notas de clase antiguo testamento ii.1
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Seminario Teológico Centroamericano.
Extensión Santa Tecla, El Salvador. Apuntes para la asignatura de Antiguo Testamento II (102) Profesor: Pablo Chávez Figueroa.
Introducción a los escritos históricos
1. EL GÉNERO HISTÓRICO
El título de “Libros Históricos” que se asigna a un cuerpo importante de escritos del Antiguo Testamento
pudiera llevarnos a pensar que se trata de anales históricos en el sentido científico estricto de la palabra.
Pero no es así. La historia bíblica no es una narración neutral o aséptica de los hechos, sino una lectura
confesional de los acontecimientos, hecha desde la fe en Dios por autores creyentes que buscan plasmar
su fe. Al leer los libros históricos no hay que preguntarse tanto por los hechos mismos y sus detalles, tanto
como por la intencionalidad teológica del autor.
Esta historia es esquemática, parcial, selectiva, escrita con métodos históricos deficientes, comparados
con los de la historiografía moderna, y, sin embargo, es superior a la de los otros pueblos orientales. Se
trata de una historia santa, tal como Israel la vio y vivió, presentada a base de hechos en función de una
tesis religiosa. Más que una historia de Israel es la del progreso de la revelación y de las relaciones de
Dios para con el pueblo escogido, que preparan la salvación mesiánica. En el canon judío, los libros
históricos reciben el nombre de PROFETAS, el cual es, sin duda, un título más apropiado. En realidad, los
libros históricos son la lectura profética de la historia, un juicio del presente momento histórico-religioso a
la luz de un pasado glorioso, el cual, aunque desfigurado por la infidelidad de Israel a lo pactado, resurgirá
en un futuro glorioso por la acción del Dios misericordioso, siempre fiel a su promesa y su proyecto
salvífico.
Estos libros confirman que la revelación bíblica no es principalmente especulativa, ni filosófica, sino
histórica. Los hechos poderosos del Dios de salvación confirman la fe de Israel, y a la vez, se convierten
en fuente para la ética, para una espiritualidad que se enraíza en la vida cotidiana. Entre la forma variada
que estos libros adquieren podemos señalar que unos emplean un género histórico parecido al de la
historiografía moderna (Samuel y Reyes), otros un género histórico profético (Josué), o anecdótico-
didáctico (Jueces), o midrásico (Esdras-Nehemías), o popular-novelesco (Rut y Ester). Estos libros
transmiten en forma narrativa el mensaje divino en las diversas etapas de la “prehistoria de la Iglesia”, con
la cual Dios un día había de establecer una alianza perfecta y definitiva (Jeremías 31:31-34; Hebreos 8: 6-
13) mediante la sangre de la Cruz (Hebreos 9:15-28), y a la cual habían de pasar en herencia los
privilegios de Israel (1 Pedro 2:9; Apocalipsis 5:9-10).
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2. CLASIFICACIÓN Y TEOLOGÍA
1. Historia Deuteronomista: Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes. 1.1. Se le llama así por considerarse de la misma autoría del libro de Deuteronomio, el cual pudo
haber sido una introducción a esta historia. De hecho el contenido, el estilo y la teología de esta sección se halla fuertemente influenciados por el Deuteronomio.
1.2. En la historia deuteronomista se distinguen dos clases de materiales: A) Tradiciones antiguas que incluirían el libro de la ley o documento de la alianza (Una primera edición del Deuteronomio. Cf. 2 Reyes 22-23), relatos populares de Josué, leyendas de jueces y héroes locales, listas geográficas sobre el reparto de la tierra, tradiciones sobre Samuel y Saúl, sobre el arca y sobre el ascenso de David al trono, sus guerras y logros en el reino, crónicas de los reyes y profetas: Elías, Eliseo, Isaías, etc. B) Pasajes redaccionales elaborados por el propio autor o por autores deuteronomistas. Algunos de ellos consisten en discursos (Josué 1, 23, 1 Samuel 12, 1 Reyes 8) o en reflexiones teológicas personales o comentarios sobre los hechos narrados (Josué 12, Jueces 2:11-19; 2 Reyes 17:7-23, etc.)
1.3. Su intención es explicar los trágicos acontecimientos que está viviendo el pueblo alrededor del 550 aC. (Deportación, destrucción de la ciudad santa y del templo). Para ello, el autor recurre a la historia; este examen histórico examina en qué condiciones los israelitas habían recibido la tierra y ayuda a esclarecer por qué el pueblo se ve desposeído de la misma, sin que en ello Dios haya sido infiel o injusto. Al contrario, se exalta la justicia divina.
1.4. Pero el deuteronomista no se limita a explicar el pasado. Es necesario mirar al presente y
proyectar esperanza hacia el porvenir. En este sentido su mensaje se vuelve profético. Para esta colección de relatos, la historia es una secuencia de pecado-castigo-conversión-salvación. Por tanto, es lógico hacer en estos libros un llamado a la conversión y a la esperanza. Mientras no se apague la lámpara de David, nada está irremediablemente perdido.
2. Historia Cronística: 1 y 2 Crónicas, Esdras, Nehemías. 2.1. Se sitúa cronológicamente hacia finales del período persa e inicios de la dominación griega (s.
IV a.C.), y geográficamente, en Jerusalén. Comprende una síntesis histórica desde Adán hasta la restauración post-exílica. Sin embargo, se centra en la historia de las monarquías antes y después del exilio; la historia desde Adán hasta la monarquía se reduce a escuetas genealogías, mientras que no hay mención de los años del cautiverio.
2.2. El resultado final de esta obra constituye una nueva forma de entender la historia de Israel y Judá, a pesar de sus paralelos con la historia deuteronomista. Es posible un estudio paralelo de ambos documentos, permitiéndonos entender las técnicas, criterios, formas literarias y teología de cada una de las dos tradiciones.
