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LA CAPACIDAD DEGOBERNAR EN MÉXICO

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AGUILAR

Samuel Schmidt (coordinador)

LA CAPACIDAD DEGOBERNAR EN MÉXICO

AGUILAR

I

LA CAPACIDAD DE GOBERNAR EN MÉXICO'" '© 1997, Samuel Schmidt ~

De esta edición: .© D.R. 1997, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, •

S.A. de c.v. ~AMv: ynivoe3r1s0idoadD7F67, Col. del Valle ~ ,;_,¿

Te~;;~~~ 688 8'9Ú) . ¡,'\;:8.,

~• Ediciones Santillana S,A. 9

Carrera 13 N° 63-39, Piso 12. Bogotá. -rI

• Santillana S.A., Juan Bravo 3360, 28006, Madrid. 6• Santillana S.A., Avda. San Felipe 731, Lima. m \• Editorial Santillana S.A. ..

4", entre 5" y 6", transversal. Caracas 106. Caracas.• Editorial Santillana Inc.

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901 W. Walnut St., Compton, Ca. 90220-5109. USA.• Ediciones Santillana S.A. (ROU)

Boulevar España 2418, Bajo. Montevideo.• Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A.

Beazley 3860,1437. Buenos Aires.• Aguilar Chilena de ediciones Ltda,

Pedro de Valdivia 942. Santiago.• Santillana de Costa Rica, S.A.

Av. 10 (entre calles 35 y 37), Los Yoses, San José, C.R.

Primera edición: septiembre de 1997 /., i. CLAS". '3;20· ,;2 ¡t:5f'o./ Z

ISBN. 968-19-0392-7 2'Í 8O9 ..D

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© Cubierta: Carlos Aguirr~ cac.i. '2..) 9:'Impreso en México tECHA ( _ ,

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Todos los derechos reservados. Esta publicación ni puede ser reproducida. ni en todoni en parte. ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación deinformación, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico,electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permisoprevio, por escrito, de la editorial.

ÍNDICE

IntroducciónSamuel Scbmidt 15

l. Capacidades para gobernar un país comoMéxicoYehezkel Dror 29

Advertencia 29Las capacidades para involucrarse en arquitecturasocietaria radical y democrática 30Las dimensiones centrales de la arquitecturasocietaria radical 31Concentración democrática del poder.. 34Pluralismo estructural y subsidíaríedad 36Capacidades cognoscitivas y de formulación decursos de acción creativos y sobresalientes............... 38Habilidades para una puesta en marcha efectiva 41Las nuevas élites profesionales de gobierno 43Mejorando a los políticos 45Realidades y potencial 46

11. La refundación de la naciónSergio de la Peña 49

El pacto social del nacionalismo revolucionario 49Los esquemas económicos del nacionalismorevolucionario 54El cambio de las relaciones sociales 60

9

La refundación de la Nación 64La nueva Constitución 64El proyecto nacional 65El nuevo pacto social 66

111. El sistema político y la gobernabilidadmexicanaLorenzo Meyer 69

El problema 69El cambio de foco 71El problema de la definición 75El caso mexicano 76Las coaliciones 77La efectividad 83Violencia 87El problema a resolver 89

IV. El paradigma revolucionarioSamuel Schmidt 95

Cuál es el México del futuro 105Los retos del futuro mexicano 1 09Qué hacer 120

v. La capacidad de gobernar la economíaMacario Schettino 123

Gobernar la economía 126Los límites.......................................................... 126La globalización 132Raison d'etat, Raison d'humanité,Raison financiére 134Gobernar la economía mexicana 136Las reformas económicas en México 136Democracia, ética y capacidad de gobernar enMéxico 141El futuro económico de México...................... 150Las propuestas 155

Conclusión 159

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ConclusiónSamuel Schmidt 163

Acerca de los autores 171

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Estábamos mejor cuando estábamos piorCampesino mexicano

INTRODUCCIÓN

Grandes son los retos a los que se enfrenta el mundo,en parte por una combinación perversa de una rápidatransformación tecnológica y el cambio acelerado deviejos marcos decisionales gubernamentales, que aca­rrea la vulnerabilidad de muchos países. Los efectosde la apertura económica y la globalización han pro­ducido diversos grados de inestabilidad globales ylocales, porque mientras algunas naciones resienten yabsorben costos elevados, otras, muy pocas, se bene­fician.

Paradójicamente, los países industrializados quese consideraban inmunes a los efectos negativos dela globalización, ahora los están resintiendo de laforma más inesperada. Ni Europa, ni Estados Uni­dos pueden salvarse de los efectos de la miseria enel hemisferio sur, que está lanzando elevadas cantida­des de migrantes hacia el norte. El mar Mediterráneoy el Río Bravo llevan años convertidos en un grancementerio para inmigrantes. La potencial explosióndemográfica africana ya arribó en la forma de hambrunas,profundas crisis sociales y elevada inestabilidad políti­ca, y esto inevitablemente está impactando a las expotencias coloniales.

Para los países subordinados como México, estoscambios representan una amenaza y una oportuni­dad, porque exacerban las desigualdades aumentan-

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do las tensiones, aunque también con frecuencia pre­cipitan las condiciones en las cuales el manejo de lacrisis puede facilitar un cambio estructural profundo,que de ser bien utilizado, permitirá una reformulaciónde relaciones que lance a la nación hacia adelante.Perder la oportunidad puede provocar un retrocesoprofundo y doloroso. Es importante mencionar quelas condiciones del cambio, con más frecuencia de ladeseada, se disparan y aceleran por factores que se en­cuentran más allá del control de los gobiernos naciona­les y responden a necesidades ajenas a la problemáticanacional y hasta algunas contrapuestas a ésta.

En lo político, después de cada jornada electoral, lasociedad espera que los resultados se traduzcan enun movimiento cuya consecuencia sea el mejoramien­to, casi inmediato, de la calidad de vida. Si el votorepresenta, como lo considera Anthony Downs (973),un valor que el ciudadano invierte, es obvio que alvotar busca una ganancia tangible, que se alimenta dela oferta hecha por los políticos. Dado el uso frecuen­te de la demagogia por los políticos, muchas veces lasexpectativas sobre los resultados que se pueden pro­ducir son muy elevadas, aunque también influye en elestado de ánimo societario la revelación durante lascampañas sobre el estado real de la nación y los ne­gocios públicos. Este choque entre promesas y reali­dad muchas veces produce resultados decepcionantes,en especial por lo que a la participación se refiere,porque conforme pasan las elecciones los ciudadanosse vuelven más escépticos, se abstienen de votar y laspromesas quedan sin cumplirse. El gobierno pierdeconsenso, con lo cual se estimulan tendencias autori­tarias, y en la sociedad se refuerza la apatía, la resis­tencia social pacífica y violenta y hasta la rebelión.

Con este proceso, se les revela con crueldad a losciudadanos que el voto muchas veces no es de granutilidad y a los políticos se les muestra que deben ge­nerar un medio ambiente más benévolo y eficaz para

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ser creíbles. El ciclo promesas-disculpas-promesas quese cumple tras cada elección está llevando a los siste­mas políticos a un nivel de deterioro que parece estardesgastando a la filosofía y las instituciones políticassurgidas después de la Revolución francesa. Los par­tidos políticos convencen cada vez menos y la idea dedemocracia requiere una revisión básica, porque aunen aquellos casos donde se han visto importantes gi­ros ideológicos, la abstención electoral ha quedadoen primer lugar. Es indudable que urge una reflexiónprofunda y una reformulación sobre la estructura derepresentación política social y de gobierno que in­cluye, tal vez como prioridad, repensar a la elite degobernación, para que funcione como catalizadora delos cambios requeridos.

En su informe al Club de Roma sobre la capacidadde gobernar Yehezkel Dror (1994) concluyó que hayun serio problema de gobernación en el mundo, de­rivado no solamente del hecho de que los políti­cos se guían por paradigmas obsoletos, sino tambiéndebido a la carencia de habilidades gubernamentalespara enfrentar las transformaciones que los gober­nantes han precipitado y para las que no están losuficientemente bien preparados.

La falta de habilidad para lidiar con los retos que laélite de gobernación ha disparado sin haber medidocuáles eran las consecuencias posibles, factibles o de­seables, está provocando que muchos países se en­frenten con mayor frecuencia a resultados indeseablesy hasta a procesos sorpresivos que generan tensiones yturbulencias inesperadas y para las que no hay ni laestructura, ni los recursos, ni el conocimiento decontención y solución. Hemos llegado a la paradojadonde las soluciones gubernamentales están creandoproblemas peores que los problemas originales. Un cam­pesino mexicano resumió con sabiduría este cuadroal sentenciar: "Estábamos mejor cuando estábamospiar" (sic).

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Una de las principales preocupaciones de Dror(1990) ha sido estudiar el proceso para construir elfuturo que incluye la planeación estratégica, el ma­nejo de los valores, las capacidades de negociacióny la necesidad de mejorar las habilidades de lide­razgo de los gobernantes. Dentro de su especiali­dad, Dror se ha dedicado a estudiar las oficinasgubernamentales de alto nivel e invariablemente haconcluido que se requiere establecer escuelas parapolíticos y hacerlos que anualmente estén en unambiente de aprendizaje que los acerque a las nue­vas tecnologías. En La capacidad de gobernar, Droragrega que los políticos deben modificar sus enfo­ques y desarrollar una razón de humanidad que re­emplace la razón de Estado. Este no es un problemade nomenclatura, porque lo que éste busca es crear elplanteamiento filosófico que reemplace el abuso gu­bernamental, que se escucÍa en un precepto que dejóde funcionar como el marco en el que se tomabandecisiones para mejorar las condiciones sociales, paraconvertirse en una excusa de los gobernantespara justificar vilezas. La razón de humanidad recla­ma la formulación de una agenda pública que pongaantes que nada y como suprema prioridad, el elevarla calidad de vida de la sociedad.

Desafortunadamente, el logro de este cambio noes sencillo, porque, el mundo tiene un serio proble­ma de gobernación que los políticos soslayan por estarinvolucrados en una conspiración por el poder quefacilita el abuso. De esta manera, con más frecuenciade la deseada, las expectativas de los políticos se re­ducen a su permanencia en el poder, convirtiéndoseen un obstáculo para generar los cambios requeridospara la reforma social, porque sienten que tal reformahace peligrar su posición como élite gobernante.

La segunda dificultad, no menos importante, es eldeterioro en el nivel educativo, cultural y hasta de enla honestidad de los líderes políticos en general y de

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la élite gobernante en particular. Los líderes políticosse mueven entre una búsqueda autogratificante quelos vulnera ante el halago, la lisonja y la corrupción,distorsionando su visión y misión. Es así como caenfácilmente ante la tentación de embarcarse en trans­formaciones globales mientras que carecen de las ha­bilidades y recursos para traducir esas decisiones ysus consecuencias en mejoramientos sustanciales parala población en el corto plazo. En ocasiones es másimportante la búsqueda de la trascendencia personaly sobre qué dirán los libros de historia, a la definiciónde prioridades sistemáticas que pueden ser impopu­lares en el corto plazo aunque ayuden a construir unfuturo promisorio.

Esto se agrava porque la transformación global sebusca con decisiones a corto plazo y sin determinaral futuro como objetivo de impacto. En otras palabras, alimprimirle a la transformación global una dimensióninmediatista, se distorsiona la búsqueda del bien comúnen el largo plazo y se inhiben los resultados buscados,porque se desatan energías y resistencias con las que nose contaba. Es posible pensar que se podrían generarestímulos positivos, pero ésos hay que construirlos paraenfrentar a los intereses que se oponen al cambio.

Es importante aclarar que no siempre el estableci­miento de metas macro para un país se traduce en elmejoramiento correspondiente de los indicadores debienestar, de ahí que pueda haber una discrepanciaseria entre los objetivos de la élite de gobierno y lasnecesidades societarias.'

Muchos países parecen estar atrapados en esta si­tuación paradójica, porque las decisiones globales conmucha frecuencia se sustentan en sufrimientos ere-

1 La importante polémica con los neoliberales sobre la pertinen­cia de estabilizar las variables macroecon6micas antes de generarbeneficios para la sociedad, ha sido sintetizada por un político bra­sileño, quien señaló que nadie vive en la macroeconomía.

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cientes para las poblaciones locales y un incrementode las asimetrías económicas, sociales y políticas anivel nacional e internacional, a cambio de una ex­pectativa a muy largo plazo de mejoramientosocietario. Hoy en día, pocos son los ciudadanos quepueden decir que viven mejor que la generación an­terior y, en el caso de México, los asalariados hanperdido el valor adquisitivo de más de una genera­ción. Sin embargo, lo más serio del cuadro es que muypocos son los que honestamente esperan que la próxi­ma generación viva mejor que ellos.

El otro lado de la paradoja es que finalmente lasmetas económicas y retos de la globalización ya seestán encontrando con los retos electorales.' En aque­llos países con tradición democrática la solución dela disputa, por aguda que sea, implica cambios gu­bernamentales que no desestabilizan al sistema po­lítico en general; pero para los países que transitanpor el camino de la democratización, este reto poneen la palestra las necesidades legitimizadoras quemuchas veces pueden sellar el destino de un gobier­no, y comprometer la vía democrática y los progra­mas de beneficio societario.

La concentración gubernamental en la toma dedecisiones a corto plazo, el abordaje convencionalde los problemas cotidianos, el enfrentamiento delas dificultades políticas y los retos del inmediatismo,hacen que los gobiernos pierdan la visión de largoplazo, aunque continúan promoviendo transforma­ciones globales en el plano internacional. Con frecuen­cia, estas transformaciones agudizan las desigualdadesy asimetrías nacionales y producen tensiones queponen en entredicho los efectos que la decisión de­bió haber producido. Es conveniente aclarar que en-

2 De esta manera se puede explicar el giro político tan importanteque en 1997 se dio en Inglaterra y Francia, y que pone en tela dejuicio las prioridades que los neoliberales habían impuesto.

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tre las metas de la globalización no está el crear unmundo más armónico e igualitario en materia económi­ca, social y política, sino cómo agilizar las actividadeseconómicas. En este proceso los actores principalesmuchas veces son los grandes conglomerados econó­micos cuya búsqueda es el control monopólico delmercado y prestan poca atención a las consecuenciasproducidas por sus apetitos de riqueza.

La globalización ha modificado las alianzas políti­cas tradicionales y está obligando a los gobiernos amodificar sus decisiones, para complacer a los intere­ses cuya cobertura internacional les permite influirdesmedidamente en países lejanos. Una buena partedel "efecto tequila" que siguió a la decisión de deva­luar el peso, en diciembre de 1994, fue producida porlos gerentes de fondos de inversión que movieronenormes cantidades de fondos que desestabilizaron alas bolsas de valores en varios países, provocando unpánico financiero que solamente ellos podían frenar.

La falta de control sobre las variables financieras ymonetarias ha puesto en tela de juicio a la soberaníatal y como la conocíamos y ha limitado las posibili­dades de intervención en el plano interno para co­rregir los efectos negativos que las transformacionesglobalizadoras producen.

Una buena cantidad de gobiernos se ha sometido ala presión de lograr la efectividad como norma y alcriterio de conducir al gobierno como si fuera unaempresa, donde el bienestar societario se sacrificaa cambio de un balance de libros gubernamentales aser revisados como si se tuviera que reportarle ganan­cias a los accionistas, aunque por supuesto éstos noson los ciudadanos en general. El gobierno se aseme­ja a un consejo de administración, supervisado por unconsejo directivo formado por las grandes corpora­ciones multinacionales, las agencias internacionales,los países poderosos, los gerentes de fondos de inver­sión y las grandes empresas nacionales.

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Si todas las sociedades democráticas tienen un cier­to nivel de tensión, la coyuntura que se abre con elenfoque de convertir a las complejas interaccionessociales en una cuestión empresarial, lanza el con­flicto a niveles inéditos que con mucha facilidad sevuelven inmanejables, porque los valores, las herra­mientas y las habilidades para encarar el conflictodel pasado son inadecuadas para enfrentar el con­flicto presente y esto con frecuencia se maneja comoingobernab ilidad.

Dror sostiene que hay una tendencia a achacarle laingobernabilidad a la sociedad, como si ésta buscararomper las reglas políticas de manera irresponsable,cuando en realidad la falla reside en una inadecuadacapacidad de gobernar, que incluye paradigmasobsoletos, un pobre entendimiento de los retos societarios,prioridades sociales y económicas distorsionadas y habili­dades limitadas si no es que caducas. Los gobiernosen lugar de concentrarse en atender carencias no re­sueltas en sus sociedades, voltean hacia los interesesoligopólicos y foráneos, que están muy lejos de com­partir las preocupaciones y prioridades nacionales.

La llamada de atención de Dror insiste en que lafalta de ajustes adecuados y oportunos, podría aca­rrear enormes riesgos de degradación del medio am­biente, guerras, nuevas formas de barbarismo ydeterioro en la convivencia social. No es menospreciablela posibilidad de que los gobiernos se vean en situa­ciones incómodas, que incluyen la potencial pérdidadel poder, y por lo tanto, se orienten a crear regíme­nes autoritarios cancelando las libertades. Acaso po­damos tomar como metáfora a los países subordinadosque se han inclinado por el neoliberalismo y en losque se sugiere abiertamente la necesidad de tener go­biernos de mano dura, que no implican otra cosa másque represión.

La globalización puede tener un impacto negativosobre la democracia porque, a menos que los siste-

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mas políticos alcancen niveles de participación queno dejen la menor duda sobre su legitimidad y .con­senso, la eficacia gubernamental requerida por la aper­tura de mercados será contraria a la democracia. Lareacción rápida a los retos externos e internos muchasveces tendrá que pasar por encima de las consultaspolítico-democráticas, lo que terminará por enfrentara los gobiernos con sus sociedades. Esto preconizaturbulencias que serán atendidas con efectividad poraquellos regímenes más sólidos, aunque en realidadnadie está a salvo de las tentaciones totalitarias yautocráticas.

México lleva muchos años sumido en una largacrisis económica que se inició en los años setenta yque, no obstante ligeras recuperaciones, en realidadno termina de recuperarse. Una generación de mexi­canos ha visto caer su nivel de vida al de una genera­ción anterior y muchos de los indicadores sociales sedeterioran: el nivel de escolarización desciende, re­aparecen enfermedades erradicadas, aumenta la de­lincuencia, la corrupción alcanza niveles insospechadosy el gobierno pierde credibilidad, en especial porquela recuperación no se ve a corto plazo. El escenariooptimista para erradicar la pobreza sin modificar de ladistribución del ingreso se estima en un poco más de18 años y, el pesimista, lo hace en más de treinta.

Muchos han puesto énfasis en responsabilizar alEstado de la situación actual, soslayando el papel de lasélites económicas que con frecuencia desestabilizan asus economías, al poner a buen resguardo sus capita­les; lo que usualmente sucede fuera de sus países. SiAmérica Latina no hubiera sufrido una intensa fuga decapitales en los últimos treinta años, seguramente es­taría muy lejos de la crisis en que hoy en día se ahoga.Erróneamente y sin haberse desarrollado un debatenacional sobre el papel del Estado, se ha consideradoque el centro del problema es su tamaño, lo que en elcaso mexicano justificó la privatización de múltiples

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empresas paraestatales, sin reemplazar adecuadamentela función que éstas cumplían. De esta manera, se creó unvacío que el mercado ha sido incapaz de llenar.

Pero, en lo que no parece haber duda, es sobre lacapacidad de gobernar en México y las habilidades,conocimientos y sensibilidad que deben tener la élitede gobierno y los políticos en general. Durante laselecciones de 1997, se escuchaba con frecuencia queen más de un distrito electoral todos los candidatoseran malos, lo que nos hace esperar que tanto el Con­greso, el Senado y varios gobernadores, estarán muylejos de la calidad de gobierno que el país requierepara enfrentar los retos que tiene.

Las presiones que aquejan a los países bajo la globa­lización, en México tal vez sean más agudas debido ala crisis económica prolongada. La salida difícilmentepodrá buscarse en soluciones convencionales u op­ciones incrementales sobre el marco decisional tradi­cional. México no resolverá sus carencias o enfrentarálos retos actuales y futuros sumando o restándole alas acciones que se desarrollaban en el pasado. Sinembargo, no se trata solamente de definir nuevas me­didas de acción e intervención gubernamental, sinode redefinir prioridades, y hasta de reformar a la so­ciedad, a su representación social y política, y hastaal Estado, mejorando sustancialmente la capacidadde gobernar. A esto dedicamos este libro.

En el primer capítulo, Yehezkel Dror actualiza suinforme al Club de Roma proponiendo un esquemade acción para un país como México.

En el segundo capítulo Sergio de la Peña descri­be la evolución del pacto social del nacionalismo re­volucionario y su posterior destrucción con elneoliberalismo, enfatizando las rupturas económicasy sociales propiciadas por la apertura al exterior y lareorientación del Estado.

En el tercer capítulo Lorenzo Meyer pone énfasisen el fin de la predictibilidad de un sistema que se

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consideraba ejemplar y subraya el papel de la coaliciónpolítica para lograr la estabilidad y gobernabilidad.

En el cuarto capítulo Samuel Schmidt explora el .daño sistémico provocado por la destrucción delmito revolucionario y las necesidades que un nuevoconsenso reclama.

En el quinto capítulo Macario Schettino exploralos retos a la capacidad de gobernar en la economíacuestionando la acendrada dependencia al libremercado y los impactos de la globalización.

Finalmente cada autor, sin pretender formular unprograma de gobierno, presenta sus recomendacionespara mejorar la capacidad para gobernar en México.

El proceso de cambio no puede ser el resultado dela reflexión de una sola cabeza o en el mejor de loscasos de un grupo de intelectuales o políticos. El cam­bio societario reclama la concurrencia de la sociedaden todas sus formas. Si un grupo de intelectuales pue­de precipitar el proceso y fungir como catalizadorcuanto mejor, pero no pueden y mucho menos debentratar de reemplazar a los factores sociales, económi­cos y políticos.

Más allá de compromisos e identidades ideológi­cas y partidistas, los gobiernos deben mejorar sucalidad y, antes que nada, reformular sus prioridadesteniendo en el centro de atención el mejoramiento dela calidad de vida de los ciudadanos. Este libro tam­bién busca contribuir a este propósito.

Ante los retos del futuro no se puede dar nada porsentado. No se puede pensar que hay rumbos garan­tizados y mucho menos resultados societarios y polí­ticos preestablecidos. Ni siquiera aquellos países quesienten contar con una cultura política democráticapodrán garantizarla. Son especialmente preocupantesel avance de los fundamentalismos y el resurgimientode racismos que abogan por las limpiezas étnicas, queen muchos casos en realidad muestran la reacción antealgunas de las consecuencias de la globalización.

Alcanzar el futuro va mucho más allá del desarro­llo de las capacidades técnicas, aunque éstas son muynecesarias. Contar con una masa crítica de expertosen técnicas de planeación, modelos matemáticos yeconométricos es indispensable, aunque estos nospueden ocupar el lugar de las organizaciones socialesy de los políticos entrenados y sensibles a las exigen­cias sociales y políticas. Finalmente, los técnicos sola­mente pueden planear y plantear opciones por mediodel análisis de los distintos costos y ganancias, paraque los políticos tornen las decisiones adecuadas. Espor ello que las habilidades de la élite de gobernacióndeben mejorarse inmediatamente. Sin embargo, esteplanteamiento se basa en la necesidad de un régimendemocrático, que da por sentado que la sociedaddescartará a los políticos que tornen las decisionesinadecuadas, reemplazándolos con aquellos que ten­gan una visión más adecuada de lo que requiere el sis­tema. Un régimen autoritario con elevadas capacidadesde planeación solamente agudiza el autoritarismo einclusive lo puede inclinar al totalitarismo autocráticodel que muchas sociedades intentan escapar.

La reforma societaria debe inhibir las tendenciasperversas y crear las condiciones para abordar el futu­ro con energía y paso firme, teniendo un gobierno yuna élite política responsables, sensibles, bien entre­nadas e inteligentes. Esto que suena muy trivial no estan fácil de lograr, aunque las capacidades creativas yla buena voluntad, seguramente podrán contribuir enmucho a este propósito.

Samuel SchmidtElPaso, Texas, junio de 1997

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Bibliografía

1973 DOWNS, ANTHONY, Teoría económica de la democracia,

Aguilar, Madrid.

1990 DROR, YEHEZKEL, Enfrentando al futuro, fCE, México.

1994 DROR, YEHEZKEL, La capacidad de gobernar, Círculo de lec­

tores, Barcelona.

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I.CAPACIDADES PARAGOBERNAR UN PAÍS

COMO MÉXICOYehezkel Dror

Traducido por Samuel Schmidt

Advertencia

Por no ser un experto sobre México, aun y cuando herealizado trabajos de consultoría en ese país, no pre­tendo dar consejos concretos sobre lo que se debe hacerpara mejorar las capacidades esenciales de gobierno.

Sin embargo, en un informe para el Club de Roma,que se basa en partes significativas de la experien­cia latinoamericana (Dror, 1994) he desarrollado re­comendaciones generales sobre cómo mejorar lascapacidades para gobernar. Asimismo, he aplicadoalgunas partes de mi análisis general y recomenda­ciones para América Latina en general (Dror, 1997).Este capítulo se ocupa de un "país como México", osea, un país cuyas características principales sean si­milares a las de México, aunque no se ajusten en susdetalles a situaciones concretas. Con ello se pretendelograr la mayor ayuda posible para introducir a la dis­cusión y a la agenda de acción, propuestas concretasde mejoramiento, que estén basadas tanto en la pro­fundidad teórica como en el análisis comparativo deexperiencias.

La pregunta sobre cómo ajustar el análisis y lasrecomendaciones hechos en este capítulo al "Méxi­co real" y cómo acomodarlas a las situaciones emer­gentes contemporáneas necesita ser respondida por

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aquellas personas que realmente conocen México, es­pecialmente los mexicanos.

Las capacidades para involucrarse en laarquitectura societaria radical y democrática

Las "capacidades para gobernar" requeridas depen­den de las situaciones y aspiraciones de cada país enparticular. Es así como un país al que le va bien en todoslos aspectos, con sus actores sociales principales sa­tisfechos con las dinámicas presentes, no requiere deelevadas capacidades para gobernar, siempre y cuan­do continúe haciendo más o menos lo mismo parasatisfacer sus necesidades.

En países localizados en pendientes inclinadas,atrapados en callejones sin salida históricos y abru­mados por un número creciente de actores socialesamargados los requerimientos son muy distintos. Enestos países los gobiernos centrales deben involucrar­se en una arquitectura societaria radical que ponga alpaís en nuevas trayectorias hacia el futuro.

En un país como México, que es básicamente de­mocrático, la arquitectura societaria radical debe serde naturaleza democrática, lo que es esencial paralograr valores fundamentales, reducir costos socia­les, ser factible y proveer las bases esenciales delnuevo orden social buscado. Una razón de peso paraque las capacidades sobresalientes para gobernar seanlas requeridas es que la arquitectura societaria radicales muy demandante en muchos aspectos, siendo deno poca importancia la degeneración hacia el autori­tarismo y el absolutismo.

Para comprender las magnitudes de las capacida­des requeridas, es esencial entender que no hay "ata­jos" que puedan liberar a los gobiernos centrales delas tareas extremadamente difíciles de la arquitectu­ra societaria radical. Es así como la desregulación, laprivatización, la apertura de mercados a la globaliza-

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Clan, la asociación a libres mercados, etc., puedenser muy útiles si se manejan cuidadosamente, peroestos procesos por sí mismos no pueden producirlas transformaciones sociales requeridas y deseadas.Por el contrario, a menos que sean cuidadosamenteplaneadas, sus resultados son con frecuencia y par­cialmente contraproductivos, pues ocasionan tensio­nes sociales que dificultan sus beneficios de largoplazo. Es por esto que los pasos para "modernizar"una economía abriéndola a la competencia debenhacerse en una combinación sinérgica con otras delas dimensiones principales de la arquitectura socie­taria radical, lo que requiere de capacidades de go­bierno excepcionales.

Para poner en una perspectiva correcta mi argumentode la necesidad de la arquitectura societaria radical,debe indicarse que no solamente países como Méxiconecesitan transformaciones. Todos los países contem­poráneos deben pasar por cambios fundamentales querequieren, por lo menos en parte, de una arquitecturasocietaria guiada por los gobiernos centrales. La UniónEuropea es un caso paradigmático, donde algunas delas sociedades más desarrolladas han entendido la ne­cesidad de transformar su estructura económica y polí­tica fundamental por medio de una autotransformación.Por ellos los países similares a México deben involucrarseen una arquitectura societaria radical, aun tomando encuenta las dificultades, costos y peligros involucradosen este esfuerzo. Esta tarea es la que requiere capaci­dades de gobernación excepcionales que se adapten alos requerimientos de una arquitectura societaria radi­cal. De esto tratará este capítulo.

Las dimensiones centrales de la arquitecturasocietaria radical

Para establecer las bases de consideración de lasprincipales capacidades para gobernar requeridas,

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primero debo esbozar brevemente algunas de las di­mensiones principales de la arquitectura societaria ra­dical, para un país como México.

Una primera dimensión central de la arquitectu­ra societaria propuesta es la producción de un nú­mero creciente de empleos distribuidos equitativa­mente a lo largo y ancho del país, mientras quesimultáneamente se incrementan los niveles de vidade los grandes segmentos de la población que con­tinúan trabajando en la agricultura de subsistenciay trabajos similares. La situación en las áreas rura­les se debe mejorar radicalmente para frenar, y de serposible revertir la rápida migración a los centros ur­banos, pensando tal vez en el desarrollo de nuevostipos de áreas mixtas rurales y urbanas. Esto debeacompañarse con la elevación de los niveles de losservicios de salud y educación. Se deben asimismoincluir "campañas" para superar el abandono que su­frieron partes de la sociedad en el pasado.

Este esfuerzo debe acompañarse de una segundadimensión central de la arquitectura societaria radi­cal: el desarrollo de grandes esfuerzos para reducirrápidamente las tasas de reproducción netas con elfin de estabilizar el tamaño de la población. Si bienla tasa de natalidad se ha logrado disminuir, la tasade reproducción neta sigue siendo muy elevada paralograr un mejoramiento socioeconómico bien distri­buido. De otra manera será imposible lograr un cre­cimiento anual en el ingreso adecuado y con unadistribución equitativa entre los distintos segmentosde la población, lo que es esencial tanto valorativamentecomo para contener la agitación social.

Una tercera dimensión central de la arquitecturasocietaria radical incluye la seguridad pública y elorden. A menos que la criminalidad, la violencia po­lítica, la corrupción por narcotráfico, etc., se man­tengan en un nivel muy bajo, nada va a funcionar.

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Más aún, sin un éxito tangible en el mejoramiento dela seguridad pública y el orden, los gobiernos cen­trales y los sistemas políticos como un todo carece­rán de credibilidad para grandes segmentos de lapoblación, así como para actores externos importan­tes; esta credibilidad, por sí misma, es fundamentalpara otras dimensiones esenciales de la arquitecturasocietaria.

Una cuarta dimensión de la arquitectura social ra­dical involucra una reducción rápida de la "pobrezapolítica", o para decirlo positivamente, se requiere unrápido incremento de la participación política, combi­nado con la reconstitución de la sociedad civil en elmedio urbano y rural.

La quinta dimensión de la arquitectura societariaradical se ocupa de la reestructuración de la econo­mía, de tal manera que vaya a tono con las políticasadoptadas por un país como México, pero agregan­do una política industrial "blanda" dirigida a asegu­rar un número creciente de empleos, aun a costa dealgunas de las restricciones de la "globalización".Asimismo, se deben emprender acciones determinan­tes para asegurar una distribución más equitativa delingreso, aplicando medidas como el mejoramientodel sistema impositivo y el incremento de las trans­ferencias fiscales.

De la lista de las dimensiones de la arquitecturasocietaria radical se desprenden seis especificacionesprincipales que se necesitan para las capacidades degobierno requeridas: uno, concentración democráticadel poder; dos, pluralismo estructural y subsidiariedad;tres, capacidades cognoscitivas y de formulación decursos de acción 1 creativas y sobresalientes; cuatro,

1 En México se ha traducido Public Policy como políticas públicas.Sin embargo la traducción no refleja el verdadero contenido del conceptopolicy. Aquí se ha seguido el concepto de cursos de acción política. tal ycomo este traductor hizo en la introducción de Enfrentando el futuro.

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habilidades para la puesta en marcha efectiva; cinco yseis, esencial para otros requisitos y crucial por símismo, un nuevo tipo de élite profesional para gober­nar, así como políticos más capacitados. Cada uno deestos requisitos a su vez implica múltiples conjuntosde principios, estructuras, grupos de trabajo, cursos deacción e instrumentos que equivalen a una "revolu­ción en el gobierno", sin la cual las posibilidades parauna arquitectura societaria adecuada en un país comoMéxico, donde se evite el estancamiento y los desas­tres, son muy escasas.

