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Pasos hacia un pensamiento complejo Subjetividad Vínculos - Redes Denise Najmanovich

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Pasos hacia un pensamiento complejo

Subjetividad Vínculos - Redes

Denise Najmanovich

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para Nat y Laura Mis tesoros

Pasos hacia un pensamiento complejo

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êndice

Sujeto Encarnado: l�mites Ð Devenir- Incompletud . . . .4

Pensar la subjetividad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .30

Nuevos paradigmas en el campo de la subjetividad . .41

Din�mica vincular: territorios creados en el juego . . .52

Subjetividad y Contexto Social: Figuras en mutaci�n .67

Del reloj a la red: met�foras para ver el mundo . . . . .79

Reportaje: Suely Rolnik . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .91

Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .102

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El sujeto encarnado:Limites, devenir e incompletud

ÀDe que hablamos cuando hablamos del cuerpo?

El discurso de la Modernidad, y el de la ciencia cl�sicaen particular, prescinde de la necesidad de dejar en claroquien es el que habla, desde qu� lugar lo hace, con qu� pro-p�sito y desde qu� perspectiva. La mayor parte de las pu-blicaciones cient�ficas recurren a un estilo as�ptico e im-personal donde abundan los Òse sabeÓ o las afirmacionesgen�ricas del tipo ÒLa neurolog�a actual nos dice (...)Ó o Òlaciencia actual confirma (...)Ó. A pesar de parecer aparente-mente claros, si reflexionamos un poco observamos quelos sujetos de estas enunciaciones son entes abstractos Òlaneurolog�aÓ o Òla cienciaÓ no hablan, solo �ste neur�logo,o aqu�l cient�fico pueden hacerlo. En suma, en el discursode la Modernidad el lugar de la enunciaci�n es ocupadopor un sujeto abstracto y universal y de esta manera se es-camotea la responsabilidad de quien habla por su propiodecir.

Esta forma del discurso moderno, caracter�stico de laciencia pero tambi�n de la conversaci�n cotidiana, se hainstituido sobre un conjunto de supuestos subyacentes y seha desarrollado a lo largo de varios siglos desde el Renaci-miento, pasando por la Revoluci�n Francesa hasta la actua-lidad. No se trata meramente de un Òforma de hablarÓ sinode una forma de pensar, de conocer , de sentir y de perci-bir el mundo.

En las �ltimas d�cadas los modelos cognitivos, los valo-res y las pr�cticas de la Modernidad han entrado en una cri-

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sis que muchos consideran terminal. El pensamiento con-tempor�neo se ha abocado a desenredar la compleja made-ja de conceptos, met�foras, inferencias que han estructura-do la concepci�n Moderna del mundo. Desde diversasperspectivas que incluyen la ling��stica, la filosof�a dellenguaje, la teor�a de la categorizaci�n, la inteligencia arti-ficial, la psicolog�a cognitiva, la teor�a literaria , la cr�ticade arte, la filosof�a de la ciencia se ha cuestionado el dis-curso moderno respecto del sujeto, el conocimiento y laproducci�n de sentido.

Este trabajo se inscribe en una perspectiva conceptualque rompe con los discursos de la modernidad1; exige co-mo punto de partida la especificaci�n del lugar desde elcual se habla. Este gesto no es un mero se�alamiento, niuna regla protocolar. Por el contrario, se trata de una afir-maci�n a la vez �tica -porque indica la decisi�n del hablan-te de hacerse responsable de su discurso-, est�tica -ya quereconoce la importancia del contenido de la forma y de losv�nculos espec�ficos que esta crea-, y pol�tica -porque pre-tende un lugar en el entramado relacional contempor�neo.

Desde el punto de vista epistemol�gico este se�alamien-to del lugar de la enunciaci�n se relaciona con la necesidadde cuestionar la distinci�n cl�sica sujeto-objeto y su corre-lativa separaci�n cuerpo-mente. Esto es as� porque las con-cepciones contempor�neas sobre estas dicotom�as cl�sicashan llegado a un punto de no retorno al cuestionar la su-puesta independencia de cada unos de los t�rminos consti-tutivos de estas polaridades que en la modernidad han sidopensadas como separadas, disociadas, desconectadas. Alcuestionar la polaridad excluyente sujeto-objeto o su equi-valente cuerpo mente avanzamos hacia un nuevo espaciocognitivo. Ya no se trata de indicar nuevos lugares en elviejo mapa de la modernidad, sino que los desarrollos

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contempor�neos exigen la construcci�n de un nuevo es-pacio cognitivo donde cuerpo~mente, sujeto~objeto,materia~energ�a son pares correlacionados y no oposi-ciones de t�rminos independientes. S�lo en un nuevo es-pacio cognitivo podr�n cobrar sentido las produccioneste�ricas e instrumentales de este fin de siglo: la simulaci�ny la realidad virtual, las redes sociales y las tramas urbanas,el cuerpo emocional y la mente corporalizada.

Es hora ya de responder al interrogante que abre este tra-bajo: Àde qu� hablamos cuando hablamos del cuerpo? Des-de una mirada que rompe con las dicotom�as cl�sicas y queacepte dar cuenta del lugar de la enunciaci�n, lo primeroque tenemos que darnos cuenta es de qu� estamos hablan-do. Es decir, estamos traduciendo al lenguaje verbal nues-tra experiencia corporal. Esa experiencia corporal es in-conmensurable con el lenguaje: pertenece a otro orden. Sinembargo, y aunque resulte parad�jico, a�n cuando perte-nece a otro orden el lenguaje es parte2 de esa experienciacorporal. La inconmensurabilidad no implica incomunica-ci�n, lo que indica es la imposibilidad de una traducci�ncompleta entre el orden corporal y el del lenguaje. Entreambos hay una articulaci�n, una posibilidad de traducci�nparcial, que nos permite hablar de la experiencia corporal(sabiendo siempre que hablar del dolor o del placer, o in-tentar describirlos m�s precisamente es una tarea intermi-nable3). Pero ese ÒcuerpoÓ4 del que hablamos en el len-guaje no puede identificarse sin m�s con el cuerpo que ex-perimentamos. Entre uno y otro ha mediado una transfor-maci�n ya que el lenguaje no es un medio inerte. BarnettPearce ha se�alado este aspecto formativo del lenguaje ydestacado nombrar algo es Òen un sentido muy real, con-vocarlo a ser como uno lo ha nombradoÓ.

Este ÒcuerpoÓ del que hablamos ha emergido en nuestra

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experiencia social e hist�rica, en un contexto espec�fico yest� atravesado por m�ltiples imaginarios. Cuando yo ha-blo del ÒcuerpoÓ hablo como bioqu�mica, como epistem�-loga, como mujer, como madre, como argentina de finesdel siglo XX, como cibernauta, como amante, y en muchosotros registros m�s. Mi discurso tiene -en este caso- la for-ma del lenguaje escrito estructurado por la cadencia y laconsistencia del castellano de Buenos Aires y un estilo aca-d�mico (con ciertas liberalidades). Otras personas -y yomisma en otras circunstancias- producen sentido en rela-ci�n al cuerpo con y desde otros lenguajes como la pintu-ra, la escultura, el video, el cine, la fotograf�a, la simula-ci�n computada, la danza, el ritual, y muchos otros. Otroslenguaje crear�n otros ÒcuerposÓ, al igual que distintasperspectivas dentro de un lenguaje. Los diversos lengua-jes son inconmensurables entre si, y por lo tanto , no hayuna traducci�n exacta, completa y mec�nica de uno alotro, pero si un proceso de traducci�n parcial, metaf�rico ycreativo, como ya hemos se�alado al hablar del lenguajeverbal y la experiencia corporal.

Las complejas relaciones entre los ÒcuerposÓ expresadosa trav�s de los lenguaje humanos y el cuerpo m�s all� detoda representaci�n ha sido uno de los temas claves de in-vestigaci�n de muchos pensadores en las �ltimas d�cadas.Los fil�sofos positivistas fueron pioneros en la distinci�nentre ÒcuerpoÓ y cuerpo. Sin embargo su concepci�n dellenguaje y el conocimiento, estaba atrapada en la met�foracognitiva de la Modernidad. Esta concepci�n los llev� ahacer del ÒcuerpoÓ una imagen especular -obtenida gra-cias a la iluminaci�n objetivista- de un supuesto cuerpomaterial, objetivo e independiente. En el pr�ximo apartadoexploraremos la forma en que fue form�ndose este Òcuer-po de la modernidadÓ, que los positivistas han ayudado a

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gestar, propagar y sostener. Consideraremos con especialatenci�n algunas de sus met�foras constitutivas, tendremosen cuenta los instrumentos y las pr�cticas que lo hicieronemerger y los procedimientos que lo sostienen. Luego ex-ploraremos las alternativas contempor�neas que permitenabrir nuevos sentidos que abandonan la vieja dicotom�acuerpo-mente y abren las puertas al pensamiento complejopara producir un abordaje que permita pensar una mentecorporalizada y un cuerpo cognitivo emocional.

El ÒCuerpo de la ModernidadÓ:

La modernidad no descendi� del cielo en paraca�das, niemergi� adulta del oc�ano. No cubri� con su manto de ra-cionalidad ÒpuraÓ a todo el planeta, ni atrap� de manerauniforme el imaginario de Occidente. A lo largo de variossiglos, en forma despareja e intermitente5 se fueron gene-rando, creciendo y desarrollando un conjunto de formas depensar, de sentir, de expresarse, de relacionarse, de cons-truir, de viajar, de explorar , de amar, de valorar, de sufrir,de hacer la guerra y la paz, que hacia los siglos XVI y XVIIconstitu�a una forma de vida y pensamiento humano radi-calmente diferente de aquella que en Occidente dio en lla-marse Edad Media.

La mentalidad moderna no es un sistema homog�neo.Por el contrario es el nombre gen�rico de una red comple-ja de ideas, conceptos, modos de abordaje, perspectivas in-telectuales, estilos cognitivos, modalidades de intelecci�n-acci�n, y aptitudes valorativas, sensibles y perceptivas quehan caracterizado una �poca amplia. Por lo tanto debe serincluida en una categor�a facetada, multidimensional, conbordes difusos, con infiltraciones de otros modos de pen-sar y ser en el mundo.

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La forma espec�fica de la mentalidad moderna no esid�ntica en Galileo que en Descartes o Newton o Leibniz.A�n as� es posible abstraer un prototipo, un modelo ejem-plar de aquello que entendemos por mentalidad moderna.Sin embargo, no debemos olvidar que se trata de un Òpro-totipo abstractoÓ que no tiene sentido por si mismo: no esun �dolo para adorar, ni un demonio que destruir. Por lotanto, cuando hablemos de la Òconcepci�n moderna delmundoÓ, y especialmente la Òconcepci�n moderna delcuerpoÓ, debemos tener en claro que estos ÒprototiposÓson Òobjetos narrativosÓ. Esto no los hace menos impor-tantes, ni les quita validez. Al contrario, al hacernos cargode que somos nosotros los que hablamos del cuerpo, quenuestra narraci�n depende de nuestro peculiar punto devista y que no podemos acceder a la Òperspectiva de DiosÓ,ni pretender privilegios especiales para nuestro modo deentender el mundo y por lo tanto la corporalidad, abando-namos el campo de las certezas eternas y los fundamenta-lismos objetivistas o Deistas, y abrimos la puerta a la pre-gunta por la emergencia de la noci�n de ÒcuerpoÓ. Al rom-per con las ilusiones de una �nica mirada y una �nica na-rraci�n, nos damos cuenta que la pregunta -al igual que to-das las preguntas- por el ÒcuerpoÓ est� hist�rica y social-mente condicionada. Es preciso explorar la noci�n deÒcuerpo de la ModernidadÓ porque nos atraviesa y nosconstituye y tambi�n porque ha entrado en crisis y esto nosproduce tanto malestar como nos impulsa hacia nuevasb�squedas de sentido.

El material hist�rico que nos brinda Occidente a partirdel Renacimiento hasta este siglo es tan rico que nos obli-ga a elegir s�lo algunas de las diversas perspectivas y na-rraciones que dan cuenta del vasto tema del ÒcuerpoÓ y lasrelaciones cuerpo-mente. En el marco de este trabajo, los

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elementos que hemos de utilizar para llevar a cabo nuestroproyecto son de distinta proveniencia:

1) Del campo del arte nos detendremos en el desarrollode la perspectiva en el quattrocento.

2) Del �mbito de la historia de la ciencia prestaremosparticular atenci�n al desarrollo de la matematizaci�n, lateor�a y pr�ctica de la medici�n, y el an�lisis de la modeli-zaci�n experimental.

3) Del �rea filos�fica focalizaremos nuestro inter�s en elÒgiro cartesianoÓ y en el divorcio entre esp�ritu y naturale-za, sujeto y objeto, cuerpo y mente.

He decidido construir esta narraci�n sobre estos tres ejesporque nos permitir�n abordar el tema del cuerpo desdeuna perspectiva multidimensional, superando as� los mo-delos de compartimentos estancos y elaborando una histo-ria que pueda ser navegada como un hipertexto.

La Òracionalizaci�n Ò visual: La perspectiva lineal

Un elemento clave para componer una imagen de la Mo-dernidad es darse cuenta que desde su perspectiva concep-tual las coordenadas son fijas: s�lo se reconoce la legitimi-dad de una �nica mirada. En la pintura esta concepci�n seplasm� a trav�s de la Òperspectiva linealÓ . En la ciencia, lamentalidad moderna se expres� a trav�s de la estandariza-ci�n y reificaci�n de los sistemas de representaci�n mate-m�ticos -la geometr�a anal�tica primero y luego el C�lculoInfinitesimal- y el establecimiento del Òexperimento con-troladoÓ como modalidad clave de interrogaci�n a la natu-raleza. La pr�cticas sociales ligadas al pasaje del Medioe-

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vo a la Modernidad est�n relacionadas con la construcci�n,difusi�n e imposici�n de los patrones e instrumentos demedida ( el metro patr�n, el kilo patr�n etc.), la contabili-dad de doble entrada, el establecimiento de nuevos mode-los vinculares sistematizados -especialmente en las ciuda-des con la agremiaci�n- y un cambio radical en las relacio-nes de poder entre los distintos actores sociales y los mo-dos de fijaci�n de los nuevos estatus sociales.

Los conceptos y procedimientos que hoy nos resultancotidianos, obvios, naturales, han sido el fruto de una do-lorosa revoluci�n intelectual y tecnol�gica, ligada a losprocesos hist�rico-sociales que se produjeron en el pasajedel Medioevo a la Modernidad. Los hombres de Occiden-te atravesaron varios siglos de transformaciones de susvalores, de sus modos de representaci�n, de sus siste-mas vinculares, de sus estilos cognitivos, de sus perspec-tivas te�ricas y est�ticas. Estos cambios estuvieron indi-solublemente ligados con profundas modificaciones en lasinstituciones religiosas, profesionales, legales, pol�ticas ysociales que condujeron a un nuevo orden social: la Mo-dernidad. Este proceso tuvo lugar tanto en el imaginariocomo en el tejido social y pudo emerger a partir de un cam-bio de sensibilidad ligado a la aparici�n de nuevos modosde representaci�n y de nuevas formas de relaci�n social.

El desarrollo de la perspectiva lineal en la pintura fue an-terior al giro Copernicano que di� nacimiento a la CienciaModerna y a las Meditaciones Filos�ficas de Descartes queabrieron definitivamente las puertas para el establecimien-to de una mentalidad Moderna6.

Los hombres modernos creyeron que era posible Òence-rrarÓ el tiempo dentro de los relojes, ÒcapturarÓ el espaciodentro de un cuadro y el movimiento en un conjunto deÒleyes naturalesÓ necesarias y eternas. Los productos tec-

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nol�gicos, las teor�as cient�ficas, las obras de arte y lasconcepciones filos�ficas est�n inextricablemente ligadasentre si y con las pr�cticas sociales, los modos de sensibi-lidad y las vivencias de los sujetos.

La invenci�n de la perspectiva lineal en el Renacimientogener� lo que hoy podr�amos denominar como la ilusi�ndel realismo. La perspectiva asegura una geometrizaci�nde la representaci�n espacial sobre la base de principios yreglas claramente explicitados y sistem�ticos que son co-herentes con una nueva manera de percibir y concebir ala naturaleza, propia del Quattrocento.

A diferencia de la concepci�n moderna la noci�n medie-val del espacio era cualitativa, diferenciada. El universo te-n�a un centro absoluto, un arriba el Cielo -morada de los�ngeles, de Dios, de los astros perfectos- y un abajo, el In-fierno. El nuevo espacio renacentista, en cambio, ya no escualitativo sino ilimitado e id�ntico en todas sus direccio-nes, un espacio sin cualidad pero representable por mediode la t�cnica de la perspectiva lineal, y por sobre todo: unespacio anterior e independiente de los objetos que des-pu�s se situar�n en �l: un espacio abstracto. Este espa-cio no es un contexto ni un medio ambiente, sino un sopor-te inerte, vac�o.

El cuadro renacentista pretende ser una ÒventanaÓ a tra-v�s de la cual nos parece estar viendo el espacio. La super-ficie del cuadro est� formada por la intersecci�n entre elplano (el de la ventana) y los haces de una pir�mide visual,que une un punto o centro visual con cada punto de la for-ma espacial a representar. En el cuadro renacentista la su-perficie material pict�rica, sobre la que aparecen las for-mas de las diversas figuras o cosas dibujadas o pintadas, esnegada como superficie material y transformada en unmero Òplano figurativoÓ (...) (Panofsky, E. 1973). Este ges-

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to puede considerarse como parte de un movimiento queconducir� a la producci�n de una corporalidad abstracta, esdecir a la paradoja de un cuerpo desencarnado, que ir� im-pregnando el imaginario moderno.

Ahora bien, la perspectiva lineal s�lo es posible cuandose pre-suponen dos hip�tesis fundamentales: a) que mira-mos con un �nico ojo inm�vil y b) que la intersecci�n pla-na de la pir�mide visual puede considerarse como una re-producci�n adecuada de nuestra imagen visual. Estos dospresupuestos implican un aventurada Òabstracci�nÓ, ya quecomo nos dice Panofsky Òla estructura de un espacio infi-nito, constante y homog�neo es totalmente opuesta la delespacio psico-fisiol�gicoÓ. Es decir, que el espacio de laperspectiva y luego el espacio cartesiano son s�lo una delas formas de concebir el espacio y que ambas son reduc-ciones de la compleja experiencia espacial que tenemos losseres humanos. Esta abstracci�n y reducci�n de la expe-riencia es posible gracias a la transformaci�n del espaciocomo dimensi�n corporalmente significativa -sensible yvivencial- en un espacio matem�tico estandarizado graciasa procedimientos normatizados7.

La maravillosa t�cnica de la perspectiva lineal contribu-y� decisivamente a fomentar la ilusi�n realista. Su estrictaestandarizaci�n llev� a crear la confusi�n entre Òmapa y te-rritorioÓ. La geometrizaci�n del espacio posibilit� la creen-cia en un espacio independiente. Estos giros conceptualesen cuanto al espacio fueron parte de las condiciones de po-sibilidad para la emergencia de una concepci�n mec�nicadel cuerpo. A su vez, jugaron un papel clave en la estruc-turaci�n de una teor�a del conocimiento objetivista y rea-lista que reci�n en las �ltimas d�cadas ha comenzado a ver-se seriamente amenazada.

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Mundo mec�nico y cuerpos medibles

El gran problema de la Modernidad consiste en que suscultores -pasados y presentes- sostienen que el espacio ma-tem�tico (que en ese momento era s�lo el espacio Euclidia-no) es una re-presentaci�n realista del espacio f�sico. Esdecir es la �nica representaci�n verdadera y valedera delespacio. Sin embargo, es importante aclarar que la nuevaconcepci�n del espacio no surgi� de golpe, no se impusoen un d�a y obviamente no se corresponde con ninguna in-tuici�n natural humana. Es el fruto de un largo proceso degeometrizaci�n del espacio en el que el arte llev� la delan-tera. Pierre Francastel considera la invenci�n de la pers-pectiva y la representaci�n del espacio durante el Quattro-cento como la manifestaci�n concreta de un cierto estadoespec�fico de la civilizaci�n, de una determinada formamaterial e intelectual de la actividad humana. Una civili-zaci�n donde la Òmatematizaci�nÓ de la experiencia seir� haciendo cada vez m�s relevante y extendida. Unacivilizaci�n donde la ciencia, la filosof�a y el arte fueronconcebidos como sistemas de re-presentaci�n de la natura-leza seg�n una peculiar �ptica especular. Es decir que des-de esta perspectiva el conocimiento es una imagen virtualde aquello que est� fuera del sujeto y es independiente de�l (Parad�jicamente el sujeto de la modernidad no afecta nies afectado por aquello que conoce, como un espejo: cuan-to menos ÒaporteÓ a la imagen mejor, tiene que limitarse aser superficie reflectante. Debe tender a desaparecer aligual que la superficie del cuadro que ten�a que desapare-cer como tal para ser una Òventana al mundoÓ ).

La historiograf�a del arte, de las ciencias y de las ciuda-des atestiguan los m�ltiples lazos que produjeron el entra-mado social que dar� origen al Renacimiento. En el siglo

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XIII una nueva matem�tica venida del mundo �rabe se ex-tiende por Occidente debido -en buena parte- a que loshombres de esta �poca estaban sumamente comprometidosen el intercambio mercantil y en la eficacia comercial. Pa-ra los habitantes de las ciudades europeas de esa �pocaÒcontar r�pido y bien era una necesidad cotidiana.Ó (PaulBenoit, 1989). La vida ciudadana es el escenario en don-de el c�lculo se va convirtiendo en un valor indispensa-ble para la vida: en el arte con los desarrollos de la pers-pectiva y la m�sica polif�nica, en la vida cotidiana mercedal comercio, y tambi�n para el nacimiento de las nuevasciencias que como dijera magistralmente Galileo s�lo con-ciben un universo escrito por Dios en la naturaleza con ca-racteres matem�ticos.

Del espacio sistem�tico moderno al ideal de la medici�nÒexactaÓ del mundo no hay m�s que un paso. Pero no esconveniente considerar este proceso como una cuesti�n ne-tamente pr�ctica. Por el contrario, se trata de un revoluci�nconceptual y de una transformaci�n may�scula de la sensi-bilidad. Para poder apreciar cabalmente este fen�meno esimprescindible distinguir el sentido peculiar que se asign�a la medici�n en la modernidad. A diferencia de los grie-gos, para quienes la medida se relacionaba fundamen-talmente con un orden o armon�a interna de las cosas,Galileo concibi� la medida como una comparaci�n de unobjeto como un patr�n externo, o unidad fija. Este �ltimoprocedimiento, que desde luego se conoc�a y utilizaba enciertos �mbitos restringidos en la antig�edad, era conside-rado como una forma de exteriorizaci�n de una ÒmedidainternaÓ m�s profunda y m�s rica. En cambio, a partir deGalileo s�lo las propiedades medibles seg�n un patr�n ex-terno obtendr�n el elevado rango de cualidades primarias (la extensi�n, el movimiento, la inercia) y constituir�n el

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�nico objeto de la ciencia. Esta cualidades primarias se tie-nen por propias de los cuerpos, anteriores a su medici�n eindependientes del sujeto. Reencontramos aqu� en la siste-matizaci�n y estandarizaci�n de los procesos de medici�n,los mismos resortes y las mismas consecuencias cognitivasque ve�amos en relaci�n a la perspectiva lineal: una vezm�s los ÒcuerposÓ mismos desaparecen del horizonte cog-nitivo de la modernidad, para dejar s�lo un caparaz�n depropiedades mensurables. Los objetos pasan a ser ÒmasaspuntualesÓ, los choques se vuelven el�sticos, el espacio yel tiempo devienen absolutos. Objetos inodoros, incoloros,ins�pidos: en fin Òobjetos abstractosÓ. El Òcuerpo de la mo-dernidadÓ es un cuerpo f�sico mensurable y estereotipadodentro de un eje de coordenadas. A imagen y semejanza delespacio se vuelve abstracto y mensurable. De ser una cria-tura de Dios en tr�nsito hacia la vida eterna, pasa a ser unasustancia material en el espacio infinito regido por leyes dela naturaleza inmutables y eternas.

