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M *"^—*-• 111 El MUNDO, SAN JUAN, P. R. -DOMINGO 1S DE DICIEMBRE DE 1951 NOTAS ACERCA DE BECQUER (Nota de U atadaectón: Estas pá- tinas aparecen también, como articu- lo principal del volumen 2, afto IV, i n , U J #R ?YK t * Hispánica Moderna"; Boletín del Instituto de las Espartas que se publica en New York bajo los auspicios de la Unviersldad de Co- lumbia y que dirige el catedrático don Federico de Onls.) 1—Bécquer, poeta nórdicp, GUSTAVO Adolfo Bécquer frecuenta ese mundo de vi- siones que no sabe si viva fuera o dentro de nos- otros; mundo familiar a los Úricos del Norte- "Hués- ped de las nieblas", en su atmósfera ideal sumergió las Rimas. Raices en cielos de brumas y ensueños. En sus pocos—y breves— apuntes descriptivos, no preva- lece la luminosidad andaluza. Tampoco la templada claridad del cielo madrileño, que lo cobija desde 18S4: ¿Adonde voyt El má» sombrío y triste . de lo» páramo» cruza, valle de eterna» Hierra y dm eterm» melancólica» bruma*. Esos versos son de la número LXVI. Y en la LVI apa- rece un "cielo gris". Otro dato curioso es el color de los ojoa de las mujeres que motivan sus poemas. Solo en la XXV son negros, como en la mayoría de las andaluzas y las castellanas: Cuando enmudece tu lengua y te apretura tu aliento y tu» mejilla» te encienden y entornas tu» oíos negro», ele. J Toda la rima XII es en elogio de los ojos verdes: Porque ton, niña, tu» ojo» verde» como el mar, te queja»; verdee lo» tienen la» náyade», verdea loe tuvo Minerva, etc. Los ojos verdes fascinaron siempre a Bécquer. "Hace mu- cho tiempo que tenia ganas de escribir cualquier cosa con ese título", empieza diciendo en su leyenda de aquel nombre. Es decir: el color por el color mismo —el verde— es fuente de ansia creadora. Y anima, consecuencia del mismo, un tipo de mujer del Norte: ... Sus rabellos eran como el oro; sus pestañas brillaban come hilos de luz, y entre las pestañas volteaban inquietas unas pupilas que yo habla visto... si. porque los ojos de aquella mujer eran los ojos que yo tenia clavados en la mente; unos ojos de un color imposible; unos ojos... —¡Verdes! Mis adelante insiste Bécquer en la descripción de la sin- gular visión, sin saber si es "espíritu, trasgo, demonio o mu- jer". Y acentúa el matiz septentrional: Ella era hermosa, hermosa y pálida, como una estatua de ala- bastro. Uno de sus rizos cala sobre sus hombros, deslizándose en- tre los pliegues del velo, como un rayo de sol que atraviesa las nubes, y en el cerco de sus pestañas rubias brillaban sus pupilas, como dos esmeraldas sujetas en una joya de oro. En esa fantasía que pide música de Wagner, prevenido Fernando —encarnación del propio Bécquer— del peligro en la búsqueda de esos ojos verdes, responde: —¿Sabes lo que amo más en este mundo? ¿Sabes por qué darla yo el amor de mi padre, los besos de la mujer que me dio la vida, y todo el carino que pueden atesorar todas las mu- jeres de la tierra? Por una mirada, por una sola mirada de esos ojos... ¡Como podré yo dejar de buscarlos! Y en otras tres rimas —que sumadas a las anteriores son las únicas, entre las setenta y seis de Bécquer, que dan el color de unos ojos de mujer— prevalece él azul. Nueva nota del Norte. Así, en la XIII: Por JOSÉ A. BALSEIRO más puro —y lo más dificil—; con la atmósfera poética, que no es copia, sino creación que ennoblece —sin reproducirlo— el acento popular. Acento —ampliado en amor— que no se Tu pupila azul, y cuando ríes, Fu claridad tuave me recuerda El trémulo fulgor de la macana Que en el mar te refleja, etc. La XXI, inquiere: ¿Qué poesía t—dice» mientra* clava» en mi pupila tu pupila atul—¿Qué paítate' i Y me lo preguntatf Poetia... ere» tú, Y la XXVII, canta: Despinta, mira», y al mirar, tu» ojo» húmedo» reeplandecen como la honda atul, en cuya cresta chiepeindo el sol hiere. 