquirir otros bienes del

mismo tipo. &2. A todos los miembros se les exige ceder la admi-

nistración de sus bienes propios a quien quieran y disponer de su

uso y usufructo. Sin embargo, en virtud de licencia de los superio-

res y bajo la vigilancia de éstos, pueden administrarlos, usar de

ellos y gozar de su usufructo, especialmente cuando no lleven su

vida de familia en el Instituto. &3. Una vez roto el vínculo con el

Instituto, la cesión de la administración o bien la disposición del

uso y usufructo, en caso de que se hubiere determinado, dejan de

tener fuerza. 163. &1. Todo lo que los socios Numerarios y Obla-

tos por su propia industria adquieren después de realizada la incor-

poración, al arbitrio del Presidente, se dedica a la Sociedad Sacer-

dotal de la Santa Cruz o al Opus Dei o a las Sociedades. &2. El

Instituto, por su parte, proporciona a los militantes individualmen-

te todos aquellos elementos que a juicio de los superiores corres-

108

pondan a su alimentación, vestido y estudios; y todo aquello que

haga falta para ejercer el propio servicio profesional, según lo exi-

jan las condiciones en que se desenvuelve. Esto no implica una

uniformidad de las vestimentas, de las cuales el Instituto no tiene

ninguna que sea común. &3. En cuanto a los Oblatos, el Instituto

proporciona además todo aquello que a juicio de los Superiores,

sopesadas las circunstancias de cada uno de sus miembros, se es-

time necesario para que cada uno de los Oblatos asuman aquellos

seguros o fianzas de que se habla en el número 166. &l. &4. En

fin, el Instituto provee a los padres de los miembros que puedan

padecer necesidad con la caridad y generosidad que corresponde,

sin que de esto pueda provenir nunca ninguna especie de obliga-

ción jurídica. 164. El voto de la pobreza en los Supernumerarios

abarca: 1. En cuanto al uso de los bienes propios y al tenor perso-

nal de su vida, en su propia condición, según la definición práctica

de los Superiores en los casos dudosos, de acuerdo con la norma

número 165, comportarse de tal forma que todos los actos estén

informados de un espíritu de pobreza y se adapten a él adecuada-

mente; 2. En cuanto a aquellos bienes que pudieren haberles sido

confiados por el Instituto o de los que deban de usar en el ejercicio

del apostolado, una plena sujeción y dependencia respecto a las

disposiciones del Superior. 165. Los socios Supernumerarios con-

servan aquella condición económica que pueda corresponder a la

vida social de los mismos; sin embargo, personalmente y con tal

de que los derechos de la propia familia no se vean por ello afecta-

dos hasta un cierto límite, se esforzarán en cultivar la virtud de la

pobreza remitiendo el asunto en caso de duda al juicio de los Supe-

riores del Instituto. 166. &l. Los Supernumerarios llevan una vida

acorde con la propia condición de cada uno, siendo del todo inde-

pendiente del Instituto su libertad económica personal; cada uno de

ellos está atendido a regir y ordenar su propia vida económica con

el patrimonio familiar, con el trabajo personal; también con aque-

llos préstamos económicos, fianzas y seguros que las leyes civiles

prevén para los casos de defectos o imposibilidad de trabajo, de

enfermedad, de vejez, etc. &2. Todos contribuyen a sostener los

gastos del Instituto de grado y espontáneamente con liberalidad de

ánimo, entregando limosnas cada mes, según la capacidad econó-

109

mica de cada cual. 167. Si alguno (cosa que Dios no quiera) se

despide del Instituto o dimite de él no puede reclamar de él nada

por los servicios que le ha prestado ni por las donaciones volunta-

rias que haya podido hacer a la Institución en calidad de miembro

ni tampoco por los productos de su industria o ejercicio profesio-

nal que hayan sobre ella revertido."

Estas normas son las que han regido en el Opus Dei desde la apro-

bación por la Santa Sede como Instituto Secular, hasta 1982, en

que es aprobada como Prelatura Personal.

"El Derecho Canónico es el Derecho de la Iglesia, la sociedad reli-

giosa fundada por Cristo y a la que los bautizados nos unimos por

los vínculos de comunión en una misma fe, los mismos sacramen-

tos y la obediencia a las autoridades por El constituidas. Esta so-

ciedad, aunque religiosa, vive conforme a una norma jurídica, y

ello por voluntad de su divino Fundador; El la organizó instituyen-

do para su régimen autoridades legítimas, señalando a los deposi-

tarios de la autoridad y a los fieles todos los fines precisos que son

obligatorios alcanzar, actividades ordenadas a ello, más otros me-

dios, naturales y sobrenaturales, adecuados, suficientes y aun so-

breabundantes.

"Las autoridades tienen por misión dirigir estas actividades y ad-

ministrar estos medios, cuyo fin es la salvación de cada uno y so-

cialmente rendir a Dios el culto público al que tiene derecho.

"Los poderes de régimen vienen de Dios."

Estas afirmaciones están recogidas en el prólogo a la sexta edición

del Código de Derecho Canónico de 1917 del obispo de Tuy fray

José López Ortiz, quien termina el mismo con estas palabras: "La

obediencia de la ley de la Iglesia no es sumisión forzada, es acata-

miento amoroso de la voluntad divina que mediante ella conoce-

mos auténticamente, obsequio racional de fe. El Señor nos ha he-

cho esta misericordia de enseñarnos siempre con seguridad sus

designios providenciales sobre nosotros. MUCHA PAZ TIENEN

LOS QUE AMAN TU LEY; NO HAY PARA ELLOS TROPIE-

ZO.

110

"En esta devoción que va prendiendo tan viva hacia la Iglesia,

cuerpo místico de Cristo; en este acatamiento a la Jerarquía que tan

gallardamente proclaman las porciones más selectas de nuestros

fieles, tienen también que guardarse un rinconcito de afecto a la

ley de la Iglesia, a sus cánones.

"[...] No es el Código un instrumento para tergiversaciones de le-

guleyos; pide acatamiento de corazón, rendimiento de inteligencia

y voluntad. Está Cristo detrás de él, dentro de él.

"Que de esta devoción a la Iglesia, la esposa de Cristo, y a sus san-

tas leyes, podamos sentir como el Salmista de la ley de Dios, que

ésta no deja de serlo. HE ESCONDIDO EN MI CORAZÓN TUS

PALABRAS, PARA NO PECAR CONTRA TI. SI ERRARE

COMO OVEJA PERDIDA, BUSCA A TU SIERVO, PUES NO

ME HE OLVIDADO DE TUS MANDAMIENTOS."

Mi tío José María estudió este mismo Código de Derecho Canóni-

co, no sólo en el seminario, también en su carrera de derecho. Pero

desde el principio parece desconocerlo o más bien no tenerlo en

cuenta a lo largo de la fundación de su obra.

La parte tercera de este Código habla de los seglares y en el título

XVIII de la asociación de fieles en general. El canon 684 dice:

"Son dignos de alabanza los fieles que se inscriben en las asocia-

ciones erigidas o por lo menos recomendadas por la Iglesia; pero

huirán de las asociaciones secretas, condenadas, sediciosas, sospe-

chosas o que procuren substraerse a la legítima vigilancia de la

Iglesia." Y el canon 686. &1: "No se reconoce en la Iglesia ningu-

na asociación que no haya sido erigida o al menos aprobada por

una autoridad eclesiástica legítima. &2. Erigir o aprobar las aso-

ciaciones pertenece, fuera del Romano Pontífice, al Ordinario del

lugar... &4. Ni el Vicario General, con sólo mandato general, ni el

Vicario Capitular, pueden erigir asociaciones o dar su consenti-

miento para erigirlas o agregarlas."

Mi tío José María mantendrá su Fundación desde el 2 de octubre

de 1928 hasta el 19 de marzo de 1941 hasta que se erige como Pía

Unión por el obispo de Madrid-Alcalá don Leopoldo Eijo y Garay.

Pero repasemos el Capítulo II del Código Canónico en aquellas

fechas vigente: "De las cofradías y pías uniones. 707. &. Las aso-

111

ciaciones de fieles que han sido erigidas para ejercer alguna obra

de piedad o caridad, se denominan pías uniones; las cuales, si están

constituidas a modo de cuerpo orgánico, se llaman hermandades.

&2. Y las hermandades que han sido erigidas para el incremento

del culto público, reciben el nombre particular de cofradías."

Nada más lejos del espíritu del Opus Dei y de su Fundador que los

fines esbozados como característicos de las pías uniones. Pero a

pesar de ello, así se mantendrá hasta la aprobación como Instituto

Secular en 1947.

Como ya hemos expuesto, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz

fue promovida por mi tío José María con el solo objeto de poder

ordenar sacerdotes a miembros de la Pía Unión y que no era otra

cosa que una institución llamada Opus Dei. Como Pía Unión care-

cía de la licencia para incardinar sacerdotes, ya que la potestad

sólo reside en las diócesis o las órdenes religiosas.

Nunca le debió de preocupar al Fundador del Opus Dei estos ni-

mios detalles. La Obra era de Dios y se podía saltar a la torera la

legislación de la esposa de Cristo, Nuestra Santa Madre Iglesia

Católica. El gran paso adelante de mi tío fue la aprobación de los

institutos seculares. Esta figura canónica en cajaba de lleno con el

espíritu, las normas dictadas para sus miembros y los votos de po-

breza, castidad y obediencia.

Pero poco duraría la alegría de exclusividad. Muy pronto la Santa

Sede aprueba nuevos institutos seculares. No pudo hacerle ninguna

gracia. El Opus Dei debe ser distinto a todo lo legislado por la

Iglesia, único. E insistirá, y dejará a sus hijos la herencia de perpe-

tuar la llamada, dejando bien al aire los objetivos de fondo de la

sociedad. El Opus Dei, después de la muerte de mi tío sólo se sa-

ciará como Prelatura personal. Pero es de temer que ésta no sea su

última metamorfosis, al menos a tenor de los problemas que se

vienen sucediendo con los obispos de las diócesis al hacer gala de

su autonomía.

S. S. Juan Pablo II, al promulgar el renovado Código de Derecho

Canónico, nos dice: "La Iglesia Católica, con el paso del tiempo,

ha sabido reformar y renovar las leyes de la disciplina canónica, a

fin de que, guardando siempre fidelidad a su Divino Fundador, se

112

adecuaran convenientemente a la misión salvífica que le ha sido

confiada. Movido por ese propósito, y satisfaciendo los deseos de

todo el orbe católico, en el día de hoy, 25 de enero de 1983, dis-

pongo que se promulgue el Código de Derecho Canónico, después

de su revisión."

Y a continuación aclara: "El Código, principal documento legisla-

tivo de la Iglesia, fundado en la herencia jurídica y legislativa de la

Revelación y de la Tradición, debe considerarse como instrumento

imprescindible para la observancia del orden debido, tanto en la

vida individual y social como en la actividad misma de la Iglesia.

[...] Exhorto, por tanto, a todos mis queridos hijos a que cumplan

con ánimo sincero y buena voluntad los preceptos aquí expuestos,

y confío en que cobre nuevas fuerzas la esmerada disciplina de la

Iglesia."

Dios quiera que esta exhortación de S. S. el Papa Juan Pablo II

tenga mejor acogida entre los hijos de mi tío José María que la que

en él tuvo la de sus predecesores, y que se relata en el "Prefacio"

de este Código de Derecho Canónico: "Desde los primeros tiempos

de la Iglesia fue usual reunir los sagrados cánones para hacer más

fácil su conocimiento, utilización y observancia, sobre todo a los

ministros sagrados, ya que "no es lícito que sacerdote alguno igno-

re sus cánones", como ya advertía el Papa Celestino en la epístola

a los Obispos de Apulia y Calabria (21 de julio de 429; cfr. Jaffé

núm. 371 y Mansi IV col. 469); con estas palabras coincide el

Concilio IV de Toledo (del año 633), que, después del restableci-

miento en el reino de los Visigodos de la disciplina de la Iglesia,

liberada del Arrianismo, había prescrito: "que los sacerdotes co-

nozcan las sagradas escrituras y los cánones", porque "debe evitar-

se la ignorancia, madre de todos los errores, primordialmente en

los sacerdotes de Dios"."

El Fundador del Opus Dei, sacerdote, prelado doméstico de Su

Santidad, doctor en derecho, doctor en teología por la Universidad

Laterense, doctor honoris causa por la Universidad de Zaragoza,

gran canciller de la Universidad de Navarra y de la Universidad de

Piura, consultor de la Comisión Pontificia para la interpretación

113

del Código de Derecho Canónico, bien tenía que saber las normas

que regulan a todos los católicos.

Me hubiera gustado saber por qué rehuyó el someterse a la legisla-

ción eclesiástica, dada su conocida y no menos ponderada humil-

dad. Era de prever que se manejaban motivos más que suficientes

para avalar una postura por todos conocida. Pero al fin y al cabo

un secreto que se llevó de este mundo, o bien lo dejó escrito y se-

rán sus hijos quienes en el momento oportuno vengan a justificár-

noslo. El tiempo lo dirá.

Volvamos al vigente Código de Derecho Canónico, promulgado el

25 de febrero de 1983. Su título IV trata de las Prelaturas persona-

les, y en el canon 294 se especifica: "Con el fin de promover una

conveniente distribución de los presbíteros o de llevar a cabo pecu-

liares obras pastorales o misionales en favor de varias regiones o

diversos grupos sociales, la Sede Apostólica, oídas las Conferen-

cias Episcopales interesadas, pueden erigir Prelaturas personales

que consten de presbíteros y diáconos del clero secular. 295. &. La

prelatura personal se rige por los estatutos dados por la Sede Apos-

tólica y su gobierno se confía a un Prelado como Ordinario pro-

pio... 296. Mediante acuerdos establecidos con la prelatura, los

laicos pueden dedicarse a las obras apostólicas de la prelatura per-

sonal; pero han de determinarse adecuadamente en los estatutos el

modo de esta cooperación orgánica y los principales deberes y

derechos anejos a ella. 297. Los estatutos determinarán las relacio-

nes de la prelatura personal con los Ordinarios locales de aquellas

iglesias particulares en las cuales las prelaturas ejerce o desea ejer-

cer sus obras pastorales o misionales, previo el consentimiento del

Obispo diocesano."

Con fecha 28 de noviembre de 1982 se obtiene una copia que con-

cuerda con el original archivado en la Sagrada Congregación para

los Obispos del Código de Derecho Particular de la Obra de Dios,

y que son los estatutos vigentes que regulan el Opus Dei. El título

IV aborda el régimen de la prelatura. Y su capítulo V del Código

de Derecho particular de la Obra de Dios trata "Sobre las relacio-

nes con los obispos diocesanos". El contenido del artículo 172. &1

es el siguiente:

114

"Todos los fieles cristianos de la Prelatura se obligan humildemen-

te a obedecer al Romano Pontífice en todas las cuestiones: esta

obligación de obedecer afecta a todos los fieles con un vínculo

fuerte y dulce.

"&2. También se someten a los Ordinarios del lugar, según la

norma de derecho universal, por la misma razón que los demás

católicos en la propia diócesis, conforme a lo escrito a este Códi-

ce."

Sigue con diversos artículos regulando estas relaciones, que como

es lógico obligan sólo a los miembros del Opus Dei, pero nunca a

los obispos de las diócesis. Cada vez se suceden con más frecuen-

cia los enfrentamientos que surgen entre las dos autoridades ecle-

siásticas. Por una parte el Obispo territorial, donde realizan las

labores apostólicas los miembros del Opus Dei, y por la otra las

indicaciones de su Prelado.

En el libro de Michael Walsh, historiador católico, El mundo se-

creto del Opus Dei, encontramos: "El cardenal Hume, arzobispo de

Westminster, después de que el Times de Londres publicara en

enero de 1981 un artículo a toda página muy crítico con el Opus,

basado sobre todo en las experiencias del doctor John Roche. "Por

lo que atañe a lo que está establecido en la diócesis de Westmins-

ter -declaraba el cardenal- tengo la responsabilidad, como obispo,

de asegurar el bienestar de toda la Iglesia local, así como los mejo-

res intereses del mismo Opus Dei." Y proseguía:

""He hecho saber a los responsables del Opus Dei en este país lo

que considero que son las debidas recomendaciones para la futura

actividad de sus miembros dentro de la diócesis de Westminster.

Ahora quiero hacer pública estas cuatro recomendaciones. Cada

una de ellas emerge de un principio fundamental: que los procedi-

mientos y actividades de un movimiento internacional, presente en

una diócesis particular, pueden muy bien tener que ser modificadas

con prudencia a la luz de las diferencias culturales y costumbres

locales legitimas y normas de la sociedad en la que dicha corpora-

ción internacional pretende trabajar.

""Estas consideraciones no deben ser tomadas como una crítica a

la integridad de los miembros del Opus Dei, ni de su celo al pro-

115

mover su apostolado. Las estoy haciendo públicas para salir al

paso de inquietudes comprensibles y para fomentar la práctica or-

todoxa dentro de la diócesis."

"Estas recomendaciones son las que siguen:

"1. Ninguna persona de menos de dieciocho años debería ser auto-

rizada a tomar ningún voto ni obligación a largo plazo con el Opus

Dei.

"2. Es esencial que los jóvenes que quieran unirse al Opus Dei

traten primero el asunto con sus padres o tutores legales. Si excep-

cionalmente hay buenas razones para no dirigirse a sus familias,

estas razones deberían, en cada caso, ser discutidas con el obispo

local o con su delegado.

"3. Aunque se admite que los que se unen al Opus Dei aceptan los

deberes y responsabilidades propios de los miembros, se debe po-

ner cuidado en respetar la libertad del individuo para unirse o para

dejar la organización sin que sea ejercida una presión indebida;

segunda, la libertad del individuo en cualquier etapa para escoger a

su director espiritual, tanto si el director es miembro del Opus Dei

como si no.

"4. Las iniciativas y actividades del Opus Dei dentro de la diócesis

de Westminster deberán llevar una clara indicación de su patroci-

nio y dirección.""

Michael Walsh continúa relatando: "Estas Pautas para el Opus Dei

dentro de la diócesis de Westminster, como se titulaban, llevaban

fecha del 2 de diciembre de 1981. Aunque en el párrafo final el

cardenal afirmaba "confiar en que estas cuatro pausas no obstacu-

lizarán en modo alguno la obra apostólica a la que el Opus Dei se

ha comprometido, sino que le ayudarán a adaptarse a la espirituali-

dad tradicional y a los impulsos de nuestro pueblo", los lectores a

estas alturas del libro serán conscientes de lo contrarias que son las

actitudes y las prácticas del Opus. Por lo tanto, es cuestionable

hasta qué punto son observadas."

E indica el historiador: "Un joven que ingresó en el Opus Dei a los

diecisiete años afirmó después que, cuando planteó la cuestión de

la declaración del cardenal, se le dijo que eran simplemente pautas,

116

no reglas, y que por tanto el Opus no estaba obligado a seguirlas.

Por otra parte dos mujeres numerarias auxiliares reiteraron que,

aunque puede no ser una buena idea el decírselo a los padres, a

nadie se le admitía hasta no tener más de dieciocho años. Eso po-

dría ser técnicamente cierto, si bien el reclutamiento comienza

antes de dicha edad. La cuarta recomendación exige "indicación

clara" de las actividades del Opus dentro de la diócesis de West-

minster. En su largo informe anual, que finaliza el 30 de septiem-

bre de 1986, la Netherhall Educational Association no menciona

en ningún momento que esta sociedad limitada controla no sola-

mente el Netherhall, sino también Ashwell House en el oeste de

Londres y Grandpont en Oxford, como residencias internacionales

para estudiantes; Lakefield Housecraft and Educacional Centre,

Elmore (en Orme Court), Westpart en el suroeste y Kelston (un

club y centro de estudios para escolares masculinos) en el sur de

Londres; el Wickenden Manor Conference Centre en Sussex y

Dunreat en Glasgow tienen una directiva formada exclusivamente

por miembros del Opus, que dan como dirección suya casas del

Opus Dei en Londres o en Manchester, y ninguno de los cuales

recibe remuneración por sus servicios. El informe manifiesta que:

"Los propósitos principales de la asociación son la mejora de la

educación y la formación de carácter según los principios e ideales

cristianos." En ninguno de ellos se menciona que el Opus esté de

algún modo implicado, un descuido notable, pensará alguien, a la

luz de los deseos del cardenal sobre la cuestión."

Esta forma de proceder es común a todas las partes donde realizan

sus actividades apostólicas. En España, posiblemente y por el po-

der que tienen en el control sobre los medios de comunicación, se

ha publicado mucho menos de lo que en proporción está sucedien-

do.

El haber elegido Inglaterra como botón de muestra del comporta-

miento y enfrentamiento existente entre las distintas autoridades

eclesiásticas ha sido debido a:

1. Inglaterra es un país con minoría católica.

117

2. El nivel cultural de los ingleses es de los más altos del mundo.

3. La ecuanimidad de lo relatado y de los personajes que intervie-

nen en el relato.

Si enfrentamientos como éste se suceden en Inglaterra, yo me pre-

gunto: ¿qué es lo que ocurrirá en un futuro próximo?

Es de suponer que estos conflictos, cada día mayores, obliguen a la

Santa Sede a modificar nuevamente la regulación jurídica del Opus

Dei.

Hoy, son muchos los miembros del Opus Dei que desconocen que

todavía están vigentes en aquello que no esté expresamente dero-

gado, los estatutos anteriores.

Después de una lectura rápida de todas las normas que regulan la

Obra de Dios, es chocante escuchar a mi tío José María que el

Opus Dei es una asociación de fieles, y que son cristianos corrien-

tes, etc. No creo que los cristianos corrientes tengamos votos ni

que tengamos la obligación de contribuir al sostenimiento de las

sociedades apostólicas. Como siempre, las medias verdades siguen

jalonando el "Camino" desde la fundación del Opus Dei.

Si estas obligaciones no repercutiesen en situaciones conflictivas

sólo pediríamos que se diesen a conocer a las personas antes de

ingresar en la Obra. Pero lo que es peor es que en el caso de los

supernumerarios, si sólo uno forma parte de la Obra el conflicto es

total.

No es mi intención, ni sería conveniente, realizar un exhaustivo

estudio de las normas que durante la pequeña historia vivida por la

Obra han sido aprobadas por la Santa Sede a requerimiento del

Opus Dei. Además, creo que muy probablemente acabarán solici-

tando un nuevo marco legal dentro de la Iglesia, a tenor de los en-

frentamientos que, cada vez más, están saltando con los ordinarios

territoriales.

Personalmente, han tenido que sucederse toda una serie de circuns-

tancias para que me preguntara y entrara a analizar en profundidad

"< Qué es el Opus Dei?". Como considero que este rápido repaso a

la actual legislación no es suficiente para dar con la explicación

exacta, he estimado apropiado pasar a engarzarlas con los testimo-

118

nios y respuestas que han ido ofreciendo mi tío José María y los

miembros de la Obra durante estos años.

Los datos que conocemos sobre la Fundación del Opus Dei son

escasos. Los hemos analizado en el tercer capitulo, pero desde en-

tonces han pasado varias décadas y es necesario saber más.

2. UNA FAMILIA ESPIRITUAL: "EL PADRE"

Según los relatos que se nos ofrecen desde el mismo Opus Dei, mi

tío José María "vio" su Obra en octubre de 1928, y la vio en su

totalidad, como Dios la quería e iba a ser al cabo de los siglos. Pa-

ra los miembros de la Institución, la verdadera historia -hasta en-

tonces protohistoria del Opus Dei- arranca dos años después. O al

menos es eso lo que nos dice Peter Berglar: "A la edad de casi dos

años, la criatura recibió su nombre; entonces es cuando realmente

entra en la "historia". El vástago surgido el 2 de octubre de 1928

despuntaba ya, muy pequeñito todavía, pero visible se podía seña-

lar con el dedo y decir "Es el Opus Dei". Los medios para impul-

sarlo fueron desde el principio la exposición de palabra y por escri-

to. Muchas se han publicado y otras esperan el momento para su

publicación. Además, tenemos sus cartas llenas de cariño paterno

que, por una vez, me atrevería a llamar "cartas doctrinales".

"La primera de esas cartas lleva la fecha del 24 de marzo de 1930,

fiesta del Arcángel San Gabriel, y la última el 14 de febrero de

1974, "cumpleaños" de la Sección de Mujeres. La primera se diri-

gía a personas que no existían; la última estaba escrita para más de

sesenta mil miembros.

"La primera carta está dirigida a personas que sólo Dios conocía,

se llama "Singule Dies". "Nuestra entrega -así comienza la carta-

al servicio de las almas es una manifestación de esa misericordia

del Señor no sólo hacia nosotros, sino hacia la humanidad toda.

Porque nos ha llamado a santificarnos en la vida corriente, diaria, y

a que enseñemos a los demás, prudentemente, sin coacción, espon-

táneamente -según la voluntad de Dios-. Nos interesan todos, por-

que todos tienen un alma que salvar, porque a todos podemos lle-

119

var en nombre de Dios, una invitación para que busquen en el

mundo la perfección cristiana repitiéndoles: 'Sed perfectos, como

lo es nuestro Padre celestial.' ""

"El mensaje del Opus Dei ya estaba lanzado, pero en esos momen-

tos había que empezar a difundirlo. A fines de 1932, el Padre em-

pezó a reunirse con sus jóvenes amigos en la vivienda de la familia

Escrivá, ya que cuando Josemaría se traslada a Madrid, su madre,

su hermana Carmen, y su hermano Santiago no habían tardado en

seguirlo..." Así nos lo cuenta Vázquez de Prada. Y continúa: "El

Fundador vivió con su familia en un piso acogedor en la calle de

Martínez Campos, 4. Puede decirse que esta vivienda fue el primer

centro de la Obra, pues en ella ya estaba la célula primitiva del

futuro espíritu de familia del Opus Dei. Puede decirse que la fami-

lia del Fundador cimentó la estructura de la Obra.

"El Opus Dei es una familia, una familia espiritual, pero familia al

fin y al cabo, una familia en el sentido real de la palabra, puesto

que los llamados son hombres de carne y hueso unidos por el Espí-

ritu Santo, que mantienen entre sí una lealtad y fidelidad naturales,

como entre personas de una familia humana, llenas de cariño y

confianza."

¿Cuál es el origen de esa familia espiritual? ¿Es que los cristianos

no somos hermanos en Cristo? ¿No es la Iglesia católica nuestra

Madre? Veamos la explicación de esta nueva familia que nos retra-

ta Vázquez de Prada: "El origen de esta familia es el matrimonio

espiritual del Fundador con Jesucristo. El Opus Dei fue un regalo

de Dios fruto de esa unión. Es la gracia la que hace que, sin mérito

alguno por su parte, los miembros del Opus Dei nazcan a su voca-

ción: es un don gratuito de Dios. Pero su paternidad espiritual per-

tenece a aquel sacerdote que Dios había llamado a ser Padre.

" ''No puedo dejar de levantar el alma agradecida al Señor -escribía

monseñor Escrivá de Balaguer en 1945- por haberme dado esa

paternidad espiritual, que con su gracia, he asumido con plena

conciencia de estar sobre la tierra sólo para realizarla.""

Pero ¿no es la iglesia católica la Esposa de Cristo? ¿Se habrá sepa-

rado Cristo de su Iglesia para casarse con monseñor Escrivá de

Balaguer? No, yo creo firmemente que no.

120

Más adelante lo expresaba con las siguientes palabras: "Hijos

míos, yo os he engendrado como las madres, con dolor como las

madres." Exclamación que denota una clara resonancia mesiánica,

dicho sea de paso.

Pero continúa Vázquez de Prada: "El que el Fundador sea Padre

hace que los miembros de la Obra sean hermanos entre sí, que la

Obra sea una gran familia. Pero una familia es algo más; compren-

de también un hogar, tanto en el sentido material como en el senti-

do espiritual, afectivo del término.

