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Número 189 Noviembre 2010 Examen NÚMERO 189 / AÑO XX / NOVIEMBRE 2010 VIVA LA REVOLUCIÓN NOVIEMBRE 1910-2010

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NÚMERO 189 / AÑO XX / NOviEMbRE 2010

VIVA LA reVoLucIón

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Contaremos con la participación de:

Héctor Aguilar Camín, Manuel Aguilera, Nicolás Alvarado, Mauro Cárdenas, María Amparo Casar, Jorge Chávez Presa, José Antonio Crespo, Francisco Gil Villegas, Miguel González Avelar, Rosario Green, Diódoro Guerra, Gilberto Guevara Niebla, Alicia Hernández, Carlos Jiménez Macías, Miguel Limón Rojas, Eduardo Matos Moctezuma, José Luis Medina Aguiar, Cesáreo Morales, Carmen Moreno Toscano, Juan Alfredo Oropeza, Mariano Palacios, Julio Patán, José Ángel Pescador Osuna, Francisco Suárez Dávila, Rafael Tovar y de Teresa, Alfonso Zárate y Emilio Zebadúa.

COLOQUIO

A cien años de la Revolución ¿Qué sigue?

10 y 11 de Noviembre de 2010horario de 10:00 a 14:00 horas y de 16:00 a 20:00 horas

Polyforum Cultural SiqueirosForo Universal (Insurgentes Sur No. 701 Col. Nápoles)

Informes en la dirección electrónica [email protected]éfono 5729-9663

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La Revolución es una súbita inmersión de México en su propio ser…Es un estallido de la realidad, una revuelta y una comunión, un trasegar viejas sustancias dormidas… se propuso dar el salto que soñaron los liberales más lúcidos, consumar efectivamente la Independencia y la Reforma, hacer de México una nación moderna. Y todo esto sin traicio-narnos. La Revolución iba a inventar un México fiel a sí mismo.

Octavio Paz.

Monumento a la Revolución.

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189 Noviembre de 2010

2 exameN

Partido revolucionario institucional

Beatriz Paredes rangel Presidenta del Comité Ejecutivo Nacional

Jesús Murillo Karam Secretario General del Comité Ejecutivo Nacional

Miguel González avelar Coordinador del Comité Nacional Editorial

y de DivulgaciónEditor responsable

Gina Bechelany Fajer

Editora

verónica ortizAsistente editorial

olimpia FloresCoeditora de la sección Género

elba debernardiEditora de Arte

argelia vazquez Montoya Administración y Distribución

leticia Hernández saucedo Asistente del departamento editorial

Jesús reyesAsistente

dudas y [email protected]

Examen, revista mensual, noviembre de 2010.Editor Responsable: Miguel González Avelar

Comité Nacional Editorial y de Divulgación del CEN del PRIInsurgentes Norte 59, Edificio 2, Subsótano Col. Buenavista, México, D.F. C.P. 06359

Teléfonos: 01(55) 5729-9600, exts. 2663, 2669 y 4632e-mail [email protected]

Número de Certificado de Reserva: 04-2007-092009272900-102Número de certificado de licitud de título: 14113

Número de certificado de licitud de contenido: 11686ISSN: En trámite

Imprenta: MAC Rotativas, S.A. de C.V. Lote 8, manzana 3, Parque Industrial, Exportec II, C.P. 50200, Toluca, México

El tiraje de este número de Examen es de 5,000 ejemplaresNoviembre de 2010. México

El material de este número puede reproducirse siempre y cuando se cite fuente y autor

los artículos firmados son de la exclusiva responsabilidad de los autores y no representan

necesariamente la opinión del Pri.

Autorización como correspondencia de Segunda Clase, publicación periódica, registro No. 010-0190, características 228731209,

del Servicio Postal Mexicano

4 Los valores de la Revolución MexicanaPor José rogelio Álvarez

10 Ideología y Revolución Por mario e. velasco torres de la vega

16 La doctrina CarranzaPor roberta laJous vargas

20 La economía en la Revolución MexicanaPor liNa reyes

28 Regresos a la Revolución narrada Por José ramóN ruisÁNchez

32 La música en la Revolución Mexicana y sus repercusiones en la actualidad

Por NicolÁs saNtos

38 El perfil social de la Revolución MexicanaPor mariaNa goNzÁlez reyes

46 La política cultural y educativa de la Revolución Mexicana

Por mario oJeda revah

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54 Conozcamos nuestra historia

Por raúl goNzÁlez aPaolaza

Conmemoraciones 2010

62 Cambio climático ¿Apocalipsis en el XXI?Por JoaquíN herrera

política

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74 Vargas Llosa somos todosPor móNica lavíN

76 LibrosPor Julio PatÁN

78 Agenda cultural80 Sopa de números

Por roberto Pliego

cultura

70 Mexicanas al grito... de guerra, del campo y de las ciudades

Por lilliaN briseño

GÉNero

coNteNido

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NÚMERO 189 / AÑO XX / NOviEMbRE 2010

VIVA LA reVoLucIón

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Portada: mayaNiN ÁNgeles

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60 La reaccionaria revolución francesaPor domiNique moisi

64 La aplicación del poder Por JosePh s. Nye

66 La rebelión de las clases de China que twittean

Por hu yoNg

68 Refugiados de la guerra cambiaria, únansePor mario i. bleJer y eduardo levy yeyati

iNterNacioNal

Escenas de la revolución

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Por José Rogelio Álvarez

Una cosa son los valores de la Revolución y otra el cómo los sucesivos gobernantes del país trataron de ignorarlos o de convertirlos en realidad.

Valor es el contenido sustancial de todo concepto deseable, capaz de mover el ánimo en el sentido de actuar para satisfacer necesidades y proporcionar bienestar. A la Revolución Mexicana

le son atribuibles los propósitos de repudiar la dictadura y adecuar el régimen político a los prin-cipios de la democracia; recuperar para la nación el dominio de las tierras y aguas, el subsuelo y los recursos naturales; reivindicar la posesión de la tierra para los campesinos e indígenas; instituir los derechos y respetar la dignidad de los traba-jadores; reconocer la igualdad de géneros; asumir el laicismo en la educación pública y mantener un sano equilibrio entre el desarrollo económico y la justicia social.

Los principales valores que entrañan estos de-signios son el patriotismo, la soberanía, la justicia y la redención popular, manantiales, a su vez, de acciones, leyes e instituciones.

Una cosa son los valores de la Revolución y otra la manera como los sucesivos gobernantes del país trataron de ignorarlos o de convertirlos en realidad. Entre las demandas de sufragio efectivo, no reelección, tierra y libertad, y el abandono del nacionalismo revolucionario, mediaron la lucha de facciones, los magnicidios, las discrepancias, un primer periodo de creación de instituciones, la guerra cristera, el maximato, un sexenio ejemplar, dos periodos de ajuste, el desarrollo estabilizador, la violencia guerrillera y el desprestigio de la in-vestidura presidencial.

El poder público, inicialmente aplicado a la redención de las masas campesinas, indígenas y obreras, acabó al servicio de una élite burocrática y empresarial. A pesar de los desvíos, rectificacio-nes y una que otra traición, la Revolución Mexi-cana transformó al país gracias a la fuerza vital de sus valores. Las evidencias de este cambio es lo que recoge este artículo. La principal fuente de

Los valores de la Revolución Mexicana

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información ha sido la Enciclopedia de México, que el autor dirigió durante 22 años.

De pasado y presenteA fines del siglo XX era ya ostensible, en la conducta de los gobernantes del país, el abandono de la doctrina de la Revolución. Esto tendría inesperadas consecuen-cias. Como si de antemano hubiera el compromiso de entregar el poder al adversario, para simular con la al-ternancia en el gobierno la buena cepa de la democracia nacional, una vez realizadas las elecciones del año 2000, el presidente de la República no ocultó la prisa en decla-rar triunfante al candidato del Partido Acción Nacional, alto empleado de una compañía refresquera estadouni-dense. De este modo quedó garantizada la continuación de una política oficial conservadora; varías empresas fundamentales fueron vendidas al capital extranjero y se pusieron en riesgo de seguir la misma suerte otros bie-nes conseguidos por el régimen revolucionario.

En 2010, otra vez se presenta en el panorama nacio-nal la urgencia de un cambio. Corresponde a la inteli-gencia más alerta y a los jóvenes con sensibilidad social el retomar el camino hacia un México independiente y soberano, obra de las luces del entendimiento, de la re-beldía y de la acción política seria, madura y honorable. La fórmula consiste en actualizar y fortalecer los valores de la Independencia, la Reforma y la Revolución.

Convocado por Francisco I. Madero, el 20 de no-viembre de 1910 se inició el levantamiento que derrocó la dictadura de Porfirio Díaz y dio origen a la Revolu-ción Mexicana.

La bandera aparente fue el sufragio efectivo y la no reelección. Las demandas reales eran la entrega de la tierra a los campesinos, menores jornadas y mayores salarios para los obreros, libertad de asociación y rei-vindicación nacional de los recursos del subsuelo.

Tras la aparición de caudillos e ideólogos inéditos, cambios de gobierno, magnicidios y crímenes, batallas a lo largo de las vías ferroviarias y disposiciones precur-soras tomadas sobre la marcha de los ejércitos, el 5 de fe-brero de 1917 se promulgó una nueva Constitución, aún vigente, aunque con 489 reformas que han ido ajustando sus preceptos a las exigencias del crecimiento del país.

En la Constitución de 1917 constan la organización de los poderes, las garantías individuales y las sociales, la salvaguarda del interés de los particulares, la obliga-ción del Estado de superar el abatimiento secular de las masas obreras, campesinas e indígenas, y el compromi-so de preservar el dominio exclusivo de la nación, ina-lienable e imprescriptible, sobre los recursos naturales que constituyen fuentes de energía.

En aplicación de los principios constitucionales, los gobiernos surgidos de la Revolución fueron creando una espesa red de instituciones, o sean formas o es-tructuras, de organización política y social que estable-cen pautas de conducta definidas, continuas y eficaces para garantizar el desarrollo económico, la justicia so-cial y el mejoramiento de las condiciones de vida de la población, sin el riesgo de que tales avances alteren el orden o la paz.

El Artículo 27 de la Constitución prescribe que las tierras y aguas comprendidas en el territorio nacional son propiedad de la Nación, cuyo dominio puede tras-mitir a los particulares, constituyendo así la propiedad privada e imponiendo a ésta las modalidades que dicte el interés público; manda que el petróleo, los carburos de hidrógeno y la energía eléctrica sean explotados y administrados por el Estado, y establece las bases para la reforma agraria.

La reforma agraria ha consistido en repartir los la-tifundios que antes detentaron la Iglesia, las compañías extranjeras y los hacendados; en fijar los límites de la pequeña propiedad y en respetar su carácter inafecta-ble; en restituir las tierras a los núcleos de población que hubieran sido despojados, y en entregarlas a los que carecen de ellas, dando a los campesinos los me-dios para explotarlas, especialmente el crédito, el riego, las semillas mejoradas y los fertilizantes.

Temas básicosEl Artículo 123 determinó los principios del derecho del trabajo: jornada máxima de ocho horas, salario mínimo, un día de descanso por cada seis de labores, participación en las utilidades de las empresas, indem-nización por accidentes y enfermedades de origen la-boral, recursos de conciliación y arbitraje, y derechos de asociación, huelga y acceso a la educación y a la se-guridad social.

Los gobiernos revolucionarios rescataron para la na-ción las principales fuentes de energía. El 18 de marzo de 1938, a causa de un flagrante desacato a la ley, se ex-propiaron los bienes de las compañías petroleras extran-jeras, y el 27 de septiembre de 1960 el Estado, con objeto de unificar y expandir el sistema eléctrico, adquirió por compra los intereses de las empresas transnacionales que manejaba esa industria. Ambos recursos han sido la base del desarrollo económico del país.

La educación, gratuita y laica, que ha impartido el Estado en sus tres niveles de gobierno, se ha propuesto desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentar en él, a la vez, el amor a la Patria y la conciencia de la solidaridad internacional. Salvo

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Los valores de la Revolución Mexicana

el extravío de la ley de 1934 a 1946, la educación pre-escolar, primaria, secundaria y normal se funda en el progreso científico y busca el beneficio del pueblo y la solidaridad social.

Una vez firme y sólido el régimen revolucionario, en la tercera década del siglo XX la obra pública se orientó a iniciar la extensa red de carreteras que integró terri-torialmente al país, y se emprendió la construcción de presas y distritos de riego que habrían de multiplicar la producción agrícola y beneficiar a los dueños de las tierras. Pioneras de estas acciones liberadoras fueron las comisiones nacionales de Caminos, de Irrigación y de Electricidad.

La Revolución suscitó un clima espiritual propicio a la expresión de lo peculiar mexicano en todas las ramas del arte y la cultura. Esta orientación guió a los artistas e intelectuales que postularon en el siglo XX un sano y fecundo nacionalismo, no ajeno a la universal, pero sí de rechazo a la adopción exclusiva de modelos extran-jeros. A este nuevo impulso se debe la realización de obras notables en los campos de la literatura, la música, la pintura, el grabado, el cine y la danza.

Las etapas de resistencia y rechazo a la dictadura, y de lucha armada contra el antiguo régimen y la usur-pación, no pueden concebirse sin la participación de las mujeres en el activismo de los clubes políticos, la circulación de manifiestos y periódicos subversivos, el abasto de pertrechos y provisiones de boca, el combate al lado de sus hombres, los servicios en los hospitales de sangre y aún la confección de estandartes, todo lo cual mantuvo la moral de los ciudadanos en armas.

La Revolución liberó a las mujeres de todo someti-miento en el hogar, de toda restricción de sus derechos en materia civil y de su ancestral marginación en el or-den político. Ciudadana en plenitud, hace ya medio si-glo que las mujeres han enriquecido todos los trabajos de carácter profesional, social, cultural y político.

La lucha del pueblo mexicano por consolidar la inde-pendencia y la soberanía de la nación inspiró la política exterior de los gobiernos revolucionarios: autodetermi-nación de los pueblos, no intervención en los asuntos internos de las naciones, solución pacifica de las con-troversias, igualdad jurídica de los Estados, cooperación para el desarrollo y lucha por la paz y la seguridad inter-nacionales. Las doctrinas Carranza y Estrada van implí-citas en el espíritu del derecho internacional.

Nuestros orígenesPruebas de la eficiencia de las instituciones creadas por la Revolución es el reemplazo pacifico de los mi-litares por los civiles en la Presidencia de la República

Francisco I. Madero.

Porfirio Díaz y sus militares.

Tropa del ejército mexicano durante la revolución.

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a partir de 1946, después de que los generales habían manejado el Poder Ejecutivo durante 103 de los 125 años corridos desde la consumación de la Indepen-dencia. Otra evidencia en ese sentido fue la sustitu-ción incruenta del PRI por el PAN en las preferencias electorales del año 2000.

La esperanza de vida en 1910 era de 30 años y me-dio; en 2010 es de 75.1. La población en aquél año era de 15 millones de habitantes, y en éste habrá ascendi-do a 110 millones. Esto se debe a la extensión de los servicios de salud, a la creación de las instituciones de seguridad social, a los avances de la medicina y a la disminución del índice de mortalidad, o sea al sensible mejoramiento general de las condiciones de vida.

Sin embargo, las cifras oficiales señalan la existencia de 40 millones de pobres, la mitad de los cuales viven en extrema miseria. A juicio de la opinión pública esta situación ha sido resultado del abandono exponencial del nacionalismo revolucionario, el disimulo de la jus-ticia distributiva y la deshonestidad en el ejercicio del poder, lo que no es motivo para ignorar o negar los valores que inspiraron a la Revolución Mexicana.

El 4 de marzo de 1929 se constituyó el Partido Na-cional Revolucionario, bajo el lema “Instituciones y Reforma Social”. Este organismo político congregó a todas las parcialidades que había combatido con las armas a la dictadura y a la usurpación, que aceptaban el sistema democrático y la forma de gobierno prescri-tos por la Constitución y que aspiraban a mejorar el país mediante el progreso material y cultural.

El 30 de marzo de 1938 se disolvió el PNR y en su lugar se formó el Partido de la Revolución Mexicana, cuyo lema fue “Por una Democracia de Trabajadores”. En él participaron los obreros (Confederación de Tra-bajadores de México, CTM), los hombres del campo (Confederación Nacional Campesina, CNC) y nume-rosas agrupaciones urbanas (Confederación Nacional de Organizaciones Populares, CNOP). El sector mili-tar fue suprimido en 1940. En esa etapa se postuló la conciliación de las clases, a favor de las democracias y en lucha contra el fascismo.

El 18 de enero de 1946 el PRM fue sustituido por el Partido Revolucionario Institucional, que enarboló el lema “Democracia y Justicia Social”. Se retiró a las organizaciones gremiales (CTM, CNC y CNOP) la ca-pacidad de escoger candidatos por sí mismas, se evitó toda alusión al socialismo y se admitió a cualquier ciu-dadano que contribuyera al desarrollo de la nación. Lo que se ganó en amplitud se perdió en homogeneidad. Rota la ortodoxia revolucionaria en la novena década del siglo XX, la disconformidad fracturó al partido.

Álvaro Obregón y su cúpula.

Fidel Velázquez.

León Trotsky y Diego Rivera.

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Los valores de la Revolución Mexicana

En sus tres versiones (PNR, PRM y PRI), el brazo electoral del régimen revolucionario se propuso ejercer el poder público mediante el sufragio popular, modo de garantizar la estabilidad de las instituciones, el per-feccionamiento democrático, el desarrollo económico y la justicia social. Así gobernó el país durante 71 años, aunque a partir de 1982 los gobernantes cedieron a las presiones del exterior, fueron abandonando el nacio-nalismo y dieron en aplicar, sin discernimiento, el de-cálogo enunciado por el Consenso de Washington.

El Consenso de Washington prescribe las 10 nor-mas que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Inter-nacional, bajo la inspiración del gobierno de Estados Unidos, impusieron a la política económica de los go-biernos de América Latina:

1. Equilibrar el ingreso fiscal y el gasto público2. Resolver los desequilibrios fiscales reduciendo el gasto público y sin elevar los impuestos3. Reducir los gravámenes fiscales a los mayores contribuyentes4. Liberalizar el sistema financiero5. Orientar la economía hacia el exterior6. Liberalizar el comercio exterior7. No obstaculizar la inversión extranjera directa8. Privatizar las empresas públicas9. Desregularizar las actividades económicas y ga-rantizar la protección a la propiedad privada10. Asumir que los particulares, actuando en mer-cados libres, logran la óptima asignación de los re-cursos productivos

En aplicación de estos principios, los gobiernos de México, a partir de 1982, dejaron de estimular el cre-cimiento económico nacional, el empleo y el mercado interno; han mantenido bajos los salarios, para estimu-lar el establecimiento de grandes empresas y de plantas maquiladoras extranjeras; han privatizado buena parte de la banca, la industria, los transportes, el comercio y los servicios, y desmantelado las políticas y los orga-nismos de fomento sectorial y regional. Los planes y programas que buscaban la seguridad y el bienestar so-cial se han cambiado por los ajustes estructurales que persiguen incrementar las ganancias del sector privado nacional y extranjero.

Las tres épocasEn términos generales, la Revolución Mexicana tuvo tres etapas: la lucha armada, de 1910 a 1920, que costó al país un millón de muertos; la creación de las institu-ciones revolucionarias, de 1920 a 1982, que transformó

radicalmente al país; y la franca relajación política y moral de la élite gobernante a partir de 1983, que pro-pició el desplazamiento del nacionalismo revoluciona-rio por el neoliberalismo globalizador, lo cual significa mayor dependencia de Estados Unidos y menor sobe-ranía del Estado.

Los principales valores atribuibles a la Revolución, que debieron ser exaltados al celebrarse su primer cen-tenario, son el relativo aquietamiento de las ambiciones políticas del clero católico, la reivindicación nacional de los recursos energéticos, la satisfacción de muchas de las demandas populares, el advenimiento de una clase media ilustrada y demandante, la orientación política en el sentido de la democracia, la igualdad de derechos de hombres y mujeres, el mejoramiento de las condiciones de vida de una buena parte de la población, la estabi-lidad financiera, la gratuidad de la educación laica que imparte el Estado, los estímulos a la creación artística y la libertad de expresión. En la actualidad, el mayor reto que enfrentan el Estado y la sociedad es atemperar la po-breza de un amplio sector de la población.a

José Rogelio Álvarez es estudioso de la historia y la eco-nomía, periodista, funcionario de gobierno del Estado de Jalisco, escritor y editor. Emprendió con éxito la pu-blicación de la Enciclopedia de México (12 tomos en 1977, 14 tomos en 1987), acaso la mayor hazaña edito-rial mexicana del siglo XX.

A pesar del mejoramiento de las condiciones de vida, existen 40 millones de pobres.

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Ideología y RevoluciónLa Revolución Mexicana es la primera del siglo XX y también la primera en la pasada centuria. Como resultado inventó un país fiel a sí mismo.

La ideología es, fundamentalmente, un sistema de ideas, valores filosófico-políticos y credos que tratan sobre los fenómenos humanos y so-ciales para desarrollar visiones sobre cómo en-tender al mundo o a un país. La ideología nos

indica también qué hacer con el poder y para quién.Y, por otra parte, en la esfera política, se denomina

revolución a la transformación violenta, acelerada y profunda de la organización estatal.

Para comenzar a hablar de la ideología de La Revo-lución Mexicana, cronológicamente, le corresponde a ésta el ser la primera del siglo XX y también, la primera de su tipo en la pasada centuria, que iba a inventar un país fiel a sí mismo.

“La Revolución Mexicana es un hecho que irrumpe en nuestra historia como una verdadera revelación de nuestro ser” señalaba Octavio Paz.

En efecto, esta irrupción se presentaría inicialmente como una exigencia de veracidad y transparencia en

los procesos democráticos como se puede verificar en el Plan de San Luis.

Después, y como parte de su originalidad, la verdad de la Revolución aparece como una insurgencia frente a los abusos de señores feudales, de conservadores y de neoconservadores: El Liberalismo redentor y de-mocrático Juarista, autor de, a mi parecer, la verdade-ra independencia y consolidador del nacionalismo, se había transformado en un liberalismo dictatorial con el General Porfirio Díaz, héroe nacional en la Guerra de Intervención contra el ejército francés, que aunque había modernizado al país (desarrollo de telégrafos, ferrocarriles e infraestructura eléctrica) con capital europeo bajo la mirada recelosa de Estados Unidos, al tiempo de mantener la lucha por la soberanía, tam-bién consintió abusos de compañías extranjeras, ha-cendados y terratenientes que generaron, en su con-tra, una lucha por reivindicaciones no sólo sociales, sino también históricas contra un capitalismo salvaje

ó como aproximarse al ensamblaje ideológico de la Revolución Mexicana

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Por Mario E. Velasco Torres de la Vega

provocado por un “modelo de crecimiento hacia fue-ra”. La rebelión se convertiría en revolución.

Zapata mismoPese a que previamente a la Revolución misma se sugie-ren los nombres de Ricardo y Enrique Flores Magón, Andrés Molina Enríquez, Filomeno Mata, Juan Sara-bia, Paulino Martínez y Antonio Villareal como ideó-logos de la misma, parece ser que la espontaneidad fue el motor generador del movimiento. Paz añadiría que “la ausencia de programa previo le otorga originalidad y autenticidad populares. De ahí provienen su grandeza y sus debilidades”.

No obstante, se dieron casos específicos como el Plan de Ayala (ya iniciado el movimiento y que sintetiza las ideas del zapatismo) que retoma algunas propuestas de Molina Enríquez, quien fue uno de los primeros que supo identificar el problema agrario, aunque lo relevan-te del movimiento Zapatista es, Zapata mismo.

La relevancia de Zapata, de su lucha reivindicatoria, la ilustra significativamente Jesús Sotelo Inclán en su obra Raíz y razón de Zapata “La biografía de Emiliano Zapata empieza muchos siglos antes de que él naciera, en los estratos más profundos de la historia de México, que es en gran parte la historia del problema agrario…Él no encendió una revolución. La revolución lo arras-tró a él. Dentro de la paz y la ley suplicó; pidió y recla-mó lo que era de su pueblo y no se le hizo justicia. No tenía otro camino que ir a pelear con las armas lo que se le negaba con el Derecho…”

Algunos, arguyen que la modestia de la insurrec-ción de Zapata es la muestra de que fue una rebelión y no una revolución, o bien, simplemente la negación del progreso.

Pero a través del tiempo también se ha demostra-do que estos agravios, aunque aparentemente locales, en realidad eran cíclicos, quizá desde la colonia, y con Zapata encuentran un símbolo de inconformidad para

La rebelión mexicana se convirtió en revolución.

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especial

volver al comunitarismo perdido donde ha-bía paz sin abusos.

Un progreso que se procura por medio de agravios y sin leyes, o peor aún, con un despotismo ilustrado de letra muerta, sin duda encontraría en cualquier tiempo y mo-mento, opositores violentos y virulentos.

Por otra parte, el Magonismo influye de-cisivamente en la creación del Movimiento Obrero, aunque La Revolución Mexicana y la clase trabajadora se hubiesen separado abismalmente del anarquismo.

Lo que si debe subrayarse con insistencia es la originalidad del estallamiento que, sen-cillamente, se opone al abuso del que tiene más contra el que tiene poco o nada.

El experto Raymond Aron declaraba que, sin lugar a dudas, las revueltas obreras, campesinas y de la población habían contri-buido a transformar los regímenes capitalis-tas y las ideologías liberales.

Mientras que a muchos estados europeos le había costado cerca de 150 años esta evo-lución, México era la excepción pues lo ha-bía logrado en un plazo menor. Es ahí don-de podemos apreciar otra característica que se debe destacar.

Transiciones más que destruccionesPosteriormente, y de igual manera como parte de esta autenticidad, el sincretismo queda demostrado en que formaron parte de un mismo proceso personas tan opues-tas como Emiliano Zapata y Venustiano Carranza, Luis Cabrera y José Vasconcelos, Francisco Villa y Álvaro Obregón, Francisco I Madero y Lázaro Cárdenas, Felipe Ánge-les y Antonio Díaz Soto y Gama. Pero todos ellos también contribuyeron al diseño inno-vador de lo que hoy conocemos como de-rechos sociales, desprendimiento de la Re-volución y conquista de la clase trabajadora frente al capital y al Estado Liberal.

Los diputados constituyentes, del mismo modo, muchos de ellos con sencillez, apor-taron su propia vivencia para trazar los dere-chos sociales. De la Cueva señalaba que fue-ron “creación natural, genuina y propia del mexicano, del hombre que venía de ofrendar su vida en el combate de la Revolución”.

Para Trueba Urbina “no habían sido los juristas a quienes debemos la formulación legislativa de los derechos económicos y so-ciales, sino a diputados que venían del taller y de la fábrica, de las minas, del campo”.

Lázaro Cárdenas. Venustiano Carranza.

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Ideología y Revolución

En otras palabras, quienes habían vivido en carne propia el cruento proceso revolu-cionario serían, gran parte de ellos, los cons-tituyentes de 1917.

Sin embargo, y pese a que algunos au-tores señalan lo opuesto, no hubo una des-trucción total del previo orden liberal. Por el contrario, se tomaron y reformularon las garantías individuales de la Constitución de 1857 que establecían una serie de derechos indispensables para una sociedad democrá-tica. Pese a encontrarse en aparente contra-dicción u oposición, las garantías individua-les y sociales cohabitaron (y cohabitan) en nuestra Constitución vigente. Ahora, había que contar con los elementos para materia-lizar estos ideales.

Muchas naciones que habían desarro-llado procesos revolucionarios y que es-tablecieron ciertos derechos y garantías contaban con recursos desde donde partir. Para ese momento, no eran nuestros ni los minerales, ni el petróleo, la energía eléctrica o cualquier otra serie de activos con la cual comenzar la transformación.