La perspectiva lineal, la matematizaci�n producto de unaexperiencia controlada y limitada a la medici�n de varia-bles que solo cambian de forma regular, nos conduce a laconcepci�n de un mundo ÒdesencantadoÓ lavado de cua-lidad, gobernado �nicamente por leyes matem�ticas res-tringidas al universo de variaciones lineales, dentro de unpensamiento causa-efecto regido por el principio de sim-plicidad. El mundo llamado ÒobjetivoÓ, es un mundo muyalejado de la experiencia humana, es un mundo inventadopor un sujeto que se piensa a si mismo como ÒobservadorneutroÓ. Un universo surgido de los Òmodelos idealesÓ yluego ÒconfirmadoÓ por esa forma peculiar de relaci�n conla naturaleza llamada m�todo experimental.

El cuerpo que surge de este modo de experienciar y con-cebir el mundo es un cuerpo eviscerado, una c�scara men-

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surable, un arquetipo de Òvalores normalesÓ, un conjuntode ÒaparatosÓ. Un cuerpo separado de la psiquis, de laemocionalidad, del conocimiento. Un cuerpo abstracto ydesvitalizado.

Esta jerarquizaci�n de la media y la estabilidad que im-plican los procesos t�cnicos (l�ase establecimiento de pa-trones e instrumentos estandarizados de medida) y pol�tico(l�ase regulaciones rigurosas y legales de los est�ndares demedici�n) tambi�n condujeron a el desarrollo de una nue-va concepci�n del conocimiento: el objetivismo. Los pro-cedimiento de estandarizaci�n, junto con la regimentaci�nexperimental de la naturaleza, implican la posibilidad deprescindir del sujeto. El resultado del experimento no de-pende de quien lo haga. El experimentador es un sujetoabstracto, prescindible, intercambiable. Como la variablematem�tica puede ser reemplazado por otro miembro cual-quiera del sistema.

La objetividad supone la capacidad de unos sujetos paraabstraerse. Es decir, para suponer que ni su corporalidad -que incluye tanto su peculiaridad perceptiva como emocio-nal y su forma de acci�n en el mundo-, ni su subjetividad,ni los v�nculos que establece, influyen en el conocimientodel mundo. El cuerpo desde esta perspectiva conceptual esaquello que puede ser medido, as� como el cuerpo de laperspectiva era aquel que puede ser representado.

El giro cartesiano y el cuerpo maqu�nico:

Ren� Descartes puede considerarse el padre de una trilo-g�a fundamental: la fundamentaci�n met�dica-maqu�nica,la distinci�n radical cuerpo-mente, y la geometr�a anal�ti-ca. Esta �ltima es la contribuci�n cartesiana a la geometri-zaci�n del espacio y al establecimiento de una civilizaci�n

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regida por lo cuantitativo -ya que establece un sistema detranscripci�n entre la geometr�a y la aritm�tica-. Le debe-mos a Descartes la idea de fundamentar el conocimiento enun m�todo, es decir en un procedimiento sistem�tico aÒimagenÓ de las matem�ticas. Estos procesos regulares, re-glados, fijos, sistem�ticos y previsible son los ingredien-tes fundamentales del maquinismo (que estaba poni�ndosede moda en la Francia de aquella �poca)

La dicotom�a cuerpo-mente es un producto casi inevita-ble si partimos de las premisas met�dicas de Descartes. Ensus meditaciones este gran fil�sofo llega a a la conclusi�nde que Òpiensa luego existeÓ, en un movimiento que haceemerger al sujeto (aquel que piensa). Sin embargo, r�pida-mente se da cuenta que al fundar la certeza en su propia ac-tividad pensante encuentra muy dif�cil darle entidad almundo que percibe. En pos de este objetivo requiri� la co-laboraci�n de Dios, quien seg�n Descartes no crear�a unacriatura inteligente para enga�arla siempre. A partir de all�sus meditaciones lo llevan a afirmar que aquellas cosas queperciba de una manera Òclara y distintaÓ deben ser necesa-riamente verdaderas. El paso siguiente de su m�todo lo lle-va a afirmar que los objetos matem�ticos son los �nicosque cumplen este requisito. Concluye entonces que el uni-verso es un gran mecanismo regido por leyes tan rigurosascomo las de la matem�tica formado �nicamente por la sus-tancia extensa (part�culas materiales que ocupan el espa-cio), por sustancia pensante (el alma o psiquis humana a laque arrib� en su meditaci�n) y la sustancia Divina (garan-te epistemol�gica de la filosof�a cartesiana).

Esta revoluci�n cartesiana ha tenido -y tiene todav�a- im-plicancias fundamentales para el pensamiento de la corpo-ralidad. En primer lugar legitima filos�ficamente y expl�-cita una nueva forma de ver y relacionarse con el mun-

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do que hab�an abierto el arte -con la perspectiva- , la cien-cia -con el m�todo experimental y la cuantificaci�n-, y lavida ciudadana -con la difusi�n de las relaciones mercanti-les y las matem�ticas en cada vez m�s amplios sectores so-ciales. Esta nueva sensibilidad da alta prioridad a lo Òvisi-bleÓ -en tanto fuente de representaci�n sistem�tica-; a loreproducible -en tanto aporta una forma de eliminar incer-tidumbres-, a lo mec�nico y previsible -en tanto permite lamanipulaci�n.

Desde esta perspectiva, el cuerpo es un mecanismo:sustancia extensa regida por leyes inmutables, dondecada efecto es un producto necesario de una causa. Lamente es concebida �nicamente con actividad racional, ycomo una sustancia independiente.

Aquello que en la filosof�a ha dado en llamarse Òproble-ma cuerpo-menteÓ no exist�a antes de este giro cartesianoy es un producto exclusivo que nace al calor de las premi-sas dualistas. Estas a su vez se originan en los procesos deestandarizaci�n sociales y tecnol�gicos, que permiten lageneraci�n de procedimientos estables, normatizados, re-petibles y predecibles, que parecen ser independientes delos sujetos que los lleva a cabo.

El sujeto encarnado y la multidimensionalidad de laexperiencia

Las meditaciones cartesianas est�n signadas por un obje-tivo subliminal: la b�squeda de certezas absolutas. La afir-maci�n de la duda, no es m�s que el disparador de unab�squeda met�dica de un fundamento s�lido para el cono-cimiento que permita apartar toda duda, y eliminar todahuella de incertidumbre. A diferencia de la Fe religiosa,que es punto de partida de todo creyente, los racionalistas

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s�lo encuentran la Fe tras un largo camino. Para ellos es lameta a la que hay que arribar. Por lo tanto, m�s tarde o m�stemprano, la Fe fundamentalista iguala a religiosos y Òra-cionalistasÓ.

La identidad formal entre el espacio f�sico y el espaciogeom�trico euclidiano fue un art�culo de Fe durante variossiglos, la autoridad de Newton termin� de sellar la tarea desus predecesores en relaci�n a este punto. El esp�ritu quese engendr� en el Renacimiento, que dijo sus primeras pa-labras con Galileo, lleg� a su madurez con Newton. Haciafines del siglo XVIII Kant inform� a sus contempor�neosque s�lo faltaban conocer algunos detalles de la de la F�si-ca del Universo . Un siglo despu�s las geometr�as no eucli-dianas comenzaron a socavar los cimientos del mundonewtoniano y s�lo unas d�cadas m�s tarde la Teor�a de laRelatividad termin� la tarea de demolici�n del universo delas certezas . Es importante aclarar que la Relatividad nodestruy� a la teor�a newtoniana, sino que como plantearaclaramente T. S. Kuhn, se trata de teor�as inconmensura-bles entre si, y ambas producen sentido en diferentes domi-nios.

Pocos a�os despu�s del estruendo producido por la publi-caci�n de la Teor�a Especial la Relatividad (1905), Einsteinpublica la Teor�a General (1913). En una d�cada m�s elPrincipio de Indeterminaci�n de Heisenberg (elementoclave de la Teor�a Cu�ntica, que dio sus primeros pasos conel siglo) terminar� de disolver los �ltimos ladrillos del ba-samento de la ciencia cl�sica.

La multiplicidad te�rica ser� parte del desarrollo de la f�-sica durante el resto del siglo: despu�s de la Segunda Gue-rra Mundial comenzar�n a desarrollarse los primeros mo-delos no lineales que har�n eclosi�n en las tres �ltimas d�-cadas anteriores al 2000. La Termodin�mica no Lineal de

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Procesos Irreversibles , La Teor�a del Caos, as� como losModelos de Auto-organizaci�n y la Complejidad hanabierto una brecha en el pensamiento cient�fico de los �lti-mos a�os. Todas estas teor�as tienen en com�n el trabajarcon modelos matem�ticos no lineales, con los que lidiarera muy dif�cil -cuando no imposible-, antes del desarro-llo de los potentes ordenadores digitales.

Como ya he se�alado, la ciencia de la Modernidad fueconstruida a partir del supuesto de una exterioridad e inde-pendencia del objeto representado y del sujeto cognitivo.El objeto era una abstracci�n matem�tica, un conjunto depropiedades mensurable y luego modelizables. Los �nicosmodelos matem�ticos que acept� la ciencia cl�sica eran loslineales. El sujeto era pensado como una superficie reflec-tante, capaz de formarse una imagen de la naturaleza ex-terna, anterior e independiente de �l. Conocer era des-cribir y predecir. El sujeto no entraba en el cuadro que �lmismo pintaba. Se hallaba siempre inm�vil, afuera, si-guiendo met�dicamente las leyes eternas de perspectiva.La linealidad es la trama subyacente de la modernidad: seencarna en la perspectiva pict�rica, en el c�lculo infinitesi-mal, en el sistema contable, en la filosof�a positivista delconocimiento, en la concepci�n mec�nica del cuerpo, en laideolog�a del progreso y la Òsupervivencia del m�s aptoÓ.

En la actualidad estamos comenzando a legitimar los mo-delos de pensamiento no lineales, tanto en la ciencia, comoen el arte y en la vida de relaci�n. Sin embargo, no es sen-cillo hacer lugar a nuevas met�foras para poder abrir nues-tro espacio cognitivo a nuevas narraciones. Todav�a tene-mos atado nuestro pensamiento al modelo tri-dimensionalde la l�gica cl�sica con sus principios de identidad, no con-tradicci�n y tercero excluido. El espacio cognitivo debetransformarse radicalmente para poder hacer lugar al pen-

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samiento no lineal. Este cambio es a la vez sutil y radical.Los modelos no lineales nos propones pasar del espaciocl�sico de tres dimensiones a una multiplicidad de espaciosautorreferentes, algunos en forma de bucles, otros a to-mando como base la cinta de Moebius, otros a partir de losprocesos recursivos fractales.

El punto de partida para este cambio de nuestro paisajecognitivo es la afirmaci�n de la corporalidad del sujeto. Eldarse cuenta de que nuestra peculiar fisiolog�a, nuestra ex-periencia biol�gica, nuestra sensibilidad diferencial soncruciales en relaci�n al conocimiento tiene una primeraconsecuencia: el Òtorcimiento del espacio cognitivoÓ.Esta afirmaci�n hace que el sujeto encarnado entre dentrodel cuadro. Se rompe la perspectiva lineal que lo manten�aafuera, inm�vil y tuerto. El sujeto encarnado participa deuna din�mica creativa de si mismo y del mundo con el queest� en permanente inter-cambio. La segunda consecuenciase relaciona con la aceptaci�n de que la corporalidad im-plica que todo conocimiento humano se da desde una pers-pectiva determinada. El sujeto encarnado no puede estar entodos lados al mismo tiempo, y por lo tanto s�lo puede co-nocer en un contexto especificado, y su conocimiento seestructura en un lenguaje determinado. Es decir que habr�siempre un lugar espec�fico de la enunciaci�n. La terce-ra consecuencia es que no podemos conocer objetos inde-pendientes -sin relaci�n alguna- con nosotros. Desde estamirada el conocimiento implica interacci�n, relaci�n,transformaci�n mutua, co-dependencia y co-evoluci�n.La cuarta consecuencia es que tendremos siempre un Òagu-jero cognitivoÓ, una zona ciega que no podremos ver. M�sa�n habitualmente somos ciegos a esta ceguera. Si segui-mos con el ejemplo de la perspectiva lineal, es el sujeto elque cae en la mancha ciega cognitiva. Una descripci�n di-

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n�mica permitir� una mirada multiperspectivista. Pero es-ta diversidad de enfoques es siempre limitada por nuestracorporalidad. Es decir, podemos componer -y de hecho es-to es lo que hacemos en nuestra experiencia cotidiana- unaÒimaginer�aÓ m�s compleja, que incluya distintas fuentesde informaci�n pero nunca infinitas fuentes. Solo podemosconocer lo que somos capaces de percibir y procesar connuestro cuerpo. Un sujeto encarnado paga con la incomple-tud la posibilidad de conocer.

Al asumir esta posici�n nos damos cuenta que el Òcuer-poÓ del que estamos hablando no es el Òcuerpo de la mo-dernidadÓ, estamos comenzado a pensar en una multidi-mensionalidad de nuestra experiencia corporal. Es por esoque podemos empezar a pensar una nueva forma de la cor-poralidad: el Òcuerpo vivencialÓ o Òcuerpo experiencialÓ.No se trata ya de un cuerpo abstracto, dominado por la vi-si�n perspectiva y los las medidas estandarizadas externas.Ese cuerpo no desaparece totalmente, pero ya no es el �ni-co imaginario corporal. En la contemporaneidad empeza-mos a poder pensar en un cuerpo multidimensional: uncuerpo a la vez material y energ�tico, racional y emocio-nal, sensible y mensurable, personal y vincular, real y vir-tual (Àun hiper-cuerpo?).

El Òcuerpo vivencialÓ a diferencia del Òcuerpo de la mo-dernidadÓ o Òcuerpo m�quinaÓ no es un objeto abstracto, niindependiente de mi experiencia como sujeto encarnado.Esa experiencia que todos tenemos de nuestra propia cor-poralidad no es fija, ni inmutable. Todo lo contrario, senti-mos de una manera Òclara y distintaÓ que estamos en per-manentemente transformaci�n: de eso se trata estar vivo.El Òcuerpo vivencialÓ no alude a sustancia alguna, notiene un referente fijo fuera de nuestra experiencia co-mo sujetos encarnados. Nuestro Òcuerpo vivencialÓ es an-

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te todo un l�mite fundante y una trama constitutiva de unterritorio aut�nomo y a la vez ligado inextrincablemente alentorno, con el que vive en permanente inter-cambio. Des-de esta perspectiva, el sujeto encarnado es un linaje espe-c�fico de transformaciones.

El torcimiento de nuestro espacio cognitivo, nos lleva acuestionarnos las relaciones adentro~afuera, yo~otro,cuerpo~mente que ya no pueden ser de mutua exterioridad,sino de complementariedad abierta. La c�lula es un buenejemplo para pensar estas relaciones. La relaci�n de la c�-lula con el medio es de interpenetraci�n, la membrana ce-lular es un l�mite semi-permeable8: muchas mol�culas en-tran y salen de la c�lula, en cambio otras no pueden hacer-lo. Pero cuidado, la c�lula no es un recipiente contenedor.Al contrario, al ingresar una mol�cula dentro de ella pasa aformar parte de la organizaci�n celular. Las mol�culas nocobran vida porque la vida no es una propiedad de las mo-l�culas en si. La vida se relaciona con la organizaci�n, conla red de relaciones y las propiedades emergentes de la in-teracci�n. Sin embargo el atravesar la membrana implicauna transformaci�n de la red de relaciones y genera por lotanto una transformaci�n de la identidad (que ya no puedepensarse en s� y por s� misma sino en un entramado rela-cional co-evolutivo)

As� como en la cinta de Moebius el adentro y el afuera yel arriba y el abajo, tienen relaciones topol�gicas comple-tamente distintas a las del espacio cl�sico, as� tambi�n lasrelaciones Òcuerpo~menteÓ, son radicalmente diferentes alas que nos propon�a la modernidad cuando pensamos elsujeto encarnado .

Desde la mirada cartesiana ÒcuerpoÓ y ÒmenteÓ dossustancias independientes. Desde la met�fora de la au-to-organizaci�n se trata de dos formas diferenciadas de

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la compleja experiencia del sujeto en un espacio cogni-tivo auto-referente. No s�lo ha dejado de tener sentido ladistinci�n cl�sica de dos sustancias separadas, sino que lanoci�n misma de sustancia es la que se cuestiona. En elmarco de las teor�as auto-organizativas, el concepto de sus-tancia no tiene sentido, ya que implica -entre otras cosas-que podemos conocer algo en si mismo, independiente denosotros.

La noci�n de sustancia est� fuertemente emparentadacon la de noci�n de identidad cl�sica. Ambas son est�ticase inmutables. El antiguo axioma parmen�deo que reza queÒel ser es, y el no ser no esÓ. Desde una perspectiva de laauto-organizaci�n Òel ser es s�lo respecto de un no serÓ.Esto es as� porque el conocimiento es un modo de relaci�ncon el mundo del sujeto encarnado y sensible a las diferen-cias, que no puede conocer las cosas en si mismas, sino atrav�s de la relaci�n diferencial que establece con ellas.9

Esta es la paradoja de todos los sistemas de autoorgani-zaci�n: el ser y el no ser se definen mutuamente. Las pa-radojas son siempre sistemas de autorreferencia. La famo-sa paradoja de Epim�nides, por ejemplo, dice que �l, queera un Cretense, se paraba en las puertas de Creta y dec�a:todos los Cretenses son mentirosos. Si dec�a la verdad...ment�a, y si ment�a ...dec�a la verdad. Cualquier sistema deautoreferencia directa o cruzada desemboca en una parado-ja. Desde la l�gica cl�sica, las paradojas son ofuscacionesde la raz�n porque violan los axiomas de la l�gica cl�sica.Para pensadores como Von Foerster, en cambio, las para-dojas son dispositivos creativos. Para m� las paradojas sonverdaderas compuertas evolutivas. Abren nuestra mentehacia nuevas dimensiones. Esto es as� porque las paradojasnos se�alan que hemos llevado hasta el l�mite de un siste-ma conceptual, y que si mantenemos las premisas de parti-

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da ya no podemos ir m�s all�. En los t�rminos en que est�planteada la paradoja no hay soluci�n posible. S�lo nosqueda una alternativa. Repensar el espacio cognitivo delque partimos y salirnos por la tangente o escapar por lacompuerta evolutiva hacia un nuevo paisaje donde Epim�-nides es la excepci�n que confirma la regla, o es un mutan-te veraz, o un extranjero camuflado, o ....infinidad de nue-vos mundos posibles.

Desde esta mirada, nuestra corporalidad nos define comosistemas aut�nomos, con l�mites semipermeables, una sen-sibilidad diferencial, y en constante intercambio con el en-torno con el cual estamos ÒenredadosÓ en una red fluyentede relaciones que implican que estamos comprometidos enuna din�mica de transformaci�n en co-evoluci�n con elambiente. Nuestra corporalidad determina un campode afectaci�n y la clase de interacciones y de transfor-maciones posibles.

El mundo que conocemos, incluido nuestro Òcuerpo-~menteÓ en �l, no es un mundo independiente de nuestroconocimiento, sino que es un mundo ÒenactuadoÓ. Es de-cir, un mundo co-creado en nuestra interacci�n con el am-biente. Un mundo que convocamos a ser en nuestra expe-riencia interactiva con eso que est� afuera pero no separa-do de nosotros.

La enacci�n es un concepto que surge al caer la noci�nmoderna de representaci�n que est� ligada al modelo de laperspectiva lineal que supone una independencia sujeto-objeto y un conocimiento como imagen interna (especular)de un objeto externo. La enacci�n, por el contrario, no par-te de la suposici�n de un mundo independiente y anterior ala experiencia. Desde esta perspectiva sujeto y mundo sedefinen mutuamente. F. Varela, E. Rosh y E. Thompsonhan expresado estas ideas con una claridad meridiana al

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afirmar que el Ò�nfasis en la mutua definici�n nos permitebuscar una v�a m�dia entre el Escila de la cognici�n comorecuperaci�n de un mundo externo pre-dado (realismo) yel Caribdis de una cognici�n como proyecci�n de un mun-do interno pre-dado (idealismo). Ambos extremos se basanen el concepto central central de representaci�n: en el pri-mer caso la representaci�n se usa para recobrar lo exter-no, en el segundo se usa para proyectar lo interno. Nues-tra intenci�n es sortear esta geograf�a l�gica de Òinter-no/externoÓ estudiando la cognici�n sin pensar en t�rmi-nos como la recuperaci�n o la proyecci�n, sino como ac-ci�n corporizada.Ó (Varela et al, 1992)

La enacci�n nos permite pensar la emergencia sincr�nicadel sujeto y el mundo en la experiencia contextualizada,corporalizada e hist�rica. La enacci�n nos aleja de las me-t�foras visuales y nos propone considerar una multiplica-dad de formas de percepci�n del sujeto encarnado en co-evoluci�n con su ambiente. El mundo vivencial no tieneuna existencia independiente, no pertenece a una esferatrascendente, sino que como dice A. Machado: Òse hace ca-mino al andarÓ. Tampoco existe una mente o yo sustancialsede fija e inmutable de la experiencia.

Desde esta perspectiva no hay un problema cuerpo-men-te, porque no estamos pensando en t�rminos de sustanciasindependientes. Un problema es un problema s�lo desde laperspectiva particular en la que ha surgido.Al cambiar elespacio cognitivo el problema se disuelve. Los modelos deauto-organizaci�n y enacci�n nos proponen participar deesta aventura multidimensional. Muchos de nuestros con-tempor�neos, entre los que me incluyo, ya han empezado adisfrutar de estas navegaciones .

Al aceptar esta multidimensionalidad de la experiencianos damos cuenta de que aquello que llam�bamos Òcuer-

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poÓ o ÒmenteÓ es algo totalmente distinto a la concepci�ndel sujeto encarnado. Esta expresi�n no alude a un refe-rente o realidad objetiva independiente sino que emerge alenfocar la multiplicidad experiencial corporalizada y est�atravesada por los m�ltiples territorios que se crean a tra-v�s de nuestro devenir vital.

El sujeto encarnado es el nombre de una categor�a hete-rog�nea, facetada y con bordes difusos. Una categor�a nocl�sica ya que los elementos que la forman no compartenun propiedad com�n sino que tienen entre s� un Òparecidode familiaÓ. En el marco de este trabajo s�lo he podidomencionar algunos de los atravesamientos que considerocruciales para pensar al sujeto encarnado en la contempo-raneidad.

