napoles y costa amalfitana

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TEXTO: Oriol Pugés FOTOGRAFÍA: Toni Santiso Naturaleza, cultura e historia se funden aquí de una forma espectacular. La propia ciudad de Nápoles, la fascinante isla de Ischia y la sinuosa Costa Amalfitana, para muchos la piú bella costiera del continente, concen- tran la mítica esencia mediterránea. La experiencia sale reforzada si la travesía para alcanzar la costa italiana se realiza en ferry desde España, con nuestro coche a bordo para recorrer la ruta de una forma libre e independiente. ESENCIA MEDITERRÁNEA NÁPOLES Y LA COSTA AMALFITANA

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Aquí tenéis mi reportaje de fotografías de Nápoles y Costa Amalfitana. Una producción para la revista Viajar junto con mi amigo Oriol Pugés (by Toni Santiso)

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Page 1: Napoles y Costa Amalfitana

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TEXTO: Oriol Pugés FOTOGRAFÍA: Toni Santiso

Naturaleza, cultura e historia se funden aquí de una forma espectacular. La propia ciudad de Nápoles, la fascinante isla de Ischia y la sinuosa Costa Amalfitana, para muchos la piú bella costiera del continente, concen-tran la mítica esencia mediterránea. La experiencia sale reforzada si la travesía para alcanzar la costa italiana se realiza en ferry desde España, con nuestro coche a bordo para recorrer la ruta de una forma libre e independiente.

ESENCIA MEDITERRÁNEA

Nápolesy la Costa

amalfitaNa

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a frenética ciudad de Barcelona muestra su rostro más atractivo: los rayos de sol se cuelan entre los jirones de nubes que van dispersán-dose rápidamente, inundando de una mágica luz el puerto. Mientras paseamos por los mue-lles experimentamos una especie de vértigo debido al éxtasis que nos produce el olor del mar y el pensar en el viaje que nos aguarda. Allí, a lo lejos, nos espera el Crucero de Roma, el ferry de la compañía naviera Grimaldi que regu-larmente realiza la travesía entre Barcelona y la ciudad italiana de Civitavecchia.

Cuando subimos al barco, dos horas antes de su partida, la cubierta se encuentra com-pletamente abarrotada de viajeros. Abajo, una gran hilera de automóviles espera su turno para entrar en la bodega. Es lo bueno que tiene via-jar en estos transbordadores: le permiten a uno

embarcar su propio coche y, una vez en el des-tino, iniciar por carretera la ruta elegida.

Puntual como un reloj suizo, a las 20 horas se sueltan las amarras. La pasarela automática choca con un ruido sordo contra el casco de la nave. Empieza el viaje. El mar está tranquilo y liso como una capa de seda negra. Desde el puente observamos en silencio cómo se alejan lentamente las centelleantes luces de la Ciudad Condal. Ya es de noche, pero la capital catalana sigue bullendo de actividad. Es tarde, mañana será otro día.

Hace poco que la luz clareada del alba des-punta en el horizonte. Las sombras de la noche van dejando paso a un cielo azulado que invita a abandonar el camarote, a subir a cubierta. El sol ha iniciado su carrera hacia el firma-mento, renovando con sus rayos un día más. L

El viejo puerto de Nápoles resulta pintoresco, con sus

tranquilos restaurantes. A la izquierda, relieve

en Castel Nuovo. En la doble anterior, Castello

Aragonese, en Ischia.

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No podíamos haber elegido mejor momento: de pronto, un pequeño grupo de delfines se acerca al Crucero de Roma y nos acompañan un rato en nuestro plácido navegar por las aguas del Mediterráneo. No somos los únicos que presenciamos semejante espectáculo.

A bordo de la nave los auténticos protago-nistas somos nosotros, los viajeros. Su tiempo, nuestro tiempo, es para disfrutar del ritmo del mar. La verdad es que, aparte de este emo-cionante episodio con los delfines, nada dis-trae nuestra atención, ya que en el Crucero de Roma no aparecen las cabinas lujosas, ni los cines, ni los teatros… La atmósfera es siem-pre relajada y el trato cálido. Veintiuna horas

después de haber partido del puerto de Bar-celona desembarcamos en Civitavecchia. Nos disponemos a iniciar la ruta trazada. Nuestra primera parada, Nápoles.

