muerte y vida de las grandes ciudades

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154 N4_PERMANENCIA Y ALTERACIÓN J. ALTÉS. “Jane Jacobs: Muerte y vida de las grandes ciudades”. Proyecto, Progreso, Arquitectura. Mayo 2011. Universidad de Sevilla. ISSN 2171–6897 / ISSN–e 2173–1616 155 PROYECTO, PROGRESO, ARQUITECTURA J. ALTÉS. “Jane Jacobs: Muerte y vida de las grandes ciudades”. Nº 4. “Permanencia y alteración”. Mayo 2011. Universidad de Sevilla. ISSN 2171–6897 / ISSN–e 2173–1616 Después de decenas de minuciosas observaciones de esta índole, J.J. nos da sus recetas que, como no podría ser de otro modo, son extraordinariamente sencillas y eficaces. Y naturalmente coherentes con esas observaciones. Desde mi punto de vista, las más llamativas en este sentido son las que se presentan en la segunda parte del texto, referidas a la escala pequeña o media: calle y barriada o distrito; las siguientes atienden a otras escalas urbanas o al papel de los vacíos, los límites, el transporte o los edificios singulares, es decir, fenómenos más complejos por sí mismos o su escala, o por sus múltiples interconexiones. De acuerdo con la intención propositiva de esta presentación del libro de J.J., me limito a trans- cribir algunos de los enunciados contenidos allí. (pág. 165). “Condición 1ª.: El distrito y, sin duda, cuantas partes del mismo como sean posibles, ha de cumplir más de una función primaria; preferiblemente, más de dos. Estas han de garantizar la presencia de personas fuera de sus respectivos hogares, en diferentes circunstancias y por motivos diferentes, pero dispuestas a usar en común una amplia gama de servicios.” (pág. 193). “Condición 2ª.: La mayoría de los bloques han de ser cortos; lo cual significa que han de ser frecuentes las calles y las oportunidades de doblar la esquina.(pág. 203). “Condición 3ª.: El distrito ha de entremezclar edificios que varíen en edad y condi- ción, con una buena proporción de casas antiguas.(pág. 217). “Condición 4ª.: El distrito ha de tener una concentración de personas suficientemen- te densa, sea cual fuere el motivo que les impulsa a las diferentes personas a ocuparlo. Naturalmen- te incluimos en este concepto los residentes de manera regular en el mismo.” Como puede fácilmente colegirse, no hacemos las cosas así. Creo que existe el riesgo de que, leyendo a Jane Jacobs, consideremos que está retratando un mundo desaparecido, lo cual sería parcialmente cierto, y decididamente incompatible con nuestra vida actual y la futura. Frente a ello, llamo la atención hacia la circunstancia de que sus textos han sido aludidos, a lo lar- go de este medio siglo, por muchos otros observadores de la realidad que captaron su mensaje. Yo las he ido encontrando en lecturas muy diversas, y siempre hallaba su referencia justificada y sólida. Acabo de leer ese dramático y lúcido libro de Tony Judt: “Algo va mal”, y este autor, fallecido unos meses antes de la aparición de su libro, hace un agudo diagnóstico de la situación actual de nuestra sociedad, constatando el fracaso de izquierdas y derechas en el progreso de la misma, in- cluidas las ciudades en que vivimos. Y naturalmente se refiere a nuestra autora como “la gran Jane Jacobs”. Aunque solo la cita una vez al abordar el tema de la necesidad de confianza por parte de los habitantes de la ciudad, podemos encontrar su presencia en muchas de las reflexiones de Judt, lo que justifica ese “gran” tan inusual. Cuando nos enfrentamos hoy a una situación real de nuestras ciudades, después de déca- das de actuación desafortunada por nuestra parte, y la agravación de los problemas de nuestras ciudades ligados a fenómenos como las migraciones desbordantes, la planificación especulativa, el individualismo o la violencia, y sus consecuencias naturales: inseguridad, cierre defensivo de comunidades, barrios nuevos enteramente vacíos, bandas, etc., parece conveniente