néstor braunstein, el sujeto en el psicoanálisis

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El sujeto en el psicoanlisis, el materialismo histrico y la lingstica

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El sujeto en el psicoanlisis, el materialismo histrico y la lingstica

Nstor Braunstein y Frida Saal

wwwwwTodo est ligado al orden simblico, desde que hay

hombres en el mundo y que ellos hablan. Y eso que

se trasmite y tiende a constituirse es un inmenso

mensaje donde todo lo real es poco a poco

retransportado, recreado, rehecho. La simbolizacin

de lo real tiende a ser equivalente al universo

y los sujetos no son all ms que relevos y soportes.

JAQUES LACAN, Le moi dans la thorie de Freud

et dans le technique de la psychanalyse.

A. PREFACIO EPISTEMOLOGICO

a) La cuestin de la unificacin-articulacin de las ciencias.

Desde el ttulo mismo, Biosociologa y articulacin de las ciencias, este simposio parece indicar la posibilidad de articular discursos de ciencias diferentes y de engendrar nuevas disciplinas trabajando en las fronteras de las ya existentes. En este caso se tratara de ligar el discurso de una ciencia natural con el de una ciencia social. Se creara as un territorio de pasaje de una a otra y se establecera de tal modo una continuidad en el campo del conocimiento que correspondera y se adecuara a una supuesta continuidad en el campo de lo real. El logro definitivo de este proyecto dependera de superar un problema que no sera intrnseco al desarrollo mismo de las ciencias sino que dependera de la necesidad en que stas se ven de recurrir al lenguaje para exponer y transmitir sus descubrimientos. Pero al recurrir al lenguaje tropezara con las limitaciones de ste, particularmente la ambigedad en las proposiciones, la polisemia de los significantes y los arrastres connotativos. De donde la aspiracin a crear un lenguaje bien hecho, puramente denotativo y dotado de univocidad en todos sus elementos. Surge as la bsqueda de un metalenguaje unificador, de un esperanto de las ciencias, y se recurre a las matemticas con la esperanza de que lo ofrezcan. La idea es: a una realidad unificada, un lenguaje unificado que d cuenta de ella.

Nos preguntamos, reminiscencias de la piedra filosofal? Colocados en una epistemologa discontinuista, en tanto que postula la existencia de una ruptura entre lo real y su conocimiento, y materialista, por postular que el conocimiento es el resultado de un proceso histricamente condicionado de prctica social que no tiene sujeto ni fin, consideramos que esos presupuestos son discutibles. Pensamos con Bachelard que la fantasa de la unificacin constituye un verdadero obstculo epistemolgico y estimamos que, muy por el contrario, la historia de las ciencias muestra una tendencia constante hacia el establecimiento de discontinuidades, hacia la diferenciacin de los mtodos y de las jurisdicciones de las ciencias. Coincidimos en que esta demanda de unificacin corresponda ms a un imperativo ideolgico y tecnolgico que a un problema interno del conocimiento y esto es particularmente sensible en el campo de las ciencias sociales.

La ambicin del discurso unificador es tan vieja como las ciencias mismas, pero los progresos se han hecho siempre trabajando en torno a objetos de conocimientos especficos y eludiendo las soluciones verbalistas y especulativas. Lo que no quiere decir, por supuesto, que los cientficos trabajen en sus disciplinas sometidos a un tabicamiento y que no lleguen a ellos ecos del concierto del saber. El uso constitutivo de las matemticas a la fsica o de la lingstica a la antropologa o las relaciones de aplicacin tcnica como sera el caso de los rayos x en el terreno de la biologa, o la importacin conceptual para la produccin de nuevos objetos de conocimiento como es el caso de la termodinmica con relacin al psicoanlisis, ejemplifican esta situacin de no aislamiento a la vez que de progresiva distincin en el nivel de los conocimientos producidos.

Esta ilusin (creencia animada por un deseo: Freud) unificadora del saber se ve soportada por la existencia del objeto real emprico (sntesis de mltiples determinaciones: Marx). Como sobre cada objeto real emprico puede recaer el discurso de diferentes disciplinas que se han ido diferenciando en el curso de la historia, se genera la ilusin, por un lado, de una particin del objeto en tantos fragmentos como ciencias puedan discurrir sobre l, y por el otro, se pasa a suponer que los objetos formales y abstractos u objetos de conocimiento se han anudado o se han articulado en el objeto real. La mesa puede ser objeto explicado desde la fsica y desde la economa poltica, digamos, para tomar un ejemplo banal; ello no significa que haya o que se pueda marcar ni en la mesa ni en ningn espacio terico un lmite o una articulacin entre la fsica y la economa poltica. La muerte de un hombre es un fenmeno concreto que implica una transformacin biolgica, fsico-qumica, lingstica, econmica, psicoanaltica, etc., de esa porcin de materia. El cambio en uno de los sectores de la realidad, objeto de estudio de una disciplina especfica, repercute sobre la posibilidad misma de discurrir sobre ese objeto concreto desde otras ciencias. Significa ello que en ese hombre se unen o se articulan los dispositivos tericos de esas ciencias? O puede entenderse que la articulacin se produce en el nivel de los efectos sobre el objeto emprico, pero que cada disciplina interesada, con su propio cuerpo conceptual, metodologa y campo experimental, en tanto que entidad terica que permite la apropiacin de lo real ha quedado inclume y que los objetos de conocimiento no se modifican por las transformaciones que sufren los objetos reales? Va de suyo que si el objeto real es sntesis de mltiples determinaciones nada de lo que suceda en ese objeto real a modo de transformacin podr ser explicado por una sola ciencia y que de ese efecto de transformacin all operado debern dar cuenta de un modo diferenciado distintas disciplinas. Pero, sostenemos, ello no justifica hablar de la articulacin terica de tales disciplinas ni crear nuevos campos tericos por esa yuxtaposicin de efectos. Por supuesto que esta tesis negativa no es defendible desde una perspectiva positiva.

Somos legin los que hemos contribuido de modo apresurado a dar por resuelta esta cuestin de la articulacin al recurrir a la metfora geogrfica. As, hemos difundido la imagen de un mapa de las ciencias con sus continentes, sus comarcas, sus regiones y hasta sus islas e islotes. Sin tener en cuenta que estbamos suponiendo un universo esfrico y cerrado del saber donde slo caba distinguir entre lo conocido y lo inexplorado, entre los lmites legtimos y los litigados, pero sin poner nunca en duda la continuidad unificada de este territorio de la ciencia. La nica diferencia posible era entre la postulacin de continentes separados entre s, particularmente entre las ciencias naturales y las ciencias sociales, y la defensa de una posicin de continuidad absoluta a travs de reducciones sucesivas como lo ilustra lo que dice Jean Piaget. Partiendo de una expresin de Lvi-Strauss segn la cual la etnologa es ante todo una psicologa, Piaget afirma: pues la psicologa es ante todo una biologa. Y quiz se podra continuar, pero como las ciencias forman un crculo y no una serie lineal, descender de la biologa a la fsica es remontarse luego de stas a las matemticas y finalmente regresar... digamos al hombre, para no decidir entre su organismo y su espritu.

Pero el proceso mismo de la acumulacin del saber lleva a la desmultiplicacin de los objetos y los mtodos. Para poner un ejemplo: cuando Freud estudi los sueos en 1900 y la sexualidad en 1905, albergaba la esperanza de que los enigmas ltimos que le planteaban esos objetos empricos fuesen inaccesibles para l porque seran resueltos despus, no por la aplicacin del mtodo psicoanaltico, sino por la biologa. Supona que el saber biolgico sobre los sueos y la sexualidad acabara con sus incertidumbres y que, finalmente, se descubriran las sustancias qumicas implicadas en el dormir, en el soar y en la sexualidad. Sus expectativas fueron llenadas y podemos decir que estn hoy resueltas todas las mayores incgnitas sobre esos procesos en el campo de la biologa. Pero, oh sorpresa!, todo ese saber no agreg nada ni tuvo ningn efecto constitutivo sobre el saber psicoanaltico y, a la inversa, el discurso psicoanaltico sobre los sueos y la sexualidad no influa sobre el saber biolgico. Gradualmente se fue llegando a la conclusin de que Amrica no eran las Indias y de que cuando un psicoanalista hablaba sobre el sueo no estaba hablando de lo mismo que hablaba un electrofisilogo. Y que el conocimiento de las ltimas minucias sobre las gonadotrofinas no tena ninguna influencia sobre el conocimiento de la determinacin del deseo humano. Sucedi simplemente que el objeto real haba sido confundido con el objeto terico, es decir, que la fascinacin por el objeto haba actuado como obstculo epistemolgico.

Entretanto, en la misma temporalidad cronolgica en que se profundizaban los conocimientos psicoanalticos y biolgicos, pero con su propia temporalidad epistemolgica, sin ser influida por unos ni por otros, apareca la lingstica con su propia problemtica.

El saber lingstico tuvo, por su parte, un efecto transformador sobre las relaciones tericas entre el psicoanlisis y la biologa. El psicoanlisis freudiano se haba configurado a partir de la importacin de conceptos procedentes de la fsica (principios de inercia y de constancia) y de la biologa (teora de la neurona) de su tiempo finisecular. En la teora ya constituida, estos productos importados que permitieron la ruptura epistemolgica haban ya desaparecido, aunque no sin dejar sus rastros en la concepcin de la pulsin y en el punto de vista econmico de la metapsicologa. Eran en parte esos rastros los que avalaban la esperanza freudiana de una respuesta final procedente de la biologa. Pero la teora lingstica del significante, a travs de la obra de Lacan, tuvo el efecto de desplazar la problemtica psicoanaltica. El inconsciente pas a ser concebido como teniendo la estructura de un lenguaje, es ms, es aquella parte del discurso concreto en cuanto transindividual que falta a la disposicin del sujeto para establecer la continuidad de su discurso consciente.

