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II.- La ciudadanía jurídico política Ciudadano es toda aquella persona que posee derechos políticos en una comunidad organizada. Del concepto anterior se deriva que no todas las personas que viven dentro del territorio de tal comunidad son ciudadanos, como sería el caso de los residentes extranjeros o los transeúntes. En condiciones ideales ±digamos, que tal comunidad esté dirigida por un gobierno respetuoso de sus leyes nacionales y de determinados tratados internacionales- esos extranjeros disfrutan plenamente de ciertos derechos humanos inalienables, como el derecho a la vida, a no ser torturados o a no ser perseguidos por sus creencias religiosas. En buena medida, dado que la gran mayoría de los derechos del tipo de los que enumeramos tienen delante de sí un µno¶, pueden ser llamados derechos negativos, pues  provienen del concepto de las libertades negativas enumeradas en la Declaración de los Derechos Humanos, las libertades de los primeros liberales como John Locke; no ser arrestado sin fórmula de juicio (habeas corpus), no ser perseguido por pertenecer a una etnia, etc. Son derechos inalienables porque se acepta el compromiso de que todo ser humano, dondequiera que viva, tenga la nacionalidad que tenga, pertenezca a la etnia que sea o sea creyente de la religión que sea, posee esos derechos, los cuales sólo pueden serle disminuidos o enajenados en casos y bajo procedimientos estrictamente regulados por la ley. Un ejemplo de ello sería el caso de las creencias religiosas: en los tratados y en las constituciones usualmente ese derecho aparece protegido o tutelado bajo una fórmula del tipo µnadie será perseguido por sus creencias religiosas¶. Pero una cosa es la creencia religiosa y otra cosa la práctica de una fe: determinada interpretación de la sharia, la ley islámica, puede hacerme creer que para ganar el cielo debo asesinar a los creyentes de otra religión, a los infieles, estallando carros bomba delante de sus mercados. El derecho a la libertad religiosa de tal creyente-terrorista entonces se restringe y en aquellas legislaciones donde exista la pena de muerte su vida puede ser tomada por el Estado, lo cual de facto y de derecho reduce sus derechos a un grado cero. De acuerdo con esta teoría, todos los habitantes de un territorio ±e incluso los transeúntes-  poseen derechos humanos, pero no todos son ciudadanos. A los derechos humanos hay que añadirles otras categorías jurídico±políticas para considerar que alguien es ciudadano. Estas categorías están muy cercanas de lo que llamamos nacionalidad, aunque la nacionalidad no las abarca completamente. Todo lo que hemos dicho hasta aquí presupone que el territorio donde viven o transitan los sujetos que hemos estado analizando está organizado bajo la forma de un Estado nacional, y adicionalmente bajo alguna de sus subdivisiones político±administrativas, como las  provincias o las regiones; en Venezuela diríamos los estados ±con minúscula- entendidos en este caso como regionales, e incluso podemos llegar a los municipios, porque éstos también otorgan categorías de ciudadanía a una parte determinada de sus habitantes. La categoría jurídico±política más conocida que otorgan los países a determinados habitantes de su territorio es la nacionalidad: en este caso nacionalidad y ciudadanía se

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II.- La ciudadanía jurídico política 

Ciudadano es toda aquella persona que posee derechos políticos en una comunidadorganizada. Del concepto anterior se deriva que no todas las personas que viven dentro delterritorio de tal comunidad son ciudadanos, como sería el caso de los residentes extranjeros

o los transeúntes. En condiciones ideales ±digamos, que tal comunidad esté dirigida por ungobierno respetuoso de sus leyes nacionales y de determinados tratados internacionales-esos extranjeros disfrutan plenamente de ciertos derechos humanos inalienables, como elderecho a la vida, a no ser torturados o a no ser perseguidos por sus creencias religiosas.

En buena medida, dado que la gran mayoría de los derechos del tipo de los queenumeramos tienen delante de sí un µno¶, pueden ser llamados derechos negativos, pues  provienen del concepto de las libertades negativas enumeradas en la Declaración de losDerechos Humanos, las libertades de los primeros liberales como John Locke; no ser arrestado sin fórmula de juicio (habeas corpus), no ser perseguido por pertenecer a unaetnia, etc. Son derechos inalienables porque se acepta el compromiso de que todo ser humano, dondequiera que viva, tenga la nacionalidad que tenga, pertenezca a la etnia quesea o sea creyente de la religión que sea, posee esos derechos, los cuales sólo pueden serledisminuidos o enajenados en casos y bajo procedimientos estrictamente regulados por laley.

Un ejemplo de ello sería el caso de las creencias religiosas: en los tratados y en lasconstituciones usualmente ese derecho aparece protegido o tutelado bajo una fórmula deltipo µnadie será perseguido por sus creencias religiosas¶. Pero una cosa es la creenciareligiosa y otra cosa la práctica de una fe: determinada interpretación de la sharia, la leyislámica, puede hacerme creer que para ganar el cielo debo asesinar a los creyentes de otrareligión, a los infieles, estallando carros bomba delante de sus mercados. El derecho a lalibertad religiosa de tal creyente-terrorista entonces se restringe y en aquellas legislacionesdonde exista la pena de muerte su vida puede ser tomada por el Estado, lo cual de facto y dederecho reduce sus derechos a un grado cero.

De acuerdo con esta teoría, todos los habitantes de un territorio ±e incluso los transeúntes- poseen derechos humanos, pero no todos son ciudadanos. A los derechos humanos hay queañadirles otras categorías jurídico±políticas para considerar que alguien es ciudadano. Estascategorías están muy cercanas de lo que llamamos nacionalidad, aunque la nacionalidad nolas abarca completamente.

Todo lo que hemos dicho hasta aquí presupone que el territorio donde viven o transitan lossujetos que hemos estado analizando está organizado bajo la forma de un Estado nacional,y adicionalmente bajo alguna de sus subdivisiones político±administrativas, como las provincias o las regiones; en Venezuela diríamos los estados ±con minúscula- entendidosen este caso como regionales, e incluso podemos llegar a los municipios, porque éstostambién otorgan categorías de ciudadanía a una parte determinada de sus habitantes.

La categoría jurídico±política más conocida que otorgan los países a determinadoshabitantes de su territorio es la nacionalidad: en este caso nacionalidad y ciudadanía se

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solapan momentáneamente, de manera que cuando me interrogan en un aeropuerto o en uncuestionario ¿nacionalidad?, puedo perfectamente responder µciudadano venezolano¶.