"La palabra "HOGAR" indica, también, calor de familia, respon-

sabilidad personal, cuidado de los demás si resulta que hay un

miembro de la familia que se convierte en "la oveja negra" como

dice la expresión popular, todos sufren por él e intentan ayudarle.

Por eso decía el Fundador "el proselitismo máximo es hacer que no

se pierda ningún hermano tuyo". Y finalmente, la salud de una

familia se muestra en la calidad y cantidad.

"En aquel hogar de la calle de Martínez Campos, el ama de casa

era doña Dolores Albás, a quien ayudaba su hija Carmen, bajo la

paternidad espiritual de don Josemaría. Ese ambiente al principio

se basó en la familia de sangre del Fundador, se convirtió después

en un principio general para todos los centros del Opus Dei. La

Sección de Mujeres de la Obra hace posible que el espíritu de la

familia se viva realmente, pues se ocupan de la administración."

Aunque pasarían muchos años hasta que la Obra pudo formar su

primer hogar. La primera tuvo sus años contados, la familia se vio

forzada a desperdigarse por la guerra civil y sólo a fines de 1939

empezarían a levantar su "HOGAR". Con la inauguración de la

residencia en la calle de Genner en Madrid retornaría esta familia a

su antiguo seno espiritual tras la diáspora. Aunque verdaderamen-

te, el primer hogar, si queremos hablar con propiedad, lo tendre-

mos en el año 1941 en la calle de Diego de León, actual sede del

Opus Dei en España.

Pero veamos qué nos dice mi tío José María cuando le preguntan

"¿Qué es el Opus Dei?". En el libro "Conversaciones con monse-

ñor Escrivá" responde: "El Opus Dei es una organización interna-

cional de laicos, a la que pertenecen también sacerdotes seculares

121

(una exigua minoría con el total de socios). Son personas que vi-

ven en el mundo, en el que ejercen su profesión u oficio. Al acudir

al Opus Dei no lo hacen para abandonar su trabajo, sino al contra-

rio buscando una ayuda espiritual con el fin de santificar su trabajo

ordinario, convirtiéndolo en medio de santificarse."

En otro libro, "Josemaría Escrivá de Balaguer. Amar el mundo",

encontramos una selección de textos, escritos y homilías de mi tío

José María. El capítulo se inicia significativamente con la pregunta

"¿Qué es el Opus Dei?". Después de leer una y otra vez cada uno

de los párrafos no encuentro la respuesta, pero sólo porque no hay

respuesta.

Nos dice qué es lo que se propone. Nos dice que el Opus Dei es

tan viejo como el Evangelio nuevo y, como el Evangelio, nos dice

que Dios creó al hombre para trabajar. Nos dice que es un camino

de santificación. Nos dice que el único objetivo del Opus Dei es su

contribución a forjar en medio del mundo hombres y mujeres de

todas las razas y condiciones sociales, que procuren amar y servir

a Dios y a los demás hombres con su trabajo ordinario. Nos dice

que todos los caminos honestos de la tierra, todos los estados, to-

das las profesiones pueden ser caminos de santidad. Nos dice que

el Opus Dei es buscar la santidad en medio del mundo, en la calle.

"Quien recibe de Dios la vocación específica al Opus Dei sabe y

vive que debe alcanzar la santidad en su propio estado, en el ejer-

cicio de su trabajo, manual o intelectual. He dicho sabe y vive.

Porque no se trata de aceptar un simple postulado teórico, sino de

realizarlo día a día en la vida ordinaria.

"Querer alcanzar la santidad -a pesar de los errores y de las mise-

rias personales, que durarán mientras vivamos- significa esforzar-

se, con la gracia de Dios, en vivir la caridad, plenitud de la ley y

vínculo de la perfección."

Podría atreverme a transcribir toda la predicación de mi tío José

María, o releerla yo solito cuantas veces se quieran y seguir sin

explicarme qué es el Opus Dei desde el punto de vista religioso.

Ahora bien, tomando como referencia una nueva perspectiva ten-

dría más suerte: "El Opus Dei es una Organización internacional

de laicos..." Un asterisco sirve de llamada en el texto, y puedo leer

122

en letra más pequeña, como aclaración, en la parte baja de la pági-

na: "En su definitiva configuración jurídica, el Opus Dei es una

Prelatura personal de ámbito internacional, con sede central en

Roma. Su finalidad no ha variado, y puede sintetizarse diciendo

que busca difundir en todos los ambientes sociales una profunda

toma de conciencia de la llamada universal a la santidad y al apos-

tolado en el ejercicio del trabajo profesional." Más claro, el agua.

3. UNA FAMILIA ESPIRITUAL: LOS HIJOS

Inicialmente, los primeros miembros del Opus Dei viven en el ho-

gar de sus familias humanas. Como hemos visto, sólo a partir del

año 1941 los hijos vivirán en SU "HOGAR" con monseñor Escri-

vá, el Padre. Pero antes tuvieron que venir al mundo. Conozcámos-

los.

Un ingeniero de caminos, Isidro Zorzano, será la primera persona

que pedirá su admisión en la Obra en 1930. Posteriormente se irán

incorporando el ingeniero industrial Luis Gordón, el estudiante de

medicina Juan Giménez Vargas, el estudiante de física y química

José María González Barrero, el estudiante de arquitectura Ricardo

Fernández Vallespín, el estudiante de ciencias exactas y arquitec-

tura Pedro Casciaro, el ingeniero de minas José María Hernández

de Garnica, el también estudiante de ciencias exactas y arquitectu-

ra Francisco Botella, el estudiante de arquitectura Miguel Fisac, el

ingeniero de caminos Manuel Sáenz de los Terreros y el ingeniero

de caminos Álvaro del Portillo. Casi todos viven con sus familias y

sólo unos cuantos comparten la residencia, aunque todos frecuen-

taban la casa de la madre del Fundador, donde se reunían y meren-

daban en muchas ocasiones.

Como anécdota, según parece y se relata en las biografías oficiales

del Opus Dei, una tarde mi tío Santiago volvió del colegio y al ir a

buscar la merienda apenas encontró algo. Se quejó a su madre y le

dijo: "Los chicos de José María se lo comen todo." Pocos años más

tarde recibiría el ciento por uno y el Marquesado de Peralta.

123

"En 1933 habían instalado una academia en la calle de Luchana,

Academia DYA, que significaba Derecho y Arquitectura. Poste-

riormente también la denominan "Dios y Audacia". La primera

residencia se abre en la calle Ferraz 50, y su primer director será

Ricardo Fernández Vallespín. En el segundo curso irán a vivir Pe-

dro Casciaro y Francisco Botella, puesto que sus familias viven

fuera de Madrid. En julio de 1936 se trasladan al 16 de la misma

calle y será Isidoro Zorzano el director, quien no tuvo tiempo de

estrenarse puesto que tuvieron que marcharse. Se había iniciado la

guerra civil."

Durante los años de la guerra cada uno irá por su lado, menos los

siete que acompañaron a mi tío en la huida de la zona roja, pasan-

do los Pirineos y después regresando a la zona nacional. Concre-

tamente a Burgos, donde estaba el cuartel general de Franco. Du-

rante este período sólo se contabilizarán dos nuevos adeptos, José

María Albareda y Vicente Rodríguez Casado.

Una vez acabada la guerra mi tío José María regresa a Madrid para

reemprender su labor, estrenando la residencia en la calle de Gen-

ner. Entonces se unirá a ellos Amadeo Fuenmayor, que obtendrá la

cátedra de derecho civil, José Manuel Casas Torres, que se hará

con una de geografía, el abogado y alcalde de Oliva Justo Martín

Gilavert.

Entre 1940 y 1941, ya en la sede de Diego de León, ingresará un

importante número, entre quienes se cuentan Antonio Ivars Mo-

reno, Ismael Sánchez Bella, su hermano Florencio, Ángel López-

Amo, Manuel Botas, Salvador Moret, Vicente Garin, José Monta-

ñés, Juan Castelló, José López Navarro, José Orlandis, Federico

Suárez, Jesús Arellano, Javier Ayala, José Javier López Jacoisti,

Juan Antonio Galarraga, Ignacio Echevarría, Jesús Urteaga, Rafael

Termes, Alfonso Balcells...

Todos ellos, como sólo cabía esperar, universitarios, que irán ocu-

pando paulatinamente los puestos de responsabilidad en el Consejo

Superior de InvestigacioneS Científicas, en la propia Universidad,

en las finanzas, la industria y, por último, en la política.

En la década de los cuarenta, mi tío José María explotará el primer

filón de miembros y encauzará la expansión del Opus Dei por toda

124

España, aunque centrándose muy particularmente en las capitales

de provincia donde es posible acceder a los estudios universitarios.

Conviene refrescar la memoria y recordar al lector que por enton-

ces el proselitismo se dirige exclusivamente a los hombres.

La Sección de Mujeres echará a andar a partir de la inauguración

de la residencia de Diego de León y encontrará la primera voca-

ción en Lola Fisac, hermana de Miguel Fisac, miembro del grupo

original de numerarios y que acabará por abandonar la Obra. Lola,

junto con la madre de mi tío José María y su hermana Carmen, se

ocuparán del papel que les tocaba ejercer, la administración de la

residencia. Posteriormente ingresará Enrica, hermana de Paco Bo-

tella, después Nisa González Guzmán, y en 1942 Encarna Ortega,

también hermana de otro numerario que dejaría la Obra. En ese

mismo año se pone en marcha el primer centro destinado a las mu-

jeres, en la calle de Jorge Manrique. Encarna Ortega y Nisa Gon-

zález asumirán su primer rodaje y la dirección. Durante muchos

años se mantendrá dentro del Opus Dei la función encomendada a

la Sección de Mujeres desde el momento de arranque, la adminis-

tración. Colegios mayores, casas y residencias donde conviven los

numerarios tendrán a mujeres al cargo de esa labor. Como colabo-

ración directa en su mantenimiento, contarán con el apoyo de las

sirvientas, que como ya vimos se llamaron en un primer momento

oblatas y en la actualidad numerarias auxiliares.

Ana Sastre, en su libro "Tiempo de caminar", nos apunta: "El futu-

ro trabajo de administrar centros que vayan poniéndose capta una

gran parte de la atención del Fundador. Desde que se abre el centro

de la Sección de Mujeres en la calle de Jorge Manrique, insiste que

pidan a Dios vocaciones entre las empleadas del hogar. Y les dice:

"No hay labores grandes ni pequeñas: todas son grandes, si se ha-

cen por amor. Por eso nos da lo mismo ser mano que pie, que len-

gua, que corazón, porque todos estamos en todas las partes de ese

cuerpo, porque somos una sola cosa por la caridad de Cristo que

nos une. Yo quisiera haceros sentir como miembros de un solo

cuerpo. Todos, una sola cosa, y que esto se manifieste en unidad

de miras, en unidad de apostolado, en unidad de sacrificio, en uni-

125

dad de corazones, en la caridad con que nos tratamos, en la sonrisa

ante la Cruz y en la Cruz."

Es milagroso ver cómo los fines de la obra de Dios van coinci-

diendo con las necesidades materiales de su desarrollo. El Opus

Dei inicia su labor con los universitarios y cree que la mejor forma

es mediante las residencias. Estas necesitan que estén bien admi-

nistradas y, como es lógico, quién mejor que sus propias hijas,

pero éstas necesitan ayuda del servicio doméstico y, claro está,

pidamos vocaciones y establezcamos una clasificación dentro de la

Obra y a esperar vocaciones.

Así nos lo sigue relatando Ana Sastre: "Y la primera respuesta a la

proposición del Fundador va a llegar, precisamente, en la adminis-

tración de la residencia de la Moncloa. El Padre ha visitado a una

religiosa del Servicio Doméstico que le conoce y aprecia; la Madre

Carmen Barrasa oye hablar a monseñor Escrivá de Balaguer del

grupo de mujeres jóvenes que han de atender a los cien estudiantes

que viven en la Moncloa, del trabajo intenso y de la necesidad de

ayuda.

"Esta monja conoce a una empleada de condiciones destacadas y

que siempre ha permanecido en puestos de gran responsabilidad.

Es probable que no quiera ir a la residencia, pero intentará conven-

cerla. Se llama Dora del Hoyo. Ante la insistencia de la Madre

Carmen, Dora, que efectivamente no desea ese empleo, acepta

ayudar por algún tiempo.

"Encarnita Ortega, quien la recibe en la Moncloa, con el tiempo se

dará cuenta de los conocimientos que Dora tiene y que además es

seria y educada.

"Cuando el Padre viene a verlas, anima su audacia para que acer-

quen al Opus Dei personas así, que destacan en su profesión, voca-

ciones que entreguen sus posibilidades al servicio de Dios. Y todas

piensan que la primera vocación tiene que ser Dora.

"En la historia del Opus Dei será una fecha importante. Después

irán llegando como rosarios las vocaciones que se entregarán en

cuerpo y alma a la santificación del trabajo "profesional", con esas

126

cosas pequeñas que hechas con Amor son tan importantes como

las otras."

Pero sigamos con el relato de Ana Sastre: "Casi al mismo tiempo

llega Concha Andrés, se trata de una empleada de hogar que viene

a contratarse, tiene 22 años y ha servido en diversas casas. En

1945 cuando se abre la residencia en Bilbao, Abando, Dora del

Hoyo y Concha Andrés formarán parte del equipo que se traslada a

la nueva ciudad. El 16 de marzo de 1946 pedirán la admisión en el

Opus Dei."

Numerarias y oblatas entregan la totalidad de su retribución por el

trabajo que realizan, y solicitan de las directoras las cantidades que

son necesarias para sus gastos mínimos. Como hemos visto en las

constituciones, no pueden administrar ningún bien. Si no están

dadas de alta en la Seguridad Social -entonces no se contemplaba

para el servicio doméstico- y se deciden por abandonar el Opus

Dei, se encuentran sin ninguna cobertura, porque como ya hemos

advertido antes nada puede reclamarse a la Obra.

En los años 1944, 1945 y 1946 pedirán su incorporación como

numerarias Guadalupe Ortiz de Landázuri, Marichu Arellano, Ma-

ria Teresa López Areal, María Jiménez, Victoria López-Amo, Sa-

bina Alandes, Raquel Botella, Digna Margarit... todas ellas de fa-

milias conocidas y muchas de la mano de sus hermanos numera-

rios. Su agrupamiento es la referencia obligada para conocer el

bastión que impulsará y desarrollará la Seccion.

"Durante estos años, las necesidades en el Opus Dei van en au-

mento, en principio hay necesidad de cubrir los puestos necesarios

en las administraciones de las residencias y de las casas, pero tam-

bién surge una nueva necesidad. Hay que atender espiritualmente a

todos los miembros de la Obra. El Padre no puede llegar a todos

los lugares y con la apertura de centros en Madrid y sobre todo en

otras capitales, es imposible. Los sacerdotes diocesanos que po-

dían haberse encargado de ello no tienen o no conocen el espíritu

del Opus Dei. En un principio unos pocos sacerdotes le ayudan,

pero se da cuenta de que los sacerdotes han de proceder de miem-

bros del Opus Dei."

127

Las primeras vocaciones sacerdotales irán surgiendo de los propios

numerarios. Y tres de ellos, Álvaro del Portillo, Luis Muzquiz y

José María Hernández Garnica, serán los primeros que lleven el

sello de Orden de la Santa Cruz. Con la autorización del obispo de

Madrid-Alcalá inician los estudios que se requieren para la orde-

nación. Y mi tío José María logrará para ellos un profesorado de

"excepción". Así nos lo relatan sus biógrafos Vázquez de Prada y

Ana Sastre: "El padre Muñiz y el padre Severino Álvarez, domini-

cos pertenecientes al Angelicus de Roma, les impartirán las asig-

naturas de Teología Dogmática y Derecho Canónico, Don José

María Bueno Monreal, más tarde Cardenal de Sevilla, les dará

Teología Moral, Fray José López Ortiz, posteriormente Obispo de

Vigo y Vicario General Castrense, les dará Historia de la Iglesia, el

Padre Celada, también dominico y erudito del Instituto Bíblico de

Jerusalén, les enseñará Sagrada Escritura. Fray Justo Pérez Urbel

se hará cargo de la Sagrada Liturgia. Y posteriormente Don Má-

ximo Yarrumendi, que más tarde será nombrado Obispo de Ciudad

Rodrigo.

"El Fundador está preocupado en encontrar la forma canónica para

poder ordenar a estos primeros hijos suyos que van a ser sacerdo-

tes. No es fácil encontrar la solución. El Código Canónico exige

que para recibir la ordenación sacerdotal es necesario que los aspi-

rantes estén encardinados o en una diócesis o que pertenezcan a

una institución religiosa. El Opus Dei en aquellos momentos sólo

está aprobado por el Obispo de la diócesis como Pía Unión y con

este título no es suficiente. Después de muchas gestiones en la

Santa Sede consigue la solución al aprobarle la "Sociedad Sacerdo-

tal de la Santa Cruz" formada por él y los aspirantes al sacerdo-

cio."

En septiembre de 1942, José Orlandis y Salvador Canals se habían

trasladado a Roma con motivo de la adjudicación de unas becas.

Es el momento elegido por mi tío José María para el primer abor-

daje del Vaticano. Desde entonces, utilizará la fuerza en su propio

beneficio, la fuerza que ejercerá sobre la autoridad eclesial. Sabe

perfectamente el poder que puede suscitar una simple carta de re-

comendación. De hecho, su traslado del seminario de Logroño al

de Zaragoza lo obtiene gracias a la recomendación de su tío Carlos

128

Albás, el canónigo arcediano del Pilar. Y no será la única ocasión

en que no dudará en hacerlo. Su llegada a Madrid va acompañada

de una carta del arzobispo de Zaragoza para el obispo de Madrid-

Alcalá, que le servirá no sólo para ser autorizado a ejercer su mi-

nisterio, sino para trabar muy buenas relaciones con dicho prelado,

quien a lo largo de los años será el máximo defensor y la persona

que facilitará y dará finalmente la aprobación canónica en 1941.

Durante toda su vida, la amistad con las autoridades eclesiásticas

le abrirán el "Camino", y gracias a ello irá consiguiendo las suce-

sivas aprobaciones vaticanas, que en cualquier otra circunstancia

hubiesen sido imposibles.

Incluso si nos atenemos a las propias biografías oficiales del Opus

Dei, nos iremos haciendo a la idea de la trascendencia que otorgó a

esas relaciones con la jerarquía. Por ejemplo, Vázquez de Prada

incorpora en la narración del regreso a la España nacional de mi tío

José María y de los siete que le acompañaban tras la huida por los

Pirineos: "A las tres de la tarde ganaron San Juan de Luz. Parte del

grupo se dispersó. Unos para ver a sus familiares; otros para incor-

porarse a filas. El Padre estaba consumido y esquelético, pues lle-

gó a perder casi cuarenta kilos de su antiguo peso. Tuvo que des-

cansar. Días más tarde aceptó la invitación del obispo de Pamplo-

na, don Marcelino Olaechea, que le tenía tal cariño y consideración

que celebraba siempre con un modesto cáliz, que le había regalado

en 1935, en su consagración episcopal."

Instalado ya en Burgos lanza una desenfrenada actividad para tra-

bajarse a todos y cada uno de los obispos de la zona nacional. Esta

es la versión de Vázquez de Prada: "Hablaba con los obispos acer-

ca del Opus Dei, obtenía direcciones, se comprometía a dar cursos

de retiro espiritual. En uno de esos primeros viajes se entrevistó

con don Carmelo Ballester, obispo que fue de León, y quien duran-

te años se confesaba con don Josemaría."

En plena guerra civil, mi tío José María adoptará una postura inte-

ligente y con el paso del tiempo le asegurará la rentabilidad de los

contactos que establecerá a partir de entonces. Tal y como recoge

Vázquez de Prada, "desde que en Burgos había decidido no perci-

129

bir estipendios, aceptaba tan sólo alojamiento y comida. Aun los

gastos mismos del viaje corrían por su cuenta.

""Yo iba de una parte a otra dando cursos de retiro, algún año más

de mil hermanos vuestros. En algunas diócesis, hasta siete u ocho

tandas seguidas -decía en Valencia a un grupo de sacerdotes en

noviembre de 1972. [...] No cobraba. Me pagaban el viaje y los

obispos me daban de comer.""

Evidentemente, aquellos viajes que "corrían por su cuenta" no bus-

caban a las clases desesperadas por el conflicto, sino que partici-

paban de un recorrido que iba de autoridad en autoridad eclesial.

Es de suponer que mi tío logró la amistad de la mayoría de los

obispos españoles y recabaría los suficientes apoyos para lanzar su

particular "ataque" recogiendo posteriormente las cartas "comen-

daticias" que le abrirían las puertas de la Santa Sede.

Con José Orlandis y Salvador Canals en Roma, y a través del sa-

cerdote Manuel Fernández Conde, que desarrolla su labor en la

Secretaria de Estado del Vaticano, se irán estrechando lazos con la

jerarquía más poderosa de la Iglesia. Ésta es la versión que Ana

Sastre nos ofrece: "Aprovechando las pausas de sus tareas podrán

saludar y conversar con el Obispo de Vitoria, Monseñor Lauzurica,

tomando ocasión de uno de sus viajes a Roma; con el Abad de

Montserrat, Aurelio María Escarré; el P. Arcadio Larraona, futuro

Cardenal; el P. Montoto, Vicario General de los Dominicos; el P.

Manuel Suárez, Rector de Angelicum; el P. Maximiliano Canal,

profesor de Teología del Laterano... y muchos personajes de la

Curia Romana, que conocerán y querrán a la Obra a través de estos

profesores que multiplican su actividad a costa de horas sin des-

canso. Así el Cardenal Tedeschini, Monseñor Ruffini -futuro Car-

denal- y Monseñor Montini, que habrá de ocupar un día la Silla

Pontificia con el nombre de Pablo VI.

"A mediados de 1943, Su Santidad el Papa Pío XII recibe en au-

diencia a José Orlandis y Salvador Canals."

Las prácticas inspiradas y animadas por el Fundador tendrán una

continuación lógica y de la misma intensidad en sus hijos, que las

adoptarán como propias. La misma Ana Sastre lo recoge perfecta-

mente cuando narra la llegada de Álvaro del Portillo a Roma:

130

"Viene a presentar a la Santa Sede la documentación necesaria

para la concesión del "nihil obstat" en orden a la erección de la

Obra." Pero Vázquez de Prada se muestra confundido. Nada tiene

que ver con la Obra su estancia en Roma, acude para conseguir la

aprobación por la Santa Sede de la Sociedad Sacerdotal de la Santa

Cruz que se requiere para poder darle el papel de la legalidad pres-

biteriana a los tres primeros sacerdotes, que se mantienen a la es-

pera. El Opus Dei se mantenía hasta entonces como Pía Unión y

no tenía otra aprobación, por tanto, que la del obispo de Madrid.

Pero retomemos su relato:

"Llega a Roma a finales de mayo. Durante los días que pasa en la

Ciudad Eterna -hasta el 21 de junio- su gestión es incansable. Tie-

ne una audiencia con el Cardenal Luigi Magglione, Secretario de

Estado, con los Monseñores Montini y Ruffini. Visita a Monseñor

Alfredo Octaviani, Asesor del Santo Oficio. Se multiplica para

hablar con las autoridades eclesiásticas con las que José y Salvador

han tenido contactos repetidos. Y todavía acude a varias audien-

cias con los Cardenales Tedeschini, La Puma, Vidal y Barraquer,

Marchetti-Sevaggiani, Pizzardo..."

El 4 de junio es recibido en audiencia por el Papa Pío XII y el 11

de octubre obtiene el "nihil obstat" para la Sociedad Sacerdotal de

la Santa Cruz. Se han despejado los obstáculos que impedían la

ordenación sacerdotal de los miembros y el 25 de junio de 1944

recibirán del obispo de Madrid la imposición de las manos.

La vía libre para la constitución del Opus Dei como Instituto Secu-

lar vendrá precedida por un esquema de actuación muy parecido.

En 1946 volverá a aparecer en escena Álvaro del Portillo ante el

Estado Vaticano para obtener el "Decretum Laudis" para la Obra.

El método también será similar y lo encontraremos, sin necesidad

de escudriñar entre la literatura anti-Opus Dei, en la biografía de

Ana Sastre:

"Traen cartas comendaticias de sesenta obispos españoles que

acompañan la solicitud del "Decretum Laudis" de la Santa Sede

para el Opus Dei.

"Durante la Segunda Guerra Mundial, Pío XII no realizó ningún

nombramiento cardenalicio. El Colegio -que entonces contaba con

131

sesenta miembros- se ha ido despoblando en el transcurso de los

años, y en 1945 tiene treinta y dos vacantes. Su Santidad cubrirá

todos los puestos. Esta creación de Cardenales romperá la tradi-

ción, vigente hace veinte siglos, de que los italianos tengan mayo-

ría absoluta. Pío XII nombrará veintiocho Cardenales extranjeros y

sólo cuatro italianos. La universalidad de la Iglesia se manifiesta

así de modo más patente.

"Don Álvaro del Portillo se propone llegar a Roma antes de que

los recién nombrados Cardenales abandonen Italia. Hay entre ellos

quienes conocen el espíritu del Opus Dei. Y quiere recoger algunas

cartas comendaticias para unirlas a la documentación que solicita

el "Decretum Laudis".

"[...] don Álvaro conseguirá cartas comendaticias de varios Carde-

nales: Ruffini, Arzobispo de Palermo; Caggiano, Obispo de Rosa-

rio (Argentina); Gouveia, Arzobispo de Lourenço Marques (Mo-

zambique); Frings, Arzobispo de Colonia..."

Con un canto en los dientes se tuvo que dar el Padre por la rapidez

demostrada por sus hijos más ilustres en aprender a la perfección

la lección recibida. Y podremos ver más adelante cómo este acer-

camiento a las autoridades religiosas irá adquiriendo cada día más

relevancia. Indiscutiblemente, el mensaje reiterado es el laicismo,

a quien se lo escucharemos repetir infinidad de veces a mi tío, pero

hacía falta la aprobación del clero, y cuanto más poderosa la ben-

dición tendrá la aleación del acero. Sin embargo, a pesar de los

intentos, los resultados no acaban de fructificar convenientemente

ante la Santa Sede y Álvaro del Portillo se ve obligado a recurrir al

Padre. Tiene que tomar el camino de Roma.

En junio de 1946 sale disparado para Roma y el 16 del mes si-

guiente tiene la entrevista tan deseada con Su Santidad. Como no

podía ser de otra forma, le habla del Opus Dei y del "gran amor

que le ha inculcado a sus hijos por el Romano Pontífice". En di-

ciembre mantiene una segunda recepción, y no sólo desbroza de

espinos el panorama negativo para el Instituto, sino que desde en-

tonces no abandonará Roma.

El 2 de febrero de 1947 se hace con la "Provida Mater Ecclesia"

gracias a la promulgación de esta Constitución Apostólica y el 24

132

el Opus Dei tiene ya entre manos el "Decretum Laudis" por el que

queda aprobado el primer Instituto Secular de la historia de la Igle-

sia. Las constituciones que han regulado el Instituto -llamado So-

ciedad Sacerdotal de la Santa Cruz y de la Obra de Dios, más co-

nocida popularmente como Opus Dei o la Obra- han sido descono-

cidas hasta hace pocos años por sus propios miembros.

Dotada de una nueva forma tras su metamorfosis, los hijos de la

Institución podrán responder con orgullo a la pregunta de ¿qué es

el Opus Dei?: un Instituto Secular, cuyos miembros se consagran

en medio del mundo a la perfección cristiana. Pero al cuestionarles

con qué es ese Instituto Secular, no acertarán a contestar. Y si el

interrogatorio proseguía con ¿hacéis votos?, ¿podéis casaros?, ¿to-

dos vais a ser curas?, ¿tenéis que vivir fuera de vuestras familias?,

si hacéis el voto de pobreza, ¿cómo tenéis este cochazo? O tras la

consiguiente incorporación de los casados al seno de la Familia,

cuando la impertinencia persiste con su matraca de interrogante:

¿cómo podéis casaros si hacéis voto de castidad?, explícame cómo

se vive la castidad en un matrimonio en el que uno pertenece a la

Obra y el otro miembro de la pareja no, o incluso: ¿cómo le sienta

la castidad a tu mujer? No se hallaban respuestas convincentes que

sirvieran para ajustarse a una buena interpretación.