2,—Bécquer 9 poeta español, fyO debemos, sin embargo, pensar en el andaluz, por las ob- servaciones precedentes, como en un artista sin esencia española. Sería no conocerlo. Esa gravedad con que, como sin querer, sentencia Bécquer que el alma que hablar puede con los ojo» también puede besar con la mirada, es, inconfundiblemente, hispánica. Es una comedia de Tirso —La Fingida Arcadia— se dice, a modo de distinción, que ^_ . ..Italia toda hablir y España toda concetot. Y aquellas dos lineas de Bécquer son concepto, más ele- vado a lirismo. Porque Bécquer no es conceptista. No es cul- pable del vicio de los poetas del seiscientos. Hiy también en algunos de sus versos, tonos de copla popular estilizada. Téngase en cuenta que en la tercera de sus cartas literariasDesde mi celdarefiérese a sus poe- sías llamándolas por el españolisimo nombre "cantares'. Y no lo desmienten ejemplos como: tu boca de rubiee purpúrea granada abierta, que en el estio convida a apagar la sed en ella. Y, en seguida, un cambio de aire, gracioso y menor, que no sabe —ni puede saber— a ningún poeta forastero. Porque es compás y giro de Lope: 7 am embargo, »4 que t queja», porque tu» ojo» " # cree» que la afean: pues no lo crem; eto. Acento comparable al de las letraa para cantar de quien hizo aquella que se inicia: Blanca me era yo cuando entré en la siega; dióme el sol y ya soy morena. Porque Lope se adelantó al romanticismo, y Bécquer aprovechó el antecedente, en lucir el folklore nacional: en quintaesenciarlo. Pero renunciando a lo pintoreteo, para su- perar a quienes abusaron del color local Para quedarse,con lo GUSTAVO ADOLFO BECQUEK comprueba sólo en las Rimas. Está vivo, también, en el ele- mento tradicional de algunas de sus leyendas y de algunas de sus cartas. 3.—"Que siempre habrá poesía" JA escala del arte —sin materia apenas, sin arrastre sobre la vulgaridad, pero atenta a las solicitudes sentimentales —eleva a Gustavo Adolfo sobre los versos sin alas de su épo- ca española. Y le conduce hacia la inmortalidad sin calen- dario; de hoy, de mañana. Esa que sabe que "siempre habrá poesía". "El poeta", según lo evoca Azorín, "no fué nada rri re- presentó nada en su tiempo. Vivió pobre; murió casi desco- nocido' No le consideraron como un gran poeta sus coetáneos. Los grandes poetas eran amplificadores, oratorios, elocuen- tes, pomposos". Asomaba a sus ojo» una lágrima y a mi labio una frote de perdón; habló el orgullo y te enjugó tu llanto, y la frote en mi» labio» expiró. Yo voy por un camino, ella por otro; pero al pentar. en nuettro mutuo amor, yo digo aún: "iPor qué callé aquel diaf" Y ella dirá: "i Por qué no lloré yo i" Delicadeza y precisión en su fina vaguedad expresiva: Lo» invisibles átomo» del aire en derredor palpitan y »e inflaman; el cielo te deshace *n rayos de oro; la tierra se estremece alborotéVa; oigo flotando en olas de armonio rumor de beso» y Oatir de ala»; mi» párpado» se cierran... ¿Qué sucedef —¡e» el amor que pasa! Decía Chopin que no puede existir verdadera música en la cual no quede margen para un último pensamiento. Esa teoría, transmutada en verso, es poesía de Bécquer. No hin- cha de frases el poema. Lo hinche de contenido poético. Y en su limitada superficie, ¡qué profunda su potencialidad psicológica! ^Cuando me lo contaron scnli el frió de una hoja de acero en li» entrañas; me apoyé contra, el muro, y un instante, la conciencia perdí de donde estaba. Cayó sobre mi espíritu la noche; en ira y en piedad se anegó el almi... ¡Y entonce» comprendí por qué se llora, y entonce» comprendí por qué se mata! Pasó la nube de dolor... con pena logré balbucear brevet palabras... ¿Quién me dio la notictif... Un fiel amigo... ¡Me hacia un gran favor!... Le di