mundo, demonio y fausto 4

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  • 8/9/2019 Mundo, Demonio y Fausto 4

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    ANTONIO PRIANTE

    MUNDODEMONIO

    Y

    FAUSTO

    TRAGICOMEDIA FANTSTICA

    EN

    TRES ACTOS

    Y

    NUEVE JORNADAS

    ENTREGA 4

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    JORNADA PRIMERA

    CATEDRTICOS Y ESTUDIANTES

    En el corazn de Francia, a principios del siglo XXI, Fausto inquiere porla modernidad y se encuentra con el posmodernismo. Mefisto anima elambiente estudiantil. Ms tarde, corrige una grave anomala.

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    Tous les garons et les filles de mon gese promnent dans la rue deux par deux

    Cancin francesa

    En su descapotable rojo, Mefisto y Fausto viajan por donde ahora se dir.

    FAUSTO.- Dnde estamos?

    MEFISTO.- En tierras francesas.FAUSTO.- Qu viedos tan hermosos!

    MEFISTO.- De ah sale el famoso champagne, un vino con burbujas de rancia

    tradicin.

    FAUSTO.- No lo conoca.

    MEFISTO.- Bueno, no tan rancio como nosotrosHe de decirte algo importante, te

    debo una explicacin que quiz deb darte al principio. Y es que no s si te has

    dado cuenta que estamos a principios del siglo XXI.

    FAUSTO.- Lo haba advertido.

    MEFISTO.- Bravo, pero lo que te quiero decir es que si no haces un pequeo

    esfuerzo, no vas a entender nada.

    FAUSTO.- Un pequeo esfuerzo?

    MEFISTO.- Quiero decir que has de asumir de una vez por todas que lo que a los

    hombres de ahora les parece antiguo, en tus tiempos era tan moderno que, en la

    mayora de los casos, ni siquiera exista an.

    FAUSTO.- Moderno! Una palabra que me suena mucho ltimamente pero te

    confieso que an no he captado su significado.

    MEFISTO.- Moderno?EjemResulta difcil que un tipo como yo d una

    definicin correcta del trmino a un tipo como t. Sera como si un ciego de

    nacimiento le explicase qu son los colores a otro ciego de nacimiento. Pero no te

    preocupes, por aqu vive un experto en la materia. (Seala un cartel indicador de la

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    carretera). En efecto, estamos en la pequea ciudad de Deux-aspects, famosa por su

    antigua universidad y por su pat al champagne. Aqu reside y sienta ctedra el

    profesor Dupcher. Seguro que le encantar ofrecernos una taza de caf, brebaje

    bastante moderno, por cierto.

    Sala de estar de la casa del profesor Dupcher. Fausto y Mefisto sentados en sendos

    silloncitos. El profesor, en batn, sentado en una enorme butaca orejera.

    DUPCHER.- Lo moderno, la modernidad, ah, bellas cuestiones. He publicado

    varios libros e infinidad de artculos, opsculos y separatas sobre el tema. Todas las

    universidades de Europa y Amrica se han hecho eco de mis aportaciones. Por eso me

    sorprende, francamente me sorprende mucho, que todava haya alguien que no est al

    corriente del estado de mis investigaciones.

    MEFISTO.- Usted dispense, pero nuestra vida, como la vida en general, corre al

    margen del mundo universitario.

    DUPCHER.- Ah, yaY en qu mundo viven?, si no les incomoda la pregunta, y

    perdonen la sonrisilla despectiva que se me ha cado de la comisura de los labios.

    MEFISTO.- No importa, no importa. Puede usted sonreir despectivamente cuanto

    guste. Nosotros reconocemos nuestra condicin de estpidos ignorantes. Al fin y al

    cabo nuestro mundo es el de la simple realidad y el de la simple imaginacin (de

    ahora o de hace mil aos).

    DUPCHER.- Muy simple, ciertamente. Bien, puedo dedicarles diez minutos Lo

    moderno, la modernidad, ah, bellas cuestiones. El tema debe considerarse bajo dosaspectos: lo moderno como culminacin de lo amoderno, y la modernidad como

    negacin de la amodernidad. Si nos instalamos en lo amoderno, no hay posibilidad de

    culminacin, por el contrario si deconstruimos la modernidad, nos situamos en el

    ncleo mismo de lo modernoY lo posmoderno?, dirn ustedes. Ah, bella cuestin.

