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núm. 341 julio-agosto 2006 106 Las expectativas y la teoría de las áreas monetarias óptimas Jéssica Claudia Díaz de León Gómez* E. Ilana Méndez Castrejón* La teoría de las zonas monetarias óptimas está de regreso. Este tema, alguna vez descartado por ser un “problema sin salida”, de muy escasa importancia práctica con respecto a la política cambiaria y a la reforma monetaria, ha sido reavivado y nuevamente considerado; en efecto, ahora se le proclama como uno de los temas centrales de la economía internacional. George S. Tavlas Finanzas y Desarrollo, junio de 1993 Introducción La Teoría de las Áreas Monetarias Óptimas (TAMO, en adelante) está de regreso. La década de los años noventa marcó el inició de su resurgimiento. Dicho cuerpo teórico busca identificar la zona geográfica óptima en la cual los países puedan con- formar una unión monetaria (Tavlas, 1993a), es decir, fijar sus tipos de cambio de una manera irrevocable o implementar una moneda común. Fueron dos los grupos de factores que influyeron en su renovación: en primer lugar, los eventos ocurridos en el panorama internacional en esa época y, en segundo lugar, los nuevos desarro- llos de la teoría macroeconómica, y ya entre éstos, la influencia de las expectativas racionales, la inconsistencia temporal y la credibilidad. Por tanto, el objetivo de este documento es observar la evolución de TAMO enfatizando la importancia de las ex- pectativas racionales en su reformulación. En los dos primeros apartados se expone de manera general las características del enfoque tradicional, posteriormente se ob- serva la evolución del pensamiento de Mundell reflejado en los artículos publicados en los setenta. En el tercer apartado, se analiza la influencia de la macroeconomía clásica basado en las aportaciones de Paul De Grauwe (1994) y finalmente se conclu- ye enfatizando los resultados de apartados anteriores. * Becarias de la Facultad de Economía, UNAM. Esta investigación se realizó dentro del proyecto PAPIIT: México-Estados Unidos: credibilidad macroeconómica en economías abiertas, 2000- 2005” clave IN311203. Las autoras agradecen los comentarios de los participantes en el Seminario de Expectativas Endógenas llevado a cabo en la División de Estudios de Posgrado, Facultad de Economía, UNAM, el mes de junio –y de manera particular al Profr. Hugo Contreras Sosa por sus valiosos comentarios de carácter técnico–, quienes contribuyeron a afinar varias ideas y redefinieron el objetivo central. A todos ellos expresamos nuestra gratitud intelectual, aunque por supuesto la responsabilidad de este artículo es exclusivamente de las autoras. Correos electrónicos: [email protected] y [email protected]

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Las expectativas y la teoría

de las áreas monetarias óptimas

Jéssica Claudia Díaz de León Gómez* E. Ilana Méndez Castrejón*

La teoría de las zonas monetarias óptimas está de regreso. Este tema, alguna vez descartado por ser un “problema sin salida”,

de muy escasa importancia práctica con respecto a la política cambiaria y a la reforma monetaria, ha sido reavivado y nuevamente considerado; en efecto, ahora se le proclama como uno de los temas

centrales de la economía internacional.

George S. TavlasFinanzas y Desarrollo, junio de 1993

Introducción

La Teoría de las Áreas Monetarias Óptimas (TAMO, en adelante) está de regreso. La década de los años noventa marcó el inició de su resurgimiento. Dicho cuerpo teórico busca identificar la zona geográfica óptima en la cual los países puedan con-formar una unión monetaria (Tavlas, 1993a), es decir, fijar sus tipos de cambio de una manera irrevocable o implementar una moneda común. Fueron dos los grupos de factores que influyeron en su renovación: en primer lugar, los eventos ocurridos en el panorama internacional en esa época y, en segundo lugar, los nuevos desarro-llos de la teoría macroeconómica, y ya entre éstos, la influencia de las expectativas racionales, la inconsistencia temporal y la credibilidad. Por tanto, el objetivo de este documento es observar la evolución de TAMO enfatizando la importancia de las ex-pectativas racionales en su reformulación. En los dos primeros apartados se expone de manera general las características del enfoque tradicional, posteriormente se ob-serva la evolución del pensamiento de Mundell reflejado en los artículos publicados en los setenta. En el tercer apartado, se analiza la influencia de la macroeconomía clásica basado en las aportaciones de Paul De Grauwe (1994) y finalmente se conclu-ye enfatizando los resultados de apartados anteriores.

* Becarias de la Facultad de Economía, UNAM. Esta investigación se realizó dentro del proyecto PAPIIT: México-Estados Unidos: credibilidad macroeconómica en economías abiertas, 2000-2005” clave IN311203. Las autoras agradecen los comentarios de los participantes en el Seminario de Expectativas Endógenas llevado a cabo en la División de Estudios de Posgrado, Facultad de Economía, UNAM, el mes de junio –y de manera particular al Profr. Hugo Contreras Sosa por sus valiosos comentarios de carácter técnico–, quienes contribuyeron a afinar varias ideas y redefinieron el objetivo central. A todos ellos expresamos nuestra gratitud intelectual, aunque por supuesto la responsabilidad de este artículo es exclusivamente de las autoras. Correos electrónicos: [email protected] y [email protected]

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Enfoque tradicional: las expectativas estáticas

La Teoría de las Áreas Monetarias Óptimas se originó en la década de los sesenta con la publicación del trabajo seminal de Mundell (1961) titulado: “A Theory of Op-timum Currency Areas”,1 en esta primera etapa que se conoce como “enfoque tradi-cional”, su análisis se basa en la región, y una manera de evaluar la optimalidad (ver McKinnon, 1963) de un área monetaria era a partir del cumplimiento de los objetivos estándar del enfoque de política económica tradicional (pleno empleo, estabilidad de precios y equilibrio en la balanza de pagos). En ese sentido, los esfuerzos de los distintos autores se enfocaban en encontrar aquella característica económica que le permitiera a un país o territorio formar parte de un área monetaria, de tal manera que si cumplía dicho requisito podría renunciar a la utilización de la política cambia-ria, es decir, el tipo de cambio nominal como instrumento de ajuste para conseguir el equilibrio interno y externo.

