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Colección II Artistas: Nick Quijano Diógenes Ballester Liliana Porter Ellen Harvey Julio Micheli Marta Mabel Pérez Zilia Sánchez Ana Rosa Rivera Carlos Cancio Víctor Vázquez

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Colección II

Artistas:

Nick Quijano

Diógenes Ballester

Liliana Porter

Ellen Harvey

Julio Micheli

Marta Mabel Pérez

Zilia Sánchez

Ana Rosa Rivera

Carlos Cancio

Víctor Vázquez

Nick Quijano Nueva York, NY, 1953 Naturaleza caribeña

2009 Monotipo

Impresión giclée intervenida a mano con variaciones cromáticas 10 x 10” (imagen) 13 x 12” (papel)

A principios de la década de los noventa, las pinturas estilo Naíf de Nick Quijano, evocaban un no muy distante, aunque mítico, pasado de Puerto Rico, abriendo paso a una serie de dibujos titulada Naturaleza caribeña. Esta serie se enfocó en tres elementos clave que ilustran el paisaje caribeño – el cielo, las palmeras y los cocos. Caracterizados por su estética, algo barroca, estos elementos nos fueron entregados por Quijano en todo su esplendor tropical – una paleta saturada y rotunda; frutas maduras y suculentas, y radiantes palmeras. Esta serie condujo a Quijano a pintar Sueño del trópico en 1991, pintura que ahora es parte de la colección del Museo de Arte de Ponce – obra culminante que transformaría el enfoque del artista sobre este tema en subsecuentes series de trabajos. La propuesta de Quijano para el programa Círculo del Arte fue inspirada por Sueño del trópico y representa un diálogo con su poderosa obra. Producida como una impresión giclée (impresión digital, producto de un escaneo en muy alta resolución) intervenida a mano, la imagen está basada, también, en el gouache de 1991-92 de la serie Naturaleza caribeña. Aquí el coco se

encuentra en el frente y al centro de la composición, su tamaño y su escala revelan su importancia. Éste se balancea precariamente sobre una pequeña mesa circular, mientras una fila de palmeras salpica alegremente el trasfondo de la composición. Vistas a escala (igual que la mesa), las palmeras son minúsculas en comparación con el protagonista principal. Como es el caso en la mayoría de los trabajos de Quijano, la belleza seductora de sus exuberantes imágenes yace sobre significados más profundos y ocultos. La mesa nos sugiere el interés del artista en explorar la idea de soporte o estructura como estrategia para comentar sobre el debate político actual en Puerto Rico, cara a cara con su estatus, la dependencia de sistemas foráneos y problemas de auto-definición. Mientras que en otras obras, como Sueño del trópico, hay una ausencia de estructura, en Naturaleza Caribeña la presencia de un soporte es contrastada por la relación desproporcionada con el coco-un símbolo de afirmación de cultura local y tradición. Quijano formalmente subraya la elasticidad de estos valores a través de sutiles marcas y variaciones cromáticas que transforman de manera efectiva cada impresión en una obra única que celebra la vitalidad del Caribe y por otro lado sugiere una metáfora punzante para la naturaleza dinámica de las identidades individuales y colectivas, fluidas y en constante cambio.

Diógenes Ballester Ponce, Puerto Rico, 1956

Los gemelos 2009

Buril y mezzotinta 11 x 9 3/8” (imagen) 15 x 14 ½” (papel)

La obra Los gemelos encarna estos esfuerzos a través de una serie de circunstancias fortuitas que sugieren el impacto de la globalización, el poder de la síntesis cultural y la potencia espiritual y eterna de estos significantes. La curiosa trayectoria de Los gemelos comenzó con la meticulosa producción de una placa de cobre grabada en Guanlan, China durante la residencia del artista en 2009 en la Bienal Internacional de Grabado de Guanlan, seguida por su distribución en Puerto Rico a los miembros del programa Círculo del Arte del Museo de Arte de Ponce, así como su inclusión en la colección permanente de la base de grabados de Guanlan. Los gemelos, lleva las huellas de este viaje multicultural a través de la inteligente reinterpretación hecha por Ballester de uno de los símbolos más reconocidos de la cosmología de África Occidental, Eleguá, quien de acuerdo a la mitología Yoruba es el protector de los caminos. Eleguá es la deidad encargada de guiar por los senderos, generalmente está relacionada con la oportunidad y la posibilidad. Así como las