    Atiendan. Hay dos aspectos: lo posmoderno como negacin de lo moderno, y la

    posmodernidad como eplogo un tanto descarado de la modernidad. Si nos instalamosen lo posmoderno, sentamos las bases de una modernidad vaciada de su ser. Pero

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    entonces, dnde estn las certezas? dnde las seguridades? dnde las identidades?

    dnde, eh, dnde?

    MEFISTO.- Dnde?

    DUPCHER.- Dnde? Para empezar, hay que considerar dos aspectos. Por una

    parte, la no existencia del individuo en cuanto tal, por otra, la deconstruccin de esa

    misma inexistencia en signos que integran un sistema de referencias externas.

    MEFISTO.- Referencias externas! No haba cado.

    DUPCHER.- No se preocupe. Suele pasar. En cuanto a las referencias externas, hay

    que considerar dos aspectos: las referencias externas con carga explcita y las

    referencias externas con carga implcita. Las referencias externas con carga explcita

    pueden ser a su vez de signo recurrente o bien de signo concurrente, mientras que a

    nadie con dos dedos de frente se le escapa que las referencias externas con carga

    implcita slo pueden ser referencias autsticas, es decir, y para hablar an ms claro,

    autorreferencias.

    MEFISTO.- Da gusto or hablar as, profesor.

    DUPCHER.- S, pero yo dira que no han seguido la exposicin con la debida

    atencin, porque en otro caso ya habran detectado el enorme problema que queda

    por resolverY esDada la inexistencia del individuo en cuanto tal, cmo debo

    describir el mundo en s como existente?

    MEFISTO.- Eso, cmo.

    DUPCHER.- Atiendan, y atiendan bien, porque este es el meollo de mi teora, y no

    lo volver a repetirComo existente, para m tiene ahora validez exclusivamente lo

    que pongo en mis juicios permitidos, pero no lo que he puesto o eventualmentevuelvo a poner en los juicios no permitidos. No digo con ello que valga para m como

    inexistente o que dude o sospeche de algn modo de tal ser. Ms bien, omito

    cualquier toma de postura respecto a que el juicio lo sea sobre las dos personas que

    tengo delante; esto puede ser mentado de tal modo que con ello yo no ejecute la ms

    leve afirmacin sobre la existencia de las mismas o de que el juicio tenga o no

    derecho en su posicin.

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    Diez segundos de silencio.

    DUPCHER.- Y bien?

    MEFISTO.- Yo dira que definitivo.

    DUPCHER. - Dira? Y su amigo, no tiene ningn comentario que hacer?

    FAUSTO.- Noses que no he entendido

    MEFISTO.- (a Fausto )(Calla o nos aguas la fiesta).

    FAUSTO. No he entendido el significado de la palabra moderno. Ms bien creo

    que mi confusin ha aumentado con la aparicin de modernidad y

    posmodernidad.

    DUPCHER. Hombre de Dios, es usted sordo o estpido? Creo que me he

    expresado con bastante claridad, o al menos con toda la claridad que la dignidad

    profesoral permite. (a Mefisto) Tengo la impresin de que usted tampoco lo ha

    entendido, que quiz ha estado fingiendo

    MEFISTO.- Fingiendo? No, por favor. Lo que pasa es quebienreconozco que

    la letra resultaba un poco difcil, pero la msica ha sido sublime, profesor.

    DUPCHER.- Msica? Se puede saber de qu me habla? Ustedes son extranjeros

    no? Alemanes. No me digan que no, les he calado enseguida. No s por qu me han

    hecho perder el tiempo. Uf!, alemanes, romanticismo, Wagner, Schopenhauer...

    puah!. No me extraa que no puedan entenderme. Lo nuestro es la razn y el

    mtodo, lo de ustedes la confusin y la barbarie. Nunca nos entenderemos. Seores,

    mi tiempo ha terminado.

    En una taberna de Deux-aspects, muy concurrida por estudiantes.

    MEFISTO.- Como de costumbre, tu inconsciencia, tu impaciencia, te han impedido

    apurar el placer.

    FAUSTO.- Placer? No me gusta que me tomen el pelo.

    MEFISTO.- Cundo aprenders a ver las cosas por el lado correcto! Quin tomabael pelo a quin? Nosotros a l, naturalmente. Al menos yo.

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    FAUSTO.- Y que a esto haya ido a parar la sabidura!

    MEFISTO.- Te recuerdo que esto no es cosa de hoy. Siempre ha habido loros de

    universidad sentados en sillones orejeros o en ctedras de madera, tanto da., o no

    recuerdas a los estomagantes escolsticos de tus tiempos?

    FAUSTO.- S, ahora que lo dices, tampoco entonces faltaban los Dupcher. Yo conoc

    unos cuantosy tambin gente magnficaAh, qu tiemposSabas que en mi

    juventud estuve dos aos en Pars estudiando teologa?

