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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 73 (2014), 275-299 NOTAS Y COMENTARIOS Puentes entre Oriente y Occidente. Orientales conversos, llegados a Occidente IGNACIO HUSILLOS TAMARIT, OCD Desierto de Las Palmas (Benicásim) I. INTRODUCCIÓN 1. La Ortodoxia, de actualidad 1 De todas las Iglesias orientales, la Iglesia ortodoxa es la más im- portante y la que cuenta con más miembros: 250 millones de fieles, siendo la rusa, con 165 millones, la más numerosa 2 . La Ortodoxia tie- ne en el Patriarca ecuménico de Constantinopla el representante y la cabeza simbólica, espiritual y organizativa. El reciente abrazo del Pa- triarca ortodoxo de Constantinopla con el Papa de los católicos repre- senta el reencuentro de los apóstoles y hermanos Andrés (Bartolomé I) y Pedro (Francisco) 3 , el reencuentro de las dos grandes Iglesias (la ortodoxa y la católica), que durante el primer milenio de la cristian- dad fueron hermanas 4 , pero al comenzar el segundo milenio sobrevi- no la separación. Pronto habrá pasado un milenio desde entonces 1 La relación ortodoxo-heterodoxo, en E. G. FARRUGIA (dir), Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano [=DEOC], Monte Carmelo, Burgos 2007, 321. 2 Ecclesia 74 (2014) 406. 3 VV. AA., «Andrés y Pedro: reencuentro en Jerusalén», Ecclesia 74 (2014) 745, 747, 750-751, 773, 779. 4 Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II [=CVII], Decreto «Unitatis redin- tegratio» [=UR], sobre el ecumenismo, 14; Constituciones. Decretos. Decla- raciones, BAC, Madrid 1993, 939. Sobre las «Iglesias hermanas»: C. O’DONNELL y S. P-NINOT, Diccionario de Eclesiología, San Pablo, Madrid 2007, 525-526.

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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 73 (2014), 275-299

NOTAS Y COMENTARIOS Puentes entre Oriente y Occidente. Orientales conversos, llegados a Occidente IGNACIO HUSILLOS TAMARIT, OCD Desierto de Las Palmas (Benicásim) I. INTRODUCCIÓN 1. La Ortodoxia, de actualidad1

De todas las Iglesias orientales, la Iglesia ortodoxa es la más im-portante y la que cuenta con más miembros: 250 millones de fieles, siendo la rusa, con 165 millones, la más numerosa2. La Ortodoxia tie-ne en el Patriarca ecuménico de Constantinopla el representante y la cabeza simbólica, espiritual y organizativa. El reciente abrazo del Pa-triarca ortodoxo de Constantinopla con el Papa de los católicos repre-senta el reencuentro de los apóstoles y hermanos Andrés (Bartolomé I) y Pedro (Francisco)3, el reencuentro de las dos grandes Iglesias (la ortodoxa y la católica), que durante el primer milenio de la cristian-dad fueron hermanas4, pero al comenzar el segundo milenio sobrevi-no la separación. Pronto habrá pasado un milenio desde entonces

1 La relación ortodoxo-heterodoxo, en E. G. FARRUGIA (dir), Diccionario

Enciclopédico del Oriente Cristiano [=DEOC], Monte Carmelo, Burgos 2007, 321.

2 Ecclesia 74 (2014) 406. 3 VV. AA., «Andrés y Pedro: reencuentro en Jerusalén», Ecclesia 74

(2014) 745, 747, 750-751, 773, 779. 4 Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II [=CVII], Decreto «Unitatis redin-

tegratio» [=UR], sobre el ecumenismo, 14; Constituciones. Decretos. Decla-raciones, BAC, Madrid 1993, 939. Sobre las «Iglesias hermanas»: C. O’DONNELL y S. PIÉ-NINOT, Diccionario de Eclesiología, San Pablo, Madrid 2007, 525-526.

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(1054-2054) y ambas Iglesias desean reencontrarse, perdonarse, cu-rarse las heridas producidas por la incomprensión, el alejamiento, la falta de comunicación y de caridad. Esta es una interpretación del abrazo entre Francisco y Bartolomé en Tierra Santa y de su mensaje conjunto en recuerdo del primer abrazo tras el cisma (1964-2014)5. Por todo ello hoy vuelven a estar de actualidad las Iglesias Orientales; y, de entre ellas, la más numerosa, la Ortodoxa; y, dentro de ésta, la Rusa, que sin tener el patriarcado más antiguo, no obstante, centra el discurso y los datos que se aportan en la presente colaboración de signo fraterno y ecuménico6.

2. Redescubriendo las Iglesias orientales7

Pero ¿qué son las Iglesias orientales? «Son una realidad muy compleja para la que no existe una clasificación enteramente satisfac-toria; se puede hacer una descripción histórica de las Iglesias; cabe también hace una clasificación sobre la base de la comunión. Cual-quier catalogación tendrá inevitablemente superposiciones»8. Por un lado, hay 5 grandes ritos orientales: alejandrino, antioqueno, armenio, caldeo y bizantino9. Además, los patriarcados históricos fueron reco-nocidos ya en los primeros concilios ecuménicos: «(...) En la (santa Iglesia de Dios católica y apostólica) todos unánimemente anuncian la fe y la tradición apostólica, es decir, los santísimos patriarcas de todo el mundo civil, el de Roma de Occidente y el de esta Ciudad im-perial [=Constantinopla], el de Alejandría y el de Teópoli (Antioquía) y el de Jerusalén, y todos los santísimos obispos jerárquicamente de-

5 FRANCISCO y BARTOLOMÉ I, «Peregrinación a Tierra Santa con ocasión del 50 aniversario del encuentro en Jerusalén entre el papa Pablo VI y el pa-triarca Atenágoras (24-26 de mayo de 2014). Declaración conjunta» (25.5.2014); cf. Ecclesia 74 (2014) 847-848.

6 D. MENOR, «Católicos y ortodoxos rusos: deshielo ecuménico», Vida Nueva n. 2.878 (18-24.1.2014).

7 C. O’DONNELL, Diccionario de Eclesiología, 529-532; A. SANTOS HERNÁNDEZ, Las Iglesias Orientales separadas, Edicep, Valencia 1978; N. ZERNOV, Cristianismo oriental, Guadarrama, Madrid 1962.

8 C. O’DONNELL, Diccionario de Eclesiología, 529. 9 Cf. D. GELSI, «Liturgie Orientali», en Nuevo Diccionario de Liturgia,

Paulinas, Madrid 1987, 1.510-1.537; A. BUGNINI, La reforma de la liturgia, 1948-1975, BAC, Madrid 1999, 874 passim; S. PARENTI, «Liturgie Orienta-li», en Liturgia, San Paolo, Cinisello Balsamo 2001, 1.385-1.403.

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pendientes de ellos»10; a estos patriarcados se sumó el de Babilonia (una parte en comunión con Roma: patriarcado de Babilonia de los caldeos; la otra parte se denomina patriarcado de la Iglesia de Oriente o asirio o Iglesia asiria de Oriente)11. Y por otro lado hay 5 antiguas Iglesias cristianas en comunión entre sí, pero de ritos y jurisdicciones diferentes; se las conoce con distintos nombres: Iglesias ortodoxas orientales, Iglesias orientales menores, Iglesias orientales antiguas, Iglesias no calcedonianas, Iglesias precalcedonianas; estas cinco Igle-sias tienen sus homólogas uniatas12.

Por último, y respecto a las Iglesias orientales católicas (las cató-licas desde su origen y las separadas y luego reconciliadas con Roma, llamadas uniatas), Juan Pablo II celebró el centenario de la carta apos-tólica de León XIII Orientalium dignitas (1895) publicando a su vez otra carta apostólica, Orientale lumen13, en la que habla cordialmente de la herencia espiritual de las Iglesias orientales y anima a la activi-dad ecuménica14. El diálogo teológico con las Iglesias orientales es uno de los más ricos eclesiológicamente.

3. Los temas ortodoxos en Revista de Espiritualidad

Este número monográfico presenta y trata en profundidad cuatro figuras esenciales para conocer la espiritualidad ortodoxa contempo-ránea (siglo XX); alguno de sus autores puede ser calificado, propia-mente dicho, de coetáneo nuestro, como Olivier Clément.

Ya fue presentada la Ortodoxia en nuestra Revista de Espirituali-dad en el año 2002, en un número monográfico titulado: «La Orto-

10 JUSTINIANO I (527-565), Novellæ; Noticia 109, prefacio y n. 1 (año

541); en DEOC, 525. 11 Cf. DEOC, 525-526. 12 Cf. C. O’DONNELL, Diccionario de Eclesiología, 530-531. «Desde la

Edad media algunos cristianos de los cinco ritos se reconciliaron con Roma y se les denomina Iglesias uniatas» (ib., 530).

13 Entre la Orientalem dignitas y la Orientale lumen, surgió un importan-te documento conciliar: decreto «Orientalium Ecclesiarum» [=OE], sobre las Iglesias orientales católicas (Constituciones..., 790-817).