Reparto agrario y expropiación petroleraPor ello, posteriormente, el reparto agrario y la expropiación petrolera son los dos gran-des momentos donde la Revolución Mexica-na se consuma y, en buena medida, también concluye nuestra independencia con res-pecto al latifundismo y las compañías petro-leras extranjeras. La Revolución se propuso la recuperación de las riquezas nacionales e hizo del nuevo Estado el principal agente de la transformación social. No sin tropiezos, el rostro de México comenzó a cambiar.

Pese a que se dieron políticas sociales etiquetadas ahora como populistas, con ad-jetivos como demagógicos y derrochadores, se reconoce también su aspecto equilibrador en una sociedad de contrastes y extremos, de absoluta pobreza y de absoluta riqueza.

Los orígenesEn el aspecto político, los gobiernos que na-cieron de la Revolución no implementaron la persecución ideológica ni el terror de los regímenes militaristas que sufrieron la ma-

yoría de los países de nuestra región durante décadas. Para los mexicanos, la estabilidad y la paz sociales se convirtieron en referen-tes que aún en estos tiempos son anhelados. Quedan en la memoria colectiva los duros años del siglo XIX y de principios del XX que vivieron nuestros antepasados, repletos de revueltas, asonadas, levantamientos e in-vasiones extranjeras.

En cuanto al partido que nació de la Re-volución Mexicana, y desde 1929 con sus distintas evoluciones estructurales e ideo-lógicas, de Partido Nacional Revoluciona-rio a Partido de la Revolución Mexicana y

Emiliano Zapata.

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después Revolucionario Institucional, existieron dos propósitos siempre coincidentes y siempre presentes: el neutralizar el desorden y la violencia de las diversas facciones, y transversalmente, el llamado cesarismo de sus caudillos.

Sin duda, en siete décadas han colisionado tenden-cias (por cierto muchas de ellas de carácter ideológi-co). Pero eso es normal y hasta deseable en un partido poli-clasista, heterogéneo y con múltiples posturas.

Por si fuese poco, de semejante forma el partido ha heredado ese sincretismo que se origina en el proceso revolucionario mismo: Desde Plutarco Elías Calles, los presidentes mexicanos hasta el 2000 han tenido diversas cosmovisiones del país. Aunque los objeti-vos de la democracia y la justicia social han estado presentes, ha sido, en esencia, la discrepancia del mé-todo para lograrlo lo que provoca que sean matices distintos dentro del mismo cuadro. En 70 años, los gobiernos se nutrieron de los cambios que ocurrían en el mundo. De todos los colores del espectro ideo-lógico. De Keynes a Friedman. De los estructuralistas a los neokeynesianos y de ahí, a los de neoclásicos de la Universidad de Chicago.

Incluso desde poco antes del 2000, varios voltea-ban a mirar algunos mecanismos de renovación en la socialdemocracia europea mejor conocidos como tercerías o terceras vías, donde en algunos casos como en Gran Bretaña, se explicaban cómo mover la centro-izquierda hacia la economía de mercado. O en su caso, replicar los argumentos de resistencia a estas tesis alternativas que eran esgrimidos por los socialdemócratas nórdicos o de los socialismos de-mocráticos del sur de Europa. O, en su caso, revisar y verificar la estrategia de Clinton por modernizar a los liberales (izquierda) estadounidenses agrupados en el Partido Demócrata.

Desde la educación socialista de los tiempos de Lá-zaro Cárdenas al paso de educación solamente laica en los gobiernos inmediatos posteriores. La economía mixta, el desarrollo estabilizador, la sustitución de im-portaciones y la estatización como instrumento princi-pal para la estrategia del desarrollo y décadas después, el proceso de desincorporación de algunas empresas y en el mismo plano, la potestad sobre otras que son cla-ves y estratégicas (energía) para el país, manteniendo en ambos modelos, la rectoría económica del Estado.

Max Weber describió la condición capitalista actual como una jaula de hierro (que según algunos traductores del idioma alemán, el sociólogo se refería más bien a una caja o casa, casi tan hermética y dura como el acero).

Aunque la reciente crisis económica mundial de-

mostró que ésta supuesta caja está llena de agujeros y sí es una jaula, tienen los barrotes reblandecidos y retorcidos, lo cierto es que los procesos de globaliza-ción (en su sentido más amplio) y de interdependencia económica han llegado para quedarse.

Por lo mismo, son necesarios estados fuertes (ni ra-quíticos o esclerosados) que luchen permanentemente contra la exclusión social, la desigualdad y que adminis-tren adecuada y modernamente los recursos, procuran-do la seguridad de los ciudadanos y el interés nacional buscando el equilibrio entre lo local y lo global.

La social democracia (en su nacimiento, el movi-miento revisionista de Eduard Bernstein al Marxismo-Leninismo) aportó elementos que valen la pena men-cionar al oponerse al totalitarismo estatal en lo político y en lo económico.

Al considerar indispensable la celebración de co-micios para que la sociedad escoja a sus gobernantes y la acción del mercado con limitaciones por parte del Estado, ha podido esta ideología sumar el mayor índi-ce de libertad política con los mejores logros en mate-ria de prosperidad económica y seguridad social.

En la socialdemocracia, ha sido constante la bús-queda del perfeccionamiento de instituciones sociales y económicas como el sistema tributario, la seguridad social, las conquistas laborales y, en general, los pro-yectos de desarrollo social y humano. A pesar de que muchas veces partidos de corte conservador se han opuesto a estas medidas, son ellos los que luego se des-dibujan tratando de replicar algunas de éstas tesis.

En la social democracia (reitero), existe un libre mercado, pero cuando éste cae en distorsiones que pueden lastimar a la sociedad, el Estado interviene para corregirlas. A este respecto es muy elocuente la proclama del Partido Socialdemócrata Alemán en su manifiesto de Godesberg en 1959 “Competencia don-de sea posible, planificación donde sea necesaria”.

De tal modo que la social democracia pugna por un sistema de economía mixto donde convivan la pla-neación del Estado y los mecanismos de mercado, la propiedad privada con el control social, las decisiones descentralizadas con las centralizadas. Y precisamente porque son poli-clasistas cuentan con el respaldo de todo tipo de sectores, aunque sienten identificación con los obreros y sus sindicatos.

En el contexto histórico, el PRI se ha situado na-turalmente a la izquierda del centro o en el centro-progresismo. Por supuesto que desde hace décadas, en este proceso ha intervenido también (como en la Revolución misma) el sincretismo. Se han recogido posturas y tendencias globales porque el PRI también

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Ideología y Revolución

ha tenido un empuje modernizador. Y no es que se intenten replicar modelos extranjeros, sino que un partido en constante transfor-mación debe estar atento a la evolución de las ciencias sociales y exactas, a las discusiones de modelos, sistemas, ideologías y filosofías políticas. No hacerlo, implicaría estacionarse en el pasado sin posibilidades de procurar nuevas ideas a una sociedad que se abre más constantemente.

Antes, las grandes reivindicaciones del progreso social eran menos complejas: edu-cación laica y gratuita, salud, alimentación y seguridad social para todos. Por supuesto que no están satisfechas aún esas exigencias, pero los parámetros, en términos del discurso en sí, eran más sencillos.

Los grandes cambios globales han impues-to nuevas modalidades en la oferta y en la ac-ción políticas en un mundo más complejo.

Con la social democracia existen numero-sas coincidencias históricas que se han seña-lado aquí anteriormente. Y otras más que no obedecen a fechas porque son del presente y del futuro: la democracia, la justicia social, el combate a la exclusión social y la brutal des-proporción del ingreso.

Como anota Zygmunt Bauman “la remo-delación de la libertad individual para vivir en comunidad”.

Para los fanáticos del argumento del falle-cimiento de las ideologías (argumento en sí mismo ideológico y reformado ya por su au-tor de origen) o para los interesados en la des-calificación de la clasificación ideológica debe ser decepcionante que muchos partidos, pese a recorrerse al centro siendo gobiernos, no pueden ocultar sus filias y sus fobias ideológi-cas. Desde los extremos, tirios y troyanos con una mano oculta se avientan la piedra mien-tras agarrados de la otra, pretenden atravesar juntos el Rubicón, con la disculpa de que el pragmatismo todo lo vale y justifica, para des-pués, quejarse de la ausencia de interés de los ciudadanos. a

Mario E. Velasco Torres de la Vega es editor de la revista Confluencia XXI, abogado y politólo-go, también es colaborador en diversos medios impresos.

Francisco Villa y Emiliano Zapata, toma de Palacio Nacional.

Llegada de trenes a la ciudad de México, estación Buenavista.

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La doctrina CarranzaDesde su origen, la idea de política internacional de Carranza fijó las bases de lo que muchos años después sería retomado como pilar para la ONU en esta materia.

La doctrina que fijó don Venustiano Carranza para conducir la política exterior de México es derecho internacional vigente. Sus postula-dos se convirtieron en principios universales al quedar reflejados en la Carta de las Nacio-

nes Unidas de 1945. En su mensaje presidencial ante el Congreso el 1º de septiembre de 1918, Venustiano Carranza dijo:

“Las ideas directrices de la política internacional son pocas, claras y sencillas. Se reducen a proclamar que to-dos los países son iguales; que deben respetar mutua y es-crupulosamente sus instituciones, sus leyes, y su sobera-nía; que ningún país debe intervenir en ninguna forma y por ningún motivo en los asuntos interiores del otro…que ningún individuo debe pretender una situación me-jor que la de sus ciudadanos de país a donde va a esta-blecerse, ni hacer de su calidad de extranjero un título de protección o de privilegio…nacionales y extranjeros deben ser iguales frente a la soberanía del país en que se encuentran…de este conjunto de principios resulta mo-dificado profundamente el concepto actual de la diplo-macia. Esta no debe servir para la protección de intereses particulares…tampoco deber servir para ejercer presión sobre los gobiernos de países débiles…la diplomacia debe velar por los intereses generales de la civilización y por el establecimiento de la cofraternidad.”

El antecedente históricoDesde su Independencia, México fue víctima de la ambición de los países poderosos. Las amenazas de

reconquista por parte de España estuvieron presentes durante las primeras décadas la vida independiente. A pesar del fracaso de la invasión por el coronel Isidro Barradas en 1828, no cesó la amenaza de la interven-ción militar española. Una década después, en 1838, Francia bombardeó Veracruz con la excusa del daño que padecieron comercios franceses durante diversas revueltas civiles. Desde entonces, México fue víctima de las “reclamaciones” de países poderosos que exigían un trato preferencial para sus nacionales. Las potencias de la época aprovecharon la incapacidad del gobierno para hacer el pago de las indemnizaciones. Cuando pudieron, las convirtieron en objetivos diplomáticos para intervenir en asuntos internos. Así fomentaron su acumulación, muchas veces excesiva, para formar un expediente que se convirtiera en motivo de coerción. Una de las justificaciones que utilizó el gobierno de Es-tados Unidos para iniciar la guerra contra México en 1947 fue la falta de atención del gobierno mexicano al pago de reclamaciones de ciudadanos estadounidenses radicados en nuestro país.

A lo largo del siglo XIX, e inclusive bien entrado el XX, las grandes potencias convirtieron el trato discri-minatorio en contra de sus nacionales en instrumento de política internacional hacia los países débiles. En el caso de México, la inestabilidad política generó que los daños sufridos por extranjeros durante las frecuentes revueltas políticas fueran motivo constante de gestión diplomática. Se establecieron los mecanismos conoci-dos como “Comisión de reclamaciones” para analizar

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Por Roberta Lajous Vargas

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Venustiano Carranza.

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los casos presentados. A partir de 1848, con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, México empezó a incluir en dichas negociaciones la solicitud de indem-nización a ciudadanos mexicanos residentes en Esta-dos Unidos.

En 1863 la excusa de la incapacidad del gobierno de México para pagar la deuda contraída con distintas instituciones financieras de Gran Bretaña, Francia y España dio pie a la invasión francesa. Siguió el intento de usurpar el poder a través de una monarquía espu-ria encabezada por un príncipe austriaco. La firmeza y reciedumbre de Benito Juárez mantuvo la vigencia y obtuvo el triunfo de la República. Como resultado de esa amarga experiencia, el Benemérito de las Américas estableció como principio para normar la conducta in-ternacional de México: “entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.

La Revolución Mexicana frente al mundoCuando Woodrow Wilson llegó a la presidencia de Es-tados Unidos en 1913, quiso reparar el daño causado por la diplomacia de su antecesor. Aunque no recono-ció la lamentable intervención del embajador Henry Lane Wilson en el asesinato de Francisco I. Madero se propuso dar fin a la dictadura de Victoriano Huerta. La ocasión se presentó con motivo de la aprehensión de marinos estadounidenses en Tampico y casi simul-táneamente la oportunidad de impedir la entrega de armas procedentes de Alemania para Huerta. En abril de 1914 tropas de Estados Unidos tomaron el puerto de Veracruz lo que ocasionó de inmediato la enérgi-ca protesta del gobierno constitucionalista encabeza-do por Venustiano Carranza. En 1915 se generó una iniciativa diplomática de Argentina, Brasil y Chile, co-nocida como la del ABC para buscar la salida estado-unidense de territorio mexicano. Venustiano Carranza aceptó que los constitucionalistas estuvieran represen-tados en el territorio neutral de cataratas del Niágara, Canadá. Pero la diplomacia de la Revolución rechazó que el ABC no sólo intentara mediar entre México y Estados Unidos, sino también entre los representantes de Huerta y Carranza para alcanzar una pacificación del país. Carranza retiró a sus representantes de cata-ratas del Niágara afirmando que los constitucionalistas habían ganado la lucha interior de México con el resta-blecimiento de la justicia y el derecho.

Una vez celebradas las elecciones que llevaron a la presidencia de la República a Carranza, el nuevo gobier-no tuvo que enfrentar la resistencia internacional para la aplicación de la constitución de 1917. El texto cons-titucional, resultado de la primera revolución social del

siglo XX, presentaba significativas objeciones para los intereses económicos extranjeros. El artículo 27 que dis-pone el reparto agrario y la propiedad del Estado de los recursos naturales bajo el subsuelo fue objetado por los extranjeros. Las compañías petroleras de Gran Bretaña y Estados Unidos, que venían operando bajo un régimen de propiedad distinto durante el porfiriato, consiguie-ron el apoyo de sus respectivos gobiernos para defender sus intereses. A ellas se sumaron las empresas mineras y los terratenientes que se habían visto afectados, o se sentían amenazados, por la guerra civil y la entrada en vigor de la nueva legislación.

La doctrina EstradaEl gobierno de Estados Unidos reconoció al gobierno constitucional y la mayor parte de los europeos siguie-ron el mismo camino. Sin embargo, el asesinato de Venustiano Carranza sirvió de excusa para una nueva ruptura con Washington. El reconocimiento al gobier-no de Álvaro Obregón fue condicionado a lograr mo-dificaciones a la constitución, en particular del artículo 27. La negativa del gobierno de Estados Unidos a reco-nocer al gobierno de Obregón llevó a que, durante del gobierno de Calles, México buscara abolir el condicio-namiento al reconocimiento del cambio de gobierno en el ámbito interamericano, en 1930. El secretario de Relaciones Exteriores, Genaro Estrada, anunció que México se abstendría de reconocer o no reconocer a gobiernos y se limitaría a mantener o retirar su repre-sentación diplomática. El ejercicio de esta práctica por los gobiernos emanados de la Revolución se le conoce como la Doctrina Estrada, la misma que ha influido en la conducta internacional de un número cada vez más importante de países con el paso del tiempo.

México ante la Sociedad de NacionesAunque nuestro país no fue invitado a formar parte de la Sociedad de Naciones como fundador al término de la Primera Guerra Mundial, en 1931 se integró al or-ganismo para fomentar la paz. La primera asamblea de naciones, de aspiración universal, fue un importante antecedente para la posterior formación de la Organi-zación de las Naciones Unidas al término de la Segun-da Guerra Mundial.

México desarrolló una activa labor diplomática en la Sociedad de Naciones, donde fue representado pri-mero, por Narciso Bassols y a partir de 1935 por Isidro Fabela. En ese foro, México destacó por sus pronun-ciamientos en defensa de la soberanía y la no inter-vención: la denuncia de la invasión japonesa a China en 1931, la defensa de la República española a partir

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La doctrina Carranza

de 1933, la protesta por la invasión italiana realizada a Etiopía en 1935 y, de manera excepcional, por la con-dena a la anexión de Austria por Alemania en 1938. Recuerdo con emoción el agradecimiento del pueblo y del gobierno austriaco a México por ese gesto durante los eventos del 60 aniversario de su conmemoración en Viena, cuando fui embajadora en ese país. México fue la única nación del mundo que emitió una protes-ta formal ante la Liga de las Naciones por la desapari-ción de Austria como estado soberano.

Las aportaciones a la construcción de un nuevo orden mundialLa creación de la Organización de las Naciones Unidas fue oportunidad para que México aportara su bagaje jurídico en la conducción de las relaciones internacio-nales a la conformación de un nuevo orden mundial. Como miembro fundador y participante de su estruc-tura desde su concepción misma en San Francisco, la diplomacia mexicana hizo una serie de contribuciones que sería muy largo enumerar. De manera previa a la Conferencia de San Francisco se reunieron los países del continente en la Conferencia de Chapultepec du-rante febrero y marzo de 1945. Los países de Améri-ca Latina, en su carácter de fundadores, hicieron su aportación en la conformación del organismo mun-dial, inclusive el uso del español como lengua oficial. Sin embargo, las contribuciones más importantes de México respecto a la naturaleza y funciones de la nueva organización fueron hechas en San Francisco. En ellas México propuso otorgar un mayor papel a la Asamblea General como debería corresponder a un sistema democrático, cimentar el respeto a los dere-chos humanos, incorporar los principios del derecho internacional a las legislaciones nacionales y someter las controversias internacionales a una nueva corte de justicia internacional. A lo largo del siglo XX sus con-tribuciones adicionales a la codificación del derecho internacional han sido fundamentales al orden jurídi-co mundial, esencialmente en el terreno del desarme, el derecho económico, el derecho del mar y la lucha contra el narcotráfico.

La creación de la ONU previó la existencia de or-ganismos y pactos regionales de seguridad colectiva. Así surgió en 1947, en Río de Janeiro, el Tratado Inte-ramericano de Asistencia Recíproca y, en 1948, en Bo-gotá, la Organización de Estados Americanos. México presentó una enorme resistencia para comprometerse con un pacto de seguridad regional colectiva, don-de prevaleciera un solo país, por lo que insistió que el Comité Consultivo de Defensa tuviera un carácter

no permanente. Prefirió acentuar la cooperación en el campo económico como originalmente se concibió la OEA. Por ello enfatizó la cooperación y la solidaridad de los Estados Americanos.

Con la llegada de la Guerra Fría al continente, la actuación de México en la OEA puso a prueba su com-promiso con el principio de la no intervención. Lo demostró en los casos de Guatemala en 1954, Cuba en 1962 y República Dominicana en 1965. En los tres casos, México argumentó la vigencia de la no interven-ción en los asuntos internos de los Estados para nor-mar su voto. Cabe recordar que México fue el único país de la región que nunca rompió relaciones diplo-máticas con Cuba a pesar de la resolución de la OEA tomada en Punta del Este, Uruguay, en 1964.

Vigencia de la Doctrina CarranzaEn 1965 la Organización de las Naciones Unidas en su “Declaración sobre la Improcedencia de la Interven-ción en los Asuntos Internos de los Estados y la Pro-tección de su Independencia y Soberanía” señala que “ningún Estado tiene el derecho de intervenir, directa o indirectamente, por cualquier razón, en los asuntos internos y externos de otro Estado” y que “ningún Es-tado usará o alentará el uso de medidas económicas, políticas o de otro tipo para coaccionar a otro Estado con el fin de obtener de él la subordinación del ejerci-cio de sus derechos soberanos”.

En 1988 el gobierno del presidente Miguel de la Madrid decidió dar rango constitucional a los prin-cipios que deben regir la política exterior mexicana. La modificación constitucional del artículo 89 recibió el apoyo de todos los partidos políticos representados en el congreso, lo cual demuestra el consenso nacional en torno a la aceptación de los mismos. La fracción X del citado artículo señala que la política exterior debe conducirse con base en los siguientes principios: no intervención, autodeterminación de los pueblos, co-operación internacional para el desarrollo, solución pacífica de controversias, igualdad soberana de los Es-tados, proscripción del uso o de la amenaza del uso de la fuerza en las relaciones internacionales, y lucha por la paz y la seguridad internacionales. Estos principios son, en gran medida, una actualización de la Doctrina Carranza. Reflejan la práctica diplomática de México y señalan los grandes objetivos en la consecución de una política exterior de Estado. a

Roberta Lajous Vargas es directora fundadora de la revis-ta Examen (1989-1995) y ha formado parte del Servicio Exterior Mexicano por más de 25 años.

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La situación por la que atravesó México durante esta etapa es una clara muestra de nuestros orígenes en materia económica que hoy no tendrían una explicación certera sin este vistazo al pasado.

El estallido de la revolución mexicana tuvo como preámbulo una crisis política y en el ámbito económico, la modernización desigual de las actividades, aquéllas en las que la participación de la inversión extranjera (estadounidense e

inglesa y en menos medida francesa y española) cons-tituyó enclaves exportadores: petróleo, minería, ganade-ría y agricultura y en otros como transporte e inmobi-liario también fue destacada la inversión foránea. En la actividad agrícola la concentración de la tierra generó el grave desasosiego y pobreza extrema de los despoja-dos, en la manufactura se presentó una creciente con-centración de ramas destinadas al mercado interno las cuales aunque fueron mermadas durante 1914-1916, logran restablecerse y robustecerse después de 1917. La industria petrolera y ferroviaria observaron una expansión muy significativa; la primera no fue afecta-da durante el periodo revolucionario, por el contrario, pero la ferroviaria y otras comunicaciones tuvieron un grave deterioro ya que constituían el blanco del movi-miento armado.

El comercio exterior si bien tuvo episodios de auge, eventualmente se presentaron caídas que incluso lle-varon a la quiebra a algunas haciendas las cuales reti-

raron su apoyo al régimen de Díaz. En la esfera de las finanzas, durante la gestión porfirista se palia la falta de ingresos con préstamos del exterior, pero se enfrenta una crisis monetaria y bancaria, a inflaciones crecien-tes, cambios en la paridad peso-dólar, la quiebra de diversos bancos y un mayor empobrecimiento y des-contento de la población.

En términos generales, en el ocaso de la dictadura de Porfirio Díaz se conjugan la crisis política, condicio-nes económicas internacionales desfavorables y el res-quemor de los americanos por la política anti-yanqui que desarrollo en materia petrolera.

El proceso de despojo y concentración de tierras, condujeron a condiciones de pobreza de una población mayoritariamente rural, la cual para 1910 represen-taba 77% de una población total de poco más de 15 millones de habitantes.

El empobrecimiento de los pobladores del campo se agudizó al patrocinio de diversas leyes. Antes y durante la gestión del dictador la gran propiedad territorial no se liquidó. Al amparo de la llamada Ley Lerdo (1856) se propició la expropiación y el despojo de tierras comu-nales y pequeñas propiedades; con las Leyes de Refor-ma (1859), las subastas públicas de tierra se realizaron

La economía en la Revolución Mexicana

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Por Lina Reyes

sobre grandes extensiones y pasaron a manos de terra-tenientes laicos; a través del Decreto de Colonización y Compañías Deslindadoras (1883), muchos de los be-neficiarios de este decreto fueron allegados de Díaz y tras de algunos de ellos estaban inversionistas extranje-ros que adquirieron por ese medio grandes extensiones de tierra -con fines de explotación agrícola y petrole-ra en lo fundamental-; con la Ley del 26 de marzo de 1894 se otorga a las compañías deslindadoras derecho de adquisición de tierras sin límite. Así, en el año de 1910, las familias que carecían de tierra representaban 96.6% del total de familias, lo cual contrastaba con la posesión que detentaban las haciendas, 11 de ellas dis-ponían de una superficie de 101 mil 175 hectáreas cada una; 51 contaba de 30 mil 352 hectáreas; 106 más 25 mil 293 hectáreas y 300 con más de 10 mil 117 hectá-reas.1 Este proceso de concentración de tierra, despojo y expropiación tuvo como contraparte la aparición de mendigos; es decir, los indígenas despojados muchos de los cuales se convirtieron en los peones “acasilla-dos” que trabajaban para el hacendado y se convertían

en esclavos de deudas impagables. Las condiciones de miseria y antihigiénicas en las que vivían los peones los hacía proclives a la tifoidea y otras enfermedades contagio-infecciosas.

El sector agropecuarioAunque en el sector agropecuario se registra un impor-tante avance en la producción de exportación dirigida al mercado estadounidense, su evolución, sin embargo, no fue homogénea, se desarrollaron entidades al norte del país asociadas a los enclaves exportadores las cuales se constituyeron en sistemas productivos “modernos”2. En el sureste, en cambio, las explotaciones en las hacien-das también exportadoras de los cultivos de henequén, caucho, café y azúcar en el centro, si bien pudieron re-presentar un proceso de modernización, este no fue uni-forme, la consecuencia fue la presencia de trabajadores vinculados a esas unidades productivas en condiciones prácticamente de esclavitud, otra vertiente fue que aque-

2. Algunos historiadores refieren que la producción en las haciendas se lle-vaba a cabo bajo métodos primitivos o rudimentarios y con un gran des-perdicio del uso de la tierra, lo cual alimentó un rezago en la moderniza-ción de la producción agropecuaria. Véase Alperovich y Rudenko.1. Citado por Alperovich y BT. Rudenko, pp. 26.

Los trenes fueron un factor sumamente importante en la Revolución.

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llos despojados de la tierra constituyeron un contingen-te de fuerza de trabajo desocupados, lo que favorecía una oferta que presionaba a la baja el pago de jornales. A través del tiempo y con el inicio de la restitución de tierras, la aparición de unidades productivas de subsis-tencia, productoras de maíz y frijol fue conformando otro segmento del sector agrícola. Es decir, la estrategia porfirista generó un moderno sector de agricultura co-mercial y de exportación y otro de pobreza, subsistencia y nula productividad, favoreciendo a la polarización del desarrollo del sector agropecuario.

El petróleoLa explotación petrolera, por su parte, fue en una pri-mera etapa (1900-1905) desarrollada por estadouni-denses, poseedores de grandes extensiones territoriales susceptibles de extracción. La principal zona de explo-tación fue el Ébano en Tampico,3 a través de la Mexi-can Petroleum Company y de la Huasteca Petroleum Company, esta última, entre las principales filiales de la industria petrolera texana. Se disponía de oleoductos, refinerías, tecnología avanzada, carros cisterna de fe-rrocarril y de la garantía de una demanda creciente por el sistema ferroviario, el cual también estaba en manos de inversionistas estadounidenses. Con el apoyo del llamado grupo de “científicos”, miembros del gabinete de Díaz y proclives a la inversión extranjera, los inver-sionistas estadounidenses obtuvieron concesiones muy favorables, como la exención de aranceles sobre impor-taciones de maquinaria y materiales, sólo pagaban el

impuesto del timbre. En 1904 se extraían mil 700 barri-les diarios; en 1905 se garantizaba un abasto de seis mil barriles diarios de combustible al Ferrocarril Central Mexicano, y otros para exportación a Estados Unidos. Para 1914, las empresas del consorcio del inversionis-ta Doheny, quien fuera vinculado con la Standard Oil Co., producía 15 millones 20 mil barriles de un total de 26 millones 235 mil; es decir; se había estructurado un fuerte monopolio de capital estadounidense.4

Ese monopolio paulatinamente fue mermado por la participación de inversionistas ingleses quienes a partir de 1907 iniciaron inversiones en las zonas de Veracruz y Salina Cruz, con la anuencia y apoyo de Díaz se cons-tituyó la empresa Mexican Eagle que posteriormente se llamaría “Compañía Mexicana de Petróleo el Águila” en cuyo consejo de administración participaban alle-gados y familiares del gobernante. Esta empresa, lide-rada por el inglés Pearson, logra sacar del mercado a la estadounidense Waters Pierce Co., controlada por Standard Oil Co., la cual ostentaba el monopolio de la venta de keroseno y ello le permitía establecer precios de 40 centavos por galón en el mercado interno, cuan-do en el internacional se cotizaban en 10 centavos. Asi-mismo, la maniobra de Díaz para diezmar el poderío estadounidense sobre el petróleo condujo al control de la compañía de Pearson de 58% de la extracción de petróleo. Durante el periodo revolucionario la indus-tria petrolera creció aceleradamente al igual que sus exportaciones. En años posteriores, entre 1915-1920 con la incorporación de la explotación del área de la Faja de Oro, la producción se quintuplicó hasta repre-sentar 23% de la producción mundial, sólo por debajo de la de Estados Unidos, con un precio creciente de 0.61 dólares en 1910 a 2.50 en 19205. Las ganancias de la industria petrolera fueron sujetas de impuestos, que insistentemente trataron de evadir las empresas extranjeras pagando grupos rebeldes que impedían la supervisión del Estado.

