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Nuevas perspectivas de investigación

en Historia Moderna: Economía, Sociedad, Política y Cultura en el Mundo

Hispánico

Mª Ángeles Pérez Samper y José Luis Betrán Moya

(eds.)

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ISBN: 978-84-949424-0-2

© Los autores

© De esta edición: Fundación Española de Historia Moderna, Madrid, 2018.

Editores: Mª Ángeles Pérez Samper y José Luis Betrán Moya.

Colaboradores: Alfonso Calderón Argelich y Francisco Fernández Izquierdo

Fotografía de cubierta: Vista de Barcelona, de Anton van den Wyngaerde (1535).

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Créditos

DIRECTORES

María Ángeles Pérez Samper • José Luis Betrán Moya

SECRETARIOS

Alfonso Calderón Argelich • Iván Jurado Revaliente • María Aguilera Fernández • Ricard Torra Prat

• Cristian Palomo Reina • Diego Sola García • Isaac García-Oses• Iván Gracia Arnau

COMITÉ CIENTÍFICO

Dr. Eliseo Serrano Martín (Universidad de Zaragoza) • Dr. Juan José Iglesias Ruiz (Universidad de Sevilla) •

Dr. Francisco Fernández Izquierdo (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) • Dra. Virginia León

Sanz (Universidad Complutense de Madrid) • Dr. Félix Labrador Arroyo (Universidad Rey Juan Carlos) • Dr.

Francisco García González (Universidad de Castilla-La Mancha) • Dr. Manuel Peña Díaz (Universidad de

Córdoba) • Dra. Ángela Atienza López (Universidad de La Rioja) • Dr. José Luis Betrán Moya (Universidad

Autónoma de Barcelona) • Máximo García Fernandez (Universidad de Valladolid) • Antonio Jiménez Estrella

(Universidad de Granada)

COMITÉ ORGANIZADOR

Ricardo García Cárcel (UAB) • Doris Moreno Martínez (UAB) • Bernat Hernández Hernández (UAB) •

Jaume Dantí Riu (UB)

EVALUADORES

Dra. Rosa María Alabrús Iglesias (Universidad Abad Oliba) • Dra. Ángela Atienza López (Universidad de la

Rioja) • Dr. José Luis Betrán Moya (Universidad Autónoma de Barcelona) • Dra. Mónica Bolufer Peruga

(Universidad de Valencia) • Dr. Miguel Ángel de Bunes Ibarra (CSIC) • Dr. Juan Jesús Bravo Caro

(Universidad de Málaga) • Dr. Manuel F. Fernández Chaves (Universidad de Sevilla) • Dr. Máximo García

Fernández (Universidad de Valladolid) • Dra. María Soledad Gómez Navarro (Universidad de Córdoba) • Dr.

Ricardo García Cárcel (Universidad Autónoma de Barcelona) • Dr. José Ignacio Gómez Zorraquino

(Universidad de Zaragoza) • Dr. Miguel Fernando Gómez Vozmediano (Universidad Carlos III) • Dr. Juan

Hernández Franco (Universidad de Murcia) • Dr. Manuel Herrero Sánchez (Universidad Pablo de Olavide) •

Dr. Juan José Iglesias Rodríguez (Universidad de Sevilla) • Dra. María del Carmen Irles Vicente (Universidad

de Alicante).Dr. Josep Juan Vidal (Universidad de Mallorca) • Dr. José Manuel Latorre Ciria (Universidad de

Zaragoza ) • Dra. Virginia León Sanz (Universidad Complutense de Madrid) • Dra. Mª Victoria López-

Cordón Cortezo (Universidad Complutense de Madrid) • Dr. Miguel Luis López-Guadalupe Muñoz

(Universidad de Granada) • Dr. Roberto López Vela (Universidad de Cantabria) • Dr. Tomás Antonio

Mantecón Movellán (Universidad de Cantabria) • Dr. José Martínez Millán (Universidad Autónoma de

Madrid) • Dr. Miquel Àngel Martínez Rodríguez (Universidad de Barcelona) • Dr. Miguel Ángel Melón

Jiménez (Universidad de Extremadura) • Dr. Juan Francisco Pardo Molero (Universidad de Valencia) • Dr.

José Pardo Tomás (CSIC) • Dra. María José de la Pascua Sánchez (Universidad de Cádiz) • Dr. Manuel Peña

Díaz (Universidad de Córdoba) • Dr. María José Pérez Álvarez (Universidad Autónoma de Madrid) • Dr.

Rafael M. Pérez García (Universidad de Sevilla) • Dra. María Ángeles Pérez Samper (Universidad de

Barcelona) • Dr. Juan Postigo Vidal. (Universidad de Zaragoza) • Dra. Ofelia Rey Castelao (Universidad de

Santiago de Compostela) • Dr. Manuel Rivero Rodríguez (Universidad Autónoma de Madrid) • Dr. José

Javier Ruiz Ibáñez (Universidad de Murcia) • Dr. Porfirio Sanz Camañes (Universidad de Castilla - La

Mancha) • Dra. Margarita Torremocha Hernández (Universidad de Valladolid) • Dr. Xavier Torres i Sans

(Universidad de Girona) • Dra. Susana Truchuelo García (Universidad de Cantabria).

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El linaje nobiliario de los Saavedra y su vinculación

con las órdenes militares durante los siglos XVI-XVII

The nobility lineage of the Saavedra and it´s link to the military orders during the 16th-17th centuries

Francisco Javier García Domínguez

Universidad de Sevilla

RESUMEN:

En este trabajo se analiza la presencia continuada de miembros del linaje nobiliario de los Saavedra en las tres principales Órdenes Militares castellanas: Santiago, Calatrava y Alcántara, durante los siglos XVI y XVII. A partir de los casos concretos de tres miembros del linaje, se estudia lo que suponía en la época moderna vestir un hábito de orden militar, examinando, a partir del reflejo documental, la complejidad del procedimiento y las dificultades que podían surgir durante el mismo motivadas por las enemistades y conflictos de intereses fraguados en el ámbito local sevillano.

PALABRAS CLAVE:

Órdenes Militares, hábitos, nobleza, España Moderna, linaje Saavedra, Sevilla.