    MEFISTO.- Teologa, ah, bella cuestin. Hay dos aspectos

    FAUSTO.- No te ras. Sin ella, t no existiras. Y al menos, la teologa es una

    disciplina con un objeto preciso, aunque desconocido. Que Dios sea el barbudo padre

    de las estampitas o la fuerza inmanente que mueve el Universo o nada en absoluto, no

    vara en un pice la importancia del tema. En cambio, ese hombre de qu hablaba?

    MEFISTO.- Si quieres, volvemos y se lo preguntamos.

    FAUSTO.- Ni me gusta que me tomen el pelo, ni me gusta perder el tiempo. Qu

    jornada tan estpida!

    MEFISTO.- No exageres. Has viajado, has gozado de la vista de hermosos paisajes,

    viedos incluidos, has tomado contacto con la ciencia universitaria ms acreditada, y

    ahora disfrutas del ambiente de la juventud ms prometedora. Mira a tu alrededor

    FAUSTO.- S, aqu se siente la vidaEsa pareja no cesa de arrullarse, con qu pasin

    se besan ahora

    MEFISTO.- No mires tan fijamente. Es de mala educacin.

    FAUSTO.- Y lo que ellos hacen en pblico, como si no hubiese lugares discretos en

    el mundo, es de buena educacin?MEFISTO.- Es diferente. Ellos expresan su amor en libertad.

    FAUSTO.- Y no puedo yo expresar en libertad mi curiosidad o mi asombro? No

    quedamos que en estos tiempos todo est permitido?

    MEFISTO. S, pero segn y cmo. Has de aprender a captar y respetar ciertos

    matices. Es difcil explicarlo. Lo mejor sera consultarlo con un profesor de tica.

    FAUSTO. El cielo me guarde! El mejor profesor de tica de estos contornos no seramejor que t.

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    MEFISTO.- Yo? Por qu no? Quin ms autorizado que el Diablo para dar

    lecciones de tica en estos tiempos? Veamos cmo responde la audiencia. (Mefisto se

    levanta, coge la silla en que se sentaba, la coloca sobre la mesa y se sienta en ella).

    Atencin todos!

    Los estudiantes van callando poco a poco, y centran su atencin, entre curiosa y

    divertida, en la persona de Mefisto.

    MEFISTO.- Hoy vamos a tratar de la libertad de expresin

    VOCES VARIAS.- Bravo!Muera el capitalismo!Abajo la burocracia!

    Muerte al Estado!No a la globalizacin!

    MEFISTO.- Pero primero, debo presentarme. Soy el doctor Sabatini, catedrtico de

    tica en la universidad de Lucerna. Y ahora, atencinEn el tema que nos ocupa, hay

    que considerar dos aspectos: por una parte, la expresin de ideas, pensamientos,

    opiniones, a la que llamar expresin alfabeta; por otra, la expresin de sentimientos,

    tendencias, impulsos, a la que llamar expresin analfabeta. En todo estado de

    derecho la expresin alfabeta tiene sus derechos reconocidos

    UN ESTUDIANTE.- Mentira! Todos los medios de comunicacin pertenecen al

    gran capital.

    MEFISTO.- Cierto, agudo interruptor, pero se es otro tema (que hoy por hoy no

    tiene remedio)Sigomientras que la expresin analfabeta navega en todas partes

    entre la indecisin y la ambigedad. Por ejemplo, si yo ahora preguntase es lcito

    hacer el amor a la vista de todo el mundo?, cul sera la respuesta?GRAN MAYORA.- S!

    MEFISTO.- Y si yo preguntase es lcito hacer el amor entre hermanos? cul sera la

    respuesta?

    GRAN MAYORA.- S!

    MEFISTO.- Y si yo preguntase es lcito expresar la nusea que me produce la

    vecindad de un inmigrante pobre o gentuza similar? cul sera la respuesta?TODOS.- No!

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    UN ESTUDIANTE.- Fascista!

    UNA ESTUDIANTE.- A la mierda!

    MEFISTO.- Con lo cual queda demostrado que la libertad de expresin analfabeta no

    est garantizada por la sociedad. Y tampoco lo est, en muchos casos, la alfabeta, ya

    que se ve sometida no slo al capital propietario de los medios, como antes ha

    apuntado el agudo interruptor, sino tambin a las limitaciones que impone la

    autorrepresin analfabeta. Me habis entendido, corderitos y corderitas mos y mas?