2.3. Los temas teológicos que se destacan con un relieve especial en la historia cronística son los
siguientes: La figura de David como heredero del pacto y la promesa mesiánica, la centralidad teológica de Jerusalén y del templo, la retribución de Dios y la sacralización de la historia.
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3. Historias Ejemplares: Rut y Ester
3.1. Rasgos comunes a estos libros son la forma de nouvelle, es decir, una novela corta, con una
intención espiritual didáctica. Su trama se basa en lo acontecido a un personaje central, una mujer, cuya historia se vuelve ejemplar para la fe del pueblo de Dios. Su finalidad es enseñar, exhortar y animar a los destinatarios.
3.2. No tienen un carácter biográfico, sino episódico. Se limitan a un espacio de tiempo más o menos largo protagonizado por cada uno de los personajes que le dan nombre al libro.
3.3. Temas teológicos de estos libros son: La acción soberana y la fidelidad de Dios, la relación
entre judíos y paganos, la lealtad entre hombres, el amor de Dios hacia los pobres, la injusticia social y la salvación de Dios a través de personas que actúan sacrificialmente en misericordia y lealtad para con los demás.
i. Período de la Conquista
LIBRO DE JOSUÉ
1. EL PERSONAJE, EL LIBRO Y EL CONTEXTO HISTÓRICO
Moisés le dio a Josué su nombre, el cual significa "El Señor ha liberado." El cambio de su nombre anterior. Óseas ("El ha liberado." Núm. 13: 16; 32:44), refleja una confesión del Dios de Israel como Salvador. Josué aparece por primera vez en la guerra contra los Amalecitas (Ex. 17:8-13). El pelea en nombre de Moisés y guía a Israel a la victoria. Por lo cual, él personifica a Israel en la guerra. Cuando aparece en Éxodo 24: 13. Josué escala el Monte Sinaí junto con Moisés. Más tarde (32:17). Josué advierte a Moisés del ruido que proviene del campamento donde Israel se entrega a la idolatría. Se une a Moisés en el proceso del pacto y en guardar su cumplimiento. Con Caleb, Josué espía la tierra y regresa con una evaluación positiva de las posibilidades de ocupación Israelí (Núm. 14). Aprecia y da testimonio de la tierra prometida como un regalo de Dios a Israel. Finalmente. Josué es designado como el sucesor de Moisés y se le comisiona a sucederlo. El libro ofrece una perspectiva interesante de la conquista: Según la visión del autor, habría sido todo el pueblo, las doce tribus formando un bloque unido, quien conquistó la tierra prometida, por la fuerza de las armas y bajo el mando de Josué. La realidad, sin duda, fue más compleja, ya que Israel no constituyó una verdadera unidad como pueblo o nación, sino hasta los días de David. Es más verosímil la versión de Jueces 1:1-2:5, según la cual las tribus por separado o en pequeños grupos fueron penetrando la tierra de una forma lenta y no necesariamente recurriendo en todos los casos a la guerra y el exterminio. Escrito en torno al destierro (Siglo IV a. C.) o sea casi siete siglos después de los acontecimientos, el libro de Josué no constituye una crónica de los acontecimientos, sino una perspectiva teológica de los mismos a partir de la realidad histórica del destierro y la esperanza del retorno a la tierra prometida.
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2. CARACTERÍSTICAS LITERARIAS Y DIVISIÓN.
2.1. Rasgos Literarios Entre las aportaciones redaccionales del deuteronomista a las fuentes que disponía para la creación de su obra, destacan los discursos de Josué 1 y 23, los cuales constituyen un comentario teológico de la conquista. Todo depende de la obediencia a la ley. En la primera parte del libro, de los capítulos 1-12, destaca la presencia de dos rasgos literarios: Su estilo épico litúrgico y su carácter marcadamente etiológico. Seguramente algunos relatos se ordenan alrededor del santuario en Gilgal. Otros explican el origen de los nombres de lugares, poblaciones, etc. La expresión “hasta el día de hoy...” es característica de los relatos etiológicos. En la segunda parte del libro, conocida como la sección geográfica, contiene una doble lista referida a cada una de las tribus, una lista de fronteras de las tribus, de época incierta y una lista de ciudades, detallada en cuanto a Judá y Benjamín, pero más vaga en cuanto a las otras tribus. Esto puede ser un indicio de que estas listas se remontan a la época de la monarquía dividida. Igualmente se incluye una lista de ciudades pertenecientes a los levitas y ciudades de refugio. 2.2. División del libro
I. RELATOS DE LA CONQUISTA DE LA TIERRA PROMETIDA (1-12) II. REPARTO DE LA TIERRA ENTRE LAS TRIBUS (13-21)
a. Territorio de las tribus al este del Jordán (13) b. Territorio de las tres grandes tribus (14-17) c. Territorio de las otras siete tribus (18-19) d. Ciudades de refugio y ciudades levíticas (20-21)
III. APÉNDICE: VIVIENDO EL PACTO EN LA TIERRA (22-24)
3. TEOLOGÍA
3.1. La Guerra Santa y la Exterminación de los Cananeos
El liderazgo militar de Josué se muestra a lo largo de los primeros doce capítulos. Sus dimensiones
teológicas incorporan preguntas de guerra santa y la exterminación de toda la gente de la tierra. ¿Cómo
podría ser que un Dios amoroso permitiese tal matanza, no solamente de los cananeos idólatras, sino
también de sus hijos inocentes? El apelar a la soberanía de Dios y su juicio de ira puede hacerse, pero la
pregunta persiste así como la aparente falta de piedad en esta destrucción. Una alternativa, o
posiblemente una explicación complementaria, puede enfocarse en las excepciones de la familia de Rahab
y de los gabaonitas, quienes escaparon del juicio divino a través de la confesión de fe en el Dios de Israel
(2:8-13; 9:9-10, 24-25). ¿Significa esto que tal opción estuvo siempre abierta para aquéllos que
renunciasen a la idolatría y se sometiesen ellos mismos a Israel y al Dios de Israel? A pesar de que los
israelitas parecen oponerse a permitir que cualquiera que viva en Canaán sobreviva (9:7) y los gabaonitas
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son salvos sólo por engaño, también es verdad que nunca se nos dice que algún canaanita confesase el
señorío del Dios de Israel y que luego fuese puesto a muerte.