Concentración democrática del poder

Un país como México requiere urgentemente una ar­quitectura social radical que inevitablemente involu­cra lo que ]oseph A. Schumpeter-Hamó "destruccióncreativa". La estructura constitucional de un paíscomo México, con una Presidencia fuerte, se ajusta alos requisitos dolcrcsos de una arquitectura socialradical democrática. Sin embargo, la realidad socialy política es sustancialmente diferente, porque esdensa y rígida." A esta rigidez la agrava el conflictoviolento que existe entre las oligarquías que luchanpor mantener sus privilegios y los grupos socialesque demandan un cambio revolucionario; entre am­bos contribuyen a debilitar al poder central.

Sin embargo, sin una concentración centralizada delpoder se pierde la esperanza de producir un cambiosocial radical. Esta concentración previene levanta­mientos sociales que conllevan costos muy elevadospero también, necesariamente, afecta muchos intereses

2 Ver Schumpeter (1988), especialmente Capitalismo, socialismo ydemocracia.

3 Un caso como el de México ilustra la necesidad de agregar una di­mensión de rigidez política al análisis muy pertinente de Mancur L. OlsonIr. (1982).

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presentes. Por lo tanto, es esencial la reconstitución dela concentración del poder democrático como parte delmejoramiento de las capacidades para gobernar.

Un primer paso, fundamental para sobreponerse alas oligarquías rígidas y construir un consenso ampliopara enfrentar los dolorosos pasos esenciales," es mo­vilizar apoyo masivo para la arquitectura societariaradical. Algunos de los medios para reconstituir esen­cialmente el poder democrático en un país como Méxi­co son la movilización de apoyo masivo por medio delos llamados directos al pueblo en general, asistidos convisiones realistas y creíbles, más algún uso de referen­dos para aprobar medidas esenciales, inaceptablespara los intereses preponderantes que dominaron laconfiguración de las instituciones políticas en el pasa­do. Al mismo tiempo, se deben controlar las pasiones delas masas evitando los estilos de agitación política. Sedeberá buscar el apoyo de los intereses dominantes, opor lo menos se deberá contener su resistencia, y limi­tar las medidas dolorosas orientadas hacia ellos, acla­rándoles que por su propio interés es necesario apoyarla arquitectura societaria esencial antes de que la si­tuación empeore.

Estos pasos pueden establecer la base para avan­zar en la restauración de un monoplio relativo del Es­tado sobre los instrumentos de violencia, incluyendoun estricto y completo control civil de las agencias acargo de la ley y el orden, y un uso prudente de losinstrumentos de violencia para contener los costossociales, mientras se logran los niveles esenciales deseguridad pública y se consigue limitar el uso de laviolencia por otros actores. Una primera fase esen­cial involucra un control estricto de todas las fuerzasmilitares y policiacas gubernamentales. Es necesarioestablecer nuevas unidades de élite, castigar severa-

4 Veáse una discusión relevante en Roberto Managabeira Unger(1997).

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_,1

mente la corrupción en los altos niveles jerárquicosy reducir la violencia política por medio de la acepta­ción de demandas legítimas para luego aplicar la fuer­za concentrada.

Sin embargo, estos enfoques "convencionales" po­drían ser insuficientes frente a fuerzas corruptoraspotentes como es el "narcodinero". Un país comoMéxico puede verse obligado a emprender accionesinnovadoras y consideradas como tabú -como porejemplo estrategias combinadas de legitimación dedrogas blandas con la represión de las drogas fuer­tes, junto con un "régimen de emergencia" paraaplicar castigos fuertes- pero solamente las debeponer en marcha después de ofrecer una amnistíacondicional. Éste es un asunto donde la cooperaciónentre países es esencial, incluyendo acciones comu­nes, fuerzas de acción de respuesta rápida y juris­dicciones compartidas.

Pluralismo estructural y subsidiariedad

Sin importar qué tan esencial sea la concentración delpoder central en un país como México para involu­crarse en la arquitectura societaria radical, el plura­lismo estructural debe ser preservado y reforzado conun movimiento dirigido hacia la subsidiariedad. Estoes muy importante, porque tanto el tamaño como laestructura social requieren que los gobiernos regio­nales y locales así como las organizaciones no guber­namentales se involucren en la arquitectura societa­ria crítica, ya sea guiados por el gobierno central oporque lo hagan de manera autónoma.

El principio general a seguir es el de la "subsi­diariedad", por utilizar un concepto desarrollado enla Unión Europea aunque ajustándolo a nuestrasnecesidades. Este principio establece que cada fun­ción debe ser desarrollada en el nivel más bajo delgobierno o en las estructuras no gubernamentales

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que puedan desempeñarse adecuadamente, aunquesea sujeto a monitoreo por los cuerpos gubernamen­tales de mayor nivel y con una autoridad de supedi­tación selectiva preservada por el gobierno central.

La subsidiariedad ayuda a relevar al gobiernocentral de las sobrecargas que inhiben la concentra­ción en las tareas de la arquitectura social y que so­lamente él puede guiar y administrar. Dentro de estaamplia perspectiva, el principio de subsidiariedades crítico para preservar la democracia, la moviliza­ción de apoyo social para las medidas difíciles, laconstrucción de la sociedad civil y el entrenamientode una élite política plural.

Por lo tanto, sin la descentralización suficienteun país como México no puede y no debe embar­carse en una arquitectura societaria democrática (oradical), porque ésta requiere buenas capacidadespara gobernar también en los niveles locales,prestando especial atención a la construcción de losinstrumentos cognoscitivos, al desarrollo de élitesde gobierno locales, etc. Las ideas y recomendacio­nes discutidas en este capítulo deben aplicarse yamoldarse a todos los niveles de gobierno, aunquemis comentarios se enfocan al gobierno central.

Paradójicamente, el hecho de que una arquitec­tura societaria adecuada en un país como Méxicodependa de los gobiernos locales y regionales, asícomo de múltiples actores sociales, requiere de unamayor concentración de poder en el gobierno cen­tral, de tal manera que sea capaz de sobreponerse ala rigidez y resistencia que con frecuencia estánenraizadas profundamente en las estructuras de po­der e intereses locales. Por lo tanto, un paso necesa­rio puede ser una reforma radical de la política y losgobiernos locales y regionales, con el fin de buscarmás democracia participativa en lugar de estructu­ras oligárquicas de poder.

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Capacidades cognoscitivas y de formulación decursos de acción creativos y sobresalientes

Las buenas ideas son inútiles a menos que puedanponerse en acción. Sin embargo, la concentración depoder sin buenas ideas no solamente es inútil sinomuy peligroso porque resulta en una acción dispa­ratada y muy poderosa. Por lo tanto, son esencialeslas capacidades cognoscitivas sobresalientes y de for­mulación de cursos de acción creativos, cuanto másporque éstas deben desarrollar las estrategias de lo­gro, manteniendo y aplicando la concentración depoder democrática.

El pensamiento social independiente y la experi­mentación en la arquitectura societaria pueden pro­ducir ideas y experiencias importantes mientras queayudan a reducir la sobrecarga sobre los gobiernoscentrales. Por lo tanto, éstas deben ser fomentadas,expandidas y apoyadas, junto con un aprendizajegubernamental intenso sobre las enseñanzas gene­radas por esos esfuerzos.

En un país como México el gobierno central es elencargado de la arquitectura social en general, másaún cuando las capacidades para la solución de pro­blemas sociales no han proporcionado ideas nue­vas y adecuadas. En parte, esto debe hacerse enproximidad con el presidente, dentro de "enclavesde excelencia profesional" protegidos y al margen dela política burocrática y de las incapacidades del en­trenamiento académico. Por lo tanto, en las oficinaspresidenciales se deben establecer unidades compac­tas de "planeación estratégica" que tengan unainteracción estrecha con el presidente y otros res­ponsables de formular alternativas de decisión de altonivel. Los profesionales de elevada calidad requeri­dos para estas unidades deben desarrollarse pormedio de programas de aprendizaje intensivos en

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arquitectura societaria y sobre enfoques para laplaneación de cursos de acción política. 5

Sin embargo, a menos que los responsables deformular las alternativas de decisión de alto niveltengan la oportunidad de involucrarse en "cursosde acción política", aun el mejor trabajo de sus equi­pos será en vano. Estos cursos de acción puedenincluir reuniones periódicas de un par de días, en al­gún lugar alejado, y talleres estructurados a la medida.

Todo esto podrá ser unafata morgana si se ignorala naturaleza crítica de la arquitectura social en laque es inevitable mucha turbulencia."

Las crisis serias son inevitables y deben ser en­frentadas, sobre todo si se tiene en cuenta que lascrisis también son oportunidades que aflojan las rigi­deces. Sin embargo, para utilizar las crisis como opor­tunidades mientras se reducen los efectos de sutraumatismo social, se requiere de una prepara­ción muy cuidadosa, incluyendo la necesidad pa­radójica de basar la improvisación de la crisis enun pensamiento estratégico de largo plazo y demucha profundidad. Es por esto que se debe pres­tar mucha atención a la construcción de capacida­des profesionales para la administración de la crisisal servicio del presidente, con un gran ínvolucramien­to del equipo de planeación estratégica.

Las personas cercanas a los principales espacios delpoder no pueden concentrarse en un pensamiento pro­fundo de cursos de acción política porque están muyexpuestas a las presiones y demandas cotidianas. Igual­mente, esos equipos no se pueden involucrar en la ico­noclasia por los graves costos políticos que ello conlle-

5 Los lectores interesados pueden recibir del autor algunos ejemplosde talleres en planeaci6n avanzada de cursos de acci6n política, tantopara profesionales de alto nivel como para políticos, que han sido desa­rrollados con base en experiencias concretas efectuadas en México.

6Tal y como ha sido enfatizado por Albert O. Hirschman en variosescritos y particularmente en su colecci6n publicada en 1986.

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va. Tampoco pueden lograr una masa crítica de múlti­ples disciplinas y experiencias requeridas para desa­rrollar cursos de acción política innovadores para laarquitectura societaria. Por esta razón un país comoMéxico debe tener un cierto número de tanques pen­santes (Tbink tanks) que son "Centros especializadosde investigación y resolución de problemas comple­jos y de elaboración de cursos de acción", 7 que seinvolucren en un análisis y razonamiento para los cur­sos de acción política independiente, aunque seanparcialmente orientados hacia el gobierno, de tal ma­nera que se desarrolle la arquitectura societaria y estra­tegias relacionadas, apoyándose en la masa crítica deun equipo multidisciplinario que cuente con diversasexperiencias y que actúe junto con una red plural queincluya cuerpos de investigación y análisis destacados."

La necesidad de iconoclasia requiere de mayor ela­boración. Tal como se mencionó, la posible necesidadde legalizar algunas de las actividades relacionadas conlas drogas suaves, la decisión de "hacer más de lo mis­mo" puede no funcionar en muchos espacios crucialesde los cursos de acción política. Por el contrario, unpaís como México necesita muchas ideas innovadorassobre cursos de acción política que con frecuenciacontradicen las políticas ortodoxas, incluyendo aque­llas promovidas por las modas globales, las institucio­nes internacionales y los países poderosos.

Por ende, además de los requisitos ya menciona­dos se requiere de otro adicional, con respecto algobierno central y a la cultura política: una actitudmental abierta y políticamente independiente quele permita a uno seguir su propio camino, aun sien­do contrario a las modas globales y demandas ex-

7 Dror profundiza y elabora sobre el concepto de estos centros enEnfrentando el futuro. Nota del traductor.

8 Sobre una investigación y discusión reciente, que sin embargo re­quiere muchos ajustes para un país como México, veáse Diane Stone(1996).

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ternas poderosas. Es así como la integración regionala la globalización, en algunos terrenos importantes,puede ser una opción abierta mentalmente y sabiapolíticamente para un país como México, aun si seenfrenta a una resistencia externa fuerte y contradicecursos de acción política adoptados anteriormente.

Para preservar el equilibrio entre los poderes yelevar las capacidades cognoscitivas y de creativi­dad en los cursos de acción política, es necesario darpasos paralelos para proveer a los cuerpos legislati­vos (así como a los gobiernos regionales y locales,como ya se indicó) de servicios de asesoría profesio­nales sobre cursos de acción política.? Esto es impor­tante no solamente para prevenir los "monopolios deconocimiento" gubernamentales que ponen en peli­gro la esencia de la democracia, sino también paraproveer los estímulos y correctivos para la "compe­tencia en el pensamiento", para mejorar la base deconocimiento de la cultura política e ilustrar a la opi­nión pública sobre la naturaleza real y la complejidadde las opciones que enfrenta la nación.

Habilidades para una puesta en marcha efectiva

Una de las características de un país como México esque en el pasado se han mencionado muchas políti­cas adecuadas, pero se ha demostrado una frecuenteincapacidad para ponerlas en marcha. En parte, estose debe a la resistencia de algunos grupos de interés,pero también a la inercia burocrática. Ello se recono­ce en el resultado obtenido a partir de importantespropuestas de reforma administrativa, que se suman alas muchas intenciones y políticas declaradas que nuncaalcanzan a entrar en acción.

9 Similarmente, los cuerpos supervisores del tipo de la contraloríadel Estado también requieren reforzamiento.

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Las reformas administrativas son esenciales en unpaís como México, pero éstas deben realizarse juntocon una estrategia de radicalismo selectivo'? que ine­vitablemente enfoca los escasos recursos necesariosa la reforma, para producir un mejoramiento radicalen segmentos selectos de la administración pública,que son particularmente cruciales para la arquitecturasocietaria radical, dejando a la mayoría de la burocra­cia sola hasta que el éxito de la arquitectura societariaprovea los recursos para más reformas administrativas.

Una línea principal de la reconstrucción radical se-'jI< lectiva de las capacidades de puesta en marcha inclu­

ye el establecimiento y avance de un nuevo tipo deservicio civil de carrera, tal y como se discute en elsiguiente inciso. Pero también se necesitan reformasinstitucionales para sobreponerse a las rutas fijas cons­truidas en las organizaciones existentes (North, 1990)y asegurar el compromiso total con los cursos de ac­ción política novedosos o con las organizaciones en­cargadas de echarlos a andar. En temas como lasreformas agrícolas o la eliminación del analfabetismo,los grupos de trabajo y estructuras de proyectos pue­den ajustarse mejor que la mayor parte de los ministe­rios a las necesidades de los nuevos cursos de acciónpolítica novedosos de la arquitectura societaria radical.

Otra innovación esencial para generar las habilida­des requeridas es el seguimiento sistemático de lasdecisiones cruciales acompañadas del aprendizaje delos resultados y un veloz mejoramiento de los cursosde acción política. Este seguimiento y aprendizaje debeser, en parte, realizado por las agencias principales acargo de !a arquitectura societaria, y en especial deuna unidad central de seguimiento en la oficina pre­sidencial. Las unidades ubicadas en los centros de for­mulación de alternativas de decisión están siempre

10"El radicalismo selectivo implica la selección de factores clave ysu transformación radical". Yehezkel Dror (1990), nota del traductor.

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sujetas a fuertes presiones que inhiben su indepen­dencia y la posibilidad de un amplio aprendizaje delos fracasos en los cursos de acción política.

Por lo tanto, el monitoreo de los cursos de acciónpolítica y el aprendizaje deben estar, en parte, ubi­cados en unidades independientes, distantes de losespacios del poder, aunque con total acceso a la in­formación relevante. Estas unidades también deberánmonitorear los principales resultados legales y pro­veer una retroalimentación del aprendizaje obtenido,aunque en ocasiones esto sea políticamente inconve­niente.

Las nuevas élites profesionales de gobierno

Los cambios en las leyes, las estructuras y las organi­zaciones son importantes, pero serán en vano a me­nos que para ello se cuente con el personal y el equipoadecuado. Una tarea tan demandante como la arqui­tectura societaria radical democrática no puede teneruna verdadera oportunidad de éxito a menos estébasada en una élite de gobierno profesional, compro­metida, virtuosa y con un conocimiento amplio.

Todos los países enfrentan retos difíciles para adap­tarse a un mundo que cambia precipitadamente. Porlo tanto, la necesidad de un nuevo tipo de élite profe­sional para la gobernación es universal. (Cfr., Dror,1997: vol. 03, 7-23). Sin embargo, esta necesidad esmás apremiante en la mayor parte de América Latina,incluyendo a México, un país donde las tradicionesdel servicio civil contradicen los requisitos mínimosde una arquitectura societaria radical.

Grosso modo, considero que una élite guberna­mental profesional del nuevo tipo, conformada porcerca de mil personas, con una estructura de carreraintegrada, aunque muy abierta para los candidatos so­bresalientes con múltiples antecedentes y experiencias,

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puede marcar la gran diferencia. Este grupo incluiría aprofesionistas orientados a la planeación de cursos deacción política y a la gerencia en gran escala, y deberíaocupar todas las posiciones relevantes de asesoría enel segmento central del servicio civil para las tareasbásicas de la arquitectura societaria, tanto en el gobier­no central como en el regional.

Debido a la disponibilidad de recursos humanossobresalientes en un país como México, la creaciónde nuevo tipo de élite gubernamental profesional enprincipio no sería difícil. Instituir programas intensi­vos de aprendizaje para candidatos altamente califi­cados, junto con el establecimiento de un programade posgrado universitario de elevado nivel en admi­nistración pública y en cursos de acción política, pro­veerá al país de un personal adecuado, tanto en elnivel inmediato como a largo plazo.

Más difícil es el problema de cómo integrar a estenuevo tipo de profesionales en las estructuras del ser­vicio civil y de la administración pública. Por lo gene­ral la mejor manera de lograr esto es a través de lacreación de nuevas plazas y nuevas unidades de es­tablecer nuevas posiciones y unidades. Tal es el casode los ya mencionados grupos de trabajo y de las es­tructuras de proyectos, donde existirá la posibilidadde acomodar a los actuales servidores públicos, si estánsuficientemente calificados y si reciben un entrena­miento adicional. Sin embargo, se puede esperarmucha resistencia, que puede superarse con la apli­cación del poder y con pagos laterales.

El nuevo tipo de profesional que requiere el go­bierno debe caracterizarse no solamente por su cono­cimiento sobresaliente y por su experiencia, sinotambién por su alto sentido de rectitud moral. Deberecibir buenos salarios y de manera concomitante debeapegarse a un riguroso código ético. Sin embargo, paraser realistas, esto es casi imposible a menos que lospolíticos también sigan altos estándares morales. Esto

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nos lleva a una necesidad, tal vez más difícil: el mejo­ramiento de los políticos.

Mejorando a los políticos

La problemática de la calidad cognoscitiva y moral delos políticos es universal, y la situación empeora cadadía debido a los medios masivos de comunicación, par­ticularmente por la influencia de la televisión en la polí­tica. Sin embargo, el movimiento hacia lo que hedenominado "democracia de calidad"!' tomará tiempo.Si un país como México de verdad quiere realizar unesfuerzo para convertirse en una sociedad próspera, setienen que dar ciertas condiciones sine qua non paramejorar a los políticos, pues de otra manera la probabi­lidad de que una arquitectura societaria sea exitosa esverdaderamente muy baja.

Una vez que se acepta la necesidad de mejorar losequipos cognoscitivos y de las capacidades de los po­líticos, ésta no es realmente dificil. Se debe establecerun Colegio Nacional de Cursos de Acción Política, don­de los políticos acudan para estudiar con profundidadel papel de la transformación social, con la ayuda de loscolaboradores adecuados. A estos cursos deberíansumarse otras personas encargadas de tomar decisio­nes políticas, así como quienes influyen para ellas.Asimismo, los políticos deben recibir la oportunidadde cursar estudios por su cuenta, o pagados por elpúblico aunque sujetos a supervisión. Esto tambiénse puede hacer dentro de los partidos, tal y comosucede con las escuelas de los partidos austriacos fi­nanciadas con fondos públicos.

Más difícil y más importante es la calidad moralde los políticos. Mi recomendación para un país comoMéxico es aprobar una ley anticorrupción muy estrictapara los funcionarios electos que sea aplicada, acorn-

11 Libro en preparación.

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pañada de un salario adecuado para los políticos y lacontención de los "costos" de la política. Una agenciaindependiente deberá supervisar el respeto de la ley,en la cual las acusaciones sean resueltas rápidamentefrente a cuerpos judiciales independientes y donde seimpongan castigos severos a los políticos de alto nivelque sean declarados culpables de corrupción.

Entiendo que ésta no es una cuestión sencilla y re­comiendo proceder paulatinamente, empezando con lospolíticos del gobierno central y luego con los políticos delos gobiernos regionales y locales. Se pueden establecerarreglos transitorios donde se otorgue perdón total portransgresiones pasadas si éstas son admitidas ante un tri­bunal especial, pero la acción determinante para mejorarla calidad de los políticos, empezando con la corrupción,es esencial para la arquitectura societaria en un país comoMéxico.

Realidades y potencial

Cuando las recomendaciones anteriores se contrastancon la realidad, todas las dificultades que implica laconstrucción de capacidades adecuadas de gobernarpara las tareas de la arquitectura societaria radical, taly como las que enfrenta un país como México, adquie­ren un gran respiro. La tarea es en verdad muy deman­dante, pero dos consideraciones la aligeran:

Primero, es posible y recomendable un enfoquemodular para ir construyendo los diferentes compo­nentes de las capacidades requeridas, con el amoldar­se a lo que restringe la factibilidad.

Segundo, y más fundamental, aunque no se hicieranada para mejorar las capacidades de gobierno, unpaís como México tiene buenas oportunidades paraevolucionar bien con el tiempo, gracias a la existenciade recursos sociales y a las capacidades gubernamen­tales ya existentes. Esto puede tomar una o dos gene­raciones y tal vez implique mucha turbulencia y costos

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sociales elevados, pero en el largo plazo el futuro deun país como México está asegurado, tanto como loestá el de cualquier país en un mundo que cambia enparte cada vez más rápido hacia una nueva época ini­maginable.

Sin embargo, si en un país como México existe laverdadera voluntad para transformarlo hacia una so­ciedad vigorosa, sin elevados costos de transición, en­tonces el mejoramiento de las capacidades de gobernarcon énfasis en las capacidades centrales de la arqui­tectura societaria radical, será una obligación.

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11. LA REFUNDACIÓNDE LA NACIÓN

Sergio de la Peña

Las alteraciones económicas de los últimos quinceaños en México han afectado profundamente las re­laciones sociales fundamentales y el pacto social im­plícito que rigió por más de medio siglo. Hoyes urgente,para una transición política pacífica, delinear acuerdosy otro pacto social que amarre las voluntades y respon­sabilidades de todos en torno a un proyecto nacionalde consenso. Un recorrido breve de los cambios delpaís permite considerar el apremio histórico que hayen este sentido, y algunos rasgos que habrán de teneresos acuerdos, que por otro lado, son parte de la tran­sición política en marcha y de sus luchas. I

El pacto social del nacionalismo revolucionario

El pacto social del régimen de la revolución, en tanto"finalidad-espacio" de negociación entre las fuerzas so­ciales y de aplicación de leyes y disposiciones, se fuenegociando desde antes de la Constitución de 1917, yculminó con el proyecto cardenista. Después siguieronajustes hasta culminar hacia mediados del siglo en el"nacionalismo revolucionario". 2 Fue un proceso acci­dentado por ser parte de la construcción de las bases

I La lucha por el gobierno del Distrito Federal, y sobre todo porel Congreso, es también por la alternancia en el poder, y en algunamedia, por la Presidencia en el año 2000, que no necesariamenteganará el partido que triunfe ahora, pero perderá el que no demues­tre aptitudes para conducir el país.

2 El término lo originó el nasserismo en Egipto.

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capitalistas que tuvo lugar entre las vigorosas deman­das socializantes, comunitarias, mutualistas y revolucio­narias que se moderaron, reprimieron o incorporaron,según el caso y el momento.

La Constitución de 1917 recogió numerosos pro­yectos y aspiraciones, muchos imposibles de realizarpor entonces. Es el caso de la apertura a la participa­ción de los ciudadanos, siendo que éstos eran unacuriosidad social por entonces, por lo que se encauzóen gran medida la acción social y política individual através de corrientes y grupos de interés, que fueronplasmando partes básicas del pacto social en los si­guientes veinte años, por medio de las luchas por es­tructurar el nuevo régimen social. El nuevo Estadorevolucionario nació por necesidad y vocación cultu­ral, centralista, interventor, autoritario e intolerante deespacios autónomos.' Y, finalmente, el pacto cobróforma en el gobierno cardenista, con base en el pro­yecto nacional, cuya versión se planteó en 1934 en elPlan Sexenal. (Cfr. Comité Ejecutivo del PNR, 1934).

La fortaleza del pacto provino de que respondióa profundas exigencias populares. Su forma esen­cial se concretó en parte en estrechas relaciones "bi­laterales" entre el gobierno y cada grupo y movimientoafín a los objetivos revolucionarios, y aisló a críticos yopositores. Se creó un tejido de relaciones del gobier­no con el movimiento obrero, el agrarismo, los movi­mientos populares urbanos, y el ejército, que seconcretaron en los sectores del Partido de la Revolu­ción Mexicana, y luego del PRI, aun si el pacto los re­basaba. Los empresarios no fueron incluidos comosector, sino negociaron aparte sus intereses y presen­cia política. A su vez, el sector militar desapareció unavez que el ejército se redujo a ser parte del gobierno,por primera vez desde la Independencia. El partido

3 El concepto de Estado en este ensayo se refiere al conjunto deinstituciones públicas.

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nació como instrumento del gobierno, sin ningunaautonomía.

El resultado no fue muy diferente a las experien­cias en otros países: una estructura social y políticade rasgos totalitarios y corporativos, inclusive por con­vicción y compulsión." Poco quedó fuera del pacto,que rebasó al partido, al convertirse en el espaciodonde se defendían intereses, se transaban favoresy se negociaban soluciones a los conflictos. El estra­to dirigente, a través del gobierno, se benefició deuna formidable centralización y concentración delpoder para la administración del país de acuerdocon sus intereses. La administración formal y el sis­tema legal adaptaron su operación a la estructuracorporativa del poder, de negociación y de disputade intereses, y preservó la solemnidad de su apa­riencia institucional, siendo como era un régimende poderes personales, clientelar.

La concentración de todo el poder posible en elgobierno, y específicamente en el presidente, fueesencial para revolucionar al país en sólo tres años(de mediados de 1935 a mediados de 1938), median­te una intensa movilización. Para ello se dominarontodos los espacios de elección popular, a través delpartido oficial. El entusiasmo revolucionario inte­gró en un sólido bloque a los tres poderes republi­canos, y a los movimientos sociales.

El cardenismo aprovechó hábilmente experienciasprevias para crear una estructura de formidable cohe­sión, generadora de un amplio consenso." Pero la con-

4 Es el caso de la cláusula de exclusión en el sindicalismo, y devoto comprometido con el partido oficial. Pocos sindicatos escapa­ron de ese destino. Otro tanto se estructuró en el movimiento agrarioy popular. Hasta hoy la adscripción en la organización priísta es con­dición para efectuar gestiones.

sE! principal antecedente es la relación entre los gobiernos de Dela Huerta, Obregón y Calles con el movimiento obrero, dominadopor la CROMo

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dición para su operación era el dirigente carismático,el déspota patriótico. Todo invitaba a la dictadura, peroCárdenas era en verdad patriótico, por lo que optó pordejar el poder, preservar las formas republicanas, eimponer el recambio obligado de las dirigencias porvía electoral. Tambien trató de transformar el vigor re­volucionario en institución y sistema, a lo que sirvieronmuy bien el pacto y la estructura política. Pero era esen­cial el dirigente carismático, con apariencia revoluciona­ria, que no abundaba porque la Revolución terminóen 1938. Sin embargo, todo estaba resuelto de antemano,y Cárdenas, tal vez lo sabía gracias a la asignación po­pular de un poder casi ilimitado al dirigente y atributoscarismáticos. Para evitar la dictadura personal sobre ladel partido, la no reelección se convirtió en principioinsoslayable. El déspota patriótico quedó sometido asus valores e intereses, y a mantener el pacto y acuer­dos durante su gestión.

Sistema eficaz, sin duda, en las condiciones deMéxico, pero auspiciaba el autoritarismo, la impu­nidad renovable en cada ciclo electoral. La corrup­ción se volvió funcional al régimen social de laRevolución mexicana. En ese medio la democracia in­cipiente y el proyecto constitucional no podían pros­perar. La sociedad quedó atrapada en cada estrato depoder por formas caciquiles. No había espacio para ladiferencia, pese a leyes, promesas y discursos.

Desde luego, el régimen del nacionalismo revolu­cionario, como se conoció desde mediados del siglo,sólo era posible con base en un vigoroso estatismo.Todo compromiso o transacción importante se hacíacon el poder público o pasaba por su mediación, fue­sen subsidios, inversiones públicas, concesiones, pro­mesas de solución de los problemas de grupos ypersonas, privilegios y poder. A cambio se acepta­ban las reglas del pacto, la lealtad plena, el apoyoincontestado. El estatismo fue consecuencia y nece­sidad funcional de ese sistema, al igual que la fusión

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en un solo bloque del gobierno, partido, sindicato, entorno al presidente.

La persistencia y éxitos del régimen por casi me­dio siglo se debieron al enlace vigoroso, y convenien­te en algún grado para todos, así fuese en cuanto aesperanzas de solución a sus problemas. Pero ayudómucho el mayor auge mundial del capitalismo queexistió entre 1945 y 1970. Su éxito destaca en que, apesar de las inmensas injusticias, errores y protes­tas, logró operar con notable aceptación social hastaprincipios de los años ochenta, pese a que no fue unsistema satisfactorio para todos, ni aun para los privi­legiados. Por lo contrario, hubo movimientos socialesimportantes que culminaron en violentas confronta­ciones durante el nacionalismo revolucionario, loscuales se resolvieron, usualmente, al asumir el gobier­no parte de los reclamos, tras la derrota de los recla­mantes. Fue el caso a causa de los choques por el finde la Revolución en 1939-1940, o por los ajustes eco­nómicos, sociales e ideológicos en los años cuarenta,como fue la cancelación de la administración obreraen los Ferrocarriles y Pemex, el replanteamiento delagrarismo en 1946, o la imposición de disciplinas ca­pitalistas al trabajo, para su regulación, sobre todomediante el "charrismo"," Con frecuencia, la eficiencia y laprcxluctividad se sacrificaron ante las soluciones políticas.

A finales de los años cincuenta y principios de lossesenta las grandes protestas de obreros, maestros yferrocarrileros fueron reprimidas. Por diversos cana­les se vincularon algunos profesores con los reclamosagrarios, dando lugar al brote de guerrillas en Morelos,Chihuahua y Guerrero. Hubo también una convergen­cia con grupos estudiantiles, sobre todo a partir de

6 Cabe destacar que los grandes movimientos laborales por recla­mos económicos y políticos han sido, desde los años treinta, de tra­bajadores de paraestatales (Pemex, Ferronales,CFE) o empleadospúblicos (de educación, salud), no poco por su posición estratégicadentro del pacto.

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1968, pero en los setenta la guerrilla fue derrotada ydisuelta, no sin ejercer importante presión sobre lasluchas sociales que se realizaban contra el asfixiantesistema político. En los setenta se logró la legalizaciónde algunos partidos de oposición, y surgió la CorrienteDemocrática de Electricistas, encabezada por RafaelGalván, que de inmediato se amplió. Ante las presio­nes crecientes se inició el ciclo de reformas políticas,que aún prosigue, para modificar el sistema con la crea­ción de los diputados "de partido" y los recortes al do­minio gubernamental de los procesos electorales. Elsistema político se empezó a fracturar por las presionesinternas para abrir espacio a la participación.

Los esquemas económicos del nacionalismorevolucionario

En la década de los años setenta abundaron los cam­bios pero no ayudaron a enfrentar las violentas ruptu­ras de los años ochenta. Por el contrario, se fortalecióla protección a costa de la eficiencia y de la capacidadpara competir, pese a que fue una década de condi­ciones financieras favorables para el cambio.

Pero, contrariamente a lo que afirma la ideologíaneoliberal, no fue errada siempre o en todo la políticaproteccionista. En realidad la experiencia de Méxicofue parecida a la de otros países que intentaron crearuna base industrial entre los años veinte y los sesenta,no sólo por las medidas sino porque estuvieron so­metidos a un capitalismo mundial que hizo posible einevitable el nacionalismo económico y la creaciónde espacios protegidos.' El discurso nacionalista en eselapso no fue una invención ideológica, ni el proteccio­nismo una opción entre tantas, sino la respuesta a con­diciones mundiales; es cierto que dicho discurso se

7 No había otra posibilidad de industrialización en medio de laintensa protección mundial y la gran astringencia financiera.

