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Nota del Comité de DBG para la Asamblea Internacional

El siguiente documento es sometido como un “Documento de Estudio”, y será provisto a nuestros

Presbíteros Internacionales tanto en forma impresa como electrónica. El documento estará disponible en la Internet para que todos los ministros y miembros lo descarguen a

partir de la fecha de la presentación del informe del Comité de Doctrina Bíblica y Gobierno ante la Asamblea Internacional de 2012. Esta versión extensa es sólo para

fines de estudio. La entrega final será grandemente condensada, ajustada y editada después de que los

constituyentes de la Iglesia de Dios de la Profecía hayan tenido suficiente tiempo para revisarla y responder.

El documento final tendrá entonces cualquier

recomendación que se determine ser necesaria. El documento final será sometido no menos de un año antes

de la Asamblea Internacional de 2014. Agradecemos especialmente a nuestro Supervisor General y a los

Presbíteros Generales, quienes han sido consejeros leales para con nuestro trabajo y deliberaciones. En adición,

queremos animar a nuestros constituyentes a que hagan saber al comité cualquier opinión o estudio adicional que

se deba considerar. Sólo tras completarse este procedimiento se habrá de presentar un documento final con recomendaciones (de ser necesarias) a la Asamblea

Internacional de 2014. Gracias por la oportunidad de servir a esta iglesia; sinceramente deseamos sus

oraciones constantes.

Carswell Leonard, Secretario Auxiliar Daniel Chatham

Elías Rodríguez, Secretario James Kolawole Tedroy Powell

Timothy McCaleb Wallace R. Pratt, Presidente del Comité

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Tabla de Contenido

Introducción Página 4 Sección I: Pasajes Bíblicos Principales que Tratan sobre la Santificación y la Santidad Página 4 Sección II: La Obra de Santificación en la Vida del Creyente Página 21 Sección III: La Santificación Corporativa Página 26 Sección IV: La Santificación Misional Página 31 Sección V: El Concepto Bíblico de la Santidad Página 34 Sección VI: La Historia de la Santidad y la Santificación Página 37 Sección VII: Nociones Comunes sobre la Santificación/la Santidad Página 60 Sección VIII: Las Presuposiciones en la Formación Pasada de la IDP Página 62 Sección IX: La Cultura y la Santidad Página 66 Sección X: La Dinámica entre la Santidad Personal y la Santidad Corporativa Página 72 Sección XI: La Naturaleza Vital de la Oración y la Santidad Página 80 Sección XII: La Santificación Inicial/La Santificación Progresiva Página 83 Sección XIII: Más Exploraciones Bíblicas sobre la Santificación/la Santidad Página 84 Sección XIV: El Lavamiento de la Sangre/Agua/Espíritu Página 87 Sección XV: La Dinámica entre la Santificación y la Santidad Página 89 Sección XVI: La Justicia (¿De dónde viene?) Página 90 Sección XVII: Partícipes de la Naturaleza Divina Página 91 Sección XVIII: El Llamado Pastoral a la Santidad Página 93 Sección XIX: Apéndice (La Controversia sobre las Tres Bendiciones) Página 95 Bibliografía Página 109

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En Pos del Dios Santo:

Respondiendo al Llamado del Espíritu Santo

Introducción

Al comenzar este estudio de la santificación y la santidad, lo hacemos con la humilde

confesión de que no procuraremos ser dogmáticos ni trataremos de manera paternalista a los

cientos (por no decir miles) de otros biblistas, teólogos y pastores que han estudiado más sobre

estas extraordinarias bendiciones. Desde los apóstoles y los padres de la iglesia, hasta los

reformadores y el movimiento de santidad, cada generación sincera de eruditos y creyentes ha

ampliado nuestro concepto y búsqueda de la santidad “...sin la cual nadie verá al Señor”

(Hebreos 12:14). También queremos confesar que deseamos que este documento sea un llamado

a la santidad, en vez de un simple estudio detallado o exegético. A fin de cuentas, este estudio

demostrará que, en nuestro cometido por ser un pueblo santo, cada creyente, al igual que la

ecclesia, tiene que afirmarse en su decisión de ir en pos del Espíritu Santo. Esta misión tiene que

ir más allá de un ejercicio doctrinal o de erudición. La santificación requiere una renovación de

la búsqueda del poder del Espíritu Santo, en vez de limitar Su obra a una experiencia singular del

pasado. De hecho, tenemos que comprometernos a llegar a ser hijos maduros de Dios que

obedecen la exhortación paulina: “Solamente os ruego que os comportéis como es digno del

evangelio de Cristo...” (Filipenses 1:27).

Pasajes Bíblicos Principales que Tratan sobre la Santificación y la Santidad

Un Estudio Bíblico de la Santidad

“Santificado sea tu nombre” es una frase que ha sido pronunciada innumerables veces, por

miles de años, y en cientos de lenguajes. Aun así, estas simples palabras contienen el núcleo del

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plan de Dios. Este plan resume el designio de Dios para con Israel, el sistema sacrificial, la cruz

y el sufrimiento de Cristo. Tiene que ver incluso con nuestras vidas ahora, y nos da un indicio del

futuro que está aún por venir. Este plan trata sobre la santidad de Dios. Es aquí, al pedir

diariamente que el nombre de Dios sea santificado, donde uno escapa de la hipocresía, el

legalismo o el antinomianismo (en la teología cristiana, es la creencia de que los cristianos no

están sujetos a las leyes morales establecidas, pero que deben depender de la fe y la gracia

divina para la salvación), y pone su esperanza en que la santidad de Dios sea reflejada en su

mundo.

Durante el más célebre sermón del ministerio de Jesús, en Mateo 6:9, le enseñó a la multitud y

a Sus discípulos a orar. Hay múltiples peticiones que forman parte de esta oración: “venga tu

reino”, “el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, y otras. No obstante, la primera y más

importante petición que Jesús nos exhorta a hacer es “santificado sea tu nombre”. Es una petición

de que el nombre de Dios sea santificado.1 “…es una petición de que traiga a las personas a una

actitud correcta para con Él. Expresa el deseo de que Dios sea tenido por santo y tratado como

santo en toda Su creación”.2

La importancia del estudio de la santidad radica en la verdad de que ésta no se enfoca

principalmente en la humanidad. Está arraigada, antes que nada, en el Dios Santo que es distinto

y aparte de Su creación, tanto en lo personal como lo moral. Este es el Dios santo que llama a Su

pueblo a una vida apartada del pecado y separada para Su servicio. Esta petición de que el

nombre de Dios sea santificado está conectada con Ezequiel 39:27, donde Dios declara que Él

será santificado. Israel había profanado el nombre de Dios mediante la práctica de la idolatría, y

Dios lo había enviado al exilio. Sin embargo, el exilio también provocó que las naciones vecinas                                                                                                                          1  M.  S.  Heiser.  (2005).  Glossary  of  Morpho-­‐Syntactic  Database  Terminology.  Logos  Bible  Software.    2  L.  Morris.  (1992).  The  Gospel  According  to  Matthew  (145).  Grand  Rapids,  MI;  Leicester,  England:  W.  B.  Eerdmans;  InterVarsity  Press.  

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se burlaran del carácter de Dios. YHWH no habría de permitir que permanecieran estos escarnios

contra Su nombre. Él habría de restaurar a Su pueblo a la tierra prometida para que todos vieran

que Él es santo:

“Cuando yo los haga volver de entre las naciones, y los reúna de entre los pueblos enemigos, en presencia de muchas naciones y por medio de ellos manifestaré mi santidad”.3

La percepción humana de la santidad de Dios es importante para Dios, y es el centro de

nuestra propia santidad. Al reconocer Su santidad, puedo verme claramente a mí mismo y mi

profunda necesidad de Él, al igual que las profundidades a las cuales Él me llama. Es aquí donde

se debe comenzar el estudio de la santidad, en las primeras páginas de las Escrituras, donde Dios

se revela a Sí mismo como santo.

El Dios Santo

La revelación de Dios comienza con Moisés acercándose a una zarza que arde, pero que no se

consume:

Dios le dijo: —No te acerques; quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Y añadió: —Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios (Éxodo 3:5, 6).4

Este encuentro con Dios da comienzo a un torrente de momentos de revelación en los cuales

YHWH revela Su santa naturaleza, en contraste con los dioses de Egipto y las demás religiones

paganas. En Egipto, los dioses estaban conectados con la creación, y no se diferenciaban de la

misma. Según el Holman Illustrated Bible Dictionary:

Muchos de los tantos dioses [que tenían] eran personificaciones de las perennes fuerzas naturales en Egipto, tales como el sol, el Nilo, el aire, la tierra, y así sucesivamente. Otros dioses, como Maat (la verdad, la justicia), personificaban

                                                                                                                         3  La  Santa  Biblia,  Nueva  Versión  Internacional,  1999,  Ezequiel  39:27.  4  La  Santa  Biblia,  versión  Reina-­‐Valera,  1995,  Éxodo  3:5,  6.  

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conceptos abstractos. Y otros reinaban sobre los estados de la humanidad, como Osiris, el dios de la muerte. Algunos de los dioses eran adorados en la forma de un animal, como el toro de Apis que representaba al dios Ptah de Menfis. 5

La adoración pagana, pues, se convierte en una complicada vida de apaciguamientos y

sobornos para manipular los dioses a su favor. En el mejor de los casos estos dioses eran

amorales; y a menudo eran inmorales, como lo demuestra Baal, el dios cananeo de la fertilidad.

Por lo tanto, el problema con la adoración no era simplemente la adoración del ídolo, sino la

percepción de la moralidad de Dios y Su relación con la creación. A Dios se le percibía ser

demasiado parecido a nosotros, y parte de nosotros. Es en esta cosmovisión que Dios manda a

Moisés a quitarse las sandalias, porque está en un lugar hecho santo por la presencia de Dios. En

esta teofanía de la zarza ardiente, Dios comienza a enseñarle a Moisés una lección importante

sobre Su naturaleza santa. La lección de Moisés es esta: Hay un gran peligro en estar cerca de

Dios sin estar adecuadamente preparado.

Este pasaje, con su mandamiento de no acercarse, es muy parecido a Éxodo 19:9-25, donde

Dios impone a los israelitas una serie de condiciones de santificación (procedimientos que

confieren la santidad) y distancia (ej.: “Señala límites al monte y santifícalo” [v. 23]). Así que,

Moisés comienza a aprender de Dios lo que más adelante tendría que enseñarle al pueblo.6

En este momento de la autorrevelación de Dios, Moisés se esconde de Dios por temor a lo que

pudiera ver. Moisés ahora entiende que contemplar la santidad de Dios es una experiencia

transformadora que conforta y atemoriza al mismo tiempo.

En Éxodo 19, esta revelación de la santidad de Dios se expande, pues Dios confronta ahora al

pueblo hebreo con la misma. El pueblo está acampado en la misma área montañosa en la cual

                                                                                                                         5  Brand,  C.,  Draper,  C.,  England,  A.,  Bond,  S.,  Clendenen,  E.  R.,  Butler,  T.  C.,  y  Latta,  B.  (2003).  Holman  Illustrated  Bible  Dictionary.  Nashville,  TN:  Holman  Bible  Publishers,  pág.  467.  6  Stuart,  D.  K.  (2007).  The  New  American  Commentary,  Vol.2:  Exodus.  Electronic  Edition,  Logos  Library  System.  Nashville,  TN:  Broadman  &  Holman  Publishers,  pág.  114.  

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Moisés había experimentado previamente la santidad de Dios. Habían experimentado

recientemente la liberación pascual, y habían cruzado el mar. La derrota de los dioses egipcios,

mediante las plagas, había sido poderosa y rotunda. Aunque Dios había expresado Su poder,

ahora revela Su santidad en el monte Sinaí (Horeb).

Se manda al pueblo a “santificarse o consagrarse”. Deben lavar sus ropas. Deben señalar

límites que ningún hombre o animal deben traspasar. No deben correr hacia la presencia de Dios

caprichosamente. Tal como Moisés fue ordenado a quitarse las sandalias, los israelitas se están

preparando para encontrarse con el Dios santo:

Todo el pueblo observaba el estruendo, los relámpagos, el sonido de la bocina y el monte que humeaba. Al ver esto, el pueblo tuvo miedo y se mantuvo alejado. Entonces dijeron a Moisés: —Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos. Moisés respondió al pueblo: —No temáis, pues Dios vino para probaros, para que su temor esté ante vosotros y no pequéis. Y mientras el pueblo se mantenía alejado, Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios (Éxodo 20:18-21).7

Así como Moisés se escondió de la zarza por temor, el pueblo tuvo miedo de la presencia de

un Dios al que no podían controlar o manipular. Son confrontados por el Dios santo.

La Santidad de Dios

La pregunta que surge ahora es sobre la santidad de Dios. ¿Qué exactamente quiere decir la

frase el Dios santo? Isaías 6 es sólo una de las muchas ocasiones en las que los individuos se ven

confrontados con la experiencia íntima del Dios santo.

El año en que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el Templo. Por encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces diciendo: «¡Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!» Los quicios de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la Casa se llenó de humo (Isaías 6:1-4, versión Reina-Valera 1995).

                                                                                                                         7  La  Santa  Biblia,  versión  Reina-­‐Valera,  1995,  Éxodo  20:18-­‐21.  

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Isaías declara que vio al Señor. Este evento causó una transformación en la vida del profeta.

La experiencia completa de ver al Señor (אדן – el soberano)8 lo conmueve hasta el centro mismo

de su humanidad. En este momento Isaías es confrontado con la vasta separación que existe entre

su pecaminoso ser y el Dios santísimo. Rudolf Otto se refiere a este tipo de experiencia —en la

cual nos acercamos a Dios, pero deseamos huir de Él— como un “misterio tremendo”.

Isaías describe en su visión que Dios es “alto y sublime” (ם א ר Esta frase apunta a que .(ונש

Dios es trascendente. Así es como la santidad, definida como “separado”, revela la naturaleza

de Dios. Dios es completamente separado y distinto de aquello que creó. Al enfrentarse a esta

realidad completamente separada, Isaías, Moisés, los hijos de Israel y luego Pedro,

experimentaron el “misterio tremendo” de Dios. En este momento Isaías oye a los serafines

exclamar: “¡Santo, santo, santo!” Y lo único que puede expresar son las palabras: “¡Ay de mí!”

Esta trascendencia significa que Dios se distingue de la creación en todas las maneras. Él está

más allá [de los confines] del tiempo y del espacio, los cuales son meros componentes de Su

creación. Dios no experimenta ningún sentido de necesidad, contrario al resto de la creación. Él

está completo en Su propia naturaleza trinitaria. En lo moral, está infinitamente distanciado del

hombre pecador, pues es imposible que Dios sea tentado por el mal (Santiago 1:13). Aun Sus

pensamientos y propósitos son más altos que los nuestros, como lo expresa Isaías 55:8, 9:

«Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos mis caminos», dice Jehová. «Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos, más que vuestros pensamientos»9.

Este es el Dios santo del cual Isaías, cuando fue confrontado, exclamó: “¡Ay de mí!” Él

trasciende o es completamente separado de nosotros en todas maneras. Él es completamente

                                                                                                                         8  Sproul,  R.  C.  The  Holiness  of  God.  Wheaton,  IL:  Tyndale  House  Publishers,  pág.  32.  9  La  Santa  Biblia,  versión  Reina-­‐Valera,  1995,  Isaías  55:8,  9.  

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otro; y es más alto que lo que podamos imaginar. Job tiene una experiencia similar cuando el

Dios santo lo interroga desde el torbellino:

¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? ¡Házmelo saber, si tienes inteligencia! ¿Dónde está el camino que conduce a la morada de la luz? ¿Y dónde está el lugar de las tinieblas, para que las lleves a sus límites y conozcas las sendas de su casa? ¡Quizá tú lo sabes, puesto que entonces ya habías nacido y es grande el número de tus días! (Job 38:4, 19-21).10

La respuesta de Job se encuentra en el capítulo 40:4, 5. «Yo soy vil, ¿qué te responderé? ¡Me

tapo la boca con la mano! Una vez hablé, mas no replicaré más; aun dos veces, mas no volveré

a hablar»11. Similarmente, en el milagro de la gran pesca en Lucas 5, Pedro reconoce que este

maestro, Jesús, es mucho más de lo que aparenta ser. Confrontado por la grandeza de Jesús,

contesta: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador”. El reconocimiento de la

naturaleza santa de Jesús —aun estando cubierta por el manto de la carne humana— causó una

transformación.

Cuando las personas eran confrontadas con este Dios santo —ya fuera en la zarza ardiente, o la

nube relampagueante, o la visión del trono de Dios, o estar con Él en una barca— resultaban ser

cambiadas. Reconocer al Dios trascendente hizo que estos individuos tuvieran más deseos de

apartarse de las corrupciones de su mundo, y estar listos para cumplir la misión que Dios tenía

para sus vidas.

Perspectiva Ampliada de la Santidad

Esta revelación de la santidad de Dios comienza entonces a impactar el concepto del llamado

de Dios a Su pueblo para que sea santo. YHWH comienza con una expresión de Su propósito en

liberar a este pueblo de la esclavitud de Egipto:

                                                                                                                         10  La  Santa  Biblia,  versión  Reina-­‐Valera,  1995,  Job  38:4,  19-­‐21.  11  La  Santa  Biblia,  versión  Reina-­‐Valera,  1995,  Job  40:4,  5.  

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Ahora, pues, si dais oído a mi voz y guardáis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa”. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel (Éxodo 19:5, 6).12

Tenían el privilegio y la responsabilidad de ser el tesoro especial de Dios (סגלה) sobre todos

los pueblos. Esto presentaba nuevas ideas a este grupo que había crecido en un mundo politeísta.

YHWH se estaba revelando a Sí mismo como el Dios santo sobre toda la tierra. Esto era muy

diferente a la cosmovisión politeísta que percibía a los dioses como regentes sobre áreas

geográficas o elementos particulares (el sol, la fertilidad, las tormentas, el mar). No obstante, esta

relación singular tenía un propósito: ser un reino de sacerdotes y gente santa. El desafío de ser

“un reino de sacerdotes y gente santa” representaba la responsabilidad inherente en la promesa

original hecha a Abraham en Génesis 12:2, 3: «...y serás bendición. Bendeciré a los que te

bendigan…y serán benditas en ti todas las familias de la tierra».

Los sacerdotes se interponen entre Dios y los seres humanos para ayudar a los humanos a

acercarse a Dios, y para dispensar la verdad, justicia, bondad, disciplina y santidad de Dios a los

humanos. Israel fue llamado a ejercer tal función.13

Israel, como tesoro especial de Dios, tendría la responsabilidad de exhibir la santidad en su

adoración y estilo de vida ético. Esta responsabilidad no era para la élite religiosa, sino que,

corporativamente, cada persona en la nación debía exhibir la santidad. Este acontecimiento en el

monte Sinaí comienza a darnos una comprensión del término “santo” ( kadosh) en el-שקד◌

Antiguo Testamento. Todas las formas (adjetivo, sustantivo o verbo) del vocablo “קדש”

conllevan la idea de ser apartado o consagrado.14 En sus formas verbales, se traduce por

                                                                                                                         12  La  Santa  Biblia,  versión  Reina-­‐Valera,  1995,  Éxodo  19:5,  6.  13  D.  K.  Stuart.  The  New  American  Commentary,  Vol.2:  Exodus.  Electronic  Edition,  Logos  Library  System.  Nashville,  TN:  Broadman  &  Holman  Publishers,  2007,  pág.  423.  14  R.  L.  Thomas.  New  American  Standard  Hebrew-­‐Aramaic  and  Greek  Dictionaries:  Updated  Edition  (G1).  Anaheim,  CA:  Foundation  Publications,  Inc.,  1998.  

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“apartar”, “consagrar”, “ser santo”, “dedicar”, “purificar”. En su forma sustantiva, “קדש” se

traduce por: “[persona] o cosa consagrada, [persona] o dones dedicados, santidad, santo, santos,

personas santas, porción santa, cosas santas, santísimo, lugar santísimo, cosas santísimas,

sagrado, cosas sagradas, sacrificios, santuario, apartado”.15 Esta es la manera en que las cosas

eran hechas santas, cosas tales como el tabernáculo o su mobiliario, los sacerdotes y sus

vestiduras. Eran santos porque fueron separados de lo profano para los propósitos designados por

Dios. Por último, las personas eran apartadas de lo profano para los propósitos de Dios.

Este acontecimiento en el Sinaí ayuda a definir el vocablo “santo” (קדש). Los israelitas fueron

“consagrados”, “hechos santos” o “apartados” del resto de los pueblos de la tierra para los

propósitos de YHWH. Este llamado a ser ‘santos’ o ‘apartados’ aparece en Levítico 19 y en otros

pasajes de las Escrituras.

“Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y

diles: Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios” (Levítico 19:1, 2).16

La base de la separación de las demás naciones es la realidad de que han sido separados de

todas las demás naciones por un Dios santo para que sean un reflejo de Su santidad. Todos los

que sean tesoro especial de Dios deben emular Su naturaleza santa para representarlo ante los

demás.17 Tanto a nivel individual como corporativo, debían ser testigos de la santidad de Dios

para los demás. Por lo tanto, debían separarse de lo profano, y su moralidad y adoración debían

ser distintas y diferentes a las de las naciones que los rodeaban. Todos eran llamados a fungir de

sacerdotes ante las naciones vecinas para que éstas reconocieran que Dios es santo.

                                                                                                                         15  R.  L.  Thomas,  Ibíd.  16  La  Santa  Biblia,  versión  Reina-­‐Valera,  1960,  Levítico  19:1,  2.  17  M.  F.  Rooker.  The  New  American  Commentary,  Vol.  3A:  Leviticus.  Electronic  Edition,  Logos  Library  System.  Nashville,  TN:  Broadman  &  Holman  Publishers,  2001,  pág.  252.  

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Lamentablemente, Israel no cumplió con su llamado a ser santo. Rara vez abandonaron la

adoración a YHWH; simplemente incluyeron la adoración a los dioses de las naciones vecinas.

Rechazaron su llamado a ser separados de esas naciones; había muy poca diferencia entre ellos y

las naciones vecinas en cuanto a su adoración y moralidad. Los profetas describen a menudo este

pecado con la frase vívida “Israel se prostituyó”. Ezequiel 16:17 es un ejemplo de esto: “Con las

joyas de oro y plata que yo te había obsequiado, hiciste imágenes masculinas, y con ellas te

prostituiste” (NVI).

Esta negativa a ser una nación santa hace que Dios rechace tanto a Judá como a Israel. Como

castigo, Judá experimentó 70 años de exilio en manos de los babilonios. Aun así, cuando el

castigo estaba a punto de comenzar, Jeremías (31:31-33) revela un futuro muy diferente para el

pueblo de Dios, un tiempo en el cual éste conocerá y obedecerá la ley:

Vienen días, dice Jehová, en los cuales haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día en que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Pondré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.18

Es con esta esperanza que leemos el Nuevo Testamento. Aunque el lenguaje del mismo es el

griego, el sustantivo ἁγιος, y sus derivados se traducen por “santo”, “puro”, “santos” y

“santificación”, mientras que el verbo ἁγιάζω se traduce por “hacer santo, consagrar y

santificar”.19 La revelación veterotestamentaria de la santidad de Dios y Su plan para nuestra

santificación es continuada e inclusive ampliada en el Nuevo Testamento. Pedro, haciendo uso

del Antiguo Testamento, exhorta a que los cristianos sean santos: “...así como aquel que os

                                                                                                                         18  La  Santa  Biblia,  versión  Reina-­‐Valera,  1995,  Jeremías  31:31-­‐33.  19  H.  R.  Balz  &  G.  Schneider.  Exegetical  Dictionary  of  the  New  Testament,  Vol.  1.  Wheaton,  IL:  Eerdmans  Publishing,  1990,  pág.  16.  

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llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir, porque escrito

está: «Sed santos, porque yo soy santo»” (1 Pedro 1:15, 16).20

El Nuevo Testamento también expone el plan de Dios de que Su pueblo exprese la santidad

corporativa. “…Vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios; en otro

tiempo no habíais alcanzado misericordia, ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Pedro

2:9).21

El propósito de esta santidad corporativa es impulsado por su naturaleza misional, a fin de que

seamos sacerdotes para los demás y anunciar las virtudes de Dios. Jesús dijo en Juan 17:17 que

Su plan era santificarlos, “apartarlos” con el fin de enviarlos al mundo. La pregunta que se debe

contestar es: ¿Aceptará este nuevo pueblo de Dios el desafío de la santidad? Esta ocasión es

distinta, porque Dios no vendrá en una zarza ardiente ni en un torbellino. Conocerán íntima y

personalmente al Dios santo. Él caminará con ellos, comerá con ellos, y los llamará a imitar Su

vida santa.

Mateo 16:24, 25; Marcos 8:35-38 y Lucas 9:23-27 registran un acontecimiento donde Jesús

describe lo que significa ser uno de Sus seguidores. Marcos lo registra de esta manera: “Y

llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: —Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese

a sí mismo, tome su cruz y sígame”.22

Estas palabras de Jesús son instructivas para una discusión sobre la santidad. ¿Decidirían los

discípulos reflejar el santo estilo de vida de Jesús? Aquí se llama a los discípulos a negarse

(ἀπαρνησάσθω - aoristo imperativo) a sí mismos, tomar (αἴρω - aoristo imperativo) su cruz, y

seguir (ἀκολουθέω - presente imperativo) a Jesús. Cada verbo es imperativo, los cuales deben

traducirse por mandamientos a que los seguidores tomen acción. Lucas y Marcos emplean el                                                                                                                          20  La  Santa  Biblia,  versión  Reina-­‐Valera,  1995,  1  Pedro  1:15,  16.  21  La  Santa  Biblia,  versión  Reina-­‐Valera,  1995,  1  Pedro  2:9.  22  La  Santa  Biblia,  versión  Reina-­‐Valera,  1995,  Marcos  8:34.  

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15    

verbo sígame en presente imperativo, mientras que Mateo emplea el aoristo para los tres verbos.

Mientras que el aoristo imperativo denota un solo acto de negarse —hoy—, el presente

imperativo denota a menudo un acto continuo de seguirlo —día tras día.23

Lucas va más allá e incluye la idea de una acción continua con su inclusión de la frase “cada

día” en el mandamiento de tomar nuestra cruz. Así que, aun en este pasaje primario en los

evangelios vemos un énfasis sobre el primer momento en que alguien se niega a sí mismo y toma

su cruz, al igual que un interés en que se viva siguiendo a Jesús continuamente. Negarse a uno

mismo es “un rechazo a la vida centrada en el interés propio y la realización propia”.24

Esto es similar a la exhortación de Pablo (“consideraos muertos”) en Romanos 6:11. Llevar la

cruz significa que estamos listos para entregar nuestra vida al Señor, así como Él ya ha entregado

la Suya por nosotros. Seguir a Jesús es más que un simple andar físicamente junto al grupo de

Jesús. Significa obedecer Sus mandatos, los cuales representan Su estilo de vida y misión. En

estos pasajes, Jesús hace hincapié en las acciones que el hombre tiene que cumplir. Hay un

“negarse”/”tomar la cruz” y un “seguir” que tienen que ocurrir en la vida de los discípulos de

Jesús. Con estas palabras de Jesús en mente, podemos examinar el resto del Nuevo Testamento

para ver cómo los demás escritores expresaron estos conceptos sobre la vida de santidad.

La Obra Santificadora de la Cruz—Romanos 6

“Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: —¡Consumado es! E inclinando la cabeza, entregó el

espíritu” (Juan 19:30).25

                                                                                                                         23  H.  P.  V.  Nunn.  The  Elements  of  New  Testament  Greek  (49).  Bellingham,  WA:  Logos  Research  Systems,  Inc.,  2003.    24  R.  H.  Stein.  The  New  American  Commentary,  Vol.  24:  Luke.  Electronic  Edition,  Logos  Library  System.  Nashville,  TN:  Broadman  &  Holman  Publishers,  2001,  pág.  279.    25  La  Santa  Biblia,  versión  Reina-­‐Valera,  1995,  Juan  19:30.  