En cuanto al sacrificio de los inocentes, no hay mención específica de matanza de niños. La narración de
la derrota de Jericó y la masacre en Hai mencionan hombres y mujeres, así como jóvenes y viejos, pero no
especifican niños (como opuesto a joven. hombre joven; cf. 6:21: 8:22-24). Esto puede ser debido a la
naturaleza de estos lugares y fortalezas más que como centros de población. La destrucción de Azor
menciona el exterminio de todo lo que respiraba (8: 11-14). Incluso aquí, sin embargo, no hay certeza de
que alguien más además del ejército quedase en la ciudad para cuando los israelitas llegaron. Esto no
quiere decir que estemos sugiriendo que ningún inocente fue muerto, sino que queremos mostrar que la
Biblia nos dice muy poco acerca de estos asuntos. El concepto de exterminio, en el cual el juicio divino
requería de Israel el entregar todo a Dios mediante la matanza y destrucción de todo aquello que
rechazase al Dios de Israel, era algo muy común en todo el antiguo Medio Oriente. Lo que es único en la
teología de Josué es el récord de excepciones a esta regla, las vidas perdonadas mediante la confesión de
creer en el Dios de Israel y en la misión para su pueblo.
3.2. La tierra como herencia
La repartición de la tierra hecha por Josué en los capítulos 13 - 21 continúa el proceso ya iniciado por
Moisés en Transjordania. A pesar de que la tierra al oeste del Jordán tuvo un rol único de promesa divina
para los patriarcas y Moisés, las porciones de Rubén, Gad y parte de Manases también formaban parte de
la tierra de Israel. En cuanto a que Dios da la tierra a su pueblo como una herencia, las porciones de las
tribus, las ciudades de los levitas y las ciudades de refugio, toman una característica de pacto. Esta
herencia de la tierra formaría la riqueza para las familias de Israel. Esta sería pasada de generación en
generación como medio para preservar la riqueza de la familia y como medio de integrar la vida, medio
para ganarse la vida, y afirmar la fe de cada nueva generación con aquellos que la precedieron. La
presencia canaanita y su ocupación de partes de la tierra no es negada por la afirmación de que todas las
promesas de Dios fueron cumplidas (21:43-45). En su lugar, esta promesa mira hacia adelante, hacia
completar el proceso de establecimiento y la completa ocupación de la tierra por Israel tal y como sería
confirmado por la Biblia durante los reinos de David y Salomón. Toda la narración da testimonio de la
gracia de Dios en su provisión para la vida de su pueblo ya la fidelidad de su respuesta en el reclamo de
su herencia.
3.3. Pacto entre Dios e Israel
El pacto hecho sobre el cual Josué preside, domina todo el libro. Este está explícitamente detallado en
5:30-35 y en todo el capítulo 24. En estos dos pasajes el liderazgo de Josué establece a Israel en una
relación cercana con Dios. La gracia de Dios permite a la nación que ocupe su tierra y que adore
únicamente a Dios. Sin embargo, el pacto no se encuentra narrado solo en este pasaje. Inclusive, la
circuncisión y la celebración de la Pascua en el capítulo 5 así como el rol teológico de las porciones de la
tierra para cada tribu como parte del pacto de herencia para Israel establecido por Dios, sugieren que el
cumplimiento del pacto permanece como una parte integral de todo el libro. A cambio, su pacto requiere
exclusiva lealtad al Señor como el único Dios adorado en Israel. El pueblo muestra estar de acuerdo con
esto y de testificar contra ellos mismos si ellos olvidan a Dios y sirven a otros dioses.
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3.4. Dios como Santo y Libertador
El carácter de Dios es evidente a través de todo el libro, especialmente en términos de su santidad y de
sus actos salvíficos.
La santidad divina es encontrada en las ceremonias que son ordenadas y observadas. Estas incluyen las
piedras memoriales puestas en Gilgal para conmemorar el cruce del Río Jordán (4: 19-24) con el rol
especial para el sacerdocio y el arca del pacto (Cáp. 3-4): la circuncisión de los israelitas (5: 1- 3). La
celebración de la Pascua (5: 10): la confrontación de Josué con el comandante de los ejércitos del Señor
(5: 13-15): las instrucciones especiales para cruzar el Jordán con el arca (Cáp.. 3-4) y para marchar
alrededor de Jericó por siete días (Cáp. 6): la identificación del pecado de Acán, su pena capital, y el
marcar el sitio de su sepulcro (Cáp.. 7); la erección de un altar al este del Jordán con el fin de recordar el
señorío del Dios de Israel (22:26-27); y el establecimiento de una piedra memorial en Siquem después de
la ceremonia de la renovación del pacto (24:26-27). Estos actos y memoriales apuntan a la forma tan
especial en que Dios escogió a su pueblo. La santidad de Dios podía ser únicamente puesta a prueba bajo
riesgo de quienes lo hicieron, ya sea el caso de Acán o el de muchas gentes que se opusieron a los
israelitas y por lo tanto rechazaron la voluntad de Dios para su pueblo. Todos encontraron la muerte por
sus pecados.