14 JUAN PABLO II, Carta apostólica «Orientale Lumen» [=OL], en el cen-tenario de la «Orientalium dignitas» del papa León XIII (2.5.1995): en Para que sean uno, Edicep, Valencia 1996, 115-154.

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doxia, luz de oriente»15, número coordinado por el P. Jesús Castellano Cervera (1941-2006).

Si recorremos la historia de nuestra revista, veremos que los temas ortodoxos que se han tratado han sido los siguientes: mística orto-doxa, monacato ruso, historia y espiritualidad de los iconos, sacra-mento del matrimonio, liturgia funeraria, mariología de Paul Evdo-kimov, experiencia pneumatológica, diálogo ecuménico católico-ortodoxo, tema de la relación entre carisma e institución visto desde la experiencia del monacato, y la contemplación desde ámbito greco-ortodoxo. Al hacer un recorrido cronológico de esos mismos temas, vemos que éstos han estado presentes en los primeros años de la Re-vista (por un mismo articulista)16. Hay un vacío cronológico impor-tante de tres décadas en que no se menciona a los ortodoxos; en ese tiempo se celebró el Concilio Vaticano II (1962-65) y seguidamente se dio comienzo a las reformas establecidas en él. Hemos de llegar a finales de la década de los 70, en el posconcilio ya avanzado, para encontramos un artículo del mencionado P. Jesús (en 1977) y luego otro seis años después, con un tono distinto al preconciliar y con un interés indisimulado de beber en las fuentes orientales de la liturgia y la espiritualidad17. De nuevo hay otro corte cronológico en la suce-sión de los artículos publicados, un lapso de dos décadas, hasta el ci-tado año 2002, con el número monográfico específicamente organi-zado con intención ecuménica (en los tres planos del ecumenismo: teológico, cordial-afectivo y espiritual)18. Una vez tomada carta de

15 Revista de Espiritualidad [=RevEspir] 61 (2002) 517-622. 16 H. GÓMEZ GARCÍA, «La mística en la greco-ortodoxia», RevEspir 4

(1945) 1-18; «El monacato ruso», 187-204, 322-347 y 6 (1947) 187-213; «Los iconos en la espiritualidad greco-eslava. Su historia y su espiritualidad», 6 (1947) 475-490; «El sacramento del matrimonio en la Iglesia ruso-eslava separada», 7 (1948) 225-238, 357-368; «La ayuda a bien morir y los funera-les en la liturgia greco-eslava», 8 (1949) 303-314.

17 J. CASTELLANO, «El misterio de María en la iglesia ortodoxa. Doctrina y testimonio de Pablo Evdokimov», 36 (1977) 253-268; «La experiencia del Espíritu Santo en la Iglesia de Oriente», 42 (1983) 119-150.

18 A. CAZZAGO, «La Carta apostólica de Juan Pablo II Orientale Lumen», RevEspir 61 (2002) 521-538; B. GONDIKAKIS [ortodoxo], «Carisma e Institu-ción en la Iglesia ortodoxa», 539-550; A. PAPADOPOULOS [ortodoxo], «La es-cuela de Dios, presupuesto para la contemplación», 551-565; J. CASTELLANO, «El Carmelo Teresiano y la espiritualidad ortodoxa. (En los principios de un diálogo. Hechos y perspectivas)», 567-588; R. SÁEZ, «Gregorio de Nisa: no-

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ciudadanía del ‘tema ortodoxo’ en nuestra revista, aparecieron dos ar-tículos diferenciados: uno de Carlos Eymar (en 2003), miembro del consejo de redacción de la revista19, y otro del jesuita y luego carde-nal Tomáš Špidlík (en 2004: traducción de la ponencia dada en el congreso sobre mística de 2003, tenido en la abadía benedictina ale-mana de Anselm Grün20).

4. El tema de los conversos de la Ortodoxia al catolicismo

Pues bien, entre los diversos temas tratados no está el de los con-versos de la Ortodoxia al catolicismo (y del ateísmo a la Ortodoxia) y el papel que jugaron en la historia de la Iglesia y en las relaciones en-tre Oriente y Occidente, siendo ellos orientales pero exiliándose a tie-rras occidentales. Tal vez pueda parecer desapropiada esta colabora-ción; pero he estimado oportuno tratar este tema porque, sorprenden-temente y muy al contrario de lo que se pueda pensar, precisamente esos conversos (ss. XVIII-XX) produjeron, con su exilio desde Rusia, principalmente, a las Cortes europeas un ambiente propicio para que en Occidente se conociera mejor lo oriental, el mundo ortodoxo y sus grandes valores espirituales, su sensibilidad, historia y ritos, las diver-sas problemáticas y los grandes personajes de la cristiandad en Orien-te21.

5. Los conversos, puentes entre Oriente y Occidente

Éste es el asunto: que los conversos, especialmente los pertene-cientes a las altas clases de la sociedad rusa y a otras esferas adyacen-tes, traerán a Europa Occidental su bagaje, su historia nacional y la suya propia personal (que llevaron a cuestas como pudieron y de la

tas de espiritualidad», 589-603; S. MODEL [ortodoxo], «Una aproximación ortodoxa a san Juan de la Cruz», 605-614; J. CASTELLANO, «Peregrinos de la Unidad», 615-622.

19 C. EYMAR, «Meditación ante el icono de la Trinidad de Andrei Rublëv», RevEspir 62 (2003) 499-556.

20 T. ŠPIDLÍK, «La mística ortodoxa», RevEspir 63 (2004) 15-33; en VV. AA., «Congreso Internacional de Mística. Münsterschwarzach (septiembre 2003)», ib., 1-122.

21 F.J. López Sáez dedica su tesis sobre Florenskij (Burgos 2008) «a tan-tos hermanos cristianos orientales en Occidente, testigos emigrados de la Re-surrección de Cristo...».

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que fueron en parte incomprendidos en los salones parisinos y en otros círculos cristianos de Occidente). Pero se nos recuerda: «La se-paración crea muros de incomprensiones: la vecindad, además de suscitar la nostalgia de la unidad, ayuda a crear relaciones, a que cai-gan los prejuicios»22. La separación plurisecular había levantado mu-ros entre Roma y Moscú; las nuevas ideas que dieron a luz al siglo XIX, y aquellos acontecimientos tan sangrientos con que despertó el siglo XX, hicieron que los dos grupos de afectados (antiguos orto-doxos devenidos católicos en la primera época; y, en la segunda, an-tiguos ortodoxos convertidos en ateos y reconvertidos en ortodoxos o bien simples ateos conversos a la Ortodoxia), se vieran inmersos en un fenómeno de vecindad no buscada entre Oriente y Occidente, algo tan necesario desde hacía siglos. Poco a poco, unos y otros fueron siendo conscientes de la envergadura de tal situación histórica y fue-ron respondiendo a los desafíos que se les iban planteando.

Un ejemplo: cuando los católicos latino-romanos comprometidos se encontraron con los hermanos rusos que habían sido ortodoxos y luego se habían hecho católicos, muchos muros del conocimiento ca-yeron; esto supuso un gran paso. Otro gran paso en el mutuo conoci-miento, corriendo la historia, fue el nacimiento de estructuras de es-tudio teológico, espiritual, litúrgico e histórico como el Instituto San Sergio de París por parte ortodoxa23 o, por la parte católica, el Ponti-ficio Instituto Oriental de Roma (PIO) y el Pontificio Colegio Russi-cum24. Así, los conversos prepararon el caldo de cultivo para que na-ciese una sensibilidad adecuada en la Iglesia romana hacia el Oriente cristiano: sirvieron de «puentes entre Oriente y Occidente»25.

22 J. CASTELLANO, «Peregrinos de la Unidad», 615. Sobre esa «nostalgia de la unidad», cf. JUAN PABLO II, Carta encíclica «Slavorum apostoli» [=SA], en memoria de la obra evangelizadora de los santos Cirilo y Metodio después de once siglos (2.6.1985), 27 (Encíclicas de Juan Pablo II, Edibesa, Madrid 1995, 340).

23 En su fundación colaboró Sergei Bulgakov, siendo decano y profesor de teología dogmática (ortodoxa) hasta su muerte por cáncer en 1944; cf. DEOC, 338-339, 443, 590-592.

24 Sobre el PIO (1917) y el Russicum (1929): DEOC, 108-109, 158-159, 541-546.

25 Las revistas, colecciones, bibliotecas y demás elementos de transmi-sión cultural, también ejercieron de puentes entre Oriente y Occidente; cf. DEOC, 112, 223, 459, 532, 569, 579-580, 589-590, 626, 630-631.