ABSTRACT:

This paper analyzes the continued presence of members of the Saavedra nobiliary lineage in the three main Castilian Military Orders: Santiago, Calatrava and Alcantara, during the 16th and 17th centuries. From the concrete cases of three members of the lineage, we study what was supposed in modern times to wear a habit of military order, examining, from the documentary reflection, the complexity of the procedure and the difficulties that could arise during the same, motivated by the enmities and conflicts of interests conceived in the local area of Seville.

KEYWORDS:

Military Orders, habits, nobility, Early Modern Spain, Saavedra lineage, Seville.

Los Saavedra y las órdenes militares en la España moderna

Las tres principales Órdenes Militares castellanas -Santiago, Calatrava y Alcántara-

iniciaron su andadura en la Edad Moderna con la incorporación de sus maestrazgos a la

Corona y la creación de un Consejo. Para entonces, estas instituciones carecían ya de su

originario espíritu de cruzada y su significación militar había caído de desuso, quedando

apenas reducidas sus competencias a servir como fuente de honor y vehículo de promoción

personal. Sin embargo, lejos de debilitar la institución, estas máximas no hicieron sino

originar en ciertos grupos sociales el deseo constante de lograr la adscripción a alguna de

las Órdenes Militares, manifestándose como una “necesidad que a veces llegó a ser

Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación “Andalucía en el mundo atlántico: actividades económicas, realidades sociales y representaciones culturales (siglos XVI-XVIII)” (HAR2013-41342-P) financiado por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad.

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obsesiva”1. Adaptados a nuevos tiempos, los hábitos ejercían, al mismo tiempo, un papel

discriminador pues, lucir sobre el pecho una venera indicaba la limpieza de sangre tanto de

su portador como del linaje al que pertenecía, demostrando su inclusión en el estamento

nobiliario y como consecuencia, la participación del caballero en el honor y el goce de sus

preeminencias2.

Durante las últimas décadas se ha producido un importante desarrollo de los estudios

sobre las Órdenes Militares. Partiendo de las bases que sentaron los pioneros trabajos de

Domínguez Ortiz, numerosas investigaciones se han centrado en analizar, desde múltiples

perspectivas y renovados enfoques metodológicos, el papel que desempeñaron los honores

de las Órdenes Militares3. Siguiendo el hilo de estas aportaciones historiográficas, en este

trabajo vamos a tratar de analizar la presencia continuada de miembros del linaje nobiliario

de los Saavedra en tres de las Órdenes Militares castellanas (Santiago, Calatrava y Alcántara)

durante los siglos XVI y XVII, tomando como ejemplo los hábitos que se despacharon a

tres caballeros de esta familia: Juan de Saavedra, que fue armado caballero de Santiago en

1567; y dos de sus hijos: Juan de Saavedra, cuyo título de caballero de Calatrava fue

expedido en 1610 y Fernando de Saavedra, que se hizo con el hábito de Alcántara en 1623.

Aunque desconocemos las motivaciones concretas que llevaron a estos tres caballeros a

adscribirse a Órdenes Militares diferentes, nos parecen adecuados los planteamientos que,

en este sentido, expone Elena Postigo cuando, de forma genérica, define la composición de

cada orden: Santiago, la corporación de la riqueza y los militares (“los ricos”); Calatrava, la

orden de las carreras políticas y nobleza administrativa (“los galantes”); y Alcántara,

integrada por la nobleza más antigua (“los nobles”)4. Sin llegar a descartar la incidencia de

distintos factores a la hora de elegir la orden militar con la que cruzarse, pensamos que, en

el caso de los Saavedra, en la elección de diversas órdenes también incidió el deseo familiar

de contar con miembros calificados entre los “ricos”, los “nobles” y los “galantes”, pues

según la citada autora, “era frecuente que una misma familia tuviera miembros en las tres

Órdenes”5.

A lo largo de este trabajo trataremos de reconstruir el procedimiento administrativo y el

análisis de las declaraciones de los testigos nos dará una visión de la sociedad del momento

y su preocupación por la limpieza de sangre, que ejercía como “vehículo de legitimación de

la desigualdad social”6. En este punto, podrán observarse, además, las actuaciones de los

considerados como “enemigos” de los pretendientes, las defensas de sus partidarios, así

como el papel desempeñado por los “linajudos”, auténticos “profesionales” que

1POSTIGO CASTELLANOS, ELENA: Honor y privilegio en la Corona de Castilla: el Consejo de las Órdenes y los caballeros de hábito en el siglo XVII, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1988, p. 117. 2 Sobre el concepto de “honor” y su relación con los caballeros de hábito: MARAVALL, JOSÉ ANTONIO: Poder, honor y élites en el siglo XVII, Madrid, Siglo Veintiuno de España, 1979, pp. 13-145; FERNÁNDEZ IZQUIERDO, FRANCISCO: “¿Qué era ser caballero de una Orden Militar en los siglos XVI y XVII?”, Torre de los Lujanes, 49 (2003), pp. 141-164; GUILLÉN BERRENDERO JOSÉ ANTONIO: La Edad de la Nobleza. Identidad nobiliaria en Castilla y Portugal (1556-1621), Madrid, Polifemo, 2012, pp. 284-293. 3 La naturaleza de este trabajo imposibilita la presentación de un panorama historiográfico completo, sin embargo, a lo largo del mismo haremos referencia a algunos de los estudios más importantes que han tenido por objeto las Órdenes Militares castellanas. 4POSTIGO CASTELLANOS, ELENA:Honor y privilegio..., pp. 189-196. 5Ibidem, p. 196. 6GUILLÉN BERRENDERO JOSÉ ANTONIO:La Edad..., p. 305.

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extorsionaban a los que pretendían acceder a cualquier dignidad u honor que requería

limpieza de sangre7.

Los tres caballeros protagonistas de este estudio procedían de la casa de los condes de

Castellar, que en los albores de la modernidad constituía uno de los linajes más destacados

de la nobleza sevillana, pues tras haber desempeñado una importante actividad durante la

guerra de frontera con el reino de Granada, los Saavedra se hallaban sólidamente asentados

en la tierra de Sevilla, donde poseían importantes bases patrimoniales amayorazgadas, al

tiempo que tomaban parte en la vida concejil y ocupaban puestos de relieve en la

administración territorial del reino8.