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redefinió un tanto en la posguerra, en Estados Unidos,y dentro del Mercado Común en Europa en los añossesenta, pero fue central hasta 1970.

En México se aplicaron medidas con efectos protec­cionistas desde la crisis de 1929-1932, que la segundaguerra mundial fortaleció. Sólo en la posguerra, ante lafuerte presión de las importaciones, se creó el sistemade protección y estímulos, con intensos efectos en lastres décadas siguientes." Pero fue un crecimiento de­formado por la aplicación parcial de la política de sus­titución de importaciones al mantener sin fin losprivilegios y apoyos a las empresas, en vez de terminarlos subsidios y abrir las fronteras tras un lapso razona­ble de maduración de las nuevas empresas. En otrossectores hubo variantes de protección contra la compe­tencia externa e interna hasta mediados de los ochenta.

Ladeformación de la política proteccionista fue pro­ducto de la corrupción social que eliminaba límites yreglas. A pesar de la regulación estatal de casi todo, yde la existencia de múltiples programas, planes, y ofi­cinas reguladoras, no se logró imponer la disciplinacapitalista elemental al Estado, las empresas y los tra­bajadores, para estimular la competencia y restringir lacorrupción. Fracasó en poco o mucho cada intento deponer orden, ante el tejido de intereses amparados porel clientelismo autoritario. El costo social de esa formade industrialización fue inmenso en las condiciones devida, por medio de la gran concentación del ingreso,aunque tal vez habría sido mayor de mantenerse el paíscomo productor y exportador de materias primas."

8 El PIB total real creció con tasa promedio anual de 6.1 por cientoentre 1940 y 1970, Yel industrial de 7.3 por ciento. Sobre la sustituciónde importaciones véanse René Villarreal (1976) y Cárdenas (1987).

9 En la distribución del ingreso destaca una gran concentraciónentre estratos de ricos y pobres, y una tendencia a reducir diferen­cias entre los estratos de ingresos más bajos, sobre todo si se sumanlos subsidios. Lo que fue resultado del "populismo", pieza funda­mental de la política social y del pacto por medio siglo.

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El crecimiento fue elevado y sistemático entre losaños treinta y los setenta, pese a los obstáculos parauna acumulación más eficaz, las estructuras económi­cas deformadas, y los crecientes desequilibrios. Peropronto hubo evidencias de inviabilidad económica. Afinales de los cincuenta era clara la urgencia de moder­nizar a fondo la economía y la sociedad, y más aún enlos sesenta, de frente a un capitalismo más competiti­vo. Sin embargo, hubo varios factores que desviaron latensión, como a principios de los años sesenta, los apo­yos financieros de la Alianza para el Progreso, para fre­nar la influencia de la revolución cubana, el incrementode las exportaciones por la escalada de la guerra enVietnam, y la introducción de nuevas tecnologías agrí­colas de la "revolución verde".

Dentro de esta pauta de incompetencia nacional yalivios parciales, México evadió en los setenta, por casiuna década, los retos de la incipiente globalización. Araíz de la "atonía" o estancamiento de 1971, se conside­ró urgente prevenir una crisis severa por la inviabilidadcreciente, aún más temible tras el choque social quesignificó el movimiento del 68 y la fractura de la "uni­dad revolucionaria". El flamante gobierno de Echeverríase propuso hacer cambios a fondo. Se formularon pro­yectos de reforma de la administración pública, la ban­ca, la protección industrial y la agricultura. El momentoera favorable para un ajuste.

Por entonces los cambios mundiales se aceleraban,abriendo paso a nuevos fenómenos como la inflacióncon estancamiento. Estados Unidos abandonó losacuerdos de Bretton Woods en 1970, tras un cuarto desiglo de paridad fija del dólar con el oro. Entraron enflotación todas las monedas, y se generó un grandescontrol financiero mundial. 10 Se formó así una ofer-

/O Las conmociones financieras rompieron ataduras al movimien­to de capitales y a sus funciones, lo que fue parte central de la nuevaetapa del capitalismo, la globalización.

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ta mundial excesiva de capitales por la escasa inver­sión en la mayoría de las economías desarrolladas, alo que se sumó, desde 1973, la masa de petrodólaresque se debían reciclar. Esto auspició la globalizacióndel campo financiero al romperse las regulacionesnacionales sobre movimientos de capitales ante elavance impetuoso de las empresas trasnacionales ysu creciente intercambio entre matrices y subsidiarias.También avanzó la globalización mediante la intro­ducción de nuevas tecnologías en los procesos.

En México se emprendieron las reformas, pero elchoque petrolero de 1973 y la gran oferta de créditosbaratos y de inversiones atraídas por la perspectivapetrolera alteraron el panorama nacional. 11 El torrentede capitales externos creó un gran auge que debilitóel esfuerzo reformador, y se redujo a la banca y laadministración pública, lo que no fue poca cosa. Elpaís entró en una espiral de endeudamiento, inflación,sobrevaluación del peso, y crecientes desequilibriosexternos y fiscales.

En 1976 los desajustes obligaron a devaluar el peso,tras 23 años de estabilidad, y a pedir apoyo al FMI. Elefecto fue demoledor para la ideología estatista, almostrar que el Estado no era inmune a las leyes eco­nómicas, pese a los desplantes oficiales. 12 Pero el augefinanciero prosiguió y la devaluación alivió el déficitexterno, de forma que en 1977 se redimió el compro­miso con el FMI. El segundo choque petrolero, quecasi triplicó los precios de los crudos entre 1978 y 1981,más el incremento del volumen exportado, casi diezveces en el lapso (rNEGI, 1986), aportó un gran caudalde dólares, pero insuficiente para resolver el dilema

11 De hecho, la tasa de interés real de préstamos internacionalesfue negativa durante varios años en la década de los setenta.

12 El gobierno convirtió a la devaluación y su diferimiento en asun­to de Estado y símbolo de estabilidad nacional. Por eso en septiem­bre de 1976 se creó una sensación de vacío de poder.

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financiero del país, del creciente endeudamiento exter­no de corto plazo para pagar obligaciones perentorias.El precario equilibrio se rompió en 1982 con la caída delos precios del petróleo, y el aumento radical de las tasasde interés en Estados Unidos. La brecha financiera sehizo inmanejable y en 1982 estalló la crisis."

Para entonces, los problemas estructurales persis­tían al igual que el desvío de la capacidad de compe­tencia a causa de la protección excesiva, y unaintervención estatal no siempre acertada, que preser­vaba todo, incluso estratos incompetentes. Pero el per­fil industrial de México cambió respecto a 1973, por lacreación de numerosas plantas modernas, que no siem­pre desplazaron a otras obsoletas. Se amplió la infra­estructura, y aumentaron los salarios y la ocupación,sobre todo de las mujeres. Las condiciones de vidamejoraron hasta 1982, no poco a través de programassociales y subsidios. Además, hubo rupturas impor­tantes de las pautas de crecimiento por efecto del augey la centralidad del petróleo. Entre lo más importantedestaca un gran incremento del componente importa­do de la producción y el consumo, y al mismo tiem­po, el avance de las exportaciones de manufacturas,así como el estancamiento de la agricultura y el cam­bio de su composición. 14

La necesidad de recurrir en 1982 al FMI abrió paso ala reforma liberal a través de una suerte de autogolpepalaciego, en cuanto al cambio radical de orientaciónque impuso el presidente y un grupo de funcionarios. 15

13 De ser muy bajas las tasas de interés en los años setenta, salta­ron al 20 por ciento en los ochenta. Pero aun sin ese incremento,tarde o temprano habría un ajuste porque los desequilibrios eraninmanejables.

14 La producción comercial y de exportación creció, pero decayóel resto. En cuanto a cultivos, avanzaron los forrajes por la"ganaderización", y retrocedieron los básicos.

ts La maniobra la repitieron después Carlos Andrés Pérez en Ve­nezuela, Menem en Argentina, y Collor en Brasil, entre otros.

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Se desmontó la protección, se eliminaron subsidios yprogramas, se adelgazó al Estado y se abrió la econo­mía para enfrentarla a la competencia mundial, en ple­no ascenso. La contracción salarial se convirtió eninstrumento central de la política económica.

La expectativa era que, gracias a la apertura y ajus­tes, acudiría en abundancia la inversión externa y sereanudarían los créditos para transformar la planta pro­ductiva. La exportación sería el motor de la economía,y los empresarios responderían a la competencia. Nadade ello se cumplió del todo en los años ochenta, aun­que se redujeron los desequilibrios fundamentales, yse abatió la inflación, a costa del crecimiento y delbienestar. En cambio en la década de los noventa, lasexportaciones, las inversiones externas y los créditosse elevaron sustancialmente. Pero aparte de unospocos empresarios asociados con firmas extranjeras,o que ya eran competentes para exportar, el resto notenía condiciones técnicas, financieras, gerenciales nipersonal capacitado para reaccionar.

La reestructuración y la crisis crearon, de entrada, unagran desocupación y creciente pobreza. Al mismo tiem­po, las rupturas de las bases económicas, la apertura alexterior y la reorientación del Estado, terminaron con elnacionalismo revolucionario y con el pacto social. Conlo que no acabaron fue con el autoritarismo.

En los noventa se profundizaron las rupturas es­tructurales y las adecuaciones con vistas al TLC, conuna recuperación modesta del crecimiento, gracias alas exportaciones, y a una nueva y diferente inunda­ción de capitales externos." Pero era un crecimientodesequilibrado y desregulado. La crisis de finales de

16 El auge financiero en México se debió al TLC y a la oferta mun­dial de capitales al terminar la etapa de reconversión de los paísesdesarrollados. También fue diferente a la oleada de capitales exter­nos de los años setenta al contener grandes inversiones en la Bolsa,que por entonces se abrió al capital externo.

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1994 fue un reajuste brutal ante las alteraciones es­tructurales inacabadas, y el crecimiento desordenadocon base en un desequilibrio externo inmanejable. Eldetonador fue el descontrol de los capitales de cortoplazo en 1994 que se usaron para mantener una apa­riencia de estabilidad y abatir la inflación a 7.5 porciento. El desajuste que se calculaba resolver con unadevaluación de 10 a 15 por ciento (fue más de 80 porciento) e inflación de 20 a 25 por ciento (cercana a 90por ciento ), se convirtió en una catástrofe financiera;el PIE cayó en 1995 en 6 por ciento, y la crisis duró 18meses. Ello se debió, y no en menor medida, al mane­jo inepto de la situación.

Las estructuras económicas deformadas, cargadas deunidades incompetentes que persisten por medio de sa­larios bajos, utilidades nulas o pérdidas, lapsos desubvaluación del peso, y algunos nichos de demandainterna, con una dependencia creciente de las importa­ciones, seguirán causando desequilibrios. Persiste la in­capacidad de la estructura productiva para renovarsepor sí sola con suficiente profundidad y rapidez.

Es necesario un replanteamiento a fondo para impo­ner grandes cambios y adecuaciones a la estructura eco­nómica, pero graduados, regulados, ordenados. De locontrario, pese a los programas de recuperación, comoel bancario, la política económica de renovación de laactividad económica, de la ocupación y del ingreso, re­produce los desequilibrios de diciembre de 1994. Locualpromete una nueva crisis, tal vez mayor, tras un lapso decrecimiento sustentado en las exportaciones y algunosefectos estimulantes en la producción para uso interno,y cierta modernización. Después de todo, se trata de unrégimen económico capitalista.

El cambio de las relaciones sociales

Desde luego, la severa alteración de las bases eco­nómicas desde la década de los ochenta provocó carn-

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bias en las relaciones sociales, si bien con rezago. Laprivatización masiva de empresas públicas a partirde mediados de los ochenta, y del ejido en los no­venta, iniciaron alteraciones profundas en las rela­ciones de propiedad y en la distribución de la renta.A la vez, las relaciones de producción se modifica­ron por cambios profundos en el capital, en el traba­jo, y en la relación entre ambos. Las consecuenciasinevitables fueron ajustes en las relaciones sociales ydel Estado.

Entre los cambios del capital destaca su destruc­ción por la quiebra y cierre de plantas, y la recons­trucción moderada mediante nuevas plantas, unareconversión industrial limitada de las que lograronajustarse a las nuevas condiciones de la competencia,y alguna transformación tecnológica en el resto. A la vez,la propiedad del capital cambió desde los ochenta acausade la trasnadonalizadónatravés de lamultiplicación degrandes empresas extranjeras, y enla déacada de losnoventa por la asociación masiva de empresas de to­dos los tamaños con inversionistas externos para ob­tener apoyo financiero, tecnología y canales para laexportación."

La desprotección y apertura comercial a partir de1985 modificó la reproducción del capital al enfrentarsin mediaciones a la competencia externa. Tambiénaumentó la proporción del capital constante en el total,y se alteró a fondo su contenido por la tecnificaciónque, de una u otra manera, fue sucediendo mediantela incorporación de nuevos instrumentos y equipo, loque redujo el ciclo de obsolesencia de los bienes decapital. También disminuyó el ciclo de reproduccióndel capital al introducir nuevos métodos y procesos

17 El Grupo Alfa tuvo notable expansión y depuración para elimi­nar toda presencia externa en la década de los setenta y ochenta, y deintensa adopción de inversiones externas en la década de los noventa.Véase Ana María Mendoza Anzaldo (1997).

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( como el de "justo a tiempo"), y el de realización delvalor por los nuevos métodos de comercialización.

En cuanto al trabajo, los cambios tecnológicos exi­gieron nuevas habilidades que, junto con la preferen­cia de contratos de corto plazo, de jóvenes, a vecescondicionados a no sindicalizarse, cambiaron el perfilde los trabajadores activos. Otros factores en este sen­tido fueron la caída salarial y su cambio (por pieza,por desempeño, por jornada), la flexibilidad de tareas, ladesocupación creciente, la desaparición de derechos,prestaciones y subsidios. A todo ello se sumó, comofactor de cambio del trabajo, el intento de destruir lasformas corporativas en la década de los ochenta, queno culminó porque los políticos redescubrieron su uti­lidad para regular al trabajo e imponerle disciplinas ynormas."

Ante las conmociones económicas y la desocupa­ción masiva por la reconversión y por la débil activi­dad económica tuvo lugar el avance impetuoso delempleo en servicios, sobre todo el informal, por cuentapropia, en el hogar, femenino e infantil. Prolifera lafragmentación de procesos y el trabajo a domicilio.'?También los servicios sufren embates tecnológicos quehacen dudar a algunos de su capacidad para crear su­ficientes puestos para reabsorver a sus desocupados.(Cfr. Forester, 1992, p.29ü). Pero aparte de aliviar losproblemas familiares, la ocupación informal en ser­vicios ayudó a amortiguar y diluir las reacciones antela crisis, al limitar la socialización del agravio y de laprotesta.

De manera que la relación fundacional entre el ca­pital y el trabajo fue afectada a fondo por los cambios

18 Fue notable la lucha de De la Madrid por destruir a la CTM ydesplazar a Fidel Velázquez, sin éxito, y el reacercamiento a raíz delas elecciones de 1985 y 1988.

19 Se estima que la PEA industrial podría reducirse a 10 porciento en países desarrollados. Cfr., Forester (1992).

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en el proceso productivo. No sólo irrumpieron nue­vas contradicciones que median aquella relación, sinoque en la medida en que madura el capitalismo, eltrabajador es cada vez más ciudadano y menos prole­tario. Sus intereses clasistas son rebasados por cues­tiones ciudadanas como las condiciones de vida, lademocracia, la participación en el poder y las liberta­des. La lucha de clases, que durante un siglo o másmarcó la vida familiar y social del obrero, se moderacon el predominio de los intereses colectivos.

Al mismo tiempo, las convergencias y disputascrean identidades de intereses entre grupos en tornoa diversas contradicciones, y la mayor porosidad po­lítica auspicia la participación ciudadana en la escenanacional, lo que desmorona las bases del corporati­vismo que resta. Nacen sujetos sociales más complejos,como el empresario trasnacional, y renacen movimien­tos, como el indígena, o las mutualidades ante la des­aparición de servicios médicos públicos, que por ciertoayudan al gobierno a deshacerse de sus responsabili­dades históricas. CCfr. Koelble, 1991) Son aspectosprincipales de la transición en curso.

Una duda de frente al capitalismo salvaje y las de­rrotas del trabajo es si las confrontaciones de clasescobrarán mayor importancia. Hasta ahora no ha sidoel caso, en parte por la apertura de espacios demo­cráticos y las sucesivas reformas políticas, que aun silimitadas, recortan gradualmente el autoritarismo.Ahora surgen nuevas formas de disputa, concertacióny convivencia de fuerzas sociales, que requieren plan­teamientos acordes con las condiciones actuales paratener éxito en su tarea de enfrentar la explotación ytrabajar en la formulación de un proyecto social al­ternativo, viable, superior al capitalista.CCfr. Muel1er­Rommel, 1989). Pero existe la tentación de lassoluciones conservadoras, aisladoras, que puedencomprometer cualquier proyecto actual o futuro.

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La refundación de la nación

Tal vez la transición de México podría transcurrir den­tro del marco institucional, si éste fuese flexible yam­plio, para dar cobertura al gran acomodo que conlleva.Pero sigue siendo, pese a fracturas y profudos cam­bios estructurales, un país de poderes personales, node instituciones, que obliga a recurrir a "palancas",amigos o presiones para que más o menos operen lasreglas básicas." De hecho, se necesita una refundaciónde la nación a través de tres acuerdos fundamentales,para evitar que México siga dando tumbos y esté su­jeto a los rumbos que imponga cualquier grupo aven­turero que se haga del poder, incluso por vía electoral:

1. Una nueva Constitución.2. Un nuevo pacto social que disminuya los costos

sociales del tránsito; permita operar con eficacia el nuevocapitalismo, y resolver razonablemente los problemas.

3. Un proyecto nacional que responda a las cir-cunstancias del país y a las aspiraciones del pueblo.

Es evidente que el diseño y aprobación de esos tresacuerdos fundadores deben ser gracias al consenso ypor medio de formas democráticas. Desde luego laConstitución es permanente, mientras que el proyectonacional tendrá un plazo para su cumplimiento, y elpacto social desaparecerá conforme se vuelva inútil porla operación adecuada del sistema formal de regula­ción, sin mediaciones.

La nueva Constitución

Los tres acuerdos para la refundación de la nacionestán estrechamente vinculados, pero la reformulación

20 Tal vez por eso la Constitución nació tan detallada, y por estoha sufrido más de trescientas reformas desde 1917.

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de la Constitución es de particular importancia porser el marco normativo que tendría que ser suficiente,junto con los reglamentos y leyes respectivas, para lagestión pública y privada, y la armonía en la vidacotidiana. La Constitución es así la gran meta que, aloperar plenamente, vacía de contenido y razón de seral pacto social.

Pero la Constitución política nacional debe resul­tar de un proceso de convergencia y síntesis de lasconstituciones que deben formularse y aprobarse encada entidad. El gran movimiento culminará en la pro­posición de una Constitución general que debería seramplia y sencilla para enmarcar las necesidades de lavida actual y futura.

El proyecto nacional

El proyecto nacional debe asegurar una inserción efi­ciente del país en el capitalismo actual, y respondera las necesidades de México y a sus opciones estra­tégicas de desarrollo, en tanto no exista un proyectode régimen social viable y superior al capitalista." Serequiere un amarre de voluntades y compromisos defuerzas sociales y de ciudadanos, en torno a objetivosde largo alcance, viables e inclusivos. Debe proponerlos sacrificios presentes y las ventajas actuales y futu­ras, las transformaciones esenciales y las vías paralograrlas; las metas de eficiencia y productividad; lasresponsabilidades de cada grupo, y la manera de com­pensar daños y diferencias sociales para procurar unadistribución equitativa del ingreso y del consumo.

El proyecto nacional debe responder a objetivos dejusticia social y democráticos, y de preservación de pau­tas culturales de la mexicanidad, sobre la base de un

21 Las opciones estratégicas se refieren a la selección de camposindustriales, de servicios o agrícolas, donde se puedan desarrollaraptitudes competitivas mundiales.

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crecimiento económico sostenido, regulado, comparti­do en cuanto a las cargas sociales, que permita aliviarlos problemas de ocupación e ingreso, sin comprome­ter la eficiencia global del sistema. La regulación debe­rá considerar el avance según las posibilidades de ramasy regiones, y los apoyos necesarios, incluso de subsi­dios, para mejorar la eficiencia.

El nuevo pacto social

El pacto del nacionalismo revolucionario fue roto ydespojado de contenido por las políticas neoliberalesdesde mediados de los ochenta, al cancelar el go­bierno compromisos y formas de solución de agra­vios que regularon la vida nacional por décadas, sincrear nada que lo sustituyese, ni darle vida plena alsistema legal. Pero persisten rasgos del pacto ante­rior, como la concentración del poder, los abusosimpunes, el arreglo personal y no institucional, laintermediación ideológica y la manipulación social.

Aspectos centrales, como el presidencialismo, se11: deterioran rápidamente por la corrupción, los errores,

los agravios, y sobre todo por la apertura de espacios araíz de las luchas sociales, los cambios capitalistas ylas presiones externas. El efecto es que el PRI se vacióde contenido, perdió eficacia instrumental y espaciosen el Poder Legislativo y gobiernos locales, que eranel soporte del presidencialismo junto con el gasto pú­blico y la nómina de la burocracia, que fueron recor­tados al adelgazar al Estado. Con todo, persiste la CTM,

y hasta hace poco Fidel Velázquez siguió siendo sulíder, se recreó la CNOP tras escarceos con otras for­mas, y el PRI sigue siendo un formidable enemigo.

Es claro que la crisis y la transición política sonparte del cambio como es la inminente alternancia enel poder, y la creación de contrapesos eficaces a suconcentración excesiva. Pasa por la derrota del PRI yel desplazamiento de priístas de cargos importantes,

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de presidente de la República para abajo, para rom­per la certidumbre de la continuidad, la rosca del "frau­de patriótico", y el encubrimiento de crímenes, comolos asesinatos en familia de 1994.22 La alternancia aca­bará con la seguridad de la impunidad ante la posibi­lidad de la denuncia del "otro".

La gran transición actual exige un orden de segu­ridades y eficacia razonable para hacer vigente lamaraña de leyes y normas. No se puede dejar el trán­sito a la espontaneidad, en manos de un gobierno,un partido, o un grupo de iluminados. Es irreversiblela decadencia del sistema de partido único, que co­menzó en la década de los ochenta. Los restos delpresidencialismo no aseguran el viejo orden. Las opor­tunidades de corrupción y de abuso se multiplicancon la disgregación y refundación de los grupos depoder, como se constató en la gestión salinista."

El relajamiento del viejo orden abrió paso a lasluchas abiertas entre fracciones de la clase dominan­te. Al mismo tiempo, los políticos y ricos se volvie­ron secuestrables, encarcelables, asesinables por suspares. No se democratizó la justicia o el crimen sinose rompieron disciplinas, perversas, pero disciplinasal fin y no se han creado nuevas. Vivimos el desor­den del tránsito de un orden a otro. Hoy se trata dedelinear un nuevo acuerdo nacional de convivencia,nuevas reglas del juego social y normas para su cum­plimiento, un "finalidad-espacio" para evitar que serompa el país en el intento de transitar a una etapasuperior de su existencia. El objetivo es acordar lími­tes y obligaciones para cada sujeto social, previsio-

22 Ejemplo de impunidad es que los asesinatos del cardenal Posa­das, Colosio y Ruiz Massieu siguen sin resolverse, a pesar de quehay algunos detenidos y juzgados.

23 El narcotráfico, tal vez la actividad privada más dinámica, hapenetrado toda la escala del poder con su inmensa capacidad decorrupción.

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nes para compensar injusticias, e imponer a todoslas disciplinas de una convivencia civilizada. Nos lomerecemos.

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111. EL SISTEMAPOLÍTICO Y LA

GOBERNABILIDADMEXICANA

Lorenzo Meyer

El problema

Atul Kohli señala que tarde o temprano los países de lagran periferia del sistema mundial se convierten enentidades difíciles de gobernar (Kholi, 1990). Sin em­bargo, por un buen tiempo, México pareció ser unaexcepción a esta regla. Pese a su relativo atraso econó­mico, la estabilidad y predictibilidad del proceso polí­tico mexicano posterior a la segunda guerra mundial,hicieron que el país fuera visto como el más gobernablede América Latina e incluso disfrutara en este campo deuna situación superior a la de ciertos países europeosque, en la posguerra, mostraron problemas sustantivosen sus estructuras políticas que hicieron caer con unavelocidad sorprendente a sus gobiernos y provocaronincertidumbre e ineficiencia en las tareas de gobierno,como fue el caso de la IV República en Francia o Italia,que ha tenido 45 gobiernos a partir de la formación dela República en 1946.

La notable gobernabilidad mexicana no pertene­cía, desde luego, al género democrático, pero era reale incluso aparecía ante muchos observadores comoejemplar.' A partir de la conclusión de las reformasimpulsadas por la Revolución mexicana al final de los

I Ejemplos de esta visión positivade México hay varios, entre ellosScott(1964).

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años treinta, México contaba con una Presidencia fuer­te y sin contrapesos, asentada en un gran partido deEstado -corporativo y con amplia base social-, unaparato estatal en expansión y con el control de losprincipales procesos económicos que hacían crecer alProducto Interno Bruto al doble de la tasa demográfi­ca (6 por ciento anual); contaba, finalmente, con eltejido institucional necesario para canalizar y resol­ver, o al menos controlar, las principales demandas yconflictos de grupos, clases sociales y regiones (Cfr.Reyna, 1977, pp: 155-171). Así, al iniciarse la segundamitad del sigo xx, la élite política mexicana, con laPresidencia como eje, parecía controlar sin aparentedificultad todos los hilos del juego político, incluidala oposición de izquierda y derecha que, cuando noestaba cooptada, vivía en la penumbra. El mundo ex­terno avalaba y a veces aplaudía sin recato la naturale­za y comportamiento del régimen autoritario mexicano.'

Al aproximarse a su final el siglo xx, la solidez ylegitimidad del sistema antes descrito empezaron aser puestas en duda tanto dentro como fuera del país.'En efecto, tras casi siete decenios de ejercer el poderun solo partido de manera ininterrumpida, México pre­sentaba signos de estar entrando en una nueva etapade su proceso político, donde la antigua gobernabilidadestaba disminuyendo como resultado del desgaste desus estructuras, y donde la estabilidad política ya nopodía darse por descontada. De no tomarse providen­cias para poner al día las instituciones estatales, laingobernabilidad podría volver a sentar sus reales enMéxico, tal y como había sucedido a lo largo de buenaparte del siglo XIX y durante el par de decenios quesiguieron a la caída de la dictadura de Porfirio Díaz en

2 El análisis macropolítico del sistema posrevolucionario mexicanoen su etapa "clásica" se encuentra en González Casanova (1967).

3 Ejemplos de expresiones de esta duda son Aziz Nassif (1996), Ibarra(1996), y Oppenheimer (1996).

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1910. Así, al comenzar el siglo xx México demandabanuevos cauces institucionales para desahogar las de­mandas y conflictos sociales acumulados, se hacía nece­saria una reforma efectiva del Estado y un ataque frontala la creciente desigualdad social y a la corrupción, queal concluir cada administración parecía adquirir nuevasy mayores dimensiones.

El cambio de foco

En contra de lo que podría suponer un observadorcasual de los procesos políticos actuales, la preocu­pación por la gobernabilidad no nació como resul­tado de los crecientes y complejos problemas quesiempre han enfrentado los países que conforman ellargo, ancho y heterogéneo mundo de los paísesperiféricos, sino que originalmente surgió como untema prioritario en la agenda de la ciencia política delas grandes potencias occidentales y de Japón. Lafamosa Comisión Trilateral (CT), formada en 1973 porun grupo de ciudadanos influyentes de EstadosUnidos, Canadá, Europa Occidental y Japón, colocóen su lista de prioridades el enfrentar analítica yprácticamente el entonces creciente pesimismo enrelación con las posibilidades de gobernabilidad delas democracias avanzadas, pues se les veía asedia­das por problemas económicos --estancamiento, in­flación, desajustes monetarios-, conflictos societales-movimientos de protesta, crítica de los círculos in­telectuales, expansión de la contracultura-, y dificul­tades intrínsecas a la tarea de gobierno --el exceso dedemandas sobre el aparato administrativo y la conse­cuente pérdida de legitimidad de la autoridad ante suincapacidad de respuesta.

La preocupación de la CT en torno al futuro de lasdemocracias capitalistas, le llevó a patrocinar un estu­dio sobre el tema (Gfr. Crozier, Huntington y Watanuki,1975.) Es justamente en ese trabajo donde se encuen-

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tra uno de los primeros intentos de definición y análisisdel fenómeno por la clásica vía de los indicadores: elcrecimiento en el volumen y complejidad de las deman­das sociales que enfrentaban los gobiernos democrá­ticos y la dificultad de sus estructuras administrativasy políticas para procesarlas. Tras examinar la situa­ción en sus respectivas regiones, Michel J. Crozier,Samuel P. Huntington y Joji Watanuki concluyeronque si bien el problema examinado era real, su gra­vedad era menor de la que se había supuesto y, portanto, la viabilidad, por ingobernabilidad, de los sis­temas políticos del capitalismo central, no estabarealmente en peligro. Con la intención de ser pro­positivo, el estudio de la Comisión Trilateral formulóuna serie de recomendaciones para disminuir los sín­tomas de la ingobernabilidad -que se resumía comola erosión de la legitimidad de la autoridad estatal-,y éstas incluían: a) disminuir el exceso de demandassobre los aparatos de gobierno, b) detener la desagre­gación o pulverización de los intereses, promoviendosu reagrupamiento alrededor de grandes objetivoscomunes y e) combatir el retraimiento del interéspúblico en materia de política exterior, ya que enton­ces la famosa amenaza soviética seguía siendo vistacomo una imponente realidad.

A la distancia, es claro que la preocupación de en­tonces por la gobernabilidad de los países ricos eraproducto de la crisis del llamado "Estado benefactor"-acuerdo histórico forjado entre la Gran Depresiónde 1929 y el fin de la Segunda Guerra Mundial, entrelos intereses antagónicos de clase en los países de capi­talismo avanzado, y en cierta medida también en losperiféricos- y prolegómeno a su desmantelamientoparcial a partir del triunfo de sus adversarios conserva­dores en Inglaterra (Margaret Thatcher en 1979) y Esta­dos Unidos (Ronald Reagan, 1981).

Esa supuesta crisis de gobernabilidad en las eco­nomías capitalistas más avanzadas acabó por servir

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de justificación para llevar a cabo la sustitución del vie­jo "Estado benefactor" -interventor, según sus críti­cos- por el nuevo "Estado reducido". Una ideologíaantiestatista y favorable a la revaluación y expansiónde la empresa privada, señaló que la fórmula neolibe­ral -centralidad del mercado en la asignación de re­cursos, abolición del proteccionismo y globalización yprivatización de la empresa pública- era la única víapara evitar la parálisis y colapso de los sistemas políti­cos del capitalismo democrático, trabados por una inun­dación de demandas y responsabilidades --exceso desubsidios y programas de asistencia social- y por lanecesidad de obtener mayores recursos para hacer fren­te a su conflicto global con el bloque socialista.

En los años ochenta, los críticos del Estado omni­presente -y ante la realidad de los crecientes déficitfiscales y el burocratismo- se propusieron dejar enlas fuerzas impersonales del mercado la respuesta defondo y de largo plazo a una buena parte de las exigen­cias sociales de empleo, salud, educación, serviciospúblicos, pensiones, etc. Alconcluir la década de los ochen­ta, todo indicaba que la crisis económica del capitalis­mo avanzado --en buena medida producto del aumentoen los precios mundiales del petróleo- había sido su­perada, lo mismo que los problemas creados dentrode Estados Unidos por la invariable guerra en Viet­nam. Justamente entonces, la URSS entró de lleno en sucrisis final tras el fallido esfuerzo de ponerla al día porla vía del glasnost y la perestroika de Mijail Gorba­chovo En esas circunstancias, el temor de la íngober­nabilidad en los países capitalistas centrales perdióimportancia, aunque los problemas sociales se siguie­ron agravando: el desempleo en ciertos sectores sevolvió estructural, la inequidad en la distribución delingreso aumentó, y los niveles de vida de las clasespobres experimentaron una baja relativa y a vecesabsoluta. El pesimismo inicial de las élítes en los paí­ses del capitalismo central se convirtió en euforia cuan-

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do en diciembre de 1991 la URSS y su imperio de laEuropa del Este simplemente desaparecieron de mane­ra súbita e incruenta. Para los ganadores, y ante la exis­tencia de un solo paradigma -el capitalista-, lahistoria, al darles la razón, simplemente había llegadoa su fin (Fukuyama, 1992). Fue entonces cuando eltemor a la ingobernabilidad se mudó del norte próspe­ro y políticamente victorioso a la antigua Europa delEste, Asia, África y América Latina. Fue así como el temade la gobernabilidad dejó a la CT y reapareció, en losnoventa, en la agenda del Club de Roma (Dror, 1996).