Volveremos sobre la cuestin ms adelante. Por ahora, lo que nos interesa sealar es esta nueva importacin de conceptos que, actuando sobre una disciplina ya constituida, produce en ella un desplazamiento de la problemtica y hasta la apertura de una nueva problemtica. Todos los conceptos freudianos deben ser entonces repensados y el psicoanlisis debe buscar ahora su fundamentacin en el plano de las ciencias sociales (conjeturales prefiere designarlas Lacan) y abandonar el terreno hasta entonces especulativo de la fundamentacin biolgica. Se trata en este caso de una articulacin del psicoanlisis con la lingstica? De ninguna manera. Los conceptos y los mtodos de la lingstica, por una parte, y los del psicoanlisis, por la otra, retuvieron su especificidad. No se puede establecer la correlacin o la correspondencia entre unos y otros ms all de sealar -y esto fue determinante para poder plantear que el inconsciente estaba estructurado como un lenguaje- que los mecanismos fundamentales del proceso primario descrito por Freud, la condensacin y el desplazamiento, eran equivalentes a la metfora y la metonimia como procedimientos retricos. La fecundidad de esta importacin de la teora del significante al terreno del psicoanlisis poda comprobarse, por lo dems, en la prctica cotidiana del psicoanalista y en la reconsideracin, bajo esta nueva luz, de los protocolos dejados por Freud de su propia experiencia. All surga, con meridiana claridad, que toda la actividad del psicoanlisis transcurra en el campo del lenguaje.

Esa importacin trascendental para la teora psicoanaltica produca, de rebote, sus efectos en el campo lingstico al poner de manifiesto la dimensin del deseo inconsciente y de las leyes del proceso primario en toda la palabra que antes era atribuida al sujeto hablante.

Pero no slo antes era atribuida al sujeto hablante. Los lingistas, salvo contadas excepciones, no han tomado nota de lo que para ellos mismos importan esos efectos que su disciplina produjo en el psicoanlisis. Y esto se comprende, pues esta dimensin del deseo inconsciente subtendiendo a todo enunciado los obligara, a su vez, a replantearse toda la problemtica de la lingstica. Pero ello tampoco podra resolverse bajo la forma de una articulacin sino que se tratar en tal caso de la aplicacin de los objetos tericos del psicoanlisis a otra ciencia. Esta a su vez se ve forzada a refinar sus propios conceptos en busca de una mayor y ms neta diferenciacin terica, a aguzar sus herramientas metodolgicas y a definir con mayor precisin su campo experimental.

Nos negamos, pues, a presuponer la articulacin de las ciencias y dejamos abierta la cuestin de su posibilidad, una cuestin que no podr zanjarse en el terreno de la especulacin sino en el de la prctica concreta de las ciencias y para el que, hoy por hoy, y en el terreno de las ciencias sociales, no podemos aportar un ejemplo especfico que no plantee serias dudas sobre la legitimidad de la empresa. Lo que s planteamos desde la posicin epistemolgica antipositivista que hemos definido, es que tal articulacin terica, de ser posible, no provendr del reconocimiento de interacciones sobre los objetos empricos reales.

Si no tememos caer en lo imaginario de las topografas podemos animarnos a pensar que las relaciones entre los objetos tericos de ciencias diferentes se daran, no como lmites ms o menos imprecisos y disputados entre comarcas diferentes, sino como las posiciones respectivas, en un momento dado, de planetas que no guardan relaciones de vecindad pero que constituyen entre todos una estructura donde la ubicacin de cada uno no deja de tener efectos sobre las posiciones de los dems. La articulacin pasara a ser el proceso de reconstruccin terica de esa estructura de objetos tericos, definidos nicamente por su relacin con los dems objetos tericos de la misma ciencia (soberana de la epistemologa regional de cada disciplina sobre su propio planeta), y de los modos en que estos objetos tericos, como conjunto, afectan a la rbita de todos los dems integrantes del sistema a la vez que sufren la influencia de ellos.

Se generara as una extraa lgica de dar respuesta a la inquietud epistemolgica de algunos que se aterrorizan frente a la produccin lacaniana: En qu lgica articular en efecto que Freud sea ledo segn Saussure, l mismo ledo segn Freud? Se ve de qu se trata: de hacer jugar los conceptos de una ciencia y sus descubrimientos en un terreno ajeno y ver qu producen en l, entendiendo que, a su vez, esos conceptos que se trasladan han sufrido previamente correcciones procedentes de los conceptos del campo al que luego se aplican. Y la complicacin lgica es mayor an si este trabajo, que no es interdisciplinario sino transdisciplinario, se hace entre ms de dos nombres y a los de Freud y de Saussure se agrega el de Marx.b) El sujeto y el discurso.Para nuestra aportacin a este simposio hemos elegido como eje para una eventual desarticulacin a uno de esos objetos reales empricos sntesis de mltiples determinaciones. A una de esas evidencias intuitivas que, por ser tan obvias, llegan a constituirse en obstculo epistemolgico. A la intuicin que tiene el que enfrenta todas las apariencias, el que se piensa productor de todos los conocimientos: que el que piensa y dice lo que piensa, es. Este sujeto es el de la civilizacin cientfica contempornea, un sujeto que, aunque no tenga otra, tiene esa certidumbre que depende tan slo de la existencia de un Dios no tramposo. Es el sujeto dueo de un dominio interior, dueo de una conciencia, que le permite relacionarse con el mundo. Qu satnico impulso podra inducirnos a desarticularlo? Por nuestra parte, podemos afirmarlo, ninguno. Pero no podemos dejar de reconocer que ya ha sido desarticulado y que slo la conciencia ingenua se aferra a l, es decir a s misma. No repetiremos ac la ruina que queda de la concepcin del sujeto psicolgico. Pero s veremos qu sucede con nuestro objeto/sujeto cuando se aplican los conceptos de tres disciplinas arbitrariamente elegidas: el materialismo histrico, la lingstica y el psicoanlisis, que pretenden abordar al sujeto con ttulos que legitiman su empresa. Creemos que no son las nicas capaces de hacerlo. La antropologa nos muestra en Claude Lvi-Strauss que el subconsciente es el lxico individual en el cada uno de nosotros acumula el vocabulario de su historia personal, pero este vocabulario adquiere significacin -para nosotros mismos y para los dems- si el inconsciente lo organiza segn sus leyes y constituye as un discurso y, por su parte, el inconsciente deja de ser el refugio inefable de particularidades individuales, el depositario de una historia singular que hace de cada uno de nosotros un ser irremplazable. El inconsciente se reduce a un trmino por el cual designamos una funcin: la funcin simblica, especficamente humana, sin duda, pero que en todos los hombres se ejerce segn las mismas leyes; que se reduce de hecho al conjunto de esas leyes.

Y la biologa, de ser convocada, podra decirnos que ella del sujeto no habla: que habla, s, de individuo -que no es lo mismo-, y esto para encontrar en l la encarnacin transitoria de un tipo particular, de una especie, que constituye, ella s, uno de los objetos de su discurso.

O sea que en esta empresa eventualmente desarticuladora del sujeto emprico la antropologa y la biologa podran ayudarnos, pero hemos preferido, para recortar el campo, dejarlas de lado y atenernos a exponer muy sumariamente, la visualizacin del sujeto desde el materialismo histrico, la lingstica y el psicoanlisis, cuya cientificidad damos por establecida cuando no se nos escapa el debate que existe en torno al tema.

Adelantaremos ya la conclusin que luego habremos de fundar: las tres disciplinas escogidas coinciden en considerar al sujeto como un efecto de estructuras anteriores a -y fundamentales de- su existencia.

Desde los conceptos de ideologa, lengua e inconsciente resulta imposible pensar, sin caer en flagrante contradiccin, la presencia de un sujeto que les sera exterior y que llegase a ser el sujeto de la ideologa, de la lengua o del inconsciente por algn tipo de asimilacin o interiorizacin de esas estructuras. Tenemos ac un punto de coincidencia de las tres disciplinas: el sujeto al que cada una se refiere no es el sujeto concreto como sujeto autnomo e independiente de ellas sino la criatura engendrada por la accin de la estructura especfica sobre un cierto sustrato o soporte que no tiene, por su parte, existencia emprica en ningn momento. Que quede claro: el sujeto-soporte de las estructuras (ideologa, lengua e inconsciente) no es el organismo biolgico en algn momento de su maduracin. El sujeto-soporte es el que habr de, y el que no podr dejar de, insertarse en la estructura que existe antes que l y que ya le ha asignado un lugar en su seno. El sujeto-soporte es un presupuesto abstracto, condicin de existencia de la estructura. Estructura que, sobra decirlo, no podra existir sino en, y a travs de, estos sujetos-soportes que corporizan sus posibilidades de funcionamiento.

Si podemos expresarnos as: la estructura, cualquiera de las tres, presupone a los sujetos que sern sus soportes y, a la vez, no existe concretamente fuera de ellos, que son, siempre, todos ellos. No se trata entonces de una relacin de exterioridad-interioridad. La estructura, con una existencia anterior (puesto que eterna), recluta todos los sujetos que pasan a formar parte de ella segn un modelo que no es el de la interaccin, por dialctica que se quiera, sino segn el modelo ilustrado por la banda de Moebius con sus enervantes continuidades.

Coincidencia inicial en cuanto al modo de ubicar el sujeto. Coincidencia tambin en cuanto a lo emprico del reconocimiento inicial de que el sujeto est sometido a determinaciones que provienen de las otras estructuras. El sujeto de la ideologa es tambin un organismo biolgico, un sujeto hablante, un sujeto deseante, un agente de prcticas econmicas, un soporte de cierto tipo de relaciones culturales, etc. Y as para cada una de las ciencias que quiera discurrir sobre el sujeto. Ninguna puede usurpar el derecho de monologar sobre el tema pretendiendo decirlo todo, ninguna puede arrogarse una prioridad jerrquica sobre los dems y decir que las otras le estn subordinadas y todas pueden soar el sueo de la articulacin delos objetos tericos a partir del hecho concreto del anudamiento de los efectos en el objeto real. Es posible que ningn epistemlogo est autorizado a ponerles un veto y decirles no lo lograris, pero s podra decirles: el proyecto vuestro de constituir un discurso unitario sobre el hombre es un proyecto ideolgico, contrario a lo que hasta ahora ha venido sucediendo en la historia de las ciencias.Ms que a soar con unificar articuladamente vuestros saberes sera de desear que os dediquis a diferenciar cada vez mejor vuestros conceptos y a hacer lugar para nuevas e imprevisibles estructuras cientficas de las que ese hombre que queris integrar ser el referente.Y ahora debemos marcar una tercera, ltima y fundamental coincidencia entre las tres disciplinas. Esta es de carcter metodolgico: en los tres casos el sujeto slo es abordable a partir del lenguaje o, ms concretamente, del discurso. El sujeto no tiene, como objeto emprico, otra materialidad que la del lenguaje, la de las proposiciones que l emite, las que podra llegar a emitir. Su ser es inabordable fuera de ese orden del discurso. Fuera del discurso que lo propone y lo impone como sujeto de la enunciacin nada podra saberse sobre l. El referente sujeto se particulariza por ser el nico referente que habla, y slo por su prctica discursiva podemos llegar a distinguirlo del resto de los objetos. En consecuencia, y a todo lo largo de nuestra exposicin, debe entenderse el trmino sujeto como sujeto/discurso. Ms all de esto habr que demostrar que esta restriccin reconoce una profunda razn terica: el sujeto es sujeto/discurso porque es, en todo, un efecto de prcticas discursivas.