A partir de las consideraciones anteriores, el enfoque tradicional del Área Mo-netaria Óptima (AMO, en adelante), intentaba responder una única pregunta: ¿cuál es el dominio más apropiado para un área monetaria? O, de manera más precisa, ¿cuándo es preferible para un conjunto de países establecer un sistema de tipos de cambio fijos de manera irrevocable en vez de dejar flotar libremente sus monedas?A partir del surgimiento de esta línea de investigación, el concepto de área monetaria óptima pasó ha ser el edificio intelectual, del cual se nutren las distintas experiencias de unión monetaria en el mundo (Martirena, 1999).

En efecto, el trabajo pionero de Mundell generó una reacción inmediata, de tal manera que se le agregaron nuevas contribuciones, como los trabajos Ronald Mc-Kinnon (1963) y Peter Kenen (1969). Por lo tanto, la literatura propuesta en esta eta-pa se basa en los criterios de optimalidad, es decir, aquella característica económica que deben cumplir los países o regiones interesados en conformar un área moneta-ria, en un entorno económico caracterizado por un periodo que va de la estabilidad a la inestabilidad del sistema monetario creado en Bretton Woods,2 pasando por los

1 Se define un área monetaria óptima como una región –no necesariamente unida a fronteras nacionales– donde resulta óptimo el dominio geográfico de una sola moneda o un grupo de monedas organizadas con un tipo de cambio fijo, pero no en el sentido de tipos de cambio pegged, como fue durante la vigencia del sistema monetario internacional salido de Bretton Woods, sino irrevocablemente fijos entre los países miembros, los cuales pueden mantener la flexibilidad con respecto a otras monedas, mientras que la optimalidad se refiere a cada una de las propiedades de TAMO, que principalmente tienen que ver con la movilidad de factores, apertura económica, diversificación, apertura comercial, entre otras.

2 Lugar de New Hampshire (EU) en el que se celebró en 1944, una conferencia destinada a diseñar el orden monetario, financiero y comercial de posguerra. Ahí surgen el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Se implementó un mecanismo de tipo de cambio fijo caracterizado por los siguientes compromisos: a) todas las monedas debían ser convertibles y mantener, a través del oro, una paridad fija con el dólar; el margen de fluctuación alrededor de la paridad central sería del ± 1%; b) podría haber reajustes de paridades en caso de desequilibrios en la balanza de pagos; y c) ante un escenario de desequilibrio los países miembros tenían que pagar una cuota al FMI para cubrir futuros desajustes (Requeijo, 2002).

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primeros intentos de Europa en constituir una moneda común, mientras que el en-foque dominante con respecto a la teoría económica era el keynesiano, dentro de un contexto de política económica tradicional, donde se le daba prioridad a los ajustes internos vía política fiscal y monetaria; además de que el debate entre tipo de cambio fijo versus flexible se desarrollaba en un entorno de nula movilidad de capitales, las expectativas eran estáticas, lo que suponía que los agentes económicos no se antici-parían al movimiento de variables macroeconómicas claves como la inflación, tasas de interés, desempleo, etcétera.

A partir del contexto internacional señalado con anterioridad, los criterios conside-rados en esta etapa son los siguientes:

a) Movilidad de los factores de producción: las regiones con una elevada movilidad de factores, son las mejores candidatas para la conformación de un área monetaria, ya que eso actuará como sustituto de los ajustes cambiarios para lograr el equili-brio interno (Mundell,1961).

b) Grado de apertura y tamaño de la economía: cuanto más abierta al exterior se en-cuentre una economía, menor será la eficacia como instrumento de ajuste de un sistema de paridades flexibles, y su utilización afectará desfavorablemente la estabilidad interna (McKinnon,1963).

c) Grado de diversificación de las economías: las economías altamente diversificadas son las mejores candidatas para conformar un área monetaria, ya que la diversi-ficación las aísla de los distintos tipos de choques (Kenen, 1969).

d) Integración financiera: si la integración en el mercado de capitales es elevada, los tipos de cambio fijo serán los adecuados para corregir los desequilibrios en los pagos, ya que los ajustes del tipo de cambio serán substituidos por las modificaciones en las tasas de interés, lo que desplazara al capital en cantidad suficiente para equilibrar la balanza de pagos.

e) Integración fiscal: cuanto mayor sea la integración fiscal en dos áreas, mayor es la posibilidad para hacer frente a los choques mediante transferencias fiscales desde regiones con bajo desempleo a regiones con elevado desempleo.

f) Costos y beneficios del AMO: los beneficios del AMO considerados en este enfoque son la eliminación de los costos de transacción; el costo principal al que se hace referencia en esta etapa es la pérdida de las políticas monetaria y cambiaria.

Esta etapa, caracterizada por un entorno de estabilidad macroeconómica internacio-nal, no fue duradera, el escenario económico fue cambiando y junto con él surgie-ron nuevas interrogantes a las cuales la teoría económica tenía que dar respuesta. Mundell no era indiferente a los profundos cambios que se estaban generando en el ámbito internacional, y esto lo llevó a reformular su teoría de AMO en los setenta, viraje que se observa en el siguiente apartado.