Ferrocarriles y comercioLa ferroviaria similarmente fue una actividad relevante en manos de extranjeros durante el porfiriato, a través de la cual se logra intensificar los flujos comerciales y se avanza en la integración del país de modo más acen-

3. En 1900, el estadounidense Edward Doheny adquirió 181 mil 305 hec-táreas de la hacienda Tulipo y en San Luis Potosí y Chapocao en área ale-daña.

4. Se afirma que en virtud de la presión de un grupo de intelectuales enca-bezados por el presidente del Instituto de Geofísica, el profesor Aguilera, de tendencias patrióticas, se llevó a consideración de la Suprema Corte la propuesta de Nacionalización de la industria petrolera. Pero se resolvió que las reservas petrolíferas del país no eran propiedad de la nación y que sólo mediante indemnización podía confiscárseles a empresas y particula-res. véase Zarauz Héctor.5. Ídem. pp. 113-114.

Explotación petrolera por las compañías estadounidenses.

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La economía en la Revolución Mexicana

tuado al norte. Las cifras dan cuenta que en 1876 el sector moderno de la economía disponía de 640 ki-lómetros de vías ferroviarias y logra una red de poco menos de 20 mil kilómetros al término del porfiriato. La ampliación de la red posibilitó el crecimiento de la actividad minera (minerales preciosos e industriales) y la expansión de un sector agrario moderno, al sur del país las explotaciones agrícolas de Yucatán, Chia-pas y Tabasco no disfrutaron de los mismos beneficios de comunicaciones. Otras ac-tividades en las que predomi-naba el capital foráneo fueron, telegrafía, telefonía y la gene-ración de energía eléctrica. La participación de capital nacio-nal era nula.

El auge del comercio exte-rior fue tanto por exportacio-nes como por importaciones, teniendo como principal socio a Estados Unidos, con quien se realizaba alrededor de 80% del intercambio. Algunas esti-maciones indican que durante el porfiriato las exportacio-nes crecieron 5.5 veces y las importaciones ocho veces las cuales se conformaron en una proporción mayor por alimen-tos, insumos industriales y bienes de consumo final no alimenticios, lo cual arrojaba permanentes déficit en la balanza comercial que eran cubiertos con créditos del exterior. El flujo comercial entre los dos países pasó de 63 millones de dólares en 1900 a 117 en 1910. En ese intercambio la plata era un producto estratégico para la exportación, la incidencia de los vaivenes de productos agrícolas y otros exportables era de menor magnitud, de tal forma que el saldo comercial corría en buena proporción con los altibajos de las cotizaciones del me-tal en el mercado internacional.

Además de la afectación del comercio exterior, por las variaciones de las cotizaciones internacionales de la plata, el impacto más peligroso lo ejerció sobre el sistema monetario interno, el cual se comportaba esta-cionalmente, entre enero y junio, la cantidad de circu-lante era mayor que de julio a diciembre, esto en razón de exportaciones derivadas del pago de dividendos y ganancias de las inversiones extranjeras en el país. Ese comportamiento estacional implicaba variaciones con-siderables en la cantidad de circulante y si eventual-mente se presentaban cambios en la cotización, los

efectos sobre la paridad y el nivel de precios resultaban perjudiciales a la economía, y en primera instancia se exportaba más plata.

La Comisión Monetaria y el sistema bancarioCon la idea de estabilizar las fluctuaciones monetarias, en 1902 se crea la Comisión Monetaria, la cual se en-cargaría de minimizar las variaciones en el circulante, de conocer el monto de inversión extranjera, su des-

tino espacial y por actividad económica. Algunas cifras que dan cuenta de tal inestabili-dad por ejemplo: en 1900 se exportó la totalidad de plata acuñada, entre ese año y 1903 se redujeron las reservas pú-blicas de 32 a 28 millones de pesos y las reservas de metá-lico bancarias lo hicieron en magnitud similar, el resultado global arrojaba una reducción de casi 10 millones de pesos.6 La astringencia monetaria se compenso con la emisión de dinero fiduciario, la cual se acompañó de una fuerte ex-pansión crediticia.

Finalmente, la resolución de la Comisión Monetaria fue

la adopción del patrón oro, el tránsito del uso de las moneda-plata a las moneda-oro causó reducción en la producción de plata entre junio de 1905 y junio de 1906. Posteriormente el precio de la plata se elevó, sus ventas al exterior fluyeron con velocidad y ello permi-tió eliminar plata de la circulación y constituir reservas en oro. Pero no se resolvió el problema de la circulación monetaria, lo cual el gobierno trató de aminorar me-diante la emisión de monedas fraccionarias en níquel y cobre en cantidades que resultaban insuficientes para las transacciones cotidianas de la población habituada al manejo del metálico, esto repercutió en la elevación de precios con ello la pérdida del poder adquisitivo de los salarios de los obreros y de los jornaleros. Debido a ese hábito en las transacciones y a que los billetes de curso forzoso se utilizaban principalmente en opera-ciones de crédito y transacciones cuantiosas, tanto el encarecimiento de la moneda para el pueblo, como la caída en salarios reales y condiciones climáticas des-favorables que condujeron a la pérdida masiva de las

6. Canudas, E. pp. 967. xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

En 1914 el sistema bancario se derrumbó.

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cosechas cerealeras en 1908, en el altiplano central y en el norte del país elevaron sustancialmente los precios de alimentos básicos y en virtud de la depreciación re-gistrada en la paridad cambiaria, se agregó un costo de importación elevado, consecuentemente la demanda cayó, lo cual contribuyó a la paralización de negocios y flujos comerciales.

La caída del precio internacional de la plata y su relativa es-casez en los primeros años de la crisis mo-netaria provocaron la devaluación del peso-plata, modificando los precios relativos de los intercambios con el exterior y el deterioro de la balan-za comercial. Así, en 1905 con la reforma monetaria y la adop-ción de la moneda-oro, ésta fluyó al exte-rior a través de dicho déficit, lo cual indujo la prohibición de re-importación de plata acuñada. Pero la crisis monetaria, y la depreciación cambiaria no fueron los únicos pro-blemas que en ámbito financiero enfrentó el gobierno de Díaz en los últimos años de su gestión

En el ámbito bancario, el país disponía de 27 ban-cos de emisión, tres hipotecario y uno refaccionario7, la legislación se modificó en varias ocasiones, con la in-tención de generar un flujo de crédito amplio para im-pulsar las actividades productivas en el país. La regla-mentación bancaria resultaría laxa y el otorgamiento de créditos discrecional. No obstante el gobierno otor-gó facilidades para la expansión crediticia, en 1900 las reservas metálicas de los bancos descendieron de 40.3

millones a 36.2 millones de pesos entre los meses de julio y septiembre, en agosto se registro una súbita fuga de capital por 4 millones de pesos que redujo el circu-lante y elevó los costos del crédito. En 1903 se repetía el fenómeno. A pesar de ello la expansión crediticia resultó muy dinámica y entre 1901-1902 y posterior-mente el lapso 1907-1908, el otorgamiento de créditos

bancarios irrecupe-rables generó un cli-ma de desconfianza, lo que se acompaño de la insolvencia de productores agrícolas debido a la pérdida de cosechas de 1908.

Para 1914 el siste-ma bancario se había derrumbado; entre 1915-1916 no había autoridad financiera. No sólo se presen-taba el problema de convertibilidad de las monedas emitidas por los Estados; du-rante la lucha de fac-ciones, cada facción

emitía sus monedas las cuales eran aceptadas en sus áreas de influencia, pero si por alguna razón se perdía una plaza la moneda dejaba de ser útil para el cambio, y era sustituida por la moneda de la facción triunfan-te. Se estima que la emisión realizada por los Carranza ascendió a 647 millones de pesos, pero también se emi-tieron en áreas de influencia de esta facción implanta Es con Carranza cuando se inicia el restablecimiento de la autoridad monetaria, al término de la guerra de facciones, se estabiliza el tipo de cambio y el crecimien-to de precios se modera.

La RevoluciónEl liberalismo económico adquiere nítida expresión en el periodo del porfiriato, bajo ese esquema el impulso a la economía de mercado respaldada en capital ex-tranjero y privado nacional, una estructura productiva cuyas ramas de actividad buscan integración vertical y concentración; también se sustenta en la miseria, discri-minación y exclusión de importantes segmentos de la población en los ámbitos económico, social. El ambien-te político durante el último tramo del periodo puso de manifiesto la profundización de las contradicciones de la élite política y divergencias con el exterior. Lo ante-

7. El sistema bancario durante el porfiriato fue incipiente, tuvo un creci-miento desordenado, muy poco regulado, la regulación se ejercía casuísti-camente. En 1883 con modificaciones a la Constitución Política, permiten al Congreso sancionar el Código de Comercio vigente desde 1863 y con esa reforma se incluía a la actividad crediticia. En 1884, después de la llamada crisis de “níquel” (sustitución de pesos-plata por monedas de níquel en la gestión de M. González) se efectúa otra reforma al Código de Comercio que marca el inicio de la legislación bancaria e implanta las características de las concesiones y restricciones para el establecimiento de bancos y emi-sión monetaria, asimismo, se ampliaron las garantías de metálico para la emisión de dinero fiduciario. La concesión al Banco Nacional de México le otorgó exclusividad para emisión lo cual se sujetó a la contraprestación de servicios al Estado como su agente financiero. Hasta 1897 se expide la Ley General de Instituciones de Crédito. Véase Canudas Enrique, pp. 958-963.

La Revolución dio pauta a la reorganización social.

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La economía en la Revolución Mexicana

rior confluye al inicio del movimiento revolucionario, dando cause en su primera fase a las movilizaciones anti reeleccionistas, a la llegada de Madero al poder, al movi-miento contrarrevolucionario de Huerta, a la guerra de facciones, estrategias de pacificación, a una continuada inestabilidad política con énfasis en los años de sucesión presidencial y cerrando el círculo a la guerra cristera y posteriormente a la transición a gobiernos civiles.

La revolución dio pauta a la reorganización de facto-res de producción, tierra, trabajo y capital bajo normas jurídico-institucionales plasmadas en la constitución de 1917 que, sin embargo, no evitan la polarización en la agricultura, pero inducen una recomposición del valor de la producción sectorial, así como nuevas rela-ciones laborales y estrategias gubernamentales nacio-nalistas que se consolidarían en los años posteriores a la reconstrucción económica.

Igualmente, cambios institucionales encausados por la revolución permitieron una nueva relación en-tre el Estado y los grupos de poder y con la sociedad en conjunto, la constitución de un grupo en el poder con nuevos actores políticos, muchos de ellos habían sido desdeñados por el régimen de Díaz, que dieron un viraje a la construcción del Estado moderno mexi-cano, redefiniendo sus funciones en el ámbito econó-mico, que nos llevan a través del tiempo desde políticas gubernamentales muy activas hasta prácticamente su desistimiento como promotor de desarrollo en los últi-mos 20 años. En el terreno social esos cambios logran una cohesión de los diversos grupos sociales vinculada a estructuras políticas que emanan del proceso revo-lucionario. Así, en la década de los 20 se establecen las bases del modelo económico inserto en el desarrollo de un capitalismo moderno, durante la siguiente década se implementa el Estado de Bienestar, el corporativis-mo y el clientelismo partidista y en los decenios 40 a 70 el llamado “Milagro Mexicano”.

El Estado posrevolucionarioEl régimen posrevolucionario enfrentó problemas de organización social, la existencia de caudillos, la pre-sencia y pertenencia a extranjeros de sectores indus-triales claves para el desarrollo nacional independiente. La implementación de un solo partido como un único planteamiento de oferta política; como proyecto de nación, parte del corporativismo estatal, la impostura partidista y la postura ciega a un desarrollo orientado hacia el mercado interno.

Coyunturas favorables como la primera y segunda guerras mundiales dotan a la nación de recursos finan-cieros suficientes para promover un Estado fuerte. El

término de los cacicazgos y la organización social del tra-bajo y la producción pertinentes a la modernización de la planta productiva nacional, otorgan al país paz social, bienestar y crecimiento con estabilidad a largo plazo.

El Estado posrevolucionario mexicano nace hacia 1920, conformándose por los grupos fundamentales del proceso revolucionario, que integraban una clase media distinta al grupo carrancista social política e ideológica-mente, sin lazos con el antiguo régimen, cuyo poder y legitimidad se sustento en las alianzas con grupos popu-lares, pero no tuvo la cualidad de democrático sino de autoritario aunque su identidad fue nacionalista.

La reconstrucción del México posrevolucionario fue relativamente pausada pero constituyó la cimien-te de un vigoroso desarrollo económico ulterior en el país, de la reconstitución del tejido social y del desarro-llo y fortalecimiento de institucional.

El reconocido historiador Tannenbaum8 afirma que el movimiento revolucionario mexicano trajo consigo la disminución del tutelaje extranjero para la solución de problemas internos, que a través del constituyente de 1917, se expresaba un autodescubrimiento de México y el nacimiento de un nuevo pueblo con su propio lugar e influencia en el mundo. Aunque la reducción del tutela-je es un aspecto controvertido por otros historiadores y economistas, parece existir consenso en que la constitu-ción de 1917, ciertamente estableció cimientos para la organización de la producción en la época posrevolu-cionaria, por ejemplo, la declaratoria de los derechos de propiedad de la nación sobre las riquezas del suelo, sub-suelo y aguas territoriales; la prohibición de latifundios; las garantías individuales, los derechos y organización de los trabajadores, para garantizar una vida digna a los pobladores del país. En materia de organización política la prevalencia de los tres poderes, ya establecidos en la constitución de 1857, el ejecutivo, el judicial y el legisla-tivo organizado bajo un esquema bicameral, el fortaleci-miento del federalismo, la creación del municipio libre y la no reelección. Así la constitución del 17 perfilaba la presencia de un Estado de bienestar que se fundamentó institucionalmente y que con más o menos dilación dio curso a las demandas apremiantes de grupos que parti-ciparon en la revolución.

La distribución de la tierra se ejerció lentamente, si bien con Carranza se emite la Ley Agraria del 6 de enero de 1915, el proyecto agrario como eje rector de la Constitución, como lo había concebido Zapata, fue desechado. Algunos estudiosos del sector agrario afir-man que “Las leyes agrarias sirven más para aislar y

8. Citado en Womack J., pp. 405.

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contener los movimientos agraristas que para resol-ver el problema agrario, de hecho mucho del reparto de tierras se les dio a sus antiguos dueños, se sostiene que Carranza más que repartir la tierra, se dedicaba a devolverla.”9 Sin embargo, el reparto agrario se efec-tuó de a poco en las gestiones de Obregón y Calles en mayor medida, pero fue hasta el periodo cardenista cuando el reparto adquiere relevancia asimismo el for-talecimiento del ejido y la propiedad comunal.

La relación de los go-biernos posrevoluciona-rios con el capital extran-jero se modificó a la luz de la constitución de 1917, se acotó su participación, se nacionalizan actividades económicas cuyo control se consideraba necesario para el bienestar de la ma-yoría de la población y se promovía la participación del Estado en aquellas actividades en las que la empre-sa privada no tenía posibilidad de desarrollo. En los primeros años de la década de los 30, el gobierno crea una empresa petrolera como táctica para desplazar a las compañías petroleras extranjeras de su posición predo-minante. El plan sexenal de 1934 reafirma la política de insistir en la nacionalización de las actividades de mine-ría y la electricidad a fin de subordinar el capital extran-jero a los requerimientos de la economía del país.

La actividad manufacturera al igual que en el porfi-riato gozó de un trato fiscal preferencial y un conjunto de estímulos y disposiciones tendientes a la protección de la competencia del exterior y a su consolidación como abastecedora del mercado interno.

El primer gobierno posrevolucionario fue encabe-zado por Obregón quien se dio a la tarea de sentar las bases de la reconstrucción del país, avanzó ligeramente el reparto agrario, en la emisión de leyes reglamenta-rias de la Constitución; firmó el Tratado de Bucare-li, el cual fue un tratado de amistad y comercio con Estados Unidos que replanteaba la aplicación del 27 constitucional; crea la secretaría de educación pública, desarrolla campañas intensas de alfabetización. Intenta reelegirse sin éxito y es asesinado.

Le sucedió Calles, quien afronta la reconstrucción mediante la capitalización del sector agrícola, (obras de irrigación, financiamiento y el uso de tecnologías) emite

un conjunto de normas y reglamentaciones mediante la creación de la Comisión Agraria, Bancaria, de Caminos y la de Irrigación. Crea el Banco de México, el de Crédi-to Agrícola.10 Progresa la corporativización de la clase obrera otorgando apoyos a la Confederación Regional Obrero Mexicana. Su afán estatista le llevó a confrontar al clero en la guerra cristera entre 1926 y mediados de 1929, cuya conclusión se debió a un acuerdo en el que

convino la iglesia respeta-ría las disposiciones guber-namentales, se abstendría de intervenir abiertamente en política. En dicho año queda formalmente cons-tituido el Partido Nacio-nal Revolucionario (PNR) conformado por partidos regionales fue el encargado de organizar las elecciones de 1929 y evitar fracciona-mientos políticos que con-dujeran a nuevos brotes de

violencia, pacificar al país y ordenar la vida social y po-lítica de la nación fueron objetivos de esta organización política la cual representó una nueva forma de aglutina-miento. La corporativización de la clase obrera es utili-zada para romper el predominio del capital extranjero en actividades sustantivas para la economía. Durante su gestión asumió las consecuencias negativas para la eco-nomía de la depresión del 29 y una relación tirante con Estados Unidos.

Los años 30En la década de los años 30 continuó la creación y con-solidación de instituciones y el establecimiento de regu-laciones para fortalecer el desarrollo económico social y cultural del país. La Creación de la Confederación de Trabajadores de México, (CTM), la Confederación Na-cional Campesina (CNC) se sustituyó al PNR por el Par-tido de la Revolución Mexicana (PRM) que a diferencia del PNR se integró por sectores obrero, campesino, po-pular y militar y tuvo la función de mediar entre los diferentes grupos políticos que posibilitara tiempos de paz social y con ello el desarrollo de nuevas inversiones el crecimiento económico del empleo y bienestar de la población. En todos los ámbitos de actividad se crearon instituciones, en el de salud y seguridad social, educa-ción e investigación, financiero y de fomento. Se conso-lida un estado promotor, regulador, inversor que detenta

9. Warman, pp. 148-212. xxxxxxxxxxxx 10. Véase Aboites Luis, pp.262-270. xxxxxxxxxxxx

En los años 30 se crea la CTM.

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La economía en la Revolución Mexicana

la producción de actividades estratégicas y posibilita la modernización económica, bajo reglas claras para los diferentes agentes económicos.

La consolidación de instituciones del Estado fue sin duda el ordenamiento en el que la economía y la socie-dad apoyaron el crecimiento prolongado con cohesión social y estabilidad política.

A partir de la década de los años 80 el entorno inter-nacional se modifica y se cuestionan las políticas activas gubernamentales, por crecimiento hiperinflacionario lo que induce una progresiva limitación a dichas políticas para dar lugar a una más “eficiente asignación de recur-sos” a través del mercado. En la práctica, las recomen-daciones que han inducido esa idea se concretaron el la liberalización y desregulación económicas. Sin que ello signifique ni mayor eficiencia productiva, ni crecimien-to de la competitividad, ni mayores tasas de crecimiento del empleo, ni reducción de los niveles de pobreza, ni mayor eficiencia gubernamental, ni avances sustantivos en la investigación, tecnología y educación.

Es evidente que no se han dimensionado cabal-mente las limitaciones del mercado como medio de asignación eficiente, esta idea ha contribuido a debi-litar instituciones del Estado y al propio Estado, de-jando espacios libres a grupos que lesionan el interés de la nación y desdibujan su rumbo, que debiera ser hacia un progreso con equidad capaz de responder a las necesidades de la población. Lo avanzado en ma-teria de política social y rectoría económica se diluyó y ni el mercado ni las instituciones han sido capaces de dar soluciones, se mantiene la ilusión de que mayor apertura económica mayor desregulación e inversión extranjera contribuirán a generar tasas de crecimiento del producto más elevadas. Cuando lo que este país re-quiere es una discusión profunda sobre la mejor forma de refuncionalizar al Estado. Un ambiente globalizado no es sinónimo de un Estados debilitado, es un reto para que las economías nacionales se fortalezcan y se ubiquen de manera ventajosa en este ambiente global. La fortaleza de las instituciones del Estado será garan-te de una mayor seguridad pública, de un crecimiento económico sustentable y de una mayor equidad.

A 100 años de la revolución, la riqueza que nos muestra la historia de México, pletórica de aconteci-mientos aleccionadores, nos da pauta para construir mejores instituciones a favor del país y aquí la respon-sabilidad de la clase dirigente.a

Lina Reyes es académica de la UNAM.

Bibliografía

Aboites Luis en Nueva Historia Mínima de México, Ed. Colegio de México, México 2008.

Alprovich y Rudenko, La Revolución Mexicana 1910-1917 y la Política de Estados Unidos. Ed. Cultura Popular, México. 1973.

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Regresos a la Revolución narrada

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Por José Ramón Ruisánchez

No digo que no haya una historia de la cultura mexicana en el siglo XIX, sino que resulta difícil relatarla mes por mes.

Creo que la verdad sobre cualquier hecho histórico no está en la objetividad imposi-ble que la escritura de la historia intentaba fingir, sino en el extremo contrario, en la li-bertad de las ficciones a las que el aconteci-

miento obliga a la literatura. La verdadera pregunta ge-nerada por la Revolución (o mejor: las revoluciones de la revolución) no fue qué contar, sino cómo contar esto. Las respuestas son tan variadas, tan ricas, que hablar de

una novela o una narrativa de la Revolución Mexicana es una injusticia crítica. Peor: esta injusticia nos empobrece. Nos hace pensar que todas las ficciones de la Revolu-ción Mexicana son semejantes e inferiores a Los de abajo que Mariano Azuela (1873-1952) escribe en 1915. O bien semejantes e inferiores a La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán (1887-1976) publicado en Ma-drid en 1929. Basta comparar estos dos libros para comprender el enorme rango estético y temático de lo que comparte un solo nombre.

La propuesta de estas páginas es regresar a obras individuales desde los placeres especí-ficos que deparan para el lector del siglo XXI. Esto es, dejar finalmente a un lado la obligación de parecerse.

I: CartuchoJorge Aguilar Mora dice que los años comprendidos en-tre 1916 y 1920 son, a caso, los más obscuros en la casi ininterrumpidamente violenta historia del estado de Chihuahua. Cartucho (dos ediciones: 1931 y 1940) de Nellie Campobello (1900-1986) se ubica precisamente en esos años de extrema violencia. Su mérito no es na-rrarlos desde el tremendismo sino desde la ternura y, muchas veces, incluso desde la felicidad:

Un día, después de comer, me fui corriendo para con-templarlo desde la ventana;

ya no estaba. El muerto tímido había sido robado por alguien, la tierra se quedó

dibujada y sola. Me dormí aquel día soñando en que fusilarían otro y deseando

que fuera junto a mi casa.El muerto es un juguete, un paisaje, parte integral de

la vida niña de quien narra. Los fusilamientos, las ba-tallas, los sitios y cambios del poder en Parral son los meros hechos que forman el entorno de la infancia. Pero hay que agregar que no es la niña quien cuenta, sino la mujer adulta, después y lejos, recordando, recordándo-se. La mujer adulta que ha cobrado conciencia de que lo que gozó de niña fue en realidad, terrible. Así, el nombre de lo que brilla en Cartucho es la verdad: la combinación entre el saber y el haber vivido, entre lo meditado y lo que pasó por el cuerpo. Y la verdad se reconoce en la manera en que hace brillar ciertas palabras:

Como a las tres de la tarde, por la calle de San Francis-co, estábamos en la piedra

grande. Al bajar el callejón de la Pila de Don Cirilo Reyes, vimos venir unos soldados con una bandeja en alto; pasaban junto a nosotras, iban platicando y

riéndose. “¿Oigan, qué es eso tan bonito que llevan?” Desde arriba del callejón

podíamos ver que dentro del lavamanos había algo co-lor de rosa bastante bonito. Ellos se sonrieron, bajaron la bandeja y nos mostraron aquello. “Son tripas”, dijo

el más joven, clavando sus ojos sobre nosotras a ver si nos asustábamos; al oír,

son tripas, nos pusimos junto a ellos y las vimos; esta-ban enrolladitas como si no

tuvieran punta. “¡Tripitas, qué bonitas!, ¿y de quién son?”, dijimos con la

curiosidad en el filo de los ojos. “De mi general Sobar-zo –dijo el mismo

soldado– las llevamos a enterrar al camposanto.”Alguien escribe de tal modo que desaparezca el es-

fuerzo de la escritura y aparezca el habla. Hay un placer

A Michelle Gama

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intenso al poder oír estas voces de la calle, esto que es demasiado pequeño para que la historia sepa rescatarlo y que, sin embargo, es el corazón mismo de lo que la historia misma debería preservar.

Cartucho no es un libro totalizante: sus personajes vienen y van, muchos de sus personajes sólo apare-cen, como en García Márquez muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, sólo brillan desde la muerte, unos instantes. Pero precisamente eso, su natu-raleza fragmentaria, lo hace tan atractivo al leerlo hoy: Campobello resulta emocionantemente actual ya que abre en su obra el espacio para el lector, un espacio no detectivesco, en espera de una respuesta, sino abierto, que invita a oír y ver la Revolución como esencialmente incomprensible.

La mejor edición de Cartucho es la de ERA.

II.- El águila y la serpienteMás que sus obras perfectas, como la ya mencionada

Muerte del caudillo o sus inolvidables Muertes históricas –de Porfirio Díaz y Venustiano Carraza, me gusta más el Martín Luis Guzmán un tanto excesivo de El águila y la serpiente (1928), excesivo y capaz de acumular episo-dios cuya dispersión es su verdad. Episodios que, como La fiesta de las balas, pueden ser leídos por separado porque cierran sobre sí mismos de manera impecable. Pero en su acumulación en su dispersión remiten a la verdad caótica de la Revolución vivida.

Un ejemplo que se ha trabajado menos que otros ca-pítulos memorables de El águila y la serpiente:

Cuando regresamos a la estación, el motor estaba listo para salir. Buelna y yo

nos instalamos en el asiento de atrás. En medio, al al-cance de las llaves y las

palancas, se colocó el motorista; a su lado, el asistente del general; adelante, los

dos oficiales.Ya íbamos a partir, cuando noté que no llevábamos

luces.–Oiga usted –le pregunté a Buelna–, ¿pero vamos a ir

sin luz? –Por supuesto –respondió.–Muy bien –le repliqué–. Sólo debo advertirle una

cosa: de aquí a Hermosillono queda en pie ningún puente; me refiero a los gran-

des y a los medianos; atrechos la vía está tendida sobre las escarpaduras de

las barrancas y los cauces delos ríos. Algunos de esos shoe-flies son terribles.–Eso no le hace –respondió Buelna–. Igual está la vía

de Culiacán a Cruz de Piedra, y así hemos venido.

Pero, de todos modos, nunca está de más una precau-ción.