la» gract~». En ese amor perdido, en esa pena de amor roto; en ese gesto de apoyo contra el muro por la conciencia perdida; en ese llorar; en esa asociación del pensamiento de matar a quien le hizo escarnio de amor, está la entraña viva de su romanti- cismo. Pero todo sentido y revelado, hasta lo insuperable, sin una alusión directa, antipoética. Y —milagro de sugesti- bilidad, de intensidad, de síntesis—, la impresión es más re- cóndita que la de todas las pormenorizaciones y las réplicas de Los amantes de Teruel. Ahí está ya la idea platónica de una emoción. Ahí —ein que sea necesario aguardar a Mellar- me— el "delicioso enigma" señalado tardíamente por Ortega, a propósito del maestro de Divagations. El subjetivismo de Bécquer, en lo que tiene de idealismo individual y de eva- sión de la realidad, adelántase a ros simbolistas de Francia que no expresarán su credo hasta 1885; cuando ya hacía tres lustros que el andaluz había muerto. Los dos versos al cierre del poema ¿Quién me dio la noticiat... Un fiel amigo... ¡Me hacia un gran favw!... Le di la» gracia». atesoran un espíritu muy español de estoicismo irónico. En esa actitud ya Bécquer supera al romanticismo. Y lo supera encontrándose entre la desesperación y la conformidad, en- tre la amarga sonrisa y el dolor resignado de quien sabe la verdad aprendida por B osean: No perpetuo el placer, ni lo rs el llanto. La grandeza de Bécquer es la única que vale la pena en el arte, en el amor, en la amistad. Es grandeza de calidad. Bécquer es el triunfóle la jerarquía. No necesita de las ma- En la poesía de Bécquer, empero, como en sus leyendas sas , ni de millares de versos, para florecer en la elección de y en sus cartas, se distingue al más exquisito artista de las ¡ la poesía. Es la aristocracia. I letras españolas de entonces. Las Rimas descubren, Nnás ae une vez, un temperamento altivo, un agregio espíritu de sole- dad cuando el lírico 3e refiere a sí: ansia perpetua de algo mejor eso soy yo. Advertencia de la número XV. Sabe —XXXIV— que la "ex- presión" es "fuente eterna de poesía". Y de igual modo que en el mundo de sus sentimientos ha "condensado un siglo en cada día" —LVXII—, en un hilo de luz, en contadas voces, condensa los más emotivos estados de alma. Es, la de su verso, la construcción etérea. Sin el anda- miaje de la frase sólida. Con la sutil arquitectura que ani- ma un estilo de siempre. Sin cortedad de espíritu y sin arre- bato de empuje; como U flecha exacta. Presencia constante en la belleza que navegó» contraria a la abundante corriente retórica; de espalda a toda explicación realista. Se insinúa la idea. Se sugiere apenas, la anécdota. Y alumbra, en un ins- tante vibrador y hondo, un motivo poético. Esto es: impere- cedero. El amor —que es dolor— en Bécquer, no se echa al sue- lo, con pesada falsedad de histrión. No declama en el vacio sin drama. Se eleva. Pero no en vuelo vertiginoso. En ala contenide. Con toda su levedad; con. todo su encanto. Pero con ninguno de sus peligros desmesurados. Hay libertad; pero no falta de dominio ni en el sentir, ni en el decir. Ni siquiera en el soñar. Lírico estremecimiento. Dolor que es emoción tentó como inteligencia. Esto es: sensibilidad. 1'o soy el invisible anillo que sujeta <il mundo de la forma el mundo de la idea. En el mar de la duda en que bogo ni aún lo que creo; ¡tin embargo estas ansia» me dicen que yo llevo algo divino aquí dentro!... 