La destacada posición social que ocupaba esta familia durante la Edad Moderna y su

condición nobiliaria venía sancionada desde la etapa bajomedieval por sus hechos militares,

y precisamente en este periodo ya encontramos a miembros del linaje adscritos a las

Órdenes; concretamente, a Gonzalo de Saavedra, que aparece en la cronística y

documentación como “comendador mayor de Montalbán” en la orden de Santiago, al

menos desde 14649. Sin duda, teniendo en cuenta la significación militar que está en el

origen de estos honores, entre los méritos y servicios a la monarquía que alegarían los

pretendientes de hábitos se encontrarían los hechos de armas en los que los Saavedra

tomaron partido durante la guerra de frontera y, como consecuencia de estos méritos

acumulados, la Corona recompensó con numerosas mercedes de hábito a miembros de esta

estirpe, siendo, probablemente, uno de los linajes sevillanos que logró contar con mayor

número de caballeros adscritos a alguna orden militar castellana10.

El camino hacia el hábito.

El proceso que tenía que superar el pretendiente para vestir un hábito de orden militar

era complejo, atravesando por distintas fases e incluso, podía alargarse en el tiempo -en

7 En cuanto a las prácticas de estos personajes: Enrique Soria Mesa, “Los linajudos. Honor y conflicto social en la Granada del siglo Oro” en LOZANO NAVARRO, JULIÁN JOSÉ y CASTELLANO, JUAN LUIS (coords.): Violencia y conflictividad en el universo barroco, Granada, Comares, 2010, pp. 401-427. Sobre los que actuaron en Sevilla, véase: PIKE, RUTH: Linajudos and conversos in Seville: greed and prejudice in sixteenth- and seventeenth-century Spain, New York, Peter Lang, 2000; GIMÉNEZ CARRILLO, DOMINGO MARCOS: “El oficio de linajudo. Extorsión en torno a hábitos de órdenes militares en Sevilla en el siglo XVII”, Chronica nova, 37 (2011), pp. 331-348. 8 Acerca de los primeros condes de Castellar, remitimos a: GARCÍA DOMÍNGUEZ, FRANCISCO JAVIER: “Los Saavedra y el condado de Castellar: las bases de poder de un linaje nobiliario en la Castilla del siglo XVI”, en GARCÍA FERNÁNDEZ, MÁXIMO (ed.): Familia, cultura material y formas de poder en la España Moderna,Madrid, FEHM, 2016, pp. 65-74. Asimismo, sobre la etapa bajomedieval del linaje, véase: SÁNCHEZ SAUS, RAFAEL: “Los Saavedra y la frontera con el reino de Granada en el siglo XV”, en LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, JOSÉ

ENRIQUE (coord.): Estudios sobre Málaga y el Reino de Granada en el V Centenario de su conquista, Málaga, Diputación de Málaga, 1987, pp. 163-182. 9 Archivo Ducal de Medinaceli, Marquesado de Alcalá, leg. 2, doc. 1. 10 A falta de un estudio intensivo, esta es la impresión que denota el cotejo de la diversa documentación consultada hasta el momento. En la Tesis Doctoral que estamos realizando precisamente sobre el linaje Saavedra, esperamos abordar en extenso y con toda complejidad el elevado número de miembros de esta familia que formaron parte de las Órdenes Militares castellanas, ahondando en la dificultad de los trámites y en su repercusión en el entorno local. En cuanto a la adscripción de linajes sevillanos a las Órdenes, véase: DOMÍNGUEZ ORTIZ, ANTONIO: “Comercio y blasones: concesiones de hábitos de órdenes militares a miembros del consulado de Sevilla en el siglo XVII”, Anuario de estudios americanos, 33 (1976), pp. 217-256; CARTAYA BAÑOS, JUAN: “Que no concurran las calidades de limpieza”: algunos expedientes sevillanos para las órdenes militares españolas en los siglos XVI-XVII”, Tiempos modernos, 23 (2011), pp. 1-24.

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algunos casos, hasta indefinidamente-; todo lo cual, acababa generando al solicitante unos

costes muy elevados11.

Solicitud y merced de hábito.

El primer paso sería elevar un memorial en el que el pretendiente relacionaba los

méritos y servicios por los cuáles solicitaba la merced de hábito, decisión que competía al

monarca. Naturalmente, en los tres casos que estudiamos el rey otorgó la merced. El 9 de

octubre de 1567 Felipe II, como administrador perpetuo, concedió la merced de hábito de

la orden de Santiago a Juan de Saavedra, instando al Consejo al comienzo de la fase

inquisitiva del proceso, para verificar si en el solicitante concurrían las calidades requeridas

por las Definiciones y Establecimientos de la orden, que constituían un “conjunto de

normas dictadas por el maestre o por el capítulo general, según la época”12. En el caso de

su hijo Juan, fue Felipe III quien tuvo por bien conceder la merced de hábito de Calatrava

el 20 de marzo de 160213 y, en cuanto a Fernando, obtuvo la merced de hábito de la orden

de Alcántara de Felipe IV el 23 de agosto de 162214.