Los actos salvíficos de Dios son representados claramente en las victorias militares del pueblo contra sus
enemigos, especialmente en el colapso milagroso de las murallas de Jericó (6:20) y el control divino del sol
y los granizos en tal forma que ayudaron a Israel (10: 11-14). Estos son encontrados en las confesiones de
Rahab de los Gabaonitas, y de Josué como ya se ha mencionado. Además, ocurren en casos en los que
los enemigos de Israel han escuchado de las victorias de Israel y cómo su coraje es notable (5: 1); en
cómo la presencia de Dios con Josué los guía a alcanzar la fama que se extiende por toda la tierra (6:27):
y cómo los ejércitos de Canaán escuchan de los actos de Dios pero todavía se rehúsan a aceptar la
soberanía de Dios, lo cual se muestra cuando planean hacer guerra contra Israel (9: 1-2: 10: 1-5: 11: 1-5).
ii. Período de los jueces
LIBRO DE JUECES
1. EL NOMBRE DEL LIBRO
El libro toma su nombre, sofetim, del verbo safat, «juzgar», en el sentido de «tomar una decisión» (3,10;
4,4; 10,2.3; 12,7.8.9; 12,11.11; 12,13-14; 15,20; 16,31). El participio forma el título sofet, «juez»
(2,16.17.18.19, nunca en otro lugar), que designa menos a un hombre apto para administrar justicia que a
un jefe habilitado para «decidir», para conducir los destinos de un clan, de una tribu, incluso de un
conjunto tribal. El origen del término es probablemente cananeo, y lo encontramos también en Moab (Am
2,3). El libro presenta una sucesión de doce jueces, que se reparten tradicionalmente en dos grupos.
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- Seis de ellos (Sangar, Tolá, Yaír, Ibsán, Elón y Abdón) apenas gozan de una corta nota, centrada en una
función de gobierno. Sobre todo es su pertenencia tribal la que se indica. A veces se les denomina como
«jueces menores».
- Otros seis (Otoniel, Ehud, Barac, Gedeón, Jefté y Sansón) son objeto de un relato más desarrollado que
pone en escena sus hazañas guerreras y las circunstancias en las que salvaron a Israel; a veces se les
llama «jueces mayores»1.
El número de "doce jueces" y la asignación de "un juez por cada tribu" revela su carácter artificial. El
número doce siempre es indicación de "plenitud" referida al pueblo de Dios.
Los jueces constituyen un poder no hereditario, por lo que todavía no se les puede considerar "reyes".
Actúan sobre todo cuando el pueblo está pasando por dificultades, debido a los ataques de los enemigos.
Una vez que se ha resuelto el problema, vuelven a su posición anterior. Algunos tienen una procedencia
marginal: Débora es mujer, Gedeón es de la familia más pobre de Manasés, Jefté es hijo de prostituta, la
madre de Sansón era estéril...
2. CONTEXTO HISTÓRICO
En la Biblia hebrea, el libro de los Jueces sigue al de Josué e introduce al libro de Samuel, haciendo la
observación, como un estribillo, en su parte final, de que «en aquel tiempo no había rey en Israel» (Jue
17,6; 18,1; 19,1; 21,25). Presenta así un tiempo intermedio entre la conquista de la tierra (Josué) y la
llegada de la monarquía (Samuel), el «periodo de los Jueces», entre 1200 y 1000 a. C., un tiempo
reconocido en otros libros, como Rut 1,1 o 2 Re 23,22. Pero semejante conceptualización del tiempo
supone una redacción bastante alejada de los acontecimientos narrados, en una época que tiene en
cuenta la periodización de la historia israelita. Una conciencia similar no podría ser primitiva; sin duda
procede de finales de la época monárquica (Josías), y más probablemente del exilio.
En resumen, el libro alude a acontecimientos muy posteriores a los que narra (p. e. el exilio de Israel
mencionado en Jue 18,30). Todo esto invita al lector a medir la distancia entre la redacción deuteronomista
del libro y la historia subyacente. Por otra parte, el libro no ofrece una historia seguida de las doce tribus
durante estos dos siglos; se fija más bien en algunas grandes figuras (Débora y Barac; Gedeón; Abimélec;
Jefté; Sansón) que, en un momento u otro, salvaron a Israel de un gran peligro. El libro las reúne en una
sucesión cronológica de doce «Jueces». El carácter artificial de esta cronología no ofrece ninguna duda, y
la suma de todos los datos numéricos del libro terminaría en un total de 410 años. Lo cual resulta
completamente improbable. Por tanto, el objetivo es más dinástico que realmente histórico.
1 Sin embargo, esta habitual distinción entre jueces «mayores» y «menores» apenas resulta pertinente, ya que Jefté
pertenece a una u otra categoría (un relato largo, pero inserto entre las notas), y en la segunda de ellas los relatos proceden de tradiciones muy diversas. Incluso podemos preguntarnos si Sansón es un auténtico juez, ya que aparece más como un héroe aislado que como jefe de un pueblo (a no ser en la redacción final). Junto al verbo safat, también hay que tener en cuenta otro verbo igualmente esencial: yasá', «salvar » (3,31, Samgar; 6,15, Gedeón; 10,1, Tolá) 1, Y su participio mosia', «salvador» (3,9, Otoniel; 3,15, Ehud). Este doble vocabulario permite distinguir entre «jueces» y «salvadores»; distinción tanto más importante cuanto que el verbo safat está ausente de toda la historia de Gedeón. La mezcla de los dos tipos de funciones traiciona la compleja génesis literaria del libro.
