narciso figueroa / jesus figueroa

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Page 1: Narciso Figueroa / Jesus Figueroa

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Lado A

ANTOLOGIA DE LA DANZA PUERTORRIQUEÑA

NARCISO FIGUEROA JESUS FIGUEROA

1— Recordando

2— Duva

3— Carmen

4— Nobleza

5— La Nueva Era

LA DANZA PUERTORRIQUEÑA La música y el baile han sido siempre las manifestaciones más destacadas de la cultura

puertorriqueña. Una de sus modalidades, nacida en nuestro tardío romanticismo de fines

del siglo diecinueve, es la danza, cuya música ha permanecido como expresión y símbolo de puertorriqueñidad.

SUS ORÍGENES Durante el primer tercio del siglo pasado dominó en Puerto Rico como forma de baile

social la contradanza de figuras, de procedencia española, introducida en la Isla por emi-

grados de Tierra Firme. Compuesta en el compás de dos por cuatro, dividíase en dos partes

de ocho compases repetidos, la segunda más movida y cadenciosa que la primera. Regía el

baile un bastonero, cuya supresión, alrededor del 1840, permitió una mayor libertad y vuelo

coreográfico. Ya para entonces se comenzaba a utilizar música de compositores del país.

La llegada al país en 1844 del Gobernador Arístegui, conde de Mirasol, marca un

nuevo derrotero a nuestra música. Dícese que fueron unos jóvenes cubanos de su séquito

quienes introdujeron una nueva modalidad de danza para parejas solas, caracterizada por

su mayor cadencia de baile: la habanera. Recibida con beneplácito por la juventud puer- torriqueña, muy pronto comenzaron nuestros músicos a componer en el mismo estilo.

La habanera contrastaba con el carácter rígido y severo de la contradanza y fue motivo

de escándalo para el elemento conservador, llegando al extremo de prohibirla, en su célebre

bando de 1849 el gobernador don Juan de la Pezuela. Pero la prohibición no pudo man-

tenerse y con la popularidad de la nueva danza aumentó el número de músicos que la cau-

tivaban. A poco la misma se desarticulará en dos partes: la introducción se convierte en el

paseo, y la última parte, más movida y rítmica, vino a ser el llamado merengue. Para 1854

ya aparecen composiciones de 34 compases — con el tiempo algunas alcanzarían hasta 130 —

manteniéndose siempre los ocho iniciales a manera de paseo.

La utilización de nuestros instrumentos típicos vino a afianzar más aún el nuevo baile:

a partir de 1853 se incorpora el giliro a las orquestas de danzas. Este hecho vino a afirmar

la revolución rítmica que se había venido operando en esta música, que ya no era cubana, sino puertorriqueña.

Entre los compositores que más sobresalieron en este período inicial de la danza. puer-

torriqueña figuran Aurelio Dueño (+1870), padre de Braulio Dueño Colón; Francisco Santa-

ella, Carlos Segnet (c.1837-1887) y Herminio Meléndez.

DOS ESCUELAS Para 1870 ya está definida una nueva modalidad de la danza puertorriqueña que tiene

por centro la ciudad de Ponce y por originador al pianista y compositor sanjuanero Manuel

Gregorio “Tavárez, (1843-1883) ex-alumno de piano del Conservatorio Imperial de París.

Tavárez estiliza y depura la danza puertorriqueña vistiéndola de galas románticas e impar-

tiéndole un ademán grácil, propio de la obra saloniere francesa. La danza ponceña, que-

jumbrosa y apasionada, de gran audacia y vuelo sentimental, tiene mucho de la cantilena, y revela la influencia de la ópera italiana.

Su espontaneidad contrastará con el corte académico de la danza sanjuanera, que con-

serva muchos rasgos de la contradanza española, aunque logra una notable evolución en

manos de Julián Andino (1845-1926), Casimiro Duchesne (1852-1906), Genaro Aranzamendi

(1831-1889), los hermanos Mauricio (n.1842) y Hermógenes (+1914) Alvarez, y los hermanos Heraclio (1837-1891) y Federico (1857-1927) Ramos.

Al morir Tavárez pasa al ponceño Juan Morel Campos (1857-1896) el cetro de la

danza puertorriqueña. La obra de Tavárez había sido eminentemente pianística; Morel

Campos escribirá principalmente para la orquesta; su danza tiene como función principal el

baile, que constituía entonces, como ahora, nuestra diversión social por excelencia. Morel

Campos logra popularizar la danza (se conocen más de doscientas composiciones suyas de

este género) sin vulgarizarla, su inmenso caudal de melodías hizo presa en un pueblo ansioso

de belleza, y pronto la danza de' Morel Campos fue sinónimo de danza puertorriqueña. El

género llegará a ser oficio imprescindible de nuestros compositores, y aún aquellos dedicados

a la música de carácter absoluto buscarán siempre en la danza su consagración como compo- sitores puertorriqueños.

TALLERES GRAFICOS INTERAMERICANOS, INC.

Narciso Figueroa

—— O ET a ——

1— Ensueño pianista a De Lado B

3— Danza Jíbara

4-— Perla del Sur

3— Homenaje

LOS COMPOSITORES POSTERIORES A MOREL CAMPOS

Morel Campos dejó una legión de discípulos, algunos formados en su propia orquesta.

_Entre los que siguieron su escuela se han destacado Juan Ríos Ovalle (c.1863-c1928), Jaime

Pericás (1870-1939), Olimpio Otero (1845-1911), Arturo Pasarell (1866-1936), Mercedes Arias

(1867-1952), Juan Peña Reyes (1879-1948), Ramón Morlá (1877- 1954), Monsita Ferrer, Rafael

Duchesne, Juan F. Acosta (n.1893) Jesús María Escobar (n.1900) y José Antonio Monrozeau

(n.1902). Junto a ellos, y como compositores de estilo ecléctico o independiente, han figurado

Angel Mislán Huertas (1864- 1911), Rafael Balseiro Dávila (1867-1929), Luis R. Miranda (1879-

1945) , Jesús Figueroa (n.1878), José Enrique Pedreira (1903-1959) y Narciso Figueroa (n. 1906) ,

autores, los tres últimos, de notables composiciones en géneros de superior categoría musical.

Mientras tanto, la escuela de San Juan producía dos compositores destacados: Simón Madera

(1872-1956), autor de la popular danza Mis amores, y Braulio Dueño Colón (1854- ce quien impartió a la danza capitalina un gesto grandilocuente.

El ciclo creador de la danza puertorriqueña se cerró verdaderamente con José Ignacio

Quintón (1881-1925), uno de los más distinguidos compositores puertorriqueños, autor de

importantes obras de carácter absoluto, quien se esmeró, sin embargo, por mantener la tradi-

ción de la danza, preocupándose por mantener su sello criollo, añadiéndole nuevas partes y

dejándonos en este género composiciones de gran esplendor armónico. Contemporáneamente

han compuesto danzas, pero dentro de los cánones del sistema musical de nuestra época, Au-

gusto Rodríguez (n.1903), Narciso Figueroa, ya mencionado, Amaury Veray (1922), Héctor Campos Parsi (1922) y Roger Martínez: (1925).

INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA ICP/AD VII

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