Recibida la merced, para iniciar el procedimiento el pretendiente debía entregar en el

Consejo una memoria genealógica en la que constasen los nombres de sus padres y abuelos

y sus lugares de origen. En la sociedad del Antiguo Régimen, la genealogía desempeñó un

papel esencial pues, sobre ella se justificaba la autoridad e influencia que ejercía el grupo

social dominante que era la nobleza, legitimando, de esta forma, la realidad social,

económica y política existente15. También se debía depositar una cantidad que, a modo de

fianza, servía para sufragar, entre otras cosas, los salarios de los informantes. En los casos

que nos ocupan, para el hábito de Santiago de Juan, desconocemos la cantidad a la que

ascendió la fianza y la fecha de depósito, sin embargo, debió de ser bastante rápido puesto

que apenas transcurre un mes desde que recibió la merced hasta que dan inicio las

pruebas16. En cuanto a sus hijos, sí que conocemos más detalles pues, para el hábito de

Calatrava, Juan de Saavedra presentó en el Consejo la genealogía y depositó 500 ducados de

fianza, constituyéndose Gaspar Rodríguez en julio de 1605 como su fiador17. Por su parte,

Fernando de Saavedra presentó la genealogía a fines de agosto de 1622, días después de la

11 La complejidad del procedimiento administrativo, así como los mecanismos y agentes implicados han sido objeto de diversos estudios, sobre los cuáles nos apoyaremos para tratar de reconstruir el proceso seguido por los protagonistas de este estudio: ÁLVAREZ-COCA GONZÁLEZ, MARÍA JESUS: “La concesión de hábitos de caballeros de las Órdenes Militares: procedimiento y reflejo documental (s. XVI-XIX)”, Cuadernos de Historia Moderna, 14 (1993), pp. 277-298; “El Consejo de las Órdenes Militares”, Cuadernos de Historia Moderna, 15 (1994), pp. 297-324; GIMÉNEZ CARRILLO, DOMINGO MARCOS: Los caballeros de las Órdenes Militares castellanas: entre Austrias y Borbones, Almería, Universidad de Almería, 2016, pp. 27-231; FERNÁNDEZ IZQUIERDO, FRANCISCO: La orden militar de Calatrava en el siglo XVI: infraestructura institucional, sociología y prosopografía de sus caballeros, Madrid, CSIC, 1992, pp. 88-122, 207-233; POSTIGO CASTELLANOS, ELENA: Honor y privilegio..., pp. 111-216. 12 Archivo Histórico Nacional [AHN], Órdenes Militares [OOMM], Santiago [S], exp. 7337, fol. 1r; POSTIGO

CASTELLANOS, ELENA: “Las Órdenes Militares de la Monarquía Hispana. Modelos discursivos de los ss. XVI-XVIII”, en LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, JERÓNIMO (coord.): Las Órdenes Militares en la Península Ibérica, Cuenca, Universidad de Castilla La Mancha, 2000, II, p. 1605. 13 AHN, OOMM, Expedientillos [E], n. 9599. 14 AHN, OOMM, E, n. 13343. 15SORIA MESA, ENRIQUE: “Genealogía y poder. Invención de la memoria y ascenso social en la España Moderna”, Estudis: revista de Historia Moderna, 30 (2004), p. 22. 16 AHN, OOMM, S, exp. 7337. 17 AHN, OOMM, E, n. 9599.

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concesión de la merced, y depositó 300 ducados de fianza, nombrándose Melchor de

Alcázar como su fiador el 13 de septiembre18. Como puede comprobarse, la cantidad

exigida en concepto de fianza no era fija, sino que podía variar en función de la estimación

del Consejo19.

Fase inquisitiva.

La siguiente etapa del proceso resultaba determinante, pues competía al Consejo

verificar si el pretendiente reunía los requisitos necesarios. Para llevar a cabo esta

comprobación, el Consejo nombraba una comisión formada, generalmente, por un

caballero profeso y un freile de la orden a la que se aspiraba. Su labor estaría dedicada a

recopilar en los lugares de origen información sobre el solicitante, para lo cual examinaban

testigos siguiendo un interrogatorio estandarizado y las recomendaciones del Consejo.

Aunque existían algunas diferencias en los interrogatorios y en las exigencias de nobleza

que estipulaba cada orden, de forma general, las preguntas que tenían que responder los

deponentes amparados bajo el “secreto”, se dirigían, sobre todo, a conocer si el

pretendiente y sus ascendientes eran legítimos, hidalgos, cristianos viejos “limpios de

sangre”, si contaban con la llamada “limpieza de oficios” y si vivían con cierta dignidad20.

Además, los informantes también solían recopilar información complementaria y todo ello

era enviado al Consejo para su revisión.

La comisión encargada de realizar las pruebas para el hábito de Santiago de Juan de

Saavedra estuvo constituida por el caballero Lorenzo de Vargas y el freile Pedro Calderón,

quienes dieron inicio a las informaciones en Sevilla el 20 de noviembre de 156721. Durante

las mismas, examinaron a trece testigos, un número que puede considerarse pequeño, si lo

comparamos con las probanzas que se realizarán en épocas posteriores pues,

progresivamente fueron adquiriendo una mayor complejidad: si las realizadas durante

buena parte del siglo XVI “se caracterizaron por ser rudimentarias y poco rigurosas”,

durante el siglo XVII el aumento de exigencias alcanzará su cénit22. Debido a que los

padres y abuelos del pretendiente santiaguista eran naturales de Sevilla, la comisión no

creyó oportuno realizar diligencias fuera de esta ciudad y cinco días después del inicio

dieron por finalizada la fase inquisitiva23.

Estas pruebas realizadas en 1567 a Juan de Saavedra contrastan exponencialmente con

las que se hicieron a sus hijos en 1606 y 1623, un hecho que además de la mayor

rigurosidad que éstas irán adquiriendo, deriva y testimonia, al mismo tiempo, la enorme

complejidad que caracterizó a la sociedad del momento, extremadamente preocupada por

la genealogía, el honor y la limpieza de sangre, en la que las tensiones y rivalidades entre

linajes encontraron un cauce de expresión en las probanzas para hábitos, colegios y oficios

18 AHN, OOMM, E, n. 13343. 19 Podría suponerse que la cantidad exigida sería más alta cuanta mayor complejidad en el desarrollo de las pruebas previera el Consejo: GIMÉNEZ CARRILLO, DOMINGO MARCOS:Los caballeros..., p. 125. 20POSTIGO CASTELLANOS, ELENA: Honor y privilegio..., pp. 133-144; GUILLÉN BERRENDERO JOSÉ

ANTONIO:La Edad..., pp. 226-230, 304-324. 21 AHN, OOMM, S, exp. 7337. 22GIMÉNEZ CARRILLO, DOMINGO MARCOS:Los caballeros..., p. 133; WRIGHT, PAUL: “Las Órdenes Militares en la sociedad española de los siglos XVI y XVII. La encarnación institucional de una tradición histórica”, en ELLIOTT, JOHN H. (ed.): Poder y sociedad en la España de los Austrias, Barcelona, Crítica, 1982, pp. 36-37. 23 AHN, OOMM, S, exp. 7337.