4,—Bécquer t romántico y moderno, ROMÁNTICO esencial, Bécquer sentía "una agradable tris- teza" junto a un olvidado y humilde cementerio de aldea. Las voces de los días que fueron hallan, también, eco en eu sensibilidad: ... en el fondo de mi alma consaxro como una especie de culta, una veneración profunda a todo lo que pertenece al pasa- do, y las poéticas tradiciones, las derruidas fortalezas, loa anti- guos usos de nuestra vieja Kspaña. tienen para mi todo ese Inde- finible encanto, esa vaguedud misteriosa de la puesta de sol en un día espléndido, cuyas horas, llenas de emociones, vuelven a pasar por la memoria vestidas de colores y de luz, antes de se- pultarse en las tinieblas en que se han de perder para siempre. Así dice en la tecera de sus cartas. Eso no significa —lo aclara más adelante— que desee, ni para ni para nadie, la vuelta de aquellos tiempos. "Lo que ha sido", asegura, "no tie- ne razón de ser nuevamente y no será". Y en la siguiente car- ta afirma: "Yo tengo fe en el porvenir; me complazco en asis- tir mentalmente a esa inmensa e irresistible invasión de las nuevas ideas que van transformando poco a poco la faz de la humanidad". Contrástese la actitud moderna de Bécquer con la queja de Núñez de Arce expresada en el prefacio de 1875 a Gritos del combate: "Este estado de exaltación continua, apagando las creencias, trastornando los sentimientos y envileciendo los caracteres, ha hecho de nuestro pueblo, en otro tiempo tan espontáneo y animoso, una masa humana, confusa, in- forme, indiferente, escéptica, en la cual sólo sobresale el egoísmo". No obstante, ¿cuál es más creyente —en lignificación teológica— de estos poetas: el progresista o el tradiciona- lista? En sus estrofas A Darwin, dejó ver Núñez de Arce "el demonio implacable de la duda". En el soneto Problema, con- cluye preguntándose: Y si es ficción la gloria prometida, ai aquí empieza y mertba nuestra vida, ¿por qué, implacable Dios, por qué no» creasf En Tristezas, declara: hoy que mi frente atónito golpeo y con febril deseo busco los restos de mi fe perdida, por hallarla otra vez, radiante y bella como en li edad aquella, t ¡desgraciado de mi! diera la vida. Y cuando Echegaray, un año después de morir Núñez de Arce, prologa, en 1904, la undécima edición de Gritos del combate, créese obligado a justificar —sin hacerle favor, por cierto, a pesar de sus buenas intenciones—, las dudas "que nunca son hondas" etc. Falta, sin embargo, el de La esposa del vengador, a la verdad crítica cuando añade que esas da- das "nunca son persistentes". Reparemos ahora en Gustavo Adolfo. La XVII de sus Rimas debe ser reprobada por un ortodoxo: Hoy la tierra y los ciclos me sonríen; hoy llega al fundo de mi alma el sol; hoy la he visto... la he visto y me ha mirado... ¡Hoy creo en Dio»! Pero en su carta segunda Desde mi celdapor enci- ma del pesimismo que lo abate (porque está muy enfermo, porque las ilusiones se han secado en su alma), y exaltando la gloria celeste sobre la terrena, escribe: La fe en algo más grande, en un destino futuro y desconoci- do, má? allá de esta vida, la fe de la eternidad, en fin, aspiración absorbente, única e inmensa, muta esa fe al por menor que pu- diéramos llamar personal, la fe en el mañana, especie de aguijón que espolea los espíritus Irresolutos, y que tanto se necesita pa- ra luchar y vivir y alcanzar cualquier cosa en la tierra. Yo, en fin, soy ese espíritu, desconocida esencia, perfume misterioso, de que es vaso el poeta. Por eso en Bécquer es casi imposible deslindar prosa y verso. Sus leyendas y sus cartas no han menester de conso- nantes ni de metros pera ser, también, poesía en el sentido Aristotélico. Núñez de Arce en su Discurso sobre ¡a poesía, pronun- ciado el 3 de diciembre de 1887 en el Ateneo de Madrid, ma- nifestó su preferencia por los poetas de cuyas composicio- Bécquer —en ese estado espiritual— retorna a la edad media nes "es fácil formarse idea del período histórico en que escri- revalorada por la investigeción ectuel en grenda y profunda bieron . Impone, consecuentemente, a la poesía, condición de ' paz que no perece. Entronca en Jorge Manrique: Este mundo es el camino Es decir: que