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¿Qué fue consumado? La ley es cumplida como nunca antes, ni después, en Su “obediencia

hasta la muerte, aun muerte de cruz”; la profecía mesiánica es cumplida; la redención es

cumplida; “Él ha acabado la transgresión, y hecho reconciliación por la iniquidad, e introducido

la justicia eterna, y sellado la visión y profecía, y ungido un lugar santísimo”; Él ha inaugurado

el reino de Dios y dado nacimiento a un nuevo mundo.26

¿Qué se logró con la muerte, sepultura y resurrección de Jesús? Romanos 8:3, 4 dice:

Lo que era imposible para la Ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

A través del libro de Romanos, Pablo muestra la condición humana bajo el dominio del

pecado. En Romanos 3:23, él declara que “todos pecaron y están destituidos de la gloria de

Dios”. Bajo esta realidad se incluyen tanto a judíos como a gentiles. En el capítulo 1:18-32,

Pablo describe la vida pecaminosa de los gentiles, que representaba la vieja manera de vivir de

muchos de los creyentes romanos, como una vida de completa depravación y cambio radical de

las costumbres naturales establecidas por Dios en la creación. En Romanos 5:12 declara:

“...como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, así la muerte

pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Esto significa que ningún ser humano se

ha escapado del poder y del dominio del pecado.

Pablo dice que el pecado esclaviza (douleuein) (6:6), ejerce dominio (basileuto) (v. 12), y

reina (kyrieusei) sobre el hombre (v. 14). El pecado entró en el mundo por un hombre —Adán—,

y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres (5:12). Cristo vino a lidiar

con esto. Richard E. Howard, en su libro Newness of Life, dice que “el pecado ha sido definido

como autoengaño, autosuficiencia, escucharse a uno mismo en vez de escuchar a Dios, la                                                                                                                          26  Jamieson,  Fausset  and  Brown.  A  Commentary,  Critical  and  Explanatory  on  the  Old  and  New  Testaments.  Oak  Harbor,  WA:  Logos  Research  Systems,  Inc.,  1997,  John  19:30.  

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independencia del hombre en rebelión contra Dios, tornarse hacia sí mismo y hacer de sí mismo

el centro de su vida”.27

Por el pecado, el hombre desechó la soberanía de Dios sobre él, y se hizo soberano a sí mismo.

La consecuencia de cambiar la soberanía de Dios por la soberanía del “yo” es que el hombre está

ahora bajo el dominio del pecado y la muerte, y es incapaz de liberarse a sí mismo de la tiranía

del mismo. ¿Qué es la tiranía de la vida dominada por el pecado? En Romanos 5:6-10, Pablo

describe la condición humana y la obra salvífica de Dios:

Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.28

Cuando Pablo describe la condición del hombre bajo el poder del pecado, lo describe como

débil, impío, pecador y enemigo de Dios. El hombre era moralmente débil, quebrantaba

constantemente las leyes de Dios, y era irreverente para con Él. Como enemigo de Dios, el

hombre estaba destinado a la ira de Dios, y estaba luchando activamente contra Su reino. Bajo el

dominio del pecado, el hombre era incapaz de cambiar su condición. Pero Dios no nos dejó así.

La cruz de Cristo cambió la condición humana de impotencia y desesperanza por una de

esperanza y redención.

En Romanos 6, Pablo asegura que el creyente puede vivir una vida de santidad. Para

demostrarlo, declara que el creyente se identifica con Cristo en Su muerte y resurrección (vv. 1-

14), y que el creyente es ahora siervo de Cristo y de la justicia (vv. 15-23).

                                                                                                                         27  Richard  E.  Howard.  Newness  of  Life.  Grand  Rapids,  MI:  Baker  Book  House,  1975,  pág.  42.    28  La  Santa  Biblia,  versión  Reina-­‐Valera,  1960,  Romanos  5:6-­‐10.  

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En Romanos 6:1-11, Pablo considera la nueva condición del creyente, reconociendo que ahora

éste ha “muerto al pecado” (v. 2), ha sido “bautizado en Cristo” (v. 3), ha sido “bautizado en Su

muerte” (v. 3), y ha sido “sepultado juntamente con él por el bautismo” (v. 4), y su viejo hombre

ha sido “crucificado para que el cuerpo del pecado sea destruido” (v. 6), y ha “muerto juntamente

con Cristo” (v. 8). La identificación del creyente con la muerte y resurrección de Cristo es hecha

pública por el bautismo.

Pablo pasa del tema de la muerte y resurrección por el bautismo al tema de hacer morir a

nuestro viejo hombre mediante la crucifixión. La crucifixión es una obra interna del Espíritu

Santo en la vida del creyente. En la misma, el viejo hombre es clavado a la cruz y destruido para

que el creyente pueda andar en la nueva vida. Pablo dice que nuestro viejo hombre fue

crucificado juntamente con Cristo, para que el cuerpo del pecado sea destruido (sea hecho

impotente e improductivo); o sea, invalidar el viejo hombre para que no seamos más esclavos del

pecado, sino que vivamos una vida victoriosa. Es interesante destacar que el verbo katargethe

está en el modo subjuntivo, lo cual insinúa la posibilidad de la destrucción en vez de la certeza

de la destrucción. ¿Qué insinúa él aquí? ¿Estaba él preparando la escena para el capítulo 6:12, 13

y el capítulo 7? Pablo concluye Romanos 6:6 diciendo que cuando el cuerpo del pecado es

destruido, dejamos de ser controlados por el pecado. ¿Hasta qué punto está muerto el viejo

hombre? ¿Qué quiere decir “hasta qué punto” en cuanto a la ‘libertad del pecado’?

Pablo continúa su argumento al declarar que el que ha muerto, ha sido justificado del pecado

(v. 7). El que ha sido crucificado juntamente con Cristo ya no está bajo el dominio del pecado.

Esta muerte produjo una libertad en el pasado, pero sus efectos son sentidos en el presente; por

tanto, la persona continúa siendo libertada de la esclavitud del pecado. La muerte del viejo

hombre produce libertad del pecado, de manera que ya no somos esclavos del pecado.

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Los versículos 8 al 11 tratan con el hecho de que Cristo murió por el pecado de una vez y por

todas. Su muerte tuvo un carácter definitivo; realizó solamente un sacrificio. Ahora está vivo

para Dios. Pablo declara que si nosotros hemos muerto juntamente con Cristo, también

viviremos con Él. Esto significa que la muerte ya no tiene dominio sobre nosotros, así como ya

tampoco tiene dominio sobre Él. De la misma manera en que Jesús resucitó de entre los muertos

y ahora está vivo para Dios; esa es la vida que Él quiere que vivamos. Pablo concluye esta

sección con un llamado imperativo a que nos consideremos muertos al pecado y vivos para Dios

en Jesucristo. Este es un verbo en el presente medio (deponente) imperativo, lo cual significa que

es un mandato que el creyente debe obedecer continua y habitualmente. Antes estábamos

muertos para Dios y vivos al pecado; pero ahora, por medio de Cristo, hemos experimentado un

cambio total, pasando de la desobediencia adánica a la vida en Cristo. Pablo declara en los

versículos 12-14 que, como resultado de estar muertos al pecado, pero vivos para Dios, tenemos

que vivir según lo que somos en Cristo. Bajo esta nueva condición, no debemos permitir que el

pecado reine en nuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcamos en sus apetitos (v. 12). En

esta sección, Pablo emplea una serie de imperativos (dos negativos y un positivo) para decirnos

lo que debemos hacer, y lo que no, como personas muertas al pecado y vivas para Dios.

El primer imperativo es: “no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal”. Pablo emplea la

palabra basileuto, la cual significa ‘sé un rey, ten control completo’. Si el pecado es nuestro rey,

ejercerá su control sobre nosotros para hacernos obedecer los apetitos (lujuria, deseos profundos)

de nuestro cuerpo. El segundo imperativo que usa Pablo es “ni tampoco presentéis” (peristaneti:

‘poner, proveer’) vuestros miembros al pecado como instrumentos (el vocablo se refiere a las

armas del soldado) de iniquidad (adikias: injusticia). No debemos hacer provisión para que

nuestros miembros sean instrumentos de injusticia. Nuestro cuerpo físico es el campo de batalla

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para la tentación. El tercer imperativo tiene un tono positivo, y es un mandato a “presentaos

vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como

instrumentos de justicia”. Pablo cierra esta sección asegurando que el pecado no se enseñoreará

de nosotros, puesto que no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia.

Romanos 6:18 declara: “…y libertados del pecado”, (aoristo pasivo participio: el creyente ha

sido libertado tanto de la pena del pecado [la justificación] y de la tiranía del pecado [la

santificación]), “vinisteis a ser siervos de la justicia” (aoristo pasivo indicativo: el creyente es

libertado del pecado para servir a Dios). Esta justicia nos lleva a la santidad (v. 19). Esto

significa que la obra [de Cristo] en la cruz logró la justificación y la santificación para nosotros.

Por consiguiente, debemos concebir la salvación en términos diferentes a los que hemos

empleado a menudo (aunque sin malas intenciones). Por ejemplo, cuando una persona se

convierte o ‘nace de nuevo’, a menudo nos referimos a esta experiencia diciendo que el nuevo

creyente es ahora salvo. En realidad, este es sólo el comienzo del andar del cristiano con Dios.

De hecho, se han convertido, pero la dinámica general de la salvación viene por medio de un

peregrinaje espiritual que no se perfeccionará por completo hasta que todos los creyentes sean

transformados (librados) al encontrarse con Cristo en el aire, cuando Él venga:

Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. Os digo un misterio: No todos moriremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados, pues es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y que esto mortal se vista de inmortalidad. Cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: «Sorbida es la muerte en victoria». ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde, sepulcro, tu victoria?, porque el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la Ley. Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos míos amados, estad

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firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano (1 Corintios 15:50-58).29

Este simple diagrama ilustra esta hermosa aplicación de la salvación:

SALVACIÓN

La Obra de Santificación en la Vida del Creyente

La nueva vida en Cristo —el resultado de la obra de [Cristo en] la cruz— separa a los

creyentes y los consagra para el servicio a Dios. Esta obra es inmediata, y hace que el creyente

sea santificado ‘posicionalmente’. No obstante, la obra de santificación continúa, y tiene que

llegar a su plena realización en la vida de cada creyente. La obra de Dios de traer a los creyentes

a la perfección es un esfuerzo conjunto que pone en los creyentes la responsabilidad de

responder apropiadamente a la obra de santificación en sus vidas.

Esa respuesta, por obligación, comienza con un deseo sincero de ir en pos de la abnegación.

Jesús amonestó a Sus seguidores diciendo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí

mismo, tome su cruz y sígame” (Marcos 8:34). Es evidente que la cruz a la que se refería

Jesucristo era una profecía del sacrificio que finalmente tendría que hacer. Jesús mismo fue

santificado (separado) para el servicio a Dios, pero fue perfeccionado por Su obediencia a la

voluntad del Padre. El aspecto posicional de la santificación solamente requiere que el creyente

se entregue a Cristo. Sin embargo, la realización del mismo ocurre mediante la entrega continua

y el autosacrificio.

                                                                                                                         29  La  Santa  Biblia,  versión  Reina-­‐Valera,  1995,  1  Corintios.15:50-­‐58.  

• Justificación  (Salvador)  • Arrepentimiento  • Regeneración                                      Glorificación  • Adopción  • Santificación  (Señor)  

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En Gálatas 5:22, Pablo describe la realidad de la vida santificada como el producto (fruto) del

Espíritu. Los aspectos cristológicos de la santificación son bien apreciados y prominentes en

nuestras fórmulas doctrinales. En 1 Corintios 1:2, Pablo se refirió a los corintios como siendo

“santificados en Cristo Jesús [énfasis añadido]”. No obstante, en muchos casos no se han

enfatizado los aspectos pneumatológicos de la santificación. El término “santificación del

Espíritu” (o mejor dicho, la obra santificadora del Espíritu) es empleado por Pablo varias veces

en sus escritos. Como parte de la obra salvífica de Dios por medio de Cristo, el Espíritu Santo

efectúa el plan de salvación en la vida de los creyentes. El Espíritu Santo es quien santifica

(separa) y empodera al creyente para que viva una vida santificada (consagrada). En 2

Tesalonicenses 2:13, Pablo emplea el vocablo “santificación por el Espíritu [énfasis añadido] (en

hagiasmōi pneumatos).30 Esta frase es un genitivo subjetivo que indica que la santificación es

realizada por el Espíritu Santo. Pedro expresa la misma idea en 1 Pedro 1:2, en la salutación a los

creyentes esparcidos por causa de la persecución. Escribió: “Elegidos según el previo

conocimiento de Dios Padre en santificación del Espíritu [énfasis añadido], para obedecer y

ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas”. Estos dos

versículos nos muestran explícitamente que había un consenso sobre el Espíritu Santo como el

agente activo en la obra de la santificación.

Aunque por lo usual definamos la vida santificada por las cosas de las cuales nos abstenemos

(actividades externas), la misma es descrita más correctamente por el desarrollo del fruto del

Espíritu en nuestras vidas. El fruto del Espíritu destaca una faceta del esfuerzo conjunto. El otro

lado es representado por la declaración paulina en Gálatas 5:24, y trata con aquello que los

creyentes tienen que hacer. “Pero los que son de Cristo han crucificado (stauroo – aoristo,

                                                                                                                         30  Spiros  Zodhiates.  Hebrew-­‐Greek  Key  Word  Study  Bible  (NASB).  Chattanooga,  TN:  AMG  Publishers,  2008,  pág.  2079.  

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presente indicativo: estacar, enterrar estacas; afirmar con estacas enterradas, hacer una palizada;

crucificar; crucificar a alguien)31 la carne (sarx) con sus pasiones y deseos”. Pablo entonces hace

esta declaración en el versículo 25: “Si vivimos (zao – tener la verdadera vida y ser digno del

nombre) por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (pneumati kai stoicho – presente

subjuntivo; volitivo). La frase se traduce mejor así: “Ya que este es vuestro principio de vida,

adapten vuestra conducta (caminar) al mismo”.32

De manera similar, en 1 Corintios 6:11, Pablo dice: “Y esto erais algunos de vosotros, pero ya

habéis sido lavados (apolouō – lavar), ya habéis sido santificados (hagiazō – separar de lo

profano y dedicar a Dios), ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el

Espíritu de nuestro Dios”. Aunque Pablo menciona la santificación antes de la justificación en

esta letanía de acción, no debemos interpretarlo como un orden cronológico. Según los datos, el

orden debiera ser: justificados, lavados (bautismo), santificados; pero Ellicott comenta, con toda

razón, que “…en esta epístola, este orden no se declara con ningún tipo de precisión puesto que

el propósito principal de la misma es correctiva”.33

En otra ocasión, Pablo escribe a la iglesia en Colosas. Llama a estos santos de Colosas

“escogidos de Dios” (hōs eklektoi tou theou), y “santos” (hagios – puro, moralmente intachable o

religioso, consagrado ceremonialmente). Como resultado de la obra santificadora de Dios, los

creyentes ahora tienen esta orden: “vestíos”. La palabra griega para “vestíos” (revístanse en otras

versiones bíblicas) es enduo, el cual significa “ponerse algo por vestido”. El verbo está en el

aoristo imperativo, voz media, el cual indica una acción inmediata e incluso urgente. En la lista

que sigue, Pablo enumera las cosas que los creyentes deben ponerse, en contraste con las cosas

                                                                                                                         31  Theological  Dictionary  of  the  New  Testament,  (Electronic  Edition,  STEP  Files),  Parsons  Technology,  Inc.,  2007,  Galatians  5:24.    32  Spiros  Zodhiates.  Ibíd.,  pág.  2278.    33  Ibíd.,  pág.  2079.  

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de las cuales se despojaron (Colosenses 3:8). Los “vestidos” que deben ponerse (hacerlas parte

de sus vidas) eran: entrañable misericordia (splagchna oiktirmou), bondad (chrēstotēta),

humildad (tapeinophrosunēn), mansedumbre (prautēta, tapeinophrosune) y paciencia

(makrothumian).34 La conexión entre este texto y Gálatas 5:19-23 es evidente.

Además de la cuestión de la segunda venida de Cristo (que causó algunos problemas en las

iglesias en Tesalónica), Pablo habla sobre el problema imperante de la inmoralidad sexual. En

Tesalónica, además de las costumbres licenciosas ordinarias de los gentiles, la inmoralidad era

fomentada por la adoración cabírica. “Hacia el tiempo de Pablo, se dio aprobación política a este

culto deificando al emperador como Cabiro”.35

En 1 Tesalonicenses 4:1 (Reina-Valera 1909), Pablo expresa la importancia de la reacción del

creyente a la obra de santificación en su vida. Él dice: “...hermanos, que os roguemos (erōtaō –

pedir, suplicar, rogar) y exhortemos (parakaleō – amonestar, exhortar; rogar, suplicar) en el

Señor Jesús”. El uso de ambos términos manifiesta la intensidad y urgencia de la preocupación

del apóstol. Su preocupación es que obedezcan la palabra que “han recibido”. La palabra los

instruyó sobre cómo debían “agradar a Dios”. En el versículo 3 del mismo capítulo, dice: “La

voluntad (thelema – se refiere a un deseo, un anhelo profundo, y el anhelo de algún evento) de

Dios es vuestra santificación (hagiasmos — literalmente significa santificación, e incluye las

ideas de la consagración, purificación, dedicación y santidad)”. El vocablo hagiasmos aparece

solamente en la Biblia griega y en los escritos eclesiásticos. Contiene la idea técnica de la

consagración a un dios o una diosa, pero no necesariamente incluía el concepto de la santidad

como nosotros la entendemos. A.T. Robertson observa que:

En el griego secular, hagiasmos comunicaba la idea técnica de la consagración a un dios o una diosa que no incluía la santidad en la vida. Así que Pablo hace aquí

                                                                                                                         34  James  Strong.  Strong's  Exhaustive  Concordance.  Iowa  Falls,  IA:  Riverside  Books,  1995,  (Colossians  3:12).  35  D.  Edmond  Hiebert.  The  Thessalonian  Epistles  (A  Call  to  Readiness).  Chicago:  Moody  Press,  1971,  pág.  165.  

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una férrea y ferviente defensa del concepto cristiano de la santificación como siendo “la voluntad de Dios”...como lo explica mejor el... infinitivo que os apartéis de fornicación. La religión pagana no exigía la pureza sexual de sus devotos. Vuestra santificación es, literalmente, “vuestro santificarse”. Tenga en cuenta el contexto cultural al estudiar esta sección. Recuerde que mantener la pureza sexual era un gran problema para la iglesia primitiva.36

El llamado a la santificación (separación, consagración) en la vida de los seguidores de Cristo

habría de ser cualitativamente distinto al de los devotos en los templos paganos. Su santificación

(en ese contexto) debía manifestarse en su abstinencia de la fornicación y “tener su vaso en

santificación y honor”. Aunque haya cierta controversia sobre el término “su vaso” (se puede

referir al cuerpo o a la esposa), no hay duda alguna de que Pablo quería que supiesen que la obra

de la santificación de parte de Dios se tenía que reflejar en su manera de vivir.

Aunque la obra santificadora de Dios fuera completada en la cruz (el pasado) y se esté

poniendo en práctica en la vida de los creyentes (el presente), es importante que tengamos en

cuenta que siempre existe la expectativa futura de la glorificación (entera santificación) cuando

venga el Señor. En la epístola a los tesalonicenses, vemos que la perspectiva escatológica (el

tiempo del fin) ocupa un lugar preeminente. El Dios que los santificó habría de preservarlos

hasta el fin. En 1 Tesalonicenses 5:23 dice: “El mismo Dios de paz os santifique (separe,

consagre, limpie) por completo (holotelēs – perfecto, completo en todos los sentidos). El vocablo

holotelēs también significa consumación o fin.37 La santificación (separación) del pueblo por

parte de Dios era parte del plan eterno que habría de ser mayor que cualquier asunto individual.

La obra santificadora de Dios habría de tener un aspecto corporativo en la medida en que la

iglesia, el cuerpo de Cristo, refleje la gloria del Dios santo al mundo.

La Santificación Corporativa                                                                                                                          36  D.  Edmond  Hiebert.  Ibíd.,  pág.  167.  37  James  Strong.  Ibíd.,  1  Tesalonicenses  5:23.  

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Desde el comienzo del ministerio de Cristo, cuando “convirtió el agua en vino” en Caná (Juan

2:1-11), hubo un reconocimiento implícito de la responsabilidad corporativa de velar por el

bienestar de otros, más allá de la agenda personal o comodidad propias. Aunque algunos puedan

cuestionar esta aplicación, el Santo de Dios realizó actos asombrosos que no eran necesarios,

pero que fueron beneficiosos para aquéllos que Lo rodeaban. De igual manera, Pablo, en los

últimos capítulos de Romanos, escribe a los hermanos judíos en Roma para ayudarlos a

comprender su responsabilidad corporativa de comportarse de una manera tal que demuestre a

los incrédulos la santidad de Jesucristo (Romanos 14:13-15:6). Tal como Jesús, no deben

complacerse a sí mismos, sino que deben negar incluso sus propios derechos para que los demás

vean su conducta de paz y amor mutuo, con la cual glorifican “al Dios y Padre de nuestro Señor

Jesucristo” (15:6). La santidad corporativa se vuelve cada vez más esencial en una sociedad

inundada con el egocentrismo y el individualismo, particularmente en las culturas que dan poco

o ningún testimonio de Jesucristo y Su santo propósito de altruismo. Efesios 5:25-27 dice:

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviera mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa y sin mancha.

Esta sección de Efesios cae bajo la sección conocida como las “Normas del Hogar”. Pablo

concebía el vínculo sagrado del matrimonio como una relación santificadora. El esposo era

separado para la esposa y viceversa. El amor del esposo por su esposa debía ser mutuamente

gratificante y santificador. El amor mutuo sería amor santificador. Cualquier trastorno [causado]

a esta relación debía tenerse por pecado. Pablo concebía la obra santificadora de Cristo en este

contexto. Cristo amó a la iglesia y se entregó (paradidomi – poner en manos de otro) a Sí mismo

por ella. Esto hizo para santificarla (hacerla santa). Aquí la palabra “santificarla” es la traducción

del verbo griego hagiase. El verbo se emplea aquí en el aoristo, lo cual indica que es un evento

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consumado en el pasado. Por causa del sacrificio de Cristo, los efesios eran, de hecho,

santificados. El texto indica que la santificación fue lograda mediante el lavamiento. El vocablo

“lavamiento” es la traducción del griego katharizo, lo cual significa “hacer que algo se vuelva

limpio”. En el sentido espiritual, significa “purificar de la contaminación y la culpa del pecado”.

En el griego secular katharizo aparece en inscripciones para los lavamientos ceremoniales. Esta

expresión no aparece en ninguna otra parte del corpus paulino. Enfatiza la dimensión corporativa

al asegurar que la iglesia fue santificada mediante la muerte de Cristo.

En 1 Corintios 1:2, Pablo dice: “A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en

Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de

nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”.

Cuando Pablo emplea el vocablo “santificados” (en griego, ἡγιασµένοιϛ), es un verbo

participio perfecto pasivo dativo masculino plural de ἁγιάζω (hacer santo, santificar, consagrar,

dedicar, purificar: cosas—Mateo 23:17-19; personas—Juan 10:36; 1 Corintios 7:14; Hebreos

9:13).38 Por lo tanto, Pablo está hablando a la iglesia de Dios que está en Corinto, consagrada a

Él en unión con Cristo Jesús (1 Corintios 1:2). Con este versículo de apertura en 1 Corintios, uno

no puede ignorar que el problema fundamental de los creyentes corintios era la actitud egoísta de

los miembros de la iglesia que deseaban su libertad a costa del bienestar de los demás. Los

escritos de Pablo demuestran su interés tanto por el individuo como por el ente (cuerpo)

corporativo. Hay una clara dimensión corporativa en sus pensamientos. La misma aparece

cuando Pablo dice que cualquier acción que lastime a un cristiano individual es realmente una

afrenta a Cristo (8:12). También aparece definitivamente cuando dice que un acto en aislamiento

                                                                                                                         38  Louw  Nida  Lexicon-­‐  53.44,  Norfolk,  VA:  Bible  Works,  7.0,  (disco  compacto  electrónico),  2010.  

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pudiera parecer insignificante e inocuo, pero como acto social puede llegar a ser intensamente

significativo (10:16-30).39

Según el Easton’s Bible Dictionary:

La santificación es más que una simple reforma del carácter; es causada por el poder de la verdad. Es la obra del Espíritu Santo que pone toda nuestra naturaleza, cada vez más, bajo la influencia de los nuevos principios de gracia que fueron implantados en el alma en la regeneración. En otras palabras, la santificación es la continuación de la obra comenzada en la regeneración hasta llegar a la perfección, y se extiende al hombre completo (Romanos 6:13; 2 Corintios 4:6; Colosenses 3:10; 1 Juan 4:7; 1 Corintios 6:19). En el plan de la redención, el oficio especial del Espíritu Santo es darle continuidad a esta obra (1 Corintios 6:11; 2 Tesalonicenses 2:13).40

Las Escrituras y la observación revelan que mientras más santa es una persona, se vuelve más

humilde, abnegada, altruista y sensible a cada pecado, y más se aferra a Cristo. Tiene por

pecados las imperfecciones morales que se apegan a él o ella, se aflige por las mismas, y se

esfuerza por vencerlas. Los creyentes encuentran que la vida es una constante búsqueda de Dios.

Necesitan “tomar el reino de los cielos por la fuerza” y velar mientras oren. Siempre están

sujetos a la constante corrección de la mano amorosa del Padre, la cual tiene el fin de corregir

sus imperfecciones y confirmar sus bendiciones. Y es un hecho conocido que los mejores

cristianos, tales como el apóstol Pablo o Juan Wesley, han sido los que menos tienden a afirmar

que han alcanzado la perfección. A esta gracia especial que procuran, se debe añadir el hecho de

que el registro histórico muestra que se interesan profundamente por cómo el ente corporativo,

sea local o universal, está reflejando la santidad de Dios a la comunidad que lo rodea.

La iglesia —en la medida que refleja o lleva cada vez más la santidad de Cristo los unos a los

otros y a los incrédulos que pudieran congregarse o socializar con ellos— puede también llevar

                                                                                                                         39  J.  Ayodeji  Adewuya.  Holiness  and  Community.  New  York:  Peter  Lang  Publishers,  2003,  pág.  185.  40  Easton’s  Bible  Dictionary  (Hodge’s  Outlines).  Parsons  Technology:  Electronic  Edition,  STEP  Files,  2007.  

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la potencia de una influencia santificadora que haga que otros deseen tener una relación con el

Dios Santo:

¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso (2 Corintios 6:15-18).

En el Gingrich New Testament Lexicon, encontramos el vocablo griego ἀφορίζω, que significa

“apartar, quitar, separar, excluir” (Mateo 13:49; 25:32; Lucas 6:22; Hechos 19:9; 2 Corintios

6:17; Gálatas 2:12).41 De nuevo, hay un llamado inconfundible a que el pueblo se separe en

conducta y testimonio en la vida. Además, vemos la inclusión de la santidad no solamente en lo

concerniente a la persona, sino también con el pueblo como ente total. Esto es señalado más

adelante en el versículo 16 con la referencia a ‘mi pueblo’.

“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios,

para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1

Pedro 2:9).