LA BELLEZA DEL CAOS. Nápoles, la capi-tal del sur de Italia, ha quedado algo des-figurada por una circulación delirante, un ruido infernal y una especulación inmobilia-ria desenfrenada. Pero sigue siendo una ciu-dad bella. Y si así es, pese a ese frenesí, lo debe a su pasado, a su pasado de mar y mon-tañas. Todos conocemos la estampa de Nápo-les, aplastada bajo un cielo de un azul cromo, a la sombra del Vesubio. Hay quien dice que,

A principios del siglo VI, la Costa Amalfitana formaba parte del imperio bizantino de Justiniano, quien convirtió el pueblo de pescadores de Amalfi en sede de un episcopado. En aquellos tiempos, y hasta el siglo IX, todo el Mezzogiorno italiano devino en un gran campo de batalla entre bizantinos, sarracenos, normandos y algunos pueblos bárbaros que habían cruzado los Alpes tras la caída de Roma. Cada uno de ellos intentó hacer aliados en la región. Amalfi quedó alineada en la zona bizantina. En torno al año 840, con un imperio bizantino en decadencia, Amalfi se transformó en una ciudad-estado independiente. Los amalfitanos crearon una república regida por dos magistrados que se hicieron llamar dux, y crearon una nueva manera de organizarse que sentó cátedra en

Italia: las repúblicas marineras, que luego imitaron Génova, Pisa y Venecia. La ciudad vivió entonces su periodo de mayor esplendor. Sin embargo, esta independencia política se vio truncada en 1073, cuando los normandos ocuparon la ciudad. Cincuenta años después, Amalfi sufrió un nuevo ataque de otro rey normando, Rogelio II, procedente de Sicilia. La ciudad volvió a ser saqueda en 1135 y 1137 por la República de Pisa. La supervivencia política era imposible. Por si esto fuera poco, un fuerte maremoto, a mediados del siglo XIV, se llevó media ciudad y desaparecieron edificios emblemáticos como el palacio ducal, astilleros y fortificaciones. El golpe de gracia lo asestó la epidemia de peste que asoló Europa en 1348 y que en Amalfi se llevó por delante a gran parte de su población.

LA PRIMERA REPúBLICA MARíTIMA DE ITALIA

El imponente aspecto que presenta la fortaleza del

Castello Aragonese se debe a Alfonso V de Aragón, que

conquistó Nápoles en 1442. A la izquierda, cubierta del

“Crucero de Roma”.

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cuando uno llega a Nápoles, la primera sensa-ción que le invade es la de huir rápidamente, pero luego uno termina improvisando una par-tida de dominó con algún napolitano bona-chón o compartiendo un ristretto en plena calle con aquella jovencita que se encontró en el casco antiguo. Así son las cosas en esta ciudad: la gente se relaciona, se vincula, vive la calle como ese espacio de socialización por exce-lencia. Al principio, cierto, se tiene esa sensa-ción de estar en una ciudad sin ley, pero ese es precisamente su encanto.

Para obtener una visión de conjunto, nada mejor que dirigirse a la cartuja de San Mar-tino y, desde allí, descender hasta el barrio de Santa Lucía. Este es, a lo largo del mar, uno de los más suntuosos paseos del mundo. Acaba, naturalmente, en la piazza del Municipio. En

lo alto de los inmuebles un panorama insupe-rable: el puerto y la bahía. Girando la mirada, se descubren las macizas torres feudales del Castel Nuovo, con su entrada renacentista. Muy cerca, el Palacio Real, la piazza del Ple-biscito, la iglesia de San Francesco di Paolo y el Teatro San Carlo. Más allá, el castillo de Sant’Elmo vigila el entorno desde las alturas. Pocas ciudades portuarias acumulan tantas maravillas en un espacio tan restringido.

Y eso no es todo. Tras estos dos castillos (tres si contamos el Castel dell’Ovo, que se adentra en el mar como una flecha de piedra medieval), una gran cantidad de iglesias se agrupan entre el mar y la piazza Cavour. Y es que en Nápoles la pasión religiosa es tam-bién un signo de identidad y San Genaro, patrono de la ciudad, quien recibe todo ese

universo de catarsis colectivas. También el viejo puerto de Nápoles es pintoresco, con sus restaurantes, donde sentarse y escuchar música en vivo. Ahora bien, si queremos una imagen más exacta de la ciudad, hay que ter-minar en la piazza del Municipio y el Duomo, y perderse por las calles del barrio español. La vía principal es Spaccanapoli, y puede tomarse como una arteria de referencia para recorrer el lugar. Los vestigios de su esplendor se adi-vinan sobre todo aquí, donde se conserva el trazado griego y luego romano.