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6. Los dos pulmones: Oriente y Occidente26

A ellos les debemos, sin ellos pretenderlo ni nosotros saberlo, que hoy hablemos aquí de cuatro rusos ortodoxos (Florenskij, Sakharov, Bulgakov27 y Clément28) con toda tranquilidad, sin temor de perder algo de la propia tradición católica por acercarnos y conocerles; algo que S. Juan Pablo II, citando al pensador ruso converso Vjačeslav Ivanovič Ivanov (1866-1949)29, repitió una y otra vez: «un cristiano completo ha de respirar con los dos pulmones: con el pulmón de Oriente y con el pulmón de Occidente». Pensamiento que retomó el papa emérito Benedicto XVI en sus palabras tras el concierto organi-zado por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el Consejo Pontificio de la Cultura y el Departamento de Relaciones Exteriores del Patriarcado Ruso, concierto ofrecido bajo los auspicios de Kiril I, Patriarca de Moscú de todas las Rusias, a Be-nedicto XVI por su cumpleaños y en el quinto aniversario de su elec-ción como Sucesor de Pedro30.

Si somos humanos, hemos de respirar con los dos pulmones; no solo con uno, el heredado por nuestra cultura (los occidentales, con el pulmón occidental; y los orientales, con el pulmón oriental); habre-

26 VV. AA., “A due pulmoni”. Dalla memoria spirituale d’Europa, Lipa, Roma 1999.

27 Sobre la conversión de S. Bulgakov (1871-1944), ver su obra Del marxismo al idealismo; N. ZERNOV, Cristianismo oriental, 238-239; Lexicon. Dizionario dei Teologi, Piemme, C. Monferrato 1998, 247-249; Diccionario de Eclesiología, 122-123; DEOC, 119-120; E. BUENO DE LA FUENTE, 100 Momentos-clave de la Teología Cristiana, Monte Carmelo, Burgos 2010, 235-236; M. J. SEDANO SIERRA, «La Theotokos en la experiencia vital y la re-flexión de Serguei N. Bulgakov», Ephemerides Mariologicae 62 (2012) 139-182.

28 Sobre la conversión de O. Clément (1921-2009), profesor en el Institu-to S. Sergio (París): C. TOUPIN-GUYOT, Modernité et christianisme. Le Centre catholique des intellectuels français (1941-76). Itinéraire collectif d’un engagement, Univ. Lumière Lyon 2, 124, 413, 487; Lexicon, 314s; J. BOSCH, Diccionario de Teólogos/as Contemporáneos, Burgos 2004, 218s; M. FAZIO, Cristianos en la encrucijada, Madrid 2008, 43, 46, 51, 57s.

29 Discípulo del converso Soloviev y amigo del cura converso V. Abriko-sov; activo con los emigrados rusos en París y profesor en el Russicum. G. BARRA, Psicologia dei convertiti, Roma 1959, 20; DEOC, 348-350.

30 «Que Europa vuelva a respirar con sus dos pulmones», L’Osservatore Romano (22.05.2010).

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mos de respirar con ambos, a no ser que andemos enfermos, también ecuménicamente hablando. Por tanto, los occidentales habremos de aprender y de gozar con lo oriental; y los orientales, por su parte, habrán de aprender y gozar con lo occidental; redescubrirnos mutua-mente, ya que ambos pulmones son complementarios, recíprocos e indefectiblemente necesarios para un cristianismo sano y completo (una verdadera catolicidad)31.

A este respecto, los conversos de la Ortodoxia al catolicismo -y me aventuraría a decir: también los conversos del ateísmo a la Orto-doxia en tiempos recientes32- han sido ejemplos de unificación vital de lo uno y lo otro, con todas sus diferencias y deficiencias huma-nas33. Siempre hemos de recordar que la conversión -el paso de una confesión a otra- es una respuesta personal, no se puede juzgar (por-que hay conversos de todas las confesiones a todas las confesiones cristianas); cada converso se convierte él mismo, por unas causas muy determinadas (a veces justas, a veces injustas); y esto no se ha de oponer al ecumenismo, según la sabia respuesta de mons. Willibrands (cabeza del Secretariado para la unidad de los cristianos) durante el Concilio: «Ecumenismo y conversión vienen ambos de la gracia. No son ni pueden ser antitéticos. Se trata de dos modos, uno personal y otro comunitario, de lograr la unidad»34. Respiremos con ambos pul-mones, adentrándonos en las historias de los conversos.

II. PRECEDENTES: TIEMPOS CONVULSOS DE PERSECUCIÓN

El tiempo que precedió a los conversos ortodoxos fue realmente convulso y de gran persecución, llegando incluso al testimonio (mar-tyrion) por causa de la fe. Que nos conste, casi ninguno de los prota-gonistas que vinieron a ser ‘puentes’ entre Oriente y Occidente, llega-ron al martirio; eran ya otras épocas, más apacibles en ese sentido; y,

31 Cf. SA 27 (Encíclicas, 341). 32 Cf. N. ZERNOV, Cristianismo oriental, 255-259. Las conversiones y re-

conversiones a la Ortodoxia se habían dado ya antes de la Revolución, pero ésta aceleró el proceso al ocasionar emigrantes.

33 Cf. SA 27 (Encíclicas, 341). 34 T. PÉREZ, 18 Propulsores del Concilio, Paulinas, Bilbao 1965, 54.

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con todo, sí que tuvieron que cargar con el exilio tanto cultural, polí-tico como geográfico: debiéndose trasladar de lugar a diversas ciuda-des europeas y aún americanas; también padecieron el exilio espiri-tual, teniéndose que habituar a un medio desconocido como lo era Occidente para los orientales.

En otro lugar35 ya traté de los conversos en relación con la unidad de la Iglesia en tiempos de persecución, principalmente entre los si-glos XVII y XIX. También muchos conversos que intentaron trabajar por la unidad de la Iglesia fueron etimológicamente testimonios de fe, es decir, mártires, como el obispo san Josafat (para Europa Oriental); a este santo lo apodaron “el ladrón de almas” (Misal; Liturgia de las Horas), porque consiguió múltiples conversiones o adhesiones a la fe católica: lo cual significaba para estos orientales mantener sus tradi-ciones pero estando en comunión con Roma. Son los llamados unia-tas, que soportaron las críticas y persecuciones de los ortodoxos, por un lado, y la incomprensión de los católicos, por otro.

1. Los “precursores”: ortodoxos conversos al catolicismo persegui-dos

1) Mons. Meletij Smotrytskyi (1577/8-1634), arzobispo ortodoxo de Polatsk, obispo de Vitsyebsk y Mstsisla y archimandrita del mo-nasterio de la Hermandad Ortodoxa del Descendimiento del Espíritu Santo (Vilnius, Lituania); tras su conversión, arzobispo titular de Hie-rápolis en Frigia y archimandrita del monasterio uníata de Volhynian Derman; filólogo y apologeta36. 2) S. Josafat Kuncewicz, monje basi-liano (1580/1-1623), obispo mártir37. 3) Mons. Gedeón/Józef Szum-lański (s. XVII), obispo ucraniano de Leópoli (o Lvov), reconciliado con Roma y devenido obispo de Smolensk de los Rutenos38. 4) Mons.

35 Cf. I. HUSILLOS, «Un paseo espiritual por Conversilandia», RevEspir 72 (2013) 121-123.

36 Cf. D. FRICK, Meletij Smotryćkyj, Harvard Ukrainian Research Institute of Harvard University. Harvard University Press, Cambridge (Massachusetts) 1995, cap. 7.

37 Cf. P. PIDRUČNYJ, «Basilianos», en C. O’Neill–J. Mª Domínguez (dirs.), Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, Institutum Histori-cum S.I.–Univ. Pont. Comillas, Roma–Madrid 2001, I, 365-367 [=DHCJ].

38 Cf. DHCJ, IV, 3.450. Ver: L. NEMEC, «The Ruthenian Uniate Church in Its Historical Perspective», Church History. Studies in Christianity and

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Mikołaj Torosowicz (hacia 1605-81), arzobispo de Leópoli (Ucrania) para los Armenios (arz. mayor de iglesia sui iuris). 5) Mons. Varlaam Sheptyskyi (1637-1715), obispo de Leópoli (Ucrania) para los fieles de rito ucraniano (Eparquía de Leópoli)39. 6) Beato Petr o Pedro Ar-temiev, martirizado en 1700; diácono ortodoxo bizantino ruso deve-nido católico, a quien su conversión le costó la vida40.

2. Los uniatas, la pervivencia de las tradiciones y el diálogo ecumé-nico

Los tan discutidos uniatas han ayudado a que en la Iglesia católica pervivan las Iglesias orientales, con un código de derecho canónico propio41, unos ritos litúrgicos y unas costumbres particulares y dife-rentes de las Iglesias católicas latinas42. Esto significa que ha pervivi-do la pluralidad en los ámbitos tan delicados como el litúrgico, el ca-nónico, el teológico y el espiritual43. La lengua vernácula resultó vehicular para estos cristianos católicos orientales (el paleoeslavo pa-ra la liturgia de los cristianos de tradición bizantina44) y sirvió de puente y conexión entre las diversas naciones, así como el griego uni-

Culture 37 (1968) 365-388. Sobre los rutenos, ucranianos católicos, etc., cf. DEOC, 118, 159-160, 393-394, 576, 581-582, 676-680, 699.

