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montevicteoIII 1011111aurora capillas de .castellanos

Montavideo y su región

El Real Presidio

los Colonos

La Vivienda

El Ajuar

Usos Costumbres

El Trabajo

Policía

Las Fuentes

El Abasto

El Comercio Menor

Festividades

El Cabildo

La Matriz

Los riesgos del mar

El Puerto

Diferenciación y autonomía

Comunidad y Evolución

Enseñanza y Cultura

Bibliografía

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MONTEVIDEO EN ELSIGLO XVIII

MONTEVIDEO Y SU REGIONMontevideo y su región, debemosdecir para determinar adecuada­mente la zona territorial en la quese desarrolla su historia en el siglox-vnr. En el orden del tiempo lasque fueron fronteras jurisdicciona­les abarcadas por su autOl'idadconstituyen mero antecedente dela demarcación departamental.

La primera incursión planificadade la zona fue realizada en 1608por Hernandarias, gobernador delParaguay, quien desde el litoralsobre el rio Uruguay llegó hastael Santa Lucía.

Hernandarias describe la comarcade esta manera: "La costa es bue­na y de muchos puertos y de mu­chos rios que vienen de la tierrafirme a la mar o a este rio grande,que no nos dieron poco trabajo elpasarlos ayudados para ello de miltrazas, hallando siempre a dos ya cuatro leguas unos de otros hastallegar a un río y puerto que lla­man Monte vidip a que quedó pornombre Santa Lucia por habernoshallado alli aquel dia y haber co­brado un español que estaba cau­tivo entre los naturales. Este puer­to de Santa Lucía estará a treintaleguas de esta ciudad [BuenosAires], tiene un rio que entra latierra adentro y junto a la bocade él en la mar, una ensenada obahía y una isla pequeña en mediode la entrada que le abriga y ase­gura de todo género de vientos ycapaz de tener dentro gran sumade naos que pueden venir a entrara él a la vela porque no hay bajiosa la entrada y tiene de honduranueve brazas, todo lo cual pudesondar muy a mi satisfacción por­que hallé alli algunas canoas de

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los naturales de aquella costa. Ensuma me parece uno de los mejo­res puertos y de mejores calidadesque debe de haber descubierto por­que, además de lo dicho, tienemucha leña y. pueden entrar losnavíos muy cerca de la tierra yla belleza de aquel rio en tierraadentro, es grande y capaz de te­ner muchos pobladores con grandeaprovechamiento de labranza ycrianza por la gran bondad y ca­lidad de la tierra. En los demásríos que se pasan hasta llegar aeste puerto también pueden entrarnavios, en unos de más porte queen otros y de tal calidad que detierra pueden saltar a bordo de losnavíos y cargar lo que quisieran.y por no haber dado lugar la as­pereza de los peñascos que deaquel puerto adelante había, porla costa a seguilla fui siguiendoeste rio de Santa Lucía tierraadentro, el cual hallé de tan gran­des calidades de buenos así paratener dentro gran suma de navíoscomo muchos pobladores que no sepuede desear más ... "

Hernandarias recorrió la cuencadel Santa Lucía, la misma quemás tarde será el punto de refe­rencia para determinar la zonaabarcada por la primera delimita­ción administratíva de la jurisdic­ción de Montevideo. En un brevedesembarco comprobó la calidad yla abundancia de sus tierras llenasde perdices, codornices y muchaotra caza. "Nadie se cansaba demirar los campos y la hermosurade ellos." A su regreso, a fines dediciembre, recaló en Montevideodonde cobró caza abundante y contoda su gente subió al Cerro. Des­de allí "veíamos campos hasta don­de alcanzaba la vista, tan llanoscomo la palma de la mano y mu­chos rios arbolados a lo largo deellos".

La primera jurisdicción fUe de­marcada por Pedro Millán el 24de diciembre de 1726: la costa delRío de la Plata desde la desembo­cadura del arroyo Cufré hasta lassierras de Maldonado, y al nortela cuchilla Grande o albardón quesirve de camino a los faeneros de

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corambre "y que divide las vertien­tes de los ríos San José y SantaLucia de las que corren a la partenorte".

La región 'ie Montevideo quedó,pues, establecida en la cuenca delSanta Lucia sobre una amplia zo­na territorial "de 30 leguas norte­sur y 40 de oriente a poniente".

En la península situada frenteal cerro epónimo, sobre la riberadel puerto, se delineó la ciudaden seis cuadras de cien varas cas­tellanas (ochenta y tres metroscincuenta cada una) que fueronrepartidas en solares entre los pri­meros pobladores venidos de Bue­nos Aires; más tarde, en 1726, elaporte de la primera colonizacióncanaria obligó a aumentarla aveintiséis cuadras más.

Pedro Millán tomó por base paraello el delineamiento oríginal quetrazó el ingeniero Domingo Pe­trarca.

La primera casa que ya encon­tró Millán, construida en adobecrudo y techada de cuero, residen­cia del práctico del Río de la Pla­ta, Pedro Gronardo, quedó ubica­da, en la primera demarcación, enla actual esquina noreste de lascalles Piedras y Treinta y Tres,"cerca del desembarcadero" frentea la manzana adjudicada' en sutotalidad a Juan Antonio Artigas.En ella funcionó el primer Cabildo.

A lo largo de la ribera norte,entre las actuales calles Cerritoy Piedras, en la manzana 3 (JuanCarlos Gómez, Ituzaingó) estabadesde 1723 la casa de Jorge Bur­gues, construida en piedra, con te­cho de tejas y huerta arbolada;en la 2 <Bartolomé Mitre, JuanCarlos Gómez) , una casa de piedracon tejado, de propiedad de Jeró-

nimo Pistolete; en la manzana 6(Misiones, Zabala) la casa de ado­be del soldado Juan Bautista Ca­llo; en la 7 (Zabala, Salís) seinstalaron los Jesuitas, llegados conlos indios tapes que participaronen la obra de fortificación, endonde construyeron una pequeñacapilla de piedra cubierta de tejasque más tarde destinó el Cabildopara sede del Convento de SanFrancisco y para servir de Matrizmientras se construía la Iglesia dela Plaza Mayor.

El criterio del delineamiento deMillán, originado en el de Petrar­ca, estaba regido por la calidad dela tierra y la ubicación de la pri­mera planta de la fortaleza y ba­tería, en la actual Plaza Zabala,de manera que quedara libre eluso de sus cañones.

En este trazado las Casas Rea­les del Cabildo ocuparían la man­zana 16 (Rincón, Ituzaingó 25 deMayo, Treinta y Tres) co¡{ frente'a la Plaza Mayor, colocada en laactual manzana Sarandí Ituzain­gó, Treinta y Tres y Rincón; laIglesia, en la circundada por Sa­randí, Treinta y Tres BuenosAires 'e Ituzaingó, y, hacia el estede la Plaza Mayor, la manzana 18quedaba sin repartir para aplicarlaa Cajas o Almacenes Reales; esactualmente la de la Plaza Cons­titución.

Los planos levantados hacia 1730ubican la Plaza Mayor en su actualemplazamrento, y el Cabildo en elsolar de cuarto de cuadra en lamanzana 19 del trazado de Millánlugar que hoy ocupa. Las obr~de la nueva Sala del Ayuntamien­to se iniciaron en 1737. ,

La cuenca del Miguelete fue ele­gida para delineación de chacras,

que comenzÓ en 1727, y en ella sedistribuyeron las suertes asignadas.bajo condición de poblar, "con ran­chos y barracas", cultivar y sem­brar la tierra en un plazo de tresmeses.

El 12 de marzo de 1727 se seña­ló el ejido de la ciudad, "de mara mar de ancho", corriendo desdela costa de él hasta la ribera delpuerto.

Más lejos, entre los arroyos Pan­da y Carrasco, se delinearon 22fracciones de tres mil varas defrente y una legua y media defondo, para estancias; los pobla­dores recibieron en el reparto seismil cabezas de ganado, unas cua­renta para cada uno.

En marzo de 1729 llegó a Mon­tevideo la segunda colonización ca­naria, conducida por Francisco deAlzáibar, y el 20 de diciembre elgobernador declaró erigida la ciu­dad, constituyó el Cabildo y dictólas primeras instrucciones paraadaptar los preceptos de las leyesde Indias a la sencillez del medioy a las obligaciones que los colo­nos debían cumplir.

El nuevo Cabildo intimó de in­mediato a los pobladores para quepermanecieran en la ciudad yconstruyeran sus casas en el tér­mino de quince días.

En medía de éstas que puedenser llamadas zona urbana y zonarural, corría una franja de tierrade propios para la obtención deproventos fiscales.

El proceso fundacional abarcó unlapso de seis años (1724-1730) ycon la instalación de su Cabildopor Bruno Mauricio de Zabala, el1· de enero de 1730, quedó institu­cionalizada su vida civil.

Hasta 1749, fecha en que se creóla Gobernación de Montevideo, vale

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L.a jurisdicción de Montevideo: L.a costa del Río de la Plata desde la desembocadura del arroyo Cufréhasta las sierras de Maldonado y al norte la Cuchilla Grande o albardón que sirve de. camino a losfaeneros de corambre y que divide las vertientes de los ríos San José y Santa L.ucía de las quecorren a la parte norte.'

decir por espa<?? de veinte años.la ciudad creCIO paulatinamentehasta contar una población de casi2.000 habitantes, 173 casas, 86chacras y 115 estancias.. según su

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primer gobernador don José Joa­quín de Viana.

Todo le era propicio, en opiniónde sus mismos habitantes, comolo consigna un informe del Cabil-

do. de 1787, en el que se describela zona geográfica, su orografía.clima y producciones.

"Su clima, entre los 33 y 35 gra­dos de latitud austral. es templado

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de suerte que ni en el estio sonexcesivos SUs calores ni sus fríosen el invierno. El terreno es gene­ralmente llano, porque, aunque estátodo ondeado de colinas y valles,ni éstos son tan profundos, ni aqué­llas tan altas que no sean fácil­mente accesibles a la caballería ycarruajes. Excepto lo más alto delos cerros y algunas restingas depiedra que hay por los campos,todo lo demás se puede rompercon el arado; produce bien el tri­go, la cebada, el lino y cáñamo si sesiembra, el maíz y las legumbres,toda suerte de hortalizas y frutasreptiles; sus pastos son abundantesy de buena calidad para los ganados,que los hallan hasta en lo más alto

de los cerros. Aunque abunda dearroyos y ríos no hay tierras deriego ni es fácil el hacerlas porhallarse síempre las que no estánsujetas a inundaciones, muy supe­riores al nivel del agua; las queestán inmediatas a ellas en las hon­donadas y laderas son jugosas yresisten mucho tiempo a la seca."

La misma impresión sobre lascondiciones naturales de la zonafavorables a una existencia prós­pera recogíó en 1789 el Tenientede Navio José de Espinosa y Telloen sus "Noticias relativas a Mon­tevideo": "Un clima análogo al demuchas provincias de España, laocasión del transporte frecuente yla facilidad de vivir donde los ali-

mentas de primera necesidad estáncasi de balde, atrae muchos espa­ñoles."

EL REAL PRESIDIOLa importancia estratégica (te Fa:

ciudad "para segurídad y q'üietudde esta costa", punto de rJefensade los dominios españc;les delAtlántico sur contra las pretensio­nes portuguesas y cualesquieraotros enemigos, determinó el esta­blecimiento en ella de un "presi­dio", como se llamaba a las plazaso fortalezas guarnecidas por sol­dados.

Fortificar Montevideo, contenera los portugueses en sus límites,

la ciudadela con sus cuatro baluartes: San Felipe, Santa Isabel, San Fernando y Santa Bárbara.(Maquette. Museo Histórico Municipal). Estudio de Alberto Gómez Ruano.

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1) El Fuerte, con capilla. 2) La Ciudadela. 3) Fuerte de San José. 4) Cubo del Norte. 5) Cubodel Sur. 6) Portón de San Pedro. 7) Portón de San Juan. S) Las Bóvedas. 9) Bateria del muelle.10) Bateria de San Francisco. 11) Bateria de San Carlos. 12) Batería de. la pólvora. 13) Bateríadel Sur. 14) Baluartes y cortinas de 12 y 1S pies de altura, con cañones. 15) Pozos de agua dulce,manantialeS. 16) Fuente de agua dulce. 17) Fuente. del Rey. 18) Muelle. 19) Casilla del Res­guardo. 20) Barracón de marina. 21) Hospital de la marina. 22) Manzana en la que se instalaronlos dos Jesuitas con los indios tapes. 23) Iglesia Matriz. 24) Residencia de la Compañia de Jesús.25) El Cabildo. 26) La CaSa de Comedias. 27) E I Hospital d-e Caridad. La construcción se inició en1781 y fue inaugurado el 17 de junio de 178S. 28) E I Observatorio. 29) Molino de viento. 30) Tahona.31) Casa de Pedro Gronardo y luego habitación del cirujano Pedro Francisco Mario. 32) Manzana ad­judicada a Juan Antonio Artigas. 33) Casa de. Jor.ge Burgues. 34) Casa de Ger6nimo Pistolete. 35)Casa de Juan Bautista Callo. 36) Casa propiedad de Felipe Pascual Asnal' en la que residió José G.Artigas. 37) Casa de Manuel Cipriano de Melo y Meneses, adquirida luego por el General JuanAntonio Lavalleja. 38) Ubicación de la casa destinada a escuela gratuita de niñas.