Tener una nacionalidad otorga toda una serie de derechos y exige una serie de deberes. Underecho distintivo por excelencia es el de elegir y postularse para cargos de elección

 popular. Aquí nacionalidad y ciudadanía se separan analíticamente, porque al votar por uncandidato presidencial lo hago sobre la base de que soy ciudadano venezolano. En unaembajada o un consulado Venezolano en Vigo o Nueva York ±donde también puedo votar si estoy residiendo fuera del país- me van a preguntar la misma fórmula: ¿nacionalidad? alo que responderé µsoy ciudadano venezolano¶, lo cual probaré mostrando mi cédula deidentidad.

Mas a medida que voy bajando en la escala de elecciones hacia la base, aunque presupongola nacionalidad venezolana, sin embargo no la invoco, sino que invoco la categoría de laciudadanía: al inscribirme en el registro electoral probando mi nacionalidad venezolanamediante la cédula, adicionalmente declaro y me adscribo a otras ciudadanías jurídico±  políticas: soy ciudadano del estado Miranda y ciudadano del municipio Chacao, lo cual meotorga, entre otras cosas, el derecho a elegir al gobernador y al alcalde y a postularme paraalgún cargo de elección popular en esas jurisdicciones.

Actualmente, la nacionalidad y la ciudadanía pueden atravesar ejes transversos que enalgunos casos son bastante complejos. Francisco (Paco) Salgado, p.e., puede ser una  persona nacida en Caracas ±y por ello venezolano- que ahora vive en Vigo. Su padre,inmigrante dueño de un restaurant en el casco central de Chacao, le transmitió lanacionalidad española vía ius sanguinis: Paco es ciudadano de un municipio en Vigo y eligea su alcalde, es ciudadano de la región autónoma de Galicia por lo cual elige diputados aLas Cortes, vota en los referendos nacionales y vota para elegir eurodiputados. Es vigués,gallego, español y europeo, y adicionalmente, si estando en Caracas lo agarra una elección, pues también elige al alcalde de Chacao, al gobernador de Miranda y al presidente de larepública.

Clasificar a Paco el vigués±gallego±español±europeo±chacaoense±mirandino±venezolanodesde el punto de vista de la ciudadanía entendida ésta desde la nacionalidad y el derecho alvoto es complejo. Por eso decíamos que la nacionalidad les otorga derechos y categorías jurídico±políticas a los individuos que viven en un territorio, pero no agota el concepto deciudadanía, al punto que para el mismo Paco puede ser un problema su complejísimaciudadanía jurídico-política, dado que él no está atado a un territorio, pues se puedemovilizar entre Vigo y Chacao constantemente y ejercerlas todas ellas simultáneamente.

Hay otras categorías administrativas y legales vinculadas a la ciudadanía en cualquiera desus niveles nacionales y locales, como el deber de pagar impuestos, que otorga el derecho aexigir determinados servicios como salud, educación y seguridad pública. Estas categorías jurídico±políticas tampoco agotan la ciudadanía, y este pudiera ser un concepto tan móvil,tan polisémico, que podría resultar casi imposible definirlo de manera concisa, dado que, por añadidura, se trata de una categoría que cambia constantemente a medida que cambia lasociedad. Antes de la globalización, antes de los jets, no podríamos habernos imaginadofácilmente a un ciudadano híbrido como Paco.

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Los derechos humanos son progresivos, y los ciudadanos se hacen sujetos de esos derechosa medida que los mismos son reconocidos por los Estados nacionales y los tratadosinternacionales. La misma estructura política de una sociedad puede cambiar, de maneraque lo que en ella se entienda como ciudadano también puede cambiar, dependiendo ±entreotras cosas y sobre todo- del régimen político, pero también de los valores sociales

aceptados por tal comunidad.Por ejemplo, a los derechos derivados de las libertades negativas se han añadido como uncompacto otros derechos derivados de las llamadas libertades positivas. Los derechosnegativos son cosas que el Estado no debería hacer contra mí, como perseguirme otorturarme. Pero para disfrutar plenamente de esos derechos en tanto ser humano, en tanto  persona, se requieren en la sociedad una serie de instituciones como los tribunales, lasescuelas o los hospitales. ¿De qué me sirve ser libre si cualquiera me puede matar impunemente al llegar tarde a mi casa en un barrio de Caracas? Estos derechos positivos,antes llamados de segunda generación porque fueron teorizados por liberales reformistascomo Jeremy Bentham y John Stuart Mill cuando comprendieron que no bastaba con ladeclaración de los primeros derechos, han evolucionado hasta convertirse en los hoyllamados Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC) y deberían ser garantizados  positivamente, es decir, mediante instituciones destinadas a asegurar que todos losciudadanos puedan ejercer efectivamente el derecho a la alimentación, a la educación o allibre desarrollo espiritual.

Por eso, actualmente la ciudadanía incluye ±sobre una base subyacente de derechoshumanos inalienables de primera generación- junto a las categorías jurídico±políticas de lanacionalidad, el voto, los impuestos y los servicios, un compendio o compacto de toda unaserie de derechos sociales.

Pero esto tampoco agota el concepto de ciudadanía, porque en casos como el de Paco, laciudadanía está atiborrada de compactos de derechos y deberes de todo tipo y a todo nivel.Un añadido que podría ayudarnos a bosquejar aun más la idea que nos ocupa sería  preguntarle a Paco acerca de la visión que él posee de su propia ciudadanía.Conceptualmente, damos por sentado que las categorías jurídico±políticas y los compactosde derechos antes enumerados son fundamentales y que sin ellos la ciudadanía se hace casiimposible, es decir, que ellos son necesarios pero no suficientes.

Pero para llegar a la categoría adicional que queremos debemos abandonar el ámbito  jurídico±político y preguntarle a Paco desde un punto de vista no racional, más bienemotivo:

-Paco, ¿de dónde te sientes más ciudadano?Y, como muchos hijos de inmigrantes e incluso como muchos de sus padres, Paco podríaresponder:

-Yo me siento más venezolano y me siento más chacaoense que gallego o español.

-¿Y por qué?-Porque entre esta gente me siento mejor, más feliz. Aunque mis hijos cuando sean grandes

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 pueden ir a España y quedarse allá estudiando y viviendo si ellos así lo desean, sin embargoyo quiero que ahora que están chiquitos crezcan aquí, que sean venezolanos y que vivan enChacao.