Este postulado metodolgico es el nico capaz de definir la materialidad del tema que abordamos. Materialidad del lenguaje. No est dems recordar que el lenguaje no es el objeto de ninguna ciencia y no son pocos los que consideran imposible su definicin. Para citar a algunos que as lo estiman: de Saussure en su Cours, Ducrot y Todorov en su Diccionario llamado precisamente de las ciencias del lenguaje y Lacan en sus Ecrits. Y para proponer, pese a ello, una definicin que, al pasar, muestre por qu el lenguaje no puede ser objeto de una ciencia, recurriremos a Lvi-Strauss: un conjunto de operaciones destinadas a asegurar entre los individuos y los grupos cierto tipo de comunicacin. El lenguaje es, pues, una funcin para la comunicacin interhumana. Y ese discurso es la forma superior que integra y organiza, desde su mayor complejidad, a las formas inferiores como los cdigos o la articulacin de imgenes.

El discurso supone la existencia de la lengua como conjunto de estructuras fonolgicas, morfolgicas y sintcticas, que es el objeto de estudio de la lingstica. De donde podramos apresurarnos a concluir que la lingstica sera capaz de darnos razn de los discursos y, por este atajo, del sujeto. Pero no es as. El discurso es la puesta en funcin de las estructuras de la lengua pero, adems, el discurso est abierto al sentido. Sentido que no podra existir sino para un sujeto. Sentido y sujeto que constituyen, como habremos de ver, los puntos de tropiezo de la lingstica, los sitios donde su arsenal terico y metodolgico no pueden penetrar.

La tesis del sujeto/discurso es difcilmente discutible en la perspectiva del materialismo histrico donde el sujeto es primeramente sujeto de la ideologa (antes que se lo pueda definir como sujeto jurdico-poltico o econmico) y, a su vez, la ideologa no tiene otra materialidad que la de las prcticas discursivas, siendo su efecto elemental, el de interpelar a los individuos como sujetos. Es a travs de la instancia ideolgica como el sujeto engrana en la estructura social de cada modo de produccin. El sujeto ideolgico es efecto y agente de prcticas discursivas que regulan su representacin imaginaria de la relacin con sus condiciones reales de existencia.

La unin sujeto-discurso no es tan sencilla como parece en el terreno de la lingstica, precisamente porque, y esto es lo difcil de admitir, la ciencia de la lengua da por supuesto al sujeto a la vez que es poco lo que puede decirnos sobre l en tanto que sujeto de la enunciacin. Y esto necesariamente tiene que ser as en una postulacin materialista. El lingista no puede ocuparse ms que de lo efectivamente dicho y escrito y no tiene medios para acercarse a la cuestin de quin es el que as se expres y qu es lo que significan sus proposiciones. Como dice Mannoni: vemos nacer la lingstica a partir de la barra que de Saussure ha instaurado entre significante y significado, y parecera que corre peligro de morir a causa de su reunin. El lingista est forzado a atenerse a la materialidad de la cadena significante. Acerca de las condiciones de la enunciacin slo puede registrar los indicios que han pasado al enunciado (los pronombres personales, los adverbios de lugar y tiempo y poco ms que eso).

El sujeto-discurso de la lingstica es el que porta/soporta las estructuras lingsticas y el que realiza las operaciones que el sistema de la lengua permite y enmarca. La lingstica estuvo siempre embarazada ante la cuestin de quin es el sujeto hablante, y las soluciones clsicas han sido las de remitir el problema al campo de la psicologa, sea de la conciencia sea de la conducta, y la de suponer un sujeto abstracto, un lugar de permutaciones. Tanto la eyeccin psicologista como la formalista coinciden en desconocer al sujeto como incluido en la historia (en la lucha de clases) y en el registro del deseo y de la demanda. En sntesis, la lingstica se mantiene en la cientificidad en la medida que rechaza fuera de s a estos impertinentes: el sujeto y el sentido.

Tampoco es fcil la sntesis sujeto/discurso cuando se la piensa desde el campo psicoanaltico. Esto porque la tarea de los divulgadores del psicoanlisis, apoyndose en ciertos textos equvocos de Freud, ha diseminado la idea de que el sujeto del anlisis es un ser biolgico, instintivo, que ira madurando progresivamente hasta alcanzar la plenitud genital. Lo que despus retomaremos es precisamente la argumentacin contraria. Toda la experiencia de Freud y la de sus continuadores se caracterizan por escenificarse y resolverse en el plano de la palabra. El psicoanlisis no es una ciencia natural. El sujeto del que habla tiene un cuerpo, s, pero un cuerpo hecho por el discurso y por el deseo del otro que ha ido inscribiendo sus huellas en l. El cuerpo del que habla el psicoanlisis no es el organismo sino el cuerpo como organizacin libidinal, como sistema de representaciones centrado imaginariamente en el yo del enunciado, el efecto imaginario inducido por el orden simblico a partir de la represin originaria.

Podramos ahora resumir: abordamos tres disciplinas cuyos discursos desembocan -no parten de l- en ese objeto concreto que es el sujeto. Y las tres coinciden en demostrar que el sujeto es el efecto de estructuras anteriores a l y que le incluyen asignndole un lugar en su funcionamiento. Lengua, ideologa e inconsciente son tres de los n polos a partir de los cuales se va logrando la apropiacin terica del objeto real.

Siendo as las cosas, cabe preguntarse por la validez de la empresa misma de constituir una teora del sujeto. Cabe tambin una sospecha: no habr detrs de los intentos de unificacin disciplinaria alrededor del sujeto una esperanza de reagrupar los efectivos que han quedado dispersos tras la desbandada que sigui al fracaso de todas las teoras del hombre? No estaremos frente al riesgo de ser recapturados por la ideologa humanista, siempre tan tenaz y obcecada?

B. EL SUJETO EN EL PSICOANALISIS

El que tomemos como punto de partida de este apartado una elaboracin que pertenece a un campo exterior al psicoanlisis es algo que puede parecer paradjico. Lo hacemos, segn se ver en la conclusin, por necesidad; por una necesidad que nos impone un malentendido fundamental en cuanto al objeto del psicoanlisis: el de que el psicoanlisis, siendo como es una experiencia individual, tiene al individuo o a algo que pertenece al individuo como punto de destino de su accin. Y sostendremos, vayamos adelantndolo, que el psicoanlisis se refiere a algo, el inconsciente por decirlo rpido, de lo que el individuo es el efecto. Y que as, cuestionando la nocin de individuo, es como el psicoanlisis se labra su terreno.

Y vayamos al grano. Zarparemos de una de las tesis centrales de la teora de las ideologas de Louis Althusser, la que afirma que la ideologa interpela a los individuos como sujetos y focalizaremos nuestra primera y nuestra ltima interrogacin sobre lo que aparentemente presenta menos dificultades: los individuos.

Al igual que las nociones de sujeto, persona, etctera, la de individuo est sobrecargada por la evidencia que nos hace sentirnos siempre unos, idnticos a nosotros mismos, indivisibles. Porque pareciera ser que el individuo est, tanto en la ideologa vigente como en la tesis de Althusser, dado de entrada, y que remite a alguna entidad natural correspondiente, tal vez, al campo terico de la biologa y que, desde all, llegaran a operarse en l especializaciones o divisiones que lo configuraran como otra cosa (en sujets, por ejemplo). Pero si a alguien (sujeto, individuo, etc.) se le amputan las manos, sigue siendo quien es?; y si se le amputan las piernas?; y si es el sexo lo amputado? La pesadilla descuartizadora pone de manifiesto que el cuerpo biolgico no es indivisible. Pero la posibilidad de la fragmentacin lleva lgicamente a preguntar: hasta qu punto seguir siendo ese individuo? Podra decirse en principio que mientras tenga vida, y definir la vida segn un atributo biolgico. A lo que se opondr que no hay contrasentido en hablar de un individuo muerto. Y reconocer que es necesario dar un salto, abandonar la biologa y decir, para andar rpido, que ser un individuo mientras haya quien lo nombre y a travs del nombre le asigne un lugar en la diferencia de los sexos y en la sucesin de las generaciones (identificacin libidinal sancionada por la cultura) y en la distribucin de los lugares de sujeto ideolgico y poltico (identificacin civil). Pudiendo hablarse, claro est, de un individuo no identificado en el sentido de que su identidad sea de momento desconocida, pero siempre se presupone esa identidad.

Un personaje de Bertolt Brecht proclama:

Mi madre hizo una cruz en el calendario

el da en que nac, y yo era el que gritaba:

ese pequeo montn de cabellos, de uas y de carne

soy yo, soy yo.

Y un poco ms adelante:

Solo no eres nadie. Es preciso que otro te nombre.

Con lo que se plantea la diferencia entre organismo e individuo. En tanto que el organismo se constituye como una estructura anatmica, efecto de la accin de las leyes de la herencia biolgica, el individuo llega a serlo en una matriz discursiva que le preexiste, y en tal sentido es, desde siempre, sujeto, porque segn lo dice el propio Althusser, desde antes de nacer, en el seno de la estructura familiar el antiguo-futuro sujeto debe encontrar su sitio, es decir, convertirse en el sujeto sexuado (nio o nia) que ya era anticipadamente.