Cada lector compondr� su propia categor�a en relaci�n asu experiencia, a los atravesamientos te�ricos, est�ticos,�ticos, afectivos, er�ticos y emotivos que incluya su propiodevenir como sujeto encarnado. En mi devenir personal sedestacan de la trama abigarrada de experiencias la de seramante y madre, los dolores de los partos de mis hijas y demis ideas, el placer gigantesco de dar a luz, de crear, de nu-trir de crecer, el sufrimiento por los seres queridos y la de-leitaci�n por ellos, la pasi�n amorosa que me une a mi ma-rido y la pasi�n dolorosa que me separa de los torturado-res, el ritmo de mi respiraci�n y el de mis hormonas, el dis-frute que me produce el arte y el displacer del ruido o de lapodredumbre.

En fin, como todos los sujetos encarnados, nuestras ca-tegor�as se desarrollan en la trama evolutiva de nuestra vi-da, est�n inextricablemente ligadas a nuestra experienciasocial y personal, a las tecnolog�as cognitivas, sociales , f�-sico-qu�micas, biol�gicas y comunicacionales con las queconvivimos. El desaf�o de la contemporaneidad se relacio-

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na con la riqueza de perspectivas y por lo tanto de mundosposible en los que convivir pero tambi�n nos exige el ha-cernos responsables del lugar desde el cual elegimos ha-cerlo. El sujeto encarnado disfruta del poder de la creativi-dad y de la elecci�n pero debe hacerse cargo del mundoque ha co-creado.

Bibliograf�a citada:Barnett Pearce, W.(1994) ÒNuevos modelos y met�foras

comunicacionales.Ó en ÒNuevos Paradigmas, Cultura ySubjetividadÓ, Buenos Aires, Editorial Paid�s 1994.

Francastel, P. (1950): ÒPintura y sociedadÓ , Madrid,Ed.C�tedra 1984.

Panofsky, E. (1927) : ÒLa perspectiva como forma sim-b�licaÓ, Barcelona, Ed. Tusquets 1973.

Varela, F., Thompson, E. y Rosh (1991) : E. ÒDe cuer-po presenteÓ, Barcelona, Ed. Gedisa 1992.

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Pensar la Subjetividad10

Complejidad, v�nculos y emergencia

ÒHay que ir por el lado en que la raz�ngusta de estar en peligroÓ.

G. Bachelard

Una provocativa maldici�n china reza as�: ÁQue vivas enuna �poca muy interesante! Nosotros que estamos nave-gando Ðo chapoteando- en una de ellas, estamos en condi-ciones de comprender la iron�a de esas sabias palabras. Pe-ro tambi�n, y abrevando en las mismas fuentes, podemostomar la crisis por el lado de la oportunidad y sus desaf�os,y no dejar que nos abrume su faceta de riesgo.

El espacio conceptual de la modernidad se correspond�acon la geometr�a euclideana, que se so�aba como �nica ysoberana. Las coordenadas cartesianas ofrec�an una grillatranquilizadora, y la ciencia presentaba un universo mec�-nico, manipulable y predecible. Un mundo domesticado ydesencantado. El siglo XX despert� del sue�o absolutistacon el desarrollo de las geometr�as no euclidianas, y fueconmovido por la proliferaci�n de nuevas y extra�as pers-pectivas. El XXI requiere imperiosamente de otros esce-narios donde sea posible desplegar la actividad subjetiva yla transformaci�n del mundo experiencial en un espaciomultidimensional para poder comprender y actuar en esteagitado e interesant�simo tiempo en que nos toca vivir. Lal�gica de la simplicidad ha dejado de ser funcional y pre-cisamos herramientas que nos permitan pensar de una ma-nera no lineal, dar cuenta de las paradojas constitutivas denuestro modo de experimentar(nos), acceder a un espaciocognitivo caracterizado por las formaciones de bucles

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donde, por un lado, el Sujeto construye al Objeto en suinteracci�n con �l y, por otro, el propio Sujeto es cons-truido en la interacci�n con el medioambiente natural ysocial. No nacemos ÒsujetosÓ sino que devenimos tales eny a trav�s del juego social.

Desde las perspectivas de la modernidad el Sujeto se pre-sentaba como una sustancia pura, independiente, incorp�-rea pero interior - a la vez y parad�jicamente-, al modo deun carozo que anida en el cuerpo pero que misteriosamen-te es radicalmente ajeno a �l. En la contemporaneidad es-tamos asistiendo a una Òrevoluci�n epistemol�gicaÓ que hallevado a una puesta en cuesti�n radical del ÒMito Objeti-vistaÓ, y que como correlato necesario abri� la puerta pa-ra poner en tela de juicio el ÒMito del SujetoÓ. Desde unamirada que parte de la vincularidad y la interacci�n comoformas b�sicas de la experiencia humana, la subjetividadno puede ser un carozo, una estructura fija, un n�cleo esta-ble e independiente. Estamos dejando de pensar en t�rmi-nos de sustancias, esencias o estructuras para acceder a lafluidez y variabilidad de la experiencia contempor�nea queexige considerar la productividad, actividad, circulaci�n,creatividad.

La filosof�a de la escisi�n Ðcaracter�stica de pensamientooccidental- se basa en una l�gica de la pureza, la definici�nabsoluta y la exclusi�n (El Ser Es). Desde esa mirada, ladiversidad, la vaguedad, la heterogeneidad son inconcebi-bles (El no ser no es). La diferencia remite siempre a laidentidad, como desviaci�n o degradaci�n del ÒverdaderoserÓ. Esta versi�n monista del mundo, admite tambi�n unaproliferaci�n dualista (materia/raz�n, cuerpo/mente, suje-to/objeto) a condici�n de mantener las fronteras infran-queables, los compartimentos estancos. Cada uno de lospolos de las dicotom�as se define en y por s� mismo, no se

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contamina con su contraparte, estamos frente a un dualis-mo excluyente. La interacci�n transformadora, la hibrida-ci�n, la interpenetraci�n, el v�nculo instituyente y constitu-yente no tienen cabida ni en los modelos de pensamientomonistas, ni en los dualistas.

Las teor�as psicol�gicas de la modernidad tambi�n sehan visto afectadas, arrastradas, e incluso han quedado em-pantanadas en sus posibilidades creativas por la pregnanciae influjo de la filosof�a de la escisi�n y las concepcionespositivistas del conocimiento, incapaces de hacer lugar auna mirada interactiva de la experiencia humana del mun-do que hoy est� comenzado a desplegarse, expandirse yproliferar.

Las concepciones interactivas son no-dualistas se carac-terizan por ser din�micas, multidimensionales y complejas.Algunas de las nociones claves que las atraviesan son:

-V�nculos, Sistemas Abiertos y Organizaciones Complejas-Din�micas no lineales: Emergencia, Historia y Devenir-Juegos productores: de sentido, de subjetividad, de mundo-Acontecimiento, Azar e Irreversibilidad-Tensiones, Flujos y Circulaciones-Escenarios, Espacios de Posibilidad-Co-evoluci�n multidimensional

Todas ellas est�n en el centro de las nuevas formas depensar-sentir-actuar en un mundo sacudido por agitacionesdiversas, en que parece que todo lo s�lido se desvanece enel aire en una vertiginosa transformaci�n. Desde una pers-pectiva centrada en la din�mica vincular, el cambio comodevenir, como transformaci�n, se ubica en el centro del es-

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pacio cognitivo. Estamos viviendo la Òdisoluci�nÓ de unmundo: el de la f�sica cl�sica y el del sujeto moderno. Ya acomienzos del siglo XX se hicieron evidentes las fisurasdel pensamiento atomista y esencialista. El quiebre de lacertidumbre en las ciencias duras fue recibido con alboro-zo en el mundo de las humanidades, pero la satisfacci�ndio paso al temor y la inquietud cuando le lleg� el turno deajustar las cuentas con el Sujeto. En relaci�n a este puntolos humores y las actitudes fueron muy diferentes. ÀQu� eseso de poner en tela de juicio nuestra identidad, nuestroconcepto de experiencia, nuestra independencia, nuestrascaras creencias sobre nosotros mismos? ÀQu� cosa extra�aes esa de cuestionar la idea de una estructura ps�quica, deun carozo identitario, para pasar a pensar en t�rminos de unescurridizo devenir estructurante o de linajes de transfor-maciones? Los murmullos se volvieron atronadores, y nue-vas barreras se levantaron: que el mundo cambie, vaya ypase, pero que nos arrastre junto con �l, eso es harina deotro costal. No en vano solemos recordar s�lo una parte dela famosa frase de Her�clito que sostiene que ÒNunca nosba�amos dos veces en el mismo r�oÓ, pero se elude siste-m�ticamente la continuaci�n del sabio pensador: Òy las al-mas se disuelven en las aguasÓ.

Todas la concepciones modernas, incluido el estructura-lismo, comparten la caracter�stica de basarse y sostenermodelos ideales, arquet�picos. La diferencia radica exclu-sivamente en que los estructuralistas, en vez de tener unapart�cula elemental, ubican el fundamento en una estructu-ra elemental, invariante, esencial y eterna. Estos modeloshan sido muy eficaces al aplicarse en contextos relativa-mente estables y aislados. Los hombres modernos trabaja-ron con ah�nco para construir un mundo tal que sus produc-tos mec�nicos resultasen funcionales: en el laboratorio, en

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la f�brica, en las instituciones fue gener�ndose un �mbitoestabilizado a fuerza de estandarizar los par�metros am-bientales y sociales. Aislamos las m�quinas con grandescaparazones de metal y construimos edificios para alber-garlas, edificamos ciudades y asfaltamos la tierra, discipli-namos los cuerpos y estandarizamos la conducta, a trav�suna multiplicidad de tecnolog�as y dispositivos socialesÐque suelen ser mucho m�s ÒdurasÓ de lo que suele pensar-se habitualmente, a pesar de no ser materiales-. Munidosde un conocimiento que privilegia las explicaciones mec�-nicas, los hombres modernos construyeron un mundo, don-de estaban incluidos ellos mismos, a imagen y semejanzadel modelo ÒidealÓ que usaban para explicarlo. De esta ma-nera la experiencia del sujeto entr� dentro de la m�quinaestandarizadora, aunque �ste a veces presenta un poquitom�s de resistencia que los electrones. La familia, la escue-la, la f�brica, el ej�rcito son las instituciones encargadas dellevar adelante este proceso de estandarizaci�n y domesti-caci�n del sujeto.

Los modelos te�ricos de la modernidad se han caracteri-zado por una restricci�n profunda a explorar lo diverso, adar cuenta de lo diferente, lo creativo, lo no domesticable,lo que se inscribe como acontecimiento y no puede fosili-zarse en un modelo, o en una estructura, o en un pattern fi-jo.

Abrir nuestro pensamiento creando espacios paro lo in-formal Ðcomo Òno formalÓ y no como Òsin formaÓ- impli-ca dar lugar a los cambios como verdaderas transformacio-nes y no como un despliegue de lo mismo, y es por lo tan-to una perspectiva tanto cognitiva como �tica. En las cien-cias duras la tarea est� en pleno auge. Nuevas perspectivasest�n en plena expansi�n gestando modelos no lineales,complejos y extra�os. El mundo Òde los ladrillitos elemen-

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tales Ò se ha desmoronado al ritmo de las trompetas cu�n-ticas. Todo el universo f�sico es visto hoy como una inmen-sa Ò red de interacciones Ò donde nada puede definirse demanera absolutamente independiente, y en el que se ense-�orea el Òefecto mariposa Ò ( cuya versi�n popular dice quecuando una mariposa aletea en el Mar de la China puedeÒcausarÓ un tornado en New York) La transformaci�n con-ceptual que viene de la mano de una nueva met�fora co-mo la del universo como red o entramado de relaciones,y los individuos como nodos de esa red, hoy excede larga-mente a la transformaci�n de la imagen del mundo pro-puesta por la f�sica, para abarcar desde la ling��stica hastalas teor�as organizacionales, la psicolog�a y la econom�a,donde est� comenzando a tallar con fuerza. Desde la pers-pectiva cl�sica las interacciones resultaban invisibles, yaque el tamiz metodol�gico-conceptual no permit�a captar-las. A�n hoy tenemos grandes dificultades para incorporarel punto de vista implicado en la met�fora de la red y lamayor�a de las personas siguen pens�ndose como indivi-duos aislados (part�culas elementales ) y no como parte dem�ltiples redes de interacciones: familiares, de amistad, la-borales, recreativas (participar en un club), pol�ticas ( mi-litar en un partido, votar, integrar una ONG), culturales( pertenecer a una instituci�n cultural o educativa), infor-mativas (ser lectores o escritores o productores en o de unmedio de comunicaci�n), sin olvidar las redes ling��sticasy de comunicaci�n que son el tejido conectivo de nuestromundo de interacciones.

Reci�n en las �ltimas d�cadas, el giro epistemol�gico ha-cia la complejidad ha permitido que comenz�ramos a darcuenta de la multidimensionalidad que se abre cuandopasamos de las met�foras mec�nicas al pensamientocomplejo, que toma en cuenta las interacciones din�mi-

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cas y las transformaciones. Ha comenzado a gestarse unacultura que no piensa al universo como un reloj sino comoÒarchipi�lagos de orden en un mar de caosÓ: la cultura dela complejidad. Los investigadores en ciencias ÒblandasÓ,los intelectuales ÒhumanistasÓ, los profesionales de las�reas sociales, tienen todav�a muchas dificultades para le-gitimar los nuevos puntos de vista ligados a la complejidady las concepciones interactivas, puesto que no se ha sacu-dido el yugo metodol�gico impuesto por la epistemolog�aempir�sta-positivista. Para cortar el nudo gordiano es nece-sario destrabar tanto la creencia en un acceso privilegiadoa una realidad externa, como la ilusi�n de una subjetividaddesencarnada, puramente racional e individual.

El conocimiento, desde la perspectiva pos-positivista, noes el producto de un sujeto radicalmente separado de la na-turaleza sino el resultado de la interacci�n global del hom-bre con el mundo al que pertenece. El observador es hoypart�cipe y creador del conocimiento. El mundo en el quevivimos los humanos no es un mundo abstracto, un con-texto pasivo, sino nuestra propia creaci�n simb�lico-vi-vencial. Sin embargo, que nuestras ideas del mundo seanconstrucciones no quiere decir que el universo sea un Òob-jeto mentalÓ, sino que al conocer no podemos desconectarnuestras propias categor�as de conocimiento, nuestra cor-poralidad, nuestra historia, nuestras experiencias y nues-tras sensaciones. El mundo que construimos no dependes�lo de nosotros, sino que emerge en la interacci�n multi-dimensional de los seres humanos con su ambiente, del quesomos inseparables.

Desde los enfoques de la complejidad, el sujeto no esmeramente un individuo, es decir un �tomo social, ni unasumatoria de c�lulas que forman una aparato mec�nico, si-no que es una Òunidad heterog�neaÓ y abierta al intercam-

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bio. El sujeto no es una sumatoria de capacidades, propie-dades o constituyentes elementales, es una organizaci�nemergente. El sujeto s�lo adviene como tal en la trama re-lacional de su sociedad.

Las propiedades ya no est�n en las cosas sino ÒentreÓlas cosas, en el intercambio. Desde esta nueva mirada,tampoco el sujeto es un ser, una sustancia, una estructura ouna cosa sino un devenir en las interacciones. Las nocionesde historia y v�nculos son los pilares fundamentales para laconstrucci�n de una nueva perspectiva transformadora denuestra experiencia del mundo y de nosotros mismos. Y es-te cambio no s�lo se da a nivel conceptual, sino que impli-ca tambi�n abrirnos a una nueva sensibilidad y a otras for-mas de actuar y de conocer, a otra �tica y otra est�tica, yaque desde la mirada compleja estas dimensiones son inse-parables en el con-vivir humano.

Estamos pasando de las ciencias de la conservaci�n a lasde la creaci�n, porque, aunque parezca parad�jico a prime-ra vista, la noci�n de historia est� estrechamente ligada a lade creatividad en un universo evolutivo complejo. Libera-das del determinismo cl�sico, las teorizaciones actualeshan dejado lugar a la diferencia como factor de creaci�n ycambio, de selecci�n de rumbos. La historia no es merarepetici�n, ni despliegue de lo ya contenido en el pasa-do. El ruido, el azar, el otro, lo distinto son las fuentes denovedad radical y v�as para el aumento de complejidad yno meros Òdefectos despreciablesÓ. Esta transformaci�nconceptual ha sido el producto del deplazamiento del fococonceptual desde los sistemas cerrados y cerca del equili-brio hacia los sistemas abiertos evolutivos en di�logo mul-tiforme con su ambiente. Desde esta perspectiva concep-tual el sujeto no es lo dado biol�gicamente, ni un ÒpsiqueÓpura, sino que el sujeto adviene y deviene en el intercam-

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bio en un medio social humano en un mundo complejo.Ahora bien, no debemos confundir el sujeto con la subjeti-vidad. Esta es la forma peculiar que adopta el v�nculo hu-mano-mundo en cada uno de nosotros, es el espacio de li-bertad y creatividad, el espacio de la �tica. El sujeto no secaracteriza solamente por su subjetividad, sino por ser almismo tiempo capaz de objetivar, es decir, de convenir, deacordar en el seno de la comunidad, de producir un imagi-nario com�n y por tanto de construir su realidad. Lo quelos positivistas llamaban Òel mundo objetivoÓ es para lasciencias de la complejidad una construcci�n imaginariacompartida, un mundo simb�lico creado en la interacci�nmultidimensional del sujeto con el mundo del que formaparte. El mundo en que vivimos es un mundo humano,un mundo simb�lico, un mundo construido en nuestrainteracci�n con lo real, con lo que est� afuera del len-guaje, con el misterio que opone resistencia a nuestrascreaciones y a la vez es la condici�n de posibilidad delas mismas.

El enfoque de la complejidad se asienta sobre un conjun-to de supuestos e hip�tesis fundamentales, entre los que sedestacan: a) Las partes de un sistema complejo s�lo sonÒpartesÓ por relaci�n a la organizaci�n global, que emergede la interacci�n. b) La Unidad Global no puede explicar-se por sus componentes. El sistema presenta interaccionesfacilitadoras, inhibidoras, y transformaciones internas quelo hacen no totalizable . c) El sistema complejo surge de ladin�mica de interacciones y la organizaci�n se conserva atrav�s de m�ltiples ligaduras con el medio, del que se nu-tre y al que modifica, caracteriz�ndose por poseer una au-tonom�a relativa. Las ligaduras con el medio son la con-dici�n de posibilidad para la libertad del sistema. Laflexibilidad del sistema, su apertura regulada, le provee la

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posibilidad de cambiar o de mantenerse, en relaci�n a susinteracciones con su ambiente. d) El contexto no es un �m-bito separado e inerte, sino el lugar de los intercambios y apartir de all� el universo entero puede ser considerado unainmensa Ò red de interacciones Ò, donde nada puede defi-nirse de manera absolutamente independiente e) En todasaquellas situaciones en que se produzcan interacciones, yasean positivas (sin�rgicas) o negativas (inhibidoras), ocuando intentemos pensar el cambio cualitativo, no tienesentido preguntarse por la causa de un acontecimiento, yaque no hay independencia ni posibilidad de sumar efectos,sino transformaci�n. S�lo podemos preguntarnos por lascondiciones de emergencia, por los factores co-producto-res que se relacionan con la aparici�n de la novedad. Estemodo explicativo, apunta m�s a la comprensi�n global quea la predicci�n exacta, y reconoce que ning�n an�lisis pue-de agotar el fen�meno que es pensado desde una perspec-tiva compleja.

La civilizaci�n que crey� en las certezas definitivas, en elconocimiento absoluto y el progreso permanente est� de-rrumb�ndose y est�n abri�ndose paso nuevos modos depensar, de sentir, de actuar y vivir en el mundo. El sujetocomplejo ha producido un giro ÒrecursivoÓ fundamental eirreversible. La transformaci�n de nuestra mirada, que es-tamos viviendo, implica pasar de la b�squeda de certezas ala aceptaci�n de la incertidumbre, del destino fijado a laresponsabilidad de la elecci�n, de las leyes de la historia ala funci�n historizante, de una �nica perspectiva privilegia-da al sesgo de la mirada. En el camino nos encontramoscon nosotros mismos profundamente unidos al mundo enuna interacci�n compleja y multidimensional. Ese re-en-cuento del sujeto con su mirada ha dejado al descubiertonuestras limitaciones y nuestras posibilidades, ha elimina-

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do las garant�as tranquilizadoras y nos ha abierto las puer-tas al v�rtigo de la creaci�n ÀSabremos aceptar el desaf�o?

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Nuevos paradigmas en el campo de la subjetividad11

Una de los cosas desagradables que suele suceder des-pu�s de una conferencia sobre Ò nuevos paradigmasÓ esque siempre hay alguien que dice: Ò yo siempre planteeesoÓ. Sin embargo, los pensadores que hablan de Ònuevosparadigmas Ò deber�an estar locos o ser estafadores, si s�-lo se tratara de lo que Òsiempre dijimosÓ. A pesar de esto,es justo reconocer que en este campo difuso que se ha da-do en llamar los Ònuevos paradigmasÓ uno puede encontrarsemejanzas y parecidos de familias con concepciones anti-guas. Las relaciones entre la estabilidad y el cambio soncomplejas y multiformes. Siguiendo esta perspectiva unopuede buscar antecedentes de los Ònuevos paradigmasÓhasta en los Pitag�ricos y a su vez afirmar que se trata dealgo genuinamente novedoso. Es por eso que d�ndomecuenta que es imposible salir de esta paradoja, he decididodisfrutar de ella y utilizarla como recurso cognitivo. Culti-var�, entonces, la ÒantecedentitisÓ para buscar la novedad.

Un tema crucial, que se relaciona con el campo de la sub-jetividad y las nuevas perspectivas contempor�neas es ladefinici�n misma de conocimiento. La conceptualizaci�ncl�sica podemos rastrearla hasta S�crates quien s�lo acep-taba como aut�ntico conocimiento a aquellas afirmacionesque son verdaderas, pero no s�lo eso, sin que adem�s est�nabsolutamente fundamentadas, y... como si esto fuera po-co: uno deb�a creer firmemente en ellas. S�crates nos dej�este regalito, Plat�n se encarg� de difundirlo y desde en-tonces cargamos con �l.

Esta definici�n del conocimiento ha tenido muchos opo-sitores empezando por los esc�pticos. En este sentido no

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hay duda de que algunas afirmaciones de los Ònuevos pa-radigmasÓ tienen claros antecedentes. Sin embargo, en lacontemporaneidad, trabajamos sobre otras problem�tica.En particular, nos enfrentamos con la pretensi�n de trazaruna l�nea de demarcaci�n entre la ciencia y otros saberes,que elimina del campo del conocimiento a todo aquelloque no se adapte a los dictados positivistas sobre lo que de-be ser considerado ciencia. Es en ese escenario, donde su-bi� a escena Thomas Khun. Este f�sico, fil�sofo e histo-riador fue el que acu�� el t�rmino ÒparadigmaÓ en su ex-traordinario texto ÒLa Estructura de las RevolucionesCient�ficasÓ (1962). Por supuesto que su pensamiento nonaci� en el vac�o, y si queremos despuntar el vicio de laÒantecedentitisÓ podemos citar a muchos pensadores quevarias d�cadas antes que Khun, ya hab�an planteado algu-nas cuestiones relevantes sobre el problema del conoci-miento, que pon�an en jaque las pretensiones socr�ticas.Uno de ellos, aunque a muchos los sorprenda, fue KarlPopper, que plante� que el conocimiento, incluido el co-nocimiento cient�fico, era una cuesti�n de conjeturas au-daces. Desgraciadamente, su audacia termin� con esa afir-maci�n. Luego de llegar a esta brillante hip�tesis, todo sutrabajo se centr� en mostrar que la ciencia era un tipo deactividad superior, que contar�a con garant�as que otrosmodos de conocimiento no tendr�an, pues en la actividadcient�fica es posible eliminar las conjeturas falsas, de talmanera que vamos asint�ticamente a la verdad (aunque sinalcanzarla nunca). Con esta estratagema la cuesti�n de laverdad y el fundamento que hab�an salido por la puerta ...entraron nuevamente por la ventana.