Lo anterior no es una telenovela, es algo que le he oído a muchos inmigrantes y a muchos

de sus hijos que tienen la posibilidad de irse pero que prefieren quedarse aquí, pese a losgraves problemas del país: en determinado momento de sus vidas, ellos eligen la ciudadaníaa la que se sienten más afiliados. La ciudadanía tradicional estaba muy ligada al nacimientoen determinado país y a la descendencia de determinados padres, de manera que era fatal,asunto del destino o del azar. Esa es una de las razones por las que la ciudadanía aún no es  plena mientras somos niños: nuestros padres eligen por nosotros porque aunque somossujetos de derechos humanos todavía somos ciudadanos en formación o construcción. Peroen el último siglo la globalización y la migración han contribuido a que la ciudadanía seconvierte cada vez más en un asunto de elección. Dentro de la compleja gama denacionalidades y ciudadanías jurídico políticas de Paco, la que más le importa, su últimaratio, es la elección: µSoy ciudadano de Venezuela y de Chacao porque así lo quise y, entreotras cosas, nadie va a hacer que me vaya del sitio que quiero, de entre la gente que amo,aunque yo pudiera estar viviendo en España. No habrá autoritarismo que me obligue a irmede aquí, primero me tienen que matar.¶ Esto, que oímos a cada rato, es un rasgo identitariomuy importante de lo que podríamos entender como ciudadanía, desde el punto de vista dela ciudadanía como elección, y sobre ello vamos a hablar en la próxima sección.

III.- La ciudadanía como elección 

La elección es una decisión consciente que presupone una dosis de responsabilidad yaceptación de compromisos. Responsabilidad desde el momento en que usted le puede preguntar a Paco y él puede dar cuenta de su decisión respondiendo algo como: µPorque asílo quise¶. Compromiso porque asentimos en hablar determinada lengua, respetar determinadas normas municipales, pagar determinados tributos, participar como vecinos endeterminadas organizaciones y un largo etcétera. Teóricamente aceptamos este compromiso porque nos parece ventajoso, valioso para nuestra vida y la de nuestras familias: queremosque nuestros niños jueguen béisbol en la Plaza Bolívar de Chacao en vez de fútbol en un parque en Vigo, queremos que tengan el suave acento del español venezolano en vez delrudo ceceo peninsular, que coman más caraotas negras y carne mechada que fabes ychipirones. Este tipo de compromisos están relacionados con el amor: no en balde, la joyaque los novios dan a sus novias se llama anillo de compromiso, y a la pregunta crucial en elmomento de la boda se responde con un µSí, acepto¶. El verbo activo es importante: eninglés no se responde µYes, I do accept¶ (Sí, yo acepto), sólo µI do¶ (Yo sí). El españolenfatiza el compromiso mediante el cual soy activo y no pasivo: µacepto este pacto de amor con todos sus deberes¶ parece querer decir la respuesta, que nos puede servir para volver anuestro tema.

Pero hagamos ahora un rodeo, una perífrasis antropológica mínima y necesaria. Elegoísmo, el deseo de conseguir como individuos todo lo que nos proporciona placer ysatisfacción, es una parte muy visible de la naturaleza humana. No se trata de algo que seamalo en sí; conseguir casa, comida, educación, un alto nivel de vida, montar una empresa,escribir poemas, ver el fútbol por televisión tomando cerveza, criar a los niños, ir a una

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 peluquería de lujo o hacer hidroterapia en el spa son empresas individuales perfectamentelegítimas. Tal vez el límite que pueda imponérsele a esta tendencia humana tan natural ytan poderosa sea el mismo que los primeros liberales le impusieron: tengo derecho a perseguir todo aquello que como proyecto de vida me haga feliz siempre y cuando con ellono lesione el derecho de los demás a realizar sus legítimos proyectos de vida.

Estamos entonces ante una concepción del ser humano, ante una visión antropológica, queentiende que lo una de las mayores fuerzas que nos mueven a actuar en el mundo es la búsqueda del placer y de la felicidad, sea lo que sea que eso signifique para cada individuo.En los países democráticos de tradición liberal, esta prioridad es algo muy claro que nogenera ninguna vergüenza; los padres fundadores de los Estados Unidos crearon una nación para garantizar que sus descendientes pudieran perseguir su felicidad y la de sus hijos y elloestá dicho literalmente en su Constitución, que data de 1787 y que es anterior a laRevolución Francesa de 1789.

Sin embargo, la naturaleza humana no se agota en el egoísmo; personalidades como Ghandio la madre Teresa de Calcuta, como las damas de cualquier asociación benéfica, digamos laAsociación Civil Don Bosco o las Damas Salesianas, nos muestran que adicionalmente losseres humanos somos capaces de ser solidarios con otros que no integran nuestro círculoinmediato de amores conocidos y cercanos; aunque no conocemos a las personas a quienesles enviamos ropa y comida enlatada luego de un terremoto o una inundación, lasconsideramos un µnosotros¶, son venezolanos como nosotros que tuvieron la desgracia devivir en el estado Vargas en el momento del deslave del año 2000, y que requieren denuestro apoyo. Los venezolanos, se nos dice, somos muy solidarios en casos de desgraciasde este tipo en nuestro país y también más allá de nuestras fronteras. Es claro que la acciónde dar también puede generar mucho placer y felicidad (es una forma inversa del placer quenos produce el recibir las cosas que nos gustan), y que hay individuos que se realizan en lavida en función de ayudar a los otros, como la Madre María de San José o el premio Nobelde la paz Muhammad Yunus, creador del Banco del Pueblo en Bangladesh, quien haayudado a salir de la miseria a más de cinco millones de personas.

A partir de esta percepción, la naturaleza humana se nos presenta como polivalente: en primera instancia, egoísta y solidaria, aunque sabemos que más allá de esto existen muchosotros matices que la hacen muy compleja, muy plástica y maleable, un espinoso objeto deestudio de la filosofía, la psicología y otras tantas ciencias humanas desde hace milenios.Cuando decimos naturaleza humana no decimos que el egoísmo o el altruismo crezcan demanera biológica en nosotros tal y como nos crecen las uñas y las pestañas. Casi todo lohumano nos es dado socialmente, por nuestros padres y nuestro entorno: no somos comolas abejas, que llevan escrito en el código genético su función instintiva como obreras,zánganos o reinas. Los instintos humanos son más suaves, son pulsiones, que se desarrollanen la sociedad, donde nos enseñan a comer, cazar, reproducirnos. Lo que llamamos el Yo bien puede ser descrito como una red de creencias: nacemos con ciertas predisposicionesgenéticas que se terminan de configurar en la sociedad en que vivimos. Por eso, el egoísmo,el altruismo y tantos otros matices pueden de hecho ser sujetos de educación, algo muyimportante a los efectos de este trabajo como veremos más adelante, A los efectos de esteensayo, nos mantendremos instrumentalmente en la dualidad egoísta±solidario para analizar 

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el concepto de ciudadanía como elección, dado que son dos categorías muy trabajadas por la teoría política clásica.