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de la Inquisición, afectando, en general, a cualquier institución que requirió limpieza de

sangre24. Esta realidad quedó manifiestamente clara en las pruebas del pretendiente

calatravo Juan de Saavedra, realizadas por el caballero Alonso de Fuenmayor y el licenciado

Barreda de Ribera. Aunque el expediente se encuentra incompleto, no deja de ser revelador

el hecho de que se examinaron, al menos, una centena de testigos en diferentes puntos:

Madrid, Valladolid, Sanlúcar de Barrameda, Zafra, Baeza y Sevilla; muchos de los cuáles

fueron interrogados por decisión del Consejo, ya que, junto con las acostumbradas

indicaciones, se facilitó a los informantes un memorial que recogía una nómina de testigos

a examinar25. Un ejemplo de ello lo encontramos en Bartolomé de Mesa, caballero de

Calatrava a quien el Consejo mandó tomar declaración, puesto que “hablaba no bien del

hábito de don Juan de Sahabedra”26. Ante las preguntas de los informantes dirigidas a

conocer si había “dicho alguna cosa contraria a la calidad del dicho don Juan de Saavedra y

de sus ascendientes por donde no pueda dársele el dicho hábito”, Bartolomé subrayó la

“calidad” del pretendiente, señalando que “no se acuerda aver dicho cosa en perjuiçio de la

verdad [...] porque por ningún caso del mundo lo pudo deçir advirtiendo en lo que deçía27”.

En el caso de las informaciones practicadas con motivo del hábito de Alcántara de

Fernando de Saavedra, la comisión quedó conformada por el caballero Pedro de Cárdenas

y el licenciado fray Álvaro de Ulloa, quienes, tras realizar el juramento comenzaron las

pruebas en Sevilla el 19 de enero de 162328. En este caso se examinaron cincuenta y cuatro

testigos exclusivamente en Sevilla y Zafra, lugares de donde procedían sus padres.

En cuanto al contenido de las declaraciones aportadas por los testigos, la opinión

general en la que se tenía a los pretendientes era de caballeros legítimos “hijosdalgo de

sangre, nobles e ilustres”, a los que se le guardaban las exenciones y preeminencias debidas

a su condición. Era público y notorio, al mismo tiempo, su condición de “limpios,

cristianos viejos sin raza ni mezcla de moro, ni judío, ni penitenciado”, y, en un reflejo del

primigenio espíritu militar que definió a estas instituciones, se les consideraba hombres

sanos, aptos para las armas y en posesión de caballos y criados, que vivían de su hacienda y

se trataban como caballeros. Algunos testigos incluso, en su afán por esclarecer el origen

familiar, consideraban a los Saavedra descendientes de una de las casas más ilustres de

Andalucía29 y más aún, de España: “ninguna persona confiesa por más noble que el dicho

don Juan de Saavedra y sus padres ni abuelos en España”30. Enlazando parentescos, algún

testigo afirmó, incluso, que el caballero santiaguista Juan de Saavedra “estava en quarto

24 Sobre la influencia de las rivalidades locales en la tramitación de los hábitos, véase: ARANDA PÉREZ, FRANCISCO JOSÉ: “Caballeros de hábito y oligarquías urbanas”, en LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, JERÓNIMO (coord.), Las Órdenes Militares en la Península Ibérica, Cuenca, Universidad de Castilla La Mancha, 2000, II, pp. 2049-2088; CARTAYA BAÑOS, JUAN: La pasión de don Fernando de Añasco: limpieza de sangre y conflicto social en la Sevilla del Siglo de Oro, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2014. 25 AHN, OOMM, Calatrava [C], exp. 2311. 26 AHN, OOMM, C, exp. 2311, fol. 1r. 27 AHN, OOMM, C, exp. 2311, fols. 1r-3r. 28 AHN, OOMM, Alcántara [A], exp. 1346. 29 AHN, OOMM, A, exp. 1346, fol. 51r. 30 AHN, OOMM, C, exp. 2311, fol. 190v. Con estas palabras se pretendía subrayar tanto la nobleza del pretendiente como de su linaje, una cuestión fácil de entender si tenemos en cuenta que fueron pronunciadas por su prima segunda, Teresa Mª. Arias de Saavedra y Zúñiga, que por aquél entonces ostentaba el condado de Villalonso.

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Francisco Javier García Domínguez

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grado de parentesco con el enperador Carlos quinto”31; una muestra más del papel

fundamental adquirido por la genealogía y su utilización como instrumento legitimador.

Aunque la opinión general se basaba en estos supuestos, no todas las respuestas fueron

unánimes. En el caso del caballero calatravo, los informantes encontraron serias

dificultades para esclarecer su naturaleza, a causa de las profundas enemistades con las que

éste contaba, que dieron forma a auténticas redes cuyos conflictos de intereses quedaron

patentes en las pruebas realizadas. Uno de los principales hechos que motivó que el trámite

de su hábito se alargara durante varios años estuvo relacionado con los rencores y

hostilidades que el linaje se había granjeado en Sevilla al procurar la vara de alguacil mayor

de la Inquisición. Aunque el pretensor de la vara no fue el caballero calatravo sino su padre,

todavía Juan de Saavedra arrastraba el odio y la profunda enemistad jurada por los parientes

y el círculo más cercano de otro de los candidatos a la vara, Diego de Guzmán. La

competencia por el alguacilazgo provocó la publicación de opiniones que atacaban la

limpieza del linaje Saavedra y muchos testigos se hicieron eco de esas afirmaciones. En

otras ocasiones, la naturaleza de las opiniones negativas venía determinada por otros

conflictos en los que se vio inmerso el propio pretendiente, y que lo enfrentaban a otros

linajes sevillanos como los Manueles o los Portugal32. Concretamente, un incidente

acaecido en septiembre de 1605 con el clérigo Francisco Pie de Concha provocó la marcha

de Sevilla del religioso mientras “juraba a Dios que avía de ver don Juan de Saavedra lo que

él haçía en razón de su hábito cuando se hiçiesen sus pruevas”33, dejando entrever, además,

que podría actuar a través de personas interpuestas para atacar la opinión del linaje.