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impedir que las naciones europeasse apoderen de una parte tan útily necesaria para el bien de estasprovincias, poblar con familias yde este modo asegurar la campañade la otra banda donde BuenosAires se provee de ganado, talesson las repetidas expresiones delas Reales Órdenes de entonces.

Los trabajos de fortificación sedebieron realizar muy lentamentepor falta de recursos financieros;el Ingeniero Domingo Petrarca,quien manifiesta seguir las reglasdel marqués de Vauban y "otrosingenieros franceses modernos",planeó las obras de defensa de laciudad.

Con carácter provisorio se cons­truyó una batería en la punta nor­oeste de la península, que se llamóde San Felipe, destinada a cubrirel pasaje de los navíos hacia labahía; más tarde se levantó enesa zona el fuerte San José.

En el plan prímitivo se proyecta­ba una construcción de mamposte­ría con cuatro baluartes y foso pa­ra defensa de la bahía y de lapenínsula; otra, ubícada en el ex­tremo occidental, al pie del Cerro,cubriría por ese viento, con lasinstaladas en la isla de las Ra­tas, el acceso a la ensenada.

En 1724 comenzaron las obrasdel Fuerte, ubicado en el lugar dela actual Plaza Zabala, que fuesucesivamente almacén y Caja realy más tarde residencia del gober­nador, con su correspondiente ca­pilla.

Las defensas provisorias, preca­rias por sus materiales, se robus­tecian en el proyecto de Petrarcacon un fuerte grande, a ubicar enel mismo lugar del ya existente.

El proyecto, sometido a estudiodel Ingeniero General de la Coro­na, marqués de Verboom, fue en­mendado por éste sobre los planoslevantados por Petrarca.

Observaba Verboom que no eraconveniente la ubicación de la obraen el mismo lugar del fuerte, yaque "por la favorable situación dela ensenada de Montevideo y delcomercio que puede fomentarse esmuy natural que la población vaya.en aumento extendiéndose en la.referida punta y que por consitguiente quedaria incluido el fuer téen la población, haciéndose en estaforma inútil".

El nuevo emplazamiento, "en lagarganta que dejan los dos barran­cos o arroyos inmediatos a la po­blación", evitaba ese inconvenientey serviría de ciudadela, "asi paraenemigos internos como externos";agregaba que, si fuera necesarioamurallar la zona para su mayorseguridad, bastarian dos simpleslineas de muros para formar conellos un parapeto de cierre de lapenínsula.

Con las sugerencias del ingenieroespañol, Petrarca levantó nuevosplanos que envió a la Corte en1730.

Muerto Petrarca en 1736, suscontinuadores, los ingenieros Die­go Cardozo y Francisco RodríguezCardozo, terminaron la muralla yconstruyeron cuatro baluartes dela proyectada ciudadela: los de SanFelipe, Santa Isabel, San Fernan­do y Santa Bárbara.

La obra total, cuya construcciónabarcó más de cuarenta años, com­prendía frente a una amplia' plazacentral, la capilla, el cuarto delcapellán, viviendas para el gober­nador, para el Mayor de la Plaza,

El rey de España Felipe V (1700­1746) a cuyas instancias fuefundada la ciudad que llevó sunombre de San Felipe de Mon­tevideo.

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Los caminos principales: De.I Portón de San Ped ro sale uno que va a la fuente d~ las Canarias yotro que bordea la ciudadela hasta el de San Juan. Estos fueron los utilizados principalmente poraguate.ros y por los vecinos de extramuros de la parte norte. Del Portón de San Juan salen, también,dos caminos, el de la costa que llega hasta la batería de Santa Bárbara y otro, el de Maldonadohacia rá. parte alta de la cuchilla y aproximada mente la línea actual de la avda. 18 de Julio y8 de Octubre hacia afuera. Por éste entraban a la ciudad, cueros, trigo o harina y tasajo, de ahíque se le llamara "la puerta de pelambres". (Estudio de Carlos Pérez Montero).1) Portón de San Juan. 2) Portón de San Pedro. 3) Línea del Ejido. 4) Línea del Cordón. 5)Aguada. Arroyo de Canarias. 6) Casa de Alzáibar. 7) Fuente. 8) Manantial. 9) Zona proyec­tada para cementerio. 10) Hornos de ladrillo. 11) Melchor de Viana. 12) Guardia del Cordón.13) Médanos. 14) Almacén de pólvora. 15) Capilla del Carmen. 16) Camino a Maldonado. 17)Camino de la Aguada. 18) Casa de Cipriano de Mello. 19) Piedra dond'e se puso la aguja paradelimítar el Cordón. 20) Faja de tierra destinada a pista de carreras de caballos. 21) Escuela deejercicios de artillería. 22) Quinta de las Albahacas.

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El Fuerte de San José.

alojamientos de la oficialidad, cru­jías de bóvedas para diez compañíasde soldados, hospíta1, almacenes devíveres y pertrechos, depósitos depólvora, reservas para tiempo desitio, cocinas y espacios comunes;para la provisión de agua, la Ciuda­dela contaba con dos aljibes y dosembalses fuera de ella, protegidospor el alcance de un tiro de fusil.

De la Ciudadela partía hacia elnorte hasta la bahía, y hacia elsur hasta el Río de la Plata, unalinea amurallada de circunvalaciónque cerraba la gola de la penin­sula.

El sistema defensivo se comple­taba con las baterías almenadasdel Cubo del Sur, llamado de SanJuan, seguido por baluartes cerra­dos entre éste y la Ciudadela yde la Ciudadela al Cubo del Norte.llamado de Santiago.

En 1794 se construyeron las Bó­vedas, en la parte ízquierda delCubo del NortE', que constituirían

la defensa más sólida del recintopara proteger el muelle, y queservían como almacenes de bocay de guerra, alojamiento de tro­pas. albergue de familias, prisióny hospital de sangre.

A fines del siglo XVIII se pro­yectó una segunda linea de defen­sa con trincheras y baterías entres o cuatro baluartes sobre lazona suburbana, mientras diez ba­terías, dos cubos y un fuerte pro­wgerían el perímetro costero dela península.

Al finalizar el siglo la Ciudade­la ofrecía un aspecto de grandio­sidad imponente por la impresiónde fortaleza de su cerco amuralla­do en granito gris, de nueve metroscte altura y seís de espesor, enuna superficie delimitada en cua­dro de ciento cuarenta y cincometros de lado, y alargada hacia

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Reconstrucción del interior de la ciudadela.

ambas costas de la península porlas murallas de cerramiento quesemejaban un abrazo protector del·caserío.

Su prestigio hízo que fuera con­.siderada una de las obras militaresmás importantes levantadas porEspaña en suelo americano y laelevó a la categoría de símbolode su poderío colonial, como el delos emblemas reales que coronabansu portada de acceso.

1.05 COLONOSLos pobladores de Montevideo,

originariamente constituidos por130 a 135 personas que integrabanlas familias venidas entre 1724 y1726 de Buenos Aires y de Cana­rias, llegaron a 300 Con la segundacolonización canaria (1729), a me-

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diados del siglo se habrian dupli­cado y sumaban, hacia 1800, unnúmero aproximado a los seis mil;el capitán de Navío Diego de Al­vear que visitó la ciudad en 1784,aprecia en 8.000 dicha cifra.

Pese a los frecuentes releva­mientas que con muy variados pro­pósitos levantó el Cabildo en elsiglo XVllI, es difícil llegar a lacerteza en este punto, ya que loscriterios adoptados en cada casoofrecían variantes, ya sea en lasección territorial abarcada o en laclase de personas que en ellos seasentaba; algunos se limítan a laclase militar, otros a determinadonúcleo de actividad --chacareros,hacendados, etc.-, de acuerdo conel interés que determinaba el ob­jeto del censo.

El padrón de los habitantes, pe­riódícamente renovado desde 1760en adelante, clasificaba el númerode "vivientes" por calidades, esta­do, sexo, con inclusión de "sir­vientes, tanto libres como escla­vos"; en otros empadronamientosse especifican propiedades y due­ños; en algunos, "vecinos, foraste­ros, cabezas de familia, sexo, par­dos, indios, esclavos y negros li­bres".

Una de las más antiguas refe­rencias sobre población que apare­ce en las actas del Cabildo (28 desetiembre de 1735) es la protestaformulada ante el Comandante porhaber alistado algunos de los hom­bres más capaces y expertos sinconsultar a la autoridad capitular;dice que "han dejado los imposibi­litados, mancos y cojos" , que no

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podrán "recoger las sementeras nicumplir con las guardias y rondas",y estima en doscientos el númerode hombres entre vecinos y foras­teros, cantidad que incluye cua­renta inválidos.

Por la favorable situación de laensenada de Montevideo y "por elcomercio que puede fomentarse",era muy natural prever que la

población se extenderla hacia aque­lla parte.

Por Real Cédula dada en Aran­juez el 16 de abril de 1725 seacordó a los pobladores determi­nados privilegios: a quienes seobligaren a hacer población, la hu­bieren acabado y cumplido suasiento en ella, se los hacía "hi­josdalgo de solár conocido", bene-

ficiarios de las honras que tal ti­tulo aparejaba; se les adjudicabasolares en la ciudad, tierras parachacras y estancias donde las eli­gieren; doscientas vacas y cienovejas para principio de sus crian­zas; carretas, bueyes y caballos;materiales para los edificios, he­rramientas de todas clases; granospara semilla y, por el primer año.

RELATO DEL PADRE CAYETANO CATTANEOLos Padres que llegaron allí con

ocho días antes que nosotros conla nave San Francisco y tuvieronocasión en dicho tiempo de desem­barcar varias veces, nos contaron,que al presente no existen más quetres o cuatro casas de ladrillo deun solo piso y otras cincuenta o se·senta cabañas formadas de cuero debuey, donde habitan las familias ve­nidas últimamente, hasta que se fa­briquen bastantes para alojarlas. Losfabricantes son los indios de nues­tras Misiones, que vinieron en 1725por orden del Gobernador de Bue­nos Arres en número de cerca dedos mil para fabricar como lo hanhecho hasta ahora, la fortaleza, bajoel cuidado de dos de nuestros misio­neros, que los asisten, predicando,confesándolos en su lengua, pues noentienden la española. Habitan di­chos dos padres en una de esas ca­bañas de cuero, y los pobres indiossin casa ni techo, eXll.uestos despuésde sus fatigas al agua y al viento,y sin un centavo de salario, sinosólo con el descuento del tributoque deben pagar. Mientras estaban

en tierra, como dije, los Padres dela otra nave sucedió un lance gra­cioso, visto por ellos, que no puedoomitir, porque da a conocer muybien la calidad de estos nuevos fie­les. Un indio de los más robustosno queria aquel dia trabajar en lacortina de un baluarte. Irritado elcomandante de la fortaleza dio or­den a los soldados, que lo pusierana prisión. El indio al oir prisión(palabra cuyo significado entendiómuy bien) tomó un manojo de fle­chas y montó en el acto a caballo,y preparando su arco amenazaba alprimero que se acercara para to­marlo. Hubieran podido rápidamen­te los soldados matarlo con los mos­quetes, pero temiendo el comandan­te irritar a los otros indios si ésteera muerto, originando una peligrosasublevación o a lo menos que todoshuyesen, tomó el partido de hacersaber al Misionero la obstinación deaquél, para que, si era posible, pu­siese remedio. Vino el Padre y conpocas palabras que le dijo lo hizodesmontar del caballo y dejar el ar­co y las flechas. Induciéndolo des-

pués con buenas maneras y amoro·sas palabras a recibir algún castigopor su falta, hecholo tender en tie·rra, le hizo dar 24 azotes con asomobro de los soldados, al ver que elque poco antes no temía la boca delos arcabuces, se rindiese despuéstan pronto a sólo las palabras delMisionero. Y mucho más se maravi·llaron cuando oían que en medioa los azotes no hacía otra cosa sinoinvocar a Jesús y a María en su auxi­lio; por lo que algunos de los sol­dados prorrumpieron en esta excla.mación: ¿Qué gente es ésta?.. Esnecesario decir que son ángeles, por·que si nosotros hubiésemos recibidosemejante castigo, hubiéramos nom­brado a mil diablos, y ciertamenteque es cosa digna de maravillarse,ver cómo bárbaros tan feroces pornaturaleza, que no pudieron ser sub·y'ugados por los españoles, prestendespués tan humilde obediencia aun sacerdote, mayormente si es elque los confiesa, predica y asisteen sus necesidades temporales y es­pirituales, al cual aman verdadera­mente y respetan como a Padre.