 Ninguna de estas dos opciones (egoísmo y solidaridad) es originariamente mala en sí: enrealidad, dependiendo de las circunstancias, la mayoría de los seres humanos participamos

en actividades y compromisos de ambos tipos sin por ello enfrentarnos a una crisis deidentidad o a una esquizofrenia. Nos parece normal ser egoístas en algunos casos ysolidarios en otros, a pesar de que ello sea un problema tan complicado para ciertosfilósofos o dirigentes políticos para quienes lo único que debería contar es la solidaridad, elcompromiso hacia los otros, la pertenencia a una clase social, es decir, para quienes elindividuo debe desaparecer y fundirse dentro del grupo, para quienes la voluntad delindividuo debe ser absorbida en su totalidad por la voluntad general, como sugeríaRousseau.

Esta vocación -y en muchos casos imposición- de la solidaridad y del colectivo por encimadel individuo, es la que inspira las constituciones de los países socialistas e inflama eldiscurso de muchos dirigentes de izquierda actuales que aún no se han enterado de la caídadel Muro de Berlín.

Aunque ya nadie perseguiría ni secuestraría a Santo Tomás de Aquino por querer dedicarsea la vida religiosa y por ende entregarse al prójimo abandonando los intereses de su  poderosa familia, el exceso de egoísmo también es peligroso, y nos ha colocado en unagravísima situación: la avaricia y el egoísmo reinante en una parte de la sociedadnorteamericana ±en las personas de los gerentes de las bancas de inversión queirresponsablemente crearon la burbuja inmobiliaria- han generado una crisis económicamundial de consecuencias catastróficas de las cuales no está exento nuestro país. Laintervención de los bancos centrales y los gobiernos de los países ricos puede ser descritacomo una keynesiana medida solidaria para tratar de equilibrar las calamitosasconsecuencias del exceso de egoísmo con los intereses legítimos de las mayorías, que hansido lesionados en grado superlativo, pues se han perdido millones de empleos y hay riesgode hambrunas incluso en países como el nuestro.

El caso contrario también es conocido entre nosotros: en nombre de un difuso colectivollamado µel pueblo¶, se intenta imponer un modelo colectivista que apoya una mitad de la población y que la otra mitad rechaza. Este tipo de modelos desconoce al sujeto quitándolela categoría de tal y convirtiéndolo en una condición vergonzante: no eres un individuo, si  persigues tu felicidad eres un individualista. Llevado a su grado máximo, esto fue unarealidad espantosa en uno de los dos atroces totalitarismos que registró el Siglo XX, elsoviético, como bien ilustró Hannah Arendt en Los Orígenes del Totalitarismo.

Supongo que el equilibrio entre ambas tendencias sería lo más sensato, aunque no es nadafácil en la praxis como duramente nos alecciona la historia. Los socialdemócratas (nomarxistas sino pragmatistas como yo) grosso modo podríamos pensar que parasalvaguardar los valores de estas dos tendencias humanas lo más apropiado que conocemoshasta ahora es una democracia que vaya más allá de la simple representación o la  participación, y que haga de la deliberación acerca de los asuntos que nos conciernen atodos su piedra angular. Siguiendo a Michael Walzer, Fernando Mires, Rodolfo Arango y

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otros autores, hemos coincidido en llamar a este modelo La Democracia Social. Estudiarlaen detalle no es la intención de este artículo, pero podemos sugerir algunas de suscaracterísticas: libertades individuales y derechos humanos, derechos sociales, económicosy culturales, para todos los ciudadanos, como suele sintetizar a manera de slogan LeopoldoLópez; promoción de la empresa privada responsable y regulada con firmeza por el Estado,

un Estado de bienestar fuerte para cumplir las misiones encomendadas por los ciudadanos ± nunca para perseguirlos- y la posibilidad de que los ciudadanos emprendan modelosalternativos de organización tanto política como económica, para tratar de consolidar y a lavez democratizar el capital, la riqueza de una nación que es una potencia energética peroque cuenta con un 80% de pobreza. Vengan de donde vengan las propuestas innovadoras,no deberíamos tener pruritos, prejuicios, siempre que tales propuestas demuestren ser rentables, sostenibles, y que ayuden a derrotar la pobreza. Por supuesto que las empresaseconómicas más extendidas en el mundo son las de capital privado, seguidas por losconsorcios estatales. Pero también existen muchas empresas de capital social con grandeséxitos en la dura tarea de luchar contra la pobreza, como el ya citado Banco del Pueblo deMuhamad Yunus. Hay empresas altruistas que además de rendir ganancias a sus dueños privados les otorgan el placer del dar, como las que ha estudiado Felipe Pérez Martí en elIESA y que también son objeto de estudio en las facultades de economía de Harvard yChicago. Hay cooperativas como las de Mondragón en el país vasco que exportan más de12 millardos de euros al año, con universidades, bancos, centros de investigación y de producción de conocimientos, todo ello propiedad de los cooperativistas, de los ciudadanos,y administrada por los mejores gerentes de entre ellos. A eso se debe en buena medida la prosperidad de esta zona del norte de España en comparación con la deprimida Andalucía.¿Hemos de rechazar estas interesantes posibilidades sólo porque son mencionadas yutilizadas demagógicamente desde el locus de discurso del gobierno? Si funcionan, si sonrentables y ayudan a salvar a nuestros hermanos de la pobreza, pues bienvenidas.

Al hacer énfasis en el adjetivo µdeliberativa¶ aplicado a la democracia bordeamosnuevamente el territorio de la ciudadanía como elección: si yo acepto vivir y ser ciudadano  por ejemplo de Chacao, me comprometo no sólo a pagar los impuestos, cuidar lainfraestructura y respetar las normas municipales: debo participar y deliberar acerca de losasuntos públicos, tal y como lo hago en casa a la hora de resolver los asuntos familiares.Esa responsabilidad por lo público es la expansión, al ámbito de la ciudad, del sentimientode unidad y solidaridad que debe reinar en una familia: ese sentimiento ha sido descritocomo amor a lo público, republicanismo, por filósofos romanos como Cicerón, y es elsentimiento que inspiró el modelo deliberativo de la democracia norteamericana, como bienlo vio Alexis de Tocqueville en La Democracia en América.