Pedro le habla a su rebaño que estaba expatriado en la dispersión, pero también a los creyentes

de todas las generaciones. El término griego traducido por “pueblo” (laos), en el contexto de 1

Pedro 2:9 significa: “un pueblo, grupo, tribu, nación, todos aquéllos que son del mismo linaje y

lengua”.42 La referencia en este pasaje tiene mucha importancia en cuanto a cómo habremos de

exhibir la vida santificada que lleve la imagen de Cristo, como pueblo ‘llamado por Dios’.

Asegura que todos los creyentes son llamados particularmente por Dios a ser ‘santos’ como Él

                                                                                                                         41  Gingrich  New  Testament  Lexicon:  Parsons  Technology:  (Electronic  Edition,  STEP  Files),  2007,  pág.  31.  42  Spiros  Zodhiates,  Executive  Editor.  Theological  Dictionary  of  the  New  Testament.  Chattanooga,  TN:  AMG  Publishers,  2003,  (uso:  palabra  primaria;  traducida  en  la  Versión  Autorizada  [en  inglés]  por  “pueblo”  143  veces;  véase  también  4:29,  499;  sustantivo  masculino),  entrada  5832.  

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30    

(Romanos 1:7; 1 Corintios 1:2). Cristo santifica la iglesia con el fin de presentarla como santa y

sin mancha ante Dios (Efesios 5:26, 27). En el Nuevo Testamento, a los cristianos de una

localidad o iglesia en particular se les llama normalmente los ‘santos’ de Dios (Hechos 9:13, 32;

Romanos 15:25). Estos creyentes, o santos, son aquéllos por quienes el Espíritu Santo realiza

constantemente la función sacerdotal de la intercesión (Romanos 8:27), son aquéllos a quienes

Dios da a conocer Sus misterios (Colosenses 1:26), y son aquéllos a quienes debemos mostrar

obras de amor (Colosenses 1:4; Romanos 12:13; 1 Timoteo 5:10; Hebreos 6:10). Han sido

escogidos, redimidos y llamados a ser ‘santificados’, lo cual quiere decir separados, consagrados

al servicio de Dios, o ser santos delante de Él. La inclusión de los gentiles en el reino redentor de

Dios significa que ahora han venido a ser “conciudadanos de los santos” (Efesios 2:19) en la

“ciudadanía de Israel” (Efesios 2:12). Pedro, comprendiendo esto, hace su declaración (1 Pedro

2:9). Se basa en el sistema veterotestamentario (Éxodo 19:6) del sacerdocio levítico y la

declaración profética de Moisés de que los elegidos de Dios le serán un reino de sacerdotes.

La iglesia se compone de los santificados en Cristo Jesús y llamados a ser ‘santos’ (1 Corintios

1:2). En esencia, Pedro les estaba recordando que, en medio de sus persecuciones, Dios los

estaba edificando como una casa por medio de Cristo y la obra santificadora del Espíritu Santo.

“Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo,

para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (2:5). Los

cristianos son “hermanos santos” (Hebreos 3:1), “templo santo de Dios” (1 Corintios 3:17;

Efesios 2:21), e “instrumento[s] para honra, santificado[s], útil[es] al Señor, y dispuesto[s] para

toda buena obra” (2 Timoteo 2:21).

Como entidad corporativa o iglesia, no podemos ignorar nuestro privilegio y deber colectivo

de ser luz en las tinieblas. Cuando los cristianos tienen un testimonio mutuo que dé alabanzas

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armoniosas a Dios, Su santidad es exaltada y demostrada como una virtud atractiva para los que

ven muy poco de ella en las familias, los grupos y las sectas religiosas de hoy. Por el otro lado,

no se puede forzar esta unidad santa y pasión por la vida santa con resoluciones legalistas ni

coerción, puesto que carecen de atractivo a los incrédulos que ya se enfrentan a sectas

combativas y otras religiones carnales que tratan de obligar a sus adherentes a obedecer un

conjunto de reglas rígidas. Más bien, la santificación corporativa tiene que surgir de cristianos

sinceros que tienen más anhelo de agradar a Dios que de procurar ofrecer sacrificios. La mala

conducta de una persona puede afectar todo el testimonio de la iglesia:

Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras (1 Pedro 2:11, 12).43

En verdad, sólo una pasión genuina y voluntaria por la santidad en la iglesia puede atraer a los

que buscan con sinceridad una mejor manera de vivir.

La Santificación Misional

“Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17, Nueva Biblia Latinoamericana

de Hoy).

En Juan, ‘santificación’ significa generalmente ‘separación’ y, particularmente, ‘separación

para la misión’.44 El medio para que esto sea logrado consiste en la verdad. Jesús es esta verdad

(Juan 14:6). Esta verdad llega por medio de la obra del Espíritu Santo (16:13), quien hace que la

verdad de Jesús cobre vida en los corazones de los discípulos.

                                                                                                                         43  La  Santa  Biblia,  versión  Reina-­‐Valera,  1960,  1  Pedro  2:11,  12.  44  D.  A.  Carson.  The  Gospel  According  to  John.  Grand  Rapids,  MI:  Eerdmans  (InterVarsity  Press),  1991,  pág.  565.  

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“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios,

para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1

Pedro 2:9).

La iglesia se compone de los santificados en Cristo Jesús y llamados a ser ‘santos’ (1 Corintios

1:2). En esencia, Pedro les estaba recordando que, en medio de sus persecuciones, Dios los

estaba edificando como una casa por medio de Cristo y la obra santificadora del Espíritu Santo.

“Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo,

para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (2:5). Los

cristianos son “hermanos santos” (Hebreos 3:1), “templo santo de Dios” (1 Corintios 3:17;

Efesios 2:21), e “instrumento[s] para honra, santificado[s], útil[es] al Señor, y dispuesto[s] para

toda buena obra” (2 Timoteo 2:21).

Por lo tanto, tenemos que discutir la ‘santificación misional’, ya que es crucialmente

importante para Jesucristo. A todos los que Él ha santificado, y continúa santificando, no es

solamente para mejorarlos y desarrollarlos como cristianos, sino que Su Espíritu santificador

sigue ayudándonos a ser testigos del poder del Santificador. Nada ha tenido tanto impacto en los

pueblos y las naciones a través de la historia como la santa obra de Cristo Jesús en los creyentes.

En el primer siglo, a medida que veían la fe de los cristianos, al igual que el cambio radical en el

carácter y la vida de estos nuevos creyentes, las personas eran influenciadas por las vidas santas

de estos hombres y mujeres que glorificaban al Dios santo. Hoy se necesita esa misma

santificación misional en la iglesia para que los cristianos puedan evangelizar sus comunidades,

en las cuales necesitan ver la imagen de Cristo en la vida práctica. Si vivimos con esta clase de

pasión por buscar a un Dios santo, los hombres “verán y alabarán a Dios, el Padre de ustedes que

está en el cielo” (Mateo 5:16, Santa Biblia: Traducción en Lenguaje Actual).

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33    

La santificación misional nos trae a la verdad ineludible de que debemos ser “irreprochables

para Su venida”. Pablo escribe: “Que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo

vuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— sea guardado irreprochable para la venida de nuestro

Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23, versión Reina-Valera 1995 [las letras negritas son

añadidas para énfasis]). A medida que se acerque la venida de Cristo, el testimonio de los santos

convencerá a los demás mediante su conducta ‘irreprochable’ ante toda la humanidad. Esta es la

importancia de la santificación misional en este mundo presente. Jason Zahariades dice en The

Wisdom Project:

La santificación es misional en el sentido de que, mientras el creyente individual está siendo apartado para Dios, también está siendo apartado para involucrarse en la misión de Dios en el mundo, o sea, la missio Dei. La missio Dei es el proceso continuo de Dios de redimir y traer al mundo de regreso a Sí mismo. Y Dios usa a Su pueblo en ese proceso (Mateo 28:19, 20; Hechos 1:8). Cuando escribe a los creyentes corintios, el apóstol Pablo vincula el proceso de la santificación directamente con la actividad misional de Dios en el mundo. Escribe sobre la responsabilidad del creyente, como ‘nueva criatura’, de ser un embajador para Él.45

Lo misional y lo escatológico van tomados de la mano en el pensamiento de Pablo:

De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Corintios 5:16-21).

La ‘santificación misional’ es una gloriosa bendición subsecuente a la santificación

corporativa. Esta consecuencia espiritual de la santidad da énfasis a la relación y el compromiso

                                                                                                                         45  Jason  Zahariades.  The  Wisdom  Project  (Parte  13).  Dallas,  TX:  Sanctification  Study,  2  de  septiembre  de  2010,  pág.  1.  

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que la iglesia debe tener con la comunidad mundial. La iglesia es el regalo de Dios para el

mundo; y por lo tanto, ha sido llamada a alcanzarlo. Debemos reflejar aquí la gloria de Dios a los

perdidos, e involucrarnos en exhortar a las personas a tener una relación con Él. Como “real

sacerdocio” y “nación santa” (1 Pedro 2:9), la iglesia tiene que participar en experiencias vitales

de evangelización a los perdidos mientras nos acercamos al regreso inminente de Cristo.

El Concepto Bíblico de la Santidad La Definición del Pecado

En su obra clásica A Right Conception of Sin, Richard S. Taylor dice: “Cualquier doctrina que

se relacione con el pecado es afectada por nuestro concepto y definición del mismo. La mayoría

de los errores en la teología tienen su origen, por lo usual, en una definición defectuosa del

pecado”.46 Toda injusticia es pecado. Esto es, todo lo que no proceda de la justicia —ya sea

comisión u omisión— es pecado. El pecado es tanto una condición como un acto de transgresión

contra la ley de Dios, la naturaleza o la sociedad.

El pecado se originó en Satanás (Lucas 10:18), y no en el ser humano ni tampoco en Dios (Job

34:10). El pecado es más antiguo que el hombre porque el mismo se halló primero en Lucifer.

Satanás se convirtió en el primer pecador cuando se llenó de orgullo y deseó ser igual a Dios

(Isaías 14:12-14). El pecado se ha vuelto universal por cuanto entró en el mundo: “todos

pecaron” (Romanos 5:12). Así que el hombre es depravado; de hecho, completamente

depravado. A pesar del modernismo y las sutilezas del lenguaje y la fraseología, no podemos

darnos el lujo de concebir el pecado desde la perspectiva de la cultura moderna y el modernismo.

La única y correcta perspectiva del pecado es la perspectiva de Dios. En otras palabras, ¿cómo ve

Dios el pecado? Sólo teniendo una perspectiva correcta del pecado —su corrupción, su mancha y                                                                                                                          46  Richard  S.  Taylor.  A  Right  Conception  of  Sin.  Kansas  City:  Beacon  Hill  Press,  1945,  pág.  9.  

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su naturaleza atroz— podremos ensalzar correctamente a Jesucristo, quien se ofreció a Sí mismo

para la salvación de la humanidad.

El pecado entró al mundo por medio de Adán y vino a ser universal, resultando primero en la

muerte espiritual, y luego en la muerte física (Génesis 2:17; Romanos 6:23). Todo ser humano

nace en pecado (Salmo 51:1-5), pero no nace para pecar (Romanos 6:16). La depravación total

significa que la voluntad, el intelecto y las emociones del ser humano están corrompidos por el

pecado. La depravación total no significa que no exista nada bueno en el ser humano, pues éste

aún lleva en sí algunas señales y pruebas de su bondad y dignidad originales de antes de ‘la

caída’. Así que, el principio mismo del pecado es incredulidad a la Palabra de Dios, lo cual

llevará a un proceso gradual de decadencia o deterioro de la voluntad y el propósito de Dios para

con la humanidad.

Jesucristo asumió la naturaleza humana para poder morir. Su muerte en la cruz fue nuestra

muerte (Romanos 6:23). Él murió en nuestro lugar. Dios tomó la iniciativa de redimirnos cuando

proveyó el sacrificio idóneo y perfecto en la persona de Su Hijo Unigénito —Jesús—, quien es la

única satisfacción completa de Su justicia. Esta es la demostración plena del amor de Dios por el

ser humano (Juan 3:16). Dios no se detuvo en hacer propiciación completa por el pecado en

Jesús; sino que continúa otorgando los plenos beneficios de esa propiciación, hecha por Sí

mismo, por medio de Su gracia y el Espíritu Santo. Por tanto, “a todos los que le recibieron, a

los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).

Por lo general, se percibe al pecado como un concepto doble. En el Salmo 51:5 vemos el

primer aspecto: “En pecado me concibió mi madre”. Y en 1 Juan 3:8 vemos el otro aspecto: “El

que practica el pecado es del diablo”. El texto del salmista se refiere a una naturaleza que viene

con el nacimiento. Esto se llama a menudo “pecado original”, “pecado heredado”, “depravación

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total” o “naturaleza caída”. Pero el texto en 1 Juan se refiere al acto de cometer pecados, que

también se conoce por “pecado actual”. A menudo, puede ser difícil determinar si un pasaje

bíblico se refiere al pecado como estado o al pecado como acto.

El aspecto de la teología que trata con el asunto del pecado se conoce por hamartiología, y está

inextricablemente unido a la soteriología, la cual incluye la doctrina de la salvación y las

resultantes doctrinas de la justificación y la santificación. La justificación es el acto declarativo

de Dios en el cual un pecador es declarado justo. A esto se le conoce por “justicia imputada”. La

exposición paulina del pecado en Romanos 5-6 es útil para comprender los efectos extensivos del

pecado en la humanidad, al igual que la respuesta apropiada por parte de ésta. Pablo señala

repetidamente que el pecado del primer hombre resultó en la participación de la humanidad en

todos los efectos del pecado (Romanos 5:12; 17-19). Por consiguiente, toda la humanidad nace

con esta naturaleza heredada y pecaminosa. También, a partir de este concepto, surgió la doctrina

del pecado original.

Por cuanto se relaciona con la santificación, la doctrina del pecado original se vuelve esencial

para comprender el rol salvífico de esta obra de gracia. En la obra Five Views on Sanctification,

Melvin Dieter dice: “Un punto central en cualquier teología es la postura que acepte sobre la

naturaleza de la situación humana. Podría decirse que la doctrina que uno tenga sobre el pecado

original es un concepto que determina, tanto como cualquier otro, la perspectiva que uno tenga

sobre la santificación”.47 Aunque fuese desarrollada antes de la época de Agustín, la doctrina del

pecado original tuvo su desarrollo más significativo en las obras de Agustín, en el contexto de su

controversia con Pelagio. Pelagio afirmó que los individuos nacen con la misma naturaleza que

Adán tenía antes de la caída. Por lo tanto, los pecados que cometieran eran simplemente un

resultado de seguir los pasos de Adán. En reacción al pelagianismo, Agustín introdujo la idea del                                                                                                                          47  Melvin  E.  Dieter.  Ibíd.,  pág.  21.  

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“pecado genérico”, mediante el cual la naturaleza humana fue corrompida por el acto

pecaminoso de Adán. Agustín escribió:

Sólo nos falta concluir que en el primer hombre todos han pecado, porque todos estábamos en él cuando pecó. Por eso, el pecado es traído con el nacimiento, y no puede ser quitado, excepto con el nuevo nacimiento... Es manifiesto que en Adán todos pecan, por así decirlo, en masa. Por lo tanto, mediante ese pecado nos convertimos en una masa corrupta, una “massa perditionis”.48

Agustín creía que, por el pecado de Adán, “la masa entera de nuestra naturaleza fue arruinada,

y cayó en posesión de su destructor. Nadie se ha librado de él, ni se librará de él, excepto por la

gracia del Redentor”.49 La doctrina del pecado original y la resultante doctrina de la depravación

total de la humanidad produjeron parte del terreno fértil para la doctrina de la entera

santificación, la cual habría de surgir más adelante.

La Historia de la Santidad y la Santificación

Cualquier intento de profundizar la comprensión de las doctrinas bíblicas de la santidad y la

santificación deberá incluir una investigación de los acontecimientos y conceptos a través de la

historia de la iglesia. Hay muchas fuentes primarias y secundarias que describen detalladamente

los esfuerzos continuos de la iglesia por interpretar el canon de las Escrituras en lo concerniente

a la santidad, y aplicar correctamente estos conceptos a la vida de la iglesia. Estas fuentes

incluyen los escritos de muchos padres de la iglesia antigua, y muchas referencias a los mismos.

Además, los escritos de Agustín y los reformadores posteriores son igualmente importantes. Las

fuentes más recientes incluyen los estudios del movimiento de santidad y del pentecostalismo.

[Nota: Para un estudio más profundo sobre estos movimientos, y su efecto sobre la doctrina de

la santidad/santificación, véase el apéndice adjunto al final de este documento.] Sin embargo,                                                                                                                          48  G.  C.  Berkouwer.  Sin.  Grand  Rapids,  MI:  Eerdmans  Publishers,  1971,  pág.  186.  49  Kenneth  S.  LaTourette.  A  History  of  Christianity  (Volume  1).  San  Francisco:  Harper  Collins  Publishers,  1975,  pág.  178.  

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como precaución, cuando interactuemos con estos documentos, debemos evitar la tentación (en

algunos casos, la tendencia) de interpretar estos documentos históricos con nuestros conceptos

contemporáneos. Esto causa complicaciones que pudieran distorsionar su significado original y

resultar en una hermenéutica que puede, potencialmente, producir interpretaciones erróneas.

Los Padres Apostólicos/Padres de la Iglesia Antigua

Cabe señalar que en los escritos de los padres de la iglesia antigua no hay muchas referencias

directas a la doctrina de la santificación. Una posible razón para la escasez de referencias pudiera

ser atribuida a un nivel de comprensión estable por parte de los padres de la iglesia con respecto

a este asunto. Este conocimiento común podría haber eliminado la necesidad de explicaciones

extensas. No obstante, se puede obtener información valiosa tocante al concepto de la iglesia

sobre la santidad y la santificación al estudiar los primeros escritos de la época

posneotestamentaria. Juan Wesley estaba interesado particularmente en el testimonio de los

primeros padres de la iglesia, y en la experiencia de la gracia en sus vidas. De hecho, sus

estudios de los padres de la iglesia antigua “constituyeron en una de las fuentes principales de su

concepto de la perfección cristiana y la naturaleza de la salvación”.50 A los escritores cristianos

más antiguos de la época posneotestamentaria se les conoce por “padres apostólicos”.51 Este

nombre refleja la creencia de que estos hombres realmente conocían a los apóstoles. Al principio,

tal designación sólo aplicaba a cinco documentos. Con el tiempo, el total llegó a ocho. “Con una

sola excepción —la Epístola a Diogneto—, todos estos escritos son obras dirigidas a otros

cristianos. Por ello son extremadamente útiles para darnos a conocer la vida y el sentir de la

                                                                                                                         50Melvin  E.  Dieter.  Five  Views  on  Sanctification–  Wesleyan  View.  Grand  Rapids,  MI:  Zondervan  Publishing,  1987,  pág.  12.  51  Cyril  Charles  Richardson.  Early  Christian  Fathers.  New  York:  MacMillan  Publishing,  1970,  pág.  15.  

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iglesia primitiva”.52 Muchos de estos documentos son epístolas. La Didajé es un manual para la

iglesia. Y hay otros que son tratados teológicos y escritos apocalípticos. Después de éstos, el

siguiente grupo de documentos importantes son de carácter apologético, y datan mayormente del

siglo II en adelante. En estos documentos podemos ver que muchas de las cartas fueron escritas a

la luz de las herejías incipientes que surgieron de las malas interpretaciones o de esfuerzos

intencionales por subvertir la fe cristiana.

Los padres apostólicos y los padres de la iglesia antigua concebían las cuestiones de la

santidad y la santificación como parte integrante de la faena teológica de entender la persona y

naturaleza de Dios. Por lo tanto, esta faena se convirtió en el punto de referencia para su

concepto de las doctrinas de la santidad y la santificación. La trascendencia de Dios —Dios

siendo distinto y separado de Su creación— era fundamental para este concepto. Igualmente

importante fue la evolución primitiva de las doctrinas cristológicas y su relación con la salvación

de la humanidad.

Clemente de Roma

La primera de las obras de los padres apostólicos —se puede fechar con exactitud— fue

compuesta por Clemente, el obispo de Roma. Hacia el año 96 d.C. escribió una epístola a los

corintios, que hoy se conoce por I Clemente. Su segunda epístola a los corintios, II Clemente

(150 d.C.), era realmente una homilía que exhortaba a los creyentes al arrepentimiento. La

cuestión del arrepentimiento parece haber causado muchas inquietudes en los creyentes en Roma

durante el siglo II. El mismo tema aparece en un documento llamado El Pastor de Hermas, el

                                                                                                                         52  Justo  L.  González.  A  History  of  Christian  Thought  –Volume  1.  Nashville,  TN:  Abingdon  Press,  1970,  pág.  61  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  1.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1992,  pág.  61].  

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cual data del mismo período. En oposición a los que creían que la carne no tenía nada que ver

con la espiritualidad, Clemente escribió:

Y nadie de vosotros diga que esta carne no es juzgada ni resucita. Entended: ¿En qué fuisteis salvados, en qué recobrasteis la vista, sino estando en esta carne? Luego es preciso que guardemos nuestra carne como un templo de Dios. Porque a la manera que en la carne fuisteis llamados, en la carne vendréis. Si Cristo, el Señor que nos ha salvado, siendo primero espíritu, se hizo carne, y así nos salvó, así también nosotros en esta carne recibiremos nuestro galardón.53

La cita anterior enfatiza la importancia espiritual que se le da a la carne y, por ende, a los actos

realizados en el cuerpo.

La Didajé

El documento conocido por La Didajé o Doctrina de los Doce Apóstoles era de importancia

particular para la vida ética y moral de la iglesia primitiva. Algunos eruditos creen que el

documento fue compuesto para el año 70 d.C., mientras que otros creen que fue compuesto

posteriormente. La Didajé consiste de 16 capítulos que se pueden dividir en tres secciones. La

primera sección, El Documento de los Dos Caminos, exhorta a los creyentes a que anden en el

camino de justicia para así cumplir con sus deberes cristianos. La segunda sección trata

mayormente de instrucciones litúrgicas. La tercera sección es, en esencia, un manual de

disciplina. La Didajé sirve como expresión del moralismo que era parte integral de los marcos

teológicos que estaban siendo desarrollados por los primeros cristianos.

Ireneo

                                                                                                                         53  Justo  L.  González.  A  History  of  Christian  Thought  –Volume  1.  Nashville,  TN:  Abingdon  Press,  1970,  pág.  66  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  1.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1992,  pág.  66].    

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El concepto de Ireneo sobre la santidad y la obra santificadora de Cristo no se limitaba a la

muerte de Cristo. Habló de “La Santificación de Cada Etapa de la Vida”. Escribió diciendo:

Porque vino a salvar a todos: y digo a todos, es decir, a cuantos por él renacen para Dios, sean bebés, niños, adolescentes, jóvenes o adultos. Por eso quiso pasar por todas las edades: para hacerse bebé con los bebés, a fin de santificar a los bebés; niño con los niños, a fin de santificar su edad, dándoles ejemplo de piedad y siendo para ellos modelo de afecto filial, justicia y obediencia; se hizo joven con los jóvenes, para dar a los jóvenes ejemplo y santificarlos para el Señor; y creció con los adultos hasta la edad adulta, para ser el Maestro perfecto de todos, no sólo con respecto a la enseñanza de la verdad, sino también con respecto a todas las etapas de la vida.54

Ireneo concebía que Jesús estaba santificando a la humanidad durante cada etapa de Su vida,

lo cual, por consiguiente, era un proceso continuo. Los actos santificadores supremos fueron, por

supuesto, Su muerte y resurrección, en las cuales pone Su victoria a la disposición de toda la

humanidad.

Atanasio

Atanasio nos introduce a la teología de los teólogos alejandrinos, quienes estaban fuertemente

influenciados por Orígenes. Sin embargo, en contraste con las demás teologías orientales,

Atanasio procura ser más práctico que teórico. Se opuso férreamente a los que se negaban a

afirmar la plena humanidad y divinidad de Cristo. Él escribió: “Por lo tanto, asumió un cuerpo

humano para que, habiéndolo renovado como Creador, pudiera deificarlo en Sí mismo, y así

darnos la entrada en el reino de los cielos, a semejanza Suya” [N. del T. — Esta cita fue

traducida de: Philip Schaff, ed. Nicene & Post-Nicene Fathers, Second Series–Volume IV. Grand

Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 1891, pág. 386]. En el concepto de

Atanasio, por cuanto la perfección sólo es posible en Dios, nuestra perfección como cristianos

nunca termina. Por lo tanto, siempre nos encontramos en el proceso de conformarnos a la imagen                                                                                                                          54  Henry  Bettenson.  Documents  of  the  Christian  Church.  (New  York:  Oxford  University  Press,  1963),  pág.  30.  

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de Cristo. Asimismo, Gregorio de Nisa, uno de los Padres Capadocios, escribiendo sobre la

cuestión de la perfección, dijo: “...y así nos mejoramos y perfeccionamos siempre por el

crecimiento diario, sin toparnos con ningún límite de perfección...”55

Cirilo de Alejandría

Cirilo de Alejandría, un obispo del siglo V, también escribió sobre la importancia de

comprender la dualidad de la naturaleza de Cristo en lo que respecta a la santidad. Él escribió:

De no haber nacido como nosotros —según la carne—, y de no haber participado de los mismos elementos que nosotros, no hubiera podido librar a la naturaleza humana de la falta en que incurrimos en Adán, ni hubiera repelido la corrupción de nuestros cuerpos, ni hubiera puesto fin a la maldición que decimos que cayó sobre la primera mujer. [N. del T. — Esta cita fue traducida de: Cyril of Alexandria. Five Tomes Against Nestorius. Book I. Edited by P. E. Pusey. Oxford, England: James Parker & Co., 1881, pág. 9].

Todas las referencias anteriores describen el concepto predominante de la santidad entre los

padres de la iglesia antigua. En pocas palabras, creían que Cristo se hizo hombre con el fin de

santificarnos y hacernos santos. Los padres de la iglesia antigua creían que la santidad no se

basaba en la conducta o comportamiento correctos, sino en nuestra unión con Cristo. Esto no

significaba que la santidad estuviese divorciada del comportamiento, sino que el proceso de

conformarnos a la imagen de Cristo era lo que nos llevaba al comportamiento y la conducta

correctos. Ser como Cristo, o theosis —como lo llamaban los padres de la iglesia oriental—, era

la clave para la santidad.

La Teología Ortodoxa Oriental y la Theosis

                                                                                                                         55  Ibíd.  

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En la teología ortodoxa oriental y en la teología católica oriental, se emplea el vocablo theosis

o theopoiesis para describir el llamado a los seres humanos a que sean santos y que procuren la

unión con Dios, el cual comienza en esta vida y se consume en la resurrección. “Theosis” se

define como el proceso de volverse libre del pecado. Atanasio amplió el significado diciendo que

“la theosis es llegar a ser, por gracia, lo que Dios es por naturaleza”. Durante las etapas iniciales

de la Reforma, se empleó el concepto de la unión con Cristo (unio cum Christo) para desarrollar

una interpretación de todo el proceso de la salvación y la santificación. Esto fue especialmente

cierto en el pensamiento de Juan Calvino. El concepto de la “theosis” fue importante también

entre los metodistas antiguos y otros movimientos pietistas. A menudo, la “theosis” es tenida por

precursora de la doctrina de la entera santificación, la cual enseña que es posible vivir sin pecado

en este mundo presente. En el libro Five Views of Sanctification, Anthony Hoekema dice: “La

santificación significa que nos estamos pareciendo más a Dios o a Cristo, quien es la imagen

perfecta de Dios”.56

Los Montanistas, los Novacianos, los Donatistas, y la Búsqueda de la Santidad

Los montanistas, los novacianos y los donatistas fueron grupos que se destacaron por sus

creencias firmes en la pureza de los miembros de la iglesia y en la separación de la iglesia del

mundo. A los montanistas, un movimiento del siglo II, se les llamaba sarcásticamente “los

espirituales”. Enfatizaban la obra del Espíritu Santo en la vida de los creyentes, pero también

defendían la santidad en la vida y la disciplina eclesiástica estricta. Con el tiempo, la iglesia

condenó al movimiento por supuesta herejía y por fanatismo en las prácticas ascéticas.