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El viraje hacia el optimismo: la visión de los años setenta

El inicio de la década de los setenta se caracterizó por un entorno económico que se encontraba en turbulencia, la caída del sistema de paridades fijas conocido como Bretton Woods,3 dio origen al cambio de paridad hacia un mecanismo de tipos de cambio flexibles, los problemas de oferta referentes a las crisis del petróleo, la caída del consenso keynesiano ante la incapacidad para explicar fenómenos como los in-crementos paralelos en los niveles de inflación y desempleo, etc. Todo lo anterior ge-neraba un escenario de inestabilidad macroeconómica en el ámbito internacional.

En este contexto, el pensamiento de Mundell con respecto a zonas monetarias da un viraje en su concepción. Si se observan brevemente sus publicaciones y el entorno donde él desarrollaba sus teorías, claramente se puede observar que a partir de su tesis doctoral intitulada Essays on the Theory of Capital Movements ya venía estudian-do las implicaciones de la movilidad de capitales, conocía el modelo de integración europea primero de una manera indirecta y, posteriormente, participa de una ma-nera activa. Además, evaluaba las implicaciones de las políticas tanto fiscales como monetarias para lograr el ajuste no sólo interno sino también externo. Y cada uno de estos hechos influyó para que diera un cambio a su postura con respecto al área monetaria (ver el Recuadro 1).

McKinnon (1999, 2000 y 2002), “redescubre” y evalúa los trabajos de Mundell (1961, 1973a, 1973b). Parte de un análisis crítico al trabajo seminal de Mundell cuando menciona que “existe una aparente contradicción en el trabajo de Mundell, para contrarrestar choques macroeconómicos asimétricos, su artículo se sustenta en for-mar áreas monetarias más pequeñas y mas homogéneas en lugar de hacerlas más grandes y heterogéneas” (McKinnon, 2002). En efecto, su concepción de área mone-taria había sido modificada al pensar en zonas más grandes y heterogéneas ante un entorno de desajustes económicos.

Una aportación poco estudiada en la TAMO es la incorporación de los choques de oferta,4 es decir, una manera de compartir el riesgo internacional ante un choque de oferta es compartiendo una moneda común en un área grande y heterogénea, idea que desarrolló Mundell (1973a), a diferencia de su trabajo seminal donde partía de choques de demanda como determinantes claves de las fluctuaciones económicas. En efecto, Mundell (1961) tenía una formación keynesiana, creía que las políticas fiscales y monetarias nacionales podían manejar exitosamente la demanda agregada para contrarrestar los choques del sector privado tanto de oferta como demanda, sin

3 Entre los principales factores de su caída destacan: la declaración de inconvertibilidad del dólar por el presidente Nixon en agosto de 1971, y la firma de los acuerdos Smithsonianos de Washington en diciembre de ese mismo año. Estos sucesos llevaron al quebrantamiento del sistema de tipos de cambio fijos pero ajustables para pasar a un sistema de tipos de cambio flexibles (Sáiz, 2001).

4 Algunos de los principales choques de oferta son: avances tecnológicos, cambios climáticos, variación en los términos de intercambio, etcétera.

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1957-1958

Como estudiante de la London School of Economics, escribía su tesis doctoral intitulada Essays on the Theory of Capital Movements, dirigida por J. Meade, quien en 1957 sugiere a los países integrantes del Tratado de Roma (Alemania, Bélgica, Francia, Holanda, Italia y Luxemburgo) mantener sus tasas flexibles.

1959-1960

Ingresa a la Hopkins School of Advance International Studies, donde le da el toque final a su trabajo de zonas monetarias.▪ Publica “The Monetary Dynamics of International Adjustment Under Fixed

and Flexible Exchange Rates”.

1961-1962

Publica “A Theory of Optimum Currency Areas”.▪ Ingresa al Departamento de Investigación del FMI.▪ Publica “Flexible Exchange Rates and Employment Policy” y “The International Desequilibrium System”.▪ Como resultado de su trabajo en el FMI publica “The Appropriate Use of

Monetary and Fiscal Policy for Internal and External Stability” (primavera del 62).

1963-1964

Forma parte del equipo de consultas del Art. VIII al FMI, dirigido por Jackes J. Polak.▪ Publica “Capital Mobility and Stabilization Policy Under Fixed and Flexible

Exchange Rates”.

1969

Europa había iniciado su camino hacia su integración monetaria. En esa misma época Mundell presentó un “Plan para una moneda europea” en New York, do-cumento que circula por Bruselas, por lo que fue invitado para las consultas de la Unión Europea para evaluar las vías alternativas para una unión monetaria.

1970 Una versión del informe “Plan para una moneda europea” fue presentado en la conferencia de Zonas Monetarias en Madrid.

1971 Publica “The Dollar and the Policy Mix: 1971” y “The Future of the International Monetary System”.

1972

Se publican en las actas de la Conferencia de Madrid los documentos “Uncom-mon Arguments for Common Currencies” y “A Plan for a European Currency”.▪ Forma parte del grupo denominado de “Nueve hombres”, donde fungían

como asesores para la integración europea. Su principal objetivo era buscar una forma de flotación conjunta para los países europeos.