La ciudadanía como elección, en la díada egoísmo±solidaridad, y en el marco de unademocracia social deliberativa, comprendería pues conductas públicas ±más allá del ámbitofamiliar- que pueden ser egoístas, como ganar mucho dinero con una empresa, proyectos devida que de suyo son legítimos si no lesionan los intereses de los demás como hicieron los banqueros responsables de la burbuja inmobiliaria y la crisis económica actual. Comprendetambién actividades públicas colectivas, solidarias, republicanas, como participar en unconsejo comunal u organizar a los vecinos para colaborar con las autoridades en la  prevención del delito. Estas actividades públicas no deben ser impuestas por la fuerza ni  por el chantaje: si así fuera perderían todo su valor altruista, para convertirse en trabajo

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forzado, que era una modalidad del castigo penal en tiempos de Gómez, cuando los presos  políticos, con un grillo en el tobillo, eran obligados a abrir carreteras en medio decondiciones salvajes.

Aristóteles pensaba que fuera de una ciudad, de una comunidad, de una pólis, los hombres

no podían alcanzar la condición humana completa; por eso llamó al ser humano µanimal político¶ aquel que sólo alcanza su condición cuando vive en una pólis. Sea lo que sea, nos  juntamos como humanos en comunidades para alcanzar bienes que deseamos: abrigo,comida, familia, solidaridad, mejor nivel de vida para los míos y para los otros, que pasan aser µnosotros¶, los conciudadanos.

Los bienes de la vida y la organización colectiva no tendrían por qué diferir demasiado delos que aspiramos como individuos. Tal vez los individuos somos como las células de unmacro organismo, llámese municipio, estado, nación, humanidad: querámoslo o no, al igualque las células del páncreas, trabajamos para el bienestar de todo el organismo. Si lascélulas del páncreas se olvidan de su responsabilidad para con el cuerpo y se ponen areproducirse como locas nos morimos de cáncer. Ciertos banqueros pensaron que se podríareproducir el dinero de manera piramidal y sin sustento real: ahora han generado un cáncer  para la economía mundial cuya quimioterapia va a ser sumamente costosa y dolorosa. Por otra parte, si se quiere obligar a un individuo, a una célula del brazo, a funcionar sólo parael colectivo olvidando su propia alimentación y sus intereses individuales, entonces el brazo se seca, y también se muere Si seguimos las ideas de ciertos teóricos del desarrollo ± dado que nos juntamos en sociedad para conseguir mejores niveles de vida- podríamosenumerar una escala ascendente de bienes o capitales que contribuirían decisivamente connuestro proyecto de felicidad individual y colectiva. Primero, no deberíamos padecer hambre, miseria ni exclusión. Por ello, la reducción de la pobreza es el macro objetivofundamental e inicial de todo proyecto de desarrollo actualmente. No puede haber paz,decía Aristóteles en La Política (anticipándose a Marx, a Amartya Sen, a Robert Putnam yluego de estudiar más de 180 constituciones de su época) allí donde muy pocos tienenmucho y donde muchos tienen poco. Aquellas naciones donde la mayoría tiene lo suficiente para vivir medianamente bien tienden a ser las más estables.

Por ello, el primer capital es el físico, el tangible: el dinero, las empresas, los activos, latierra, las propiedades inmobiliarias. La planificación económica pretende, desde AdamSmith y Marx, potenciar e incrementar esa riqueza y distribuirla de manera justa.

Hay riquezas netamente humanas como la educación, la salud, la libertad, la nodiscriminación de género, la capacitación para tener mayores opciones en la vida, que sehan incorporado al marco de los capitales, y que a juicio de los economistas como AmartyaSen son indispensables para poder obtener éxito en la búsqueda de las riquezas del primer tipo: incluso, una sociedad puede acumular mucha riqueza del primer tipo, pero a falta deestas riquezas humanas, puede ser muy injusta si discrimina a sus aborígenes, sus negros,sus mujeres o a una minoría religiosa. La combinación de ambos capitales como palancadel desarrollo ha inspirado Las Metas del Milenio, un convenio suscrito en el año 2000 por los países miembros de la ONU, Venezuela incluida, que se compromete a reducir drásticamente la pobreza entre el 2000 y el 2015.

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Un tercer tipo de riqueza la constituyen las redes de confianza y solidaridad en que participan los habitantes de una comunidad: si los individuos se comprometen activamentecon lo que a todos concierne, en el sentido republicano que antes mencionamos, se generaun clima de cultura cívica más fecundo que en aquellos sitios donde reina la desconfianza yel aislamiento. Este espacio de cultura cívica proporciona un mejor campo de desarrollo

  para ese inter-nos, entre±nos, donde se realiza la política, según Hannah Arendt. RobertPutnam sostiene que ese elemento de confianza y compromiso público es determinante a lahora de obtener mejores resultados económicos, políticos y sociales en una comunidad, y loha llamado µcapital social¶. Las sociedades más ricas del mundo, y no por casualidad, sonlas más libres y las que mayor nivel de participación y capital social presentan.

Una sociedad o un individuo pueden por puro instinto de supervivencia, por simple interésegoísta bien calculado, para no desaparecer, aceptar de buena o mala gana que se empleenrecursos que él o ella quisieran acumular para sí de manera egoísta; esto sería una especiede caridad preventiva de desórdenes sociales. Desde este punto de vista, se pueden alcanzar metas no desdeñables de desarrollo humano en términos del capital físico, el capitalhumano y el capital social. Por el mero hecho de contribuir con esos imperativos sociales,tal vez uno pueda creer que cumple de manera suficiente con su ciudadanía como eleccióny de responsabilidad con lo público. En este caso, mi felicidad deviene del hecho de pensar que, al sacrificar una parte de mis hipotéticos beneficios (pagando el impuesto sobre larenta o haciendo donaciones a las Damas Salesianas) estoy salvaguardando la posibilidadde recibir los bienes y placeres que como individuo egoísta deseo, y que me importan másque nada en el mundo. Tales individuos cumplen un mínimo deseable de responsabilidadsocial, y nos habríamos evitado muchos males si los vituperados banqueros de la crisisinmobiliaria hubieran tenido al menos esta mínima conciencia de las posibles repercusionesde sus desquiciadas acciones.