La llamada "tercera ola de la democracia" (Hun­tington 1991) ésa que se inició con la "Revolución delos claveles" en Portugal en 1974, se extendió connotable rapidez por muchas áreas del mundo subde­sarrollado, en particular en América Latina. Pero es­tas tendencias democratizadoras se dieron en unambiente difícil, de crisis profunda del modelo eco­nómico adoptado durante la Segunda Guerra Mun­dial -estatismo e industrialización protegida eineficiente-, lo que dio por resultado que el temade la gobernabilidad se acomodara en el centro de laagenda política latinoamericana.

La implantación o recuperación de la democra­cia latinoamericana tuvo lugar en condiciones muydifíciles, pues las dificultades propias de la apertu­ra de los mercados protegidos, la privatización y eldesmantelamiento acelerados del "Estado benefac­tor subdesarrollado", coincidieron con la globalizacióny la reconversión de las economías, lo que desembo­có con frecuencia en una caída de la tasa de creci­miento, inflación, disminución de los programas desalud, cierre masivo de empresas ineficientes, desem­pleo y expansión de la economía informal. Es en estecontexto que debe verse el problema mexicano de finde siglo. Se trata de los efectos de la coincidencia deuna transformación acelerada y accidentada de mo­delo económico disfuncional dentro de una estructu-

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ra política que, por haber retrasado mucho su cam­bio, empezó a manifestar su obsolescencia.'

El problema de la definición

Para poder profundizar en la discusión en torno al temade la gobernabilidad en el caso concreto de México esnecesario intentar la definición del concepto. Como lamayoría de los términos empleados por la ciencia polí­tica, el de gobernabilidad -euyo contenido es tan anti­guo como la política misma pero su acuñación esrelativamente reciente- no tiene una definición clara niuniversalmente aceptada. Manuel Alcántara lo presentacomo "el conjunto de condiciones de carácter medioambiental, favorables para la acción del gobierno o in­trínsecas a éste" (Alcántara, 1992: 20). Angel Flisfisch,por su parte, explica el concepto como el "desempeñogubernamental a través del tiempo"." No es muy distintala posición de Yehezkel Oror: gobernabilidad es la ca­pacidad de gobernar de los gobiernos nacionales y con­tinentales, de los protogobiernos globales y de lasinstituciones paralelas de gobierno" (Dror, 1996:35), Enestos casos, la gobernabilidad de una sociedad dependede la capacidad de la maquinaria gubernamental -au­toridades políticas y burocracias- para producir y eje­cutar las decisiones políticas conque se pretende hacerfrente a las demandas y problemas de los gobernadosasí como de los efectos de los cambios del entorno na­cional e internacional. La eficacia gubernamental es, pues,la esencia de la gobernabilidad.

Michael Coppedge, al examinar el caso de Vene­zuela, considera que la gobernabilidad es una situa­ción de grado, que existe sólo "en la medida en que la

4 Las razones y efectos de la posposición del cambio políticomexicano en los años ochenta y noventa, se encuentran bien resumi­das en Alcántara (1992).

5 Citado por Dieter Nohlen (1992:5)

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~:

relación entre los actores (políticos) estratégicos lograarreglos que son estables y mutuamente aceptables".Desde esta óptica, el concepto de actor estratégico vamás allá del gobierno y su burocracia y se define demanera más bien negativa: "intereses organizados concontrol suficiente sobre recursos de poder -mediosde producción, seguidores, aparato burocrático, fuerzaarmada, autoridad moral o ideas e información- comopara producir disturbios en el orden público o en eldesarrollo económico". (Coppedge, 1994:40). Kholi,el autor citado al inicio del trabajo, también va más alláde la maquinaria gubernamental para abordar el temay prefiere una definición por la vía indirecta de tresindicadores para medir el grado de gobernabilidad decualquier sociedad: 1) ausencia o presencia de coali­ciones políticas sólidas y duraderas, 2) efectividad oinefectividad de la acción gubernamental y 3) capaci­dad o incapacidad del sistema político para enfrentarel conflicto sin recurrir a la violencia. (Kholi, 1990: 23).

El caso mexicano

Gobernabilidad y legitimidad parecieran estar ínti­ma y positivamente asociadas, así como sus opues­tos: ilegitimidad e ingobernabilidad. Un alto gradode legitimidad permite a un gobierno mantener suaceptación y efectividad aunque haya turbulenciasen su entorno nacional e internacional e incluso sihay fallas en algunas de las respuestas administrati­vas a las demandas de actores sociales significativos.Desafortunadamente, una de las características delproceso político mexicano del último cuarto de si­glo, es justamente la pérdida paulatina pero sosteni­da de la legitimidad del sistema político, y que se haacelerado al aproximarse el fin del siglo."

6 Una discusión sobre los temas que han hecho perder legitimidad alviejo sistema político mexicano, se encuentra en dos de mis coleccionesde ensayos (Meyer, 1992 y 1995).

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Desde que se institucionalizó el régimen de la Revo­lución mexicana al final de los años treinta hasta 1968,el mexicano se consideró, y con razón, como uno delos sistemas políticos más estables e institucionalizadosde la América Latina y del mundo periférico en gene­ral. Sin embargo, a partr de la violenta solución al con­flicto entre la autoridad presidencial y el llamadomovimiento estudiantil de ese año definitorio, el arre­glo institucional mexicano entró en un lento pero sos­tenido proceso de disfuncionalidad, de decadencia, y amediados de los noventa presentaba, entre otros, sig­nos claros de ingobernabilidad.?

Las coaliciones

Si tomamos los indicadores surgidos por Kholi y losaplicamos al caso mexicano, entonces se puede em­pezar a comprender mejor las dimensiones del pro­blema al que se enfrentan el gobierno y la sociedadmexicanas en la actualidad. Empecemos por exami­nar la evolución de la gran coalición política que ensu origen sirvió de sólida base al régimen. Por mu­cho tiempo, el gran partido de Estado que es el Par­tido Revolucionario Institucional (PRI), fue un cimientomás que suficiente para sostener a una de las Presi­dencias más poderosas, en términos relativos, del mun­do. En sí misma, la Presidencia mexicana resumíaprácticamente todas las instancias importantes de tomade decisiones y tareas de gobierno: las propias delPoder Ejecutivo, desde luego, pero gracias a sus po­deres metaconstitucionales y anticonstitucionales, tam­bién las sustantivas de los poderes Legislativo yJudicialasí como las de los gobiernos locales: estatales y mu-

7 Una visión de la naturaleza del sistema político mexicanoposrevolucionario y del cambio que sufrieron sus variables centra­les a partir del final de los años sesenta, se puede encontrar en AguilarCamín y Meyer (1989).

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nicipales, además de tener en sus manos los hilos cen­trales del desarrollo económico y social.8

El partido de Estado mexicano posterior a 1940 pue­de entenderse como una gran coalición, producto dela política de masas de la Revolución mexicana en ge­neral y del cardenismo en particular, donde estabanrepresentadas casi todas las fuerzas sociales organiza­das importantes: campesinos, pequeños propietariosy pequeños empresarios, obreros y trabajadoressindicalizados en general, la burocracia estatal, orga­nizaciones de profesionales y, por un tiempo, el ejér­cito mismo. Fuera del partido, pero igualmente sujetoa la disciplina presidencial, estaba el gran capital in­dustrial, comercial y financiero -también organizadocorporativamente-, cuya fortuna dependía menos delmercado y más de una buena relación con la élite po­lítica. Fuera del entramado de los sectores que forma­ban el partido de Estado, el ejército y las organizacionesempresariales, había pocos actores políticos: la Iglesiacatólica -derrotada en la guerra cristera de 1916-1929-,los pequeños partidos de oposición -algunos de elloscriaturas del propio gobierno--, unas cuantas organi­zaciones disidentes con bases sociales muy limitadas yvigiladas por los sistemas de seguridad del Estado, yque finalmente poco significaban en términos de capa­cidad de movilización.

El cemento de la gran coalición interclasista cen­trada en la Presidencia mexicana fue una economíaen constante expansión desde la Segunda Guerra Mun­dial y que dotó al gobierno con los recursos materia­les necesarios para permitirle dar respuesta, parcialpero suficiente, a las demandas contradictorias de susmiembros. Sin embargo, a partir de 1973, el dinamismode esa economía basada en la sustitución de importa­ciones dentro de un mercado relativamente pequeño

8 Sobre la naturaleza de esta Presidencia, véase, entre otros, aCosío Villegas (1972), Carpizo (1978) y Calderón (1972).

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se empezó a perder como resultado de un déficit siste­mático y creciente en el intercambio con el exterior.Para 1982, una profunda crisis económica sentó sus rea­les en México y a partir de 1985 se inició el desmante­lamiento del viejo modelo económico y su sustituciónpor otro, impulsado por las economías centrales -bási­camente Estados Unidos- y sus organizaciones inter­nacionales, como el Fondo Monetario Internacional yel Banco Mundial: el modelo neoliberal. Pero esa nue­va economía que se pretendía implantar en México teníarequisitos muy estrictos que limitaron el gasto público,forzaron a la privatización de una parte del sectorparaestatal y exigieron el desmantelamiento del protec­cionismo (Crespo, 1992). Todas estas medidas resulta­ron altamente disfuncionales para el mantenimiento dela vieja coalición posrevolucionaria. El partido de Esta­do perdió capacidad de gestión -su verdadera fuen­te de legitimidad, puesto que las elecciones eran unamera formalidad- y el costo de la reforma económi­ca recayó básicamente sobre la mayoría de la pobla­ción -las clases populares y la clase media- en tantoque el beneficio se concentró aún más que en el pa­sado en un puñado de empresas y familias que pron­to entraron en las listas de los mil millonarios dePorbes? Un simple indicador de una situación muycompleja lo constituyen las últimas cifras sobre distri­bución del ingreso disponible (994): mientras el 50por ciento de los hogares que están al fondo de la pi­rámide social debieron sobrevivir con el 16.2 por cien­to de los ingresos disponibles, ellO por ciento que estáen la parte superior, recibió más del doble: el 41.2 porciento de ese ingreso (¡NEGI, 1996).

En estas condiciones, el apoyo social al presiden­cialismo y al régimen autoritario mexicanos perdiófuerza: el fin de la reforma agraria, la inutilidad del

9 La últimalistade las 15familiasmex.icanas con activosde milo másmillonesde dólares está en Forbes, 15de julio de 1996,pp. 184-186.

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sindicalismo para defender el valor real de los sala­rios, la indefensión de la micro, pequeña y medianaempresa ante el cambio de modelo económico y lacompetencia externa dieron como resultado un des­contento creciente que se tradujo a partir de 1983 enelecciones realmente competidas pero con resultadossin credibilidad. 10 La fuente de legitimidad pragmáticadel presidencialismo fuerte se secó sin que brotarauna nueva del único sitio de donde podía surgir: deun sistema electoral renovado por una auténtica re­forma política que eliminara tanto el fraude tradicio­nal como la sistemática falta de equidad en la luchaentre la oposición y el partido de Estado." Al iniciarsela segunda mitad de los años noventa era obvio, paracualquier observador de la escena mexicana, que sugobierno y su régimen actuaban en medio de un cre­ciente déficit de legitimidad, y así lo mostraban lasencuestas de opinión pública."

Ladebilidad de la coalición posrevolucionaria quedóde manifiesto en 1987, cuando un grupo de priístas en­cabezados por Cuauhtémoc Cárdenas --ex gobernadorde Michoacán, identificado con el legado nacionalistay populista de su padre, el ex presidente Lázaro Cár­denas- y por Porfirio Muñoz Ledo -ex secretario deEstado y ex presidente del PRI- abandonaron elpar­tido de Estado e iniciaron una difícil pero finalmenteexitosa construcción de una coalición opositora (Ga-

10 Sobre estos temas véanse los siguientes estudios aparecidos enForo Internacional, vol. XXVI, núm. 1-2, (enero-junio, 1996): Carlos AlbaVega, "Los empresarios y el Estado durante el salinismo"; Ilán Bizberg,"Reestructuración productiva y transformación del modelo de relacio­nes industriales"; José Luis Méndez, "¿Del Estado propietario al Esta­do promotor? La política hacia la micro, pequeña y mediana industriaen México, 1988-1994"; Arturo Alvarado, "Entre la reforma y la rebe­lión: el campo durante el salinismo".

1\ La naturaleza de las elecciones sin contenido que caracterizaron aMéxico durante casi todo el siglo xx está bien examinada en MolinarHorcasitas (1991).

12 Al respecto véase (Meyer, 1996).

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rrido, 1993). En las elecciones presidenciales de 1988,el neocardenismo posiblemente derrotó al gobierno ya su candidato, Carlos Salinas, que finalmente se im­puso sobre sus rivales, aunque para ello debió recu­rrir a un fraude tan abierto que las encuestas mostraronque el 76 por ciento de la población no creyó en elresultado oficial (Montaña y Lund 1990:3).

Tras la insurgencia electoral de 1988, el férreo con­trol tradicional del presidente sobre el proceso políticoen general se empezó a debilitar. La Presidencia sinlímites se vio obligada a reconocer varios triunfos elec­torales del centro derecha (PAN), para tener así su apo­yo en momentos críticos, en particular para modificarel marco constitucional y hacerlo más acorde a las ne­cesidades de la economía de mercado (Gil Villegas,1996). Fue así que la oposición logró sus primeras go­bernaturas en el siglo, y aunque la Presidencia pudocontener al neocardenismo mediante el uso al fondode sus instrumentos autoritarios, ya le resultó imposi­ble hacer lo que sí había hecho con otras disidenciassimilares en 1929, 1940, 1946 Y 1952: destruirlo.

Para 1988, y de nuevo en 1994, y en contra de sutradición, el PRI debió conformarse con recibir oficial­mente apenas la mitad de los votos, y vivir bajo laamenaza de que una oposición creciente le pudieraarrebatar al presidente una pieza clave de su red depoder: el control de la mayoría en el Congreso. Fuepor ello, para neutralizar esa posibilidad, que bajoCarlos Salinas la Presidencia reestructuró la coaliciónhistórica del régimen e introdujo a un viejo actor po­lítico que había permanecido más de un siglo en lasmárgenes del sistema político: la Iglesia católica. Porla misma razón, redefinió el concepto de interés na­cional y en vez de insistir en mantener la independen­cia económica relativa frente a Estados Unidos sedecidió por la integración y en 1993 firmó con Canadáy Estados Unidos un Tratado de Libre Comercio. Fi­nalmente, una parte de los recursos obtenidos de la

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privatización de las empresas estatales se emplearonen la construcción de un gran programa denominadoPrograma Nacional de Solidaridad (Pronasol) pararesponder de inmediato a ciertas demandas de los sec­tores populares -construcción de infraestructura ur­bana, escuelas, clínicas, becas, etc.- sin incurrir endéficit fiscal y evitar en 1991 y 1994 el voto de castigoque se dio en 1988 (Dresser, 1991).

En 1993, la nueva coalición construida alrededorde la Presidencia incluía: al viejo partido de Estado(PR¡) que, pese a su debilitamiento, aún era el mayoraparato electoral, un acuerdo básico con la oposiciónde centro derecha (PAN), a la Iglesia católica, al grancapital nacional e internacional beneficiado por la po­lítica de privatizaciones e integración al gran mercadode la América del Norte, a los sectores populares be­neficiados por el Pronasol. Sin embargo, ya estaba fue­ra de la coalición una parte de la que fue la izquierdadel PRI, ahora unida a la izquierda histórica -el anti­guo partido comunista y otros partidos y grupos so­cialistas-, una buena parte de la clase media afectadapor la crisis económica, y de los campesinos a los cua­les ya se les había cerrado la posibilidad de acceder ala tierra por la vía de una reforma agraria que habíasido cancelada. Además, los aparatos tradicionales delpriísmo, los populistas, estaban a disgusto e intranqui­los, pues la joven tecnocracia encabezada por Salinas loshabía desplazado de los puestos de mando importan­tes y su futuro era dudoso, por decir lo menos."

En 1994 la nueva coalición mostró su fragilidadcuando su candidato presidencial -el del PRI, de­signado por Salinas y que había preparado cuida­dosamente su ascenso al poder-, Luis DonaldoColosio, fue asesinado sin que se pudiera aclarar elmóvil. Descarrilada por primera vez desde 1928 la

13 Las contradicciones entre los aparatos tradicionales del PRI y lanueva tecnocracia se pueden ver en Centeno (1994).

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maquinaria oficial de la sucesión presidencial, so­brevino un segundo asesinato del mismo estilo: el delsecretario del partido de Estado: José Francisco RuizMassieu. La sospecha de que los asesinatos eranindicadores de una intensa lucha al interior del PRI segeneralizó. Un candidato presidencial del PRI improvi­sado, Ernesto Zedilla, logró el triunfo con el 50 porciento del voto, pero ello significó una caída de másdel 10 por ciento respecto del voto para el PRI en 1991a pesar de que el candidato oficial contó con recursosextraordinariamente superiores a los de la oposición.

El nuevo gobierno se estrenó con una rebelión in­dígena en el sur del país y a partir de la última semanade diciembre, con una crisis económica que haríacaer el Producto Interno Bruto (PIE) 7 por ciento. Para1996, el Pronasol estaba agotado, los viejos cuadrosdel PRI habían acabado con los ánimos reformistas deZedilla, y al finalizar el año la relación entre la Presi­dencia y el PAN que tan bien funcionó con Salinas habíahecho crisis, el PRD Y el neocardenismo resurgían delas cenizas y la Iglesia católica ponía una cierta dis­tancia frente al gobierno. Un observador externo sepreguntó entonces si México no se encontraba ya enla frontera del caos (Oppenheimer, 1996).

La efectividad

Elsegundo grupo de variables que Kohli propone paradeterminar el estado de la gobernabilidad es la efecti­vidad del aparato de gobierno, efectividad que debede medirse según la propia agenda gubernamental. Enel México posrevolucionario, y siempre según el dis­curso oficial, dos fueron las grandes metas del procesopolítico: el desarrollo económico y la justicia social.Después de las grandes reformas sociales del periodopresidencial de Lázaro Cárdenas 0934-1940), a la se­gunda se le hizo depender del éxito del primero: laprioridad era la creación de la riqueza, más tarde ven-

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dría su redistribución. Desafortunadamente, esa últimafase del proceso nunca llegó.

Entre 1945 y 1976 el crecimiento anual promediodel Producto Interno Bruto (PIE) fue del 6 por ciento,con lo cual las autoridades pudieron sostener un dis­curso optimista, que subrayaba su éxito en la promo­ción del crecimiento de la economía y soslayaba elenorme costo humano y ecológico que implicaba. Sinembargo, a raíz de la devaluación de 1976 el creci­miento histórico del PIE se detuvo y aunque la recon­versión de México en país exportador de petróleo en1978 detuvo esta caída, la crisis volvió a estallar muypronto, y con más fuerza, como resultado de la caídaespectacular del precio mundial de los hidrocarburosen 1981. Y aunque en 1984 el PIE volvió a crecer, ya lohizo a tasas muy bajas; en 1993 se estancó y en 1986y 1995 incluso volvió a retroceder. En cualquier caso,el promedio de crecimiento del PIE de 1982 a 1996 fuede apenas 3 por ciento, lo que simplemente mantuvoel crecimiento económico a la par del demográfico y,por tanto, México dejó de crecer y el problema socialse agudizó."

Por lo que a justicia social se refiere, en los añosochenta y noventa el problema central resultó sertanto la desigual distribución de la riqueza como laincapacidad de la economía para generar los empleosadecuados que demanda el ingreso de poco más deun millón de jóvenes, anualmente, al mercado labo­ral. Es verdad que las cifras oficiales de desempleoabierto resultaron ser relativamente bajas -5.9 porciento en 1996, por ejemplo- pero también lo es queeran poco creíbles, pues la definición de persona em­pleada es aquella que trabaja apenas unas cuantashoras al mes. Oficialmente, el subempleo llegaba amediados de los años noventa al 26 por ciento de la

14 Para 1996 se tomó un crecimiento estimado del PIB para el pri­mer semestre de 4.4 por ciento.

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fuerza de trabajo, pero otros cálculos lo ponían másalto, sobre todo en el sector rural, donde rebasaba el50 por ciento (Banco de México 1996: 292)15. Por loque respecta al salario medio real, en 1995 era igual alde 25 años atrás: un cuarto de siglo perdido en esterenglón." En 1996, se calculaba que el sector que vi­vía en la pobreza extrema ascendía a 22 millones demexicanos: una cuarta parte de la población. 17 El bien­estar de la mayoría de los mexicanos había disminui­do y las expectativas no eran buenas, pues en la nuevaeconomía la reanudación del crecimiento no asegura­ba la recuperación de los empleos perdidos.

La eficiencia gubernamental se puede y se debemedir también en campos distintos del económico,como son los muy tradicionales de la justicia y de laprotección física del ciudadano. Coincidiendo conlos problemas económicos, yen parte relacionado conellos, México experimentó un aumento considerablede la criminalidad, lo mismo aquella relacionada conel narcotráfico y otros aspectos del crimen organiza­do que la delincuencia común. Los asaltos bancarios,un fenómeno raro antes de los años ochenta, se gene­ralizaron y si en 1993 sumaron 131, para 1995 llega­ron a 401. 18 En 1995 se reportaron en México 1 500secuestros, medio millar más que en Brasil a pesar detener la mitad de la población. De acuerdo con datosy cifras de la Secretaría de Gobernación, en la segun­da mitad de los noventa siete de cada diez ciudada­nos consideraban que la inseguridad era el problemacentral de la vida en común en México, y los datos losavalaban: de 1980 a 1994 el índice de delitos del fuero

15 Los cálculos de subempleo rural corresponden a Barry (1992:132).

16 Cálculo hecho a partir de los indicadores del Banco de México,La Jornada, 31 de julio de 1996.

17 The.New York Times, 20 de julio de 1996.18 Reforma, 25 junio de 1996.

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común se duplicó y los de fuero federal se cuadruplicó."Por otro lado, la ineficiencia de la policía alcanzó nive­les de escándalo: en la ciudad de México, en 1995,únicamente el 2.5 por ciento de los delitos denuncia­dos -que fueron sólo una parte de los cometidos­tuvieron una solución formal, el 97.5 por ciento que­daron impunes."

Si en materia de seguridad el crimen había rebasa­do la capacidad de respuesta del Estado, en materiade justicia la situación no estaba mejor. El alto grado decorrupción del aparato burocrático y de justicia habíahecho que en este campo simplemente se hubiera per­dido la credibilidad -y la legitimidad- de la autori­dad. Un estudio hecho a fines de 1982, justo cuando lacrisis económica apenas se iniciaba, mostró que casila mitad de la población -46.7 por ciento- tenía pocao ninguna confianza en el sistema legal mexicano(Hernández y Narro 1987: 110). De acuerdo con unaencuesta hecha cuatro años más tarde, el 78 por cientode quienes respondieron afirmaron que el soborno eranecesario para resolver cualquier asunto ante las ins­tancias públicas (Morris, 1992: 127). Al año siguiente,otra encuesta mostró que el 78 por ciento de los querespondieron consideraban que la deshonestidad erauna característica de la autoridad (Alducin 1991: 188).En 1997, el 80 por ciento de quienes respondieron a uncuestionario dado a una muestra representativa de lapoblación, aceptaron que en la mayoría de los proce­sos judiciales era la misma autoridad la que violaba laley." En la medida en que en los últimos tiempos hansalido a la luz mayores escándalos políticos -particu­larmente el fracaso de las instituciones para esclarecerel asesinato del candidato presidencial del partido de

19 La Jornada, 8 de marzo de 1996.20 Cifras tomadas de Rafael Ruiz Harrel, La Jornada, 22 de ene­

ro, 1997.21 Reforma, 10 de febrero de 1997.

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Estado en 1994- y de corrupción en gran escala-enparticular el tráfico de influencias del hermano del expresidente Carlos Salinas-la confianza del público ensus autoridades continúa disminuyendo.

Violencia

El tercer y último indicador de gobernabilidad pro­puesto por Kholi es el de la violencia como instru­mento de la política. En el origen del régimen políticodel México del siglo xx, está un gran acto de violen­cia: la Revolución mexicana, la guerra civil que tuvolugar entre 1910 y 1920. Sin embargo, a partir de losaños treinta, esa violencia, que ya parecía endémi­ca, fue disminuyendo. La aparición en 1929 del par­tido de Estado, fue precisamente la culminación deun esfuerzo por institucionalizar y pacificar el pro­ceso político más peligroso y origen de violentasrupturas dentro de la nueva élite: la transferencia,al interior del poder presidencial. El intento fue unéxito espectacular y la política fue asunto de negocia­ción y no de balas. Sin embargo, en marzo de 1994 elasesinato del candidato presidencial del PRI Y seguroganador del proceso electoral rompió al más alto nivelel largo periodo de política pacífica. Meses más tar­de, otro asesinato, el del secretario general del PRI,

simplemente confirmó el hecho de que la violenciapolítica había vuelto por sus fueros dentro de la élitepolítica mexicana.

Fuera de la cúpula, en los niveles bajos, la violen­cia política nunca desapareció del todo. Para 1996,el adversario principal del gobierno y su partido, elPRD, había visto caer asesinados a más de cuatrocientosde sus militantes. Asesinatos colectivos de perredistascomo el que ocurrió en Aguas Blancas, Guerrero, en1995 -17 muertos- fueron prueba clara de que laviolencia política en México retomaba fuerza y se mez­claba con el aumento de la violencia social.

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A diferencia de otros autoritarismos, el mexicanonunca buscó en la represión y en la violencia su prin­cipal instrumento de control, sino en lo opuesto: en lacooptación (Anderson y Cockcroft, 1969: 366-389). Sinembargo, el desafío estudiantil a la autoridad presi­dencial de 1968 fue respondido no con una aperturasino con una masacre a plena luz y en el centro de lacapital. A raíz de, y como respuesta a esa decisióngubernamental, los años setenta vieron el surgimien­to de guerrillas rurales y urbanas y de una "guerrasucia" sólo distinta a la que ya existía en otros paíseslatinoamericanos por los números de las víctimas, masno por sus métodos y objetivos."

El1 de enero de 1994, y como respuesta explícita ala cerrazón política del régimen -las elecciones sincredibilidad- y a su política social de marginación,hizo su dramática aparición en el panorama políticomexicano, en el sureño estado de Chiapas, el EjércitoZapatista de Liberación Nacional (EZLN), compuestobásicamente de miembros de las comunidades indíge­nas de la región. La rebelión chiapaneca recibió el re­chazo del gobierno y los sectores conservadores perotambién un apoyo abierto y masivo de otra parte de laopinión pública, cosa que no había sucedido con lasguerrillas anteriores, las de los años sesenta y setenta.A mediados de 1996, mientras el gobierno y el EZLN ne­gociaban sin éxito los términos de una paz, surgió unasegunda fuerza insurgente en el estado de Guerrero-el Ejército Popular Revolucionario (EPR)- pero conramificaciones en otros estados; se trató de una coali­ción de fuerzas de izquierda radical con orígenes enlos años sesenta. La reacción frente a la insurgencia hasido la creciente presencia del ejército en el centro ysur del país, con el consiguiente aumento en la impor-

22 Un buen ejemplo de los métodos brutales empleados por el gobier­no para hacer frente al desafío armado se encuentra en la obra deMontemayor (1991).

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tancia política de las fuerzas armadas, hasta hacía pocoun actor político muy secundario. 23

Finalmente, desde los años ochenta cobró impor­tancia en México, como resultado de factores externosy de la debilidad del aparato policiaco, un actor econó­mico con implicaciones políticas, particularmente vio­lento y de muy difícil erradicación: el narcotráfico. Lostraficantes de drogas operaban en México desde prin­cipio del siglo, pero fue en los años ochenta cuandosus operaciones aumentaron en importancia al puntode lograr penetrar hasta el corazón mismo del aparato deinteligencia del Estado: la Dirección Federal de Seguri­dad de la Secretaría de Gobernación, que debió ser des­mantelada en 1985 para acabar con el enemigo interno.En 1997 el Instituto Nacional para el Combate a lasDrogas también tuvo que ser destruido por haber sidopenetrado completamente por el narcotráfico, a pesarde estar en manos de militares de carrera. En fin, no sedescartaba la posibilidad de que el nunca resuelto ase­sinato en 1994 del candidato presidencial del partidode Estado, Luis Donaldo Colosio, también hubiera sidoobra de los carteles de la droga. En cualquier caso, elnarcotráfico hizo más difícil la tarea de gobernar a lasociedad mexicana y mezcló la tarea de gobierno conla corrupción en gran escala y la violencia.

El problema por resolver

Los indicadores presentados permiten concluir que hayen México un aumento en el grado de ingobernabilidad,

23 La bibliografía sobre el EZLN es ya numerosa, una buena parte de loscomunicados de los rebeldes han sido publicados bajo el titulo EZLN; Lapalabra de los armadosde verdadyjuego, 3 vols. (México: Fuenteovejuna,1994-1995); una buena cantidad de información sobre el EZLN, sobre suorigen y evolución, se encuentra en Tello Díaz (1995). Para un análisisdel EPR hay que recurrir a las fuentes hemerográficas, como el suplemen­to "Enfoque" del diario Reforma del 8 de septiembre de 1996, pues aúnno se ha intentado un estudio sistemático y a fondo de esta fuerza.

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cuyo punto de partida se puede rastrear al inicio delúltimo cuarto de siglo, cuando la creciente pluralidadsocial chocó con el autoritarismo presidencial, con lacorrupción de un sistema basado en un partido deEstado y con la ausencia de mecanismos instituciona­les efectivos para llamar a cuentas a los cerrados gru­pos que controlan los aparatos administrativos y degobierno. Ese problema inicial se complicó más tardecon la creciente ineficacia de un modelo económicoestatista, protegido de la competencia e ineficiente, ycuya crisis final tuvo lugar en los años ochenta.

A la exclusión política propia de todo modelo au­toritario se sumó después la exclusión social del nue­vo modelo económico impuesto a partir de 1985: elde mercado, globalizador o neoliberal. Si la primeraexclusión había afectado principalmente a sectores me­dios que exigían un pluralismo real, la segunda haimpactado en millones de mexicanos, particular perono exclusivamente, pertenecientes a los sectores me­dios. Combinadas la crisis política con la económica,el resultado fue una creciente inviabilidad del régi­men que nació a inicios de siglo de la Revoluciónmexicana. La transición de un autoritarismo caduco einviable a un régimen nuevo, plural y democrático,puede muy bien ser el inicio de una recuperación dela gobernabilidad, al darle a la sociedad mejores ins­trumentos para formular y procesar sus demandas, yal otorgarle a la autoridad una legitimidad de la queha carecido ya por un buen tiempo. Desde luego, elcambio político por sí mismo no resolvería el proble­ma social, ése requerirá también de muchos cambiosen el paradigma económico cuya formulación precisaaún está por hacerse."

Si en los años setenta se pensó que la ingobernabi­lidad amenazaba sobre todo a los países democráti-

24 Para el caso mexicano, una aproximación a lo que debería serla economía de la gobemabilidad se encuentra en Schettino (1996).

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cos y capitalistas más desarrollados, en los años no­venta es claro que el fenómeno es más bien una ca­racterística del subdesarrollo. En el caso mexicano, elaumento en los indicadores de ingobernabilidad estáasociado tanto a las deficiencias estructurales de su eco­nomía como a las insuficiencias de unas institucionespolíticas autoritarias que, justamente por el éxito quetuvieron al nacer como resultado de un gran movimientosocial a principios del siglo, más tarde se negaron acambiar y a modernizarse al punto que se hicieronobsoletas por la enorme dinámica de la sociedad a laque gobernaban.

A la sociedad mexicana de fin del siglo xx le urgedejar atrás un régimen que ya resulta muy disfuncionalpara encarar los retos que le presenta su demografía,los conflictos sociales acumulados y la globalizaciónde su economía por la vía del Tratado de Libre Comer­cio de América del Norte. El cambio político puede serla vía más rápida para lograr la renovación de la legiti­midad de las instituciones y el liderazgo políticos. Sinembargo, la sorda pero efectiva resistencia a perder susprivilegios, de una clase política cuyo partido ha mo­nopolizado el poder por más de dos tercios del siglo,ha retrasado innecesariamente la modernización de losprocesos políticos. Algunas de las complicaciones yaproducidas por esa lentitud e insuficiencia en elcambio son de tal magnitud que incluso si la cada vezmás fuerte acción de la sociedad consiguiera acelerarel tiempo político, se requerirá mucho tiempo y volun­tad por parte de esa sociedad para reconstruir el gradode gobernabilidad -de confianza en, y capacidad de,las instituciones y los gobernantes- que alguna vezexistió en México.