    VOCES VARIAS.- SiNoGilipollas

    UNA ESTUDIANTE.- No reconozco ninguna mordaza a mi libertad de expresin.

    Mi yo es autnomo. Nadie me ha de dictar normas ni imponer limitaciones.

    MEFISTO.- Jovencita, esa frase ha sido pronunciada infinidad de veces, pero

    lamento comunicarte que no responde a ninguna situacin real. En resumencreis

    en la libertad, la igualdad y la fraternidad?

    TODOS.- S!

    MEFISTO.- Lo creis, pero no lo practicis. Creis en la libertad de expresin, pero

    reventis las expresiones de signo contrario; creis en la igualdad, pero aprovechis el

    menor privilegio para situaros por delante de los dems; creis en la fraternidad, pero

    segn con quin y cmoEn resumen, que todo se reduce a una cuestin de fe

    como hace mil aos.

    VOCES VARIAS.- Que se calle de una vez!Carcamal!Curita de mierda!

    Son los del descapotable rojo, los he vistoExplotadores!Farsantes!

    Los estudiantes rodean en actitud agresiva a Mefisto y Fausto (que tambin se ha

    subido a la mesa) e intentan derribarlos. Mefisto coge la silla por el respaldo,

    encarando las bases de las patas hacia los asaltantes, y empieza a girarla en crculo.

    De las patas de la silla salen chorros de un humo espeso y asfixiante. En unos

    instantes todo el local se llena de humo; la clientela huye precipitadamente entre

    toses y gritos. Momentos despus, Fausto y Mefisto caminan por una carretera

    comarcal. Es noche cerrada.

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    MEFISTO.- Has visto cmo ha acabado mi magnfico descapotable rojo? Hace una

    hora era un bello y cmodo artilugio para el transporte humano. Ahora es slo un

    montn de chatarra. Pero no te preocupes. El transporte es una de mis especialidades.

    En cuanto te canses del paseto bajo las estrellas, me lo dices.

    FAUSTO.- Hay algo que no logro entender. Esa ira, ese odio, esa violencia, no veo

    que guarden relacin con el discursito que les has soltado, pretendidamente

    paradjico, pero en el fondo trivial.

    MEFISTO.- Has de saber que, en estos tiempos y sobre todo en estas sociedades

    ricas, el odio y la violencia aparecen en las situaciones ms extraas. Nadie mata ya

    por el pan, ni por la patria, ni por la religin, ni por las ideas, pero una competicin

    deportiva, un adelantamiento en la carretera, unas palabras mal dichas o mal

    entendidas pueden originar una catstrofe. La civilizacin, la educacin es una capa

    delgadsima que no logra ocultar un estado de insatisfaccin radical, generador de

    toda violencia.

    FAUSTO.- Ahora s que hablas como un autntico profesor de tica.

    MEFISTO.- O como un curita de mierda? Sabes que el supuesto insulto me ha

    tocado en lo ms hondo? De pronto, se me ha representado aquel mundo no muy

    antiguo en el que los curas y yo luchbamos en bandos opuestos. Ellos procuraban

    exorcizarme y yo me esforzaba por tenerlos bien agarrados por sus partes dbiles, que

    siempre eran las mismas dado su extrao modo de vida. Pero, en el fondo,

    pertenecamos al mismo mundo, un mundo que ya no existe. Hasta el papa est

    pensando en despedirme! Para que no se le escapen unos cuantos fieles ms es capaz

    de negarme ms veces que Pedro a Cristo. No se da cuenta de que l y yo vamos en elmismo paqueteCurita de mierdaAh, qu cosa tan entraable!

    FAUSTO.- Esa luz!

    MEFISTO.- Es un coche que viene por detrs. Aprtate!

    Los dos se apartan a la cuneta. El coche pasa por su lado, pero enseguida reduce la

    marcha y se detiene. Un joven (Jean-Paul) y una joven (Catherine) descienden del

    coche y se dirigen a hacia los caminantes.

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    CATHERINE.- Doctor Sabatini! (a Jean-Paul) Ves como eran ellos?

    MEFISTO.- (a Fausto) Es la pareja que se amaba tiernamente en la taberna.

    FAUSTO.- Entonces, no deben ser de los violentos.

    MEFISTO.- No te fes. No hay que confundir el culo con las tmporas, como se deca

    en los buenos tiempos.

    CATHERINE.- Doctor Sabatinicunto lo siento. Estis bien, t y tu amigo?

    FAUSTO.- Estamos muy bien, eres muy amable

    CATHERINE.- Catherine.