ISCHIA, LA ISLA VERDE. Desde Nápoles se llega en un pequeño transbordador a las tres islas del golfo homónimo: Ischia, Procida y Capri. Nos dirigimos a la primera. Es her-mosa Ischia. Hermosa como un sueño tanto

si se llega de día, cuando las olas chocan enlo-quecidas contra los escollos, como si se hace de noche, cuando las luces de Ischia Porto ciegan con su resplandor las fachadas de las casas, y el mar, sumido en el sueño, acuna las barcas amarradas en el puerto. Desde el mar abierto se adivinan, en la lejanía, las cos-tas escarpadas, llenas de grutas. La blancura de las villas inmersas en el verdor y la linea-lidad de los cultivos (principalmente limone-ros, naranjales y viñedos), que trepan por las escarpadas pendientes contrastando con los matices cromáticos del mar.

Es encantadora Ischia por la atmósfera que la circunda, por sus colores, por el intenso perfume a mirto y a romero que aletea en el aire. Es verde Ischia. Para quienes llegan desde Nápoles, la isla no se ofrece como un

gran pedazo de roca árida en medio del mar. En realidad presenta una vista encantadora, de sueño, como una gran nave abanderada para la fiesta, cuyos flancos, portillas y palos se presentan increíblemente verdes. Incluso las cimas de las pequeñas rocas, a lo largo de la costa, aparecen embellecidas por este color.

PLAyAS y CENTROS TERMALES. El verde domina todo y se aloja hasta en las piedras, en la famosa toba verde de la zona de Forio, cuyas piedras componen las bellí-simas y originales parracine (murallas secas) que adornan las densas manchas de las ver-des viñas. El verde no esconde la bella natu-raleza accidentada del terreno. Muy al con-trario, lo embellece mucho más. Su orografía se presenta muy variada y se manifiesta en

las montañas, colinas aisladas, en los pro-montorios majestuosos, en las pendientes, en las planicies, todo aquello que puede fácil-mente percibirse desde la magnífica terraza del Soccorso, también en Forio, desde donde el volcán Epomeo se manifiesta con toda su incomparable belleza. Lo cierto es que nos encontramos en una isla bellísima, ante uno de los tesoros turísticos mejor guarda-dos por los italianos. Apenas 60.000 almas habitan aquí durante todo el año; 500.000 en verano. Actualmente el mayor atractivo de Ischia radica en los centros termales, cuyas aguas ya alabaron los griegos y romanos, y en sus playas solitarias.

La riqueza termal de la isla tiene un ori-gen volcánico, cuyo máximo exponente es el monte Epomeo, un volcán apagado de 787

Positano (a la izquierda) es uno de los balnearios más

famosos del mundo que atrae a estrellas del cine

y magnates. En la imagen, música en vivo en un

restaurante de Sant’Angelo.

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metros de altura que ofrece unas seductoras caminatas. Precisamente la naturaleza volcá-nica de la isla explica la existencia de decenas de embalses hidrotermo-minerales: Gurgite-llo, Cotto, Sorgento… Están por todos lados, salpicando los bellos rincones de Ischia.

La principal localidad de la isla es Ischia Porto, donde atracan los transbordadores que vienen de Nápoles y Capri. A un tiro de pie-dra, en un islote, se erige el Castello Arago-nese, la antigua residencia del gobernador de la isla, una fortaleza que debe su aspecto actual a Alfonso V de Aragón, que conquistó Nápoles en el año 1442.

Pero la mejor manera de sucumbir a los encantos isleños es alquilando una motoci-cleta. Sus apenas 46 kilómetros cuadrados de superficie permiten desplazarse de una punta

a otra de la isla sin agobios y con una abso-luta tranquilidad. Es así como hay que des-cubrir sus pequeñas localidades, que son cen-tros urbanos increíblemente iguales y a la vez diferentes; a cada paso, a cada curva, se puede admirar un nuevo escenario, una nueva vista, un nuevo cuadro pictórico.