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I\Z EL PARADIGMAREVOLUCIONARIO

Samuel Schmidt

A siete décadas de distancia, todavía hoy continúa eldebate sobre la catalogación de la Revolución mexicana.Para algunos, fue una revolución política, para otros fue laprimera revolución socialdel sigloxx, para otros,en cambio,fue un gran fracaso porque no aseguró distribuir bene­ficios entre los grandes grupos sociales y para algunosmás, setenta años después de su culminación, las con­diciones del país eran similares a las que imperabanantes de ésta, con lo cual México ha vuelto atrás po­niéndose en el umbral de lo que amenazaría ser unciclo milenario de convulsiones sociales.

Pero independientemente de sus resultados eco­nómicos y sociales, debemos estar de acuerdo en lacontribución ideológica y política generada por laRevolución y que aseguró la sorprendente estabilidadpolítica de México durante el siglo xx.

A partir de la Revolución se creó un mito político! quefacilitó una gran cohesión societaria alrededor delEstado, bajo la dirección de una élite política disciplina­da, que se identificaba con y adoptaba los metaobjetivosde la gran gesta: justicia y cambio social. Aun y cuando

1 Manejo el concepto mito en el sentido que le da Eliade (1985) Yque se refiere a una elaboración símbólica que facilita la cohesiónde la sociedad.

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estos conceptos nunca se definieron operacionalmentepara que toda la sociedad supiera con certeza quéesperar, alrededor de ellos se configuró un marco dedecisiones que afectaba a distintos sectores sociales,que sirvió para consolidar a un Estado autoritario ycontar con gobiernos electos, aunque no siempre concompleta honradez, que aseguraron una larga y sor­prendente estabilidad política y un nivel de conflictorelativamente controlado.

Bajo la guía de la élite política y las institucionesque creaba, la sociedad dejaba hacer en nombre de lasacrosanta Revolución. Los gobiernos podían fluctuarde la extrema derecha al populismo contando con latolerancia de la sociedad, y aunque eventualmente seregistraban brotes de descontento, finalmente se acep­taba que el estado era el promotor de un marco míti­co que daría lugar a la nueva nación.

Bajo este marco mítico se construyó un modelo cor­porativo donde cada conglomerado social desarrolla­ba expectativas propias y globales que lo ataban ysometían al Estado, ya que éste era a fin de cuentasquien cumplía algunas de las demandas sociales, por­que otras emanaban de las promesas revolucionarias quelos mismos regímenes revolucionarios habían articu­lado. Por su parte, los conglomerados apoyaban algobierno sin cuestionar. Paradójicamente hasta laineficiencia tuvo un rol político fundamental; es el casode la reforma agraria, cuya lentitud sirvió para mante­ner vivas las esperanzas y apoyos políticos de los cam­pesinos que aspiraban a tener un pedazo de tierra.Bajo este esquema se cobijan las grandes corrupcio­nes y las grandes obras, aunque algunas de estas últi­mas se desvirtúan por las primeras. Sin embargo, estemodelo genera los paradigmas y habilidades de go­bierno y liderazgo.

Los brotes de descontento y disidencia fueron aplas­tados en algunos casos inmisericordemente con pococosto político inmediato, porque el Estado legitimaba

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las grandes represiones. Así, la historia del México pos­revolucionario atestigua grandes represiones obreras,campesinas y estudiantiles que produjeron un eleva­do número de mártires, que ya hasta reciben explica­ciones místicas, como lo muestra la serie de librossobre el requerido despertar de México para cuyo finse justificó la inmolación de 400 verdaderos mexica­nos en Tlatelolco.! El Estado, cuya función es promo­ver el bienestar general, se encarga de definir al bieny al mal disponiendo de los recursos políticos para laeliminación del último con la casi completa inactivi­dad de la sociedad. Tal vez por eso elimina a la gue­rrilla con relativa facilidad en los setenta y reduce elconflicto guerrillero chiapaneco de los noventa a so­lamente unos días de lucha armada, mientras lo cons­triñe en el resto del país. Los que se enfrentan al poderdel Estado son relativamente fácilmente controlados,ya sea cooptándolos o reprimiéndolos, y las grandesrepresiones se dan con una elevada apatía social, aun­que se vaya colmando la paciencia de una sociedadazorada por la crueldad con la que se defiende la ra­zón de Estado.

Durante varias décadas los conflictos políticos sederivaban de la pugna por lograr beneficios, sin po­ner en tela de juicio las características de la gober­nación, especialmente porque se producían resultados.Durante la larga etapa del milagro mexicano la eco­nomía crecía con inflación controlada. El país vivíauna mezcla peculiar de represión y consenso y hastala corrupción presidencial se toleraba con una espe­cie de admiración. Cuántos tuvimos la osadía de acer­carnos a la playa privada del ex presidente MiguelAlemán, en Acapulco, y sorprendernos de su hazañacorruptora, pero sin alcanzar a asqueamos de ver hastadónde había llegado el abuso del poder en México.

2 (Cfr; los libros de Antonio Velasco Piña, en especial Regina(1987) que aborda la represión de 1968.

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La 'conciencia nacional empieza a despertar, o porlo menos hay consenso en considerarlo así, despuésde la matanza de 1968, donde el gobierno reaccionacon una fuerza inusitada ante un problema de nue­vas dimensiones. En parte, el 68 fue un problema demala lectura gubernamental y la puesta a prueba de lashabilidades de gobierno tradicionales. El presidente cre­yó que también esa vez, en nombre de la Revolución,podría hacer sin que se le reclamara mayormente ycuando esto sucedió, puso por delante la investidurapresidencial para descubrir que ésta ya había perdidolustre y respetabilidad. La represión gubernamentalintentó dar una lección ejemplar a aquellos que pro­testaban fuera de los cauces institucionales, o sea loscontrolados por el PRI. Según el gobierno, "los disi­dentes" que amenazaban el mayor logro de los go­biernos revolucionarios -los Juegos Olímpicos, conlos que México salía ante el mundo- ameritaban re­cibir un escarmiento con el que de paso la sociedadvería que los regímenes revolucionarios seguían ve­lando por el "bien nacional". El paradigma obsoletode la participación restringida no le permitió al go­bierno ver que los jóvenes habían desbordado los lí­mites estrechos de la participación, de la cooptacióny de la sumisión, y no se arredraban frente a la into­lerancia gubernamental perdiéndole el respeto al go­bierno, a la imagen presidencial que simbolizaba elmayor éxito de tantos regímenes revolucionarios y almito revolucionario. A partir de allí, la sociedad em­pieza a cuestionar, empieza a sorprenderse y hastahorrorizarse con los abusos gubernamentales. La co­rrupción es aborrecida y aunque se ha metido hastalos'últimos intersticios de las instituciones de gobier­no se convierte en una fuente de irritación societaria.

Diversas famas de resistencia societaria empiezana surgir cubriendo una amplia gama de actividades yespacios, que van desde ataques simbólicos hasta gue­rrillas, pasando por desacuerdos crecientes al seno del

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aparato corporativo; se registraron fracturas cuya re­paración inicial se evitó porque el paradigma obsole­to se impuso. Los líderes políticos pensaron que losconflictos eran maniobras para arrancar concesionesy favores políticos, y no desacuerdos básicos y cuestio­namientos ideológicos fundamentales cuya solucióninterna era inviable con los viejos métodos y las solu­ciones convencionales. Simultáneamente, se modificael reclutamiento tradicional de los líderes y la longevaunidad de la élite gobernante llega a su fin surgiendoun enfrentamiento entre políticos y técnicos, aunquetal vez sería mejor caracterizarlo como la pugna entrelos viejos valores revolucionarios y las transformacio­nes propuestas por los neoliberales, que estaban dis­puestos a ceder los principios del pasado con tal deproducir una nueva ingeniería económica con un ele­vado costo social y político, que además introducíauna incertidumbre difícil de manejar. Lo más gravepara México es que ambas opciones eran igualmentemalas.

Hacia el final de los años ochenta el mito revolucio­nario se había agotado y nada lo había reemplazadocomo factor de cohesión. La resistencia pacífica activaiba en ascenso y pronto se transformaría dando lugar arebeliones en varios ámbitos, que retaba a un gobiernocuya capacidad de gobernar disminuía sin cesar.

Los viejos principios del corporativismo empiezana ceder y la debacle se acerca en el contexto de laelección presidencial de 1988, cuando la élite políticasufre la mayor escisión en la historia del partido go­bernante. El fraude consecuente en la elección presi­dencial ya no es recibido con la apatía tradicional ysurgen rumores de intenciones de levantamiento encontra de un gobierno que desde antes de empezar seve como espurio.

Considerar a 1988 como un parteaguas puede sercorrecto, en especial si se toma en cuenta que es en­tonces cuando se rompen los viejos valores de díscí-

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plina y lealtad entre la élite, que habían sostenido alEstado mexicano. El gobierno sigue respondiendoconvencionalmente ante los nuevos retos. Así porejemplo, cuando los sindicatos se oponen abierta­mente a la elección de Salinas, éste opta por crearverticalmente una nueva central obrera que nuncalogra credibilidad. Más de lo mismo ante nuevos re­tos demuestra ser una opción poco válida. Las ins­tituciones gubernamentales y el sistema de controlpolítico construido a partir de la Revolución perdie­ron credibilidad y no parecen poder recuperarla.

En búsqueda de una eficiencia de corte empresa­rial el gobierno empieza a limitar la satisfacción de lasdemandas de los conglomerados corporativizados. Setermina la reforma agraria concebida como entregade tierra; se ataca al salario concibiéndolo como fuen­te inflacionaria y provocando su caída hasta perderseen diez años el valor de más de una generación; seponen en marcha políticas recesivas que cancelan lasoportunidades de desarrollo para los profesionistas y pe­queños y medianos empresarios, y la política educativahunde al sistema de educación pública al grado queel promedio de escolarización empieza a caer. Al adop­tar el modelo neoliberal y empequeñecer el aparatoestatal, el gobierno tiene menos que ofrecer a cambiode la lealtad; la política de privatización del sectorparaestatal reduce las recompensas que la élite go­bernante puede distribuir y aumenta la corrupción conla llegada al gobierno de profesionistas sin entrena­miento político, con una gran ambición de dinero ypoder, una búsqueda desmedida de autogratificaciónacelerada y dudosa lealtad política. El gobierno se con­vierte en administración y los nuevos administradoressienten que venden su conocimiento y habilidades almejor postor, si esto trae aparejado poder político essimplemente un aliciente más. Los grandes beneficia­dos son el gran capital aliado al capital extranjero,con lo cual el eje de apoyo para el gobierno se mueve

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hacia la oligarquía y hacia Estados Unidos, cuyos va­lores políticos son muy distantes a los de la Revolu­ción de 1910. El viejo discurso se enfrenta a unarealidad retadora, desfasando mensajes y sin habili­dad para reconstruir alianzas democráticamente.

Carlos Salinas se da cuenta que se está creando unvacío ideológico similar al que provocó la caída deGorbachov y la desaparición de la URSS e intenta re­crear el discurso prometiendo promover la revolucióndentro de la Revolución, pero ese discurso ni es delagrado de sus nuevos aliados, ni él tiene la calidadmoral para encabezar una revolución sobre la decapi­tada alianza revolucionaria. Sus enemigos saben quesolamente durará en el poder seis años. Así, mientrasél se prepara para establecer un dominio a largo pla­zo, definido por uno de sus más leales seguidores"de hasta 25 años, sus opositores se preparan para neu­tralizarlo al final de su administración.

En medio de esta lucha encarnizada por el poderse rompen los principios básicos que asegurabanla estabilidad política. El gobierno de Salinas gene­ra una violencia política nunca vista en épocas depaz, más de trescientos miembros del opositor Par­tido de la Revolución Democrática son asesinadosen menos de seis años y el sexenio cierra con elacribillamiento del candidato presidencial y el se­cretario general del PRI. El nuevo candidato, ErnestoZedilla, gana la elección gracias a la generación deun voto del miedo manipulado desde el Estado yreforzado por la prolongación del conflicto enChiapas, pero lo que sí es irreversible es la termina­ción de la hegemonía del PRI y el inicio de un proce­so de abandono del partido por parte de algunoslíderes mientras en las bases del partido el descon­cierto campea.

3 Este personaje es el canciller de Ernesto Zedillo.

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Los partidos de la oposición tratan de crear sus ma­quinarias electorales con mucha dificultad debido allargo monopolio político priísta y a las rigideces políti­cas impuestas por el corporativismo. Muchos de estospartidos carecen de experiencia en la política de masasy están desprovistos del discurso y de los mecanismospara atraer con eficacia el voto y la militancia. Un obs­táculo adicional para los partidos es su estrechez ideo­lógica que margina a múltiples grupos con agendas muyparticulares. La tendencia de los partidos de colocarseen el centro evitando los temas escabrosos e impopu­lares, los lleva a alejar a grupos sociales que no en­cuentran representación.

Para los noventa ya encontramos múltiples organi­zaciones políticas no gubernamentales, algunas conla intención de convertirse en partidos políticos y otrascon la finalidad de influir agendas de toma de decisio­nes, que sin dejar de ser una magnífica señal democrá­tica, sin duda producirán una fuerte turbulencia porquese desarrollará una dinámica política que el gobiernono tiene habilidades para manejar. Un ejemplo clarode esto fue la polémica durante la elección de 1997sobre el financiamiento internacional para los observa­dores electorales, que llevó al gobierno a enfrentarseinnecesariamente con la Comunidad Europea y a po­ner en peligro la sanción social de un sistema electoraltodavía marcado por la sospecha y la desconfianza.

Por lo que toca a la relación con la sociedad, lagran estructura corporativa que se había construidose empieza a debilitar, las demandas de los grandesconglomerados son aplazadas y hasta canceladas,como es el reparto de tierras sin una opción de de­sarrollo y el aumento de salarios: La relación entreestos segmentos sociales y el Estado entra en unacondición de nebulosidad, porque se pierde la si­metría y la reciprocidad. El Estado sigue reclaman­do lealtad y apoyo político, mientras la sociedad nosabe qué puede recibir y hasta pedir de regreso. Para

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los obreros, por ejemplo, el salario no es negociable,toda vez que se le ha definido como factor inflacio­nario y se ha decidido congelarlo como elementocentral de la guerra contra la inflación. Las recom­pensas políticas también se han limitado privilegian­do a los cuadros cercanos y leales a los neoliberales,marginando a otros grupos y élites y debilitando lacapacidad de convocatoria y movilización de losliderazgos tradicionales.

La solidez política corporativista le había dado herra­mientas al gobierno mexicano para resistir presionesinternacionales, especialmente las provenientes de Esta­dos Unidos. El modelo económico adoptado por losneoliberales hace más salvaje que nunca al capitalismo,acentúa la dependencia del exterior y las condicioneseconómicas se polarizan; se concentra la riqueza, au­menta la miseria, se deteriora la calidad de vida y secancelan las muy escasas oportunidades existentes. Fren­te al empobrecimiento escandaloso de la mayoría de lasociedad, se acelera el histórico éxodo hacia EstadosUnidos que ha desarrollado una postura antimexicanadisfrazada de histeria antiinmigrante. El gobierno mexi­cano se ve envuelto en una situación paradójica: mien­tras que por un lado inicia con una actitud complacientey amplias concesiones un acercamiento económico ypolítico con Estados Unidos, ratificado con la firma delTratado de Libre Comercio, por el otro su socio comer­dalle cierra las puertas a los mexicanos, con el mensajeimplícito de México Sí, mexicanos No.

Esta relación se agrava más a partir de la precipita­ción de la crisis de diciembre de 1994, cuando Esta­dos Unidos acude al rescate del gobierno mexicano yde sus propios bancos, imponiéndole a México con­diciones de austeridad que motivan la inmigración,a la que enfrenta sellando la frontera para revertirtodo el peso de la crisis y el costo de su soluciónsobre el gobierno de México, que siendo más débilque nunca, queda a la merced de Estados Unidos. La

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audacia de Estados Unidos lo lleva a afectar, por fin,al gran símbolo nacionalista mexicano, al esrableceral petróleo como elemento colateral para el pago delpaquete de rescate del peso.

La pérdida de imagen, el incumplimiento de pro­mesas y la ineficiencia gubernamental se convier­ten en un problema y la sociedad da muestras deagotamiento. Empiezan a abundar rebeliones anteacciones gubernamentales y proyectos de inversiónprivados, como el rechazo a la zona de esquí en elNevado de Toluca y un club de golf en Tepoztlán;surgen asaltos por hambre, como el realizado a untren de granos en Monterrey y a camiones con le­che y gas en Chihuahua, y ante el imperio del cri­men la sociedad ha empezado a hacerse justicia porsu propia mano. El gobierno, suponiendo que lasociedad se ha indisciplinado, reacciona fortalecien­do su aparato represor y militarizando las policías.Para el gobierno hay un problema de gobernabilidadque consiste en una indisciplina y descontrol de lasociedad, negándose a entender o reconocer que elnuevo paradigma económico y político es casi to­talmente obsoleto y que la rebelión social es causa­da por la ineficacia gubernamental.

Las reformas de Salinas -que Zedilla se ha empe­ñado en continuar, aun cuando ha recibido críticassociales cada vez más extendidas- provocaron ungran cambio al transformar negativamente las condi­ciones nacionales. El crimen político sigue adelante,los escándalos de corrupción son cada vez más sona­dos y la vulnerabilidad presidencial, de Zedilla y de lainstitución presidencial, parecen agravarse cada día.

Visto históricamente, la gran energía aplicadapara lograr cambios signficativos agravó las injusti­cias y agudizó la desigualdad histórica. Los efectossecundarios de la medicina han provocado un malsocial, para cuya solución el gobierno carece de habi­lidades y propuestas.

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Cuál es el México delfuturo

México es un país que no se caracteriza por pensar enel futuro, más bien todo lo contrario, sus líderes usual­mente hacen referencias al pasado como fuente deinspiración. Con frecuencia inclusive se escucha lacrítica de que en el país se hacen grandes transforma­ciones para no cambiar nada, de tal forma que se arras­tran los vicios del pasado, perpetuándolos para elfuturo.

La fortaleza de los regímenes revolucionarios con­sistía en la promoción del ideal revolucionario quegestaría una nueva sociedad, y aunque el futuro fueraincierto y se inspirara en el temor a repetir la tragediarevolucionaria que produjo un millón de muertos, porlo menos ofrecía la idea mítica del nuevo mundo. Losgobiernos neoliberales que arrancan en 1982 prome­ten cambiar la naturaleza del país y un nuevo estadioque no termina de llegar mientras ellos pierden credi­bilidad. Después del mensaje de año nuevo del presi­dente Zedilla en 1997, en el que prometió que lascondiciones mejorarían, arriba de un 60 por ciento delos encuestados por el periódico Reforma (8 de enerode 1997) dijeron no creer en los propósitos presiden­ciales. Estamos frente a una seria crisis de credibilidady frente a la descalificación del gobierno como guíade la sociedad hacia el futuro, al grado que muchosnostálgicos quisieran volver al pasado cuando Méxicotenía altas tasas de crecimiento, bajas tasas de infla­ción ycerteza sobre los procesos políticos garantiza­dos por un gobierno fuerte. El viejo pasado priísta eraautoritario pero ofrecía certidumbre, el futuro neoliberalestá plagado de preguntas sin respuesta y retos difíci­les de atacar. Las habilidades del pasado producíaneficacia, las del presente generan resquemor.

El gobierno se ha concentrado en tomar decisionesde corto plazo, concentrándose en aquellas que le per­mitan paliar una profunda y prolongada crisis econó-

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mica ahora complicada con la posibilidad real de lapérdida del poder. La definición de prioridades yla selección de los enemigos a vencer, básicamente lainflación, ha motivado políticas financieras y moneta­rias que la reducen mientras que al mismo tiempo ale­jan las posibilidades de crecimiento real, provocando altoscostos sociales que amplían viejas disparidades e injus­ticias. La vieja polémica entre la necesidad de creci­miento o promoción de desarrollo ha sido aplazadapor la visión de estabilización como objetivo centraldel gobierno. Este inmediatismo ha pospuesto las deci­siones de largo plazo, porque el gobierno no ha enten­dido que la crisis representa una amenaza que, de serutilizada con inteligencia, podría convertirse en opor­tunidad al hacerse cambios drásticos que apoyaran unestadio superior de desarrollo, por lo que el futuro co­rre el riesgo de atropellarse y cogernos desprevenidos.

El perder de vista al futuro ha erosionado la capa­cidad de gobernar, porque los gobernantes carecende metas a largo plazo, de un metadiseño nacional yse concentran en decisiones de corto plazo que ase­mejan un manejo de crisis permanente, por cierto muyineficiente. El reto mayor consiste entonces en que elgobierno desarrolle esta capacidad, lo que implica,en primer lugar, que reanalice a la sociedad, su rela­ción con ella y reformule los paradigmas de gobierno.Paso seguido, se tendrá que pensar en el futuro y enla mejor manera de alcanzarlo con justicia y democra­cia. Para México aplazar estas decisiones puede sercatastrófico, ya que al no prepararse para los cambiosdrásticos que se están dando en el mundo y para lainserción mexicana en la globalización, puede sumirloen una condición de la que no se recuperará en mu­chas décadas. El mundo ha cambiado y los países queno se preparen con cabalidad y fortaleza quedaránirremediablemente rezagados. Los rezagos sociales,económicos y nacionales en este fin de siglo podránno ser rernontables en el siglo XXI.

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Ningún país puede pensarse hacia el futuro aisla­do, pero tampoco debe hacerlo con una apertura totaly sin salvaguardas. En contra de la defensa naifde laapertura, hay que asumir que la competencia entrepaíses es cada vez más encarnizada y difícil. Los paí­ses inteligentes están manteniendo las restriccionesque les convienen y están abriéndose paulatinamentey con mucha cautela para no sufrir daños irreversi­bles. Si se quieren algunos ejemplos sobre la mejormanera de combinar estos factores bastaría con anali­zar de cerca a los tigres del pacífico, como Singapur oCorea, que habiendo empezado su carrera muchodespués de México ahora no parece haber manera dealcanzarlos.

La planeación del futuro debe ser muy cuidado­sa. Los objetivos y las metas deben ser fijados conbase en un modelo ideal a alcanzar basado en la pre­gunta sobre el tipo de país que deseamos para lospróximos cincuenta años; posteriormente se deberádeterminar el contenido de las etapas intermedias a10, 15, 25 Y 40 años. El gobierno que encabece esteesfuerzo debe ser muy cuidadoso en no formular lasalternativas equivocadas, porque de hacerlo se puededistorsionar todo el proceso y provocar resultados ca­tastróficos. En las condiciones actuales del país lo quedebe estar en el centro de la planeación del futuro esla formulación de nuevos paradigmas cuyo centro rec­tor sea la elevación de la calidad de vida.

Hasta ahora México se ha guiado por el conceptode progreso que arranca con la Revolución Industrialy que se basa en la acumulación de bienes materiales.La creación de grandes zonas industriales con econo­mías de aglomeración parecía ser una meta apeteci­ble, aunque ahora vemos que ciudades como elDistrito Federal, Monterrey, Guadalajara, Puebla y lazona fronteriza han generado problemas inéditos, detipo ambiental, social y político, para los que no haysoluciones convencionales viables, tanto por su cos-

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to, como por lo que implican como esfuerzo de reor­ganización societaria. El gobierno encontrará múlti­ples obstáculos y resistencias, como las provenientesde aquellos que tienen profundos intereses bajo el .actual modelo, pero tal vez más importante, es queenfrentará el reclamo de generar una planeación condemocracia y evitar las decisiones autoritarias. Esto eslo que Dror llama la arquitectura societaria radical. 4

Alcanzar el futuro reclama diversos tipos.de solu­ciones, algunas factibles y deseables, otras factiblespero indeseables, otras deseables pero no posibles yotras no factibles e indeseables. Para el ataque de losproblemas actuales se deben considerar todas estascombinaciones, porque es irrenunciable reformular lasprioridades societarias, aunque esto debe hacerseacudiendo a la sociedad por medio del debate nacio­nal amplio y profundo y al referéndum, lo que exigerefuncionalizar a las representaciones populares. Laidentificación de consecuencias negativas permite ha­cer correcciones a la planeación, aunque deben con­siderarse los resultados catastróficos potenciales parano caer en proyecciones autocomplacientes aceptan­do que la realidad puede ser decepcionante.

La reformulación del futuro debe girar alrededorde la elevación y mejoramiento de la calidad de vida,porque un país no puede darse el lujo de tener unasociedad polarizada entre una gran mayoría pobre, noeducada y enferma, y una minoría altamente competí­tiva. Este marco social es éticamente erróneo, econó­micamente inviable y políticamente explosivo. Hacerdeclaraciones en documentos oficiales no equivale aestablecer el propósito de emprender el desarrollo. Esnecesario formular cursos de acción que incluyan' es­trategias conducentes a lograr ese objetivo. El gobier­no, entre otras cosas, en su orientación de apertura

4 Ver capítulo en este volumen.

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indiscriminada e integración internacional debe dejarde pensar en promover al país basado en contar conuno de los salarios más bajos del mundo y buscar losnichos de competitividad con los que cuenta una po­tencia media que está inmejorablemente ubicada entérminos geoestratégicos. De esta manera se podrá ydeberá entrenar a los recursos humanos nacionalespara aprovechar mejor las oportunidades que se de­ben abrir. 5 En términos doméstico-políticos se debedejar de pensar en desarrollar la capacidad de contro­lar los conflictos nacionales como prioridad fundamen­tal y empezar a crear las condiciones de mejoramientosocietario para prevenirlos, para esto partimos de lahipótesis de que un sistema más igualitario y justo esla mejor opción para desarmar los retos sistémicos.

Los retos del futuro mexicano

La velocidad de los cambios tecnológicos, de las con­diciones sociales, económicas y políticas y los retos quelos cambios mundiales le presentan a los países en loindividual y colectivo, requieren que pensemos en unfuturo radicalmente distinto. Difícilmente ~~remos unasimple proyección del pasado, porque al parecer nosencontramos en medio de un brinco histórico que hapuesto en tela de juicio tanto las bases económicas enque se sostienen los países como su sustento político.El siglo XXI pondrá en la agenda de discusión ycuestionamiento conceptos como soberanía, territoria­lidad, identidad y nacionalismo y el país que se desfaseapegándose a principios decimonónicos que frenan lareformulación de prioridades nacionales, se encontra­rá en una posición desventajosa difícil de remontar.

Todas las teorías económico-políticas están puestasen tela de juicio, incluyendo valores como las fronteras,

s Ver la propuesta de Dror para renovar a la élite gobernante pro­fesional incluida en este volumen.

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la familia y los movimientos sociales. La migración,entre otros temas, se ha convertido en uno de los pro­blemas más debatidos y peor manejados porque losdiversos países implantan soluciones policiacas sin ira la raíz de la cuestión. El haber nacido en un lugar yano es suficiente para determinar una identificación conla tierra, porque al parecer la sobrevivencia se haconvertido en prioritaria y la cultura se puede trans­portar y asentarse en nuevas tierras. Las nuevoshíbridos culturales también plantearán retos funda­mentales para los valores dominantes. La polaridaden el mundo entre países ricos y pobres ha 'facilitadoque se cumplan las predicciones más negativas. Lasexpectativas de que África estallara se han cumplido yel problema de los inmigrantes que no han podidomanejar gobiernos como los de España, Francia y Ale­mania, han convertido a partes del Mediterráneo enuna gran tumba colectiva. La fortificación de Europano ha resuelto la grave crisis en las ex colonias y po­siblemente la agrave. La crisis latinoamericana que lle­vó a millones de personas hacia Estados Unidos ha dadolugar a una respuesta racista e intolerante que buscafortificar, y no sólo metafóricamente, a Estados Unidos.Paradójicamente, esto se da mientras se propone lacreación de bloques económicos, en medio de lo queparece ser la guerra comercial más importante del si­glo, en la cual Europa lleva una indudable ventaja, todavez que su proceso de integración económica ha sidogradual y muy sólido y ha sido acompañado de unacontraparte política como su parlamento continental.Este enfoque institucional ya ha reformulado el temade los derechos políticos y estamos en camino de quese genere una nueva identidad política que posible­mente deje atrás al Estado nacional del cual México noha podido escabullirse, al grado que aun con muchasreticencias se ha aprobado la doble ciudadanía, aun­que se haya hecho por razones erróneas y todavía nose entienda cuales son sus consecuencias.

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Los nuevos cambios globales están generando unaseria turbulencia, mal pensada y peor manejada porlos distintos gobiernos. Para México, que está salien­do de un largo periodo de gobierno autoritario, estaturbulencia promete ser fuerte y tal vez prolonga­da; sin embargo, ni el gobierno ni los políticos deoposición parecen estar preparados para enfrentarlaporque parecen creer que la vieja cultura política au­toritaria sigue siendo funcional para atacar los nue­vos retos. Una capacidad de gobernar disminuida elevael riesgo de opciones policiaco-militares para enfren­tar tensiones, con lo cual el diseño del futuro puedecaer bajo una mentalidad autocrática.

Paradójicamente, mientras que la sociedad mexi­cana tiene que embarcarse en un esfuerzo sistémico,complejo e integral, donde se prepare a la sociedadpara el cambio, incluyendo los aspectos económico,demográfico, científico, tecnológico, de representaciónpolítica, el crimen y la delincuencia y la corrupción,las necesidades de la globalidad requieren gobiernosmuy efectivos y con capacidad acelerada de respues­ta, la que con frecuencia es antidemocrática, porquela democracia requiere reflexión, consenso y logro deacuerdos que pueden tomar mucho tiempo. La con­tradicción entre soluciones inmediatas y decisiones delargo plazo puede producir fracturas dolorosas y difí­ciles de reparar.

En lo económico, se debe enfrentar a la pobrezacomo la prioridad fundamental y como asunto deseguridad nacional por su importancia social y políti­ca." Igualmente, se debe recuperar el concepto de de-

6 En abril de 1997 se anunció que México tiene siete millones deniños desnutridos y que el promedio de estatura de los niños estábajando. Es interesante que éste fue uno de los indicadores que Marxutilizó cuando analizó el deterioro de la calidad de vida de la claseobrera, lo que motivó su propuesta de limitar la jornada de trabajo aocho horas.

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sarrollo cuyo centro gira alrededor de la mejoría de lacalidad de vida y creación de buenas y suficientesoportunidades económicas.

Se deben formular cursos de acción para la des­centralización, acompañados de incentivos reales y res­tricciones gubernamentales que pongan énfasis enproyectos regionales.

La construcción y ampliación del mercado nacionaldeben ser prioritarias y particularmente preferenciar elinicio de proyectos en los estados más pobres. Espe­rando un efecto de irradiación,si se concentran esfuerzos encinco estados con proyectos a cinco años, en 15 añosse logrará impulsar la economía en todo el país, por­que los estados más avanzados podrán combinar suscapacidades con los nuevos proyectos de desarrollo. Sepueden anclar proyectos específicos, como la vivien­da/ que ayudan a resolver necesidades inmediatasmientras abren oportunidades de inversión. Esto requierede habilidades de planeación estratégica y una labor deconvencimiento de los actores fundamentales, para ali­nearlos alrededor de metas a largo plazo.

Esta política debe enlazarse con la formulación de unapolítica científica que incluya un objetivo y un me­canismo de aplicaciónque ayudará a desarrollarla capacidadacadémica nacional, teniendo como efecto secunda­rio una elevación de los niveles escolares al generarsemejores profesionistas. Para lograr esto, el sector em­presarial debe comprometerse al financiamiento de lainvestigación y a la aplicación de la tecnología desa­rrollada. No tiene ningún sentido que las universida­des desarrollen incubadoras de empresas sin conexionesoperativas con la industria o los inversionistas potenciales.El involucramiento de estos últimos les permitirá jugarcon más certeza en el proceso de investigación y desa­rrollo haciéndolo armónico y adecuado a la realidad.

7 Hice una recomendación sobre el desarrollo de la frontera enSchmidt (1993).

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Una comunicación y colaboración estrecha entrela comunidad científica, académica y empresarial traerámúltiples beneficios en varias dimensiones. Entre otrascosas, puede suplir la reducción presupuestaria gu­bernamental, aunque el gobierno no debe deshacersede su obligación de fomentar la educación en todossus niveles. En el mediano plazo, el mexicano prome­dio debe alcanzar una escolaridad de término mediode 12 años, enfatizándose el desarrollo de habilidadestecnológicas, conocimientos matemáticos y soluciónde problemas.

