musica, tiempo y displays · 2019-06-19 · vuelven el reflejo de la posición que, respecto a ti y...
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Los Cuadernos de Música
MUSICA, TIEMPO Y DISPLAYS
Enrique Gil Calvo
e uál es el significado de la música, cuál su contenido, cuál su referencia denotada, cuál su sentido? Tales metafísicas preguntas no deben formularse pues no
pueden responderse en términos objetivos. Como decía Wittgenstein, el significado de un signo está en su uso.
La etología denomina «displays» a los mensajes que usan los animales para su comunicación interindividual: pavoneo de pavos que hacen la rueda con su cola, engallamiento de gallos dispuestos a la pelea, zureo de palomas que galantean su parada nupcial, gruñido ostentador de caninos en señal de agresividad, ofrecimiento de cuello y trasero en señal de sometimiento, etc.: medios audiovisuales todos ellos que se usan para marcar y señalar las posiciones recíprocamente ocupadas, para tantear y ostentar el status grupal, para medir y subrayar la distancia social. Así, trinos, ladridos, graznidos, maullidos, cacareos, rugidos y demás medios audiovisuales de comunicación interindividual, unen a los animales tanto como los dividen y separan, pues no sólo son llamadas de atracción dirigidas hacia los afines (parejas, crías, iguales en rango, miembros de la misma camada,
Beethoven.
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etc.) sino excluyentes avisos de repulsa dirigidos hacia competidores y rivales.
Como especie animal, los homínidos también usamos displays etológicos: risas y llantos, voces Y murmullos, carcajadas y lloros, gritos y susurros. Además, la evolución hizo que esa capacidad vocal (la voz humana como display) fuese tecnológicamente articulada para transmitir información ambiental. Pero no por eso la capacidad vocal dejó de ser utilizada como display: simplemente, ambas funciones vocales, la de información y la de display, quedaron separadas, la una para llamar por su nombre a las cosas, la otra para unir y separar a las personas. Y la evolución tecnológica determinó que la función de información diese lugar a la construcción de lenguajes y la función de display diese lugar a la construcción de músicas. Así, la música no es sino la tecnología del «audiodisplay»: displays sonoros, artificialmente construidos e instrumentalmente amplificados, pero cuyo efecto (cuyo uso) es el mismo que el de los displ_ay� _etol�gic;os: unir y separar, reunir y repartir, juntar y dividir, a las personas, pues toda . llamada musical de atracción dirigida a los afines no es sino un excluyente aviso musical de repulsa dirigido a los competidores rivales.
La música que te gusta es el espejo en que te miras para que te devuelva reflejada tu propia identidad: música en la que te reconoces y con la que te identificas. Tu música es la música de los tuyos, tus iguales, aquellos en los que te reconoces y con los que te identificas: al mirarte en el espejo de tu música, es la imagen de los tuyos, tus iguales, la que te devuelve tu espejo musical. Así, la música refleja la posición que ocupáis tú y los tuyos respecto a los demás.
Pero cuando miras un espejo no sólo se refleja tu imagen sino también las imágenes de los que se te enfrentan: las otras músicas, aquellas contrapuestas a la que a ti más te gusta y que, por tanto, representan para ti la «antimúsica», te ofrecen el reflejo de los otros, de quienes, lejos de ser los tuyos, te resultan ajenos, extraños y hostiles. Las músicas que te disgustan son las músicas de aquellos que no te reconocen como uno de los suyos: los otros, en los que no te reconoces y con los que no te identificas. Así, esas músicas ajenas te devuelven el reflejo de la posición que, respecto a ti y los tuyos, ocupan los demás.
De este modo, el sistema formado por las distintas y contrapuestas músicas (pues no existe «la» música) �ctúa como un gigantesco espejo (la «musicosfera») que recubre, a manera de sonoro dosel, la totalidad de la estructura social (o «sociosfera» ): todas y cada una de las posiciones sociales en que resulta dividida la sociosfera pueden reconocerse en el reflejo musical que les devuelve la musicosfera y con el que se identifican; y al mismo tiempo, cada posición social puede reconocer e identificar a las otras sin más que atender a sus reflejos proyectados por la musicosfera.
En suma, la música está tan dividida como la
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Beatles.
propia sociedad, pues las desigualdades que dividen a la sociedad (desigualdades de sexo, de edad, de estado civil, de nivel educativo, de recursos materiales y de actividad ocupacional) resultan exactamente reproducidas P,Or las desigualdades que dividen a la música: la división musical comunica la división social (ésa y no otra es la información transmitida por la música).