Todas las corrientes positivistas est�n siempre enredadasen una perspectiva del conocimiento que supone un objetoseparado en t�rminos absolutos de mundo al que conoce

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desde ÒafueraÓ; y del que suponen son capaces de formar-se una Òimagen o representaci�nÓ no deformada. Estaperspectiva representacionalista del conocimiento llevaen su seno, como caballo de Troya, la bomba de tiempo dela Òla verdad como correspondenciaÓ. Es decir, la ideade que el conocimiento es verdadero cuando la imagen in-terna es ÒfielÓ o se ÒcorrespondeÓ punto a punto con la rea-lidad externa. Estas concepciones que se han dado en lla-mar ÒobjetivistasÓ, ÒrepresentacionalistasÓ o ÒpositivistasÓy que se caracterizan porque separan radicalmente al suje-to y al objeto del conocimiento y suponen que �ste �ltimoes una representaci�n objetiva del mundo externo, vienenexperimentando una ca�da estrepitosa que ha llevado a pro-fundos cambios en los planteos epistemol�gicos contem-por�neos, as� como en las concepciones sobre el sujeto y suinteracci�n con el mundo.

Desde la concepci�n positivista del conocimiento y dellenguaje el objeto est� all� (afuera) y es Òen siÓ; y el sujetoes un mero espejo - por eso Rorty llamo a este punto devista ÒLa filosof�a como el espejo de la naturalezaÓ. Ahorabien, desde esta perspectiva, Àcu�l es el rol del sujeto? Lo�nico que el sujeto puede hacer es equivocarse, arruinar,degradar, distorsionar, porque cualquier interferencia de lasubjetividad, es como una mancha o una rasgadura en unespejo, que produce deformaciones en la representaci�nhaciendo que sea menos isom�rfica con el mundo. Lasubjetividad del sujeto en la modernidad s�lo fue pen-sada como una fuente de error, desde Bacon en adelan-te.

Lo parad�jico es que la Modernidad para muchos co-mienza cuando Descartes invent� al sujeto. Para, in-mediatamente, aplastarlo. Si uno hace una recapitula-ci�n rapid�sima y ÒsalvajeÓ del movimiento cartesiano -

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que es lo que �nico que puede hacerse en el marco de unaconferencia-, puede decir que a trav�s de la duda �l lleg� ala certeza de que Òpiensa, luego existeÓ . Pero una vez quelleg� a tener esta certeza de que Òpiensa, luego existeÓ, sedio cuenta de que necesitaba restituir la realidad al mundo,porque si no ca�a en el solipsismo -y con el solipsismo sehace terrorismo verbal, pero no filosof�a-.

Entonces, hab�a que devolverle alguna clase de entidad almundo. Pero, ÀCu�l? ÀQu� cosas existen, pens� Descar-tes? Aquellas que se pueden ver claras y distintas, se con-test�. ÀY cu�les son las cosas que se pueden ver claras ydistintas? Los objetos matem�ticos. Entonces del mundolo que tiene entidad son los objetos o las idealizacionesmatem�ticas.

Este movimiento cartesiano no hubiera tenido tanto �xi-to si de alguna manera no se entronca con el desarrollo dela ciencia moderna, produci�ndose un extra�o maridaje en-tre el racionalismo cartesiano y el empirismo newtoniano.Newton aport� una teor�a en que los instrumentos matem�-ticos, adem�s de permitir la contemplaci�n de las verdadesideales y maravillosas, puede unirse como lenguaje a la he-rramienta experimental. Siguiendo la vieja l�nea de Baconseg�n la cual el Òsaber es poderÓ, Newton introduce el len-guaje matem�tico en un modelo experimental, ligado almundo f�ctico. Sin embargo, no se trata de la naturalezaÒen vivo y en directoÓ sino del domesticado mundo f�c-tico encerrado entre las reducidas paredes del laborato-rio. ÀPor qu� o para qu� esta restricci�n, del mundo -an-cho y ajeno- al laboratorio -limpio y ordenado- ? Para queel sujeto no arruine todo con su subjetividad. El mundo dellaboratorio no es un Òmicro-mundoÓ, un mundo igual peroen miniatura, sino un mundo bizarro en el que s�lo algunosrasgos del universo entran en este espacio experimental.

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All� hay que hacer variaciones de una en una y de a poqui-to, y suponer -gracias a la cl�usula Ceteris Paribus- quetodo el resto del universo no se modifica mientras estamoshaciendo el experimento.

El experimento, entonces, es un procedimiento repetible,estandarizado. Gracias a lo cual, no importa qui�n que lolleve a cabo tendr� siempre el mismo resultado. Sin duda,un sistema astuto para eliminar la subjetividad. Excepto-...del dise�o, planificaci�n y creaci�n del tal experimen-to!!! Sin embargo, una vez puesta en marcha la maquinariaestandarizadora, nadie tiene Òobligaci�n de recordarÓ queno naci� en el vaci�, ni de un repollo. Y, esto es justamen-te lo que los positivistas hacen: aprovechar el resquicio yolvidarse del proceso creativo y s�lo tener en cuenta s�lolos dispositivos finales.

El proceso de estandarizaci�n, una vez que estuvo sufi-cientemente afiatado en toda la esfera social -capitalismo yeducaci�n mediante-, se volvi� ÒnaturalÓ (con la invalora-ble y generosa colaboraci�n de los fil�sofos representacio-nalistas). La idea de que las cosas Òson as�Ó, porque siem-pre obtengo el mismo resultado cuando las mido con misherramientas, y Ðadem�s- cualquiera que lo haga llegar� ala misma conclusi�n, est� en el centro del ÒobjetivismoÓmoderno. Lo que importa no es que alguien las mide, si-no que la ÒreglaÓ de la sociedad estandarizada permiti�que se las midiera, y todos nos olvidamos que hubo alg�nmomento en que no se las med�a de esa manera, quea�n hoy podemos inventar otras medidas, y que encualquier caso siempre habr� seres humanos midiendoy mediando para producir un conocimiento que no pue-de ser del objeto Òen siÓ sino del mismo Òa trav�s de no-sotrosÓ, pues para producirlo tiene que haber unÒacuerdoÓ social (m�s o menos, violento, m�s o menos

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representativo, m�s o menos expl�cito, m�s o menosconsciente). Es interesante destacar una de las primerasresoluciones que se tomaron luego de la Revoluci�n Fran-cesa fue la poco rom�ntica resoluci�n de crear en un ÒSis-tema de Pesos y MedidasÓ. (Y recordemos tambi�n, quelos ingleses nunca aceptaron ese sistema, porque no tienenla menor intenci�n de permitir que les reglamenten el cam-po del conocimiento). Parece ser que los campesinos no es-taban tan motivados por las ideas Òlibertad, igualdad, fra-ternidadÓ como por las de Òuna sola ley, un sola pesa, yuna sola medidaÓ

El tema es, entonces, que este mundo al que se ha llama-do objetivo es solamente un mundo posible, un mundoestandarizado. Un mundo en que la subjetividad ocupa unsitio degradado. En el siglo XIX, aparecieron los rom�nti-cos dispuestos a remediar este mal. Para ellos la subjetivi-dad era creatividad, genio, flama y figura; la expresi�n m�sdigna de nuestra humanidad y lucharon con bravura parahacerle lugar en esta cultura. Los rom�nticos, mostrando almundo su gran generosidad decidieron que los positivistasy los cient�ficos se quedaran con el mundo de la objetivi-dad y ellos con el mundo del sentido, de la creatividad, delas artes, de la �tica, de la est�tica, del sentimiento, de lapasi�n -esto fue acompa�ado muy arm�nicamente por lafilosof�a Kantiana-. Se trata de una decisi�n salom�nica,sin duda, pero que si bien dio lugar al sujeto lo expuls� a�nm�s radicalmente del terreno del conocimiento. Gracias aesta postura el movimiento rom�ntico - aparentemen-te contrario al positivismo -, lo que hizo fue sostenera�n m�s al movimiento positivista; parad�jicamente,gracias a su f�rrea oposici�n.

As� llegamos hasta principios de este siglo, donde em-piezan a hacer agua ambos sistemas. Un hito del fin de

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siglo pasado fue la aparici�n de las geometr�as no euclidia-nas. En el campo de la ciencia m�s pura de las puras, lasmatem�ticas, apareci� algo francamente inesperado: lo ob-vio empez� a dejar de ser obvio. Uno de los cinco postu-lados de la geometr�a euclidiana, el que dice que por unpunto exterior a una recta pasa una sola paralela, entro enjaque. Hacia el final del siglo XIX, varios investigadores -aunque muchos de ellos no se atrevieron a publicar- encon-traron que no era necesario aceptar ese postulado. Y a par-tir de esta decisi�n inventaron varias geometr�as alternati-vas. La reacci�n no se hizo esperar. Desde el establish-ment matem�tico y positivista se oy� decir: Muy bien, sepueden ÒinventarÓ varias geometr�as, pero no son m�s quemeras ÒinvencionesÓ, juegos sin significado emp�rico. Elespacio f�sico fue, es y siempre ser� euclidiano -y nadam�s!!. Tanta soberbia fue apagada con la lluvia torrencialde la Teor�a de la Relatividad, para la cual el espacio f�si-co no es Eucl�deo. A partir de entonces, eso que era unamera y absoluta invenci�n, un pasatiempo l�dico de losmatem�ticos, se convirti� en el fundamento de la cienciaf�sica de nuestro siglo.

No son estas las �nicas espinas que lastimar�an al cuerpopositivista en el jard�n de la f�sica. El propio Einstein, su-frir�a los agudos pinchazos de nuevas perpespectivas con-ceptuales que no encajaban con su forma de ver el mundo.�l fue uno de los que sent� las bases de la Teor�a Cu�nti-ca, y as� como Descartes invent� al Sujeto y despu�s loaplast�, Einstein puso una de las piedras fundacionales deledificio la cu�ntico y dedic� el resto de su vida a tratar de-rrumbarlo -sin �xito, a diferencia de Descartes. À A qu� seopuso Einstein con tanto tes�n ? Su gran enemigo fue elPrincipio de Incertidumbre, tambi�n conocido comoPrincipio de Indeterminaci�n. Estas dos denominacio-

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nes no son equivalentes , y cada una va a dar lugar a pen-sar los t�rminos ÒsujetoÓ -y ÒobjetoÓ en una dimensi�n dis-tinta. Ambas formulaciones surgen de la constataci�n deque para medir la velocidad de una part�cula, se la pertur-ba, y por lo tanto abandona la posici�n en que estaba. Es-to implica que es imposible medir al mismo tiempo la ve-locidad y la posici�n de una part�cula. Desde la �ptica delPrincipio de Incertidumbre, se trata de que lamentablemen-te, debido a nuestras falencias, a nuestra propia incapaci-dad, no podemos llegar a saber con certeza los valores deambas variables a la vez. Pero esto se debe a que nuestrosm�todos son siempre falibles y limitados. Ahora bien, elPrincipio de Indeterminaci�n, nos brinda una interpreta-ci�n diferente la misma situaci�n, planteando que no pode-mos medir porque la realidad no est� determinada inde-pendientemente de la medici�n. Este es algo realmente-como dir�an los fil�sofos cl�sicos- que repugna la raz�n.Repugna a la Raz�n Moderna, aclarar�a yo (que se cre�a�nica y absoluta).

ÀQu� quiere decir que la realidad no est� determinada?Aqu� es donde entra en escena un personaje desconocidoen la f�sica cl�sica: el observador. En las interpretaci�nm�s aceptada de la teor�a cu�ntica el observador es parteintr�nseca de todo sistema experimental, de toda medici�n.

Con la aparici�n del observador en el horizonte de laciencia, ya no como algo externo o ajeno, sino como algointerno, aparece la necesidad de reflexi�n epistemol�gicasobre cu�l es su el lugar. A�n estamos muy lejos de hacerlugar a la subjetividad, que parece ser una palabra maldita,pero la fisura del sistema cl�sico se empieza a hacer visi-ble.

La cibern�tica de segundo orden -una perspectiva con-ceptual desarrollada en las �ltimas d�cadas-, va a tomar el

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desaf�o de pensar el sujeto al interior de la ciencia. Se pre-guntar� seria y consistentemente sobre el significado delÒconocerÓ como actividad humana. Desde esta perspecti-va, pronto se har� evidente el contrasentido de plantear quepodemos conocer aquello con lo cual no tenemos ningunaclase de contacto. En el marco de la cibern�tica de se-gundo orden conocer es una actividad humana comple-ja que incluye una participaci�n activa de la subjetivi-dad entrelazada con los dispositivos culturales y mate-riales de que dispone una determinada cultura para re-lacionarse con el mundo.

En la filosof�a este planteo tiene larga data. Kant dijo cla-ramente que s�lo conocemos los fen�menos, es decir quediferenci� perfectamente el Òobjeto del conocimientoÓ delÒobjeto en siÓ, es decir, del objeto independiente de mi, quepertenece a otro �mbito: el del n�umeno. Este fue un pasofundamental, sin embargo la tarea qued� a mitad de cami-no y el sujeto se diluy� en una concepci�n universalista.El Sujeto del Conocimiento Kantiano es un Sujeto Univer-sal, abstracto y no subjetivo, porque es un conjunto de ca-sillas que ya est�n predeterminadas, donde la causalidad, elespacio, el tiempo, organizan la cognici�n pero que no sonsubjetivas, es decir ligadas a la experiencia, la historia y eldevenir de un sujeto particular, encarnado y vital. Desdeesta perspectiva, Kant fundament� la objetividad en base ala actividad cognitiva de un sujeto abstracto y universal.

Como vemos, los discursos positivistas, representacio-nalistas y objetivistas niegan la subjetividad o simplemen-te se despreocupan de ella, ,y en los pocos casos en quemencionan su existencia, es desde la limitaci�n absoluta, elerror, la desviaci�n. Tampoco se interesan por el devenir opor la historia, ya que conciben el conocimiento como lacaptaci�n de alguna esencia eterna e inmutable. Estas pers-

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pectivas esencialistas y absolutistas del conocimiento est�nhoy en plena crisis. Las nuevas perspectivas epistemol�gi-cas coinciden en tomar como punto de partida a la interac-ci�n. Es a partir de la interacci�n que se co-constituyentanto sujeto como objeto. El Sujeto como funci�n activa deproducci�n de ese Objeto particular de conocimiento y quea la vez es producido por sus interacciones con esos obje-tos de conocimiento que por lo general, son otros sujetos.Hemos salido del espacio cognitivo Euclideo para en-trar a un doble bucle ligado, por un lado del Sujeto ha-cia los objetos y por otro lado del Sujeto hacia el imagi-nario social y la interacci�n con los otros sujetos. El su-jeto no interacciona con los objetos desde una Òsubjetivi-dad interna, absoluta e independienteÓ, como un carozoque uno tiene desde el momento en que nace. La interac-ci�n del sujeto humano con los objetos se da siempre en uncontexto espec�fico: en una cultura, en un lenguaje, entra-mando en relaciones familiares cercanas, ÒancheÓ lejanas yhoy -adem�s- ciberespaciales.

Una transformaci�n epistemol�gica en cuanto a las con-sideraciones del campo de la objetividad, lleva a replan-tearse inevitablemente el campo de la subjetividad. Y eneste sentido hay un punto que creo que es, crucial conver-sar con Uds., que es la distinci�n entre la subjetividad yesa Òflama interiorÓ del romanticismo. La subjetividad,si estamos plante�ndolo desde un modelo b�sicamente in-teraccional, no puede ser un carozo. Porque para interac-cionar, y esto como definici�n de base, como postulado, te-nemos que ser sistemas abiertos.

Cuando decimos que todo lo s�lido se desvanece en el ai-re, no estamos hablando solamente de los edificios. Esta-mos hablando de nosotros mismos. En el mundo ÒpsiÓ,mientras se habla de Ònuevos paradigmasÓ en a la f�sica, la

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qu�mica, a la biolog�a, todo el mundo se muestra muy tran-quilo y satisfecho. Sin embargo, cuando empezamos apensar en que la subjetividad no como un carozo interno, oun Òaparato ps�quicoÓ estable, o como una estructura, sinocomo un devenir estructurante... entonces comienzan losmurmullos y resquemores. Cuando planteamos la subjeti-vidad como un devenir, somos conscientes de la necesidadde compatibilizar el cambio con una cierta estabilidad,Àc�mo pensar esas estabilizaciones relativas? Parad�jica-mente la fuente de la estabilidad, tambi�n lo es del cambio:la propia interacci�n. El imaginario social va sosteniendoy deshaciendo realidades permanentemente en distintos rit-mos, y tambi�n en relaci�n a ciertos nichos ecol�gicosdonde nosotros estamos ubicados.

El espacio de la modernidad es is�tropo, indiferenciado,abstracto e independiente. Los espacios en lo que se est�pensando actualmente no son id�nticos en todas las di-recciones, hay flujos, hay relaciones, hay interacci�n,hay nichos que se van formando, deformando, refor-mando y transformando.

En los nuevos escenarios contempor�neos es posiblepensar espacios curvados sobre si mismos, reflexivos ycomplejos, a partir de los cuales se hace inteligible unanueva perspectiva de las subjetividad y de la construcci�nde los mundo humanos en un devenir constante a partir deinteracciones que van conformando a la vez al sujeto y almundo en un bucle sin fin.

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Din�mica Vincular: territorios creados en el juego*

Pero el hecho de ser dos, todo lo cambia. Y no es quela tarea se vuelva dos veces m�s f�cil, no: de imposible

se vuelve posible Ren� Daumal, El monte an�logo

Los v�nculos existen s�lo cuando pueden no existir.

Esta presentaci�n puede parecer parad�jica, y justamen-te por eso la considero un buen punto de partida, en la me-dida que he elegido seguir los sabios consejos de Bache-lard e ir por donde la raz�n gusta de estar en peligro.

Las relaciones que tenemos como necesarias, esenciales,obligatorias e irrevocables no pertenecen a lo vincular, si-no que se inscriben dentro de lo identitario12. Al hacer es-ta aclaraci�n, ya estoy adelantando el punto de vista desdeel cual quisiera que nos ubiquemos para poder pensar losv�nculos con una �ptica distinta a la que se ha privilegiadoen Occidente desde la antig�edad. Entidades y relacionesfueron pensadas como totalmente definidas, determinadas,absolutas y eternas desde los lejanos tiempos de Plat�nhasta los m�s cercanos del Positivismo L�gico o del Es-tructuralismo. Sin embargo, en las �ltimas d�cadas otrosparadigmas, otras perspectivas conceptuales han comenza-do a crear la posibilidad de pensar de una manera diferen-te.

El modo cl�sico de abordar la cuesti�n nos constri�e a unmundo abstracto, a relaciones fijas, a entidades cerradas,

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completamente determinadas y definidas, y a leyes eternase inmutables. M�ltiples perspectivas contempor�neas hanaceptado el desaf�o de pensar de otra forma, de abordar lacomplejidad, de dar cuenta de la diversidad y el cambio.En las �ltimas d�cadas ha surgido con fuerza un modo depensar que nos permite salir del mundo plat�nico, del ÒTo-pos UranosÓ poblado de arquetipos eternos e ideas puras:el enfoque de la complejidad13. Se trata de encarar un pen-samiento capaz de dar cuenta de la din�mica, es decir, deuna mirada que incluya al tiempo como variable interna,como expresi�n del cambio y la transformaci�n. En estaconcepci�n los v�nculos no son conexiones entre entidades(objetos o sujetos) preexistentes, ni estructuras fijas e inde-pendientes, sino que losv�nculos emergen simult�nea-mente con aquello que enlazan en una din�mica de au-toorganizaci�n. Se trata entonces de pasar de un �nicomundo compuesto por elementos y relaciones fijadas porlas leyes de la l�gica cl�sica a ÒmultimundosÓ dondeÒunidades heterog�neasÓ y v�nculos14 no tienen un sen-tido un�voco, no est�n completamente determinados, noexisten independientemente sino que emergen y co-evolu-cionan en una din�mica creativa: el juego de la vida.

Antes de proseguir nuestro itinerario es imprescindiblehacer una advertencia: la manera en que usamos el lengua-je habitualmente trae embebida la perspectiva conceptualidentitaria y tanto las corrientes del positivismo l�gico co-mo las estructuralistas han contribuido a consolidar estaposici�n. Por lo tanto, tendremos que extremar las precau-ciones en nuestra presentaci�n, dado que no tenemos otroinstrumento que el propio lenguaje para hacerla. Se trataentonces de generar un territorio capaz de rebasar sus pro-pios l�mites para dar cuenta de otras posibilidades concep-tuales. Seguir� para ello los sabios consejos de Jorge Luis

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Borges cuando nos dijo que Òla literatura es un juego deconvenciones t�citas. Violarlas parcial o totalmente es unade las numerosas alegr�as (una de las numerosas obliga-ciones), cuyos l�mites se desconocen15Ó. La tarea es tan ar-dua como deliciosa, y en este camino nos encontraremosmuchas veces con encantadoras criaturas que ya formanparte del paisaje vital contempor�neo, a pesar de ser total-mente indigestas para la l�gica identitaria. T�rminos para-d�jicos como ÒRealidad VirtualÓ, ÒEstructuras Disipati-vasÓ, ÒUnidades Heterog�neasÓ ÒSujeto EncarnadoÓ,ÒCuerpo ColectivoÓ, ÒCaos DeterministaÓ, y ÒSistemasAutoorganizadosÓ van impregnando el imaginario socialde otras posibilidades y nos desaf�an a abrir el campo delpensamiento hacia nuevas dimensiones.

La perspectiva desde la que propongo pensar los v�ncu-los ser� entonces aquella que nos lleve a desachatar elmundo monol�gico16 signado por la pretensi�n identita-ria. No se trata de un pensamiento ÒalternativoÓ o de unaÒvisi�n complementariaÓ a la de la l�gica cl�sica, sino m�sbien de insuflar sentido, de ir m�s all�, de abrir una com-puerta evolutiva que nos permita pensar multidimensional-mente.