En el terreno de la representación se debe ciudadanizarla política al propiciar la intervención societaria enuna amplia gama de asuntos, temas e instituciones. Elfuturo requiere una ingeniería política que dé lugar auna representación sustancialmente distinta a la queconocemos. Es importante que la gente tenga con­fianza en el proceso electoral y vote, pero más impor­tante es que sienta que el voto sirve para influir en el

. aparato de toma de decisiones. La sociedad debe te­ner qué decir sobre la educación, los servicios de sa­lud pública, y debe tener acceso a la formulación dealternativas de decisión en todos aquellos asuntoscruciales para ella. No se trata de sugerir la inmovili­zación del gobierno, aunque se busque eliminar elmanejo autoritario del poder. Para esto tendrán quecrearse mecanismos de referéndum y facilitar el surgi­miento de partidos políticos y asociaciones no guber­namentales en toda la gama de asuntos.

Es necesario crear una cultura cívica que sostengael surgimiento y permanencia de las ONGs para que sepolitice la vida nacional por medio de institucionessólidas que no tengan que depender del gobierno.

El crimen, la delincuencia y el reforzamiento de lasmafias ponen en peligro la convivencia social, la via­bilidad de la vida urbana y someten a las autoridadesa presiones corruptoras que tienen un fuerte efectodesmoralizador sobre la sociedad en general. Para

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enfrentar estos males se requiere una reforma profun­da de las fuerzas policiacas y militares y del sistemajudicial, incentivando la creación de comités ciudada­nos que supervisen a las fuerzas del orden mientrasparalelamente se crea un sistema y una cultura derendición de cuentas accountability del sistema judi­cial. Estoy de acuerdo con Dror en que se debe crearun sistema de castigos ejemplares que se aplique a losfuncionarios judiciales y policiacos que violen la ley.

Algo similar debe hacerse en la lucha sin cuartelcontra la corrupción, porque de su éxito depende modi­ficar la cultura política autoritaria para volverla demo­crática y hacerla un sostén innegable de la democracia.

Mientras se desarrollan estos cambios, simultánea­mente se tiene que preparar al gobierno para el cam­bio, repensando la estructura de gobierno y losaspectos demográfico, científico y tecnológico de lagobernación. El futuro tiene que modificar la rela­ción entre la sociedad y el Estado, donde la comuni­cación entre ambos adquiere preeminencia. Estecambio exige reformular la relación entre la sociedad yel poder político, en especial las estructuras de go­bierno, reemplazar al corporativismo y a los caciquesy concebir a los medios de comunicación como facto­res de cambio y equilibrio político. El federalismo noes solamente un sistema de equilibrios y contrapesos,sino también y más que nada, un sistema de libertades.

El federalismo mexicano ha sido más una cuestiónde definición teórica que un sistema de ejercicio delpoder, porque el país partió de un sistema colonialcentralizado y la construcción posrevolucionaria exacer­bó el rol del poder central, al grado que una de lascondiciones a discutir hoy en día es el papel del presi­dente en un sistema que en la práctica es presidencialistay centralizado, aunque constitucionalmente sea unaRepública federal. Los poderes de los estados y muni­cipios están limitados a los resquicios que deja libresel poder central, y aunque esto se atribuye a los con-

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troles financieros de la Federación, el espíritu de laConstitución se refiere a un fuerte poder central comofactor de cohesión y unidad nacional.

Avanzar en el federalismo mexicano incluye laredistribución fiscal, aunque va mucho más allá. Sedebe pensar en instituciones gubernamentales quefaciliten el desarrollo político en los municipios. Ac­tualmente los municipios y los estados copian al sis­tema federal, reproduciéndose los vicios federales anivel local. Ahora que la demografía ha cambiado lafaz del país y lo ha vuelto más urbano, es necesariopensar en el mejor sistema de representación y go­bierno. Éste es un reto fundamental, porque reclamauna reconfiguración política que va en contra de lahistoria política y cultural del país.

La ley electoral es restrictiva y obstaculiza el sur­gimiento de partidos políticos y las legislaciones delos estados están hechas a imagen y semejanza de laley federal. Hay que liberar a los estados para queimplanten sus propias leyes y desarrollen sus pro­pias formas de representación; en lo federal, hay quefacilitar el surgimiento de múltiples organizacionespolíticas. En la dinámica del cambio es preferiblepecar por exceso de libertad que pecar por omisión.

En el terreno internacional, México tendrá que diver­sificar sus relaciones y alianzas evitando los problemasdel pasado para escoger a sus socios comerciales y tra­tando de no quedar a merced de las potencias econó­micas. La asociación con Estados Unidos, con quienfirmó el Tratado de Libre Comercio, no por fuerza seráfavorable a México, porque este socio ha demostradocon creces que tiene intereses y no amigos, y tal veztampoco socios. Las violaciones al TLC desde su mis­mo inicio demuestran que será un proyecto difícil dellevar adelante. Estados Unidos no ve en el tratado unproyecto estratégico que sea mutuamente benéfico,sino solamente las ventajas para sí mismo. Ni siquierave un beneficio particular para el fortalecimiento de

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la región al grado que muchos de los temas en la rela­ción económica binacional se tendrán que dilucidar enCortes internacionales, debido a que Estados Unidosya demostró que está dispuesto a violar los acuerdos siasí conviene a sus intereses. Bien dijo el presidenteClinton, cuando violó el TIC protegiendo el jitomate:Florida tiene veinticinco votos en el colegio electorafy México ninguno. Los mecanismos trinacionales po­drán funcionar hasta cierto punto, pero de allí en ade­lante tendrá que haber otros árbitros, lo que hace esperarque la era del TIC no estará exenta de tensiones.

En el mundo de la globalización, los países debenestar dispuestos a ceder algo de su soberanía a cam­bio de alcanzar una relación armónica con sus socios.Esto parece irritar a algunos países europeos que apa­rentemente sueñan con glorias pasadas que ya nuncavolverán, pero para los países cuyo pasado es unacolección de experiencias traumáticas y abuso en ma­nos de las grandes potencias, éste será un gigantescoreto. Las asociaciones económicas del siglo XXI exigi­rán la reformulación de la soberanía y el sacrificio dealgunos valores nacionalistas, tal y como lo demostróel paquete de rescate de Clinton que estableció comoaval al petróleo. Los países más débiles, y México esuno de ellos, se verán forzados a ceder en su sobera­nía frente al embate del capital y las nuevas condicio­nes de dependencia que establecerán las potenciaseconómicas grandes y medias, lo que sin duda agra­vará las tensiones domésticas que tendrán un fuertepotencial desestabilizador, si no se cuenta con un con­senso renovado. Para enfrentar los nuevos retos de laarticulación exterior los gobiernos requerirán de ba­ses sociales de apoyo muy sólidas y de la reconstruc-

8 Al presidente de Estados Unidos lo elige un Colegio Electoralcuyos miembros se eligen a partir del voto popular. El partido quegana la elección en un estado por mayoría simple se queda con todoslos delegados del estado al Colegio Electoral.

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ción del consenso, problema especialmente grave paraMéxico, porque como dicen Meyer y De la Peña eneste mismo volumen, las viejas alianzas y el viejo pac­to social fueron destruidos y su reconstrucción deman­dará una habilidad coinciliadora inexistente, cuyacreación es urgente. Un riesgo indudable es que laapertura democrática fracture a la sociedad, haciendomuy difícil la reconstrucción oportuna del consenso."

La migración mexicana representa el movimiento depersonas más intensivo en la historia de la humanidaden tiempo de paz, y será una de las fuentes de tensión masimportantes con Estados Unidos, porque éste ha decididocambiar su filosofía y cerrar sus puertas. Con la migración,la obediencia y lealtad a un solo Estado que puedepromover un proyecto de desarrollo hacia el futuro, seha desvanecido para millones de personas que huyende la pobreza y las enfermedades. La migración pon­drá límites al Estado porque los que abandonan suspaíses necesariamente no rompen los lazos sociales yfamiliares, y en cambio pueden convertirse en un po­der económico nada despreciable. Las remisiones dedivisas de mexicanos en el extranjero representan latercera fuente de ingreso de divisas para México, y entérminos locales, pueden sostener a pueblos enteros.Hay estados, como Zacatecas, que han firmado acuer­dos de cooperación para que sus ciudadanos envíendivisas para proyectos que se acuerdan en conjunto,lo cual reduce el poder del gobierno, porque empiezaa ser supervisado desde el exterior del país.

Con la doble nacionalidad'? se debe aceptar la posi­bilidad de que hayan influencias en ambas direcciones.Si el gobierno mexicano piensa que puede crear un

9 Ver un buen manejo del problema del consenso en Newell yRubio (1984).

10 Hasta fines de mayo de 1997 el Congreso mexicano dejó dehacer las reformas legales que reclama la reforma constitucional,con lo cual se tendrá que aplazar la entrada en vigor de esta medida.

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cabildeo para influir al gobierno de Estados Unidosen favor de México, tendrá que aceptar que ese mis­mo cabildeo influya a Estados Unidos para forzar algobierno mexicano en una dirección contraria a la es­cogida en México. La doble lealtad potencial estable­ce prioridades imprevistas y situaciones inéditas queno se han anticipado y que generarán costos políticosque aún no se calculan, elevando las posibilidades deagitación.

Ha llegado el momento de pensar que debemosconcebir una nueva forma de regular la relación en­tre los estados y los países. En Europa las fronterasestán desapareciendo para efectos comerciales y mi­gratorios muy prácticos. Ya existe el derecho de vo­tar en elecciones locales, independientemente de lanacionalidad que se tenga y el Parlamento Europeotiene la atribución de tomar decisiones globales. LaComunidad Europea puede financiar ciudades y re­giones independientemente del deseo de los gobier­nos nacionales, lo cual redistribuye poderes. El futurosurgimiento de una sola moneda derrumbará muchasde las viejas ideas sobre la identidad nacional con lamoneda.

Es de esperarse que otros países sigan la mismasenda. Algunos de los países asiáticos ya tienen aso­ciaciones económicas muy fluidas y los latinoameri­canos han entrado a una nueva ronda de estosexperimentos. Los europeos empezaron buscandoafinidades económicas y evolucionaron a las afini­dades políticas, y ellos nos arrastrarán no solamen­te como metáfora, sino como acicate y reto.

México tiene que definir muy bien la forma de sufutura asociación con Estados Unidos, enfrentándosea la arrogancia estadounidense más fuerte que nuncacon el derrumbe de la URSS. Lo ideal sería un bloqueamericano, que para ser viable tiene que reducir lasasimetrías, pero esto es poco factible. Canadá es unsocio promisorio y un aliado importante para contra-

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pesar a Estados Unidos, y mucho tiene que contribuirsi solamente se entendiera el valor económico y estra­tégico de consolidar lazos con ese país. No en vanohan abierto sus puertas al refugio político mexicano,lo que bien visto en el largo plazo, aunque irrite algobierno de Zedillo, juega en favor de México.

Estados Unidos no puede darse el lujo de perder aAmérica Latina, aunque no lo entienda así. El juegomexicano tiene que ser muy inteligente. Tiene queestrechar lazos con el sur manteniendo una relacióncordial con el norte, pero sin dejarse ahogar.

La debilidad mexicana puede ser su gran fortale­za en el trato con Estados Unidos; su asociación conLatinoamérica y Canadá lo elevarán a una capaci­dad de negociación que puede cambiar el eje de lasalianzas de Washington a la ciudad de México. Para ello,habrá que cambiar esquemas económicos y conceptosde soberanía caducos por propuestas de desarrollo quedistribuyan las ventajas y ganancias económicas enlugar de concentrarlas.

La nueva soberanía cruza forzosamente por el ejede la democracia económica que ni Estados Unidosni la élite mexicana están dispuestos a considerar.Lograr cambiar esto será la gran revolución mexicana,y será el resorte que impulsará a México hacia un nue­vo estadio en el siglo XXI.

En el terreno nacional, México tendrá que buscaracomodos armónicos con la Iglesia, construir los es­pacios de negociación con fuerzas desestabilizadorasdel tipo guerrillero, armar un andamiaje que permitadestruir al narcotráfico y su potencial desestabilizador,construir un marco partidista y de participaciónsocietario que dé cabida a una sociedad compleja querequiere de acceso al aparato de toma de decisiones y,más que nada, se requerirá lograr eficiencia y honesti­dad en el aparato gubernamental para que los gober­nantes se erijan en verdaderos líderes nacionales concredibilidad y una legitimidad más allá de toda duda.

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Qué hacer

Algunas de las recomendaciones pertinentes para lo­grar una reforma radical selectiva que permita estabili­zar el avance mexicano en el siglo XXI incluyen: •

Nuevo acuerdo constitucional. Uno de los grandesretos mexicanos consiste en rehacer el consenso na­cional con base en un nuevo diseño democrático comocondición para lograr un desarrollo nacional armóni­co. Para ello se requiere una nueva Constitución queestablezca los principios filosóficos sobre los que seconstruirá el México del siglo XXI. La Constitución de1917 tiene demasiados parches, producto del intentode ir reformando los principios revolucionarios deinicio del siglo xx y hacer de la Constitución un instru­mento en manos del presidente. El país requiere debases filosóficas con una duración de largo plazo paraunificar a la nación, y esto se puede lograr por mediode un debate nacional amplio que facilite un acuerdogeneral para la reconstrucción de la nación.

Repensar el federalismo mexicano. La dicotomíafederalismo-centralismo se ha convertido en una fuen­te de irritación y enfrentamiento entre autoridadesmunicipales y estatales y el gobierno federal. La na­ción debe decidir qué tipo de sistema quiere para elsiglo XXI y eliminar las ambigüedades. Si se opta por elsistema centralizado se deberán afinar los mecanis­mos para lograr hacer avanzar a las zonas más atrasa-odas, mientras se sostiene el ritmo de crecimiento delas más avanzadas, aunque reduciendo las desigual­dades e injusticias. Si se opta por el federalismo, ha­brá que diseñarlo con componentes descentralizadospara lograr la verdadera autonomía municipal y esta­tal y una real división de poderes en el ámbito fede­ral. En ambos casos se debe asegurar el régimen delibertades que requiere la democracia.

Reconstrucción simbólica y ualoratiua. México re­quiere urgentemente una reconstrucción simbólica

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y valorativa poniendo en un espacio adecuado a loshéroes nacionales y a la historia nacional. Ya no esposible que la sociedad se mofe de sus héroes y de suhistoria y que sus gobernantes sean más motivo deburla que de respeto. Los valores de libertad, igual­dad y justicia no pueden seguir siendo un recursoretórico usado en los discursos de los políticos en lascelebraciones públicas. El gobierno tiene que embar­carse en un proceso educativo que replantee los valo­res nacionales y patrióticos, para elevar la autoestimanacional y devolver el orgullo a los mexicanos.

Mejorar la calidad del gobierno y los gobernantes.La elevación de la calidad de la gobernación permitirála recuperación de la confianza, pero también facilita­rá lograr un gobierno más eficiente y eficaz. Este me­joramiento debe correr por dos vertientes: el delliderazgo y el de la gobernación. Para mejorar ellide­razgo se deben mejorar los canales de participación yreclutamiento de líderes, para lo cual las escuelas de­ben incluir elementos de desarrollo de liderazgo, aligual que el resto de las organizaciones sociales ypolíticas. Para mejorar la gobernación se debe institutirel servicio civil de carrera, de tal forma que se puedanestablecer planes a largo plazo que aseguren conti­nuidad, y cuenten con personal altamente capacitadoque tengan garantizados sus bien pagados puestos detrabajo. Es importante despolitizar muchas de las fun­ciones de gobierno, como son educación, salud, de­sarrollo económico y desarrollo social, y que solamentecaiga en el terreno de lo partidario la redefinición demetas y objetivos a largo plazo, porque ésos son lostemas que se disputan en el terreno electoral y la so­ciedad puede optar por el cambio de opción.

Un gobierno eficaz y creíble ayuda a luchar contra lacorrupción y sostiene los esfuerzos de creación de unacultura política democrática. Ni la justicia debe ser sus­ceptible de compra, ni los gobernantes deben asignarcontratos y prebendas a cambio de compensaciones

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económicas. Un buen gobierno preconiza una culturade igualdad, justicia y fraternidad, y una sociedad ca­paz de atacar con energía los males que la aquejan.

Bibliografía

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ció originalmente en 1963: Mytb and Reality, Nueva York: Harper,

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1993 Schmidt, Samuel. "Notas para una estrategia nacional de

desarrollo fronterizo", Puente Libre, Ciudad ]uárez: Núm. 2.

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V. LACAPACIDADDEGOBERNARLAECONOMÍA

Macario Scbettino

Hubo una vez, aunque ahora eso parezca leyenda, unmundo previsible, en el que podía trabajar quien que­ría; en el que, años de por medio, el pan costaba lomismo, y los salarios crecían. Era un mundo claro,donde los enemigos estaban señalados y los amigoseran muchos. Ese mundo, sin embargo, no existía: erauna alucinación colectiva. Los amigos no eran tantos,ni lo eran tanto; los enemigos resultaron ser de paja.Peor aun quien quiso, ya no encontró empleo, y quienlo tuvo vio caer su salario mientras el pan costaba,días de por medio, cada vez más. Resultó que el mun­do previsible desapareció, casi de repente.

El ahora llamado "proceso de globalización" rom­pió un encantamiento de cinco lustros y nos ha colo­cado en un entorno totalmente nuevo, caracterizado,según Y. Dror por "1. La extendida incertidumbre; 2.La desorientación y el trauma; 3. Las interaccionesmás intensas y complejas; 4. La general y crecienteprosperidad; 5. La intensa frustración, el desaliento,la inquietud y el fantasma de un futuro promisorio"(Dror, 1996: 83). Buena caracterización, salvo por elpunto 4, que difícilmente es aplicable a las regionesperiféricas, e incluso a la semiperiferia de AméricaLatina, donde ahora somos cada vez más bajos enestatura, menos sanos, y probablemente menos inte­ligentes, como veremos adelante.

Pero frente a este nuevo ambiente, las institucio­nes políticas apenas si se han modificado. Y dentrode ellas, la capacidad de decidir no aparenta mejoría

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l'

ninguna: "Hasta donde me permite juzgar una vidadedicada al estudio de la práctica decisoria de altonivel, histórica y comparativamente, tanto desde fue-­ra como desde dentro, no ha habido progreso algunoen la esencia del procedimiento de decisión crítica,más allá de las variaciones debidas a las cualidadespersonales de unos pocos individuos de excepción"(Dror, 1996: 30).

El resultado es evidente: un mundo más complejoenfrentado con los mismos métodos de siempre, queen aquel mundo de alucinación eran soportables, peroque hoy se reflejan en esa desorientación y trauma a queDror hace referencia, en la creciente desconfianza enlos políticos y en lo político, en el abstencionismo ga­lopante. Y si en alguna esfera esta diferencia entre eltamaño del problema y la capacidad de enfrentarlo esnotoria, es precisamente en la economía. Es ahí don­de la incertidumbre inicia, donde el empleo desapa­rece junto con el poder de compra, es ahí donde lainseguridad, el narcotráfico, el lavado de dinero, lapobreza surgen, se sostienen y alimentan. Pero no esahí donde podrán ser resueltos.

No es que las naciones, o las economías, seaningobernables, es que las élites de gobernación notienen capacidad suficiente para gobernar. "El uso deltérmino 'ingobernabilidad' es con frecuencia incorrectoy también peligroso. Es incorrecto porque lo que seentiende por ingobernabilidad de la sociedad sueleser el resultado del fracaso de los gobiernos para ajus­tarse a las cambiantes condiciones. Y es peligrosoporque proporciona una coartada para las torpezasdel gobierno, que a su vez echará la culpa a la socie­dad" (Dror, 1996: 39). y sin duda estas palabras nospermiten recordar los manidos llamamientos al sacri­ficio de la población para lograr los ajustes económi­cos de los ochenta y los tradicionales regaños, desdela tecnocracia a sus gobernados, por la incapacidadmanifiesta de éstos para actuar de acuerdo con los

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lineamientos teóricos que rigen al poder latinoameri­cano de fin de siglo.

Es en la economía donde la incapacidad de gober­nar se muestra en toda su crudeza, es ahí donde losproblemas más graves surgen. Pero no es en ella don­de se resuelven, sino en la esfera de la gobernación.Porque la relación entre el sustrato económico y lagobernabilidad es permanente y compleja. Inclusodesde la misma definición de ésta: "¿Gobernación paraqué? "La respuesta inmediata es: "con vistas a lograruna vida más digna"', con el frecuente añadido refe­rente a una mayor felicidad para el mayor número depersonas" (Dror, 1996: 47). O bienestar para las fami­lias, si se quiere.

Pero definir "vida digna" es bastante difícil. Dror sepregunta si esto hace referencia a un "significado mo­ral, a condiciones materiales o a una combinación re­lativa al 'desarrollo humano' [...] Los extremistaslibertarios l...] argumentarían que la cuestión no vieneal caso, porque la definición depende de cada cualdentro de límites muy flexibles" (Dror, 1996: 47). Perolos economistas tampoco tienen respuestas claras aesta pregunta (Sen, 1990), si bien muchos caen dentrodel grupo que Dror llama "extremistas libertarios", ypor tanto aseguran que la pregunta no tiene siquierasentido. Sin embargo, en cualquier caso, de lo quepodemos estar seguros es de que una vida digna re­quiere ciertas condiciones mínimas: ingreso, merca­dos, seguridades.

De hecho, si gobernación significa lograr una vidamás digna, entonces depende fundamentalmente de loque pueda hacerse en la economía. Ciertamente no seagota en ella, pero sin ella no existe. Requerimos,entonces, saber qué podemos obtener de la econo­mía, qué es posible y qué no lo es, porque no se puedetodo al mismo tiempo, ni siquiera con gobernacióncapaz. A esto dedicamos la primera sección de estetrabajo, a indagar sobre los límites de la economía.

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Eso nos permitirá no sólo saber qué es posible, sinolos rudimentos de cómo puede lograrse. Y en estasdefiniciones, el papel del Estado en la economía, queno es más que el ámbito de la capacidad de gobernar,se irá dibujando. La segunda sección profundizará pre­cisamente en este tema: el espacio posible para elEstado en la economía del nuevo siglo.

En este debate, en el que México ha estado meti­do, y en el que ha llegado a ser ejemplo, no hay so­luciones evidentes. Sabemos hoy que la planificaciónabsoluta es un error, la teoría y la práctica lo hanmostrado. También sabemos que el libre mercadoabsoluto es un error, y también la teoría y la prácti­ca lo han mostrado. Pero resulta que la propagandaestá ahora de un solo lado, aunque la realidad, tanterca como siempre, esté en ambos. La tercera sec­ción es precisamente sobre estos experimentos, ysobre México, y allí algo habrá también sobre lagobernación, sobre la capacidad de gobernar, sobrela capacidad de tener un futuro.

Gobernar la economía

1.1 Los límites¿Qué sabemos de la economía? ¿Qué tanto podemospedirle a este renglón de la vida social? En realidad,sabemos bastante poco, comparado con lo que acos­tumbramos oír sobre ella. Desde cuestiones aparen­temente muy simples, como las curvas de oferta ydemanda, hasta cuestiones significativamente ma­yores, como el tipo de cambio o el comercio exte­rior, los teóricos de la economía no han logrado aúnconstruir un cuerpo de conocimiento que cumpla condos condiciones elementales: verdad y realidad (porejemplo, véase Blaug, 1990).

Pero esto no significa que doscientos años de estu­dio hayan sido en vano, sabemos bastante más sobrela economía hoy de lo que sabíamos entonces. Sin

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embargo, hay un punto en el que las dudas son aúnmuy grandes: el papel del Estado. En este renglóntenemos posiciones extremas, desde quienes creen, ala manera de Nozick (1974), que el mejor mundo po­sible es el que no tiene gobierno, hasta quienes si­guen creyendo, a pesar de todo, en la planificacióncentralizada absoluta. A cada vuelta de la historia,un grupo amenaza desaparecer, sólo para hibernar yregresar con mayor fuerza. Así ocurrió con quienestuvieron que aguantar la existencia del Estado bene­factor, esperando su nueva oportunidad. Y así ocurriráahora con los planificadores. No hay ningún fin de lahistoria, ni el Estado ni el mercado están dispuestos aceder su espacio, a diferencia de lo que sostieneFukuyama (1990).

Ahora bien, aunque no sabemos mucho sobre laeconomía, sí tenemos algunos conocimientos que nospermiten trazar líneas claras sobre la gobernación.Primero, sabemos que no hay forma de construir unafunción social de utilidad que sea similar a las fun­ciones individuales. Esto significa que aun con indi­viduos que, más o menos, saben lo que quieren, noes posible que la sociedad en su conjunto "quieraalgo", a menos que todos los individuos sean idénti­cos, en sus preferencias, o que la sociedad puedaentenderse como la voluntad de una sola persona,como un dictador (Arrow, 1963).

Estas condiciones superan la crítica de Dror: "Nohay bases empíricas para decidir qué elegirían ser ohacer los seres humanos bien informados en dife­rentes condiciones o cuando se enfrentan con la in­certidumbre. Cualquier reclamo en sentido contrarioes arbitrario, a menos que se base en supuestos ex­tremadamente artificiales" (Dror, 1996: 53) La críticaestá claramente dirigida contra la visión de justicia deRawls (1971). No es cuestión de qué decidiría un gru­po cualquiera de seres humanos, sino que Arrow nosha mostrado que no podrían decidir nada, a menos

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que fuesen idénticos o aceptaran una dictadura. Aunque,en realidad, más bien parece que hablamos de dosdictaduras, una política y la otra de los medios, de laamenazante "mayoría silenciosa".

En pocas palabras: no podemos saber lo que quie­re la sociedad, porque la sociedad no quiere nadaen particular. No hay una "voluntad popular", no hayuna función de utilidad de la "sociedad civil", no t:xis­te nada parecido a esto. Hay sí, voluntades grupales,preferencias mayoritarias y minoritarias, pero noconsensuales. Este punto merece enfatizarse: "El con­cepto de interés público que va más allá del conjuntode preferencias individuales es peligroso y ha servido detapadera a muchas dictaduras ominosas. Tambiénpuede verse mezclado fácilmente con el concepto de'voluntad general' tal como lo estableció Rousseau,con los riesgos que ello conlleva" (Dror, 1996: 56).

Por eso el mercado tiene tantos seguidores, porquees un mecanismo descentralizado de toma de decisio­nes en el que, en teoría, no hay manera de que seimponga la dictadura amenazante. Sin embargo, esosólo es en teoría. En la realidad, la concentración delmercado lo que produce es una dictadura cuya fuentees económica, no política. De ahí que el mercado, porsí solo, sea incapaz de asignar adecuadamente los re­cursos. Pero el poder del dogma es notorio: "Es unaironía histórica que tantos teóricos del mercado libreparezcan compartir la creencia marxista de que hayque dejar marchitar al Estado, olvidando que una manooculta necesita el sustento de un cuerpo y una cabe­za" (Dror, 1996: 36).

Porque aun con los errores comunes de la gober­nación, y de que hay una pérdida de control tantohacia lo local como hacia lo global, el Estado no pue­de ser eliminado con tanta facilidad: "los Estados sonuna base cada vez más inadecuada para manejar si­tuaciones difíciles y fundamentales. Se necesitan ensu lugar marcos más amplios, hasta llegar al marco

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global, para tratar problemas como el desempleo, eltráfico de drogas y el medio ambiente. L..] Los departa­mentos subestatales están al mismo tiempo creciendoen importancia. L..J Sin embargo, los Estados siguensiendo cruciales L..J por ejemplo en la esfera económi­ca" (Dror, 1996: 308-309). Esta opinión no está exentade oposición, y no de cualquiera. Los gurúes de la es­trategia de negocios parecen estar de acuerdo con unaposición totalmente distinta: los Estados se debilitanmuy rápidamente y surge en su lugar el concepto deregión económica y de la empresa global. Serían éstaslas bases de la economía del siglo XXI, y la política ten­dría entonces que ajustarse a ello (Ohrnae, 1995).

La respuesta de Dror es contundente: "semejantesopiniones están en buena medida desencaminadas yafectan la calidad del gobierno. Debilitan el sentidode la 'llamada' y el 'deber' político, reemplazándolospor la ética comercial" (Dror, 1996: 36). Porque aban­donar a su suerte al mercado no lleva al paraíso liber­tario, sino a la concentración de la riqueza, al podereconómico privado: "A pesar de eso, sin una respeta­ble cantidad de intervencionismo de la gobernación pú­blica en los mercados, el poder de la economía privadadañará el sistema de mercado mismo, fijando precios yestableciendo monopolios. (Orar, 1996: 315).

Lo que está en juego es precisamente la preemi­nencia de las esferas. ¿Debe la economía restringir ala política, o viceversa? En cierta forma, la preguntaes ociosa, no es una cuestión de deber, sino de po­der. ¿Es que acaso los pontífices del libre mercadocreen, junto con Marx, que es la estructura económi­ca la que dicta la política? Las pocas respuestas quetenemos a estas preguntas van más en el sentido dela interdependencia: no puede una esfera moversesin la otra, las fricciones resultan en conflictos queno tardan en reacomodarlas.

y esto viene a colación, porque "no hay que per­der de vista el hecho de que las culturas políticas son

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el producto de cuatro series de factores interactivos ysuperpuestos: la historia particular de cada sociedady civilización; los sistemas de creencias subyacentes;las estructuras socioeconómicas y tecnológicas; la di­fusión de ideas que conduce a la imitación, adopcióno rechazo, con o sin ajustes significativos" (Dror, 1996:117), y esta cultura política es una restricción funda­mental al modelo económico. La respuesta que seobtendrá de una sociedad frente a las herramientas dela política económica serán diferentes, dependiendode las reglas del juego de esta sociedad, de sus insti­tuciones, de su cultura política (North, 1993; Hodgson,1988; Knight, 1992).

Por tanto, no es inteligente intervenir mercados ar­bitrariamente: "La gobernación pública no puedeinvolucrarse en el manejo detallado de los mercadosL.,] porque una economía compleja no puede seguiroperando sobre la base del dirigismo. L.,] Además, lagobernación minuciosa de los mercados manejada por elEstado pone en peligro los valores de la autonomía dela autoridad civil y los derechos humanos" (Dror, 1996:314-317). Quedaría entonces la economía supeditada,y respondería como ya lo ha hecho tantas veces en nues­tros países, con crisis y recesiones recurrentes. Peromoverse aliado opuesto tampoco parece ser brillante: eldesarrollo económico ha estado (casi) siempre acom­pañado de un Estado decidido, promotor e impulsor."Según demuestra la experiencia, el desarrollo econó­mico mismo depende con frecuencia de que la gober­nación pública intervenga con sabiduría en el mercadoL.,] esta conclusión se ve reforzada por el crecimientode poderes económicos privados con intereses inter­nacionales. Éstos operan más allá del control efectivode toda gobernación pública actualmente existente.Loo] Sin embargo L.,] los mercados dominados mayor­mente por el poder privado económico son superio­res a la gobernación pública para manejar la economíay garantizar el desarrollo económico L..l" (Dror, tbid.).

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Independientemente de la posición del Estado enla economía, "los gobiernos necesitan disponer de ca­pacitación bien calificada para regular el poder eco­nómico privado sin dañar la economía. Ningúnmecanismo de mercado [. ..] puede compensar ade­cuadamente la carencia de capacidad de los gobier­nos" (Dror, 1996: 317).

Ahora bien, Dror sigue creyendo en la vigenciadel mercado y de la sociedad: "La autonomía del po­der privado que opera en mercados ampliamente li­bres debe en principio ser preservada, como principalmotor del crecimiento económico y principia funda- ~t

mental de una sociedad civil libre. L.,] Tiene que ha-ber un máximo de confianza en los procesos de acciónde las organizaciones de base colectivas, que puedenhabérselas con muchas necesidades del bien común"(Dror, 1996: 318).

Pero con el Estado como regulador y controladorde la economía: "Sin embargo, los intereses y merca­dos de la economía privada deben estar sujetos al con­trol, la regulación y la orientación adicional de lagobernación pública, de modo de que se enfrentenmejor con los valores de equidad, las necesidadeshumanas, las exigencias ecológicas, etc. Aun así, parahacerlo de modo que se preserven y refuercen lasventajas del mercado, se requieren cualidades de go­bernación que rara vez se dan" (Dror, 1996: 318). Estorequiere características especiales en el gobierno: "elliderazgo ejecutivo debe ser lo bastante fuerte paraenfrentar con resolución los intereses económicosprivados. Las posibilidades electorales no deben de­pender de fondos controlados por poderes económi­cos privados. La reflexión política debe concentrarse,ínter alía, en las opciones críticas relativas a señalarel rumbo de las economías. Por último, el personaljerárquico de gobernación debe estar muy familiarizadocon las principales teorías de macro y microeconomía,la economía política y la economía institucional. Tarn-

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bién debe tener experiencia en el manejo de las orga­nizaciones económicas" (Dror, 1996: 318-319).