Ahora,, al igual que cuando hicimos un análisis del concepto de ciudadanía desde el puntode vista jurídico±político, aquí resulta que los compactos de capital físico, humano, social yde interés por lo público entre otros, nos dan una visión interesante del entorno y las mirasen que puede desarrollarse una ciudadanía de la elección en el marco de una democraciasocial deliberativa. Pero no debemos olvidar el elemento irracional, emotivo, que a Paco lehace decir µPorque así lo quise¶; el µSí, acepto¶, que nos hace elegir unos valores en vez deotros, determinado lugar ±Chacao en vez de Vigo- como el sitio donde vamos a vivir ydonde queremos ser enterrados, rodeados de gentes a quienes amamos, nuestras mujeres,nuestros niños, nuestros amigos, nuestras mascotas, nuestros parques, el banquito denuestra plaza predilecta, nuestra tasca favorita, las calles que nos gusta recorrer parasentirnos parte de nuestro entorno.

¿Cuál es la fuente de donde surge nuestra capacidad de amar? ¿Cuál es ese primer amor queluego de sernos dado nos capacita para darlo, para sentir a los otros como parte delµnosotros¶, es decir, del grupo o los grupos ante los cuales me siento comprometidoéticamente y moralmente, ante quienes debo responder por mis acciones? ¿De dónde  proviene nuestra capacidad de relacionarnos con los otros, esa cualidad que los griegosllamaban simpatía? Uno de mis héroes filosóficos, Richard Rorty, afirma, siguiendo a lafilósofa feminista Annette Baier que el primer amor, el que nos hace conocer lo que ellallama confianza apropiada, es el que surge entre la madre y el hijo. La criatura más

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desvalida de la naturaleza, el cachorro humano, es un ego en estado puro dentro de uncuerpo pequeño y arrugado que no puede hacer nada por sí mismo, como sí lo hace elcervatillo que apenas nace se levanta para correr al lado de su madre y así evitar ser devorado por el cheeta. El cachorro humano es el grado absoluto del ego, como bien nosdijo Freud: sólo sabe pedir, recibir, quiero comer, quiero dormir, dame ese juguete, todo lo

que le rodea quiere que le pertenezca, todo debe estar en función de su placer, sin dar nadaa cambio, sólo berridos en caso de que no le complazcan. Y he aquí que ocurre uno de losmayores milagros de la naturaleza: la madre se despoja de su ego y le da a su hijo todo suser sin pedir nada a cambio. Toma, bebé: come. Duerme bebé, que mamá te cuida: hastaque seas capaz de valerte por ti mismo, yo daré mi vida por ti. Todo lo que la madre recibedel mundo se lo da al bebé; comida, abrigo, mimos, luz. Es un acto luminoso, que sóloquienes pensamos en español captamos en la etimología del nacimiento: la madre alumbra,da a luz, y le sigue dando luz a su hijo sin pedir nada a cambio. Es un amor tanabsolutamente incondicionado que sólo él es capaz de doblegar el ego salvaje del infante: elniño aprende a confiar en su madre, y esa es la primera palabra que usualmente articula: no  pide comida, ni cama, ni abrigo, pide mamá, porque sabe que ella lo amaincondicionalmente y que le va a proveer de todo lo que necesita. Deberíamos decir que elego de la madre no desaparece, en realidad, se expande, porque ahora es su ego fundido conel ego de su hijo. Dado que el padre también interviene, disminuyendo drásticamente suego en función del hijo, en realidad se forma un ego expandido que genera compromisos  primero entre tres, madre, padre, hijo, y luego hacia un pequeño círculo: la abuela, loshermanos, los primos. A partir de la confianza apropiada generada por el amor incondicionado de la madre hacia el hijo, aprendemos a trascender nuestros interesesindividuales, egoístas. El círculo de compromisos morales se extiende hacia la familia,luego hacia los amigos y luego hacia determinados grupos a los que consideramos comoµnosotros¶. A partir de allí, mediante una educación cívica adecuada (pienso en losciudadanos atenienses entrenándose en oratoria y retórica para participar en las asambleas,en los ciudadanos de la república romana estudiando el origen de su ciudad mediante lalectura de La Eneida de Virgilio), el compromiso moral, herencia de la confianza apropiadagenerada por el amor maternal, puede extenderse hacia la ciudad, hacia el país, hacia laHumanidad, e incluso hacia el planeta, hacia sus animales y sus plantas, como en el caso delos ecologistas.

¿Puede educarse en ese amor hacia lo público, hay acaso maneras de coadyuvar a quenuestra tendencia a considerar dentro del círculo del nosotros se amplíe hacia aquellos queno conocemos pero que sufren en la distancia? Ya antes sugerimos que sí, dada la  plasticidad del Yo humano. John Dewey pensaba que eso era posible, y como granreformador de la educación primaria norteamericana a principios del siglo XX, introdujocontenidos de debate en la escuela, en la familia, contenidos de moral y cívica obligatorios para los ciudadanos en proceso de construcción, para los jóvenes. El sabio maestro Prietono obvió la experiencia del gran filósofo de la educación para la democracia, y la replicó enVenezuela mediante el INCE y mediante el experimento de La Nueva Escuela, queintrodujo los contenidos de Moral y Cívica que eran obligatorios cuando yo estudiaba primaria y secundaria durante mi adolescencia en Maracay y cuya eliminación hoy tantodeploramos.

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Aparte del amor incondicionado de la madre y el niño, existe otro elemento humano, señalaRorty en Contingencia Ironía y Solidaridad, que nos puede ampliar el horizonte delµnosotros¶: el dolor. El dolor no es lingüístico, es algo que conocemos todos los sereshumanos de cualquier condición, y que incluso compartimos con los animales que no poseen lenguaje.