Pero la satisfacción de la Obra no podía durar mucho. La ambición

del privilegio único siempre está por encima al tratarse de ella. De

primeras, la Iglesia había resuelto el problema jurídico que plan-

teaba el mensaje de mi tío José María. Pero vinieron otros institu-

tos a Ocupar la parcela exclusiva que se arrogaba para si mismo el

Opus Dei. Además, hay que aclarar convenientemente que, a pesar

de todo, en último término estos institutos seculares dependían de

la Congregación de Religiosos. Ni una ni la otra circunstancia gus-

taron al Fundador. Y poco después de la aprobación se habla ex-

tendido en los círculos de la declaración: "El Opus Dei es una aso-

ciación de fieles. " Debían dejar de ser un Instituto Secular, ¿como

Dios manda?

Esta gran familia que es el Opus Dei ha sabido con el transcurso

del tiempo ser obediente al Fundador, al Padre, y han seguido to-

dos sus consejos e indicaciones con verdadera fidelidad. Los hijos

133

del Padre han sido verdaderos hijos ejemplares, han seguido sus

máximas de Camino en toda su extensión. Se han convertido en

niños pequeños. Recordemos algunas de esas máximas de Camino:

"860. Delante de Dios, que es Eterno, tú eres un niño más chico

que, delante de ti, un pequeño de dos años. Y, además de niño,

eres hijo de Dios. No lo olvides. 862. Niño bobo: el día que ocultes

algo de tu alma al Director, has dejado de ser niño, porque habrás

perdido la sencillez. 863. Niño, cuando lo seas de verdad, serás

omnipotente. 864. Siendo niños no tendréis penas: los niños olvi-

dan en seguida los disgustos para volver a sus juegos ordinarios.

Por eso, con el abandono, no habréis de preocuparos, ya que des-

cansaréis en el Padre."

134

CAPÍTULO V. LA EXPANSIÓN DE LA OBRA DE DIOS

1.LOS PRIMEROS AÑOS

Nadie podía prever en 1939, recién terminada la guerra, que el

Opus Dei, fundado en 1928, con once años de existencia y menos

de veinticinco miembros, pudiera llegar a mantener una verdadera

maratón en su expansión a partir de la década de los cincuenta.

Nadie duda de la resistencia de los cimientos puestos durante los

años cuarenta, su solidez y la indiscutible proyección que podía

alcanzar -sobre todo si lo vemos con la perspectiva actual-. Pero ni

los más optimistas soñaron con la pujanza y la plena forma demos-

tradas en esta larga marcha de escalada hacia las altas cumbres de

la jerarquía religiosa y el poder económico y político.

Si marcamos nuestro referente en los años cuarenta, el crecimiento

del Opus Dei es más bien lento. El saldo está claro: un único sa-

cerdote, mi tío, y la pléyade de veinticinco numerarios. En el curso

académico 1939-1940, mi tío José María alquila en la calle de

Genner 6, un piso en la primera planta, donde vivirá con su madre

y hermanos, dedicando toda la planta tercera a la instalación de la

residencia de estudiantes. Son unos principios muy duros, como

para todos los españoles. La guerra civil había dejado una España

destrozada.

Al cumplirse el primer año de experiencia, los planteamientos

fructifican en una valoración positiva de los primeros pasos de la

maratón, y en junio abre una nueva residencia en Diego de León,

adonde se trasladará a vivir mi tío. Desde ese momento, la residen-

cia se convertirá en la sede del Opus Dei.

Sin embargo, la ambición no era quedarse en la capital de España,

sino emprender el largo camino de asentamiento en las principales

capitales de provincia. En ese año 1939 también, en el mes de

agosto se ubica en Valencia el primer centro, El Cubil, en la calle

de Samaniego. Valladolid será la segunda prueba de laboratorio

para la expansión, con un pequeño piso bautizado como El Rincón.

135

En 1940 se abre en Barcelona en el 62 de la calle de Balmes El

Palau.

Para el curso 1941-1942 encontraremos ya una veintena de estu-

diantes instalados en Diego de León. Los ingresos son pequeños,

las únicas fuentes seguras son los pagos por el hospedaje de los

estudiantes y los sueldos de los primeros numerarios. Aunque es

de suponer que por entonces se pusieran en práctica las primeras

modalidades de ingresos extras gracias a los "santos sablazos".

También a principios de esta década se constituyen las primeras

sociedades auxiliares al amparo de las Obras del Consejo Superior

de Investigaciones Científicas, que crearán una nueva y continua

fuente de ingresos con un incremento en progresión geométrica

con el transcurrir de los años. Aun cuando el número de socios

aumenta en estos diez años considerablemente, las inversiones con

motivo de la expansión maratoniana resultarán siempre insuficien-

tes para la culminación de las todavía tibias aspiraciones.

En el mes de octubre de 1943 se inaugura la residencia de la Mon-

cloa, con una capacidad amplia para cien estudiantes. Con anterio-

ridad, en abril de 1942, se había inaugurado la primera casa para

mujeres, con dos plantas en la calle de Jorge Juan de Madrid. En

1943 se abre Los Rosales, el segundo centro para mujeres en la

localidad de Villaviciosa de Odón, un pueblecito cercano a Ma-

drid. Y la escalada continúa. En 1945 Bilbao tendrá su primer edi-

ficio de la Obra, Abando, pero también Sevilla, con la residencia

Guadaira, y Ortigosa del Monte, en la provincia de Segovia, con

Molinoviejo.

El ritmo de expansión empezará progresivamente a ganar en rapi-

dez, sobre todo si tenemos en cuenta la lentitud de los primeros

once años desde la fundación.

Aquellos años difíciles en toda España y Europa, con todo por ha-

cer, y la Universidad ofreciendo un panorama desolado. Los acon-

tecimientos que en aquella época vivió el país y la falta de profe-

sionales universitarios dificultaban enormemente, constituían una

rémora para la reconstrucción que entonces quería gestarse. Había

que construir, había que fabricar, había que administrar. Faltaban

escuelas, hospitales, industrias y, cómo no, Universidades y resi-

136

dencias. La Universidad Complutense empezaba a tomar forma

muy tímidamente.

Mi tío José María había irrumpido en un sector trascendente por su

influencia y las puertas que gracias a ella podían abrirse. Estamos

hablando de los profesionales universitarios, de una estrategia que

apunta claramente hacia ellos. Los ingenieros, arquitectos, médi-

cos e incluso abogados aún no habían terminado la carrera y ya

tenían empleo.

Poco a poco el crecimiento se hará notar. Los años cuarenta fueron

difíciles para todos menos para aquellos que estaban cercanos al

poder político. La presencia de José María Albareda en el Centro

Superior de Investigaciones Científicas fue para la Obra providen-

cial en su crecimiento.

En esas fechas empieza a pincelarse en Diego de León "la base

económica" que servirá de sostén para soportar el ritmo vertigino-

so de la expansión posterior del Opus Dei. Numerarios como Ra-

fael Termes, Gabriel Ortega, Alberto Ullastres, Florentino Pérez

Embid, Rafael Calvo Pérez, Laureano López Rodó, José María

Arana, Rafael Calvo Serer... y un largo etcétera serán los pioneros

de estas empresas auxiliares.

En Sevilla, Vicente Rodríguez Casado, catedrático de la Facultad

de Filosofía y Letras, realiza una gran labor de captación entre los

universitarios andaluces, a quienes ayudaría de una forma muy

eficiente Jesús Arellano. En Barcelona esta misión quedará enco-

mendada a Giménez Vargas, Ballcells y López Rodó, algunos de

los pioneros de la Obra.

En todas las capitales de provincia que tienen estudios universita-

rios se van abriendo residencias como fuente importante de voca-

ciones. La expansión de la Obra traspasa las fronteras: en el verano

de 1944 unos pocos numerarios van a ampliar estudios a la Uni-

versidad de Coimbra. En septiembre de ese mismo año el padre

José López Ortiz es nombrado obispo de Tuy, diócesis gallega en

la frontera con Portugal. La amistad de mi tío con este religioso es

antigua, y en febrero de 1945, en compañía de Álvaro del Portillo,

se traslada a Portugal con la idea de presentarse ante su amigo el

obispo de Tuy y visitar a los de Leira, Coimbra y al cardenal pa-

137

triarca de Lisboa, quien le aconseja que la Obra inicie su andadura

en Portugal, y más concretamente en la Ciudad Universitaria de

Coimbra.

Y ni corto ni perezoso, Paco Martínez inicia sus contactos con

universitarios y profesores de las distintas facultades. Nuevamente,

el Padre en compañía de Álvaro y de Amadeo Fuenmayor se des-

plazan a Portugal y visita al cardenal de Lisboa y al obispo de

Coimbra. En esta ocasión no fueron necesarias las cartas comenda-

ticias. El obispo de Tuy, que los había acompañado anteriormente,

los había dado a conocer suficientemente.

En diciembre de 1946, se inaugura el primer centro de la Obra en

Portugal, Montes-Claros en la rua Antonio José de Almeida. Y en

1948, en Oporto, dispondrán de la segunda residencia, Boavista.

En mayo de 1949 la Sección de Mujeres irrumpe en Portugal de la

mano de la numeraria Encarnita Ortega, quien inicia los primeros

pasos apostólicos con éxito y se hará cargo de la administración de

las residencias. En 1951 un grupo de la Sección de Mujeres espa-

ñolas se trasladará a Lisboa para quedarse.

Y la expansión continúa sin dejar hueco al desaliento. En diciem-

bre de 1946 Juan Antonio Galarraga, licenciado en farmacia, ha

obtenido una beca del Ministerio de Asuntos Exteriores que le ga-

rantiza la estancia mínima de seis meses prorrogables en Inglate-

rra. Y se planta en compañía de otros dos numerarios en Londres.

Visitan al cardenal Griffin y le hablan de los proyectos del Padre, y

sus deseos por abrir un centro del Opus Dei en las Islas Británicas.

A los seis meses se abre la primera casa. Y en 1951 se presenta el

primer sacerdote de la Obra, José Luis López Navarro. La semilla

británica también estaba destinada a crecer, usando los mismos

métodos "persuasivos" y de gran escalada a través del manto re-

comendaticio. El Padre envía a José Ramón Madurga, que llega a

Dublín en octubre de 1947 y pronto abrirá el primer centro de la

Obra, Northbroock.

Dentro de su salida al exterior, en 1947 llegan a París tres numera-

rios, Fernando Maycas, Álvaro Calleja y Julián Urbistondo, pero

habrá que esperar hasta 1953 para que las gestiones se salden con

un primer centro.

138

Desde 1946, cuando el Fundador decide establecer su domicilio en

Roma, y al poco la compra del palacete que había sido propiedad

de la legación de Hungría ante la Santa Sede hasta 1947 y se ini-

cian las obras de acondicionamiento y construcción de edificios

para el Colegio Romano, arranca una etapa para el Opus Dei, que

se irá extendiendo sin demora debido a la necesidad de captar di-

nero a través de fuentes financieras.

Las empresas auxiliares eran completamente insuficientes para

cubrir las crecientes necesidades en las que se había metido mi tío

José María. En 1949, la central del Opus Dei en España, en Diego

de León, adquiere una actividad nueva y una función específica, la

coordinación de la organización y la expansión de la Obra, y no

sólo en España, sino también forjando bien los primeros pilares en

otros países.

Se dejó tranquilo al Padre, enfrascado en las historias de la Obra y

sobre todo en la construcción del Colegio Romano. Según cuenta

Antonio Pérez Tenesa, hoy letrado del Consejo de Estado y enton-

ces secretario general del Opus Dei, se funcionaba con bastante

autonomía, no excesivamente centralizados en Roma, pero había

que informar de cada una de las decisiones y acciones al Padre,

quien daba finalmente las instrucciones pertinentes.

La comisión que integraba al gobierno para España estaba presidi-

da por el consiliario Amadeo Fuenmayor, catedrático de derecho

civil y sacerdote. Entre los miembros del Consejo se encontraban

también piezas fundamentales e interesadas en lanzar el Opus Dei

hacia adelante y sin marcha atrás; piezas fundamentales, pero tam-

bién armas poderosas. Luis Valls Taberner, hijo de una tradicional

familia de financieros catalanes que había venido a Madrid a pro-

porcionarle el mencionado cargo en el Consejo Superior de Inves-

tigaciones Científicas a José María Albareda, Alberto Ullastres,

catedrático de economía y otros numerarios insustituibles, como

Rafael Termes -que acabaría siendo el eterno presidente de la Aso-

ciación Española de Banqueros-, Ortega Pardo, Manuel Baturén y

otros.

La primera empresa auxiliar que se había creado, Esfina, era una

sociedad de inversiones y estudios financieros dirigida por Alberto

139

Ullastres. Y fueron surgiendo paralelamente al proceso de expan-

sión otras más. Pero el Padre necesitaba "money". Empezó a acu-

ciar a sus hijos para que convencieran a sus parientes y amigos

para que depositaran su dinero en inversiones que tuvieran, junto a

un rendimiento material, otro espiritual. Estas empresas debían

estar al servicio del "buen espíritu cristiano". Como en una ocasión

reflexionaba la ex numeraria María Angustias Moreno, "en España

hay católicos que están convencidos de comprar un rincón en el

cielo con dinero".

El mensaje del Opus Dei iba calando en sus miembros y simpati-

zantes: había que santificar no sólo el trabajo bien remunerado,

sino también las rentas del capital. No es de extrañar que la Santa

Sede tardase en comprender este nuevo mensaje que mi tío José

María había atisbado muy inteligentemente en 1928. O, muy pro-

bablemente, se fue fomentando en su imaginación con los años.

2. UNA MARATÓN ESPECTACULAR

Las décadas de los años cincuenta y sesenta representan en la his-

toria del Opus Dei una espectacular maratón. La incorporación de

los supernumerarios tras la aprobación por la Santa Sede como

primer Instituto Secular -que le permite admitir a casados en la

Obra- supone un crecimiento sorprendente de socios. Las ventajas

de atraerlos bajo esta fórmula están garantizadas. El requisito de

celibato a los numerarios hubiera mermado el radio de acción.

Muchos de ellos ya conocían la Obra, pero al oir hablar del celiba-

to como obligación inexcusable para entrar a pertenecer mostraron

su negativa en redondo. Yo mismo, que conocí durante mi época

en la residencia Miraflores de Zaragoza a una gran proporción de

solteros que habían conocido la Obra y que la dejaron para volver

una vez casados.

Los requisitos para ser miembro del Opus Dei, al margen del celi-

bato, eran la Universidad, el catolicismo, la inquietud religiosa y la

disposición interior. En caso contrario, no hubiesen sido invitados

a conocer el Opus Dei. No sería honesto dejar de reconocer que el

140

mensaje de mi tío José María se presentaba atrayente, y que para

personas con ese tipo de inquietudes y deseosos de un compromiso

semejante con la fe, el plan de vida al que se nos invitaba a seguir

constituía un acicate. Con esta visión, es muy lógico que el éxito

estuviera asegurado al hacer desaparecer el celibato.

Y aún más. Si a ello le sumamos dos fenómenos importantes que

se dieron en aquellos precisos momentos, tendremos los suficien-

tes elementos de juicio para captar con exactitud la raíz de esa sor-

prendente absorción de personas y poder.

La primera característica fue sencillamente, que se puso de moda.

Nadie puede dudar que al formar parte de la élite universitaria,

pasando a ocupar pronto importantes cargos en los campus españo-

les, como prolongación en las empresas y como consecuencia en la

política, la novedad se transformó, gracias a la notoriedad, en un

estar de moda. Y caló tanto en hombres como en mujeres.

Las personas que frecuentaban los círculos de la Obra gozaban,

además, de la oportunidad de relacionarse con personajes influyen-

tes en otras parcelas. De un modo u otro, esta relación conllevaba

una inversión útil como "carta coniendaticia" para un hijo, un

cliente, para un crédito o un empleo. El Opus Dei en sí acabó por

perfilarse como recomendación. No hay duda alguna. Como de-

cíamos más arriba, el éxito estaba asegurado.

El supernumerario vive con su familia y desempeña su trabajo pro-

fesional con cierta libertad. Al mismo tiempo no sólo se le permite,

sino que se le insta a que se relacione y pertenezca a clubs y aso-

ciaciones. A las señoras se las reúne en los ya famosos roperos,

que hacen las delicias de las mismas en sus relaciones sociales,

intensificándose notablemente. Tampoco hay que olvidar las fa-

mosas clases, de cocina, de decoración o de plancha, para las mu-

jeres que tienen por oficio "sus labores". Un plan atractivo para

aquellas que normalmente se aburrían mientras sus maridos se

encontraban trabajando y carecían de inquietudes intelectuales.

La incorporación de los supernumerarios al Opus Dei va a ser, en

definitiva, el impulso a una expansión sin precedentes entre todas

las instituciones eclesiásticas. Pero contrariamente también dará

lugar a los mayores motivos de escándalo. Las sucesivas actuacio-

141

nes, propiciando ascensos casi inexorables unidos a la causa de la

Obra, pasando a ocupar sorprendentemente cargos de poder eco-

nómico y político en sus profesiones, eran, cuando menos, para

dejar a cualquiera boquiabierto.

Ha nacido una figura nueva. Hasta entonces, los numerarios, como

todos sabíamos, eran universitarios que desempeñaban su trabajo

profesional de acuerdo con las instrucciones que recibían de sus

superiores. En aquellos primeros años un alto porcentaje estaba

destinado al sacerdocio dentro del Opus Dei. Las numerarias y las

oblatas ya tenían suficiente con cumplir con la administración de

las residencias y de las casas de la Obra. Y por añadidura y fun-

ción, dedicaban gran parte de su tiempo al proselitismo o el apos-

tolado.

Tras la irrupción de los supernumerarios se incrementan prodigio-

samente las sociedades con fines apostólicos y sobre todo econó-

micos para financiar la expansión de los años cincuenta y sesenta.

Expansión que no declinaría en las siguientes décadas y se mantie-

ne en los momentos actuales.

Entre las sociedades con fines apostólicos destacan inicialmente

los colegios de fomento, que se encargarán de educar a muchos de

los hijos de los supernumerarios y simpatizantes. Estos últimos

ampliarán la base del Opus Dei. Mi tío los incorporará como

"cooperadores", y tendrán también resonancia en el futuro desarro-

llo de la Obra. Estos simpatizantes no están obligados a casi nada,

sólo a depositar sus limosnas, a contribuir y pasar a engrosar las

filas de sustentadores del "santo sablazo", que cada día se hace

más frecuente y fluido dentro del Opus Dei.

Unido al nuevo papel que se va asignando a estos animadores, sur-

gen las escuelas-hogares, en donde se imparten clases de muy di-

versos contenidos y que se enfocan hacia la mujer. Conforme la

sociedad evoluciona, a estas supernumerarias se les va levantando

el veto y se las destina a otras labores distintas, fuera del hogar, y

son aprovechadas, por ejemplo, en librerías y publicaciones pro-

pias.

Pero el Opus Dei sabía que se necesitaba arropar también la con-

ciencia. El apostolado sistemático presenta a la institución -aunque

142

sibilinamente no de puertas afuera- como el único camino de per-

fección cristiano, tranquilizando a sus miembros en esta vida y

para la venidera. En el Opus Dei a todas estas personas se les in-

culcan "ideas claras" sobre la religión, sobre la pobreza, la casti-

dad, el trabajo profesional y la urbanidad. Y para reforzar su in-

fluencia en el mundo, se les inoculan mensajes de privilegio. Ellas

son las personas "elegidas por Dios, desde la eternidad" y deben

ser "sal y fermento" de la sociedad en la que viven.

Son distintos, son "hijos de Dios", y saben perfectamente lo que

significa: la obligación de dar testimonio ante los demás con su

comportamiento. Se los instruye en el lema de "siempre alegres

para hacer felices a los demás" y se les enseña a comportarse de-

lante del Señor.

Con la propulsión interior y espiritual bien amarrada y usando del

poder y las ventajas que confiere la pertenencia al Opus Dei, no

podía esperarse nada distinto de lo que ocurrió: una expansión a

ritmo acelerado que hará saltar las fronteras y continentes. La ex-

pansión de la Obra en España adquiere nuevos bríos en la casa que

pocos años antes se había inaugurado en Molinoviejo, en la pro-

vincia de Segovia, y que servirá de centro de formación tanto para

los hombres como para las mujeres, pero evidentemente por sepa-

rado. El "Padre" dedica su actividad a la formación de sus "hijos" y

aprovechará la oportunidad de acercarse al campamento de La

Granja para visitar a los que están haciendo la milicia universitaria.

En Molinoviejo se decide la iniciación del asalto al nuevo conti-

nente. Pedro Casciaro irá a México y José Luis Muñiz a Estados

Unidos. En septiembre de 1949 se inaugura la primera residencia,

Woodlanwn, y en ese mismo curso llegarán las mujeres de la Sec-

ción Femenina, que se harán cargo de la administración, repitiendo

el modelo hispánico. Será Nisa González Guzmán la responsable y

pronto inaugurarán en Chicago la primera casa de mujeres, Ken-

wood.

El Opus Dei llegará a México en 1948, y en 1950 se abre la prime-

ra residencia para mujeres. Posteriormente, y para cursos de retiro

y convivencias de verano, se lanzan a una nueva inversión impor-

tante, Montefalco. Es una hacienda abandonada con variadas cons-

143

trucciones, desde la casa de los dueños de la hacienda, la iglesia,

las viviendas de los obreros, tiendas, almacenes e incluso un hospi-

tal, más que una hacienda fue un pueblo. La inversión es enorme,

pero ya conocen el lema "se gasta lo que se deba, aunque se deba

lo que se gasta". Así nos lo relata Ana Sastre: "Durante la revolu-

ción quemaron Montefalco varias veces. Sólo la iglesia permane-

ce, deteriorada, pero erguida e intacta. El resto es una ruina calci-

nada que mantiene en pie sus muros y arcos gracias a la firmeza de

su construcción. Es un montón de sólidas ruinas. La maleza, a cau-

sa del abandono, lo cubre todo. Incluso han crecido árboles dentro

de los muros. Pero don Pedro acude a verlo. Tiene que abrirse paso

con machete hasta la puerta de la iglesia. Saca unos papeles y em-

pieza a dibujar: aquello reconstruido que pueda quedar así. Magní-

fico. Y sus trazos de lápiz son una oración confiada: una petición

al Cielo que está poniendo ya los cimientos de la gran obra social y

apostólica del futuro Montefalco..." El Centro de Formación Agro-

pecuaria El Peñón unirá en un esfuerzo colosal a campesinos y

profesores, a ingenieros y sociólogos. Cuando el Padre vaya a ver-

los en 1970 no podrá menos que decir entusiasmado: "Montefalco

es una locura de amor de Dios... Estoy dispuesto a ir con la mano

extendida, pidiendo dinero para terminar Montefalco." A los ami-

gos de las personalidades de la Obra les llegará nuevamente la

hora de contribuir con el "santo sablazo".

En 1950 llegan a Argentina Ricardo Fernández Vallespín, Ismael

Sánchez Bella y Francisco Ponz, catedráticos de Universidad, y

abrirán en la ciudad de Rosario el Centro Universitario Litoral, y

posteriormente se inaugura en Buenos Aires El Cerrito. El eminen-

tísimo cardenal Antonio Caggiano, obispo de Rosario y arzobispo

de Buenos Aires, amigo del Fundador, a quien conoció en Roma,

pedirá a Ricardo Fernández Vallespín que dirija cursos de retiro

para sacerdotes en distintas diócesis. El Opus Dei, en Argentina,

ya ha iniciado su andadura de la mano de la autoridad eclesiástica.

Los hijos de mi tío se saben ya perfectamente la lección, funcionan

solitos.

En 1952 llegan las primeras mujeres de la Obra y la administración

queda garantizada. También en 1950 la Obra de Dios llega a Chile

de la mano del sacerdote Adolfo Rodríguez Vidal, y como buen

144

hijo conoce a dónde tiene que ir. Se hospeda en el palacio del pro-

pio cardenal arzobispo monseñor José María Caro e inician las

gestiones para la instalación de una residencia de estudiantes, que

se ubicará en la ciudad de Santiago, en un inmueble de la avenida

O'Higgins. José Enrique Díez Gil, con veinte años, estudiante de

derecho, será el segundo miembro que llega a Chile, y en 1951 se

les unirá José Miguel Domingo Arnaiz, ingeniero naval. A co-

mienzos de 1953 llegan las primeras mujeres.

También por esas mismas fechas empieza la expansión en Italia,

fuera de Roma, Palermo, Milán... En 1953 inician la labor en Gua-

temala y en 1954 abrirán el primer centro, que no contará con el

apoyo de las mujeres hasta el siguiente año, 1955. En Brasil harán

su aparición en 1957 en la ciudad de Sáo Paulo, abriendo la prime-

ra residencia, que se llamará Pacaembu, y en 1960 la Sección Fe-

menina abre la primera residencia para mujeres. Desde 1955 hay

varios centros de la Obra en Perú, pero será en 1957 cuando Su

Santidad Pío XII crea la Prelatura territorial de Yaucos, desmem-

brándola de la archidiócesis de Lima, y la encomienda al Opus

Dei, nombrando para ello obispo a Ignacio María de Orbegozo.

En Perú desarrollarán una labor semejante, reparan 153 iglesias y

están construyendo nuevas en cifra importante. En 1963 empezará

a funcionar un preseminario y en 1967 una importante obra corpo-

rativa con categoría de instituto rural, Valle Grande, que ampliará

sus objetivos mediante Radio Estrella del Sur. En 1969 se inaugura

la Universidad de Piura, que en principio cursará los siguientes

estudios: ciencias de la ingeniería industrial, artes liberales, admi-

nistración de empresas y ciencias de la información.

Pero esta maratoniana expansión en el continente americano no

mermará las cuantiosísimas inversiones en España. En 1951 ya

hemos visto el inicio de la Universidad de Navarra, y Torreciudad

en 1966. Tanto la Universidad de Navarra como Torreciudad exi-

girán un esfuerzo ingente a plasmar y donde volcarán todos los

miembros del Opus Dei su poder económico, político y financiero.

Son muchos miles de millones los que van a suponer estas obras y

es necesario "pagar lo que se deba". ¿Lo recuerda el amigo lector?

145

La fórmula es parecida a todas las anteriores obras corporativas o

auxiliares. Se crean sendos patronatos y lo demás es fácil. No es la

primera vez, tienen el respaldo de la experiencia y ahora una es-

tructura suficiente como para acometer estas inversiones. En la

Universidad cuentan con cientos de catedráticos y profesores ad-

juntos, en las finanzas no sólo se barajan los apoyos de varios im-

portantes bancos, también se encuentran detrás las cajas de aho-

rros, y en la presidencia de su confederación se halla bien colocado

y seguro uno de los incondicionales, José Joaquín Sancho-Dondra.

"Se pagará lo que se deba. No faltaba más." Y como premio, la

presidencia Mundial de Entidades de Ahorro. José Joaquín repetirá

muchas veces la frase de mi tío José María: "El Opus Dei es el

mejor sitio para vivir..." Y si alguien lo duda, que se lo pregunten a

él.

También es cierto que no sólo será Sancho Dronda el único que

contribuirá desde su posición privilegiada a acaparar el apoyo fi-

nanciero necesario. También el banquero del Padre, Luis Valls

Taberner, José María Ruiz-Mateos, Rafael Termes... Por sólo

nombrar a los popularmente más vinculados al Opus Dei. En los

cargos políticos de esos momentos no habría que olvidar a los mi-

nistros franquistas Navarro Rubio, Ullastres, García Moncó... Y

una larga lista no sólo en los gabinetes, sino copando puestos clave

repartidos por toda la administración y la geografía española.