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Llegada de las familias pobladoras conducidas al puerto de Montevideo el 19 de noviembre de 1726por el navío "Nuestra Señora de la Encina", cuad ro de Eduardo Amézaga.

suministro regular para la subsis­tencia, de bizcocho, yerba, tabaco,sal, aji y carne.

La Real Orden ímponia a loscolonos una pennanencia de cincoaños precisos so pena de incauta­ción y nuevo reparto de los bienesdistribuidos; se les exoneraba detoda clase de ímpuestos y se lesautorizaba a disponer como dueñosuna vez pasados los cinco años.

El fraccionamiento y las adjudi­caciones no comprometian en ma-

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nera alguna la comunidad de bie­nes que a todos habría de favore­cer por igual.

Los vacunos de la jurisdicción,"de no haber sido procreados aexpensas de nínguno de los pobla­dores" , se consideraban bien co­mún, lo mismo que los pastos, losmontes, las aguas y las frutas sil­vestres, asi como la leña y made­ras necesarias beneficiaban a to­dos, al punto de vedar todo im­pedímento a los ganados que, para

pastar, pasasen de una heredada otra; en el deslinde se reservabala garantía de pasaje para losaguateros.

Estos y otros beneficiosraban 10 indispensable para lavivencia y el cumplímiento desabias leyes colonizadoras.

Don Bruno Mauricio deadaptó las ordenanzas mlmici¡;lallesdictadas para el Cabildo deAires a la "cortedad y ~~~;:~~~de los vecinos de que se c(

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Señoras de ·Montevideo, con su indumentaria característica de ampliasfaldas con volados hasta el tobillo y mantas de seda o lana. Año 1794.

PAZ ALDEANAEl Cabildo Justicia IY Regimien.

to de esta nueva Ciudad de SanFelipe de Montevideo se ponecon el mayor rendimiento a lospies de V. M. manifestando sureconocimiento a la· piedad queha debido a su Real Clemencia,pues por ella y por lo que seha esmerado nuestro GobernadorDon Bruno de Zabala en nuestroalivio, nos hallamos ¡ todos esta­blecidos en nuestra' nueva po­blación con nuestras casas y ha·dendas de campo y ganados quese nos repartió y con fervolosoánimo de dedicarnos a, las obraspúblicas como es a· la continua­ción de la Iglesia Matriz dedica­da a Nuestra Señora de la PuraConcepción y Santos ApóstolesSan Felipe y Santiago; y en me·dio de que no tenemos Comercioalguno ni donde vender nuestrosfrutos gozamos de tranquilidady del corto interés que la guarni.ción de este Presidio nos dejapor ellos en el Bizcocho que sedestina para su manutención elque se fabrica entre los vecinosy esperamos que la Real Pie­dad de V. M. nas mirará siemprecomo a sus leales vasallos quedeseamos sacrificarnos en su Realservicio y pedimos continuamen­te a Dios nos guarde la C. RealPersona de VM como la cristianodad ha menester. San Felipe deMontevideo, y mayo treinta demil setecientos y treinta y tresaños. Alcalde de primer votoJoseph Gonzales de Mela. Josephde Mitre. Sebastián Carrasco. Jor­ge Burgues.

(En el acta de 27 de julia de1733.)

esta nueva población". En el as­pecto orgánico limitaba el númerode cabildantes y las exigencias deceremonia y mando; dispensaba alos regidores de la prohibición decomerciar al menudeo; les autori­zaba a vestir de color honesto ytraje decente por la escasez de te­la color negro que exigía la or­denanza, y limitó a una sola reu­nión mensual las sesiones obliga­torias del Ayuntamiento.

Esta aldea vivió sus primeros

años bajo un regunen de comuni­dad de afanes, preocupaciones eintereses. Estuvo ocupada desdesus comienzos en continuas salidascontra los indios que arreaban ga­nados y perpetraban malones con­tra las estancias; en combatir .alos portugueses que con aquellamisma finalidad, a veces en conni­vencia con los indios, incursiona­ban por la campaña; en contribuircon hombres y con vituallas a lascampañas militares de Viana y de

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Balcón sobre el segundo patio de la casa de Manuel Cipriano de Melo.

Pedro Ceballos; en atender sussementeras amenazadas tanto porel tiempo o las plagas como por lafalta de brazos para levantar lascosechas; en integrar las partidascontra changadores, vagos y gau­derios y en el cumplimiento de lasguardias en las fronteras de lajurisdicción montevideana que con­solídaban de continuo.

LA VIVIENDAA las primeras viviendas hechas

de piedra y adobe con techo depaja, siguieron otras mejoradas conmaderas del Paraguay y tejas.

La explotación de las caleras, lafabricación de ladrillos y tejas yla presencia de buena mano deobra, todo en costos moderados,dio impulso a las nueva>; construc-

ciones, tan fuertes como modestas;se emplearon entonces maderas entirantes, alfajías, marcos, puertasy ventanas. Las de azotea, hechascon ladrillo, tejuelas y argamasa,dieron nueva fisonomía al pobladocon casas cómodas, de patios am­plíos con piso de losa labrada ode pizarra.

Ya a fines del siglo xvm em­pezó la edificación de doble plantacon balcones y adornos de hierrode buena y hermosa forja.

Aún podemos admirar estas ca­racterísticas en la que fue luegocasa del general Juan Antonio La­valleja (hoy Museo Histórico Na­cional), en la calle denominada deCallo, luego San Francisco, y ac­tualmente Zabala. Es una lujosavivienda colonial construida en1783 por don Manuel Cipriano deMelo y Meneses, acaudalado co­merciante portugués, que consta dedos plantas: en la baja dos amplíospatios, con piso de mármol el pri­mero y de losa-piedra el segundo;a ambos dan las habitaciones de es­ta planta con ventanas enrejadas;en la parte alta hay una galeríade balcón, soportada por ménsulasde hierro. La escalera prillcipaltiene peldaños de baldosas rojascon bordes de madera, baranda de'hierro y pasamanos también demadera. En la fachada una reciapuerta de cedro -"a tableros sa­lientes o cuarterones"-, pilastraslisas sin base ni capitel, ventanasenrejadas en la planta baja y bal­cones altos con herrería barroca.

EL AJUARDados los escasos elementos do­

cumentales gráficos relacionadoscon la primera época de Montevi-

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Damas y caballeros españoles de Montevideo según testimonio del viajero francés Dom Pernetty que pasópor el Río de la Plata en 1763.

deo, poco podemos afirmar sobrela indumentaria. Las mujeres usa­ban amplias faldas, con voladoshasta el tobillo, medias blancas dealgodón, zapatos de taco con he­billa, y para las funciones religio­sas la clásica mantilla negra y devariados gustos para otras ocasio­nes; como alhajas, los zarcillos.

Sería dificil describir con mayoracierto que Pérez Castellano losentretenimientos de los hombres ylas caprichosas variantes que pro­ducía la moda en el aderezo yvestimenta de las mujeres en lasegunda mitad del setecientos:

"Si debe entrar en la clase depolicía el lujo y la diversión, dirétambién que hay casas de café,

muchos trucos y billares, que loshombres y mujeres visten ricastelas de seda y de lana y que enlas iglesias no se ve jamás unapersona andrajosa porque hasta losmendigos, que no pasarán de vein­te, andan vestidos con decencia. Esmenester que sea muy pobre omuy abandonado el que en el ve­rano use ropa que abrigue en elinvierno y son poquísimos los quecon ella confunden las estaciones.No se hace uso de la plata labra­da sino en cubiertos, en hebillas yen recados de montar. Las mujeresgeneralmente gastan medias blan­cas de seda, mantas blancas ynegras de seda o lana fina, sa­yaS de 10 mismo, negras para

la iglesia y de otros colores pa­ra el paseo. En el peinado, he­billas, zapatos y vestidos, tiene tan­ta jurisdicción el capricho y losmodifica tan diversamente que se­ría dificultoso hacer relación cir­cunstanciada de su diversidad.Baste decir que el peinado alto yen figura de mitra aunque algomás ancho es aquí viejo; que éstelo han rebajado y lo· han subido di­versas veces, que siempre se con­serva en el fondo, pero que jamáses el mismo en los accidentes y enel adorno. En los zapatos usarontacos altos y los rebajaron hastael extremo de no usarlos ni chicosni grandes; Los volvieron a tomarpero por grados hasta llegar a

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DE

Botas de medio pie y longeadas.

BOTASExposición del Regidor Deposi.

tario General José Cardozo en lareunión del 25 de agosto de 1785:"Que la larga experiencia que leasiste de los abusos que Sp come·ten en las campañas de esta juris.dicción le hizo conocer muchosaños ha, que es el más perniciosoy el que más destruye los ganadosel uso de las botas de ternera, ter·nero o raca que gasta generalmentela gente campestre; siendo lo mássensible de rer tan entablada laperversa costumbre de robar y ma·tar una ternera, ternero y racaúnicamente con el fin de sacarlela piel necesaria para las botasque no se hallará estanciero quedeje de experimentar mas daño ensus haciendas por esta cal/sa quepor otra alguna. De modo que auncuando se quisiera decir que nohay en estas 'campañas ma.. de milhombres que usen este calzado,siendo constante que la duraciónde él nunca llega a dos m.,ses, esconsecuente que en cada año hande morir y han de robar seis mil

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POTROcabezas de ganado sin que absolu·tamente rindan más utilidad a losladrones y a los dueños que otrostantos pares de botas y por cuyarazón se aniquila el procreo deestas haciendas que son las únicasen que estriba el fomento de estajurisdicción. Siendo de notar quejamás se verá con esta clase debotas a ningun criador de gana·dos porque les causaría un grandolor el destruir una res que lescuesta mucho trabajo; solo paraaprovechar de ella una pequeñaparte del cuero."

Propone que se imponga la botade yegua "que es tan buena comola de vaca pues así se irá destru.yendo la mucha yeguada que semantiene en estos campos con losgraves perjuicios que. son" eviden.tes a todos los estancIeros .

Los Comisionados tenían ordende traerse las botas de vaca y que·marias en extramuros, no permi.tiendo más que las de yegua, "tanfáciles de distinguir de las devaca"'.

la mayor altura. Usaron hebillasde piedras y las dejaron; de platay oro, ya de esta, ya de aquella fi­gura y también las dejaron. Por úl­timo se han convenido en deste­rrarlas todas y reina la gran modade usar los zapatos sin hebillascomo los difuntos."

Por los inventarios judiciales queguardan expedientes de la épocanos informamos de los más co­munes y generalizados enseres qUE'componían el ajuar personal y do­méstico de las familias montevi­deanas. Entre las prendas mascu­linas se mencionan: camisas senci­llas o con volados; calzones decotonia, de gorgorán, de terciopeloo de grana; chalecos de lienzo, debretaña o de cotonia; chupas delienzo, barragán, tripe, calamaco,damasco, seda o grana; chupetinesde cotonia o de estameña; pañue­los, medias y calcetas; gorros dealgodón, de lana y biricú de ante;zapatos sencillos y con hebilla demetal o de plata; corbatines conbroches de plata, relojes de faltri­quera.

Integraban la indumentaria fe­menina: camisas, corpiños, ropo­nes, basquiñas, enaguas, polonesas,zagalejos, cotillas, jubones y ves­tidos.

Se empleaban telas muy varia­das: lienzo, clarín, bayeta, tafetán.calamaco, bretaña, ruan, trué, in­diana, muselina, gasa, seda, esta­meña, raso y terciopelo.

Los pañuelos, de variedad y ri­queza de acuerdo con el uso quese les daba, iban del hilo y clarínhasta la muselina, gasa y seda.Los botones podían ser de similar,venturina o de plata.

Las alhajas de uso más genera­lizado eran .los zarcillos de piedras,

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Arcón de madera con puntas y bocallave de hierro.

hebillas, tembleques, aderezos, sor­tijas, pulseras, rascamoños, abani­cos de marfil, con brillantes, topa­cios, esmeraldas, diamantes, rubies,plata, nácar y oro.

La ropa y adorno de la casaconstaba de sábanas de bramanteo de ruan y fundas con voladoscribados, cortinas y cenefas de da­masco.

Los jubones se hacian con prefe­rencia de castorcillo, y las manti­llas en gran variedad de telas yencajes.

El mobiliario, en pino, nogal, ce­dro y jacarandá, se advierte en undetalle como éste: mesas, sillaspoltronas, canapés, petacas, camasy catres, arcones y armarios, cajascon cerraduras, baúles, cómodas.espejos, cornucopias y relojes demesa.