Y luego agregó, dirigiéndose al asistente:–A ver, hijo: saca la linterna y amárrala lo mejor que

puedas delante delmotor. (307)El libro está lleno de trenes fallidos, lentos, poten-

cialmente mortales; los trenes orgullosos del positivis-mo porfirista traicionados por el país inestable en el que corren. En este caso, la máquina, apenas un armón con un motor adaptado, dispuesta a correr por una vía destrozada, concentra el movimiento mismo de la novela: a toda velocidad y a oscuras, con una lucecita endeble y alguien tratando de penetrar las tinieblas de lo que viene para intentar guiar las maniobras. Eviden-temente el “motor de vía” acaba volando por los aires, saliéndose del curso previsto. Y así la Revolución, la novela misma: contra el surco de la historia lineal y su progreso inevitable, contra el surco mismo de la nove-la que se hizo anteriormente y que se siguió haciendo muchos años, esta máquina veloz y desesperada que corre en medio de la noche.

En esta novela aparecen grandes momentos de la Historia: como la Convención de Aguascalientes; y figu-ras, central e inolvidable es Villa, pero nunca cristalizan en una versión definitiva, y en esa medida, verdadera.

El águila y la serpiente se puede leer en el primer tomo de las obras completas de Martín Luis Guzmán, publicadas por el Fondo de Cultura Económica.

III.- Ulises criolloJosé Vasconcelos (1882-1959) publica en 1935 el Ulises criollo, el primero de los cuatro volúmenes de sus me-morias (La tormenta, El desastre, El proconsulado). El momento de la escritura es cuando pierde la elección presidencial y sale al exilio. Lo dice de manera explícita: se trata de una cura. Gracias a esto, a que no está tratan-do de escribir, sino de contemplarse en su verdad.

El primer tomo de estas memorias –que va desde los primeros recuerdos de infancia hasta la muerte de Ma-dero– comparte el encanto de la evocación de la infan-cia con Cartucho y radicaliza el gozo de la inestabilidad que ya aparecía en El águila y la serpiente. Durante mu-cho tiempo, Vasconcelos ha sido leído como un autor de enorme potencia y pasión, pero al que se le reprocha un estilo descuidado. Creo que si bien su estilo puede resul-tar poco feliz en sus textos filosóficos, en cambio, en sus memorias revela una enorme fidelidad a las maneras en que funciona la memoria. A su capricho.

Como ejemplo me gusta regresar a la escena en que el joven Vasconcelos visita la tumba de su madre:

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Regresos a la Revolución narrada

Inmediato a estas sepulturas había un túmulo recien-te, todavía sin lápida y con sólo una cruz provisional de madera. Frente a él me detuve. Una fría, terrible seque-dad me embargaba. Incapaz de hallar juicio estuve no sé cuánto tiempo:

primero, de pie: después, sentado sobre la tierra to-davía sin macicez. Durante meses me había acosado el deseo de acercarme a la tumba amada y ahora me falta-ba la ternura.

La ternura, la emoción en tanto parte del luto deben trabajarse, no se producen solas. Este trabajo de triste-za, este dejarse conmocionar es dejarse momentánea-mente ser otro y luego romperse de nuevo. Revivir a quien murió para dejarse sentir de nuevo la carencia. Este trabajo lo realiza Vasconcelos orando: “Con el rezo empezó a deshacerse mi hielo interno y advertí la emoción que nos devuelven las cosas por donde ha pasado lo que amamos. Y ya no por lo que allí estuvie-se de ella, sino por lo que ella misma desechara”. Lo desechado no es sólo su ropa, sus huesos, sino él mis-mo; al decir las palabras aprendidas junto a la madre, al dejarla decirse a través de su boca, Vasconcelos la deja partir, comienza su trabajo de duelo.

A partir de entonces, cuenta Vasconcelos “Mi visita al cementerio se había hecho cotidiana: me gustaba sentar-me a pensar entre las cruces. Buscando por el rumbo de la vega, juntaba unas cuantas flores silvestres, mirtos mora-dos y margaritas fúnebres: colocaba mi ofrenda a los pies del túmulo y en seguida divagaba”; es el camino natural de regreso del luto, el trabajo físico del regreso paga de algún modo la liberación mental que le permite a Vascon-

celos estar en el cementerio para estar en otra parte. Pero en este caso su visita sufre una transformación más:

Después de la comida del mediodía y antes de salir para su oficina, me habló una tarde mi padre. Esta-ba apesadumbrado, él tenía la culpa por no haberme llevado, como era su deber; le dolían tanto semejantes ocasiones que prefería evitarlas; ahora veía que había hecho mal… Un conocido le informó que había visto en el cementerio mis flores y deseaba advertirme: no era ésa la tumba, sino precisamente la de al lado… Si yo quería, el informante me acompañaría para mos-trármela, pero no era necesario; yo encontraría las flores ya cambiadas por la mano amiga.

Si algo caracteriza al personaje del Ulises criollo y si algo conmueve cuando lo rememora su narrador es el hecho de estar permanentemente desubicado: cuando mue-re su madre, en Piedras Negras, él está en la ciudad de México; cuando le lleva flores al cementerio, las deja en la tumba equivocada; cuando logra encontrar al médico para su hermano, éste ya ha muerto; es un seguidor de Madero que, a pesar de tener acceso a Palacio Nacional la semana de su cautiverio, no logra rescatar al líder que representa el posible ascenso de su clase y generación. Pero esta marginalidad, esta descolocación, es precisa-mente una mirada crucial porque reside en su incerti-dumbre en vez de temerla.

El FCE ha reeditado las memorias de Vasconcelos en dos tomos. Ulises criollo aparece en el primero.

IV.- PosdataApenas me queda espacio para recomendar con entu-siasmo otros títulos de este ciclo: son imprescindibles Se llevaron el cañón para Bachimba y ¡Vámonos con Pancho Villa! de Rafael F. Muñoz, ambos publicados original-mente en 1931 y reeditados con brillantísimos prólo-gos de Jorge Aguilar Mora por ERA. También me gusta mucho Tropa vieja (1931) de Francisco L. Urquizo. Fi-nalmente, Pedro Páramo que en 1956 cierra de manera absolutamente genial las narrativas de la Revolución ya que aprovecha de manera brillante las posibilidades que creó la generación de Azuela, Campobello, Guzmán y Vasconcelos, clausurándolas, ya que en su novela, la Re-volución está en otra parte. No en lo narrado, sino en la manera de narrar. a

José Ramón Ruisánchez es escritor, se dedica de tiempo completo a las letras: en la Universidad Iberoamericana, donde investiga y da clases, hace crítica y divulgación en diversos medios.

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El son y el corrido fueron ritmos característicos de la Revolución Mexicana.

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Por Nicolás Santos

La música en la Revolución Mexicana y sus repercusiones en la actualidadLas raíces, las influencias y los demás ritmos que hoy hacen de nuestra música una tradición.

Será bueno iniciar nuestro artículo, señalan-do que existen dos grandes corrientes poéti-co musicales con raíces españolas (traídas a México durante el largo proceso de coloniza-ción) y que conforman la tradición y el gusto

popular mexicano: El son y el corrido. Ambas se han enraizado como una forma de expresión del sentimien-to de una nación, que al irse conformando dejó en éstas expresiones musicales su propio sentir nacional.

El son tiene tres variantes o corrientes: a) el hua-pango huasteco, b) el son de Tierra caliente (en gene-ral la zona de occidente, lo que hoy conocemos como música de mariachi), y c) el son que se desarrolló en el Golfo de México: el son jarocho, que bifurca también en el mismo golfo hacia el Istmo, (Oaxaca y Tabasco), en la zona del Sotavento y que se desarrolló bajo la impresio-nante forma de la fiesta del “Fandango” en Tlacotalpan, Veracruz.

En esta fiesta musical y poética hasta hoy en día se realizan competencias de ingenio e inteligencia poética sobre la bella expresión de “la décima” que a mi juicio es el género popular que más alto desarrollo poético ha alcanzado en sus letras.

De corridosCon relación al “Corrido”, comentan las fuentes ofi-ciales sobre el tema, que el Corrido mexicano es una forma musical popular (sobre todo literaria), que se desenvuelve en el ámbito y área cultural mestiza que nació a mediados del siglo XVIII y que se difundió fá-cilmente en el gusto del pueblo, el Corrido mexicano se deriva del Romance español, una forma popular na-rrativa y poética con estructura musical muy simple y de origen europeo. Recordemos que ya desde la edad media existía la tradición de contar historias o narrar acontecimientos históricos acompañados con música y en los cuales también se contaban las hazañas y amoríos de los caballeros de la época. Esto ocurría en los cru-ces naturales de caminos comerciales o peregrinaciones masivas. La vida económica de estos cruces dio lugar a actividades que acrecentaron los asentamientos para establecer ciudades. En estos lugares era donde llega-ban los Bardos y los Juglares; de paso comento que es importante ya no confundir a estos personajes con los “Trovadores” quienes también fueron músicos- poetas pero no de carácter popular sino más bien aristocrático. Los trovadores y los troveros desarrollaron su arte en las

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cortes y castillos de los siglos XII y XIII y contribuyeron enormemente a la creación y desarrollo de lo que cono-cemos ahora como “canciones de amor”.

Así pues (como en la antigüedad), el corrido popular, narra acontecimientos de distintos periodos de la his-toria de México, teniendo su mayor auge y desarrollo durante la Revolución mexicana pues en este periodo el corrido (aparte de animar las noches de descanso de los combatientes) sirvió para propagar noticias, hazañas de personajes o simples acontecimientos triviales.

Ya teniendo claro que la forma musical y literaria tie-ne como fuente principal el Romance español y se deriva de él, agregamos que su forma más conocida desde sus orígenes consiste en:

Un saludo y presentación del cantor y prólogo 1. de la historia

Desarrollo de la anécdota2. Moraleja y despedida del cantor3. Debe tener cuartetas compuestas por oraciones 4.

de ocho sílabas (octosílabos) que es su forma métri-ca más desarrollada por las acentuaciones naturales de la lengua española.

Es acompañado básicamente por una guitarra.5.

Ya durante la Revolución el corrido mexicano se fue desarrollando casi por gene-ración espontánea; es decir, creaciones populares de au-tores anónimos. Hay corridos con temas amorosos, crónicas de sucesos naturales y, desde luego, relatos de hechos his-tóricos que vienen desde los días de la Independencia has-ta la conclusión de la Revolu-ción mexicana, pasando por los episodios conocidos con el nombre de la Reforma cuan-do aparece la figura gigante de Benito Juárez y la exóti-ca y controvertida figura del emperador Maximiliano. Me-diante el corrido el pueblo recoge, difunde y perpetúa las noticias que le afectan o impresiona, cantándolas en verso asonantando (de ocho sílabas generalmente como ya dijimos). Los ejemplares vivos más antiguos del co-rrido son versiones transculturadas de romances espa-ñoles o leyendas europeas, relativos sobre todo a amores desgraciados o sublimados, así como a temas religiosos. Éstos, que incluyen (entre otros) La Martina y La Delga-dina muestran las mismas pautas estilísticas básicas que

la mayoría de los corridos posteriores tiempo de 3/4 y composición literaria en “verso menor”; es decir, versos de ocho o menos sílabas fonéticas, agrupados en estrofas de seis o menos versos.

El corrido como medio de comunicaciónFue hasta la guerra de Independencia y de ahí a lo largo de la Revolución Mexicana (1910-1921) y las revueltas religiosas o caciquiles (la guerra de los Cristeros) (1926-1934) originadas por el nuevo orden político, que el gé-nero prosperó y adquirió los conocidos tonos “épicos” que tanto se resaltan, así como la estructura narrativa en tres instancias antes mencionada, produciéndose el grueso de los ejemplares vivos, que se refieren a líderes revolucionarios, religiosos o populares, así como sus hechos. De lo anterior deducimos fácilmente que hasta el arribo y consolidación de los medios electrónicos de comunicación masiva (mitad del siglo XIX), el corrido fungió en México como un medio informativo y educa-tivo de primer orden, incluso con fines subversivos de-bido a su simplicidad lingüística y musical, apropiadas para la transmisión oral. Pero tras popularizarse el radio y la televisión, el género ha evolucionado hacia un nuevo estado, aún en proceso de desarrollo.

La expresión popular en México en general y en este caso del corrido en particular, no se puede entender sin

un factor histórico clave: la publicación de estas expresio-nes en la forma de “cancione-ro”. En efecto nadie asocia un fenómeno tan importante en la difusión de la música po-pular como la publicación de los cancioneros, se trata de un factor que no sólo difun-dió esta tradición sino que además determinó un gusto. Aunque la publicación es sólo uno de varios factores que for-maron una opinión y gusto sobre muchos aspectos socia-les del México pre- Revolucio-

nario y durante la revolución misma. Al hablar de la publicación de rasgos populares con orientación social estamos hablando desde luego de dos personajes históricos clave: el editor Antonio Vaneas Arroyo y al grabador (impresor) Guadalupe Posada (fa-moso por sus grabados sobre las “Catrinas”. Estos per-sonajes coincidieron con la dictadura de Porfirio Díaz y los primeros años de la Revolución mexicana. A Posa-da correspondió ilustrar los corridos de lo mártires de Veracruz, Demetrio Jáuregi, Madero y Zapata en estos

El corrido era un medio de comunicación.

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La música en la Revolución Mexicana

corridos sus grabados expresaron el espíritu de lucha de la revolución. Publicar, caricaturizar e ironizar es una tradición cultural que llega hasta nuestros días en las figuras de Rius, Naranjo y el Fisgón, por mencionar sólo a los más renombrados y que además han hecho “escue-la” en la caricatura política en México. Esta escuela se fundamenta en el punto de vista político subversivo y de crítica anti-oficial; una toma de posición ideológica clara y valiente. De esta tradición de crítica social que busca no sólo difundir sino además crear opinión surgen los cancioneros populares (los cuales difundían las letras de las canciones de la revolución), éstos eran formas de “propaganda”. Es importante dar seguimiento a la voz de Eduardo Guerrero y después (ya de una forma más ofi-cializada en la venta callejera en forma de cuadernillos (alrededor de 1907) la edición del El Ruiseñor yucateco con canciones recopiladas por Juan Ausucua. Hacia 192 apareció el primer (y famosísimo) Cancionero Picot.

Con la consolidación del “Presidencialismo” (orden político instituido tras la Revolución mexicana) y el éxito de los medios electrónicos de comunicación ma-siva, el corrido perdió mucho de su papel informativo, volviéndose, por una parte, un ingrediente del culto folclorista y, por otra, en la voz de los nuevos subversi-

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Las ilustraciones representaban escenas de la vida cotidiana.

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especial

vos: trabajadores oprimidos, productores y traficantes de drogas; activistas de izquier-da, campesinos emigrantes (sobre todo a Estados Uni-dos). Esta vertiente es la con-siderada por los académicos la etapa “decadente” del gé-nero, que tiende a borrar las características estilísticas y estructurales del corrido “re-volucionario” o tradicional, sin mostrar aún una pauta clara o unificada de evolu-ción. Esto es representado sobre todo por el “narcocorri-do”; canciones dedicadas a figuras relacionadas con el narcotráfico, muchas veces ordenadas y pagadas por ellos mismos a músicos y compositores.

A continuación incluyo algunos aspectos sobresa-lientes de la conferencia “La música y la revolución”, del maestro Juan José Escorza, (investigador del CENIDIM) invitado por la corresponsalía del Seminario de Cultu-ra Mexicana de San Francisco del Rincón, dentro del marco del Bicentenario de la Independencia de México y Centenario de la Revolución Mexicana, Escorza nos comenta que, “…si bien para los porfiristas eran “de mu-cho mundo” los valses y todo lo europeo, para el pueblo en general las noticias y novedades de las batallas de la Revolución se cantaban por los corridistas, género que llevaba varios años de florecer en México.

Los corridistas eran voz propia, tal como los trovado-res de antaño que daban los pormenores de la cotidiani-dad. Se sabe que incluso Zapata o Villa se hacían acom-pañar de su propio corridista que, además de entretener a los guerrilleros, los informaban de las novedades.

En esa época el repertorio de corridos, “bolas” y de-más no se hizo esperar y las canciones se imprimían y se vendían para que se interpretaran en todos lados.

Cualquier acontecimiento daba pie a composiciones de distintos cortes: desde chuscas hasta las dramáticas, muestra de la tremenda inventiva del pueblo, que se daba vuelo.

A pesar de los balazos, el amor no quedaba de lado y el repertorio alrededor del tema fue también sustan-cioso. De hecho toda la revolución se encuentra descri-ta batalla por batalla y hecho por hecho en los corridos revolucionarios. Paralelo a esto cada región por su parte compartía la vida con los géneros ya para entonces con-solidados con sus propias particularidades: instrumen-tos, voces, versos y bailes.

Para la música, (clási-ca) las mismas necesidades darían la creatividad de los nuevos compositores, y com-positores como Manuel M. Ponce, Carlos Chávez, José Pablo Moncayo y sobre todo Silvestre Revueltas, crearían sus mejores obras.

Los recursos de los que se valieron fueron producto de variaciones de melodías so-bre todo indígenas.

Así, México se vería iden-tificado con música propia que inclusive fue programada para

sus salas de concierto, anteriormente reservadas sólo a las manifestaciones cultas de compositores extranjeros o alineados a la manera de expresarse de países van-guardistas en las artes”.

El Porfiriato y la música de salónA finales del siglo XIX (previo a la Revolución) y a la par del desarrollo musical natural en el gusto popular por el corrido, se fueron desarrollando en las esferas del poder económico y político lo que conocemos como “Música de Salón”, la música clásica ligera de fuerte influencia romántica. Las reuniones sociales en las que participa-ba la clase dominante eran animadas por las orquestas clásicas conformadas para tal fin. Los géneros más im-portantes son, desde luego el Vals vienés, las Polkas y las Mazurkas, géneros todos europeos y traídos al ambiente aristocrático mexicano por factores históricos naturales, aunque es importante mencionar el gusto que tuvieron grandes personajes históricos (como Juárez y Porfirio Díaz) por las expresiones aristocráticas francesas.

Mencionemos a tres compositores emblemáticos del desarrollo musical del siglo XIX sobre los mencionados géneros: 1.- Felipe Villanueva (“Vals poético”) (1862- 1893), 2.- Juventino Rosas (Vals “Sobre las olas”) 1868-1894 y, 3.- Manuel María Ponce, (1882- 1948) (Valse Caressante, Intermezzo, “Estrellita”). En estos tres compositores encontramos expresiones típicas del movimiento del Romanticismo europeo, el vals vienés orquestal (Juventino Rosas) pero además y sobre todo en Ponce y Villanueva se expresa en composiciones para piano (dentro del estilo heredado por Chopin principal-mente) y para voz y piano (dentro de la gran tradición alemana del lieder).

Al mismo tiempo debemos recordar que las ban-das militares y después el surgimiento de las orquestas

Orquestas clásicas animaban las fiestas.

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La música en la Revolución Mexicana

típicas siempre tuvieron en su repertorio estas formas musicales. Todos sabemos de las actividades musicales que contribuyeron a la ambientación de una “ciudad moderna” (al estilo europeo) por estos grupos musi-cales en la Alameda Central a finales del siglo XIX en la época del porfiriato

Recapitulación y conclusión Los corridos tienen sobre todo un valor documental so-bre los hechos de la Revolución mexicana. Ya sea sobre un acontecimiento histórico o como una documenta-ción de la “vida emocional del país”. Muchos de estos corridos ya arraigados en el gusto popular se convier-ten en la representación poética del sentir del pueblo. La continuidad de esta forma musical y poética es so-bre todo de carácter social, pues aparte de ser el medio “informativo” por el cual se transmitieron aconteci-mientos de la historia reflejan la vida misma de los pro-tagonistas de la misma.

Esta forma de comunicación también se vio reflejada en los impresionantes trabajos de José Guadalupe Posa-da y Venegas quienes fueron la raíz de una forma crítica periodística que tiene hasta hoy en día sus canales de desarrollo. A la par de este proceso impreso de trans-misión surgieron los “cancioneros” como una forma de conservación y difusión de las formas populares desde el corrido hasta el bolero. En el momento de la confor-mación del “México moderno” (mediados de los años 30 hasta mediados de los años 50) surge una corriente artís-tico oficial llamada “Nacionalismo” la cual encontró una poderosa expresión artística sobre todo en los pintores muralistas (Siqueiros, Orozco y Rivera) y en la música clásica mexicana, que había tomado también las formas musicales populares de gran arraigo para llevarlas al len-guaje sinfónico; mencionamos cuatro de los más famo-sos: El Huapango, de José Pablo Moncayo, Sensemayá, de Silvestre Revueltas, la Sinfonía India, de Carlos Chávez y Sones de Mariachi, de Blas Galindo. El Huapango es desde luego el más famoso pues ha encontrado (hasta nuestros días) un lugar supremo en el gusto popular. El cine mexicano y el teatro popular (el teatro de Carpa) continuaron difundiendo en gran medida el corrido y el bolero como formas de expresión política, amorosa y desde luego de las simples costumbres y anécdotas de la vida cotidiana del pueblo. Es necesario mencionar a Pedro Infante en el cine y al magnífico Salvador Chava Flores en el ambiente de carpa y teatro popular.

Ya en nuestra época (siglo XX) a partir de 1986 ocu-rre un fenómeno de resurgimiento de una especie de “nacionalismo” (por mencionarlo de alguna manera). Varios compositores de fuerte influencia y formación en

la música popular “insertan” en el ambiente clásico de México obras de gran formato para orquesta sinfónica basadas en ritmos y géneros populares. En estas obras y sus autores se observa un aspecto que los unifica /y que no siempre es ideológico) y que es el “volver la vista hacia la vasta riqueza rítmica y melódica” de los géne-ros más poderosos de la música popular para llevarlas al gran formato del ambiente clásico.

En 1976 Gerardo Taméz, integrante del grupo “Los Folkloristas” compuso Tierra Mestiza, una pieza de fuerte gusto jalisciense pero con una estructura y orquestación de tendencia “formales”; es decir, mucho más refinadas que las del género tal cual es en su rispidez y bravura originales. En 1986 ocurre uno de los fenómenos más impactantes a nivel de gusto popular dentro de la mú-sica clásica; el compositor Arturo Márquez (quien en su juventud tocaba el barítono en una danzonera) compo-ne, ya siendo un compositor de música clásica graduado en Francia, por encargo de la OFUNAM el Danzón 2. El éxito de esta hermosa pieza orquestal, (ahora famosísi-ma incluso a nivel internacional) sólo se compara con el Huapango, de Moncayo. En 1993 Jesús Echevarría compone La suite huasteca para orquesta de cámara y coro y Canasta de frutas, para cuarteto de cuerdas y so-prano solista obteniendo los máximos resultados de los dos ingredientes básicos de sus obras; el gran impacto rítmico de la música tradicional huasteca y el perfeccio-nismo virtuoso de la música clásica al dar a una soprano de ópera el papel solista del difícil género lírico del hua-pango. Por último (aunque sólo estamos mencionando algunos ejemplos) en los años 90 Eugenio Toussaint (de fuerte formación jazzística) compone Los mambos para Quinteto de maderas, obteniendo resultados verdadera-mente impactantes y muy refrescantes dentro de la mú-sica formal clásica.

Sirvan estos ejemplos para mostrar un abanico del desarrollo de las expresiones populares que nacieron y/o se desarrollaron desde la Independencia y la Revolución, y cuál es el rostro de transformación que han ido confor-mando hasta nuestros días. Muchos son los factores que influyen en el desarrollo de los géneros populares; pero siempre los más sobresalientes e históricos son los de fuerte arraigo social: hemos tratado de dar “un vistazo” a los más importantes de ellos. a

Nicolás Santos es escritor y director de orquesta.

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Por Mariana González Reyes

El perfil social de la Revolución Mexicana

Las razones y el sentir de las distintas clases sociales en México que detonaron el conflicto y el país en el

que hoy vivimos.

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Al gobierno del General Porfirio Díaz (1876-1911) se le atribuye haber logrado la gobernabilidad del país tras la Guerra de Independencia. Por más de medio siglo el país había errado sin rumbo, salvo el fu-

gaz interludio del gobierno de Benito Juárez, quién efecti-vamente, había tenido un proyecto nacional. No obstante, tuvo que enfrentar la guerra civil con los conservadores, primero, y la Intervención Francesa, más tarde. La eco-nomía del país se mantuvo a flote durante el siglo XIX gracias a los préstamos contratados en el exterior, el país se endeudó y el tesoro público se dilapidó, mientras que la sociedad civil vivía en medio de los constantes enfren-tamientos entre las facciones rivales. La falta de goberna-bilidad y la pobreza general del país fue causa propicia del bandolerismo, con lo cual la inseguridad crónica en las muy escasas vías de comunicación impedía el pleno desarrollo de muchas regiones del país.

La visión de DíazPorfirio Díaz logró durante su gobierno pacificar al país, desarrollar la industria, establecer las comunica-ciones del país, con la construcción del ferrocarril y, sobre todo, atraer la inversión extranjera para financiar este progreso. México cobró importancia internacional como un país inexplorado, pero con gran potencial de explotación del cual no sólo España podía beneficiar-se. Díaz y su gabinete de científicos se empeñaron en construir un espejismo de un México a la altura de las grandes capitales europeas, con grandes bibliotecas, teatros, salas de conciertos, grandes avenidas, etcétera. Su intención era imitar a las grandes capitales y apa-rentar un alto desarrollo cultural. Fachada que ocul-taba la miseria general, en un país donde 80% de la población era analfabeta.

Debe decirse que pese al desarrollo económico y cul-tural que alcanzó el país durante el porfiriato, la política social fue mínima, o más bien inexistente.

La mayor parte de la población, sobre todo la rural, fue explotada y depauperada de una manera feroz y era evidente que la prosperidad del país beneficiaba so-lamente a las élites metropolitanas que vivían del dis-pendio de los réditos de sus propiedades y a los extran-jeros que encontraron en México una verdadera mina de oro por saquear.

El crecimiento económico durante la dictadura de Porfirio Díaz se logró en gran medida gracias a la inversión de capitales extranjeros, México se convir-tió en un país estable en el cual capitales extranjeros podían ser invertidos con la seguridad de obtener al-tísimas tasas de ganancias gracias al beneplácito y la

protección del gobierno. Se trató, en todo caso, de un crecimiento sin desarrollo social.

El desarrollo del paísLa industria nacional se desarrolló durante el porfiriato sobre todo en el norte del país y el centro. Desde en-tonces el desarrollo de Monterrey, orgullo industrial del país, con la creación de la Fundidora y la cervecera, se recuperó y desarrolló la minería, creándose la Compañía Nacional de Dinamita, como parte de la renovación tec-nológica operada al amparo de las inversiones foráneas. En el centro del país se desarrolló la industria azucarera. También se desarrolló la industria textil, en la que hubo mayoritariamente inversión francesa y española. Con ese desarrollo aparecieron, también los grandes almace-nes mayoristas como Las Fábricas de Francia, El Puerto de Liverpool y El Palacio de Hierro.

La industria petrolera se convirtió en un sector pro-tagónico con el gobierno de Díaz que otorgó amplias e irrestrictas concesiones a los capitales británico, esta-dounidense y holandés.

El crecimiento del país se logró también, en gran parte a la buena administración de José Yves Liman-tour Marquet (1854-1935), ministro de Hacienda de 1893 a 1911, quien supo encausar la economía del país, del tal forma que, en poco años logró sacarlo de su endeudamiento, e incluso logró un superávit, sin bien modesto pero continuo, hasta el final del régimen. La política del régimen siguió los paradigmas del positi-vismo francés y tal y como se decía en la época “…más administración y menos política”.

Por otro lado, la privatización o más bien el despojo arbitrario de las tierras comunales de los campesinos en beneficio de unos cuantos terratenientes fue sin lugar a dudas una de las principales afrentas a la po-blación rural. El problema de la propiedad de la tierra ya había iniciado desde la ley de desamortización de Comonfort en 1856, el resultado de esta ley resultó contrario a lo deseado porque benefició principalmen-te a las empresas deslindadoras que se apropiaron de la tercera parte de las tierras deslindadas como pago por su “servicio”. Esto, en consecuencia, permitió la creación de inmensos monopolios y también incitó la especulación de las tierras nacionales durante la cons-trucción de las vías ferroviarias.