1973

Llega a la Universidad de Columbia, en el otoño de 1974. Forma parte de un club que luego se conocería como los supply- siders. Se reunían en un restaurante de Wall Street para discutir sobre política económica y, en particular, qué hacer ante los aumentos de la inflación y el desempleo.

embargo, ya a finales de los sesenta y principios de los setenta Mundell, dentro de una visión prospectiva de la economía, percibía los posibles efectos que podría tener la movilidad de capitales al tratar de realizar los ajustes vía política fiscal y moneta-ria. En una conferencia en Madrid en 1970 sobre áreas monetarias (y cuyos trabajos expuestos se publicaron hasta 1973) Mundell presentó dos estudios donde enfatiza las ventajas de una moneda común.

Recuadro 1Evolución del pensamiento de Mundell: acontecimientos relevantes, 1957-1974

Fuente: elaboración propia con base en Mundell (1997, 2001).

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En su artículo “Argumentos poco comunes para monedas comunes” (Mundell, 1973a) toma como punto de partida una región, la cual está constituida por dos islas que se encuentran en el ecuador, en dicha región sostiene que la tenencia de activos, es decir, ante una mayor integración financiera las islas pueden compartir el riesgo internacional ante choques de oferta. Además, la región encontrará mayor respaldado si utiliza una moneda en un área amplia y heterogénea ya que si no están vinculados por una moneda común, ante un shock de oferta, se generará una pérdida de ingreso real. En ese sentido el uso de una moneda común (como reserva) permite al país deshacerse de sus activos monetarios y disminuir el impacto de la pérdida, al dirigir sus activos hacia el otro país, hasta que el costo se haya distribuido de manera eficiente en el futuro. Como se puede observar, se refiere a un mecanismo de compra y venta de activos que les permitiría a las economías vinculadas por una moneda común estabilizar sus economías ante perturbaciones exógenas. Si los países usan monedas separadas y tienen una tasa de interés diferente, la pérdida la absorberá uno de ellos (Mundell, 1973a).

McKinnon (2002) señala que ante un mecanismo de tipo de cambio flexible el riesgo monetario socavará la responsabilidad compartida del riesgo internacional y disminuirá la tenencia de activos financieros. Pero un tipo de cambio fijo creíble en-tre un conjunto de países dejará residuos del riesgo monetario debido a la asimetría natural que se desarrolla. La diversificación de activos completa, mediante interme-diarios financieros adversos al riesgo con márgenes de ganancia estrechos, aún es-taría inhibida. Sólo una moneda común convencerá a los intermediarios financieros diversificando libremente entre las fronteras nacionales como lo hacen entre regio-nes del mismo país tal como lo concebía Mundell en 1973. Mundell (1973b) resalta su visión prospectiva en el trabajo que tituló Un plan para una moneda europea, donde ya dejaba en claro la posibilidad de una moneda única en Europa en los setenta; es decir, treinta años antes de la puesta en marcha del euro analiza los posibles bene-ficios de una moneda única, enfocado en cuatro puntos: el papel del dinero como reserva ante la expansión del dólar, los mecanismos de protección, el incremento sobre el control de la oferta monetaria en Europa, y los instrumentos adecuados para equilibrar la balanza de pagos. A partir de ahí, concluye que Europa en los setenta ya cumplía con los requisitos macroeconómicos necesarios para pensar en una moneda común. Mundell (2001) señala que la flotación dificultó los planes embrio-narios para una integración monetaria en Europa, además de que existió una gran incapacidad para implementar el Informe Werner en esa etapa referente a la unifica-ción monetaria (Portes, 2000).

Después de la publicación de estas aportaciones “poco estudiadas” de la TAMO, ésta estuvo ausente en la literatura económica alrededor de una década. En este periodo de “ausencia” tanto la economía internacional como la ciencia económica sufren profundos cambios, los cuales se incorporarán a la teoría del AMO en los no-venta, en un ambiente en el que Europa revitaliza todas las líneas de investigación

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referentes a la adopción de una moneda única, junto con un entorno internacional caracterizado por la búsqueda de acuerdos de integración económica regional. Ante ello surge la siguiente interrogante: ¿cuáles fueron los factores que posibilitaron su resurgimiento?

La influencia de la macroeconomía clásica: las expectativas racionales y la aportación de Paul De Grauwe

El enfoque tradicional TAMO se debilitó desde mediados de los setenta hasta finales de los ochenta, pasó por una etapa que Tavlas (1993b) denominó de “limbo intelec-tual”,5 es decir, toda la investigación teórica y empírica con respecto al tema estuvo detenida alrededor de una década. De Grauwe (1992b) señala que eso implicó que las discusiones académicas sobre la integración monetaria desaparecieran casi por completo y que el tema pareciera agotado; la perspectiva de una unión monetaria en Europa se veía como algo lejano como para meditar al respecto. Sin embargo, a prin-cipios de los noventa se da un gran impulso político para retomar el proceso de inte-gración económica en el continente europeo, la teoría se reformula de tal manera que se le incorporan los avances de la macroeconomía moderna, lo que hace que surja lo que se conoce hoy como La “Nueva” Teoría de las Áreas Monetarias Óptimas.6 La publicación de The Economics of Monetary Unification de Paul de Grauwe (1992b) se convirtió en el punto de quiebre entre el enfoque tradicional y el moderno, ya que los fusiona e incorpora la teoría macroeconómica reciente, lo cual le otorga un gran impulso a la teoría del AMO. Esta nueva línea de investigación fue seguida por Tavlas (1993a, 1993b, 1994), al retomar los planteamientos hechos por De Grauwe y la Co-munidad Europea ante el renovado interés por avanzar en el modelo de integración monetaria y política en Europa.