39 Converso el 07.03.1677 (cuando contaba 40 años); fue consagrado obispo el 15.06.1710 (con 73 años). La eparquía fue erigida, precisamente, en 1677, teniendo a mons. Sheptyskyi como primer ordinario.

40 Cf. David BEUTEL, The Catholic Revival: «503 Notable Converts to Catholicism» (s.d., 2003): http://beutel.narod.ru/write/convert.htm (consul-tado: 06.05.2014). (En adelante, Beutel.)

41 Código de cánones de las Iglesias orientales, BAC (normal, 542), Ma-drid 1994; cf. C. O’DONNELL, Diccionario de Eclesiología, 275-282. Para saber más sobre el derecho oriental, cf. DEOC, 129-132, 150-152, 179-180, 195-203, 227-229, 244-245, 288-298, 390-391, 485-487, 556, 559-560, 634-636, 636-637, 658.

42 Cf. OE, 1; DEOC, 498-499. 43 Tal difícil equilibrio ya se dio en el siglo IX con la acción de los santos

Cirilo y Metodio: «(...) permanecer en plena unidad espiritual y canónica con la Iglesia Romana, con la Iglesia de Constantinopla y con las nuevas Iglesias, fundadas por ellos entre los pueblos eslavos», SA 14 (Encíclicas, 324-325; cf. SA 15: ib., 325).

44 Cf. SA 15 y 21 (Encíclicas, 325 y 334); Archimandrita SOPHRONY, Ver a Dios como Él es. Autobiografía espiritual, Sígueme, Salamanca 2002, 259-261 (sobre el paleoeslavo como lengua litúrgica).

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rá tanto a greco-ortodoxos como a greco-católicos. Este hecho de la unión lingüística entre cristianos de una misma tradición (ortodoxos o católicos) favorece hoy el acercamiento y el diálogo ecuménico entre ortodoxos y católicos orientales de esa tradición45.

Si el camino de pluralidad lingüística (y lo que ello supone en los demás ámbitos) fue un gran avance en la Iglesia (hasta el cisma de Oriente) y, luego, en el seno de la Ortodoxia, la Iglesia Católica se mantuvo siempre con el latín como vínculo de unión entre todos los católicos latinos (ritos romano, ambrosiano, hispano y maronita, aun-que éste también tuvo el árabe como lengua vehicular)46. Recordemos que entre los católicos latinos se ha generalizado la diversidad lin-güística a partir de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, con la constitución Sacrosanctum Concilium47. En este sentido, visto his-tóricamente, la Ortodoxia adelantó en varios siglos a la Iglesia Cató-lica. Pero hemos de puntualizar: la Ortodoxia adelantó en este punto a la Iglesia Católica Latina, no a las Iglesias Católicas Orientales, y luego las llamadas uníatas, las que asemejándose en todo a sus her-manas ortodoxas (en las tradiciones, en la lengua48, en la liturgia, en los santos, en la espiritualidad...), cambiaban un importantísimo as-pecto: el de la comunión49; en vez de ser iglesias acéfalas e indepen-dientes, decidían ponerse en comunión con el Papa de Roma, cabeza de la Iglesia Católica; con este gesto enriquecían al catolicismo con sus propias tradiciones orientales, sus modos de entender las cosas “a lo oriental”, cosa nunca vista antes en Occidente, tan europeizador y tan unificador50. Los uniatas consiguieron casi milagrosamente so-breponerse a la persecución de los que los consideraban traidores (los ortodoxos) y a la ignorancia, desconfianza e incomprensión de los

45 Recopilemos lo visto hasta ahora. Elementos que nos llevan a la uni-

dad: 1º) aprecio – pluralidad; 2º) equilibro – varios ámbitos; 3º) lengua, unión y apertura. Cf. SA 25; Encíclicas, 338.

46 Cf. SA 17 (Encíclicas, 328-329). 47 Cf. SA 16 (Encíclicas, 326-327); SA 17 (ib., 328); A. BUGNINI, La re-

forma de la liturgia, 87-97. 48 Cf. SA 22 (Encíclicas, 334-335). 49 Cf. SA 26 («invitación a construir juntos la comunión»): Encíclicas,

339; SA 27 (Encíclicas, 340). 50 Cf. C. DE FRANCISCO VEGA, Los cristianos orientales entre nosotros,

Monte Carmelo, Burgos 2006.

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que los consideraban extraños (los católicos). Tal es la paradoja que vivieron estos hermanos nuestros conversos al ser protagonistas de la comunión entre lo católico y lo ortodoxo. Leamos el testimonio de un misionero jesuita, Charles Bourgeois (1887-1963):

«Joven de brillantes dotes, se sintió atraído a dar su vida por la vuelta a la unidad de los cristianos ortodoxos. (...). En 1924 se le ad-mitió en Roma al rito oriental ruso, con el nombre de Vassily. (...). En Narva [Estonia] su rito oriental fue criticado por los rusos que perse-guían a los uniatas, y por los colonos polacos de rito latino. Sin des-animarse por la indiferencia general, publicó un boletín estonio y ob-tuvo algunas conversiones. (...). Escribió que el muro del cisma es el hombre, con su carácter y con la práctica de su fe, que sus costumbres identifican con la misma fe; con la preferencia por su modo de pensar y el desprecio con que mira el modo de pensar del otro»51.

Curiosamente, en el Concilio Vaticano II, los observadores orto-doxos agradecían a los padres conciliares de las Iglesias de Oriente -herederos de aquellos uniatas- su defensa de las propias tradiciones orientales:

«“Nuestra misión –diría un día Máximos IV [Saigh]– era doble: luchar en el interior del catolicismo para que latinismo y catolicismo no sean nunca sinónimos, para que el catolicismo permanezca abierto a toda cultura, a toda organización compatible con la unidad de la fe y el amor. Y, al mismo tiempo, conseguir que la ortodoxia -viendo nuestro ejemplo- comprenda que puede unirse a la cátedra de Pedro sin renunciar por ello a nada de lo que forma la riqueza espiritual del Oriente apostólico y patrístico. Nosotros somos, en toda la acepción, hermanos de los ortodoxos. Entre nosotros la unión no sería más que una reconciliación de familia y no una sumisión humillante o un re-conocimiento de culpabilidad”. Y es así cómo los uníatas -tolerados con desconfianza hace años- han venido a convertirse en una “iglesia-puente”, excepcionalmente importante a la hora del diálogo ecuméni-co. Cuando en Jerusalén se encontraron el Patriarca ortodoxo Atená-goras y el Patriarca católico Máximos, aquél dijo a éste: “He seguido con sumo interés la defensa que habéis hecho de todos nuestros pun-tos de vista orientales. Creed que verdaderamente nos sentimos repre-sentados en vos en el Concilio”»52.

51 DHCJ, I, 510. 52 J. L. MARTÍN DESCALZO, Un periodista en el Concilio, t. 3, PPC, Ma-

drid 1965, 271-272.

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Les estaban agradecidos porque cuando los obispos y patriarcas católicos orientales defendían sus propias prerrogativas históricas53 -«los malentendidos entre Oriente y Occidente se encuentran en gran medida en cuestiones concernientes a los patriarcas»54-, defendían, de algún modo, las antiguas prerrogativas de los mismos ortodoxos ante Roma, y así facilitaban enormemente el camino ecuménico55 que, precisamente con el Concilio, cobró un impulso como jamás se había visto en la Iglesia Católica hasta ese momento56. Puede ser que en la diversificación lingüística de las numerosas Iglesias ortodoxas resi-diera el germen del histórico nacionalismo que dificulta el diálogo en-tre ellas mismas; lo podrán solventar en el Gran Sínodo de la Orto-doxia, convocado por el Patriarca Ecuménico en Estambul para 201657.

III. DESDE RUSIA, CON AMOR... Y DOLOR

1. Rusia se moderniza

Si fijamos la atención en Rusia, en los siglos XVIII y XIX, vemos que las incursiones de ciertos personajes occidentales en las altas cla-ses sociales y el deseo de las cortes zaristas de Pedro y de Catalina de modernizarse y ponerse al día en las relaciones con Occidente, oca-sionaron un sinfín intrincado de redes interrelacionales de nobleza ru-sa y clero-laicado francófono58. Entre otros, los jesuitas Ravignan

53 Sancionado en OE, 9-11 (BAC normal, 526, p. 805). 54 C. O’DONNELL, Diccionario de Eclesiología, 831. 55 J. L. MARTÍN DESCALZO, Un periodista en el Concilio, t. 2, PPC, Ma-

drid 1963, 417, 188-189, 421-422; ibíd., t. 3, 273-275, 296-297. 56 Cf. M. GONZÁLEZ MUÑANA, Ecumenismo. Movimiento sin posible

marcha atrás, Monte Carmelo, Burgos 2008. 57 Ecclesia 74 (2014) 406. 58 Cf. DHCJ, IV, 3.446: los jesuitas trabajaron más de cuarenta años bajo

el gobierno de la Rusia ortodoxa, intentando conservar la Compañía y a la vez apoyar religiosa e intelectualmente a los católicos (polacos, lituanos, le-tones y bielorrusos) bajo el control ruso tras el triple reparto de Polonia; «La cultura occidental entró en Rusia por los jesuitas, y por su fama de sabios in-fluyeron en la política religiosa de Catalina II y de Pablo I, y en cierto grado en la de Alejandro I. Pero por permanecer fieles a la Iglesia católica, incurrie-ron en la hostilidad de las autoridades seculares y de la Iglesia ortodoxa, con

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(1795-1858)59 y Rozaven, y el diplomático ultramontano De Mais-tre60 se relacionaron con las antiguas familias rusas ricas ocasionando conversos.