1.2. La globalizacionA partir de mediados de los setenta, el mundo ente­ro inició un viraje a la derecha. La "nueva derecha"se llamó a quienes, montados en una propagandade apoyo al consumidor y de individualismo exa­cerbado, fueron tomando el poder en todo el mun­do occidental: Inglaterra, Estados Unidos, NuevaZelanda; poco a poco los países industrializadosfueron cayendo, en una nueva aplicación de la teo­ría del dominó, bajo la égida iluminada de estosnuevos y acérrimos liberales, tan extremos que se leshabría de aplicar la etiqueta de neoliberales, con lo quese ha causado una patética discusión etimológica.

El resultado de las políticas aplicadas en todos es­tos países ha sido el siguiente, con las variantes pro­pias de las particularidades nacionales: una mayorconcentración del ingreso, una caída en los rendimien­tos del trabajo poco calificado y un incremento en losdel trabajo calificado, un crecimiento más que explo­sivo del sistema financiero internacional, en el que labolsa de Nueva York mueve más dinero que el PIB deAlemania. El crecimiento económico en los paísesindustrializados es sustancialmente menor al observa­do en las décadas anteriores, aunque la inflación haregresado a los niveles de aquel entonces. En lo polí­tico, se derrumbó el sistema soviético y con él, el muro.En lo social, la migración hacia el centro económicoha crecido a su nivel más alto, y se ha visto acompa­ñada de brotes racistas y de nacionalismo extremo.

Sin duda, los resultados son aterradores, y esto sinincluir el problema del deterioro ambiental. Y la pre­gunta inmediata, la que tiene sentido para la goberna­ción, es: ¿Es este sistema el que ha generado eseresultado? ¿ü es que las cosas hubieran sido así decualquier forma? O mejor planteada la pregunta: ¿Si se

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hubiese tomado otra dirección, tendríamos mejoresresultados?

Para responder esto necesitamos primero decirqué es mejor, sin perder de vista lo antes comentadosobre lo que la sociedad quiere. Regresamos al asun­to de la "vida digna". Y, con las dificultades que yahemos referido sobre su definición, hay intentos pordescribir el concepto (Hutton, 1994; Galbraith, 1996;]acquard, 1996; Schettino, 1996); en estos autores sealcanza a percibir una dependencia hacia el entornodel autor que permite evitar la generalización im-posible. Es deseable un sistema económico en el que 't.los seres humanos vivan como tales. Galbraith pidede esta "buena sociedad" oportunidades, educación,empleo. Yo me conformo, de momento, con nutri-ción, con mortalidad infantil reducida, con respetoa los derechos humanos más elementales.

La sociedad genera mecanismos autorreguladores;mecanismos que reproducen y mantienen las condi­ciones existentes; la desigualdad genera más des­igualdad, si se deja sola; el desempleo crea másdesempleo, la inflación crece inconteniblemente.Todo esto lo aprendimos en 1848 y en 1930. Y loolvidamos en 1871 y en 1975. Las crisis sistémicasdel capitalismo tienen su origen en estos mecanis­mos, que han sido atenuados gracias a las institu­ciones creadas antes y después de la Segunda GuerraMundial (Galbraith, 1996; Hobsbawm, 1994). Institu­ciones que se han ido debilitando o desapareciendodesde mediados de los setenta.

Lo ocurrido en América Latina es muy ilustrati­vo. Ningún país del subcontinente puede agradecerlos cinco lustros pasados. Si bien unos han sufridomás que otros, todos han pagado costos elevados. He­mos visto renacer enfermedades propias de la mise­ria, como el cólera, el paludismo, la tuberculosis y eldengue hemorrágico, que en 1970 ya no existían oestaban por desaparecer. Nuestros niños son ahora

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más bajos que antes, y probablemente menos inteli­gentes, gracias a las deficiencias alimenticias.' Hemosacumulado una deuda externa de más de seiscientosmil millones de dólares, que se convierten en salidasobligadas de capital, año tras año, de cerca de cin­cuenta mil millones de dólares. Esto obliga a buscarexcedentes exportables muy superiores a las importa­ciones, o a conseguir recursos vía créditos, inversión,o lo que sea. Para esto, las ganancias que hay quegarantizar a los inversionistas obliga a tener salarioscada vez más bajos para los trabajadores, pero másaltos para los ejecutivos, con lo que la desigualdad nohace más que crecer.

y surgen entonces preguntas como éstas: "¿Es jus­to y correcto (más que idóneo y políticamente facti­ble) transferir recursos a sociedades que van a usarlospara incrementar su ya elevado índice de natalidad?0, por el contrario, ¿es justo y correcto forzar a socie­dades pobres a reducir sus tasas de natalidad comocondición para aportarles más recursos?" (Dror, 1996:66). Preguntas que enfrentan el politically correct hoytan de moda. Como antes se hacía para evitar enfren­tar al dogma católico, mejor no hablar de ello.

1.] Raison d'etat, Raison d'bumanité, RaisonfinanciéreLa conclusión de Dror es implacable: "Las sociedadesno están preparadas para las transformaciones glo­bales. Y las formas disponibles de gobernación noson adecuadas para manejar las necesidades y opor­tunidades de un mundo en constante cambio" (Dror,1996: 77), pero exige continuación. Ciertamente, lasformas de gobernación son ineficaces, pero no po­demos quedarnos ahí, requerimos propuestas. Paraello, un punto fundamental es desmitificar el temade la sociedad civil, que siendo fundamental a nivelnacional, es inútil a nivel global: "En cualquier caso,

I Reforma, 27 de abril de 1997.

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durante los próximos años, los asuntos globales se­rán delineados principalmente por gobiernos nacio­nales (condicionados por sus sociedades civiles yotras fuerzas sociales), y no por ninguna sociedadcivil global" (Dror, 1996: 37).

Dror sostiene que podríamos movernos en direc­ción de la solución por medio de la raison d'humanité,"un concepto esencial en la filosofía política del sigloXXI, pero hay que estar alertas contra su abuso" (Dror,1996: 63). Es decir, abandonar la idea de la raisond'etat y sustituirla por la primera. Pero aquí hay pro­blemas serios. Independientemente de lo que noso­tros pensemos sobre el Estado y la humanidad, lasociedad Cy con ella, la economía y la política) tienesu dinámica propia.

Cuando a finales del XVIII los derechos del hom­bre se convierten en el tema, no se está pensando enla humanidad, sino exactamente en el hombre. Noson pues, derechos humanos, sino derechos del ma­cho. Hombres varones, mayores de edad (y vaya queentonces la frase tenía sentido), leídos y escribidos,poseedores de bienes raíces. Para ellos eran los de­rechos. Ah, y sin olvidar que el color de la piel res­tringía todavía más el otorgamiento de derechos.

La libertad, los derechos, no pueden ser de todosal mismo tiempo si se quiere mantener el privilegio.y han sido los privilegiados quienes han otorgado,con lentitud, los derechos al resto de la humanidad.Sólo hasta este siglo las mujeres han alcanzado unestatus humano. Lo mismo ha ocurrido con los ne­gros. Y el siglo se acabará sin que los indígenas lati­noamericanos lo obtengan.

De ahí la importancia de la raison d'humanité. Suvalor reside en su aparente utopía, porque son sólolas utopías las que mueven. Pero no debemos tomarel concepto como algo evidente y aplicable. De he­cho, la dinámica de la sociedad, la de los privilegia­dos, se mueve más bien siguiendo la raison financiére:

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lo que guía es la maximización de ganancias, la bús­queda del mayor bienestar individual, el utilitaris­mo rampante.

y ya hemos visto qué ocurre cuando es el indivi­dualismo la única guía, todos los niños quieren to­das las paletas. Como en El señor de las moscas, esosólo se alcanza perdiendo la inocencia, olvidando lavirtud, regresando a nuestros más básicos instintos.Matándonos.

Gobernar la economía mexicana

Pero si la dinámica global existe, también las dinámi­cas nacionales, afectadas por aquélla. Y México tienemucho que mostrar. Siguiendo con nuestro razona­miento, la economía responde a las restricciones desu entorno político, y en México éste es un sistemacorrupto y corruptor (Schettino, 1996). y la corrup­ción no es una característica social, "no es accidentalni incidental, sino que brota en parte de característi­cas innatas de las instituciones políticas y de goberna­ción" (Dror, 1996: 177), lo que, complementado conla aclaración entre gobernabilidad y capacidad degobernar, no deja más que una conclusión: el sistemacorrupto y corruptor es incapaz de gobernar ya él sedebe buena parte de los problemas económicos deMéxico: "En muchos países del Tercer Mundo, la situa­ción es incluso peor; la corrupción es desenfrenada ycreciente. Hay muchas razones para que así sea; desdela emulación de las tendencias de Occidente hasta fac­tores locales específicos" (Dror, 1996: 183-184).

l/.1 Las reformas económicas en MéxicoMéxico siguió una política económica razonable du­rante la posguerra. En un mundo de tipos de cam­bio fijos, de inflaciones bajas, de Estado benefactor,la estrategia más inteligente era desarrollar la plantaproductiva nacional, industrializar, sustituir importa-

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ciones. Además, esta política no requería de grandesconocimientos. Comparativamente, era bastante sen­cillo manejar una economía de posguerra.

Sin embargo, cuando el entorno se modifica, amediados de los sesenta, la capacidad de respuestadel sistema es nula. Ante las señales de cambio po­lítico internacional, y al interior del país, frente almovimiento de clase media estudiantil de 1968, el sis­tema corrupto reacciona con la represión institucional:Echeverría sería el nuevo presidente.

Nunca será suficiente el análisis de los errores deLuis Echeverría, así como nunca alcanzaremos a de­tallar los de Carlos Salinas de Gortari. Personajesparadigmáticos de la lucha por el poder en México,corruptos y corruptores, como el sistema mismo,megalómanos, personalistas, sacrificaron al país enel altar de la iluminación propia.

Durante los doce años en que Echeverría y LópezPortillo asumieron la Presidencia no hubo ningún es­pacio para los técnicos desplazados, los de la genera­ción de Antonio Ortiz Mena y Rodrigo Gómez, perohabrían de regresar para tomar el poder por comple­to. Las candidaturas, y posteriores Presidencias, deMiguel de la Madrid y Carlos Salinas, son precisamen­te esta venganza tecnócrata (Schettino, 1996).

En 1982, México se dio cuenta que había vivido enel engaño, durante decenios, pero en particular du­rante el sexenio de José López Portillo. México no erael cuerno de la abundancia, y ni siquiera las riquezasque sí existían se habían administrado adecuadamen­te. El peso perdió valor aceleradamente, y los activosnacionales no alcanzaban a cubrir los pasivos. Y nohablo en sentido figurado, un buen número de em­presas, durante 1983, no tenía suficientes activos (me­didos en pesos) para cubrir sus deudas en dólares (enese momento seis veces mayores, gracias al cambioen la paridad). El país completo tenía pasivos supe­riores a sus activos más o menos líquidos.

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El origen de esa crisis es importante en el análisisde la responsabilidad histórica, y también era im­portante, en aquellos días, para encontrar lo que ha­bía fallado y que no debía repetirse. Pero para elegirel camino que había que tomar, el origen de la crisisno era tan importante. Como ahora, saber la causade lo que falló en diciembre de 1994, o antes de eso,no afecta en la selección del camino actual. Sí lo esen la asignación de responsabilidad, sí lo es en elaprendizaje de lo que no funciona, pero no en cuan­to al camino que debe tomar el país.

Cuando en 1986 logran asumir el control políticodel país, los tecnócratas inician una histórica etapade reformas. Equiparable en magnitud, si bien noen calidad, a las dos grandes etapas reformistas an­teriores, las borbónicas a fines del siglo XVIII, y lasjuaristas a fines del XIX. Pero las reformas del fin delxx siguen una receta ya publicada, la del FMI: apertu­ra, privatización, desregulación. Todo antecedido deun proceso estabilizador (Williamson, 1990; Córdo­ba, 1990; Aspe, 1993).

Ignorantes de todo aquello que no fuese econo­mía, dogmáticos aplicadores del modelo de elecciónracional, los reformistas cometen el pecado de equi­vocarse de país: "Con frecuencia se ha impuesto laeconomía de mercado con demasiada rapidez, antesde que se hayan hecho los ajustes culturales básicos"(Dror, 1996: 184). La economía de mercado no res­ponde en un entorno no liberal.

Nunca ha habido un libre mercado en ningunaparte del mundo. El mercado se instala en un entor­no social existente, y por lo mismo en un entramadode instituciones que ya estaban ahí. ¿Era Iibre elmercado cuando inició este sistema, allá a principiosdel siglo pasado? ¿Era, acaso, libre el mercado en elque florecieron los barones capitalistas: Morgan,Rockefeller, Vanderbilt, Carnegie? ¿Era libre el merca­do de Krupp?, ¿o el de los zaibatsus?, ¿o acaso el de

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Berlusconi y De Benedetti? El libre mercado es unaentelequia creada, como la libertad política, primeropara unos pocos, después para otros y nunca paratodos. ¿O acaso eran libres, políticamente hablando,los ingleses del siglo XVIII?, ¿o los estadounidenses delXIX? ¿Cuánto había que tener para ser ciudadano?¿Cuántos acres, cuántos estudios, cuánto oro?

El procedimiento para liberar el mercado contro­lando la política interna, y el acceso al mercado mis­mo, fue hecho en México como se había hecho enotras partes del mundo, con las únicas diferencias defecha y lugar. Abrirse al exterior, privatizar, reducirlas regulaciones de arriba a abajo: éstas son las trespiedras donde se funda todo el modelo. Y todas tie­nen defensa teórica, pero también pueden ser ataca­das desde la misma teoría que las sostiene.

Primero, la defensa tradicional de la apertura co­mercial absoluta proviene de la llamada "teoría posi­tiva del comercio internacional", conocida tambiéncomo el modelo Heckscher, Ohlin, Samuelson. Jamásse ha podido sustentar esta hipótesis en comproba­ción empírica, y existen más evidencias en contra quea favor de ella. La teoría moderna del comercio inter­nacional sostiene que la apertura puede ser benéficao no, dependiendo de la estructura económica inter­na (Bajo, 1991; Krugman y Helpman, 1985).

Segundo, la privatización es buena, también en tér­minos de bienestar, cuando el cambio de propietarioinduce un uso más eficiente de los recursos, que serefleja en un menor precio de los bienes producidos,en un menor consumo de recursos o en una mejor si­tuación financiera. Sin embargo, los resultados aparen­tes indican que esto no ha funcionado así en la mayorparte de los casos, especialmente en México. La razónse encuentra en la estructura de mercado. Las empre­sas gubernamentales son ineficientes porque son mo­nopolios o parte de un mercado muy concentrado. Lateoría nos dice que, independientemente del propieta-

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rio, una empresa monopólica u oligopólica en un mer­cado concentrado, será ineficiente. La privatizaciónentonces transfiere bienestar, no lo produce. Se priva­tizan las ganancias, pero el costo sigue siendo social.

Tercero, la desregulación tiene mucho sentido. Me­nores costos de transacción, ya lo hemos dicho, signi­fican mejores condiciones de competencia y mejoroperación del mercado. Sin embargo, y aquí sí habla­mos sólo de México, cuando la desregulación va dearriba a abajo, el efecto es opuesto. Un sistema finan­ciero desregulado, y más aún, abandonado a su suer­te, sin ninguna vigilancia, es exageradamente dañinoal sistema económico. Esto lo aprendió Estados Uni­dos en 1929, pero nosotros no queremos aprenderlo,aun después del crack de 1987 y de la terrible crisis decartera de 1995. En cambio, las pequeñas y medianasempresas tienen que enfrentar múltiples trámites detodo tipo.

El modelo aplicado, pues, ha resultado dañinopara el país, y esto podía saberse antes de aplicarlo.Para defender su aplicación se utilizaron teorías eco­nómicas atractivas, pero nunca verificadas empíri­camente: ideología, no ciencia, para decirlo en trespalabras. Esto es éticamente juzgable.

La política económica seleccionada por el régimenque hoy gobierna al país por tercer sexenio consecuti­vo tiene un esquema más o menos sencillo: libertadeconómica con autoritarismo político. Y libertad en elmismo sentido que siempre: para unos cuantos. Desdediciembre de 1982, pero con mucho mayor empuje apartir de junio de 1986, en México se ha aplicado unareceta económica que busca dejar al mercado lo máslibre que se pueda. No se vale aquí quejarse de que elmercado no es libre porque hay regulaciones y de quelo aplicado no ha sido liberalismo sino mercantilismo.Eso es todo lo que se les ocurre a quienes hace unosaños aplaudían hasta sangrar los excesos de Salinas deGortari y que hoy buscan evadir su responsabilidad.

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Il.2 Democracia, ética y capacidad degobernar en MéxicoEl funcionamiento de un modelo económico cualquie­ra dependerá del entorno en que se aplique. Y eseentorno incluye la cultura y la política, de manera pre­ponderante. En consecuencia, cualquier propuestaeconómica debe partir de un análisis claro y detalladodel entorno cultural y del sistema político.

Aunque el párrafo anterior puede parecer obvio, nolo es. Se deja de lado, con demasiada facilidad, a lacultura, y la política se simplifica groseramente, paraconcluir que la democracia será suficiente para iniciaruna nueva etapa de bienestar en México. Esto es total­mente falso, la democracia en México será una condi­ción necesaria, pero no suficiente para el desarrollo yel bienestar. E incluso la necesidad puede cuestionarse,si la discusión se queda en lo meramente económico(Przeworski y Limongi, 1993).

Porque la democracia tiene sus problemas, y muyserios, en lo que concierne a la capacidad de gober­nar. Dror sostiene que, aun en condiciones demo­cráticas, el descuido de los requisitos morales de lasélites de gobernación llevará a la incapacidad degobernar, puesto que se cometen varios errores enel proceso: "1. La idea falaz de que las elecciones sonuna vía garantizada para encontrar a los políticos ade­cuados; 2. Degradación de conceptos como "deber" ysu sustitución por otros como "autorrealización"; 3. Laadoración del horno economicus, del interés propiocomo fuerza moral y de la ética utilitaria; 4. El énfasisen los "derechos humanos", sin preocupación por losdeberes y responsabilidades; 5. La degradación delconsenso en los niveles morales que deben observar­se en la vida pública; 6. La igualitarización que midea los políticos de alta jerarquía como gente corriente,rechazando la exigencia de condiciones moraleselitistas" (Dror, 1996: 181-182).

Las elecciones, como mecanismo de selección, separecen mucho al mercado, en un ámbito distinto.

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Así como la mano invisible requiere para su funciona­miento de información perfecta, de competencia per­fecta, y de otras perfecciones realmente inexistentes,la democracia exige condiciones que no se cumplen.Ya Maquiavelo había visto este fenómeno con clari­dad: las características para ejercer bien el poder noson las que se necesitan para alcanzarlo. Esto lleva auna competencia de mercadeo de imágenes políticasque, al igual que la venta de detergentes, se basa en elmanejo de atributos del producto. En este tipo de com­petencia, llamada a veces monopolística, el objetivofundamental es convencer al consumidor de las ven­tajas del producto, existan éstas o no. Para ello, seenfatizan atributos que se sabe son deseados por losconsumidores, se eliminan los que el mercado noquiere, e incluso se asocian al producto atributosinexistentes en él, pero muy deseados por los consu­midores. De esta forma, la competencia monopolísticatraducida a las elecciones se convierte en una carrerade mercadeo en la que todo vale: "Yo voto por la paz","Bienestar para tu familia", "Él sabe cómo hacerlo".

Es precisamente esta selección de atributos para elmercadeo del producto lo que va eliminando atributosindeseables, por poco valorados, como el deber quemenciona Dror, y la exaltación de otros muy queridospara el público: la autorrealización, el éxito como fe­nómeno monetario, físico, de posesión. La "adoracióndel homo economicus', porque la democracia de mer­cadeo lleva a la presentación del candidato como elpersonaje que todos quisieran ser. No se elige más alque mejor pueda gobernar, sino al más deseado, al quemás y mejor representa lo que los ciudadanos quisie­ran ser: el summum del deseo, de los bajos instintos.

Y esto es lo que se refleja en las características queDror menciona. Puesto que el líder es el más exitoso,el más deseable, y todo se le perdona por el éxitoalcanzado y demostrado, entonces esa benevolenciadebe alcanzar a todos: hay "derechos humanos" sin

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deberes ciudadanos. Y hay también una relajacióninmensa: si la falta de valores lleva al éxito al líder, noimporta. El éxito es la panacea que borra todos losmales anteriores. Todos somos iguales, en principio;será el éxito el que nos diferencie, lo que nos coloquedonde debiéramos estar, lo que nos califique moral­mente.

y al exitoso líder se le perdona todo, siempre queel éxito no lo abandone. ¿Qué mejor ejemplo que elex presidente Salinas? Es el éxito profesional el que lo"moraliza" mientras es presidente de la República. Yes su fracaso en 1994, frente a la guerrilla chiapaneca \1.y a los asesinatos políticos, lo que lo convierte en el"villano favorito", en un ser inmoral. Porque mientrascosechaba elogios por sus resultados de corto plazo,nadie recordaba su ascenso fraudulento al poder, nilos cientos de muertos bajo su mandato, ni las com-ponendas ocurridas al amparo de las privatizaciones.Es sólo bajo el fracaso que aparecen los fraudes ban-carios, los electorales, la decadencia moral de su go-bierno.

Es por eso que Dror duda de la democracia occi­dental. Porque no basta con elecciones libres y abier­to mercadeo: "Se necesita mucho más: hay quebosquejar nuevas normas de elección, mejorar los pro­cedimientos de selección para que las élites de gober­nación tengan más calidad [".l y la idea de que lospolíticos electos y los funcionarios de rango tienenque ser superiores en virtudes y moralidad deberíaconvertirse en doctrina fundamental de la democra­cia" (Dror, 1996: 190). Aunque esto parezca una de­mocracia elitista. Y si parece es porque así debe ser,porque gobernar no puede ser tarea de cualquiera.No es cuestión de meritocracia, o de plutocracia, esuna necesidad del nuevo siglo, porque "sólo unaspocas personas de las más morales, inteligentes y pre­paradas eligen la política como carrera. Y si lo hacensuelen desilusionarse y dejarla enseguida" (Dror, 1996:

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232); Yestas personas morales, inteligentes y prepara­das no pueden desperdiciarse, son imprescindiblespara la buena marcha de la sociedad: "Aunque la po­lítica es una de las empresas cruciales para el futurode la humanidad, no atrae a los "mejores" tanto comosería de desear. La situación debe ser remediada conurgencia» (ibid. enfatizado en el original),

La solución de Dror a este punto, sin embargo, sue­na bastante inferior a su crítica, pero es un punto departida necesario: "A los candidatos principales se lesdebe requerir información a propósito de su trayecto­ria vital, fortuna, salud, etc. Debería existir un grupoindependiente de "examinadores de candidatos" quepudiera reclamar información más amplia, y la nega­tiva a facilitarla tendría que ser considerada una ofen­sa criminal" (Dror, 1996: 210). Y esto pone en evidenciael nivel que en México tenemos. Ni siquiera podemosconocer los bienes materiales que un candidato po­see, mucho menos su calidad moral o intelectual. Nisiquiera su salud es conocida.

Pero nótese que Dror sugiere un grupo de exami­nadores de candidatos, una selecta corporación denotables (por las razones que sean) que pueda otor­gar la calificación indispensable a un candidato. Estosin duda reduciría escándalos como los ocurridos du­rante la campaña por la gubernatura del D.F. en 1997,evitando el uso parcial de información, dirigida másal ataque que a la evidencia.

Pero el problema debe enfrentarse: "el eje centralde la ética de la gobernación son las virtudes y losvicios de las élites de gobierno de alto· rango" (Dror,1996: 180). Yen cuestiones éticas, México no tiene de quéenorgullecerse. La corrupción es parte indiferenciabledel sistema político que conocemos. Su construcciónse basó, precisamente, en "los sistemas de regulación[que] ofrecen oportunidades tentadoras para suplemen­tar salarios inadecuados, a cambio de sustanciosospagos de empresas que dependen de decisiones buro-

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cráticas, al tiempo que las crecientes expectativas nopueden ser satisfechas sin apelar al dinero obtenido demanera ilegal" (Dror, 1996: 184).

Seguir la carrera política en México ha sido unaforma de acumular riquezas increíbles. "Un políticopobre es un pobre político", sin duda es la frase quepinta de cuerpo entero al sistema mexicano. Las re­gulaciones económicas no existieron por causas eco­nómicas, sino políticas. De ahí que el Estado comomotor, rector, o guía de la economía haya sido unfracaso notable en México, porque no se buscaba coneso un camino de desarrollo, sino un mecanismo decontrol político. El clientelismo, el corporativismo,el sistema político mexicano necesitaba estas regu­laciones para sobrevivir. y contra esto, la democra­cia, así sea de mercadeo, será un antídoto importante.

La receta es sencilla: "Es necesario hacer un decidi­do esfuerzo por elevar los niveles éticos de las élites degobernación. [...l Es fundamental establecer nivelesmínimos en las normas y leyes impuestas contra laconducta cuasi-criminal, los flagrantes conflictos deintereses y otras trasgresiones similares" (Dror, 1996:188). Pero eso sólo es en teoría. ¿De dónde sacamosleyes en México para castigar abusos ya preparados?¿Cómo se corrigen errores de setenta años? Sin duda nose podrá hacer rápidamente, y muy probablemente sólopueda hacerse hacia adelante. La instalación de una"comisión de la verdad", o algo similar, que haga pú­blicos los malos manejos del sistema político-económi­co, aunque no pueda (y tal vez no deba, en aras de laseguridad nacional, de la paz pública) castigarlos, essin duda el mejor camino para borrar el pasado e ini­ciar una nueva etapa nacional: la reconstrucción deMéxico (Aguilar Zínser, 1996; Schettino, 1996).

Pero eso no será suficiente, el futuro también de­pende de que corrijamos a fondo los errores del pa­sado. En México, los sueldos de los funcionarios notenían ninguna importancia, casi siempre fueron algo

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simbólico que la corrupción se encargaba de compen­sar abrumadoramente. Esto tiene que cambiar: "la re­muneración de las élites de gobernación debe sersuficientemente alta con vistas a reducir las presionespara lograr ingresos extra de carácter fraudulento"(Dror, 1996: 189). Dror se atreve a mencionar, comonota a pie de pagina, una cantidad de referencia: unmillón de dólares anual, como sueldo y como pen­sión, para un presidente. La referencia no es mala parael caso de México; es una cantidad razonable de laque podríamos partir para los sueldos de otros fun­cionarios. Hoy, con la información que tenemos, elpresidente de la República apenas gana cien mil dóla­res anuales, una cantidad demasiado pequeña, com­parada con los ingresos de ejecutivos de empresasgrandes, e irrisoria frente a los altos ejecutivos de gran­des empresas nacionales.

La capacidad de las élites de gobernación está in­fluida notoriamente por este asunto. El mercado tam­bién actúa en estos niveles, sobre todo cuando losvalores han perdido presencia. Sin ellos, ¿por qué unindividuo calificado, capaz de ganar medio millón dedólares al año en el sector privado, aceptaría un pues­to de subsecretario, con ingresos por sueldo de cin­cuenta mil? Es totalmente inexplicable, a menos queobtenga otras compensaciones económicas importan­tes. De ahí la existencia de los bonos, aguinaldos yotras fuentes de ingreso aparentemente exorbitantes.

Pero el problema fundamental de esto en Méxicoes la total ignorancia pública sobre las remuneracio­nes a los funcionarios. No se conocen ni los sueldos,ni el monto y frecuencia de los bonos, ni el monto delos aguinaldos. No tenemos mecanismos legales paravigilar, siquiera, lo que gana un funcionario de manera"legítima", mucho menos podemos mantener cuentassobre otras fuentes de ingreso; y si la información noexiste, mucho menos estamos en posición de seguir lapropuesta de Dror de que "la gobernación debe ser

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capaz -y estar dispuesta a ello-- de involucrarse en la'forja de almas', tan esencial para la humanidad. Debehacerlo sobre la base de la opción democrática y deacuerdo con normas democráticas, pero sin sentirseamordazada por equívocas percepciones libertarias de'soberanía' de determinados deseos humanos, o poruna confianza demasiado optimista en la bondad inna­ta de la humanidad" (Dror, 1996: 57, enfatizado en eloriginal). Esto es, para nosotros, un problema de media­no plazo, pero que debemos ir pensando desde ahora.

La decepción universal hacia los partidos políticostiene mucho que ver con esta falta de conocimientopor parte del público, que se traduce en un abandonode la presión que la sociedad debe ejercer frente algobierno y que éste aprovecha para no rendir cuentas.

Por tanto, no parece fácil que el gobierno esté dis­puesto a aplicar las ideas de Oror: "Primero, una delas tareas de la gobernación debe ser ilustrar a losciudadanos y promover la educación moral paraalentar la empatía hacia las necesidades de los demás,el altruismo y el sentido de la solidaridad humana glo­bal; es más, las élites de gobernación deben dar ejem­plo. Segundo, y vinculado al primer punto perosuperándolo, la idea de los derechos humanos debeser complementada añadiendo e institucionalizando elconcepto de responsabilidades y deberes humanos. Ytercero, recomendar los valores de solidaridad huma­na y el sentido de responsabilidad con los demás comobase moral, como una contra-ética del individualismoegocéntrico, pera sin connotación alguna en cuanto aque los individuos sean parte de ninguna entidadcolectiva 'superior'." (Orar, 1996: 53).

Si el gobierno puede abandonar la moralidad, esprecisamente porque no es vigilado. Para que el go­bierno eduque al pueblo y lo prepare como vigilan­te, sería necesario primero un gobierno moral; peroeso es lo que no hay. Llegamos aquí a un punto fun­damental para el futuro de México. Sólo con un pue-

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blo preparado, formado por ciudadanos y grupos ca­paces de comprender el entorno, se podrá sostenerun gobierno cada vez más moral. Pero no podemosesperar que sea el gobierno el que prepare a la socie­dad; serán las asociaciones civiles, ONGs, grupos ciu­dadanos, los que puedan iniciar este círculo virtuosode preparación, vigilancia y moralidad.

Pero eso no es todo. Los tres puntos que Drormenciona son precisamente los que la ola neoliberalno será jamás capaz de mostrar. La globalización,como la conocemos hoy, requiere la inexistencia dela solidaridad humana. De otra forma, ¿cómo po­dríamos consumir todos los excesos de la sociedadactual y ser solidarios con Zaire, Nicaragua o aquímismo, Oaxaca y Chiapas? ¿Cómo podríamos acep­tar deberes humanos, y dilapidar nuestros ingresosen comprar a las multinacionales? ¿Cómo abando­nar al indivuo egocéntrico y atender al mercadeoconsumista, al mismo tiempo? Lo que Dror proponeva en contra de la dirección del sistema económico,yeso aparentemente no está claro para él. No es sóloque su idea de raison d'humanitése enfrente a la raisond'etat, sino que se contrapone a la raison financiére,que es la gran fuerza motriz de la globalización.

Así, las propuestas de Dror son correctas, perotal y como están planteadas no son factibles. Es im­posible que el Estado actúe en contra de aquello quelo sostiene en su lugar. Si los gobernantes son elegi­dos a través de un mercadeo que requiere muchosrecursos, y éstos son aportados por el sector priva­do, entonces éste exigirá al gobierno el mantenimien­to del individuo egocéntrico, porque él es el grancomprador. De ahí la importancia del financiamientopúblico para las elecciones (Dror, 1996: 318-319). Peroaun cuando sea el mismo gobierno la fuente de fi­nanciamiento, no existe ninguna razón, fuera de lamoral, que obligue al Estado a educar a su pueblopara vigilarlo.

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Así pues, las invitaciones de Dror a mejorar los cur­sos de ética y civismo en todos los niveles escolares,y la utilización de la televisión en el mismo sentido(Dror, 1996: 202-204), adolecen del mismo problema:¿quién está dispuesto a financiar a su enemigo? Ni lasempresas, ni el Estado, lo harán si no es en respuestaa la presión de la sociedad.

Precisamente a eso se refiere Dror cuando dice que"en decisiones cruciales de interés nacional, dondeno se puede llegar a ninguna determinación por losmedios políticos normales, los referéndums debenconvocarse a instancias de la legislatura. En comuni­dades y organismos locales debe recurrirse más al usode la democracia directa, [...] [acompañada] de medi­das para incrementar la comprensión pública de lostemas normativos en cuestión" (Dror, 1996: 213), por­que "a menos que los ciudadanos perfeccionen sucapacidad de entendimiento sobre temas complejos,la democracia se convertirá en una ficción o fallará demala manera en su labor. Incrementar la capacidad deentendimiento del pueblo es por lo tanto un compro­miso esencial si se desea facultarlo" (ibid, 199).