Los factores que posibilitaron su resurgimiento (Tavlas, 1993a y b) fueron prin-cipalmente dos: el primero vincula los eventos ocurridos en el panorama internacio-nal –entre éstos el principal es la revitalización por retomar el proceso de integración monetaria en Europa– desde finales de los ochenta y principios de los noventa con la finalidad de crear una moneda única.7 El segundo grupo de factores tiene que ver

5 “El limbo se define como el seno donde están detenidas las almas”, según el Diccionario de la Lengua Española.

6 Fue definida por De Grauwe (1992a) al estudiar el proceso de unificación alemana a inicios de la década de los noventa.

7 Otros factores que considera son: el surgimiento de intensas presiones dentro del mecanismo de tipos de cambio del Sistema Monetario Europeo a finales de 1992 y principios de 1993; la desintegración de la URSS y el problema de la demarcación o el ámbito de la zona monetaria óptima entre ambos estados de la antigua Unión Soviética; la reunificación de Alemania; y el surgimiento del sistema monetario internacional tripolar centrado en el dólar de Estados Unidos, el marco alemán y (en menor grado) el yen del Japón, y las repercusiones de tal sistema en el bienestar mundial.

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con los nuevos desarrollos de la teoría económica, como son las expectativas racio-nales, la inconsistencia dinámica y la credibilidad, que permiten otra interpretación de la TAMO. La influencia de las expectativas racionales modifica la concepción tradi-cional de la teoría de zonas monetarias, no por el lado de los criterios de optimalidad sino por el lado de los costos, que principalmente hacían referencia a mantener la flexibilidad cambiaria y la autonomía de la política monetaria. Una implicación de la nueva teoría es que los países con elevada inflación pueden reforzar la credibi-lidad de su política monetaria, vinculándola con la del país de baja inflación. Por lo tanto, son tres los elementos teóricos a analizar en esta etapa: el primero tiene que ver con la incorporación de las expectativas racionales a la curva de Phillips, el segundo se refiere a la inconsistencia temporal y, por último, el papel de la credibili-dad. Ante la complejidad de cada uno de ellos De Grauwe (1992b y 1994) los retoma e incorpora al análisis de zonas monetarias de una manera didáctica reinterpretando la teoría del AMO.

Inestabilidad de la Curva de Phillips, inconsistencia temporal y credibilidad

El ambiente económico había dado un giro radical, la Curva de Phillips y las políti-cas macroeconómicas de sintonía fina (fine tuning) de los años sesenta y comienzos de los setenta ya no eran herramienta de análisis de la política macroeconómica; la nueva ortodoxia ocupaba su lugar con planteamientos como la estabilidad de pre-cios como objetivo único de la política monetaria y la independencia del banco cen-tral como requisito previo. ¿Cómo se modifico la Teoría de las Áreas Monetarias ante este cambio radical de política macroeconómica? Como se señaló, la evolución de la macroeconomía es uno de los factores que revitaliza la teoría de AMO al plantear la inestabilidad de la curva de Phillips e implicando la existencia de una tasa natural de desempleo que, junto con las expectativas racionales incorporadas a la inflación, modificaron la forma de concebir la política económica en su enfoque tradicional: mientras los criterios de optimalidad permanecieron en el tiempo, los nuevos de-sarrollos van a modificar a la teoría por el lado de los costos de ingreso en un área monetaria.8 Claramente dichos elementos teóricos se resumen en De Grauwe (1994), y se pueden analizar de manera gráfica (ver Cuadro 1) a partir de determinar tres fases que van de la concepción tradicional a la moderna de las zonas monetarias.

8 Esto se revisa a detalle en De Grauwe (1992b y 1994) y Tavlas (1993a, 1993b, 1994).

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Fuente: De Grauwe, 1994.

La primera fase, representada por el enfoque tradicional de la teoría del AMO, deja implícita la estabilidad de la curva de Phillips: existía un trade–off entre inflación y desempleo, es decir, existe una relación inversa, si una economía se preocupa por te-ner tasas de desempleo bajas esto será a costa de tener un elevado nivel de inflación. Para Tavlas (1993b) uno de los costos que tradicionalmente se atribuyen al ingreso a una unión monetaria es la pérdida de independencia de su política monetaria (la incapacidad del país para elegir la compensación a largo plazo entre la inflación y el desempleo), esto significaba que cuando un país ingresa en una unión monetaria, la formulación de su política respectiva ya no era a escala nacional, sino en el ámbito

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2da FaseInestabilidad de la Curva de Phillips

Enfoque Moderno

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1era FaseEstabilidad de la Curva de Phillips

Enfoque Tradicional

2da Fase(a)Incorpora las preferencias de las autoridades

Enfoque Moderno

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CPCP

Curvas deIndiferencia

Gobiernoduro

Gobiernoblando

Cuadro 1Aportación de Paul De Grauwe a la teoría del AMO: una interpretación gráfica

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supranacional en torno a la unión ( ver, Cuadro 1: 1era Fase). Tavlas (1993b) argumen-ta al respecto: “Si ocurre que un país tiene un desempleo elevado en relación a los demás miembros de la unión, no tendrá la opción de suavizar su política monetaria a fin de reducir la tasa de desempleo, a menos que los demás miembros convengan en relajar la política monetaria de la unión. Si ocurre como creían muchos autores del trade-off entre inflación y desempleo... el país paga un precio muy elevado al ingresar en la unión monetaria, por cuanto no puede utilizar la política monetaria como medio para alcanzar la combinación deseada de inflación y desempleo”.