De la vajilla, los L.,ventariosmencionan: loza de peltre, peder­nal y China; ollas de barro y dehierro; tachos' de cobre y de hie­rro; calderos, salvillas, zambullos.cubiertos de metal y de plata; cho­colateras pertesanas, mates, bom­billas, garrafas, azafates, bernega­les, palmatorias, vasos y jicaros.poncheras.

Fue caracteristica lugareña lavestimenta del hombre de campo:chiripá, calzoncillos de flecos o cri­bados, ponchos, botas de potro demedio pie, sombreros redondos ypañuelos para el cuello.

La artesanía del cuero tuvo va­riadas aplicaciones en las necesi­dades cotidianas del trabajo y dela vida del hombre de campo. Loutilizaron en sus vívíendas paratechos y puertas, en los catres. pa­ra cubrir las carretas, en árganas,odres, variados tipos de riendas,lazos y torzales, en los aperos o

arneses, riendas y coyundas y entoda clase de cordajes. Lo utiliza­ron para confeccionar boleadorasretobadas, estribos de botón paraestribar entre los dedos y hastaen las embarcaciones con que cru­zaban los rios, llamadas "pelotas".

Un viajero de la expedición deMalaspina describe al "guazo uhombre de campo" de esta mane­ra: "Un caballo, un lazo, unas bo­las, una carona, un lomillo, un pe­llón hecho de un pellejo de car­nero, es todo su ajuar de campo.

"Una bota de medio pie, unasespuelas de latón del peso de doso tres libras, que llaman nazare­nas; un calzoncillo con fleco suel­to, un calzón de tripe azul o colo-

rado, abierto hasta más arriba demedio muslo, que debe lucir elcalzoncillo flamenco, un armador,una chaqueta, un sombrero redon­do de ala muy corta, con su bar­biquejo, un pañuelo de seda decolor y un poncho ordinario, es lagala del más galán de los gauchos."

Las referencias precedentes, ex­traidas de documentación de dis­tintas épocas y de pertenencias demuy diversas categorías sociales.no discrimina lo que cada una deellas acostumbraba a usar deacuerdo con su condición económi­ca; es el fruto. de una integraciónpaulatina, a medida que el pro­greso aumentó las exigencias dela comodídad y el lujo.

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DEL RECETARIO DE ROQUE GONZALEZ

precisión su uso, no se ofrece nin­gún reparo para que se quite elque le traigan".

La prohibición alcanzó a ciertaclase de juegos de dados y naipes,en partícular los que se formabanen los velorios de recién nacidos,donde en considerado número losvecinos "disipan 10 que tienenagregándose a esto el uso de labebida que corre en tales casosmuy frecuente".

Parejamente se prohibia que laspulperias tuvieran de esos juegos,

que bajo apariencia de gasto, da­ban lucro a sus dueños que losjugadores llamaban "coima o ba­rato": allí "pueden resultar los mis­mos daños no sólo por la cantidadque se arriesga sino que al fin delos tales juegos de gasto, con re­petirse uno y otro, suelen salirpoco menos que perturbados y em­briagados de la bebida".

De las diversiones y juegos acep­tados se mencionan: billares, ca­rreras de caballos, corridas de sor­tijas, loterias, toros.

Mézclese bien en una cucúrbitay divídase en tres partes. Se destilauna de ellas hasta la sequedad,con el agua destilada de ésta serepite la segunda porción y lomismo con la tercera. Se calcinanlos residuos y se extrae la salpor disolución, filtración y evapo·ración, según arte. Se emplea comocolirio, vertiendo una o dos gotassobre el ojo y aplicando compre·sas humedecidas en el mismo, te·niendo cuidado de purgar al en·fermo cada dos días, y si es muysanguíneo, sangrarlo todos los me·ses en la luna menguante. Aña·diendo un régimen dietético muyprudente: con exclusión de espe·cies, carnes saladas, el apio y los li·cores fuertes y todo exceso en lasbebidas y comidas, evitando todaocu"pación seria al enfermo y todatristeza.

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} aa.2 dragmasClavosAloes hepáticoTutia preparada

Fray Roque González, Guardiándel Convento de San Bernardino deMontevideo, recomienda un "Oftál.mico sorprendente por sus efectos".

Se necesitan 31 cangrejos vivos,cogidos precisamente cuando el soly la luna se encuentren en el signoCáncer, seguramente por ser enesa época, el santo diríamos, delos cangrejos, lo que les daría nia·yores virtudes. Se les agrega supeso de celedonia, raíces, hojas,tallos y flores, pero han de serrecogidas antes de que se levanteel sol; todo se pisa en un morteroy se le agrega

Grano de hinojoHabas de pantanoAlcanfor

Candileja de aceite.

usos y COSTUMBRESLa vida simple de 1a colonia fue

matizada por diversiones y pasa­tiempos que, como las costumbres,merecieron frecuente atención yordenanzas del Cabildo.

En 1759 ei gobernador propusoprohibir el porte de armas cortas-cuchillo y puñal-, criterio queel Cabildo no compartió habidacuenta que según la naturaleza delos quehaceres de este país, sehacía imprescindible: dispuso, encambio, para evitar perjuicios,prohibir en la cíudad "el cargarlas armas que llaman bolas conlas que suelen ocasionar no pocasdesgracias y no siendo de ninguna

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TOROS"Compareció en esta dicha sala

D. Juan Balvin Vallejo vecino deesta referida ciudad haciendo pre­sente tenia obtenido permiso dedicho Sr. Gobernador para haceren esta plaza doce corridas de tooros y que para verificar esta púoblica diversión restaba que esteCabildo acordase lo convenienteacerca del particular y que parael efecto ofrecía la cantidad deciento y cincuenta pesos corrientesa dinero de contado por el terrenoy dar el refresco completo y acosotumbrado en iguales ocasiones aldicho Sr. Gobernador, Señores ca·pitulares, oficiales de guardia, contal de que su señoría le franqueelos auxilios precisos para tales ca­sos y los que por su parte debe con·cederle este Cabildo; y vista porel la referida propuesta y atendien·do a las urgencias y empeños enque se hallan las casas Capitulares,a la utilidad que en parte. se leexige al público con esta diver-

Son muy pocas las referenciasa las corridas de toros en este pe­ríodo, aunque la plaza para ellasparece indicada en algunos mapasentre las actuales calles Pérez Cas­tellano, Maciel, Sarandí y 25 deMayo; es probable que se realiza-'ran también en algún hueco dela ciudad, sin ser necesariamenteen lugar asignado a su empla­zamiento. En 1782 resolvió el Ca­bildo que, como se habia progra­mado una corrida a la que asisti­rían los Regidores desde el balcóndel Ayuntamiento, "para evitar

sión, al permiso que le tiene con­cedido para ellas el Sr. Goberna·dor y teniendo presente que es yapasado el tiempo necesario parafijar carteles a fin de poner en re·mate la referida plaza solicitandomás ventajoso precio como se es·tila; de común acuerdo se deter·minó concedérsela por la referidacantidad y condiciones propuestasno obstante el corto precio queofrece. Asimismo se determinó quepasadas las doce corridas expresa·das deberá dicho Balvin dejar laplaza libre para verificar dos mása beneficio del Santo Hospital quese está levantando en esta ciudady con el gravamen de conducir altoril de su cuenta en cada uno delos dos dias el número de toros queen los antecedentes se hubiesencorrido, a lo que también se con·vino el dicho D. Juan Baldn.

(Acta del Cabildo. 5 de no·viembre de 1782).

que se padezca el calor del sol sehaga un toldo de brin que lo cubraenteramente". En esa ocasión sepresentó un tal Antonio Moreno,quien tenia arrendada la plazapara las corridas qUe se realizaríanel día de San Carlos y seguiríanrealizándose los demás días feria­dos hasta el último de 'carnesto­lendas, y manifestó que se estabacercando la plaza y cubriéndolacon los andamios correspondíentes.

La fíesta de los toros era, ade­más de popular, apasionante. Encierta ocasión, para celebrar el día

onomástico del rey CarlosIIF>el4. d:e noviemb~e de 1780, se o;ga­mzo una cornda. Como los lidia­dores no eran muchos y en aque­lla sazón Antonio Matos estabapreso, fue necesario decretar conurgencia su excarcelación para nocomprometer el brillo de la fiesta;el Cabildo, "habida cuenta de suminoría de edad, de su prisión pormás de cinco meses, de ser su per­sona útil y de algún modo deinterés pÚblico", así lo dispuso.

Aunque no vestidas de fiesta,también las ejecuciones atraian la

Farol de vela con pescante.

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curiosidad popular y dieron lugara sugestivas manifestaciones de opi­nión colectiva.

Cuando Benito García, condena­do.a la horca por homicidio, esca­laba con. su acompañamiento, bajouna lluvIa torrencial, los peldañosdel patíbulo levantado en la plazase rompió la escalera de acces~y todos cayeron en los charcos debar:o; los asistentes, hombres ymUJeres que a pesar del estado deltiempo no eran pocos, interpreta­ron el asunto como una señal deperdón di;vino, y fue dificil paralas autondades evitar que logra­ran la liberación del condenado.

La ejecución quedó aplazada, ye~ Defensor de Pobres tuvo oportu­~ldad de alegar por su defendido:Aplacado una vez Dios sus Mi­

nistros acá en el mundo 'no debenser tenaces", afirmó al pedir quese llevara el caso ante la Real Au­~iencia; "debe Vuestra Mercedmformarle del acaecimiento de laescalera, caso raro, sin fraude ynunca vis~? en Montevideo"; yagregaba: No puede Vuestra Mer­ced prescindir de dar cuenta a:S,. A. de los clamores del público,grItas en general, sollozos y ama­gos de riñas, hombres, mujeres,seculares y eclesiásticos, pidiendotodos a una voz y aclamando lavida de este pobre. Parece cosaincreíble que, al paso que la jus­ticia divina manifestaba habersedado por contenta, a manera delsacrificio de Abraham cuando lemandó detener el brazo para queno lo descargase sobre su hijoIsaac, se cree enteramente satis­fecha la vindicta pública, cuandotodo el pueblo que es a quien com­pete esta acción grita y pide poresta vida."

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EL TRABAJOLa relación laboral ordenada por

Za~ala en Auto de buen gobierno,oblIgaba a no aceptar en casaschacras o estancias a peones arri:mados sino únicamente conchaba­dos, con manifestación al Alcaldede Primer Voto, que llevaría "unc~aderno de conciertos". La omi­Slon se castigaba con pena de mul­ta para el empleador, y para lospeones hallados en falta con la~xpulsión dentro de ocho días ba­JO amenaza de azotes en el rolloo c~nducción a Buenos Aires.

Solo en los primeros años elcorto ~úmero de habitantes deMonteVideo pudo dar la impresión~e ocio colonial que algunos via­Jeros anotaron, explicable por lascaracterísticas de una vida facili­tada por la generosidad del medioque proporcionaba pródigamente elsusten~o. ?e todos, y omitidas enaquel JUlC:IO las,múltiples obligacio­nes que Impoma el común tantoen servicios militares como' de vi­g~lancia. El solo esfuerzo reque­rIdo a los colonos para consolidarel dominio sobre el territorio delé!' jurisdicción, con luchas y aten­~lOnes constantes para proteger losmtereses personales y colectivosconstituía una tarea suficiente pa:r!1 absorber la mayor parte de sutiempo.

Con los primeros pobladoresllegaron artesanos de variados ofi­cios, a los que se agregaron es­por,ádicamente los que de pasotraIan los navios.

Alonso Álvarez de Córdoba delTucumán, maestro de carpinteriay torne~o, solicitó autorización pa­ra avecm~~~se en la ciudad, pesea su condlCIon de soltero; AntonioÁlvarez, de Asunción, maestro car-

p~ntero de cf.rretas; Diego Fran­CISCO Mario, cirujano; José Durány Pedro de Almeida, albañiles, fi­gu.ran entre otros nombres en 103pnmeros padrones.

La calidad de las obras, más qu':!otra co~a, demuestra que Montevi­deo.!enla a pocos años de su fun­daclOn un grupo de vecinos queeran capa~~tados obreros y artesa­nos: albaniles, carpinteros, herre­ros, latoneros, plateros, lomilleros,tahoneros, horneros, zapateros, sas­tres

1 os tr~bajadores se organizaronen. gremIOS, como en la metrópoliba}o la dire~ción de maestros, yaSI compareCleron colectivamente adefender sus intereses comunes oa col~borar en los planes de Íasautor~dades .para contribuciones,trabaJO o aSIStencia.

La defensa de sus derechos la­borales los llevó alguna vez a ne­gar sus servicios, como sucedió conl?~ pe.ones voluntarios de las for­?fICaClOnes, que reclamaban mayorJornal, .y con los panaderos, quesuspendIeron el abastecL'11iento alé!' población para obtener condi­Clones de comercia:lización más fa­vorables.