comunidades de raíz africana en las Américas aprendieron a equiparar o a fusionar sus deidades con figuras de la tradición judeo-cristiana como estrategia de preservación. Ballester hábilmente sintetiza representaciones chinas y africanas presentando a Eleguá como un dios bicéfalo cuyo rostro es adornado con conchas cauri tradicionales sirviendo de ojos y boca. Utilizadas como moneda en culturas del África Occidental, estas conchas son consideradas prendas de buena suerte y Ballester compara sus propiedades mágicas con las de las oraciones a los dioses chinos de la prosperidad, representando al dios de la riqueza, típicamente retratado como una taza de oro. Ballester entonces fusiona ambos conceptos de buena fortuna incorporando la “copa de oro” en el centro de la composición con montones de concha cauri.

Liliana Porter Buenos Aires, Argentina, 1941

Pájaro azul 2009

Fotografía digital a color 11 x 8 ½”

A lo largo de su extraordinaria carrera, Liliana Porter ha utilizado la fotografía como herramienta para explorar preocupaciones sobre el tema de la representación, así como los desafíos filosóficos que presentan las técnicas de reproducción con respecto a las percepciones y a lo verdadero. Desde finales de la década de los ochenta, Porter se ha apoyado en una variedad de íconos arrancados de su contexto original, el cual ella recicla repetidamente como una estrategia para recrear impactos visuales de la memoria. Sin embargo, a principios de los noventa, Porter bajó la posición de sus composiciones dejando expuestos grandes espacios semejantes a escenografías montadas para fotografía o para cine, pobladas con un puñado de personajes un tanto incongruentes de su extensa colección de muñecas, figuras y adornos kitsch. Su obra más reciente tiene un marcado interés en el potencial afectivo de estos diálogos y su capacidad de provocar respuestas

emotivas en el observador. En obras como Pájaro azul, creada para el programa Círculo del Arte, Porter yuxtapone aparentemente de manera casual, dos objetos de su extensa colección – un soldadito de metal y una figura de cristal en forma de pájaro. El elemento crítico de este reparto de personajes es su habilidad de parecer animados y de emitir una cierta mirada, un sentimiento, que inevitablemente dirige la vista del observador hacia adentro de la hermosa ave, pero Porter frustra nuestras expectativas intercambiando la escala y las relaciones de poder entra las dos figuras. Al ser dirigidos hacia el drama desencadenado, el delicado balance entre la realidad y ficción es desafiado tanto como nosotros – en virtud de nuestra empatía e identificación – convirtiéndonos en actores voluntarios en la producción de Porter.

Ellen Harvey Kent, Inglaterra, 1967

Árbol con bolsa plástica 2009

Espejo de plexiglás con impresión láser (fotografiada por Johnny Betancourt)

8.75 x 8.75”

Como pintora y al mismo tiempo abogada, Ellen Harvey nos trae una sensibilidad dual a través de su arte, haciéndose esto más evidente en su aprecio genuino por el oficio y la historia del a pintura; teñido a menudo por su tendencia como abogada a pensar críticamente y con escepticismo. Al desarrollar el concepto para CDA 2009, Harvey continua explorando nociones del deseo, convencionalismos y junto a la historia del paisaje, nos ofrece una imagen irresistible que satisface y a la vez frustra nuestras expectativas. En Árbol con bolsa plástica, una representación engañosamente simple de un viejo árbol adornado con solamente un escaso moteado de hojas sugiere la nostalgia de un pasado sereno no muy diferente al de las creaciones melancólicas de los pintores de la época Romántica. Pero esta viñeta construida cuidadosamente se ve alterada por la presencia de una pequeña bolsa plástica barrida por el viento y posando precariamente en una de las ramas frágiles del árbol –un recordatorio inquietante de nuestra realidad presente y de los vestigios de nuestra cultura consumista contemporánea. Además, Harvey al representar su dibujo sobre un espejo de plexiglás, integra al espectador en su paisaje virtual mientras que refleja los alrededores del espectador en la composición. Y, por lo tanto a pesar de la aparente aire de cinismo que persiste en esta imagen, como en otras partes de la obra de Harvey, prevalece el optimismo mientras la artista nos recuerda que tal vez nuestros deseos ocultos para volver a conectar con la naturaleza como fuente de consuelo y comodidad de nuestro ritmo rápido de vida no tiene que ser una fantasía remota, sino que está totalmente a nuestro alcance si nos detenemos sólo por un segundo y miramos el mundo a nuestro alrededor.