2. La conversión del ateísmo a la Ortodoxia

Resulta interesante notar que el esquema del periplo vital de los conversos de la Ortodoxia al Catolicismo también se repite en épocas posteriores en otros conversos: los del ateísmo a la Ortodoxia. Vea-mos el caso sintomático de Nicolai Berdiaev (1874-1948). «Nació en Kiev, en una familia de la aristocracia militar rusa. Después de su ad-hesión juvenil al marxismo que le condujo a la prisión y la deporta-ción por parte de la policía zarista, vuelve a la Iglesia ortodoxa reco-nociendo que solo en ella es posible reencontrar el respeto y la digni-dad del hombre. En 1924 sufrió el exilio, bajo decisión de Lenin, por haber denunciado el fin de la utopía marxista, defendiendo los valores de la libertad individual y de un pensamiento sostenido por la razón y guiado por la fe. A continuación se estableció en Berlín y luego en París. Aquí da clases y escribe libros convirtiéndose con la propia ex-periencia de filósofo cristiano en un punto de referencia para toda la cultura occidental. Muere en Francia en 1948»61. En este adalid del pensamiento cristiano se dan todos los elementos que, de algún modo, aparecen en el resto de conversos de épocas anteriores y que cristali-zan en un verdadero puente entre Oriente y Occidente; puesto que Berdiaev fue un faro en el Occidente cristiano, tanto en el ámbito fi-losófico como en el apostólico y espiritual62. Precisamente, el filósofo y teólogo ruso Vladimir Soloviev (1853-1900), converso ortodoxo al el resultado de que fueron expulsados de San Petersburgo en 1816, y de Ru-sia en 1820».

59 Sobre Ravignan: DHCJ, IV, 3.299s. Ver nota 83. 60 Cf. Á. ANTÓN, El misterio de la Iglesia. Evolución histórica de las

ideas eclesiológicas. t. II, BAC–Estudio Teológico S. Ildefonso, Madrid 1987, 132, 149, 150-176, 179, 186, 188, 194-195, 203, 211, 239, 292, 317; Lexicon, 366-368 (en 1802-17 fue plenipotenciario para el Piamonte en Ru-sia); E. BUENO, 100 Momentos-clave de la Teología Cristiana, 183, 187.

61 L. COCO (ed.), Testamentos espirituales de hombres y mujeres ilustres, San Pablo, Madrid 2012, 77. Cf. DEOC, 109-110.

62 M. FAZIO, Cristianos en la encrucijada, 39-59; G. BARRA, Psicologia dei convertiti, 163; M. LÓPEZ CAMBRONERO, Nikolái A. Berdiáev, Fund. E. Mounier, Madrid 2001.

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catolicismo, fue amigo del escritor Dostoievski y del poeta Ivanov, y profesor del filósofo Berdiaev63; y no sería de extrañar que, influido por las decisiones radicales de su profesor, Berdiaev tomara un cami-no parecido.

IV. CONVERSOS (POR ORDEN CRONOLÓGICO): SIGLOS XVIII-XIX

Tenemos a los siguientes aristócratas rusos (muy numerosos y llamativos): de la familia Golicyn: la primera es Amaliia Samuilovna Golicyna (1748-1806), princesa64 e intelectual alemana, madre del príncipe ruso converso Dmitrĭ D. Golicyn65 y esposa del embajador ruso en París66. Le sigue Varvara Nikolaevna Golicyna, princesa ru-sa67, devenida al casarse: Varvara Nikolaevna Golovina (o Barbara Golovine, en versión francesa) (1766-1821), condesa que destacó como artista y memorialista68. El más atrevido de todos, al renunciar a su vida y forjarse una nueva allende los mares, fue Dmitrĭ Dmitrievič Golicyn (1770-1840), aristócrata ruso, luego sacerdote misionero en Pensilvania (EE.UU.), llamado el Apóstol de Pensilva-

63 Cf. nota 29 y Beutel: «Solovyov was received into the Catholic Church in 1896 by Fr. Nicholas Tolstoy, the first Russian Byzantine Catholic priest». Tío del viceexarca ruso converso S. Soloviev (1885-1942). Cf. DS II, 2.241; N. ZERNOV, Cristianismo oriental, 215-217, 231-233; H. U. VON BALTHASAR, Gloria, 3, Madrid 1987, 283-347; P. PIERLING, Le Prince Gagarine et ses amis, 1814-1882, Beauchesne, Paris 1996, 15, 16, 88, 131; DEOC, 255, 320-321, 628-629; E. BUENO DE LA FUENTE, Momentos-clave de la Teología Cris-tiana, 200.

64 También se le ha lladamado «princesa Gallitzin-Schmettau» (J.-G. ESSLINGER, Entretiens familiers..., Lyon–Paris–Fribourg 1840, 337).

65 Cf. DS, II, 2.241 (casi todos sus familiares se convirtieron); L. PETTI-NAROLI-RICHTER, La politique russe du Saint-Siège (1905-1939), thèse de doctorat en Histoire, Université Lumière Lyon 2, Lyon 2008 (debido a la consulta telemática sin paginar de esta obra, no indico las págs.); M. J. AD-LER, Converts to Catholicism from Atheism or Agnosticism, General Books, New York 2010. Se convirtió al catolicismo en 1783.

66 Su marido se llamaba Dimitri Alexeievich Gallitzin o Golicyn (1738-1803); también fue embajador de Rusia en el reino de Holanda; asimismo fue hombre de letras, como su esposa.

67 Sobrina de Ivan Suvalov (1727-98). 68 Cf. G. M. FOX-DAVIES, Memoirs of Countess Golovine, a lady at the

Court of Catherine II, London, Long Acre 1910.

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nia Occidental y siervo de Dios69. Luego Alexandra Piotrovna Prota-sova, condesa devenida princesa Alexandra Golicyna70 (1774-1842), esposa del príncipe Alexis Golicyn71; esta princesa era hermana de las siguientes conversas: la princesa Yekaterina Pretovna Protasova, de-venida Yekaterina Rostopčina (1775-1869), condesa rusa; la princesa Vera Vasilčikova y la condesa Ana Tolstaya72. De los hijos de los príncipes Alexis y Alexandrina Golicyn, también conversos, destaca Elizaveta Alekseevna Golicyna (†1843), teniendo el título de princesa rusa, se hizo religiosa y llegó a ser secretaria general de la Congrega-ción del Sagrado Corazón73.

Sigue la familia de los Rostopčin (enlazada con los Protasov y Golicyn), con una larga historia de conversos74. El apellido se suele

69 Cf. J.-G. ESSLINGER, l. cit.; A. GALITZIN (ed.), Un missionnaire russe

en Amerique, C. Douniol, Paris 1856; P. D. STEEVES, The Modern Encyclopedia of Religions in Russia and the Soviet Union, V, Academic International Press, Gulf Breeze (Florida) 1988, 93; P. PIERLING, Le Prince Gagarine et ses amis, 189. Fundador de la misión de Loreto en Pensilvania (cf. Beutel). Se abrió su proceso de beatificación en 2005.

70 Cf. A.-F.-P. FALLOUX DU COUDRAY (conde de Falloux) (ed.), Lettres de Madame Swetchine, 5 t.; en especial, t. 1 (Lettres: a la Condesa Edling, a la Condesa de Nesselrode, a Edouard Turquety, a la Princesa Alexis Galitzin), Auguste Vaton, Paris 1862; J. HUBY, La conversion, G. Beauchesne, Paris 1919, 19; P. PIERLING, Le Prince Gagarine et ses amis, 189, 190; L. PETTI-NAROLI-RICHTER, La politique russe du Saint-Siège.

71 Alejandra y Alejo tuvieron cinco hijos: Pedro (Moscú, 1792-París, 1842); Pablo (1796-Viena, 1864); Isabel (S. Petersburgo, 1797-Luisiana, USA, 1844); Alejandro (1798-1854) y Alejo (1800-Bruselas, 1876).

72 Cf. P. D. STEEVES, The Modern Encyclopedia..., V, 94-95. 73 Notice sur Mme Elisabeth Galitzin, religieuse du Sacré-Coeur, 1795-

1843, Tours 1858. Cf. P. PIERLING, Le Prince Gagarine et ses amis, 189; H. BEYLARD, «Rozaven, Jean-Louis de Leissègues de», DHCJ, IV, 3.426-3.427 («Rozaven ayudó a muchas conversiones, entre ellas las de Élisabeth Galitzin y Sophie Swetchin conmocionaron a la alta sociedad», ib., 3.426); L. PETTI-NAROLI-RICHTER, La politique russe du Saint-Siège.