Imaginemos un perrito, un cachorro de Jack Russell llamado Cirilo. Al domesticarlo, leinhibimos los instintos de cacería, de manera que el cachorro depende por entero denosotros para no morir. Debemos alimentarlo, cuidarlo, darle compañía dado que somosresponsables de él, hemos elegido que esté en nuestra casa en vez de estar en su estadonatural cazando conejos y lagartijas. El cachorro, más rápidamente que el bebé humano,aprende esto, y a cambio de la protección se entrega por entero a su amo con un amor incondicional que podemos percibir aunque no tenga palabras para expresarlo. Sabemoscuándo el cachorro sufre, cuándo está feliz, porque el amor y el dolor los compartimos conalgunos animales altamente evolucionados, aunque ellos no tengan lenguajes articuladoscomo el nuestro. Por eso, el cachorro Cirilo termina siendo parte de la familia, de la casa,de la cuadra, del municipio: se establecen legislaciones para evitar los maltratos, haynormas para que cuando su amo lo pasee maneje adecuadamente el detritus del animalito.Pienso en Chacao y me doy cuenta que es un municipio altamente consolidado dondeincluso hay botes espaciales para las deposiciones de Cirilo, hay parques para las mascotas,y los amos de los cachorros llevan guantes de celofán para recoger los desperdicios, algoque está reglamentado, como en Nueva York o Londres.

Y así como somos capaces de sentir amor y dolor por el pequeño Cirilo, quien haestablecido con nosotros una confianza adecuada, así como Cirilo ha pasado a formar partedel nosotros, al punto que las visitan le saludan al llegar a nuestra casa, también podemosampliar el círculo de los seres humanos a quienes consideramos µnosotros¶. Vemos la fotode una madre en África cuyo hijo está muriendo por la hambruna y podemos sentir esedolor aunque no hablemos su lengua. Vemos los rostros de las madres que van a recoger loscadáveres de sus hijos asesinados que yacen en la morgue de Bello Monte ±son unos 300 almes en Caracas- y podemos sentir su dolor.

Poder sentir el dolor de esas personas que no forman parte de nuestro círculo del nosotros,introducirlas en el círculo de aquellos hacia quienes sentimos obligación moral, es algo que  puede propiciarse mediante la curiosidad. Los reportajes, las novelas, los testimonios, pueden contribuir a que entendamos que son tan humanos como nosotros. Se trata de unaeducación sentimental que no excluye por supuesto la educación en historia, elconocimiento de las normas y los valores de ese espacio donde hemos elegido ser ciudadanos: en Chacao, por ejemplo, ello debería incluir la historia de Los Palmeros, elrelato de cómo en esa pequeña hacienda vecina de Caracas pudo existir durante la coloniatodo un movimiento musical conocido como La Escuela de Chacao. ¿Quiénes vinieron enlos barcos desde Italia, Portugal y España a poblar su casco central? ¿Quiénes construyeronesos pequeños y hermosos edificios que tanto nos recuerdan una calle de Nápoles o deCantabria? ¿Cuáles son los nombres y cómo eran los rostros de aquellos que murieronabaleados en nuestras plazas defendiendo su-nuestra libertad? Pienso en Chacao y me doycuenta que es un municipio donde se han consolidado algunos de los capitales quemencionamos anteriormente: el físico a través de sus infraest6ructuras, el institucional a

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través de sus instituciones, el humano, el social. De no ser así, no sería uno de losmunicipios mejor gestionados del mundo, y el sitio donde todos los caraqueños quierenvivir, de manera que no es muy difícil enamorarse de él. No es algo sobrehumano pedirle aquienes vivimos aquí que nos comprometamos con lo público, que participemos y de hechose trata de un municipio donde la participación pública y el capital social son muy altos. Lo

otro, el amor, el µAsí lo quise¶, forma lo que algunos colegas de aquí han llamado el capitalmoral, que sería a mi juicio el alma del municipio.

IV.- Conclusión 

En resumen, uno puede ascender, con las precauciones del caso, del amor incondicionado yla confianza apropiada de la madre y el hijo hasta el amor a lo público, a la preocupaciónsincera y sentida por el dolor de los otros, de los futuros µnosotros¶. Y, como decía antes,cuando uno camina por el casco central de Chacao, entre los viejos edificios europeos decuatro pisos con ropa secando en los balcones, cuando los niños corretean y patinanconfiados alrededor de uno, no es demasiado difícil enamorarse de este espacio.

¡Ah! Pero la nobleza obliga. El compromiso ético ascendente, si es honesto, no termina enel municipio. No somos simples células que viven en un municipio afortunado, más allá delo cual nada más existe. Dadas las condiciones afortunadas de este municipio y a la participación política de sus ciudadanos y líderes políticos, Chacao se ha convertido en un paradigma, en una referencia política: una manera de decir oposición en Venezuela es decir µla gente de la Plaza Altamira¶, con todos los aciertos y errores que esa adscripciónconlleve. Igual que pasa con las células del bazo, Chacao no podrá sobrevivir si elorganismo de la nación muere.

Desde Chacao no es fácil percibir a los otros que viven en Antímano o en La Bombilla dePetare, no es fácil sentir su dolor, ni que ellos sientan el nuestro, porque adicionalmenteestán siendo azuzados contra nosotros, porque hay gente que les quiere hacer creer quenuestra afortunada condición se debe a que los expoliamos de todo lo que ellos se merecen.

Discutir si ese resentimiento tiene bases es tema de otro ensayo, pero de la comprobaciónde la existencia de ese doloroso rencor, justo o no, surge un imperativo: nuestro deber esademás propiciar las vías para encontrarnos con ellos, y que pasen a ser nosotros, y queellos nos sientan igualmente como gente que forma parte de su nosotros. Tal vez no todosestán listos para hacerlo por altruismo: muchos han empezado a entenderlo a regañadientes,y lo aceptan por miedo a nuevos sacudones sociales, o para cooptarlos en la empresa desacar a un Presidente que la mayoría aquí no quiere. A los efectos de formar una mayoríaelectoral, lo anterior podría parecer suficiente: pero a los efectos políticos y sociales no loes.

Los ciudadanos de todas partes son cada vez más informados y listos: con la revolucióninformática y de las comunicaciones se ha incrementado exponencialmente la capacidad dereflexión social, como diría Anthony Giddens en La Tercera Vía, de manera que conocenmuchas historias de aquí y de todo el mundo y si alguien trata de engañarlos puede salir trasquilado.

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Muchos de nosotros creemos tener la razón al preferir una democracia social deliberativaen vez de un difuso y a todas luces autoritario µsocialismo del siglo XXI¶. Y no es muydifícil que en un debate ofrezcamos argumentos muy persuasivos acerca de la preferibilidadde nuestro modelo. Podemos decir que nos importan los pobres y los excluidos, pero:¿realmente nos importan? Y si ello es así, ¿cómo nos importan? Si los vemos como

  pobrecitos equivocados manipulados por un populista demoníaco, no los estamosconsiderando como un µnosotros¶ dado que sería bastante bizarro que uno se describiera a símismo de esa manera en política. Y ellos lo saben, y acaso por eso no se terminan de aliar con nosotros para formar una mayoría definitiva que corrija el rumbo de la nación. Si losaceptáramos como parte del nosotros (nosotros no somos superiores a ellos, esa es la premisa) ellos sentirían nuestros dolores, nuestras angustias, y formarían (formaríamos) unnuevo nosotros más allá de la polarización.