Julio Micheli Ponce, Puerto Rico, 1937

Disparates 2009

Impresión digital con tinta pigmentada sobre papel de acuarela 4 unidades, 11 x 8 1/2”

La producción artística de Julio Micheli, desarrollada a lo largo de cuarenta prolíferos años de carrera, es ecléctica y enigmática. Incluye tallados en madera de varias especies de aves autóctonas de Puerto Rico, experimentos en video y de imágenes por computadora, ilustraciones científicas de insectos de la Isla, dibujos y pinturas abstractas, y por supuesto, sus famosas cajas (collages de medios mixtos, acuarelas, objetos y otras construcciones ubicadas en pequeñas cajas de madera con cubiertas transparentes de cristal) las cuales se considera como su aportación artística más significativa. Y aunque Micheli está muy consciente y versado sobre el lenguaje del arte moderno y contemporáneo, su obra revela

una visión ferozmente personal, alimentada por un legado artístico compartido pero liberado de sus restricciones. La variada producción del artista se resiste a ser encasillada o rotulada fácilmente – no tanto porque esté en contra de la corriente- sino que aparenta funcionar moviéndose por un camino paralelo, generando chispazos entre ambas a medida que se interceptan a lo largo del camino. Quizás las grietas más visibles provocadas por estos puntos de intersección las encontremos en los trabajos más experimentales del artista, tales como sus cajas y sus obras abstractas. Ambas son marcadas con un profundo sentido de introspección, poesía y experimentación. De la misma manera ambos escapan a definiciones y retan al observador a mirar más allá de sus preconceptos sobre el arte. La ambiciosa colección de Micheli de cuatro impresiones digitales a color titulado Disparates creada para el programa del Círculo del Arte 2009 refleja dichos valores. Basados en una reciente serie de acuarelas, estas obras de profunda intimidad pero de gran potencia, son consistentes con el enfoque particular del artista sobre la abstracción a la vez expresionista, pura y lírica. Micheli ve a sus acuarelas como experimentos visuales o “disparates” – accidentes espontáneos elocuentes y al mismo tiempo con un grado de humor y confusión. Al igual que “Disparates” sus impresos y acuarelas desafían las normas aceptadas; operan en aquellas fronteras – donde los caminos se cruzan y las chispas vuelan. Líneas sinuosas convergen con planos traslúcidos de color generando una sutil interacción entre elementos negativos y positivos, lineales y curvilíneos, figurativos y abstractos, viscerales y cerebrales. Los Disparates de Julio Micheli no ofrecen respuestas a nuestras preguntas, más bien se encuentran en los límites donde las posibilidades merodean y la creatividad fluye.

Marta Mabel Pérez Lares, Puerto Rico, 1968

White Puerto Rican Flag Kit 2009

Polyester, hilo de coser, apliques bordados, aguja de coser, caja de archivo y papel Bandera: 8 x 11”, caja: 12 3/8 x 9 1/8 x 11/4”

The Wihte Puerto Rican Flag abarca una serie en proceso de las obras inicialmente presentadas durante la primavera pasada en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) en San Juan, y que comprendían un video y dos instalaciones. Colectivamente estos trabajos trastocan una gama de emociones: desde la pérdida y el dolor hasta la esperanza y redención, mientras que servían como una ventana para el espectador (o quizás un espejo) desde la cual ver la vida contemporánea de la isla. Así la propuesta de Pérez de presentar la bandera de Puerto Rico blanca, desprovista de sus colores tradicionales es, inevitablemente, una acción simbólica, aunque una no guiada por la retórica o la demagogia, sino por un sincero deseo de proponer una alternativa a un nuevo paradigma, de la cual construir las nociones de identidad, nacionalidad y solidaridad. Para el programa del Círculo del Arte, Pérez amplía este concepto de provocación a través del White Puerto Rican Flag Kit y ofrece una obra que está basada en “hágalo usted mismo”, estética de la década del 1960 del movimiento Fluxus, mientras provee al espectador de un regalo inesperado – la oportunidad de hacer su propia obra de arte. Las instrucciones son simples – complete la bandera como lo desee y cuando termine enmárquela y cuélguela en su casa.