De clases a clasesLos empresarios del porfiriato según fueron retratados en las caricaturas e imaginería de la época eran repre-sentados por la figura del hombre de frac y sombrero de copa, generalmente con acento inglés o francés.

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El perfil social de la Revolución Mexicana

Escenas del porfiriato.

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Personajes voraces, despiadados y con un gran despre-cio al mexicano que generalmente se reunían a pasar el tiempo en el Jockey Club y no tenían ningún pudor, ni miramiento para explotar a sus trabajadores en nom-bre del “progreso”. Esa imagen pintoresca puede resul-tar un poco excesiva, pero era la imagen que prevalecía en la población. Los empresarios más poderosos de aquella época fueron, Tomás Braniff, León Signoret y Weetman D. Pearson, todos ellos muy ligados a los al-tos funcionarios del gobierno de Díaz.

También estaban aquellos ricos propietarios de mi-nas y latifundios que preferían vivir en Francia, Nueva York o Londres y percibir sus ganancias sin tener nada que ver con México, su desorden y su pobreza.

La otra cara de la moneda era la de los obreros que ganaban sueldos de 50 centavos hasta un peso diario, la de las mujeres y niños que trabajaban por la mitad de ese sueldo de 14 a 16 horas diarias que vivían en chozas desvencijadas, cautivos por su endeudamiento a las tiendas de raya. La situación de los obreros era probablemente “privilegiada” en comparación a la de los trabajadores agrícolas del sur del país que vivían como peones acasillados, en condiciones de esclavitud. Campesinos y obreros vivían a merced de capataces, caciques, señores feudales e industriales, sin ninguna posibilidad de cambiar ese destino.

La clase media mexicana, ingenieros, médicos, pro-fesores, abogados, pequeños comerciantes, etcétera tenía pocas posibilidades para prosperar, progresaban y sobresalían, sobre todo aquellos bendecidos bajo el manto del régimen. De igual forma, la mayoría de los pequeños propietarios, distribuidores y productores de productos y servicios, se vieron relegados por los grandes monopolios.

Campesinos, obreros y clases medias vieron cada vez con más animadversión el gobierno de Díaz, que pese a sus avances y estabilidad que no les beneficiaba en nada, peor aún veían que los beneficios eran saquea-dos y despilfarrados por unos cuantos afortunados.

Puede decirse que en México la Revolución la de-sató la injusticia social, el sentimiento de despojo, la xenofobia y el resentimiento de aquellos que una y otra vez habían sido humillados, antes por los españoles y después por holandeses, ingleses, franceses, norteame-ricanos, y por aquellos mexicanos siempre favorecidos y jamás destronados.

Las rencillas El movimiento armado como en cualquier otra revo-lución nació de la inflamación de las masas cansadas de vivir para servir a señoritos, por los pequeños pro-

pietarios expoliados, los pequeños comerciantes arrui-nados, los obreros y campesinos explotados a niveles denigrantes. Se ansiaba justicia y repartición de la ri-queza ante las diferencias abismales.

Los intentos por clasificar a la Revolución mexica-na (1910-1920) junto con el resto de las otras grandes revoluciones del siglo XX como la rusa o la china, re-sultan casi siempre imprecisos, ya que ciertamente no responden a los parámetros de una revolución proleta-ria, ni a los de una revolución burguesa de corte euro-peo. La Revolución mexicana tampoco puede definirse categóricamente como una revolución agraria, por la falta que tuvo de liderazgos campesinos y porque las fuerzas populares que lucharon en muchos casos no representaban a los campesinos.

El primer atisbo de la movilización popular fue la co-rriente iniciada por Francisco I. Madero, que tuvo base en el pensamiento liberal decimonónico y que tenía como fin establecer en México una democracia constitucional en la que fuesen incluidas todas las fuerzas políticas re-presentativas establecidas en el país. Pese a que la figura de Madero fue vilipendiada por sus ideas esotéricas y su patente ingenuidad logró plantear durante su corto go-bierno (1911-1913) algunas de las metas que perseguiría más tarde el levantamiento armado. Los planteamientos sociales de Madero parecían insuficientes para la insur-gencia popular, debido a que el fin era establecer una de-mocracia constitucional, pero planteó temas como la re-distribución y división de los latifundios a las comunida-des campesinas y las mejoras en las condiciones laborales de los obreros, temas que serían centrales y recurrentes en las sucesivas movilizaciones populares.

El estallidoLa Revolución mexicana estalló en el Norte del país, en Chihuahua, en donde la recesión de 1907 había afecta-do gravemente la economía del estado. Los grupos que protagonizaron el levantamiento fueron principalmen-te mineros, rancheros y pequeños propietarios resenti-dos y afectados por la transformación estructural que supuso la entrada de las grandes compañías extranje-ras (compañías o grandes haciendas) explotadoras de la región. El movimiento que encabezó Carranza en el Noreste estaba formado principalmente por una clase media provinciana, hubo en él una ausencia de cam-pesinos libres y peones de hacienda como lo que unía a estos sectores a la movilización era el sentimiento de nacionalismo económico en contraposición a lo que se había alentado durante el porfiriato.

La rebelión villista sí tuvo tintes agrarios, aunque se trató de una clase media rural de rancheros y propieta-

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El perfil social de la Revolución Mexicana

rios, muy distinta de de peones y campesinos prevale-cientes en el Centro y Sur del país. El tema de agrario fue central, Villa decretó la expropiación de tierras el 21 de diciembre de 1913 sin ninguna compensación para los latifundistas. La “División del Norte” se con-formó por rancheros desposeídos, trabajadores agrí-colas en general, pero también se unieron tenderos y mineros de Chihuahua, Durango y Coahuila. Sectores enteros se levantaron en contra del poder central, lo-calizado en la Ciudad de México, en busca de cambios mucho más radicales a los propuestos por Ca-rranza y Maytorena.

Por otro lado el le-vantamiento zapatista en el centro y sur del país (Morelos, Puebla, Gue-rrero y Tlaxcala) sí tuvo una base campesina y sus objetivos fundamentales quedaron por escrito en 1911 en el Plan de Ayala que exigía, entre otras co-sas, la restauración de las tierras usurpadas por la haciendas; la redistribu-ción de esas tierras entre los campesinos; y la recu-peración de la autonomía municipal y las libertades políticas.

Puede decirse enton-ces, que en la Revolución mexicana el problema agrario sí fue central en los diversos movimientos simultáneos. Alan Knight ha afirmado que las rebe-liones originadas por las quejas campesinas en las haciendas fueron centra-les para la revolución popular de 1910 a 1920. Tanto el Plan de Ayala de 1911 después la Ley Agraria de Ca-rranza de 1915 plantearon una extensa reforma agraria a favor de las comunidades campesinas desposeídas a expensas de las haciendas privadas. El Plan de Ayala de los zapatistas promulgaba objetivos rurales, tales como, la restauración y redistribución de las tierras de las ha-ciendas entre los campesino; la recuperación de la au-tonomía municipal y libertades políticas. La Ley Agra-ria de Carranza redactada por Luis Cabrera, planteaba

una extensa reforma agraria a favor de las comunidades campesinas desposeídas por las haciendas privadas. Sin embargo, para Carranza, Obregón y Calles el tema agrario no era un asunto primordial pero sirvió como instrumento político para subordinar a grupos de cam-pesinos autónomos a los elementos predominantes den-tro de su alianza que sería la facción victoriosa al nuevo Estado posrevolucionario surgido en 1920.

Por un breve tiempo, los ejércitos de Emiliano Zapa-ta y Pancho Villa controlaron la mayor parte de Méxi-

co y ocuparon la ciudad de México en 1914. Sin embargo la falta de visión estratégica e ideológica de estos movimientos no permitió su permanencia en el poder y, por ende, la entronización de sus rei-vindicaciones e ideales.

Durante la conven-ción de Aguascalientes de 1914 en donde se suponía que se intentaría elaborar un proyecto de gobierno entre las diferentes fuer-zas revolucionarias y se acordaría quién goberna-ría el país ante la eviden-te victoria al régimen de Victoriano Huerta, fueron evidentes las divisiones entre villistas, zapatistas y carrancistas. El enfrenta-miento de las reivindica-ciones entre las facciones logró reunir a los grupos de Villa y Zapata para frenar a Carranza. Pese al fracaso de la convención surgieron algunas pro-puestas que influirían en

la redacción de la Constitución de 1917 como la pro-puesta zapatista que tuvo el apoyo de la Casa del Obrero Mundial sobre la educación laica. También los villistas apoyaron a los zapatistas para que la convención suscri-biera las reivindicaciones agraristas del Plan de Ayala.

Los obreros del país fueron ganando peso a lo largo de la Revolución desde Madero con la fundación de la Casa del Obrero Mundial en 1912, centro que aglutinó a las diferentes ligas y agrupaciones de trabajadores, la mayoría de sus miembros eran impresores, conduc-

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tores de tranvías, ferroviarios, zapateros, etc., con an-tecedentes anarcosindicalistas. Madero movilizó a los obreros autorizando la formación de sindicatos.

El movimiento obrero fue adquiriendo más y más fuerza a lo largo de la Revolución convirtiéndose en un elemento de presión y apoyo para algunos caudillos más que parte del levantamiento armado, a diferencia del movimiento agrario, el movimiento obrero sí perse-guía una ideología. El apoyo de los trabajado-res urbanos constituyó un componente esencial para derrotar al villismo y al zapatismo. Obregón adhirió al mo-vimiento obrero a los anarquistas y radicales de la Casa del Obre-ro Mundial, organizó los “Ba-tallones Rojos” que protegían los pueblos tomados por las fuerzas constitucionalistas. El apoyo incondicional de la clase obrera, logró lo que ni Villa ni Zapata pudie-ron conseguir. La Casa del Obrero Mundial contaba con un número aproxima-do de 52 mil afiliados, de los cuales sólo cinco mil se unieron para combatir y de-rrotar a Villa.

Los resultadosLa derrota de los movimientos populares se le puede atribuir a Ál-varo Obregón, gracias a cuyos triunfos militares el Ejército Constitucionalista de Carranza pudo obtener el control de la ciudad de México. La derrota de las fuerzas populares en 1915 permitió a Carranza, Obregón y Calles la reconstruc-ción de un poderoso estado nacional, centrado en la figura presidencial y establecer las instituciones de la posrevolución. Con el triunfo del Ejército Constitu-cionalista se creó la Constitución de 1917 que tomó la base de la Constitución de 1857 y en ella se colaron muchas de las reivindicaciones de Villa y Zapata. Los principios de esta constitución han sobrevivido has-ta la actualidad aunque ha sufrido muchas modifica-ciones a lo largo de la historia. La importancia en su momento de esta Constitución fue que encerró en un solo documento la mayoría de los fines perseguidos durante el levantamiento armado. Estableció el siste-ma de elecciones directas y se decretó la no reelección, suprimiendo la vicepresidencia y dando mayor auto-

nomía al Poder Judicial y más soberanía a las entidades federativas. En este marco se creó el municipio libre, y se estableció un ordenamiento agrario en el país relati-vo a la propiedad de la tierra. Entre otras garantías, la constitución vigente determina la libertad de culto, la enseñanza laica y gratuita y la jornada de trabajo máxi-ma de ocho horas, y reconoce como libertades las de

expresión y asociación de los trabajadores.Al asumir el poder Obregón en 1920 im-pulsó la Ley Agraria de 1915 y enalteció la

figura de Emiliano Zapata, sin importar que al mismo tiempo se estuviesen

quitando tierras a los campesinos. Puede decirse que así actuaron

continuamente los gobiernos posrevolucionarios, en donde el discurso fue mucho más popu-lista que la política en sí misma. Puede considerarse la obra de Obregón como la síntesis del movimiento, este incorpora a la clase obrera como sostén de su gobierno, por medio de la CROM de Luis N. Morones, la nueva legislación a favor de

los trabajadores le aseguraría un apoyo incondicional de los

sindicatos y se crearía una alian-za entre el proletariado y el Estado

revolucionario. La Revolución ofreció a hombres

como Álvaro Obregón (1880-1928) y Plutarco Elías Calles (1877-1945) la opor-

tunidad de convertirse en figuras de mando nacional y remodelar las estructuras económi-

cas y sociales ya existentes. Los caudillos sonorenses no rechazaron los desarrollos económicos de la épo-ca porfirista, sino que los asumieron y recrearon bajo nuevas condiciones. Salvo en el caso del petróleo, no se opusieron a la inversión extranjera y mantuvieron los lazos con el capital internacional. En la tradición carrancista, defendieron una sociedad y un sistema educativo secularizados, herencia del anticlericalismo jacobino de los liberales del siglo XIX. El momento de mayor influencia fue entre 1924 a 1934.

La Revolución mexicana constituyó un amplio movimiento en el que se vieron involucrados prác-ticamente todos los sectores de nuestra sociedad de principios del siglo XX y que llegó a casi todos los rin-cones del país. Debido a tal amplitud este proceso tuvo motivaciones variadas, sin embargo el elemento que

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El perfil social de la Revolución Mexicana

más le caracterizó fue su alto contenido campesino y de demandas agrarias. Al respecto incluso podemos considerar que, para amplios sectores que participaron en la contienda armada, algunas de las demandas de contenido social, político, económico o de otra índole estaban subordinadas al aspecto agrario.

No obstante, el proceso de industrialización y mo-dernización económica que vivía el país a finales del régimen porfirista, México era mayoritariamente agra-rio. Para entonces la población nacional era de alrede-dor de 15 millones de habitantes, de los cuales 12 mi-llones, es decir 80% vivía en el medio rural y dependía de las formas de producción agrícola, fuera a través de las haciendas, de los pueblos o de la pequeña propie-dad. De acuerdo con el censo de 1910, había 840 ha-cendados, que poseían 97% de los terrenos cultivables; el resto se lo repartían entre las comunidades, 411 mil 96 agricultores y más de tres millones de jornaleros. Debe repetirse, una vez más, que pese al muy inferior número de obreros con respecto al número de agricul-tores, la importancia y la vinculación que tuvieron con el Estado revolucionario hizo a los sindicatos de tra-bajadores un grupo con mayor influencia en la toma de decisiones. No fue sino hasta el gobierno de Láza-ro Cárdenas que lo campesinos fueron, finalmente, y efectivamente, incorporados a la política nacional con la Reforma Agraria que recuperaba el planteamiento original de Zapata.

El movimiento popular que inició en 1910 transfor-mó al país, estableció un proyecto nacional e incluyó en este proyecto a grupos sociales que siempre estuvieron marginados. Al igual que el resto de las revoluciones del siglo XX se planteó desaparecer un sistema feudal y transformar al país a través de la industria y la técnica, en el caso de México, acabar con la dependencia eco-nómica y política e instaurar una democracia social. La reconstrucción del país entre las décadas de 1920 y 1930 fue un proceso imperfecto, conflictivo y violento, que en muchas ocasiones condujo a un radicalismo ciego y estéril.

Los logros de la Revolución se sintetizaron en la creación del partido oficial de la Revolución, el Partido Nacional Revolucionario (PNR) de 1929, que reunía las diversas corrientes y fuerzas políticas distintas, pero afines, que habían concurrido en el movimien-to de 1910. Este órgano estatal fortalecería la figura presidencial, al tiempo que privilegiaría el desarrollo económico capitalista y la construcción de un Estado fuertemente centralizado por encima de todo, mode-lo no del todo opuesto al del porfiriato. Sin embargo, el gran logro fue la forma en que este aparato estatal

desarrolló un discurso nacional, creó instituciones, dio lugar a una estabilidad, pese a que, a veces, ello se logró a través de la fuerza y la represión. Otras más, por medio de la persuasión y de la incorporación de las facciones opuestas. Ejidos, sindicatos y burocracia estatal se unieron al partido oficial.

Pese a las insuficiencias y al autoritarismo de la figu-ra presidencial, la situación de los trabajadores en el país mejoró de forma ostensible: por primera vez en Méxi-co hubo movilidad social, hubo educación pública, na-cionalismo económico y se hizo respetar la separación Iglesia-Estado. Por otro lado junto con el sentimiento nacionalista se promovió el rescate del pasado indígena, tan denigrado a lo largo de la historia.

Los campesinos lograron recuperar algunas de sus tierras y reorganizar los ejidos y trabajarlas como cooperativas. Los productores fueron apoyados con créditos del gobierno, se crearon colegios de agróno-mos para elevar la productividad y las ganancias. Los sectores económicos antes dominados por empresas extranjeras fueron nacionalizados y operados en be-neficio de los mexicanos. Mientras que las empresas extranjeras que continuaron trabajando en el país fue-ron sujetas a las leyes mexicanas. Los obreros también vieron mejorías en sus condiciones laborales, los sin-dicatos se encargaron de proteger los derechos de los trabajadores y a elevar su calidad de vida. Y gracias al desarrollo comercial del país, junto con el crecimiento de las administraciones públicas, hubo un crecimien-to y ascenso notables de la clase media mexicana.

Puede decirse entonces, que la sociedad mexicana sí se transformó radicalmente después del levantamiento popular; pero que estos cambios y estos progresos no pudieron prolongarse infinitamente. Se han hecho mu-chas críticas al partido de la Revolución sin embargo, no pueden compararse los gobiernos que surgieron in-mediatamente después la Revolución con el PRI de los años 80 y 90. Se ha intentado desvirtuar y atacar en su conjunto a la Revolución mexicana sin embargo es un argumento falaz y, por ende, poco válido; la trascenden-cia del movimiento popular de principios del siglo XX tuvo repercusiones claras y tangibles a nivel social y en última instancia, eso era lo que se había perseguido. a

Mariana González Reyes es historiadora. Maestra en Historia por el Consejo Superior de Investigaciones Cien-tíficas de España. Actualmente lleva a cabo una investi-gación sobre Las relaciones culturales y oficiosas entre México y España bajo el franquismo, 1939-1976.

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La política cultural y educativa de la Revolución mexicanaDesde el cambio de mentalidad, luego de una guerra devastadora y desgastante, hasta la nueva forma de cultura: la mexicana post revolucionaria.

Alo largo de los años 20 y 30 del siglo XX la facción revolucionaria en el poder buscó incorporar a las masas a su proyecto, no sólo para restablecer al país tras la devas-tación heredada por una década de lucha

armada, sino también para reformar y “regenerar” a la nación y a su pueblo sobre una nueva base, en beneficio de los campesinos, los indígenas y los trabajadores.

Durante una década los mexicanos habían dedicado buena parte de sus talentos y energías a la guerra y a la destrucción. Cuando la etapa de la reconstrucción fue oficialmente proclamada en 1920 la población nacional era más pequeña y más pobre de lo que había sido 10 años antes. El censo de 1921 registró 800 mil personas menos que en 1910.1 Muchos habían perecido no sólo a consecuencia de la violencia revolucionaria, sino a causa de la virulenta epidemia de la gripe española que azotó al mundo en esa época o de la hambruna generalizada generada por el propio movimiento armado; otros más habían abandonado el país, como resultado de la violen-cia, refugiándose mayoritariamente en Estados Unidos.

Los hombres de Sonora que alcanzaron el poder con Álvaro Obregón a la cabeza poseían una conside-rable experiencia gubernativa. La primera tarea que se les impuso fue alcanzar la pacificación del país y la re-conciliación nacional. El presidente interino Adolfo de la Huerta negoció la rendición final de Pancho Villa en junio de 1920 y la desmovilización de los zapatistas en el estado de Morelos.

La nación que la nueva generación vislumbraba era republicana, secular e ilustrada. A sus ojos, el mayor obstáculo para alcanzar dicha meta lo representaban la heterogeneidad del país y la Iglesia católica. Los re-volucionarios persiguieron la meta de mexicanizar a la nación, pues despreciaban la imitación porfiriana de la alta cultura europea como servil y buscaban desarro-llar un nuevo respeto y orgullo de lo mexicano.

Uno de los más onerosos legados dejados por la dictadura y una década de guerra fue el analfabetis-mo, que en 1921 alcanzaba a 65% de la población.2 El hombre nuevo de la Revolución sería formado en la escuela pública. “Educar es redimir” rezaba un lema de la época

1. http://www.inegi.org.mx/sistemas/TabuladosBasicos/default.aspx?c=16768&s=est 2. Ibíd. xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

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Por Mario Ojeda Revah

José Clemente Orozco.

David Alfaro Siqueiros.

Frida Kahlo y Diego Rivera.

José Vasconselos.

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El renacimiento cultural debió mucho a un inte-lectual visionario y carismático, José Vasconcelos. Antiguo maderista, a los 39 años regresa a México del exilio con el triunfo de los sonorenses. Tras la muerte de Carranza, el presidente interino Adolfo de la Huer-ta le encargó el Departamento Universitario y de Be-llas Artes, cargo que incluía la rectoría de la Univer-sidad Nacional de México. Al año siguiente redacta el proyecto que da origen a la Secretaría de Educación Pública que él mismo encabeza. El nuevo ministerio recibió del gobierno un generoso presupuesto de 52 millones de pesos, sólo superado por los 113 millones asignados a la Secretaría de Guerra.

Bajo su égida, la Secretaría de Educación Pública inició la creación de un sistema nacional de escuelas públicas rurales y organizó la primera campaña con-tra el analfabetismo que se recuerda en México. Se es-tablecen también institutos ambulantes para el adies-tramiento de maestros para dichas escuelas rurales, nombradas “misiones culturales” que viajaban hasta las aldeas más remotas para construir escuelas, fun-dar bibliotecas y organizar comités de mejoramiento de las escuelas y de las comunidades.

En el ámbito de las artes plásticas, Vasconcelos apoyó a artistas destacados y fomentó la pintura mu-ral mexicana a través de contratos con pintores como Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Si-queiros y Roberto Montenegro. De este tiempo datan las decoraciones murales que hasta la fecha adornan varios edificios públicos.

La cuestión se planteaba en términos de cómo edu-car y unificar a la nación y cómo forjar una nueva iden-tidad nacional en un país compuesto mayoritariamente por gente que no sabía leer ni escribir. La respuesta que ofreció Vasconcelos a esa pregunta fue el arte mural, técnica con antecedentes en los frescos de la antigüe-dad clásica, los de Giotto y Piero della Francesca, en el Quattrocento italiano, en las obras renacentistas de Mi-guel Ángel, Rafael y Andrea Mantegna, pero también en los murales mayas y teotihuacanos.

En noviembre de 1921, Vasconcelos invita a artis-tas e intelectuales a un viaje por Yucatán en el que vi-sita a los vestigios arqueológicos de Uxmal y Chichén Itzá, donde pide a sus invitados que se impregnen de los tesoros artísticos de la nación y que propaguen el orgullo nacional por este acervo. Entre los asistentes, destacó la presencia del artista guanajuatense, Diego Rivera, recién llegado de Europa, donde había vivido desde 1907. De esta reunión emergen Rivera y otros con un nuevo concepto de arte al servicio del pueblo que deberá conocer su propia historia a través de la

pintura mural.3 Se trataba pues de un arte eminente-mente didáctico.

Al mismo tiempo, organizó la Secretaría en tres departamentos: Escolar, de Bellas Artes y de Biblio-tecas y Archivos. Vasconcelos creó el primer sistema de bibliotecas, entre las cuales destacan las Populares, destinadas a obreros y público en general; con el obje-tivo de ofrecerles libros que sirvieran de complemento a sus labores; y las escolares, como complemento de la educación; que debían llegar, según los objetivos de Vasconcelos a los más apartados rincones.

Bajo su ministerio, la SEP editó una serie de clá-sicos de la literatura universal, la revista El Maestro y el semanario La Antorcha; invitó a trabajar en el país a los educadores Gabriela Mistral y Pedro Henríquez Ureña; impulsó la escuela y las misiones rurales, creó la Orquesta Sinfónica Nacional e hizo surgir escuelas de pintura al aire libre; todo esto con el objetivo de elevar a México al rango de país civilizado y culto, por lo que es considerado el arquitecto de la educación nacional.4

Se construyó también el Estadio Nacional, un pro-yecto de José Villagrán García, ideado no como una arena deportiva, sino fundamentalmente como sede de espectáculos populares, un teatro al aire libre donde las nuevas escuelas públicas pudiesen escenificar co-reografías, grupos corales y tablas gimnásticas, por lo que se le dotó de una acústica propia de un teatro.5

Las Misiones Culturales fueron un proyecto que, surgido desde el origen mismo de la SEP, siendo un eje fundamental dentro de la gran “cruzada contra la igno-rancia” que Vasconcelos defendía y que buscaba incor-porar a los indígenas y a los campesinos al proyecto de nación “civilizada” y difundir en ellos un pensamiento racional y práctico para terminar con el fanatismo reli-gioso, los hábitos “viciosos” y llegar a un saneamiento corporal y doméstico de las masas.

Las misiones tenían por objeto llevar la educación a todos los rincones del país, con especial énfasis en las comunidades rurales e indígenas más apartadas. Los maestros misioneros adiestraban a maestros locales en programas de economía doméstica, artes y oficios e higiene pero también en música, canto, teatro y artes plásticas. Algunos misioneros destacados del gremio artístico fueron: Leopoldo Méndez, Pablo O’Higgins, Fernando Gamboa y Alfredo Zalce. Las misiones edu-

3. Andrea Kettenmann, Rivera. Colonia, Taschen, 2007, p.23.4. Mario Aguirre Beltrán Valentina Cantón Arjona, Revista El Maestro (1921-1923) Raíces y vuelos de la propuesta educativa vasconcelista. México, UPN/Porrúa, 20025. Diana Briuolo Destéfano, El Estadio Nacional. Escenario de la Raza Cósmica, en http://www.ojs.unam.mx/index.php/cronicas/article/viewFi-le/17164/16334

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La política cultural y educativa de la Revolución mexicana

cativas mexicanas serían emuladas una década más tarde en España por el gobierno de la Segunda Repú-blica, bajo la denominación de misiones pedagógicas.6

Tras el éxito relativo de la masiva campaña de alfabe-tización realizada en México en las primeras décadas del siglo XX7 Vasconcelos consideró que la alfabetización carecía de sentido sino era acompañada de lecturas que reforzaran lo aprendido y expandieran los horizontes culturales de los mexicanos. Con ese objetivo en mente ideó una edición masiva de clásicos de la literatura uni-versal para ponerlas a disposición de todos.

El ambicioso proyecto enfrentó no sólo los proble-mas técnicos, logísticos y económicos inherentes al tiraje de 50 mil ejemplares por cada título, sino tam-bién la oposición que mostraron algunos sectores de la sociedad mexicana a su realización. Superados tales obstáculos se consiguió llevar a cabo la publicación de algo más de una docena de títulos entre 1921 y 1924.

Entre otras, fueron seleccionadas las siguientes obras: Vidas ejemplares, de Romain Rolland, el Fausto, de Goethe, Los Diálogos, de Platón Las Tragedias de Eurípides, Esquilo y Plutarco. Vidas paralelas, La Divi-na Comedia, de Dante Alighieri, La Ilíada y la Odisea de Homero.

El costo de producción de cada ejemplar fue de 94 centavos y el precio de venta fue de $1.00. Los clásicos de Vasconcelos se distribuyeron por todo el país, in-cluyendo las más lejanas escuelas rurales. Para muchos mexicanos fueron los primeros y los únicos libros que llegaron a tener. Con ellos se formaron las primeras bibliotecas del nuevo país.

Entre 1924 y 1928 el presidente Plutarco Elías Ca-lles asumió la continuidad de los objetivos esenciales planteados en las anteriores administraciones. Es de-cir, la pacificación del país y búsqueda del control del grupo revolucionario; Calles además inició la rectoría económica del Estado y la construcción de un nuevo sistema de prácticas de dominación estatal. Entre és-tas, destacan el principio de la primordialmente la ins-titucionalización.

En ese periodo, la educación jugó un papel priori-tario como instrumento de unificación y de consoli-dación de la ideología del Estado. El proyecto oficial educativo tuvo como meta, más que instruir al pueblo, enseñarle a trabajar e inculcarle el nacionalismo ofi-

cial. En el discurso estatal se insistió en la necesidad de que el aprendizaje fuera práctico y productivo a la vez. De ahí que se apoyaran especialmente los programas de educación técnica, proletaria y urbana.