En la segunda fase las implicaciones teóricas se modifican en la medida que la Curva de Phillips es inestable y al incorporar las expectativas de inflación. Cambia la manera en que los agentes toman sus decisiones entre inflación y desempleo. Por ejemplo, si un país elige mantener una tasa de inflación elevada, (aquí operan las ex-pectativas) tiende en el largo plazo a una curva de Phillips vertical. Las autoridades no pueden escoger una combinación óptima de inflación y desempleo en función de sus preferencias, sino que este último viene dado por la tasa natural de desempleo de una economía considerada y que es independiente de la inflación. Una vez esta-blecidas las curvas de Phillips de corto y largo plazos, De Grauwe (1994) incorpora a dicho esquema las preferencias entre consistencia e inconsistencia, que van a de-pender del tipo de mandato que tenga el banco central (si el mandato es dual va a poner atención tanto en la estabilidad monetaria como en el crecimiento económico, mientras que si el mandato es único sólo tiene como objetivo la estabilidad de pre-cios) (cuadro 1: 2da Fase).

Además, como se muestra en el cuadro 1: 2da Fase (a), se incorpora un mapa de curvas de indiferencia de las autoridades. La forma cóncava de ellas se debe a que conforme disminuya la inflación las autoridades serán menos condescendientes a la disminución del desempleo. Es importante observar que las curvas de indiferencia que se ubican más cerca del origen representan una menor pérdida de riqueza y son preferidas a las que están más lejos de éste. Asimismo, la pendiente expresa la importancia relativa de las autoridades a combatir la inflación o desempleo. En general, las autoridades que se preocupan por el desempleo son conocidas como “gobiernos suaves” y tienen curvas de indiferencia más empinadas, es decir, para reducir el desempleo en un punto porcentual, aceptan una tasa de inflación mayor. Por otra parte, las autoridades que permiten que se incremente el desempleo para reducir la tasa de inflación en un punto porcentual, se llaman “gobiernos duros”. De este modo, la restricción derivada de formar parte de una unión monetaria no tendría un coste adicional para dichos países. Al incorporar la inflación esperada, la teoría señala que no existe una compensación a largo plazo, por lo que los agentes modifican su accionar y sus preferencias las trasladan a tasas de inflación bajas.

Los planteamientos teóricos revisados con anterioridad nos introducen a lo que De Grauwe, denominó La “Nueva” Teoría de las Áreas Monetarias Óptimas (De Grauwe, 1992a). Cuando se evaluaban los criterios de optimalidad basados en el

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enfoque tradicional, los agentes privados padecían de una ilusión monetaria y los efectos de conductas inconvenientes podían ser contrarrestados sin mayor problema por los responsables de la política económica. A partir de los nuevos enfoques, los agentes no podían ser sorprendidos regularmente por el policymaker, ya que se da una interacción estratégica entre los agentes económicos privados y las autoridades encargadas de implementar las políticas. De tal manera que reaccionarán a las ma-nifestaciones de intención y a los planes políticos de acuerdo a la credibilidad que ellos tuvieran (Manchón, 2001).

Para comprender estas críticas y decidir qué tan conveniente es para un grupo de países formar una unión monetaria, se puede utilizar el modelo de inconsisten-cia temporal de la política monetaria propuesto por Barro y Gordon (1983)9 que se enfocaría en la tercera fase del análisis gráfico de De Grauwe, el cual incorpora las curvas de Phillips de corto y largo plazos, las expectativas de inflación, las curvas de indiferencia (preferencias del gobierno), etc. Con estos elementos se puede observar el problema de la inconsistencia y, por lo tanto, el papel que juega el enfoque de credibilidad.

Se parte del supuesto de que el objetivo de las autoridades monetarias es mini-mizar la función de pérdida social (que nos permite medir el éxito o fracaso de la aplicación de determinada política) partiendo de una curva de Phillips estándar que incorpora las expectativas de la inflación. Se expresa por la siguiente función:

U = UN + a(pe –p)

donde U es la tasa de desempleo observada, UN es la tasa natural de desempleo, p es la inflación observada, pe es la inflación esperada y a mide la sensibilidad del des-empleo ante sorpresas inflacionarias. Esta función estaría expresando la idea de que sólo la inflación no esperada afecta a la tasa de desempleo. Así, cuando p es mayor pe, la tasa de desempleo observada cae por debajo de su tasa natural. Al estar im-plícito el supuesto de expectativas racionales los agentes económicos tienen toda la información disponible para predecir la inflación y no cometen errores sistemáticos en sus predicciones.

En la Figura 1 se incorporan todos los elementos de fases anteriores. Ahora ya se puede introducir el análisis de preferencias de las autoridades el cual muestra un juego de tipo no cooperativo o de Stackelberg, es decir, tiene una estructura jerarqui-zada: el jugador dominante (autoridades o banquero central) actúa como líder y los agentes económicos reaccionan a la estrategia propuesta por el líder. Para encontrar al equilibrio, se parte del supuesto de que el banquero central anuncia y elige que seguirá como regla una política para mantener la tasa de inflación nula, agregando el supuesto de que los agentes creen en este anuncio, por lo tanto, establecen sus

9 Para un análisis detallado, véase López y Téllez (2006).

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expectativas de inflación igual a cero. Esto se observa en el punto A. Sin embargo, el banquero central podría engañar aprovechando el trade–off entre la inflación y el desempleo, por lo que provoca una inflación no esperada positiva de modo que se reduzca el desempleo, que lo situaría en el punto B, el cual se localiza en una cur-va de indiferencia inferior, elevando la inflación inesperadamente. Ante esta situa-ción se podría decir que el banquero tiene incentivos para no cumplir sus promesas de mantener una tasa de inflación nula.

Fuente: De Grauwe, 1994.