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Finalmente, si se compara el libro con la imagen producida en Josué, en el que un solo gran líder conduce
al pueblo a la victoria, el contraste es sorprendente: el libro de los Jueces presenta un mundo dividido, en
el que las tribus tienen mucha dificultad para unirse y la conquista está lejos de estar acabada cuando se
cierra. De un libro a otro, el punto de vista es muy diferente, no basta con hablar de «conquista» y de
«instalación» para explicar esta dificultad. Viéndolos de cerca, la relación con la historia es mucho más
compleja en Jueces que en Josué. Esto es lo que el presente estudio quisiera poner de relieve.
3. ESTRUCTURA En su redacción final, el libro se compone de tres partes
I. TRADICIONES SOBRE LA CONQUISTA DE CANAÁN (1:1-2:5) Acciones esporádicas de las tribus, ciudades que no pudieron ser conquistadas, explicación de las causas y consecuencias de no haber expulsado a todos los cananeos. 1,1-2,5. Introducción 1: Tradiciones sobre la conquista (Independientes de Josué)
II. HISTORIAS DEL PERÍODO DE LOS JUECES (2:6-16:31) 2,6-3,6. Introducción 2: Tesis teológica del libro (Deuteronomista) e interpretación religiosa de la historia
3,7-16,3. Cuerpo del libro: diversas notas sobre los «Jueces» Jueces Mayores Jueces Menores Otoniel (Judá) 3,7-11 Ehud (Benjamín) 3,12-30
Samgar 3,31 Barac·Débora (Neftalí) 4,1-5,31 Gedeón (Manasés) 6,1-9,57
Tola (/sacar) 10,1-2 Jaír (Manasés en Galaad) 10,3-5
Jefté (Gad, Galaad) 10,6-12,7 lbsán (Zabulón) 12,8-10) Elón (Zabulón) 12,11-12 Abdón (Efraín) 12,13-15
Sansón (Dan) 13,1-16,31)
III. HISTORIAS DE CUANDO EN ISRAEL NO HABÍA REY (17-21)
17-18. Conclusión 1: Emigración de la tribu de Dan y origen de su santuario. 19-21. Conclusión 2: Crimen de Gabaa y guerra contra Benjamín.
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4. CICLO APOSTASÍA-OPRESIÓN-CLAMOR-LIBERACIÓN
Las narraciones de los jueces individuales siguen un patrón bastante parecido.
1. APOSTASÍA: Los hijos de Israel hacen el mal delante de los ojos del Señor (2:11; 3:7,12; 4:1; 6:1;
10:6; 13:1).
2. OPRESIÓN: Su pecado provoca la ira de Dios y tiene como resultado opresión en las manos de una
nación extranjera (2:14; 3:8; 4:2; 10:9). Debido a su pecado los Israelitas no solamente se les
imposibilita expulsar a los cananeos, sino que ellos mismos caen delante de los poderes extranjeros.
3. CLAMOR: Durante su opresión, los israelitas claman al Señor (3:9, 15; 6:6-7; 10:10).
4. LIBERACIÓN: El Señor escucha su clamor y les levanta un libertador, uno de los jueces (2:16; 3:9,
15; 10:1,12). El libertador es escogido y lleno de poder por el Espíritu del Señor (3:10; 6:34;11:29;
13:25; 14:6,9). Casi siempre se nos reporta que la liberación fue seguida por la sumisión del enemigo
y un período de paz durante el cual el libertador juzgó a Israel, seguido por la muerte y sepultura del
juez (3:10-11; 8:28-32; 10:2-5; 12:9-15).
Este formato es muy posterior a las historias mismas, los redactores aplicaron los criterios de la historia
deuteronomista. Los redactores adaptaron los relatos respetando sustancialmente su contenido tradicional.
5. TEOLOGÍA
5.1. El Espíritu del Señor y los jueces
Un comentario del libro de los Jueces ya antiguo se titulaba La fuerza del Espíritu (1966) Su autor, G.
Auzou, había valorado las siete menciones del espíritu (rúaj) de Yahvé en el libro (Jue 3:10; 6:34; 11:29;
13:25; 14:6; 14:19; 15:14).
El Espíritu aparece aquí como una fuerza, la fuerza de un soplo, la fuerza de Yahvé. Los textos dicen que
el "Espíritu de Yahvé" sobreviene de repente y describen inmediatamente una acción guerrera victoriosa
de la que no podemos dudar que se debe a la intervención divina. Este don de una energía superior está
en relación con la liberación del territorio, salvo en el texto de Jueces 14:6, se trata siempre de enemigos
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que hay que vencer, exterminar o expulsar. Por tanto, el autor quiere mostrar que tales éxitos son
producidos por la gracia y que los "salvadores" de Israel no habrían sido nunca lo que fueron si Dios no se
hubiera apoderado de ellos con su Espíritu, empujados con su soplo, fortificados por su poder.
Es el poder de Dios el que convierte de repente a los jueces en hombres excepcionalmente fuertes y con
un coraje invencible. Ellos se comprometen, su valentía arrolla a los invasores y pronto devuelven al
pueblo de Dios sus derechos y sus posibilidades, la libertad, la paz, la vida con su Dios. No hay ninguna
preparación de esta acción repentina en un clima de derrotismo y de impedimento generalizado. Estos
"salvadores" eran imprevisibles ¿Qué es lo que sucedió? Los narradores bíblicos sólo supieron responder
que para acciones tan súbitas y extraordinarias, las posibilidades humanas eran totalmente insuficientes.
En situaciones desesperadas, solo Dios es capaz de intervenir; y él lo hizo; eligió hombres de entre sus
hermanos y los dotó de poder y audacia para obrar liberación. Tal es el lenguaje de la fe de Israel y que
encontramos también en el Nuevo Testamento (1 Corintios 1:25-28; 2 Corintios 12:9).