74 Cf. D. L. SCHLAFLY, The Rostopchins and Roman Catholicism in Early 19th century Russia, Ph. D. diss. Columbia Univ., New York 1972; M. DE HÉDOUVILLE (éd.), Les Rostopchine. Une grande famille russe au XIXè siècle, Éds. France-Empire, Paris 1984 (correspondencia familiar descubierta en los ‘70); L. ROSTOPCHINE, Les Rostoptchine, Ballard, Paris 1984; S. HEYWOOD, The Comtesse de Ségur: Catholicism, Children’s Literature, and the «Culture Wars» in Nineteenth Century France. Thesis..., Univ. of Edinburgh,

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hallar en su versión francesa: Rostopchine, a causa del exilio y trasla-do a París de la familia, tras la campaña de Moscú, en la que Napo-león fue derrotado en Rusia, gracias a la táctica del general Teodor Rostopčin (1763-1826), conde de Rostopčin y gobernador general de Moscú, quien sin embargo tuvo que sufrir el declive de su fama en Rusia curiosamente por esa campaña: haber quemado o propiciado el incendio de Moscú antes que ser conquistada por Napoleón. El gene-ral acompañó al emperador Alejandro I al Congreso de Viena (1814), y en 1817 renunció a su cargo de gobernador de Moscú, residiendo en París hasta poco antes de su muerte (que acaeció en Moscú). De hecho, la familia se trasladó definitivamente a París, ciudad que la acogió con gran curiosidad (mientras Moscú la veía con mala cara); los miembros de la familia que se convirtieron al catolicismo tuvieron vetada la vuelta definitiva a su patria, por lo que se tuvieron que con-formar con visitas muy concretas a Rusia o incluso renunciar a volver de visita75. La gran figura conversa de esta familia es Yekaterina Rostopčina, esposa del mencionado conde de Rostopčin. Dos hijas de la condesa Rostopčina también se convirtieron, ambas se casaron en Francia y una de ellas fue la famosa condesa de Ségur, nacida Sofia Fedorovna Rostopčina (1799-1874)76, madre del converso mons. Gas-ton de Ségur (1820-82)77 y de otros siete hijos. Edinburgh 2008, 45, 46, 51, 55, 67, 75, 76, 115, 200, 203-204, 303; L. PETTINAROLI-RICHTER, La politique russe du Saint-Siège.

75 Cf. ANATOLE DE SÉGUR (nieto del general e hijo de Sofia Rostopčina, luego condesa de Ségur), Vie du comte de Rostopchine, Paris 1872; ID., Sou-venirs et causeries du soir, J. Lefort, Paris 1900: cartas entre la condesa de Ségur (madre de Anatole) y su padre, el general Rostopčin (su abuelo); Mme NARICHKINE, née comtesse Rostopchine, 1812. Le comte Rostopchine et son temps, Société R. Golicke et A. Willborg, S. Pétersbourg 1912: aporta ele-mentos interesantes para conocer la infancia de la autora y de sus hermanas Sophie y Lise. Los hijos de los condes de Ségur, Eugène de Ségur y Sophie de Ségur (nacida Rostopčina), fueron éstos: Gaston (1820-81), Renaud (1821-22), Anatole de Ségur (1823-1902), Edgar (n. 1825), Nathalie (n. 1827), Henriette y Sabine, gemelas (n. 1829) y Olga (1835-1909), devenida Olga de Pitray.

76 Cf. VICOMTESSE DE SIMARD DE PITRAY (éd.), Lettres de la Comtesse de Ségur, née Rostopchine, au Vicomte et à la Vicomtesse de Simard de Pitray, Hachette, Paris 1891; ID., Ma chère Maman (Comtesse de Ségur, née Rostop-chine), Gaume et Cie, Paris 1891; ID. (éd.), Lettres d’une grand mère: La Comtesse de Ségur à son petit-fils Jacques de Pitray, H. Oudin, Paris 1898; A. DE PITRAY, Sophie Rostopchine, Comtesse de Ségur. Racontée par sa peti-

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También es de remarcar el papel de la familia de los Suvalov, concretamente, el de la princesa Elizaveta Saltykova, devenida, por casamiento, condesa Elizaveta Suvalova, luego madre de la también conversa Alexandra Suvalova, condesa rusa devenida, igualmente por casamiento, princesa Alexandra von Dietrichstein (1775-1847)78; de la misma familia fue Grigorij Agostino Maria Suvalov (1804-59), conde, clérigo regular de San Pablo o barnabita, ecumenista y autor espiritual ruso79. Entre medias, aparece Petr Aleksandrovič Ermolov (1792-1858), secretario ruso80 del diplomático conde Pozzo di Bor-go81. te-fille, Albin Michel, Paris 1939 (Arlette de Pitray fue novelista, escenógrafa y fundadora del Museo de la Condesa de Ségur, en Aube); M. DE HÉDOUVI-LLE, La Comtesse de Ségur et les siens, Éds. du Conquistador, Paris 1953; ID., «La Comtesse de Ségur et les enfants d’aujourd’hui», L’Enseignement Chrétien n. 9/10 (1956) 451-460; C. BEAUSSANT, La Comtesse de Ségur ou l’enfance de l’art, R. Laffont, Paris 1988; ID. (éd.), Comtesse de Ségur. Oeuvres, 3 t., R. Laffont, Paris 1990; M.-J. STRICH (éd.), 1799-1874. La Comtesse de Ségur. Correspondance, Scala, Paris 1990; F. MARCOIN, La comtesse de Ségur ou la bonheur immobile, Presses Universitaires d’Artois, Arras 1999; S. HEYWOOD, The Comtesse de Ségur.

77 Cf. ANATOLE DE SÉGUR, Mgr. de Ségur. Souvenirs et récit d’un frère, 2 t., Bray et Rétaux, Paris 1882; VICOMTESSE DE SIMARD DE PITRAY, Mon bon Gaston. Souvenirs intimes et familiers par sa soeur Olga, Gaume et Cie, Paris 1887; ID., Ma chère Maman; M. de HÉDOUVILLE, Mgr. de Ségur. Sa vie – son action, 1820-1881, Nouvelles Éds. Latines, Paris 1957; P. LOYRETTE–M.-J. STRICH, Sur les pas de la comtesse de Ségur. Le voyage de Louis-Gaston de Ségur. Gallimard, Paris 2005.

78 Conversa bajo influjo de Pío VII. A. DE DIETRICHSTEIN MENSDORFF, Conversion de S. A. Mme la princesse Alexandrine de Dietrichstein, née Ctesse de Schouwaloff, racontée par elle-même, A. Sauton, Paris 1879.

79 Cf. A. M. SCHOUWALOFF, La mia conversione e la mia vocazione, Ditta Boniardi-Pogliani di Ermen Besozzi, Milano 1859; J.-J. HUGUET, Célèbres conversions contemporaines, Bourget-Calas, Paris 1882, 199-212; J. HUBY, La conversion, 19; DS, II, 2.241, 2.254-2.255; G. BARRA, Psicologia dei con-verititi, 129-130; P. PIERLING, Le Prince Gagarine et ses amis, 199-208; L. PETTINAROLI-RICHTER, La politique russe du Saint-Siège. Barnabita en 1855, sacerdote en 1857, muere en 1859.

80 Converso a los 35 años. Cf. P. GAGARIN (ed.), Conversion d’une dame russe à la foi catholique racontée par elle-même et publiée par le P. Gagari-ne, Douniol, Paris 1863, 189.

81 Carlo Andrea Pozzo di Borgo, llamado conde Pozzo di Borgo (1764-1842), político independentista corso, acérrimo enemigo de Napoleón, llegó a ser uno de los más importantes diplomáticos del Imperio Ruso.

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Pasando a la familia Gagarin, tenemos a Ivan Sergeevič Gagarin, luego llamado Ivan-Xavier Gagarin o Jean-Xavier Gagarine (1814-82), príncipe, diplomático82, sobrino político83 de la conversa Ana So-fia Svečina (1782-1857)84, jesuita, profesor de historia, bibliote-cario85, ecumenista86, ensayista y editor religioso moscovita87.

Con él, se puede hablar del grupo de jesuitas rusos, que fueron so-lamente tres al inicio pero muy significativos en su ambiente: Iván Gagarin, ya presentado; Iván Martinov (o Martynov o Martiniov) (1821-94): sacerdote, historiador, orientalista, ensayista, bibliote-cario88, teólogo en el Concilio Vaticano I y consultor de la Congrega-

82 Oficial en el Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores de Moscú

(1832-33) y en la Misión rusa en Múnich (1833-35). Cf. S. VITALE, Pushkin’s Button, University of Chicago Press, Chicago (Illinois) 2000, 336.