La costa norte de la isla de Ischia está fes-toneada de playas solitarias y calas recoletas, algunas de las cuales solo resultan accesibles desde el mar. En el sur, una parada obligato-ria es Sant’Angelo. Antaño no era más que un puñado de casas de pescadores, pero hoy se ha transformado en el pueblo turístico por excelencia de Ischia. Una verdadera belleza, de un blanco inmaculado, que está bañado por un mar de un azul insultante. Por tanto, no resulta extraño que sea el lugar elegido

por la canciller alemana Ángela Merkel para pasar sus vacaciones de verano.

LA COSTA AMALFITANA. De vuelta al continente, iniciamos la ruta por la que muchos consideran la carretera más bella de Europa. Desde la colina del Pausilippo a la península de Sorrento se despliega la her-mosa curva de la bahía de Nápoles, realzada por el Vesubio. Al bordear la costa, por el sur, hacia Amalfi, se pasa ante el más ilustre escaparate de Italia. Encorsetadas entre los montes, colgadas de sus vertiginosas corni-sas, están Sorrento, Positano, Amalfi, Rave-llo..., una visión inolvidable. Popularmente conocida como la Costa Amalfitana, vista desde Oriente es un enorme acantilado pro-vocado por los montes Lattari que caen al

vacío al divisar el Mar Tirreno. A partir de aquí surge un paisaje vertical, dominado por precipicios de vértigo y barrancos que quitan la respiración, tan solo suavizados por limo-neros y olivos colgados en las alturas, bos-ques de castaños y algún puerto natural.

Precisamente desde la Punta della Campa-nella, en Sorrento, hasta Vietri Sul Mare, a las puertas de Salerno, discurre la carretera esta-tal 163, una vía de doble sentido muy estre-cha, en la que apenas hay rectas y sí muchas curvas que serpentean por una cornisa de 30 kilómetros de longitud. Recorrerla es un delicioso paseo entre miradores que dan al mar, barrancos y precipicios. A mediados del siglo XIX, la Costa Amalfitana resur-gió de sus cenizas tras más de cuatro siglos de olvido. Su paisaje y sus baños de sol se

incorporaron a una pequeña lista de lugares escogidos donde veraneba la jet-set europea: Niza, Baden Baden, Opatija, Biarriz…

EL REFugIO DE LAS SIRENAS. Artistas como Turner quedaron atrapados por su luz. En 1880 fue Wagner quien impregnó el segundo acto de su Parsifal del aroma de los jardines de la villa Rufolo de Ravello. Pocas décadas después sería D.H. Lawrence quien invocara a las musas de este aristocrá-tico pueblo encaramado a las alturas de los Montes Lattari en algunos de los pasajes de su novela El amante de lady Chatterley. La lista de otros famosos que se enamoraron de la Costa Amalfitana es interminable: Goethe, Elizabeth Taylor, Bogart, Bacall, Picasso…

En la península de Sorrento hallamos un

remanso de paz: naranjas y limones forman una especie de tela puntillista que realza el ver-dor con sus colores cálidos y brillantes. La propia ciudad de Sorrento tiene un encanto antiguo. A diferencia de su vecina la caótica Nápoles, Sorrento destila seguridad y encanto. Hay que pasear por sus estrechas calles, nor-malmente escalonadas, y asomarse a los jar-dines que bordean el acantilado.

Más allá, hacia Amalfi, es preciso dominar el vértigo. Ya en la primera curva en que la carretera se cuelga del precipicio se divisa un grupo de pequeños islotes. Son los Li Galli, el hogar de las sirenas, según la leyenda. Y más allá, desde la aspereza de las cornisas esculpi-das por una espuma efervescente, desde lo alto de un mirador que domina una vertiginosa cornisa, se descubre Positano, un pueblecito

Nápoles, siempre a la sombra del Vesubio, es

una ciudad bella, pese a su circulación delirante, donde

la gente se relaciona y vive la calle como si fuera un espacio de socialización.

