no hay padres perfectos

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76 SALUD 77 Tratar de ser los padres siempre perfectos y amados, siempre complacientes, nos coloca en el lugar peligroso de confundir nuestro rol y nuestra función de simetría, basada en la libertad de elección. Los hijos, en cambio, necesitan del liderazgo de los padres: esa luz guía que emita señales claras y reguladoras. Precisan modelos y referentes mediadores en su confrontación con la realidad. Y ellos mismos, en su libertad, elegirán los amigos más allá de los límites del hogar. En palabras del juez Emilio Calatayud: “Si los padres nos hacemos amigos de nuestros hijos, se quedan huérfanos”. Lo cual no significa que no sea absolutamente deseable que la crianza y la educación se lleven a cabo en un clima de amigabilidad, respeto e interés mutuo. Pero sí que cada uno debe ocupar su rol, nos guste o no. Tratar de ser los padres siempre perfectos y amados, siem- pre complacientes, nos coloca en el lugar peligroso de confundir nuestro rol y nuestra función. Pues, al contrario, los niños necesitan que eventualmente se convierta en su enemigo y opositor; de otra manera se toman ellos mismos como enemigos. De este modo se permiten las identifica- ciones necesarias para interiorizar las normas y los valores que formarán parte de uno mismo. Y es que entre tantas publicaciones sobre cómo educar a nuestros hijos, tantas Super nannies y Hermanos mayores, se nos olvida algo muy importante y es que los hijos necesi- tan más modelos que críticos. Los padres más eficaces son aquellos que educan desde su madurez personal, desde la propia certeza construida con la experiencia y la convicción en aquellos valores que transmiten. Y que no sólo transmi- ten si no que los viven. Los padres que se respetan a sí mismos tendrán muchas menos dificultades para hacerse respetar por sus hijos. No se puede estar en los dos bandos. Educar es un esfuerzo y un sacrificio; el sacrificio de renunciar al ideal narcisista de ser siempre amados y admirados. Sin olvidar los niños que fuimos, educar consiste en poder ocupar el lugar de los padres que tuvimos. El verdadero reto es tolerar el hecho de frustrar como fuimos frustrados y confrontados. Conviene soportar que aquel enojo que sentimos hacia nuestros pa- dres sea sentido por nuestros hijos. Pues esa línea trazando el límite nos hizo crecer y ser quienes somos. No conviene renegar de los padres que tuvimos por cumplir su cometido. Porque ese No que limita, es la llave que mañana abrirá las puertas de lo que Sí podrá ser y podrán ser nuestros hijos, si lo desean. N o podemos negar que nos encontramos ante un mundo veloz- mente cambiante. En un entorno social en que los valores, las costumbres, incluso los referentes más profundamente arraiga- dos, se ven cuestionados. Ser hombre, ser mujer, ser rey o súbdito, padre o madre son conceptos cuyos límites se difuminan. De un tiempo a esta parte no hay un modelo único, claro y universalmente aceptado sobre el buen hacer. Ante el advenimiento de la paternidad, ¿cuál será, entre todos, el buen modelo al que acogernos? ¡Qué hermoso sería rom- per con esta barrera generacional, con esa vivencia de lejanía entre pa- dres e hijos, con el clivaje…! ¿Por qué no ser amigos de nuestros hijos, cuando tan lejos nos hemos sentido de nuestros padres? Son muchos, pues, los padres de hoy que por temor a caer en el autoritarismo evitan la puesta en práctica de su autoridad. Padres que, apelando amor y sin percatarse, soslayan esa función limitadora, contenedora y responsable que supone la paternidad. En un intento malabarista de educar sin con- frontar, de contener sin limitar, muchos padres se hallan perdidos y ven con desconcierto cómo sus hijos se convierten en pequeños tiranos. Efectivamente, todos los seres humanos somos iguales en dignidad, pero cada uno en su lugar debe cumplir su función. Y cada uno en su lugar diferenciado cumple una función vital para el desarrollo del indivi- duo y la sociedad. NO HAY PADRES PERFECTOS Mª Luisa Balaguer Guilabert Lic. en Psicología y Psicopedagogía ¿En qué consiste pues, esta función paterna? La función paterna debe entenderse como lími- te, como transmisora de la ley, desde el Otro. Tal función provoca una desambiguación en el psiquismo del niño que significará que no todo vale, y dará lugar al pensar coherente de todo sujeto integrado en la cultura. Sirve de modelo identificatorio o de comparación. El advenimiento del sujeto, de la subjetividad, dependerá de la puesta en funcionamiento de estos procesos. De lo contrario, la construcción del ser adulto responsable de sí y participante activo en el devenir de la cultura, quedará a me- dio hacer. La función de los padres es propor- cionar la seguridad necesaria para crecer, poner límites, transmitir valores y acompañar el cami- no hacia la sana construcción de uno mismo. Por otro lado la amistad, definida por la Real Academia como el “afecto personal, puro y des- interesado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato” es una relación

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No podemos negar que nos encontramos ante un mundo velozmentecambiante. En un entorno social en que los valores, lascostumbres, incluso los referentes más profundamente arraigados,se ven cuestionados.