Es aqu donde la estructura familiar entra en juego con su carcter polifactico: aparato ideolgico del estado, cristalizacin de la estructura simblica de las leyes del parentesco, escenario en el cual el sujeto asumir su relacin consigo mismo y con su deseo, fragua de los rieles de su demanda. Organizacin natural, nunca.

En rigor, el psicoanlisis deja fuera de su campo la pregunta acerca de cmo se desarrolla el sujeto, terreno de las llamadas psicologas evolutivas que van desde el empirismo descriptivo de Gesell al culturalismo normativizante de Erikson pasando por la epistemologa gentica de Piaget, de inspiracin biologista. Interesa en cambio al psicoanlisis la constitucin del sujeto del deseo y sus relaciones/diferenciaciones con el sujeto de la ideologa, el de la antropologa, el de la lingstica, etctera.

Este planteo no siempre es claro, y es cierto que pueden citarse muchos textos de Freud, de Abraham, de M. Klein, para mostrar que tambin el psicoanlisis es una teora de la evolucin del sujeto que estara marcada por la adquisicin gradual de propiedades a lo largo de su vida biolgica y en una lnea cronolgica. En esta perspectiva, el psicoanlisis sera otra psicologa evolutiva. Pero veamos esto en detalle: creemos que las psicologas evolutivas pueden distinguirse entre s segn adopten posiciones mondicas o didicas. Llamamos concepciones mondicas a aquellas que presuponen un individuo armado desde el huevo con un caudal de potencialidades que ir desarrollando en un proceso natural de maduracin, sea sta neurolgica, instintiva o pulsional, siguiendo un esquema predeterminado y en una correspondencia tambin ms o menos fija con el tiempo de calendario que va transcurriendo. Esta es la forma vulgar en que se transmite la enseanza freudiana de las fases o estadios libidinales: oral, anal, flica, de latencia y genital. En estas concepciones se supone ciertamente la presencia de un medio ambiente fsico, familiar y social que interviene aportando o negando los recursos necesarios para que este proceso endgeno se desarrolle sin tropiezos. Este tipo de razonamientos no slo ha sido sostenido en el campo freudiano para explicar el proceso de la supuesta maduracin pulsional sino que tambin se ha intentado extenderlo al campo de la gnesis de las actividades intelectuales, postulando una inteligencia que estara tambin preformada y que ira dejando atrs distintos estadios hasta alcanzar un buen control de la realidad.

Frente a estas concepciones mondicas de un sujeto que ira progresando espontneamente y desarrollando las potencialidades de su organismo biolgico para vivir en el mundo humano se alzan otras formulaciones que podramos llamar didicas y que se dan a bajo costo el lujo de hacer entrar a la sociedad y la cultura postulando una interaccin entre la realidad social ya estructurada que posee sus mecanismo de aculturacin o de socializacin y ese individuo que gradualmente ira incorporando normas y comportamientos a partir del intercambio. En esta lnea se privilegian dentro de la obra freudiana los textos relacionados con el complejo de Edipo, la identificacin y el Supery, aunque apartndose del sentido mismo de la investigacin freudiana tal como sta se revela en los casos clnicos.

Hay que ver, en la existencia de presupuestos comunes a estos dos tipos de formulaciones, ciertas invariables que son constitutivas de la psicologa acadmica y que parecen no ser conmovidas por el descubrimiento freudiano, es ms, que se pretende que sean las bases mismas del discurso freudiano. Nos referimos a lo que Henry llama el campo de la complementariedad, para designar el conjunto de elucubraciones que acepta como indiscutible a la sencilla premisa de que hay dos realidades diferentes y opuestas, las del individuo y la sociedad, y el problema para el pensador es el de los modos de adecuacin entre ambos trminos. Plantearlo as es tener ya preparado el conjunto de las respuestas como en el caso de la interminable polmica entre el sujeto y el objeto o entre el cuerpo y la mente. Planteados los trminos, A y B, y el axioma de su interaccin, queda el terreno abonado para discutir el predominio, la determinacin, la subordinacin, la emergencia, la influencia, la interaccin o la independencia de uno respecto del otro y viceversa.

Clsico campo de los enfrentamientos especulares con tomas de partido ms o menos apasionadas por A o por B. Hasta que aparece en el terreno el pensamiento verdaderamente dialctico que parte de la ubicacin de A, de B y dela especulacin que los representa y los enfrenta en la historia (entendida como historia de la lucha de clases, determinante de la organizacin contradictoria de las formaciones sociales con su proceso de produccin/reproduccin/transformacin de la calificacin de la fuerza de trabajo) y que lanza la impertinente pregunta por la sujetacin y sus mecanismos. Aparece entonces una pregunta que sale del esquema A-B y que denuncia el carcter ideolgico no de las respuestas sino de la pregunta misma que encierra y abarca a todas las respuestas posibles.

De inmediato se entiende que el discurso freudiano sobre el inconsciente viene a ubicarse en el campo de esta nueva pregunta y que la pregnancia del viejo modelo individuo-sociedad estaba actuando como obstculo epistemolgico que, respuestas mondicas y didicas mediante, impeda sacar las consecuencias subversivas del freudismo en tanto que base indispensable para una teora no subjetivista de la subjetividad.

Siguiendo las ideas freudianas respecto de los comienzos del individuo en la vida podemos reproducir la ya sabida secuencia cronolgica que atraviesa por: unidad anterior a toda necesidad (narcisismo primario absoluto), sensacin de necesidad corporal principalmente como necesidad de alimento, satisfaccin de esa necesidad por el auxilio del otro, repeticin de la necesidad, ausencia del objeto satisfactor, excitacin regresiva de las huellas mnmicas de la experiencia de satisfaccin, reproduccin alucinatoria de la satisfaccin originaria con un objeto definitivamente perdido (deseo), establecimiento de las pulsiones parciales consagradas al placer de rgano, anarqua pulsional, establecimiento de una imagen unificada del yo (narcisismo primario relativo), cargas de objeto particularmente en el campo edpico, amenaza de castracin, introyeccin de las imagos parentales (supery), acceso (simultneo con estos ltimos acontecimientos) del nio a la funcin del lenguaje, formulacin de la demanda como demanda de amor que no puede designar, por efectos den la represin, al objeto del deseo, desplazamiento del objeto del deseo sobre objetos sustitutivos capaces de responder a la demanda, demanda que es la que s puede pasar por los desfiladeros del lenguaje, de las representaciones-palabra preconscientes.

As, el esquema sera: necesidad-pulsin-deseo-castracin-demanda.

Pero creemos que el propio Freud da los elementos que permiten suplantar este esquema tan apto para ser incluido en el campo de la complementariedad, tan claro en su evidencia de que el individuo existe como organismo biolgico en un principio y acaba finalmente como un integrante cabal de la sociedad, tan consecuente con las evidencias fundamentales de la subjetividad de todos, tan obviamente coincidente con la ideologa dominante, tan fcilmente aceptado y repetido en el discurso universitario.

Y este nuevo planteo, fundado tambin en Freud, es el que parte no del mtico paraso del narcisismo primario absoluto del feto en la matriz de una mujer, tbula rasa carente de representaciones y de necesidades sino de una mujer que espera un hijo y de un hijo que existe para ella antes que nazca y antes de que sea fecundada en funcin de su propia ubicacin ante la pareja de sus padres, abuelos del nio, y en el deseo de la madre del deseo de este hombre. Qu ser el nio que espera? Y esto tanto en el nivel preconsciente (Lo quiere o no? Lo prefiere varn o mujer?) como en el inconsciente (De qu manera se ubica ese nio en su fantasa y en su fantasa sobre la fantasa de los otros? Qu representa su preez en el campo vectorial de su complejo de castracin? Cmo se relaciona el nio en ciernes con su estructura nacisstica?). Pues deben tenerse en cuenta las respuestas a estas preguntas que son escasas por afn sinttico, pero que debieran ser muchas ms- para tener un marco situacional que nos saque rpidamente de la idea de que el nacimiento de un ser humano es un acontecimiento natural. Nace, s, pero no naturalmente. Nace de la madre, claro, pero la madre est habilitada por el lenguaje. Es el resultado de una unin sexual entre macho y hembra, por supuesto, pero cuando macho y hembra son hombre y mujer ese es un acontecimiento legislado, regulado por el lenguaje. Un marco situacional que nos da las abscisas y las ordenadas para entender la presencia de la realidad como efecto de prcticas significantes de la Wirklichkeit, en ese momento para nada inaugural- de la experiencia de satisfaccin. Toda esta consideracin nos lleva a plantear que en cuanto al origen del sujeto no hay origen, que el origen se pierde en la noche de los tiempos y que de all retorna bajo la forma del mito.

Pues siguiendo con la experiencia de satisfaccin, est claro que esa madre que descubre los pechos para ofrecrselos a su lactante es una mujer que bien podra decir que se niega hacerlo. En el animal, la madre, o eventualmente en algunas especies, el padre, acta por un proceso instintivo; su conducta, desencadenada por ciertos mecanismos disparadores vinculados a la percepcin, tiene el carcter de una secuencia inmodificable de actos de conducta que se imbrican con los del recin nacido. Incluso cuando esa secuencia desemboca en la devoracin de la prole. Para la mujer, y no otra cosa muestra la experiencia analtica, el nio como objeto es un campo contradictorio de deseos y fantasas ambivalentes en relacin con una historia de esa mujer como deseante que se articula sobre la historia de los deseos de sus padres, abuelos del nio, y del hombre, padre del nio. La experiencia de satisfaccin del beb es posibilitada entonces desde afuera de l y tambin desde afuera de las representaciones preconscientes de la madre en un campo marcado por el lenguaje, por el inconsciente y por la historia que determina ese hecho en apariencia elemental. De hecho, y en lo estadstico, nada tiene de excepcional el filicidio, ora como intervencin realizada antes del nacimiento, ora despus del nacimiento en las formas del crimen, del abandono, de la cesin, de los accidentes por descuido o de esas variadas formas de muerte psquica que observamos en los casos de psicosis o neurosis infantiles.