Lo que implica que la música varía en función ( o «al compás») de la estructura social: y la música variará tanto cuanto varíe la estructura social.Ahora bien, la estructura social varía tanto sincrónicamente (variaciones existentes entre unasposiciones sociales y otras) como diacrónicamente(variaciones producidas de unas épocas a otras):pues bien, también la música varía tanto con laposición social como con el cambio social. Y elloporque la propia materialidad sonora de la músicaconsiste en variedad sincrónica y diacrónica.
La tecnología de la música se basa en la doble articulación de la forma del tiempo: principio de simultaneidad (armonía, timbre, coloratura) y principio de repetición (ritmo, melodía, cadencia). ¿En qué varían unos respecto a otros los sonidos que están sonando simultáneamente en cada instante del curso del tiempo, y en qué varían unos respecto a otros los sonidos que van sonando sucesivamente a lo largo del curso del tiempo?: ésa es la microestructura física de todas las músicas. ¿En qué varían unas respecto a otras las distintas músicas que coexisten simultáneamente en una sociedad, y en qué varían unas respecto a otras las distintas músicas que sucesivamente surgen a lo largo de la historia?: ésa es la macroestructura de la evolución musical. ¿En qué varían unas respecto a otras las distintas posiciones sociales que coexisten simultáneamente, y en qué varían las
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posiciones sociales al compás del cambio social?: la evolución musical nos lo comunicará. En fin, la música es la abstracción de la variedad sincrónica y diacrónica del sistema social: sólo expresa la complejidad e irreversibilidad de la flecha del tiempo. Por ello, la música es el reloj/calendario que comunica la entropía del sistema social.
¿Cuál es, pues, el uso de la música?: el de una máquina del tiempo, diacronizadora de conductas, el de un reloj complejo, sincronizador de conductas. Si se. piensa en los desfiles ( donde la música permite unir a los soldados en una sola masa corporal de movimientos unísonos) o en los bailes (donde sólo la música permite coordinar los pasos de las parejas), podrá comprenderse mejor el efecto sincronizador/coordinador de conductas del display musical al actuar como reloj. Pero los bailes se pasan de moda, y otros nuevos bailes más modernos los suplantan: cada baile del pasado (del minué al vals, de la polka al cancán, de la java al foxtrot, del tango al charleston, del mambo al chachachá, del boogiewoogie al rocanrol, del twist al madison, del jerk al break) permite fechar exactamente cada fase de la evolución histórica: efecto diacronizador de conductas del display musical al actuar como calendario.
Analicemos, por ejemplo, la división entre las músicas culta y popular. Es sabido, porque lo explicó Weber en un artículo célebre, que el inicio de la Modernidad implicó la racionalización musical culminada en los compositores luteranos encabezados por Bach ( quien logra racionalizar el tiempo con su clave bien temperado, resolviendo los problemas técnicos que planteaba la construcción de un perfecto reloj musical: el círculo de quintas): a partir de ahí, la evolución de la música culta adquiere una velocidad inusitada, en un proceso de durísima competencia por ver quién hace una música más variada y más innovadora: más moderna. Así, la evolución histórica de las sucesivas músicas cultas, hasta 1900, pasa a estar regida
Pierre Boulez. P. Daltrey.
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The Boorntown Rats.
por las Leyes de la Moda que son la Ley de la Modernidad (derivadas de las leyes de la evolución biológica): producción de variedades innovadoras, competencia entre innovadores, selección de la innovación que implique mayor variedad, difusión de la innovación seleccionada, pérdida de novedad por parte de la innovación difundida y, por ende, necesidad de producción de nuevas variedades innovadoras, con lo que el ciclo de la Moda vuelve a comenzar.