Bécquer, con la fe, tan española, de la in- mortalidad, se despreocupa de la que sirve para el efimero triunfo aquí en la tierra. No era asi como cantaba un poeta del renacimiento. No era asi como advertía Garcilaso: Coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto, antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre. crónica. Asi, mientras los versos de Núñez de Arce tienen, en no poces de sus composiciones, un motivo localmente no- dal izad or, vinculado a una fecha y a un acto transitorios por lo común, la poesía de Bécquer, cuya esencia no se supedita a la circunstancia pública ni al curso del tiempo, depende del sentimiento universal del artista, Y se eleva a voz de siem- pre. No se estriba en el dato concreto, documental. Queda emancipada de la realidad inmediata. Y cautiva la verdad eterna. Esa diferencia entre Núñez de Arce y Bécquer, puede para el otro, sin pesar; que morada El vivir que perdurable no »e gana con ettado» mundanales, etc. En le certa tercere, comentendo su frecuente preocupa- ción en la idea de la muerte, se lee: "En cuanto al alma, di- ayudarnos a explicar por qué, en sus días, no fué el segundo cho Ie tgtá que gi.mpre he deseado que se encamina al délo". comprendido. De ahí su confusión. Pera sin faltarle concien cia de superiorided: A Lucasta, Al Partir para la Guerra EL SONETO Por RICARDO LOVELACE No me digas, omor, que soy cruel, Pues dejo tu convento. Tu cesto corazón y tu olma hermoso, Y hacia la guerra vuelo. Cierto, sí, voy en busco de otra domo: Por tilo al campo talgo Con ton robusta fe, y llevo conmigo Mi espada y mi caballo. Y mira si es grande mi inconstancia Con tan robusta fe. y llevo conmigo No te quisiera tanto, vida mía. Si amara mi Honra menos. Por LOPE DE VEGA Un soneto me manda hacer Violante, Y en mi vida me he visto en tal aprieto : Catqrce versos dicen que es soneto; Burla burlando, van los tres delente. Yo pensé que no hollara consonante, Y estoy a la mitad da otro cuarteto; Mas si me veo en el primer terceto. No hay cosa en los cuartetos que me espante. Por el primer terceto voy entrando, . Y aún parece que entré con pie derecho, ' Pues fin con este verso le voy dando. Ya estoy en el segundo, y aun sospecho Que estoy los trece versos acabando: Contad si son catorce, y está hecho. Y después... "cada día voy creyendo más que de lo que vale, de lo que es algo, no ha de quedar ni un átomo aquí''. Y al final de la quinte, no vemos a Bécquer, como a los Argenao- las, con la t Imagen espantosa de la muerte. Le vemos, consolado por la esperanza de Dios qua tienda su mano al pobre, subiendo por "la áspera cumbre de la vida". En la novena —y última— no habla Bécquer sólo como cristiano. Ríndese al culto a la Virgen: Santa María de Ve- ruela. Porque siente el poeta la "verdadera poesia de la Reli- gión". Y se figura, en el lugar de La Aparecida, las ramas inmóviles, el viento suspendido, y la tierra estremecida de gozo con un temblor ligerisimo el sentirse hollada otra vez por le divina plenta de la Madre de su Hacedor... 5,—Poesía desnuda, £UANDO se admira el poder descriptivo de Bécquer —en cartas y en leyendassorprende más la ausencia de des- cripciones en tut vertoe. Esa ausencia no es, en este ceso, prenda que falta. Es, opuestamente, virtud que avalora. Asi como la óptima madurez del árbol no son las ramas, sino el fruto, el jugo de la poesía es la expresión, y no el ornato. Bécquer elimina cuanto sea ajeno, a la desnuda vitali- dad de sus .dramas comprimidos. Procede a escoger únicamen- te los precipitados de su espíritu. Y merced a la intuición creadora y la sensibilidad artística, ti a penas nada le sobró en materia, nada le faltó en gracia. Las limpies alat que llevas eu canto tupieron de ese equilibrio que tolo conoció antes, en la música, el genio de Moatrt.