                                                                                                                         56  Anthony  A.  Hoekema.  Five  Views  on  Sanctification–  Reformed  View.  Grand  Rapids,  MI:  Zondervan  Publishing,  1987,  pág.  66.  

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El movimiento novaciano surgió en el siglo III. Ellos también criticaron la iglesia por la falta

de disciplina eclesiástica tocante a los que habían negado la fe. Eran defensores de la pureza de

la membresía de la iglesia. Creían que la iglesia debía separarse de la apostasía, impureza y

mundanalidad. Las doctrinas de los donatistas eran similares a las de los novacianos, puesto que

abogaban por la pureza de la iglesia, la disciplina eclesiástica estricta y la separación de iglesia y

estado.

Los Monásticos

Sería reticente excluir a los monásticos de su influencia general sobre la santidad. La filosofía

monástica de la vida ejerció una influencia poderosa y sin precedentes sobre el cristianismo

imperial; y para los siglos IV y V había crecido hasta ser un movimiento que afectaba a los

creyentes en todos los niveles. A muchas personas les pareció que el estilo de vida ascético —

incluyendo separarse del mundo— se conformaba más con la santidad bíblica que el imperante

heroísmo espiritual, requerido durante los días antiguos de la persecución. Estos monjes causaron

un despertar del entusiasmo cristiano y de la santidad del tiempo del fin, los cuales guardaban

semejanza con los primeros años de los apóstoles. Ellos transformaron lo que había sido el

martirio en un compromiso pleno con Dios y con la imitación de Jesucristo.57

Desafortunadamente, este estilo de vida y el énfasis correspondiente a la vida ascética y santa

desaparecieron con el surgimiento de las iglesias reformadas y, más adelante, aun entre los

católicos romanos, tras la Revolución Francesa.58

Agustín de Hipona                                                                                                                          57  Bruce  Shelley.  Church  History  in  Plain  Language.  Dallas,  TX:  Word  Publishing,  1995,  pág.  119.  58  F.  L.  Cross,  editor.  The  Oxford  Dictionary  of  the  Christian  Church.  New  York:  Oxford  University  Press,  1989,  pág.  930.  

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Agustín, figura destacada en la teología cristiana en Occidente, es el último de los escritores

cristianos de la antigüedad, el fundamento de la teología medieval y la influencia más grande de

la teología protestante del siglo XVI. Aparte de sus escritos contra el maniqueísmo, sus obras

más influyentes se derivan de su refutación de los donatistas y los pelagianos.

Los escritos de Agustín contra el pelagianismo parecen ser los más importantes en la

formulación de sus doctrinas de la gracia y la predestinación. Pelagio era oriundo de las Islas

Británicas. Por lo usual, lo llaman monje. A continuación se resumen los principios teológicos de

Pelagio:

Pelagio [...] afirma que Dios ha hecho al ser humano libre, y que esa libertad es tal que en virtud de ella el humano es capaz de hacer el bien. El poder de no pecar —posse non peccare— está en la naturaleza humana misma desde su creación, y nada ni nadie puede destruirlo, ya se trate del pecado de Adán o del demonio mismo. El pecado de Adán no es en modo alguno el pecado de la humanidad [...] y tampoco destruye la libertad de no pecar que tienen todos los descendientes de Adán. El demonio es poderoso, sí; pero no tanto que no podamos resistirlo. La carne es poderosa y lucha contra el espíritu, sí; pero Dios nos ha dado la capacidad de vencerla.59

Las aportaciones principales de Agustín a las interpretaciones contemporáneas de la santidad y

la santificación radican, ante todo, en el desarrollo de sus doctrinas del libre albedrío, el pecado

original, la naturaleza humana caída, la gracia y la predestinación.

Para Agustín, el libre albedrío es algo que le fue dado a los seres humanos y los seres

angelicales. Creía que el libre albedrío era esencialmente bueno debido a que vino de Dios. Él

escribió:

Dios dotó al primer hombre —y a los ángeles— del libre albedrío, que en sí es un bien, pues es criatura de Dios y es además una de las perfecciones de los seres racionales. Pero es un bien “intermedio”, ya que es capaz, no solo de sostenerse en el bien, sino también de apartarse de Dios; es decir, de inclinarse hacia el mal. Es este libre albedrío lo que hace que el hombre sea verdaderamente tal, y por lo

                                                                                                                         59Justo  L.  González.  A  History  of  Christian  Thought  –Volume  2.  Nashville,  TN:  Abingdon  Press,  1970,  pág.  31  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  2.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1992,  págs.  30,  31].  

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tanto, no se ha de pensar que el poseerlo sea en modo alguno un mal, sino un bien que puede volverse hacia el mal.60

Es importante señalar que Agustín se estaba refiriendo al libre albedrío antes de la caída. Él

creía que la caída afectó a toda la humanidad de tal manera que es virtualmente imposible

concebir una libertad total de la voluntad. Lo que informa la teología de Agustín sobre el pecado

original es la consecuencia de la caída. La siguiente cita captura sucintamente su interpretación:

Agustín aceptó y desarrolló la interpretación del pecado original como una herencia que Adán ha traspasado a sus descendientes. Tal interpretación del texto según el cual “en Adán todos mueren” no es ciertamente la única que ha aparecido en la historia del pensamiento cristiano; pero sí es la que, a partir de Tertuliano, fue logrando cada vez más preponderancia en la teología latina. Está preponderancia se debió en buena medida al impulso y a la autoridad que Agustín le prestó.61

La conclusión de esta interpretación es que la naturaleza humana caída (heredada de Adán)

todavía tiene un libre albedrío; pero, a partir de la caída, sólo es libre para pecar. En realidad, no

existe la alternativa de no pecar. “La alternativa de no pecar no se le presenta [al hombre

natural]. Por tanto, es justo decir que tiene libertad para pecar (posse peccare) pero que no tiene

libertad para no pecar (nonposse non peccare)”.62

Agustín entendía que la gracia es el único medio que puede llevarnos de la esclavitud del

pecado al estado de redención. La conversión sólo es posible por la gracia; y sólo mediante esta

gracia el creyente puede hacer buenas obras. Con respecto a cómo obra Dios en nosotros por

gracia, él escribió: “Por consiguiente, para que nosotros queramos, sin nosotros a obrar

comienza, y cuando queremos y de grado obramos, con nosotros coopera. Con todo, si Él no

obra para que queramos o no coopera cuando ya queremos, nada en orden a las buenas obras de

                                                                                                                         60Justo  L.  González.  Ibíd.,  pág.  43  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  2.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1992,  pág.  43].  61  Ibíd.,  pág.  44  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  2.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1992,  pág.  44,  45].  62Ibíd.,  pág.  46  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  2.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1992,  pág.  46].  

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piedad podemos”.63 Del concepto agustiniano de la gracia surgieron las ideas de que la gracia es

irresistible y que la gracia es el don de perseverancia, el cual garantiza la fidelidad hasta la

muerte. La predestinación, que también es un resultado del sistema agustiniano de la gracia, ha

causado controversias prolongadas; pero no es un elemento necesario en esta discusión de la

santidad y la santificación.

La teología agustiniana vino a ser la influencia principal de los teólogos occidentales a través

de la Edad Media. Sus obras fueron estudiadas y citadas como fuente de autoridad en casi todas

las controversias teológicas. Este fue el caso hasta la época de la Reforma.

Los Reformadores (Martín Lutero, Ulrico Zwinglio y Juan Calvino)

Sin lugar a dudas, Martín Lutero es el teólogo más importante del siglo XVI. La teología

protestante del siglo XVI puede ser clasificada en cuatro grupos fundamentales: la tradición

luterana, la reformada, la anabaptista y la anglicana. Al igual que en el caso de Agustín, la

teología de Lutero se halla íntimamente ligada con sus experiencias personales. El punto de

partida para el renacimiento teológico de Lutero fue sus dificultades con las cuestiones del

pecado y la gracia. Las voluminosas explicaciones sobre la influencia de la conversión de Lutero

sobre su teología son demasiado extensas como para discutirlas en este presente documento. Más

bien, nos enfocaremos aquí en cómo la interpretación de Lutero sobre la santidad y la

santificación ha informado la nuestra. Lutero entendía que la situación humana está

completamente afectada por el pecado. Con esto quería decir que la naturaleza humana entera

está corrompida por el pecado. Él escribió:

Por lo tanto, es muy sabio afirmar que no somos sino pecado, para que no pensemos del pecado con la misma ligereza conque [sic] lo hacen los teólogos del

                                                                                                                         63Justo  L.  González.  Ibíd.,  pág.  47  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  2.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1992,  pág.  47].  

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Papa, quienes definen el pecado como «cualquier cosa que se dice, hace, o piensa contra la ley de Dios». Debemos definir el pecado más bien a base de este Salmo, como todo lo que nace de padre y madre, antes de que tenga ni siquiera la edad necesaria para decir, hacer o pensar cosa alguna. De tal raíz no puede surgir nada bueno delante de Dios.64

El concepto de Lutero sobre el libre albedrío concordaba con el de Agustín. Para Lutero era un

hecho innegable que la voluntad humana estuviese en esclavitud para hacer el mal. “Esto no es

porque su voluntad sea restringida, sino porque está tan llena de maldad que libremente decide

hacer el mal. No queda cosa alguna en la persona que le permita agradar a Dios, ni siquiera

moverse hacia Dios mismo”.65 La justificación por la fe, el eje central de la soteriología de

Lutero, era interpretada como una “justificación imputada”. Esto resultó en la aserción que “el

cristiano es a la vez justo y pecador —simul justus et peccator”.66 Lutero escribió:

Por lo tanto «quien es justificado no es todavía justo, pero está en camino hacia la justicia». Y «el comienzo de una nueva criatura acompaña a esta fe». «Porque primero purifica mediante la imputación, y luego da el Santo Espíritu, mediante el cual purifica también en sustancia. La fe limpia mediante la remisión de los pecados, y el Santo Espíritu mediante el efecto».67

Ulrico Zwinglio fue el primer teólogo de la tradición reformada. A pesar de que no sea tan

reconocido como Juan Calvino, las primeras obras teológicas de Zwinglio, y sus desacuerdos con

Lutero, jugaron un papel decisivo en el desarrollo de la teología reformada. En la interpretación

de Zwinglio sobre la absoluta providencia de Dios vemos el desarrollo inicial de su doctrina de la

predestinación. Para Zwinglio, “sólo un predeterminismo absoluto puede hacerle justicia a la

                                                                                                                         64  Justo  L.  González.  A  History  of  Christian  Thought  –Volume  3.  Nashville,  TN:  Abingdon  Press,  1970,  pág.  55  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  3.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1993,  pág.  52].  65Ibíd.,  pág.  56  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  3.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1993,  pág.  54].    66  Ibíd.,  pág.  59  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  3.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1993,  pág.  56].  67  Ibíd.  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  3.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1993,  pág.  56,  57].  

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soberanía y la sabiduría divinas”.68 Partiendo de la base de la predestinación, Zwinglio refutó la

doctrina de la salvación por las obras. Para Zwinglio, el amor al “yo” es la raíz de todo pecado.

El pecado original de Adán, según Zwinglio, no se transmite a su descendencia; lo que se

transmite es el resultado de ese pecado. Zwinglio llama a este resultado “una enfermedad”. En

cuanto a los defensores del libre albedrío, afirma que “la razón por la que los «teólogos e

hipócritas del apetito animal» insisten sobre el libre albedrío es que no conocen la profundidad y

el alcance de las consecuencias del pecado original”.69

Sin duda alguna, Juan Calvino se ha convertido en el más grande de los teólogos reformados.

Fue por Juan Calvino que la teología reformada tomó forma. Su obra magna, Institución de la

Religión Cristiana, llegó a ser la exposición sistemática de la teología reformada. El concepto de

Calvino sobre el alma humana estaba en contraste con el concepto de Serveto, el cual creía que el

alma era parte de la sustancia divina. Calvino creía que “el alma fue creada por Dios de la nada

(ex-nihilo) y no participa de la esencia divina”.70

Este concepto es fundamental en la doctrina de Calvino sobre la totalidad de la depravación

humana. Al igual que los demás reformadores, “depender de la gracia” tiene una importancia

suprema en la teología de Calvino; y por consiguiente, la justificación por la fe es también el

punto de partida de su soteriología. Sin embargo, él argumenta que:

La justificación por la fe no quiere decir que los cristianos deban contentarse con la imputación de la justicia, y continuar revolcándose en su pecado. Es cierto que el cristiano justificado sigue siendo pecador, y continuará siéndolo a través de

                                                                                                                         68  Justo  L.  González.  A  History  of  Christian  Thought  –Volume  3.  Nashville,  TN:  Abingdon  Press,  1970.  Ibíd.,  pág.  76  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  3.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1993,  pág.  75].  69  Ibíd.,  pág.  141  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  3.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1993,  pág.  77].  70  Ibíd.  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  3.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1993,  pág.  145].  

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toda su vida terrena. Pero también es cierto que el cristiano justificado trata de mostrar los frutos de la justificación.71

Declara también:

Aunque el pecador justificado no deja de ser pecador, la acción divina de justificación también es de regeneración. En los electos Dios crea el amor hacia la rectitud mediante el ejemplo de la santidad divina y a través de su comunión con Cristo. La obra de regeneración es la obra de Dios en el creyente, que progresivamente va creando de nuevo la imagen divina que había quedado deformada por el pecado. El resultado es la vida cristiana, que abunda en buenas obras. Estas obras, sin embargo, no justifican. Son más bien el resultado y la señal de la justificación.72

El Movimiento Pietista (Juan Wesley)

La obra de los reformadores desempeñó un rol decisivo en el desarrollo de lo que llegó a ser la

teología protestante ortodoxa. Sin embargo, durante los siglos que siguieron, el movimiento

protestante —el cual estaba basado en las convicciones religiosas personales de los

reformadores— se había reducido, ante todo, a una serie de verdades expresadas en

declaraciones proposicionales.

Una reacción a la complacencia de la ortodoxia protestante fue el movimiento pietista. El

término pietista se originó por los grupos de cristianos devotos que se reunían en los hogares

para estudiar, llamados collegia pietatis, los cuales fueron organizados por Phillip Jakob Spener,

el fundador del pietismo alemán. Spener enfatizó la experiencia de la fe cristiana, en

contraposición a las fórmulas doctrinales. “Las doctrinas son importantes —y Spener afirmaba

repetidamente que aceptaba todas las doctrinas ortodoxas— pero mucho más importante es la

experiencia y la práctica de la vida cristiana”.73 Los moravos, otro grupo pietista que también

                                                                                                                         71  Ibíd.,  página  156  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  3.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1993,  pág.  160].  72  Ibíd.  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  3.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1993,  pág.  161].  73  Ibíd.,  pág.  303  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase:  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  3.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1993,  pág.  308].  

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insistía en la importancia de la vida moral sobre las fórmulas teológicas, tuvieron una influencia

significativa sobre Juan Wesley y el movimiento metodista.

De manera similar a los pietistas en Alemania y los moravos, grupos de creyentes en Inglaterra

también encontraron que la vida tradicional y la adoración del anglicanismo eran irrelevantes

para su fe cristiana. De manera que, en 1702, Samuel Wesley —el padre de Juan Wesley y

Carlos Wesley— formó una sociedad religiosa para dedicarse al estudio devoto de la Biblia. Al

principio se les llamó “el club santo”, y luego se les conoció como metodistas. Desde sus inicios,

el movimiento metodista se interesó en la dimensión ética o moral de la fe. Uno de los elementos

más controvertidos del concepto de Wesley sobre la vida cristiana fue la doctrina de la entera

santificación o perfección cristiana. Para Wesley:

“La expresión más sublime —y la prueba definitiva— de la autenticidad del verdadero cristianismo bíblico radica en la experiencia práctica y ética del cristiano individual y de la iglesia, y sólo secundariamente en la definición doctrinal y proposicional”.74

Aunque la teología de Wesley estaba edificada sobre las doctrinas centrales de la Reforma,

discrepaba de la noción común de que la lucha constante y la derrota fuesen de manera alguna un

aspecto normativo de la vida cristiana. Su enseñanza sobre la libertad del pecado que se podía

experimentar en esta vida fue un definitivo rompimiento con la postura de los reformadores. Él

creía que “había un remedio para la enfermedad de la pecaminosidad sistémica, a saber, la entera

santificación —una obra personal y definitiva de la gracia santificadora de Dios que puede hacer

cesar nuestra guerra interior, y librar nuestro corazón de la rebelión y hacerlo capaz de amarlo

sinceramente a Él y a los demás”.75 Wesley tenía un gran fervor por la santidad cristiana, y no se

                                                                                                                         74  Melvin  E.  Dieter.  Five  Views  on  Sanctification–  Wesleyan  View.  (Grand  Rapids,  MI:  Zondervan  Publishing,  1987),  pág.  11.  75  Ibíd.,  pág.  17.  

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contentaría con ninguna religión que aceptase el dominio del pecado en la vida de un cristiano.

Aunque ésta era ciertamente la convicción de Wesley, Melvin E. Dieter observa:

En cuanto a la posibilidad de volver a caer en el pecado por la desobediencia, él nunca enseñó que los cristianos enteramente santificados pudieran llegar a ser impecables. Sí enseñó que, mientras los hombres y las mujeres fuesen criaturas con libre albedrío, tendrían la capacidad de responder en obediencia o desobediencia a la gracia de Dios. Nunca estarían libres de la posibilidad de pecar deliberada e intencionalmente en esta vida. Pero sí serían librados de la necesidad de transgredir voluntariamente mediante la vida en obediencia constante a la voluntad de Dios.76

Al igual que los reformadores que le antecedieron, Wesley vio una inextricable conexión entre

la justificación y la santificación. Sobre esta conexión, Dieter explica lo siguiente: “El punto

crítico de esta experiencia purificadora no tiene que distinguirse cronológicamente de la

justificación y el nuevo nacimiento, pero se distingue de ellos lógicamente en el continuo de la

salvación. Sin embargo, la exhortación bíblica a los creyentes a que busquen la perfección en el

amor indica que los creyentes típicamente reciben la pureza de amor en una crisis de fe

distinta”.77 Wesley creía que Dios comienza a santificar al creyente en el acto de la justificación.

Dijo: “Es por la fe que somos santificados al igual que es por ella que somos justificados...nadie

es santificado hasta tanto no crea: Cualquier persona cuando cree es santificada”.78 El fin de este

proceso era “la entera santificación” o “la perfección cristiana”. El siguiente extracto de los

escritos de Wesley sirve para explicar su interpretación:

...«por gracia» somos «salvos por la fe», y consiste en estas dos grandes ramas: la justificación y la santificación. Por medio de la justificación somos salvos de la culpa del pecado, y restaurados al favor de Dios; por medio de la santificación somos liberados del poder y la raíz del pecado, y restaurados a la imagen de Dios. La experiencia, además de las Escrituras, nos demuestra que esta salvación es tanto instantánea como gradual. Comienza en el momento en que somos

                                                                                                                         76  Ibíd.,  pág.  14.  77  Ibíd.,  pág.  18.  78  Justo  L.  González.  A  History  of  Christian  Thought  –Volume  3.  Nashville,  TN:  Abingdon  Press,  1970,  pág.  313  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Justo  L.  González.  Historia  del  Pensamiento  Cristiano,  Tomo  3.  Miami,  FL:  Editorial  Caribe,  1993,  pág.  319].  

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justificados por el amor santo, humilde, gentil y generoso de Dios por el hombre. A partir de ese momento aumenta y «crece como un grano de mostaza, el cual al principio, es la más pequeña de todas las semillas»... En otro instante, también, el corazón es limpiado de su pecado y experimenta un amor puro por Dios y el hombre.79

Wesley tuvo reservas en emplear el término “perfección sin pecado” porque podía insinuar la

incapacidad de pecar. La perfección cristiana tenía, para Wesley, un carácter teleológico: era la

meta de la vida cristiana, y no el punto de partida —como propugnaban las enseñanzas sobre la

santidad en tiempos posteriores. En su convincente libro titulado Transformed by Grace, J.

Ayodeji Adewuya dice: “La vida cristiana debe ser una experiencia en que venzamos cada vez

más al pecado y que nos conformemos cada vez más a la imagen de Cristo; esta es la meta que

tenemos por delante, la cual debemos anhelar y esforzarnos [por alcanzarla]”.80 En sus primeros

escritos, Wesley no tenía una convicción firme sobre cuándo exactamente se podía alcanzar este

estado. Él escribe: “Creo que este instante es generalmente el instante de la muerte, el momento

antes de que el alma deje el cuerpo. Pero creo que puede ser diez, veinte, o cuarenta años antes...

Creo que sucede generalmente muchos años después de la justificación; pero podría suceder a los

cinco años o a los cinco meses después. No conozco ningún argumento concluyente que lo

contradiga”.81 Durante gran parte de su vida Wesley tuvo cierto nivel de ambivalencia acerca de

dar prioridad a la “crisis” o al “proceso”. Finalmente, llegó al punto donde subrayó el carácter

instantáneo de la segunda bendición, “aunque siempre precedida y seguida por un proceso de

santificación gradual”.82

                                                                                                                         79  Donald  W.  Dayton.  Theological  Roots  of  Pentecostalism.  (Peabody,  MA:  Hendrickson  Publishers,  1987),  pág.  46  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Donald  W.  Dayton.  Raíces  Teológicas  del  Pentecostalismo.  Buenos  Aires,  Argentina:  Editorial  Nueva  Creación,  1991,  pág.  27].  80  J.  Ayodeji  Adewuya.  Transformed  by  Grace.  (Eugene:  Cascade  Books,  2004),  pág.  14.  81  Donald  Dayton.  Ibíd.,  pág.  48  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Donald  W.  Dayton.  Raíces  Teológicas  del  Pentecostalismo.  Buenos  Aires,  Argentina:  Editorial  Nueva  Creación,  1991,  pág.  29].  82  Dayton.  Ibíd.  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Donald  W.  Dayton.  Raíces  Teológicas  del  Pentecostalismo.  Buenos  Aires,  Argentina:  Editorial  Nueva  Creación,  1991,  pág.  29].  

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La interpretación wesleyana de la santificación tuvo un mayor desarrollo en los Estados

Unidos, donde asumió diversas trayectorias. El movimiento de avivamiento conocido como el

“Segundo Gran Despertar” trajo un interés renovado en los aspectos experienciales del

cristianismo además de la doctrina de la perfección cristiana. Este enfoque fue visto en los

movimientos metodista, bautista y reformado.

Timothy L. Smith describe las fuerzas religiosas dominantes en los Estados Unidos en la

víspera de la Guerra Civil como “una coalición de calvinismo con ‘avivamientos’ y de

‘arminianismo evangélico’, es decir, una combinación en la cual dominaban las ideas de tipo

metodista, incluyendo la doctrina de la perfección cristiana”.83 Los ideales y la doctrina del

movimiento de perfección cristiana penetraron varias denominaciones. Higher Christian Life,

una obra de W.E. Boardman, un creyente presbiteriano, se convirtió en el primer tratamiento

popular sobre ese tema que influenció a varias denominaciones. A.B. Earle, un creyente bautista,

experimentó la santificación y llevó tal enseñanza a esa denominación. Charles Cullis tuvo un rol

importante en llevar ese tema a la iglesia episcopal.

Dentro del ala calvinista del movimiento reformado, luminarias tales como Charles G. Finney

y Asa Mahan predicaron el mensaje de una “vida cristiana superior” mediante la perfección

cristiana. La doctrina de la santificación propugnada por Finney y Mahan resultó en el

“perfeccionismo de Oberlin”, el cual era de carácter básicamente wesleyano, pero influenciado

por el movimiento calvinista llamado “Nueva Divinidad”. Por consiguiente, hubo algunas

diferencias que causaron ciertos debates entre ellos y el movimiento de santidad metodista.

A pesar del crecimiento fenomenal que estaba ocurriendo dentro de la iglesia metodista

tradicional, había un grupo de cristianos que sentían que la interpretación wesleyana de la

                                                                                                                         83  Dayton.  Ibíd.,  pág.  64  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Donald  W.  Dayton.  Raíces  Teológicas  del  Pentecostalismo.  Buenos  Aires,  Argentina:  Editorial  Nueva  Creación,  1991,  pág.  38].  

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santificación estaba siendo descuidada. El resurgimiento de la doctrina de la perfección cristiana

en la iglesia metodista fue acaudillado por Phoebe y Walter Palmer. La tierra fértil que propició

el crecimiento del movimiento de santidad, tanto el ala reformada como la metodista, fue creada

por el reenfoque que ambos grupos le dieron a la santificación, al igual que el pietismo y el

milenarismo d el movimiento de avivamiento estadounidense. La doctrina de la santificación

tuvo un desarrollo adicional en estos contextos (algunos dirían que fue una modificación).

El ala pro avivamiento del metodismo prevaleció, y la santificación fue definida como una

obra de gracia que se recibía después de la regeneración. La predicación de avivamiento

enfatizaba firmemente esta obra de gracia como “experiencias de crisis”, las cuales eran

inmediatas y definibles. Phoebe Palmer entendía la experiencia de la perfección cristiana como la

culminación de un proceso de gracia. “La predicación del movimiento de santidad juntaba los

elementos de la enseñanza de Wesley sobre la santificación en torno a la segunda crisis de fe —

subsecuente a la justificación—, la cual era comúnmente llamada ‘entera santificación’”.84 En

este contexto, la doctrina de la entera santificación procuró resolver la tensión entre la crisis y el

proceso que estaba presente en Wesley. Esto se hizo al centrarse en el carácter instantáneo de la

experiencia como una segunda obra concreta de la gracia. En cierta manera, este enfoque

comenzó con Adam Clarke. Una colección de sus escritos titulada Christian Theology, publicada

en 1835, declara lo siguiente:

En ninguna parte de las Escrituras debemos buscar la santidad gradatim. Debemos venir a Dios tanto para una instantánea y total purificación de todo pecado como para un perdón instantáneo. No existen el perdón seriatim ni la purificación gradatim en la Biblia. Es cuando el alma se ve purificada de todo pecado que puede crecer en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.85

                                                                                                                         84  Melvin  E.  Dieter.  Ibíd.,  pág.  38.  85Donald  W.  Dayton.  Theological  Roots  of  Pentecostalism.  (Peabody,  MA:  Hendrickson  Publishers,  1987),  pág.  68  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Donald  W.  Dayton.  Raíces  Teológicas  del  Pentecostalismo.  Buenos  Aires,  Argentina:  Editorial  Nueva  Creación,  1991,  pág.  42].  

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Los oponentes alegaban que esta interpretación particular no era fiel a la enseñanza original de

Wesley. Dieter escribió: “Los oponentes alegaban que la interpretación wesleyana de que la

salvación era un continuo —en el cual ciertos puntos radicales de decisión e infusiones de la

gracia justificadora y santificadora eran puestos en el marco de un proceso de por vida— estaba

en peligro”.86 En cambio, aquéllos que apoyaban el “tema de la crisis” eran igualmente

categóricos. Dieter escribe nuevamente: “Los defensores del renovado énfasis al momento de

crisis de la entera santificación...temían que el énfasis excesivo de sus oponentes en el proceso y

la minimización de la experiencia de crisis tendiera a destruir la esperanza de alcanzar la entera

santificación en esta vida”.87 Tanta tensión creó el movimiento de santidad dentro del metodismo

que resultó en la separación y formación de nuevas iglesias.

Varios temas se convirtieron en parte integrante de la enseñanza del movimiento de santidad

tocante a la santificación. En primer lugar, estaba el uso de la ‘terminología del altar’ como la

fórmula para la experiencia de la santificación que subrayaba la disponibilidad inmediata de la

experiencia de la santificación. Este enfoque tendía a eliminar el tema de la lucha espiritual, el

cual era característico de la enseñanza del siglo XVIII. Palmer escribió: “Si no la recibes ahora,

la demora no será de parte de Dios, sino totalmente vuestra”.