Los "santos sablazos" se prodigaron de tal forma a causa de estas

cuantiosas inversiones que sería necesario emplear un capítulo

para narrar la historia y aventuras de cada uno de los personajes

que acabamos de nombrar.

Durante los primeros años de los setenta un nuevo continente pasa

a engrosar la labor expansionista universal del Opus Dei: Africa.

Pedro Casciaro -una de las unidades móviles de mi tío- se estrena

en Nairobi con un centro universitario, Strathmore. En 1961 se

inauguran los primeros edificios, acogiendo no sólo a keniatas,

sino también a personas de otros países del continente negro. No

podía faltar la correspondiente Sección de Mujeres, que pronto

contará con su base de acción, la Escuela Superior de Secretariado

Kianda College.

146

El Opus Dei no cejará en su afán expansionista y pronto se lanzará

a la conquista de Oriente, empezando por Japón. El primer centro

se radicará en Osaka y el primer miembro será José Ramón Madu-

rga, quien emprende la tarea con un instituto de idiomas, Seido

Juku. Pisándole los talones harán su aparición en escena las muje-

res, estableciéndose en uno de los barrios residenciales y abriendo

el Shukugawa Juku.

Finalmente el Opus se planta en Oceanía, y en 1963 llega a Austra-

lia, fijando en Sidney el primer centro. No quedará al margen Fili-

pinas, que no se quedará sin la oportunidad de gozar de un centro.

El poder económico, político y cultural del Opus Dei es impresio-

nante, incluso mayor en incidencia que muchos de los grandes

grupos multinacionales. Hoy nadie es capaz de valorar, se escapa,

la realidad del poder, y sólo una mirada detenida desde el exterior

y, por supuesto crítica, nos permitiría atisbar la realidad de ese

poder.

Desde dentro sólo se aporta una interpretación espiritual de la ex-

pansión, fruto de la filiación de la Obra con Dios, su estrecha liga-

zón, como si un cordón umbilical alimentara al Padre y sus hijos.

Así lo quiere Dios. Y no hay más cáscaras. Los creyentes que

guardamos la misma fe no poseeríamos argumentos de peso para

calificar negativamente esa expansión, pero los medios y las he-

rramientas empleadas los delatan por sí solos. Tememos, y nos

debemos al convencimiento, de que "el fin no justifica los me-

dios"; unos fines que, como hemos ido viendo, pueden también

discutirse ampliamente.

Mi tío José María se armará de su innegable carisma y de sus dotes

de teatralidad para convencer a quienes le rodean de la fuente divi-

na que mana y va hacia él, hacia un "burro". Los primeros hijos

viven en España con una época y un ambiente como caldo de cul-

tivo que los marcará para tomar partido claro con determinación y

fuerza. Era la guerra civil española. Son pocos, pero muy selecti-

vos, muy preparados. Están capacitados para apoderarse de parce-

las de poder imprescindibles para lanzarse a las aventuras empre-

sariales, imbuidos de una disciplina férrea que exige todo para el

147

Opus Dei. Mi tío José María no deja pensar en otro asunto, el plan

de vida impuesto no deja ver hacia otros lados.

Su mensaje, difundido entre personas nacidas en familias católicas

practicantes, es bien recibido, y una gran mayoría acude con dis-

posición voluntarista. Creyendo en una llamada con fundamento

divino, se entregan y participan en la creación de una obra que

exteriormente se presenta perfecta. De otra forma no hubiese al-

canzado la dimensión que someramente acabamos de ver, todo ese

poder en manos de un sector de la Iglesia en el siglo XX. Al Fun-

dador, sin embargo, sólo le movía una soberbia a lomos de un

montaje bien consciente.

La aceptación del Fundador del Opus Dei, es la aceptación de los

medios que empleó. Y de los que han seguido empleando sus hi-

jos.

148

CAPÍTULO VI.

INFLUENCIA Y PODER DEL OPUS DEI

1.LA UNIVERSIDAD

El Opus Dei y la Universidad llevarán desde un principio caminos

paralelos alimentados por un mismo fin. La captación de miem-

bros, los primeros, a cargo de mi tío José María tendrá al universi-

tario como objetivo único, sintiendo una especial debilidad por los

alumnos de las escuelas especiales de arquitectos e ingenieros.

Hasta entonces, la estructura del Opus Dei poseerá una sola figura,

la del numerario. Sólo tras la incorporación de la mujer a través de

la Sección Femenina, el titulo universitario capacitará a los jóve-

nes su ingreso, obviando cualquier otra forma de clasificación.

Con la mujer nacerá la división entre numerarios y sirvientas.

Aunque las mujeres no precisarán de un título de grado superior.

Esos primeros numerarios sentirán, por tanto, una doble vocación,

la espiritual y las cátedras; una vocación que desempeñarán en los

primeros años para penetrar en esta institución con la misión de

ejercer un apostolado de éxito. Aunque no sea preciso insistir so-

bre este punto ya que todos sabemos la influencia que ha tenido y

tendrá el catedrático sobre el universitario, sí que resultaría conve-

niente centrar con palabras de mi tío José María ese sentido que

confiere al estudio y la santificación posterior de la labor profesio-

nal que requiere de un aprendizaje superior. En su libro Camino

escribe: "Una hora de estudio, para un apóstol moderno, es una

hora de oración." Y más explícitamente en su encardenamiento

con el proselitismo: "Estudiante: fórmate en una piedad sólida y

activa, destaca en el estudio, siente anhelos firmes de apostolado

profesional. Y yo te prometo, con ese vigor de tu formación reli-

giosa y científica, prontas y dilatadas expansiones."

Expansión que sin duda ejercerá. José María Albareda será la pri-

mera pieza clave en el juego. En 1940, gracias al nombramiento

149

como ministro de Educación y presidente del Consejo Superior de

Investigaciones Científicas de José Ibáñez, Albareda, un profesor

de enseñanza media, pasará a ocupar el cargo de secretario general

del organismo. Cabe recordar que el Consejo Superior fue diseña-

do en aquellos tiempos por el régimen franquista como un elemen-

to de control más que de desarrollo de la labor científica en la Uni-

versidad española, convirtiéndose en garante de su pureza ideoló-

gica y política.

A esta situación privilegiada viene a añadirse el caldo de cultivo

que fermentaba en las residencias fundadas por mi tío exclusiva-

mente para los estudiantes, primero en Ferrer y Diego de León y

después en el Colegio Mayor Moncloa. José María Escrivá no des-

aprovechará estas posibilidades y el reclutamiento empezará a te-

ner rápidamente unos resultados francamente positivos. Lógica-

mente, los numerarios acabarán de cursar unos estudios para en-

contrarse con las puertas abiertas de acceso a las cátedras, y en el

peor de los casos para ocupar las plazas de profesores adjuntos.

Los dos primeros miembros del Opus Dei que estrenan puestos

como catedráticos serán el propio José María Albareda y Ángel

Santos Ruiz en 1940. A ellos se unirán en 1942 González Barredo,

Pedro Botella, José Orlandis, Rafael Calvo Serer, Rodríguez Casa-

do y Jiménez Vargas; en 1943, Amat Bergues, Balbín Lucas,

Amadeo de Fuenmayor y Álvaro Ors. En 1944 persistirá el goteo a

través de José Manuel Casas Torres, Ignacio de la Concha Martí-

nez, Víctor García Hoz, Florentino Pérez-Embid y Lorenzo Vilas

López. El año 1945 será algo menos pródigo en dádivas académi-

cas e irrumpirán en las cátedras Eduardo Alastrué Castillo, Lau-

reano López Rodó y Salvador Senet Pérez. En 1946 lo harán Jesús

Arellano Catalán, Ángel González Álvarez, Eduardo Ortiz de Lan-

dázuri y Fernández de Heredia. Entre 1948 y 1949 se responsabili-

zarán como catedráticos Federico Suárez Verdeguer, Alberto

Ullastres Calvo, Mariano Baquero Goyanes, Guillermo Céspedes

del Castillo, Antonio Fontán Pérez, Octavio Gil Munilla, Enrique

Moreno Báez y Florentino Pérez-Embid. Para hacerse una idea de

la proporción de catedráticos, el Opus Dei contaba en el año 1950

con unos 3.000 miembros, de los que 550 eran mujeres, que en

buena lógica no ocupaban cátedras.

150

En la década de los cincuenta continuará el chorreo de la Obra

entre las Universidades españolas, y cada vez con una mayor in-

fluencia directa sobre su dinámica. Félix Álvarez de la Vega, Ra-

fael Giber Sánchez de la Vega, Ismael Sánchez Bella, Rafael Bení-

tez Claros, Alfonso Pandau Parias, Manuel Ferrer Regalés, Alfredo

Floristán Samames, Luis María Garrido Arilla, Aurelio Guaita

Martorell, Jesús Larrodé Barrio, Pedro Lombardía Díaz, Antonio

Martín Pérez, Antonio Millán Puelles, Patricio Peñalver Simó,

Francisco Pulido Puchi, Roberto Samuells Panadés convergerán en

la década de los cincuenta.

Metidos ya en los sesenta, Jesús Burrillo Loshuertos, José Luis

Comellas García-Ueva, Agustín Cotorruelo Sendagorta, Francisco

Xavier Hervada Xiverta, Juan Jordano Barea, Federico Rodríguez

Rodríguez, Agustín de Asís Sancho Rebullida y Miguel Siguán

Soler perpetuarán la labor de penetración.

El cúmulo de vocaciones como catedráticos se verá ampliamente

recompensado, como reflexiona Jesús Ynfante en su libro "La pro-

digiosa aventura del Opus Dei" tras ofrecer ese listado de nombres,

por la gran cantidad de numerarios en los que se despertará la vo-

cación espiritual de la Obra. Pero no hay que olvidar como punto

de referencia obligado para el conocimiento exacto de la evolución

de la fundación de mi tío José María que en 1951 se inicia la Uni-

versidad de Navarra, pero sin dejar al margen el enorme esfuerzo

por crecer cualitativamente y cuantitativamente en la Universidad

pública.

Colateralrnente, en 1958 se inicia la labor dirigida al reciclaje de

profesionales en activo, especialmente hacia los empresarios. Es el

caso del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE),

cuyo objetivo fue "por una parte, contribuir a la creación de una

ciencia de la empresa fundamentada en la integración de sólidos

principios cristianos y científicos; por otra, proporcionar a los

hombres de empresa el conjunto de ideas y conocimientos que les

permita profundizar en la función profesional, social y humana de

su cometido" (Félix Huerta, "El IESE", "Nuestro Tiempo", núm.

136, pág. 421). En 1965, tras siete años de actividad continua, ha-

bían pasado por el Instituto y los cursos de perfeccionamiento 796

151

hombres ligados al mundo de las finanzas. Mi tío José María había

dejado claro en Camino: "Pon un motivo sobrenatural a tu ordina-

ria labor profesional, y habrás santificado el trabajo." Los empresa-

rios obtenían la santificación.

La Universidad de Navarra vendrá a convertirse en una nueva

fuente, que no corrige al Consejo Superior de Investigaciones

Científicas, sino que lo complementa, con armas inteligentes como

el IESE. La captación de miembros titulados en la Universidad

empezaba a encajar como un puzzle perfecto.

Pero desde luego no será únicamente la Universidad y, por tanto,

esas instituciones el centro de la labor proselitista, que desde un

principio contó con la inestimable ayuda de las residencias y cole-

gios mayores, sino que de la fuente vocacional manarán también

los chorros de la financiación que el Opus Dei utilizará en su ex-

pansión.

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas puede servir de

ejemplo meridiano. Las obras que realizará este órgano serán en-

comendadas a los arquitectos Ricardo Fernández Vallespín y Mi-

guel Fisac, pertenecientes al Opus Dei, que entregarán la totalidad

de sus ingresos a la fundación de mi tío. Pero el montaje operativo

no se queda sólo en las cabezas pensantes de los proyectos. Inme-

diatamente empiezan a surgir sociedades creadas para suministrar

materiales o servicios para las construcciones de los edificios del

Consejo Superior. Entre esas empresas y sociedades destacan EO-

LO, la primera y especializada en transportes, y EOSA, encargada

de la construcción.

Alberto Moncada, en "Historia oral del Opus Dei", nos relata: "Lo

que son crecientemente importantes son los honorarios profesiona-

les de Miguel Fisac, como arquitecto y realizador de proyectos. En

principio, según una ley que se pone en vigor en aquel tiempo, los

arquitectos españoles tenían que hacer unos grandes descuentos

cuando sus trabajos iban destinados al Ministerio de Educación. Y

se aplicaban unas tarifas muy inferiores a las habituales en el mer-

cado normal de la construcción.

"Pero como Fisac estaba completamente decidido a los proyectos y

procuraba hacerlos con gran economía para que resultaran lo más

152

baratos posible, y lo hacía por administración directa, los superio-

res de la Obra le instaron para que cobrara más que aquel mínimo,

aduciendo el argumento moral de la legítima compensación. "A mí

aquello me provocó escrúpulos de conciencia -cuenta Fisac- y esto

se unió a mis otros problemas ya existentes en relación con mi

pertenencia a la Obra.""

En el mismo libro de Alberto Moncada, Antonio Pérez relata: "El

Fundador del Opus Dei tenía un esquema de organización en el

que todo lo que hacíamos eran obras de apostolado. En el primer

catecismo de la Obra las dividía en obras corporativas y obras co-

munes. Aquéllas debían tener un fin estrictamente apostólico y

eran dirigidas directamente por los superiores, y las comunes po-

dían ser primordialmente seculares, auxiliares de las primeras, con

fines de beneficio económico, pero también debían ser controladas

por la jerarquía de la Obra. Aquello produjo desde un principio

muchos conflictos porque yo, como superior, me conformaba con

que cada uno llevase sus negocios como las reglas y las costum-

bres correspondientes le aconsejasen y diera a la Obra sus benefi-

cios, pero el Padre insistía mucho en que tal o cual actividad eco-

nómica tenía que estar bajo el patrocinio de un santo y controlada

por el superior relacionado internamente con el asunto según el

esquema organizativo interno. Y así había muchos conflictos."

Estas tensiones, como relata Alberto Moncada, venían motivadas

por la necesidad de afrontar inversiones astronómicas y se llevaban

a cabo en el menor tiempo posible, para lograr la expansión desea-

da. Pero requería mucho dinero. Mi tío José María siempre tenía

prisa por alcanzar una mayor cota de poder y sabía que sólo era

posible mediante importantes inversiones, y todas ellas con la

misma pobreza que había aprendido en la casa de la condesa de

Humanes.

Estos esquemas organizativos trazados desde el principio para la

financiación de las obras apostólicas acompañarán al Opus Dei a

lo largo de su historia, provocando situaciones conflictivas y de

enfrentamiento entre sus propios miembros. El caso de Rumasa y

de José María Ruiz-Mateos en la pugna del Banco Atlántico es el

ejemplo concreto que puede valer como referencia más resonada.

153

Como ya se señaló anteriormente, junto con la labor de los cate-

dráticos en la Universidad y de los numerarios que cursaban sus

estudios en ella, los colegios mayores cumplían un papel similar.

La residencia de Diego de León en 1940 y luego en la Moncloa

constituirán los primeros pilares que forjarán la expansión conca-

tenada. A partir de este momento, la inauguración de colegios ma-

yores ligados al Opus Dei se sucederá en las capitales de provincia

con un mayor potencial universitario. Las primeras aperturas lejos

de Madrid serán La Estila en Santiago de Compostela, Monterols

en Barcelona, Miraflores en Zaragoza, El Albaicín en Granada,

Guadaira y La Alcazaba en Sevilla. A éstos les seguirán muchos

otros, pero ya al calor de la Universidad de Navarra.

Los distintos colegios y residencias contarán con una administra-

ción al servicio de los numerarios internos, dirigida por Sección

Femenina: numerarias y sirvientas, estas últimas acomodadas más

modernamente bajo el apelativo de numerarias auxiliares.

La composición social de los internos en los colegios mayores es

clara y siempre apunta hacia las clases media-alta y alta, a la vez

que imparte una gran disciplina. En la actividad diaria se compagi-

nan las misas, las conferencias, el cine, las consabidas tertulias de

café y las meditaciones todos los sábados. Lógicamente, las resi-

dencias son un campo abonado para la captación de numerarios o

supernumerarios, aunque siempre queda la alternativa para los más

díscolos de quedar ligados a la institución como cooperadores o

simpatizantes, que se afianzarán con el tiempo como otra de las

fuentes lucrativas de la Obra.

El Padre tuvo la costumbre de llamar santo a todo lo que le intere-

só para el bien de la Obra: "santa intransigencia" para no dejar en

paz al posible candidato y el "santo sablazo" para lograr el dinero

anhelado. Éste es el papel fundamental que cumplen los simpati-

zantes de la Obra. No están obligados a seguir ningún plan ni están

controlados por nadie desde la cúpula, aunque por supuesto man-

tienen con las altas jerarquías de la Obra una relación fluida, un

aspecto a tener siempre en cuenta.

Si echo una mirada al pasado y recuerdo mis experiencias dormi-

das, saco con claridad ahora lo que sucedía y el aliciente principal

154

de los retiros en la residencia Miraflores de Zaragoza. Mi padre

solía pedirme que le acompañase. Mi hermana siempre insistía en

que participara, hasta que un día me dijo de repente: "Ya no vuelvo

más. Aquí no vienes a rezar, sino a relacionarte." Al preguntarle el

porqué de aquel parecer me explicó: "Date cuenta, todos están ro-

deando a José Joaquín Sancho Dronda." Sancho Dronda era por

entonces director adjunto del Banco de Aragón, hasta que poste-

riormente fue nombrado director de la Caja de Ahorros de Zarago-

za, Aragón y Rioja. A la mayoría de los que trabaron amistad con

él los benefició y colaboraron, como era de esperar, con el "santo

sablazo".

En 1951 comienza a funcionar el segundo motor de arranque den-

tro del campo de la educación que servirá igual que la Universidad

como plataforma de nuevas vocaciones. Me refiero a los colegios

de enseñanzas medias. El primero en abrir será el Gaztelueta, en

Bilbao, una obra corporativa, cuya responsabilidad recaía, en con-

secuencia, totalmente sobre las espaldas de la Obra. Su carácter

corporativo es muy sutil si quiere trazarse un límite respecto a los

colegios que irán naciendo a continuación, ya que seguirán las

directrices marcadas por esta experiencia inicial. Para comprender-

lo de una forma global, es necesario puntualizar que el Opus Dei

plantea continuamente su no responsabilidad vinculante con la

institución. Son las personas a título particular y nunca la Obra

quienes aparecen, aunque por otra parte sea ella misma la que con-

trole cada movimiento y gestión desde la jerarquía.

Aunque de primeras aparecía el Gaztelueta como el único lanza-

miento en la enseñanza media, el éxito alcanzado entre la clase alta

del barrio más elegante de Bilbao, Neguri, no dejó de ser una ten-

tación irresistible. Reproducir el modelo en las capitales españolas

de provincias era dar a conocer la Obra a los estudiantes, antes del

salto a la Universidad. Una cantera de futuros miembros que se

traducirá en los estatutos del Opus Dei mediante la figura del "as-

pirante" entre los menores de edad. Enfocada hacia los adolescen-

tes, la organización se irá completando con la creación de clubs

dependientes de los colegios, pasando a engrosar ese manantial de

vocaciones que obsesionaba a mi tío y a la jerarquía de la Obra.

155

En este contexto, el nacimiento del Fomento de Centros de Ense-

ñanza, que coordinará a cada uno de los colegios del Opus Dei,

fortalecerá su sistema educativo, al que tendrán acceso los hijos e

hijas de los supernumerarios y esa amalgama de "simpatizantes",

que ven con buenos ojos la disciplina que caracteriza a estos cen-

tros pero también la posibilidad de relacionarse con personas de

las más altas esferas en la sociedad de cada ciudad. Para dotar a la

sociedad del Fomento de la suficiente cohesión económica, su

primer presidente será el numerario Vicente Picó, que provenía del

Banco Popular, donde el Opus Dei estaba instalado y campaba a

sus anchas.

Las acciones para financiar a la sociedad se abren por suscripción

de los padres de familia y de los denominados simpatizantes. Esta

forma de proceder en España será la prueba piloto que más tarde se

aplicará en los países donde el Opus Dei pondrá sus pies en el pro-

ceso de expansión. En Iberoamérica se están logrando unas cotas

de penetración gracias a este modelo importantísimo, especialmen-

te en Perú, donde se encuentra ubicada la Universidad de Piura,

donde se nombró gran canciller al Fundador.

2. LAS FINANZAS

Acabamos de ver someramente el modelo que el Opus Dei elige

para su financiación cuando la escala se puede considerar media,

antes del gran despegue. Los ingresos de los numerarios, los pagos

de los residentes por sus estancias y los beneficios que otorgaban

las primeras empresas auxiliares, creadas al amparo de las obras de

los nuevos edificios que el Consejo Superior de Investigaciones

Científicas necesitaba para su desarrollo, constituían los focos

principales. Pero ese gran despegue al que aludíamos antes se pro-

duce tras la instalación de mi tío en Roma, la adquisición del edifi-

cio y los terrenos de la antigua legación de Hungría ante la Santa

Sede, junto con las obras de acondicionamiento de la Sede Central

y la construcción del Colegio Romano. La obligación de afrontar

ese paquete de inversiones millonarias fuerza a los miembros de la

Obra a lanzarse a una aventura de control de entidades financieras,

156

como única salida posible. Millet Maristany y Fanjul Sedeño, nu-

merarios del Opus Dei, apoyados por la familia Valls Taberner,

inician en 1947 la penetración en el Consejo de Administración del

Banco Popular, que acabará siendo dirigido por miembros del

Opus Dei.

La primera sociedad financiera, antes de entrar a controlar los ban-

cos, será Esfina, que canalizará el dinero que llega a manos de la

Obra de Dios. Esfina, una sociedad de inversiones y estudios fi-

nancieros, fue creada por Alberto Ullastres. Pero a partir de enton-

ces se irán constituyendo sucesivamente otras que seguirán más o

menos un modelo similar, contando siempre con la participación

de numerarios como Luis Valls Taberner, Jorge Brosa, Fernando

Valenciano, Rafael Termes, Gregorio Ortega, Antonio Pérez, Ma-

riano Navarro Rubio, Rafael Escolá, Manolo Baturén y un largo

etcétera. Manteniendo su vocación espiritual, muchos de ellos tro-

carán la empresarial por la política años después.

Para tomar conciencia realmente del alcance del Opus Dei como

una gran sombra, merece la pena recoger literalmente el siguiente

análisis de Jesús Ynfante, "Ramificaciones financieras: Esfina,

Crédit Andorrá, Banco Atlántico, Bankunión" ("Ruedo Ibérico",

1970, pág. 246):

"En 1956 algunos socios militantes del Opus Dei crearon, con el

apoyo del Banco Popular Español, la Sociedad Española Anónima

de Estudios Financieros (ESFINA), que cuenta hoy con un capital

social de 35.000.000 de pesetas y es un pilar financiero básico de

la Obra de Dios. El presidente es Pablo Bofill de Quadras, el vice-

presidente José Ferrer Bonsoms y entre los vocales está Román

Mal Calvet. En 1958 adquieren la Banca Pujol, Subirach y Com-

pañía, convirtiéndola en el actual Banco Latino. Un año más tarde

crean la Universal de Inversiones, S. A., de la que fue presidente

del Consejo de Administración Francisco Planell Fontrodona, or-

denado sacerdote en 1964. Alfonso López Rodó, hermano de Lau-

reano, figuró también como vocal del Consejo de Administración

de ALAS de Publicidad. Fernando Valenciano Polack, consultor

del Consejo General del Opus Dei, figura como consejero de Edi-

ficios y Obras y vocal del Banco de Andalucía. Otra sociedad de

157

cartera y que posee un capital de 50.000.000 de pesetas es Fondo

de Inversiones Mobiliarias, S. A., cuyo presidente es José Ferrer

Bonsoms, y el consejero delegado, Pablo Bofill de Quadras.

"En 1962 se constituyó, con un capital de 3.500.000 de pesetas una

sociedad filial de Esfina, que se denominó Esfina-Barcelona, S. A.,

presidida por Bartolomé Roig, profesor del IESE, dando una orien-

tación internacionalista al grupo. Más recientemente se ha creado

Esfina-Navarra, S. A., con sede en Pamplona.

"Entre las financiaciones conocidas del Banco Latino se cuenta la

constitución de la sociedad de Fomento de Centros de Enseñanza

Barcelona, S. A., con un capital de 3.500.000 pesetas, y cuyo obje-

to social es "la creación de colegios y organización pedagógica de

los mismos, la contratación y formación del profesorado, etc.". En

el Consejo de Administración figura el equipo oficial de pedago-

gos de la Obra: Tomás Alvira Alvira, Víctor García Hoz, etc. No

conviene olvidar que Ángel Santos Ruiz y Vicente Picó Amador,

junto con Alvira y García Hoz, forman el equipo de estrategas del

Opus Dei en el campo de la enseñanza media y profesional, estan-

do por ello directamente vinculados con el Fundador.

"El holding ESFINA controla hoy, con su cartera de valores, más

de noventa empresas, preferentemente de servicios (cinematogra-

fía, valores mobiliarios, prensa y ediciones, etc.). Pueden mencio-

narse entre ellas las siguientes: Exhibidores Unidos, S. A., Filmó-

fono, S. A., Impak, S. A., Inmobiliaria Grey, S. A., Pabellón, S.

A., Publinter, S. A., Internacional de Revistas y Libros, S. A.,

Prensa y Ediciones, S. A. (editora del "Alcázar" y de "Nuevo Dia-

rio").

"En el negocio cinematográfico, las empresas controladas por el

capital financiero del Opus Dei, por medio de socios de su entera

confianza, son Exhibidores Unidos, S. A., Filmófono, S. A., Fil-

mayer, S. A., Estela Film, S. A., As Film, S. A. y Midega Film,

que son sociedades pertenecientes al Opus Dei, pero sus capitales

respectivos no tienen el carácter corporativo que poseen las men-

cionadas anteriormente."

Estas empresas se denominan sociedades auxiliares y en el articulo

9 de las Constituciones del Opus Dei se recoge explícitamente:

158

"Los socios del Opus Dei actúan ya individualmente ya por medio

de asociaciones que pueden ser o bien culturales o bien artísticas,

pecuniarias, etc., y que se llaman sociedades auxiliares. Estas so-

ciedades están igualmente en su actividad sujetas en obediencia a

la autoridad jerárquica del Instituto. "Y en su artículo 388, aparta-

do 7, se precisa aún más el control que ejerce el Opus Dei: "(...)

corresponde al Consiliario con voto deliberativo del Consejo (...)

designar a los directores de las diversas sociedades auxiliares y de

las obras comunes de la Región (...)." Queda claro, por tanto, el

alcance que ejerce el Opus Dei sobre todos y cada uno de los ten-

táculos, es decir, las sociedades auxiliares, que componen su impe-

rio económico y financiero.

En otro párrafo, Jesús Ynfante nos dice: "En manos del grupo ya

que actualmente lo posee, el Banco Popular adquirió el control del

Banco Atlántico. La llamada Ley de Expansión Bancaria, promul-

gada por Navarro Rubio, cuando era ministro de Hacienda, conce-

día a los actuales bancos de depósito la posibilidad de abrir nuevas

sucursales y agencias, posibilidades condicionadas a una serie de

factores cuya apreciación se dejaba al Ministerio de Hacienda. Una

de las condiciones impuestas a los bancos que deseaban abrir nue-

vas oficinas es que no dependan de otro banco, es decir, que no

estén bajo control de otra entidad bancaria. Conocedor "como na-

die" de esta limitación impuesta a los bancos, el Banco Popular

Español, que tenía mucho interés en que el Banco Atlántico abriera

nuevas oficinas, decidió las acciones que este último poseía, para

que al solicitar la apertura de aquella nuevas oficinas no apareciese

el Banco Atlántico bajo el control del Banco Popular Español. ¿A

quién cedió el paquete de acciones? ¿A otro grupo financiero? No.