La crisis que enfrentamos va a ser cada día más dolorosa y feroz. Todo lo que hagamosaquí tiene influencia en el resto del mundo, como en el efecto de las alas de la mariposa dela teoría fractal de los huracanes: todo lo que se haga en el mundo nos afecta, desde lasdecisiones de Obama para frenar la crisis económica hasta la pesca de arrastres y elderretimiento de los polos.

A lo largo de unos pocos milenios, hemos avanzado como Humanidad ±no es un procesohomogéneo, of course- hacia la noción cada vez más extendida de que somos un soloorganismo, una sola humanidad, que viaja en una minúscula nave espacial, en un globitoazul que flota en la inmensidad del espacio.

  Nuestra supervivencia como individuos, como habitantes por ejemplo de un municipiocomo Chacao, depende de que el cuerpo de la nación no muera, y que tampoco lo haga elorganismo total del que somos parte, la Humanidad. De manera que si las células de Petare,de La Vega, llegan a necesitar comida por alguna hambruna originada por la crisiseconómica, deben contar con nosotros: debemos alcanzar de corazón la noción de que todossomos parte del organismo de la nación, del organismo que llamamos la Humanidad, porque si continuamos jugando para nosotros solos de manera egoísta, vamos a destruir elorganismo, y con él a nosotros mismos. De igual manera, si permitimos que disuelvannuestra individualidad en un colectivo definido por una sola persona, el organismo de lanación va a continuar secándose. El individuo no desaparece en las redes, en los nuevoscolectivos, sigue siendo una persona, sólo que al deliberar y actuar en equipo el resultado esque la inteligencia social aumenta, y la nación se hace más y más capaz de afrontar los retosque aparecen día a día. No se trata de crear una colección de individuos excepcionalesaislados los unos de los otros: tampoco se trata de licuar a todos los individuos de todas lascondiciones en un férreo colectivo decidió por uno solo. Lo que nos exige el futuro va másallá de eso: personas, individuos, pensando y trabajando en redes.

Creo que estas últimas nociones compendian algunos de los compromisos y valores que seañaden a la ciudadanía por elección, algo así como una ciudadanía a la vez local y global,cuando nos damos cuenta de que estamos interconectados, de que no tenemos posibilidadde aislarnos, de que la supervivencia de todos depende la de cada uno y de la de cada unodepende de la de todos, de manera indisoluble.

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La naturaleza y el planeta han sido para los humanos una madre también: no en balde lasmitologías y teologías abundan en categorías muy extendidas que hablan de la madre tierray el dios padre que está en los cielos. La naturaleza ha otorgado al hombre bienes casiinfinitos durante milenios. Sin embargo, al actuar egoístamente, saqueando la biósfera sinlímites, como señala el economista Herman Daly en textos como Economics in a full world,

los humanos nos hemos convertido en las células cancerígenas sobre el planeta, algo de locual son incapaces las otras especies.

El reto que tenemos por delante es colosal: pensar global y actuar localmente de la maneramás coherente y convencida posible. Conciliar nuestra supervivencia individual, familiar,local, nacional, regional, con la supervivencia de todo el planeta. Podríamos pensar quetodos los niveles que hemos mencionado en ascenso están atravesados por el mismoimperativo: superar o al menos conciliar el egoísmo ±que puede ser legítimo- con lasolidaridad y el altruismo, que no son simple beatería ni cinismo para sobrevivir dentro denuestros privilegios, sino una forma inversa y útil de sentir placer y satisfacción, una quealgunos filósofos consideran como la más elevada de todas.

El más ilustre ciudadano de Atenas, Sócrates el feo, el primer filósofo malandro de lahumanidad, el irreverente que conversaba con quienes traían el pescado del puerto del Pireoy con los mercaderes de aceite y vino, el que decía ser un simple mayeuta, un partero queayudaba a los otros a iluminar sus propias ideas, fue acusado injustamente de corromper ala juventud ateniense con semejantes prácticas. Pudo haber optado por el exilio, pero sesentía un esclavo de las leyes de la ciudad que tanto amaba, y prefirió por ello ingerir lacicuta y morir en brazos de sus panas. Vivir y morir lejos de Atenas habría sido la peor detodas las muertes. Una vida plena merece una buena muerte, como nos recuerda LeonardoDa Vinci. Hasta la buena muerte puede ser elegida, como hizo Sócrates, como se repitearquetípicamente en el protagonista del inolvidable film canadiense Las InvasionesBárbaras: una buena muerte elegida, el evvthánatos griego, la eutanasia, en que el viajeroestá rodeado de los seres que ha amado en la vida, sus companio mortis, la familia y los panas que van a cerrar sus ojos, los que le van a acompañar hasta el portal del descenso a suúltima sombra, como otros harán con ellos cuando les llegue la ineluctable hora.

El alcalde Emilio Graterón, durante la presentación de su programa de gobierno, dijo algocomo: µHe decidido vivir aquí, aquí me casaré y aquí nacerán mis hijos¶. Siempre que mereúno con mi pana José Antonio Alvarado a refrescarnos con una birra en la Tasca DaPonte, detrás de la Plaza Bolívar y la iglesia de Chacao, en ese breve espacio refugio devarias generaciones de estudiantes universitarios y de parroquianos habituales que tanto merecuerda los terceros lugares donde uno aprende a comportarse, a hablar con los otros, aescuchar y a respetar, los ámbitos de la educación cívica informal que tanto ponderó elhistoriador Christopher Lash en La Conversación y las artes cívicas, cada vez que me reúnocon José allí, prosigo, le repito que no sería imposible para mí estar en Nueva York haciendo el PhD: pero, fiel a todo lo que he dicho a lo largo de este paper, mis días sedemoran gustosos en estas calles, en este municipio, con todas las dulces ventajas y lasseveras responsabilidades públicas que ello implica, simplemente porque así lo quise. A mi juicio, es la mejor manera de describir y sentir la condición ciudadana que tanto nos afanaen estos días angustiosos de la patria.

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