Las artes plásticas, agrupadas dentro del departa-mento de Bellas Artes, siguieron dependiendo de la SEP, pero su anterior radio de acción se redujo con-siderablemente, así como su presupuesto y personal. Varios departamentos, como la Escuela Nacional de Bellas Artes y el Conservatorio, pasaron a formar par-te de la Universidad. La expresión artística no fue un rubro que interesara al gobierno mayormente.

El desarrollo del muralismo se frenó notablemente en este periodo. El único proyecto de artes plásticas del Estado callista fue el movimiento de Escuelas de Pintura al Aire Libre que servía al régimen, sobre todo a nivel internacional, para mostrar la creatividad de la “raza mexicana”. En esa línea, se fomentó la artesanía regional. El folclor se utilizó como expresión de “lo mexicano” puesto al servicio del mercado turístico, so-bre todo estadounidense. Comenzaba el auge turístico de Cuernavaca y Taxco, en Morelos.

Durante el período callista los intelectuales y ar-tistas tuvieron pocas subvenciones o reconocimientos por parte del Estado, e incluso algunos artistas se vie-ron obligados a dejar el país. Por ejemplo, José Cle-mente Orozco partió a Estados Unidos en 1927 ale-gando que encontraba el ambiente artístico en México “poco propicio”.

Mención aparte merece la creación de la Orquesta Sinfónica de México en 1928, por el maestro Carlos Chávez, integrada en su totalidad por elementos de la orquesta que antes había dirigido Julián Carrillo. La Sinfónica de México fue esencial para el desarrollo posterior de la música mexicana.

Hacia un nuevo Estado. Ensayo y errorLos años siguientes se caracterizaron por un clima de conflicto permanente entre las distintas orienta-ciones educativas de la época (positivista, laica, po-pular, nacionalista, religiosa, socialista). La disputa ideológica impidió el progreso del sistema educativo; ejemplo de ello fue la controversia entre el gobierno y la iglesia católica que desembocó en la clausura de las escuelas religiosas. Este conflicto culminó en el sexenio de Lázaro Cárdenas en 1934 con la modifica-ción del artículo tercero constitucional, mediante la cual, por primera vez, se estableció oficialmente una política de Estado para dar un carácter socialista a la educación y obligar a las escuelas privadas a seguir los programas oficiales.

6. Las Misiones Pedagógicas, 1931-1936. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Madrid, 20067. Para 1930, la tasa de analfabetismo había descendido a 59% de la pobla-ción que no sabía leer ni escribir, es decir, un descenso de 9% en una dé-cada. Véase: http://www.inegi.org.mx/sistemas/TabuladosBasicos/default.aspx?c=16767&s=est

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Ello provocó las protestas de las fuerzas clericales y conservadoras que habían venido oponiéndose a la in-tervención del Estado en la educación. Por otra parte, las organizaciones obreras y campesinas apoyaron la reforma. Se desató en todo el país una intensa discu-sión que involucró a amplios sectores de la sociedad. La efervescencia, que alcanzo su clímax en 1934, fue fundamentalmente un fenómeno urbano y de la clase media. Las autoridades eclesiásticas amenazaron con excomulgar a todos los que apoyasen, o enviasen a sus hijos a las escuelas públicas. En el mes de octubre el Congreso de la Unión aprobó la reforma y el 1º de di-ciembre de 1935 entra en vigor la educación socialista.

El intento de introducir innovaciones como la co-educación y la educación sexual habían generado pro-testas de magnitud considerable que obligaron al titu-lar de la SEP del gabinete anterior, Narciso Bassols, a renunciar a su cargo.

La educación socialista pretendió educar a la so-ciedad para el cambio. Partiendo de una crítica a la concepción liberal vasconcelista de la educación, una parte importante de los educadores mexicanos consi-deraban que toda propuesta educativa hacia la socie-dad estaba vacía, sino contemplaba transformaciones de carácter económico y político.

La nueva orientación socialista de la educación propuso ampliar las oportunidades educativas de los trabajadores urbanos y rurales. Entre 1936 y 1940 se crearon internados, comedores y becas, se impulsó la creación de escuelas vinculadas a centros de produc-ción y se alentó la educación técnica.

A pesar de que la SEP realizó un importante esfuer-zo por atender los problemas que suscitaba la aplica-ción del nuevo modelo educativo, sus resultados fue-ron parcialmente positivos, pues las dificultades eran múltiples. El rechazo a los maestros en las zonas ru-rales, especialmente en aquellas regiones que habían participado en La Cristiada, derivó, a menudo, en violencias contra los docentes, incluidas mutilaciones y linchamientos.8 Por otro lado las precarias condicio-nes materiales del sistema educativo y los problemas de comunicación fueron obstáculos importantes para el avance de la reforma. Esto provocó una falta de uni-dad y coherencia del trabajo escolar.

El mayor aporte del cardenismo a la cultura superior se produjo en el ámbito de la ciencia y la investigación. En 1938 fueron inaugurados los Institutos de Física y Matemáticas y la Facultad de Ciencias de la UNAM,

que sentaron las bases para el desarrollo posterior de las ciencias exactas en México. Fuera de la UNAM se apoyó también la ejecución de estudios especializados sobre la fauna y la flora mexicanas, así como el desa-rrollo de centros e investigaciones dedicados al estudio de las enfermedades tropicales, la nutrición, los parási-tos y la salud en México.

También las ciencias sociales fueron favorecidas con la creación del Instituto Nacional de Antropología e Historia, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, del Fondo de Cultura Económica y del Con-sejo de Lenguas Indígenas. El punto culminante de esta cruzada sería la fundación, en 1940, de El Colegio de México, al que vendrían a investigar y enseñar los refugiados españoles de la disuelta Casa de España.

La Revolución en el poderPara 1940 se había logrado reducir el analfabetismo a 53.84% de la población.9 Con la llegada de Manuel Ávila Camacho a la presidencia hubo un cambio radi-cal de orientación, al que no escaparon la educación y la cultura.

El titular de la SEP Octavio Véjar Vázquez (1941-1943) resolvió atemperar ideológicamente los planes de estudio; purgar de elementos radicales y comunis-tas las burocracias administrativas y sindicales; buscar la unificación del magisterio e incorporar a la inicia-tiva privada en la enseñanza. De este modo, el 29 de diciembre de 1941 se dio marcha atrás a la enmienda sobre la educación socialista, abriéndose las puertas a las escuelas y enseñanza religiosa. Su proyecto fue re-legando gradualmente a un segundo término la educa-ción rural a expensas de la urbana.

Con Miguel Alemán en la presidencia, el civilismo se impuso en definitiva al militarismo, al igual que la industria lo haría sobre la agricultura. Durante su pe-riodo se continuó la política educativa de unidad na-cional iniciada bajo Ávila Camacho. Dicho proyecto fue eficaz en el impulsó a la educación urbana, pero poco efectivo para resolver los problemas de la edu-cación rural e indígena y de los sectores marginados urbanos. No obstante, el titular del ramo, Jaime Torres Bodet, logró ampliar el presupuesto educativo federal de 10.8% a 17%.

Jaime Torres Bodet (1946-1952) retomó las cam-pañas de alfabetización, creó comisiones de planes y programas de estudio, libros de texto y construcción de escuelas, organizó el Instituto Federal de Capaci-

8. John W. Sherman (1997). The Mexican Right: the End of Reform, 1929-1940. Greenwood Publishing Group. pp. 43-45.

9. http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/proyectos/ccpv/cpv1940/de-fault.aspx

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La política cultural y educativa de la Revolución mexicana

tación del Magisterio, retomó la obra de difusión editorial de Vasconcelos, con las publi-caciones de la Biblioteca Enci-clopédica Popular, promovió la reforma de la enseñanza se-cundaria, impulsó la educación técnica y el mejoramiento de la educación normal. Durante ese sexenio se construyó la Ciudad Universitaria, ambicioso pro-yecto artístico y arquitectónico que agrupó a las distintas fa-cultades antes dispersas en un campus único; y se construye-ron nuevas instalaciones para el Instituto Politécnico y la Escue-la Nacional de Maestros.

Se creó también el Instituto Nacional de Bellas Artes como una institución oficial que se hi-ciera cargo de la cultura y de las artes a nivel nacional; es decir se estatizó y centralizó un gran sector de la producción cultural, que hasta entonces había depen-dido de la SEP. Una vez consti-tuido el INBA se hizo necesaria la creación de un museo que albergase la obra plástica mexi-cana que, hasta entonces, se en-contraba dispersa en diferentes instituciones. Bajo esta premisa se fundó el Museo Nacional de Artes Plásticas, el 18 de sep-tiembre de 1947, pinacoteca que consolidó al INBA, ya que fue el primer museo con que contó esta dependencia.

Durante el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines se construyeron planteles educativos en varios sitios del país y se hicieron campañas para erradicar el analfabe-tismo; pero el atraso educativo no consiguió resolverse en virtud de lo que ya se perfilaba como una explosión demográfica.

A pesar de los avances que había alcanzado la edu-cación pública durante las primeras cuatro décadas posteriores a la Revolución Mexicana, para fines de los 50 el rezago educativo era aún considerable. El nú-mero de los analfabetos era cercano a los 10 millones. Más de tres millones de niños en edad escolar no asis-

tían a la escuela, la eficiencia terminal era muy baja, ya que sólo era de 16% a nivel nacio-nal y en el medio rural era de 2%. La escolaridad promedio de la educación adulta era de dos años, millares de niños estaban desnutridos y, por si fuera poco, más de 27 mil maestros ejercían sin título.

Ante tales hechos, López Mateos autorizó un impor-tante incremento del presu-puesto educativo que pasó de 15.8 % del presupuesto fede-ral en 1958 a 23 % en 1964, a la vez que se promovió la par-ticipación de los estados y los particulares. Bajo su gobierno se lanzó un ambicioso pro-yecto a largo plazo: El Plan de Once Años para la Expansión y Mejoramiento de la Educa-ción Primaria. (1959-1970).

Con el apoyo del recién creado Instituto de Protección a la Infancia y del Voluntaria-do Nacional se distribuyeron en toda la República, desayu-nos escolares, se editaron y distribuyeron libros de texto gratuitos para la educación primaria, cuya matrícula se incrementó a 60 %, se dupli-có la educación preescolar, se reformaron planes y progra-mas de estudio de educación primaria, secundaria y nor-mal, se alfabetizó a más de un

millón de adultos anualmente y el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio promovió la formación, actualización y titulación del magisterio en servicio.

En el ámbito cultural, se inauguraron los Museo Nacional de Antropología de Ciencias Naturales y de Arte Moderno, en Chapultepec; del Virreinato en el Convento de Tepotzotlán, y el de la ciudad de México.

El Libro de Texto GratuitoAl iniciar su presidencia López Mateos encontró un país con un crecimiento económico y un desarrollo industrial notables. No obstante, la realidad educativa

Adolfo López Mateos.

Jaime Torres Bodet.

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especial

nacional era desalentadora. La explosión demográfica había alcanzado proporciones inéditas, haciendo ob-soleta toda tentativa por erradicar el analfabetismo. De tal suerte, la educación se volvió la mayor prioridad de su gobierno. Torres Bodet fue convocado nuevamente para asumir la titularidad de la SEP. Aunque las cons-tituciones de 1857 y 1917 habían establecido la gratui-dad y la obligatoriedad de la educación primaria, estas seguían siendo papel mojado. Un obstáculo, aparen-temente insalvable era la dificultad de un sinnúmero padres de familia de escasos recursos para sufragar los libros de texto demandados por las escuelas.

Ante tal circunstancia, Torres Bodet propuso al pre-sidente un proyecto para que el Estado editara y distri-buyera en forma gratuita libros de textos y cuadernos de ejercicio para todos los escolares que cursaran la educación primaria. De esta forma se creó la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito (conaliteg) en febrero de 1959. En 1960 se produjeron 19 títulos para los alumnos de primaria y dos para el maestro, con tirajes millonarios, cuyas portadas e ilustraciones co-rrieron a cargo de artistas de renombre como David Alfaro Siqueiros, Roberto Montenegro, Alfredo Zalce, Fernando Leal y Raúl Anguiano, entre otros 10

El libro de texto gratuito, sin precedente ni paralelo en otros países, algunos que, como España, debaten to-davía la posibilidad de establecer un programa semejan-te 50 años después, en muchos casos conformó la única biblioteca en infinidad de hogares mexicanos. Sin duda se trató de uno de los grandes logros culturales y educa-

tivos de los gobiernos de la Revolución mexicana.Pese a tan colosal proyecto, al final del sexenio de

López Mateos, la tasa de analfabetismo había descen-dido a 38.8%. 11 Una vez más el vertiginoso crecimiento poblacional había impedido la extirpación del flagelo del analfabetismo.

Bajo la presidencia de Díaz Ordaz y con el escritor jalisciense Agustí Yáñez como titular de la SEP se man-tuvo el Plan de Once Años y se incrementó el presu-puesto educativo de 23.4 % en 1965 a 28.2 % en 1970, uno de los más altos en la América Latina.

La educación fue altamente favorecida pero un epi-sodio ensombreció dicha gestión. Cuando el Comité Olímpico Internacional aceptó la propuesta mexicana para acoger los XIX Juegos Olímpicos de 1968, Díaz Ordaz puso el prestigio nacional sobre la mesa. El go-bierno mexicano planeó una vasta “olimpiada cultural” para complementar la deportiva. Se invirtieron cientos de millones de dólares para preparar a la Ciudad de México ante el arribo masivo de turistas y visitantes. El presidente mexicano quiso utilizar el evento para pro-yectar la imagen de México en el mundo como un país moderno y estable. Desafortunadamente, el resultado fue exactamente el opuesto, tras la represión del movi-miento estudiantil.

Pese a que se redoblaron las campañas educativas, una vez más, la espiral demográfica impidió que se aba-tiera el analfabetismo. Al concluir su periodo presiden-cial, la tasa de analfabetismo era todavía de 25.8%.12

La crisis mundial de la educación repercutió en

10. Cecilia Greaves Laine, Política educativa y libro de texto gratuito. Una polémica en torno al control por la educación, en Revista mexicana de In-vestigación Educativa, mayo-agosto 2001, vol. 6, No. 21, pp. 205-221.

11. http://www.inegi.org.mx/sistemas/TabuladosBasicos/default.aspx?c=16764&s=est

Apoyo de diferentes sindicatos a Gustavo Díaz Ordáz.Manifestación en Ciudad Universitaria en 1968.

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La política cultural y educativa de la Revolución mexicana

México con el movimiento estudiantil de 1968, en el que se demandaban reformas educativas, sociales y políticas que fueron llevadas a cabo en la administra-ción de Luis Echeverría.

Como resultado de esas demandas y bajo el espí-ritu de “apertura democrática” iniciada por Echeve-rría se renovó la estructura y orientación del sistema educativo. En esa tónica se inscribieron los proyectos impulsados bajo la Rectoría de Pablo González Casa-nova al frente de la UNAM: el Colegio de Ciencias y Humanidades, la Universidad Abierta, y la renovación de la extensión universitaria. Igualmente, la creación de nuevas instituciones como el Colegio de Bachilleres y la Universidad Autónoma Metropolitana (1973), la transformación de las escuelas vocacionales del IPN en Centros de Estudios Científicos y Tecnológicos (CE-CYT) e, incluso, la creación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en 1970.

Se revisaron y reformularon los libros de texto gra-tuito para primaria, así como los programas de estudio, basándose fundamentalmente en el método científico y la búsqueda de la formación integral del educando.

A partir de 1976 se hizo obligatoria la planeación en todas las dependencias del sector público federal. En 1977, con Porfirio Muñoz Ledo como secretario de edu-cación, se formuló el Plan Nacional de Educación (1976-1982), que incluyó estudios y propuestas programáticas, pero que no alcanzó a definir prioridades y metas.

A fines de 1977 fue designado como Secretario de Educación Fernando Solana, quien retomó los estudios

del diagnóstico del Plan Nacional y propuso dentro de un documento denominado: Programas y Metas del Sector Educativo 1978-1982. Con el diagnóstico reali-zado se encontró que, entre los principales desafíos que enfrentaba el desarrollo educativo nacional, existían seis millones de adultos analfabetos, 13 millones de adultos sin primaria terminada, y 1.2 millones de indígenas que no hablaban español. Este enorme rezago en materia educativa, se hacía manifiesto en el hecho de que el pro-medio de escolaridad era de tercer grado de primaria.

Para enfrentar esta deuda social se acometieron en los siguientes años una serie de medidas entre las que destacan: el Proceso de Reforma de la Educación (1970-1976) el Proceso de Desconcentración y Des-centralización de la SEP y los Programas de Educación para Todos y de Primaria para Todos los Niños (1978-1982) y la Revolución Educativa (1982-1985).

Un proyecto importante de esos años fue la creación de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), que inició con un programa de licenciatura en educación básica destinado a la capacitación de nuevos maestros. En el ámbito de la cultura destacó la creación del Con-sejo para la Cultura y las Artes (Conaculta) en 1988.

Por primera vez en el año 2000, la tasa de analfabe-tismo fue menor a 10%. Desde entonces ha continuado su descenso. El analfabetismo fue erradicado entre la población de 15 a 24 años. El problema persistió en la población indígena y en los mayores de 50 años, en el que el índice de analfabetismo sigue siendo de 8%

Es evidente que pese a los grandes esfuerzos de los gobiernos revolucionarios por abatir el analfabetismo, el espectacular crecimiento demográfico experimen-tado en México entre los años 40 y 8013, había con-seguido que las intensas campañas de alfabetización, capacitación de maestros y construcción de escuelas proseguidas durante ese periodo fueran insuficientes para hacer frente a una demanda creciente. Con todo, debe reconocerse que se consiguió transformar al país de una sociedad mayoritariamente iletrada como era la de 1921, a una en la que la inmensa mayoría poseía los rudimentos necesarios para enfrentar las exigencias de la modernidad. Lo cual, en un lapso de ocho décadas no parece un logro menor. a

Mario Ojeda Revah es historiador y politólogo. Doctor en Ciencia Política. Actualmente es profesor de la Saint Louis University. Su libro más reciente es México ante el mun-do 1930-1960. Madrid, MAPFRE/Taurus, 2010.

13. A lo largo del siglo XX la población mexicana pasó de 13,6 a 97,5 millones de habitantes al crecer a tasas superiores al 3% anual entre 1940 y 1980.12. INEGI. Censo General de Población 1970.

Luis Echeverría y Gustavo Díaz Ordáz.

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Quien no conoce la historia está conde-nado a repetirla, reza la máxima, por ello un pueblo que no conoce su larga y compleja formación como Nación no podría definir y potenciar la vida de las generaciones siguientes.

Si aceptamos nuestro pasado con responsabilidad cabal –y no a un beneficio de inventario complaciente y autogratificador– estaremos en condiciones de con-figurar un cause común, un futuro para todos. La expe-riencia y el conocimiento históricos nutren y articulan nuestro aprendizaje para la asunción de una ciudada-nía integral, democrática, actualizada.

Para el PRI, el bicentenario del inicio de la Insurgen-cia, los 150 años de la promulgación de las Leyes de Reforma, los 100 del arranque de nuestra Revolución social –primera en el siglo XX– conforman una trilogía de reivindicaciones creadoras de futuro, cuya esencia ideológica y cuyos más honrosos episodios militares y sobresalientes rendimientos políticos, jurídicos y cultu-rales constituyen herramientas capaces de construir al México merecido por nuestros hijos.

Estos episodios nacionales, conforman una trilogía

de reivindicaciones creadoras de futuro, es un momen-to histórico para la reflexión y el análisis, sobre las razo-nes que impulsaron a patriotas como Hidalgo, Morelos y Allende para tomar las armas con la finalidad de crear una nación libre y soberana; a Juárez, Ocampo y Gómez Farías para conformar un marco jurídico que regulara la vida de los mexicanos y defender los supremos intere-ses de la Nación, ante los embates del expansionismo francés y estadounidense, así como de los estratos más retardatarios de la sociedad mexicana de ese tiempo; a Madero, Villa y Zapata cuyo pensamiento e ideología que conjugan libertad, igualdad y democracia fueron los principios base plasmados en la Constitución de 1917, para la que reiteramos nuestro compromiso con el cumplimiento de la misma.

Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Zapata no han muerto, siguen vivos en nuestra memoria histórica, re-tomemos los postulados que conformaron nuestra na-ción, hagamos realidad sus anhelos de libertad, justicia y soberanía, dueños de ese legado, asumamos de ma-nera plena la herencia recibida haciendo un compro-miso con las generaciones actual y futura de mexica-nos, luchemos por un México donde la democracia, la

54 EXAMEN

Por Raúl González Apaolaza

Conmemoraciones 2010

Conozcamos nuestra historia2010 año del Bicentenario del inicio de la insurgencia, ses-quicentenario de la promulgación de las leyes de Reforma y Centenario de la Revolución Mexicana.

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justicia social y la soberanía, sean la pauta del desarro-llo y la transformación de nuestra Patria. Ya que quien asuma y comprenda su pasado, estará en condiciones de imaginar su futuro y trabajar por él.

Los festejos conmemorativos del Bicentenario de la Independencia, el sesquicentenario de la promulga-ción de las Leyes de Reforma y el Centenario de la Revo-lución Mexicana son la ocasión precisa para inculcar en las nuevas generaciones de mexicanos, los principios de libertad, justicia social y soberanía que inspiraron a los grandes hombres de México. Así como la ideolo-gía revolucionaria que se convirtió en leyes y, estas a su vez, en las instituciones que regulan a la sociedad mexicana.

Dueños de ese legado, podremos insertarnos con plenitud y decoro en los revolucionarios ámbitos de la escena mundial de esta hora si asumimos de manera plena la herencia recibida y si tenemos el talento de aprovechar hoy su poderoso impulso –luces y sombras, contradicciones, fortalezas y debilidades— necesario para examinar el transitorio presente con ojos autocrí-ticos y reflexionar en torno de los caminos nacionales por recorrer.

No se trata sólo de rememorar hechos o fechas des-collantes o de conformarnos con seguir, respetuosos, la huella de las efemérides sino de calar más allá de la corteza de los sucesos aislados y extraerle su más ínti-ma y jugosa sustancia, decididos como estamos a ser concisos y a rastrear los hilos conductores de sus razo-nes medulares. Si como quería el clásico, la historia es la hazaña de la libertad, la libertad es la hazaña de la his-toria. La historia, no lo olvidemos, es “advertencia del porvenir”. Hagamos de los eventos conmemorativos, el momento propicio para patentizarle a la sociedad, que el PRI está y estará comprometido con esos grandes va-lores que han inspirado a nuestros héroes, en la cons-trucción del México, donde la libertad y la justicia social sean el motor impulsor del desarrollo socioeconómico y del bienestar de los mexicanos. a

Raúl González Apaolaza es presidente de la Comisión Conmemorativa de los hechos históricos del PRI en el Distrito Federal.

EXAMEN 55

Gómez Farías.

Morelos.Benito Juárez y su gabinete.

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56 examen

política

Hace mil años la humanidad entera se su-mergía en la paranoia que alimentaban sabios, líderes o religiosos. Creían predic-ciones de que el poder divino acabaría con el mundo. El mítico astrólogo y médico

francés, Michael de Notre Dame o Nostradamus (advo-cación de Nuestra Señora de París, retocaba su imagen de profeta) un ícono catastrofista.

La humanidad -es decir, usted, yo, todos- libró otro siglo; el más sangriento (una guerra y un millón de muertos por año) y el del mayor progreso tecnológico: la clonación y viajes a la colonización ultra solar.

El brindis que dentro de unos días hagamos –como cada fin de año– deberemos indagar a nuestro interior si seremos capaces de cambiar.

Nostradamus supuestamente predijo el surgimiento y la caída de Napoleón o de Hitler; la era nuclear o la Gue-rra del Golfo Pérsico, como avisos del fin del mundo.

Los Nostradamus, frecuentemente con énfasis tal que nos provocan incredulidad, astrólogos, físicos, eco-nomistas, políticos y ambientalistas dicen que el plane-ta está enfermo y que contribuimos en ello. ¿Será?

Al Gore –dejó su sueño de llegar a la Casa Blanca– sí lo cree. En los documentales “Una verdad incómo-

da” o “El “Día de mañana” el ex vicepresidente urge a cambiar modos de vivir y a adquirir acciones de respe-to al planeta. “Estado del miedo” –thriller de Michael Crichton– y cientos de trabajos literarios, igual.

La Cumbre de Cancún realizada el 29 de noviem-bre es “la última llamada” a parar el Cambio Climáti-co, como denominan a la alteración humana sobre el equilibrio del dióxido de carbono en la atmósfera y en los mares.

Perspectivas de CancúnPero ¿podremos bajarle los humos a la contaminación (nata permanente de 40 mil toneladas de smog) con seis millones de automotores propios y visitantes?

¿Y los de fuentes fijas: fábricas, talleres y puestos ca-llejeros? Le bajaremos a las 20 mil toneladas diarias de basura que eleva al Bordo de Xochiaca...reciclándola? ¡Significa millones de concesionarios!

¿Se podrá detener el envenenamiento del Ganges, el río-Dios de la India? ¿O el del Danubio (baña me-dio Europa) amenazado por un millón de metros cú-bicos de lodos con arsénico y otros tóxicos mortales? ¿Y los derrames en el Golfo de México, y los desastres en China?

¿Qué posibilidades hay de debilitar, contener y controlar a las organizaciones de traficantes?

Cambio climático ¿Apocalipsis en el XXI?

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examen 57

Por Joaquín Herrera

Este fin de un año e inicio de otro –etapa de prome-sas y esperanzas– decidamos cómo frenar la fusión de hielo en los polos.

Eso buscarán en Cancún jefes de Estado, premios Nobel, ambientalistas, gobernantes, líderes de opinión o religiosos.

Llegamos al siglo del Cambio Climático, está aquí, en cada crucero de la ciudad; en cada ladera de auto-pistas, con bosque talados; campos de labor converti-dos en fraccionamientos.

Quizá Cancún sea la misión imposible de torcerle la mano a los dos brazos más poderosos del planeta: Pe-kín y Washington. Estos intercambian “razones” para incumplir compromisos con el planeta de bajarle los humos al smog.

Cuando la contaminación y la deforestación, por ejemplo, empobrecen al tinaco del planeta. Sus fuentes o ríos aéreos se descontrolan y vemos la deshidrata-ción para unos y las inundaciones para otros; se acelera la contaminación de mantos freáticos.

A nadie sorprende así la advertencia de décadas de que “la tercera guerra mundial será por agua”. Claro, pero la cuarta, no importa el por qué, será con piedras. El resto de este siglo, la humanidad entera se enfrascará

en combatir a ese mar de excesos, humos, pestilencias, mugre, desequilibrio, más por el factor humano, salvo un cambio. Quizá los huracanes, tsunamis, terremotos y demás calamidades apocalípticas terminen por con-vencernos de cambiar nuestros excesos.

Katrina y Gilberto Eso que llaman el calentamiento global parecía dema-siado lejano a nosotros y a nuestra realidad para pre-ocuparnos. Pero esa creencia da vuelcos aquí y allá: Nueva Orleáns bajo siete horas de un diluvio agotó cualquier capacidad de asombro.

Katrina abatió a la costa este de Estados Unidos en 2005. En categoría cinco, el meteoro rugía; “bramaba” dirían rescatistas mexicanos que no esperaron la au-torización para cruzar la frontera y empezar a ayudar. El desastre bajo la barrera y el Tío Sam agradecieron el gesto nunca aceptado para ningún país.

En términos populares El Niño y La Niña antes re-ducidos al Pacífico ya avisan que el catarro del planeta pasó a bronconeumonía en algunos puntos. Y no pa-rece un juego.

El cambio de siglo y el nuevo milenio se da entre huracanes, tsunamis, terremotos que más y más nos

Tlacotalpan, Veracruz.

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política

Las calles y los interiores de las casas en Nuevo Orléans después de Katrina.