    FAUSTO.- Y tu amigo

    JEAN-PAUL.- Jean-Paul.

    Las dos parejas se estrechan las manos.

    FAUSTO.- Sois muy amables. La verdad es que no s cmo se produjo aquel

    alboroto.

    JEAN-PAUL.- (a Mefisto) Cmo diablos hiciste lo del humo?

    MEFISTO.- (Eso, como Diablo) Ejemverstengo un amigo que trabaja en

    antidisturbioscomo tcnico, se entiende. Siempre que le veo me regala un cartucho

    de humobsicamente insecticidapor si las moscas, ya sabes(me parece que me

    estoy liando).

    CATHERINE.- Vamos a mi casa Nos acompais?

    MEFISTO.- La compaa es buena ( y no hay nada mejor a la vista).CATHERINE.- Est aqu mismo. Me gustara ir paseandoJean-Paul, por qu no

    llevas t el coche, con?

    MEFISTO.- Conmigo. A Enrique tambin le encanta pasear bajo las estrellas.

    Jean-Paul y Mefisto se dirigen hacia el coche, mientras Catherine y Fausto empiezan

    a caminar hacia la casa.

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    CATHERINE.- Enrique es un nombre muy bonito.

    FAUSTO.- Catherine suena mejores tan dulce.

    CATHERINE.- Crees que los nombre tienen algo que ver con el carcter de las

    personas?

    FAUSTO.- Los nombres, los astros, las rayas de las manos, todo tiene que ver con las

    personas. El mundo es un complicado sistema de correspondencias del que formamos

    parte.

    CATHERINE.- De eso, estoy convencida.Qu edad tienes? Treinta?

    FAUSTO.- S, treinta.

    CATHERINE.- A qu te dedicas?Y perdona que sea tan curiosa. Tambin eres

    catedrtico? Profesor? Estudias?

    FAUSTO.- No, ni enseo ni estudio. Ahora slo miro, observo e intento

    CATHERINE. Ya lo haba advertido. En la taberna no nos quitabas los ojos de

    encima.

    FAUSTO.- Lo siento, te he molestado? No pareca que te dieses cuenta. Mas bien

    dabas la sensacin de estar fuera del mundoEsos ojos abiertos de las mujeres que

    aman, esa mirada sonmbula que acompaa el xtasis del besodesde mi

    adolescencia es algo que siempre me ha impresionado.

    CATHERINE.- Y los hombres, no dais el mismo espectculo?

    FAUSTO.- No, creo que no. Creo que solemos cerrar los ojosY mejor asUn

    hombre enamorado ofrece siempre un espectculo lamentablePero sta es una

    observacin que ms bien correspondera al doctorLo que son las malas

    compaasCATHERINE.- Es una mala compaa el doctor Sabatini?

    FAUSTO.- No te lo puedes imaginar.

    CATHERINE.- Pues qu haces con l. T pareces una buena persona.

    FAUSTO.- No hablemos de m, ni de l. Hblame de ti.

    CATHERINE.- Qu quieres saber?

    FAUSTO.- Qu piensas, qu sueas, qu aspecto tiene el mundo visto desde esosojos.

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    CATHERINE.- Eres muy original, sabes? Nunca me haban preguntado algo as.

    Crees que mis ojos ven de manera diferente que los tuyos?

    FAUSTO.- Sin duda. Para empezar, con los mos no puedo verme.

    CATHERINE.- Estn los espejos.

    FAUSTO.- Los espejos son engaosos. Nos hemos acostumbrado a ellos, eso es todo.

    Un entendimiento natural, un animal cualquiera no se reconoce en un espejo.

    CATHERINE.- Ya, y un perro no reconoce a su amo en una fotoDe qu

    hablbamos?

    FAUSTO.- De tus ojos.

    CATHERINE.- Qu les pasa a mis ojos?

    FAUSTO. Eso quisiera saber. Son tan, tan.

    CATHERINE.- Pero si no puedes verlos, con esta oscuridad

    El camino acaba en la calle asfaltada, iluminada, de una urbanizacin.

    FAUSTO.- Antes los he vistoY ahoraven aqu. (La coge del brazo y la conduce

    bajo una farola; la mira a los ojos atentamente) Ves? Eso quera decirNo hay

    palabrasEs como un mar en calma donde se reflejan todas las estrellas de la noche,

    como un verde prado vestido de las suavidades de la primavera

    CATHERINE.- Sabes hablar, no hay duda. Pero no me mires as. Me das

    FAUSTO.- Miedo?