A fines de siglo contó Montevi­deo con letrados, notarios, procu­r~d~res, abogados, agrimensores.CIrUJanos, proto-médicos., El 7 de agosto de 1762 FranciscoQ~ Meneses compareció ante el Ca­bIldo y expuso "que durante ele~pacio de tiempo de más de veinteanos se ha ocupado en el servici"de .~sistencia en obras de fortif~caClon de esta plaza en calidad deMaestro Mayor de albañil" y que"es~~do exento de esa ocupación",solIcitaba "entrar a ejercitar el ar­te de delineador" para fijar las

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Pasillo, patio y puerta principal de la casa de Lavalleja, construccióncaracterística de fines del siglo XVIII.

pertenencias y confines de los te­rrenos de chacras y estancias; Me­neses fue reconocido en el oficiode "medidor o Alarife" y fUe exo­nerado de guardias y salidas a lacampaña. Igual trámite siguió JoséGabriel Piedra Cueva, boticario deprofesión, para que se le autorizaraa establecerse en la ciudad; elCabildo accedió a ello, previo re­conocimiento de SU botica practi­cado por los cirujanos José Pláy José Casal.

Los escribanos pese a sus recla­mos, encontraron mayor dificultadpara su habilitación profesional, porla resistencia de los vecinos a laimplantación del uso del sellado,lógica consecuencia de la interven­ción de dichos profesionales.

La agremiación se lograria parahacendados y comerciantes a me­dida que las actividade:; del puertodieron importancia a la producciónpecuaria y al comercio de ultra­mar; ambas ramas se integraronseparadamente pero actuaban tam­bién, en juntas de hacendados ycomerciantes cuando los interesescomunes 10 requerian.

En estas juntas se considerabanasuntos relativos a las diversasmanifestaciones de la actividad co­mercial de la ciudad de Montevi­deo y su campaña y a los modosde fomentar su progreso. La Co­rona consideró siempre particular­mente valiosos estos pronunciamien­tos populares de los gremios, obte­nidos a través de las Juntas deComerciantes y Hacendados, alpunto de vigilar celosamente la li­bertad y amplitud de su convoca­toria y apreciar sus libres determi­naciones, desautorizando toda me­dida jerárquica que tendiera a li­mitar su realización.

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También con frecuencia estasJuntas se reunieron para oponersea ciertas disposiciones de la auto­ridad consular que considerabancontrarias a los intereses del co­mercio de Montevideo.

El 7 de agosto de 1795, en unade esas reuniones, se planteó la ne­~esidad de reglamentar el trabajo~e carga de los barcos que trans­portaban cueros. Asistieron a laJunta los que hasta el presente "se-ejercitan en el arrumaje de cue­ros", como dice el acta; se fijó elnúmero de estibadores habilitadospara esa tarea y se dictó un regla­mento en el que se establecíanlas obligaciones y derechos de es­tibadores 'Y dueños o capitanes debarco. En las cláusulas de este re­glamento puede encontrarse el ori­gen de la organización gremiaide los estibadores.

POLlelAEra obligación primordial del go­

bierno municipal la función de po­licía, que abarcaba la "limpieza,ornato, igualdad y empedrado dela ciudad".

El padrón de Zabala establechque las calles tuvieran doce varasde ancho como 10 mandaba la leypara lugares de "tierras frías ydonde el trajín se realizaba concaballos y carretas."

Más tarde el Cabildo fijó lascaracterísticas de las aceras, quedebían medir siete cuartas en lascalles comunes y tres varas en lasde plaza, "hechas de piedra labra­da o ladrillo con postes de palo quesirviendo de adorno resguardasenal mismo tiempo las propias cal­zadas de los carruajes que transi­taban."

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El nomenclator ongmario d~ laciUdad (mayo de 1730) comenzabaen la ribera del muelle. La primeracalle se denominó "de la Fronte­ra" (Piedras), a la que paralela­mente seguian las "de la Fuente"(Cerrito), "de la Cruz" (25 de Ma­yo), "Real" (Rincón), "de la Ca­rrera" (Sarandí), "del· Piquete"(Buenos Aires), "de Afuera" (Re­conquista>.

El de las calles que atravesabana éstas, comenzando del lado de lafuente, eran: "la media calle"(Juncal), "la calle Entera" (Bar­tolomé Mitre), "del Medio" (JuanCarlos Gómez), "de la Iglesia"(Ituzaingó), "del Puerto Chico"(Treinta y Tres), "Traviesa" (Mi­siones) y "de Callo" (Zabala).

Al ser adoptados los nuevosnombres, tomados del santoral ca­tólico, se dispuso que se pintarallcon almagre, llamándose entonces,de oeste a este: San José, SantoTomás, San Vicente, San Benito,San Agustin y Santiago -de uno yotro lado del Fuerte- San Fran­cisco, San Felipe, San Joaquín, SanJuan, San Fernando y Nuestra Se­ñora del Pilar; de norte a sur: SanTelmo, San Miguel, San Luis, SanPedro, San Diego y San Gabriel;--de uno y otro lado del Fuerte-­San Car!Us, San Sebastián y SanRamón.

En un mapa trazado en 1765, porel Ingeniero José del Pozo, yafiguran la mayoría de estos nom­bres.

Por la acción de las lluvias yde los carromatos que por ellascirculaban, las calles sufrian grandeterioro y abundaban los zanjo­nes y pantanos que obstaculizabanel tránsito normal.

Farol portátil a vela.

En 1770 el Cabildo encaró el pro­blema en forma general, y dis­puso que la compostura de las callessería función de la ciudad, comoocurría ya. en otras partes.

Como primera medida para eli­minar los muchos huecos o baldíosconvertidos en basurales y depó­sitos de cueros, publicó un bandoconminatorío para sus dueños, quedebían edificar o venderlos en elplazo de seis meses.

En 1799, en vista de que el buenestado de las calles no se podíaconservar, propuso cobrar una pa­tente a los rodados que "entran ytransitan dentro de esta plaza y

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que son los causantes del daño enlas calles", para lo cual se convocóa una "Junta de Hacendados, co­merciantes con el diputado del Ca­bildo" .

Ya habia recurrido a otros arbi­trios para el mismo problema: ocu­par como peones "en ia saca depiedras y colocación de las calles"a todo hombre que "se halle sinoficio ni beneficio, ejercitados enociosidades con grave perjuicio d~

la república y relajación de lasbuenas costumbres".

Para el fondo común con quese solventarían los gastos de lapavimentación se establecieron di­versos recursos personales y enefectivo: se volcarían en él la8multas aplicadas a los amanceba­dos, a los portadores de armas, alos trasnochadores aprehendidos enlas "calles, tiendas y pulperías, ca­fés, trucos, billares y casas dejuego" y a los dueños de éstas,todas ellas redimibles por trabajospersonales a cumplir en las obras.Otros aportes provendrían de im­puestos a los carboneros, a la ex­pedición de titulas para ofícialesmecánicos de todos los oficio:>, alos carreteros, a los pedreros y can­teros en forma de rebaja sobre pie­dra proporcionada o transportada,con el comiso de cuero, grasa, se·bo y ganado robados que se inten­tara introducir en la plaza, y concargo a cuenta de los vecinos quetuvieran casa en la ciudad de las"calzadas de su pertenencia en elempedrado que corresponda".

Pérez Castellano recogíó esta im­presión sobre el resultado de estosesfuerzos de la municipalidad paraimpulsar el adelantamiento de la8obras: "Añado ahora que las callesestán todas con calzadas por las

aceras y que las bocas de las prin­cipales están ya empedradas y ental disposición, que las aguas (aque favorece mucho la sítuacióndel pueblo) tienen salida pronta,pero no violenta, hacia una y otraparte del mar. Se siguen siempreempedrando y no se ven en ellaspantanos capaces de atollar las ca­rl'etas."

La limpieza pública .fue en suscomienzos obligación personal delos vecinos, limitada a la puert3.de sus respectivas casas. Casi afines de siglo tanto la limpiezacomo el alumbrado fueron encar­gados a un asentista, solventadocon un ímpuesto por cada puerta,quien recogía los desperdicios pa­ra arrojarlos a unas barrancas fue­ra de los portones de la ciudad.

Todos los días, salvo los de ri­guroso precepto, se debía realizaresta tarea, en verano desde la sa­lida del sol hasta las onCe de lamañana, y desde las tres de latarde hasta ponerse el sol.

El beneficiario del servicio de­bía tener prontas las basuras demodo que su retiro no insumieramás tiempo que el preciso paraecharlas en el cajón y en el carrotirado por bueyes, que no se de­tenian si el vecino se descuidabaen dicha previsión.

Las penumbras rodearon la vídanocturna de Montevideo colonialhasta las postrimerías del sigloXVIII. Los pocos faroles de velasque por corto tiempo disponianalgunos vecinos en sus puertas yque se apagaban al toqne de áni­mas, no le quitaban ese carácter.

Resuelto que el servicio. fueraprestado por particular asentista,se establecieron a su cargo las si­guientes condiciones: colocación de

faroles decuadra­des por pescantescendído se haríadespués de la oraciónnece~, exceptuadaslUna.

LAS FUENTESEn un antiguo plano de

senada de Montevideo, trazado en1719, se indica ya un paraje sobrela ribera noreste de la penínsuladesignándolo como de los manan~tiales de agua dulce, donde hayuna barranca y paralelo a ella,un arroyuelo que se echa en labahía; se la llamó "quebrada delos manantiales" (es la compren­dida aproximadamente entre lascalles Treinta y Tres y Florida enla costa norte).

Allí estaba emplazada la prímerafuente que surtió a los pobladoresde la ciudad. En el desembarcade­ro en esta misma zona los navíoshacian su provisión de agua.

La riqueza de aguas dulces sub­terráneas permitía abrir nuevasfuentes cuando el caudal de algu­na de ellas disminuía y así apare­cen con distintos nombres en lamisma proximidad las fuentes deMascareñas y de la Cruz, ambascubiertas de bóvedas y cerradaspor una puerta.

En 1730 el Cabildo las mencionaen plural obligando a los vecinosa sU cuidado para que "de quinceen quince dias se limpien y ale­gren los manantiales sin exceptuarninguno".

Cuando en 1741 el ingenieroFrancisco Rodríguez Cardozo, deacuerdo con las instrucciones delmarqués de Verboom trazó la línea

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El reporto de agua se realizaba en carretones que arrastraban pesados bueyes y se vendía a medio reallos cuatro canecas.

-de la muralla desde la Ciudadelaal puerto, desviada al oeste pararespetar los almacenes de Francis­co de Alzáibar, alarmó al Cabildola circunstancia de que de esa ma­nera quedarían las fuentes fueradel recinto.

A veinte años de la fundación,la ciudad tenía dentro de ella dosfuentes que fueron reparadas pororden del Cabildo en 1748.

Otra zona ríca en manantialesde agua era la cuenca del arroyoCanarias, que desembocaba en la

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bahía a la altura de la actual calleParaguay, donde los pobladores queocupaban o arrendaban el Ejidoabrían pozos para su propio abas­tecimiento. Las diferencias plan­teadas entre ellos en cuanto a sUuso dieron ocasión al gobernadorpara determinar, por sentencia, queel servicio de agua era del común.

Una aguda sequia en el veranode 1794 obligó a replantear elproblema del abastecimiento deagua de la ciudad. Como conse­cuencia de la búsqueda de nueva~

vetas en proxímidades de la plaza,se abrió una nueva fuente "a tirode piedra de la muralla, junto alportón, de cuatro varas de anchoy nueve de largo con una cisternatan abundante de agua que cuantomás se le saca tanto más es laque mana"; a pocos pasos un em­balse servía de abrevadero a lacaballeria. La distancia y la abun­dancia de agua disminuia los gas­tos de acarreo y pcrsonili empleadoen ('1 mismo

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La F'uente Nueva, así llamadaMayor, quedaba frente al portónde S'm Pedro; otra denomínada{jel H.ey "junto al foso del ladosur", podría ubicarse en el actualemplazamiento del Teatro Salís y€staba fundamentalmente destina­nada a la población militar y car­celaría de la Ciudadela, que se ser­vían directamente de ella sin usar'el portón a través de la contra­c:scarpa de la muralla, con mayorcomodidad, seguridad y econollÚa.

En 1770 los acarreadores de aguadeclararon que la fuente Mayor,a la sazón la única habilitada paraextraer agua para la población, ladaba de mala calidad y "tejida depequeños insectos" y que el gober­nador les prohibía surtirse en lasdemás "que la tenían buena".

Llegada a conocimiento del Ca­bildo la expresada queja -avala­da por los médicos, quienes aseve­raban que las enfermedades queen 1768 padeció la ciudad teníansu origen en la mala calidad delas aguas de la dicha fuente Ma­yor-, resolvió que se retiraran loscentinelas que custodíaban las otrasy habilitarlas para el consumo dela población.

