obsérvate como observador

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Obsérvate como observador ¿Cuándo fue la última vez que usted observó críticamente su forma de actuar y de tomar decisiones que influyen a los demás? Parece extraño, pero a veces estamos tan pendientes de lo externo que perdemos la disciplina de analizarnos críticamente para replantear modos de pensar y de "observar cómo observamos". Aunque es un riesgo, mucho de lo que pensamos y hacemos son hábitos inconscientes. Miramos situaciones y reaccionamos según lo que nuestra mente nos indica. Es un proceso casi autónomo que va forjando paradigmas para relacionarnos con los otros. Así, llegan momentos en que viajamos con piloto automático porque le otorgamos el poder a una mente que, como dicen en Oriente, puede convertirse en magnífica criada o en pésima ama. Los líderes y miembros de equipos que realmente asumen el dominio de su mente, son muy reflexivos. Cometen menos errores que aquellos reactivos que, con tal de resolver rápido, a veces desconectan sus decisiones de los valores corporativos o personales. Analizan cómo analizan, observan cómo observan y crecen en profundidad. Se preguntan si lo que llaman problema realmente lo es, y son capaces de ir más allá de lo aparente para encontrar el fondo de cada asunto. Jamás se aferran a su primera percepción pues saben que bien podrían ser ellos el problema. Su minuciosidad les mantiene cerca de sus principios y por eso exhiben un estado de ánimo ecuánime al sentirse justos en sus determinaciones. La humildad evita creer que se posee el monopolio de la verdad. Por eso los verdaderos líderes vigilan con responsabilidad la solvencia de sus pensamientos; su mente establece una aduana que detiene argumentos, prejuicios e influencias tóxicas. Comprenden que la realidad es lo que ellos definen que sea según las palabras que seleccionen para describirla y, por lo tanto, cuestionan sus "verdades" para elevar el nivel de su discernimiento.

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Page 1: Obsérvate Como Observador

Obsérvate como observador ¿Cuándo fue la última vez que usted observó críticamente su forma de actuar y de tomar decisiones que influyen a los demás? Parece extraño, pero a veces estamos tan pendientes de lo externo que perdemos la disciplina de analizarnos críticamente para replantear modos de pensar y de "observar cómo observamos". Aunque es un riesgo, mucho de lo que pensamos y hacemos son hábitos inconscientes. Miramos situaciones y reaccionamos según lo que nuestra mente nos indica. Es un proceso casi autónomo que va forjando paradigmas para relacionarnos con los otros. Así, llegan momentos en que viajamos con piloto automático porque le otorgamos el poder a una mente que, como dicen en Oriente, puede convertirse en magnífica criada o en pésima ama. Los líderes y miembros de equipos que realmente asumen el dominio de su mente, son muy reflexivos. Cometen menos errores que aquellos reactivos que, con tal de resolver rápido, a veces desconectan sus decisiones de los valores corporativos o personales. Analizan cómo analizan, observan cómo observan y crecen en profundidad. Se preguntan si lo que llaman problema realmente lo es, y son capaces de ir más allá de lo aparente para encontrar el fondo de cada asunto. Jamás se aferran a su primera percepción pues saben que bien podrían ser ellos el problema. Su minuciosidad les mantiene cerca de sus principios y por eso exhiben un estado de ánimo ecuánime al sentirse justos en sus determinaciones. La humildad evita creer que se posee el monopolio de la verdad. Por eso los verdaderos líderes vigilan con responsabilidad la solvencia de sus pensamientos; su mente establece una aduana que detiene argumentos, prejuicios e influencias tóxicas. Comprenden que la realidad es lo que ellos definen que sea según las palabras que seleccionen para describirla y, por lo tanto, cuestionan sus "verdades" para elevar el nivel de su discernimiento. En ocasiones, no son los hechos externos los que deben cambiar, sino el propio observador; así se explican las grandes transformaciones promovidas por líderes que cada vez son mejores que ellos mismos. Los estereotipos, los prejuicios, la animadversión, y otras debilidades temporales producen actuaciones frágiles e insostenibles. Mientras el tomador de decisiones no elimine esa contaminación emocional, no hará contribuciones sólidas. La calidad de ejecutoria se acrecienta si quienes dirigen bajan la bandera de la intransigencia y aprenden a aprender, se cuestionan para verificar si acaso no son ellos los primeros que deben cambiar su auto-concepto y la tiranía de sus pensamientos, antes de demandar que otros lo hagan. Según Epícteto, ninguna persona es libre si no es dueña de sí misma; y esa libertad la ejerce al observarse y rectificar con humildad su proceder, si eso es lo que en verdad se requiere para que lo demás cambie a favor de su organización.