De este hecho de que las satisfacciones de la necesidad en la cra del hombre pase por los senderos del deseo materno, y ste por las estructuras histricas, lingsticas y psicoanalticas, se derivan consecuencias fundamentales sobre el resto de la cadena, sobre la organizacin de la pulsin, sobre la estructuracin del deseo inconsciente, sobre la constitucin del narcisismo primario relativo (constitucin del Yo ideal), sobre la instauracin secundaria del Ideal del Yo y sobre los modos de ejercicio de la represin de un lado y de la formulacin de la demanda por otro.

En este proceso hay otros supuestos que dilucidar. En primer trmino, el hijo que ha nacido es el resultado de un intercambio anterior presidido por las leyes de la alianza y de la prohibicin del incesto (an cuando tales leyes hayan sido transgredidas, cosa que no dejar de tener efecto sobre los sujetos que son siempre sujetos de esas leyes). Y las leyes que regulan el parentesco son leyes que suponen el lenguaje, nica estructura capaz de fijar los niveles del parentesco y de regular los intercambios como mecanismos de cesin de mujeres. Esta posicin inconsciente de los sujetos en el universo de la ley y del lenguaje experimenta modificaciones en el curso de las distintas organizaciones histricas, modificaciones que repercuten sobre la relacin imaginaria que los sujetos guardan con sus condiciones reales de existencia. El hijo, por serlo de hombre y mujer, lo es de sujetos del deseo, del lenguaje y de la ideologa, estructuras todas ellas inconscientes desde un punto de vista descriptivo y que presiden su nacimiento.

Y volviendo al campo tradicional de la problemtica A-B, en este caso individuo-sociedad, podemos ver que, una vez producidos los objetos tericos correspondientes, inconsciente, lengua, ideologa, tanto A como B se disuelven y quedan denunciados en su carcter de objetos empricos que ocultan el secreto de su constitucin. El psicoanlisis freudiano permite hacer con el sujeto de la psicologa un trabajo semejante al que Marx realizara con la mercanca de la economa poltica. La categora sujeto debera ser entendida ahora ms all de toda referencia emprica y de las ideologas psicolgica y sociolgica.

Ya hemos visto que la relacin madre-hijo es todo menos natural debido al proceso de constitucin del deseo y de la subjetividad de la madre y a los modos en que el hijo viene a insertarse en lo imaginario de los padres. Objeto real que llega a ocupar su lugar en una constelacin donde su advenimiento debe ser ratificado en lo simblico. Hijo que se da a un lenguaje, a una cultura, a una formacin social que tiene ya desde antes un lugar para l sancionado por la imposicin de un nombre propio a travs del cual ser reconocido y habr de reconocerse. Nombre propio que es tambin, en su materialidad significante, el lugar de confluencia de reglas, expectativas e identificaciones anticipadas desde el Otro.

Hijo del hombre, que, en tanto significante, est sometido a la determinacin de las leyes de la cultura: no cohabitars con tu madre, pero tambin para sta: no reintegrars tu producto. Una doble prohibicin que consagra al hijo a la separacin, separacin de la madre y separacin de s mismo en tanto que l es lo dado al Otro. Es desde esta perspectiva desde donde cabe impugnar a los discursos de carcter biologista sobre el sujeto humano, aunque ellos se apoyen en nutridas citas de Freud. La pulsin es, s, el concepto bsico del psicoanlisis, pero a condicin de concebirlo ntegramente dentro del campo psicoanaltico, arraigado en deseo del otro y no separndose del instinto de apuntalamiento (Anlehnung) a partir de la experiencia de satisfaccin cuando sta, a su vez, es entendida en los trminos mondicos de un sujeto que sacia su hambre. Hay que renunciar, pues, a la idea de que se trata de un concepto lmite entre la biologa y la psicologa. Y no cuesta dar ese paso, pues se tratara de un muy curioso concepto lmite ste del cual una de las dos ciencias, el psicoanlisis, no podra dar un paso sin apelar a l, mientras que la otra, la biologa, ha podido proseguir siempre su proceso de apropiacin de lo real sin recurrir jams a l y sin que la falta parezca preocuparle en absoluto.

Despus que Freud lo enunci se ha hecho un lugar comn decir que el psicoanlisis constituye una revolucin copernicana que descentraliza radicalmente al hombre de su centro imaginario que era la conciencia. Se recordar adems que as explicaba Freud la oposicin encontrada por el psicoanlisis tanto entre los legos como entre los cientficos. La revolucin copernicana del descubrimiento del inconsciente constitua una herida narcisstica de la que era difcil reponerse como antes lo haban sido el decentramiento copernicano del planeta y el darwinista de la especie. Es sabido tambin que esta revolucin terica fue saboteada desde dentro mismo del psicoanlisis por concepciones naturalistas, adaptacionistas y psicologistas que promovieron en l el retorno del centro de la subjetividad bajo la forma de las concepciones groseras, aunque exitosas en lo acadmico, del yo autnomo y de las esferas libres de conflictos en la adaptacin a la realidad. Sobre estas desviaciones mucho se ha dicho ya. Pero el copernicismo freudiano est amenazado no slo desde afuera y a travs del caballo de Troya de la ego psychology sino tambin por un desgaste interno, efecto de la vulgarizacin del saber analtico, que lo llevara no a desconocerse sino a detenerse en la marcha de su cuestionamiento radical de la subjetividad. En efecto, sin desprenderse en lo literal de los textos de Freud puede sostenerse que el decentramiento psicoanaltico consiste en un desplazamiento del eje de la vida psquica desde la conciencia a un inconsciente concebido como instancia subjetiva, como un algo que funciona en cada sujeto produciendo sueos y sntomas y que sera el patrimonio de ese sujeto adquirido en el curso de su vida por desarrollo natural de las pulsiones, resultado de la primaca del organismo biolgico y sus actividades instintivas y sometido ms o menos a las contingencias de la vida familiar que bloqueando unos caminos, abriendo otros, favoreciendo u obstaculizando un desarrollo. Un desarrollo que supone un sujeto previamente arrollado y que se desarrollara por efecto de una fuerza evolutiva interna, constitucional, propia de todos los individuos de la especie. Una parte de esos impulsos innatos estara destinada a ser objeto de represin y quedara as alojada en ese inconsciente, nuevo centro del sujeto. De este modo, y segn esa concepcin, Freud habra operado no un decentramiento sino un desplazamiento del centro de gravedad del sujeto. Donde Yo estaba Ello habra puesto, pero siempre Ello de alguien que seguira siendo timonel del barco de su vida, aunque ahora un timonel imprevisible y medio loco que debera ser supervisado y regulado por el Supery y por el Yo. Es claro que as la persona sigue siendo el objeto de la psicologa que ahora se cargar con el complemento de profunda: psicologa profunda. La teora psicoanaltica seguira siendo subjetiva. As Freud sera el Tycho Brahe de la psicologa y estara an el psicoanlisis esperando su Coprnico. O si se quiere ganar exactitud en la analoga histrica, sera un Coprnico que sostuviese que el sol es el centro, no del sistema solar, sino del universo. Pero, y esta es la tesis de este trabajo, la revolucin freudiana trasciende los estrechos lmites en que la vulgarizacin quiere encerrarla. Quitar las represas opuestas al descubrimiento del inconsciente es la tarea que asumi el psicoanlisis francs contemporneo a partir de los trabajos de Jacques Lacan.

Para entrar de lleno en esta concepcin habra que decir que el sujeto no tiene centro porque el inconsciente freudiano no es una cosa que le pertenezca. El inconsciente lacaniano, desarrollando los ncleos materialistas de la obra de Freud, es definido como el discurso del Otro. El lenguaje es condicin de su existencia y su materialidad no es otra que la del lenguaje. La represin misma, fundante de la distincin de los sistemas, es un hecho de lenguaje, siendo lo reprimido aquello que el sujeto no puede integrar de su historia y de su ser en la cadena discursiva por la que se hace representar y aspirar a ser reconocido por el otro. Discurso concreto que falta a su disposicin. Se le reconoce a travs de sus efectos materiales, de irrupciones sintomticas en la superficie del discurso consciente. No est organizado desde el interior del individuo biolgico que es el soporte de sus operaciones sino desde una estructura simblica transindividual, desde el otro, que define y ubica al sujeto en un sitio de esa secuencia significante, discursiva.

No queremos ninguna conclusin de esta exposicin introductoria al tema del sujeto en psicoanlisis sin antes volver a nuestra pregunta inicial sobre la evidencia del individuo. Cundo ese montn de pelo, carne y uas del que haba partido el personaje de Brecht se configura como esa formacin imaginaria que se considera a s misma y pide ser reconocida por los dems como un individuo? Porque, ya lo dijimos, es uno desde el momento en que hay quien lo nombre. Se constituye como uno en el discurso de esos otros que lo designan, le atribuyen un sexo, lo excluyen del otro sexo, atienden a las necesidades que su estado de inmadurez e incompletud orgnica le impiden satisfacer y lo incluyen en un sistema de parentesco que conlleva prohibiciones y promesas. Pero, cundo y cmo es que l asume su lugar en el Otro como el propio, el de l mismo?