Hay que comprender que la evolución de la música culta no es debida a la confluencia fortuita de varios «genios artísticos» reunidos por el azar (desde Vivaldi hasta la disolución dodecafónica, pasando por Bach, Mozart y Beethoven), sino que es el efecto causado por la propia evolución de la realidad social. Desde 1450 (fecha simbolizadora de la consolidación del orden industrial), la estructura social europea evoluciona a una vertiginosa velocidad: no tanto por lo que hace a ias posiciones sociales más desposeídas (las mayoritarias clases campesinas), que apenas si ven modificarse sus condiciones de vida, sino, sobre todo, por lo que respecta a las posiciones sociales más favorecidas (las minorías dirigentes, urbanas e ilustradas) que, debido a los desiguales resultados de su feroz competencia por repartirse los despojos del saqueo colonial del planeta, se reestructuran sin cesar en un proceso de revolución permanente sumamente inestable: fortunas rapidísimas que se despeñan en la ruina, glorias súbitas cuya forma pronto se deshonra, usurpaciones tan fugaces que no logran adquirir legitimidad, certificados de nobleza generados en reñida subasta y desintegrados en aventurera locura, desmoronamiento ineluctable de prestigios lenta y minuciosamente atesorados, letal menosprecio de una y otra irrisoria fidelidad, traiciones intransigentes, ceguera inquisito-
ral. En estos siglos de la era moderna, las clases dirigentes europeas semejaban el inútil chapoteo de las olas que pugnan entre sí por sobresalir unas de otras, sin que ninguna lo consiga más que por breves segundos de dudosa celebridad; pero, bajo las olas que se debaten y suplantan, las aguas profundas, inertes como masas campesinas, apenas se mueven ni cambian: la música popular, a diferencia de la música culta, apenas evoluciona durante los cuatro siglos de la Europa Moderna. Las clases altas europeas precisaban una música culta que evolucionase tan deprisa como su propia reestructuración social (para que cada nuevo grupo dominante pudiera reconocerse en su propio y excluyente reflejo musical, rompiendo en mil pedazos el anterior espejo perteneciente al viejo grupo dominante al que acababa de suplantar), mientras que las clases bajas precisaban del inmovilismo tradicional de la música popular, que en nada había evolucionado desde la Edad Media puesto que nada había evolucionado la estructura social de campesinos y artesanos desde la época feudal.
Entre 1850 y 1900 se cambian por completo las tomas. A partir de entonces, la música culta deja de evolucionar, congelándose en la rememoración ritual del pasado (música de concierto, museística y monumental, que una y mil veces celebra las mismas exequias por los restos arqueológicos de Vivaldi, Bach, Mozart y Beethoven). Conviene fijarse en los hechos. Antes de 1850, las clases
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dirigentes europeas atendían la música inventada por su propia generación, despreciando por completo, de acuerdo a las Leyes de la Moda, las músicas inventadas por las anteriores generaciones pasadas: los seguidores contemporáneos de Beethoven no sólo despreciaban a Haydn y Mozart sino que ni siquiera lograban recordar su música. Tras 1900 sucede exactamente al revés; las clases dirigentes desprecian la música inventada por su propia generación, admirando y atendiendo tan sólo la música atesorada y depositada por la tradición y la memoria de generaciones antepasadas: los actuales seguidores de Vivaldi, Bach, Mozart y Beethoven, no sólo desprecian a Willam Basie, Charles Parker, Thelonious Monk, Raymond Charles, Elvis Presley, John Lennon, Edgar Varese o John Cage, sino que ni siquiera han escuchado nunca su música. Paralelamente, tras 1850, la música popular despegaba de su inmovilismo para iniciar un proceso de evolución regida por las leyes de la moda: justo al mismo tiempo que la música culta detenía su proceso de evolución. Mientras las clases «cultas» actuales se dedican a rememorar ritualmente el glorioso pasado de la música «clásica», las clases populares se dedican a informarse activamente de las evoluciones de la música popular: opereta, zarzuela, vaudeville, cabaret, music-hall, revista, comedia musical, canción ligera, blues, jazz, swing, rocanrol, música pop, etc.
Y todo ello por lo siguiente: entre 1850 y 1900 se consolida y estabiliza la estructura social de las clases dirigentes (burguesía industrial, financiera y funcionarial) mientras que, por el contrario, comienza a reestructurarse y evolucionar la estructura social de las clases subordinadas (procesos de industrialización, salarización, inmigración, urbanización, escolarización, terciarización y transición demográfica). Dicho de otro modo: hasta 1850, el cambio social sólo afectaba a las clases altas pero no a las clases bajas, por lo que las bajas precisaban seguir la tradición mientras que las altas precisaban seguir la moda. En cambio, desde 1850, el cambio social sólo afecta a las clases medias y bajas, pero ya no a las consolidadas clases altas, por lo que son ahora las clases medias y bajas quienes precisan seguir la moda mientras que las clases altas precisan seguir su tradición antepasada.