Zilia Sánchez La Habana, Cuba, 1928 El silencio del silencio

2009 Serigrafía 11 x 15”

Para una artista acostumbrada a trabajar en tres dimensiones, la invitación del Museo de Arte de Ponce a participar en el Círculo del Arte fue un bienvenido desafío para esta artista veterana entrenada en desarrollar sus conceptos sobre el papel y por medio de maquetas antes de ejecutarlas en un lienzo o escultura. Basado en un dibujo de 1960 de la serie del silencio, la serigrafía el Silencio del silencio sugiere la estética minimalista de Sánchez, así como sus repetidas referencias a lo corporal y la figura mitológica de Eros – conocida no sólo como el dios del amor erótico, la belleza y la fertilidad, pero también un símbolo constante de la corriente creativa de la naturaleza. Este último sirve como metáfora conmovedora de un enfoque propio de la elaboración artística de Sánchez y, sin duda una clave para librear el significado de esta obra engañosamente simple, pero en realidad compleja. Dos aparentemente idénticas, pero opuestas formas geométricas o cuerpos, puestos contra el papel en blanco están unidos por la trayectoria continua de una línea que pone de manifiesto la tensión entre ellos, al mismo tiempo señala su inevitable dependencia. Aquí Sánchez hábilmente expresa los fundamentos conceptuales de su obra – la poética de las oposiciones binarias como un catalizador para la creatividad persistentes de la vida, la naturaleza y el arte.

Ana Rosa Rivera Marrero Morovis, Puerto Rico, 1967

Dama a caballo: Yo soy parte de la obra 2009-2010

Fotografía a color sobre papel de acuarela 16 x 11”

Rivera Marrero navega hábilmente varias de estas preocupaciones, mientras críticamente se enfrenta con uno de los trabajos más icónicos y reconocibles del Museo – Dama a caballo (1785) del notable pintor puertorriqueño del siglo dieciocho, José Campeche y Jordán. Ejecutada con el rubrico estilo inspirado del Rococó de Campeche, de formas ornamentales tratadas con una paleta delicada y exuberante, Dama a caballo o “amazona”, como también se le conoce, es una de las cinco versiones que el artista hizo de este tema, que combinan los géneros tradicionales del retrato y del paisaje. La engañosamente sencill a escena celebra el esplendor bucólico de la isla, la tradición popular de caballos de paso fino, competiciones y ferias que continúan hasta hoy en día, así como ofrece una mirada poco común de la privilegiada clase alta de Puerto Rico durante el siglo dieciocho, sus costumbres sociales y convenciones. En Dama a caballo: Yo soy parte de la obra (2009-10), Rivera Marrero se apropia de este significante con fuerza y al mismo tiempo rinde homenaje a la amazona de Campeche, mientras que hábilmente desmantela su

importancia simbólica. Al igual que su trabajo fotográfico del año 2000, La historia de ELA (Dama a caballo), Rivera Marrero regresa a su polémica relación con la “dama” de Campeche, pero a diferencia de esa primera interpretación, más abiertamente sexual y políticamente cargada, la composición actual es mucho menos sensual y comparte mayor afinidad visual y tamaño con la pintura original, aunque completamente re-contextualizada. Tal vez una de las transformaciones más notables en Dama a caballo: Yo soy parte de la obra es el cambio de un escenario histórico pastoral al de un lugar contemporáneo, un parque de atracciones o feria en la ciudad costera sureña de Guayanilla. Aquí a bordo del carrusel –similar a un pica gigante – luciendo un vestido de princesa de hadas al estilo “Disney” creado en colaboración con la diseñadora de moda Lisa Cappalli, Rivera Marrero se retrata a sí misma montada en una de las rígidas esculturas ecuestres de madera. Así como su mirada segura de sí misma observa al espectador, compartiendo un guiño irónico, su postura es a la vez caprichosa y sin embargo seria. A diferencia de la delicada dama de Campeche en lo alto de un musculoso caballo andaluz, Rivera Marrero surge aquí como una verdadera amazona domando a su “bestia” ya no encumbrada por las tradicionales estructuras de poder y las normas sociales. Atravesando los límites entre realidad y ficción, la cultura popular y la alta sociedad, el pasado y el presente, la fotografía, la estabilidad y el movimiento, la escultura y la representación en vivo, la artista de manera efectiva re-imagina y refuerza Dama a caballo de Campeche de una manera que no sólo pone de relieve la preeminencia de la pintura original, pero ofrece un espacio de investigación para examinar la historia de Puerto Rico y el legado de ese pasado en un contexto contemporáneo.