El trabajo clsico de Lacan de 1936, reescrito en 1949, sobre el estadio del espejo comienza a proporcionar la respuesta partiendo de la experiencia psicoanaltica. Antes de la aparicin del lenguaje como funcin (como estructura existi desde siempre), a partir de los sis meses de la vida del nio, puede el observador asistir a un espectculo que requiere que se reflexione en l para descubrir su significacin. El beb, que no puede siquiera pararse sobre sus pies, y debe ser sostenido por otro, festeja alegremente el reconocimiento que hace de su propia imagen en el espejo y juega con ese ser sonriente que tiene ante su mirada; juega a mirarlo y a verse mirado por l, a hacerlo aparecer y desaparecer de su campo visual, a controlarlo. Pronto, muy pronto, se le confirma que detrs del espejo no hay nada. Se trata de una imagen; pero la forma de esta imagen es la forma de un ser humano comparable a los otros que lo rodean. La Gestalt que reconoce en el espejo se asimila a la Gestalt del resto de los seres humanos. El otro, que le sostiene, le ratifica que se que se ve tras el cristal es l, que as es como es visto desde afuera, que es a esa forma a la que se dirigen cuando lo llaman por su propio nombre. Identificado por el otro con esa figura que se agita y sonre ante sus ojos, tambin l se identifica, es ms, se enamora de s mismo. Es Narciso, y este primer reconocimiento de s es tambin el primer enamoramiento al que luego habr de referirse el conjunto de su experiencia: narcisismo primario. Es el momento en que todo se junta, que el montn de pelo, carne y uas se ve mirado desde el espejo por unos ojos que son los suyos y que integran una unidad, la suya; la constituyen, la hacen a esa unidad. Esto es posible porque la percepcin visual se adelanta con respecto a la maduracin del resto de las estructuras sensoriomotrices. All el sujeto, nuevamente por identificacin de su forma con la de los otros, anticipa esa completud que nunca antes haba tenido y que vea siempre afuera de l: l es y ser como los otros. La imagen lo salva de la dispersin: por eso lo cautiva. Es ms, a partir de esa unificacin, retroactivamente, es como puede dar sentido a la confusa experiencia de fragmentacin que haba antes de ella. Todo eso que senta desperdigado era lo que ahora puede reunirse en derredor de esta protonocin de yo, de este molde imaginario en el cual habr de vaciarse el yo ulterior. Y, a la vez, todo lo que amenace a ese esbozo de yo, a ese lugar donde reconoce su propia forma, amenaza con devolverlo a la fragmentacin de la que parti, amenaza con disolverlo. La seguridad alcanzada es precaria. El yo es, llegar a ser, deber ser, esa representacin clave, ese bastin fortificado en el que el sujeto se proteger contra el riesgo de un desvanecimiento de su existencia. Es vida que se constituye sobre el teln de fondo de la muerte. Por otra parte, la unificacin producida lo es con una forma y no puede integrarse de este modo visual el conjunto de la experiencia. Al asumir el sujeto esa imagen estructurante, esa imago, algo mucho- de su experiencia queda afuera, no representable en ella. Esa imagen unifica pero, a la vez, secciona y deja fuera. Lo que hay en el espejo representa al sujeto pero no es l, no es todo l. Es ms, es algo exterior a l, algo que, cuando aprenda a hablar, llegar a llamar yo y que, por ser yo, tender a representarlo ante el mundo y ante s mismo como si fuese la sntesis de su ser, de ese ncleo del inconsciente que habr de atraer despus al resto de las representaciones a reprimir, a todo eso que el yo no puede integrar en la cadena discursiva y que por eso desconoce al reconocerse a s mismo.

Lo que se anticipa en el jbilo ante el espejo es la captacin de la forma perceptual y el dominio de los movimientos del cuerpo como una unidad. Toda la experiencia subjetiva aparecer, de aqu en ms, referida a esta estructura. Los movimientos corporales sern realizados, no desde el conjunto de las estructuras neuromusculares que reconoce la biologa, sino desde esta representacin privilegiada del yo que marcar en su impronta, desde la realidad psquica, el estilo personal de los movimientos. De donde se deduce el sinsentido de entender la motricidad humana como algo preverbal o como algo extralingstico o como expresin de una realidad fundamental del sujeto que estara ms all de los intercambios simblicos.

La experiencia especular, a la vez que funda al sujeto en su unicidad, lo conduce al desconocimiento de s mismo en tanto que algo mucho- de su experiencia no puede ser referido a la imagen.

Recordamos esto que terminamos de decir para agregar algo ms: la unificacin de s es, al mismo tiempo, confirmacin de una separacin definitiva e irreversible respecto del cuerpo, del ser y de la imagen de la madre. A partir de aqu, ya no hay retorno posible al seno materno ms que en la fantasa y en el sueo. La relacin con la madre poda ser vivida hasta entonces en la inmediatez; era relacin dual donde los lmites eran ambiguos e imprecisos. De aqu en ms la madre est perdida. Y tambin el padre en tanto que no slo con la madre haba una identificacin originaria. Recordemos que para Freud (El yo y el ello) la ms primaria y decisiva de las identificaciones era la que se produca con la imagen prototpica del padre primitivo.

As, la superficie del espejo, el cristal azogado, realiza el corte dentro del sujeto entre la forma, esbozo del yo, y el ser que queda del lado de ac y el corte entre el yo y el otro. Esta barrera, esta barra, puede ser asimilada a la que en el concepto del signo consagra la escisin entre el significante y el significado. El sujeto como significado, no puede ya ser representado sin prdida en el significante. Por eso el significante debe unirse con otro significante y luego con otro y otro ms; es el intento de dar cuenta en la cadena significante, siempre abierta e inconclusa, del ser del sujeto. Tambin en al medida en que efecta el corte, la separacin con el otro, al experiencia especular aparece como anticipo a la castracin simblica. El sujeto entra a funcionar como uno en un sistema de intercambio con los dems, con el padre y con la madre en primer trmino. La constitucin del circuito del intercambio no es otra cosa que la puesta en lugar de la estructura edpica.

Se trata de la primera identificacin del sujeto, del esbozo de lo que habr de ser su yo. A este primer amor por s mismo habrn de referirse los enamoramientos, las investiduras libidinales masivas. Y luego, cuando la ley y la experiencia obliguen a renunciar a esos objetos, ese yo se identificar con los objetos perdidos y recuperar as esas investiduras. De este modo se ir construyendo el yo del narcisismo secundario, conjunto heterclito de identificaciones.

Adems la experiencia especular cumple con otra funcin esencial. Habamos dicho que el nio juega a aparecer y desaparecer en la superficie bruida del espejo. En este juego, no vemos cmo el sujeto se ausenta de su imagen, se representa a s mismo como no estando? Y luego en todos los juegos de ocultacin y reaparicin ante la mirada del otro, tras la sbana, tras la puerta, tras el mueble, escondindose y reapareciendo no tenemos una alternancia de estoy y no estoy, ests y no ests, eres y no eres, tu presencia y mi presencia son contingentes? Es el juego de la vida y de la muerte, un intento de conceptualizacin y control de ese lmite de la existencia.

En tales juegos el nio se presenta y se ausenta haciendo de su ausencia la condicin de una nueva presencia con el estatuto de re-presentacin en el otro. Se introduce as en el orden del significante, all donde la palabra es la ausencia y la muerte de la cosa. Ese que aparece y se esconde es el que para los otros est representado por un nombre propio, el nombre que en propiedad le pertenece y que lo significa en la red simblica ante el Otro. Y as llega a ser s mismo y a representarse como yo en relacin con un t y con un l, siendo l eso de lo que los otros dos hablan cuando se comunican entre s excluyndolo. Desendose entre s sin desearlo a l. Aniquilndolo en la fantasa de le escena sdica del coito de los padres y colocndolo en situacin de deseante, ora de una, ora del otro. All pasa por todas las posiciones posibles en esa estructura de tres y se constituye, en esa matriz intersubjetiva, su propia identidad fantasmtica sexual y libidinal. De todo eso saldr como un yo que habla en un circuito de intercambios. Aparece all esa ilusin fundamental de la que el hombre es siervo, mucho ms que de todas las pasiones del cuerpo en el sentido cartesiano, esta pasin de ser un hombre, dira yo, que es la pasin del alma por excelencia, el narcisismo, el cual impone su estructura a todos sus deseos, an a los ms elevados.

La formacin de este yo narcisista, de esta representacin libidinalmente cargada, es el resultado de una integracin de lo real del cuerpo con lo simblico de una asignacin de ser y una designacin del ser que otros, que el Otro hace. Lo imaginario del sujeto se estructura en esa juntura de lo real del cuerpo y del deseo con lo simblico que preexiste y preside a la existencia del sujeto. Y lo que se produce en esa juntura tiene un nombre especfico en psicoanlisis: fantasma. El fantasma no es otra cosa que la integracin del cuerpo deseante sobre el que se ha inscripto la marca del deseo del Otro en una estructura imaginaria inducida por lo simblico que es lo que asigna los lugares y los modos y las barreras del cumplimiento del deseo y que, en tanto ley, funda la posibilidad de su transgresin.

El sujeto no puede otorgarse la identificacin narcisista a s mismo. Requiere de un reconocimiento que slo del Otro puede provenir. La representacin del individuo se constituye fuera de s, en un espacio virtual que es el de la mirada del otro (diremos que el espejo muestra al infante lo que pasa detrs de la cornea del ojo del otro, su semejante) y por identificacin con el otro (puesto que el sujeto se ve a s mismo desde ese ojo ajeno). Pudiendo entonces hipotticamente enunciar: yo soy el que t miras y reconoces como siendo yo; por eso es desde ese lugar de tu interior que te hablo, basamento sobre el cual se sostiene la reiterada frmula lacaniana de que el emisor recibe su propio mensaje desde el receptor y en forma invertida.

Decamos que la identidad depende del reconocimiento del otro (Solo no eres nadie. Es preciso que otro te nombre). Pero este otro que puede nombrar al aspirante es tambin un sujeto, sujetado a un orden establecido, sujetado a las estructuras del lenguaje, formado por esa Ley que viene a representar ante el que demanda reconocimiento. El otro (padre, madre o quien sea) es el que mediatiza un reconocimiento que emana de una red de relaciones simblicas que asigna los lugares de uno (el que pide) y el otro (el que otorga ese reconocimiento). Es decir que el yo slo puede ser producido y ratificado como siendo, como siendo nico, individual y distinto, por el Otro. El ser del sujeto est alienado de entrada en el mundo simblico. Y esa alineacin se consagra desde el nacimiento en los momentos cruciales de la atribucin del sexo y en la imposicin de un nombre propio, pasaporte del sujeto ante el Otro. As es que llegar l a contar y a ser contado (en las dos acepciones de la palabra), a ser considerado como un componente individualizado de la cultura. Se lo constituye en su individualidad. Y, si se nos autoriza la escansin, en su in-divid-dualidad, incluso en su in-di-vi-dualidad.

Y es el momento de terminar insistiendo en que esa personal identificacin como alguien que cuenta en el mundo simblico es la precondicin para la puesta en marcha del proceso de sujetacin con su eficacia ideolgica.

C. EL SUJETO EN EL MATERIALISMO HISTORICO

Hace ya ms de un siglo que la materialidad no puede definirse por la presencia de una substancia sensible subyacente al objeto del discurso. Explicar en trminos materialistas no puede ser encontrar substratos fsicos para los procesos. En estos casos se confunde el materialismo con reduccionismos de distinto tipo y se contina unciendo la cientificidad al modelo exitoso pero no excluyente de la fsica.