Otro tema enfatizado era la insinuación de que el pecado (como substancia material) era

arrancado de raíz del corazón. Wesley mismo empleó términos tales como “la circuncisión del

corazón” para describir el producto de la santificación. El movimiento de santidad habló del

“concepto de la santificación como erradicación del pecado como si fuera una entidad unificada

que podía ser extirpada”.88 La terminología del ‘altar’ y la ‘erradicación’ junto con el enfoque en

                                                                                                                         86  Dieter.  Ibíd.,  pág.  38.  87  Dieter.  Ibíd.,  pág.  38.  88  Dieter.  Ibíd.,  pág.  41.  

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la ‘experiencia de crisis’, desarrolló lo que algunos percibían ser un concepto estático de la

gracia, en lugar de un proceso dinámico que se percibía tener más fundamento bíblico.

El Movimiento Anabaptista

Los anabaptistas rechazaron toda idea de rebautismo; nunca consideraron que la aspersión

ceremonial recibida por la gente en la infancia fuese un bautismo legítimo. Su meta básica era la

restitución del cristianismo apostólico verdadero. Afirmaban que en la iglesia del Nuevo

Testamento sólo los hombres y las mujeres que experimentaran personalmente la regeneración

espiritual eran candidatos para el bautismo en agua. También sostenían que las iglesias

apostólicas no sabían nada del bautismo de infantes, y que tal práctica fue introducida en la

iglesia durante los siglos II y III. Sostenían que esta práctica —conveniente para promover el

cristianismo— fue creada por el cristianismo nominal, pero carecía de espiritualidad. Pero fueron

más allá, y se negaron firmemente a pertenecer al poder del mundo, incluyendo el portar armas,

ocupar puestos políticos y prestar juramentos. Estas creencias los hicieron vulnerables, y fueron

atacados por la Iglesia Católica Romana, tanto así que ya para enero de 1527 se nombraba a

Félix Manz como el primer mártir entre ellos. Hacia 1529, la Dieta de Speyer declaró herejes a

los anabaptistas. El grupo se extendió allende los Alpes Suizos, hacia Francia, Alemania e

Inglaterra. Es interesante que sean parientes lejanos de los bautistas, cuáqueros,

congregacionalistas y pentecostales, y que hoy la mayoría de sus seguidores sean llamados

menonitas.89

¿Por qué debemos nosotros, los apegados a la tradición de santidad, considerar a estos

reformadores como parte de nuestro legado distante? Porque los anabaptistas, más que cualquier

otro grupo reformador, abrazaron la ‘ética del amor’, la cual dice que los cristianos deben emular                                                                                                                          89  Bruce  L.  Shelley.  Church  History  in  Plain  Language.  (Nashville,  TN:  Thomas  Nelson,  2008),  págs.  248-­‐251.  

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a Jesús siguiéndole en el bautismo y en una vida de servicio. En la Confesión de Schleitheim de

1527, se pusieron de acuerdo sobre cuatro principios inequívocos que debe considerar en oración

un creyente sincero que quiera buscar al Dios santo:

1. La relación del cristiano con Jesucristo debe ir más allá de la experiencia interior y la aceptación de doctrinas. Tiene que envolver un caminar diario con Dios, en el cual las enseñanzas y el ejemplo de Cristo dan forma a un estilo de vida transformada. 2. El principio del amor surgía lógicamente del primer principio. En sus tratos con los que no eran anabaptistas, actuaron como pacifistas. No salían a la guerra, ni se defendían de sus perseguidores, ni tomaban parte en ninguna coerción realizada por el estado. 3. El tercer principio era la perspectiva congregacional de la autoridad en la iglesia. En sus asambleas, todos los miembros eran creyentes que fueron bautizados voluntariamente tras confesar la fe personal en Cristo. Cada creyente, basado entonces en la aplicación práctica de esta autoridad, era tanto un sacerdote para sus compañeros creyentes como un misionero para los incrédulos. 4. La cuarta convicción importante de los anabaptistas era la insistencia sobre la separación de la iglesia y el estado. Creían que los cristianos eran “un pueblo libre, sin forzamiento, y sin obligación”. La fe es un regalo gratuito de Dios, y las autoridades civiles se extralimitan cuando “defienden la Palabra de Dios con el puño”.90

Para concluir este breve vistazo a este grupo de reforma, los descendientes de los anabaptistas

perdieron muchas de las características de sus fundadores. En su búsqueda de una iglesia pura, se

volvieron a veces legalistas. También perdieron, a causa de la persecución, su fervor

evangelístico, y llegaron a ser más conocidos por su excelencia en la agricultura, su buen

civismo y su buena ética de trabajo.

El Pentecostalismo (La Santificación Pentecostal)

Como siempre, las preguntas sobre el rol y la obra del Espíritu en la doctrina de la perfección

cristiana vinieron a ocupar el centro de atención. Esta pregunta trajo dificultades para algunos

sectores de la tradición wesleyana por más de un siglo. Una vez que el enfoque de la entera

                                                                                                                         90  Bruce  L.  Shelley.  Ibíd.,  págs.  253,  254.  

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santificación cambió para enfatizar el momento de la experiencia, surgieron preguntas en cuanto

a lo apropiado de describir esta experiencia como el bautismo en el Espíritu Santo. Wesley

mismo no sostenía esta interpretación, pero la misma fue claramente apoyada por John Fletcher,

quien fuera el sucesor designado de Wesley. Fletcher enseñó que “el pleno potencial de la

salvación del pecado —el cual es inherente en la promesa del Espíritu— no se realiza hasta que,

en un momento subsecuente de fe y obediencia completas a la voluntad de Dios, uno llega a ser

tan lleno del Espíritu que la santidad y el amor se convierten en el patrón habitual de la vida de

uno”.91

El uso de la imaginería y el lenguaje pentecostales para describir la experiencia de la

santificación llegó a ser más común a medida que la atención pasó del tema de la perfección al

tema de la santidad y luego al tema del poder. Los escritos de Phoebe Palmer colocan la

santificación en el contexto de la pureza; sin embargo, hubo cierto reflejo del lenguaje

pentecostal en sus escritos posteriores. Finney y otros “perfeccionistas de Oberlin” enfatizaron,

aun más que Palmer, la obra del Espíritu Santo en la santificación. Otra fuente del lenguaje

pentecostal se encuentra en las “Conferencias de Keswick para la Vida Superior” en Inglaterra.

Los maestros de la “Vida Superior” concebían la santificación como parte de una serie de

“experiencias que equipaba a los creyentes para realizar obras extraordinarias de testimonio y

servicio. Lo llamaban una ‘dotación’ de poder”.92

A medida que el movimiento de santidad se separaba del metodismo, fue adoptando cada vez

más la fórmula de la santificación pentecostal. La fórmula de Fletcher estaba superando a la

enseñanza wesleyana tradicional. El problema de balancear los temas de la perfección y la

pureza con el tema del poder pentecostal presentó un desafío formidable. Phoebe Palmer procuró                                                                                                                          91  Melvin  E.  Dieter.  Ibíd.,  pág.  43.    92  Grant  Wacker.  Heaven  Below-­‐Early  Pentecostals  and  American  Culture  (Cambridge,  MA:  Harvard  University  Press,  2001),  pág.  2.  

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aliviar esa tensión al equiparar la santidad y el poder. Propuso que “la santidad es poder” y que

“la pureza y el poder son idénticos”. La subsiguiente reformulación de “la lucha entre pureza y

poder” fue la postulada enseñanza de las “tres bendiciones”. Algunos en el movimiento de

santidad defendían una enseñanza que dividía la “segunda obra” en dos bendiciones distintas.

Esta postura apareció ya para 1856 en la obra Guide to Holiness, en la cual alguien preguntó: “La

santidad total, la santificación total, un corazón limpio, un amor perfecto, o una plena salvación,

¿significan el bautismo pleno del Espíritu Santo? ¿Es posible que una persona disfrute las

bendiciones de una santificación total sin haber obtenido aún la plenitud del Espíritu?”93

También se estaba dando énfasis al asunto de la pureza como una obra preparatoria para el

bautismo del Espíritu, insinuando de manera similar una separación de las experiencias. Al

hermano A.B. Earle, un evangelista bautista del movimiento de santidad, le hicieron la siguiente

pregunta: “¿Es posible que una persona tenga un corazón limpio sin el bautismo del Espíritu

Santo?” Él respondió diciendo que “un corazón limpio es una preparación para el bautismo del

Espíritu Santo”.94

Nociones Comunes sobre la Santificación/la Santidad

Juan Wesley trató los temas de la santificación y la santidad al escribir numerosos sermones

sobre ambos temas. En uno de esos sermones, explicó el rol del Espíritu Santo en el proceso de

la santificación. A continuación, una larga pero beneficiosa cita de Wesley:

Si tomamos esta salvación en su sentido más extenso, incluye toda la obra que se lleva a cabo en el alma, lo que con frecuencia se llama “conciencia natural”, pero más propiamente “gracia preveniente”. Incluye todos los llamamientos del Padre, los deseos de tener a Dios, que si los alimentamos, aumentarán más; toda esa luz

                                                                                                                         93  Donald  W.  Dayton.  Ibíd.,  pág.  94  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase  Donald  W.  Dayton.  Raíces  Teológicas  del  Pentecostalismo.  Buenos  Aires,  Argentina:  Editorial  Nueva  Creación,  1991,  pág.  63].    94  Ibíd.,  pág.  96  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase:  Donald  W.  Dayton.  Raíces  Teológicas  del  Pentecostalismo.  Buenos  Aires,  Argentina:  Editorial  Nueva  Creación,  1991,  pág.  63].  

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con que el Hijo de Dios “alumbra a todo hombre que viene a este mundo”; enseñando a todos los hombres a “hacer juicio, amar misericordia, y humillarse” para andar con su Dios. Incluye también todas las convicciones que su Espíritu inspira de tiempo en tiempo en cada criatura, si bien es cierto que la mayoría de los hombres las ahogan inmediatamente y poco después las olvidan, o al menos niegan que las hayan tenido. Al mismo tiempo que somos justificados, en el mismo instante, principia la santificación. En ese momento nacemos de nuevo, nacemos de lo alto, nacemos del Espíritu, tiene lugar un cambio real lo mismo que relativo. Somos renovados interiormente por el poder de Dios. Sentimos “el amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es dado”, y quien engendra el amor al género humano y muy especialmente a los hijos de Dios. Excluye el amor del mundo, el amor del placer, de las comodidades, de los honores, y del dinero; lo mismo que la soberbia, la ira, la voluntad propia y toda clase de mala disposición. En otras palabras, convierte la mente terrena, sensual, diabólica, en la mente de Cristo. Cosa muy natural es que quienes sienten ese cambio imaginen que ya no queda ningún pecado. Que ha sido arrancado de raíz del corazón. Que ya no ocupa en él ningún lugar. Cuan fácilmente sacan esta conclusión: “No siento ningún pecado, por consiguiente, no tengo ninguno. No se mueve, por consiguiente, no existe. No tiene movimiento alguno, por consiguiente, no tiene ser”. Pero muy pronto se desengañan al descubrir que el pecado estaba dormido, pero no muerto. Vuelve la tentación y revive el pecado, mostrándoles que estaba aturdido, mas no muerto. Sienten en sí mismos dos principios contrarios el uno [del] otro: “la carne luchando en contra del Espíritu”; la naturaleza oponiéndose a la gracia de Dios. No pueden negar que si bien tienen el poder de creer en Jesucristo y de amar a Dios, si bien el “Espíritu” aún testifica con sus espíritus que son hijos de Dios, algunas veces sienten soberbia, voluntad propia, cólera o incredulidad. Sienten que algunas de esas pasiones se mueven con frecuencia en sus corazones, si bien no conquistando, tal vez atacándolos con frecuencia para que caigan, pero el Señor es su ayuda. Desde el momento en que nacemos de nuevo, empieza la obra gradual de la santificación. El Espíritu nos ayuda a mortificar “las obras de la carne” de nuestra naturaleza perversa, y mientras más muertos estamos al pecado, más enteramente vivimos para Dios. Pasamos de gracia en gracia mientras tenemos cuidado de abstenernos “de toda especie de mal”. Somos “celosos de buenas obras”, según se presenta la oportunidad. Cumplimos sin falta con todas las ordenanzas, adorando a Dios en ellas en espíritu y en verdad. Tomamos nuestra cruz y no nos permitimos ningún placer que no nos guíe hacia Dios.95

                                                                                                                         95  Juan  Wesley.  “The  Scripture  Way  of  Salvation”  [El  Camino  Bíblico  de  la  Salvación].  Colección  de  Sermones  de  Juan  Wesley:  ed.  electrónica,  archivos  STEP,  Copyright  ©  2008,  Quick  Verse.  Extractos  de  las  págs.  1,  2.  [N.  del  T.  —  

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Aunque Wesley expresó muchas otras ideas en este sermón, su inclusión del Espíritu Santo es

esencial para nuestro entendimiento de la búsqueda de la santidad. La falta de comprensión y

aceptación del rol del Espíritu Santo en la santidad ha dejado a muchos sin el catalizador, y

necesitamos esta dirección constante de la tercera Persona de la Trinidad. Se ha dicho

cuidadosamente que:

Para relacionarse correctamente con Dios —esto es, conocer y seguir a Dios— se requería un desarrollo transformador progresivo. La participación en la adoración y el testimonio pentecostales produjo, con el tiempo, una transformación “eficaz” en la cual las vidas fueron formadas y moldeadas por su experiencia con Dios… El Espíritu habría de guiarlos a la justicia. El Espíritu habría de buscar en el corazón y, por la Palabra, señalar aquello que no era según Cristo y, por consiguiente, carnal. El Espíritu habría de llenar y dirigir en ese poderoso testimonio. El Espíritu habría de expresarse mediante dones y fruto que producen un carácter divino el cual está siendo formado en el creyente debido a la participación en la vida divina. Por medio del Espíritu, el Padre, el Hijo y el Espíritu vienen a hacer morada en el creyente.96

Las Presuposiciones en la Formación Pasada de la IDP

Mientras escudriñamos las Escrituras, debemos tener en cuenta la búsqueda de la santidad

entrelazada en las páginas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Nuestras pasadas

presuposiciones, aun en la Iglesia de Dios de la Profecía (en lo sucesivo, la abreviaremos como

IDP), estuvieron grandemente influenciadas por el movimiento de santidad del siglo XIX.

Mientras que este movimiento se esparcía por Gales, Escocia, Inglaterra y los Estados Unidos

con un avivamiento espiritual positivo, también se vio infectado con algunas interpretaciones

bíblicas erróneas que incluso alteraron las enseñanzas originales de Juan Wesley y Jacobo

Arminio. Tanto así, que frases acuñadas como “entera santificación”, “santificación instantánea”

y “perfección sin pecado” comenzaron a ser incrustadas con nuevos significados en el                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        El  texto  en  español  de  este  sermón  fue  tomado  de  la  página  web  del  “Wesley  Center  Online”,  el  cual  se  encuentra  en  http://wesley.nnu.edu/].  96  Steven  J.  Land.  Pentecostal  Spirituality.  Sheffield  Academic  Press:  Sheffield,  England,  2001,  pág.  130.  

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movimiento para influenciar las creencias de la iglesia y las interpretaciones doctrinales.

Lamentablemente, estas breves descripciones conllevaron algunas inferencias incorrectas que

afectaron grandemente a la mayoría de las iglesias pentecostales. La IDP no se libró de estas

incongruencias e inexactitudes.

Los tratados antiguos de la IDP daban énfasis a una experiencia instantánea que era un

acontecimiento definitivo.97 Sin embargo, estos dos documentos sólo citan unos pocos versículos

bíblicos con relación a la santificación, y discuten muy poco sobre el proceso continuo de la

santidad. Asimismo, el Espíritu Santo se menciona solamente como la tercera experiencia, pero

no se hace mención del rol del Espíritu Santo en la santificación inicial, ni tampoco la necesidad

de que el Espíritu anime al cristiano a procurar más gracia santificante por toda la vida. La

omisión de estos componentes clave por parte de otros pioneros del movimiento de santidad del

siglo XIX fue considerado una prueba indiscutible. La exclusión accidental de varios pasajes

bíblicos sobre el madurar en la santidad promovió entre muchas personas la noción de que, una

vez santificados, no se necesitaba una experiencia de crecimiento tras recibir el bautismo del

Espíritu Santo.

A pesar de este interés vehemente sobre la experiencia inicial de la santificación, hubo

excepciones que indicaron la necesidad de permitir que el Espíritu Santo siguiera obrando en esta

búsqueda de la santidad. En el tratado Sanctification: A Second Work of Grace, A.J. Tomlinson

declara que “la santificación, como obra definitiva de la gracia subsecuente a la regeneración,

debe ser deseada por todos” (página 2). Tomlinson también declara que “para ser santificado se

requiere un segundo viaje hacia Jesús, porque Él ha sido hecho por Dios justificación nuestra y

santificación nuestra (1 Corintios 1:30)” (página 2). El primer viaje hacia Jesús es para buscar la

                                                                                                                         97  A.J.  Tomlinson.  Sanctification:  A  Second  Work  of  Grace  and  Sanctification:  A  Peculiar  Treasure.  Casa  de  Publicaciones  Ala  Blanca:  Cleveland,  TN  (tratados,  sin  fecha  de  publicación).    

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justificación o el perdón de los pecados, y “el segundo viaje realiza una obra que no fue realizada

en el primer viaje” (página 3). Tomlinson cita varios versículos bíblicos, tales como Hebreos

13:12, 13 y 2 Timoteo 2:21, para cimentar su convicción de que “Jesús santifica definitivamente

cuando las personas vienen a Él de manera apropiada” (página 3).98

Aunque Tomlinson declaró que la santificación es una obra de gracia definitiva, no sostuvo la

idea de que ‘una vez santificado, siempre santificado’. En este mismo tratado dijo:

Para obtener esta experiencia, el creyente se mete de una vez —o por un acto de fe— en la corriente purificadora, y es hecho inmediatamente limpio. Se mantiene limpio permaneciendo en esa corriente, o permaneciendo fiel. La pureza es retenida en la misma condición en que se obtuvo; y permanecer bajo la ola purificadora es ser fiel a las condiciones de la pureza. Jesús expresó la idea del lavamiento continuo mediante la figura de “permanecer en la vid” [cursivas añadidas para dar énfasis] (página 4).99

Las Experiencias Personales de la Santificación

En su pequeño libro Answering the Call of God, A.J. Tomlinson relata su experiencia personal

de la santificación:

Algún tiempo después, entré en un tremendo conflicto con un “viejo hombre” que me dio una lucha recia. Me le opuse, y luché con el día y noche por varios meses. No sabía cómo vencerlo. Nadie sabía qué decirme y nadie podía darme aliento. Me pasó por la mente algunas ideas serias de construir un kiosco en medio de cierto sembrado, donde pudiera estar a solas con Dios y la Biblia. Nadie podía ayudarme, así que yo no quería estar donde ellos estuviesen. Estaba sembrando maíz, y supongo que oré en casi cada surco, y en casi todo el sembradío. Aunque trabajaba arduamente a diario, a menudo sólo comía una vez al día. Lo recuerdo como si fuera ayer. A veces salía de la casa en la noche, y me quedaba afuera y oraba por [varias] horas. Leía mi Biblia y oraba muchas noches hasta la medianoche o las dos de la madrugada, y luego me iba nuevamente a trabajar al salir el alba. Fue una lucha difícil, pero estaba determinado a hacer morir a ese “viejo hombre”. Ya me había causado muchos males, y yo sabía que debía ser destruido o, de lo contrario, me llevaría a la ruina, y llevaría mi alma al infierno por su influencia sutil y cruel agarre. Por fin llegó la última lucha. Fue un combate de cuerpo a cuerpo, y los demonios del infierno parecían estar reuniendo sus legiones. Y sin duda, sus formas

                                                                                                                         98  A.J.  Tomlinson,  Ibíd.  99  A.J.  Tomlinson,  Ibíd.  

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espantosas y gritos furiosos hubieran sido demasiado difíciles para mí, si el Señor no hubiese enviado un ejército de ángeles para darme ayuda en aquella terrible hora de peligro. Pero ese fue el último gran conflicto, y logré, por cierta habilidad peculiar, clavarle la espada hasta la empuñadura. Era alrededor del mediodía. Exclamé, en amargura de alma: “¡Ahora mismo! ¡Ahora mismo! ¡Tienes que rendirte ahora mismo! ¡Ahora mismo!” Sentí que comenzó a debilitarse y temblar. Mantuve la “Espada” clavada en él, y no le di tregua. Esa “Espada” de dos filos estaba realizando su mortífero trabajo. No tuve clemencia para con él. Estábamos en esa altura cuando, de repente, vino desde lo alto algo parecido a un relámpago del cielo, un poder sensacional que dio fin al conflicto, y allí yacía el “viejo hombre” muerto ante mis pies, y me encontraba libre de su agarre. Gracias a Dios, ahora podía respirar profundamente de nuevo. Fue una lucha recia, pero se obtuvo la victoria. Esto ocurrió hace alrededor de veinte años, pero lo recuerdo como si fuera ayer. Realmente fui santificado por entero.100

La Norma y la Excepción

La santificación, sea en la experiencia inicial en la vida de un creyente o en el crecimiento

continuo en la vida de un cristiano, puede que no siempre tenga lugar de la misma manera que en

la vida de otros. Para Dios, la norma no excluye a la excepción, porque Dios no es sólo el

Creador, sino también Aquel que vuelve a crear. En 2 Corintios 10:7, en respuesta a los que

cuestionaron su llamado y experiencia con Cristo, Pablo expresa esta verdad profunda: “Miráis

las cosas según la apariencia. Si alguno está persuadido en sí mismo de que es de Cristo, esto

también piense por sí mismo: que como él es de Cristo, así también nosotros somos de Cristo”.

Aunque el ministerio y apostolado de Pablo era radicalmente distinto al de otros apóstoles como

Pedro y Juan, no era menos genuino por ser una excepción a la norma. En Hechos 15:8, 9

también vemos la misma observación hecha por Pedro, quien, al relatar los sucesos ocurridos en

casa de Cornelio, destaca esta excepción que difería radicalmente de lo que él y otros habían

visto y oído en el día de Pentecostés. Él dice: “Y Dios, que conoce los corazones, les dio

testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre

                                                                                                                         100  A.J.  Tomlinson.  Answering  the  Call  of  God.  Casa  de  Publicaciones  Ala  Blanca:  Cleveland,  TN  (folleto,  sin  fecha  de  publicación).  

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nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones”. La manera y las manifestaciones externas

que aparecieron el día de Pentecostés se convirtieron en la excepción y no en la norma que se

encuentra en el resto del libro de los Hechos e incluso en nuestras iglesias hoy.

Habiendo examinado cómo funciona en otras partes de la Biblia la excepción a la norma,

[vemos que] la experiencia de la santificación inicial no siempre ocurre en los creyentes en la

misma manera. De hecho, la historia de la experiencia de santificación de A.J. Tomlinson, al

igual que la de muchos otros, son sin duda una excepción a lo que miles de otros han

experimentado a medida que han procurado y recibido una santificación inicial que los llevara a

una limpieza continua, una relación de crecimiento que estimula al corazón a buscar la santidad.

Debemos respetar esta verdad sobre la norma y la excepción, porque nuestro Dios Creador

todavía está haciendo una nueva creación en los corazones y las vidas de los cristianos hoy.

La Cultura y la Santidad

Existe una plétora de autores y libros con perspectivas divergentes sobre la santidad, y es

inevitable que mencionemos aquí algunos de los más conocidos. Algunos cristianos consideran

que la santidad es una virtud muy deseable, y algo muy hermoso que admirar y sobre la cual

reflexionar; pero también suponen que es imposible de alcanzar, sin siquiera intentar alcanzarla.

Consideran que la santidad es una teoría hermosa, pero completamente imposible de alcanzar

como experiencia, y completamente impracticable como estilo de vida. Hay otros que creen que

el tema es completamente utópico, y que aquéllos que la desean o afirman tenerla son

excéntricos, o están engañados, o son espiritualmente orgullosos, o todas las anteriores. Mientras

tanto, hay otro grupo que desdeña categóricamente el tema de la santidad.

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Una de las tensiones existentes en el movimiento de santidad consiste en reconocer la

influencia de la cultura mientras que se mantiene la integridad del mensaje de santidad. Sin duda,

el mensaje de santidad habrá de cruzarse con la cultura porque los seres humanos se forman en

un contexto cultural particular. El desafío consiste en cómo impartir el mensaje de santidad en

maneras relevantes mientras que, al mismo tiempo, se retiene la integridad del mismo. Una de las

preguntas que debemos hacernos es: “¿Cómo conversar con las culturas y subculturas en

maneras que sean relevantes y que encarnen el poder del mensaje de santidad para lograr la

transformación de las vidas?” De manera similar, debemos preguntarnos: “¿Qué aspecto tomaría

la santidad en iglesias de diferentes contextos socioeconómicos y políticos, al igual que en otras

culturas que aceptan el mensaje del evangelio?” Por ejemplo, la perspectiva de la santificación

en la cultura africana procede desde un punto de vista distinto al de la cultura occidental. La

santidad no es una palabra o doctrina extraña en África ni en la religión africana. En la religión

africana tradicional se adoran a muchos dioses y deidades. De hecho, existen dioses para casi

todas las cosas y todas las ocupaciones: un dios del comercio, un dios de la guerra, un dios de la

cosecha, un dios del matrimonio/fertilidad, un dios del hierro, un dios de la seguridad, y así

sucesivamente. También existen deidades en tierras y territorios, a los cuales se atribuye toda

supervisión de sus respectivas tierras o territorios. De ahí proviene la expresión “el dios de

nuestra tierra”.101

La mayoría de estas deidades tienen árboles sagrados, vasijas sagradas, ríos sagrados, rocas

sagradas, días sagrados y aun meses sagrados. Hay criados, esclavos, sirvientes e incluso clanes

separados para las deidades. Son escogidos por tales deidades como recompensa por sus proezas

en la guerra o en las danzas, o por ser leales o por poseer belleza. A veces el individuo se ofrece

a sí mismo a tales deidades motivado por los beneficios de estar consagrado a la deidad o por la                                                                                                                          101  James  Kolawole.  Observaciones  compartidas  con  el  Comité  DBG  en  consulta  con  el  obispo  Kolawole,  de  Nigeria.    

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protección que se recibe de dicha deidad. Algunos pueden ser consagrados a tales dioses y

deidades por sus padres, tal vez después de una larga enfermedad o condición cuya sanación o

cambio es atribuida al dios o deidad particular. Siempre hay un período prolongado de limpieza

ceremonial, rituales y separación antes de la iniciación al culto u orden. Tras la iniciación, el

candidato se distingue de los demás en actitud y conducta. Cuando se completa este proceso, se

considera que tal persona está consagrada y separada para el servicio de las deidades.