La l�gica cl�sica nos provee de un sistema para garanti-zar la transmisi�n de la verdad a trav�s del razonamientodeductivo. Sin embargo, pero sus presupuestos distan mu-cho de ser tan ÒevidentesÓ como sus creadores y divulga-dores han sostenido y perseveran en afirmar, a pesar de lasm�ltiples fisuras que el sistema ha mostrado, especialmen-te en lo que respecta a la concepci�n del lenguaje sobre laque se ha construido. El universo de las Òleyes l�gicasÓ nospresenta un mundo plano en el que se privilegia la pregun-ta por la verdad dando por supuesta la univocidad y pleni-tud del significado, es decir, suponiendo que es posible

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cuadricular la experiencia humana del mundo en compar-timentos estancos completamente definidos e independien-tes unos de otros. Los desarrollos contempor�neos nos lle-van hacia otros paisajes mucho m�s ricos y complejos enlos que la pregunta por el sentido precede a la pregun-ta por la verdad y en los que la polisemia ha adquiridocarta de ciudadan�a en una filosof�a del lenguaje que se ale-ja velozmente de la pretensi�n de Òclaridad y distinci�nÓ yde la b�squeda de estructuras y leyes eternas y abstractas,para reconocer que el juego ling��stico pertenece al �m-bito m�s amplio de las interacciones humanas en la co-rriente de la vida. Particularmente importantes son las l�-neas de investigaci�n que se abrieron a partir de los traba-jos de Wittgenstein sobre los ÒJuegos del lenguajeÓ: lostrabajos de Rosh en teor�a de la categorizaci�n y los de La-koff y Johnson en ling��stica y filosof�a del lenguaje.

El mundo humano est� embebido en el lenguaje: nuestraforma de vincularnos con el mundo y de producir conoci-miento es fundamentalmente ling��stica, aunque desdeluego no es la �nica forma de interacci�n ni una v�a exclu-siva o separada de otros v�nculos con el mundo. Lejos delas pretensiones estructuralistas17 y de los supuestos depositivismo l�gico, muchas perspectivas contempor�neasest�n privilegiando la pregunta por la producci�n desentido desde una concepci�n multidimensional de laexperiencia humana del mundo. Por ese motivo he con-siderado que resultar� sumamente productivo acercarnos ala problem�tica de los v�nculos considerando simult�nea-mente tanto la dimensi�n ling��stica del problema co-mo la dimensi�n interactiva m�s general. En esta b�s-queda las paradojas lejos de presentarse como ofuscacio-nes del pensamiento nos dar�n un horizonte de sentido di-ferente: nos mostrar�n los l�mites insalvables de la l�gica

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cl�sica y nos permitir�n lanzarnos a otros mundos posibles.Lo que desde el punto de vista tradicional es una barrerainfranqueable, un callej�n sin salida o un c�rculo vicioso,habr� de convertirse en una oportunidad para ampliar elpaisaje cognitivo y el campo experiencial. Tomando las sa-bias palabras de Heinz von Foerster, podemos utilizar lasparadojas Òcomo dispositivos creativos o c�rculos vir-tuosos18Ó. Seguir� el camino iniciado con los aportes deCastoriadis que cuestionan el privilegio de la l�gica con-juntista identitaria, los desarrollos en l�gicas borrosas, elenfoque de Morin sobre el pensamiento complejo y la di-n�mica organizacional, las contribuciones de Atlan, Matu-rana y Varela sobre la autoorganizaci�n.

Aquello que la l�gica identitaria asume como principios- Identidad, No Contradicci�n y Tercero Excluido Ð estable-cen lo que es posible para esa forma de pensar19 y tambi�ndefinen aquello que queda excluido de su campo: todo loque sea borroso, indeterminado, vago, confuso, fluido, m�l-tiple, irregular, cambiante, vincular, azaroso, h�brido, ambi-guo, poroso, permeable. La l�gica cl�sica (identitaria oÒconjuntista identitariaÓ como gusta llamarla Castoriadis) esuna forma de pensar que se basa en la exclusi�n de la di-ferencia, en la afirmaci�n del ser como absolutamentedeterminado, en la excomuni�n del tiempo y en el esta-blecimiento de l�mites infranqueables. Las paradojas nosmuestran los bordes inexpugnables de la l�gica cl�sica, loque podemos lograr con ella, y lo que est� fuera de sus po-sibilidades. Es por ello que un pensamiento que se ha su-puesto a s� mismo como absoluto y total, como universal yeterno, ha luchado por desalojar esos seres molestos demundo del conocimiento. Por suerte el intento ha sido vano,porque su expulsi�n hubiera significado el aniquilamientodel pensamiento mismo: la pureza por definici�n es est�ril.

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M�s all� de la inmaculada concepci�n:

Alcanzamos significado mediante nuestros v�nculosConnie Palmen, La amistad

Para poder abrirse a un pensamiento que haga lugar a losv�nculos -entendidos en el sentido din�mico y no como re-laciones prefijadas-, a la diversidad20 y a la transforma-ci�n, es imprescindible un cambio de mirada cuyo puntocrucial es el abandono de la perspectiva instaurada por lal�gica cl�sica y la ÒFilosof�a de la Escisi�nÓ. Es precisoÒponer las paradojas en movimiento para que puedanaparecer nuevos planos de realidad, nuevos mundosposibles para explorar y enriquecernos21Ó.

Comenzaremos esta tarea llamando la atenci�n sobre elhecho de que uno de los primeros frutos de la reflexi�n22

identitaria llev� al surgimiento de la forma de pensar dico-t�mica. La filosa l�gica Parmenidea al mismo tiempo queafirmaba s�lo la existencia del ÒserÓ no pudo dejar de men-cionar al Òno-serÓ. Aunque s�lo lo nombrara para negarlo,le dio consistencia y lugar en su propio discurso. Como es-to resultaba intolerable, la operaci�n fue acompa�ada deotra que escindi� al universo en Òapariencia y realidadÓiniciando un proceso infinito de producci�n de divisionesbinarias. Episteme y doxa, unidad y multiplicidad, cambioy estabilidad, continuo y discontinuo, finito e infinito, sen-sible e inteligible, forma y materia, acto y potencia, cuerpoy mente, sujeto y objeto, son algunas de las dicotom�as quehan brotado a partir de la simiente que plant� Parm�nidesy que sus disc�pulos hicieron germinar en los campos delpensamiento Occidental dando lugar la tradici�n que deno-minamos ÒFilosof�a de la Escisi�nÓ.

S�lo podremos salir del jard�n de las bifurcaciones dico-

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t�micas si somos capaces de atravesar la compuerta de laparadoja que origin� este paisaje: la de afirmaci�n parme-nidea del ÒserÓ como �nico e indivisible, es decir, no es-cindido. Esta unidad original sin fisuras (en griego �to-mo, es decir, indivisible) es la condici�n de posibilidadde la infinidad de bifurcaciones, rupturas y desgarra-mientos que ha caracterizado a la filosof�a occidental.

Si en lugar de partir de una entidad concebida como uni-dad pura, indivisible e impenetrable, ladrillo b�sico de una�nica realidad (concebida como LA REALIDAD), inicia-mos nuestro camino desde una no-dualidad fundante po-dremos construir una perspectiva que en lugar de eludir lasparadojas achatando el espacio del pensamiento nos permi-ta hacernos cargo del desaf�o que nos plantean y d�ndonosla oportunidad de salir del c�rculo vicioso de las oposicio-nes dicot�micas creando un c�rculo virtuoso merced a unadin�mica creativa.

Desde la perspectiva del pensamiento identitario toda en-tidad es eterna, est� absolutamente determinada y puedeser definida un�vocamente. Esto es v�lido tanto para loselementos f�sicos, como para las palabras o los conceptos.El pensamiento no dualista, en cambio, est� fuertemen-te enraizado en el tiempo entendido como creaci�n, co-mo producci�n de diferencias, como transformaci�n,como devenir. De esta manera subvertimos radicalmentenuestra forma usual de pensar y de hablar basada en un len-guaje y pensamiento de ÒobjetosÓ (sustantivos) dotados deexistencia propia e independiente, para pasar a un juegoling��stico centrado en la acci�n, en los verbos, es decir re-gido por una perspectiva din�mica de transformaci�n e in-tercambio. Si llevamos estas nociones al campo de las re-laciones humanas podemos decir que el ÒsujetoÓ no ÒesÓsino que ÒadvieneÓ y ÒdevieneÓ en y por los intercambios

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sociales en los que participa y en cuyo ambiente est� em-bebido. Esto nos lleva a una concepci�n completamentedistinta a la Moderna respecto del hombre. Es m�s, si so-mos consecuentes implica la necesidad de dejar atr�s elÒSujetoÓ y comenzar a pensar en t�rminos de producci�nde subjetividad en una din�mica vincular23, ya que no na-cemos ÒsujetosÓ llegamos a serlo a partir de juegos socia-les espec�ficos24. Desde esta mirada la sociedad tampocoes una colecci�n de sujetos-individuos, ni la realizaci�n deuna estructura preestablecida, sino un producto particularde la interacci�n sostenida de seres humanos que generaconfiguraciones relacionales dotadas de una estabilidad re-lativa25 y que var�an en el tiempo dando lugar a una histo-ria que no est� prefigurada ni tiene un destino marcado. Lasociedad emerge en un momento dado por un procesode auto-organizaci�n y en el mismo proceso se gesta elsujeto. No hay sujeto previo ni independiente de la socie-dad, no hay sociedad anterior a la interacci�n. Toda emer-gencia es siempre una co-emergencia: no hay dicotom�asino no-dualidad. No todo colectivo o conjunto humano esuna sociedad, s�lo tiene sentido hablar de sociedad cuandose ha dado un cierta configuraci�n, se han establecido la-zos dotados de una cierta consistencia y estabilidad, se hagenerado un modo com�n de producci�n de sentido, den-tro de una din�mica que tiende a generar una distinci�n en-tre un adentro y un afuera que se mantiene en y a partir delas interacciones. Es por eso que es posible considerar quelas sociedades surgen por un proceso de autoorganizaci�n:no hay l�neas causales, no hay fuerza externas que gobier-nen el proceso, sino una din�mica que genera una configu-raci�n nueva. S�lo cuando emerge la sociedad como siste-ma autoorganizado tiene sentido hablar de ÒpartesÓ o Òele-mentosÓ Ðen este caso sujetos-.

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Si prestamos atenci�n a la narraci�n anterior podemosver un peculiar devenir temporal en forma de bucle: la so-ciedad crea los sujetos que crean a la sociedad que loshace ser tales. Esta din�mica es caracter�stica de todos losprocesos de auto-organizaci�n. Al nacer una organizaci�nse generan bordes y l�mites, se establecen diferencias entreun adentro y un afuera, se diferencia lo propio de lo ajeno.Pero es por y a trav�s de la din�mica que las cosas exis-ten como tales: los l�mites no son absolutos, las propieda-des no son esenciales, los destinos no son eternos: los sis-temas autoorganizados nacen y viven en los intercambios,no existen antes o independientemente de los movimientosque les dan origen.

Entender la din�mica de la autoorganizaci�n implica darcuenta de lo que Francisco Varela llam� ÒCircularidadescreativasÓ, es decir, del hecho de que pensar los or�genes esadentrarse en el terreno de las paradojas y dejar atr�s el te-rritorio conocido. Los mapas conceptuales de la filosof�ade la escisi�n ya no resultan �tiles. Necesitamos nuevascartograf�as, y sobre todo nuevas formas de cartogra-fiar: debemos buscar otros instrumentos conceptuales ycrear nuevas herramientas que nos permitan movernossobre terrenos en movimiento.

Cartografiando territorios fluidos:

ÒDiversas aguas fluyen para los que se ba�an en los mismos r�os,

Y tambi�n las almas se evaporan en las aguasÓHer�clito

Para comprender la din�mica vincular autoorganizadoraes preciso repensar el concepto de l�mite que hab�a sido es-

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tablecido por el pensamiento heredado seg�n oposicionesinsalvables entre t�rminos completamente puros en s� mis-mos y radicalmente independientes: lo propio y lo ajeno, elYo y el Otro, adentro y afuera. Desde la mirada dicot�mi-ca el l�mite separa dr�sticamente un exterior y un interior,no hay comunicaci�n entre una entidad y el medio que lacircunda. A estos l�mites insalvables he de llamarlos Òl�mi-tes-limitantesÓ y son los �nicos que leg�timamente puedenentrar en los mapas cognitivos forjados por la perspectivaidentitaria. Sin embargo, sabemos bien que no son la �nicaclase de l�mites que somos capaces de concebir y viven-ciar: las fronteras entre pa�ses son transitables, la membra-na celular es permeable, la piel es porosa, el lenguaje no esun�voco. En todos estos casos el adentro y el afuera sedefinen y se sostienen a partir de una din�mica de in-tercambios. Ya no estamos hablando de barreras insupera-bles, sino de la conformaci�n de una Òunidad heterog�neaÓcomo una c�lula, un organismo, un imaginario social, quees siempre una Òorganizaci�n complejaÓ, producida en unadin�mica, que va formando l�mites que llamar� Òl�mitesfundantesÓ. Estos l�mites no son fijos, ni r�gidos, no per-tenecen al universo de lo claro y distinto: son interfacesmediadoras, sistemas de intercambio y en intercambio, secaracterizan por una permeabilidad diferencial que esta-blece una alta interconexi�n entre un adentro y un afueraque surge y se mantiene -o transforma- en la din�mica vin-cular.

La unidad compleja que nace en y por la din�mica de in-teracciones no es una unidad en el sentido admitido por elpensamiento identitario que s�lo acepta la homogeneidad,sino que se caracteriza justamente por su heterogeneidad,por su car�cter h�brido, no-dual, parad�jico. �stas unida-des26 u organizaciones complejas, como hemos menciona-

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do, surgen en la din�mica de relaciones y su organizaci�nse mantiene y evoluciona Òa trav�s de m�ltiples ligadurascon el medio, del que se nutren y al que modifican, carac-teriz�ndose por poseer una autonom�a relativa.Ó27. Deesta manera lo propio no est� escindido de lo ajeno, por elcontrario est�n en mutua relaci�n en m�ltiples dimensio-nes: no hay independencia absoluta, no hay escisi�n radi-cal sino autoorganizaci�n de sistemas complejos en susambientes con y en los que coevolucionan. La unidad com-pleja logra su autonom�a en la multiplicidad de los v�ncu-los. Estamos ya muy lejos de pensar en una independenciao autarqu�a, la autonom�a refiere s�lo a la emergencia deuna organizaci�n diferenciada que no puede explicarse apartir de las leyes de otro nivel28 pero tampoco prescin-diendo de ellas.

Como podemos ver, esta forma de pensar destaca ladin�mica vincular como la fuente de donde manan tan-to los elementos como las relaciones de una unidadcompleja que emerge en la propia din�mica. Ni los ele-mentos, ni las relaciones, ni la unidad existen antes o inde-pendientemente de la din�mica que los ha parido. No hayun Òa-prioriÓ, un Òmodelo idealÓ un ÒarquetipoÓ o unaÒestructuraÓ. Lo que encontramos son configuracionesvinculares, que por cierto no son tampoco tales por simismas, ni para s� mismas, ni en si mismas, sino que seforman a partir de nuestra interacci�n, de nuestra for-ma de relacionarnos con el mundo y de producir desentido.

Pensamos esas configuraciones a partir de nuestras vi-vencias expresadas en el lenguaje y es por ello que paracomprender a fondo esta din�mica de producci�n de cono-cimiento debemos ligar las concepciones ling��sticas y losmodos de producci�n de sentido humano de una manera

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multidimensional que nos permita ÒdesachatarÓ el mundoplano de las dicotom�as. El pensamiento complejo consti-tuye no solo una nueva forma de abordaje, sino que nosbrinda ante todo una forma diferente de interrogaci�n. Losdesaf�os de la contemporaneidad m�s que dar nuevasrespuestas nos platean m�s bien el reto de generar uncampo problem�tico diferente.

Al partir de una afirmaci�n de una perspectiva no-dualis-ta, enraizada en una concepci�n din�mica, se hace impres-cindible re-pensar el Sujeto para poder verlo a la vez comoproducto y productor de socialidad, como nodo de un cam-po rico de interacciones, como agente de cambio y campode afectaciones de las transformaciones en las que co-labo-ra y co-evoluciona. Es m�s, si somos consecuentes con es-ta perspectiva debemos buscar otras formas ling��sticas- y por lo tanto otros juegos ling��sticos - para Òtraer almundoÓ estas nuevas perspectivas. Necesitamos pensarm�s bien en una producci�n de subjetividad enraizada enla historia y el cuerpo, atravesada por la sociedad y el me-dioambiente cultural y natural. Un ÒSujetoÓ, entendido co-mo alg�n tipo de ÒEstructura ps�quicaÓ definida a-priori notiene cabida en el pensamiento complejo m�s que comouna noci�n achatada, rigidificada y empobrecida debido alsometimiento a un esquema te�rico. Si los seres humanosestamos en la historia entonces no podemos inscribirnos enun sistema de leyes eternas, sino que debemos emprenderuna b�squeda de sentido abierta tanto a nuestro devenir co-mo al de las configuraciones vinculares en las que estamosembebidos, que nos conforman y a las que damos forma.Debemos para ello salir del Òcarozo identitarioÓ que encap-sula al sujeto en una forma prefijada y �nica, se llame Edi-po, Estructura Ps�quica, o de cualquier otra manera. El he-cho de negar la existencia de una �nica historia o de una

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estructura invariante no nos condena al abismo del sinsen-tido. Muy por el contrario, nos da la oportunidad de darcuenta de una vivencia mucho m�s rica y multifac�tica, deconstruir experiencia a partir de una diversidad de enfo-ques y puntos de vista. Abandonar el Òesquema formal he-redadoÓ no implica dejar de pensar las formas, sino quenos reta justamente a ello, en la medida en que pensar esÒcambiar de ideas29Ó. No se trata de abonar la idea de unasubjetividad amorfa, sino de salir del chaleco de fuerza deuna subjetividad congelada y achatada. Pensar en t�rminosde una din�mica vincular nos posibilita el darnos cuentaque devenimos sujetos entramados en m�ltiples configura-ciones que tienen una estabilidad relativa y es a partir deellas que tiene sentido pensar el espacio de posibilidadesde transformaci�n, que ya no ser� abstracto sino que esta-r� ligado a la historia particular de interacciones. Es m�s,no devenimos sujetos de una vez y para siempre sino queestaremos deviniendo mientras estemos abiertos a los in-tercambios. Los seres humanos no vivimos en el espaciode los mitos cl�sicos, ni en las coordenadas de los esque-mas estructurales, sino en tribus, en un grupo social deter-minado, instituciones sociales, en un contexto espec�fico,en un momento hist�rico atravesado por imaginarios que leson propios y respecto de los cuales habr� de darse el es-pacio de posibilidad para la producci�n de subjetividad. Esfundamental darse cuenta que desde una perspectiva vin-cular la dicotom�a sujeto-objeto se disuelve para dar pasoa un bucle de co-producci�n de subjetividad y mundos hu-manos: no s�lo no entramos en un mismo r�o dos veces,como bien lo dijo Her�clito: tambi�n las almas se disuel-ven en las aguas. En la contemporaneidad, junto al ÒMitode la ObjetividadÓ est� cayendo tambi�n el ÒMito de laSubjetividadÓ. Aunque tanto hoy como ayer, nos cueste

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mucho m�s renunciar al segundo que al primero30. Cuan-do salimos de este hechizo dualista, nos enfrentamos alv�rtigo de la complejidad, a la perplejidad que nos generanlas paradojas y el largo adiestramiento en el pensamientodicot�mico nos hace creer que si el conocimiento no es to-tal y absoluto vamos de caer en el abismo del sinsentido.Es hora entonces que aceptemos que como bien ha afirma-do Barnett Pearce Òno se puede cambiar de paradigma sinatravesar un terremotoÓ, y al mismo tiempo debemos acep-tar con Kuhn que Òno se deja un paradigma para saltar alabismoÓ. Estamos pues en una encrucijada, debemos hacerlo imposible. Y esto se logra en el propio hacer, dejandoatr�s como lastre el pensamiento heredado y arriesg�ndo-nos a las dificultades de explorar una Òterra inc�gnitaÓ. Enestos nuevos paisajes podremos ir poni�ndonos en contac-to con una subjetividad caleidosc�pica que se produce enuna red compleja de interacciones, una red multidimensio-nal (corporal, ling��stica, imaginaria, afectiva, emocional,cognitiva, est�tica, �tica, motriz, etc.) de un ser humanocon su entorno, particularmente con otras personas, en unasociedad que ha tejido una trama vincular espec�fica. Estaemergencia no es el resultado directo de una causa, si-no el producto m�ltiples de interacciones que constitu-yen su condici�n de posibilidad pero no la determinanlinealmente. Es por ello que no podemos dar Ò explicacio-nes exhaustivas Ó, ni construir una teor�a del sujeto pero s�podemos producir sentidos, crear orden, concebir itinera-rios, crear nuevas figuraciones.

Adoptar una concepci�n din�mica, y por lo tanta emer-gentista significa renunciar a las ilusiones de descripci�nabsoluta o explicaci�n de la historia, abandonar toda ilu-si�n de acceder a una teor�a (en el sentido de modelos

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aprior�sticos). Esto no implica en absoluto renunciar alpensamiento, sino s�lo abdicar de los absolutos y empren-der la tarea riesgosa, pero potente, y �tica de la elucidaci�ny la producci�n de sentido contextual y responsable.

La emergencia no es obra de nadie en particular, nosotrossomos parte de su condici�n de posibilidad, pero no somosagentes causales de la emergencia, porque Ò nadie es res-ponsable de una emergencia, nadie puede vanagloriarse;�sta se produce siempre en el intersticio31 Ó.

Complementando la invitaci�n inicial de Bachelard megustar�a que la lectura de este trabajo sea un convite parapensar nuevas posibilidades de producci�n de sentido paralos v�nculos y la producci�n de subjetividad, construyendoun nuevo paisaje conceptual en que el misterio no desapa-rezca bajo el peso de las respuestas.

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Subjetividad y Contexto SocialFiguras en Mutaci�n

Si el siglo XX comenz� bajo el signo de la esperanza, elXXI est� empezando marcado por la nostalgia, el desen-canto y el desconcierto. La noci�n de progreso y la prome-sa de una Òaurora paradis�acaÓ actuaron en el siglo pasadocomo fuente energ�tica y atractores de la voluntad de ac-ci�n humana, al mismo tiempo que funcionaban como b�l-samo frente a las frustraciones.

George Steiner en su magn�fica obra ÒNostalgia del Ab-solutoÓ nos dice que en los inicios de la Modernidad Òladescomposici�n de una doctrina cristiana globalizadorahab�a dejado en desorden, o sencillamente en blanco, laspercepciones esenciales de la justicia social, del sentido dela historia humana, de las relaciones entre la mente y elcuerpo, del lugar del conocimiento en nuestra conductamoral32Ó. Ese espacio vac�o fue poblado por lo que el au-tor denomina Òteolog�as laicasÓ, destac�ndose entre ellas elmarxismo, el psicoan�lisis y el estructuralismo. Coincidocon esta apreciaci�n de Steiner, aunque la considero en ex-tremo restrictiva, puesto que puede pensarse al cientificis-mo en general como la doctrina vicaria que vino a ocuparel lugar vacante de la teolog�a (y esto s�lo parcialmente,porque la Òteolog�a religiosaÓ goza a�n hoy de muy buenasalud, pese a todas las muertes anunciadas). Gracias a los�xitos resonantes de las aplicaciones tecnol�gicas del sabercient�fico en amplios dominios del quehacer humano, alv�rtigo producido por el vac�o de sentido sobrevino la es-peranza en un nuevo amanecer. La fe depositada en los al-tares divinos se torn� cr�dito ilimitado hacia la ciencia. Uncredo sustituy� a otro credo. La ilusi�n de que el conoci-

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miento nos dar�a las herramientas necesarias y suficientespara alumbrar un mundo cada vez mejor impregn� laspr�cticas y las teor�as formando una corriente dominanteen Occidente. La salvaci�n, otrora potestad divina, llegar�afinalmente de la mano del conocimiento. La fruta que Dioshab�a prohibido, la que caus� la Òca�daÓ del Para�so, seconvirti� en la fruta que habr�a de salvarnos y llevarnosnuevamente all� (un peque�o cambio de localidad del cie-lo a la tierra transforma la obra pero no su pertenencia alg�nero �pico con final feliz y predeterminado).