5.2. La religión de Yahvé
El reto de la conquista implicaba el no ser absorbido cultural ni religiosamente por la cultura de pueblos
cuyo desarrollo tecnocrático podía presumir de superioridad. En este objetivo, el yahvismo jugó un papel
fundamental en la preservación de la identidad nacional y cultural. Instituciones como el sacedocio levítico,
los santuarios y las celebraciones conmemorativas de la alianza ayudaron a que la fe en Yahvé no
sucumbiera a pesar del constante amenaza de ir tras de las religiones cananeas, y de que en más de una
ocasión el pueblo se dejó llevar por la apostasía.
5.3. El sentido de la historia
El libro de los jueces es una interpretación profética de la historia: En él está la clave para comprender el
sentido teológico de la caída de los reinos de Israel y Judá, y de la pérdida de la tierra prometida. En el
exilio, Israel está sufriendo las consecuencias de un proceso de apostasía que había comenzado desde
siglos atrás. El exilio se entiende entonces, como el justo juicio de Dios por el pecado del pueblo que, al
igual que en el tiempo de los jueces, ha sido entregado en manos de sus enemigos. A pesar de todos sus
episodios oscuros, la historia adquiere un sentido esperanzador. Lo mismo que en el pasado, el Señor
está dispuesto a responder con el perdón y la liberación al clamor sincero del pueblo arrepentido.
LIBRO DE RUT
1. EL LIBRO Y EL CONTEXTO HISTÓRICO
El autor del libro de Rut es desconocido; algunos detalles de su estilo y argumento ubican la fecha de su
composición en la época posterior al exilio en Babilonia. La época de los jueces se cita como un pasado
lejano, por lo que se hace necesario explicar antiguas instituciones (Ley del rescate y del levirato). Por otro
lado, temas como el del sentido del sufrimiento y el universalismo de la fe en Yahvé, sugieren que fue
escrito en una época contemporánea a la rigurosa legislación de Esdras sobre el matrimonio con
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extranjeros (Esdras 9; Nehemías 13). Sin embargo, hay quienes, por su parte, argumentan la posibilidad
de que el escrito date de fechas posteriores a la coronación de David, pues al final de libro se encuentra su
genealogía. El hecho de que no se mencione a Salomón convence a muchos estudiosos de que debe ser
fechado antes del reinado de este.
2. CARACTERÍSTICAS LITERARIAS Y DIVISIONES
Rut es una narración que parte de una base histórica cuya finalidad es trazar una parábola moral. Los
fines que pretende lograr el autor son éticos y literarios además de históricos. Los nombres de los
personajes encierran significados profundos: Noemí ("graciosa"), Mahlón ("languidez"), Quelión
("postración"), Orfa ("la que vuelve la espalda") y finalmente Rut ("la compañera"). Todo esto apoya y
ayuda a la narración, aunque es posible que algunos sentidos escapen hoy en día al lector moderno.
La unidad del libro de Rut queda resaltada por su sencilla estructura, que hace de él una de las obras
maestras del arte narrativo hebreo:
1. Introducción (1:1-5) 2. Escena 1 (1:6-18) - Transición 1 (1:19-22) 3. Escena 2 (2:1-17) - Transición 2 (2:18-23) 4. Escena 3 (3:1-15) - Transición 3 (3:16-18) 5. Escena 4 (4:1-12) 6. Conclusión (4:13-17)
Desde otra perspectiva, el libro de Rut puede leerse todo él como una historia que justifica el origen
misericordioso de la dinastía de David, y por tanto, de la genealogía de Jesús. Podemos dividirlo en dos
partes, un largo preludio y la meta hacia la que se encaminan todos los sucesos de ese preludio. En el
preludio, concurren las circunstancias de un determinado momento histórico, la fidelidad que permite dar
humanidad a la implacable marcha de los hechos, la muerte, la tragedia, la pobreza, el azar y la misma
ley, en su cumplimiento (levirato) y en su incumplimiento (Rut es una extranjera). Todas estas fuerzas
convergen en un desenlace que da comienzo a una otra historia que no se cuenta, pero que está formada
por los mismos ingredientes de misericordia, solidaridad, acompañamiento de Dios con los débiles... la
historia de Jesús de Nazaret. Es definitivamente un relato de fe, amor y evidentemente con una gran
tipología Mesiánica.
Preludio: En los días en que juzgaban los jueces… (1 - 4,12)
1. Los hechos fuerzan la historia: hambre, emigración, muerte 1,1-14
2. La fidelidad humana supera la fuerza de los hechos 1,14-22
3. También las vueltas del azar pueden ayudar 2,1-23
4. Pero hay que confiar y trabajar al mismo tiempo 3,1-18
5. Y al final, hasta la ley y las costumbres vienen a su lugar 4,1-12
Meta: … hasta llegar a David
(4,12-21)
6. El desenlace de esta pequeña-gran historia... 4,12-17
7. …es el preludio de otra gran historia 4,18-22
SETECA. Antiguo Testamento II - Pablo Chávez Figueroa 12
3. TEOLOGÍA Y PROPÓSITO DEL LIBRO. Las intenciones teológicas principales del libro son
a) Demostrar que había bondad y fidelidad de Dios en Israel durante el período cruel y
desenfrenado de los jueces. No todos los hebreos se dieron a la idolatría, la concupiscencia y el
derramamiento de sangre en aquel entonces. Rut nos pinta un cuadro de las santas bendiciones que
descienden sobre la vida social y doméstica de cualquier época, cuando prevalecen una fe sencilla en
Dios y un amor sincero al prójimo.
b) Revelar la providencia divina. Dios en sus inescrutables designios, permite grandes males para traer
bien a los suyos, y se interesa en las cosas más ordinarias de la vida diaria. Incluso para las personas
menos importantes. Aunque la tragedia de la familia de Elimelec fue dolorosa y numerosas sus desgracias,
Dios recompensó ampliamente la piedad de Noemí y la bondad de Rut.