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marinero fundado antaño por los habitantes de Paestum y cuyas casas diseminadas entre las palmas evocan un aspecto olvidado del modo de vida mediterráneo. Hoy es uno de los balnearios más famosos del mundo. Tras ser el puerto de referencia de la República Amalfitana en la Edad Media, desapareció de la historia hasta mediados del siglo XX, en que resurge con fuerza gracias a los nuevos ricos y presumidos italianos que se dedican a tomar el sol con mujeres top ten y a las parejas que vienen de Estados Unidos para celebrar su luna de miel. Aquí no faltan modelos, ni futbolistas, ni estrellas de cine…

En ruta hacia Amalfi, dos paradas técnicas:

la Gruta de la Esmeralda y Marina de Praia. La gruta mide 60 metros de alto por 30 de ancho y se llega en un ascensor o a través de una larga escalera. Descubierta en 1932, está llena de estalactitas y la luz se filtra dando al agua un extraordinario color verde. Marina di Praia, efectivamente, merece también un alto en el camino. Se trata de uno de los rinco-nes más bellos de la costiera, con una coqueta playa encajonada entre los acantilados.

Finalmente llegamos a Amalfi. La antigua rival de Pisa y Venecia escala la colina con sus casas de fachadas lechosas. Una pequeña ciu-dad blanca, ciertamente, pero que fue la pri-mera república marítima de Italia (ver recuadro).

La cocina de la isla de Ischia es muy parecida a la apreciada gastronomía napolitana. Sin embargo, cada receta trae su inspiración de los productos que el generoso Mar Tirreno ofrece a lo largo de la costa de la isla. El pescado constituye, evidentemente, el alimento preferido por los ischianos: doradas, sargos, lubinas, atún, lenguado… Los modos de cocinarlo resultan muy variados: nunca faltan la sopa de pescado, deliciosa, ni los famosos espaguetis chatos o espaguetis con almejas, en blanco o al jugo de tomate. También los tallarines con marisco, los mejillones y el sabroso pecorino (queso de oveja) forman parte de la buena cocina isleña. Pero aun tratándose de una isla, Ischia también es famosa por el coniglio

alla cacciatora (conejo a la cazadora). La ensalada caprese (tomate, mozarella, y albahaca), las berenjenas, la parmesana de berenjenas, los pimentones a la sartén o al horno son algunas de las guar-niciones que suelen prepararse para acompañar a los excelentes productos que ofrece el suelo ischiano. Los vinos de la zona también merecen ser citados. Las viñas más florecientes, aquellas que más se benefician del sol de la isla, se encuentran en las laderas del monte Epomeo. Biancolella y Forastera son buenos vinos blancos; Montecorvo, para quienes prefieran el vino tinto. Entre los licores más exquisitos destaca el famoso limoncello, una infusión en alcohol puro de las cáscaras de los jugosos limones.

ISCHIA y EL ARTE DEL BuEN COMER

La isla de Ischia tiene en sus centros termales y sus playas solitarias dos de sus principales atractivos. En la página siguiente, plato del restaurante de Terme Manzi Hotel & Spa.

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V

A la vista de la minúscula ciudad actual, cons-treñida entre los farallones que la circundan y el mar, me pregunto cómo es posible que esta ciudad tuviera hace más de mil años 100.000 habitantes y fuera la reina del Mediterráneo. En Amalfi destacan el centro histórico medie-val y la catedral, con su reliquia más venerada: el cuerpo incorrupto de San Andrés.

Más allá de Amalfi, en dirección a Salerno, la Gran Cornisa no deja de retorcerse en mil curvas, a alturas vertiginosas, dejando entre-ver golfos aislados donde se recogen comu-nidades cuyo total de habitantes y de barcas oscila entre 20 y 40. La montaña y el mar se enfrentan aquí en una especie de combate homérico, simbolizado por un rocoso islote (el mencionado Li Galli) que en tiempos de Ulises, según La Odisea, estaba poblado de

sirenas. Más allá, una carretera sube hasta Ravello, un sitio tranquilo, de reposo, bus-cado por los estetas de todo el mundo. En el siglo X se convirtió en sede episcopal, y en el siglo XII los pisanos la devastaron por su fidelidad a Amalfi.