La cesión benefició a Casimiro Molins, joven industrial barcelo-

nés, cuñado de López Rodó. Hecha la ley, hecha la trampa. El

Banco Atlántico ha podido abrir nuevas oficinas y seguir tan estre-

chamente vinculado al Banco Popular Español, aunque sea por

persona interpuesta."

No merece la pena seguir relatando más ejemplos sobre la finan-

ciación del Opus Dei. Por mi parte, basta con manifestar que des-

pués de cuarenta años relacionado con el Opus Dei y sus miem-

bros, incluso familiares algunos de ellos, y a pesar de ser sobrino

159

del Fundador, hasta que no me enfrenté con la literatura de anti-

guos miembros de la Institución, no me había enterado de su mag-

nitud económica. Ante todo este tinglado, sólo se me ocurre trans-

cribir las palabras de mi tío José María Escrivá de Balaguer. El 24

de marzo de 1930 escribe en la carta "Singule Dies": "Nuestra en-

trega al servicio de las almas es una manifestación de esa miseri-

cordia del Señor, no sólo hacia nosotros mismos sino hacia la hu-

manidad toda. Porque nos ha llamado a Santificarnos en la vida

corriente, diaria y a que enseñemos a los demás prudentemente,

espontáneamente, según la voluntad de Dios. Nos interesan todos,

PORQUE TODOS TIENEN UN ALMA QUE SALVAR, porque a

todos podemos llevar, en nombre de Dios, una invitación para que

busquen en el mundo la perfección cristiana. SED PERFECTOS

COMO VUESTRO PADRE CELESTIAL ES PERFECTO." Mi

tío José María se había adelantado más de mil años en el mensaje

de invitarnos a todos para que seamos accionistas y consejeros de

empresas financieras.

Entre el grupo de empresas relacionadas con el Opus Dei, destaca

por sí misma y a nivel mundial Rumasa, objeto de una expropia-

ción y que, como ya se comentó anteriormente, desencadenó gra-

ves enfrentamientos en su seno al tener como presidente y accio-

nista mayoritario a José María Ruiz-Mateos. Nuevamente vamos a

recurrir al libro de Jesús Ynfante, ahora para conocer detallada-

mente los primeros pasos: "José María Ruiz-Mateos, supernumera-

rio del Opus Dei y principal animador del grupo Rumasa, se entre-

vista y recibe instrucciones de Pablo Bofia de Quadras, uno de los

responsables financieros en la Obra de Dios. También los hijos

mayores de Navarro Rubio, gobernador del Banco de España, tra-

bajan en empresas del grupo Rumasa y uno de los hermanos de

Ruiz-Mateos es cuñado del director del Instituto de Crédito de las

Cajas de Ahorro, Luis Coronel del Palma." No hay más vuelta de

hoja. Esta gran familia del Opus Dei cumple estrictamente con el

mandato del Padre y se ayudan y ejercitan en la "corrección frater-

na" no sólo en su comportamiento espiritual, sino también en la

dirección de los negocios.

En Zaragoza he tenido la oportunidad de conocer una de esas ca-

rreras meteóricas; un compañero abogado, que ingresó sin oposi-

160

ción alguna en el Banco de Aragón, que fue director general adjun-

to y jefe de mi padre durante varios años. La biografía de José

Joaquín Sancho Dronda es verdaderamente sorprendente si se ana-

liza con detenimiento.

Dos hechos relacionados con la persona de Sancho Dronda, uno

que acabó en fracaso pero que bien pudo hacerlo en éxito y otro

que acabó encumbrándolo, se suceden a fines del año 1969 y prin-

cipios de 1970. Cuando acaba sus días como director general del

Banco de Aragón, donde figuraba como consejero el todavía nu-

merario Antonio Rico Gambarte, se buscó un recambio. Para ha-

cerse cargo de la dirección general se nombró a tres personas capi-

taneadas por Teixifonte López, un andaluz que tiene como mejor

expediente de su currículum la pertenencia al Opus Dei. A los po-

cos meses, el Banco Central absorbía al Banco de Aragón y la ope-

ración resultaba un fiasco.

Idénticos méritos a Teixifonte López encerraba Sancho Dronda

cuando pasa a asumir la Caja de Ahorros de Zaragoza con motivo

del fallecimiento de José Sinués y Urbiola. Éste había promovido a

su sobrino José María Royo Sinués, creando ex profeso el cargo de

director general adjunto para que ocupara inmediatamente el pues-

to vacante. Pero el Opus Dei no podía dejar escapar así como así

tan suculenta oportunidad de control de una entidad financiera.

Entre la extrañeza general, el sustituto de José Sinués y Urbiola no.

iba a ser su sobrino, sino el hasta entonces director general adjunto

del Banco de Aragón, Sancho Dronda. El supernumerario y gober-

nador del Banco de España, Mariano Navarro Rubio, había inter-

venido manejando los hilos del poder que su situación permitía.

Una vez con el cargo en sus manos, Sancho Dronda tendió la mano

a los miembros del Opus Dei, rodeándose de personas de la Obra o

de simpatizantes. Las primeras oposiciones de la nueva etapa a la

Caja fueron conocidas popularmente como opusiones. Fue el año

del Opus en la Caja. Sobre el resto de acontecimientos se siguieron

año tras año y las arbitrariedades de José Joaquín Sancho Dronda y

sus colaboradores como consejeros simultáneos en las empresas

filiales de la Caja en Aragón y en muchas otras son de sobras co-

nocidas, ya que de ello se ocuparon en su momento muy diversos

161

medios de comunicación, incluidos los nacionales. Sus formas de

proceder han dado lugar a inspecciones que acabaron en sanciones.

Y en algunos casos obligando a intervenir a los tribunales de justi-

cia.

3. LA POLÍTICA

El Opus Dei carece de una definición ideológica concreta, al me-

nos en el plano teórico. Mi tío José María manifestó constantemen-

te su distanciamiento sobre cualquier posición concreta, reiterando

la completa libertad que amparaba a los miembros del Opus Dei a

la hora de escoger entre las diferentes concepciones. Es más, los

biógrafos oficiales de la Obra resaltan ese grado de indiferencia

hacia la temática política. Sin embargo, para comprender con más

exactitud la proyección real del Siervo de Dios y sus pretensiones

sería conveniente introducir una serie de acotaciones, que en oca-

siones responden a las propias circunstancias que rodearon su vida

y en otras no pueden obviarse porque convergen en un punto más

o menos claro, siempre a gusto del lector.

Mi tío José María vio la Obra justo cuando se descomponía la mo-

narquía borbónica en los años 20. A partir de esta circunstancia y

los trascendentales hechos históricos que vendrían encima en los

siguientes años, cuando menos resulta chocante las manifestacio-

nes de indefinición política. El triunfo del Frente Popular en las

elecciones de 1936 supuso el recrudecimiento de la persecución

religiosa, del anticlericalismo, con quemas y saqueo de iglesias,

incluyendo los crímenes contra un significativo porcentaje de sa-

cerdotes y religiosos. Indudablemente, la violencia desatada contra

todo lo que olía a Iglesia tuvo que calar hondo en las conciencias

cristianas. El propio José María Escrivá sufrió las consecuencias

de esta situación, en su persona y entre los más allegados.

Como primer dato general, Antonio Montero en su libro "Historia

de la persecución religiosa en España" aporta las siguientes cifras:

a lo largo de la guerra civil murieron 4.184 sacerdotes seculares,

2.365 religiosos y 283 religiosas. Pues bien, en ese listado de

162

muertos por la persecución religiosa dos de ellos pertenecían a

nuestra familia. El mismo tío del Fundador, el canónigo de la cate-

dral de Barbastro, Mariano Albás Blanc, también padrino de bau-

tismo, cayó fusilado en la localidad oscence donde se acabaría

levantando Torreciudad, por deseo de su ahijado. Un camino pare-

cido terminó corriendo el obispo de Cuenca, Cruz Laplana Laguna,

pariente lejano de su madre y que murió el 8 de agosto de 1936. Y,

finalmente, mi propio tío acabó siendo objeto de persecución. En

el Madrid del Frente Popular, se vio obligado a disfrazarse con un

mono de obrero y a ocultarse durante varias semanas en la capital;

hasta que tuvo oportunidad de huir a Francia para regresar a la

España nacional con su sede de gobierno en la ciudad de Burgos,

donde se quedaría residiendo hasta el final de la contienda.

Sin duda, él, como la gran mayoría de los sacerdotes y católicos,

tenían clara al menos su adscripción anticomunista. Sin embargo,

como ya se indicó al comienzo de este capítulo, insistirá una y otra

vez en su negativa a pronunciarse políticamente como sacerdote,

dejando a sus hijos que elijan en el amplio abanico ideológico. En

líneas generales puede decirse que, convencido de la fidelidad de

la Obra, la militancia pasa a un segundo plano, otorgando al poder

el único relieve. En definitiva, un aprendiz de Maquiavelo en el

seno de una institución religiosa que opera desde el claroscuro de

la hermandad de sus miembros.

No obstante, durante el régimen franquista la implicación y la co-

laboración serán una nota destacada de sus miembros. Incluso de

mi tío.

De todos es conocida la amistad que mantuvo con el almirante

Carrero Blanco y los ejercicios espirituales que dirigió personal-

mente al Jefe del Estado, Francisco Franco. Antonio Pérez Tenesa

relata en la "Historia oral del Opus Dei" de Alberto Moncada: "En

el verano de 1947, yo estaba en Molinoviejo, la casa de ejercicios

de la Obra cerca de Segovia. Una tarde apareció por allí Carrero

Blanco, que fue recibido por el Padre y un rato después llegó Eu-

genio Vegas Latapié, acompañado por Rafael Calvo Serer. Yo

entonces no sabía nada de lo que se tramaba aunque Eugenio Ve-

gas, que había sido letrado del Consejo de Estado, al enterarse que

163

yo también lo era, empezó a conversar conmigo. Luego supe que

aquélla fue la primera reunión entre representantes de don Juan y

de Franco acerca de la educación del Príncipe.

"Escrivá era franquista convencido pero también monárquico y

estaba a favor de que después de Franco reinara en España don

Juan Carlos de Borbón, al que tuvo ocasión de tratar más tarde en

Roma. En el equipo de educadores del Príncipe entran bastantes

numerarios y entre ellos destaca Angel López Amo, que moriría en

accidente en los Estados Unidos en 1957.

"Del grupo de opusdeístas que rodean al Príncipe desde el primer

momento se destaca también Federico Suárez.

"Federico Suárez era un valenciano muy integrista, que llegó a ser

catedrático de Universidad y que en 1947 fue ordenado sacerdote -

comenta Antonio Pérez. Él era bastante carlista y no demasiado

intelectual, por lo que mi recomendado para el cargo de capellán

del Príncipe fue Pepe Orlandis. Pero al final eligieron a Federico."

Moncada continúa más adelante aclarando en su libro: "En 1951 se

produce el acceso del primer numerario a la Administración fran-

quista, con la entrada de Pérez-Embid, como director general, en el

Ministerio de Información y Turismo que dirige Gabriel Arias Sal-

gado."

Pero el acontecimiento que propiciaría el grupo Opus en la política

franquista fue la relación que se establece entre Carrero Blanco, el

buen amigo del Padre Escrivá y hombre de confianza de Franco, y

Laureano López Rodó.

"A partir de entonces, empieza una espectacular carrera de López

Rodó, quien incorpora a distintos miembros de la Obra a altos car-

gos de la Administración como Andrés de Oliva, José María Sam-

pelayo, Vicente Mortes, Álvaro Lacalle..."

Los años 1953, 1954 y 1956 son años de consolidación de la in-

fluencia política de López y coinciden con la expansión de las so-

ciedades auxiliares de la Obra, en las que los socios numerarios y

supernumerarios se ejercitan en la gestión y en el conocimiento del

mercado internacional.

164

Es a partir de estos momentos cuando se inicia la penetración de

los miembros del Opus Dei en el gobierno franquista, entran los

llamados tecnócratas: Alberto Ullastres, Navarro Rubio, García

Moncó, Gregorio López Bravo, José Vicente Izquierdo, Ramón

Sanromán, etcétera.

A su vez, todos ellos se rodean en los puestos clave y de confianza

de otros miembros o simpatizantes del Opus Dei, ganando en peso

específico en la mayor parte de los sectores de la administración, y

no exclusivamente estatal, ya que los núcleos se irán extendiendo a

los gobiernos civiles, diputaciones y alcaldías.

Cualquier movimiento contará siempre con la mirada atenta del

Opus Dei. La puesta en marcha de los planes de desarrollo conlle-

va la creación de nuevos cargos en la administración. Los miem-

bros de la Obra se valdrán de las nuevas circunstancias y sus ma-

niobras se enfocarán ahora hacia la detentación de puestos por los

hermanos espirituales o simpatizantes, lo que arrastra consigo

también la arbitrariedad y la injusticia por muy diversos motivos.

Cuando un partido accede al poder sitúa a sus peones en los cargos

de mayor o menor responsabilidad, nutriéndose de los militantes.

Pero el Opus Dei no es un partido político. Sin embargo, recurre a

sus miembros para detentar parcelas de poder al margen de las

ideologías. Hoy vemos cómo los "militantes" de la Obra se en-

cuentran en diversas fuerzas políticas, y ellos mismos lo exhiben

como demostración de la pluralidad existente dentro de la institu-

ción.

Ahora bien, hasta cierto punto. Ellos predican con el mismo ejem-

plo que dio su Fundador la carencia de una ideología concreta. Y

como su Fundador, a la vez los componentes se dejan notar bajo

un tamiz claramente conservador. Sus miembros tienen una rele-

vancia nula fuera de partidos como el PP, casi ninguno pertenece

al CDS y sólo en las fuerzas regionalistas del centro-derecha se

hace notar el peso de su presencia. El Opus Dei sólo tiene compo-

nentes ideológicos que desprenden por sí solos de su manera de

entender la religión, que alcanza a todos los campos de la vida y se

alinea consecuentemente con quienes mantienen una semejanza en

sus estilos.

165

Con independencia de ese señuelo conservador, siempre que un

miembro copa alguna de las instancias del poder pasa a rodearse

de sus hermanos espirituales. Esto fue lo que en su día sirvió para

apellidarlos como tecnócratas, inmediatamente asimilable a falta

de una ideología política. El Opus Dei milita en aquellos partidos

que tienen mayores posibilidades de gobernar y que, lógicamente,

sintonicen con la proyección social de su pensamiento religioso.

En el marco de la política y de la economía merecería dar un breve

repaso a un área que se encuentra a caballo entre las dos y que

también puede servir como instrumento de poder. Nos vamos a

acercar al mundo editorial y de los medios de comunicación.

Posiblemente la editora con mayor actividad dentro del Opus Dei

es Ediciones Rialp, que recoge su nombre de las montañas france-

sas de Rialp, donde en la huida por los Pirineos de la guerra civil

tuvo uno de sus capítulos milagrosos de visión de la Virgen María.

Su sede social está en Madrid, pero cuenta con importantes dele-

gaciones en Barcelona, Valencia, Sevilla y Bilbao; y en Latinoa-

mérica, en Bogotá, Caracas, Santiago de Chile, Buenos Aires y

Lima.

Otra editorial significativa en manos del Opus Dei es SARPE, fun-

dada en Madrid y que tiene por objeto la distribución, edición y

venta de toda clase de publicaciones, iniciada con "Actualidad

Española" y luego ampliada progresivamente a "Actualidad Eco-

nómica", "Telva", "Tria" y "Mundo Cristiano". En coordinación

con estas y otras editoriales surge LINESA, que agrupa distintas

cadenas de librerías, empezando por Madrid y expansionándose

por el resto de las capitales españolas.

Dada la importancia que cobra la Universidad en el Opus Dei, no

olvida tampoco acercarse a este segmento de la población a través

de revistas como "Gaceta Universitaria", publicada en Navarra, o

"Diagonal", con difusión en Cataluña y realizada por el club de

prensa de la residencia Monterols, por citar algunos ejemplos.

La presencia en los medios de comunicación no se limita a aque-

llos que controlan o editan sus propias empresas. Hoy, como todo

el mundo sabe, los medios de comunicación se financian a través

de la publicidad. Debe valorarse, por tanto, también el potencial

166

económico de las empresas dependientes del Opus Dei, o lo que

viene a ser lo mismo en muchas ocasiones, unidad a los miembros

inmersos en el mundo de la publicidad. La influencia es enorme

dado el caudal potencial que encierra su estructura, a la que habría

que chequear minuciosamente para poner al descubierto todo el

entramado. Sin olvidar la cantidad de fieles a la Obra que trabajan

en medios de comunicación detentando puestos de responsabili-

dad. Al alcance de la vista sólo está la séptima parte del iceberg

que flota sobre las aguas.

Como ejemplo, y por haber sido propietario y director de una

agencia de publicidad en Zaragoza durante más de veinticinco

años, habiendo desarrollado campañas a nivel local, regional y

nacional, algunas de ellas de gran repersución, como Conguitos y

Reinas Butano, me fue imposible acceder a cualquiera de las pro-

movidas por la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja, hoy

IberCaja. A pesar de mis grandes esfuerzos mediante la presenta-

ción de distintas campañas, de la amistad de mi padre con el direc-

tor general, José Joaquín Sancho Dronda, nunca aceptó ninguna de

mis propuestas aun cuando alguna de ellas le parecieron adecua-

das. Entonces comprendí que la Caja de Ahorros insertaba direc-

tamente en los medios de comunicación su publicidad para ejercer

mayor presión y encargando la creatividad a empresas pertenecien-

tes o vinculadas personalmente al Opus Dei, sabiendo que el costo

era superior.

167

CAPÍTULO VII. EL PROCESO DE CANONIZACIÓN DEL FUN-

DADOR DEL OPUS DEI

1. FUNCIÓN ECLESIAL DE LA CANONIZACIÓN

Ante una Causa de Canonización no es raro oír a algunas personas

formular preguntas como éstas: "¿Para qué hacer un proceso de

canonización? ¿No hay ya demasiados santos en la Iglesia? ¿Para

que uno nuevo? ¿Para qué gastar tantas energías y tanto dinero?

No le hace falta al siervo de Dios que lo declaren beato o santo. Lo

importante es que esté en el cielo. La canonización no le va a aña-

dir gloria alguna delante de Dios." estas son las preguntas que el

padre agustino Romualdo Rodrigo expone en la Introducción del

libro editado por la Universidad Pontificia de Salamanca en 1988.

Pero al proceso de canonización de monseñor Escrivá de Balaguer

se le podrían añadir muchos y nuevos interrogantes; como por

ejemplo los que plantea el cardenal Tarancón, sin ir más lejos:

"¿Por qué tanta rapidez en este proceso?" O más radicalmente: ¿es

conveniente para la Iglesia ese proceso? ¿Será motivo de escánda-

lo para una gran mayoría, o al menos para una parte sustancial y

cualificada? ¿Puede desencadenar cierta desunión entre los creyen-

tes? ¿ Supondrá la santificación del Fundador del Opus Dei la se-

paración de muchos católicos de la Iglesia?

Estos interrogantes no son gratuitos ni retóricos. Una buena parte

de los creyentes ha visto con recelo la actuación del Opus Dei,

mostrando abiertamente su rechazo tanto a los planteamientos co-

mo a las formas de actuar de mi tío y de sus continuadores. A na-

die le puede extrañar que la beatificación de José María Escrivá de

Balaguer sea considerada o interpretada, y en consecuencia revier-

ta como una "luz verde o un espaldarazo" de Su Santidad el Papa a

la institución. No debemos olvidar que santificar a un fundador no

equivale exclusivamente a aceptar una tesis doctrinal más o menos

acertada, sino también toda su obra; en este caso el Opus Dei, y el

Opus Dei como organización susceptible de precederla con bastan-

tes "peros".

168

Pero no perdamos el hilo conductor de este capítulo, las reflexio-

nes del agustino Romualdo Rodrigo: "No obstante todas estas ob-

jeciones, la Iglesia secunda los deseos e iniciativas del pueblo fiel,

sigue elevando al honor de los altares a quienes se distinguieron en

vida por la heroicidad de sus virtudes, sobre todo por la caridad, o

que, en un acto de amor supremo a Cristo, sufrieron voluntaria-

mente el martirio. ¿Qué motivos impulsan a la Iglesia a seguir

promoviendo las causas de canonización? ¿Qué función tienen

tales causas en el mundo de hoy? Vamos a responder brevemente a

estos interrogantes.

"Todo los discípulos de Cristo estamos invitados a la santidad (Mt.

5,48), y todos, justificados por el bautismo, hemos sido hechos

partícipes de la naturaleza divina. Por tanto, mientras conservamos

la amistad con Dios, somos verdaderos santos. Todos bebemos en

la misma fuente de la santidad. La santidad no es otra cosa que la

unión con Dios. Cuanto más intima sea esa unión, mayor será el

grado de santidad de esa persona. Los santos son los gigantes de la

santidad.

"La Iglesia, desde los primeros tiempos, consciente del gran poder

de intercesión de los que estuvieron durante la vida unidos ínti-

mamente a Cristo y gozan ahora de su amistad en el cielo, propuso

a los fieles, como ejemplo de vida en el seguimiento de Cristo y

como intercesores ante Dios, primero a los mártires que, en un acto

inmenso de amor a Cristo, ofrecieron sus vidas por la defensa de la

fe; más tarde a los confesores, que con el ejercicio de las virtudes

en grado heroico fueron fieles imitadores de Cristo, modelo y

fuente de toda santidad. Surgieron así las causas de canonización

con una intervención formal de la Iglesia que regula la piedad de

los fieles y declara, en virtud de la infalibilidad del Papa, que tal

siervo de Dios goza de la gloria del cielo.

"Hay que tener en cuenta, sin embargo, que no todos los siervos de

Dios que ejercitaron en vida todas las virtudes cristianas en grado

heroico y que están íntimamente unidos a Dios en el cielo son de-

clarados beatos o santos por la Iglesia. Ha existido a través de los

siglos, y existe hoy, infinidad de mártires, de santos anónimos, de

madres de familia, de monjas de clausura, de religiosos y religio-

169

sas, de humildes trabajadores, de enfermos crónicos, purificados

por el sufrimiento, que alcanzaron los más altos grados de unión

con Dios, pero que no lograrán nunca ser elevados al honor de los

altares.

"La beatificación y canonización presuponen siempre una santidad

sublime, una íntima unión con Dios; sin embargo, ni el martirio, ni

el ejercicio de las virtudes heroicas durante la vida exigen o supo-

nen la beatificación o canonización.

"No siempre son elegidos como candidatos a la canonización los

más santos ante Dios. Y esto tiene su explicación. Una causa de

canonización lleva consigo unos gastos considerables, y requiere

un tesón constante y, sobre todo, un esfuerzo y una dedicación que

pueden durar muchos años. Todo esto supone una organización,

una entidad que va más allá de los individuos. Se explica así que

sean beatificados y canonizados más religiosos que sacerdotes se-

culares, y más sacerdotes seculares que laicos.

"Por otra parte, no se trata de premiar en la tierra las virtudes de un

cristiano que fue un héroe de la santidad. Ni la beatificación ni la

canonización pueden aumentar la gloria del beato o del santo, los

cuales gozan en el cielo de la presencia de Dios. El objetivo final

de la canonización no son los siervos de Dios, sino los fieles. Son

ellos los destinatarios y los beneficiarios de la misma. Los santos

no tienen necesidad de ser declarados tales. Son los fieles los que

tienen necesidad de que la Iglesia siga proponiendo continuamente

nuevos modelos de santidad, capaces de ayudarlos a interpretar en

cualquier condición de vida el mensaje evangélico. Y son precisa-

mente los santos los pioneros y los prototipos creativos de las for-

mas de santidad necesarias en un determinado período. Practican-

do un nuevo estilo de vivir, el cristiano demuestra, con una deter-

minada forma de vida y de acción, ofrece posibilidades de realizar-

se como hombre y como cristiano; enseña experimentalmente que

también "así", en esas condiciones concretas de ambiente y de tra-

bajo, se puede ser cristiano. Por eso un siervo de Dios es tanto más

canonizable cuanto más atractivo y estimulante sea el mensaje que

puede ofrecer al mundo moderno y mayor su fama de santidad, de

tal modo que los fieles se sientan incitados a seguir sus ejemplos."

170

Como ya indicamos en su momento, el mensaje de mi tío José Ma-

ría, "la santificación con el trabajo ordinario", como él mismo re-

conocía, es tan viejo y nuevo como el Evangelio. Irónicamente,

habría que analizar si este mensaje se refiere sólo a las retribucio-

nes y si más extensamente abarca de igual forma a la santificación

de las rentas del capital. La gran mayoría de sus hijos pertenecen a

las clases socio-económicas más altas, y por tanto es claro que es

ése el núcleo donde verdaderamente su mensaje es aceptado y va-

lorado positivo.

Ahora bien, es conveniente santificar al fundador de una institu-

ción donde la gran mayoría de sus seguidores integran parte de la

élite de la sociedad en que vivimos para legitimarla. ¿No estare-

mos cayendo en el error de la santificación de un mensaje contra-

rio al espíritu evangélico? ¿La forma de entender la pobreza de mi

tío José María puede ser objeto de santificación? ¿No deberíamos

discernir más claramente y someterla a un juicio de valores más

ampliamente histórico? Teólogos y doctores tiene la Iglesia...

2.LAS CAUSAS DE CANONIZACION A TRAVÉS DE LOS

SIGLOS

En un principio, y hasta el siglo V, las causas de canonización tu-

vieron su origen en la práctica de la Iglesia primitiva de dar culto a

los mártires que dieron su vida por Cristo, por considerar el marti-

rio como la máxima expresión de la caridad. El culto de los márti-

res nacía espontáneo entre los fieles a aquellos que consideraban

héroes entre los cristianos perseguidos. De ordinario la autoridad

eclesiástica se limitaba a consentir dicho culto. Habrá que esperar

al Concilio de Cartago del año 411 para conocer las primeras nor-

mas autorizando y delimitando el culto a un mártir.

"En cuanto a la prueba del martirio, aunque no se puede hablar de

un proceso canónico, se exigía el examen crítico de las actas del

martirio y el juicio del obispo de la iglesia local, de quien dependía

la autorización del culto. Las actas martiriales eran conservadas y

leídas con fervor en la iglesia y después se procedía al examen

171

judicial de las mismas para constatar si existía efectivamente la

causa del martirio, tanto por causa del tirano como por parte del

mártir. Es decir, antes de permitir el culto tenía que constar que el

tirano había inferido la muerte por odio a la fe, y que el mártir ha-

bía aceptado voluntariamente la misma por amor a Cristo.

"A partir del siglo y se empieza a tributar culto también a los que

se habían distinguido por su firmeza en defensa de la fe, es decir, a

los confesores que habían sufrido persecuciones y habían sobrevi-

vido a las mismas. Más tarde, se comienza a inscribir en los calen-

darios también a las personas insignes por sus trabajos apostólicos,

por sus escritos o por sus virtudes.

"El procedimiento para canonizar a los confesores era distinto al

de los mártires y por eso a partir del siglo VI antes de proceder al

"traslado" o "elevación" de los restos mortales del Siervo de Dios -

Fundador de una iglesia o de un monasterio, o defensor eximio de

la fe- se leía ante el obispo, o ante el sínodo diocesano o provin-

cial, una biografía y una relación de los milagros atribuidos al

mismo.

"Durante los siglos VI al X los elementos esenciales en el proce-

dimiento para una canonización eran los siguientes:

1. Existencia de la fama de santidad y de los milagros, o el marti-

rio.

2. Presentación al obispo, o al sínodo diocesano o provincial, de

una biografía del siervo de Dios, con especial mención de los he-

chos milagrosos atribuidos al mismo.