De manera similar, los dioses y deidades son enviados a buscar y castigar, por mutilación o

incluso muerte, a la(s) persona(s) que comete(n) ofensas particulares en un tiempo o lugar

particulares. Es decir, “el dios del trueno” puede ser enviado con una maldición u otro castigo

específico contra un robo, una violación, o un asesinato. Se dice que estos dioses tienen la

capacidad de revelar misterios. Aunque sabemos que tales unciones están disponibles en la

mayoría de las situaciones de la vida africana, la solución del supuesto misterio les toca a los

miembros iniciados y consagrados de la orden particular. Porque una ordenanza manda que, por

cuanto las comunidades operan a nivel personal (esto es, todos los miembros de la sociedad se

conocen cara a cara los unos a los otros), son capaces de juntar respuestas y soluciones a debates

y problemas difíciles por medio de la creación de tejidos complejos, resolución de adivinanzas y

la obtención de información a partir de cuentos, ilusiones y enigmas.102

Siendo esto así, las comunidades, los clanes y las familias son pacíficos y ordenados en la

mayoría de los casos, con la excepción de los drásticos y draconianos ajusticiamientos. De

hecho, algunas personas que se aferran a la religión africana tradicional sostienen que, desde la

llegada de la religión cristiana y su adjunta “civilización” a nuestra sociedad y comunidades, el

mal y el pecado se han agravado. El adulterio, la fornicación, los hurtos, la indecencia, los

secuestros, los genocidios, las guerras políticas y otros males se están proliferando cada vez más.                                                                                                                          102  James  Kolawole,  Ibíd.  

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El punto que queremos dejar claro aquí no es que el cristianismo haya traído los vicios y los

males, sino que el cristianismo que no es vivido plenamente es una aberración, una excusa para

la decadencia moral y el libertinaje. Pablo advirtió que no se debe usar la libertad cristiana como

excusa para cometer pecados: “Vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que

no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros”

(Gálatas 5:13 [véase también Santiago 1:25 y 1 Pedro 2:16]). Decimos, pues, que traer de vuelta

la consagración y la santidad al radar de la espiritualidad en nuestra cultura no solamente es bien

acogida sino también un avivamiento de valores y una acreditación de virtudes con las cuales nos

podemos identificar y asociar con facilidad. Conscientes del hecho de que la cultura afecta el

mensaje de la santidad y las iglesias porque el hombre es un ser socialmente moldeado, el reto

consiste en cómo aplicar la santidad bíblica en un entorno cultural africano que se ha visto muy

influenciado por el modernismo y posmodernismo occidentales. La cultura nos desafía a

propagar la santidad en maneras que sean relevantes y transformadoras, sin perder la integridad

del mensaje.

La Santificación Bíblica Comparada con la Santificación en la Cultura Africana

A continuación exponemos estas virtudes frente a frente, no porque sean iguales, sino porque

queremos comparar ambas perspectivas de la santificación:

1. La santificación bíblica es la separación para el Dios Todopoderoso, el cual entonces otorga una bendición de paz total y reconciliación sobre el recipiente; pero la santificación en la cultura africana es una separación a una deidad el cual entonces impone un yugo de posesión sobre el recipiente y un temor a morir si alguna de las ordenanzas no fuere completamente obedecida. Jesús dijo: “…mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.

2. Ambas perspectivas de la santificación exigen consagración y pureza. La santificación bíblica precede a la santidad y la vida plena que resulta en la pureza positiva y la buena

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conciencia; pero, por el otro lado, la santificación cultural africana causa debilitamiento y resulta en una pureza negativa que termina siendo el fin de los medios.

3. En la cultura africana —la mayoría de las veces— la santificación es un reclutamiento obligatorio y una decisión comunitaria, pero la santificación bíblica es un asunto personal, privado y voluntario.

4. La santificación bíblica es por gracia y es dispensada por Dios; la santificación africana es por leyes de hombres y dispensada por los hombres como un culto.

La cultura ejercía a menudo un rol significativo en la manera de interpretar y aplicar los

imperativos morales. A menudo, los distintivos culturales del primer siglo que produjeron las

tensiones particulares entre los creyentes del primer siglo no se traducen con facilidad a los

contextos contemporáneos. Por lo tanto, las exigencias ético-morales distintivas de los cristianos

han requerido cierta reinterpretación a través de la historia de la iglesia, especialmente en lo que

concierne a la doctrina de la santidad. Esto es especialmente cierto con respecto a los ‘distintivos

externos’ tales como el vestido, el adorno y las actividades seculares.

El capítulo 19 de Levítico trata principalmente con la santidad en la ética social. El capítulo

comienza con la declaración divina: “...santos seréis, porque santo soy yo, Jehová, vuestro Dios”

(Levítico 19:2). El capítulo define y describe la santidad en todas las áreas de la vida. La

siguiente cita capta el espíritu de esta sección de la ley de santidad:

La santidad permanece como el principio fundamental en la larga lista de preceptos establecidos en este capítulo. La santidad es el objeto de toda la ley moral y ceremonial. Sin embargo, por cuanto Dios establece las normas y define lo que la santidad incluye o no incluye, la santidad de Dios funciona como un modelo y como una fuerza motivadora en el desarrollo y mantenimiento de un carácter santo. Para asegurar que no se pierda de vista la lección principal, 15 de las 16 subsecciones terminan con este recordatorio: “Yo soy Jehová vuestro Dios”.103

                                                                                                                         103  Walter  C.  Kaiser.  New  Interpreters  Bible  (Volume  1).  Nashville,  TN:  Abingdon  Press,  1994,  pág.  1131.  

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Es obvio que muchos de los mandatos culturales específicos que se encuentran en Levítico no

pueden ser trasladados a las condiciones sociales contemporáneas y, por ende, requieren cierta

reinterpretación cultural para mantener la relevancia de los principios para los lectores

contemporáneos y los destinatarios originales.

El movimiento de santidad y el movimiento pentecostal surgieron de una “cuna cultural”

estadounidense, por lo que reflejaban una visión culturalmente distinta de los aspectos sociales

de la santidad personal. Esta visión culturalmente distinta produjo ciertas prohibiciones que

apuntaban contra algunos de los males sociales dominantes. De manera similar, la posición de la

mujer en la sociedad durante esta época también influenció algunas de las posturas doctrinales.

Muchas de las prohibiciones que se convirtieron en parte integral de la doctrina de la santidad en

los Estados Unidos y en otras culturas occidentales revelan tener poca o ninguna relevancia

cuando se les coloca en diferentes contextos culturales alrededor del mundo. Los asuntos sociales

—tales como el vestido, el adorno, las actividades sociales y otros— son cuestiones delicadas

que están inextricablemente enlazadas con la cultura y pudieran carecer de aplicaciones idénticas

en cuanto a definir la santidad.

El desafío patente al yuxtaponer la santidad y la cultura consiste en llegar a determinar las

“cosas necesarias” (véase Hechos 15:28) de la santidad, sin importar la cultura, mientras que se

evita la percepción de que tales decisiones son simplemente el resultado de cierto tipo de

‘negociación cultural’.

Se considera que Hechos 15 marcó un hito en el libro de los Hechos. En este capítulo, el relato

lucano narra los acontecimientos que giran en torno al así llamado “concilio de Jerusalén”.

Aunque esta narración se interpreta, por lo usual, en un contexto soteriológico, hay un contexto

sociológico sobresaliente que va acompañado de consecuencias culturales. Los aspectos

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culturales tenían que ver con la interrogante de si era o no necesario que los gentiles guardasen

las observancias culturales judías —muchas de las cuales estaban inseparablemente ligadas a su

identidad como el pueblo santo de Dios.

El consenso del concilio (“Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros”) fue

reconocer la ‘especificidad cultural’ del mensaje del evangelio en ciertos contextos sociales. Por

consiguiente, tuvieron el cuidado de identificar ciertos elementos innegociables (RV 1960:

“cosas necesarias”; LBLA: “cosas esenciales”) que eran requeridos para vivir vidas santas, a

pesar de cuál fuese el contexto cultural. Es la identificación de los ‘innegociables’, en contraste

con los elementos culturales específicos ‘negociables’, que ayudará a lidiar con la tensión que

existe en mantener el estándar de la santidad en un contexto cristiano culturalmente diverso.

La Dinámica entre la Santidad Personal y la Santidad Corporativa

En el libro Transformed by Grace, J. Ayodeji Adewuya ofrece la siguiente cita conmovedora

de la obra de Joel R. Beeke:

En un sentido real, el llamado a la santidad es holístico, pues toda nuestra vida está envuelta —alma y cuerpo, tiempo y eternidad. Ese llamado envuelve cada esfera de la vida en la cual estamos llamados a movernos en intimidad con Dios, en la intimidad de nuestros hogares, en la competitividad de nuestra ocupación o trabajo, en el disfrute de las amistades sociales… El llamado a la santidad es un llamado de siete días a la semana, y 365 días al año. Es un llamado radicalmente abarcador; pertenece a la médula de la fe y práctica religiosa.104

Aunque el aspecto personal de la santificación sea usualmente el aspecto más enfatizado, el

aspecto corporativo (como señaláramos anteriormente en este estudio) tiene igual importancia en

la obra salvífica de Dios en el mundo. El llamado a la santidad incluye la respuesta individual a

esa obra de gracia, y también trasciende a la misma. La santificación personal tiene que ver

                                                                                                                         104  J.  Ayodeji  Adewuya.  Transformed  by  Grace.  Eugene,  OR:  Cascade  Books,  2004,  pág.  14.  

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principalmente con la experiencia y expresión de la santificación en el área de la ética personal y

la moralidad, mientras que la santificación corporativa tiene que ver con la interacción de toda la

comunidad de fe.

El movimiento pietista, el movimiento de avivamiento, y los subsecuentes movimientos de

santidad destacaron la responsabilidad del individuo de cumplir con los requisitos de la vida

santa. El enfoque en la santidad personal, presente en el Nuevo Testamento y la iglesia primitiva,

pareció haber perdido su fervor y fue incorporada en el enfoque corporativo de la iglesia

occidental, la cual se convirtió, con el tiempo, en la Iglesia Católica Romana.

En el Nuevo Testamento, se le llamaba ‘santos’ a todos los creyentes. Con el tiempo, la

santidad vino a ser atribuida sólo selectivamente a unos pocos cristianos vivientes, o a aquéllos

que habían sufrido o se habían convertido en mártires. Este cambio llegó a ser una “reducción

del testimonio de todos los miembros hasta quedar con el logro extraordinario de unos pocos”.105

La santidad personal perdió la fuerza que tuvo una vez como catalizador para la propagación

del evangelio. Por consiguiente, la santidad fue relegada al ámbito del clero, bajo el control

absoluto de la iglesia. La responsabilidad de la santidad personal fue dispensada mediante el

sistema de penitencias. McClendon escribe:

La elevación de algunos miembros de la iglesia a roles concretos de santidad, o a la santidad, insinuaba que no todos eran santos, y antes del año 100 d.C. parecía que existían dos caminos cristianos para llegar al cielo: un camino superior tomado por los santos, el camino de los perfectos, y un camino inferior para los cristianos ordinarios —la práctica de la penitencia.106

La búsqueda de la santidad personal es una actividad que une al creyente con Dios en una

relación transformadora. Los siguientes términos son importantes para el concepto de la santidad

personal:                                                                                                                          105  James  W.  McClendon.  Systematic  Theology  (Volume  1  –  Ethics).  Nashville,  TN:  Abingdon  Press,  2002,  pág.  56.  106  Ibíd.,  pág.  58.  

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La consagración es una entrega voluntaria, un acto por el cual el hombre se separa a sí mismo

para Dios. Consiste en mucho más que entregar algo a Dios, ya sea dinero, trabajo u otra cosa.

Consiste en entregar a Dios nuestro ego y todo lo demás que lo acompañe. Es una decisión de ser

separados para Dios sin importar cuánto nos cueste. Aunque sea una ofrenda o entrega del ego a

Él, también envuelve Su aceptación de la ofrenda: “Por consiguiente, hermanos, os ruego por

las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo,

aceptable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1, La Biblia de las Américas

[negritas añadidas para dar énfasis]).

Aquéllos que deseen ser santos y buscar de Dios tienen que separarse, y se separarán, de la

mayoría que se conforma con una existencia deísta, en el mejor de los casos. La búsqueda de

Dios y de Su santidad exige que nos rehusemos a permitir que la mayoría determine y moldee

nuestro estándar o búsqueda de Dios. Los creyentes deben buscar a Dios; y deben desear ver lo

que Dios ve, oír lo que Dios dice, y estar donde Dios los mande: “Sobre mi guarda estaré, y

sobre la fortaleza afirmaré el pie, y velaré para ver lo que se me dirá, y qué he de responder

tocante a mi queja” (Habacuc 2:1).

La santificación es subsecuente a la regeneración. Nota: Esto no insinúa que haya una

secuencia temporal u orden cronológico, como si no pudieran ocurrir en algunas personas como

un acontecimiento simultáneo, al menos en la experiencia de la santificación inicial. La

regeneración es la impartición de la vida espiritual a un individuo previamente muerto,

espiritualmente hablando. La santificación es la limpieza del individuo de la contaminación del

pecado innato. La santificación es recibida por fe, e imparte un deseo de vivir una vida dedicada

a la consagración y de buscar la justicia. La prueba de la santificación es la santidad, porque el

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pecado es abolido por la sangre de Jesús en la vida de la persona santificada (Hebreos 9:22;

Apocalipsis 1:15).

La santidad es la actitud de aceptar y confesar lo que Dios dice en Su Palabra y lo que decide

en Sus juicios. Es el hábito de conformarnos al parecer de Dios, según encontramos Su voluntad

descrita en las Escrituras. Es el hábito de aceptar los juicios de Dios, esto es, odiar lo que Él odia,

amar lo que Él ama, y así medir todas las cosas en este mundo con el estándar de Su Palabra. La

persona que esté más completamente de acuerdo con Dios, será la persona más santa. Una

persona santa se esforzará por evitar todo pecado conocido, y guardar todo mandamiento

conocido. Tendrá una mente orientada hacia Dios; tendrá un deseo ferviente de hacer Su

voluntad; tendrá más temor de desagradar a Dios que al mundo; y tendrá un amor por todos los

caminos de Dios. Sentirá lo que sintió Pablo cuando dijo: “Porque según el hombre interior, me

deleito en la ley de Dios” (Romanos 7:22); y sentirá lo que sintió David cuando dijo: “Por eso

estimé rectos todos tus mandamientos sobre todas las cosas, y aborrecí todo camino de mentira”

(Salmo 119:128).

Un hombre santo se esforzará por ser como nuestro Señor Jesucristo. No solamente vivirá la

vida de fe en Él, y obtendrá de Él su paz y fortaleza diarias, sino que también se esforzará por

tener el sentir que Él tuvo y ser hecho “conforme a Su imagen” (Romanos 8:29). Tendrá por

objetivo ordenar y perdonar a otros como Cristo nos perdonó, ser desinteresado como Cristo lo

fue, andar en amor como Cristo nos amó, y ser humilde como Cristo lo fue, humillándose a Sí

mismo. Recordará que Cristo fue un testigo fiel de la verdad, que no vino para hacer Su propia

voluntad, que Su comida y bebida era hacer la voluntad de Su Padre, que continuamente se

negaba a Sí mismo para ministrar a otros, que Él fue manso y paciente cuando Lo insultaban

injustamente, que tenía en más estima a piadosos pobres que a reyes, que estaba lleno de amor y

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compasión por los pecadores, que fue valiente e intransigente al denunciar el pecado, que no

procuraba la gloria de los hombres (aun cuando pudiera haberla tenido), que hacía el bien, que

estaba separado de las personas mundanas, que sacaba tiempo para orar, que no permitía que ni

siquiera sus familiares más cercanos Le impidieran hacer la voluntad de Dios. Un hombre santo

tratará de recordar estas cosas. Haciendo estas cosas se esforzará por dar forma a su rumbo en la

vida. Tomará en serio las palabras de Juan: “El que dice que permanece en él, debe andar como

él anduvo” (1 Juan 2:6), y tomará en serio las palabras de Pedro: “...Cristo padeció por nosotros,

dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Pedro 2:21). Bienaventurado es aquél que

ha aprendido a hacer de Cristo su TODO, tanto para salvación como para ejemplo. Nos

ahorraríamos mucho tiempo, y evitaríamos muchos pecados, si nos hiciéramos más a menudo la

siguiente pregunta: “¿Qué hubiera dicho y hecho Cristo en mi lugar?”

El camino a la santificación personal comienza con el arrepentimiento del individuo. Tras el

arrepentimiento, en un acto instantáneo de Dios, la justificación y la regeneración son impartidas

a la persona. Ambos son aspectos de la misma obra de gracia que sigue a la fe salvífica. La

justificación se refiere al acto perdonador de Dios en el cual el pecador arrepentido es liberado de

la culpa del pecado y traído a una nueva y correcta relación con Dios. La misma es objetiva, y se

refiere al estatus de la persona ante Dios. La regeneración es la otra cara de la moneda, puesto

que la vida espiritual en Cristo es impartida a la persona arrepentida y perdonada que ha puesto

su fe en la obra salvífica completada por Cristo. Esto es el nuevo nacimiento. En este punto, se

dice que la persona ha nacido de nuevo.

A medida que la persona permanece en la fe, haciendo lo que a Él le agrada, va creciendo

paulatinamente, pero siendo formada continuamente según la imagen de Cristo. “Pues la

voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de

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vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor” (1 Tesalonicenses 4:3, 4). Aquí Pablo

estaba exhortando a los hermanos a crecer más en la gracia, separándose de todos los pecados, y

de ese modo mantenerse en un estado santificado y en un proceso de santificación continua. Este

deber es una decisión individual y personal. También es muy apropiado y relevante hoy en día

puesto que el fin se acerca.

Pedro hizo una amonestación similar cuando escribió: “Elegidos según la presciencia de Dios

Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo:

Gracia y paz os sean multiplicadas” (1 Pedro 1:2). Ambos pasajes, entre otros, afirman el deber

y obligación del cristiano a “presentar su cuerpo en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios”,

quien entonces Lo santifica por Su gracia mediante el lavamiento en la sangre. La expresión “sed

santos, porque yo soy santo” está en primera persona singular, y luego da un mandato específico

al creyente. Por lo tanto, aquí radica la verdad de que cada uno de nosotros necesita apartarse del

mundo, y separarse para el SEÑOR. Tenemos que vivir según los estándares de Dios, y no los

del mundo. La santificación personal exige que el hombre cristiano se aparte del mundo, y que se

separe para Dios.

El concepto de la santidad corporativa se encuentra en el hecho de que la santidad no puede

limitarse a sólo la relación personal (individual) con Dios, sino que también incorpora la relación

con las personas en el contexto de los organismos corporativos (esto es, las organizaciones,

naciones o familias). Dieter escribe: “A medida que nos acercamos a Cristo, nos acercamos los

unos a los otros. Somos santificados mediante el compañerismo con los que están en Cristo junto

con nosotros”.107 Este concepto es visto inicialmente en la relación de Israel con Dios. Tras ser

liberados del yugo egipcio, Dios estableció un pacto con ellos en el desierto. En Éxodo 19:3-6

(versión Reina-Valera 2011) se encuentra el siguiente relato:                                                                                                                          107  Melvin  E.  Dieter.  Ibíd.,  pág.  64.    

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El Señor llamó a Moisés desde el monte, y Moisés subió para hablar con Dios. Y Dios le dijo: «Habla con la casa de Jacob. Diles lo siguiente a los hijos de Israel: “Ustedes han visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo los he tomado a ustedes y los he traído hasta mí sobre alas de águila. Si ahora ustedes prestan oído a mi voz, y cumplen mi pacto, serán mi tesoro especial por encima de todos los pueblos, porque toda la tierra me pertenece. Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y un pueblo santo...”»

La santidad de Israel fue establecida sobre la base de su obediencia a la palabra que Dios había

hablado. Como puede verse a través del Antiguo Testamento, especialmente en los escritos

proféticos, Israel debía exhibir la santidad corporativa. Esto se hacía al obedecer las normas de la

santidad social, las cuales detallaban la responsabilidad de la nación de hacer valer la justicia y la

igualdad.

La voluntad de Dios para Israel, Su pueblo escogido, era que éste fuese santo. Cada ser

viviente engendra a otros según su especie. Por eso, los hijos de Dios tienen que engendrar

plenamente la santidad en Su pueblo, porque Él es santo. La naturaleza y el carácter de Dios es la

santidad. Él quiere que Su pueblo, como comunidad, sea santo. Dios exigió que Moisés

santificara a los israelitas para su encuentro con Él (Génesis 19:10, 14).

En Josué 7:13, Dios mandó a Josué:

Levántate, santifica al pueblo y di: “Santificaos para mañana, porque Jehová, el Dios de Israel, dice así: ‘Anatema hay en medio de ti, Israel; no podrás hacer frente a tus enemigos, hasta que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros’”.

Dios siempre ha y habrá de exigir que Su pueblo sea santo; así que, siempre hacía distinción

entre Su pueblo y los demás pueblos. En el relato de Josué 7, Acán había tomado del anatema y

lo había traído en medio de Israel. Así que, el campamento había sido profanado y hecho impuro.

En este estado Dios se apartó de ellos porque Él es “demasiado puro para consentir el mal, para

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contemplar con agrado la iniquidad” (Habacuc 1:13). La única manera de hacer las paces con

Dios era santificar el campamento, quitando al causante de la deshonra —el anatema.

En las plagas de Egipto, las primeras tres afectaron tanto a Egipto como a Israel; pero las

restantes sólo afectaron a los egipcios (Éxodo 8:22). Esto fue para hacer distinción entre ellos y

el pueblo de Dios. Dios no cambia (Malaquías 3:6). Hoy, al igual que siempre, exige que Su

pueblo se separe del mundo. De continuo vemos que Dios le pide a Sus siervos que santifiquen a

Su pueblo, el cual siempre estaba siendo contaminado por las cosas de la vida diaria: “Me dijo:

Éste es el lugar donde los sacerdotes cocerán la ofrenda por el pecado y la expiación; allí

cocerán la ofrenda, para no sacarla al atrio exterior, santificando así al pueblo” (Ezequiel

46:20).

Siendo el supremo sacrificio y santificador del pueblo de Dios, Jesús fue crucificado fuera de

la puerta de la ciudad, esto es, “Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su

propia sangre, padeció fuera de la puerta” (Hebreos 13:12). Ahora, con más razón que nunca, la

iglesia de Cristo tiene que llevar las verdaderas marcas de la santidad de Dios, porque Cristo no

viene por una iglesia marchita, debilitada, contaminada y enferma. Más bien, Él viene por una

iglesia en marcha, activa, vencedora, ferviente y santa (sin mancha ni arruga), la cual es Su

cuerpo.

En el Nuevo Testamento, Pedro habla del tema corporativo en 1 Pedro 2:9, “Mas vosotros sois

linaje escogido, real sacerdocio, nación santa…” El enfoque de Pedro en la santidad, en su

contexto corporativo, subraya nuevamente el hecho de que la santidad trasciende la

responsabilidad y la identidad individuales. Una de las metáforas contemporáneas más usadas

para la iglesia es aquella de la “comunidad de fe”. A medida que reflexionamos sobre este

concepto eclesial, nos vemos obligados a considerar el asunto de la santidad en este contexto.

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Una pregunta que resulta de esta reflexión es: “¿Cómo definimos relevantemente la santidad en

el contexto de una comunidad multiétnica y multicultural, cuyos miembros están tratando de

vivir su fe en el mundo?”

La Naturaleza Vital de la Oración y la Santidad

“La paradoja de amor del alma consiste en haber hallado a Dios, y todavía seguir

buscándolo”.108 Esta cita de A.W. Tozer subraya la naturaleza continua de la búsqueda de la

santidad. La santidad no es un estado estático, sino una relación dinámica con Dios que requiere

constante interacción con la gracia de Dios. Uno de los catalizadores de esta relación dinámica es

la oración. En su innovadora obra sobre la oración, E.M. Bounds escribió:

La oración está relacionada con todos los dones de la gracia. Su relación con el carácter y la conducta es la de un ayudador. La oración ayuda a establecer el carácter y moldear la conducta. Ambos dependen de la oración para poder continuar exitosamente. Pudiera haber cierto grado de carácter moral y de conducta que sean independientes de la oración, pero no puede existir ningún carácter religioso ni conducta cristiana particulares sin ella. La oración ayuda donde todas las otras ayudas fallan. Mientras más oramos, más mejoramos, y nuestras vidas se vuelven más puras y excelentes.109

La oración es, sin lugar a duda, un elemento esencial en la búsqueda de la santidad. Cuando

comprendamos que la santidad no es meramente un estado, sino una relación dinámica, también

comprenderemos que es la relación la que produce y mantiene la vida de santidad. Hay cierta

ironía en el hecho de que, mientras que la oración purifica al corazón, el corazón puro empodera

la vida de oración. La oración satisface el anhelo por la santidad y, al mismo tiempo, vuelve a

crear y propulsar ese anhelo. Es a partir de esta tensión creadora que surge “el hambre y la sed de

                                                                                                                         108  A.  W.  Tozer.  The  Pursuit  of  God.  Philadelphia,  PA:  Christian  Publications,  1982,  pág.  14.  109  E.  M.  Bounds.  Prayer.  Philadelphia,  PA:  Whitaker  House,  1997,  pág.  148.  

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justicia”. Sin duda, esta es la razón por la cual la Biblia, especialmente el Nuevo Testamento, da

un énfasis constante a la necesidad de la oración en la vida de los creyentes.

El movimiento de santidad fue un movimiento cimentado en la oración. La historia del

movimiento demuestra una dependencia total de la oración para efectuar la gracia de Dios en sus

vidas. Su rechazo de los esfuerzos humanos, en cuanto a lo que Dios estaba haciendo en sus

vidas, vino a convertirse en el fundamento de muchas de sus fórmulas doctrinales. El

movimiento pentecostal también se cimentó en la experiencia del Espíritu en la vida de oración.

Los relatos en el libro de los Hechos de los Apóstoles subrayan el rol desempeñado por el

Espíritu en la oración a medida que la iglesia antigua procuraba imitar la santidad modelada por

Jesús.

La Santidad: Una Relación de Amor

Las doctrinas de la gracia y la fe están inseparablemente ligadas al concepto del amor. Esto es

especialmente cierto en lo concerniente a la santidad. La perspectiva de Juan Wesley sobre la

santificación estaba muy influenciada por su comprensión de la relación entre el amor y la

santidad. “El concepto de ‘la fe que obra por el amor’ (véase Gálatas 5:6), como la hermenéutica

suprema para entender todo el plan de salvación de Dios, formó intensamente sus enseñanzas

sobre la santificación”.110 Según Wesley, “la perfección es el humilde, manso y paciente amor

por Dios —y por nuestro prójimo—, amor que rige nuestros temperamentos, palabras y

obras”.111 Wesley entendió que los requisitos de los creyentes bajo la gracia eran el

cumplimiento de “la real ley del amor”. En el libro Five Views on Sanctification – The Wesleyan

View, Dieter escribió: “La vida cristiana está diseñada, bajo la gracia, para ser un movimiento

                                                                                                                         110  Melvin  E.  Dieter.  Ibíd.,  pág.  13.  111  Juan  Wesley.  A  Plain  Account  of  Christian  Perfection.  London:  The  Epworth  Press,  1952.  

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progresivo desde el nuevo nacimiento hasta la entera santificación y la perfección del amor. El

resultado final de la perfección cristiana no es la espiritualidad interior, sino las obras del

amor”.112

En esencia, la vida de fe es el amor en acción. La obediencia se origina en el amor por Dios y

por Su Palabra. La santidad es una manifestación de la relación de amor con Dios. Dieter

continúa diciendo: “Por cuanto el amor no puede existir sin la acción de un ser moral, la teología

wesleyana tiene una inclinación claramente ética; la esencia de la santificación es el amor en

acción”.113 Así, pues, la santidad tiene su más sublime expresión en nuestro amor por Dios y por

los demás. La proclamación joánica “...Dios es amor” (1 Juan 4:8) destaca la centralidad del

amor en la teología bíblica. Pablo también enfatiza la naturaleza imprescindible del amor en la

espiritualidad cristiana y la operación de los dones espirituales: “Y si tuviese profecía, y

entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase

los montes, y no tengo amor, nada soy” (1 Corintios 13:2).