VILLAS DE FANTASíA. Ravello exhibe una hermosa catedral (siglo XI). Sin embargo, lo verdaderamente popular en la ciudad son sus villas, sobre todo Villa Rufolo y Villa Cim-brone. En Rufolo, propiedad de un rico esco-cés, se hospedó Wagner. Cimbrone, creada por un lord inglés, imita un palacio árabe y desde su jardín de fantasía se obtiene una de las mejores panorámicas de la costa. Como la mayoría de pueblos que bordean la costa, Ravello es un lugar perfecto para pasear entre

sus callecitas y plazas sin coches, entre facha-das y mansiones. Y para saborear la propia cocina napolitana, que también es uno de los grandes atractivos del viaje. Conviene empe-zar con una poderosa mozzarella y seguir, des-pués, con un buen plato de pasta: linguine o paccheri, con marisco, almejas, mejillones, o simplemente saboreando la pizza más tradi-cional y purista del mundo o los espaguetis con albahaca fresca y perfumada. Y es que esta tierra feraz ofrece alimentos frescos y deliciosos: limones de Sorrento, mozzarella de búfala, tomates del Vesubio…

Así es la Costa Amalfitana, un encuentro de historia solemne y actualidad insolente, y de la combinación de ambos nace uno de los sitios más interesantes y hermosos de Europa. Llegar no es difícil, lo duro es irse.

La catedral de Amalfi conserva en su interior la venerada reliquia del cuerpo incorrupto de San Andrés. A la derecha, degustación del famoso licor “limoncello”.

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guía práctica

Real de Capodimonte, de los siglos XVIII-XIX. En su interior expone obras de artistas italianos y extran-jeros que vivieron en Nápoles.Cartuja de San Martino. Situada en un promontorio de la colina del Vómero, es un emplazamiento pri-vilegiado por sus hermosas vistas. Construida en el siglo XIV, está con-siderada uno de los mejores ejem-plos del barroco napolitano.galerías umberto I. En San Carlo. Tiene un estilo semejante a las galerías Vittorio Emmanuelle II de Milán. Con elegantes tiendas.Plaza del Plebiscito. Muy amplia. Aquí está el Palazzo Reale.Castillo de Sant’Elmo. Ubicado en la colina de San Erasmus, se trata de una fortaleza medieval que ofrece unas panorámicas especta-culares de la ciudad. Paseo Marítimo. También llama-do el Lungomare. Es una auténti-ca delicia pasear por esta amplia avenida salpicada de abundantes bares y restaurantes que cierran tarde por la noche.Convento de Santa Chiara. En la calle Santa Chiara, 49. El claustro es de una gran belleza. • En IschiaDesde el paseo marítimo de Nápo-les parten los transbordadores que van a las islas Procida, Ischia y Capri. De Nápoles a Ischia son apenas 45 minutos de navegación. El viaje cuesta 11 euros (ida). Ischia es una isla relativamente pe-queña, por lo tanto una buena fór-mula de sucumbir a sus encantos es alquilando una motocicleta. Las distancias no resultan largas y las carreteras son estrechas, aunque están en un buen estado.El centro principal es Ischia, al no-reste, pueblo compuesto de dos nú-cleos contiguos, Porto y Ponte. El primero es un elegante lugar de vacaciones y balnearios; el segun-do, una típica aldea de pescadores donde aún es posible, al atardecer, ver a los pescadores desenredan-do sus redes. Un puente une Ponte con el famoso Castillo Aragonés, una fortaleza construida por Alfon-so de Aragón en el año 1438.Saliendo de Ischia, hacia el sur, está Barano, una de las playas más bellas, con fuentes termales sub-marinas y fumarolas. Continuando por la carretera se llega a Fonta-na, desde donde sale una carretera que permite la excursión a la cima del Epomeo (788 metros). Una vez arriba, en los días despejados se obtiene una extraordinaria vista del golfo de Nápoles.Otras visitas ineludibles pasan por el atractivo pueblo de Sant’Angelo,

magníficamente enclavado en el promontorio rocoso del mismo nombre; antiguamente era una aldea de pescadores y hoy se ha convertido en el pueblo turístico por excelencia de Ischia; la piscina natural de agua termal de Sorgen-to está a un tiro de piedra; Forio, en una zona importante por la pro-ducción vinícola y dotada también de infraestructuras turísticas y ter-males, y Casamicciola Terme, el tercer pueblo más grande y el único que posee la denominación terme por tener las aguas más importan-tes, entre ellas la más antigua de la isla, el agua del Gurgitello.• En la Costa AmalfitanaSorrento. Carece de playas y gran-