Materialismo histrico es comprobacin de la materialidad en la historia, y esa materialidad no es visible sino a travs de los efectos de la lucha de clases sobre las fuerzas productivas, las relaciones de produccin, las instituciones donde se organiza la vida social de los hombres, los objetos producidos y las ideologas de todo tipo que corresponden a ese modo de produccin. La cultura, si se quiere llamar a este conjunto con un solo vocablo. Cuando decimos los objetos producidos no nos referimos, claro est, a las cosas en su existencia fenomnica sino a la mercanca en tanto que relacin social que lleva, sin saberlo, el proceso y el tiempo de trabajo empleados en su produccin y que, por eso mismo, lleva la historia del modo de produccin sobre sus espaldas con el conjunto de relaciones econmicas, juridicopolticas e ideolgicas que le son pertinentes. Materialidad que encuentra su fundamento pues en el proceso de transformacin de una materia prima, previamente elaborada, por parte de un agente, l tambin elaborado previamente, dotado de un proyecto para alcanzar un producto, producto del que se han borrado las huellas del proceso de produccin.

Recordemos esta nueva idea de materialidad con citas del captulo I de El capital: Al prescindir de su valor de uso prescindimos tambin de los elementos materiales y de las formas que lo convierten en tal valor de uso ... Todas sus propiedades materiales se habrn evaporado ... Cul es el residuo de los productos as considerados? Es la materialidad espectral, un simple cogulo de trabajo humano indistinto ... Pues bien, considerados como cristalizacin de esa sustancia social comn a todos ellos, estos objetos son valores, valores-mercancas.

Materialidad, pues, que se entiende como trabajo de transformacin realizado por agentes humanos constituidos como tales en y por la lucha de clases en determinada contingencia histrica. Materialidad de la produccin de mercancas (prctica econmica), materialidad de la produccin de conocimientos (prctica terica), materialidad de las ideologas que se objetiva en prcticas discursivas (prctica ideolgica). De ellas debe dar cuenta el materialismo histrico, ciencia en proceso de constitucin, de revisin permanente de sus fundamentos, de vigilancia epistemolgica de sus propios protocolos, de crtica interna de las imgenes y analogas que tienen valor pedaggico para la presentacin ante el mundo exterior, en la lucha ideolgica. Siempre que se ejerza una vigilancia constante sobre estas imgenes, pues ellas permiten deslizamientos de sentido capaces de llegar a constituirse en trabas intrnsecas para el ulterior desarrollo de la ciencia. Si, como dice Bachelard, el concepto de tomo de la fsica contempornea es el conjunto de las crticas que pueden hacerse a la imagen del tomo en el modelo planetario de Niels Bohr, puede decirse tambin que el concepto de sociedad en el materialismo histrico es el conjunto de crticas que pueden hacerse al modelo del edificio de Marx con su postulacin de una infraestructura econmica y una superestructura asentada sobre ella, especialmente cuando los divulgadores pretenden hacer pasar a la base como el soporte material de procesos inmateriales? que se desarrollaran por encima. Y que, lejos de aclararse, se agrava en su carcter de obstculo epistemolgico cuando se empieza a hablar de las influencias recprocas de lo de abajo y de lo de arriba. Con otro agravante, el de pretender avalar este interaccionismo con el rtulo todava prestigioso de la dialctica.

Volviendo al captulo sobre la mercanca: En su valor objetivado no entra un tomo de material natural ... su materialidad como valores es puramente social, y slo puede revelarse en la relacin social de una mercancas con otras.

O sea que la cosa-mercanca es el soporte de una relacin social que slo aparece en el intercambio y que no tiene materialidad natural. Su materialidad social se constituye en el proceso de intercambio y la relacin social no es de unos hombres con otros sino de unas mercancas con otras. Quiere decir entonces que la consideracin de la relacin social y que el proceso de produccin de sujetos y de asignacin de lugares a los sujetos en funcin de los requerimientos de la estructura social es un concepto que transcurre en la subjetividad de nadie. Como dice Marx: En esta obra, las figuras del capitalista y del terrateniente no aparecen pintadas, ni mucho menos, de color de rosa. Pero advirtase que aqu slo nos referimos a las personas en cuanto personificacin de categoras econmicas, como representantes (portadores en la traduccin de P. Scaron) de determinados intereses y relaciones de clase. Quien como yo concibe el desarrollo de la formacin econmica de la sociedad como un proceso histrico-natural, no puede hacer al individuo responsable de la existencia de que l es socialmente criatura, aunque subjetivamente se considera muy por encima de ellas.

La subjetividad aparece pues como un efecto, como un producto, como una criatura, de una cierta prctica social. Comprender este proceso de produccin de sujetos, de sujetacin, es un aspecto y un momento esencial del materialismo histrico.

Nuestro punto de partida fue enunciado anteriormente: un modo de produccin, cualquiera de los habidos y por haber, requiere de la presencia de sujetos capaces de producir en ese modo de produccin. Y esta premisa explica que, puesto que esos sujetos no son los organismos biolgicos, naturales, debe haber un proceso (social) de produccin/reproduccin de los sujetos capaces de ser soportes o agentes de la produccin.

El problema que ac consideramos es el de la produccin/reproduccin de las relaciones de produccin, como reproduccin de la competencia/calificacin/diversificacin/sumisin de la fuerza de trabajo. Proceso que, segn nos mostr el brillante anlisis de Althusser, se da fuera de la empresa, en los AIE y muy especialmente en el aparato escolar. Por donde se manifiesta la presencia material, eficaz e imprescindible de la ideologa, no como una instancia independiente o separada de la produccin de mercancas sino como un componente indispensable para la efectuacin misma de los procesos de trabajo.

De donde resulta que la ideologa no es una superestructura ms o menos superflua o engaosa sino que es la condicin de realizacin de todas las prcticas que en su conjunto constituyen la prctica social y estn supeditadas a sta. La imagen del edificio debe ceder entonces ante el concepto de prctica social como criterio de distribucin y delimitacin de las prcticas especficas dentro de la sociedad. Se dir que cada una de esas prcticas es el resultado de la accin de los hombres, de los sujetos. S, pero a condicin de reconocer, a su vez, que esos sujetos son hechos por, son efectos, de las prcticas. Y siempre a travs de la prctica ideolgica que, utilizando como medio al lenguaje, tiene la funcin esencial de interpelar y constituir a los individuos? como sujetos, a la vez que esa categora de sujetos es el elemento fundamental y constitutivo de toda ideologa particular (por ejemplo, de la ideologa jurdica o de la ideologa proletaria).

Las ideologas no son tampoco estructuras etreas o inmateriales por cuanto existen en el seno de los aparatos ideolgicos, solamente all, y en tanto prcticas materiales que, sobre los individuos? ya constituidos como sujetos, mantienen, engendran, transforman, sistemas regulares de representaciones y comportamientos. Estos aparatos ideolgicos tienen una estructura contradictoria en la medida en que son el producto y el escenario de la lucha de clases.

Por este camino de los AIE alcanzamos a detectar el mecanismo de engranaje de la lucha de clases con la subjetividad singular del sujeto soporte de la ideologa que es a la vez producto, agente y reproductor de las prcticas ideolgicas en cuyo seno fue constituido.

Ahora, podra decirnos un imaginario interlocutor, hay que marcar que, an reconociendo la presencia de las ideologas materializadas en prcticas discursivas y a travs de los AIE en todos los procesos que tienen lugar en la sociedad, son procesos fsicos los procesos propiamente materiales donde las ideologas vienen a insertarse. Por ejemplo, en la produccin de mercancas, se trata del consumo de una fuerza de trabajo mensurable como cantidad de energa invertida por el trabajador en un tiempo que es el tiempo de la fsica tal como puede ser medido por un reloj. Es decir que encontraramos a los cuerpos humanos realizando los procesos sociales y nuevamente podramos representarnos a la ideologa como procesos mentales que se sobreagregaran a la actividad propiamente material. Y ese interlocutor podra decirnos que es as como l entiende el postulado materialista bsico de la primaca de lo real sobre el pensamiento. Nosotros por nuestra parte le contestaramos que el tiempo de la produccin es tiempo fsico, s, pero a su vez ese tiempo fsico est determinado por las condiciones histricas, por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, que, a su vez, est bajo la primaca de las relaciones de produccin. Que es, tambin, un efecto de la lucha de clases. Y en cuanto a los cuerpos, ellos s, consumen energa pero lo hacen en y bajo una ideologa que demuestra su materialidad en esa potencia para mantener a los cuerpos trabajando durante milenios bajo condiciones opresivas. Que no se nos reproche el idealismo del inconfundible autor de estas frases: Me produca la impresin de un hombre que dijese: ... que hoy, por ejemplo, estoy aqu sentado sobre mi lecho porque mi cuerpo est compuesto de huesos y de nervios; que los huesos, siendo duros y slidos, estn separados por junturas, y que los nervios capaces de contraerse y de extenderse unen los huesos con la carne y la piel que los encierra y recubre a unos y a otros; que, por estar libres los huesos y los nervios, y poderse extender y contraer, hacen que yo pueda doblar las piernas, y sta es la nica causa por la que estoy sentado de este modo. O an fuera como si, para explicaros la causa de nuestra conversacin, sealase yo causas tales como la voz, el aire, el odo y otras cosas semejantes y no os dijese una sola palabra de la causa verdadera que es sta: que los atenienses han credo que lo mejor para ellos era condenarme a muerte, y que, por la misma razn, creo mejor para m estar sentado sobre esta cama y esperar tranquilamente la pena que me han impuesto. Porque yo os juro, por el Can, que estos nervios y estos huesos estaran hace mucho tiempo en Megara o en Beocia, y hubiera pensado que eso era lo mejor para ellos si no estuviese convencido de que es mucho mejor y ms justo quedarme aqu para sufrir el suplicio a que me conden mi patria, que escapar y huir. Aquellas razones me parecen completamente ridculas.