Las ilusiones de salvaci�n envasadas herm�ticamente enpropuestas ut�picas que anunciaban la pronta llegada delhombre nuevo a la tierra prometida del bienestar y la soli-daridad universal no se han extinguido, pero est�n hoy enpleno retroceso. Su h�lito cansado se respira en la atm�s-fera pesada y densa del desaliento, y a�n no sopla fuerte elviento que traiga nuevas esperanzas: de all� la nostalgia delas utop�as y la confusi�n perpleja frente a una contempo-raneidad que no logra desplegarse bajo la forma de un �ni-co futuro deseado. Ahora bien, Àes eso lo que precisamos?Àun nuevo para�so o tierra prometida? Àun proyecto hege-m�nico de buenaventura garantizada?Àqueremos seguirbuscando el ÒMundo FelizÓ para todos y para siempre? Se-guiremos la pista de estas preguntas luego de un breve des-v�o.

El pensamiento de la subjetividad sigui� itinerarios afi-nes a los que el hombre traz� en sus pr�cticas vitales. ÀC�-mo podr�a ser de otra manera?, cabe preguntarse. ÀC�mopod�a ser ajeno a estas conmociones y emociones, a estosproyectos y sue�os, y a las pr�cticas e instituciones que lasencarnaron? Sin embargo, ese es justamente el truco delcientificismo, pretender la independencia de la teor�a res-pecto de los contextos vitales, de los marcos y pujas insti-

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tucionales, de las necesidades y sue�os de los hombres. Yla magia result� cre�ble gracias a un modo de producci�nde conocimientos caracterizado por el asilamiento de lascomunidades profesionales, la creaci�n de lenguajes her-m�ticos, la abstracci�n de las variables de su contexto, elestablecimiento de protocolos narrativos que eluden siste-m�ticamente el lugar y la persona que habla, y una peda-gog�a basada en ÒejemplaresÓ depurados y simplificados.Un conocimiento de esencias universales supone una mira-da desde Òla perspectiva de DiosÓ, presume una inmutabledivisi�n del trabajo cognitivo (a cada esencia su ciencia) yexige una l�nea de transmisi�n de los saberes en una orga-nizaci�n jer�rquica. Cada disciplina piensa su ciencia conindependencia de las dem�s y establece por tanto limites li-mitantes para su saber y sus pr�cticas. El contexto, en lu-gar de ser entramado y fuente nutricia, �mbito de intercam-bio y transformaci�n mutua, territorio de fertilizaci�n cru-zada, se vuelve un espacio abstracto e inerte en el campodel pensamiento y, en las pr�cticas sociales, un �mbito hos-til al que disciplinar.

En las ciencias exactas y naturales este proceder no s�lotuvo un �xito rotundo sino que permiti� inventar un mun-do pleno de maravillas y posibilidades: el Òuniverso mec�-nico de la modernidadÓ. Bacon fue muy expl�cito respectodel proyecto y el lugar de la ciencia al afirmar que el saberes poder. Esa potencia construy� el mundo que pretendi�explicar, lo invent� radicalmente, lo materializ� en ciuda-des y f�bricas, l�neas de montaje y ascensores, bombas hi-dr�ulicas y de las otras, maquinas herramienta y autom�vi-les. Las pretendidas leyes de la naturaleza fueron las palan-cas te�ricas para la construcci�n del mundo m�s artificialdel que tengamos conocimiento.

Otro es el panorama si observamos el impacto que tuvo

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el paradigma cient�fico cl�sico en campo del pensamientosocial y humano: su triunfo signific� una verdadera muti-laci�n. Desde esa perspectiva, el escape Òteol�gicoÓ delpsicoan�lisis y el estructuralismo puede considerarse unabendici�n. Ambos eludieron la ca�da generalizada en el p�-ramo del pensamiento mecanicista en el campo humano ysocial, aunque no fueron inmunes totalmente, ni muchomenos. Las restricciones metodol�gicas impuestas por lacorriente dominante del positivismo impidieron que se ex-ploraran los territorios de cualidad y la transformaci�n, dela diversidad y el azar, del acontecimiento y la singularidadque hasta hoy siguen siendo una Òterra inc�gnitaÓ dondemuy pocos aventureros se han atrevido a indagar.

La riqueza del pensamiento psicoanal�tico en el campode la subjetividad es tributaria de su negativa a tolerar elchaleco de fuerza de las metodolog�as en boga y a�n hoyest� pagando ese desprecio al saber instituido y al tribunalde la Òraz�n puraÓ. Pasado ya el siglo de su fundaci�n to-dav�a se escuchan las voces que reclaman la Òvuelta al re-dilÓ, como si �ste gozara a�n de su �poca de gloria, y noestuviera sufriendo un �xodo cada d�a m�s pronunciadohacia las tierras de la complejidad. En disonancia con es-tas voces he propuesto que Òno es m�s positivismo lo querequiere el psicoan�lisis, ni m�s ortodoxia metodol�gica,sino todo lo contrario33Ó. ÀSignifica esto que de lo que setrata es de profundizar los aspectos Òteol�gicosÓ del pensa-miento de la subjetividad? De ninguna manera: aquelloque fue una ventaja en Òaltri tempiÓ se ha convertido hoyen un obst�culo.

Freud gest� el psicoan�lisis en la Viena del 900 y no fueajeno a las preocupaciones ni a las debilidades e inclina-ciones de su tiempo, y aunque fue capaz de llevar la refle-xi�n respecto de los l�mites y debilidades del sujeto racio-

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nal cartesiano m�s lejos que ninguno de sus contempor�-neos, no pudo abandonar completamente el paisaje con-ceptual de la Modernidad. El padre de psicoan�lisis no pu-do dejar de escuchar el canto de las sirenas positivistas, yaunque su influjo no logr� capturarlo completamente, mu-chos aspectos revolucionarios de su pensamiento y su la-bor se entretejieron con otras hebras y motivos de su tiem-po. Sus disc�pulos y continuadores, a�n cuando estuvieronen mejor posici�n para dejar atr�s el lastre ÒcientificistaÓcon sus pretensiones ÒuniversalistasÓ, en la mayor�a de loscasos llevaron a�n m�s a fondo estas concepciones y abo-naron el terreno de la creencia en una Òestructura ps�quicauniversalÓ (que aparece con nombres diferentes en cadaperspectiva) cuyo destino est� signado por el juego de pul-siones en un entorno vincular despojado de toda pregnan-cia cultural espec�fica. A�n las perspectivas contempor�-neas que m�s se han alejado de las aguas de la simplicidadmoderna, con su universalidad te�rica y su nostalgia de ab-soluto, todav�a corren el riesgo de ser atra�das por las ma-reas de la invariancia y la identidad.

A pesar de que cada vez son m�s evidentes las grietas delas concepciones heredadas y aunque se notan ya clara-mente reto�os de otros modos de pensar la subjetividad y,por lo tanto de pr�cticas profesionales y b�squedas institu-cionales novedosas, su crecimiento y desarrollo se ve fuer-temente obstaculizado por trabazones metodol�gicas, con-cepciones congeladas o anquilosadas y pujas pol�tico-ins-titucionales. Es por eso que me he propuesto se�alar lastrabas que considero m�s importantes en el camino de lacreaci�n de un pensamiento complejo de la subjetividad, esdecir de una corriente de reflexi�n y pr�cticas capaces dedar cuenta del devernir subjetivo en los contextos vitalesen los que ocurre.

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En primer lugar quiero destacar que el tr�nsito hacia unaperspectiva intelectual que privilegia la complejidad est�signado por una transformaci�n radical del sistema globalde producci�n, validaci�n y circulaci�n de conocimientos.Un abordaje complejo de la complejidad implica desemba-razarse de las pretensiones de mantenerla cercada, de for-malizarla, de atraparla en un modelo, de constre�irla a unparadigma. La complejidad no es una meta a la que arribarsino una forma de cuestionamiento e interacci�n con elmundo. Constituye a la vez un estilo cognitivo y una pr�c-tica rigurosa que no se atiene a Òest�ndaresÓ ni a Òmodelosa prioriÓ. No se trata de un nuevo sistema totalizante, deuna teor�a omnicomprensiva, sino de un proyecto siemprevigente y siempre en evoluci�n. En suma, el primer obst�-culo para dar cuenta del devenir de la subjetividad en elcontexto social est� dado por la Òtentaci�n teol�gicaÓ insi-ta a toda concepci�n universalista y aprior�stica. Es decir,a la pretensi�n de encontrar una �nica Ònaturaleza huma-naÓ, Òestructura ps�quica o de parentescoÓ, Òsistema fami-liarÓ, Òarquetipo normal o patol�gicoÓ que condene a la di-versidad a ser mera c�scara, detalle o rasgo superficial deun interior estable, de un n�cleo duro e invariante. (No es-t� dem�s comentar que es en base a este universalismo quepudo construirse un modo de ense�anza y formaci�n pro-fesional en el mundo ÒpsiÓ completamente colonizado res-pecto a las usinas de producci�n europeas y que de pocovalen las protestas contra el etno-falo-logo-centrismo, enesta acepci�n completa o en cualquiera de sus variantes,mientras no nos hagamos cargo de nuestro propio lugar enla ausencia de figuras de la subjetividad que den cuenta denuestra historia y derroteros).

El segundo obst�culo que deseo mencionar es el del pen-samiento ÒidentitarioÓ. En el campo del pensamiento de la

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subjetividad esta dificultad es doble puesto que a la com�nadscripci�n a la l�gica cl�sica se le suma la tenaz inerciade la creencia en una identidad personal. En nuestro con-texto de Argentina post-dictadura, podr�amos arriesgarnosa decir que es triple, puesto que nos vemos obligados a lu-char contra una forma particularmente perversa de oculta-miento de pertenencia vincular en el caso de los hijos dedesaparecidos, que nos exige extremar la delicadeza, laprofundidad y la sutileza al abordar la cuesti�n.

La identidad cl�sica se fundaba en plena determinaci�n einmutabilidad del ÒSerÓ, lo que creaba un espacio concep-tual Òclaro y distintoÓ, pero plano. El tiempo (entendidocomo potencia de cambio y transformaci�n, es decir comohistoria viva) no ten�a lugar en este mundo concebido co-mo la Òverdadera y �nica realidadÓ. El pensamiento Mo-derno, se mantuvo dentro (a veces en el centro y otras enlos m�rgenes) de esta perspectiva que estall� a partir de laSegunda Guerra Mundial.

La l�gica identitaria comparte hoy su trono con otras l�-gicas, y la raz�n ÒpuraÓ ha tenido que hacer lugar a la Òra-z�n astutaÓ para poder dar cuenta de una experiencia delmundo que ha rebasado los diques de contenci�n de la so-ciedad disciplinaria. Sentimos-pensamos-vivimos un mun-do en plena mutaci�n y las coordenadas identitarias ya nosirven para orientarnos en �l. Es imperioso buscar formasde acceder a un espacio cognitivo-experiencial caracteriza-do por las formaciones de bucles donde, por un lado, elSujeto construye al Objeto en su interacci�n con �l y,por otro, el propio Sujeto es construido en la interac-ci�n con el medioambiente natural y social. No nacemosÒsujetosÓ sino que devenimos tales en y a trav�s del juegosocial. Ahora bien, todas las corrientes que desde hace d�-cadas han optado por una perspectiva vincular ha llegado

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de una u otra manera hasta aqu� (y las diferencias no sonmenores, pero es imposible tomarlas en cuenta en este tra-bajo). Sin embargo, la mayor�a act�a como si este juegoocurriera en el Òcielo plat�nicoÓ y no en �mbitos hist�ri-cos-tribales-culturales espec�ficos (el Òmundo de las ideasÓdescendi� de la estratosfera pero se detuvo en el purgato-rio de las Òrelaciones de parentescoÓ y de los ÒinvariantesestructuralesÓ de todo tipo). Para tomar tan s�lo un �rea dereflexi�n hasta ahora poco concurrida es realmente notablela ausencia de investigaci�n en el Ò�mbito psiÓ respecto delas Òtribus urbanasÓ de nuestro medio, sus tramas e inter-cambios, sus flujos y modificaciones, sus relaciones conlos v�nculos ÒprimariosÓ y las redes sociales transversaleso con la sociedad Argentina m�s amplia. Apenas se escu-cha algo respecto a las determinaciones y subdetermina-ciones entre distintos �mbitos de interacci�n social (y estopobremente, transplantado nociones del �mbito de la teor�aorganizacional con escasa o nula aplicaci�n y metaboliza-ci�n sobre el contexto espec�fico). Estas �reas est�n siendoocupadas por antrop�logos urbanos, especialistas en mar-keting, psic�logos sociales, investigadores en institucionesy organizaciones, trabajadores sociales, soci�logos, gesto-res culturales y comunitarios, polit�logos y otras razas h�-bridas en expansi�n.

Hasta ahora he considerado algunos de los obst�culosconceptuales fundamentales que impiden u obstaculizan laposibilidad de pensar el devenir de la subjetividad en sucontexto social espec�fico. Antes de pasar a considerar lastrabas que el contexto de producci�n de conocimientos im-pone a la producci�n de nuevas figuras de la subjetividad,deseo destacar el hecho de que he utilizado ex profeso laf�rmula Òdevenir de la subjetividadÓ, puesto que pensar encontexto nos abre simult�neamente la posibilidad de incor-

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porar la dimensi�n temporal y por lo tanto de crear una his-toria viva, de trazar un itinerario singular y a la vez com-partido, en un trabajo sin final de elucidaci�n y de pr�cti-cas profesionales responsables.

El conocimiento, desde la perspectiva pos-positivista, noes el producto de un sujeto radicalmente separado de la na-turaleza sino el resultado de la interacci�n global del hom-bre con el mundo al que pertenece. El mundo en el que vi-vimos los humanos no es un mundo abstracto, un contextopasivo, sino nuestra propia creaci�n simb�lico-vivencial.El mundo que construimos no depende s�lo de nosotros,sino que emerge en la interacci�n multidimensional de losseres humanos con su ambiente, del que somos insepara-bles. Desde esta mirada, toda producci�n te�rica es el fru-to de la actividad de un sujeto institucionalizado, es decir,de un sujeto perteneciente a una comunidad, que producesentidos en funci�n de modos espec�ficos de relaci�n cony en su contexto. A su vez, estos significados se enlazan enuna historia de encuentros y se organizan en narracionesque tienen formas especificadas, lenguajes estructurados,preguntas legitimadas, estilos privilegiados. Las comuni-dades cient�ficas de la modernidad se han organizado se-g�n una divisi�n disciplinaria y es en ese contexto que te-nemos que considerar los l�mites y posibilidades de susproducciones y pr�cticas. Es tan conocido, como olvidado,el hecho de que el t�rmino disciplina tiene al menos dossignificados. Uno de ellos presenta a la disciplina como�rea cognitiva que se ocupa de un ÒobjetoÓ espec�fico deconocimiento. De esta manera se establece una relaci�nbiun�voca entre la disciplina y su objeto, el conocimientose territorializa, es parcelado y al mismo tiempo descon-textualizado, recortado y separado de la trama cultural ydel espacio de pr�cticas y problem�ticas sociales. El otro

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significado del t�rmino disciplina se relaciona con la peti-ci�n de obediciencia-pertenencia que hacen estas comuni-dades a sus miembros: la de la tradici�n cognitiva que lacomunidad acepta y transmite - el paradigma que le es pro-pio, que incluye tanto los aspectos conceptuales espec�fi-cos como los valores y las metodolog�as-; y la que se rela-ciona con las reglas protocolares, es decir, los modelos co-municacionales y la estructurac�on de las relaciones de po-der-saber que se da en las instituciones por las que transcu-rre la pr�ctica profesional.

Si tomamos en cuenta estas caracter�sticas intr�nsecas dela producci�n de conocimientos (y pr�cticas profesionales)resulta claro que el encierro disciplinario es uno de los obs-t�culos principales para el pensamiento del devenir de lasubjetividad en su contexto sociocultural. Al mismo tiem-po, resulta evidente que la construcci�n de �reas de pro-ducci�n de conocimientos, investigaci�n y pr�cticas inter-disciplinarias resulta indispensable en el camino de cons-truir un abordaje complejo de las problem�ticas de la sub-jetividad contempor�nea. Como bien ha planteado AliciaStolkiner: ÒLa interdisciplina nace, para ser exactos, de laincontrolable indisciplina de los problemas que se nos pre-sentan actualmente. De la dificultad de encasillarlos. Losproblemas no se presentan como objetos, sino como de-mandas complejas y difusas que dan lugar a pr�cticas so-ciales inervadas de contradicciones, imbricadas con cuer-pos conceptuales diversosÓ.

La complejidad est� �ntimamente ligada a esta renunciadisciplinaria, que no significa una p�rdida gravosa, excep-to para aquellos que anclan su poder en el saber instituido.Acorde con el tiempo y el contexto social en que vivimos,en las pr�cticas profesionales necesitamos tambi�n aban-donar la seguridad de los territorios fijos para pasar a mo-

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vernos siguiendo las olas de flujos cambiantes. No s�lo te-nemos que ser capaces de inventar nuevas cartograf�as,sino tambi�n de ir m�s all�, y arriesgarnos a construirformas diversas de cartografiar. Pasar de los paradig-mas a las figuras del pensar.

Pensar la subjetividad en el contexto social implica deciradi�s al absoluto, problematizar y explorar un territoriofluido en permanente transformaci�n. Pero esta despedidano implica caer en un relativismo est�ril, sino m�s bien ha-cerse cargo de la necesidad de un perspectivismo l�cido,riguroso, alerta. Como bien nos ha advertido Suely Rolnilkno debe confundirse con el nihilismo Òque coloca a la na-da en el lugar del absoluto ni con la posici�n c�nica queubica all� al Òtodo da igualÓ 34Ó.

La complejidad no debe limitarse a los productos del co-nocimiento sino avanzar hacia los procesos de producci�nde sentido y experiencia. Es por ello que no tiene sentidohablar de Ònueva utop�asÓ puesto que se trata m�s bien detrocar la nostalgia teol�gica por la esperanza dial�gica.Una esperanza que no nos remite al final de los tiempos si-no que se crea-expresa-renueva d�a a d�a en el di�logoabierto con la vida y sus circunstancias. Muy lejos de loste�ricos (expertos encumbrados y candidatos al bronce),que nos proponen la salvaci�n en un para�so lejano y fabu-loso. M�s cerca del trabajo cotidiano, del esfuerzo poi�ticoque hace de cada profesional un pensador y un artista im-plicado afectivamente y al mismo tiempo capaz de utilizarlas herramientas conceptuales y los dispositivos a su alcan-ze para pensar Òen situaci�nÓ. En este contexto intelectuale institucional podr� emerger un estilo diferente de cono-cer y pr�cticas profesionales que sean capaces de dar cuen-ta del devenir de la subjetividad en la corriente vital en queesta ocurre. El contexto entonces dejar� de ser lo que Òro-

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deaÓ al sujeto, el ambiente ÒexteriorÓ. Podremos empezara concebir un Òsujeto entramadoÓ vivo y por lo tanto enpermanente inter-cambio en un medio del que se nutre y enel que participa activamente, que lo forma y al que confor-ma, en un linaje de transformaciones con un itinerariosiempre abierto y siempre ligado a su textura vital-afecti-va-cultural.

Pensar la subjetividad en el contexto social es entoncesuna tarea insumisa e irreverente: hace caso omiso de lascotos establecidos, corroe las certezas instaladas, exige unatransformaci�n de los saberes y las pr�cticas, indisciplinalas problem�ticas y crea nuevos �mbitos, teje conexionesinesperadas, recorre trayectos singulares y entra�a un re-planteo �tico-pol�tico sobre los saberes profesionales y susdestinos. Pensar la subjetividad en su contexto social im-plica la creaci�n y expansi�n de un estilo dial�gico en laproducci�n de conocimiento, en su transmisi�n y en su va-lidaci�n. Es por lo tanto una tarea al mismo tiempo cogni-tiva, �tica y pol�tica que lleva a la Òdesterritorializaci�nÓ dela subjetividad y a la creaci�n de entramados nuevos, se-g�n los itinerarios marcados por las pr�cticas profesiona-les, las demandas sociales y la singularidad de los encuen-tros.

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Del reloj a la redMet�foras para ver el mundo2

Una mirada ingenua del problema de la percepci�n nosdice que percibimos Òlo que hay en el mundoÓ. Con esto sequiere afirmar que no estamos alucinando, viendo visioneso so�ando, sino recibiendo fidedignamente informaci�ndel mundo exterior.

Hace ya varios siglos que la filosof�a ha comenzado acuestionarse el problema de la relaci�n conocimiento-per-cepci�n. Galileo se preguntaba c�mo demostrar el movi-miento de la tierra sin violentar nuestra sensaci�n de estarparados sobre un objeto en reposo. Descartes comenz� susmeditaciones cuestion�ndose la informaci�n que le dabanlos sentidos.

La filosof�a moderna naci� buscando el fundamento delconocimiento humano y mientras algunos autores -los ra-cionalistas- vieron en la raz�n la fuente de toda legitima-ci�n de nuestro conocer, otros -los empiristas- considera-ron que s�lo la experiencia sensible (la informaci�n que re-cibimos a trav�s de los sentidos) podr�a llevarnos a obtenerun conocimiento verdadero del mundo. La dicotom�a ÒRa-cionalismo vs. EmpirismoÓ lleva varios siglos de vigencia,y ha producido dos tradiciones filos�ficas radicalmenteopuestas. Sin embargo, desde principios de este siglo hancomenzado a delinearse varias alternativas que rechazan lapolaridad raz�n-experiencia y con ella la separaci�n entreel sujeto y el objeto de conocimiento. Las novedades noprovienen exclusivamente del campo de la filosof�a, ni dela epistemolog�a sino que se nutren con importantes hallaz-gos de la psicolog�a de la percepci�n, de la moderna neu-

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rofisiolog�a, de la cibern�tica y de las ciencias cognitivas.

Veo, veo...À Qu� ves ?

Algunos de los m�s importantes trabajos cient�ficos so-bre la percepci�n fueron realizados a fines del siglo pasa-do y confirmados repetidamente en las primeras d�cadasde este siglo. Uno de los m�s sencillos y famosos relata laexperiencia realizada en el ÒHanover InstituteÓ. En ella, sele colocaron a un individuo unos anteojos con lentes inver-sos, de tal manera de que viera todo Òcabeza para abajoÓ.La primera reacci�n del sujeto fue de una gran confusi�n,desorientaci�n y de aguda crisis personal, pero en la medi-da en se acostumbraba a moverse en su Ònuevo mundoÓ,todo su campo visual se transform� (despu�s de un per�o-do de visi�n confusa), y los objetos volvieron a verse Òca-beza abajoÓ igual que antes de usar los lentes. Si en esanueva situaci�n se le sacaban los anteojos, su visi�n se in-vert�a y el mundo se ve�a Òpatas para arribaÓ sin ellos; aun-que, nuevamente, el per�odo de visi�n invertida s�lo dura-ba un tiempo y luego el individuo recuperaba su visi�nÒnormalÓ. Se puede ver a trav�s de este experimento que elcerebro organiza la informaci�n recibida por los sentidosde manera tal que el individuo tenga un cuadro coherente,compatible con una acci�n eficaz en el mundo y que paraello utiliza la informaci�n obtenida por los otros sentidos.

