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Por José Antonio Méndez Sanz Universidad de Oviedo, España. 1. Somos actores o, al menos, testigos privilegiados de una tremenda novedad que afecta a la base de nuestro ser: el desplazamiento del sentido del cuerpo y las consecuencias que derivan de este cambio radical cuando une a nuestro potencial tecnológico. 2. Gracias a diversas tecnologías (biomédicas, alimentarias y sociales) hemos conseguido alcanzar como especie un nivel de supervivencia tal que ha liberado a los cuerpos individuales de su funcionalidad primariamente reproductiva y de los controles socioculturales y legales que buscaban asegurarla. Esta liberación está en la base de una serie de fenómenos que constituyen –al menos en nuestras sociedades- un horizonte cada vez más cotidiano: la separación de sexualidad y reproducción, la superación de la identidad entre sexo y género, el cuestionamiento y la multiplicación de las identidades sexuales, la legalización de la anticoncepción y de la contracepción, la posibilidad de elegir la propia muerte… 3. El estatus del cuerpo humano ha cambiado radicalmente: de ser un objeto estructurado ligado a un deber-ser natural culturalmente determinado, pasa a ser un campo de posibilidades, de diferentes realizaciones: pasa a estar en el ámbito de la futurición abierta. Esta futurición (que ya

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 Por José Antonio Méndez SanzUniversidad de Oviedo, España. 1. Somos actores o, al menos, testigos privilegiados de una tremenda novedad que

afecta a la base de nuestro ser: el desplazamiento del sentido del cuerpo y las

consecuencias que derivan de este cambio radical cuando une a nuestro potencial

tecnológico.

 

2. Gracias a diversas tecnologías (biomédicas, alimentarias y sociales) hemos

conseguido alcanzar como especie un nivel de supervivencia tal que ha liberado a

los cuerpos individuales de su funcionalidad primariamente reproductiva y de los

controles socioculturales y legales que buscaban asegurarla. Esta liberación está

en la base de una serie de fenómenos que constituyen –al menos en nuestras

sociedades- un horizonte cada vez más cotidiano: la separación de sexualidad y

reproducción, la superación de la identidad entre sexo y género, el

cuestionamiento y la multiplicación de las identidades sexuales, la legalización de

la anticoncepción y de la contracepción, la posibilidad de elegir la propia muerte…

 

3. El estatus del cuerpo humano ha cambiado radicalmente: de ser un objeto

estructurado ligado a un deber-ser natural culturalmente determinado, pasa a ser

un campo de posibilidades, de diferentes realizaciones: pasa a estar en el ámbito

de la futurición abierta. Esta futurición (que ya está en marcha, aunque de forma

todavía incipiente) pone en juego, a día de hoy, tres factores:

 

(i) la creciente disponibilidad de tecnociencia creativa que, más allá de lo protésico,

nos permite verdaderas intervenciones creadoras de nuevas realidades;

(ii) la ausencia de línea de desarrollo pensada para esta creatividad, en la medida

que tal cosa sea posible en un universo de futurición y de claro desbordamiento

tecnológico (es decir, un mundo donde la cultura tradicional no es capaz de

asimilar y controlar las novedades);

(iii) la inexistencia de canales para la participación pública activa en una cuestión

capital en la que, siguiendo otros mecanismos diferentes a los democráticos y sin

una línea clara de acción, ya se está decidiendo el destino de lo humano.

 

4. Parece obvio que estamos impulsados a transfigurar la corporeidad: la

economía de nuestro pensamiento y de nuestra acción nos lleva a ello. La

sociedad tecnológica o postindustrial ha hecho madurar el fruto más deseado del

pensamiento occidental: conocer para crear. La cuestión ahora es: ¿hemos de

dejarnos llevar sin más por lo que se vaya haciendo o, en la medida de lo posible,

queremos decidir cómo y en qué medida llevar a cabo esta transformación,

trazando para ello objetivos concretos y poniendo los medios institucionales para

cumplirlos? El debate público es imprescindible y, con toda seguridad, ha de ser

apasionante.

 

5. Porque podemos plantear y, quizá, responder a cuestiones de gran alcance. De

entre ellas (frente a otras quizá más llamativas en principio: hibridaciones,

ampliaciones sensoriales o intelectuales) elijo la siguiente: ¿es posible construir

una corporeidad no sufriente, no motivada por (la evitación de) el dolor? Si

podemos construir cuerpos supervivenciales que no sufran, ¿a qué tipo de

universo individual –psicosomático-, social e ideal nos abrimos? El debate no ha

hecho más que comenzar.

 

Publicado el 9 de marzo de 2011