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    *"^*- 111 El MUNDO, SAN JUAN, P. R. -DOMINGO 1S DE DICIEMBRE DE 1951

    NOTAS ACERCA DE BECQUER (Nota de U atadaectn: Estas p-

    tinas aparecen tambin, como articu- lo principal del volumen 2, afto IV, in,UJ#R?YKt* Hispnica Moderna"; Boletn del Instituto de las Espartas que se publica en New York bajo los auspicios de la Unviersldad de Co- lumbia y que dirige el catedrtico don Federico de Onls.)

    1Bcquer, poeta nrdicp,

    GUSTAVO Adolfo Bcquer frecuenta ese mundo de vi- siones que no s sabe si viva fuera o dentro de nos- otros; mundo familiar a los ricos del Norte- "Hus-

    ped de las nieblas", en su atmsfera ideal sumergi las Rimas. Raices en cielos de brumas y ensueos.

    En sus pocosy breves apuntes descriptivos, no preva- lece la luminosidad andaluza. Tampoco la templada claridad del cielo madrileo, que lo cobija desde 18S4:

    Adonde voyt El m sombro y triste . de lo pramo cruza,

    valle de eterna Hierra y dm eterm melanclica bruma*.

    Esos versos son de la nmero LXVI. Y en la LVI apa- rece un "cielo gris". Otro dato curioso es el color de los ojoa de las mujeres que motivan sus poemas. Solo en la XXV son negros, como en la mayora de las andaluzas y las castellanas:

    Cuando enmudece tu lengua y te apretura tu aliento y tu mejilla te encienden y entornas tu oos negro, ele. J

    Toda la rima XII es en elogio de los ojos verdes:

    Porque ton, nia, tu ojo verde como el mar, te queja; verdee lo tienen la nyade, verdea loe tuvo Minerva, etc.

    Los ojos verdes fascinaron siempre a Bcquer. "Hace mu- cho tiempo que tenia ganas de escribir cualquier cosa con ese ttulo", empieza diciendo en su leyenda de aquel nombre. Es decir: el color por el color mismo el verde es fuente de ansia creadora. Y anima, consecuencia del mismo, un tipo de mujer del Norte:

    ... Sus rabellos eran como el oro; sus pestaas brillaban come hilos de luz, y entre las pestaas volteaban inquietas unas pupilas que yo habla visto... si. porque los ojos de aquella mujer eran los ojos que yo tenia clavados en la mente; unos ojos de un color imposible; unos ojos...

    Verdes!

    Mis adelante insiste Bcquer en la descripcin de la sin- gular visin, sin saber si es "espritu, trasgo, demonio o mu- jer". Y acenta el matiz septentrional:

    Ella era hermosa, hermosa y plida, como una estatua de ala- bastro. Uno de sus rizos cala sobre sus hombros, deslizndose en- tre los pliegues del velo, como un rayo de sol que atraviesa las nubes, y en el cerco de sus pestaas rubias brillaban sus pupilas, como dos esmeraldas sujetas en una joya de oro.

    En esa fantasa que pide msica de Wagner, prevenido Fernando encarnacin del propio Bcquer del peligro en la bsqueda de esos ojos verdes, responde:

    Sabes t lo que amo ms en este mundo? Sabes t por qu darla yo el amor de mi padre, los besos de la mujer que me dio la vida, y todo el carino que pueden atesorar todas las mu- jeres de la tierra? Por una mirada, por una sola mirada de esos ojos... Como podr yo dejar de buscarlos!

    Y en otras tres rimas que sumadas a las anteriores son las nicas, entre las setenta y seis de Bcquer, que dan el color de unos ojos de mujer prevalece l azul. Nueva nota del Norte. As, en la XIII:

    Por JOS A. BALSEIRO ms puro y lo ms dificil; con la atmsfera potica, que no es copia, sino creacin que ennoblece sin reproducirlo el acento popular. Acento ampliado en amor que no se

    Tu pupila e azul, y cuando res, Fu claridad tuave me recuerda El trmulo fulgor de la macana

    Que en el mar te refleja, etc.