83 Su tía le presentó a sus amistades católicas en el salón parisino que re-gentaba. Ahí entró en contacto con el P. Gustave-Xavier de Ravignan (quien le recibió en la Iglesia católica en 1842; entró en la Compañía de Jesús en 1843; DHCJ, II, 1.547). No se convierte por mediación de los jesuitas, sino por el influjo del filósofo ruso Petr Iakovlevič Čaadaiev (1794-1856). Cf. M.-J. ROUËT DE JOURNEL, Le Prince Gagarine, Bruxelles 1929.

84 Cf. M.-J. ROUËT DE JOURNEL, Une Russe catholique. Madame Swetchi-ne, Maison de la Bonne Presse, Paris 1929 (reeds.: 1935, 1939, 1953, 1955).

85 Fundador -el converso P. Jean Martynov fue el cofundador- de la Bi-blioteca eslava de S. Cirilo y S. Metodio, instalada en Versalles (1886); ac-tualmente está en Meudon, cerca de París. Cf. R. MARICHAL, Ivan Sergeevič Gagarin, fondateur de la Bibliothèque slave. Colloque «Les premières ren-contres de l’Institut européen Est-Ouest». Lyon, ENS-LSH, 2-4 décembre 2004, Lyon 2004.

86 Una de sus primera obras escritas trata, precisamente, de este tema: Union de prières pour la conversion de la Russie et l'extinction du schisme chez les peuples slaves, Bruxelles 1851.

87 Cofundador de la revista Études. Cf. J.-J. HUGUET, Célèbres conver-sions contemporaines, 204; J. HUBY, La conversion, 19; M.-J. ROUËT DE JOURNEL, Le Prince Gagarine; DS, II, 2.241; P. DUCLOS (dir.), Les Jésuites, Beauchesne, Paris 1985, 82, 121, 127, 193, 211, 267, 271; P. D. STEEVES, The Modern Encyclopedia..., V, 96, 98, 124; P. PIERLING, Le Prince Gagarine et ses amis; S. VITALE, Pushkin’s Button, 73, 136-138, 143-144, 146-148, 195, 201, 336; DHCJ, II, 1.547 y IV, 3.446; L. PETTINAROLI-RICHTER, op. cit.

88 Cf. nota 85. «En 1855, el General de los jesuitas, Pierre Beckx, les en-comendó la dirección de la Oeuvre des Saints Cyrille et Méthode que, con unos fondos limitados, fue capaz de equipar una biblioteca especializada en estudios eslavos (La Bibliothèque Slave), de publicar estudios teológicos eru-

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ción de Propaganda Fide; y Evgenij (Eugène) Balabin (1815-95), bi-bliotecario y erudito89. «Más tarde se les añadió un cuarto jesuita, Paveł Pirling (Paul Pierling) (1840-1922) -nacido en Rusia, pero de una familia católico-romana bávara-, que publicó un estudio en cinco volúmenes sobre las relaciones diplomáticas entre Rusia y la Santa Sede»90. Entre ellos eran muy diferentes: «Gagarin91 (...) era especia-lista en dogmática, y sus escritos eran preferentemente polémicos. Aun cuando la conversión le costó muy cara (destierro y confiscación de sus bienes en Rusia), continuó defendiendo los intereses de Rusia en Occidente, aunque siempre fue enormemente crítico con la Iglesia ortodoxa. Todos los jesuitas de París siguieron el rito latino, y ningu-no de ellos manifestó un interés personal por la liturgia rusa. No obs-tante, Martinov visitó Leópolis (1862) y editó textos rutenos»92. A pesar del escaso número, «el trabajo de los jesuitas de [la provincia jesuita de] Rusia Blanca no fue en absoluto inútil, ya que varios fa-mosos conversos rusos (Evgeny Balabin, Ivan Gagarin, Ivan Marti-nov y Pavel Pierling) entraron en la Compañía en Francia, y consa-graron su vida a estudiar las relaciones entre la Iglesia católica roma-na y la ortodoxa, dando a conocer e interesando al Occidente sobre la situación religiosa de Rusia»93. De nuevo, tenemos a los conversos

ditos y manuscritos en paleoeslavo, y de fundar Études, publicación periódica sobre temas religiosos que aún sigue existiendo» (DEOC, 359).

89 Cf. DHCJ, IV, 3.446; C. SIMON, «Jesuitas rusos», en DEOC, 359-360. 90 Ib., 359. Cf. P. DUCLOS, Les Jésuites, 211-212; DHCJ, IV, 3.129-

3.130. «(...) se le permitió ir a unirse a Jean Gagarin y Martinov en su labor con los emigrados rusos en París, la Oeuvre de SS. Cyrille et Méthode. Hasta el fin de su vida, Pierling hizo investigaciones y escribió para lograr un acer-camiento ecuménico entre las Iglesias ortodoxas y la Santa Sede. (...). Suce-dió a Gagarin como director (1882) de la Biblioteca Eslava de París y la si-guió enriqueciendo. (...). Su hermano (1837-60) y su padre (1810-70), ambos llamados Joseph, y su tío abuelo Jakob [1784-1870], fueron jesuitas» (ib., 3.130).

91 «Pío IX le nombró teólogo para el Concilio Vaticano I y León XIII lo hizo consultor de la Congregación de la Propagación de la Fe sobre materias relacionadas con los ritos orientales» (DHCJ, III, 2.529); cf. P. DUCLOS, Les Jésuites, 127, 193, 211, 234; P.D. STEEVES, The Modern Encyclopedia..., V, 96-98; P. PIERLING, Le Prince Gagarine et ses amis, 88, 107, 153, 204, 208; DHCJ, IV, 3.446; Beutel.

92 C. SIMON, «Jesuitas rusos», en DEOC, 359-360. 93 DHCJ, IV, 3.446.

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haciendo de ‘puentes’ entre Oriente y Occidente. Además de estos casos, quizá más paradigmáticos, quizá más famosos, hubo otros mu-chos...94

V. CONVERSOS: SIGLOS XIX-XX De época similar a la referida en el epígrafe cuarto (contemporá-

neos del converso Soloviev y de su discípulo Berdiaev) y a caballo entre el siglo XIX (en su mayoría) y el XX, datan los siguientes con-versos ortodoxos al catolicismo:

a) Nikolai Tolstoi (o bien Nicolás Tolstói o Nicholas Tolstoy), sa-cerdote ruso de la Diócesis ortodoxa de Nijni-Novgorod, devenido sacerdote melquita católico, siendo el primer sacerdote bizantino ca-tólico ruso95; recibió en la Iglesia católica al filósofo converso Vla-dimir Soloviev, ya mencionado96.

b) Alexei Zerchaninov, estudioso ortodoxo ruso devenido católi-co; arrestado y encarcelado en un monasterio, donde escribió sobre sus descubrimientos (fruto de su estudio) y lo publicó en Austria bajo pseudónimo; liberado en 1901 gracias a la influencia de otro converso aristócrata que tenía poderosos contactos en la corte rusa; su esposa e hijos, excepto dos, lo abandonaron por su conversión; administrador de la Misión para los católicos rusos en 1908.

c) Eustachios Susalev, sacerdote ruso tradicionalista (viejo rito) devenido sacerdote católico (uno de los primeros de la primera parro-quia católica bizantina rusa en San Petersburgo).

d) Alexander Sipiagin, profesor de ciencias naturales devenido ca-tólico y sacerdote bizantino ruso; en 1917, una pequeña comunidad católica bizantina rusa se formó alrededor de él.

e) Alexi Anisimov: poco después de la conversión y ordenación

94 Como Vladimir Pecerin (1807-85); cf. L. SUCHANEK, «Les catholiques russes et les pro-catholiques en Russie dans la première moitié du XIXe siè-cle», Cahiers du Monde russe et sovietique 29 (1988) 363-366; P. PIERLING, Le Princie Gagarine, 8, 141-156; tesis de L. Pettinaroli-Richter.