El reparto de agua en el recintose realizaba en toneles llevadosen carretones que arrastraban pe­sados bueyes y se vendía a razónde medio real las cuatro canecas,medida que en Montevideo corres­pondía a cinco frascos o sea algomás de diez litros. A fines delsíglo XVIII, el Cabildo sustituyólas pesadas carretas, lentas y cos­tosas, por vehículos más livianos."Ahora, dice Pérez Castellano, seconduce el agua en carretas pe­queñas, tiradas de dos bueyes, conun tonel que hará como pipa ymedia catalana; habrá hasta 30 deellas y se introdujeron este año pormandato del Gobierno, que prohi­bió los carros toscos, que antes seusaban, perjudiciales a las callespor su enorme peso y mala disposi­ción de ruedas, que unidas firme­mente al eje, no podían dar vueltasobre él, de suerte que al darvuelta arrancaban la piedra yarrollaban el terreno."

Por esta misma época el serviciode agua fue objeto de concesiones

y estricta reglamentación en cuan­to al abasto, medida y precio.

A medida que en las construc­ciones se sustituían los techos depaja y de teja por azoteas, segeneralizó el uso del aljibe parael aprovisionamiento doméstico.

La escasez de agua pcr disllÚnu­ción o agotallÚento del caudal delas viejas fuentes dio lugar en1793 a una meditada deliberacióncomunal en la que el Alcalde dePrimer Voto, José Cardozo, analizóel problema en un estudio queatribuye la merma a la extracciónde arena realizada en torno de lafuente de Canarias -otrora abun­dosa- y propone cerrar con sau­ces la zona para dar cabida a unbuen número de fuentes y lograr,de paso, una alameda cercana co­mo parque de diversión y desaho­go; similares conclusiones formulóPérez Castellano en su manuscritodenominado "Cajón de Sastre" :"Los que conocieron a Montevideoahora 30 o 40 años se acuerdanbien que el agua que se bebíaen esta ciudad dos o tres décadasde años antes del tiempo que esta­mos. era más abundante, más del­gada y de mejor calidad de laque se bebe al presente; pues todoslos que en aquel tiempo venian deBuenos Aires la elogiaban comomuy superior a la de allá, en vez deque todos los que vienen ahora lareputan como muy inferior. Muchosadvierten de qué puede provenir yproviene esta diferencia; y aunqueahora no sea fácil hacer que elagua sea tan copiosa y recobrelas buenas cualidades que ha per­dido, lo es a lo menos impedirque disminuya o deteriore más delo que está.

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Que el agua fuese eutonces máscopiosa se demuestra con los ojos,porque v~iamos que en otro tiem­po corrian por los dos lados delvolumen de la arena en que estánlas fuentes, es a saber por el nortey el del sur, dos arroyuelos tan co­piosos, que en ellos se íavaba todala ropa del pueblo; en vez de queahora no corre más arroyuelo queel del sur, pero con tanta escasezqUe casi no lleva agua para lavarropa alguna. A más encima de queen la arena habia lagunas de aguapermanente en las cañadas que loscerrillos o médanos de arena for­maban, con la separación naturalque tenian entre si, y ahora comono hay médanos ni vestigios deellos no hay tampoco lagunas.También es evidente que el aguaera entonces más delgada y demejor calidad que ahora, no sólopor la composición favorable alagua de Montevideo que según sedijo arriba hacian los que veníande Buenos Aires, sino tambiénporque entonces ni cortaba el ja­bón, ni se experimentaba en elgusto que fuese gruesa y salobre,como lo está ahora y sIC! experi­menta gruesa y salobre muchosdias."

"El principio de que proviene es­ta diferencia --continúa Pél'ez Cas­tellano- es de que la masa dearena en que está la Aguada seha disminuido notablemente, puesque en otro tiempo se veian, cornodijimos, en aquel paraje médanosaltos cubiertos de juncos muy su­periores al nivel de la Playa; enlugar de que ahora, destruidos losjuncos con el trajin, arrebatadamucha parte de la arena con elviento, y otra mucha extraída na­ra las obras del Pueblo, los méda-

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nos se han abatido' y la arena seha disminuido en tanto grado qUE'su superficie está casi al nivel deia Playa, en que bate el aguasalobre de la bahía. De este hechoque es constante, y del que pue­den disponer todos los que cono­cieron a Montevideo ahora 30 o40 años. se sigue lo primero queel fondo de las fuentes es en eldia inferior a lo que era entonces;porque estando la arena muy bajalo están también las fuentes y susfondos. Segundo que la bahía queestá cercana, en las medianas cre­cientes comunica salobre al aguade las fuentes y por cuya causa enunos días están las fuentes en oeo1'calidad que en otros; tercero' queel fondo de las fuentes está ahoramás inmediato a la greda o barronegro que le sirve de baza a laarena, y que vicia el agua que seasienta o se acerca mucho a él,como se han experimentado enaquellas fuentes que, por hacerlasmás copiosas, se han ahondado másde lo ordinario. Se sigue, en fin,que al paso que la arena ha dismi­nuido, se ha disminuido tambiénel agua que se contiene en ellas,porque la arena allí viene a sercomo una esponja que lecibe elagua llovediza, que la retiene sindejarla precipitar de golpe y quela va sudando poco a paco despuésde haberla purificado de las hecesde la atmósfera, con el auxilio delSol y el Aire."

La obtención de agua en canti­dad suficiente, a fácil alcance yde buena calidad, eran condicionespara determinar la ubicación delproyectado hospital civil que ha­bria de situarse en la esquina delas calles San Pedro y San Josécuya construcción se inició en 1781

y fue inaugurado por el impulsode la Hermandad de Caridad en1788.

El nuevo Hospital de Caridadcompletaba la atención dispensadahasta entonoces por los hospitalesdel Rey: el de la Ciudadela, el dela tropa y el de la marina.

EL ABASTOLa producción de carne, en los

primeros años de la fundación deMontevideo, era relativamente es­casa; con ella se abastecia la ali­mentación de sus pobladores. Loscueros y el sebo eran comerciali­zados exportándolos al retorno delos barcos de registro, para obtenerpor trueque en Buenos Aires vesti­dos y otros géneros de primera ne­cesidad.

La escasez era acentuada por lasarreadas de ganado en pie de losportugueses de Colonia, de los in­dios de las Misiones, y por losvecinos de Buenos Aires que ha­cian "vaquerias" dentro de la ju­risdicción de Montevideo.

El Alcaide de la Santa Herman­dad se vio precisado en varias oca­siones a solicitar la sailda de gru­pos de vecinos y soldados paraperseguir a estos changadores con­fabulados con los portugueses.

El Cabildo trató de regular lamatanza y el consumo de ganadovacuno con la expedición de licen­cias, no siempre bren utilizadas porlos hacendados, que con el objeto deobtener cueros y sebo no repara­banen desperdiciar la carne pro­ducida por una matanza excesiva,con grave amenaza para el regularabasto de la ciudad.

Los hacendados se valian de ladificultad de fiscalización para in­troducir cueros y sebos para su

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El presbítero Pérez Castellano, autor del más agudo y penetranteestudio de la sociedad de la época; describe las costumbres con infor­mación directa y aprecia su: evolución hacia fines del siglo XVIII.

venta en la propia plaza de Mon­tevideo

Unas' de las prímel'iJs medidastomadas por el Cabildo para ase­gurar la provisión del principal ali­mento de los vecinos fueron la dí'obligar a los abastecedores a la"demostración del signo de hierro

de marcar" y la de otorgar conce­siones para el abasto con fijaciónde precios y determinadas obliga­ciones. El primer asentista del ra­mo, Esteban Ledesma, se obligó aproporcionar carne a la dudad porlos siguientes precios: "Un cuartode res, por dos reales y la res en

pie, por diez reales", que con ca­rácter general no podian ser supe­rados por otros vendedores.

Más tarde se instaló un mataderopúblico en el cual se distribuyeronlas concesiones en proporción alnúmero de ganados de cada veci­no. En 1741 se obligó a don Fran­cisco Alzáibar a servir las cabezasnecesarias para el consumo "comoque tiene cantidad crecida de ga­nado vacuno y no haberle esta ciu­dad disfrutado en nada", medidaque el Procurador General apoyópor justa "por ser en utilidad delvecindario y que con eso podráncriar algunas vaquitas pues el ma­yor rodeo de esta jurisdicción esde cien cabezas entre chico ygrande".

El recuento de ganado vacunoen las estancias demostró que la deAlzáibar tenia doce mil cabezas

,mientras que entre las de todoslos otros hacendados reunian cua­tro mil, esto es, un t-ercio deaquélla.

Se impuso a Alzáibar la obliga­ción de abastecer por nueve mesesy a los demás -a prorrateo-porjos tres meses restantes del año,Rl precio de catorce reales la res\iva y doce reales muerta.

El Cabildo procedía, pues, enatención a los íntereses comunita­rios y gravaba en proporción a'las disponibilidades de los comune­ros. Más adelante, en 1760, encon­tramos ya organizado el sistemade la subasta pública para adjudi­cación del matadero "al que pro­ponga mayor beneficio común" ba­jo condición de frecuencia, canti­dad y precios.

En el acta del Cabildo de 5 deagosto de 1773 se puede leer lapropuesta de Juan Francisco Gar-

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Arganas de cuero y madera para el reparto de mercaderías.

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BLANDENGUES

Solicitud efectuada al Cabildopor los vecinos hacendados de laJurisdicción.

"Es cosa que causa asombro yespanto ver el crecido número dehombres vagos que infestan es·tas campañas. Sin más ocupaciónni otro destino que el hacer fae·nas de cueros furtiva j' clandesti.namente; ellos destrozan con estemotivo no solo lo" ganados al·zados en términos que ni aun s,,hallan vacas en los campos rea·lengos, pero además introducencontinuamente en lo.~ dominios dePortugal crecido número de nue"·tras haciendas, robando diaria·mente las caballadas de nuestrashaciendas, y conduciéndola" tam·bién a Portllgal; ellos saqueannuestras casas, roban y se llevanmujeres casadas y solteras; casti·gan a nuestros peones, sirvientesy esclavos, dejándolos maniata·dos a los postes para que no sir·ran de menor estorbo a sus mal·dades; cometen crueles homici·dios y después de todo, aquellosmalhechores se pasean impunescon la más desvergonzada fresocura por las propias estancias enque ejecutaron sus execrables mal·dades; abrigados solo de la dis·tancia y de que están muy reti·radas las justicias que sean ca·paces de castigar SllS abominablesexcesos."

cía de Zúñiga. que entre otras co­sas comprendía: provisión exclusi­va de navíos y lanchas de comercio.manutención de los presos a razónde una res por cada sesenta hom­bres con límite de cuatro reses yabasto al vecíndario a los preciosfijados. "con el mayor esmero ypuntualidad".

A tales servicios correspondía eluso libre y sín cargos de! mataderode piedra. con corral y enramada.que había hecho construir el Ca­bildo en extramuros.

Fue también Esteban Ledesmael primer tahonero montevídeano.a quien en 1730 se le entrego, su­jeta a reparación y con los caballospara su trajín, la primera tahonao molino de harina que: clonó elgobernador al fundar la ciudad.

Entre las obligaciones impuestasa su títular figuraba la de tenerla"corriente y moliente" y la de dis­tribuir la molienda ordenadamentey en cantidad bastante para lasnecesidades de cada persona.

Mas tarde se instalaron otrastahonas en las afueras de la ciudady la primera funcionó como entetestigo de calidades y precios alos que debían atenerse los demás,hasta que el gobernador MiguelSalcedo ordenó su venta al enton­ces Alcalde de Segundo Voto, donTomás Tejera, quien pagó por elladoscientos once pesos.

Cuando la elaboración del pandesbordó el ámbito doméstico em­pezó su comercialización en laspulperías y su distribución por lospanaderos.

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Detalle de árganas cargadas de frascos.

le bastan cuatro o cincopara alimentar~,~;' de pes-

El celo del Cabildo en la fisca­lización de la calidad y peso deloan tuvo manifestaciones minucio­sas y derivó en frecuentes conflic­tos entre las autoridade::. y el gre­mio.

En los primeros años de Monte­video el consumo de pescado fueescaso por falta de pescadores, alpunto de que en épocas de Cuares­ma se consumia el que era impor­tado seco.

Con el aumento de la poblacióny no obstante la aparición de lospescadores, aquel alimento siguiósiendo escaso y poco accesible paralos pobres, cuyas familias "se sus­tentan con un real de carne cuan-

do norealescado".

Pérez Castellano atribuye a laindustria de los catalanes el des­cubrimiento de nuevas especies depescados -congrios, cazones y bró­tolas- que en ocasiones se dabancon tal abundancia en la zona dela punta occidental del Banco In­glés, Norte-Sur con la punta deCarretas e Isla de Flores, que sellevaba a vender a Buenos Aires.

En 1787 la previsión de la Cua­resma dio motivo a un informepor el que sabemos que a la sazónabundaban las habichuelas, habas,fideos, arroz, garbanzos y aceite.