Este y muchos otros experimentos han llevado a los neu-rofisi�logos a preguntarse Àc�mo es posible que el cerebro,que s�lo recibe informaci�n en forma de impulsos el�ctri-cos de variada intensidad, construya la incre�blemente ricaexperiencia que tenemos todos los seres humanos? Heinzvon Foerster, director del laboratorio de Computaci�n Bio-l�gica de la Universidad de Illinois y responsable del desa-

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rrollo el primer megaordenador, propone una respuesta su-mamente sugestiva a esta pregunta, al explicarnos que s�-lo se puede responder a esta cuesti�n si asumimos que lasensaci�n por s� sola es insuficiente para la percepci�n.Es necesario correlacionar los cambios de la sensaci�n conla propia actividad motora, es decir con nuestros movi-mientos de control, giros de la cabeza, cambios de nuestraposici�n, etc�tera. Podemos afirmar, citando las palabrasde un eminente neurofisi�logo, que Òvemos con nuestraspiernasÓ.

Un �ltimo experimento nos permitir� conocer otra carac-ter�stica desconcertante de nuestro sistema visual y nosabrir� la puerta para el an�lisis de la percepci�n como unfen�meno multidimensional. Se trata del estudio sobre elÒpunto ciego visualÓ. Este experimento muestra que en to-do momento hay cierta parte de nuestro campo visual quenos es invisible. Sin embargo, nadie anda por el mundo,con un ÒagujeroÓ en su percepci�n visual, debido que el ce-rebro Ò rellena Ò la informaci�n faltante, de manera de pro-ducir una imagen completa. Gracias a esta prueba podemosdarnos cuenta de que Òsomos ciegos a nuestra ceguera Ò (oque somos incapaces de ver que Ò no vemos Ò).

Una mirada multidimensional del fen�meno de la visi�n:

El ÒverÓ es un fen�meno complejo que excede largamen-te a los estudios de �ptica f�sica; es decir que la visi�n hu-mana es un proceso que s�lo puede explicarse superficial-mente con la met�fora de la c�mara fotogr�fica. Y esto s�-lo tomando en cuenta interpretaciones neurofisiol�gicascomo las comentadas hasta aqu�. El ejemplo del ÒCubo deNecker Ò puede ayudarnos a aclarar y profundizar nuestro

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an�lisis. Se trata de un cubo dibujado de tal manera que alobservarlo algunas personas ven un cubo en perspectivavisto desde abajo; mientras que otros ven un cubo pero vis-to desde arriba, y muchas personas pueden alternar entreambas perspectivas. Ahora bien, todos hemos tenido todoel tiempo la misma impresi�n sobre nuestra retina, sin em-bargo hemos tenido diferentes experiencias visuales.

Si queremos pensar el fen�meno de la percepci�n ligadoa los procesos de conocimiento, la situaci�n se complicamucho m�s a�n. Ante la pregunta Àqu� vemos cuando es-tamos frente a un Òcubo de NeckerÓ? Muchas personas sesentir�n satisfechas con la respuesta: ÒVeo un cuboÓ y cree-r�n que todos han tenido la misma experiencia visual; encambio, si la pregunta hubiese sido Àqu� vemos y en qu�perspectiva? obtendremos grupos de personas que nos dandistintas respuestas.

Podemos sacar varias conclusiones importantes de estosexperimentos: lo que vemos (en tanto experiencia visualhumana) depende de la perspectiva en que estamos miran-do y resultar�a absurdo decir que hay una perspectiva pri-vilegiada; tanto como discutir si lo que hay ÒrealmenteÓuna joven o una vieja en la figura frente a la cual somos ca-paces de tener ambas experiencias visuales. M�s a�n, notenemos que olvidar que esa experiencia ha sido traducidaal lenguaje y que lo que decimos que vemos resulta influi-do no s�lo por la informaci�n recibida sino por nuestra ca-pacidad para nombrarla. A su vez, lo que somos capacesde ver est� en relaci�n con nuestra experiencia previa, tan-to visual como ling��stica. Frente a im�genes m�s comple-jas, tendremos que tener en cuenta no s�lo que estamosviendo las cosas desde cierta perspectiva, sino tambi�n quefiltramos la informaci�n visual al focalizar la atenci�n enciertas cosas, que nuestros conocimientos previos sobre

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Òqu� debemos ver all�Ó guiar�n en buena parte el procesoperceptivo y que aquello que hemos visto s�lo podr� for-mar parte de un conocimiento p�blico a trav�s del lengua-je. Aquellos que hayan trabajado con microscopios, o quie-nes desean aprender a ver una radiograf�a o una ecograf�a,saben de la gran dificultad y del complejo proceso que per-mite a un hombre llegar a ver Ò lo que seg�n sus maestrosdebe ver Ò.

La met�fora: un anteojo cognitivo

Hemos visto c�mo percepci�n y conocimiento se reali-mentan mutuamente y hemos empezado a considerar el roldel lenguaje en estos procesos. A medida que nos vamosseparando de la concepci�n ingenua, que plantea que elproceso cognitivo es pasivo, a la manera de un espejo querefleja la imagen de un objeto independiente de �l, se abrenante nosotros muchas dimensiones de an�lisis y diversasdisciplinas que las han abordado (neurofisiolog�a, psicolo-g�a cognitiva, cibern�tica, entre otras). La epistemolog�atambi�n ha focalizado su inter�s en este proceso. Variosautores, entre los que se destacan: N. Russell Hanson, T.S. Kuhn, von Foerster, G. Bateson, P. Feyerabend, y Polan-yi, desde distintas perspectivas de la tradici�n anglosajonay M. Foucault, M. Serres, E. Morin desde el pensamientofranc�s, han coincidido en destacar la mutidimensionali-dad del fen�meno perceptivo-cognitivo y la imprescindiblee inevitable influencia del lenguaje en el proceso.

El t�rmino met�fora ha sido utilizado por distintos auto-res de diferentes maneras, pero aqu� lo utilizaremos pen-s�ndolo como un dispositivo gu�a de un proceso cognitivo-perceptual (ya que desde nuestra perspectiva la experienciaperceptual es ya una experiencia cognitiva en los huma-

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nos). Veamos por ejemplo las met�foras m�s famosas de laf�sica cl�sica: el universo como una mesa de billar infinitadonde todo lo que ocurre puede explicarse en t�rminos detrayectorias de las bolas de billar (part�culas elementales);o el Universo reloj, mec�nico, perfecto, eterno, y predeci-ble.

Estas met�foras est�n estrechamente ligadas a la concep-ci�n anal�tica del conocimiento, que busca una unidad ele-mental que explique el comportamiento de un todo mayora partir de las propiedades de sus unidades componentes.Siguiendo con la met�fora del reloj, podemos decir que elmecanismo puede ser desmontado y estudiado pieza porpieza y que su funcionamiento puede ser explicado por elde sus partes componentes, que no se transforman en nin-g�n momento. As� la qu�mica intent� explicar el compor-tamiento de las sustancias complejas a partir de sus com-ponentes m�s simples; y la biolog�a intent� explicar lasfunciones del organismo a partir de unidades cada vez m�speque�as: �rganos, tejidos, c�lulas; la medicina dividi� laÒmaquina humanaÓ en decenas de especialidades que seocupaban cada una de su ÒcomponenteÓ correspondiente.La psicolog�a conductista pretendi� explicar la conductacomo una relaci�n lineal est�mulo respuesta. La sociolog�amecanicista abordaba el an�lisis de la sociedad como re-sultante de la sumatoria de las acciones de los individuosaislados, y el an�lisis positivista del lenguaje se basaba enconsiderar a la palabra como portadora Òper seÓ de los sig-nificados (atomismo ling��stico).

Las met�foras de Universo Billar o del Universo Reloj,adem�s de su ligaz�n gen�tica y estructural con el m�todoanal�tico tienen varios supuestos subyacentes m�s. Entreellos debemos destacar dos: a) que las relaciones entre loselementos no pueden ser transformadoras. Esto quiere de-

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cir que la part�cula elemental no cambia, es estable, eternae igual a si misma; lo que implica que en las relaciones me-c�nicas el todo siempre es igual a la suma de las partes: nohay interacciones facilitadoras, ni inhibidoras, s�lo trans-misi�n y equivalencia. b) El sistema mec�nico s�lo se veafectado por el cambio de unas pocas variables mientras elresto del universo se considera que permanece constante yno lo afecta.

Las met�foras cl�sicas permitieron a la humanidad desa-rrollos magn�ficos en los campos de la f�sica, la astrono-m�a, la ingenier�a mec�nica y muchas otras ciencias. Favo-recieron la producci�n de variadas tecnolog�as para lasm�s diversas industrias y actividades humanas. No s�lotecnolog�as ÒdurasÓ (m�quinas, herramientas, aparatos, et-c�tera.) sino tambi�n Òtecnolog�as socialesÓ: una concep-ci�n del individuo y de las relaciones sociales basada enuna concepci�n individualista, fundamentada en un sujetoprovisto de voluntad y conocimiento, independiente de losotros sujetos y de la naturaleza: el �tomo humano, el indi-viduo (indivisible).

Las met�foras cl�sicas tienen dos inconvenientes funda-mentales. El primero es que conciben al conocimiento co-mo una operaci�n en la cual un sujeto refleja un mundo in-dependiente. El sujeto que conoce puede desconectarse desi mismo para acceder al estado de espejo perfecto del uni-verso (a trav�s de la incre�ble propiedad para un sujeto deser objetivo), y el universo as� descripto lo incluye todomenos al propio sujeto. El segundo problema es que al notomar en cuenta que un observador mira siempre desde unadeterminada perspectiva, y observa s�lo lo que es visibledesde ella, da lugar a la creencia de que es posible para elhombre un conocimiento universal y absoluto ( Kant cre�aque en su �poca el conocimiento humano del mundo f�sico

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estaba pr�cticamente completo).La concepci�n cl�sica tomaba a la separaci�n radical su-

jeto-objeto como una verdad incuestionable y no como unaperspectiva particular, entre otras muchas posibles. Usan-do la met�fora que nos provee el experimento del puntociego podemos decir que las visiones del mundo productode las met�foras cl�sicas eran Òciegas a su propia cegueraÓ.

Nuevas lentes para un nuevo mundo:

Trescientos a�os despu�s de la gran s�ntesis newtoniana,los f�sicos desalentados por el fracaso en la b�squeda deuna part�cula elemental, han comenzado a utilizar otrasmet�foras, concebir otros modelos, m�s complejos, ricos yextra�os. El mundo Òde los ladrillitos elementalesÓ se des-moron� estrepitosamente al sonido de las trompetas cu�n-ticas. La part�cula elemental, soporte de s� misma y en s�misma de todo el universo, fundamento �ltimo y meta delconocimiento se ha ido evaporando con el correr del sigloXX. En f�sica el �tomo indestructible, impenetrable, inde-pendiente, sede de una identidad que se define s�lo con re-laci�n a s� misma y que se conserva en toda interacci�n, hasido reemplazado por un Òpatr�n de interaccionesÓ de di-versas entidades que no son independientes entre s�. ElPrincipio de Indeterminaci�n de Heisemberg ha dado t�r-mino a los sue�os deterministas de un conocimiento com-pleto y una predicci�n absoluta de los sucesos f�sicos y, ala vez, ha cuestionado la sacrosanta Òindependencia del ob-servadorÓ respecto del sistema observado. Todo el univer-so f�sico es visto como una inmensa Òred en interacci�nÓ,donde nada puede definirse de manera absolutamente inde-pendiente y en el que se ense�orea el Òefecto mariposaÓ,que dice que cuando una mariposa aletea en el Mar de la

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China puede provocar un tornado en New York. La con-cepci�n de la part�cula y por lo tanto de la materia, se hatransformado al punto de que podemos decir que se ha des-materializado para llevarnos desde una concepci�n est�ti-ca (la bola de billar) a una descripci�n din�mica que noshabla de una red o patr�n de interacciones.

Pero la transformaci�n conceptual que viene de la manode una nueva met�fora como la del universo como red oentramado de relaciones (y los individuos como nodos deesa red) excede largamente a la transformaci�n de la ima-gen del mundo propuesta por la f�sica. La ling��stica tam-bi�n ha recorrido un largo camino en este siglo, dejandomuy atr�s las concepciones atomistas y la met�fora del len-guaje como Òespejo Ò de la realidad. Ya desde Saussure enadelante se concibe al lenguaje en su doble aspecto de so-cial (lengua) con expresi�n individual (habla), hasta llegaren la actualidad a una multiplicidad de concepciones quehan abandonado a la palabra part�cula elemental del len-guaje para presentarnos una concepci�n en red multidi-mensional de los fen�menos ling��sticos.

En el �mbito de la sociolog�a, no ha sido menos dram�ti-ca la transformaci�n de la concepci�n de la organizaci�nsocial. Desde una concepci�n mec�nica, con interaccionesr�gidas propias de la met�fora ÒpiramidalÓ de organizaci�nestamos asistiendo a la legitimaci�n de otras formas deconcebir lo social: las redes y las organizaciones Òheter�r-quicasÓ. Nuevamente von Foerster nos provee de un mara-villoso ejemplo para diferenciar la concepci�n jer�rquica-donde s�lo gobierna el Ò Jefe Supremo Ò- y la l�nea demando va �nicamente de arriba hacia abajo, del modeloheter�rquico -donde el poder circula. Como ejemplo delÒPrincipio de Mando PotencialÓ, del Neurofisi�logo Wa-rren McCulloch, por el cual la informaci�n es la que cons-

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tituye la autoridad, ambos autores sol�an narrar el episodiode la Batalla de las Islas Midway. En esa contienda la flo-ta japonesa estuvo a punto de destruir a la estadounidense.En verdad el barco insignia estadounidense fue hundido enlos primeros minutos, y su flota fue abandonada a su pro-pia organizaci�n, yendo de una jerarqu�a a una heterarqu�a.Lo que pas� entonces fue que el encargado de cada barco,grande o peque�o, tomaba el comando de toda la flotacuando se daba cuenta de que, dada su posici�n en ese mo-mento, sab�a mejor lo que iba a hacer. Como todos sabe-mos, el resultado fue la destrucci�n de la flota japonesa.Este principio de mando potencial no s�lo ha dado grandesresultados en la estrategia militar (muchos analistas b�licosle atribuyen la enorme ventaja norteamericana en la guerradel Golfo, a esta concepci�n del mando frente a la vertica-lidad extrema de Saddam), sino que ha guiado buena partede la investigaci�n en redes neuronales, una de los proyec-tos cient�ficos m�s importantes de fin de siglo. Mucho m�sconocidas que la teor�a organizacional o la investigaci�nneurofisiol�gica de punta, son las redes inform�ticas, quesustituyeron en buena parte a las gigantes computadorasque centralizaban toda la informaci�n por una red donde lamisma �sta distribuida y es m�s r�pida y eficientementeaccesible.

La met�fora de la red, tiene muchas instancias donde po-demos verla. Algunas son m�s claras y evidentes, otrasm�s difusas, potenciales o virtuales. Toda empresa porejemplo, tiene un organigrama que se supone representa suestructura organizacional, sin embargo todos los que hantrabajado en instituciones saben que existe un entrama-do de relaciones que excede y se diferencia enormemen-te de Ò organigrama Ò. Las teor�as cl�sicas no pod�an darcuenta de esta red de relaciones informales porque no

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pod�an ÒverlasÓ. Y no las ve�a porque no contaba con unsistema conceptual que les permitiera visualizarlas. Toda-v�a hoy tenemos grandes dificultades para legitimar el pun-to de vista implicado en la met�fora de la red, tanto en el�mbito de las organizaciones propiamente dichas como dela sociedad en su conjunto.

La mayor�a de las personas siguen pens�ndose como in-dividuos aislados (part�culas elementales) y no como partede m�ltiples redes de interacciones: familiares, de amistad,laborales, recreativas ( ser miembros de un club), pol�ticas(formales: ser miembros de un partido, informales: ser vo-tantes, simpatizantes de una organizaci�n), culturales ( ha-ber pertenecido o participar actualmente de una instituci�ncultural o educativa ), informativas (ser lectores o escrito-res o productores en o de un medio de comunicaci�n). To-dos participamos de distintas redes, y �stas no son sino or-ganizaciones de interacciones, cuyos nodos pueden ser loque habitualmente llamamos personas, part�culas, informa-ci�n, pero que ahora no concebimos de forma independien-te sino como nudos o puntos de intersecci�n de esa tramade interacciones. Algunas redes pueden ser semi-r�gidas,puede ir burocratiz�ndose y terminar en una organizaci�njer�rquica. Otras mantendr�n su car�cter fluido, variable,cambiante y sin embargo, como los r�os, seguir�n mante-niendo su identidad.

El aprender a ÒverÓ redes de interacci�n puede implicaruna gran transformaci�n en nuestra vida personal y social.La met�fora es m�s apta para reflexionar sobre nuestra pro-pia participaci�n en el proceso cognitivo, pasando de ob-servadores neutrales a seres participantes, siempre somosparte de una red y miramos desde un lugar, por lo tantonuestra visi�n nunca puede ser completa ni nuestras teor�asdefinitivas.

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Promover la met�fora de la red no implica menospreciarlos aportes de otras perspectivas, incluida la del mundo re-loj que nos acompa�o por tantos siglos, sino comprenderque es absurdo pensar en una mirada absoluta, que los con-ceptos en los que se basaba la imagen del mundo de la Mo-dernidad ya no son eficaces. Los fen�menos y situacionespermanente e inmutables no son el punto de atenci�n en laactualidad: son las organizaciones, las crisis y las inestabi-lidades los temas que est�n a la orden del d�a. En este siglose han ido presentando muchos otros modelos y met�forasadem�s del de redes: los modelos del Caos, de estructurasdisipativas, de las cat�strofes, de fractales, de retroalimen-taci�n, etc. No tenemos motivos para pensar en que la me-t�fora de la Modernidad, que era �nica porque conceb�auna sola forma del ver el mundo, vaya a ser reemplazadapor uno de los modelos propuestos. Por el contrario, paraquienes aceptan la legitimidad de diversas miradas, ser�posible la convivencia de m�ltiples met�foras para pen-sar un mundo nuevo.

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ÀOfertas identitarias de fin de siglo?35

Reportaje a Suely Rolnik

Mario Lewin Denise Najmanovich

Suely Rolnik es psicoanalista brasile�a, Profesora Titularde la Pontifica Universidad Cat�lica de San Pablo, coordi-na all� el N�cleo de Estudios e Investigaci�n de la Subjeti-vidad. Es co-autora, con F�lix Guattari, del libro Micropo-l�tica, Cartograf�as del Deseo y ha publicado, en su pa�s yen el exterior diversos t�tulos entre los que se destacanCartograf�a Sentimental y Subjetividad, Etica y Cultura enlas Pr�cticas Cl�nicas. En su paso por Buenos Aires, invi-tada por el Dr. Hern�n Kesselman, ha dictado varios semi-narios y mantuvo esta entrevista exclusiva con P�gina/12.

P_Lic. Rolnik usted ha venido a la argentina a dictaruna serie de seminarios. Entre ellos ha despertado graninter�s su propuesta respecto a poder pensar sobre laÒGuerra de los G�neros y Guerra a los G�nerosÓ. ÀCu�les su posici�n en relaci�n a estos enfrentamientos entreg�neros y al g�nero como categor�a ?

La guerra de los g�neros es una realidad, es un hecho quetiene su raz�n de ser. Las mujeres no tienen las mismas po-sibilidades de desarrollo social que los hombres y por esotienen que juntarse y pelear para conquistar condiciones deigualdad. Entonces, sobre eso no hay nada especial queagregar, es incontestable. Sin embargo, si examinamos lacuesti�n de la guerra de los g�neros desde otra perspectiva,

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la cuesti�n se complica y ah� s� hay muchas cosas que con-siderar. Si analizamos la cuesti�n del g�nero en el �mbitodel pensamiento de la subjetividad podremos ver que redu-cir la subjetividad en torno a la idea de g�nero tiene impli-caciones que no son tan progresistas como la lucha por laigualdad de derechos.

Para poder seguir avanzando necesito explicar primeroc�mo entiendo subjetividad, para luego ubicar en ese mar-co el concepto de g�nero. Pienso que en la contemporanei-dad necesitamos replantear te�ricamente la noci�n de sub-jetividad, al mismo tiempo que somos presionados a vivir-la de maneras distintas.

La modernidad nos habitu� a pensar la subjetividad s�loa trav�s de las formas en las cuales se expresa o se presen-ta: a trav�s de la forma en que uno se viste, se relaciona,ama, tiene relaciones sexuales, vive, trabaja, arregla su ca-sa. Ese conjunto de formas definir�an un perfil de la sub-jetividad, a trav�s del cual las personas se reconocen y sonreconocidas por los otros. Sin embargo, al mismo tiempoexiste otra dimensi�n de la subjetividad igualmente mate-rial y real, nada esot�rica o imaginaria. Esa otra dimensi�nes aquella donde cada subjetividad vive inmersa en un en-tramado de universos espec�ficos: pol�ticos, culturales, se-xuales, etc. Esos universos existen en la subjetividad bajola forma de sensaciones. Claro que tambi�n tienen sus re-presentaciones, contenidos, significaciones, pero ellosexisten fundamentalmente bajo la forma de sensaciones.Cada sensaci�n de un universo se relaciona con las sensa-ciones de los otros universos que tambi�n pueblan la sub-jetividad. Esos universos cambian a lo largo de la existen-cia, algunos quedan, otros desaparecen, otros se integran, ycuando eso sucede, cuando se integra un nuevo universo,lo hace a trav�s de las sensaciones que se relacionan con

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las que ya estaban ah�. En esta relaci�n se produce unacomposici�n de relaciones donde va a cambiar la fuerza yla intensidad de cada sensaci�n, y se van produciendo nue-vos estados sensibles que tambien van ir cambiando. En lamedida en que cambia la fuerza de cada sensaci�n, se vamodific ando tambi�n el estado general sensible de la sub-jetividad. Este proceso es ineludible. No hay c�mo no vi-virlo, en la medida que uno est� vivo.

Ese proceso se produce incesantemente, hasta que llega-do un umbral de cambio de ese estado sensible, empieza adespegarse de las figuras a trav�s de las cuales esa personase reconoce, y es reconocida. La persona se siente total-mente extra�a porque hay una inadecuaci�n total entre surealidad sensible y su realidad expresiva. Esa inadecuaci�nproduce malestar, incomodidad, angustia, inquietud, es co-mo si uno estuviera sin casa, sin lugar. Ese malestar pre-siona a recrearse, a crear nuevas zonas de existencia, nue-vas formas de relacionarse

En la contemporaneidad, el proceso se ha intensificadomuch�simo. La cantidad y la variabilidad de universos quehabitan cada subjetividad es hoy mucho mayor que hacedos siglos. Hacia 1700, por ejemplo, los universos que ha-bitaban la subjetividad eran b�sicamente locales. Hoy unasubjetividad es habitada por universos de toda clase, de to-das partes del planeta, no importa en qu� punto de �l unose encuentre; en el �ltimo siglo se ha producido una granproliferaci�n y variaci�n. Como las im�genes arquitec-t�nicas que tenemos de las ciudades, tambi�n los uni-versos que pueblan la subjetividad se han densificado.Eso hace que se tornen m�s presentes esas sensaciones deextra�amiento por las que estamos atravesando. Una per-sona est� muy bien y de un segundo para otro, de repente,est� totalmente trastornada y no sabe por qu�. No parece

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haber nada objetivo. Nada ha cambiado. Sin embargo, al-go pas� de un umbral y cambi� todo; a tal punto, que nadam�s tiene sentido.