    La XXI, inquiere:

    Qu e poesa tdice mientra* clava en mi pupila tu pupila atul

    Qu e patate' i Y t me lo preguntatf Poetia... ere t,

    Y la XXVII, canta:

    Despinta, mira, y al mirar, tu ojo hmedo reeplandecen

    como la honda atul, en cuya cresta chiepeindo el sol hiere.

    2,Bcquer9 poeta espaol,

    fyO debemos, sin embargo, pensar en el andaluz, por las ob- servaciones precedentes, como en un artista sin esencia

    espaola. Sera no conocerlo. Esa gravedad con que, como sin querer, sentencia Bcquer

    que el alma que hablar puede con los ojo tambin puede besar con la mirada,

    es, inconfundiblemente, hispnica. Es una comedia de Tirso La Fingida Arcadia se dice,

    a modo de distincin, que ^_ . ..Italia toda e hablir y Espaa toda e concetot.

    Y aquellas dos lineas de Bcquer son concepto, ms ele- vado a lirismo. Porque Bcquer no es conceptista. No es cul- pable del vicio de los poetas del seiscientos.

    Hiy tambin en algunos de sus versos, tonos de copla popular estilizada. Tngase en cuenta que en la tercera de sus cartas literariasDesde mi celda refirese a sus poe- sas llamndolas por el espaolisimo nombre "cantares'. Y no lo desmienten ejemplos como:

    E tu boca de rubiee purprea granada abierta, que en el estio convida a apagar la sed en ella.

    Y, en seguida, un cambio de aire, gracioso y menor, que no sabe ni puede saber a ningn poeta forastero. Porque es comps y giro de Lope:

    7 am embargo, 4 que t queja, porque tu ojo "

    # cree que la afean: pues no lo crem; eto.

    Acento comparable al de las letraa para cantar de quien hizo aquella que se inicia:

    Blanca me era yo cuando entr en la siega; dime el sol y ya soy morena.

    Porque Lope se adelant al romanticismo, y Bcquer aprovech el antecedente, en lucir el folklore nacional: en quintaesenciarlo. Pero renunciando a lo pintoreteo, para su- perar a quienes abusaron del color local Para quedarse,con lo

    GUSTAVO ADOLFO BECQUEK

    comprueba slo en las Rimas. Est vivo, tambin, en el ele- mento tradicional de algunas de sus leyendas y de algunas de sus cartas.

    3."Que siempre habr poesa"

    JA escala del arte sin materia apenas, sin arrastre sobre la vulgaridad, pero atenta a las solicitudes sentimentales

    eleva a Gustavo Adolfo sobre los versos sin alas de su po- ca espaola. Y le conduce hacia la inmortalidad sin calen- dario; de hoy, de maana. Esa que sabe que "siempre habr poesa".

    "El poeta", segn lo evoca Azorn, "no fu nada rri re- present nada en su tiempo. Vivi pobre; muri casi desco- nocido' No le consideraron como un gran poeta sus coetneos. Los grandes poetas eran amplificadores, oratorios, elocuen- tes, pomposos".

    Asomaba a sus ojo una lgrima y a mi labio una frote de perdn; habl el orgullo y te enjug tu llanto, y la frote en mi labio expir.

    Yo voy por un camino, ella por otro; pero al pentar. en nuettro mutuo amor, yo digo an: "iPor qu call aquel diaf" Y ella dir: "i Por qu no llor yo i"

    Delicadeza y precisin en su fina vaguedad expresiva:

    Lo invisibles tomo del aire en derredor palpitan y e inflaman; el cielo te deshace *n rayos de oro; la tierra se estremece alborotVa; oigo flotando en olas de armonio rumor de beso y Oatir de ala; mi prpado se cierran... Qu sucedef e el amor que pasa!

    Deca Chopin que no puede existir verdadera msica en la cual no quede margen para un ltimo pensamiento. Esa teora, transmutada en verso, es poesa de Bcquer. No hin- cha de frases el poema. Lo hinche de contenido potico. Y en su limitada superficie, qu profunda su potencialidad psicolgica!