E

B

C

A

UNpe=0

pe=p1p1D

PSoluc ión

discrecional

Figura 13era Fase: Modelo Barro-Gordon

La pregunta es: ¿sucumbirá el banquero central a la tentación de ingeniar una nue-va sorpresa en la inflación? De Grauwe responde que no necesariamente, ya que el banquero también sabe que los agentes probablemente reaccionarán e incrementa-rán sus expectativas de inflación. Así que durante el siguiente período, la curva de Phillips probablemente se moverá hacia arriba, si es que el gobierno decidiera elevar la tasa de inflación inesperadamente. Por tanto, el gobierno debería de evaluar la ganancia de corto plazo de haber engañado contra las futuras pérdidas que resulten del hecho de que la curva de Phillips se mueva hacia arriba. Si el banquero no mues-tra interés por las pérdidas futuras y decide engañar a los agentes trasladándose al punto B, en este punto los agentes revisan sus expectativas de inflación por lo que se desplazan (al punto C), pero no es una solución estable ya que persisten los incen-tivos para explotar el trade-off. Ante ello se da un juego repetitivo de los pasos ante-riores hasta llegar al punto E, en el cual las expectativas de los agentes se confirman y el banquero central no tiene interés de explotar nuevos incrementos de inflación.

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Este punto tiene las siguientes características:

1. Está en la curva de Phillips que es vertical, así que las expectativas de los agentes están realizadas y, por lo tanto, no hay incentivos a cambiar sus expectativas otra vez.

2. El punto E también puede ser interpretado como el equilibrio que sería alcan-zado en un mundo de expectativas racionales, cuando las autoridades siguen políticas discrecionales. Asimismo, hay pérdida de bienestar y queda claro que el gobierno llevó a cabo una política que no está sujeta a reglas. Por lo que se puede decir que la inconsistencia dinámica es igual a la política discrecional.

Es claro que este equilibrio, no muy atractivo, es el único equilibrio que puede ser sostenido, dado que las autoridades son suficientemente cortas de visión y el sector privado lo sabe. La regla de tasa de inflación cero (o cualquier otra regla de inflación constante por abajo del nivel alcanzado en E) no tiene credibilidad en un mundo de agentes racionales. La razón es que como esos agentes se dan cuenta que el banquero central tiene incentivos para engañar, ellos por su parte ajustarán sus expectativas hacia arriba en algún punto donde las autoridades ya no tengan más estos incen-tivos (dicho punto se alcanzó en E). Una regla de tasa de inflación cero, aunque es deseable, no viene automáticamente.10

Previo al análisis de cómo una unión monetaria podría ayudar a las autoridades (banquero central) a alcanzar un punto de equilibrio más atractivo, hay que revisar brevemente los factores que determinarían la localización del equilibrio discrecional E. Se pueden distinguir dos factores que afectan la localización de dicho punto, por lo tanto, el nivel de inflación de equilibrio. El primero, tiene que ver con las preferen-cias de las autoridades. En párrafos anteriores se indicaban dos tipos: un gobierno suave, que otorga mayor prioridad al combate del desempleo, por lo que sus curvas de indiferencia tienen pendiente elevada, y un gobierno duro, cuyo su principal objetivo es el combate a la inflación, con curvas de indiferencia de poca pendiente. Suponiendo que las curvas de Phillips tienen la misma pendiente, en la Figura 2 se observa que en el país que tiene gobierno “suave” la inflación de equilibrio será mayor que en el país que tiene gobierno “duro”, por lo que la única manera en que la regla de inflación nula pueda ser creíble, es cuando las autoridades no muestran preocupación alguna por el desempleo.

10 Es importante mencionar que en la literatura económica se dice que la política de regla de inflación cero suele ser “inconsistente en el tiempo”.

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Figura 2Preferencias de las autoridades

p

UN

p

UN

B

E

Au u

B

E

A

Gobierno duro Gobierno suave

Fuente: De Grauwe, 1994.

En ese caso las curvas de indiferencia son horizontales. En vista de que las autorida-des escogerán la curva de indiferencia más baja posible en cada periodo, la inflación de equilibrio se alcanzará en el punto A, mientras que el segundo es el nivel de la tasa natural de desempleo. Suponiendo un incremento en la tasa natural y que se mantienen las preferencias de las autoridades, la nueva tasa de inflación de equili-brio aumenta, como se observa en la Figura 3.

Figura 3Equilibrio y nivel de la tasa de desempleo natural

B

E

E’

UN U’N u

p

Fuente: De Grauwe, (1994).

En esta Figura se muestra que si la tasa de desempleo natural se incrementa y las preferencias de los gobiernos se mantienen, la nueva tasa de inflación de equilibrio aumenta, y se observa en el in-cremento en la NAIRU, afecta y cambia el punto de equilibrio de E a E’. En síntesis, las figuras muestran que las preferencias del banquero central o los movimientos de la NAIRU influyen en la localización del punto E. Por lo tanto, un gobierno que pretenda controlar de forma simultánea la inflación y el desempleo no tendrá cre-dibilidad. Si anuncia, por ejemplo, una tasa de inflación nula, se vera obligado a permanecer en un equilibrio subóptimo con una tasa de inflación elevada (De Grauwe, 1994).