Se puede definir al cristianismo como un movimiento que nace del Gran Mandamiento y es

impulsado por la Gran Comisión. El Gran Mandamiento dice: “Amarás al Señor tu Dios con

todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande

mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-

39, énfasis añadido). El amor siempre denota una relación, pues no puede haber amor sin que

haya un objeto al cual esté orientado. El cristianismo va más allá de la religión. La base del

cristianismo es una relación —una relación que nace del amor por Dios y por Su creación. La

santidad es una relación de amor con Dios que resulta en una relación correcta con el resto de Su

creación.

                                                                                                                         112  Dieter.  Ibíd.,  pág.  27.  113  Dieter.  Ibíd.,  pág.  27.  

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El fundamento de la doctrina de la santidad tiene que ser obligatoriamente el amor. Sin amor,

cualquier doctrina de la santidad se tornará interesada, jactanciosa y legalista. Nuestra búsqueda

de la santidad debe consistir en una búsqueda de una más profunda relación de amor con Dios.

La santificación, en todos sus aspectos, es parte del movimiento hacia esa relación de amor.

La Santificación Inicial/La Santificación Progresiva

Varios eruditos pentecostales han hecho alusión a esta distorsión de las definiciones exactas y

plenas dadas por Juan Wesley y otros predicadores del movimiento de santidad. Esto se revela en

comentarios tales como:

En los casos en que gran parte de las enseñanzas arminio-wesleyanas recalcan el aspecto de crisis de la santificación, con el descuido de los problemas y desarrollo después de la santificación, la escuela de Keswick se inclina a presionar, ya sea sobre la faz de la separación (distinción entre naturaleza y gracia y el conflicto entre ellas) o sobre el aspecto del crecimiento, con la consecuente negligencia del aspecto de la crisis decisiva... las Escrituras a las que uno y otro apelan sostienen tanto la crisis como el proceso en su unidad creadora y estimulan al cristiano a involucrarse profundamente en la vida.114

Vemos también el siguiente comentario, hecho tras examinarse las frases santificación

instantánea y entera santificación:

La justicia significa poner en orden toda la vida según la voluntad de Dios. El vocablo describe la estructura, los límites y los contornos de esa relación. Sin justicia no puede haber paz con Dios ni tampoco gozo verdadero. Pero en este mundo, la justicia no se hará realidad perfectamente por causa de la falibilidad humana y la rebelión mundana. El cumplimiento provisional de la ley y, por consiguiente, de toda justicia, es el amor... El estar consciente de esta lucha, la vigilancia, la consagración y la oración ferviente hasta recibir la paz: todos estos elementos contribuyen a la campaña compasiva de los pentecostales en el mundo. Sus prójimos no son solamente transgresores, sino que también —al igual que ellos mismos— se encuentran envilecidos y alejados de la vida de santidad y

                                                                                                                         114  Mildred  Bangs  Wynkoop.  Foundations  of  Wesleyan-­‐Arminian  Theology.  Kansas  City,  MO:  Beacon  Hill  Press,  1967,  pág.  107  [N.  del  T.  —  Para  la  versión  en  español,  véase:  Mildred  Bangs  Wynkoop.  Bases  Teológicas  de  Arminio  y  Wesley.  Kansas  City,  MO:  Casa  Nazarena  de  Publicaciones,  1983,  pág.  113].  

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felicidad. Esta paz, que nace del amor perfecto y la reverencia, consiste en permanecer en Cristo en todo momento por medio del Espíritu y la Palabra.115

Por lo tanto, debemos enfocarnos siempre en la búsqueda de la santidad, en vez de frases

teóricas que a menudo pueden ser engañosas y desalentadoras para el creyente que desee andar

en santidad delante de Dios. Pablo, el más teólogo de los apóstoles, confiesa enseñar lo siguiente

a los seguidores de Jesucristo:

Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (Filipenses 3:9-14).

Más Exploraciones Bíblicas sobre la Santificación/la Santidad

Es verdad que nos vemos envueltos en una relación única como nuevas criaturas en Cristo

Jesús. En la Biblia hay verdades fundamentales que son esenciales para el entendimiento y

crecimiento del creyente. Éstas incluyen dos conceptos que no podemos ignorar: 1) las verdades

relacionadas con nuestra salvación, incluyendo lo que Dios ya ha hecho por nosotros, y lo que

aún está por hacer; y, 2) los imperativos que revelan la manera en que debemos vivir los

cristianos, como consecuencia de Su obra continua de santificación. El punto inicial de la

santificación es nuestra fe en la salvación: creemos lo que Dios ha hecho por nosotros en la

salvación. Por lo tanto, nuestra relación conlleva lo que Él ha hecho por nosotros en el pasado, y

lo que hará por nosotros en el futuro. Ambos requieren que una infusión del Espíritu Santo nos

                                                                                                                         115  Steven  J.  Land.  Pentecostal  Spirituality.  Sheffield,  England:  Sheffield  Academic  Press,  2001,  pág.  176.  

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abra el camino por donde debemos andar. Horatius Bonar, una voz surgida del movimiento de

santidad del siglo XIX, escribió estas palabras tan pertinentes:

El evangelio no nos manda a hacer nada para obtener la vida, sino que nos invita a vivir basándonos en lo que Dios ha hecho. Y el conocimiento de su verdad vivificadora no es obra, sino reposo para el alma. Ese reposo es la raíz de toda obra verdadera, pero reposamos con el fin de obrar.116

En realidad, nuestra santificación depende de que creamos la verdad de “nuestra identidad en

Cristo”, descansemos en Su obra completada en el Calvario, y pongamos en práctica —con la

ayuda del Espíritu— las consecuencias de esta nueva posición en Cristo Jesús.

Por muchos años, se ha comparado excesivamente la santificación instantánea con la

santificación progresiva. Por el contrario, estos términos poco provechosos podrían traducirse

mejor como santificación inicial y santificación continua, las cuales se deben mantener siempre

en íntima relación. A medida que nos movamos de una frase dogmática como ‘perfección sin

pecado’ a una comprensión más completa de la obra del Espíritu Santo, no habremos de diluir ni

debilitar la obra completa de Jesucristo, sino que ampliaremos nuestro entendimiento para ver la

naturaleza trina de Dios más claramente en la obra continua del Espíritu Santo en el creyente

desde el momento de conversión hasta el cambio final de la mortalidad a la inmortalidad (i.e. 2

Corintios 3:18; 1 Corintios 15:52, 53).

Un libro poco conocido declaró la hermosura de esta yuxtaposición que tiene lugar en el

creyente:

Nuestra santificación depende de que creamos la verdad de quiénes somos en Cristo, descansemos en Su obra completada, y pongamos en práctica las consecuencias de esta nueva perspectiva... En la práctica real, comprender esta perspectiva es el fundamento de toda santificación práctica. De ahí que el énfasis que Pablo diera a ‘saber’ que esta es la situación (Romanos 6:3-9) lo llevara a exhortar a los creyentes a ‘considerarse’ muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús (v. 11). Por lo tanto, la santificación es la práctica constante de lo que

                                                                                                                         116  Bonar,  Horatius.  God’s  Way  of  Holiness.  New  York:  Robert  Carter  &  Brothers  Publishing,  1865,  págs.  41,  42.  

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significa pertenecer a la nueva creación en Cristo... Creemos que la voluntad de Dios para nosotros, en el proceso continuo de la santificación, es que experimentemos en la vida real quiénes somos realmente en Cristo. Esto requiere que día a día decidamos creer quiénes somos.117

Ningún asunto ha sido más debatido o malentendido que el conflicto sobre la santificación

posicional y relacional (véase el apéndice al final de este estudio). Durante las postrimerías del

siglo XIX, este fue el conflicto que causó división y dificultades en la búsqueda de la santidad, y

sembró las semillas del conflicto interno que entró sigilosa y engañosamente en el poderoso

despertar del movimiento del Espíritu Santo en los primeros años del siglo XX. De hecho, la

transición al pentecostalismo —que surgió del movimiento de santidad— puede seguir

floreciendo en el siglo XXI si las iglesias y los teólogos no le permiten al elitismo que nos lleve a

uno de los extremos de la santificación y la santidad.118 Al igual que en la encrucijada del tiempo

que juntó a los movimientos de santidad y pentecostal, nuestra ‘búsqueda de la santidad’ tiene

que ser iniciada y cultivada respondiendo al llamado del Espíritu Santo que abarca los aspectos

posicional y relacional de la santificación. Esto nos trae a la poderosa declaración de Hebreos

10:14, la cual tiene tanto un sentido posicional como un sentido continuo en el idioma original:

“Y así, con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (versión Reina-

Valera 1995). Desafortunadamente, algunas versiones de la Biblia no captaron esta doble obra

del poder santificador del Espíritu a través de Jesucristo, pero esta fórmula de la verdad aparece

en el texto griego original y en la gran mayoría de otras traducciones confiables. Esta evidencia

fue explicada en 1894 por el reconocido Andrew Murray, quien escribió durante el período de

transición entre el movimiento de santidad y el movimiento pentecostal:

                                                                                                                         117  Neal  Anderson  and  Robert  L.  Saucy.  The  Common  Made  Holy.  Eugene,  OR:  Harvest  House  Publishers,  1997,  pág.  177.  118  Synan,  Vinson.  Spirit  Empowered  Christianity  in  the  21st  Century.  Lake  Mary,  FL:  Charisma  House  (Strang  Co.  ),  2011,  págs.  198-­‐204.  

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La idea principal del pasaje es la siguiente: “Hizo perfectos para siempre a los santificados”. Las palabras del versículo 10, “En esa voluntad somos santificados”, hablan de nuestra santificación como un hecho consumado: somos santos, santos en Cristo, en virtud de nuestra verdadera unión en Él, y de Su santa vida plantada en el centro de nuestro ser. Aquí somos descritos como santificados. Hay un proceso por el cual nuestra nueva vida en Cristo tiene que dominar y perfeccionar la santidad a través de todo nuestro ser exterior. Pero la santificación progresiva tiene su seguridad y garantía en la “DE UNA VEZ” y “PARA SIEMPRE” obra de Cristo. Hizo perfectos para siempre a los santificados.119

¿A dónde nos lleva esto? Esperamos que nos lleve, en una seriedad sincera, a tener fe para

procurar una experiencia santificadora inicial y también para seguir por ese mismo Espíritu en

una búsqueda continua de Su santidad.

Este lamentable pasado de comparación de las dos perspectivas clásicas de la santificación no

benefició al movimiento de santidad en el siglo XIX, y todavía hoy merma cualquier resultado

verdadero y positivo en la vida de aquéllos que quieran andar en santidad. Por consiguiente,

debemos hacer lo que Pablo declara en Efesios 4:14-16:

Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

El Lavamiento de la Sangre/Agua/Espíritu

La imagen de Jesucristo en el Calvario nos informa mucho sobre la relación correcta del

creyente por medio del sufrimiento y la muerte expiatoria de Cristo en la cruz. Cuando los

soldados vinieron y encontraron al Salvador muerto en la cruz, no Le quebraron las piernas como

era de costumbre. Pero sin saber que estaban cumpliendo las Escrituras, uno de ellos tomó una                                                                                                                          119  Murray,  Andrew.  The  Holiest  of  All.  Old  Tappan,  New  Jersey:  Fleming  H.  Revell  Co.,  1894,  pág.  344.  

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lanza y Le perforó el costado, del cual brotó sangre y agua (Juan 19:34). No es coincidencia que

el siguiente versículo (35) registre que Juan presenció este acontecimiento particular, y que relata

esta verdad para que otros creyeran. A medida que se llega a comprender la hermosura de este

acto sinfónico de provisión divina, uno llega a apreciar esta ilustración vital sobre la manera en

que la obra del Espíritu Santo habrá de realizar esta limpieza en nuestras vidas y llevarnos a una

vida de santidad. Las Escrituras siguen claramente esta verdad al dar pruebas del acto inicial de

la santificación en el creyente por medio de la sangre (Hebreos 13:12; Colosenses 1:19, 20),

aunque también da pruebas fehacientes de la obra progresiva de la santificación por medio de la

Palabra de Dios (Efesios 5:25, 26; Hebreos 10:19-22). Ambas son una obra gloriosa y armoniosa

que será realizada continuamente a través de los siglos en la vida de cada creyente que pone su

mirada en Cristo con la esperanza de ser santificado. Así como el Espíritu Santo aplica la sangre

derramada de Jesús como el acto inicial de la santificación —para traernos a una buena relación

con el Padre a través del Hijo—, así también el Espíritu Santo aplica “el lavamiento del agua por

la palabra [de Dios]” (Efesios 5:26) para santificar continuamente al creyente en Cristo —como

un movimiento de acercamiento al Padre. Ya que la Palabra de Dios es siempre limpia, actúa

como el agua pura que nos lava y santifica delante del Señor. He aquí una breve descripción de

esta gloriosa obra de santificación que nos conduce a la santidad:

Haciendo realidad lo que somos en Cristo no se logra solamente por mirar a las realidades del pasado y el presente en Cristo, sino también por ejercer la fe en las promesas del futuro. A medida que la vida surge de la semilla en que comenzó y de la tierra en que está plantada, es atraída por el sol que está en el cielo. Por cuanto las promesas de Dios están fundamentadas en lo que Él ya ha hecho en Cristo, son indicios del evangelio que son tan seguras como las realidades del pasado. Nuestros esfuerzos por ser santos son alimentados por la ‘esperanza viva’ (1 Pedro 1:3) de que un día seremos como nuestro Señor (1 Juan 3:2, 3) y viviremos en una nueva creación, la cual es descrita por Pedro como el lugar ‘donde mora la justicia’ (2 Pedro 3:13).120

                                                                                                                         120  Murray,  Andrew.  Ibíd.,  pág.  180.  

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89    

La Dinámica entre la Santificación y la Santidad

Si pasamos por alto el aspecto pneumatológico de la santificación y la santidad, siempre nos

encontraremos mirando al pasado en vez del futuro. Nuestra recepción del Espíritu, que es por la

fe y no por la ley, nos ha llevado a un nuevo territorio que no pudieron entender ni experimentar

aquéllos que vivieron antes de la resurrección y de Pentecostés. Como creyentes, debemos ir más

allá de la creencia de que hubo solamente un día histórico en el cual fuimos santificados:

debemos aceptar plenamente la realidad de que “debemos andar en el Espíritu” (Romanos 8:9-

14; 1 Juan 1:6, 7). Aunque cada creyente necesita entender y recibir la experiencia inicial de la

santificación por medio de la sangre derramada de Jesucristo (1 Corintios 1:2; 6:11; Hebreos

10:29), la obra del Espíritu Santo sigue aplicando regularmente la santificación por medio de la

Palabra de Dios que nos lava de continuo (1 Timoteo 4:5; Hebreos 10:22). Pero no podemos

separar ninguna de estas aplicaciones —ya sea pasada, presente o futura— del Espíritu Santo que

nos santificó y que sigue siendo el agente santificador que abre nuestros corazones y vidas a la

luz de la Palabra de Dios. En palabras sencillas, este es el mensaje general de Juan 15 y la

enseñanza de Jesús sobre la vid y los pámpanos. El flujo del Espíritu debe alimentar

continuamente cada parte de cada pámpano, si se quiere tener una relación vivificante que lleve

fruto para la gloria del Labrador. Esto nos hace recordar la dinámica neotestamentaria del

principio llamado “ya, todavía no”. La claridad de la constante y continua influencia Trinitaria

en nuestras vidas es imprescindible. En muchas maneras, esta cita lo resume brevemente:

Claro está, la justificación, la santificación y el bautismo en el Espíritu Santo no pueden ser reducidas a una experiencia específica o una etapa momentánea. Estos términos también funcionan como lentes para ver toda la extensión escatológica de la vida cristiana en el Espíritu. Coinciden y se iluminan mutuamente. El énfasis sobre convertirse en el lugar de morada de Dios, y el bautismo del Espíritu Santo como la metáfora más significativa de esta experiencia, es la bendición definitiva que el movimiento pentecostal ha dado al cuerpo de Cristo en general.121

                                                                                                                         121  Macchia,  Frank  D.  Justified  in  the  Spirit.  Grand  Rapids,  MI:  William  B.  Eerdmans  Publishing  Co.,  2010,  pág.  92.  

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Existe una dinámica irreemplazable y firme entre la justicia, la santidad y la santificación.

Aunque hay muchos versículos bíblicos que señalan claramente que hay una sinergia entre estos

elementos esenciales y vitales en la vida del creyente, las Escrituras describen la santidad como

un resultado, un hito, o como pasos tomados en una jornada hacia Jesucristo (Romanos 6:22; 2

Corintios 7:1; Efesios 4:24; 1 Tesalonicenses 4:7; Hebreos 12:10). Por el otro lado, las Escrituras

tienden a usar el vocablo santificación como una acción que tiene lugar en el corazón o la vida

de uno; designa la obra del Espíritu Santo que nos trae a un lugar santo o una relación santa. Es

más que un acontecimiento instantáneo único; la persona que está siendo santificada se encuentra

constantemente bajo una influencia y un proceso purificador que puede ser descrita por el agua y

el fuego (Juan 17:17; Efesios 5:26; 1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 13:12).

La Justicia (¿De dónde viene?)

¿Cómo se relaciona con la santidad y la santificación?

Esto nos trae al término justicia, que se relaciona obviamente con la naturaleza y obra de Dios

mediante el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El destacado erudito Alexander Cruden la define

así:

[1] Aquella perfección de la naturaleza divina por la cual Dios es justísimo y santísimo en su propio ser y en su trato con sus criaturas, sigue las reglas más estrictas de la rectitud y la equidad. [2] La clemencia, misericordia y bondad de Dios. [3] Su verdad y fidelidad en cumplir con sus promesas. [4] La obediencia activa y pasiva de Cristo con la cual cumplió la ley perfectamente y propició la justicia de Dios: tal obediencia siendo imputada a los elegidos, y recibida por la fe, perdonando sus pecados, aceptando sus personas, y trayéndolos a la gloria eterna.122

                                                                                                                         122  Cruden,  Alexander.  Cruden’s  Unabridged  Concordance.  Old  Tappan,  New  Jersey:  Fleming  H.  Revell  Co.,  1976,  pág.  402.  

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91    

Ahí tenemos el fundamento y la esencia de la santificación y la santidad. Ambas son la

reacción ante el don incomparable de Dios para la humanidad. La justicia le pertenece a Dios, y

los creyentes sólo pueden experimentarla y producirla por la fe en Aquél que es perfecto y

completamente justo. Su poder sencillamente nos trae hacia algo que nunca podríamos producir

sin la fe y el poder del Espíritu Santo. La siguiente cita describe esta rica bendición y nos desafía

a buscar a Dios para descubrirla:

La justicia significa poner en orden toda la vida según la voluntad de Dios. El vocablo describe la estructura, límites y contornos de esa relación. Sin justicia no puede haber paz con Dios ni tampoco gozo verdadero. Pero la justicia no se realizará perfectamente en este mundo a causa de la falibilidad humana y la rebelión mundana. El cumplimiento provisional de la ley y, por consiguiente, de toda justicia, es el amor. El corazón de la espiritualidad pentecostal es el amor. La pasión por el reino es la pasión por el rey; es un anhelo, como ya hemos demostrado, por ver a Dios y por estar en casa. Cuando el corazón está entero en su amor por Dios, hay una paz profunda. Es la paz comprada en el Calvario y aplicada al creyente mediante la sangre de Jesús con el fin de limpiarlo de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. Este profundo temor y reverencia a Dios, con el conocimiento de que la salvación es una relación dinámica, y no una inevitabilidad estática, le da una ventaja a la espiritualidad pentecostal. Poca paz y poco descanso hay para la persona de doble ánimo que guarda iniquidad o resistencia en su corazón. El estar consciente de esta lucha, la vigilancia, la consagración y la oración ferviente hasta recibir la paz, son todos elementos que contribuyen a la campaña compasiva de los pentecostales en el mundo. Sus prójimos no son solamente transgresores, sino que también —al igual que ellos mismos— se encuentran envilecidos y alejados de la vida de santidad y felicidad. Esta paz, que nace del amor perfecto y la reverencia, consiste en permanecer en Cristo en todo momento por medio del Espíritu y la Palabra.123

Partícipes de la Naturaleza Divina

En 2 Pedro 1:1-4, el viejo apóstol escribe:

Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra: Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús, como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel

                                                                                                                         123  Steven  J.  Land.  Ibíd.,  pág.  176.  

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92    

que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia (énfasis añadido).

Lo natural tiene que cederle el paso a lo divino. Esto no es un ejercicio casual de esfuerzos

humanos, como lo demuestra Pablo en Romanos 7:13-25. Pablo reconoce, al igual que Pedro, la

importancia de tener la mente transformada y protegida de todos los apetitos carnales (12:1, 2).

La palabra “partícipes” viene de la palabra griega koinonos. Es un adjetivo empleado para

describir a alguien que es “un acompañante o compañero, teniendo algo en común”. Pedro le

dice a los primeros creyentes en Cristo que por su “fe igualmente preciosa que la nuestra” (v. 1),

son compañeros o acompañantes de Jesús; por consiguiente, dado que Él ha resucitado para vida

[eterna], ellos también han sido resucitados para vida [eterna]. Pero esto va más allá de tener una

segunda oportunidad para vivir otra vez; más bien, significa tener el privilegio, como Su

acompañante o compañero por medio de la fe, de tener Su misma naturaleza divina. Pedro no

está hablando de una reencarnación fútil en otra criatura o ser sujeto a las mismas dificultades y

debilidades que todas las demás criaturas caídas han sufrido desde la caída de Adán. Tampoco

está hablando acerca de vivir en el mismo cuerpo humano esclavizado al pecado, sino que

escribe acerca de haber sido liberado de la naturaleza carnal o humana que nos obliga a pecar y

vivir un estilo de vida impío. Pero no está diciendo que en esta carne estaremos libres de caer,

cometer errores o incluso cometer un pecado, sino que ahora tenemos el poder para decidir no

pecar. Como cristianos, queremos tener la fe para ser un pleno compañero o acompañante de la

naturaleza divina de Cristo. Por lo tanto, tenemos que entender que el poder de Dios provee todo

lo que necesitamos para vivir una vida piadosa mediante una relación con Jesucristo.

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93    

Este deseo de ser ‘partícipe’ o compañero de Cristo es expresado sencillamente de la manera

siguiente:

La intensa búsqueda de la santidad debe ser la prioridad principal de cada cristiano. La búsqueda de la santidad es realmente una mentalidad espiritual. La palabra griega para búsqueda (dioko) significa “un esfuerzo intenso o ferviente”. Si una persona está llena del Espíritu, tendrá sed de experimentar la santidad de Cristo en cada área de su ser.124

El Llamado Pastoral a la Santidad

Cuando el Espíritu Santo vino sobre Zacarías, profetizó que Dios estaba visitando a Su pueblo

y enviándole un redentor al cual “...sin temor le serviríamos en santidad y en justicia delante de

él, todos nuestros días” (Lucas 1:74, 75). Pablo dijo: “Busquen la paz con todos, y la santidad,

sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14, NVI). A partir de este y muchos otros pasajes

del Nuevo Testamento, es evidente que la santidad es una doctrina importante, a pesar de que

muchos teman al legalismo por un lado, y fanatismo por el otro, cada vez que se habla del tema.

No obstante, aunque la definición se pueda debatir, el Nuevo Testamento dice claramente que se

espera y requiere de los creyentes la santidad.

La santidad bíblica tiene que ver con el carácter interior o la condición del corazón humano.

La justicia, la cual tiene sus raíces en la santidad, tiene que ver con la ‘conducta correcta’ en el

sentido ético de la justicia. Cualquier conducta correcta que no se derive de la santidad puede ser

una forma de legalismo. Por ejemplo, los fariseos eran meticulosos en cuanto a diezmar de las

hierbas (conducta correcta), pero descuidaron la santidad del corazón. Por consiguiente, Jesús los

condenó por lavar el exterior del vaso y dejar el interior lleno de corrupción. Su mandato para

ellos fue de limpiar primero el interior del vaso o del corazón (la santidad), de manera que el

exterior del vaso (la justicia) también fuera limpio. Una persona puede comportarse de manera

                                                                                                                         124  Gregory  R.  Frizzell.  Returning  to  Holiness.  Memphis,  TN:  Master  Design  Ministries,  2000,  págs.  21,  22.  

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94    

ejemplar en muchas maneras, pero aun tener un corazón corrompido. Por ejemplo, una persona

puede ser, en lo exterior, fiel a su compañero o compañera, y ser un adúltero o adúltera en el

corazón. Tal persona no estaría viviendo una vida santa, aunque las apariencias digan lo

contrario. Así que, uno puede vivir correctamente y no ser santo, pero no se puede ser santo y no

vivir correctamente.

Por lo tanto, pudiéramos añadir que la santidad no es algo que podamos medir los unos en los

otros, porque sólo Dios conoce el corazón (Jeremías 17:9). Tampoco podemos imponer u

obligarnos los unos a otros a obtener la santidad. Sin embargo, podemos estudiar las

características de la santidad y animarnos los unos a los otros a tener hambre y sed de ella y así

ser llenos de la misma.

El Salmo 51:6 declara lo siguiente acerca de Dios: “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo”, y

más adelante dice: “Purifícame... lávame... crea en mí, oh Dios, un corazón limpio”. Estos

versículos nos dicen que Dios desea que tengamos “un corazón limpio”, y tener un corazón

limpio es obra de Dios. También sugiere que nuestro rol en la búsqueda de la santidad consiste

en permitir que el Espíritu de Dios nos muestre dónde hay mentira o conflicto en nuestro interior.

Por ejemplo, una persona pudiera sentir envidia de otro individuo y no admitirlo a sí mismo o a

Dios, y mucho menos ante otra persona. De hecho, puede aparentar ser bondadoso, mostrar

gentileza, y decir cosas buenas de esa persona, y sin embargo, estar carcomido por la envidia. El

Dios que desea la verdad en lo íntimo quiere que ese individuo se detenga a escucharlo en

oración, de manera que pueda revelarle la cruel envidia que ha echado raíz en su corazón. Sólo

entonces, tras la confesión y arrepentimiento, Dios habrá de purgar y limpiar ese corazón de la

envidia.

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APÉNDICE

La Controversia sobre las Tres Bendiciones

I. Introducción: Las Semillas de Santidad del Prepentecostalismo

a. El Pietismo, los Moravos y los Metodistas b. Las Perspectivas Paradójicas de Juan Wesley y Juan Fletcher

II. Las Raíces del Pentecostalismo: Un Movimiento de Santidad Dividido

a. El Rompimiento del Avivamiento de Santidad Wesleyano b. Instantánea, Progresiva o Ambas

III. El Crecimiento del Árbol Cismático: La Controversia se Profundiza y se Propaga

a. Las Distorsiones de las Doctrinas de Calvino y Wesley b. La Influencia del Perfeccionismo Norteamericano y el Avivamiento de

Keswick

IV. La Controversia Florece y se Propaga a Medida que Cae la Lluvia Tardía

a. Azusa y Seymour: Tres Grupos Diferentes de Adherentes de Santidad b. Durham y el Movimiento de “La Obra Consumada”

V. La Teología de la Primera Bendición

a. La Conversión y la Santificación b. La Teología de la Unicidad

VI. La Teología de la Segunda Bendición

a. La Santificación Progresiva (o Continua) b. El Bautismo del Espíritu Santo como la Segunda Bendición

VII. La Teología de la Tercera Bendición

a. El Origen de la Santificación como la Segunda Obra Concreta de la Gracia b. Desde la Santificación Instantánea hasta la Obra Continua del Espíritu

Conclusión: Un Llamado a lo Esencial

a. El Peligro del Dogmatismo

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b. Los Esenciales Versus los No Esenciales

Introducción: Las Semillas de Santidad del Prepentecostalismo

La intención fue pura, pero los medios fueron cuestionables, y los resultados fueron divisivos.