EL CABILDO Y LAGANADERIA

"El total exterminio de los gana·dos que COI, la terrible seca del añode 1772, hubo en esta jurisdiccióndonde las mas de las estancias que·daron enteramente exhaustas de di·cha especie que buscando pasto sealzaron y retiraron de sus nativoscampos a los realengos de afuera,como también cierto y constantea V. S. que el inesperado consumode carnes que hubo en esta ciudadcon motivo de la pasada expedicióny las continuas irrupciones de los'confinantes portugueses en las es·tancias fronterizas, impidieron enparte las medidas que V. S. teniatomadas a el fin propuesto de pro·hibir totalmente la matanza de va·cas por su bando promulgado en17 de agosto de 75, el que nosparece debe V. S. refrendar sinlimitarles el término concedido,tomando las más serias providen.cias para que en todo lo que restadel presente año hayan sugetadoa rodeo, capado y marcado susganados los vecinos y con expecia.lidad los seis o siete hacendadosmás poderosos, pues estos a mas detener caudales para costear dichasfaenas son solos los que podráncon el tiempo acopiar novillaje su·ficiente para abastecer el pueblo,pues uno solo de tres o cuatro dedichos señores abriga en los cam·pos que posee más ganado quetodo el resto de los demás vecinosjuntos, quienes por más esfuerzosque hagan apenas podrán en los dosaños criar suficientes novillos paramantener sus estancias cuanto máspara vender porque como V. S. ve·rá por el Cálculo hecho asciendeel anual consumo a setenta y tresmil cabezas."

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En la medida y proceso de laproducción de sus chacras la po­blación contó con hortalizas y fru­tas variadas y abundantes. Entrelas primeras: coles, varias especiesde lechugas, escarolas, coliflores,brócolis, nabos, apios, cardos, al­cauciles, pimientos, espárragos, es­pinacas, zanahorias, rábanos, be­renjenas, papas "criollas y de Ca­narias", tomates, ajos, cebollas, za­pallos.

La recolección de frutas a finesde siglo, también superaba las ne­cesidades de Montevideu y se en­viaban en gran abundancia a Bue­nos Aires. El mismo Pérez Cas­tellano nos da idea de la variedadde semillas y lo propicia que resul­taba la tierra en la carta dirigidaa su maestro de latinidad D. Be­nito Riva en Italia: "El arroyo deCuello, el de Toledo, el del Cerritoy sobre todo el Miguelete, estánllenos de arboledas frutales y sonel teatro en que estos nuevos co­lonos manifiestan su industria"."Desde Canarias adelante está to­do tan poblado de caserios y huer­tas, que aun los que están aquíde asiento se han descuidado algúntiempo de volver a ver lo que ha­bian visto, Se quedan aturdidos conla novedad. A Buenos Aires llevana vender peras, membrillos, ymanzanas en tanta copia que mu­chos por libertarse del engorro delas encomiendas, las compran allímismo y después las regalan comosi inmediatamente les vinieran deMontevideo." Agrega Pérez Caste­llano que hay también abundanciade naranjos chinos, limones reales.y comunes, perales de dnco espe­cies, manzanas de muchas más,duraznos priscos blancos y amari­llos, frutillas. melones criollos y

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de Valencia y sandias comunes delRío Grande y de Málaga.

EL COMERCIO MENORLas limitaciones de la población

hicieron que el comercio de ramosgenerales estuviera concentrado enlas pulperías o tiendas de abastoque se surtian de ultramarinos-en los primeros años a través deBuenos Aires-, frutos de Para­guay, Corrientes o Santa Fe, yproducción de la tierra.

En pocos años el comercio esta­ble de las pulperias tuvo que en­frentar la competencia de los "re­gatones", que así llamaban a "losque arman tienda de pulpería paravender por menudo lo que traen";para eliminarlos, y con ellos elperjuicio que sufria el comercioestable, se propuso en 1739 hacerun reglamento que obligara a quie­nes introducían mercaderias a laplaza a dar cuenta de SUs géneros,a fin de que, manifestados pública­mente por nueve dias, dieran opor­tunidad de adquirirlos a los veci­nos antes de ser entregados al fo­rastero regatón.

El desarrollo de este tipo de co­mercio puede apreciarse al com­probar que en 1772, según cálculodel Cabildo, eran 40 las pulperiashabilitadas, cifra que en 1778, se­gún Isidoro de Maria, alcanzó a171 en la ciudad, ejido y extramu­ros hasta el Miguelete, así ubica­das: 26 en la calle San Pedro, 17en la de San Luis, 21 en la deSan Carlos, 14 en la de San Mi­guel, 10 en la de San Sebastián,13 en la de San Gabriel, 8 en lade San Ramón, 12 en la de SanTelmo, 8 en la de San Felipe, 7en la de San Benito, 1 en el Por-

tón Nuevo, 14 en el Ejido y 40en Extramuros.

En el plano militar la influenciadel mando trascendía a las activi­dades comerciales, y muchas vecesel Comandante de la plaza favo­recia a los oficiales y tropa condonaciones de tierras y licenciaspara pulperías.

No obstante la utilidad que lo­graban en todo género de comer­cio, unos en las "granjerías deganado y labranza de tierras paratodo género de comestibles, otrosen sus tendejones o pulperías, otrosen SUs arrendamientos de casas yesquinas para pulperías y otros enla venta de todo género de hortali­zas y aprovechamiento de negrosesclavos aguateros", los militaresse negaban a contribuir con la cuo­ta de sus bienes para gastos deguerra a los indios. Económica­mente sus activídades mercantilesno propendían al fomento de lapoblación, al no dejarles margende utilidad para hacer atractivo suafincamiento.

La población civil insistió paraque se les prohibiese -de acuerdocon las leyes- el ejercicio delcomercio, y la disputa subió alReal Consejo de Indias.

Llegó el momento de regularizarel ejercicio del comercio, y unaprimera medida tomada al efectofue la de extender licencias oficia­les para la instalación o manteni­miento de pulperias; luego el Ca­bildo, por medio de visitas del FielEjecutor acompañado de otros re­gidores y de un amanuense, rea­lizaban la inspección de pesas ymedidas de acuerdo con el patrónestablecido para unificarlas. Se fi­jó la capacidad para los fras­cos de medio y de cuarto para el

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ARANCELES OBLIGATORIOS PARA LOS PRECIOS DEL CONSUMO

ENTRE LOS AÑOS 1760 -1764

1760 1761 1762 1763 1764

Un fra= de vino de España 12 reales 14 reales 12 reales 11 realesUn f=o de Anjs puro 10 reales 15 16 15 15Un frasco de vinn de Mendoza 8 % 9 10 9 8Un frasx:o de aguardiente champurrado 12 12 12 12 12Un fr= de aguardiente de Mendoza 10 9 10 9 9Un frasco de vinagre 5 6 8 " 6 7Un frasco de aceite 17 % 17 % 20 22 16Un frasco de miel 5 5 5 7 % 12Una libra yerba 1 1f4 1 % 1 '12 1 % 1 %Una líbra de ají 2 2 2 '¡' 2 2 V,Una libra de tabaco de hoja 6 6 6 5 5Una libra de tabaco de media hoja 2 V, 2 V, 3 V, 3 V, 3Una libra de tabaco de pito 1 V, 1 % 3 2 2Una líbra de pasas moscatel 2 2 2 2 V2 2Una líbra de pasas de uva ordinarias 1 1 V, 1 1 V, 1 %Una libra de pasas de higo 1 1 1 1 1Una libra de azúcar blanca 2 2 V, 3 '12 3 V, 3Una libra de azúcar rubia 1 V, 1 V, 2 2 2Dos panes de jabón bueno 1 V, 1 V, 2 1 V, 1 V,Una cuartilla de sal de Salinas 20 24 26 30 22Una cuartilla de sal de Córdoba 14 14 12 15 12Tres velas de sebo de a dos tercias de largocada una que pesen una libra V, V, V, % V,El pan cocido de a medio real 20 onzas 16 onzas 11 y 112 onzasque debe tener y tenga 18 onzas V, V, real V, real V, real

vino, aceite y otros caldos: lareglamentación abarcó en 1759 lasmedidas de granos, en vista de "lacorrupción con que cada día se haido viciando el desarreglo y cerce­no de las medidas comunes conque se mensuran las mieses, granosy demás semillas y frutos pro-

ductivos del país y con los que seconducen y comercian de otros, sevenden y compran en esta ciudady jurisdicción con conocido dolode los vendedores y por consiguien­te en perjuicio y daño de los com­pradores y generalmente de la cau­sa común"; para ello se obtuvo

en Buenos Aires el modelo legal dela cuartilla fiel por el que aquellaciudad se regía.

Desde 1760 encontramos estable­cido el sistema de aranceles obli·gatorios para los precios del con·sumo. Asesorado el Cabildo porpersona "hábil y versada en el

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conocimiento e int:eligencia de losefectos, su precio de primera com­pra y los de su expendio por me­nudo en dichas tiendas", convocabaa los comerciantes para obtener suasentimiento y oir sus objeciones,y luego resolvia y publicaba la lis­ta de precios.

Los precios variaban muy poco:en todo el siglo se nota apenas lainfluencia de los tiempos de guerracomo causa de un leve aumentoen algunos productos, y el cargopara venta en campaña nunca fuemayor de un medio a un real.

El gobernador observó algunavez el aumento exorbitante de loscomestibles, hecho sin anuencia delgobierno ni conocimiento del FielEjecutor, a lo que el Cabildo res­pondió con estos juiciosos argumen­tos: ya que la alteración de losprecios de la plaza era efecto de ladeclaratoria de guerra, "no al­canza el Alcalde motivo justo queprecise a los tratantes a vendersus efectos como en sana paz lopudieran hacer".

No obstante el Decano AlférezReal, como responsable de la aten­ción del abasto público, propuso,para contener la tirania de losprecios, que se hiciera un estadototal de existencias con valores deadquisición anteriores y posterioresa la guerra, para adecuar a estacircunstancia el arancel de ventay evitar el aprovechamiento de los

.feriantes a los que llamaba "vo­lantones".

El Teniente de Navio José deEspinosa y Tello en sus "Noticiasrelativas a Montevideo" se refierea los catalanes que realizan elcomercio en forma transitoria, eltiempo necesario para vender sucargamento; dice que contó "se-

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tenta tiendas de catalanes, dondese vendia todo género de lienzospintados, indianas, pañuelos, cin­tas, zapatos y demás manufacturasde Cataluña".

FESTIVIDADESProfundamente unidos en la fe

religiosa, los habitantes del modes­to poblado inicial de Montevideoencontraron sus primeras manifes­taciones comunitarias en la advoca­ción a los Santos Patronos Felipey Santiago, cuyas fiestas con la dela Concepción de Nuestra Señora,titular de la Iglesia Matriz de laciudad, la de San Sebastián, enmemoria del dia en que llegaron aeste paraje las tropas de S. M.,fueron instituidas como festivida­des públicas por resolución de 1Q deenero de 1727.

En 1730 entre los primeros acuer­dos del Cabildo se resolvió señalarlos dias "de tabla", en que laciudad, en cuerpo, "deberá asistira la Iglesia parroquial, además delos ya señalados en el libro Pa­drón": el primero de enero de cadaaño, dia de Nuestra Señora de laCandelaria; miércoles de ceniza,oficios de Semana Santa, primerdía de Pascua de Resurrección,primer dia de Pascua del EspírituSanto, vispera y dia de Pascua de .Navidad y el 19 de diciembre, enque se celebraban "los años del ReyNuestro Señor".

El 30 de abril y el 1Q de mayo,dias de San Felipe y Santiago,la ciUdad mostraba un ceremonialde gala, ya en la cabalgadura yarreos del Alférez Real, ya en losentorchados y cruces del goberna­dor, quienes cumplían una breveceremonia. El Alguacil Mayor, 1'0-

deado de los demás regídores ydel pueblo, se dirigían al Fuertea buscar al Gobernador, que ocu­paba su puesto a la izquierda delAlférez Real y a la derecha delAlcalde de Primer Voto; en cor­poración eran recibidos en la Igle­sia Matriz por el Cura Vicario,que les ofrecía el agua bendita.

A las fiestas religiosas seguianlas civiles, con iluminación de laciudad, corridas de toros y paseodel pendón real durante tres dias.

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Acuarela de Leonie Matthis evocativa de uno prpce sión por los calles de la ciudad amurallada.

En la celebración de las fiestasen la iglesia, donde se hallabanreunidas las autoridades todas dela ciudad, el Cabildo aseguraba elmantenimiento del orden dando en­caí'go al Alguacil Mayor para que,oída misa antes qUe los demás,"ande alrededor de la Plaza yatienda a las calles y prevenga deremedio, en lo que se ofreciese y10 cumpla así bajo pena de cin­cuenta pesos aplicados en dichaforma y si el suceso fuese de albo-

roto, tumulto o caso grave salgauno de los Alcaldes a reprimírlo".