Las maneras que uno tiene de reaccionar a esta situaci�n,de vivirla, son innumerables. La m�s com�n tiene que vercon el hecho de que nuestra forma de pensar la subjetivi-dad la heredamos de otro momento hist�rico, de la moder-nidad. Desde esa perspectiva, la subjetividad se organizaen torno a una representaci�n de s� a la que se llama iden-tidad, porque se piensa igual a s� misma. Ahora bien, esimposible pensarse como iguales a s� mismos porque almismo tiempo que somos una figura tambien somos to-do ese movimiento, esa agitaci�n, esa intensidad quedesarma las figuras. No hay una coincidencia posible conuno mismo. Por lo tanto, no se puede seguir pensando ent�rminos de identidad.

Sin embargo, nosotros hemos sido formados para pen-sarnos en t�rminos identitarios. Es por eso que vivimosesos extra�amientos de forma tan intensa . Una sola exis-tencia no es suficiente para vivir un cambio tan acentuadoy hace que uno se sienta tan extra�ado casi todos los d�as,y a veces varias veces por d�a. Si tenemos como referenciapara la organizacion de la subjetividad ese viejo r�gimenidentitario, entonces vivimos esas experiencias de extra�a-miento como si algo nos faltara para estar completos, bieny estables en una identidad. Esa falta puede traducirse co-mo una sensaci�n de incompetencia, de falta de inteligen-cia, de fracaso, de patolog�a, o locura.

Toda esa situaci�n es vivida con culpa justamente porquetomamos como referencia el modelo identitario. Desde esamirada, no sentirse integrado es vivido como falla, y porlo tanto con culpa. Si uno lo interpreta as�, adem�s del ex-tra�amiento, uno es atrapado por la angustia de la culpa, y

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de la falta y del error, que es mucho m�s nefasta para lasubjetividad que el extra�amiento mismo.

La forma que cada persona tendr� para reorganizarse, tie-ne que ver con buscar entre las representaciones disponi-bles alguna alrededor de las cual pueda rearmarse. La ma-yor�a de las personas har� todo lo posible para aneste-siar los universos de las sensaciones y para poder soste-ner una ilusi�n identitaria.

P_ ÀDesde su perspectiva el Òg�neroÓ puede ser una deesas figuras diponibles para aplacar el temblor indentita-rio?

La pregunta por el lugar de la mujer, es una pregunta dedoble filo. Puede llegar a ser una trampa. Es muy distintoa preguntarse qui�n soy yo a cada momento, y dentro delas cosas que soy, incluir el ser mujer. Por eso antes de res-ponder a la pregunta por los g�neros es importante ver m�sa fondo lo que nos pasa en el campo de la subjetividad.

Como ven�a planteando, la subjetividad est� tomada poruna serie de universos, y por lo tanto lanzada en esta situa-ci�n de extra�amiento. Eso pasa no s�lo porque somos ha-bitados por una infinitud de universos, sino tambi�n por lapropia l�gica del capital que necesita crear todo el tiemponuevas �rbitas de mercado y deshacer otras. Con cada �r-bita que se deshace, un modo de subjetivaci�n se deshaceal mismo tiempo. Toda una figura de la subjetividad, todoun modo de ser, se deshace junto con cada �rbita de mer-cado. Esto lleva a la mayor parte de las personas a quererubicarse en la Ò�ltima nueva �rbitaÓ que se est� organizan-do. Entre otras cosas, por temor a quedar Òfuera de �rbitaÓ.Alguien que siente una gran agitaci�n de sus estados sen-sibles, que siente que ya no tiene m�s que ver con lo queera, que sus figuras de representaci�n no le hacen m�s sen-

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tido, tender� a reorganizarse a partir de kits de figuras pa-ra ubicarse en el mercado. Utilizar�, por ejemplo, libros deautoayuda, que le producen la ilusi�n que se puede llegaral equilibrio, eliminar el malestar, y le permitir�n sostenerla ilusi�n de identidad. Si es un yuppie, buscar� un kit conalgo de psiconeurolingu�stica; para sectores de menos re-cursos pueden conseguirse estampitas con �ngeles. En lacontemporaneidad estamos obligados a tener una gran fle-xibilidad para el cambio, y una apertura para la novedad:nuevos objetos, nuevos paradigmas, nuevas tecnolog�as.Sin embargo, eso no implica que uno conquiste una tole-rancia hacia lo extra�o. Tanto por la cantidad enorme deuniversos, como por la propia l�gica del capital, las figu-ras se deshacen muy r�pidamente, pero en vez de abriruna posibilidad de creaci�n individual y colectiva inte-resante uno interpreta la experiencia , desde un lugaridentitario, como que algo le falla y siente la necesidadde reorganizarse gracias a los nuevos Òkits de identidadpret a porterÓ, en vez de inventar nuevos modos de exis-tencia por los que la vida pueda expandirse creativa-mente.

P_ En su exposici�n resulta muy interesante que estadisposici�n y flexibilidad para el cambio no incluya unamayor tolerancia y aceptaci�n de la diferencia Àc�mo loexplica?

Una postura habitual frente a esta situaci�n que he des-cripto, es tomar acr�ticamente a los kits , a esas identidadespret a porter, globalizadas, flexibles. Porque otra caracte-r�stica de nuestra �poca es que las identidades locales sepulverizan, pero la tendencia es ocupar r�pidamente su lu-gar con identidades globalizadas, que sirven para los chi-nos, los portugueses, etc. Lo que no cambia es que siguehabiendo una referencia identitaria, una b�squeda de coin-

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cidencia con uno mismo, un intento de organizar la subje-tividad a partir de algo ya dado (por el mercado globaliza-do). Los yuppies corriendo detr�s de la identidad m�s ÒinÓ,son un buen ejemplo de esta posici�n acr�tica .

En el campo cr�tico hay varias posiciones. Una contrapo-ne a las identidades globalizadas flexibles la defensa deidentidades locales. Los que eligen esa posici�n creen quelo que est� mal es la cuesti�n de la globalizaci�n, y plan-tean que hay que defender nuestra vieja y buena identidadnacional, religiosa, geogr�fica. En este lugar se ubica lacuesti�n de g�nero. Ya he dicho que la legitimadad de la lu-cha por la igualdad de derechos de las mujeres no se discu-te. Sin embargo, desde el punto de vista de los procesossubjetivos, reivindicar el g�nero puede funcionar como unaactitud defensiva contra esa sensaci�n de extra�amiento, ypor lo tanto contra la procesualidad. Desde esta peculiarmirada es que el tema de g�nero puede ser visto como otromodo de la cuesti�n de la adicci�n al r�gimen de identidad.

Frente al tembladeral de la identidad muchas personas sereorganizan alrededor de la cuesti�n de g�nero. Yo me pre-gunto ÀQu� es LA mujer? ÁQu� se yo qu� es LA mujer! Ca-da una de nosotras es habitada por infinidad de universosadem�s del flujo de femineidad . Hay muchas composicio-nes, muchas singularidades, en cada una de nosotras, as�que es muy dif�cil -sino imposible- hablar de ÒLA mujerÓ.

P_ÀPodr�a explicarnos con mayor detalle a qu� se re-fiere cuando habla de una adicci�n a la identidad?

Nuestra sociedad contin�a funcionando con la referenciaidentitaria para organizar la subjetividad, entonces lo quehacemos cuando funcionamos con esa referencia es buscarrepresentaciones , figuraciones, a trav�s de las cuales nospodemos reorganizar . Como �ste es el modelo predomi-nante, aparece como una especie de toxicoman�a o adic-

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ci�n a la identidad. En el paquete de adicci�n de identi-dad hay montones de drogas que funcionan en el mercadopara producir y sostener esa ilusi�n: los libros de autoayu-da, las terapias que prometen eliminar el malestar como laneuroling��stica, que es un conductismo de �ltima genera-ci�n; las drogas Òpropiamente dichasÓ como la coca�na queda la ilusi�n de poder estar a una velocidad compatible conla que produce el mercado, como si eso resolviera las co-sas. Tambi�n podemos mencionar a las drogas de la indus-tria farmacol�gica que utiliza la psiquiatr�a biol�gica, -yaclaro que no tengo nada contra los remedios psiqui�tricos,al contrario, bienvenidas sean las conquistas de la farma-colog�a- lo que no comparto es la forma en que la psiquia-tr�a biol�gica entiende al malestar contempor�neo, a esasturbulencias, que para ellos son nada m�s que disfuncioneshormonales y neurol�gicas, y que los lleva a pensar que lamedicaci�n es una panacea.

Hay muchos otros productos que generan adicci�n, porejemplo el uso predominante de muchos Òmedios de comu-nicaci�nÓ, el ejemplo m�s evidente es la publicidad. Lapublicidad ofrece esos Òkits de personalidad pret a porterÓpara sentirnos fant�sticos en todo momento. O t r oejemplo es el de las tecnolog�as diet y light, que suelen serpresentadas de un modo tal que nos llevan a creer en la po-sibilidad de conquistar una especie de salud ilimitada, unaespecie de inmunidad al stress. La idea es constituir uncuerpo minimalista y m�ximamente flexible, el cuerpo dela Òtop modelÓ vestida en negro y blanco, como un fondoneutro para que todas estas identidades pret a porter pue-dan esculpirse sobre ese cuerpo tipo.

P_ÀExisten otras cr�ticas a esa compra-venta indiscri-minada de kits de identidad?

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Ya hemos hablado de la reivindicaci�n de las identidadeslocales, entre la que ubiqu� la cuesti�n de g�nero. Otra po-sici�n, es aquella que se ha dado en llamar ÒpostmodernaÓ-nombre bajo el cual se acostumbra mezclar posicionesmuy diferentes-. Esta postura no se inclina ni hacia la iden-tidad globalizada flexible ni hacia las identidades locales,sino que constituye una defensa de la pulverizaci�n, de ladisoluci�n, de la fragmentaci�n. Como si esa fuera la gransalida! Desde ese lugar se se suelen defender ideas talescomo el fin de la historia, el fin de la filosof�a, el fin delpsicoan�lisis, el fin de todo, como si el �rea de combatefuera la representaci�n, la figuraci�n, la organizaci�n de larealidad.

A m� me parece que todas esas posiciones, aunque sonmuy distintas, parten de una concepci�n de la subjetividadregida por el mismo principio: el principio identitario y elr�gimen representacional. Desde mi perspectiva, lo quehabr�a que plantear es que lo que debe ser combatido esel propio r�gimen identitario de organizaci�n de la sub-jetividad, y no la identidades globales flexibles o las loca-les en nombre de una pulverizaci�n que ser�a la posici�nnihilista, fascinada por el caos indiferenciado. Esta pers-pectiva, basada en la complejidad, no es una abstracci�nsino que se est� gestando y elaborando en el entramado so-cial, est� ah� como movimiento .

ÀQu� quiero decir con que habr�a que combatir la propiareferencia identitaria? Que para metabolizar la situaci�nque estamos viviendo en lo subjetivo, es necesario que lasubjetividad no se organice a partir de figuraciones previasa ser consumidas, sino que es necesario desarrollar todauna nueva forma de escuchar -que debe ser construida,que no existe a�n- al plano de las sensaciones, de la sub-jetividad, que puedes llamarlo del inconsciente -pero para

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hacerlo tendr�a que redefinirlo completamente-. Una escu-cha para esa dimensi�n, para ese plano de la realidad, im-plica poder comenzar a soportar el extra�amiento sin sen-tirlo dram�ticamente como la falta de algo, como si uno es-tuviera delante de un peligro de enloquecimiento o demuerte. A partir de ah�, y de lo que emerge del estado sen-sible, crear con los recursos que cada individuo o grupodispone, nuevas formas de ser en el mundo que hagan queestos estados sensibles encuentren maneras de expresarse,y que la vida pueda seguir su flujo, su curso. En la medi-da en que se mantenga la referencia identitaria, es la vidadel colectivo como un todo la que se bloquea.

P_À Qu� pasa entonces con el concepto de normalidaddesde esta nueva perspectiva que usted plantea?

Cuando la referencia identitaria funcionaba, cuando elr�gimen identitario era lo que hac�a sentido para pensar lasubjetividad, si una persona se sent�a extra�ada, lo inter-pretaba como una Òdesviaci�n de la normalidadÓ, e inten-taba reorganizarse nuevamente en torno a aquello que de-fin�a como normal. Toda la experiencia era vivida comouna Òca�da en la anormalidadÓ. La psiquiatr�a se desarro-ll� en ese contexto. Cuando una persona ten�a que tomarmedicamentos psiqui�tricos lo hac�a a escondidas, clan-destinamente; porque para el colectivo eso era un claro sig-no de anormalidad. Hoy la experiencia de desvaneci-miento de sentido es mucho m�s recurrente, cotidiana,y ya no hay m�s una identidad Òpatr�nÓ, porque esta fuereemplazada por muchas identidades flexibles que vancambiando. Entonces la gente ya no tiene miedo de no sernormal, sino que vive en una situaci�n de fragilizaci�n ytemiendo no conseguir organizarse. Actualmente, los re-medios psiqui�tricos son tomados sin ninguna clandestini-

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dad; todo lo contrario. Una persona que toma antidepresi-vos o ansiol�ticos pareciera que da la imagen de ser muymoderno, que es capaz de administrar sus procesos. Quesabe que necesita m�s serotonina o melatonina o lo quesea, para salir de una fragilizaci�n y retomar su forma. En-tonces sale de escena el par Ònormal o anormalÓ, entraen escena la cuesti�n de la fragilizaci�n.

Creo que la experiencia m�s significativa de desvane-cimiento de sentido, que es vivida como fragilizaci�n, eslo que la psiquiatr�a denomina ÒS�ndrome de P�nicoÓ.Yo no lo tomo como un s�ndrome, sino como una expe-riencia subjetiva muy com�n en la contemporaneidad.Tampoco pienso que pueda ser comprendida simplementeaplicando la idea de estructura f�bica, o cualquier otro mo-delo ÒpsiÓ cl�sico. Es otra cosa, que debe ser pensada deotra forma. Se trata de una experiencia tal de desvaneci-miento de sentido, que la sensaci�n es que el cuerpo mis-mo corre el riesgo de perder su organicidad, permitiendoque las funciones se autonomicen. Los afectados relatanque el coraz�n se dispara y puede estallar, que el pulm�ncomienza a no respirar bien y que se pueden asfixiar, quela motricidad puede salirse de los circuitos de control. Eneste punto ya no basta con anestesiar las sensaciones, de-bemos buscar salidas creativas.

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Notas

1Sin embargo no pretende inscribirse en esa extra�a bol-sa de gatos que algunos han dado en llamar posmoderni-dad.

2 Es fundamental aclarar que el lenguaje es parte de laexperiencia corporal en el mismo sentido en que las c�lu-las son parte de la mano y no en el sentido en que lo sonlos dedos. Hay dos formas completamente distintas de Òserparte deÓ y es crucial poder distinguirlas.

3El pasaje de un plano de la experiencia a otro, o de unlenguaje a otro, o de un idioma a otro exige siempre unatransformaci�n que implica p�rdidas y ganancias. Sin em-bargo este trabajo de traducci�n -tomando prestadas las pa-labras de Derrida-es tan imposible como imprescindible.

4 El cuerpo del que hablamos aparecer� siempre con co-millas a partir de aqu�.

5 Algunas ideas brotaron, germinaron y crecieron, otrascolapsaron. Algunos modelos se desarrollaron en algunoslugares exclusivamente y otras se expandieron en todas lasdirecciones.

6En 1425 Bruneleschi se dedica arealizar experimentos�pticos que conducir�n hacia la fijaci�n del punto de vistay la creaci�n de la tecnica de la perspectiva lineal . Esemismo a�o Masaccio pint� el fresco La trinidad, que seconsidera la primera aplicaci�n rigurosa del punto de fuga.En 1435 Alberti publica De La Pintura, el primer tratadote�rico donde la perspectiva lineal ocupa un amplio espa-cio en el marco de una concepci�n global del arte. La granobra de Copernico se public� en 1543, Galileo publica suDi�logo sobre los Dos Ssistemas M�ximos del Mundo en1632; Descartes, su Tratado contra el M�todo en 1637, yNewton, su Principia Mathematica en 1687.

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7 Cualquier similitud con con los Òexperimento controla-dosÓ de la ciencia moderna que estaba naciendo ha sidobuscada ex-profeso por la autora.

8 Los sistemas que la f�sica cl�sica era capaz de pensar,los sistemas mec�nicos, eran sistemas aislados o cerrados.La f�sica de los sistemas abiertos se desarroll� desde me-diados de este siglo.

9 En la oscuridad parcial Òtodos los gatos son pardosÓ,En la oscuridad total o en la claridad desdmedida no pode-mos ver ni gatos ni nada. En la claridad parcial vemos mul-tiplicidad de colores. Es decir, vemos �nicamente en la zo-na del espectro en la que somos sensibles y vemos de ma-nera diferencial seg�n la iluminaci�n y nuestra sensibili-dad.

10 Art�culo publicado en ÒCampo GrupalÓ, N¡ 21, Bue-nos Aires, 2000.

11 Art�culo publicado la Revista ÒCampo GrupalÓ, N¡13, Buenos Aires, 2000.

* Publicado en N¡ XXIV-2 de la Revista ÒPsicoan�lisisde las Configuraciones VincularesÓ editada por la Asocia-ci�n Argentina de Psicolog�a y Psicoterapia de GrupoÓ,Buenos Aires, 2001.

12 Es importante destacar que un pensamiento rigurosa-mente identitario resulta completamente est�ril y se detie-ne en la afirmaci�n de la unidad, concebida como eterna,inm�vil e indivisible. Parm�nides ha sido el pensador quem�s cerca estuvo de esta postura, pero ni siquiera �l logroconstruir una filosof�a completamente pura e incontamina-da.

13 Utilizo la expresi�n Òenfoque da la complejidadÓ pa-ra nombrar a un conjunto heterog�neo de teor�as y progra-mas de investigaci�n que han aceptado el desaf�o de pen-

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sar en una din�mica que no es un despliegue de lo mismo,un mero desplazamiento regido por leyes causales eternas,sino una transformaci�n emergente en un proceso no total-mente determinado, abierto al azar y a la creaci�n de nove-dad.

14 Utilizo la denominaci�n de Òunidad heterog�neaÓ pa-ra aquellas organizaciones complejas que se forman en unadin�mica al mismo tiempo que participan en ella, m�s ade-lante tratar� en detalle la cuesti�n. Tom� la idea de EdgarMorin pero cambiando su ÒUnidad M�ltipleÓ por ÒUnidadHeterog�neaÓ para destacar m�s a�n la paradoja impl�citaen su concepci�n.

15 Citado por Dupuy,J.P. en ÒEn torno a la autodecons-trucci�n de las convencionesÓ en ÒEl Ojo del ObservadorÓWatzlawick, P. Y Krieg, P. (comp.), Gedisa, Barcelona,1994.

16 Entendiendo monol�gico en el doble sentido de unasola l�gica (la l�gica cl�sica o l�gica identitaria) y comouna incapacidad constitucional para el di�logo.

17 Presentaciones que muy injustamente le atribuyen aSassure mucho m�s Ð y tambi�n mucho menos Ð de lo queeste autor ha afirmado. La afirmaci�n Sassureana del len-guaje como sistema no implica necesariamente la creenciaen una estructura a-priori y eterna, esta afirmaci�n correpor cuenta de ciertas interpretaciones estructuralistas quehan achatado el riqu�simo pensamiento de este autor.

18 Von Foerster, H ÒLas semillas de la cibern�ticaÓ, Ge-disa, Barcelona, 1991.

19 No para el pensar en general, sino para esa peculiarinstancia del pensamiento: la de la racionalidad cl�sica,que petulantemente se ha concebido a s� misma como la�nica forma correcta de pensar, relegando a todas las de-m�s a la categor�a de irracionales.

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20 En el mundo de la pureza la diversidad no tiene lugar.S�lo se admite una multiplicidad combinatoria, es decir,una apariencia de diversidad reductible a la unidad

21 Najmanovich, Denise ÒParadojarÓ, Zona Er�gena, N¡12, 1992.

22 La reflexi�n es justamente un procedimiento imposi-ble si se cumple a rajatabla los requisitos de la l�gica iden-titaria. No hay forma desde sus presupuestos de producirun bucle de auto-referencia, un proceso necesariamente re-flexivo, porque esta es la forma en que se engendran lasparadojas. Reflexionar implica salirse del ser, aceptar suapertura, su no-completud, su variabilidad.

23 N�tese que vamos desliz�ndonos hacia la utilizaci�nde Òdin�mica vincularÓ en lugar de Òv�nculosÓ para resal-tar la diferencia con la noci�n atomista o estructuralista derelaciones fijas, abstractas y a-priori.

24 Juegos que se han dado en la modernidad a partir dela vida urbana, el desarrollo del capitalismo y la organiza-ci�n social propia de las democracias modernas.

25 No se trata aqu� de una sociedad abstracta, sino de lasque los distintos colectivos humanos crean a partir de lasformas peculiares de interacci�n entre s� y con su medioambiente, sociedades particulares que no pueden subsu-mirse en ning�n arquetipo �nico (ni estructural ni de nin-guna otra clase).

26 El mantenimiento del t�rmino ÒunidadÓ se relacionacon una din�mica autoorganizadora caracterizada por suÒcircularidad virtuosaÓ que produce una organizaci�n dife-renciada de su entorno aunque siempre altamente ligada a�l.

27 Najmanovich, D ÒPensar la subjetividadÓ, CampoGrupal N¡ 21, Buenos Aires, 2001.

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28 Si pensamos en el ÒSujeto ComplejoÓ - es decir unasubjetividad a la vez encarnada y socializada, biol�gica ysimb�lica, imaginaria y afectiva -, podemos decir que nopuede ser explicado ni por las leyes m�s b�sica Ðcomo laf�sica o la qu�mica- ni m�s amplias como la sociolog�a o laling��stica.

29 Connie Palmen, La amistad, Anagrama, Barcelona,1996

30 No en vano la continuaci�n de la cita de Her�clito so-bre la disoluci�n de las almas ha tenido mucha menos di-fusi�n que la que reviere a la variabilidad del r�o.

31 Foucault, M. ÒMicrof�sica del poder Ò, Planeta Agos-tini, Barcelona, 1994.

32 Steiner, George ÒNostalgia del absolutoÓ, Siruela,Madrid, 2001.

33 Najmanovich, Denise ÒComplejidad, Interdisciplina yPsicoan�lisisÓ Revista de Psicoan�lisis, N�mero EspecialInternacional, n¡ 8, 2001. Editada por la Asociaci�n Psi-coanal�tica Argentina.

34 Rolnik, Suely ÒDespedir-se do absolutoÓ, Cadernosde Subjetividade, N�cleo de Estudos e pesquisas sa subje-tividade, Pontificia Universidad Cat�lica de San Pablo, Ju-nio 1996-

Publicado originalmente en el Suplemento Futuro de P�-gina /12 el18 de septiembre de 1993.

35 Este reportaje fue publicado originalmente en el Su-plemento Futuro de P�gina/12 el 13 de Febrero de 1997

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