La historia del movimiento de santidad, al igual que la del movimiento pentecostal, es descrita

por la descripción irónica, pero simple, mencionada arriba. Comenzando con el movimiento de

santidad que irrumpió en la escena religiosa de principios del siglo XIX, y después cuando el

movimiento pentecostal surgió a principios del siglo XX, se desarrolló una gran cuestión

subyacente que dividió ambos movimientos, sin importar las asombrosas aportaciones

espirituales que trajeron para la humanidad. No se puede cuestionar la intención de los

protagonistas principales; ellos querían promover y fomentar una espiritualidad mayor en las

personas (especialmente los creyentes). Sin embargo, sus acciones y convicciones doctrinales a

menudo llegaron a ser cuestionables. Sea que las divisiones que siguieron estuvieran dentro de la

voluntad providencial de Dios o no, el Señor será el juez de los resultados. Pero los incrédulos y

muchos creyentes que observaron tales fracturas, estaban casi siempre confusos por el mismo y,

lamentablemente, se alejaron del movimiento cristiano más grande desde la Reforma. El

historiador de la Calle Azusa lo resume apropiadamente:

Lo que la gente necesita es un Cristo vivo, y no una contienda dogmática ni doctrinal. El celo insensato hizo mucho daño a la obra al principio. Como siempre, nuestra causa sufrió más por culpa de los de adentro. Pero Dios tenía algunos héroes verdaderos de los cuales podía depender. La mayoría de éstos salieron de la más profunda oscuridad y entraron repentinamente al poder y prominencia, para luego retirarse repentinamente cuando su obra había finalizado.125

                                                                                                                         125  Frank  Bartleman.  Azusa  Street  (The  Centennial  Edition).  Gainesville,  FL:  Bridge-­‐Logos  Pub.,  1980,  pág.  113.  

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97    

A través de las siguientes páginas, habrá un análisis de la perenne controversia que comenzó a

dividir al antiguo movimiento de santidad a mediados del siglo XIX, y luego al movimiento

pentecostal a principios del siglo XX. Pero para analizar correctamente la controversia de las

‘Tres Bendiciones’, el buscador sincero de la verdad tiene que comprender tanto la sinceridad de

aquellos primeros pioneros del movimiento de santidad como sus debilidades humanas que a

veces los dividían. Se puede aprender mucho de las semillas que dieron origen al movimiento de

santidad. Estas semillas del movimiento de santidad vinieron de los moravos, quienes fueron

producto del pietismo alemán. Ningún grupo tuvo mayor impacto sobre Juan Wesley que los

moravos y su forma particular de pietismo.126 Las creencias básicas del pietismo están bien

preservadas, y fueron muy influyentes en el desarrollo del movimiento de santidad. Éstas

incluyeron: la afirmación del ‘nuevo nacimiento’ por el Espíritu Santo; la experiencia de Dios

que afecta la manera en que vive un cristiano (la santificación); la necesidad de que una

comunidad cristiana se aparte de la sociedad en general; la insistencia en un conjunto de pasos

definidos basados en una confesión de creencias ortodoxas; y el uso casi exclusivo de términos

para denotar a un grupo protestante particular.127

Las Raíces del Pentecostalismo: Un Movimiento de Santidad Dividido

Sin duda, las teologías de Juan Calvino y Juan Wesley han sido tergiversadas y modificadas

por todas las partes, incluyendo a los teólogos y predicadores del movimiento de santidad. Se

debe darle crédito a Wesley por el surgimiento de la doctrina de la “segunda bendición” —una

experiencia de crisis subsecuente a la conversión—, la cual con el tiempo habría de ejercer una

                                                                                                                         126  Bill  Diehl  Jr.,  Editor.  “Protestant  Revivalism,  Pentecostalism  and  the  Drift  Back  to  Rome”.  Julián,  CA:  Present  Truth  Magazine,  Volume  Five,  Article  5,  2011,  pág.  3.  127  Stanley  Burgess  and  Eduard  Van  Der  Maas.  The  New  International  Dictionary  of  Pentecostal  and  Charismatic  Movements.  Grand  Rapids,  MI:  Zondervan,  2003,  pág.  610.  

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poderosa influencia sobre el pentecostalismo. Pero a menudo era malinterpretado y

reinterpretado por otras personas que no siempre reflejaban sus ideas verdaderas.128 Por toda la

vida expresó una ambigüedad en sus escritos en cuanto a qué quiso decir con su doctrina del

“perfecto amor” y su “segunda bendición”. De hecho, era un estado espiritual el cual nunca

profesó haber alcanzado. En su sermón “A Plain Account of Christian Perfection” [Una Clara

Explicación de la Perfección Cristiana], dijo que en algunos casos no es instantánea.129 Ya para

el siglo XIX, el metodismo, el movimiento de santidad y el movimiento pentecostal no lo

representaban bien.

Juan Fletcher, teólogo escogido por Wesley, fue el primero en emplear la frase bautismo del

Espíritu Santo y también comenzó a diferir imperceptiblemente con Wesley al enseñar que este

bautismo era una experiencia distinta.130 Mucho podría escribirse sobre la relación y las

diferencias entre estos dos compañeros, pero ambos fueron influenciados profundamente por el

pietismo. Comenzaban a aflorar las primeras señales de un movimiento de santidad que se

dividía. Ni la doctrina de Calvino sobre la predestinación ni el perfeccionismo de Wesley

sobrevivieron las brechas que comenzaban a aparecer entre las personas que creían en la

santidad. A medida que el movimiento abarcaba a más creyentes, los líderes del movimiento de

santidad y del pentecostalismo permitieron, sin darse cuenta, que ‘los dos o tres actos de gracia’

fracturaran al creciente movimiento.131 Pero la teología doctrinal sobre la conversión y la

santificación no fueron las únicas razones o fuerzas que causaron las divisiones; a veces los

                                                                                                                         128  Allan  Anderson.  Spreading  Fires  (The  Missionary  Nature  of  Early  Pentecostalism).  Maryknoll,  New  York:  Orbis  Books,  2007,  pág.  19.  129  Peter  Althouse.  “Wesleyan  and  Reformed  Impulses  in  the  Keswick  and  Pentecostal  Movements”.  Wyoming,  Michigan:  The  Pneuma  Foundation,  octubre  de  2003,  págs.  8,  9.  130  Allan  Anderson.  Spreading  the  Fires.  Ibíd.,  pág.  19.  131  Peter  Althouse.  Ibíd.,  pág.  13.  

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motivos no eran nada de santos (tales como quién habría de controlar las instituciones o los

grupos).132

El Crecimiento del Árbol Cismático: La Controversia se Profundiza y se Propaga

Al investigar la evolución del movimiento de santidad, encontramos que una inquietante

conciencia socialista o nacionalista ejerció influencia sobre el desarrollo de la teología del

movimiento de santidad. El avivamiento estadounidense y el pentecostalismo tardío fueron

impactados fuertemente por los efectos de las creencias de la Ilustración y del Romanticismo

sobre el progreso humano.133 Esto tal vez no parezca ser un hecho significativo, pero tras escapar

de la estricta doctrina de la predestinación, heredada del monarquismo europeo, los cristianos

estadounidenses tuvieron hambre por experimentar su religión con color y emoción.134 A esto se

añadió la enseñanza y predicación de predicadores de avivamiento tales como Charles Finney y

Phoebe Palmer. Finney ahora estaba empleando libremente términos tales como “perfección sin

pecado” y “entera santificación”. Atacaba a los que discrepaban con él por carta y en los

púlpitos, donde sus sermones dinámicos atraían a las masas.135 Pero Finney empleó más retórica,

y casi ninguna exégesis bíblica, para fundamentar sus muy divisivos sermones.

Mientras que Wesley y Fletcher hablaron de la ‘santificación’ y el ‘bautismo del Espíritu

Santo’ como las “dos caras de la misma moneda”, Phoebe Palmer predicó sobre la segunda obra

de gracia como un “camino más corto” para consumar la perfección y el éxtasis que a los

primeros santos les había tomado toda la vida poder alcanzar. Ella comenzó a insistir en que era

una experiencia de crisis instantánea, pero también enseñó fervientemente que ‘la segunda

                                                                                                                         132  Frank  Bartleman.  Azusa  Street  (Centennial  Edition).  Ibíd.,  pág.  196.  133  Frank  Bartleman.  Azusa  Street  (Centennial  Edition).  Ibíd.,  pág.  4.  134  Bill  Diehl,  Jr.,  Editor.  “Protestant  Revivalism,  Pentecostalism  and  the  Drift  Back  to  Rome”.  Ibíd.,  págs.  4,  5.  135  Charles  Finney.  Reflections  on  Revival  (Compiled  by  Donald  Dayton).  Minneapolis,  MN:  Bethany  Fellowship,  1979,  págs.  80,  81.  

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bendición’ era realizada por medio de lo que ella llamaba ‘el bautismo del Espíritu Santo’.

Varias fuentes documentan su firme creencia en que la santificación y el Espíritu Santo eran

realizados en la misma experiencia instantánea.136

Con el surgimiento del avivamiento de Gales y el avivamiento de Keswick, el ala reformada

del movimiento de santidad fue significativamente influenciada, pero también lo fue el

movimiento pentecostal. El avivamiento de Keswick se dedicó a las Escrituras, y esta evolución

ocasionó las conferencias “Higher Life” [Vida Superior]. El concepto reemplazó a la “segunda

bendición” como ‘erradicación de la naturaleza pecaminosa’ en favor del ‘bautismo del Espíritu

Santo’ y como un ‘otorgamiento de poder para el servicio’. Por último, la santificación no fue

vista como un ‘estado de perfección’, sino como una ‘condición que se mantiene’. Hombres

como D.L. Moody, R.A. Torrey, Adoniram Gordon y Wilbur Chapman crearon la división en el

movimiento de santidad al adoptar esta creencia sobre la “segunda bendición”.137 Para finales del

siglo XIX, las semillas estaban plantadas y las raíces habían crecido hasta producir un gran

derramamiento de poder que se transformó en una hermosa temporada de la ‘Lluvia Tardía’.

Pero la Calle Azusa habría de recibir tanto lo problemático como lo poderoso en los siguientes

20 años.

La Controversia Florece y se Propaga a Medida que Cae la Lluvia Tardía

Al comienzo del siglo XX, la situación en los confines del movimiento de santidad era

incierta, hallándose vulnerable ante un sinnúmero de interpretaciones y metodologías más allá de

cualquier investigación de una entidad eclesiástica o académica particular. Aunque muchos

grandes líderes estaban listos para dirigir al pueblo hacia nuevas experiencias espirituales, estas

                                                                                                                         136  Vinson  Synan.  Spirit  Empowered  Christianity  in  the  21st  Century.  Ibíd.,  págs.  26,  27.  137  Vinson  Synan.  Spirit  Empowered  Christianity  in  the  21st  Century.  Ibíd.,  págs.  29,  30.  

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personas [del movimiento] de santidad estaban tan marcadas por las divisiones que precedieron a

la Calle Azusa que estaban destinados a separarse y tomar un nuevo rumbo de manera

permanente.138 Los que pronto habrían de ser pentecostales traían consigo un legado rico y

diverso de la doctrina y adoración del movimiento de santidad, que tanto los habría de unir, pero

también los habría de dividir.

Con el ascenso de Seymour y las fantásticas demostraciones de poder espiritual ocurridas en la

Calle Azusa, las diferencias del pasado parecieron quedar deshechas en la gloriosa y fresca lluvia

de Pentecostés. Las barreras nacionalistas, doctrinales e incluso raciales desaparecieron a medida

que las manifestaciones del Espíritu Santo se derramaban sobre todos aquéllos que asistieron a

los dos primeros años de lo que pareció ser un avivamiento sin final. Sin embargo, existía una

constante y preocupante contracorriente entre estos nuevos pentecostales en cuanto a la

importancia de ‘andar en toda la luz que uno tuviese’. Algunos pensaban, y otros predicaban, que

los creyentes ‘no subirían en el rapto’ si no recibían el bautismo del Espíritu Santo.139 En esta

clase de documento no se le puede dar el tiempo ni el espacio apropiado a William Seymour; no

obstante, para siempre se le atribuirá haber sido el verdadero catalizador del gran avivamiento

pentecostal del siglo XX. Pero ni siquiera Seymour pudo evitar el verse envuelto en la contienda

y las actitudes divisivas que con el tiempo se esparcieron cual polen irritante.140

En esencia, el movimiento de santidad se había dividido en tres facciones principales. El

primer grupo vino a ser conocido como “los independientes” en el movimiento de santidad, los

cuales enseñaban que una “membresía enteramente santificada podría resultar en una conducta

intachable y paz en la iglesia”. A medida que sus enseñanzas evolucionaron, muchos adoptaron

                                                                                                                         138  Stanley  Burgess  and  Eduard  Van  Der  Maas.  Ibíd.,  pág.  728.  139  Steven  J.  Land.  Pentecostal  Spirituality  (A  Passion  for  the  Kingdom).  Sheffield  Academic  Press:  Sheffield,  England,  2001,  pág.  77.  140  Frank  Bartleman.  Ibíd.,  pág.  170.  

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el tema de ‘las tres bendiciones’, pero esto no permaneció intacto porque los cismas sobre la

enseñanza de ser ‘enteramente santificado’ volvieron a surgir para dividirlos. Esto fue seguido

por varias divisiones que dieron menos razón para creer en la conducta intachable y la paz las

cuales prometía. También se encontraban las iglesias “de santidad” de Keswick, las cuales

siguieron enseñando las dos bendiciones. El último grupo de creyentes del movimiento de

santidad regresaron a la teoría de “una bendición”, la cual fue grandemente modificada para

incluir al bautismo del Espíritu Santo como una señal de la conversión.141 Examinaremos con

más detalle a este grupo más adelante.

Uno de los nombres más prominentes del movimiento pentecostal primitivo, después de los

días de la Calle Azusa, fue William H. Durham. Aunque más adelante asistió al avivamiento de

la Calle Azusa, fue el primero en discrepar de lo que se había convertido en la teología de las tres

bendiciones. Tras escudriñar las Escrituras por algún tiempo, dejó de predicar la santificación

instantánea y desarrolló la teología llamada ‘la obra consumada del Calvario’. Esta enseñanza

creía que la obra de Cristo en la cruz fue suficiente tanto para la salvación como para la

santificación. Fue por causa de esta creencia y predicación que William Seymour le impidió

entrar a la iglesia de la Calle Azusa. Posteriormente, la doctrina de ‘la obra consumada’ vino a

enfatizar una santificación gradual, y no instantánea, en la cual el creyente ‘hace suya’ la obra

santificadora de Cristo durante toda su vida.142 Esta postura vino a ser aceptada por las

Asambleas de Dios, la denominación pentecostal más grande del mundo, al igual que la mayoría

de las iglesias pentecostales. Ciertamente, hubo muchos pentecostales que aún discreparon de

esto.

                                                                                                                         141  Stanley  Burgess  and  Eduard  van  der  Maas.  Ibíd.,  págs.  726,  727.  142  Vinson  Synan.  Ibíd.,  págs.  121,  126.  

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103    

La Teología de la Primera Bendición

Al entrar en la controversia de los desacuerdos sobre pasajes cuestionables, un observador

honesto primero reconoce que se ha escrito y predicado más opiniones y teología que estudio

exegético adecuado. Aunque muchos condenen al Credo de Nicea y al Credo Apostólico, estos

documentos se originaron gracias a personas serias que se dedicaron al trabajo exegético antes de

dedicarse a hacer argumentos en la toma de decisiones.143 En el caso del debate sobre la santidad,

los tres grupos de santidad mencionados arriba emplearon pasajes favoritos, a veces con una

pobre o ninguna hermenéutica apropiada para contestar los versículos que muchos usaban para

justificar sus posturas doctrinales.

Varios pasajes eran empleados con múltiples interpretaciones. Tales pasajes clásicos incluían a

Romanos 8:1-32; 15:16; Gálatas 5:1-8; Efesios 5:26; Tito 3:5-7; y Hebreos 10:10-14. Estos

pasajes han sido severamente mutilados para hacerlos concordar con doctrinas parciales que

harían pasar ‘a un camello por el ojo de una aguja’. Frank Macchia —el ‘trinitario de la teología

sistemática pentecostal’ y editor de Pneuma— nos recuerda que estos pasajes se interpretan

correctamente sólo cuando el lector sabe que “la regeneración, santificación y justificación son

metáforas coincidentes de la nueva vida en el Espíritu, cada una con su propio matiz

teológico”.144 A la luz de esto, incluso la ‘primera bendición’ fue maravillosamente aplicada y

también trágicamente mal usada con la misma frecuencia. Aunque la mayoría de las personas en

el movimiento de santidad y en el pentecostalismo estarían de acuerdo en cuanto a la primera

bendición, como habremos de ver, hubo variantes que aseguraron que no todos estuvieran en

unidad en cuanto a este punto rudimentario de la fe.

                                                                                                                         143  Justo  L.  González.  The  Story  of  Christianity.  New  York:  Harper  Collins  Publishers,  2010,  pág.  188.  144  Frank  D.  Macchia.  Justified  in  the  Spirit.  Grand  Rapids,  MI:  Eerdmans  Publishing  Co.,  2010,  pág.  208.  

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104    

En este punto, debe señalarse que aunque hemos discutido sobre William Durham, el fruto de

algunas de sus enseñanzas fue el surgimiento de grupos llamados frecuentemente de la

‘unicidad’. Durham básicamente “declaró que todo lo que un creyente habría de necesitar estaba

incluido en la obra de Cristo en la cruz”, y el resultado de esto lo llevó a incluir la santificación y

el bautismo del Espíritu Santo.145 Por causa de su naturaleza Cristocéntrica, allanó el camino

para que otros luego comenzaran a abandonar las Asambleas de Dios. Hoy, el ‘pentecostalismo

unicitario’ no es de ninguna manera una iglesia unificada o una sola organización. Surgió como

una alternativa a la doctrina trinitaria y las prácticas bautismales de los pentecostales antiguos.

Han abrazado al triteísmo, niegan la eterna ‘filiación’ de Cristo, y niegan Su doble naturaleza.

Pero sus enseñanzas más identificables son: el bautismo en agua solamente en el nombre de

Jesús, y la creencia de que uno no es salvo hasta que haya hablado en lenguas (aunque algunos

grupos ni siquiera aceptan este punto).146

La Teología de la Segunda Bendición

Esta escuela de pensamiento se ha convertido en la teología más común dentro del

pentecostalismo. William Durham, quien popularizó esta perspectiva, no adoptó particularmente

la perspectiva de Keswick sobre la santificación progresiva, la cual tendía a negar la segunda

experiencia instantánea de la santidad.147 Él creía que uno era santificado al convertirse, y que la

‘segunda bendición’ era el bautismo del Espíritu Santo con la señal de hablar en lenguas. Para él

todo esto era una ‘obra de gracia’ de dos etapas (la justificación y el bautismo del Espíritu).148

                                                                                                                         145  Vinson  Synan.  Ibíd.,  pág.  64.  146  Allan  Anderson.  An  Introduction  to  Pentecostalism.  New  York:  Cambridge  University  Press,  2004,  págs.  49-­‐51.  147  Ibíd.,  pág.  45.  148  Allan  Anderson.  Ibíd.,  pág.  46.  

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Criada como metodista, Phoebe Palmer afirmó haber sido santificada ya para 1839; pero más

adelante en 1874 (antes de su muerte), se unió al movimiento que creía en la “segunda

bendición”. Con el tiempo, Palmer insistió en “una experiencia de crisis instantánea de lo que

vino a llamar el ‘bautismo del Espíritu’, la cual fue un acontecimiento importante en la

producción del movimiento pentecostal en 1901”.149 Esta teología floreció por la influencia de

Durham y Palmer.

La Teología de la Tercera Bendición

Tras abandonar la iglesia bautista, Benjamín Irwin fundó la “Iglesia de la Santidad Bautizada

en Fuego”, cuando recibió el bautismo del Espíritu Santo. En 1895 había experimentado lo que

llamaba un “bautismo de fuego”. Tras esta experiencia, cambió su postura por completo y adoptó

la teología de la ‘tercera bendición’, la cual estaba siendo esparcida a principios del siglo XX a

través del sur [de los Estados Unidos] dondequiera que predicaba.150 A esto se debe añadir que

fue su movimiento ‘bautizado en fuego’ el que dio inicio al avivamiento de santidad que

posteriormente se esparció en el oeste de Carolina del Norte, en la Escuela Shearer en 1896.

Poco después, Charles Parham fue grandemente impactado por el ministerio de sanidad de

John Alexander Dowie; fue sanado posteriormente de fiebre reumática en 1898. Irónicamente,

fue condenado al ostracismo por el movimiento de santidad debido a sus fuertes críticas del

mismo. Cuando comenzaba su propio ministerio de sanidad en Topeka (Kansas), Parham desafió

a sus estudiantes a buscar en el libro de los Hechos alguna evidencia o señal sobre el bautismo

del Espíritu Santo. Finalmente, llegaron a la conclusión de que la señal consistía en hablar en

lenguas; así que ellos, junto con Parham, comenzaron a procurarla hasta que uno de ellos (Agnes

                                                                                                                         149  Vinson  Synan.  Ibíd.,  pág.  27.  150  Ibíd.,  págs.  34,  35.  

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106    

Ozman) fue la primera persona en recibirla.151 Lo importante para este tema de la “tercera

bendición” es que esto puso la atención sobre la ‘glosolalia’ como la señal del Espíritu y, hasta

cierto punto, distrajo a otros del énfasis que se daba previamente a la santidad.

Esta sutil transición concerniente a la glosolalia es rara vez mencionado en la mayoría de los

libros de historia del pentecostalismo o del movimiento de santidad. Aunque algunos autores

reconozcan la creencia de muchos pentecostales sobre ‘la operación instantánea de la

purificación del corazón’, también hacen hincapié en que es la manifestación de la presencia del

Espíritu y el poder santificador que la acompaña lo que continúa ayudando a limpiar al

creyente.152 Esta premisa es la razón por la cual Steven Land escribe: “De hecho, siguiendo la

soteriología pentecostal más antigua de la justificación, santificación y el bautismo del Espíritu,

el desafío teológico fundamental y la necesidad pastoral más apremiante consiste en mostrar la

integración de la justicia, el amor y el poder en este movimiento apocalíptico de transformación

espiritual”.153

Un Llamado a lo Esencial

Frank Bartleman narra la historia de la captura de la Iglesia del Santo Sepulcro (en Palestina)

por parte del General Allenby y su ejército. Por cuanto no pudo encontrar ningún concilio

cristiano o persona alguna para darle el encargo de cuidarla (porque a menudo se despreciaban

mutuamente), se vio obligado a nombrar a un anciano musulmán para que coordinara con los

distintos grupos y establecer un horario para que las diversas sectas cristianas adoraran allí. En el

pasado, los turcos habían mantenido el orden por la fuerza. En una ocasión, ese anciano

musulmán le dijo a un visitante que él estaba allí para evitar que los cristianos se mataran los                                                                                                                          151  Allan  Anderson.  An  Introduction  to  Pentecostalism.  Ibíd.,  págs.  33,  34.  152  Stanley  Burgess  and  Eduard  van  der  Maas.  Ibíd.,  pág.  358.  153  Steven  J.  Land.  Ibíd.,  pág.  23.  

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unos a los otros.154 Esta misma separación trágica o temor hizo que los creyentes del movimiento

de santidad y del movimiento pentecostal desconfiaran entre sí, y que se perpetuaran conflictos

que aún permanecen hasta el día de hoy.

Este dogmatismo doctrinal sobre la segunda y la tercera bendición ha sido un secreto

vergonzoso para los pentecostales, así como lo fue para el movimiento de santidad. Ya para

1905, el Sr. Bartleman —quien fuera parte integrante del avivamiento de la Calle Azusa—

advirtió sobre el peligro de volverse demasiado rígidos en cuanto a ciertas cuestiones doctrinales

que no siempre se pueden interpretar o aplicar fácilmente. Él escribió: “Las personas del

movimiento de santidad están sobrecargadas con un espíritu de prejuicio y fariseísmo... La obra

del avivamiento parece haber comenzado fuera de las iglesias de santidad, propiamente dichas.

Dios puede perfeccionar a quienes Él quiera. El pueblo del movimiento de santidad está

demasiado orgulloso de su postura (demasiado confiado de su posición y condición). Tal vez

Dios tenga que pasar de largo. Ellos también deben arrepentirse. Dios puede humillarlos al obrar

en otros lugares”.155 Tal advertencia nos aplica hoy a nosotros como pentecostales. Una actitud

dogmática de encajonar la santificación en nuestro conocimiento finito va en contra de animar a

todos los creyentes a buscar a un Dios santo.

Hay voces que nos exhortan a comprender el cambio escatológico presente en todos los

movimientos pentecostales de hoy. Es un imperativo que nos demos cuenta de que esto no

significa alejarnos de Cristo ni de la cruz, sino aceptar que el Espíritu Santo puede obrar tanto

inicial como gradualmente. Esta realidad es una ‘efusión’ de la visión apocalíptica y poder del

Espíritu, el cual “altera el modo en que se percibe a Cristo, la iglesia, la vida cristiana y al

                                                                                                                         154  Frank  Bartleman.  Ibíd.,  pág.  192.  155  Frank  Bartleman.  Ibíd.,  pág.  21.  

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108    

cambio”.156 Si esto es cierto, esperamos que esto nos ayude como cristianos y movimientos

eclesiásticos a extendernos más allá de las rígidas definiciones e interpretaciones del pasado que

han separado a las iglesias y creyentes diversos dentro del pentecostalismo. El Dr. Justo L.

González advierte:

La justificación debe ser seguida por, y manifestada en, la santificación. Además, la santificación no es algo que uno hace por cuenta propia después de haber sido justificado. La santificación, al igual que la justificación, es una obra del Espíritu Santo, y no del creyente.157

Por último, el Dr. Héctor Ortiz, en su curso sobre la Historia del Pentecostalismo Mundial

hace una presentación perspicaz llamada “Lo Esencial y lo No Esencial”.158 En este discurso,

habla del peligro de un movimiento de cristianos que no comprendan cuáles cosas deben colocar

en la categoría “no negociable” y cuáles otras cosas colocar en la categoría de asuntos que no son

esenciales para el desarrollo de la madurez cristiana. ¿Tendrá importancia alguna si dos

creyentes tienen lo que el primero describe como una ‘experiencia instantánea’ de la

santificación y el otro cree y se aferra a una santificación ‘progresiva’ o una ‘santificación

continua’? En tanto que ambos deseen seguir buscando al Dios santo de las Escrituras, ¿acaso se

requiere que uno de ellos sea tenido por hereje y el otro sea tenido por santo? Si vamos al caso,

¿para qué luchar tanto con los testimonios de aquéllos que creen que fueron bautizados en el

Espíritu en una segunda bendición o con aquéllos que profesan haberlo recibido en una tercera

bendición? En tanto que ambos hayan experimentado la santificación y el bautismo del Espíritu

(incluso hablar en lenguas), ¿por qué no pueden ambos experimentar un derramamiento que los

lleve a buscar al Dios santo por toda la vida? Esta es la realidad: demasiadas personas convierten

                                                                                                                         156  Steven  J.  Land.  Ibíd.,  pág.  63.  157  Justo  L.  González.  A  Concise  History  of  Christian  Doctrine.  Nashville,  TN:  Abingdon  Press,  2005,  pág.  183.  158  Héctor  Ortiz.  “History  of  Global  Pentecostalism”  (apuntes  de  la  clase).  Boise,  ID:  Seminario  Teológico  Gordon-­‐Conwell,  25  de  septiembre  de  2011.  

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las “cosas no esenciales” en “cosas esenciales” que separan a los creyentes que realmente aman a

Jesucristo y quieren hacer el bien. Que Dios nos conceda a todos más gracia y sabiduría a medida

que el movimiento de santidad y el pentecostalismo siguen en la humilde búsqueda del Dios

santo.

Bibliografía

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