c) Proporcionar una lección misionera. El libro demuestra de que manera una mujer gentil se convirtió
en la seguidora del verdadero Dios y como se incorporó a la vida del pueblo Dios. En Dios no hay
acepción de razas; él toma bajo sus alas de protección a los extranjeros que confían en él. Así, queda
atestiguado que el mismo rey David descendió de una mujer cuya fe –no su raza- fue lo que la salvó.
e) Reflexionar sobre el sufrimiento: Casi todos los comentaristas consideran el libro de Rut como un
ensayo sobre la soberanía de Dios que destaca su misericordia y relata el final feliz de una historia que
comienza con una escena de hambre, muerte y desconsuelo. Esas observaciones se hacen a menudo
invocando los reiterados lamentos de Noemí, quien se quejaba amargamente de que la mano de Dios se
había levantado contra ella (1.13, 20, 21). Dos veces, en sus lamentaciones, Noemí usa el término
«Todopoderoso» para referirse a Dios, haciendo énfasis en que su irresistible poder se había vuelto contra
ella. Sin embargo, no es necesario presumir que el punto de vista de Noemí deba ser aceptado como una
revelación espiritual llamada a convertirse en doctrina. Por el contrario, se comprenden mejor sus palabras
como una expresión de humana perplejidad recogida por la historia. Aunque obviamente era una mujer
sincera y creyente, se revela vulnerable a la práctica común de culpar a Dios por aquellos acontecimientos
que alejan, causan la muerte o perjudican a su gente, y frente a los cuales la humanidad indefensa no
puede hacer nada. Pero la Escritura revela, a través de la integridad de su mensaje, que tales infortunios
no proceden directamente de Dios, sino el resultado natural de circunstancias ajenas a la promesa divina:
Decisiones precipitadas, mundo limitado, caído, efectos del pecado, desgracias naturales…
LIBROS DE SAMUEL
1. LOS LIBROS Y SU CONTEXTO HISTÓRICO
Los libros de Samuel formaban originariamente una sola obra, que luego fue dividida en dos partes, debido
a la considerable extensión de la misma. Esta obra abarca un amplio e importante período de la historia de
Israel. Es el que transcurre entre el fin de la época de los Jueces y los últimos años del reinado de David, o
sea, entre el 1050 y el 970 a. C. Israel vive en este tiempo una difícil etapa de transición, que
SETECA. Antiguo Testamento II - Pablo Chávez Figueroa 13
determina el paso del régimen tribal a la instauración de un estado monárquico. Los hechos que
aquí se relatan están centrados en torno a tres figuras protagónicas:
Samuel, el profeta austero,
Saúl, el primer rey de Israel, y
David, el elegido del Señor.
Aunque de muy diversa manera, los tres tuvieron una parte muy activa en la agitada vida de su Pueblo y
ejercieron sobre ella una influencia decisiva.
Los libros de Samuel forman parte de la historia deuteronomista. Basta una somera lectura de los libros de
Samuel para descubrir en ellos la presencia de elementos heterogéneos. Fuera de la "Crónica de la sucesión al
trono de David" (2 Sam. 9-20), que se caracteriza por su notable unidad, el resto de la obra fue compuesto a partir
de tradiciones y documentos de índole bastante diversa. De allí las frecuentes repeticiones y las divergencias en la
presentación de los mismos hechos, particularmente en los relatos sobre los orígenes de la monarquía. En la
redacción final de la obra se percibe la influencia del Deuteronomio, aunque en menor medida que en los libros de
Josué, de los Jueces y de los Reyes.
La primera parte del primer libro de Samuel presenta afinidades claras con el libro de los jueces; es por ello que
incluimos en este período sus doce primeros capítulos, aunque ya en ellos aparece la figura de Saúl y los inicios de
la monarquía. El capítulo 12 de 1 Samuel puede considerarse una bisagra; para algunos autores, incluso, pudo
haber sido el capítulo divisorio entre el libro de los jueces y los de Samuel.
Samuel fue el guía espiritual de la nación en los días oscuros de la opresión filistea. Firmemente arraigado
en las tradiciones religiosas de Israel, luchó más que ningún otro por mantener viva la fe en el Señor,
estimulando al mismo tiempo el fervor patriótico de los israelitas y la voluntad de resistir a la dominación
extranjera. Una vez instaurada la realeza, le prestó su apoyo, pero nunca dejó de afirmar que por encima
de la autoridad del rey está la Palabra del Señor, manifestada por medio de sus Profetas.
El Reino de Saúl puede considerarse un primer ensayo monárquico y de unidad nacional. Mitad juez y
mitad rey, Saúl es un libertador elegido por Dios (1 Samuel 10), sobre el que viene el Espíritu del Señor (1
Samuel 11:6). El relato bíblico ha conservado ciertos episodios que nos hacen entrever, al mismo tiempo,
la importancia histórica de Saúl y la tragedia de su reinado. Hacia el año 1030 a. C., él comienza la guerra
de liberación y los filisteos tienen que replegarse a sus fronteras. Pero la violación de las leyes de la guerra
santa (1 Sam. 13. 8-14; 15) le atrae la reprobación de Samuel. Con inflexible severidad, el profeta
proclama la caída del rey, y este comienza a perder prestigio. Saúl se vuelve receloso y colérico. La
primera víctima de sus celos es David, contra quien desata una encarnizada persecución. Así se
desgastan las fuerzas de la monarquía naciente, precisamente cuando el peligro filisteo se hacía cada vez
más amenazador. Por último, hacia el 1010 a. C., el desastre de Gilboa marca el trágico fin de este héroe
contradictorio y desdichado.