des monumentos, pero es una ciudad muy agradable.En Positano es imposible aparcar si no es en uno de los parkings del lugar. El pueblo empieza en lo alto de la montaña y desciende por la ladera, a través de calles estrechas y escaleras, hasta la playa.Tras Positano aparece la locali-dad de Amalfi, la primera repú-blica marítima de Italia, que posee una de las catedrales más bonitas del país, dominando una peque-ña plaza. En su interior se halla el claustro del Paraíso, de clara in-fluencia árabe, así como la basílica del Crucifijo, la catedral primitiva, que exhibe frescos medievales. Al norte de Amalfi, un paseo conduce

hasta el llamado Valle de los Mo-linos, donde los antiguos molinos son hoy algunas de las más viejas fábricas de papel.Ravello, encima de Amalfi, está a unos pocos kilómetros siguiendo una sinuosa carretera. Es una be-lleza medieval de iglesias, villas nobiliarias y jardines exóticos. Des-tacan Villa Rufolo y Villa Cimbrone. En la primera se hospedó Wagner. La segunda imita un palacio árabe, y sus jardines, con templos clási-cos, cuentan con vistas espectacu-lares sobre la Costa Amalfitana.

MÁS INFORMACIÓNw www.regione.campania.itw www.amalficoast.com

CÓMO llegARLos ferries de la compañía navie-ra grimaldi Lines parten, de lunes a sábado, desde el puerto de Bar-celona con destino a Civitavecchia. Se sale por la noche y se llega al día siguiente por la tarde. En Civita-vecchia, si hemos embarcado nues-tro automóvil, empieza la ruta por Nápoles y la Costa Amalfitana. Fina-lizado el viaje, el regreso se efectúa de la misma forma: se parte de Civi-tavecchia por la noche y se llega al puerto de Barcelona al día siguiente por la tarde/noche. Más informa-ción: w www.grimaldilines.com Desde Nápoles parten los transbor-dadores hacia Ischia. La duración del viaje es de 45 minutos.

dOCuMeNtACIÓNSolo es necesario el Documento Na-cional de Identidad.

CuÁNdO IRNápoles y sus alrededores gozan de un clima típicamente mediterráneo. Los veranos son secos y calurosos, con temperaturas que a menudo su-peran los 35 grados centígrados. Los inviernos son templados.

dÓNde dORMIRHotel Naples **** (Corso Umberto I, 55. Nápoles. w www.hotelnaples.it). Bien situado, cerca del paseo marí-timo. Permite acercarse a pie a al-

gunos de los puntos más destaca-dos del centro histórico.Decumani Hotel de Charme (Via San Giovanni Maggiore Pignate-lli, 15. Nápoles. w www.decumani.com). Para disfrutar del encanto de un viejo palacio restaurado. Terme Manzi Hotel & Spa (Piazza Bagni, 4. Casamicciola Terme. Ischia. w www.termemanzihotel.com). Es una maravilla, todo un lujo. El restaurante del hotel está regen-tado por Nino Di Costanzo, con dos estrellas Michelin. garden & Villas Resort **** (Via Prov. Lacco, 210. Forio, Ischia. w  www.gardenvillasresort.it). Grandes bungalós dispersos entre unos jardines exquisitamente cuida-dos. Las habitaciones resultan muy grandes, con amplias terrazas. Hotel Luna Convento **** (Via Pan-taleone Comité, 33. Amalfi. w www.lunahotel.it) Es un antiguo conven-to del año 1200 que está completa-mente restaurado. Il San Pietro di Positano (Via Lauri-to, 2. Positano. w www.ilsanpietro.it). Sus grandes habitaciones tienen unas vistas al mar de escándalo. Este establecimiento es miembro de la asociación Relais & Chateaux.

dÓNde COMeRRestaurante Pizzería Europeo (Via M. Campodisola, 4. Nápoles). Nápoles es la cuna de la pizza más

famosa del mundo y, por lo tanto, nada mejor que probarla en un es-tablecimiento tradicional. Dispone de un ambiente muy agradable.Il Buco (2ª rampa Marina Piccola, 5. Sorrento). Es el mejor restaurante de la localidad de Sorrento, galardo-nado con una estrella Michelin.Neptunus (Via Chiaia di Rose, 11. Sant’Angelo. Ischia). Dispone de una gran terraza que ofrece vistas magníficas al pueblo de Sant’Angelo y al mar. Música en vivo: el propieta-rio, el camarero, el cocinero… todos salen a darte la bienvenida con can-ciones tradicionales. Los platos de su carta, la mayoría a base de pes-cado, son deliciosos. Il Mosaico (Piazza Bagni, 4. Casa-micciola Terme, Ischia). El restau-rante del hotel Terme Manzi com-bina a la perfección una cocina de diseño con platos tradicionales de la cocina isquiana, pero con el toque personal de su gran chef, Nino Di Costanzo. Sin duda, el mejor restau-rante que hay en la isla de Ischia. Dos estrellas Michelin.