    CATHERINE.- No, miedo no precisamente

    FAUSTO.- Cmo es mi mirada?CATHERINE.- No es un mar en calma, por supuesto, ni un verde prado. Ms bien me

    sugiereun bosque tenebrosos, como una selva oscura..

    FAUSTO.- Che nel pensier rinova la paura.

    CATHERINE.- Italiano? Mira, nos estn esperando.

    Casa de Catherine. Una amplia sala con chimenea y sofs bajos. A un lado, una

    escalera que lleva a la planta superior. Suena una msica suave: una cancin

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    francesa de los aos 60. En un sof en semicrculo, Fausto y Mefisto est sentados

    en un lado; en el otro Jean-Paul y Catherine. Se oye el chirrido de una puerta. Por la

    escalera empieza a descender lentamente un hombre, de unos 60 aos, con melena

    hasta los hombros y en batn; lleva los ojos vendados con un pauelo verde. Todos lo

    miran. Tras descender unos escalones, el hombre se detiene y habla:

    DENEUVE.- Catherine, hay alguien ah?

    CATHERINE.- S, pap. Estoy con Jean-Paul y unos amigos.

    DENEUVE.- Amigos, de quin?

    CATHERINE.- Mos, pap.

    FAUSTO.- (a Catherine) Quiz ser mejor que nos presentes.

    CATHERINE.- Baja, pap, que te presentar a mis amigos.

    Deneuve desciende lentamente y va a situarse en el centro geomtrico del

    semicrculo, donde permanece de pie.

    DENEUVE.- Es hermosa la inocencia, pero nos deja indefensos ante el mal. Dnde

    estn tus amigos?

    CATHERINE.- Si te quitas la venda, los vers.

    DENEUVE.- No puedo, sabes muy bien que no puedo.

    FAUSTO.- Alguna afeccin ocular? Si quiere, puedo examinarlo, soy doctor en

    medicina.

    JEAN-PAUL.- Ve mejor que todos nosotros juntos.FAUSTO.- Entonces?

    JEAN-PAUL.- Siempre va as.

    CATHERINE.- Dice que la visin del mundo le hace dao.

    MEFISTO.- (He aqu un hombre sensible. Que se aparten los poetas y cuantos

    presumen de espritu delicado.)

    FAUSTO.- Pero seorCATHERINE.- Deneuve, Albert Deneuve.

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    FAUSTO.- Pero seor Deneuve, la visin es la puerta ms segura al conocimiento de

    la realidad. Si renuncia a ella, los fantasmas interiores le devorarn.

    DENEUVE.- La realidad me hace dao. La belleza de las formas me hiere; la fealdad

    me desgarra. El mundo es un lugar a la vez terrible y maravilloso. No puedo

    moverme en l sin que mis nervios se retuerzan o se encabriten. La contemplacin de

    una flor altera el ritmo de mi corazn de una manera insoportable. La salida del sol

    por el horizonte provoca en mis ojos torrentes de lgrimas. La ltima vez que vi el

    rostro bellsimo de mi hija sufr un sncope. Toda la belleza y la fealdad del mundo

    suman para m un infierno. Mis ojos carecen del filtro que suele proteger a los

    hombres de los efectos de la visin pura. Si fuese posible cerrarme del todoPorque

    no hay fantasmas interiores. Los fantasmas vienen de fuera.

    MEFISTO.- Muy bien, seor Deneuve. Pero, eliminada la visin, le queda el odo.

    Qu piensa hacer con el odo, con los sonidos?

    DENEUVE.- Esa voz, esa voz Catherine, quin es este hombre?

    CATHERINE.- Es el doctor Sabatini, pap, catedrtico de tica de la universidad de

    Lucerna.

    DENEUVE.- SabatSabatLucerLucer Es el Mal! Has dejado entrar el Mal

    en esta casa! Condenacin! Estamos condenados, condenados. Dios mo, apidate de

    nosotros.

    FAUSTO.- Ser mejor que nos vayamos.

    JEAN-PAUL.- Por favor, no lo tomis en serio. De vez en cuando tiene estos

    arranques, pero es inofensivo.

    CATHERINE.- Ms que inofensivo! Mi padre es la bondad en persona. Aunque lavida sea para l un martirio, es incapaz de causar el menor dao. Su sensibilidad

    enfermiza hace quea veces(de pronto, se levanta y se dirige a Fausto) Enrique,

    qu me has dicho antes del doctor Sabatini?

    FAUSTO.- Antes?

    CATHERINE.- Has dicho algo terrible de l.