David restauró las ruinas del reino en franco proceso de desintegración. La más significativa de sus
hazañas fue ganarse la adhesión de todas las tribus de Israel. Los filisteos fueron rechazados
definitivamente y las plazas fuertes cananeas quedaron sometidas al dominio israelita, lográndose así la
unidad territorial. Después de la conquista de Jerusalén, el reino davídico tuvo su capital política y
religiosa, y las victorias de David sobre los pueblos vecinos aseguraron su hegemonía sobre la
Transjordania y sobre los arameos de Siria meridional. Sin embargo, la unidad interna de Israel no llegó a
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consolidarse realmente. La revuelta de Absalón –apoyada por las tribus del Norte– puso en peligro la
estabilidad del reino apenas constituido. A pesar de todo, al término de su larga y azarosa vida, David dejó
a su hijo Salomón un reino lleno de gloria y de grandeza.
Los libros de Samuel, entonces, abarcan un período aproximado de un siglo, que es clave dentro de la
historia de Israel:
Hacia 1070 a.C.: Nacimiento de Samuel
Hacia 1030 a.C.: Ascenso de Saúl al trono
Hacia 1010 a.C.: Muerte de Saúl y ascenso de David al trono
Hacia 970 a.C.: Muerte de David
2. DIVISION
El resultado del proceso de formación de estos testimonios históricos, son los dos libros actuales, que pueden leerse según esta división: I. HISTORIA DE SAMUEL (1 SAMUEL 1-7)
a. Nacimiento y vocación de Samuel (1-3) b. Historia del arca (4-6) c. Samuel se convierte en juez de Israel (7)
II. SAMUEL Y SAUL (1 SAMUEL 8-15)
a. Instauración de la Monarquía: Ascenso de Saúl (8-12) b. Reinado y descenso de Saúl (13-15)
III. SAUL Y DAVID (1 SAMUEL 16- 2 SAMUEL 1)
a. Ascenso de David y envidia de Saúl (16-18a) b. Descenso y persecución de David por Saúl (18b-30) c. Muerte de Saúl y sus hijos (1 Sm 31- 2 Sm 1)
IV. DAVID Y SU REINO (2 SAMUEL 2-20) a. Los triunfos de David (1-10) b. Pecado de David (11) c. Las pérdidas de David y su sucesión (12-20)
V. APENDICES (2 SAMUEL 21-24)
3. CLAVES TEOLÓGICAS
1. Profetismo y Monarquía: El profetismo y la monarquía nacen juntos, con Samuel, y
prácticamente mueren juntos con el período del exilio. La tradición bíblica nos da de Samuel una
imagen polifacética, ya que lo presenta ejerciendo las funciones de "juez", de sacerdote, de
vidente y de profeta. Su acción se desarrolla en una época de profunda transformación social,
cuando ya las viejas instituciones israelitas no ofrecen una respuesta válida a la crisis provocada
por el desafío filisteo. Al comienzo, Samuel se resiste al cambio, porque ve los peligros e
inconvenientes de la monarquía. Al final, accede a dar paso a la monarquía dentro del pueblo de
Dios, pero como una monarquía necesitaba del profetismo. El auténtico y único Rey de Israel era
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Dios. Con el advenimiento de la monarquía, entre Dios y el pueblo se interpone la figura del rey.
La monarquía se hacía acompañar de una fuerza militar profesional y una política de alianzas
como medios de salvación. Para contrarrestar esas tendencias secularistas, nació el profetismo.
La presencia y actividad del profetismo recuerda a la monarquía que todas las instituciones
humanas, incluyéndola, están regidas y presididas por la palabra y por la mano de Dios. Es por
ello que en Israel no es posible la divinización de los reyes, a pesar que prevalece la idea de la
filiación divina de los reyes, quienes son proclamados hijos de Dios (2 Samuel 7:14; Cf. Salmo 2,
89, 110, 132).
2. Saúl, el Rey reprobado: El autor o autores de Samuel han humillado a Saúl, al tiempo que han
engrandecido a David. Humillación y exaltación son la cara y cruz de estos reyes, material para el
estudio y discusión sobre las causas de dicha realidad: Elección soberana, gracia, favoritismo
político, consecuencias de la rebeldía obstinada en contraste con el arrepentimiento sincero, etc,
son algunas de las posibilidades…
3. David, el Rey ideal: David sigue un camino ascendente, no libre de escollos, hasta su reinado.
Los libros de Samuel relatan una historia que llega a su etapa de madurez con la formación del
reino de David. Adornado de cualidades físicas, morales y espirituales, David adquiere una
grandeza que le erige como prototipo del Mesías, del Rey ideal. A pesar de sus errores, sobresale
su piedad y virtudes religiosas, su amor apasionado hacia Yahvé, su anhelo de construirle un
templo y su respeto hacia las instituciones sagradas. En el centro de la narración, el oráculo de
Natán (2 Samuel 7. 1-17) asegura la continuidad de la dinastía davídica en el trono de Israel. Así
la historia de David adquiere un significado profético y mesiánico. El recuerdo de esta historia fue
perfilando en Israel la figura ideal de un descendiente de David, de un "nuevo" David, el Ungido
del Señor. Y "cuando se cumplió el tiempo establecido" (Gál. 4. 4), "de la descendencia de David,
como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús" (Hech. 13. 23).
4. Jerusalén: Es a partir de aquí que, en la teología del Antiguo Testamento, la ciudad de Jerusalén
se halla estrechamente relacionada con la dinastía davídica. La elección de David y su
descendencia como dinastía perpetua, y la de Jerusalén como capital del Reino, forman el
binomio David-Sión, paralelo al binomio Moisés-Sinaí. Esta relación pervive en la tradición de
Israel, como lo demuestra el salmo 132, que celebra y relaciona con toda naturalidad dicha
asociación.