De esta forma, los “enemigos” de los Saavedra enarbolaron las tesis que defendían la

mancha del linaje, sacando a relucir una supuesta ascendencia morisca, en relación a la

abuela paterna del pretendiente, Catalina Enríquez de Ribera, hija natural del marqués de

Tarifa y, según algunos testigos, de una morisca34. Estos declarantes también incidían en

que además los Saavedra tenían orígenes judíos, pues alegaban que el I Duque de Medina

Sidonia había concebido a su hijo Alvar Pérez de Guzmán, que fue padre de María de

Guzmán, I condesa de Castellar, en Catalina de Gálvez, a quien tenían por judía, en lugar

de Isabel de Meneses35.

En directa conexión con estas redes de enemistades y su estrategia de publicar

informaciones, ciertas o ficticias, que incidieran negativamente en la opinión de los

31 AHN, OOMM, A, exp. 1346, fol 64r. 32 AHN, OOMM, C, exp. 2311, fols. 79v-80v. 33 AHN, OOMM, C, exp. 2311, fol. 81v. 34 Todo indica que, efectivamente, Catalina fue hija natural del marqués Fadrique Enríquez de Ribera y Isabel Martel Azamar, una criada morisca: GONZÁLEZ MORENO, JOAQUÍN: “Don Fadrique Enríquez de Ribera”, Archivo hispalense, 122 (1963), pp. 243-246; SÁNCHEZ SAUS, RAFAEL: Linajes sevillanos medievales, Sevilla, Guadalquivir, 1991, I, p. 44. 35 Algunos testimonios sitúan el origen de esta opinión en el enfrentamiento que existió entre el licenciado Diego Fernández de Andrade y los señores de Fuentes, emparentados con los Saavedra por la rama familiar derivada de Alvar Pérez de Guzmán, hijo del duque de Medina Sidonia. Según la declaración de Juan Maldonado de Saavedra, el licenciado Andrade, con ocasión de perjudicar la pretensión al hábito de Santiago de Álvaro de Guzmán “avía dicho y levantó el primero la opinión de que el don Alvar Pérez, hixo del dicho duque de Medina, no era hixo de doña Ysabel de Meneses, como hasta entonçes se avía dicho, sino de una Catalina de Gálvez, judía”: AHN, OOMM, C, exp. 2311, fol. 77v. Aunque hay opiniones contrapuestas, algunos autores aprueban la descendencia de Catalina de Gálvez, sin embargo, no consta su condición judía ni conversa: LADERO QUESADA, MIGUEL ÁNGEL: Guzmán: la casa ducal de Medina Sidonia en Sevilla y su reino (1282-1521), Madrid, Dykinson, 2015, p. 161; SÁNCHEZ SAUS, RAFAEL:Linajes sevillanos..., I, p. 118.

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El linaje nobiliario de los Saavedra y su vinculación con las órdenes militares durante los siglos XVI-XVII

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Saavedra, en las pruebas del pretendiente calatravo también nos encontramos con multitud

de acusaciones sobre pagos y sobornos; una práctica que derivó en actuaciones

completamente pactadas y concertadas, en las que intervinieron auténticos “profesionales”

del engaño y la extorsión con grandes conocimientos genealógicos, como fueron los

linajudos. Aunque la incidencia de estos personajes se halló bastante generalizada, fue

Sevilla “la ciudad donde mayor número de linajudos operaron, llegando a producirse

continuamente situaciones escandalosas”36. En las pruebas al hábito de Calatrava

declararon algunos de los linajudos más destacados de la ciudad. Por ejemplo, el 17 de abril

de 1606 se registra el testimonio de Fernando Ortiz de Zúñiga y Leiva, una figura de

importancia capital pues fue “quien definitivamente convirtió las actividades de los

linajudos en un negocio y profesión”37. Conscientes de sus malas prácticas, tras tomarle

declaración los informantes realizaron la siguiente anotación:

“Este testigo, fuera de combidarse él a decir en esta información porque se quejó de

nosotros porque no le examinavamos y ser vendible [...] mereçe poca fe por su variaçión,

que ya deçía no, y luego bolvía a deçir sí, y una vez afirmava y otra ponía en duda, y no avía

remedio de que hablase claro y con resoluçión con palabras preñadas. Y así lo uno se

borrava y lo otro se añadía, y en todo se pareçía en él mucha maliçia, y de tal tiene fama38.

También declaró el licenciado Bartolomé Niño Velázquez, que igualmente se hizo eco

de las noticias que indicaban el supuesto origen converso y morisco del pretendiente.

Preguntado sobre el fundamento de estas opiniones, Niño Velázquez confesó no haber

visto ningún documento acreditativo, basando su opinión en haberlo oído decir a

determinados personajes, entre ellos Leiva. Entre los linajudos fue una práctica común

citarse en sus declaraciones para tratar de sustentar sus opiniones. También fue frecuente

no referir documento probatorio alguno y si lo hacían, solían citar pruebas imposibles de

comprobar o directamente falsificadas39, lo que no hacía sino complicar aún más la labor de

los informantes. En cuanto al crédito que merecía Niño Velázquez, era comúnmente

conocida en Sevilla su participación en ese negocio de los dichos pues, se le relaciona junto con

Juan de Castañeda, Iñigo Mejía y Fernando de Leiva “que son gente maldiçiente y que de

todos diçen mal”40, en diversos casos de chantajes realizados a pretendientes41. Muchos de

estos linajudos sufrieron duras consecuencias por sus actos; algunos fueron ajusticiados y

desterrados; otros fueron asesinados, como Niño Velázquez en 1606, meses después de

prestar su declaración para el hábito de Juan de Saavedra42.