Pakistán bajo el agua.

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Cambio climático ¿Apocalipsis en el XXI?

examen 59

convencen que sin lugar a dudas y a pesar de que to-davía algunos actores políticos niegan su existencia, lo cierto es que ya inició otra era.

En 1988 Gilberto, el ciclón del siglo, antecedente de Katrina, arrasó la península de Yucatán y terminó sepultando a Monterrey y a 10 entidades las dejó bajo dos o tres metros de agua.

Las advertencias del cambio climático nos suenan como propaganda ecologista, hasta con fines electore-ros, pero ha quedado demostrado que no es así.

La Tierra tiene inquietantes noticias que darnos. Desde Alaska hasta la Tierra del Fuego el mundo se está calentando, y lo está haciendo rápidamente.

Encontrarnos y sufrimos en terremotos, inundacio-nes, diluvios o sequías severas, resultados temerarios: el hielo de los polos se funde; los ríos se secan y las costas se erosionan, amenazando los litorales. La flora y la fauna sufren depredaciones importantes. Desapa-recen especies animales (ya nacieron los últimos tigres, el símbolo de la India) y abundan las especies que sólo quedan en los zoológicos.

La Niña y el NiñoEn el Pacífico tropical surgió un fenómeno. Con la energía de un millón de bombas nucleares comenzó a cambiar su imagen de bendición para pescadores o agricultores para tornarse en un mal presagio que trai-ría consigo consecuencias inimaginables.

En Chato Chico, el río Piura tiene mil afluentes como el Nilo. Su ciclo de tres o siete años, pasó a ser más frecuente; ahora es una masa de agua marina cá-lida –del tamaño de Europa– que afecta ya no sólo a la costa de Perú llamado El Niño y ya cuenta con una hermanita: La Niña.

Como este fenómeno anunciaba las cercanías de la Navidad, los pescadores de Chato Chico le llamaron “El Niño” (por el Niño Jesús).

El planeta ha sufrido cambios naturales, pero otros inducidos. Son muchos quienes nos dicen en todos los idiomas que avanzamos a estadios apocalípticos pro-ducto de la soberbia, incultura, improvisación y corto-placismo de gobiernos poco responsables.

Eso es, la reacción humana a fenómenos que generó el gigantismo que nos obligó a ampliar nuestro trajín bajo la superficie (el metro del DF tiene siete pisos de corredores bajo tierra, en el suelo más difícil del mun-do y vamos por más) o algo como 200 pisos arriba de nuestras cabezas.

La explosión demográfica que hizo pasar a la capital del país de un millón de almas en tiempos de la Guerra Mundial, 60 años después, es algo como 20 ciudades en una Zona Metropolitana, con 15 millones de residen-tes y, por si fuera poco, casi otro tanto de visitantes en movimiento frenético.

Anthony Giddens y Martín Rees, expertos, atribu-yen desastres en Pakistán, China, Rusia y Estados Uni-dos al sobrecalentamiento. Este 2010 probó en Tamau-lipas, Nuevo León, Tabasco, Oaxaca yVeracruz lo que en los cinco continentes es su fuerza.

Llaman a un “impulso renovado para despertar al mundo de su letargo”.

Y creemos que se acabaron las disculpas. Tendre-mos que evitar la fórmula del fracaso: pedir lo imposible (que otros lo resuelvan por nosotros) o retrasar (sin ac-ción) lo inevitable. Urge lanzarle una bocanada de oxí-geno a este viejo planeta, nuestro hogar. a

Joaquín Herrera es periodista.

Riadas en Pakistán. Vista de Cancún despues del huracán Wilma.

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internacional

60 examen

Francia se levanta en huelga.

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Por Dominique Moisi

examen 61

Una vez más, el pueblo francés recurre a la revolución para que el gobierno tome en cuenta su punto de vista sobre el tema del retiro laboral.

La reaccionaria revolución francesa

L a expresión “la excepción francesa” no sólo se aplica a los asuntos culinarios, sino también a las cuestiones sociales y económicas. Una

mayoría de los franceses actuales re-conoce que es necesario aumentar la edad de la jubilación para velar por la supervivencia del sistema de pen-siones. Sin embargo, según todas las encuestas de opinión, casi 70% de los franceses apoya a los manifes-tantes que están saliendo a las calles para bloquear las modestísimas re-formas introducidas por el gobierno del Presidente Nicolas Sarkozy en materia de retiro.

“La excepción francesa” es el producto de un encuentro entre una historia política e intelectual pecu-liar y el rechazo de las minorías que

ocupan el poder actualmente. Para consternación de sus vecinos eu-ropeos y ante un público mundial desconcertado, los franceses están demostrando una vez más su extra-ña tradición de recurrir a medios revolucionarios para expresar incli-naciones conservadoras extremas.

A diferencia de sus predeceso-res de mayo de 1968, los manifes-tantes de hoy no están en las calles para defender un futuro diferente y mejor. Han salido en gran número para proteger el status quo y expre-sar su nostalgia por el pasado y su miedo al futuro.

Y, sin embargo, el reaccionario movimiento revolucionario del tipo que estamos presenciando –una reacción violenta contra las consecuencias inevitables de la glo-Fo

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balización– sigue siendo inconfundiblemente francés. Lo impulsa el extremo racionalismo cartesiano, raya-no en el absurdo, de un país cuyos ciudadanos siguen viendo al Estado en cierto modo como los adolescen-tes ven a sus padres.

EL dEsEo dEL pUEbLo FrancésDe hecho, ver a estudiantes de bachillerato expresar su hostilidad al ligero aumento en la edad de jubilación previsto por Sarkozy resulta particularmente revelador. Parecen confirmar la “sabiduría” de una estudiante china que recientemente describió su plan de vida a una revis-ta estadounidense: “Comenzaré con una buena univer-sidad estadounidense para reforzar mi instrucción, lue-go trabajaré en China y me haré rica y después, cuando me jubile, me iré a Europa para disfrutar de la vida”. Si se va a Francia, puede vivir en un lugar ideal para disfrutar del presente, no para construir un futuro.

Los que protestan saben que lo que piden en las calles hoy –el mantenimiento de lo que tienen– carece total-mente de realismo. Sin embargo, les parece totalmente legítimo seguir así. ¿Y si lo que de verdad está mostran-do Francia al mundo es en qué consiste la “buena vida”: no en formar parte de una “gran nación” con bomba nuclear y un puesto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sino en ser una “nación feliz”, cuyos ciudadanos saben vivir bien y quieren disfrutar de una larga “segunda vida” después de la jubilación?

Desde ese punto de vista, Francia vuelve a ser, una vez más, la punta de lanza de una nueva Revolución Europea: una revolución no basada en los principios de “Liberté, Égalité, Fraternité”, sino en el principio de placer. Esa clase de franceses quieren encabezar a los europeos en su intento de pasar a ser un museo de la buena vida y centrarse en el turismo. ¡Francia debe ser el modelo de una opción substitutoria!

Pero esa visión irónica de la Francia actual es dema-siado simplista o romántica y no comprende la com-binación de miedo y descontento social que resulta visible ahora en el actual maelstrom francés. En su afa-nosa búsqueda de satisfacción los franceses expresan un profundo malestar existencial. Parecen estar pre-

guntándose: “Puesto que ya no podemos ser grandes, porque otros nos han superado, ¿podemos ser simple-mente felices?”

Pero su oposición al cambio refleja no sólo cierta negación de la realidad. Corresponde también a una refutación del hombre que encara para ellos todo lo que rechazan. De hecho, la impopularidad personal de Sarkozy desempeña un papel importante en la per-sistente fuerza de la oposición antirreforma. ¿Cómo puede un hombre que representa a las “grandes empre-sas” o que simplemente parece fascinado por el dine-ro atreverse a pedirles que se sacrifiquen por Francia? Hoy día, la pasión francesa por la igualdad supera con mucho la pasión francesa por la libertad, por lo que amenaza a la prosperidad francesa.

Se utiliza el destino de quienes empezaron a traba-jar a muy temprana edad o de las mujeres que deja-ron el trabajo para criar a sus hijos como argumento contra la reforma, pero se trata de una mera coartada que permite a los franceses afirmar que, aunque nada tienen en principio contra la reforma, la propuesta está cargada de injusticia.

El resultado es difícil de predecir. La lucha de vo-luntades entre Sarkozy y la calle sigue aún sin zanjar. Si yo tuviera que apostar, sería a que el Gobierno acabará ganando esta batalla, pero no es probable que Sarkozy obtenga un beneficio a largo plazo de su modesto éxi-to y la batalla por la reelección se le hará una cuesta arriba.

Los franceses no han elegido aún entre defender el viejo mundo y afrontar los desafíos de un mundo mundializado. Su propia vacilación es motivo de per-plejidad para la mayoría y de admiración para unos pocos. Francamente, resulta más fácil explicar su com-portamiento que entenderlo. a

Dominique Moisi es el autor de The Geopolitics of Emo-tion (“La geopolítca de la emoción”).Copyright: Project-syndicate© Project Syndicate 1995–2010

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Por Dominique Moisi

Manifestantes franceses en contra de la nueva reforma de la edad del retiro.

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La importancia de las instituciones multinacionales en cuestión de toma de decisiones y de catástrofes internacionales.

Es poco probable que en el siglo XXI haya un gobierno global, pero ya existen diferentes grados de gobernabilidad mundial. El planeta cuenta con cientos de tratados, instituciones y regímenes para el control de las relaciones

entre estados, que abarcan las telecomunicaciones, la aviación civil, los vertidos en los océanos, el comercio y hasta la proliferación de armas nucleares.

Sin embargo, estas instituciones rara vez disfrutan de autonomía y está por verse si las grandes potencias en este siglo estarán a la altura de este papel.

A medida que aumente el poder de China e India, ¿cómo cambiará su comportamiento? Irónicamente, para quienes prevén un mundo tripolar de Estados Unidos, China e India a mediados de siglo, los tres -que además son los más poblados del mundo- se encuen-tran entre los que más protegen su soberanía.

Algunos argumentan que nuestras instituciones es-tán lo suficientemente abiertas y son lo bastante adap-tables para que China vea que va en su propio beneficio convertirse en lo que Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, llamó una vez “una parte interesada

La aplicación del poder

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La onU sigue siendo la institución global más importante en cuestión de ayuda ante los desastres.

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Por Joseph S. Nye

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responsable”. Otros creen que China deseará imponer su propia marca y crear su propio sistema institucional internacional a medida que vaya ganando poder.

Los países de la Unión Europea han estado más que dispuestos a experimentar con la limitación de la sobe-ranía nacional y es posible que impulsen más innova-ciones institucionales. Sin embargo, es poco probable que –a menos que ocurra un desastre como la Segunda Guerra Mundial– el mundo sea testigo de “un momento constitucional” como el que vivió con la creación del sis-tema de instituciones de las Naciones Unidas tras 1945.

En la actualidad, como institución internacional la ONU juega un papel crucial en la legitimización, la diplomacia en situaciones de crisis, las operaciones de paz y las misiones humanitarias, pero su tamaño mis-mo ha resultado ser una desventaja para muchas otras funciones. Como lo demostrara la cumbre de la ONU para el cambio climático realizada en Copenhague en 2009, a menudo las reuniones de 192 estados son difí-ciles de manejar y están sujetas a políticas de bloques y maniobras tácticas por parte de actores en gran medi-da externos que, de lo contrario, carecen de los recur-sos para solucionar problemas funcionales. Como lo expresara hace poco la secretaria de estado de Estados Unidos, “la ONU sigue siendo la institución global más importante... pero constantemente podemos ver sus li-mitaciones... Nunca fue ideada para afrontar todos y cada uno de los retos del mundo, ni debería hacerlo.”

De hecho, el principal dilema que enfrenta la co-munidad internacional es cómo incluir a todos y, aún así, seguir siendo capaz de actuar. Es probable que la respuesta se encuentre en lo que los europeos llaman la “geometría variable”. Habrá muchos multilateralismos y “mini-lateralismos”, que variarán según el asunto y la distribución de los recursos de poder que implique.

Por ejemplo, para cuestiones monetarias, la Confe-rencia de Bretton Woods creó el Fondo Monetario Inter-nacional en 1944, y desde entonces se ha ampliado para incluir 186 países. Sin embargo, el predominio del dólar fue la característica crucial de la cooperación monetaria hasta los años 70. Tras el debilitamiento del dólar y la de-cisión del Presidente Richard M. Nixon de poner fin a su convertibilidad a oro, en 1975 Francia convocó a go-bernantes de cinco países en la biblioteca del Chateau de Rambouillet para discutir asuntos monetarios. Pronto el grupo se elevó a siete y más adelante amplió su alcance y cantidad de miembros -incluida Rusia y un vasto aparato burocrático y de prensa- para convertirse en el G-8.

Más adelante, el G-8 dio inicio a su costumbre de in-vitar a cinco gobernantes de las economías emergentes. En la crisis financiera de 2008, este marco evolucionó hasta convertirse en el G-20, cuya base de participantes es más inclusiva.

Al mismo tiempo, el G-7 siguió reuniéndose para tratar temas monetarios más específicos; se crearon nuevas instituciones, como la Junta de Estabilidad Fi-nanciera, mientras las conversaciones bilaterales entre Estados Unidos y China fueron adquiriendo cada vez más peso. Como lo expresara un experimentado diplo-mático, “si se intenta negociar un acuerdo de tipos de cambio o el rescate financiero de México, como en los primeros días del gobierno de Clinton, con 20 países, no es tarea fácil. Con más de 10, sencillamente es de-masiado difícil llevar nada a la práctica.”

Tiene razón, por supuesto. Después de todo, con tres países hay tres relaciones bilaterales; con 10 hay 45 y con 100 actores hay cerca de cinco mil. Esa es la razón de que, en asuntos como el cambio climático, la ONU seguirá desempeñando un papel, pero es proba-ble que ocurran negociaciones más intensas en grupos de menos tamaño como el Foro de las Principales Eco-nomías, donde menos de una docena de países repre-senta 80% de las emisiones de gases de invernadero.

Gran parte del trabajo de normativa global depen-derá de redes formales e informales. Las organizacio-nes de redes (como el G-20) se utilizan para establecer temas que tratar, generar consensos, coordinar políti-cas, intercambiar conocimientos y establecer normas. Como argumenta Anne-Marie Slaughter, Directora de Planeamiento de Políticas en el Departamento de Es-tado de Estados Unidos, “el poder que fluye desde este tipo de conectividad no es el de imponer resultados. En las redes priman más la gestión y la coordinación que la imposición y el control”. Múltiples actores se inte-gran a un todo que es más que la suma de sus partes.”

Para enfrentar los retos trasnacionales que caracte-rizan la edad de la información global, la comunidad internacional deberá seguir desarrollando una serie de redes e instituciones que complementen el marco glo-bal de la ONU. Sin embargo, si las grandes economías no concuerdan, es difícil que incluso organizaciones como el G-20 puedan establecer los temas sobre los que deban actuar la ONU y las instituciones financie-ras de Bretton Woods.

En los días posteriores a la crisis financiera de 2010, el G-20 pareció ayudar a los gobiernos a coordinar sus medidas y evitar un proteccionismo rampante. El mundo espera con ansias que esté a la altura de las ex-pectativas cuando se reúna nuevamente en Seúl en no-viembre próximo. a

Joseph S. Nye, Jr. es ex Secretario Asistente de Defensa de los Estados Unidos, es profesor en la Universidad de Harvard y autor de The Future of Power (El futuro del poder), de próxima publicación. © Project Syndicate 1995–2010

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Hace unas semanas se concedió a Liu Xiao-bo el premio Nobel de la Paz por su larga lucha no violenta en pro de los derechos humanos fundamentales en China. Di-cho premio llega en un momento decisi-

vo de la política china, pues puede pasar a ser un hito en la larga marcha de China hacia una mayor libertad.

Sin embargo, pocas voces han hablado del premio Nobel de la Paz. El departamento de propaganda del Gobierno ha ordenado a los más importantes medios de comunicación que impidan la difusión de la noticia al público en general imponiendo una censura estricta. De hecho, en el telediario nacional de las siete de la tarde de la CCTV, el que cuenta con el mayor auditorio, no se dijo ni palabra sobre Liu el día en que recibió el premio.

Pese a este nuevo apagón de las noticias, el blog y los microblogs estallaron después de que se anunció que el galardonado era Liu. Por ejemplo, en la microblog de Sina, los participantes recurrieron a imágenes, eu-femismos y caracteres ingleses o chinos tradicionales para eludir la censura.

La rEprEsión china a Las rEdEs sociaLEsLas microbitácoras al estilo de Twitter son muy popu-lares en China. Twiitter.com fue bloqueada oficialmen-te el año pasado, a raíz del vigésimo aniversario de la brutal represión en Tiananmen y los disturbios en Xin-jiang de este verano.

Poco después, su clon chino más famoso Fanfou.com también fue cerrado, con lo que el millón de usua-rios registrados en él quedaron sin servicio. No obs-tante, aunque en China sólo se puede entrar en Twitter por mediación de servidores substitutos, sigue desem-peñando un papel decisivo en la vida china de Internet

por su capacidad para conectar diferentes fuentes de noticias y activistas sociales.

De hecho, Twitter es el único lugar en el que los chi-nos pueden hablar libremente sobre el premio Nobel de Liu. Una búsqueda con la etiqueta “#Liuxiaobo muestra que aparecen centenares de mensajes corres-pondientes por minuto.

Más en general, Twiitter ha pasado a ser un instru-mento poderoso para los ciudadanos chinos, a medida que van desempeñando un papel cada vez mayor en la comunicación de noticias locales en sus comunida-des, pero la revolución social que han representado las microbitácoras podría ser aún más importante que la revolución de las comunicaciones. De hecho, aquí, en China, los usuarios de Twitter lo utilizan para todo, desde la resistencia social hasta el envío de tarjetas pos-tales a los presos de conciencia, pasando por la investi-gación social y la supervisión de la opinión pública, la creación de humor negro satírico y la “organización sin organizaciones” en el movimiento anti-incineración de Guangdong.

Desde que los iraníes utilizaron Twitter para inter-cambiar información e informar al mundo exterior de la rápida proliferación de protestas por el robo de las elecciones presidenciales de junio de 2009, ha habido muchos debates sobre el papel del activismo digital en países autoritarios como China. ¿Representa la tecno-logía Web 2.0 un papel análogo para la Twivolución en una transición democrática china en algún momento futuro?

El activismo político de Twitter en China contradice la simplista y, sin embargo, muy difundida suposición de que los medios de comunicación social en manos de los activistas pueden propiciar rápidamente la mo-

La rebelión de las clases de china que twitteanEl bloqueo del gobierno no puede con el poderío de las redes sociales y su popularización entre el pueblo.

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vilización de las masas y el cambio social. En cambio, esos instrumentos y cauces destinados a compartir in-formación fomentan avances sociales más sutiles.

Esa sutileza refleja la distinción entre macropolítica y micropolítica. La macropolítica es estructural, mien-tras que la micropolítica es cotidiana. Los cambios en el sistema micropolítico no necesariamente propician un ajuste de la macroestructura, en particular en los sistemas políticos sometidos al máximo control, como el de China, pero, si las unidades pequeñas están bien organizadas, pueden mejorar en gran medida el bien-estar de la sociedad en conjunto, poco a poco, actuan-do en el nivel micro. La “microinformación” y el “mi-crointercambio” pueden hacer avanzar el cambio real.

¿Por qué es tan importante el micropoder? En el pasado, sólo unas pocas personas muy motivadas par-ticipaban en el activismo político; las masas no adop-taban prácticamente iniciativa alguna. Las personas apasionadas no entendían por qué el público parecía

desinteresarse por sus esfuerzos. En la actualidad, per-sonas muy motivadas pueden bajar el umbral de la ac-ción para que personas con menos pasión se unan a sus esfuerzos.

Actualmente, la Twitteresfera china tiene tres rasgos prominentes: en primer lugar, como los gobernantes de China refuerzan sus medidas de censura, Twitter ha pasado a estar muy politizado. Además, Twitter reúne a los dirigentes de la opinión en torno a una mesa vir-tual, pues atrae a muchos de los “nuevos intelectuales públicos” y a los “defensores de los derechos”, además de veteranos de los movimientos pro derechos huma-nos y a los disidentes exiliados. Su influencia en el ci-berespacio chino y los medios de comunicación tradi-cionales es consecuencia de esa agrupación.

Por último, se puede recurrir a Twitter como ins-trumento de movilización en China. En los últimos años ha habido una explosión de actividades que in-dica que Twitter ha pasado a ser la plataforma coor-dinadora para muchas campañas de afirmación de los derechos de los ciudadanos. Con la proliferación de clones de Twitter en China (ahora todos los más im-portantes portales ofrecen servicios de microblog), los movimientos sociales en China están recibiendo un impulso a largo plazo.

Así, pues, Twitter ha pasado a ser un instrumento im-portante para fomentar la política en China. Puede vin-cular eficazmente la teoría con la acción, crear campañas generalizadas y un terreno común entre los activistas en pro de los derechos, los intelectuales públicos y toda cla-se de usuarios de Twiitter. De hecho, una serie de pro-testas y actos habidos desde la segunda mitad de 2009 indica una estrecha relación entre Twitter y la política de la vida real, por lo que brinda nuevas posibilidades de remodelar el régimen autoritario de China. a

Hu Yong es profesor de Estudios de Internet en la Uni-versidad de Peking. © Project Syndicate 1995–2010

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Por Hu Yong

Los chinos siguen informando al mundo a pesar del bloqueo.

El autoritarismo ha prohibido el acceso a las redes sociales.

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Los países de américa Latina deberían unirse para hacer frente a la fortaleza de otras monedas, principalmente el yuan chino.

L a guerra cambiaria global se asemeja a una guerra convencional en dos sentidos impor-tantes: en primer lugar, una confrontación sobre los desequilibrios estructurales entre dos grandes rivales –China y Estados Uni-

dos– ha llevado a los aliados más pequeños a la incó-moda situación de tener que tomar partido por uno u otro lado; en segundo lugar, terceros no directamente involucrados están sufriendo daño colateral de ambos bandos en conflicto.

Las economías de rápido crecimiento de Améri-ca Latina son particularmente vulnerables, obligadas como están a enfrentar la inflexibilidad del tipo de cambio de China y el impacto de la devaluación del dó-lar que surge a partir de la política monetaria expansiva de la Reserva Federal de Estados Unidos.

La mecánica es familiar: la liquidez en dólares de-rrama hacia los países emergentes en busca de ren-dimientos más altos, ejerciendo presión alcista sobre sus monedas. Brasil, Chile y Colombia, entre otros, hoy enfrentan las poderosas fuerzas de la apreciación cambiaria. Esta presión está acompañada, en los paí-ses latinoamericanos ricos en recursos naturales, por el incremento en los precios de las materias primas causado por la búsqueda de rendimientos y la caída del valor del dólar.

Ahora bien, ¿por qué los países latinoamericanos deberían preocuparse por el ingreso de capitales y la revaluación de sus monedas? Después de todo, tradi-cionalmente este ingreso ha sido considerado como una transferencia positiva de ahorros de los países in-dustriales ricos a los mercados emergentes carentes de capital.

La disparidad En aMérica LatinaAdemás, el escenario post-crisis encuentra a la región con fundamentos macroeconómicos superiores a los del mundo industrial. Las posiciones fiscales son sóli-das y la deuda pública representa apenas 32% del PBI de la región. Por último, el despalancamiento global es asimétrico: hay economías latinoamericanas que crecen rápido y mercados avanzados que se rezagan, lo que puede exigir una corrección del tipo de cambio real y, así, justificar una revaluación de las principales monedas de la región.

Sin embargo, esta visión optimista oscurece la pérdida de competitividad que podría provocar una apreciación real. De hecho, la “enfermedad holandesa” –llamada así por la catastrófica caída de la competitivi-dad industrial de Holanda después de que el descubri-miento de gas natural en el Mar del Norte revalorizara fuertemente la moneda- se ha convertido en una seria preocupación. Con la salvedad de que hoy, en América Latina (y en otros países en desarrollo), son los flujos financieros y no los recursos naturales los causantes de la enfermedad.

Los mayores ingresos de capital pesan sustancial-mente en los sectores exportadores y de sustitución de importaciones, y pueden causar daños irreparables si la apreciación es profunda y prolongada. Algunas econo-mías incluso sufren bajas de ambos bandos de la guerra porque, además de la presión proveniente del exceso de liquidez de dólares, deben enfrentar una mayor com-petencia (interna y en terceros mercados) por parte de China, mientras el renminbi (nombre oficial de la mo-neda china) se mantenga estable contra el dólar.

México es un claro ejemplo de este doble efecto. En los últimos 18 meses, el peso se ha apreciado 6% con-

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Por Mario I. Blejer y Eduardo Levy Yeyati

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tra el renminbi, erosionando la capacidad de México de competir con las exportaciones chinas a Estados Unidos, por lejos el principal mercado exportador de México.

Pero esta no es la única consecuencia de la enfer-medad holandesa “financiera”. La política de expansión cuantitativa de la Fed, al exacerbar el tsunami de dóla-res a la región, podría alimentar peligrosas burbujas en los mercados emergentes. Al inflar artificialmente los activos y la riqueza en los países receptores, los ingre-sos de capital llevan a las economías emergentes a con-sumir de más, creando el mismo tipo de condiciones que condujeron a la reciente crisis, esta vez, en econo-mías que están mucho menos equipadas que Estados Unidos para hacer frente a los riesgos.

¿EL rEgrEso dE Estados Unidos?Ahora bien, ¿qué sucederá cuando Estados Unidos se recupere, revierta la expansión monetaria y comience a subir las tasas de interés? ¿No es de esperar entonces una inversión de los flujos de capital con violentas rota-ciones cambiarias? En la medida en que este resultado siga siendo una clara posibilidad, la enfermedad ho-landesa financiera representa una seria amenaza para los mercados emergentes más dinámicos.

Si el G-20 ha de desempeñar un papel importante en la post crisis, debe ser capaz de facilitar una salida para esta situación confrontativa. Desafortunadamente, el estancamiento en la coordinación de políticas globales durante las recientes reuniones del Fondo Monetario Internacional/Banco Mundial pudo haber sido una temprana demostración de los límites del monitoreo multilateral y la coordinación internacional.

En un esfuerzo desesperado y de último recurso, el FMI hoy está inventando “informes de derrame” a ter-ceros países de las medidas adoptadas por economías sistémicamente importantes, a llevarse a cabo en los márgenes de las tradicionales consultas de Artículo IV. Esta iniciativa está destinada al fracaso –al igual que el Ejercicio de Vigilancia Multilateral del FMI, o las revi-siones entre pares del G-20 en el pasado reciente-. Aún si se reconocen claramente derrames masivos, cuesta ver de qué manera este ejercicio resolvería el problema fundamental detrás de la guerra cambiaria: la aparente falta de voluntad por parte de los principales actores para reconciliar intereses nacionales contrapuestos.

¿Qué deberían hacer entonces las economías lati-noamericanas? Sin duda, tienen derecho a defenderse, ya sea a través de una intervención del mercado cam-biario y la consiguiente acumulación de reservas (una opción potencialmente rentable si los flujos de capital son efectivamente temporarios), la imposición de con-troles de capital, u otras políticas macroprudenciales orientadas a suavizar contracíclicamente los vaivenes del tipo de cambio.

Todo esto se puede hacer (y se está haciendo) de manera unilateral. Mientras que Chile aún no ha inter-venido en el mercado cambiario, Colombia y Perú han aumentado ampliamente sus reservas internacionales, y Brasil ha sido agresivo en términos de restricciones de capital, incrementando en dos ocasiones su impues-to a los ingresos financieros de capital. Pero una acción no coordinada podría resultar en un círculo vicioso de represalias, convirtiendo la guerra cambiara en un au-téntico enfrentamiento comercial, con consecuencias graves para todas las partes involucradas.