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Detrás del problema de inconsistencia temporal de las políticas se encuentran los problemas de credibilidad –que tiene que ver con la posibilidad del gobierno de proponer y mantener la integridad de sus políticas, incluso si se produjeran choques. Dado que los responsables de política gozan de credibilidad cuando los agentes privados se ajustan a los anuncios, la literatura económica plantea tres po-sibles soluciones: la reputación (Barro y Gordon, 1983), la delegación (Rogoff, 1985) y los objetivos de inflación. El primero tiene que ver con el temor a la pérdida de la reputación alcanzada por las autoridades. El mantenimiento de la reputación otorga credibilidad a los anuncios de política. El segundo enfoque tiene que ver con dele-gar la política económica a una institución independiente del gobierno, por lo que respalda la autonomía de los bancos centrales con objetivos específicos: su principal mandato a nivel constitucional sería la estabilidad de los precios. El tercer enfoque tiene que ver con la política de blancos de inflación.11

Puesto que la credibilidad se gana con el paso del tiempo y está en función del pasado, los problemas de credibilidad son importantes al considerar los costos del ingreso a una unión monetaria. ¿Se pueden resolver dichos problemas con el solo anuncio de la incorporación a una unión monetaria? En ese sentido, las principales implicaciones que tiene el enfoque de credibilidad aplicado a la teoría del AMO son las siguientes:

• En la actualidad existe un consenso general de que uno de los principales objeti-vos de la política monetaria es la estabilidad de precios (tasas de inflación bajas y estables). Puesto que no existe un trade-off de largo plazo entre inflación y des-empleo, pero sí en el corto plazo, el policymaker se puede ver tentado a utilizar la política monetaria para explotarlo, generando así expectativas inflacionarias, es decir, utilizar la discrecionalidad para controlar de manera simultanea la in-flación y el desempleo. Las autoridades no tendrán credibilidad si anuncian una tasa de inflación cero, viéndose obligadas a permanecer en un equilibrio subóp-timo con tasas de inflación elevadas. Una manera en que se les podría someter a una restricción creíble es integrándose a una unión monetaria.

• Un país que posee poca credibilidad puede salir beneficiado al formar una unión monetaria, delegando su política monetaria12 a un país de conocida reputación, con lo que consigue reducir su tasa de inflación.

11 Véase al respecto Galán, 2006.12 Una posibilidad de aumentar la credibilidad del banco central se refiere a “importar”

la credibilidad, hay dos maneras, la primera que se considera la más radical consiste en desaparecer al banco central y depender de la política monetaria por ejemplo, la Reserva Federal de EU, mientras que la segunda es establecer compromisos puntuales con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que incluyan el objetivo de estabilidad de precios, como se ha hecho en México en repetidas ocasiones en el pasado (el último programa con el FMI se terminó en 2000) Kurczyn (2003).

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• Al ampliar el modelo Barro-Gordon a un contexto de economía abierta, De Grauwe (1994) señala que la devaluación no puede usarse de manera frecuente como se entendía en los primeros trabajos de áreas monetarias. Al incorporar las expectativas los agentes reaccionarían de manera similar a los efectos que tiene la inflación no esperada, es decir, en el momento de evaluar los costos de una unión monetaria, la opción de devaluar la moneda es una espada de doble filo para las autoridades, pues la sospecha de que vuelva a ser usada en el futuro complica el uso de la política macroeconómica (De Grauwe, 1994). La formación de una unión monetaria es la mejor vía para conseguir una mayor credibilidad de las políticas.

• La experiencia del Sistema Monetario Europeo (SME) indica que los sistemas de tipos de cambio fijos pero ajustables pueden generar algún problema de incon-sistencia temporal, ya que ante un entorno de libre movilidad de capitales puede generar ataques especulativos contra su moneda. Sólo un mecanismo de fijación irrevocable, como la moneda única, le otorgará plena credibilidad cambiaria a una economía (De Grauwe, 1994).

Así, las ventajas y desventajas del establecimiento de un régimen de tipo de cambio fijo (en la constitución de una unión monetaria) dependerá de la brecha de credibi-lidad entre las autoridades monetarias de los países implicados en el proceso. Los países con tasas de inflación altas se beneficiarán del prestigio de las autoridades de los países menos inflacionistas (Manchón, 2001). En síntesis, la principal ventaja en el contexto del enfoque moderno de las áreas monetarias es la credibilidad de la política económica y el hecho de que los costos por la pérdida de las políticas mone-taria y cambiaria no son altos como los señalaba el enfoque tradicional (De Grauwe, 1994).

Conclusiones

Como se puede observar a lo largo del artículo, los elementos de inconsistencia temporal, la credibilidad y la racionalidad de los agentes, son elementos que están íntimamente relacionados y que han sido aplicados a la teoría del área monetaria óptima, ya que el gobierno –al aplicar la política económica– interactúa en un juego con los agentes económicos: los agentes siguen un comportamiento optimizador en respuesta a las estrategias de las autoridades, y estas respuestas influyen de manera importante en la efectividad de las políticas seguidas por los gobiernos. Así, la re-putación que éstos obtienen al cumplir las políticas previamente anunciadas puede tener un gran impacto en cómo van a influir en la economía.

Finalmente, esta aplicación teórica se aterriza en que los problemas de credibili-dad son importantes a la hora de evaluar los costos de la unión monetaria, ya que se sabe que el tipo de cambio puede actuar como un instrumento de política que los go-

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biernos utilizan de manera discrecional. La devaluación sistemática ha demostrado ser un instrumento poco viable: una vez que ha sido utilizada se afecta a su uso en el futuro al generar fuertes impactos en las expectativas de los agentes, dado que las autoridades monetarias dañan su reputación al ser inconsistentes. Así que la forma-ción de la unión monetaria completa corrige los problemas de alta inflación y poca credibilidad, ya que la economía con banco central “blando” importa la credibilidad y la baja inflación de la economía con banco central “duro” ▪

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