36GIMÉNEZ CARRILLO, DOMINGO MARCOS: “El oficio...”, p. 337. 37PIKE, RUTH: Linajudos and conversos..., p. 27: “who definitely converted the activities of the linajudo into a business and profession”. Traducción propia. 38 AHN, OOMM, C, exp. 2311, fol. 169r-169v. 39 Giménez Carrillo, “El oficio...”, p. 338. 40 AHN, OOMM, C, exp. 2311, fol. 167r. 41 Uno de los casos que alcanzó gran repercusión en la ciudad ocurrió con motivo de la pretensión al hábito de Gonzalo Rodríguez de las Varillas, cuando su deudo, el duque de Alcalá, entregó a un caballero “ciento y cinquenta o duçientos ducados para que los diese a don Juan de Castañeda, y a don Iñigo Mexia y a don Fernando de Leiva y al licenciado Niño Velázquez [...] temiendo la mala lengua y consçiencia dellos”: AHN, OOMM, C, exp. 2311, fol. 167r. 42 En 1617 Leiva fue desterrado al norte de África: Pike, Linajudos and conversos..., pp. 24, 57-59. En 1655 la justicia actuó contra un elevado número de linajudossevillanos: Biblioteca Nacional de España, manuscrito 23.104-81, “Linajudos castigados en Sevilla, año 1655, y otros sucesos ocurridos en ella hasta 1734”, citado en

GIMÉNEZ CARRILLO, DOMINGO MARCOS: “El oficio...”, pp. 345-348.

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Francisco Javier García Domínguez

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Años más tarde, la actividad de estos chantajistas se volvió a dejar sentir en las pruebas

realizadas a Fernando de Saavedra como pretendiente al hábito de Alcántara. En este caso,

en las testificaciones no hallamos constancia de las profundas enemistades con las que

contaba su hermano Juan y su propio linaje. A pesar de declarar varios linajudos, tampoco

se enuncian las supuestas máculas del linaje que tan aireadamente se publicaban años atrás.

¿Podría haber cedido, Fernando de Saavedra, ante las presiones y haberles entregado dinero

para que no declarasen en su contra? No tenemos respuesta a esta pregunta, sin embargo,

este supuesto podría haber sido una realidad.

A pesar de todo, el pretendiente de Alcántara también comprobó cómo la tramitación

de su hábito se vio condicionada por la actividad de los linajudos; ni siquiera desempeñar el

alguacilazgo mayor de la Inquisición de Sevilla, al igual que lo hicieron su hermano y su

padre, lo libró de las sospechas43. En este caso, la estrategia para presionar al pretendiente

fue otra: mientras se realizaban las pruebas en Sevilla, en enero de 1623 se recibió una carta

en el Consejo de las Órdenes que acusaba a Fernando de poseer las mismas “manchas”que

se divulgaron sobre su hermano. La misiva, firmada suponemos que falsamente por “don

Juan de Benavente Mesia”, expresaba que el pretendiente “no puede tener el avito de

Alcántara que le a dado su Magestad porque es moro y villano”44. Incluía, además, una

nómina de testigos que afirmarían estas tesis, todos, por supuesto, formaban parte de la

misma red. Ante estas revelaciones, el Consejo se vio obligado a revisar las pruebas

realizadas para el hábito de Calatrava a su hermano, acordando el 5 de septiembre de 1623,

finalmente, despacharle el título de caballero de Alcántara45. Sin embargo, los linajudos no

se dieron por vencidos y el 24 de enero de 1624 está fechado el nuevo memorial que

enviaron, en este caso al rey, en el que insistían sobre las faltas de Fernando alegando que

“los grandes prinçipes como V.A. no an de permitir estos eçesos”. Acusaban, además, a los

informantes de “apasionados” y nuevamente proponían una serie de testigos, sobre los

cuáles, se hace una curiosa advertencia: “fuera de los tres señalados al marjen, que toman

dinero, son dignos de toda fe y crédito”46.

Despacho del título y toma del hábito.

Pese a la actividad de estos chantajistas y las profundas enemistades que aireaban unos

supuestos orígenes “oscuros”, los tres caballeros protagonistas de este estudio lograron

salvar todas las dificultades y el Consejo dictaminó que reunían las calidades requeridas. En

el caso del pretendiente santiaguista, el título de caballero fue despachado el 14 de

diciembre de 1567, cuando no habían transcurrido ni dos meses desde que le fuera

concedida la merced47. El camino hacia el hábito de Calatrava que debió atravesar su hijo

Juan fue más complejo, puesto que hasta el 18 de noviembre de 1610 no fue expedido su

título, transcurridos más de ocho años desde la concesión de la merced. Esta larga espera

fue debida, en primer lugar, a que sucedieron tres años desde la concesión hasta el depósito

43 En este sentido, no hay que olvidar que, para el tribunal de las Órdenes Militares, “haber sido examinado por el Santo Oficio no era una garantía de pureza suficiente y únicamente sirvió como complemento de las informaciones”: POSTIGO CASTELLANOS, ELENA: Honor y privilegio..., p. 180. 44 AHN, OOMM, A, exp. 1346. 45 AHN, OOMM, A, exp. 1346. 46 AHN, OOMM, A, exp. 1346. 47 AHN, OOMM, S, exp. 7337.

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El linaje nobiliario de los Saavedra y su vinculación con las órdenes militares durante los siglos XVI-XVII

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la fianza, fecha a partir de la cual el proceso podía continuar48. En segundo término, el

procedimiento se vio ralentizado debido a las innumerables diligencias que debieron

realizar los informantes a causa de las dispares opiniones que obtenían; hecho que obligó al

Consejo, una vez remitidas las pruebas por la comisión, a ordenar la continuación de las

mismas, lo que no hacía sino sembrar más la duda sobre el linaje y elevar los gastos de

gestión. En el caso de Fernando de Saavedra, aunque existieron algunas dificultades, el

procedimiento fue más fluido, ya que el 5 de septiembre de 1623, transcurrido solo un año

desde la concesión de la merced, le fue despachado el título de caballero de la orden de

Alcántara49.