Alternativamente, las economías latinoamericanas podrían fomentar la coordinación de políticas a nivel regional, donde las realidades económicas tienden a estar más alineadas, la interdependencia se siente de manera más directa y el costo de los derrames se puede internalizar más fácilmente. Este tipo de coordinación regional también podría mejorar el poder de negocia-ción de los países participantes, fortaleciendo su voz global. Si así fuera, América Latina podría pasar de ser una víctima de la guerra cambiaria a desempeñar un papel importante en el proceso de paz. a

Mario I. Blejer fue presidente del Banco Central de Ar-gentina. Eduardo Levy Yeyati es profesor de Economía en la Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires, y fue economista jefe del Banco Central de Argentina.© Project Syndicate 1995–2010

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Mexicanas al grito… de guerra, del campo y de las ciudades

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Por Lillian Briseño

La idea de los idealistas era que los hombres y las mujeres debían mante-ner una relación de equilibrio e igualdad dentro y fuera de sus hogares.

Durante los años de la Revolución Mexi-cana se continuaron, en la vida cotidia-na, muchas de las prácticas y costumbres que por siglos habían marcado el actuar de las mexicanas y los mexicanos en el

pasado. Y es que, si bien el estallido social de 1910 marcó un hito dentro de la historia política nacional, la revuelta no fue suficiente para que los hábitos y cos-tumbres seculares cambiaran de un día a otro, ya fuera como consecuencia de la guerra o porque así lo suscri-biera el documento oficial emanado de ese evento: la Constitución de 1917.

Por lo que toca a las mujeres, quizá en el ánimo de algunas personas era imperioso generar un cambio en la mentalidad de los casi 15 millones de mexicanos que vi-vían entonces en el país, para que las cosas funcionaran diferente y para que, en el nuevo estado, ellas, sobre todo, tuvieran mayor reconocimiento social. Los impulsores serían, sin embargo, un puñado de idealistas convencidos de que los hombres y las mujeres debían mantener una relación de equilibrio e igualdad dentro y fuera de sus ho-gares: lo mismo en la esfera pública que en la privada, con iguales derechos, acceso a la educación y oportunidades laborales. Eso era, por lo menos, lo deseable.

La realidad es que México cargaba –lo sigue ha-ciendo– con una larga historia de inequidad de género, en donde las grandes perdedoras eran las mujeres. Al menos así lo habían establecido las leyes escritas y con-suetudinarias en un ambiente en el que a los varones se les permitía prácticamente todo y a las mujeres no.

Pero aún cuando en términos generales se puede hablar de la mujer durante la Revolución, es obvio que no todas las mujeres eran iguales ni tenían las mis-mas condiciones de vida; tampoco las mismas opor-tunidades o la misma preparación. En este sentido, y en un ánimo de dar una visión que abarque algunas

imágenes femeninas en los primeros años del siglo XX, presentaremos aquí un bosquejo muy general en este breve espacio, de las mujeres en tres tiempos: las que se fueron a la lucha, las que se quedaron en sus tierras y las que vivían en las ciudades.

Una soldada en cada hijo te dio…La historia oficial nos ha enseñado, o mejor dicho, no nos ha enseñado, prácticamente nada de la vida coti-diana de las mujeres previo, durante y después de la Revolución Mexicana. Salvo algunas excepciones, las efemérides nacionales recuerdan sólo los nombres de aquellas que participaron en la lucha de la Independen-cia entre 1810 y 1821: La Corregidora, Leona Vicario o la Güera Rodríguez, mientras que en la Revolución la imagen se ha quedado resguardada bajo la presencia anónima de una mujer que puede ser cualquiera o nin-guna: las “adelitas”, las soldaderas o la Valentina.

Si la Revolución Mexicana movió masas entre 1910 y 1917, la participación femenina en el conflicto se reduce –según se puede apreciar en crónicas, fotos o filmaciones que detallan los enfrentamientos bélicos o la movilización de las tropas–, a acompañar a “sus hombres” en la retaguardia. Asimismo, encontramos imágenes de algunas que decidieron acompañarlos a la guerra o que quizá fueron “levantadas” por los soldados en el camino, pero que en todo caso resulta igual: son mujeres que van siguiendo a la “bola” en su peregri-nar, aunque hoy se sabe de una que otra que “tomó las armas” tras la muerte del varón. Ahí, en las imágenes, aparecen ellas preparando los alimentos: “echando” las tortillas o guisando; cuidando a los niños que se iban “criando a salto de mata”, entre el diario peregrinar y los sobresaltos de la guerra.

Todo parece indicar que hasta ahí llegó el papel de las mujeres en la Revolución. De no ser así, alguien nos

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GÉnero

tendría que explicar, a nosotras, las mexicanas, dónde está la versión femenina de un Madero, un Zapata, un Villa o un Obregón, por mencionar algunos nombres. Dónde están las valientes que se la “rifaron” en las batallas desde sus diferentes trincheras –ya en el frente, ya ayudando a los hombres, ya consiguiendo abasto; ya brindándoles el alimento que necesitaban; ya cuidando a las criaturas; ya dándoles soporte emocional– en actividades quizá no tan lucidoras como el comandar a una tropa, pero igual de importantes para mantenerla viva. Desafortunadamente, no las encontramos en los anales de la historia nacional, pero es evidente que su papel durante la lucha fue funda-mental para que ésta llegara a buen fin.

Es posible que hayan sido a estas mujeres, que por alguna razón se incorporaron a la lucha, a quienes la Revolución les cambió más la vida, pues aun cuando quizá continuaron con sus labores “tradicionales” den-tro de los ejércitos, ellas sí rompieron con su cotidiani-dad, con sus familias y lugares de origen, para solidari-zarse con el movimiento.

¡guerra, guerra! en el monte, en el valle… Pero si tal es cierto que, el “irse a la bola”, se convirtió en la forma de vida de muchos hombres y menos muje-res que por diferentes motivos abandonaron sus lugares de origen –para perseguir sus ideales, buscar justicia o mejorar sus condiciones de vida; por aspirar a cargos políticos o militares o simplemente por tener algo qué hacer– también lo es que no todos los mexicanos, y mu-cho menos todas las mujeres, participaron en la gesta revolucionaria de 1910.

En efecto, los otros se debieron haber quedado en sus lugares de origen para continuar con su vida coti-diana. De acuerdo con Arturo Warman, para princi-pios de siglo la mayor parte de la población se concen-traba en el ámbito rural, en una proporción de ¾ sobre la que vivía en las ciudades. Esto significa que de los aproximadamente 15 millones de mexicanos que vi-vían en territorio nacional, casi 10 millones no vivían en zonas urbanas.1 Eran en su mayoría campesinos ata-dos a la tierra y por lo mismo preocupados por cuidar los ciclos agrarios que de una u otra manera se debían respetar pues de ello dependía la supervivencia de la familia. Sólo cuando se tiene conocimiento de estos datos es que se entiende que la Revolución mexicana haya sido un movimiento fundamentalmente agrario, ya que la mayoría de la población era campesina.2

A partir de la información demográfica de la época, podemos concluir que para 1910 cerca de 5.5 millones de mujeres –de las 7.6 que habitaban el territorio nacio-nal– vivían en el ámbito rural, y seguramente muchas se quedarían en sus lugares de origen para cuidar las milpas, la familia y sustituir la fuerza de trabajo de los hombres que decidieron sumarse a la revuelta. De esta manera, ellas asumirían la responsabilidad de las labo-res dentro de sus hogares, de la siembra y la cosecha, y del cuidado de los animales; desde luego también de ir a los mercados para ofrecer los excedentes y obtener un poco de ganancia. Esto por cuanto a aquellos cam-pesinos que lograron conservar sus tierras después de la desamortización de las propiedades comunales im-pulsada por la Ley Lerdo en 1856.

Para quienes no lo lograron y perdieron sus tie-rras en manos de los terratenientes que acapararon las tierras durante el Porfirismo –algunas de ellas a través de la compra o el despojo vil a sus dueños originales, los campesinos, quienes eran sus propietarios origina-les– la historia fue muy diferente. Sería a estos grandes latifundios a donde fueron a trabajar muchos hombres y mujeres que habían perdido sus tierras o que busca-ban algún trabajo para complementar los escasos, si no inexistentes, ingresos familiares.

Una estampa cruda y emotiva de la vida en las ha-ciendas henequeneras del sureste mexicano, la encon-tramos en el libro México Bárbaro, de John Kenneth Turner. En él, el autor retrata la vida al interior de estos latifundios, y como parte de la descripción, recupera la situación de las mujeres y niñas. Es importante aclarar que, mientras se desarrollaba la Revolución mexicana, principalmente en el norte y centro del país, muchas haciendas, fábricas y empresas de diversos puntos de la República continuaron trabajando bajo los esquemas vigentes en los años previos a 1910, por lo que pode-mos suponer que las prácticas laborales se mantuvie-ron, al menos, hasta 1917.

Para el caso que refiere Turner, y que sin duda se ha de haber replicado aquí y allá en varias de las ha-ciendas y fábricas mexicanas, la explotación de los tra-bajadores, todos por igual, era inhumana y salvaje por parte de los dueños y capataces. Pero como en todas las historias, serán los más débiles quienes tendrían menores herramientas para defenderse, en este caso las mujeres y las niñas. Ellas tenían que trabajar por una paga menor a la de los hombres, pues su trabajo no era valorado igual; se tenían que casar con quien les señalara el patrón y de acuerdo con la conveniencia de la hacienda; eran azotadas o golpeadas si su trabajo no era el deseado. Muchas fueron violadas y, en el peor de los casos, muertas como consecuencia del abuso y, en

1. “Para 1910 la población mexicana total ascendía a 15’160,369 habitan-tes de los cuales 7’504,471 eran hombres y 7’655,898 mujeres”. Ana Lau, De cómo las mujeres se fueron a la Revolución, en Bicentenario. El ayer y hoy de México, Revista del Instituto Mora, Vol. 1, núm. 3, enero-marzo 2009, p. 52.2. Arturo Warman, El campo mexicano en el siglo XX, México, FCE.

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Mexicanas al grito… de guerra, del campo y de las ciudades

algunos casos, incluso les arrebataban a sus hijos recién nacidos para que pudieran continuar con sus labores.

Tal la situación de las mujeres en algunas de las grandes haciendas que continuaron trabajando mien-tras se luchaba la Revolución. Nada de qué sentirnos orgullosos como mexicanos y serán ellas quienes, ya liberadas de su encierro, sacarán mayor ventaja del proceso revolucionario, pues recuperaron, al menos, su libertad.

Y retiemble en sus centros la tierra…Quizá en el otro extremo de esta historia se encontra-ban las mujeres urbanas. Como hemos dicho, unos cin-co millones de mexicanos vivían en las urbes al inicio de la Revolución Mexicana, por lo que el total de mu-jeres citadinas se elevaría a poco más de 2.5 millones repartidas en el país. Como tal, es evidente que existen muchos testimonios que dan cuenta del papel que des-empeñaron en el acontecer nacional de aquellos años. Sobra decir que las ciudades ofrecían facilidades y ser-vicios inexistentes en el campo.

La abundante literatura de la época muestra a unas mujeres muy dinámicas, con muchísima presencia en la vida social del país, e incluso en la económica. Aten-tas al diario acontecer, con una participación protagó-nica en el devenir familiar, independientemente de su status socioeconómico.

Vemos en las diferentes postales de las ciudades decimonónicas y de principios del siglo XX a las mu-jeres en el diario trajinar: ahí están en los mercados y comercios atendiendo a sus clientes; en las iglesias y conventos, dedicadas a la oración; en los teatros y carpas trabajando como tiples o artistas; en las tiendas departamentales, como dependientas; en las fábricas, como obreras; en las oficinas, como telefonistas, tele-grafistas o secretarias; y desafortunadamente, también en los burdeles, convertidas en prostitutas.

Por todos lados se ven y se sienten estas mujeres que aparentemente están fuera de la historia porque nadie las ha recuperado para contar sus éxitos o fracasos.

Y sin embargo, cuando uno se “echa una zambu-llida” a la literatura de la época de la Revolución, las mujeres se hacen presentes, como hemos dicho, en los ámbitos públicos y privados de manera constante y ju-gando un rol principalísimo en todas las actividades diarias.

¿Cuántas de estas vidas –algunas de ellas de verdad heroicas– se nos muestran en los libros de texto, en las efemérides nacionales o en las recreaciones del pasado? ¿Por qué se nos decía, una y otra vez, que las mujeres no tenían historia y hasta ahora no habían sido con-sideradas como sus protagonistas? Afortunadamente

hemos empezado a recuperar estas vidas que signifi-can, ni más ni menos, que la otra mitad de la historia.

¡Un recuerdo para ellas de gloria!Estas estampas femeninas nos muestras el papel que jugaron algunas mujeres en los años de la Revolución. Ahí estaban como soldaderas de la Revolución o inclu-so en algunos casos armando sus propios regimientos para enfrentar al enemigo. Su presencia es innegable en el campo mexicano, donde participaron en las fae-nas diarias y hasta cubrieron aquellas que les corres-pondían a los hombres que por una u otra razón aban-donan el campo: algunos, como hemos dicho, para sumarse a la “bola”, otros para migrar a las ciudades en busca de trabajo. Y también encontramos a las muje-res en las ciudades trabajando sin cesar.

Conforme avanzó el siglo XX, las mujeres se fue-ron desprendiendo, poco a poco, pero cada vez más, de aquellas actividades que las ligaban con prácticas ancestrales que, al menos en el papel, mantenían a la mujer en un lugar secundario por lo que se refiere a su actuación en los ámbitos políticos y militares, cotos masculinos por definición, y en algunos otros donde su participación no era apreciada, como en el econó-mico, educativo y cultural.

Mientras se avecinaban tiempos mejores, los años de la Revolución Mexicana fueron, en mucho, aquellos en los que apenas se insinuaban los verdaderos cam-bios que habrían de vivir las mujeres en el siglo XX, cuando su presencia ha sido más valorada –a pesar de ser igual de importante que antaño– y se inicia su in-serción, ahora sí, en actividades hasta entonces restrin-gidas para los hombres. Y en esta historia, uno de los más importantes triunfos, ni duda cabe, fue el darle el voto a la mujer en 1953, privilegio reservado a los va-rones –y no a todos– desde que México se constituyó como una República Federal. Con ello, se dio un gran paso hacia la igualdad de género. No podemos echar las campanas al vuelo, pero algo se ha hecho desde en-tonces.

¡Un laurel para ti de victoria!a

Lillian Briseño es Doctora en Historia. Directora de la División de Humanidades y Ciencias Sociales del Insti-tuto Tecnológico de Monterrey, Campus Santa Fe. For-ma parte del Sistema Nacional de Investigadores. Autora y compiladora de diversos libros.

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cultura

Vargas Llosa

somos todosAl fin se hizo justicia a las

letras latinoamericanas.

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Hacía tiempo que deseábamos que Mario Vargas Llosa recibiera el Premio Nobel, que este año por fin ha recibido. En medio de un ánimo cele-

bratorio, como ha sido este bicentenario que se festeja en muchas partes del continente, Vargas Llosa es galar-donado. Con ello las letras hispanas, los hijos literarios de Cervantes, los latinoamericanos nos vestimos de gala, nos ponemos de pie. Narrador portentoso, Mario Vargas Llosa, cinceló nuestra sensibilidad y placer lec-tor. Para quienes crecimos con el boom, los habitantes del siglo XX y XXI nos preciamos de ser lectores de sus clásicos y de las novedades que el autor peruano sigue produciendo, como se debe hacer en la arena de la narrativa, tomando riesgos. Nada de comodidades aseguradas.

No es fácil que en la casa haya primeras ediciones, los especialistas las venden caras. Una primera edición anuncia el estreno, carga simbólicamente el ánimo del momento en que fue publicada. A mí me tocó leer Con-versación en la catedral, una de las novelas esenciales de la bibliotecas Vargas Llosa, en la primera edición que había en casa de mis padres. Tendría 20 años y mi pa-dre entusiasta fue quien la recomendó. El boom estaba en boca de todos: Cortázar, García Márquez, Donoso, Fuentes, Carpentier. Vivíamos, sin la conciencia exal-tada que recordarlo produce, el fenómeno literario que nos catapultaba al resto del mundo; la literatura fresca, recién salida del horno, era espejo de los mundos que nos arropaban, de lo que conocíamos. La hermandad latinoamericana se tejía en muchos ámbitos, la litera-tura remataba con puntadas de agudeza y consistencia. Leíamos libros espejo. Y allí estaba Vargas Llosa, y esa primera edición en dos tomos, pulsando, convidándo-

me del brío de un narrador materialista, es decir atien-de lo que nuestros sentidos captan (muy a la manera en que la autora estadounidense Flannery O’Connor lo reconocía y recogía del propio Flaubert: usar los cin-co sentidos), es atento al detalle, a lo que es propio del cuerpo, de la vista, de los deseos. Quién mejor que él ha definido que leemos por insatisfacción, por rebel-día. Porque no nos basta esta vida acotada en tiempo y espacio. Necesitamos más, otras experiencias, otros espacios. Apasionado de Flaubert y sus enseñanzas li-terarias, se ha convertido en el mayor espulgador, en el más apasionado y atento lector de Madame Bovary. Con su Orgía perpetua, sus ensayos y artículos dedica-dos a la revolución en la manera de narrar que signi-ficó Gustave Flaubert (prescindiendo para siempre del narrador que conduce el ánimo del lector y juzga a sus personajes), diera la sensación que sólo esa obra y esa lúcida lectura que ilumina a cualquier escritor o aspi-rante a escritor, es un centro de estudio, la universidad Flaubert-Vargas Llosa: indispensable para quien quiera probarse en las lides de novelista. Pantaleón y las visita-doras, La casa verde, La ciudad y los perros, La Guerra del fin del mundo, la Tía Julia y el escribidor, sus clásicas. Elogio a la madrastra, Los cuadernos de don Rigoberto, donde la elegancia del erotismo es sofisticación y oscu-ridad. La fiesta del Chivo, Vargas Llosa de peso comple-to. Peruano, latinoamericano, voz de las letras hispa-noamericanas, el premio a Vargas Llosa es un premio a sus lectores, un reconocimiento a la estirpe literaria latinoamericana, a nuestra genética cultural. Viva.a

Mónica Lavin es escritora.

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Por Mónica Lavínfo

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Libros

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cultura

Juan Villoro, 8.8. El miedo en el espejo. Una crónica del terremoto en Chile. Almadía, México, 2010.

Martín Luis Guzmán, Obras completas. Volúmenes I y II. FCE, México, 2010.

Sí: este libro es una crónica del terremoto en Chile, donde el autor tuvo la mala fortuna de pasar unos días de zozobra en la compa-ñía de escritores y editores de varias procedencias y no pocos lugareños solidarios (aunque no, por lo que nos cuenta, en la de las autoridades mexicanas, notablemente lentas a la hora de enviar un equipo de resca-te). Es una crónica en varias escalas hecha en el modo en que la entiende Villoro: como ese “ornitorrinco de los géneros” en el que caben el relato en primera persona, el testimonio “de banqueta”, el acto entusiasta de compartir lecturas y la reflexión ensayística. Referencias librescas, mu-cho humor (sobre todo, humor auto-infligido) y un relato vivo y tenso del miedo, para dar forma a un estupendo librito, veloz y certero.a

Por fin: esas son las palabras con que debe empezar cualquier reseña de los dos primeros volúmenes de las obras de Guzmán, el mejor de los escritores de la Revolución. Y es que, hasta ahora, al gran ateneísta, al compadre de Alfonso Reyes, al brazo derecho de Manuel Azaña en los días de la República, al cronista, al ensayista desafiante, al novelista, al editor, al librero, al senador, al biógrafo, prácticamente no se le encon-traba en librerías. De la totalidad de su no escasa producción apenas po-día echarse mano, y eso con suerte, a la edición de La sombra del caudillo de Archivos y a los dos volúmenes de su obra reunida por gracia y obra del mismo Fondo de Cultura Económica, dos volúmenes enormes, para una lectura estrictamente sedentaria, que carecen además de un prólo-go, no digamos ya de un estudio introductorio en forma. Esta carencia está subsanada en la nueva versión en tres volúmenes (el último, el que contiene las Memorias de Pancho Villa, todavía no sale a la vida pública), prologada por Rafael Olea Franco y en formato un tanto más amable para los lectores de transporte público o cafetería.a

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Tere Vale, De qué se ríen las hienas y otros misterios del cerebro. Planeta, México, 2010.

Déborah Holz y Juan Carlos Mena (eds., con la colaboración de Laura Emilia Pacheco), ¿A dónde váis, Monsiváis? Trilce-Grijalbo, México, 2010.

Daniel Mordzinski (foto) y Gastón García (textos), Retratos de escritores mexicanos. Prefacio de J.M.G. Le Clézio y Homero Aridjis. Gallimard, París, 2009.

Tremendo desafío, el del argentino Mordzinski: fotografiar a los escritores mexicanos sin el filtro estético de Photoshop y sin causar un ataque de pánico entre los lectores. Bromas aparte, este libro bilingüe (está en francés y español) y juguetón tiene un encanto singular, el de ver al gremio desvestido de sus no tan ocasionales solemnidades. Los textos de Gastón García como las imá-genes de Mordzinski, un fotógrafo que lleva muchos años dedicados a poner a los escritores del continente frente a la cámara y al que es fácil recordar por sus trabajos en El País, por ejemplo, inyectan una espe-cie de buen humor instantáneo en los lectores, que pueden toparse con imágenes tan imprevisibles como la de Carlos Monsiváis, de riguroso negro, muy elegante, en la playa, o la de Daniel Sada, serio, con un pin-güino de juguete en la mano.a

Licencias retóricas y lugares comunes aparte, la divulgación de la ciencia, tan escasa en México, es un reto mayúsculo que suele saldarse en un fracaso, como habrán comprobado las legiones de lectores que alguna vez huyeron por aburrimiento o confusión de algún libro de este género esquivo. Y es que no son pocos los autores que logran oscurecer materias de suyo complicadas en el esfuerzo mismo de esclarecerlas.Desde luego, no es el caso de Tere Vale, comunicadora de raza, bien co-nocida y mejor querida por el público, que además es neuropsicóloga. El cerebro, en efecto, es el protagonista de estas páginas, que sin embargo viajan con placer, claridad y humor de los intersticios de nuestra masa encefálica al cuello de las jirafas, la fidelidad amorosa en el mundo ani-mal, la naturaleza de los depredadores o el número de circunvoluciones que nos distinguen de otras especies. O a las hienas, que, contra toda apariencia, tienen muy buenas razones para reír.a

Probablemente no sea una sorpresa, pero es posible hacer una guía casi exhaustiva de la ciudad de México con sólo leer la obra de Monsiváis, cronista inagotable y todoabarcante que caminó, vio y leyó esta megaurbe hasta la extenuación, con ironía indesmayable pero siem-pre con un cariño fidedigno.Eso antes que nada, una guía, es este volumen abigarrado y sorprenden-te en cada una de sus páginas. Monsi nos pasea por la ciudad de México por la vía de sus textos –de sus libros pero también de sus publicaciones en revistas y diarios– al tiempo que sus conocidos nos cuentan algo so-bre el Monsiváis privado, es decir sobre el amigo. Para rematar, muchas fotografías de muchas épocas y hasta un mapa coquetamente anexado. Un trabajo útil, pero sobre todo divertido y a ratos entrañable.a

Julio Patán es escritor y conductor de televisión.

Por Julio Patán

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Agenda

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cultura

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Annette MessagerMuseo Amparo Puebla, PueblaHasta enero 2011

El Museo Amparo tiene el privilegio de albergar la obra de una de las leyendas del arte contemporáneo del siglo XX: la artista francesa Annette Messager. A través de un lenguaje muy personal y de los objetos que emplea en sus obras como redes, fotografías, peluches, lá-pices de colores, pedazos de tela, etc. Messager juega de manera notable con las sensaciones y los sentimientos. Esta exhibición es una retrospectiva donde se presenta una selección de las obras más representativas de su trayecto-ria, incluyendo instalaciones que se han convertido en hitos de la historia del arte como Articulés-Désarticulés (2001-2002). En total se presentan 18 obras que incluyen técnicas como ins-talación, dibujo, intervención a muro, fotografía, collage y ambientación.

FIL GuadalajaraExpo Guadalajara 27 de noviembre al 5 de diciembreDesde hace 24 años, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara es la reunión edi-torial más importante de Iberoamérica ade-más de un extraordinario festival cultural. En esta ocasión la región invitada es Casti-lla y León, considerada como la cuna de la lengua española. Además de la promoción y el fomento de nuestro idioma como puen-te cultural entre los países de Iberoamérica, esta tierra nos ofrecerá sus distintos valores culturales, desde su patrimonio histórico y artístico hasta su riqueza natural y paisajísti-ca, pasando por su gastronomía y vinos, no sólo en el recinto de la FIL, sino también en los museos, centros culturales, teatros y ca-lles de la ciudad.

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José Clemente OrozcoPintura y verdadAntiguo Colegio de San Ildefonso

Hasta el 16 de enero de 2011En esta magna exposición del gran artista José Clemen-te Orozco se muestran por primera vez en la ciudad de México más de 20 dibujos inéditos que realizó, como estudios preparatorios para el mural La gran legislación revolucionaria mexicana, de Guadalajara, Jalisco. Pintu-ras, dibujos, gouaches, grabados y estudios preparato-rios de los murales. Más de 350 obras de todas sus fa-cetas artísticas se presentan en el marco del programa cultural del Bicentenario de la Independencia y el Cen-tenario de la Revolución Mexicana.

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NeurasteniaTeatro HelénicoTodos los lunes de noviembreEn el marco de la gran fiesta de la dramaturgia DramaFest Bicente-nario, Neurastenia, de Ximena Es-calante, narra la obra de una com-pañía de teatro que está tratando de contar una pieza sobre la Inde-pendencia, concretamente sobre Leona Vicario, mujer adinerada que dejó su fortuna y posición so-cial a favor de la causa de los más pobres. La pieza ha sido montada en tono de comedia por el direc-tor Carlos Corona quien ha dirigi-do Entre Pancho Villa y una mujer desnuda, de Sabina Berman, por mencionar algunas. fo

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Crueldad. Agua y tinta sobre papel.

La buscona. Óleo sobre tela.

Juicio final. Fresco.

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Sopa de números

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cultura Por Roberto Pliego

Roberto Pliego es escritor.

36misiones diplomáticas asistieron a las fiestas del Centenario de la Independencia que or-ganizó el gobierno de Porfirio Díaz.

14 milefectivos conformaban las fuerzas federales a principios de 1910.

98%de los votos obtuvo Francisco I. Madero en la jornada electoral del 1 de octubre de 1911.

20 milhombres estaban al mando del general Ma-nuel Mondragón quien dio inicio a la llama-da “Decena Trágica” el 9 de febrero de 1913.

74ejidos, arrebatados durante el porfiriato, fueron recuperados por mayos y yaquis en febrero de 1914.

25.50centavos era la cotización del peso frente al dólar en agosto de 1914, una depreciación de casi 50% en relación al tipo de cambio que se fijó en los últimos días del gobierno de Ma-dero (49.55).

16 mildorados integraban la División del Norte cuando, el 23 de julio de 1914, al mando de Pancho Villa, tomó Zacatecas.

68 milkilómetros recorrió Francisco Villa en todas las campañas militares que protagonizó de noviembre de 1910 a agosto de 1920.

130 millones de pesos emitieron los carrancistas poco an-tes de que la revolución se escindiera.

173 milhectáreas se repartieron en beneficio de 44 mil campesinos entre 1915 y 1920.

125 millonesde pesos oro era el monto de la deuda públi-ca interna en abril de 1917

7 milafiliados tenía la Confederación Regional Obrera Mexicana, que dirigía Luis N. Moro-nes, en 1918.

50 milpesos recibió Jesús Guajardo por traicionar y tender la celada en la que Emiliano Zapata cayó muerto en la hacienda de Chinameca.

825 milhabitantes menos registró el censo de no-viembre de 1921 “por la guerra, las epide-mias y la emigración” en relación a 1910.

2 milkilómetros de línea telegráfica fueron des-truidos en los años que duró la lucha arma-da, de la rebelión de Madero al triunfo de Álvaro Obregón.

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