    MEFISTO.- Calma, calma. Todo el mundo tranquilo. No hay que ponerse nervioso.Todo esto no es ms que un malentendido. ( se levanta y habla dirigindose a

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    Deneuve, que permanece inmvil, aunque algo tembloroso). Usted, seor Deneuve,

    basndose en el tono de mi voz, que sin duda le debe traer recuerdos ingratos, y en las

    letras de mi nombre, con las que ha jugado un poquito a la cbala, cosa que se puede

    hacer con cualquier nombre de cualquier idioma, se lo aseguro, basndose en slo eso

    ha sacado la conclusin de que yo soy un ser diablico, quiz el mismo Diablo. Pues

    bien, seor mo, nada ms alejado de la realidad, como ahora mismo le voy a

    demostrar. Primero, mi voz es la adecuada y pertinente a estas horas de la madrugada

    despus de haber tomado varias copas en la taberna de Deux-aspects, donde por

    cierto se produjo un incidente que sin duda tambin tuvo su efecto en mis cuerdas

    vocales. Segundo, yo no me llamo Sabatini; ste es en realidad el nombre de un

    novelista italiano de principios de siglo XX, que suelo utilizar en mis

    desplazamientos al extranjero por razones que no vienen a cuento. Tercero, como

    han demostrado todos los filsofos y el noventa y pico por ciento de los telogos

    (catlicos incluidos) el Diablo no slo no existe sino que nunca ha existido. Y cuarto,

    el mal no es ninguna potencia terrible la inicial de cuyo nombre haya de escribirse en

    mayscula; el mal, seor mo, es slo la manifestacin de la miseria intelectual

    humana. Yo lo llamo chapuza.

    DENEUVE.- Yo no entiendo de teologas ni chapuzas. Me dejo llevar por mis

    impresiones. Y te aseguro, Satn, que mis impresiones no engaan.

    MEFISTO.- Nunca?

    DENEUVE.- Casi nunca.

    MEFISTO.- (Enhorabuena, empieza el descenso a la tierra de los hombres)

    CATHERINE.- Todo esto es muy raroQuin es usted en realidad, seor Sabatini?Acaba de decir que se no es su verdadero nombre.

    MEFISTO.- En efecto, pero no veo que sea motivo suficiente para que dejemos de

    tutearnos.

    CATHERINE.- Es posible que usted llegue a convencer a mi padre, pero

    DENEUVE.- Djalo, hija. Hoy he tenido un sueo muy extrao

    CATHERINE.- Pero a m no me convencer de que usted oculta algo, algo muysiniestro. Y le recuerdo que sta es nuestra casa. As que

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    FAUSTO.- As que nos vamosLo siento.

    CATHERINE.- Yo tambin lo siento, EnriqueJean-Paul, qudate con mi padre. Yo

    los acompao.

    Salen Catherine, Fausto y, detrs, Mefisto. En el camino por el jardn hacia la verja

    de salida, Mefisto se va quedando cada vez ms rezagado, mientras Catherine y

    Fausto conversan ajenos a todo. De pronto, Mefisto se gira y vuelve a la casa..

    MEFISTO.- Jean-Paul, dice Catherine que llames a un taxi para nosotros.

    JEAN-PAUL.- Okey, pero a estas horasya veremos.

    Jean-Paul se va a un rincn de la sala y descuelga el telfono, con el que intentar,

    de momento sin xito, llamar a un taxi

    DENEUVE.- T otra vez? Te advierto que te conozco, y que no podrs nada contra

    m. Vade retro!

    MEFISTO.- No nos pongamos melodramticos, seor Deneuve, Usted est

    confundido. Creo que ya lo he demostrado sobradamente. Pero se obstina en no

    creerme y en hacer sufrir a su hija.

    DENEUVE.- Qu yo hago sufrir a mi hija?

    MEFISTO.- Si, seor, no lo ha visto? Ella, que pensaba pasar una velada agradable

    con nosotros, se ha visto obligada a expulsar a sus invitados, le parece bonito? Usted

    es muy sensible, muy bueno, muy muy pero quiz no se da cuenta de que esamanera tan especial de ser no hace ms que causar sufrimientos a los dems. Tan

    importante se cree que le resulta inconcebible aceptar el estilo de vida acordado por

    la sociedad? Vuelva a la realidad, hombre, a la vida de verdad, donde los hombres se

    pisan y se piden perdn y no pasa nada, donde se pueden comprar tantas cosas, donde

    se pueden disfrutar de tantos avances tcnicos, donde se puede gozar de tantas

    maravillas. Ha conducido alguna vez un coche ltimo modelo a doscientos por hora?Si no lo ha hecho, no sabe lo que es gozar. Ha sentido la emocin de animar a su

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    equipo en un partido de ftbol? Qu colorido en las gradas! Qu emocin en las

    voces! Qu talento en los insultos! Ha disfrutado de los miles de programas que

    ofrece la televisin, sobre todos esos tan apasionantes donde hombres y mujeres

    reales desnudan sus pequeas almas para edificacin del pueblo espectador?