QuÉ VeR• En NápolesCapital de la región y provincia de la Campania, Nápoles es desde la anti-güedad la metrópoli más famosa del sur de Italia. Además de su hermosa ubicación en el golfo que domina el Vesubio, cuenta con un importante

legado artístico, cultural e histórico que abarca todas las épocas, desde su fundación como colonia griega (siglos VII-VI a.C.) hasta los perío-dos romano, bizantino, normando, suevo, español y napoleónico. Hay mucho que ver en esta ciudad, pero las visitas imprescindibles son:Castel Nuovo. También conocido como Maschio Angioino, el castillo fue construido por los Anjou en el siglo XIII y reconstruido por artistas catalanes y toscanos en el siglo XV. Destacan sus cuatro torres angu-lares, su imponente Arco de Triun-fo, la Capilla Palatina y la conocida Sala de los Barones.Duomo. Surgió del núcleo original romano, a finales del siglo XIII, y se levantó sobre una basílica paleo-cristiana. Su esbelto interior, con tres capillas del siglo XIII, guarda numerosas obras de arte de incal-culable valor.Iglesia de San Lorenzo Maggiore. Es una de las iglesias medievales más importantes de la ciudad, ini-ciada en el siglo XIII. Toda ella está relacionada con las figuras de Pe-trarca y Boccaccio.Museo Arqueológico Nacional. Constituye uno de los museos ar-queológicos más importantes del mundo, especialmente en lo relativo a la cultura grecorromana.Museo y galería de Capodimonte. El museo ocupa el antiguo Palacio

» Costa Amalfitana

cartografía: DIGYTAL

Costa amalfitanaSuperficie coSta amalfitana: 112 km2. patrimonio de la humanidad: Inscrita en 1997.inicio de la ruta: Nápoles (980.000 habitantes).diStanciaS deSde nápoleS: Positano (58 km.), Amalfi (72 km.), Madrid (2.154 km).

• uN VIAJE DIFERENTE POR LAS “AuTOPISTAS DEL MAR”

Poco podían imaginar los hermanos Grimaldi en qué se iba a convertir la compañía naviera que fundaron en 1947. Y es que el Grupo Grimaldi inició sus actividades en el sector del transporte de mercancías. A partir del año 1969 el radio de acción de los servicios ofrecidos se amplió

y hoy se dedica al servicio de pasajeros por las llamadas Autopistas del Mar. Grimaldi Lines ofrece líneas regulares que parten desde el puerto de Barcelona hasta los puertos de Civitavecchia (Roma), Porto Torres (Cerdeña) y Livorno (Toscana), apostando por una fórmula diferente

de viajar a Italia ya que permite embarcar el propio automóvil, con lo que, una vez en destino, los pasajeros pueden recorrer el país de forma cómoda e independiente. La compaía propone en sus folletos algunas rutas por Nápoles, Roma, Toscana, Cerdeña, Umbría y Costa Amalfitana, entre otros lugares.El Cruise Roma y el Cruise Barcelona son las naves que cubren las líneas desde Barcelona a Civita-vecchia (Roma) y Porto Torres (Cerdeña). Son barcos grandes, de 225 metros de eslora y 30 metros de ancho. En su interior disponen de 478 cabinas, un completo Health Center con sauna, sala de masajes, gimnasio y jacuzzi, un recinto para escuchar música en vivo, casino y discoteca. En el exterior, la piscina y el solárium son los grandes atractivos.La velocidad máxima a la que se desplazan estos modernos navíos es de 28 nudos, es decir, con capacidad para cubrir el trayecto Barcelona-Roma en veinte horas. Más información: Bar-celona-Terminal Drassanes. Moll de Barcelona. t 93 502 04 00. Para precios y ofertas, consultar w www.grimaldilines.com

Los ferries de la compañía grimaldi Lines tienen piscina, solárium y un completo Health Center.