y necesario volver al trabajo analítico, minucioso y paciente que nos dejó Jane Jacobs. L a primera edición de este libro apareció en 1961 en Nueva York. (Random House Inc. Edit.). Y la primera traducción en castellano, de Angel Abad, apareció en España sorpren- dentemente pronto, en enero de 1967, editada por Península. (Ediciones 62, Barcelona). Yo la leí (por primera vez) en 1970, siendo estudiante de arquitectura en Madrid. Y marcó mi trayectoria personal y profesional como sin duda, la de otros muchos estudiantes y ya por entonces arquitectos. El texto de Jane Jacobs se inicia con su ya famosa frase: “Este libro es un ataque contra las teo- rías más usuales sobre urbanización y reconstrucción de ciudades,…” advertencia insólita, aunque innecesaria si uno continua leyendo. Fruto de la experiencia directa, atenta, sensible, perspicaz, abierta a la observación y marcada por el amor y compromiso con su ciudad, Nueva York, y sus convecinos, y contrastada con minu- ciosos análisis en múltiples otras ciudades, J.J. nos desgrana una extensa cadena de reflexiones sobre la experiencia vivida de la realidad cotidiana en las distintas escalas de la ciudad: calle, barriada, distrito, sus límites y fronteras, parques y vacíos, comunicaciones, etc., y la constatación detallada del fracaso, siempre, en la acción de políticos, planificadores y arquitectos. Nos presenta a sus vecinos con nombres y apellidos, y su misión, sagrada e imprescindible, en la ciudad. Y llegamos a conocer, y amar, la ciudad de Nueva York como si fuera la nuestra; y nos reclama, cuando ya nos ha introducido en casa, la necesidad, la obligación de cambiar el modo de hacer las cosas. Y nos dice cómo. Me permito reproducir algunos párrafos representativos para orientación de los desconocedo- res de este libro, y como recuerdo, y llamada de atención, para sus antiguos lectores. Primero, unos ejemplos de ese tipo de observación. (pág. 41) “Una calle agradable tiene siempre usuarios y mirones. El año pasado estuve en una calle de esas, en el Lover East Side de Manhattan, mientras esperaba un autobús. Apenas llevaba un minuto, tiempo insuficiente para tomar conciencia de la actividad de la calle, sus viandantes, niños y ociosos de las ventanas, cuando atrajo mi atención una mujer que abría una ventana situada en el tercer piso del edificio de enfrente y empezó a gritarme. Cuando yo me percaté de que deseaba llamar mi atención y respondí, ella me gritó: ¡Los sábados no pasa ningún autobús por aquí!. Des- pués, alternando los ritos con los gestos, me indicó la esquina. Esta mujer era uno de los miles de personas que en Nueva York se preocupan afortunadamente de las calles. Enseguida perciben la presencia de un extraño, observan todo lo que sucede y en cuanto han de entrar, orientar correcta- mente a un extraño o llamar a la policía, lo hacen sin dudar. Para decidirse a actuar en este sentido se requiere normalmente una seguridad y el sentimiento de que la calle es algo perfectamente co- nocido y como propio, porque solo así se puede procurar ayuda en caso necesario,… No obstante, más necesaria que la acción es la observación misma.Observar, conocer, y sentir la calle como propia. Esto es lo que tienen las calles agradables para J.J. Los mil ojos que vigilan la calle solo lo hacen si ello es posible de forma natural, sin esfuerzo. Si nuestro diseño no lo favorece, o lo impide incluso, la calle dejará de estar vigilada. L Proyecto, Progreso, Arquitectura. Nº 4. “Permanencia y alteración”. Mayo 2011. Universidad de Sevilla. ISSN 2171–6897 / ISSN–e 2173–1616 JANE JACOBS. “MUERTE Y VIDA DE LAS GRANDES CIUDADES” Madrid: Ediciones Península, 1967 José Altés Bustelo Doctor arquitecto. Profesor Titular del Departamento de Teoría y Proyectos Arquitectónicos. Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Universidad de Valladolid Persona de contacto: [email protected]