    DENEUVE.- La televisinsrecuerdo.

    MEFISTO.- Ha gozado de los placeres de la comida y la bebida como corresponde a

    un hombre civilizado? Se ha sumergido en los placeres del sexo hasta sentirse el

    cuerpo vaco y la garganta reseca? Puedo servirme una copa?

    DENEUVE.- Ah, detrs suyo.

    Mefisto llena dos vasos de whisky y le da uno a Deneuve.

    MEFISTO.- Beba conmigo, hombre, y reduzca el volumen de sensibilidad de sus

    nervios. El mundo no es terrible ni fantstico, como usted dice. Lo cierto es que, si

    uno sabe vivirla, la vida es sencilla, acogedora, clida, como ese licor que ahora est

    bebiendo.

    DENEUVE.- (saboreando la bebida) Humqu calorcillo.

    MEFISTO.- Muy bien, seor Deneuve. Usted va por la vida con una venda en los

    ojos, pero muy pronto se le caer la venda y (se le cae la venda) (ya?)Y qu me

    dice.

    DENEUVE.- (mirando, asombrado, el rostro de Mefisto) Veo! Veo!

    MEFISTO.- Qu ve?

    DENEUVE.- El rostro de un hombre.MEFISTO.- Y cmo es?

    DENEUVE.- Anguloso, enrgico, con gran personalidad, ojos negros y mirada

    profunda.

    MEFISTO.- Y no es terrible ni fantstico.

    DENEUVE.- No, yo dira que es interesante, muy interesante.

    MEFISTO.- Pues ha de saber, seor mo, que este rostro tan interesante es el de unhombre que s sabe disfrutar de todo eso que le he dicho; un hombre de verdad, con

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    los pies firmemente anclados en tierra y que sabe extraerle a la vida todo su jugo.

    DENEUVE.- La vidala televisins, recuerdo.

    Entra Catherine, seguida de Fausto.

    CATHERINE.- (a Mefisto) Qu hace usted aqu? (mirando a Deneuve, asombrada)

    Pap! Y la venda?

    DENEUVE.- S, hija, se me ha cado la venda.

    CATHERINE.- Ests bien?

    DENEUVE.- Muy bien, muy bien. Qu mundo tan extrao, hoy eres una cosa y

    maana otra. Veo, hija, veo. Qu vestido tan bonito llevas! Dnde lo has comprado?

    CATHERINE.- Papestoy confundidano s si esto es bueno o es

    MEFISTO.- A qu vienen ahora esos remilgos? Tu padre est curado.

    CATHERINE.- Ests bien, pap? No ste veo raro. Quiz es que no estoy

    acostumbrada.

    MEFISTO.- No es necesario que me lo agradezcas. Ahora s que nos vamos.

    Suena el claxon de un coche.

    JEAN-PAUL.- El taxi, ya est aqu el taxi.

    CATHERINE.- Acustate, pap. Debe haber sido muy duro para ti.

    DENEUVE.- Catherine, hija ma, quieroquierover la televisin.

    CATHERINE.- Pero qu dices? Sabes muy bien que hace aos que no hay tele enesta casa.

    DENEUVE.- Catherine, creo que hablo claro: quiero ver la tele

    CATHERINE.- Pap, t no ests bien.

    MEFISTO.- (a Fausto) Aqu ya no hacemos nada. Saliendo. Nos despedimos a la

    francesa.

    Fausto y Mefisto salen sin decir nada. Suben al taxi. Cuando ste arranca se sigue

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    oyendo la voz fuerte y algo histrica de Deneuve, que repite rtmicamente la misma

    frase.

    VOZ DE DENEUVE.- Quiero ver la tele, quiero ver la tele

    FAUSTO.- Imagino que sta ha sido tu buena accin de hoy.

    MEFISTO.- No ha estado mal. En el fondo, soy un benefactor de la humanidad. Qu

    sera de la sociedad humana si se permitiese que cada cual se apartase del rebao a su

    antojo?

    FAUSTO.- Pobre Deneuve!

    VOZ DE DENEUVE.- (que se va perdiendo en la lejana) Quiero ver la tele, quiero

    ver la tele

    FIN DE LA JORNADA PRIMERA