Carlos Cancio San Juan, Puerto Rico, 1961

La ofrenda 2006

Escultura en fibra de vidrio y base en piedra volcánica 15 x 12 x 4”

Desde sus comienzos la obra de Carlos Cancio se ha inspirado en el misticismo de las culturas del mundo. Trabaja en series, cada una dedicada a culturas diferentes o exploraciones místicas. Dioses, budas, divinidades, arlequines, faunos, efebos, entes y majestades pululan en sus obras. En el 2001 incluyó los plátanos entre otras frutas caribeñas, en la serie titulada Vereda Tropical, desde entonces el fabuloso fruto continúa apareciendo en sus coloridas composiciones. Con esta pequeña escultura de un plátano amarillo, Carlos Cancio nos ofrenda el fruto que simboliza la cultura puertorriqueña. Y nos recuerda que a los dioses se les ponen frutos para saciar su apetito y mantenerlos contentos. El plátano conocido científicamente como Musa Paradisíaca ha sido inspiración para la mayoría de los artistas de nuestro país. Desde Oller hasta muchos de los jóvenes creadores han realizado obras inspiradas en el plátano. También, ha sido el principal alimento de muchos. Para Cancio, como para la mayoría de nosotros, los tostones o el mofongo son el alimento añorado cuando estamos fuera del terruño. La escultura de tamaño natural de un plátano, está realizada en fibra de vidrio color

amarillo. La base es de piedra volcánica. Lo más importante de este plátano amarillo es que dentro de él habita una diosa o musa que nos inspirará y cuidará.

Víctor Vázquez San Juan, Puerto Rico, 1948 Homenaje a Ana Mendieta

2003 (impresión 2006) Fotografía a color impresión papel Lamda

15 x 15” Víctor Vázquez ha sido pionero en lograr, en el campo de la fotografía, lo que en otros campos se llama el crossover. Sus fotografías se han mostrado tanto en Puerto Rico como en varios países de Europa y las Américas. Actualmente vive y trabaja en París y el Viejo San Juan. Sus estudios, donde integra la fotografía, la psicología y las religiones comparadas, lo llevan a crear una obra sincrética en la cual concilia costumbres caribeñas, rituales de la santería y el erotismo. ES una obra dual, híbrida o travestida plagada de simbolismos y mensajes. Para el Círculo del Arte se seleccionó la impresionante fotografía titulada Homenaje a Ana Mendieta, 2003. Esta foto formó parte de la exhibición Liquids-Signs-Objects que se presentó en Seraphin Gallery en Philadelphia. Daniel Azoulay Gallery en Miami y Walter Otero Gallery en San Juan.

Ana Mendieta (1948-1985) malograda artista cubana, murió a los 37 años tras caerse de un piso 34, mientras se encontraba con su esposo el escultor minimalista Carl André en su apartamento de Nueva York. Mendieta fue pionera del Arte Corporal [body art] y del Arte de la tierra [land art]. Para sus obras creó una serie de símbolos que tenían referencias a la vida, la naturaleza y su cuerpo, basados en la Santería Cubana. En la foto Vázquez utiliza a una joven modelo, muy parecida a Mendieta. Vázquez viste el cuerpo desnudo de la joven con papeles engomados a los que les dibujó emblemas inspirados en la simbología creada por Mendieta. El fondo totalmente negro hace resaltar la figura y crea un impresionante dramatismo.