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Page 1: No hay padres perfectos

7676 SALUD 77

Tratar de ser los padres siempre perfectos y amados, siempre complacientes, nos coloca en el lugar peligroso de confundir nuestro rol y nuestra función

de simetría, basada en la libertad de elección. Los hijos, en cambio, necesitan del liderazgo de los padres: esa luz guía que emita señales claras y reguladoras. Precisan modelos y referentes mediadores en su confrontación con la realidad. Y ellos mismos, en su libertad, elegirán los amigos más allá de los límites del hogar.

En palabras del juez Emilio Calatayud: “Si los padres nos hacemos amigos de nuestros hijos, se quedan huérfanos”. Lo cual no significa que no sea absolutamente deseable que la crianza y la educación se lleven a cabo en un clima de amigabilidad, respeto e interés mutuo. Pero sí que cada uno debe ocupar su rol, nos guste o no.

Tratar de ser los padres siempre perfectos y amados, siem-pre complacientes, nos coloca en el lugar peligroso de confundir nuestro rol y nuestra función. Pues, al contrario, los niños necesitan que eventualmente se convierta en su enemigo y opositor; de otra manera se toman ellos mismos como enemigos. De este modo se permiten las identifica-ciones necesarias para interiorizar las normas y los valores que formarán parte de uno mismo.

Y es que entre tantas publicaciones sobre cómo educar a nuestros hijos, tantas Super nannies y Hermanos mayores, se nos olvida algo muy importante y es que los hijos necesi-tan más modelos que críticos. Los padres más eficaces son aquellos que educan desde su madurez personal, desde la propia certeza construida con la experiencia y la convicción

en aquellos valores que transmiten. Y que no sólo transmi-

ten si no que los viven. Los padres que se respetan a sí

mismos tendrán muchas menos dificultades para hacerse

respetar por sus hijos.

No se puede estar en los dos bandos. Educar es un esfuerzo

y un sacrificio; el sacrificio de renunciar al ideal narcisista

de ser siempre amados y admirados. Sin olvidar los niños

que fuimos, educar consiste en poder ocupar el lugar de los

padres que tuvimos. El verdadero reto es tolerar el hecho de

frustrar como fuimos frustrados y confrontados. Conviene

soportar que aquel enojo que sentimos hacia nuestros pa-

dres sea sentido por nuestros hijos. Pues esa línea trazando

el límite nos hizo crecer y ser quienes somos. No conviene

renegar de los padres que tuvimos por cumplir su cometido.

Porque ese No que limita, es la llave que mañana abrirá las

puertas de lo que Sí podrá ser y podrán ser nuestros hijos,

si lo desean.

No podemos negar que nos encontramos ante un mundo veloz-mente cambiante. En un entorno social en que los valores, las costumbres, incluso los referentes más profundamente arraiga-

dos, se ven cuestionados. Ser hombre, ser mujer, ser rey o súbdito, padre o madre son conceptos cuyos límites se difuminan. De un tiempo a esta parte no hay un modelo único, claro y universalmente aceptado sobre el buen hacer. Ante el advenimiento de la paternidad, ¿cuál será, entre todos, el buen modelo al que acogernos? ¡Qué hermoso sería rom-per con esta barrera generacional, con esa vivencia de lejanía entre pa-dres e hijos, con el clivaje…! ¿Por qué no ser amigos de nuestros hijos, cuando tan lejos nos hemos sentido de nuestros padres? Son muchos, pues, los padres de hoy que por temor a caer en el autoritarismo evitan la puesta en práctica de su autoridad. Padres que, apelando amor y sin percatarse, soslayan esa función limitadora, contenedora y responsable que supone la paternidad. En un intento malabarista de educar sin con-frontar, de contener sin limitar, muchos padres se hallan perdidos y ven con desconcierto cómo sus hijos se convierten en pequeños tiranos.

Efectivamente, todos los seres humanos somos iguales en dignidad, pero cada uno en su lugar debe cumplir su función. Y cada uno en su lugar diferenciado cumple una función vital para el desarrollo del indivi-duo y la sociedad.

No hay padres perfectos

Mª Luisa Balaguer GuilabertLic. en Psicología y Psicopedagogía

¿En qué consiste pues, esta función paterna? La función paterna debe entenderse como lími-te, como transmisora de la ley, desde el Otro. Tal función provoca una desambiguación en el psiquismo del niño que significará que no todo vale, y dará lugar al pensar coherente de todo sujeto integrado en la cultura. Sirve de modelo identificatorio o de comparación.

El advenimiento del sujeto, de la subjetividad, dependerá de la puesta en funcionamiento de estos procesos. De lo contrario, la construcción del ser adulto responsable de sí y participante activo en el devenir de la cultura, quedará a me-dio hacer. La función de los padres es propor-cionar la seguridad necesaria para crecer, poner límites, transmitir valores y acompañar el cami-no hacia la sana construcción de uno mismo.

Por otro lado la amistad, definida por la Real Academia como el “afecto personal, puro y des-interesado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato” es una relación