La expedición del título suponía recibir el dictamen favorable del Consejo y la

aprobación por parte del monarca, requisitos que permitían la celebración de la entrega del

hábito, momento en que el caballero sería armado. Por esta ceremonia atravesaron los tres

caballeros que nos ocupan. Nos centraremos, sin embargo, en la toma del hábito de

Santiago de Juan de Saavedra, que fue realizada en el convento de Santa Clara de Zafra el

15 de febrero de 1568, donde se presentó con una real provisión fechada el 14 de

diciembre de 1567. Al acto se hallaron presentes, entre otros testigos, Lope de Mendoza,

caballero de Santiago y padrino de Juan de Saavedra, Marcos Delgadillo de Aguilar,

religioso de la misma orden, y el comendador de Ribera Alonso de Manrique,

transcurriendo de la siguiente forma:

“don Lope de Mendoça le calçó las espuelas doradas y el dicho don Alonso Manrique ciñó

al dicho don Juan de Saavedra una espada dorada, y así ceñida la dicha espada, el dicho don

Alonso Manrique la sacó de la vaina y teniéndola en la mano desnuda dixo al dicho don

Juan de Saavedra: ¿don Juan de Saavedra queréis ser cavallero? y el dicho don Juan de

Saavedra dixo e respondió: sí quiero.”50.

A continuación, el licenciado Morán, religioso de la orden de Santiago y suprior del

convento de León:

“tomó al dicho don Juan de Saavedra por la mano y en medio de la dicha yglesia de Santa

Clara [...] hizo posar en el suelo al dicho don Juan de Saavedra e le leyó por un libro de la

dicha horden çiertas preguntas e le hizo hincar de rodillas y le vistió un manto blanco con

un avito e insignia de la dicha horden de Santiago, con çiertas bendiciones y le besaron en

el carrillo”51.

Efectuada la ceremonia, el siguiente paso antes de emitir la profesión, que significaba la

“solemne aceptación por parte del caballero novicio, de la Regla y los votos propios de su

institución”52, fue atravesar una etapa de instrucción en la que debía servir en las galeras del

rey durante seis meses y residir, en aprobación, durante un año en el convento cabecera de

la orden. En la práctica, estos requisitos no pasaron de ser una mera formalidad,

pudiéndose suplir su cumplimiento con la concesión de permisos y el pago de ciertas

cantidades, circunstancia que deja en evidencia algunos de los valores primigenios de las

48 AHN, OOMM, C, exp. 2311; E, n. 9599. 49 AHN, OOMM, A, exp. 1346; E, n.13343. 50 Archivo General de Andalucía [AGA], Familia Arias de Saavedra [FAS], leg. 3775, doc. 16. 51 AGA, FAS, leg. 3775, doc. 16. 52GIMÉNEZ CARRILLO, DOMINGO MARCOS:Los caballeros..., p. 198.

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Francisco Javier García Domínguez

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Órdenes y sus caballeros53. En el caso del caballero de Santiago Juan de Saavedra, tras

cumplir las obligaciones exigidas, realizó la profesión de su hábito el 8 de junio de 157154.

Sin embargo, además de las citadas exigencias, los Estatutos de las Órdenes también

requerían a sus caballeros el cumplimiento de otras condiciones, como, por ejemplo, la

limitación de colores y ropajes que establecía la orden de Santiago. Como tantos otros

requisitos, los caballeros también pudieron evitar esta prohibición obteniendo la dispensa;

este fue el caso de Juan de Saavedra, a quien le fue concedida por real cédula el 5 de

diciembre de 157455. Tres años más tarde, el monarca ordenó destinarle anualmente 12.000

maravedís de la mesa maestral parapan y agua56; la asignación que percibían los caballeros

profesos para asegurarles un mínimo vital de subsistencia y que, a buen seguro, ayudaría a

paliar el enorme desembolso realizado para lograr la preciada distinción.

Conclusiones.

A pesar de que durante la Edad Moderna las Órdenes Militares habían perdido sus

valores primigenios, lejos de decaer su prestigio, vestir un hábito se convirtió en una de las

más altas aspiraciones entre la nobleza y las élites sociales puesto que simbolizaba la

nobleza y limpieza de sangre tanto del portador como de su linaje. En esta sociedad tan

preocupada por la genealogía, la presencia continuada de miembros del linaje de los

Saavedra en las Órdenes Militares, representada en este trabajo por los tres caballeros

analizados, no hacía sino resaltar la “calidad”de toda una estirpe, que veía recompensados,

además, los servicios prestados a la Corona.

El análisis del proceso por el que pasaron los pretendientes nos ha permitido observar

cómo las enemistades y los conflictos de intereses fraguados en el ámbito local tuvieron

una notable incidencia en las pruebas realizadas para vestir un hábito, interfiriendo y

ralentizando el procedimiento. Por otro lado, hemos podido comprobar cómo no faltaban

los que vendían sus declaraciones y que, formando auténticas organizaciones, trataban de

hacer fortuna extorsionando a los pretendientes y poniendo en duda algo tan importante

como era la condición y naturaleza de un linaje. Para ostentar un hábito de Santiago,

Calatrava y Alcántara, los Saavedra tuvieron que afrontar todas estas dificultades, obligados

a convivir con los rumores que comprometían su limpieza de sangre. Independientemente

de la veracidad o falsedad de estas noticias, el dictamen favorable del Consejo acabó

determinando la “calidad”de nuestros protagonistas, que finalmente pudieron lucir con

orgullo la cruz sobre el pecho que resaltaba su prestigio social y los hacía depositarios del

tan apreciado honor, evidenciando que en esta sociedad “uno era lo que mostraba ser”.

53GUILLÉN BERRENDERO, JOSÉ ANTONIO: La Edad..., pp. 336-340; Postigo Castellanos, Honor y privilegio..., pp. 210-213; GIMÉNEZ CARRILLO, DOMINGO MARCOS:Los caballeros..., pp. 185-206; WRIGHT, PAUL: “Las Órdenes Militares...”, pp. 15-56. 54 AGA, FAS, leg. 3775, doc. 18. 55 AGA, FAS, leg. 3775, doc. 17. 56 AGA, FAS, leg. 3775, doc. 18; DOMÍNGUEZ ORTIZ, ANTONIO: “Valoración social de los hábitos de las Órdenes Militares”, en LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, JERÓNIMO (coord.): Las Órdenes Militares en la Península Ibérica, Cuenca, Universidad de Castilla La Mancha, 2000, II, p. 1162.