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Un relato desde un enfoque urbano de lo que sucede con muchas ciudades grandes en relacion a su crecimiento y su comportamiento con la sociedad

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  • 154N4_PERMANENCIA Y ALTERACIN

    J. ALTS. Jane Jacobs: Muerte y vida de las grandes ciudades. Proyecto, Progreso, Arquitectura. Mayo 2011. Universidad de Sevilla. ISSN 21716897 / ISSNe 21731616

    155PROYECTO, PROGRESO, ARQUITECTURA

    J. ALTS. Jane Jacobs: Muerte y vida de las grandes ciudades. N 4. Permanencia y alteracin. Mayo 2011. Universidad de Sevilla. ISSN 21716897 / ISSNe 21731616

    Despus de decenas de minuciosas observaciones de esta ndole, J.J. nos da sus recetas que, como no podra ser de otro modo, son extraordinariamente sencillas y eficaces. Y naturalmente coherentes con esas observaciones. Desde mi punto de vista, las ms llamativas en este sentido son las que se presentan en la segunda parte del texto, referidas a la escala pequea o media: calle y barriada o distrito; las siguientes atienden a otras escalas urbanas o al papel de los vacos, los lmites, el transporte o los edificios singulares, es decir, fenmenos ms complejos por s mismos o su escala, o por sus mltiples interconexiones.

    De acuerdo con la intencin propositiva de esta presentacin del libro de J.J., me limito a trans-cribir algunos de los enunciados contenidos all.

    (pg. 165). Condicin 1.: El distrito y, sin duda, cuantas partes del mismo como sean posibles, ha de cumplir ms de una funcin primaria; preferiblemente, ms de dos. Estas han de garantizar la presencia de personas fuera de sus respectivos hogares, en diferentes circunstancias y por motivos diferentes, pero dispuestas a usar en comn una amplia gama de servicios.

    (pg. 193). Condicin 2.: La mayora de los bloques han de ser cortos; lo cual significa que han de ser frecuentes las calles y las oportunidades de doblar la esquina.

    (pg. 203). Condicin 3.: El distrito ha de entremezclar edificios que varen en edad y condi-cin, con una buena proporcin de casas antiguas.

    (pg. 217). Condicin 4.: El distrito ha de tener una concentracin de personas suficientemen-te densa, sea cual fuere el motivo que les impulsa a las diferentes personas a ocuparlo. Naturalmen-te incluimos en este concepto los residentes de manera regular en el mismo.

    Como puede fcilmente colegirse, no hacemos las cosas as.Creo que existe el riesgo de que, leyendo a Jane Jacobs, consideremos que est retratando un

    mundo desaparecido, lo cual sera parcialmente cierto, y decididamente incompatible con nuestra vida actual y la futura.

    Frente a ello, llamo la atencin hacia la circunstancia de que sus textos han sido aludidos, a lo lar-go de este medio siglo, por muchos otros observadores de la realidad que captaron su mensaje. Yo las he ido encontrando en lecturas muy diversas, y siempre hallaba su referencia justificada y slida.

    Acabo de leer ese dramtico y lcido libro de Tony Judt: Algo va mal, y este autor, fallecido unos meses antes de la aparicin de su libro, hace un agudo diagnstico de la situacin actual de nuestra sociedad, constatando el fracaso de izquierdas y derechas en el progreso de la misma, in-cluidas las ciudades en que vivimos. Y naturalmente se refiere a nuestra autora como la gran Jane Jacobs. Aunque solo la cita una vez al abordar el tema de la necesidad de confianza por parte de los habitantes de la ciudad, podemos encontrar su presencia en muchas de las reflexiones de Judt, lo que justifica ese gran tan inusual.

    Cuando nos enfrentamos hoy a una situacin real de nuestras ciudades, despus de dca-das de actuacin desafortunada por nuestra parte, y la agravacin de los problemas de nuestras ciudades ligados a fenmenos como las migraciones desbordantes, la planificacin especulativa, el individualismo o la violencia, y sus consecuencias naturales: inseguridad, cierre defensivo de comunidades, barrios nuevos enteramente vacos, bandas, etc., parece conveniente y necesario volver al trabajo analtico, minucioso y paciente que nos dej Jane Jacobs.