Ello no sucede sólo con la música: también la pintura, la filosofía, la literatura y demás displays audiovisuales, tecnológicamente amplificados, experimentan una evolución análoga. Hasta 1850-1900, aceleración vertiginosa del proceso renovador de modas cultas frente a inmovilismo estancado de las tradiciones populares; desde 1850-1900, congelación ritual y fosilizada de las tradiciones cultas frente al crecimiento rapidísimo de una nueva cultura popular, permanentemente reestructurada por las Leyes de la Moda: desde la prensa y la fotografía hasta la televisión, pasando por el cine y la radio. El caso de la ropa es muy
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Edgar Varese.
significativo. Desde el fin del feudalismo hasta 1850, la ropa masculina de las clases dirigentes experimenta una evolución muy variada; en cambio, el vestido femenino y el atuendo de las clases populares apenas si cambian, sometidos al imperio de la costumbre tradicional. Pero, desde 1850, la ropa masculina de los grupos dirigentes (financieros, empresarios, funcionarios, políticos, ejecutivos) se fija y estereotipa, se congela y fosiliza en el modelo standard de «traje y corbata» que aún perdura hoy más vigente que nunca. Por eso, desde 1900, es la ropa femenina y la ropa de las clases populares la que, abandonando el dictado de la tradición, comienza a evolucionar al compás de la moda. Sea la pintura, la filosofía o la vestidura, la explicación es la misma que la proporcionada para la música: desde la disolución del orden feudal hasta la consolidación de la sociedad industrial, sólo los varones dirigentes se someten al d.ictado cambiante de las modas ( que les hacenestar al día en su proceso de permanente reestructuración social), mientras que la gran mayoría popular permanece ajena a las modas, repitiendogeneración tras generación los mismos patronesculturales transmitidos por la tradición ( que lespermiten mantener estable su inmóvil estructurasocial); en cambio, tras la consolidación de la sociedad industrial, las posiciones sociales dominantes se estabilizan, por lo que, lejos de tener queseguir los vaivenes de las modas, precisan por elcontrario fijarse en patrones clásicos e inmovilis-
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tas, capaces de rememorarles ritualmente sus fundacionales origen es; justo al revés de lo que sucede con las posiciones sociales subordinadas que, debido a la constante reconversión tecnológica, entran en un proceso de permanente reestructuración social para el que de nada sirven las anteriores tradiciones populares, por lo que, obreros y empleados, mujeres y jóvenes, deben disponerse a seguir frenéticamente las modas, si es que quieren adaptarse a sus siempre cambiantes y reestructuradas condiciones de vida.
Así, pintura, filosofía, literatura y música «cultas» aparecen hoy totalmente muertas, puesto que ya no evolucionan: meros fósiles, puras reliquias, simples monumentos, sencillas ruinas, litúrgicamente atendidos con rutina paleontológica. Lo único vivo, y que evoluciona, son los displays audiovisuales de la moda popular: cine, televisión, ropa, publicidad, música ligera. Tanto es así, que
John Coltrane. Kenny Clarke.
lo único vivo que queda de los rituales «cultos» (en pintura, filosofía, música o literatura) es la parodia hortera de la moda popular: la presunta «vanguardia», que no es sino el puro plagio cultista/elitista de la moda inventada por la cultura popular.
Los arqueólogos de la música culta meten en el mismo cajón de sastre a toda la actual música popular, a la que desprecian como antimúsica. Nada más lejos de la realidad: hoy las músicas populares están más divididas· que nunca, por ejemplo, entre música de jóvenes y música de adultos, cada una de las cuales, a su vez, está enormemente subdividida (para que tanta ingente variedad musical pueda canalizar la diversidad de la estructura social). Y, una vez más, el uso que hace la música de la temporalidad proporciona la clave de la contraposición entre jóvenes y adultos. La música de adultos es un recordatorio del tiempo pasado mientras que la de jóvenes es un timbre de alarma del presente/futuro. Para los
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adultos, su tiempo es oro, por lo que deben ahorrarlo, atesorarlo, acumularlo y conservarlo: la música de los adultos es un conservatorio del tiempo pasado, aquel tiempo en el que cada adulto dejó de ser joven y, al contraer intereses y asumir responsabilidades, se hizo adulto (al igual que sucede con los cadáveres de los relatos policiales, la hora de cuyo asesinato se descubre en su reloj parado, también los gustos musicales de cada adulto revelan la fecha en que transcurrió su pasada juventud, sus noviazgos, su primer trabajo: los adultos conservan parado su reloj musical).