3. Aprobación del culto por parte del obispo o de un sínodo.

"Al "traslado" o "elevación" solían concurrir los obispos vecinos,

y, más tarde, para dar más realce a la fiesta, se comenzó a invitar al

Papa. El Papa intervenía, no en virtud de su autoridad pontificia,

sino como un personaje ilustre que hacía más solemne la canoni-

zación. Su presencia, por tanto, no cambiaba la naturaleza de la

canonización, la cual se consideraba de competencia de la autori-

dad eclesiástica local. Es a partir del Papa Alejandro III y poste-

riormente de Inocencio IV cuando se establece que el Papa es el

único que puede canonizar. A pesar de ello los obispos siguieron

172

canonizando hasta el 1588 y permitieron el culto a más de 600

siervos de Dios.

"A partir del siglo XII la curia romana exigió una investigación

más crítica Y mas amplia. Y en el siglo XIII la Santa Sede adoptó

para las causas de canonización todas las solemnidades propias de

un verdadero proceso. En 1272 el cardenal Enrique de Susa, en sus

"Comentarios a las decretales", escribía que el proceso de canoni-

zación se diferenciaba de los demás procesos sólo por el mayor

rigor que había que observar en el mismo.

"En 1588, el Papa Sixto V crea la Congregación de Ritos para que

se ocupe, entre otras cosas, de las causas de los santos. Urbano

VIII introdujo reformas radicales en las causas de beatificación y

santificación. Dos de los decretos de fecha 12 de octubre de 1625

tratan de terminar con el abuso de tributar culto a los siervos de

Dios no canonizados todavía. Sus sucesores Alejandro VII,

Inocencio XI y Clemente XII, introdujeron algunas reformas, to-

davía vigentes, como la obligación de interrogar a dos testigos de

oficio. Toda la legislación existente se sintetizó y sistematizó en el

Código Canónico de 1917.

"Hasta el siglo XV no existía el Instituto Canónico de la beatifica-

ción. La beatificación, en el sentido jurídico en que se entiende

actualmente, el permiso de tributar a un siervo de Dios culto en

una ciudad o región, o bien en una familia religiosa, empieza en el

siglo XV. El Papa, para satisfacer las exigencias de algunas comu-

nidades de fieles, y con miras a la canonización, permite, dentro de

ciertos límites, el culto de algunos siervos de Dios todavía no ca-

nonizados. Con el tiempo, dado que la beatificación se obtenía más

fácilmente, aumentan las peticiones de la misma. Poco a poco, la

beatificación, que se había considerado un privilegio provisional

concedido en consideración de la próxima canonización, se con-

vierte en un requisito necesario de la misma.

"A partir del siglo XVII, la beatificación es un paso obligado para

llegar a la canonización. Sólo excepcionalmente se procede direc-

tamente a esta última, éste es el caso de San Carlos Borromeo,

canonizado en 1610, sin haberse procedido antes a su beatifica-

ción.

173

4. Con ocasión de la beatificación solían celebrarse grandes so-

lemnidades en las iglesias regionales o nacionales, a las que había

pertenecido el siervo de dios. La primera beatificación celebrada

solemnemente en la basílica del Vaticano fue la de San Francisco

de Sales el 8 de enero de 1662. Desde entonces, todas las beatifi-

caciones tendrán lugar en dicha basílica. En 1981, el Papa Juan

Pablo II rompió esta praxis multisecular, proclamando en Manila

la beatificación de catorce mártires del Japón. En años sucesivos

ha celebrado otras beatificaciones en diversas naciones.

"Para la canonización se exigían dos milagros realizados después

de la beatificación. Según el código de 1917, antes de proceder a la

introducción de una causa de beatificación y canonización, había

que hacer una investigación previa y complicada tanto por parte

del obispo diocesano como por parte de la Congregación de Ritos.

El obispo tenía que hacer la búsqueda de los escritos del siervo de

Dios e instruir dos procesos: uno sobre la fama de santidad, vida y

virtudes en general o martirio, y otro sobre la ausencia de culto.

Una vez recibido por la Congregación de Ritos todo el material de

la diócesis se procedía a su estudio. También se juzgaba sobre la

ausencia de culto. Solamente entonces se procedía a la introduc-

ción de la causa y a la instrucción de los procesos apostólicos, para

los cuales la congregación enviaba instrucciones especiales, jun-

tamente con los interrogatorios preparados por el promotor general

de la fe.

"En 1930 Pío XI constituyó en la Congregación de Ritos una sec-

ción histórica. Y en 1939 la Congregación dictó normas especiales

para la instrucción de causas antiguas.

"El 9 de marzo de 1969 el Papa Pablo VI, con el motu proprio

"Santitas Clarior" establece que los obispos, previa autorización de

la Santa Sede, pudieran introducir las causas de canonización e

instruir un proceso "Cognoscitivo", en sustitución de los procesos

ordinario y apostólico prescritos por el derecho canónico.

"Fue una reforma importante que agilizaba mucho el ritmo de las

causas. Se trataba sólo de una anticipación de la reforma que ven-

dría posteriormente con la nueva legislación de misma fecha que el

nuevo Código de Derecho Canónico. La Congregación se vio

174

abrumada de trabajo pues antes de conceder el "nihil obstat" para

que los obispos pudieran iniciar el proceso Cognoscitivo, tenían

que examinar toda la documentación que les había sido entregada

y juzgar si la causa se basaba en sólidos fundamentos.

"Con fecha 23 de enero de 1983, entra en vigor la nueva legisla-

ción contenida principalmente en la constitución apostólica "Di-

vinus Perfectionis Magíster" y en la "Normae servandae in inquisi-

tionibus ab episcopis faciendis in causis sanctorum" de la Congre-

gación para las Causas de los Santos del 7 de febrero de 1983.

Además tendrán que aplicarse las normas contenidas en el nuevo

Código Canónico.

"La Constitución apostólica vigente en el apartado primero trata de

la investigación que tienen que hacer los obispos, o de los que se

equiparan en derecho a los mismos, en sus respectivas diócesis.

"De la naturaleza de esa investigación dependerá el modo de pro-

ceder en la misma y el valor que habrá que dar a las pruebas testi-

ficales y documentales recogidas durante dicha investigación. Esta

investigación tiene que efectuarse con todas las solemnidades de

un verdadero proceso, cuyas actas tienen valor judicial. Esta inves-

tigación ha de realizarse en presencia del obispo o de un delegado

suyo. Las declaraciones de los testigos, hechas bajo juramento ante

el tribunal y los documentos o pericias entregados al tribunal y

reconocidos por el notario actuario, forman parte de las actas del

proceso y como tales adquieren un valor especial.

"La nueva legislación ha aportado muchas novedades, y ha simpli-

ficado en muchos puntos el procedimiento; ha agilizado el estudio

de las causas; pero ha querido que las mismas se instruyan median-

te un proceso en el que hay que observar el cumplimiento de todas

y cada una de las normas actualmente vigentes. Y es cometido de

la Sagrada Congregación aun en los casos instruidos bajo la nueva

legislación, juzgar sobre la validez del proceso."

Y es bien patente que en la fecha de mi comparecencia en el Arzo-

bispado de Madrid el 31 de mayo de 1991 -aun cuando el proceso

ya se había remitido a la Sagrada Congregación-, dicho tribunal

conocía mi deseo expreso de declarar, así como los documentos

175

que adjunté para su estudio. Todavía estoy esperando una contes-

tación de la citada Congregación.

Por otra parte, al no recabarse mi testimonio, se está incurriendo en

el incumplimiento de los artículos 17 y 18. El artículo 17 establece

lo siguiente: "Los testigos han de ser "de visu"; y a ellos pueden

añadirse, si conviniera, algunos testigos que oyeron a los que vie-

ron. Unos y otros han de ser fidedignos." Por tanto, como criterio

por supuesto personal, entiendo que los preceptos esbozados debe-

rían haber servido en este proceso para estimar la conveniencia de

citar como testigos a las hijas de José María Blanc, primo del Fun-

dador del Opus Dei, por si tuvieran en su poder las cartas que mi

tío José María escribió a su padre con motivo de la rehabilitación

del título de marqués de Peralta, y manifestasen lo que oyeron de

su padre, la virtud de la humildad vivida en grado heroico.

También se ha obviado el cumplimiento del artículo 18, al no citar

como testigos a "los consanguíneos y los afines del Siervo de Dios

y aquellos que tuvieron amistad e intimidad con él". El proceso es

declarado válido si se han observado las solemnidades requeridas

por las normas que lo regulan. De lo contrario debe ser declarado

inválido, y se debe proceder a la subsanación de estos defectos, si

son subsanables.

El hecho de que los procesos de canonización sean de carácter

administrativo, al no existir un verdadero derecho defendible ante

un tribunal porque nadie tiene derecho a la beatificación o santifi-

cación, no es objeto de una sentencia en el sentido estricto, sino de

un acto administrativo del Papa, por el que declara la heroicidad de

las virtudes, o de la sobrenaturalidad de un hecho atribuido a la

intercesión de un siervo de Dios, o de un determinado beato que

está gozando de la visión de Dios. Aunque el proceso de canoniza-

ción no sea judicial, dada la gravedad de la materia y, por tanto, la

necesidad de proceder a la búsqueda de la verdad con las máximas

garantías, se exigió a la Iglesia desde el siglo XIII que se aplicasen

a las causas de canonización todas las solemnidades de un proceso

judicial. Más aún, hasta que estuvo en vigor el Código de 1917, se

procedía con mucho más rigor que en otros procesos judiciales.

176

Aunque tras la nueva legislación en los procesos de canonización

hayan sido suprimidas algunas solemnidades, hay que aplicar a los

mismos, según el canon 1403.2, "TODAS LAS NORMAS" y so-

lemnidades establecidas para los procesos judiciales. El hecho de

tener que aplicar a los procesos de canonización todas las solemni-

dades propias de un proceso judicial confiere la suficiente garantía

de veracidad a las declaraciones de los testigos y de autenticidad a

las pruebas documentales. No aplicarlo nos puede mover a poner

en tela de juicio la validez del proceso y su consistencia.

En el Código de Derecho Canónico anterior, la beatificación cons-

tituía por sí misma un proceso jurídico independiente de la canoni-

zación. Para la beatificación formal se requería el decreto sobre la

heroicidad de las virtudes y sobre los milagros (dos, tres o cuatro,

según los casos). Obtenida la beatificación, los actores no estaban

obligados a seguir la causa, la cual quedaba prácticamente archi-

vada. Silos actores querían obtener la canonización, tenían que

pedir explícitamente la reasunción de la causa.

En la nueva legislación, no se habla ni siquiera una sola vez de la

beatificación. Se dice que uno de los motivos por los que no se

menciona la beatificación en las nuevas leyes es porque ésta cons-

tituye simplemente una fase de la causa de canonización. No se

trata de dos causas diversas, sino de dos momentos o fases de la

misma causa. La beatificación es una sentencia no definitiva, que

tiende a la canonización; es decir, a la sentencia definitiva del Papa

por la cual, en virtud de su infalibilidad, declara que un beato está

en el cielo, y por tanto, hay que inscribirlo en el catálogo de los

santos y tributarle culto en toda la Iglesia. Por el contrario, cuando

el Papa decreta la beatificación, declara simplemente, en virtud de

su magisterio, que un siervo de Dios ha ejercitado las virtudes cris-

tianas en grado heroico, y permite que se le tribute culto público

con algunas limitaciones, hasta que sea declarado santo. La causa

se llama de canonización porque la beatificación tiende a la mis-

ma.

El silencio del legislador equivale a la abrogación de la beatifica-

ción. La Constitución "Divinus Perfectionis Magíster" ha derogado

todas las leyes anteriores relativas a las causas de los santos. Al

177

derogar lo que establecía el código precedente respecto al proceso

de beatificación, y puesto que la nueva legislación nada dice, jurí-

dicamente no se podría proceder a declarar beato a un siervo de

Dios. La beatificación no es ya un requisito necesario para la ca-

nonización, como lo era en la anterior legislación. No obstante el

Papa continúa proclamando beatos con un ritmo jamás conocido.

Los primeros pasos para introducir una causa de canonización re-

quieren tres requisitos:

A) "Fama de santidad". Según Benedicto XIV, la fama de santidad

es la opinión generalizada, manifestada públicamente, de una ma-

nera espontánea y constante, por la mayor parte del pueblo, sobre

el martirio o sobre la vida virtuosa y milagros realizados por el

siervo de Dios, que induce al pueblo a venerarlo y a encomendarse

a él. La fama de santidad debe de ser: espontánea, no suscitada

artificialmente por medio de la propaganda; duradera, que no des-

aparezca poco tiempo después de la muerte del siervo de Dios,

sino que vaya continuamente en aumento; generalizada, que exista

en la mayor parte de la comunidad; seria, que esté basada no en

una falsa santidad, sino en el ejemplo de una vida heroica, consu-

mida en el servicio de Dios y de los hombres.

Sobre la fama de santidad de mi tío José María, ya expresé a Su

Santidad el Papa el momento en que el eminentísimo cardenal

Roncaelli, posteriormente Juan XXIII, me comunicó la fama de

santidad de la que gozaba hace ya más de cuarenta años, veinticin-

co años antes de su muerte.

En lo que respecta a la espontaneidad de la fama de santidad creo

que es suficiente con lo relatado hasta aquí, y poseemos los sufi-

cientes elementos para sostener que sus hijos han sabido dirigir

una verdadera campaña para extender artificialmente su fama de

santidad.

En cuanto a su duración, tengo el presentimiento de que sus hijos

la van a hacer durar, y si en sus manos estuviera, la eternizarían.

Gracias a Dios, sólo de El depende.

Generalizada: de todos es conocido lo extendida que está en las

clases medias y altas.

178

En lo que atañe a la seriedad no debo pronunciarme puesto que

sería prejuzgar y meterme en un terreno que ya no me corresponde.

B) "Ejercicio heroico de las virtudes":

Virtudes teologales. A mi juicio, tengo el convencimiento que la

virtud de la fe la vivió en grado heroico y así lo transmitió a sus

hijos, una fe muy peculiar.

Esperanza. Frente a esta característica se pone de manifiesto por sí

solo cómo vivió la virtud de la Esperanza. Baste con recordar el

siguiente punto de Camino: "Se gasta lo que se deba, aunque se

deba lo que se gasta."

C) "Caridad para con Dios". No existe duda alguna. Desde siempre

vivió la filiación divina y así la transmitió a sus hijos.

D) "Caridad para con el prójimo". Me viene en estos momentos a

mi memoria su comportamiento con nuestra familia Albás Blanc, y

muy sonadamente con los miembros de la Obra que descreyeron la

vocación de que hacía gala la Obra y la abandonaron.

Del resto de las virtudes sólo quisiera volver a traer a colación el

criterio que de la pobreza tuvo y de cómo la vivió. Su humildad

pasó por la rehabilitación del título nobiliario de marqués de Peral-

ta y las continuas manifestaciones sobre sus parentescos con san

José de Calasanz, Miguel Servet, el obispo de Avila o el obispo de

Cuenca. Pura, dura y mera ostentación.

2.ITINERARIO DE UN PROCESO

El 21 de noviembre del pasado año, Jesús Urteaga, sacerdote del

Opus Dei, argumentaba en la presentación de un libro: "La Causa

de Canonización del Fundador del Opus Dei es una respuesta de la

Autoridad eclesiástica a un deseo y una solicitud profundamente

sentidos en el Pueblo de Dios. Además de los millares de fieles -

continuaba-, de las más variadas condiciones sociales y de los cin-

co continentes, que se dirigieron al Santo Padre para suplicarle que

se iniciara el estudio de la vida y virtudes de Mons. Escrivá de

179

Balaguer, destacan los miles de testimonios escritos de quienes le

conocieron personalmente y que dan fe de su santidad de vida."

No es necesario poner en duda las manifestaciones de Jesús Urtea-

ga. Sobradamente conocemos la fuerza e influencia que han ejerci-

do y ejercen con sus hermanos y padres de sangre y con sus ami-

gos y simpatizantes para alcanzar cualquiera de los objetivos mar-

cados.

Conviene ahora recordar los logros o "milagros" que a lo largo de

la vida del Fundador han realizado sus hijos en la obtención de

miles y miles de millones de pesetas, de aportaciones de personas

que nunca llegaron a pertenecer al Opus Dei. El Fundador se ha

referido en innumerables ocasiones a esas limosnas para justificar

la financiación de las grandes obras que ha ido levantando, el Co-

legio Romano, la Universidad de Navarra, Torreciudad o la Uni-

versidad de Piura, por citar algunos de los ejemplos más descollan-

tes. Si el Opus Dei como institución ha sido capaz de recaudar esos

miles y miles de millones, cómo no va a ser posible que unos po-

cos miles, ahora de personas, testimonien verbalmente y por escri-

to todo aquello que se les sugiera para contribuir a la Causa de

Santificación del Padre. La mayoría no conoció verdaderamente a

mi tío José María. Ellos han visto su fachada, su espectáculo, en un

rato, de visita, en reuniones multitudinarias o esporádicamente en

visitas previamente concertadas. En el fondo, nunca llegaron a

penetrar la persona que encarnaba a mi tío.

Jesús Urteaga, no sabemos si en tono irónico, nos dice que se trata

de personas "de las más variadas condiciones sociales". Es notorio,

y a la naturaleza y constituciones del Opus Dei me remito, que

para ser numerario se exige estar en posesión de un título académi-

co o profesional. No hay lugar a dudas, el sello elitista está bien

marcado: pertenecen mayoritariamente a las clases media-alta y

alta. La labor de apostolado, su propia historia así lo demuestra,

está centrada en los universitarios o aquellos que en potencia lo

serán con el paso del tiempo. Las numerarias auxiliares represen-

tan un pequeño porcentaje, y son las "empleadas de hogar" que

trabajan en su totalidad en casas de la Obra, sin funciones dentro

de la continua campaña de apostolado.

180

Por supuesto, no podían faltar en Jesús Urteaga las reacciones de

defensa y justificación ante la rapidez inaudita del Proceso: "Du-

rante el Concilio Vaticano II se planteó la necesidad de agilizar los

procedimientos vigentes para la tramitación de las Causas de los

Santos, para subrayar el significado pastoral de las Causas de Bea-

tificación y deseaba proponer al Pueblo de Dios aquellas figuras

que tuvieran una mayor actualidad y respondieran mejor a la sen-

sibilidad contemporánea. Esta razón -una mayor utilidad pastoral-

explica, entre otras cosas, que las Causas se desarrollen en la ac-

tualidad con mayor rapidez que en el pasado."

A nadie puede moverle a sospecha que de forma general la Iglesia

considere oportuno agilizar todos los procedimientos imbricados

en las Causas de Santificación, sobre todo si en los siglos pasados

la lentitud fue pasmosa para los santos más trascendentales: san

José de Calasanz tardó 119 años, santo Tomás Moro 400, san Ig-

nacio de Loyola llevó también más de cien, santa Teresa de Jesús,

san Francisco de Asís, y la larga lista de figuras que elevaron al

mayor rango la práctica cristiana.

Ahora bien, entre la agilización y el impulso a reacción -y ahí te-

nemos las palabras del cardenal Tarancón- existe una distinción

más que llamativa. Sólo han transcurrido 17 años desde su muerte

y ya ha tocado los altares, saltándose a la torera muchos de los

testimonios comprometedores, y obligatorios, que debieron ser

llamados incluso de oficio.

El postulador de la Causa, Flavio Capucci (miembro del Opus

Dei), manifiesta: "Es palmario que la solidez de una Causa se valo-

ra no sólo en función de su duración, sino de la calidad de las

pruebas." ¿Quién pone en cuarentena y se niega a asumir una afir-

mación que de pura lógica se escapa si la trasladamos a mi tío? La

calidad está por encima, pero aún más el cumplimiento obligatorio

de las normas dictadas y que regulan claramente los procesos de

Santificación: la actual legislación sobre la Causa de los Santos,

recogida en la Constitución Apostólica "Divinus Perfectionis Ma-

gíster", del 23-1-1983, en la "Normae servandae in inquisitionibus

ab episcoipis faciendis in causis sanctorum" de la Congregación

181

para las Causas de los Santos, del 7 de febrero de 1983, y el Códi-

go de Derecho Canónico (Cans. 1400-1500 y 1501-1655).

El artículo 18 lo deja bien clarito: "Han de ser llamados como tes-

tigos, ante todo, los consanguíneos y afines del Siervo de Dios y

aquellos que tuvieron amistad e intimidad con él."

Habría que traer a esta Causa esa expresión tan propia de la clase

política: "Luz y taquígrafos." Es palmario el incumplimiento de

ese artículo 18 por la Postulación de la Causa y por el juez instruc-

tor. Y no sólo al no citarme a mi como testigo, como sobrino del

Fundador, sino a otros familiares con semejante o más cercano

parentesco. Y para qué hablar de las personas que trabaron una

fuerte amistad, mantenida en la intimidad y en muy distintas cir-

cunstancias, con mi tío José María.

Tras el fracaso de mi intento de comparecencia a través del Arzo-

bispado de Madrid, manifesté públicamente estos mismos incum-

plimientos. Pero como quien oye llover. Miguel Fisac, arquitecto,

uno de los primeros numerarios de la Obra, que cruzó corno mi tío

los Pirineos durante la guerra civil, convivió con él en Madrid,

después en Burgos, nuevamente en Madrid y al final en Roma an-

tes de romper con la Obra, no ha sido llamado. Antonio Pérez Te-

nesa, sacerdote y consiliario del Opus Dei en España durante los

primeros años, que ayudó a mi tío a redactar en latín los Estatutos

del Instituto Secular, tampoco ha sido llamado. María del Carmen

Tapia, secretaria personal a lo largo de muchos años en Roma y

también ex miembro, puede seguir esperando tranquilamente. Los

testimonios de Joaquín Valdés Escudero y José María Arias Az-

piazu, sacerdotes que compartieron con el Fundador los años ini-

ciales del Colegio Romano y chocaron con él para acabar por mar-

charse, también han sido eludidos. Y así podríamos seguir citando

casos de evidentes posturas criticas, con un profundo conocimiento

de causa, de la institución y de mi tío, que no han podido acudir a

testificar. Algunos lo han intentado, pero en vano, no fueron admi-

tidos.

Puede resultar duro, y sin embargo yo si que no eludiré mi com-

promiso: el proceso ha estado viciado. Personas que decididamente

fueron excluidas de antemano, no cabe duda. Nadie va a entrar a

182

valorar las pruebas y declaraciones a las que se atribuye una cali-

dad indiscutible, pero este mismo calificativo debe emplearse para

esa lista de potenciales testigos que han sido marginados y con

grados de idoneidad similares. El cincuenta por ciento de los tes-

timonios aportados venían de miembros de la Obra y la otra mitad

correspondían a simpatizantes.

Por otro lado, el juez de la Causa en España, el padre agustino Ra-

fael Pérez, puede ser considerado -y nunca mejor dicho- juez y

parte. En una revista de difusión nacional dejó bien clara su parcia-

lidad al tomar parte directa en el debate abierto y ante mis propias

desavenencias:

"-¿Qué me dice de su sobrino Carlos Albás, que también se siente

excluido? -le preguntó el periodista.

"-Ese sobrino no conoció a su tío. Escuchamos a los familiares,

claro, pero no a los que no le habían tratado, como usted compren-

derá. Mire, esa gente que ahora viene protestando no dice más que

tonterías, están inventando, no tienen fe, no saben lo que es la vir-

tud y su postura sólo se fundamenta en el odio."

¿Qué se puede añadir más? He dado pruebas más que suficientes -

y este libro es la prueba- de haber conocido a mi tío, primero como

José María Escrivá y Albás y después al Josemaría Escrivá de Ba-

laguer. Es más, fui el sobrino que en más ocasiones departió con él

y el último que lo vio en vida, un mes antes de su muerte. Poseo la

fe suficiente, sé lo que significa la palabra virtud y mi postura no

se basa en el odio, no se anda con dobleces y sólo se remite a un

mensaje evangélico: "La verdad os hará libres." Creo que simple-

mente las acotaciones que he ido introduciendo en este capítulo

son más que aclaratorias y me permiten afirmar que el proceso ha

sido una chapuza.

En el mismo libro de Jesús Urteaga se intenta defender con uñas y

dientes y con otros criterios laudatorios la Causa: "En fase instruc-

tora de los dos procesos llevados, uno en Roma y otro en Madrid,

iniciados el mes de mayo de 1981, se pone de manifiesto que han

sido escuchados cuatro cardenales, cuatro arzobispos, siete obis-

pos, 28 sacerdotes y cinco religiosos, y que más del 50 por ciento

de los testigos no pertenecen al Opus Dei, porcentaje muy superior

183

al que exige la normativa en vigor para asegurar la necesaria neu-

tralidad del aparato aprobatorio." Únicamente quisiera puntualizar

que si los que han sido llamados a testificar responden al mismo

criterio de selección como el que guió la exclusión de otros testi-

gos trascendentales, nos encontraremos con una parcialidad muy

inusual para un proceso tan delicado.

Esta forma de proceder invalida también la declaración sobre las

virtudes vividas por mi tío José María en grado heroico. En las

virtudes teologales se nos dice "caridad para con el prójimo". En

concreto con los familiares, no ha sido exactamente ése el compor-

tamiento. Nunca quiso saber nada de ellos, excepto de aquellos

que le interesaban por algún móvil. Pero es una actitud que no se

queda en el intramuro de la familia carnal, sino que se reproduce

en la espiritual, empleándolo con los ex miembros del mismo mo-

do que hoy lo hacen sus hijos.

En lo que respecta a las virtudes cardinales, probemos con la hu-

mildad y la pobreza. Humildad que manifestó reiterativamente a lo

largo de su vida y que culminó con la rehabilitación de un título

que no le pertenecía, el marquesado de Peralta. Muchos familiares

iban por delante. Y para pobreza, calculen ustedes las cantidades

invertidas en la rehabilitación. Pobre y humilde, humilde y pobre,

el marqués de Peralta. Nunca un Mercedes, una avioneta, el heli-

cóptero y lo que hiciera falta. ¿Mantiene el lector fresco en la me-

moria el pasaje de la cuchara de peltre y la Grande de España? La

vuelta del calcetín al mensaje evangélico.

EPÍLOGO

Todo el mensaje del Fundador del Opus Dei se concentra en un

solo punto de Camino, su número 291: "Tienes obligación de san-

tificarte. Tú también. ¿Quién piensa que ésta es labor exclusiva de

sacerdotes y religiosos? A todos, sin excepción, dijo el Señor: "Sed

perfectos, como mi Padre Celestial es perfecto."

184

Como hemos visto a lo largo de este libro, mi tío José María no

aportó esencialmente nada, ni vislumbró y mucho menos arrojó

nueva luz sobre la riqueza de las Sagradas Escrituras. Los referen-

tes se hallan en la Iglesia desde su fundación y hasta nuestros días

ininterrumpidamente. Incluso si se detiene uno en el análisis de sus

mensajes, encontraremos contradicciones que los invalidan como

supone la incorporación de los sacerdotes diocesanos al Opus Dei.

A mi tío José María sólo le faltó incorporar a los religiosos y así

crear su propia Iglesia.

"Los sacerdotes diocesanos que -en uso legítimo del derecho de

asociación- se adscriben a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz

(Opus Dei), lo hacen única y exclusivamente porque desean recibir

esa ayuda espiritual personal, de manera en todo compatible con

los deberes de su estado y ministerio: de otra manera, esa ayuda no

sería tal ayuda, sino complicación, estorbo y desorden.

"El espíritu del Opus Dei, en efecto, tiene como característica

esencial el hecho de no sacar a nadie de su sitio. (...) Por eso,

cuando un sacerdote se adscribe a la Obra, no modifica ni abando-

na su vocación diocesana -dedicación al servicio de la Iglesia local

a la que está incardinado, plena dependencia del propio Ordinario,

espiritualidad secular, unión con los demás sacerdotes, etc.-, sino

que, por el contrario, se compromete a vivir esa vocación a pleni-

tud, porque sabe que ha de buscar la perfección precisamente en el

mismo ejercicio de sus obligaciones sacerdotales, como sacerdote

diocesano."