    La primera edicin de este libro apareci en 1961 en Nueva York. (Random House Inc. Edit.). Y la primera traduccin en castellano, de Angel Abad, apareci en Espaa sorpren-dentemente pronto, en enero de 1967, editada por Pennsula. (Ediciones 62, Barcelona).Yo la le (por primera vez) en 1970, siendo estudiante de arquitectura en Madrid. Y marc mi

    trayectoria personal y profesional como sin duda, la de otros muchos estudiantes y ya por entonces arquitectos.

    El texto de Jane Jacobs se inicia con su ya famosa frase: Este libro es un ataque contra las teo-ras ms usuales sobre urbanizacin y reconstruccin de ciudades, advertencia inslita, aunque innecesaria si uno continua leyendo.

    Fruto de la experiencia directa, atenta, sensible, perspicaz, abierta a la observacin y marcada por el amor y compromiso con su ciudad, Nueva York, y sus convecinos, y contrastada con minu-ciosos anlisis en mltiples otras ciudades, J.J. nos desgrana una extensa cadena de reflexiones sobre la experiencia vivida de la realidad cotidiana en las distintas escalas de la ciudad: calle, barriada, distrito, sus lmites y fronteras, parques y vacos, comunicaciones, etc., y la constatacin detallada del fracaso, siempre, en la accin de polticos, planificadores y arquitectos.

    Nos presenta a sus vecinos con nombres y apellidos, y su misin, sagrada e imprescindible, en la ciudad. Y llegamos a conocer, y amar, la ciudad de Nueva York como si fuera la nuestra; y nos reclama, cuando ya nos ha introducido en casa, la necesidad, la obligacin de cambiar el modo de hacer las cosas.

    Y nos dice cmo.Me permito reproducir algunos prrafos representativos para orientacin de los desconocedo-

    res de este libro, y como recuerdo, y llamada de atencin, para sus antiguos lectores.Primero, unos ejemplos de ese tipo de observacin.(pg. 41) Una calle agradable tiene siempre usuarios y mirones. El ao pasado estuve en una

    calle de esas, en el Lover East Side de Manhattan, mientras esperaba un autobs. Apenas llevaba un minuto, tiempo insuficiente para tomar conciencia de la actividad de la calle, sus viandantes, nios y ociosos de las ventanas, cuando atrajo mi atencin una mujer que abra una ventana situada en el tercer piso del edificio de enfrente y empez a gritarme. Cuando yo me percat de que deseaba llamar mi atencin y respond, ella me grit: Los sbados no pasa ningn autobs por aqu!. Des-pus, alternando los ritos con los gestos, me indic la esquina. Esta mujer era uno de los miles de personas que en Nueva York se preocupan afortunadamente de las calles. Enseguida perciben la presencia de un extrao, observan todo lo que sucede y en cuanto han de entrar, orientar correcta-mente a un extrao o llamar a la polica, lo hacen sin dudar. Para decidirse a actuar en este sentido se requiere normalmente una seguridad y el sentimiento de que la calle es algo perfectamente co-nocido y como propio, porque solo as se puede procurar ayuda en caso necesario, No obstante, ms necesaria que la accin es la observacin misma.

    Observar, conocer, y sentir la calle como propia. Esto es lo que tienen las calles agradables para J.J.

    Los mil ojos que vigilan la calle solo lo hacen si ello es posible de forma natural, sin esfuerzo. Si nuestro diseo no lo favorece, o lo impide incluso, la calle dejar de estar vigilada.

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    JANE JACOBS. MUERTE Y VIDA DE LAS GRANDES CIUDADESMadrid: Ediciones Pennsula, 1967Jos Alts BusteloDoctor arquitecto. Profesor Titular del Departamento de Teora y Proyectos Arquitectnicos. Escuela Tcnica Superior de Arquitectura. Universidad de Valladolid Persona de contacto: [email protected]