En cambio, para los jóvenes, el tiempo, lejos de ser oro, es mera nada, puro polvo. Como los jóvenes disponen de todo el tiempo libre del mundo ( el tiempo de espera en la cola escolarizada del paro), su tiempo ya no vale nada, por lo que pueden permitirse el lujo del malgastarlo, derrocharlo, consumirlo y consumarlo: destruirlo y matarlo. Los jóvenes carecen de pasado, sólo poseen presente y su futuro es incierto: ¿cómo organizar, pues, su exceso sobrante de tiempo devaluado?: mediante la Música, ese acelerador del paso del tiempo, mediante la Moda, ese conmutador del paso del tiempo, y mediante la Droga, ese interruptor del paso del tiempo. Así, es la música lo que a los jóvenes les permite poder tragar su exceso de tiempo. Una canción es un trago de tiempo, y por eso los jóvenes son tragones musicales: al tragar música se están tragando el tiempo: su propio tiempo, su propia edad, su misma juventud. Trasegar, masticar, devorar y deglutir el tiempo. Eso es lo que hace, para los jóvenes, su música. Y al igual que los alimentos, el tiempo puede ser tragado bien en plan hambrón y glotón (el heavy o rock duro, de muy pesada digestión), bien en plan rápido y prefabricado (Julio Iglesias o los 40 principales: hamburguesas y cocacolas de la música juvenil) o bien en plan gourmet y sofisticado (la nueva ola de los modernos: la carisima nueva cocina musical que se tragan los seguidores del discjockey gastronómico de moda y de éxito).
En fin, esas dos diferentes maneras, la de adultos y la de jóvenes, de organizarse musicalmente
Antonio Viva/di.
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Rory Gallaghell. Howard Iones.
el tiempo, responden a las muy diferentes posiciones sociales ocupadas por los jóvenes y los adultos. ¿Cuáles son las posiciones ocupadas por los adultos?: las consistentes en la defensa de intereses compartidos: familia, propiedad y trabajo. La música de los adultos comunica solidaridad: igualdad de intereses, comunidad de intereses compartidos. A un adulto su música le une con aquellos que comparten sus mismos intereses y a los que considera «los suyos»: su familia, sus compañeros de trabajo, los miembros de su clase social, sus compatriotas coetáneos. Es decir, el pasado conservado y recordado por la música de adultos es el tiempo fundacional de una comunidad de intereses: el origen pretérito de los actuales intereses compartidos (por eso a los adultos les gusta sólo la música que estaba de moda en el momento en que adquirieron su adulta responsabilidad de defender intereses compartidos, cuando su reloj musical quedó parado).
En cambio, los jóvenes no poseen pasado porque no pertenecen todavía a ninguna comunidad de intereses: carecen de familia y carecen de propiedad porque carecen de trabajo. Los jóvenes son desinteresados irresponsables porque aún carecen de la responsabilidad de defender intereses compartidos: por tanto, la música de jóvenes no puede comunicarles solidaridades, igualdad de intereses, comunidad de intereses compartidos, como hacía la música de adultos. ¿Qué comunica, pues, la música de jóvenes?: no solidaridad sino competencia y rivalidad, no igualdad de intereses sino desigualdad de intereses, no comunidad de intereses compartidos sino división de intereses contrapuestos y enfrentados. ¿Cuáles son los intereses objetivos de los jóvenes?: los de competir desigualmente con el resto de jóvenes que se hallan en la misma cola de espera (la escolarizada cola del paro juvenil), a la busca y captura de las
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Nina Hagen.
escasas parejas y los escasos puestos de trabajo. Dado que, para encontrar trabajo y formar familia, hay que competir con el resto de jóvenes, la música juvenil (como el resto de modas juveniles), al dividir desigual y diferencialmente a las distintas clases de jóvenes, comunica la cantidad de competencia, división y desigualdad que reina entre la juventud: pues seguir la moda antes de que lo haga el resto de jóvenes es incrementar las escasas oportunidades de promoción social.
Por eso, en épocas de pleno empleo y escasez de jóvenes, cuando la coyuntura juvenil es inmejorable, no existe apenas competencia, división ni desigualdad entre los jóvenes, por lo que la música y la moda juvenil se uniformizan (caso norteamericano durante los 50: el rocanrol; y caso británico durante los 60: beatles); en cambio, en épocas de alto desempleo y exceso de jóvenes, cuando la coyuntura juvenil se hace la peor posible, sólo reinan la competencia, la división y la desigualdad entre la juventud (con sus lógicas secuelas de terrorismo, delincuencia y drogadicción), con lo que la música y la moda juveniles necesariamente se dividen, fragmentan y subdividen, en un diversificado y variadísimo panorama de distintas músicas y modas juveniles enfrentadas y contrapuestas (caso actual, de pugna entre heavys, punkies, folkies, poppies, modernos, nuevaoleros, siniestros, babosos, peludos, rapados y demás polícromas crestas: el display de pollos pera que gallean y rivalizan).
Es por eso que las músicas, que tanto unen como enfrentan, son displays audiovisuales que comunican la cantidad de competencia que divide al sistema social y su temporal irreversibi- �lidad: toda música es una carrera contra C"a reloj: carreras contra reloj de la vida so- ,.,,, cial.