    ^Cuando me lo contaron scnli el fri de una hoja de acero en li entraas; me apoy contra, el muro, y un instante, la conciencia perd de donde estaba.

    Cay sobre mi espritu la noche; en ira y en piedad se aneg el almi... Y entonce comprend por qu se llora, y entonce comprend por qu se mata!

    Pas la nube de dolor... con pena logr balbucear brevet palabras... Quin me dio la notictif... Un fiel amigo... Me hacia un gran favor!... Le di la gract~.

    En ese amor perdido, en esa pena de amor roto; en ese gesto de apoyo contra el muro por la conciencia perdida; en ese llorar; en esa asociacin del pensamiento de matar a quien le hizo escarnio de amor, est la entraa viva de su romanti- cismo. Pero todo sentido y revelado, hasta lo insuperable, sin una alusin directa, antipotica. Y milagro de sugesti- bilidad, de intensidad, de sntesis, la impresin es ms re- cndita que la de todas las pormenorizaciones y las rplicas de Los amantes de Teruel. Ah est ya la idea platnica de una emocin. Ah ein que sea necesario aguardar a Mellar- me el "delicioso enigma" sealado tardamente por Ortega, a propsito del maestro de Divagations. El subjetivismo de Bcquer, en lo que tiene de idealismo individual y de eva- sin de la realidad, adelntase a ros simbolistas de Francia que no expresarn su credo hasta 1885; cuando ya haca tres lustros que el andaluz haba muerto.

    Los dos versos al cierre del poema

    Quin me dio la noticiat... Un fiel amigo... Me hacia un gran favw!... Le di la gracia.

    atesoran un espritu muy espaol de estoicismo irnico. En esa actitud ya Bcquer supera al romanticismo. Y lo supera encontrndose entre la desesperacin y la conformidad, en- tre la amarga sonrisa y el dolor resignado de quien sabe la verdad aprendida por B osean:

    No c perpetuo el placer, ni lo rs el llanto.

    La grandeza de Bcquer es la nica que vale la pena en el arte, en el amor, en la amistad. Es grandeza de calidad. Bcquer es el triunfle la jerarqua. No necesita de las ma-

    En la poesa de Bcquer, empero, como en sus leyendas sas, ni de millares de versos, para florecer en la eleccin de y en sus cartas, se distingue al ms exquisito artista de las la poesa. Es la aristocracia.

    I letras espaolas de entonces. Las Rimas descubren, Nns ae une vez, un temperamento altivo, un agregio espritu de sole- dad cuando el lrico 3e refiere a s:

    ansia perpetua de algo mejor eso soy yo.

    Advertencia de la nmero XV. Sabe XXXIV que la "ex- presin" es "fuente eterna de poesa". Y de igual modo que en el mundo de sus sentimientos ha "condensado un siglo en cada da" LVXII, en un hilo de luz, en contadas voces, condensa los ms emotivos estados de alma.

    Es, la de su verso, la construccin etrea. Sin el anda- miaje de la frase slida. Con la sutil arquitectura que ani- ma un estilo de siempre. Sin cortedad de espritu y sin arre- bato de empuje; como U flecha exacta. Presencia constante en la belleza que naveg contraria a la abundante corriente retrica; de espalda a toda explicacin realista. Se insina la idea. Se sugiere apenas, la ancdota. Y alumbra, en un ins- tante vibrador y hondo, un motivo potico. Esto es: impere- cedero.

    El amor que es dolor en Bcquer, no se echa al sue- lo, con pesada falsedad de histrin. No declama en el vacio sin drama. Se eleva. Pero no en vuelo vertiginoso. En ala contenide. Con toda su levedad; con. todo su encanto. Pero con ninguno de sus peligros desmesurados. Hay libertad; pero no falta de dominio ni en el sentir, ni en el decir. Ni siquiera en el soar. Lrico estremecimiento. Dolor que es emocin tent como inteligencia. Esto es: sensibilidad.

    1'o soy el invisible anillo que sujeta