Así pues, es la preparación del pueblo lo que ga­rantiza la moralidad del Estado, y viceversa. Pero loimportante es que este círculo virtuoso no puede ini­ciar desde ninguno de los dos puntos: es necesariala intervención desde la élite no gobernante para queel mecanismo empiece a funcionar. Sin duda esto re­presenta una versión renovada del elitismo de fina­les del XIX, o de la República de filósofos de Platón,pero con una modificación fundamental: las élitesno son las que deben gobernar, sino las que debeniniciar el proceso de moralización-preparación, queproducirá un gobierno capaz de gobernar a un pue­blo preparado.

Un gobierno capaz cuyos miembros, dice Dror, de­ben cumplir condiciones mínimas: 1. Estar informa­dos y comprender los entornos políticos y su dinámica;

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2. Ser versados en ciencia y tecnología; 3. Hablar confluidez, no sólo la lengua materna, sino por lo menosuna o dos lenguas más. El inglés es fundamental; 4.Deben tener un buen conocimiento de la historia; 5.Estar familiarizados con los principios y métodos delanálisis político; 6. Tener raciocinio filosófico y ético,suplementado con la teoría del bienestar económicoy la economía de la elección pública; 7. Tener avanza­dos conocimientos en el terreno político y un manejosocial y de gobernación de gran escala; 8. Tener porlo menos conocimientos elementales de leyes públi­cas, economía y ciencia política (Dror, 1996: 237-238).Sería un ejercicio interesante calificar en estos ochorubros a los gobernantes mexicanos, presidentes y susgabinetes, para comprobar hasta qué punto han sidolas élites incapaces de gobernar. ¿Hablan con fluidezsiquiera el español? ¿Conocen algo de la historia? Sinduda los gobiernos de los últimos quince años cum­plen con parte de la cualidad 8, conocen mucho deeconomía, pero ¿leyes?, y no sólo deberíamos calificaral gobierno, también a la oposición con posibilidadesde gobernar, ¿cuántos de sus miembros cubren razo­nablemente siquiera la mitad de las categorías?

El futuro económico de México

A finales del siglo xx, México se encuentra en condi­ciones críticas. Después de haber pisado momentá­neamente los terrenos del Primer Mundo en al menosdos ocasiones, el regreso a la miseria se percibe, comodiría el Dante, como una mayor desgracia.

En los dos milagros económicos recientes, la in­capacidad de gobernar es lo que ha frenado al país.No ha sido el pueblo el culpable, aunque haya cola­borado inconscientemente. Dos distintos grupos degobernantes, en pugna desde mediados de los se­senta, han logrado llevar a México al primer mundopor algunos meses, sólo para dejarnos caer después.

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El resultado final es muy costoso. No sólo por elincumplimiento de las expectativas, que en el fracasose convierten en juicio moral a los gobernantes, sinopor el daño físico sufrido. Por simple contabilidad,consumir como si fuésemos Primer Mundo, sin pro­ducir de la misma forma, obliga a mantener una inver­sión baja. Cada engaño sufrido a través del consumono representa regresar al nivel anterior, sino a unomucho más bajo, puesto que los años en que no seinvierte se pagan después. A fines del siglo xx, Méxicocumple treinta años de abandono, con la sola inver­sión en la plataforma de exportación de petróleo afines de los setenta, consumida por completo en lossiguientes quince años.

No se aprovechó nunca para educar a la pobla­ción. Nunca se logró generar un sector privado coninversión autónoma, salvo el grupo multinacional(en el que hay varias empresas mexicanas) durantelos noventa. No sabemos cuánto capital instalado te­nemos, pero el comportamiento del empleo, de losprecios y las importaciones sugiere que es menor, alfinal del siglo, de lo que era a principios de los se­tenta, en términos relativos a la población.

En estas condiciones, los efectos del entorno turbu­lento, producto de la globalización, son mucho mayo­res. Hay menos posibilidades de neutralizar los daños ode aumentar los beneficios. Esto es perfectamente evi­dente en las relaciones de México con el exterior, en lareducción de la capacidad política, mostrada en 1997frente a los Estados Unidos y su nuevo enemigo, elnarcotráfico, pero también en un acuerdo de libre co­mercio negociado desventajosamente (Schettino, 1994)y mal aprovechado, en la vulnerabilidad permanentefrente a los flujos de capital extranjero (Schettino, 1996),en la pérdida absoluta del liderazgo que alguna vez tuvoMéxico en el Tercer Mundo y en América Latina.

En los próximos años, habrá, a decir de Dror, cin­co factores fundamentales para la competencia: de-

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mografía, ciencia y tecnología, geoestratificación, eco­logía y biosfera, valores creencias e ideologías (Dror,1996: 92-105). En todos ellos nos encontramos en con­diciones muy desfavorables. Aunque el crecimientodemográfico se encuentra ya en niveles moderados,el perfil poblacional exigiría condiciones económicastotalmente distintas a las actuales. En un país con abun­dancia de jóvenes y niños, ni la educación sirve nigeneramos empleos. En lo relativo a ciencia y tecno­logía, cualquier comentario sobra: un Sistema Nacio­nal de Investigadores que sólo ha servido para mediocomplementar los ingresos de un grupo reducido deacadémicos (seis mil), cuya membresía prácticamenteno se ha incrementado en los últimos cinco años; nisiquiera medio punto porcentual del PIB se destina aeste renglón, financiado en cuatro quintas partes por elgobierno; mientras tanto, investigadores de origen mexi­cano triunfan en países industrializados, mostrando queel nuestro no es un problema de cerebros, sino definanciamiento.

La posición de México en la geopolítica ya fuecalificada por Porfirio Díaz, demasiado cerca de Es­tados Unidos. Esto, a pesar de grandes ventajas eco­nómicas, genera graves problemas políticos, con basecultural, que no pueden resolverse con facilidad. Niel enfrentamiento ni la sumisión sirven. Los dos ca­minos fueron probados por los dos grupos de go­bernantes mencionados. Los políticos se enfrentaron,los tecnócratas se sometieron, ambos fracasaron.

Hemos acabado con buena parte de nuestra do­tación ambiental. El petróleo, que ha servido parasostener al gobierno por más tiempo del necesario,también ha destruido regiones enteras del mejor me­dio con que contábamos: el bosque tropical del su­reste. La monstruosidad de nuestras urbes se hatragado cerros, bosques, ecosistemas enteros, ríos,lagos, y ha dado a cambio millones de toneladas deresiduos indestructibles. La colocación del país en

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la división internacional del trabajo, ayudada unpoco por el TLC, nos hace receptores de tecnologíasviejas, sucias, y exportadores de mano de obra bara­ta, directa e indirectamente.

Lo más difícil, sin embargo, está en los valores, lascreencias, las costumbres, las reglas del juego de losmexicanos. Sabemos que de ellas, de las instituciones,depende el desempeño económico de los países, perono sabemos exactamente cómo (North, 1993; Hodgson,1988; Knight, 1992). Aparentemente, no contamos conuna estructura cultural totalmente compatible con loque el sistema económico requiere para ser exitoso(Peyrefitte, 1996; Fukuyama, 1996), pero ni siquieralo sabemos. Parece evidente que las costumbres (creen­cias, valores, etc.) de los mexicanos, así en lo general,no son exactamente las útiles para el capitalismo, comolo hemos conocido hasta la fecha, pero no podemossaber si lo serán en el futuro, o si vale la pena la trans­formación cultural que, de cualquier forma, estamossufriendo a través de los medios electrónicos.

Con estas deplorables condiciones, el ambiente tur­bulento propio de la etapa de transición que llama­mos globalización es más una amenaza que unaoportunidad. Porque manejar ambientes turbulen­tos requiere" 1. Ajuste anticipado que prediga de quémanera cambia el ambiente y qué medidas puedentomarse de antemano; 2. Ajuste rápido a las cambiosque ya han tenido lugar; 3. La creación de membranasalrededor de la sociedad para tratar de reducir el in­deseable impacto de los cambios ambientales; 4. Losesfuerzos deben influir sobre el entorno, en vez delimitarse a reaccionar" (Dror, 1996: 129-130).

Pero esto es justamente lo que no hemos hec~o.Los cambios del entorno internacional na han Sidoanticipados por las élites gobernantes me"icanas, almenos desde 1965. Y aunque aquí podríaI1loS excu­sar a las élites porque casi nadie ha podido. preveresos cambios, no hay pretexto para la incapaCidad de

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ajuste después, rápidamente. Desde la modificacióndel esquema cambiario de Estados Unidos en 1971hasta la crisis financiera de 1995, si algo ha faltado alos gobiernos mexicanos ha sido capacidad de res­puesta. En buena parte, ha sido así por la ausencia delas membranas que Dror sugiere. No tenemos, y nohemos tenido por buen tiempo, herramientas que nospermitan aislarnos parcialmente de los fenómenos in­ternacionales. De hecho, a últimas fechas cualquierrecomendación en este sentido ha sido atacada direc­tamente por el gobierno, que en cambio se ha mostra­do muy flexible con ideas exactamente opuestas, comola recurrente idea de establecer un consejo monetarioen México, o de plano adoptar al dólar como monedanacional. 2

Ahora bien, sobre el último punto no hay tanta cla­ridad. Tanto los gobiernos de los políticos (Echeverría­López Portillo) como los de los tecnócratas (De laMadrid-Salinas-Zedillo) han intentado modificar el en­torno internacional, pero sus esfuerzos han sido in­fructuosos. Y esto obliga a reflexionar sobre algomencionado antes: la posición de México en el nivelinternacional, que refleja siempre la ríspida relacióncon Estados Unidos, y que al ser enfocada de maneraextrema (sea hacia el enfrentamiento o la sumisión)nos coloca mal frente a una competencia internacionalen la que Estados Unidos es importante, pero no úni­co. Los excesos de Luis Echeverría lograron enemistara México con países económicamente poderosos, losexcesos de Carlos Salinas, en dirección opuesta, logra­ron colocar a México en una mala posición frente a

2 Esta última propuesta fue hecha por Rudiger Dornbusch, y fuerechazada, suavemente, por las autoridades monetarias de Méxicodiez días después de su publicación, cuando muchos comentaristasya habían criticado acremente la idea y a su proponente (por ejem­plo, Carlos Urzüa, Macario Schettino y José Luis Calva en El Uni­versal, Jonathan Heath y Enrique Quintana en Reforma, DavidMárquez en La Jornada, entre otros).

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países políticamente fundamentales. En ambas ocasio­nes, el resultado ha sido el mismo: el fracaso.

III.i LaspropuestasFrente a estas circunstancias, las propuestas debenser integrales. Ningún esquema económico tendráéxito en México si no está acompañado de reformassustanciales en otros ámbitos. Pero tampoco existeun camino político de solución que no incorporecambios en la esfera económica nacional.

Dror sugiere aplicar la noción de radicalismo se­lectivo: "un pequeño número de reformas lo bastantelimitadas como para que sean al menos parcialmentefactibles, mientras, a la vez, se adopta una posición losuficientemente radical como para que el impacto dela capacidad de gobernar resulte significativo" (Dror,1996: 29). Ese camino es, precisamente, el que hemospropuesto en otra parte (Schettino, 1996) y que, enbuena medida, ha adoptado la oposición de izquierda(PRD, 1997): una combinación de pequeñas reformasfactibles con una visión estratégica de largo plazo ra­dicalmente distinta al modelo actual.

Primero, la dirección. Definir claramente lo queDror ha llamado "vida digna" y que necesitamosponer en términos operativos, que nos permitanavanzar y medir el avance. La propuesta debe serconvertir a México en:"1. Un país con un crecimiento económico suficientepara dar empleo a buena parte de la población, concierta estabilidad de precios, con respeto al ambiente.Capaz de autofinanciarse en buena medida, y por lomismo, soberano.2. Un país más justo en términos de oportunidades.

Con mejor distribución del ingreso y menos genteen la pobreza extrema. Con menos discriminaciónpor sexo, por raza, por color, por ingresos.3. Un país con un equilibrio regional y sectorial másadecuado. Que permita reducir las diferencias entre

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ellos, sin limitar por eso a los más dinámicos, sinoalentar a los menos.

4. Un país con mejores instituciones legales, jurídi­cas y políticas. Democrático, en todo lo que cabe.Un Estado de derecho, corno no lo es hoy.5. Un país con un mejoramiento continuo de las insti­

tuciones no escritas, con una educación destinada aengrandecer un proyecto común, que prepare a losmexicanos a colaborar en lo económico y en lo políti­co en un proyecto de nación". CSchettino, 1996: 299)

Alcanzar estas metas en un tiempo razonable re­quiere, sin duda, de una orientación distinta de laeconomía mexicana. Corno ya ha ocurrido en Ingla­terra, donde el laborismo, renovado, regresa al po­der precisamente para reorientar la economía, lo quenecesitarnos en México es la aplicación de una polí­tica económica con menos ideología y más resulta­dos, una política que debe concentrarse en tres ejesbásicos: el binomio ahorro-inversión, el sector ex­terno y las finanzas públicas.

En primer lugar, debemos:1. Corregir las inmensas deficiencias del sistema fi­

nanciero nacional.

2. Recuperar el papel del gobierno corno detonadorde la inversión privada a través de la inversión pú­blica. Inversión que debe concentrarse en infraes­tructura, educación y salud.3. Aprovechar esta inversión y complementarla con lo

necesario para que la demanda efectiva interna se re­cupere. Hoy tenernos un país con un mercado internode la mitad del que tuvimos al inicio de los ochenta.4. Cerrar esta renovación del binomio ahorro-inver-

sión con una implementación adecuada de los me­canismos de ahorro de largo plazo, incluyendo losfondos de pensiones.

El sector externo es fundamental para la viabili­dad de cualquier planteamiento económico para elMéxico de fines de siglo. La reactivación económica

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tendrá un efecto importante sobre las importaciones,pero no necesariamente en las exportaciones. El des­equilibrio comercial se suma al terrible peso del servi­cio de deuda y nos colocará, tarde o temprano, enmanos de un sistema financiero internacional impla­cable. Para evitar esto:5. Es fundamental realizar esfuerzos para reducir la

respuesta de las importaciones al crecimiento econó­mico. Es imprescindible la aplicación en México deuna política industrial activa, como en cualquier paíscivilizado.6. Es importante que el déficit de la cuenta corrienteno exceda, en ningún momento, de 3 por ciento delPIB, que es lo que podemos conseguir de inversiónextranjera directa, la fuente menos peligrosa, en elcorto plazo, de financiamiento en divisas.7. El tipo de cambio seguirá siendo una variable di­

fícil. Lo más conveniente parece ser la aplicación deuna banda con piso, pero sin techo, que evite lasobrevaluación sin presionar excesivamente las re­servas. El costo de esta medida será una reducciónpaulatina, no inmediata, de la inflación.8. Será necesario negociar con el sistema financiero

internacional para mantener en operación adecuadaestas medidas.

Finalmente, las finanzas públicas recibirán un im­pacto considerable que no puede convertirse en undéficit inmanejable, con el riesgo de perder lo pocologrado en los ochenta: la relativa estabilidad finan­ciera. En consecuencia, se deberá:9. Restringir el déficit fiscal a un máximo de 2 por

ciento del PIB. Para esto, el esfuerzo recaudatorio debeser el factor fundamental. La recaudación tributaria enMéxico es deplorable, fruto de la cultura que el siste­ma corruptor propició durante décadas, y que es engran parte la causa de los males actuales.10. Además, es conveniente negociar con el Banco

de México para que mantenga una política moneta-

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ria dirigida a reducir la inflación en el mediano plazo,sin excesos restrictivos que pudiesen jugar en contradel resto de las acciones.

La combinación de estas medidas representa unpunto intermedio entre los excesos ideológicos deambas partes. No representa el Estado intervencionista,pero tampoco el mínimo. No busca reducir la infla­ción a cualquier costo, pero tampoco perder la estabi­lidad a cambio de mejorías relativas de muy cortoplazo. Es la muestra, pues, de que aprendemos de loserrores de otros, y aceptamos sus virtudes. Es una pro­puesta viable y deseable.

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Pero el problema no se restringe a construir una pro­puesta, sino a crear un grupo de élite capaz de admi­nistrar los cambios propuestos: una élite de transición.La necesidad de este grupo de primer nivel ha sido, almenos parcialmente, cubierta por la oposición en lacomposición de la Cámara de Diputados elegida enjulio de 1997. Sin alcanzar los niveles propuestos porOror, sí se logran avances sustanciales con respecto alos Congresos anteriores.

Porque la gobernación no se agota en la élite capa­citada, "la gobernación debe ser moral, condensada,dinámica, profunda, estudiosa y creativa, pluralista y ter­minante" (Oror, 1996: 153-159), La gobernación moralexige una actitud activa para llevar adelante estándaresmás elevados. La gobernación debe ser consensada, por­que para ser moral debe basarse en última instancia enel consenso popular; debe ser dinámica, en contraposi­ción a una concepción minimalista y pasiva. La gober­nación profunda se refiere a la capacidad intelectual decomprometerse en la reflexión política de altos vuelos;la creativa merece énfasis especial por su importanciacrítica. La gobernación debe ser plural para añadir nue­vas formas de gobernación a las ya existentes, más po­der al pueblo; y debe ser terminante, en cuanto a quedebe tener capacidad de decisión (Dror, 1996: 153-159),

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En pocas palabras, la gobernación debe tomar supapel director en el cambio social, pero debe hacer­lo por medio del consenso y la pluralidad, y funda­mentada en la capacidad de gobernar; Nada más,pero nada menos pide Dror a todo el mundo. Nadamás, pero nada menos, podemos pedir para México.

Conclusión

En la esfera económica, al menos, es perfectamentecierto que no hay ingobernabilidad en México, sinoincapacidad de gobernar. Las élites gobernates delos últimos treinta años han fallado gravemente. Si­guiendo a Dror, en ambos casos por problemas ensu capacitación. Unos, ignorantes de cuestiones ele­mentales de la teoría económica y de las razones fi­nancieras de la política internacional; otros, por suignorancia supina del país que gobernaban. En amboscasos, las fallas han resultado extremadamente costo­sas para la población.

Para sostenerse en el poder, mientras sus erroresse acumulaban, ambos grupos apostaron al incre­mento temporal del consumo a costa de la inver­sión. En los dos casos, el consumo ha caído a nivelesinferiores a los que antes se tenían, generando en lapoblación un sentimiento de frustración que se con­vierte en el peor pasivo para el cambio.

En consecuencia, la primera aportación de la de­mocracia será, precisamente, recuperar la confianzaen nosotros mismos, revalorarnos, justipreciarnos.Pero no será la democracia sola la que corrija lastendencias actuales; deberá ser un resultado de laacción conjunta de los mexicanos. Lasociedad es la únicaque puede romper el círculo vicioso incapacidad degobernar-ingobernabilidad, para convertirlo en el vir­tuoso periplo moralidad-preparación que hemos co­mentado. Esto, junto con un programa económicorenovado, respetuoso de las esferas de acción del Esta-

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, .

,

do y el mercado, dará origen al México que queremostodos: una nación renovada, reconstruida, florecienteotra vez, entre las dificultades de siempre pero conesperanza; algo que habíamos perdido en el camino.

La lucha por el poder entre los políticos y los tec­nócratas debe haber terminado ya. Que los muertoslloren a sus muertos. Que los vivos podamos iniciarla reconstrucción. Las próximas generaciones lo ne­cesitan.

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CONCLUSIÓNSamuel Schmidt

El cambio que requiere México debe basarse antes quenada en una redefinición de prioridades, porque hacerreformas para continuar un sistema que contiene gran­des injusticias siempre demostrará ser un esfuerzo fú­til. La capacidad de gobernar un país con constantestensiones, derivadas de la desigualdad y falta de liber­tad es limitada porque no puede encontrar alternati­vas creativas e innovadores que permitan sustentar elstatus qua. Por lo contrario, como reto de gobierno, sepuede encontrar más estímulo en los logros posiblessi el objetivo es mejorar la calidad de vida y la convi­vencia societaria.

Una redefinición sustancial y radical de las prio-ridades nacionales es difícil y seguramente produci­rá turbulencia porque reclama revisar con detalle y aprofundidad los paradigmas que norman la conviven­cia social, económica y política y por supuesto mejo­rar la gobernación. Habrá muchas trabas en el caminoy muchos intereses enquistados que egoístamente tra­ten de defender el viejo orden para mantener sus pri-vilegios.

Hay que ser conscientes de todas las condicionesadversas que el cambio conlleva, no para evitarlo sinopara prevenir las resistencias. La disyuntiva entre ha­cer los cambios o no, cuando se toma en cuet1'ta la

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turbulencia posible, también debe considerar que nohacer los cambios requeridos posiblemente impli­que una inestabilidad mayor.

Si se decide hacer el cambio, pero se opta por apla­zar la evolución hasta contar con mejores condicio­nes, puede resultar en que llegado el momento seencuentre una coyuntura de factibilidad que facilitela reforma y en consecuencia que el cambio sea sua­ve, o al revés que se vayan acumulando conflictos,resentimiento, tensiones y descontento, al grado quepongan en riesgo una reforma apacible y hasta lareforma misma. Hoy en día existen suficientes seña­les que indican que la segunda opción es más realque la primera. Ya ahora la inestabilidad pone enpeligro la convivencia nacional pacífica. México estáterminando el siglo xx envuelto en conflictos guerri­lleros, elevados índices de delincuencia, comunida­des que se hacen justicia por su propia mano y undeterioro generalizado de la aceptación societaria delas instituciones de gobierno.

El liderazgo societario juega un papel fundamentalpara conducir una reforma societaria radical y profunda.Las señales de la baja calidad de la gobernación mexica­na son innegables, así como lo es su incapacidad parareconstruir los consensos y pactos sociales perdidos, porlo que mejorarla se convierte en uno de los problemascentrales a tratar en el proceso de transformación. Apla­zar la corrección y mejoramiento de la gobernaciónpuede acarrear presiones desestabilizadoras compara­bles a las revoluciones de los siglos XIX y xx. El temor deque se cumpla fatídicamente el ciclo centenario y Méxi­co empiece el siglo XXI con una revolución no puede sertomado a la ligera.

Mejorar la calidad de la gobernación no implicallevar a cabo una exitosa reforma administrativa,porque si bien ésta es necesaria no es suficiente, yaque implica -como indica Schettino-- que el caminopolítico debe incorporar cambios en la esfera econó-

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mica nacional teniendo como dirección la "vida dig­na". Pero también -como señala Meyer- se requie­re renovar la legitimidad de las instituciones y elliderazgo político.

Para los partidos de oposición que ya han tedido; acceso al poder, el cambio implica mucho más que

una sucesión de siglas en las oficinas gubernamenta­les. La oposición tiene el reto, además de prepararsepara tomar el poder aprendiendo de las cienciasdecisionales, de diseñar cursos de acción innovadoresy no convencionales, e implantar decisiones que corri­jan sustancialmente las desigualdades, en un plazo muycorto pero sin arriesgar el futuro. El reto no es ni sen­cillo ni fácil y es posible que la oposición se vea limi­tada porque la gran mayoría de los líderes mexicanosse educaron y formaron bajo un sistema autoritario ytodavía comparten una cultura política autoritaria. Ade­más, la mayoría de ellos tiene una formación ortodoxa,mal manejo de la iconoclasia y una actitud suficiente­mente cerrada como para atreverse a tomar decisionesaudaces y arriesgadas.

Las decisiones políticas representan apuestas condiferentes grados de riesgo. Los líderes requierensaber manejar estos distintos riesgos, lo que se logracon un mejoramiento de la capacidad de gobernar,que sin embargo debe incluir carisma y consenso,condiciones que no siempre coinciden. Los líderesdeben tener una predisposición al aprendizaje denuevas materias y enfoques. Llegar al poder no es laculminación de la carrera de un político, es el inicio deun proceso que reclama ponerse al día en temas y enfo­ques tal vez ignorados anteriormente. En lo institucional, serequiere un buen uso de la producción académicacombinada con los frutos de un equipo técnico queasesore y prepare materiales de estudio y recomen­daciones que sustenten decisiones inteligentes, aunque enocasiones indiquen en sentido contrario a las conviccionesdel político. Deben trabajar en el mejoramiento de su

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intuición, pero los políticos no deben confiar solamen­te en ella.

La alternativa en el poder abre una nueva espe­ranza en México y la sociedad seguramente le daráal nuevo liderazgo el beneficio de la duda, pero esteliderazgo debe aprovechar la oportunidad y lanzar­se audazmente para modificar radicalmente las re­laciones intrasocietales y entre la sociedad y el Estado,para lograr lo que De la Peña llama un "metaacuerdo"que facilite la transición a un país que reformuló susprioridades nacionales.

La élite de gobernación debe asumir que se ha con­vertido en un agente inhibidor del cambio, y debeaceptar su responsabilidad para convertirse en cata­lizador de la reforma societaria integral preparándoseconsecuentemente. Dror incluye en este libro una seriede recomendaciones que ayudarán a gestar una nue­va élite gobernante más sensible, más creativa, másefectiva y más responsable. Los gobernantes debenestar abiertos a las ideas no convencionales y hasta alas contraconvencionales. Muchos problemas del pre­sente son inéditos y se carece de las herramientas paraatacarlos; los del futuro pueden tener una naturalezatal que simplemente desconcierte a los gobernantes.Para atacar los problemas presentes con efectividad yprever y evitar los futuros, se necesita una actitudnueva ante las posibles soluciones, vengan de quienvengan y aunque afecten a los intereses dominantes.

La élite de gobernación, ya sea el viejo gobierno olos nuevos gobernantes, debe cuidarse muy bien delas situaciones autocomplacientes y debe propiciar eldebate nacional. Nadie tiene -como decía el presi­dente venezolano Rafael Caldera- la verdad verdade­ra, sin embargo, la reformulación societaria sustentadaen la discusión amplia y profunda genera una verdadsocietal que tendrá un amplio consenso para otorgaruna legitimación a toda prueba para el gobierno. Alcontrario de lo que muchos piensan, cuando se pro-

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pone descentralizar y despojar a los poderes centralesde algunas de sus atribuciones, si el proceso se hace

; democráticamente, el resultado puede producir ungobierno más fuerte, aunque con una naturaleza dis­tinta. Ésta es una recompensa política demasiado ten­tadora como para dejarla pasar de largo.

Es necesario incluir en la discusión los fundamen­tos filosóficos de la nación. Schmidt y De la Peña lle­gan por caminos distintos a recomendar un nuevoacuerdo constitucional, aunque Schmidt va más allá ysugiere repensar el federalismo y una reconstrucciónsimbólica y valorativa, lo que se debe hacer con baseen el consenso y con una amplia participación social.

Establecer las condiciones que permitirán mejorarla gobernación mexicana no son fáciles y tampoco seconstruirán de la noche a la mañana. Este esfuerzorequerirá la concurrencia de la sociedad y exigirá em­pezar desde muy temprano los esfuerzos para mejo­rar la capacidad de gobernar. Esto hará factible laconcurrencia armónica de iniciativas societales.

Hay que empezar este esfuerzo de reforma -queDror y Schettino sugieren sea de radicalismo selecti­vo- a la brevedad posible, porque los pasos que nose den hoy, mañana serán mucho más difíciles de ini­ciar. Las soluciones aplazadas de hoy se pueden con­vertir en los obstáculos y amenazas descomunales delmañana, porque por un lado el mundo está inmersoen una dinámica de cambio que no espera a los quese rezagan, y en parte porque los problemas aplaza­dos hoy se pueden convertir en conflictos mayúscu­los que pueden tener el potencial de distraer lasenergías de la nación.

En lo global, el país que se rezague se quedará atrásaplastado. Si el siglo xx vio desaparecer a prácticamen­te todas las colonias, el siglo XXI puede recrearlas conestilos de explotación que no hemos imaginado. Re­cordemos que el futuro no siempre nos lleva por laruta más generosa, pero también consideremos que el

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futuro no es inexorable y se puede modelar. Las ten­dencias que se muestran en el presente se puedenmodificar, pero esto reclama readecuación de priori­dades, reconstrucción de consensos, y más que nada,mejorar la capacidad de gobernar para conducir me­jor a la sociedad.

La globalización se ha convertido en una excusapara cubrir y hasta para intentar legitimar abusos.Bajo este marco, aquellos que se pueden aprovecharlo harán sin contemplaciones ni miramientos, some­tiendo inmisericordemente a los débiles y no serácon lamentos como los países mejorarán su posiciónen la competencia mundial. Un reposicionamiento másfavorable solamente se conseguirá con un mejoramien­to radical en la calidad de la gobernación y con laredefinición de las condiciones de vida y existenciasocietaria. Un país vigoroso, social y políticamente,tendrá las energías para emprender los cambios quela aventura del futuro reclama.

. Prácticamente, para todos los autores de este li­bro se requiere un nuevo pacto social, aunque no deesos signados semestralmente en un pedazo de pa­pel, sino de aquellos que contienen e involucran com­promisos sociales y políticos profundos que mejorenla calidad de vida de los mexicanos. Lo que es indu­dable también es la coincidencia en torno a la for­mulación de un proyecto nacional que responda alas "circunstancias del país y a las aspiraciones delpueblo", como dice De la Peña. No perdamos de vistaque este tipo de esfuerzo debe lograrse por medio deun proceso democrático que enfatice el consenso.

La transición mexicana está llena de nubarrones ymalos presagios, porque en gran medida se ha con­ducido por medio de cambios convencionales que enlugar de eliminar asimetrías e injusticias, con frecuen­cia las ha exacerbado. Sin embargo, no pequemos nide catastrofistas y mucho menos de ultra optimistas.Las cosas se pueden corregir, pero se requiere un nue-

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vo pensamiento y una nueva élite de gobernación paralograrlo.

Así como el mercado no es autoregulatorio, la po­lítica tampoco tiene un mecanismo de corrección au­tomática, que entra en funciones en el momento quelas tensiones se elevan hasta un nivel peligroso.Retomemos entonces la sugerencia de Dror en el sen­tido de que México puede optar por evolucionar len­tamente, lo que le tomaría unas dos generaciones ydebatirse en una muy larga inestabilidad y convul­siones que seguramente lo amarrarán a una condi­ción subordinada en el mundo, o abordar con audaciaun cambio radical acelerado que tal vez acarreará tur­bulencias que se pueden neutralizar con democraciay el consenso de la sociedad. Hay que diferenciar cla­ramente entre una reforma impuesta verticalmente des­de el Estado y otra apoyada por la sociedad movilizadaalrededor de un proyecto nacional. De la solución deesta disyuntiva depende en gran medida el éxito de unareforma radical y una ingeniería societal profunda yexitosa.

Las sociedades armónicas, justas e igualitarias ten­drán un pedazo de la bonanza, las otras se podránatorar en disputas desgastantes. Este reto está hoy talvez más presente que nunca y puede ser utilizado afavor. El liderazgo mexicano actual parece no estarsuficientemente preparado para aceptar el reto, perotampoco puede evadir la necesidad y responsabilidadde tomarlo y utilizarlo a favor de un nuevo proyectonacional. Para la mejor manera de resolver esta disyun­tiva se ha escrito este libro, ojalá que los líderes lopuedan utilizar.

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ACERCA DE LOSAUTORES

Yehezke1 Dror. Profesor Emérito de Ciencia Políticay Cátedra especial Wolfson en Administración Públi­ca. Miembro del Club de Roma. Experto de reconoci­do prestigio y asesor internacional en temas globales,el arte de gobernar, planeación de cursos de acciónpolítica y el mejoramiento de la capacidad de gober­nar. Ha estado en México cinco veces. Autor de Lacapacidad de gobernar. Informe al Club de Roma(Fondo de Cultura Económica, 1996).

Sergio de la Peña. Investigador del Instituto de In­vestigaciones Sociales y profesor de la Facultad de Eco­nomía de la UNAM. Autor de La formación delcapitalismo en México (Siglo XXI, 1995).

Macarlo Schettino. Director de Análisis y Perspecti­va, S.e. y asesor económico del Partido de la Revolu­ción Democrática.Autor de Para reconstruir a México (Océano 1996).

Lorenzo Meyer. Profesor e investigador del Centrode Estudios Internacionales del Colegio de México.Autor de Liberalismo Autoritario. Las contradiccio­nes del sistema político mexicano (Océano, 1995).

Samue1 Schmidt. Profesor de Ciencia Política en laUniversidad de Texas en El Paso. Autor de Amenazay oportunidad. Los retos de la democracia mexicana(Aguilar, 1997).

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La capacidad de gobernar terminó de imprimirse enseptiembre de 1997, en Litográfica Ingramex, S.A. de c.v.Centeno 162, Col. Granjas Esmeralda, C. P. 09810,México, D.F. Cuidado de la edición: Rafael Serrano,Marisol Schulz y Freja 1.Cervantes.

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