Nunca fue excesivamente inteligente, pero sí lo suficientemente

hábil para justificar la propia medianía de su mensaje: "tan viejo

como el evangelio y como el evangelio nuevo". Pero este simple

artificio servirá para catapultarle a la conquista del mundo.

Su originalidad estriba en un énfasis hasta radical puesto en cada

uno de los ejes centrales de su predicación, y evidentemente en los

medios coactivos que no dudará en emplear y recomendar para

mentalizar las conciencias, con una constancia sistemática, impro-

pia de la Iglesia pero más concretamente de los tiempos que co-

rren.

185

Ésa y no otra ha sido la base única del éxito del Fundador: "La

mentalización de conciencias." Pero ¿cómo pudo hacerlo sin ape-

nas obstáculos? ¿Cómo lo logró? ¿En qué se basó? ¿Cuál fue su

motivo?

Realmente, es muy difícil dar con una respuesta clara y tajante

sobre el fenómeno. Pero del análisis de su comportamiento, de sus

manifestaciones y su Obra, en una introspección sicológica de lo

que pudo ser el personaje, creo que es posible aportar una conclu-

sión sobre la que he vuelto una y otra vez y que no se aleja de

otros razonamientos críticos con su forma de proceder: "La sober-

bia, el pecado de los Ángeles"; que en él nace en sus primeros años

de adolescente, tras sufrir la ruina económica a que se vieron abo-

cados sus padres y que irá incrementándose con el paso de los

años.

Tampoco hay que olvidar otro elemento con el que siempre supo

jugar a su favor, sus especiales características para la teatralidad,

sus condiciones de actor, que explotará y rentabilizará durante toda

su vida para arrastrar a miles de personas que de buena fe se acer-

caron a él. El carisma es una condición inexcusable para atraer

sobre sí a las masas.

Desde un principio busca diferenciarse de los demás. El funda-

mento de todo cristiano, la filiación divina, lo hace suyo y poste-

riormente lo transmite a sus seguidores como método de hacerlos

vivir una autenticidad que los discrimina desde la superioridad

ante sus semejantes y los coloca por encima del bien y del mal. Lo

que él ha fundado no es obra suya, es Obra de Dios, lo expone

convencido, e incluso así la denomina. ¿Puede el lector arrancar a

comprender ahora el cierto grado de amoralidad que se detecta en

algunas de sus actitudes?

Su directa conexión, su comunicación directa con Dios, será invo-

cada como medio seguro para alcanzar los propósitos marcados:

"Dios se dignó iluminarle", se nos dice hasta la saciedad. "Soy un

trapo sucio, soy basura, y "me ha elegido Dios Nuestro Señor" a

mí para que se vea que la Obra es suya." "Permitidme que, una vez

más, os manifieste una partecica de mi alma, "en la presencia de

Dios", con la persuasión más absoluta de que no soy un modelo de

186

nada, de que soy un pingajo, un pobre instrumento -sordo e inepto-

"que el Señor ha utilizado" para que se compruebe, con más evi-

dencia, que El escribe perfectamente con la pata de una mesa..."

"Miro mi vida y, con sinceridad, veo que no soy nada, que no val-

go nada, que no tengo nada, que no puedo nada; más: ¡que soy la

nada!, "pero El es todo y, al mismo tiempo, es mío, y yo soy suyo,

porque no me rechaza, porque se ha entregado por mí". ¿Habéis

contemplado amo más grande?"

Y continúa dejando el mismo rastro en sus escritos: "La sabiduría

infinita me ha ido conduciendo, como si jugara conmigo, desde la

oscuridad de los primeros "barruntos" hasta la claridad con que

veo cada detalle de la Obra." "Y para abrir paso a este fenómeno

teológico, pastoral y social en la vida de la Iglesia, "Dios me ha

llevado de la mano", calladamente, poco a poco, hasta hacer su

castillo: da ese paso -parece que decía-, pon esto ahora aquí, quita

esto de delante y ponlo allá. "Así ha ido el Señor construyendo su

Obra", con trazos firmes y perfiles delicados, antigua y nueva co-

mo la palabra de Cristo. En la historia de nuestro camino jurídico

dentro de la vida de la Iglesia aparece con mucha claridad este

juego divino del que hablo: no he tenido que andar calculando,

como jugando al ajedrez; entre otras cosas porque nunca he pre-

tendido averiguar la jugada del otro, para poder dar jaque mate

después. Lo que he tenido que hacer es dejarme llevar."

Cualquier cristiano que escuche estas palabras, si se mueve por

una sincera vivencia evangélica, quedará impresionado. Mi tío

José María siempre trabajó la admiración hacia su persona y la fe

que se le debía como "el Padre". Esta "mentalización" calará hon-

do en presencia de un "humilde cura" que se sabe elegido y guiado

por Dios. Y él les ha dicho: "Que Dios los ha elegido también para

hacer el Opus Dei en la tierra."

Él busca una identificación, incoar unos sentimientos de autentici-

dad similares a los suyos, y logra que ellos y sólo ellos se sientan

elegidos por Dios. La llamada divina es privilegio que los señala

directamente a ellos, a sus frentes como los hijos de Dios. Esta

"humildad" rayana con una obsesiva exhibición contrasta con otras

manifestaciones que al final de sus días solía hacer. Así lo recuer-

187

da Salvador Bernal: "En mayo de 1974, Mons. Escrivá de Bala-

guer conversaba con un grupo de socios de la Obra de Brasil, de

edad madura. Y los situaba con fuerza, ante su responsabilidad,

como cofundadores del Opus Dei:

"Cuando era joven, no me atrevía a decirlo; pero desde hace años,

si lo digo. Yo soy un pobre pecador que ama a Jesucristo, un pobre

pecador. Pero mirad: he conocido y tratado a grupos de personas

importantí-simas... Pero Fundadores del Opus Dei, hay uno solo:

muy pecador, pero uno. ¿Padre vuestro? Sí. Siempre habrá uno que

será mejor que yo; el que me suceda, y los que vengan detrás de él.

Lo habéis de amar y de querer mucho más que a mí. Primero, por-

que ésa es la Voluntad de Dios; después, porque lo merecerá. Pero

el Señor os pedirá cuenta de haber estado cerca de mí. No porque

sea bueno, sino porque EL -no encontró otra cosa peor- me buscó

para que se vea que ha sido ÉL quien ha hecho la labor. Vosotros y

yo -os lo diré, como suelo hablar, con comparaciones muy fáciles

de entender- escribimos con una pluma. El Señor escribe con la

pata de una mesa. Y escribe maravillosamente, para que se vea que

es su mano, no la pata de la mesa. Y una vez que hago presente

que soy un pobre palo, como un borriquito delante de Dios, un

borriquito que tira del carro, pues a pesar de todo, insisto: el Señor

os pedirá cuenta, porque habéis estado cerca del Fundador. Por lo

tanto, tenéis gracia fundacional y, mientras que yo viva, sois co-

fundadores. Tenéis que poner el hombro de verdad, con alegría,

con entusiasmo. Y sin entusiasmo, lo mismo."

Estas manifestaciones vuelven a evidenciar una falsa humildad y

ponen en solfa una vez más un comportamiento del que no se des-

vió a lo largo de su vida; al contrario, lo fomentó. El es plenamente

consciente de su importancia, de su poder, su influencia, y así lo

declara, y no limitándose a las palabras, sino que lo refleja en los

hechos. Durante su existencia se rodeará del suficiente boato e

inaccesibilidad como para generar el distanciamiento que requiere

su pompa misterio en una persona que se cree hilo transmisor de

Dios. Nadie puede sugerirle, a nadie aporta explicaciones o da

cuenta de sus actos, todo lo que sale de él no es otra fuerza que "la

santa Voluntad de Dios". Así lo hace creer. En su caso hay una

sola respuesta y no cabe enfrentarse a cualquier otra explicación.

188

¿Acaso se le puede requerir una explicación mínima a un ser que

se reviste del sagrado misterio: "Lo ha dicho el Padre" Como má-

ximo de sus labios se podrá escuchar "es conveniente". Sobran,

pues, las razones. No hace falta justificación.

Camino es una mina sin fondo para reconstruir el retrato del Fun-

dador, ilustra su actuación como Padre y la que imbuirá en sus

hijos, haciendo desaparecer el rastro del prejuicio si hay que salvar

algo primordial para la Obra. En el lema 387 afirma: "El plano de

santidad que nos pide el Señor está determinado por estos tres pun-

tos: La santa intransigencia, la santa coacción y la santa desver-

güenza."

Sobre esta base y en nombre de estas "santas" recomendaciones

tanto mi tío José María como sus hijos se lanzarán a una larga serie

de atropellos con la suficiente fuerza moral para eludir los reque-

rimientos de los perseguidos ante semejantes procederes. Miguel

Fisac, Antonio Pérez Tenesa y otros muchos nos marcan en sus

testimonios las pautas de sus violentos comportamientos con sus

disidentes. Pero entiendo que aquel que mejor recoge los apuntes

clave se halla en el caso dramático de Maria Angustias Moreno.

Creo que el relato contenido en su libro La otra cara del Opus Dei

es lo suficientemente aclaratorio como para resistirnos a la tenta-

ción de traerlo a este otro libro abierto a la disidencia, a la libertad

de conciencia que nos debemos como cristianos unos a otros y al

respeto de los mínimos que Jesucristo dejó tras su paso por esta

Tierra.

Ya hemos expuesto aquel término acuñado para la sentencia inape-

lable que pesa sobre los individuos que tuvieran las agallas para

abandonar la Obra en una determinación coherente con sus creen-

cias, y no nos engañemos con aquellas creencias que los empuja-

ron a ingresar en ella para conducirlas a buen puerto, honestamen-

te. Me refiero a la "muerte civil". Jamás volverá a pronunciarse su

nombre en los círculos de la institución, dejó de existir.

Pero, amigo lector, la virulencia de la Obra alcanza su máxima

expresión cuando, en uso de su libertad y con la conciencia bien

limpia, el antiguo miembro, sabedor de lo que realmente se cuece

en la trastienda, decide hablar, exponer comentarios negativos so-

189

bre la Obra, su Fundador o alguno de sus miembros destacados. El

aparato opusdeísta reacciona con celeridad y contundencia, se lan-

za a una campaña de descalificaciones y descrédito de estas perso-

nas, y en algunos casos no hay problema si ha de hacerse uso de

las injurias y las calumnias, como el caso que pasamos a tratar,

María Angustias Moreno.

María Angustias fue numeraria del Opus Dei durante quince años

y ocupó cargos de cierta responsabilidad, como el de directora de

diversas casas de la Sección Femenina. Diversas circunstancias

vividas la llevan a pedir explicaciones por distintos motivos. Como

ahora ya sabemos, no iba a obtener respuesta. Sólo le queda elegir

entre estas dos opciones: "obedecer o marcharse". Ante tamaña

postura decide abandonar la Obra, pero sin provocar escándalos de

ningún género.

Lo mismo que le había sucedido con anterioridad a personas que

habían abandonado la institución, sufre la "muerte civil". Nadie

volverá a hablar de ella, y quienes fueron sus amigas, sus herma-

nas espirituales, la olvidarán como si un agujero negro se la hubie-

ra tragado. "Los que se van es como si hubieran muerto." Se aca-

bó, que nadie se entere, en primer lugar se sitúa la elusión del peli-

gro que podría incubarse para la pureza vocacional de los restantes

miembros. Ningún germen pernicioso debe manchar el rostro lím-

pido de la Obra.

Este comportamiento se reproducirá con cada una de las personas

que se decidan a dar el gran paso y acopien el valor para encararlo.

Son cientos, miles, pero ellos ya se encargarán de ocultar las esta-

dísticas, sería un escándalo, no sólo para los de dentro, también

para los que se mantuvieron al margen. En todo caso obtendremos

los datos del conjunto de fieles propios, como recoge Luciano M.

Santareii en su libro "Amar al Mundo": según la edición del Anua-

rio pontificio, el presbiterio de la Prelatura está compuesto por

1.348 sacerdotes, mientras los fieles laicos ascienden a 74.348:

hombres y mujeres de todas las profesiones y oficios, de todas

condiciones sociales, pertenecientes a 87 nacionalidades y con una

labor de apostolado en más de 80 países.

190

Sería un sueño -una pesadilla para los de dentro- ofrecer una esti-

mación de la cantidad de socios que han salido, los porcentajes

correspondientes a sus profesiones y oficios, a las distintas clases

sociales. Ésta, como tantas otras, es la verdad del Opus Dei, me-

dias verdades; o es lo mismo, grandes mentiras.

Cuatro años después de dejar la Obra, María Angustias Moreno

toma la iniciativa de publicar un primer libro, "Anexo a una histo-

ria". En diciembre de 1976 y en enero de 1977 aparece publicada

una carta en "Diario de Barcelona" en la que más de veinte perso-

nas que habían pertenecido al Opus Dei se solidarizan con el con-

tenido del citado libro. Al poco, esta carta es recogida por la revis-

ta "Blanco y Negro".

Unos meses después, seis sacerdotes del Opus Dei, Benito Badri-

nas Amat -vicepostulador en el proceso de santificación de José

María Escrivá de Balaguer- y Severino Monzón en Barcelona,

Emilio Navarro Rubio y Juan García Llovet en Madrid y Ernesto

Peñacoba Muñoz-Chapulli y Antonio del Val en la ciudad de Sevi-

lla -de donde proviene María Angustias- visitan de dos en dos a las

personas firmantes de la carta para difamarla, injuriarla y calum-

niarla, en definitiva, para desacreditarla.

Las conversaciones se iniciaban siempre del mismo modo: "Que-

remos advertirte que María Angustias es lesbiana, es decir, que ha

tenido trato carnal." Y por supuesto, que podían ofrecer tantas

pruebas de corrupción dentro de la Obra como se quisieran.

En este caso, a la Obra le salió el tiro por la culata. Todas las per-

sonas visitadas llamaron y escribieron a María Angustias recons-

truyendo las visitas que habían tenido por dos sacerdotes del Opus

Dei tras las dos publicaciones de la carta. Y siempre bajo los mis-

mos denominadores comunes: la injuria y la calumnia por el solo

hecho de levantar la verdad sobre el Opus Dei y su Fundador.

De todas las cartas que recibió María Angustias Moreno y que

transcribe en su libro "La otra cara del Opus Dei" sujetándose al

relato de los hechos, recojo la visita efectuada en Barcelona por

Severino Monzón Romualdo, secretario de la Delegación del Opus

Dei en Barcelona, y Benito Badrinas Amat, antiguo rector de la

iglesia de Santa María de Montealegre de Barcelona y ahora vice-

191

postulador de la Causa de Santificación de mi tío José María Es-

crivá de Balaguer.

El criterio que me guía para esta selección no es otro que el papel

jugado recientemente por Benito Badrinas, también participante en

el programa de Antena 3 "La Clave" que versó sobre la figura de

Josemaría Escrivá de Balaguer.

Barcelona, 29 de abril de 1977.

El pasado 27 de abril, miércoles, sobre las 17.15, el telefo-

nista de mi empresa me llamó para comunicarme que tenía

una llamada exterior de don Benito Badrinas Amat, a

quien yo conocía como sacerdote del Opus Dei, el cual

deseaba hablar conmigo. Dado que mi relación personal

con dicho sacerdote había sido -y es- nula, indiqué al tele-

fonista que le interrogara sobre si deseaba tratar algún

asunto comercial; contestó que no, que era un asunto per-

sonal. Ante esa respuesta, me negué a que el telefonista me

pasara la comunicación, indicándole que respondiera a

don Benito Badrinas Amat que tengo por norma no atender

llamadas personales en mis horas de trabajo.

A las 21 de ese mismo día don Benito Badrinas llamó por

teléfono al domicilio de mi madre y preguntó por mí. Mi

madre le contestó que yo acababa de salir de casa y aña-

dió que, si deseaba hablar conmigo, me localizaría mejor

en mi despacho. Por cierto, ignoro cómo consiguió don

Benito Badrinas mi teléfono profesional y el de mi domici-

lio familiar, pues yo no se los había dado nunca.

Sobre las 10.30 del 28 de abril, el telefonista de mi empre-

sa me comunicó que tenía nuevamente una llamada de don

Benito Badrinas para mí. Ante tanta insistencia, accedí a

que me pasaran la comunicación. Don Benito Badrinas me

pidió si podía recibirlo aquella mañana. Contesté afirmati-

vamente y quedé citada con él para las 11.30.

A esa hora mi secretaria, Elena de Diego Oriol, me avisó

de que habían llegado dos sacerdotes, uno vestido de

192

clergyman y el otro con sotana, y que habían dicho que yo

los esperaba. Me extrañó que vinieran dos personas, pues

yo sólo había citado a don Benito Badrinas Amat. Mientras

ellos esperaban en la sala de visitas, conecté en presencia

de mi secretaria el magnetófono que tenía en mi despacho

y le pedí que dijera algo para comprobar el funcionamien-

to del mismo. Hecho esto, y ya con la grabación en mar-

cha, le indiqué que hiciera pasar a mis visitantes, a los

cuales, previamente, mi secretaria había preguntado sus

nombres. Sólo dio su nombre don Benito Badrinas.

Mi despacho tiene un amplio ventanal de cristal transpa-

rente que comunica con otro despacho más amplio, donde

trabajan varias personas. Allí se encontraba en aquel mo-

mento, a petición mía, mi hermano, F. J. C. J., y uno de mis

colaboradores, P. M. A. Ellos fueron testigos de la entrada

de dos sacerdotes y de su entrevista conmigo, si bien no

escucharon el diálogo, pues la puerta de comunicación en-

tre ambos despachos estaba cerrada.

Los sacerdotes que se entrevistaron conmigo fueron don

Benito Badrinas Amat, sacerdote numerario del Opus Dei,

antiguo rector de la iglesia de Montealegre de Barcelona,

y que en la actualidad trabaja en los trámites del proceso

de beatificación de don José María Escrivá, fundador del

Opus Dei, y don Severino Monzón Romualdo, sacerdote

numerario del Opus Dei, que era, en los últimos años de mi

pertenencia a dicho Instituto Secular, sacerdote secretario

de la Delegación del Opus Dei en Barcelona. Por razón

del cargo que ocupaba, don Severino Monzón era superior

interno mío, con autoridad real y moral sobre mi persona.

Ignoro si sigue ocupando actualmente dicho cargo.

Resumo a continuación la entrevista que sostuve con ellos.

En primer lugar, manifesté mi extrañeza por el hecho de

que se presentaran dos personas, cuando yo sólo había

quedado citada con una, y les indiqué la conveniencia de

llamar a otra persona más para que fuera mi testigo. Me

dijeron que no tuviera ningún miedo, que sólo venían a

193

darme información, y que yo, si así lo quería, podía no de-

cir nada.

Seguidamente les pregunté el motivo de su visita. Don Be-

nito Badrinas, con voz bastante entrecortada, me repitió

que yo no necesitaba decir nada, que no pretendían de mí

ningún cambio de conducta ni rectificación. Le pregunté si

podía actuar según mi conciencia, y él me contestó que eso

era lo que él quería pedirme. Le respondí que yo actuaba

así.

A continuación, y siempre en este estilo entrecortado y

confuso, se dirigió a "esas cosas que habéis hecho". Le

pregunté qué cosas eran ésas, y él me contestó que publi-

car una carta, que yo también había firmado. Le recordé

que yo era la primera firmante de la misma. Don Benito

Badrinas siguió diciendo entonces que con esa carta ha-

bíamos hecho daño, que "posiblemente era lo que se pre-

tendía". Le aseguré que no habíamos pretendido hacer da-

ño a nadie, sino dar un testimonio de justicia y de verdad.

Se refirió entonces, quejoso, al hecho de sacarlos en la

prensa, públicamente, cuando yo sabía que ellos jamás uti-

lizarían nada de nadie, que "absolutamente nunca nosotros

diremos nada de ti". (Esta última frase me produjo cierta

hilaridad interna, pues me consta lo contrario.)

Volvió a referirse a la carta y dijo que la encontraba muy

genérica. Yo la saqué de uno de los cajones de mi mesa y

le leí los párrafos en los que corroboramos con nuestra

experiencia "los complicados entresijos de esta asociación

-el Opus Dei-, su autoritarismo llevado a extremos aniqui-

ladores de la personalidad, su radical integrismo religio-

so". Don Severino Monzón intervino por primera vez en la

conversación y dijo que esto era muy vago. Le contesté que

eran cuestiones de fondo. No insistieron en el tema, quizá

fuera que los convencí...

Don Benito Badrinas volvió a repetirme entonces que les

habíamos hecho daño, y yo me reafirmé en mi postura de

que decir la verdad no es hacer daño a nadie. Me insistió

194

en que lo pensáramos bien. Respondí que pensado estaba,

que la carta no era una improvisación, sino una cosa muy

meditada. Se refirió entonces a las posturas de las perso-

nas firmantes, y dijo que era dudoso que todas pensáramos

del mismo modo. Le hice ver que él mismo podía compro-

bar si hablaba con ellas, que ninguno firmó con incons-

ciencia, engaño o desconocimiento. Ante esa respuesta me

contestó que él no iba a preguntar a las personas por qué

habían firmado, y que eso tampoco le interesaba. He de

decir que sus palabras, entrecortadas y deshilvanadas, me

iban dejando cada vez más sorprendida. Dada la impre-

sión de estar muy nervioso.

Seguidamente me dijo que en la carta había una serie de

cosas evidentemente peyorativas, y que si él supiera algo

de mi vida -"que no sé nada, se apresuró a añadir"- no an-

daría publicándolo. Y dijo textualmente esta frase: "Sí sa-

bemos de otras personas, o sea, quiero decir, sabemos, pe-

ro vamos sin entrar en detalles, por ejemplo, que María

Angustias no tuvo, es decir, una actuación, ¡hombre.', mo-

ralmente.., y los motivos de salida, pues moralmente no son

los motivos de salida, es decir, que como pueden ser los tu-

yos, es decir, un problema que esto no es lo mío y me voy."

Le pregunté qué pretendía decirme con eso. Respondió:

"¡Hombre! quiero decir... ya te puedes imaginar... Bueno,

moralmente quiere decir que ella, a pesar de que después

en ese libro, eh, con una exageración a que se guarden

unas precauciones en una serie de cosas en las que ella

cayó. ¿Comprendes?"

Le confesé que no entendía nada; que me dijera a qué pá-

gina del libro se refería. Me contestó que no se refería al

libro, sino a la vida suya; que ella en el libro hablaba de la

guarda de la castidad de manera que a los ojos del público

quedaba como algo peyorativo, siendo así que era natural

que se guardaran una serie de precauciones. Y que, ade-

más de eso, lo escribía "una persona que a pesar de esas

precauciones, no ha vivido bien la castidad".

195

Le interrogué sobre qué quería decir no vivir bien la casti-

dad. Me contestó: "Bueno, pues que ha tenido relaciones

con otras chicas."

Dirigiéndome entonces a don Benito Badrinas y a don Se-

verino Monzón les pregunté: "¡Eso les consta?" Don Beni-

to Badrinas dijo: "Sí." Don Severino Monzón añadió: "Hay

una documentación bastante abundante..." Don Benito Ba-

drinas concluyó: "¡Hombre! No todo debía ser acostarse

con otras chicas."

Ante la gravedad de estas palabras, les pedí si podían ase-

gurarme bajo juramento lo que acababan de decirme. Don

Benito Badrinas pronunció un "Sí" en voz bastante baja,

pero perfectamente audible. Seguí insistiendo: "Aquí de-

lante, ahora mismo." Entonces ambos se pusieron muy

nerviosos y empezaron a hablar al mismo tiempo, quitán-

dose las palabras el uno al otro. Dijeron que no lo decían

en sentido de acusación, sino sólo de información.

Yo estaba muy indignada por dentro, pues no entendía có-

mo dos sacerdotes, demostrando a las claras su condición

de tales, y de los que me constaba su pertenencia al Opus

Dei, podía pronunciar las palabras que yo acababa de es-

cuchar. Por eso insistí en que les pedía como sacerdotes

que se comprometieran bajo su palabra delante de Dios de

que lo que acababan de decirme de María Angustias Mo-

reno era cierto. Don Benito Badrinas pronunció nueva-

mente "Sí" en voz baja, pero audible. Repetí nuevamente:

"¿Se comprometen bajo juramento?" Don Severino Mon-

zón insistió en que no se trataba de ninguna acusación.

Les pedí pruebas, les pedí detalles. Muy nerviosos, repitie-

ron que no se trataba de ninguna acusación, que no que-

rían entrar en detalles, que era exclusivamente para que yo

lo supiera.

Seguidamente don Benito Badrinas dijo: "Este tema, en el

momento preciso, se comentará." Yo exclamé: "Entonces

ustedes están dispuestos a..." Don Benito Badrinas acabó

la frase diciendo: "Utilizarlo."

196

Le pregunté si a utilizarlo públicamente, y me contestó que

públicamente no. Le interrogué entonces si lo iban a decir

"privadamente" a mil, dos mil, a sesenta mil personas. Me

contestó que no, que, de momento, sólo lo iban a decir a

las personas que nos habíamos solidarizado con esto. Les

dije que había cooperadoras que lo habían ido diciendo

por ahí. Respondieron que no lo creían, que no dudaban de

mi palabra, pero que se trataría de personas que se ha-

brían enterado por su cuenta. Insistí: "¿Tienen datos con-

cretos? ¿O son deseos, o son suposiciones, o son imagina-

ciones?" Me contestó: "Hechos concretos."

"¿Hechos concretos? ¿Y la han tenido durante catorce

años siempre en cargos de gobierno y de formación de

otras personas?" Me contestó don Severino Monzón que no

se sabía. Le manifesté mi extrañeza por "tamaña" ignoran-

cia, pues las tendencias homosexuales se pueden detectar

con facilidad. Nuevamente don Severino Monzón me res-

pondió que en este caso no aparecieron hasta ahora. Les

pregunté si las habían descubierto ahora (cuando han pa-

sado cuatro, ya más de cuatro años, de su salida del Opus

Dei) porque espontáneamente la gente lo ha dicho o bien si

se había fomentado que se dijera. Don Benito Badrinas me

respondió entonces que eso él ya no lo sabía, que él no ha-

bía hecho la investigación, que él había visto la documen-

tación terminada, pero que no sabía cómo la habían reali-

zado.

Finalmente, yo les contesté que conocía a María Angustias

Moreno y que me constaba su honradez, su espíritu cris-

tiano, su veracidad, su sinceridad y su deseo de llevar una

vida entera cara a Dios. Don Benito Badrinas me dijo: "De

acuerdo." Añadí: "Que quede constancia." "Bueno, que

quede constancia de lo otro", replicó don Benito Badrinas.

Así terminó la conversación. Inmediatamente después de la

marcha de don Benito Badrinas Amat y de don Severino

Monzón Romualdo, entró en mi despacho mi hermano. En

su presencia paré el magnetófono, desconecté el micro y,

197

juntos ambos, escuchamos el resultado de la grabación,

deficiente por las malas condiciones acústicas de mi des-

pacho, pero perfectamente audible. Quisiera que se adjun-

tara como prueba de mi testimonio.

Así lo manifiesto en Barcelona, fecha ut supra. Fdo.: Ana

María Calzada (Barcelona).

Me imagino que cuesta creer la veracidad del comportamiento de

estos sacerdotes del Opus Dei, y todavía puede resultarnos mayor

la extrañeza al constatar que uno de ellos ocupe la responsabilidad

de vicepostulador de la Causa de Santificación de monseñor Escri-

vá de Balaguer. Pero a quienes conocemos los entresijos, la tramo-

ya espectacular que esconde la institución, ya nada puede sorpren-

dernos al ver oír, leer y sufrir los comportamientos que miembros

destacados han empleado con cada uno de nosotros.