95 Cf. Beutel; L. PETTINAROLI-RICHTER, op. cit. 96 Cf. N. ZERNOV, Cristianismo oriental, 232-233.

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de Alexander Sipiagin, se convirtió este sacerdote ruso con su parro-quia ortodoxa de Saratov al completo (a inicios del s. XX).

f) Patapios Emilianov, sacerdote ortodoxo ruso (rito antiguo) de-venido católico junto a su parroquia ortodoxa de Nizhnaja Bogda-novka al completo (que congregaba alrededor de un millar de parro-quianos, aproximadamente).

g) Paul Henry Schaffel (1878-1958), sacerdote biblista estadouni-dense de origen rumano (nacido en Bessarabia, Rusia) de la Archi-diócesis de Milwaukee (Wisconsin)97.

h) Leonid Ivanovič Fyodorov o Leonty Leonid Fedorov, msu, ac-tual beato Leónidas Fedorov (1879-1935), sacerdote ruso ortodoxo, devenido sacerdote greco-católico y primer exarca apostólico de Ru-sia en San Petersburgo (1917) para los fieles de rito bizantino (con mandato papal, mas sin ser ordenado obispo)98; converso por influjo de mons. Andreas Alexander Szeptycki (o Szeptyckyj), monje basi-liano greco-católico (1865-1944), arzobispo de Lvov (Ucrania): él ordenó al famoso card. Slipyj y se abrió su causa de beatificación.

i) Nikolaj Bock (o Bok), jesuita (1880-1962), diplomático impe-rial ruso ortodoxo; converso (1925), viudo (1945), sacerdote (1948), entró en la Compañía (1949); profesor y orientalista ruso99.

j) Mons. Pavlos Meletijew (1880-1962), obispo ruso titular de Heracleópolis Magna100: asistió a los católicos rusos refugiados en Alemania y Bélgica.

k) Mons. Segéi Soloviev o Serge Solovyov (1885-1942), vicee-

97 Cf. R. M. LEVY, The Heavenly Road, Loreto Publs., Fitzwilliam (NH). 98 Cf. Convertis du XXe siècle, t. 5, Casterman, Paris 1965; P. KNOWLES,

«Leonid Federov (1879-1935): Russian Catholicism - a brave vision unfulfilled», AD2000 8 (Balwyn, Victoria, Australia, 1995), n. 2 (March) 12; Lexicon, 1.202; A. RICCARDI, Il secolo del martirio. I cristiani nel novecento, Mondadori, Milano 2000, 34-62; C. SIMON, «The Life and Times of Vendelín Javorka: A Russian Odyssey», Diakonia 35 (2002) 10.

99 Cf. DHCJ, I, 466. 100 Ordenado sacerdote (no católico) en 1908 (con casi 28 años), consa-

grado obispo (no católico) en 1943 (62 años) y convertido al catolicismo en 1946 (65 años); en octubre de ese mismo año fue nombrado obispo titular ca-tólico (antes de cumplir 66 años); y murió a los 81 años y medio como obispo católico.

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xarca ruso101 del Exarcado Apostólico de Rusia para los rusos católi-cos de rito bizantino102.

l) Mons. Nicolas Feodoravič Remov (1888-1935), obispo orto-doxo del Santo Sínodo Ortodoxo Ruso, devenido secretamente en plena comunión con la Santa Sede (10 nov. 1932) y nombrado (25 feb. 1933) mons. Bartholomew Remov, arzobispo católico ruso, or-ganizador de un monasterio ruso católico-bizantino en Moscú (inicio de la década de 1930), detenido por la NKVD (policía secreta estalinis-ta, 1935): descubierta la naturaleza ilegal del monasterio, fue senten-ciado a muerte y sus monjes enviados a campos de prisioneros.

Por último, otros personajes más circunscritos a sus círculos de conocidos o de influjo:

a) Anna Abrikosova, luego Madre Catherina Abrikosova, terciaria dominica (1892-1936), intelectual miembro de la intelligentsia rusa103 y esposa del converso Vladimir Abrikosov: conversa por influjo de los escritos de Sta. Catalina de Siena, fue cabeza de una comunidad de terciarias dominicas (católicas rusas) de rito bizantino104;

b) Vladimir Abrikosov, intelectual ruso, esposo de la conversa an-terior, devenido sacerdote en la nuevamente formada Iglesia Católica Rusa de rito bizantino105.

101 Nieto del historiador S. M. Soloviev; sobrino del converso V. Solo-

viev. Nombrado vice-exarca en 1923 para los católicos rusos de rito bizanti-no, fue arrestado en 1931. Para él y el anterior, cf. Beutel.

102 El Exarcado Apostólico de Rusia fue erigido en 1917 (de rito católico-bizantino) y a su historia fue ligada la vida de Sergéi Soloviev (actualmente, y desde hace mucho, el Exarcado está vacante). En el 10º aniversario de la reconsagración de la Catedral católica de Moscú (cuyo titular fue y es «La Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María»), el 13.12.2009, el arzobispo diocesano (para los católicos rusos de rito latino), mons. Paolo Pezzi (de la Fraternidad Sacerdotal de S. Carlos Borromeo), pronunció una homilía en donde recordaba la labor de mons. Soloviev: el primer rector del templo, exarca y vicexarca del Exarcado mencionado.

103 Sobre la intelligentsia rusa y la Iglesia ortodoxa, cf. N. ZERNOV, Igle-sias orientales, 229-230.

104 Cf. DHCJ, IV, 3.446 y Beutel (el matrimonio hizo votos de castidad y se hicieron religiosos).

105 Ver nota anterior; y nota 29 (amigo de Soloviev).

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c) Aleksij Ševelev (1896-1976), arcipreste y periodista ruso106.

d) Catherine de Hueck Doherty (1896-1985), aristócrata rusa, de-venida activista canadiense pro-justicia social, fundadora de Casas de Amistad (Casa de la Virgen) y autora espiritual (su Pustinia se hizo muy famosa)107; ejerció influjo en la conversión de Thomas Merton.

e) Iván Kologrivof (1900-55), jesuita; miembro de la antigua no-bleza rusa, en 1912 entró en el regimiento de los húsares de la guardia del zar; refugiado en Occidente tras la revolución, al devenir católico se hizo jesuita (1921) y escribió sobre la revolución (1934-37), un tra-tado teológico con su propia confesión (1938; trad. francesa, 1951) y, siendo profesor en el PIO de espiritualidad rusa, publicó su curso (1953: francés; 1955: italiano; 1958: alemán; 1961: ruso; 21977: ita-liano): «precisamente con esta obra se convirtió en el pionero del co-nocimiento de la espiritualidad rusa en Occidente»108.

f) Nicolae Steinhardt (1912-89), escritor espiritual y monje orto-doxo rumano109.

g) Oleg Tronko (1918-38/39), seminarista ucraniano del Colegio Russicum (Roma)110.

106 Cf. C. SIMON, «The Life and Times of Vendelín Javorka», 17. 107 Cf. C. DE HUECK DOHERTY, Pustinia. Espiritualidad rusa para el

hombre occidental, Narcea, Madrid 1980; P. ALLITT, Catholic Converts. British and American Intellectuals Turn to Rome, Cornell University Press, Ithaca (NY) 1997, 151, 311, 319; L. H. DUQUIN, A Century of Catholic Converts, Our Sunday Visitor, Huntington (Indiana) 2003: 47-50; V. MARTÍNEZ BLAT, Historia póstuma de Santa Teresa de Lisieux, 35-37; y Beutel.

108 T. ŠPIDLÍK, «Kologrivof, Iván», en DEOC, 382. Le seguiría, precisa-mente, en esa labor, el mismo autor que dice eso, el jesuita y luego cardenal Tomás Špidlík, quien últimamente desde su colaboración en el Centro Aletti (Roma) dio a conocer por medio de sus obras, sus conferencias y sus relacio-nes con orientales y occidentales, todo el tesoro acumulado de la teología, la historia y la espiritualidad del Oriente cristiano.

109 Cf. N. STEINHARDT, El camino de la felicidad, ed. V. Patea et al., Sí-gueme, Salamanca 2007. En esta interesante obra suya aparecen numerosos conversos orientales esparcidos entre el texto y las notas.

110 Cf. I. BENGOECHEA, «Santa Teresita y la historia moderna de las con-versiones», RevEspir 6 (1947) 386-388; C. SIMON, «The Life and Times of Vendelín Javorka», 10; V. MARTÍNEZ BLAT, Historia póstuma de Santa Tere-sa de Lisieux, 273. Hay que notar que entre los profesores y los alumnos del

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Esta es sólo una pequeña lista testimonial; detrás queda una multi-tud ingente...

VI. CONCLUSIÓN

«Las Iglesias de Oriente y Occidente, durante muchos siglos, si-guieron su propio camino, unidas, sin embargo, por la comunión fra-terna de fe y vida sacramental, siendo la Sede Romana, con el con-sentimiento común, la que moderaba cuando surgían disensiones en-tre ellas en materia de fe o de disciplina. (...) la herencia transmitida por los Apóstoles fue recibida de diferentes formas y maneras, y por ello, desde los mismos comienzos de la Iglesia, se desarrolló de modo distinto en uno y otro lugar por causa tanto de la diversidad de menta-lidad como de las condiciones de vida. (...)» (CONCILIO VATICANO II, Unitatis redintegratio, 14).

Con las miras en la futura unión de los cristianos de Oriente y Oc-cidente, habiendo antes restaurado la comunión entre los patriarcados y creado sinergias entre los fieles, he querido presentar a cierto núme-ro de conversos orientales. Ellos, curiosamente, me han hecho aden-trarme y conocer más el Oriente cristiano. Por eso, gracias a ellos me siento más ecuménico (ni irenista ni romanizador ni romántico) y más seguidor del Concilio. En vísperas del cincuentenario de su clausura (1965-2015), sirva este trabajo como humilde homenaje.

PIO ha habido muchos conversos orientales (además de ortodoxos rusos refu-giados en tiempo de persecución); de igual modo se hallarán otros semejantes en los demás colegios pontificios y ateneos romanos (la lista está por hacer aún).