Que se dijera que si no tena nervios ni huesos ni otras cosas semejantes no podra hacer lo que me pareciera, bueno; pero decir que estos huesos y estos nervios son la causa de lo que hago y no la decisin ma de que es lo mejor, me parece el mayor absurdo.

Aqu el idealismo no pasa por reconocer la prelacin de la ideologa sobre el sujeto sino en considerar como determinante a la decisin ma de que es mejor, es decir, la referencia a la subjetividad autnoma, a una subjetividad que desconoce su dependencia respecto a las condiciones histricas de existencia. En sntesis, el cuerpo de que habla el materialismo histrico no es un cuerpo biolgico sino un cuerpo histrico-social como lo son tambin sus necesidades y los modos de satisfacerlas (el obrero ingls necesita cerveza y el obrero francs necesita vino). El cuerpo lleva adelante su existencia en y bajo una ideologa porque la ideologa interpela a los individuos como sujetos y los recluta a todos y porque el sujeto es sujeto antes de ser individuo. Tambin esto era ya sabido por Platn. Dicen las leyes dirigindose a Scrates en el Critn: a nosotras nos debes la vida, pues por nosotras se cas tu padre con la que te dio a luz ... y tambin por nosotras se hace la alimentacin y la educacin de tus hijos. Y despus de debernos el nacimiento, el sustento y la enseanza, te atreveras a sostener que no eres nuestro hijo y servidor, lo mismo que tus padres?

Toda la concepcin del materialismo histrico que pone por delante a la lucha de clases y a los procesos de intercambio hace pasar a una condicin derivada a la problemtica que para la concepcin liberal burguesa del mundo es, desde un punto de vista lgico, primordial: la del sujeto individual. Marx se burla de Wagner por no entender que mi mtodo analtico no arranca del hombre (en general), sino de un periodo social concreto. Lo que no significa descuidar a los hombres concretos sino encontrarlos al trmino del anlisis. Y que significa, s, abrir un nuevo problema, el de las formas histricas de existencia de la subjetividad de las cuales es dominante en nuestro tiempo histrico (que se presenta a s misma su propia concepcin como natural y eterna) la forma-sujeto caracterizada por la ideologa del yo autnomo que se reconoce-desconoce en el espejo y en la primera persona del singular de los enunciados que representan al sujeto en tanto que en ese momento habla.

Cada modo de produccin produce a los sujetos que necesita y, luego, estos sujetos hablan, escriben, se comunican, aparecen ante s como fuente y origen de sus discursos y del sentido que suponen que sus palabras vehiculizarn. Para ellos el sentido brota de su singularidad, de su persona. Para el materialismo histrico, el sentido es ya un efecto de la historia y los sujetos son sus soportes y efectos. El sentido no aparece en el discurso sino que el discurso mismo es el efecto de un campo contradictorio de discursos preexistentes de una cierta coyuntura discursiva que engendra la posibilidad de aparicin de nuevos discursos de los que sus sujetos se considerarn los autores. (Por supuesto, esto vale tambin para este mismo discurso que se est leyendo). Y a esa coyuntura discursiva puede considerrsela bajo los trminos de archivo, genotexto o interdiscurso.

Para el espritu cientfico la unidad es un principio siempre deseado, siempre realizado con poco esfuerzo. No hace falta ms que una mayscula. Las distintas actividades naturales se convierten as en manifestaciones variadas de una nica y misma Naturaleza. No se puede concebir que la experiencia se contradiga y tampoco que se separe en compartimentos. Esta exigencia de unidad plantea una cantidad de falsos problemas. (Gastn Bachelard, La formacin del espritu cientfico, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, p. 103.)

Enrique Leff, Sobre la articulacin de las ciencias en la relacin naturaleza-sociedad, en AA.VV., Biosociologa y articulacin de las ciencias, Mxico, UNAM, 1981, ps. 13-66.

Jean Piaget, El estructuralismo, Buenos Aires, Proteo, 1972, ps. 118-119.

Jacques Lacan, Escritos I, Mxico, Siglo XXI, 1971, p. 79.

P. Lacoue-Labarthe y J. Nancy, Le titre de la lettre, Pars, Galile, 1973, p. 87.

Vase Nstor Braunstein et al, Psicologa: ideologa y ciencia, Mxico, Siglo XXI, 1975.

Claude Lvi-Strauss, Antropologa estructural, Buenos Aires, Eudeba, l96l, ps. 183-184.

Vase Oswald Ducrot y Tzvetan Todorov, Diccionario enciclopdico de las ciencias del lenguaje, Mxico, Siglo XXI, 1974.

Claude Lvi-Strauss, op. cit. p. 56.

O. Mannoni, La otra escena, Buenos Aires, Amorrortu, 1973, p. 29.

Louis Althusser, Ideologa y aparatos ideolgicos del Estado, en La filosofa como arma de la revolucin, Cuadernos de Pasado y Presente, nm. 4, Mxico, 1974. En el apartado siguiente (El sujeto en el materialismo histrico) abordaremos crticamente tal tesis tambin en ese campo.

Bertolt Brecht, Un hombre es un hombre.

Louis Althusser, op. cit., p. 134.

S. Ferenczi, Stages in the development of de sense of reality, en Sex in psychoanalysis, New York, Dover, l956, ps. 181-203. Es el primero pero no el nico intento en esta lnea.

P. Henry, Le mauvais outil, Pars, Klincksieck, 1977.

Nstor Braunstein et al, op. cit. p. 256.

Nstor Braunstein, Sujeto de la conciencia, sujeto del discurso, sujeto, en A. Fernndez Guardiola, La conciencia, Mxico, Trillas, 1979.

Sigmund Freud, Las pulsiones y sus destinos, en Metapsicologa (1915).

Sigmund Freud, Las resistencias contra el psicoanlisis (1925).

Jacques Lacan, El estadio del espejo como formador de la funcin del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia analtica, en Escritos I, p. 11.

Sigmund Freud, El yo y el ello, en Obras completas, t. IX, Buenos Aires, Santiago Rueda, 1954, p. 212.

L. Irigary, Communication linguistique et spculaire, en Cahiers pour lanalyse, nm. 3, Pars, 1968, ps. 39-55.

Jacques Lacan, Propos sur la causalit psychique, en Ecrits, p. 188 (artculo no traducido en la versin espaola de los Escritos).

Jacques Lacan, Escritos I, ps. 69, 116, 255, etc.

Sentimos estar an lejos de haber acabado de puntualizar siquiera lo elemental que podra decirse sobre la cuestin del sujeto en psicoanlisis. Sin embrago, interrumpimos aqu un desarrollo que debiera llevarnos por la ruta de los aportes que proceden de nuestra experiencia psicoanaltica y por la conceptualizacin del sentido de esa experiencia. El equilibrio que queremos guardar entre las partes de esta ponencia, de este captulo, as nos lo aconsejan. Mnimamente, podramos aconsejar la lectura, a quienes se inician en el tema de El estadio del espejo ... de Lacan (ya citado) y de Topologa de Jacques Lacan de Amrico Vallejo, Buenos Aires, Helguero, 1979. Creemos que el camino de lecturas,, para los que ya leyeron los Escritos de Lacan, podra pasar por el seminario sobre L identification y por el artculo Le clivage du sujet et son identification, aparecido en Scilicet, nm. 2-3, Pars, 1970, ps. 103-136.

Karl Marx, El capital, Mxico, FCE, 1946, ps. 5.6 (las cursivas son nuestras). La edicin de Siglo XXI, traducida por Pedro Scaron, dice as: Si hacemos abstraccin de su valor de uso, abstraemos tambin los componentes y formas corpreas que hacen de l un valor de uso ... Todas sus propiedades sensibles se han esfumado ... Examinemos ahora el residuo de los productos del trabajo. Nada ha quedado de ellos salvo una misma objetividad espectral, una mera gelatina de trabajo humano indiferenciado ... En cuanto cristalizaciones de esa sustancia social comn a ellas, son valores (El capital, Mxico, Siglo XXI, 1975, t. I/1, p. 47).

Ibid., ps. 14-15 (las cursivas son nuestras). En la versin Siglo XXI se lee: ... ni un solo tomo de sustancia natural forma parte de su objetividad en cuanto valores ... su objetividad en cuanto valores, por tanto, es de naturaleza puramente social, se comprender de suyo, asimismo, que dicha objetividad como valores slo puede ponerse de manifiesto en la relacin social entre diversas mercancas. (t. I/2, p. 58).

Karl Marx, Prlogo a la primera edicin, en El capital, cit., p. XV (las cursivas son de Marx). La traduccin de Scaron reza de la siguiente manera: No pinto color de rosa, por cierto, las figuras del capitalista y el terrateniente. Pero aqu slo se trata de personas en la medida en que son la personificacin de categoras econmicas, portadores de determinadas relaciones e intereses de clase. Mi punto de vista, con arreglo al cual concibo como proceso de historia natural el desarrollo de la formacin econmico-social, menos que ningn otro podra responsabilizar al individuo por relaciones de las cuales l sigue siendo socialmente una creatura por ms que subjetivamente pueda elevarse sobre las mismas. (t. I/1, p. 8).

Nstor Braunstein, Sujeto de la conciencia..., art, cit., p. 227.

Louis Althusser, Ideologa y aparatos ideolgicos del estado, en La filosofa como arma de la revolucin, cit.

Etienne Balibar, Cinq tudes du matrialisme historique, Pars, Maspero, 1974, p. 232.

Platn, Fedn, en Dilogos, Barcelona, Iberia, 1947, p. 83.

Platn, Critn, en Dilogos, cit., p. 38.

Karl Marx, El capital, cit., p.720.

Michel Foucault, La arqueologa del saber, Mxico, Siglo XXI, 1970.

Julia Kristeva, Matire, sens, dialectique.

Michel Pcheux, Les vrits de la Palice, Pars, Maspero, 1975.

Forma bajo la cual los acontecimientos o, ms simplemente, el objeto de las percepciones, se inscriben en la memoria, en diversos puntos del aparato psquico.

heterclito, ta

adj. [Nombre] que no se declina segn la regla comn y, en general, [paradigma] que se aparta de lo regular:"ubrrimo" es un superlativo heterclito de "frtil".

Irregular, extrao, fuera de orden:sus opiniones eran heterclitas y confusas.