Naturalmente, ellos no asumen la autoría como competencia pro-

pia de la organización, escudándose en la responsabilidad que a

título personal contrae cada uno según sus actos. Y no es una ex-

cepción María Angustias Moreno. Yo también lo he sufrido. Sin

embargo, de una vez por todas, esa responsabilidad debe alcanzar

hasta su fundación, y no sólo a los miembros, sino caer sobre su

Fundador como inspirador primero de estos medios coactivos. La

gran parte de los miembros han creído en mi tío, en sus exposicio-

nes, y por tanto estaban convencidos de su justo proceder al cum-

plir con un mandato de Dios. Pero ellos también han contraído su

ración de culpa. Dios los hizo libres. Y entre sus obligaciones se

encuentran el análisis y la búsqueda de la verdad.

María Angustias Moreno detalla claramente en su libro "La otra

cara del Opus Dei" cómo únicamente a través de una profunda

mentalización puede darse tal ceguera. Esta es la verdadera razón.

Desde un principio mi tío José María emprende un proceso de

mentalización que se transmitirá en sus formas y contenidos de

unos hijos a otros. esta es otra de las explicaciones que cabría es-

grimir para acertar a comprender que ningún sacerdote captara el

"espíritu del Opus Dei", echando mano como alternativa de la Or-

den de la Santa Cruz.

198

María Angustias, con todas las pruebas en sus manos, ejerció su

derecho de recurrir ante los tribunales ordinarios de justicia, y pre-

vio consejo de su abogado José María Gil-Robles y Quiñones, pre-

sentó las conciliaciones pertinentes y necesarias para querellarse

contra los seis sacerdotes del Opus Dei que habían realizado pare-

cidas manifestaciones a las que nos acaban de relatar.

Estas conciliaciones fueron presentadas en los juzgados de Madrid

el 18-10-1978, en Barcelona en el juzgado número 17 el 21-10-

1978 y en Sevilla en el juzgado número 5 el 25-10-1978. Y todas

ellas en los siguientes términos:

Al JUZGADO (...) Procurador de los tribunales, en nom-

bre y poder especial, que exhibo y retiro después de debi-

damente testimoniado, de la Srta. María Angustias Moreno

Cerei yo, ante el Juzgado comparezco y como mejor pro-

ceda en derecho DIGO:

Que solicito la celebración de acto de conciliación, previo

a la querella por injuria y calumnia, contra D. Juan Gar-

cía Llovet, con domicilio en Madrid, calle Diego de León,

14, para que se avenga a reconocer:

1. Que es miembro de la Sociedad Sacerdotal de la Santa

Cruz y Opus Dei.

2. Que ostenta o ha ostentado puestos directivos de dicha

Obra.

3. Que acompañado de don Emilio Navarro Rubio, tam-

bién sacerdote miembro de la Obra citada, visitó a diver-

sas personas de la ciudad de Madrid.

4. Que ante esas personas visitadas formuló imputaciones

contra la señorita María Angustias Moreno Cereijo, ase-

gurando que era una pervertida sexual y una lesbiana, y

que había intentado pervertir a varias jóvenes pertenecien-

tes a la "Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus

Dei".

199

5. Que cuando realizó esas visitas tenía conocimiento de

que la Srta. María Angustias Moreno Cereijo había publi-

cado un libro titulado "El Opus Dei. Anexo a una historia".

6. Que las visitas a que se refiere el número 4 fueron he-

chas a personas que habían firmado y publicado una carta

solidarizándose con la Srta. María Angustias Moreno Ce-

reijo con motivo de la publicación de su libro.

7 Que reconoce que las imputaciones hechas a la Srta.

María Angustias Moreno Cereijo obedecieron a informa-

ciones que han resultado falsas.

8. Que, en consecuencia, reconoce y declara que esas

imputaciones son gravemente injuriosas y calumniosas,

por lo que las rectifica totalmente en este acto, estando

dispuesto a dar a la Srta. Moreno Cereijo las reparaciones

morales procedentes por el daño que se le ha causado.

9. Finalmente que se compromete y obliga a enviar copia

del acto de conciliación a todas las personas que visitó ha-

ciendo las imputaciones referidas contra la Srta. Moreno

Cereijo con una carta suya de simple remisión de copia,

hecha por conducto notarial.

Y SUPLICO AL JUZGADO se sirva tener por presentada

esta papeleta, citar a D. Juan García Llovet, con domicilio

en calle Diego de León, 14, de Madrid, y señalar la fecha

de celebración del acto de conciliación a los efectos indi-

cados en el cuerpo de este escrito.

Es justicia que pido en Madrid (...) de octubre de 1977

En ninguna de las tres conciliaciones hubo avenencia, por lo que

Maria Angustias presentó en el Juzgado de Sevilla la correspon-

diente querella criminal:

AL JUZGADO DE INSTRUCCIÓN AL QUE POR TURNO

CORRESPONDA

200

(...) Procurador de los Tribunales y de Doña María Angus-

tias Moreno Cereijo; como con la copia de poder especial

bastante que acompaño (Doc. núm. 1) ante el Juzgado

comparezco y como mejor proceda en Derecho, DIGO:

- Que siguiendo instrucciones (le mi poderdante promuevo

en su nombre, mediante el presente escrito, querella crimi-

nal por injurias al amparo del art. 270 y concordantes de

la Ley de Enjuiciamiento Criminal contra D. Antonio del

Vals, mayor de edad, soltero, sacerdote, con domicilio en

Sevilla, calle Río de la Plata, núm. 7, y contra D. Ernesto

Peñacoba Muñoz-Chapulli, con las mismas circunstancias

personales e idéntico domicilio, por el delito de injurias

graves.

Sirven de base a esta querello los siguientes HECHOS:

PRIMERO. Mi representada, Dña. María Angustias Mo-

reno Cereijo, soltera mayor de edad, ingresó en el año

1959 en la institución religiosa denominada "Sociedad Sa-

cerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei", conocida más fre-

cuentemente por estas dos últimas palabras de "Opus Dei"

y a la que pueden pertenecer mujeres, así como va rones

que no tengan el estado sacerdatal.

SEGUNDO. Dña. María Angustias Moreno Cereijo formó

parte de esta institución del "OPUS DEI", que sus adheri-

dos y simpatizantes denominan por antomasia la OBRA.

En ella ocupó diversos puestos de mayor o menor confian-

za, nunca cargos de auténtica dirección que la OBRA re-

serva para una minoría estimada comto selecta. Durante

los 14 años que perteneció a esta Institución pudo observar

una profunda discrepancia entre lo que se proclamaba y lo

que se realizaba en relación, sobre todo, con la mayoría de

sus miembros. Esa comprobación de hechos, que para ella

fue profundamente dolorosa, le hizo comprender que no

tenía vocación para seguir perteneciendo a tal institución,

por lo que sin escándalos ni rompimientos abandonó la

OBRA, sin que le extrañara, porque lo sabia por otros mu-

201

chos casos similares, que la institución a partir de ese mo-

mento la marginase y aislase de un modo harto notorio.

TERCERO. El recto espíritu de Dña. Maria Angustias Mo-

reno Cereijo le hizo reaccionar serena, pero firmemente,

contra las autoalabanzas que se dispensaba la Obra y que

tan vivamente contrastaban con la realidad distinta que

había tenido ocasión de comprobar en sus 14 años de ser-

vicios a la Obra. Contrastes que no afectaban, por supues-

to, a materias de fe y costumbres, pero sí al ambiente de

caridad, comprensión y auténtica fraternidad cristiana,

con el que tantas veces soñó en su anhelo de perfección.

La reacción de su espíritu la movió a escribir en el año

1976, después de madura reflexión, un libro titulado "EL

OPUS DEI, ANEXO A UNA HISTORIA", en el que en tér-

minos respetuosos, pero empapados de indiscutible sereni-

dad y equilibrio espirituales, analizó distintos aspectos de

la vida interna del "Opus Dei", de los que ya mucha gente

hallaba como cosa corriente, pero que hasta entonces no

tenía el apoyo moral de una persona que durante tantos

años había vivido lo que contaba.

CUARTO. Aunque el libro -del que se acompaña un ejem-

plar como documento núm. 2- no con tiene nada injurioso

ni siquiera depresivo para la OBRA, la publicación y el

éxito de venta produjeron una pésima impresión en los di-

rectivos del "OPUS DEI", impresión que se acentuó cuan-

do diversas personas que habían pertenecido a la Institu-

ción y pasaron en ella momentos de honda crisis, escribie-

ron una carta a María Angustias, solidarizándose con

cuanto en el libro se narraba y se comentaba. La carta

apareció en el núm. 3.390 de la revista "Blanco y Negro",

correspondiente a los días 20-26 de Abril de 1974.

QUINTO. Vieron los directivos del "OPUS DEI" en esta

carta algo así como el resultado de una conjura de cuantos

se apartaron decepcionados de la OBRA, y creyeron llega-

do el momento de pasar a la contraofensiva, atacando a

202

María Angustias Moreno Cereijo en términos que esta par-

te no puede menos de considerar delictivos.

SEXTO. El plan de contraata que -llamémosle así- se

desenvolvió simultáneamente en varias ciudades, princi-

palmente en Madrid, al parecer -lo decimos con toda clase

de reservas- bajo la dirección de D. Juan García Llovet, y

consistió en que dos sacerdotes del "Opus Dei" visitaran a

las firmantes de las cartas de adhesión a la querellante,

para comentarles la pretendida conducta de ésta y des-

acreditando en el concepto de sus oyentes. Todo ello, invo-

cando motivos de conciencia y altas razones de índole mo-

ral.

La relación de causa a efecto entre la publicación del libro

de la querellante con la adhesión de sus amigas, y la ofen-

siva del "OPUS DEI" es muy clara. En primer lugar los

sacerdotes que visitan a las personas que luego detallare-

mos, se refiere con frecuencia al libro y a la carta. Ade-

más, si los sacerdotes indicados hacen afirmaciones tan

rotundas como inexactas y ofensivas a la conducta de Ma-

ría Angustias, ¿por qué la tuvieron en sus filas 14 años?

¿Por qué esperaron para atacarla hasta que había publi-

cado su libro cuatro años después de su salida voluntaria?

¿O es que el "OPUS DEI" mantiene un servicio de vigilan-

cia de las personas que salen de sus filas, para atacarlas

cuando lo crean conveniente?

SEPTIMO. Divididos en grupos de dos -los sacerdotes del

"OPUS DEI" no pueden visitar solos a mujeres- los dos

querellados invocan los más variados pretextos para ser

recibidos por las interesadas (...).

Se acompañan declaración de éstas (..) legalizadas nota-

rialmente. (Documentas n. 3 y 4.)

OCTAVO. No vamos a hacer un estudio detallado de estas

declaraciones. Con este escrito se presentan para conoci-

miento de S. Sa. En todos ellos, sin más motivo que un re-

sentimiento imposible de ocultar por la publicación del li-

bro, se ataca una y otra vez a la querellante tratándola de

203

desviada sexual, de lesbiana, de corrompida antes de per-

tenecer a la OBRA, durante su permanencia en ella y des-

pués. Todo ello con verdadera saña, enmascarada con

preocupaciones morales y sin la menor necesidad de plan-

tear temas tan ofensivos.

NOVENO. Antes de decidirse a plantear la querella, doña

María Angustias Moreno Cereijo intentó que los querella-

das le dieran una reparación. Su abogado -el Letrado que

suscribe esta querella- propuso al Letrado del "Opus Dei"

que los ofensores repararan en conciencia el mal que ha-

bían causado. Todo fue inútil.

DÉCIMO. En vista de esta actitud, la querellante promovió

en tiempo útil el acto de conciliación previo a la querella

por injuria, que se celebró sin avenencia. Se acompañan

las correspondientes certificaciones (documentos números

5 y 6).

Invocando los Fundamentos de Derecho pertinentes, la querella

fue desestimada y recurrida ante la Audiencia Provincial, quien

confirmó que fuese desestimada. Lo mismo ocurrió en los Tribu-

nales de Justicia de Madrid. Por su interés reproduzco el AUTO

dictado por la Audiencia Provincial.

AUTO

Madrid a diecinueve de Mayo de mil novecientos setenta y

ocho.

Audiencia Provincial.

Sres. Sección 4: D. Sixto López López, D. Antonio Martínez

Carrera, D. Álvaro Núñez M. Maturana.

RESULTANDO que interpuesta por el Procurador D. Ar-

gimiro Vázquez Guillén, en nombre y representación de

Dña. Ma. Angustias Moreno Cereijo, querella por supuesto

delito de injurias verbales, imputadas a los querellados D.

Juan García Llovet y D. Emilio Navarro Rubio, y repartida

204

la misma, que fue presentada el 20 de diciembre de 1977 al

Juzgado de Instrucción número 11 de los de esta Capital

por auto de 12 de Enero de 1978 se denegó su admisión a

trámite, e interpuesto por la representación de la quere-

llante el oportuno recurso de reforma por auto de 20 de

Enero de 1978, se declaró no haber lugar a la reforma

pretendida, admitiéndose en ambos efectos el recurso de

apelación subsidiariamente interpuesto, y acordándose pa-

ra su sustanciación, la elevación de los autos originales a

esta Audiencia Provincial, Sección Cuarta, previo empla-

zamiento de la querellante por término de diez días.

RESULTANDO que recibidos los autos originales en esta

sección y formando el rollo correspondiente, en el que en

tiempo y forma compareció la querellante Dña. María An-

gustias Moreno Cereijo, única parte interviniente por pro-

videncia de 4 de Mayo de 1978, después de evacuados los

trámites de instrucción, se señaló para la vista del recurso

el 19 de los actuales, a las 11 de la mañana, día y hora en

que tuvo lugar la misma con asistencia del Letrado de

aquélla, don José María Gil-Robles y Quiñones, quien

después de informar lo pertinente a sus pretensiones, in-

teresó la revocación del auto apelado del 20 de Enero de

1978, que en definitiva, al denegar la reforma de su prece-

dente, mantuvo el pronunciamiento de éste, de no haber

lugar a admitir a trámite la querella por injurias presenta-

da el 20 de diciembre de 1977, pues si bien se han subsa-

nado alguno de los defectos formales denunciados en el

inicial auto de 12 de Enero de 1978, con olvido del núm. 4

del art. 277 de la Ley de E. Criminal, no se hace en el es-

crito de querella una relación circunstanciada del hecho

objeto de la misma, ni se rodea al mismo de la concreta

expresión del "lugar, año, mes, día y hora en cuanto se

ejecutó", necesarios en su caso para determinar la compe-

tencia, o para computar el corto plazo de seis meses que

para las prescripciones de las injurias señaladas en el art.

113 del Código Penal, pues al respecto, aquella concreta y

detallada relación, por ser determinante de extremos que

205

pueden ser interesantes, no puede ser suplida por una sim-

ple remisión de relatos supuestamente efectuados por ter-

ceras personas o decisiones a efectuar de estas supuestas y

no muy ordenadas declaraciones testificales acompañadas

con la querella, sino que en la cual indica el artículo 277

citado, han de considerarse y concretarse en el propio es-

crito de la querella, y tanto más en delito de índole privada

y eminentemente circunstanciales como son los de calum-

nia e injuria, pues si bien en delitos de carácter público, la

simple denuncia de un delito de tal índole, aunque sea por

medio de querella, es bastante y suficiente, para poner en

marcha, según constante jurisprudencia, la actividad ju-

risdiccional, de delitos como el contemplado, han de cum-

plirse con rigurosidad, por la parte querellante, todos y

cada uno de los requisitos exigidos por la Ley, y tanto más

cuando por la remisión aludida, parece ser que aquellas

circunstancias de lugar y tiempo se conocían, y podían dar

lugar, salvo dato en contrario no considerado, a la pres-

cripción del delito pues, inferidas, al parecer, las injurias a

finales de Abril, el acto de conciliación de uno de los que-

rellados se celebra sólo el 21 de noviembre de igual año de

1977, y en relación al otro querellado celebrado el acto de

conciliación el 14 de octubre de 1977, la querella se inter-

puso sólo en 20 de diciembre de igual año, pasados los dos

meses de que habla el artículo 479 de la Ley de Enjuicia-

miento Civil. Vistos los artículos citados y demás de gene-

ral aplicación.

La Sala, por ante mí el Secretario, dijo: Que desestimando,

como desestimamos, el recurso de apelación interpuesto

por la representación de la parte querellante Dña. María

Angustias Moreno Cereijo, contra el auto dictado por el

Juzgado de Instrucción núm. 11 de los de esta Capital, con

fecha 20 de enero de 1978, debemos confirmar y confir-

mamos el mismo, y en su consecuencia su precedente -de

12 de enero de igual año- por el que se declaró no haber

lugar a admitir a trámite la querella por injurias interpues-

206

ta por referida querellante contra D. Juan García Llovet y

D. Emilio Navarro Rubio.

Así lo mandan y firman los Sres. del margen que certifico.

Apenas puedo agregar algo más a lo relatado. Todo ello consta en

los archivos de los tribunales. Como cristiano que siempre ha

puesto su fe en una Justicia divina sin plazos de prescripción, estas

querellas acabarán siendo admitidas a trámite.

Por mi parte, sólo me resta suscribir los dos párrafos que voy a

extractar del libro de María Angustias Moreno, "La otra cara del

Opus Dei", con verdadero dolor de corazón por tratarse de un fa-

miliar mío, pero párrafo, por párrafo, frase por frase y palabra por

palabra:

"Lo malo de la OBRA no es lo que hagan o dejen de hacer (aun

siendo en muchos casos cuestionable); si así fuere, no cabría otra

alegación que la de "allá ellos". Lo malo es que hagan una cosa y

digan otra. Lo malo es la confusión que crean. Lo malo es la utili-

zación que en nombre de Dios hacen de las personas y hasta de la

propia doctrina cristiana.

"Algo que al canonizar al Padre, quedaría canonizado con él. Por-

que no es todo esto lo que en la Obra pasa, sino el propio mito de

un Fundador que ha impuesto el carisma de su vida como única

razón o explicación de todo lo que en la Obra se hace: como exi-

gente garantía de salvación inequívoca, sencillamente porque así lo

ha dicho monseñor Escrivá. Y a lo cual el Opus Dei (todo entero)

reduce su ser y hacer."

Que el Espíritu Santo nos ilumine a todos, y que "La verdad nos

haga libres". Como mi tío José María, y parafraseando su propia

retórica, "soy un pobre pecador" que no tiene otro sentido, otra

aspiración, que aportar un grano de arena para que resplandezca

"LA VERDAD".

Desde que acepté la oferta de escribir un libro sobre el Opus Dei

bajo la condición de sobrino del Fundador no han transcurrido ni

dos meses. En este corto período de tiempo me han entrevistado

para distintos medios de comunicación y asistí al debate de Antena

207

3 "La Clave". Como era de esperar, he escuchado a lo largo de

estos días diversos comentarios sobre la actuación de los distintos

invitados, y casi unánimemente todos coincidían en destacar el

desgarrante testimonio de Miguel Fisac, sobre todo la autenticidad

de su relato, el estado de ánimo abatido que se advertía en él.

Esta impresión tan lamentable y negativa para la Obra debió de

llegar hasta sus oídos. ¿Qué otra reacción cabía esperar de ellos?

Una campaña de descalificaciones contra Fisac, apuntando que ya

era muy mayor, que chocheaba, y se llevaban el dedo a la sien para

afirmar que estaba loco.

Siempre es y será igual. No tienen otro recurso en sus manos ante

la verdad, no saben, no pueden proceder ante quienes se atreven a

expresarse en distintos términos. Dejan a un lado el daño que ori-

ginan, desconocen la palabra caridad, qué es el amor al prójimo.

Como bien decía Miguel Fisac en aquel programa, en el Opus Dei

mi tío José María ha sustituido la fe y el amor por la piedad. El

sinnúmero de prácticas de piedad, la misa, el rosario, la lectura

espiritual, meditaciones, retiros... sustituyen al mandamiento de la

Ley de Dios que los encierra a todos en él: "Amarás a Dios sobre

todas las cosas y al prójimo como a ti mismo".

Hasta los últimos días, terminado mi relato y a punto de acabar de

corregir, he observado el comportamiento de las personas ante mi

no oculta postura sobre mi tío José María, y verdaderamente no he

tenido sorpresa alguna. Ya sabía cómo se iban a decantar las dis-

tintas posiciones. Aquellos que me paraban para decirme que ha-

bían visto el programa de "La Clave", en general estaban de acuer-

do con la línea general del debate y criticaban el cinismo de la ac-

tuación de los sacerdotes, a quienes calificaban de prepotente.

Del periodista de "La Vanguardia" no se ofrecían comentarios im-

portantes; a lo sumo, que no se había mostrado muy lúcido. Miguel

Fisac, como ya he comentado, recogía unánimemente el aprecio de

todos por verdadera sensación de realismo que había dado. Se ha-

bían percatado de lo mal que lo había pasado, cuando estuvo en la

Obra y con motivo de las persecuciones de las que fue objeto tras

su salida.

208

De Luis Carandell y Alberto Moncada, los comentarios apuntaban

siempre al buen tono de sus intervenciones y reflexiones aproxi-

mativas al Opus Dei. Estos criterios y comentarios fueron los más

numerosos. La audiencia fue muy representativa, y muchos habían

grabado el programa para que también tuvieran la oportunidad

otras personas de verlo.

Por el contrario, los miembros del Opus Dei respondían que no lo

habían visto, y era cierto. Por distintos medios me enteré que pre-

viamente se los había aleccionado para que no leyesen ni viesen

nada acerca de lo que se iba a decir.

Exclusivamente en una ocasión mantuve una charla con un amigo

supernumerario, cuya amistad quedaba por encima de su vincula-

ción a la Obra. Después de más de una hora de conversación, me

di cuenta de que no había nada que rascar. La mentalización es tan

absoluta y dominante que no es comparable con nada ni con nadie.

Quizá no pueda compararse con los fundamentalistas árabes, ni

con los mayores fanáticos. Pero al margen de tu opinión, digas lo

que digas, demuestres lo que demuestres, expongas lo que expon-

gas, ante ellos se pierde como el aire. En principio, no se lo creen,

y si hay pruebas palpables, imposibles de rebatir, vienen a caer en

el mismo soniquete, en el formulario que tienen enterrado ya en el

fondo de sus conciencias.

Para ellos, el sufrimiento no conoce la carne donde muerde. Una

Voluntad mayor ha designado con claridad. No sólo los antiguos

miembros. Aquellos familiares que supieron del torbellino de la

angustia, de la persecución inexorable durante años y años, de la

rabia ante el trato más execrable que cabe hacia la dignidad huma-

na, también tienen la palabra.

T. B. 0. 59 años. Sevilla. Mujer de un antiguo socio. Hace

40 años de aquello. Y hoy...

Estos meses, previos a la beatificación del 17 de mayo, se

están oyendo opiniones distintas sobre el Opus Dei: unas a

favor -los de "dentro"-, otras en contra -los de "fuera".

209

Ciertamente hay que descubrirse ante las lecciones de hu-

mildad y de verdad que en muchos casos están dando esos

miembros de "fuera", de fuera del Opus Dei, no de la Igle-

sia.

Por mi parte he decidido dar mi testimonio. Un testimonio

que arranca de una persona que nunca ha estado vincula-

da al Opus Dei, que no pertenece a esa "especie de club",

como se ha publicado en algún medio de comunicación, re-

firiéndose a personas que en su día estuvieron unidas a la

Obra. En primer lugar, porque creo que ese club no existe,

y en segundo porque no pertenezco a ningún club ni a nin-

guna Organización de este tipo ni de tipo eclesial. Sola-

mente, y por encima de todo, me siento creyente de AL-

GUIEN que se despojó de toda ostentación.

He compartido mi vida, y sigo compartiendo, con una per-

sona que perteneció al Opus Dei. No he vivido dentro de la

Obra pero sí he compartido, y he sentido, esa persecución,

muchas veces "etérea", que sufren aquellos que fueron sus

miembros.

He conocido las tácticas que se aplican a los "ex" socios:

la calumnia. Lanzar la noticia: "¡Qué pena tan grande!

¡Alguien está ingresado en un psiquiátrico!" Cuando ese

alguien que había dejado la Obra hacía varios años estaba

casado y trabajando en su profesión.

La persecución directa: traslados obligados, y no muy le-

gales, disminución de ingresos al mínimo provocados por

personas pertenecientes al Opus Dei y que consideraban

"era lo adecuado".

La aparición siempre de fantasmas reales que hablaban de

pactos -¿pactos de qué?-, de amenazas veladas.

La frialdad ante los problemas, la risa, la ironía.

La vida no es ningún camino de rosas para los que fueron

miembros del Opus Dei, es un camino sinuoso que va

arrancando jirones al andar. Son sus jirones y los de las

210

personas que por encima, y a pesar de todo, compartimos

todo con ellos.

Entre las muchas llamadas que he recibido en los últimos días de

padres con hijos en la Obra, felicitándonos a todas aquellas perso-

nas que intentábamos aclarar "la verdad sobre el Opus Dei", quiero

resaltar el impacto que me causó la de un matrimonio que ha per-

dido a sus dos hijos: el primero falleció, y el segundo, una chica,

ingresó en la Obra. Hasta aquí más o menos normal. Pero ¿cuál fue

el asidero principal para llevar hacia sí a la hija? Los miembros del

Opus Dei usaron el argumento de la muerte de su hermano para

hacerle ver que Dios la había elegido para unirse a ellos.

Desde ese momento, por la forma de proceder, los padres sintieron

que el cariño se había perdido en favor de su nueva familia espiri-

tual, recurriendo a ellos sólo para pedirles dinero. Ante la angustia,

hablaron con el obispo de la diócesis, que realizó varias gestiones

ante diversos sacerdotes vinculados a la Institución. Pero sólo sir-

vió para provocar un mayor distanciamiento. Tomaron también la

iniciativa de dirigirse a Su Santidad el Papa, de quien aún esperan

respuesta. Insistieron en pedirme consejo y estudiar de qué manera

lograrían sacarla. Estaban convencidos de que no es una Obra de

Dios.

Mi consejo fue escueto: no le den ningún dinero al Opus Dei.

Y el 17 de mayo de 1992, al filo de las 10.20 de la mañana, Su

Santidad el Papa Juan Pablo II declaraba oficialmente beato a mi

tío Josemaría Escrivá de Balaguer, pero en su homilía exhortaba a

todos los miembros de la prelatura del Opus Dei a una "más gene-

rosa participación en la vida eclesial, con particular atención hacia

los más pobres y necesitados".

La presencia aproximada de 200.000 miembros, familiares o sim-

patizantes de la Obra, en la plaza de San Pedro puede ser un botón

de muestra de su poder económico.

Las oraciones y trabajos que los críticos con el Opus Dei, con su

Fundador y con el proceso de canonización hemos elevado a Dios

211

Todopoderoso ha movido al Espíritu Santo a iluminar a Su Santi-

dad al realizar estas manifestaciones.

Que nadie, farisaicamente, rasgue sus vestiduras al leer que Su

Santidad ha podido equivocarse en esta beatificación. Somos mu-

chos ya los católicos que seguiremos orando y trabajando en busca

de la verdad. Y es muy probable que Su Santidad, posteriormente,

rectifique.

De todos es conocido los esfuerzos que tanto mi tío Josemaría co-

mo sus hijos han venido realizando para hacer ver que en vida era

"un gran santo", ocultando todo aquello que pudiera oscurecerlo.

Es bien patente y a todas luces vistas el incumplimiento de los ar-

tículos contenidos en la actual legislación sobre las Causas de los

Santos y, por tanto, el citado proceso está viciado y es necesario la

reiniciación del mismo.

Para finalizar, manifestar el convencimiento de que Su Santidad el

Papa desconoce los tejes y manejes del Opus Dei, sobre todo de las

descalificaciones, injurias y calumnias que lanzan contra los críti-

cos de esta institución.