Las prelaciones honoríficas re­servadas a los miembros del go­bierno durante las ceremonias re­ligiosas fueron objeto de minucio­sos detalles en las ordenanzas mu­nicipales y defendidas con apasio­nado fervor por sus titulares, prue­ba de la importancia que ellosles asignaban para la íntegraciónsocial del grupo.

La fiesta del Santísimo Sacra-

mento, por la eficacia que se leatribuía para la conversión de losnaturales, fue instituida con gransolemnidad.

El día de la víspera el AlguacilMayor debía reclutar a los indiosde la ciudad y mandarlos barrerlas calles por donde habría depasar la procesión, y los españolesque vivían en ellas debían adere­zar sus paredes, y formar altareslos esquineros, bajo amenaza depenas.

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Lo primero que se disponía erarepartir los papeles a los organi­zadores, con las indicaciones sobrela "hechura de vistosos altaresque en número de cuatro se hacenanualmente en las calles"; luegose hacia comparecer a los diputa­dos de los gremios, fundamental­mente pulperos y comerciantes, alos que según las ordenanzas co­rrespondientes les asignaban "eladerezo de las calles por dondepasaba la procesión proporcionandojuncos e hinojos". Estaba a su car-

go también disponer lo relativo ala danza, y corno los sastres, za­pateros y otros no podían por sureducido número y cortedad demedios organizar los conjuntos porcuenta de cada gremio, debían con­currir al pago de los gastos queeran prorrateados por los organi­zadores.

La contribución económica volun­taria de los vecinos debía comple­mentar el gasto en cuanto no al­canzaran los recursos de propios;esta exacción motivó a fines del

siglo un reclamo de los comer­ciantes que pidieron al rey lesexonerara de ella, diciendo en sumemorial, los veintiséis más cons­picuos de ellos, que el gasto de lafiesta en vez de disminuir con elprogreso de la población aumen­taba cada año.

A semejanza de lo sucedido enBuenos Aires, los comerciantes lo­graron la exoneración expresa delos gastos de la fiesta de CorpusChristi, que por ser del común de­bían costearse con recursos de pro-

LA CASA DE COMEDIAS

Nuestro lector va a tener que re·montarse hasta el lejano año de 1793.Vamos a tener que conducirlo porlas coloniales calles de Montevideo.Tendrá que resignarse a que lovistamos con entallada casaca, .10m·brero de copa no· muy alto, ajustadocalzón, medias hasta la rodilla yfulgurantes hebillas en los zapatos.Toma por la calle del Fuerte y sedirige hacia un gran barracón contecho de tejuela a dos aguas, cuyofrente mira hacia el este. Atraviesauna de las dos grandes puertas delfrente y penetra en el interior. Sedirige hacia uno de los palcos late·rales; su esclavo negro, minutosantes le ha traído una silla desdesu casa que allí ubica "para su meroced el amo" y sobre ella se instalaceremonioso. Son las siete y mediade la tarde pero la función no hadado comienzo. En uno de los palocos de h01ÚJr, los cabildantes mur·muran por lo bajo no sé qué intrigacontra el Gobernador que ha anun·

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Lauro Ayestarán

ciado t'endría al espectáculo, peroque ya comienza a hacerse esperarmás de lo que la cortesía autoriza.Se levanta por fin el Alcalde dePrimer Voto, D. losef Cardoso, batelas palmas para dar comienzo a lafunción, pero el telón permaneceinmutable. Por fin vuelve a sen·tarse, mohíno y colorado el rostroy sigue lú intriga a media voz en elpalco de los cabildantes.

Son las nueve de la noche; lagente del patio vueit'e la cabeza;acaba de entrar Antonio Olaguer yFeliú, el Gobernador; toma asientoen el palco del centro no sin antessaludar con media sonrisa a loscabildantes que responden con unafría inclinación de cabeza. Éste a suvez bate las palmas, se lel'Unta eltelón y sale el tonadillero. El espec·táculo ha dado comienzo.

Esta mortificante escena se repitemuchas noches y es origen de lo.~

primeros conflictos entre el gober.nador y los ediles, hasta que llega

un día -el 15 de diciembre de1793- 'en que a los cabildantes seles ha cerrado con candado la puertttpara ellos reservada, por orden delGobernador Olaguer y Feliú y seencuentran de pronto en medio dela calle "hechos la irrisión del pue·blo". Y para dar todada un tonomás subido a esta burla sangrienta,al día siguiente el propio Goberna·dar, adoptando un socarrÓn aire deausencia, les reconl'iene a los cabil·dantes por", no haber asistido ala funciór¡.

Se inicia entonces un violento pro­ceso ante la Heal Audiencia entrecuyos oficios aparece como al des­cuido una noticia que por largosaños se ignoraba con precisión: queUlaguer y Feliú Ha su arbitrio ysin consulta, acuerdo, o noticia delcavildo dispuso en el año 1793, es·tablecer diversión pública de Ca·media, quando hasta entonces nOlas avia avido".

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pios Y arbitrios de la ciudad, yque "no siendo ellos suficientes,dieran aviso al Monarca para ar­bitrar los medios", "no debiéndosepedir limosnas ni hacer reparti­mientos a los gremios".

Como organizadores de las dan­zas destinadas a amenizar las fies­tas religiosas, los gremios exhibiansus característícas propias con ma­nifestaciones típicas.

En 1760 el Cabildo recibió laproposición del vecino José Guigopara organizar una danza de ne­gros, que instruidos por uno de susesclavos estaban dispuestos a exhi­bir sus danzas características; laidea fue aceptada por el Cabildoque rogó a Guigo "prosiguiera consu comenzado intento a fin dE'que se llevase a efecto dicha dan­za" para cuya realización impusoque el gremio de los albañiles pa­gase once pares de zapatos ligerosde badana.

Expresa Lauro Ayestarán en suestudio sobre "Las Comparsas oCorporaciones" :

"A mediados del siglo XVIII lasfestividades de Corpus Christi seconmemoraban -en Montevideo conun gran despliegue de bandas demúsica y danzas de las corpora­ciones de artesanos y profesiona­les, como albañiles, sastres, zapa­teros, soldados, etc., diferenciadosentre sí por distintas suertes demúsica. La cabeza de la procesiónse hallaba integrada justamente ala manera granadina o sevillanapor disfrazados o enmascaradosque realizaban una pintoresca ber­gamasca, a éstos seguían las corpo­raciones con sus respectivas bandasde música y danzas, venia luego elclero secular y por último el paliocon la sagrada custodia."

La Casa de Comedias.

El sentimiento religioso impreg­naba la vida toda del Montevideode la época, desde las exterioriza­ciones del culto, la devoción al rey,los actos de carácter político, lasnecesidades de la comunidad, hastalas rogativas para la lluvia.

De tal manera el músico TiburcioOrtega, que dirigia un conjunto delas funciones religiosas, organiza­ba con los mismos elementos laorquesta de la Casa de Comedias,aquella que en 1785 ofreció alvirrey Pedro de Mela de Portugalun concierto con once ejecutantes,para amenizar con solemnidad losagasajos de su visita.

El instrumento musical al prin­cipio destinado a las ceremonias

religiosas fue el arpa, sustituidoa fines del siglo por el órgano.Dos negros esclavos, Bruno Barra­les y el Tia Benito, adiestradospor el hermano Juan Boulit delColegio de los Jesuitas, fueron losprimeros organistas. Acompañabanla voz del cantante Pascual Casas.

En 1791 Manuel Cipriano deMelo emprendió la obra de adap­tar un viejo barracón de la calledel Fuerte (1' de Mayo), propiedadde D. Francisco Oribe, para Casade Comedias, la que en 1793 iniciósus funciones y dio lugar a unaagria disputa entre los regidores,el gobernador y los cómicos quefue llevada a la Real Audiencia deBuenos Aires.

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Emblema del Pendón del Cabildo de Montevideo.

La platea ocupaba un patio cen­tral con hileras de palcos a amboslados y una cazuela; las distintaslocalidades eran: palcos altos, pal­cos bajos, lunetas de primera ylunetas de segunda fila, bancos, ca­zuela y gradas.

El teatro sirvió de medio deilustración y orientación ideológicaa través de la gracia burlesca. Ennerviosos títeres, argumentos y to­nadillas de procedencia española,afirmaron los principios politicosde la corona y alejaban con lasdistracciones de escenas banales laspreocupaciones y el atractivo deideas disolventes originarias deFrancia.

La tonadillera Juana Maitá con­quistaba al público. Las danzas y

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contradanzas, tanto en el escenariode Comedias como en las fiestasoficiales y particulares, concitabanel entusiasmo de la sociedad aldea­na y alegre de Montevideo.

La coreografía de una contradan­za, que aumentaba paso a paso lacomplejidad de sus figuras, eradirigida por un maestro de cere­monias y terminaba con final bri­llante y espectacular. Una de esasfiguras -la cadena- pasaría mástarde al pericón criollo.

Otras músicas danzantes prefe­ridas eran el Minué, la Gavota yel Paspié. El primero daría origenal Minué Montonero, característica"danza de pareja suelta, es decir,que los bailarines no se enlazaban"."El salón donde se baila --expresa

Lauro Ayestarán- no forma uni­dad, actúan sin relación de depen­dencia, se alternan movimientos len­tos con movimientos vivos enri­quecidos estos últimos a manerade bordados picarescos con casta­ñetas (graves-vivos). Es decir queantes de desaparecer el Minué en­gendra una réplica nacional cono­cida bajo el nombre de MinuéMontonero."

Pocos días de diferencia corríanentre las exequias del rey fallecidoy la proclamación del sucesor, am­bas revestidas de la mayor pompaque permitían las circunstanciasy la corta disponibilidad de losmedios económicos de los habi­tantes.

Durante el siglo XVIII, la ciudadconcurrió a los funerales, honrasy sufragios de Fernando VI, CarlosIII y la reina María Amelia y pro­clamó en igual lapso a los monar­cas Carlos III y Carlos IV.

A medida que la importancia dela población se manifestaba, losfestejos adquirian las característi­cas que las Reales Órdenes esta­blecían para el caso, bajo la ins­piración y modo que lo hacía 1"capital, Buenos Aires.

En la Iglesia se levantaba untúmulo "simulado de pinturas yenigmas fúnebres teniendo por re­mate un lóbrego pabellón que te­nía dentro de su ámbito un respe­table crucifijo y al pie puesta sobreun cojín una salvilla de plata queservía de mantener una corona delo mismo estando todo el túmuloalumbrado de considerable númerode cera",

El luto se manifestaba por lascoberturas de los muebles del Ca­bildo con paños de bayeta negrode Castilla, y en consideración a

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la escasez de los recursos se esta­bleció que cada cabildante costearalos lutos de su vestimenta. En elaño 1752 se reglamentó esta cos­tumbre para evitar los excesos desu aparatosidad; recomendaba S.M. "la moderación en los lutosque se han de poner los vasallospor personas reales como tambiénpor sus parientes proveyendo nose cuelguen en las casas lutos nilos ataúdes puedan ser forrados deotra cosa sino bayeta y holandillanegra, doce hachas o cirios a lo másy cuatro velas sobre el túmulo".

El orador sagrado exaltaba lasvirtudes del rey desaparecido y con­citaba a la oración en sufragio desu alma:

Poco tiempo pasaba para que eseretraído y triste atuendo de laciudad desapareciera y en su lugarbrotaran las más expresivas notasde regocijo.

Las calles se cubrian de hinojoy otras ramas perfumasas, se le­vantaban tablados en la Plaza ma­yor, en la plazoleta del Fuerte yen el Convento de San Francisco,arcos de tríunfo e iluminación es­pecial por las tres noches de laproclamación; los habitantes quemoraban en las calles que habríade recorrer la comitiva encalabansu frente y colgaban en ellos rícastapicerías.

No faltaba la íniciatíva parti­cular del vecindarío y las invoca­ciones de sus gremíos para dar ala fíesta color y manifestacionesde alegria, y la colaboración enespecie o en trabajo para lograrla;Juan de Achucarro, vecino acau­dalado, ofreció el valor de la carneque se expendiese en su m'ataderoy fUe autorízado a faenar el quefuese necesario para cubrir los gas-

tos de la faena y de la festividad.En 1760, con motivo de la pro­

clamación de Carlos IIl, el gremiode los tenderos tomó a su cargo"la armazón de un castillo de fuegoy un carro triunfal", cuya confec­ción llevó más tiempo de lo pre­visto, por lo que hubo de poster­garse la jura; en esta oportunidadlos gastos regulados por los orga­nizadores alcanzaron a una ciframayor a los dos mil pesos.

El día señalado para el acto lastropas y milicias cubrían las canesprincipales. Los regidores, en trajede gala, montaban sus caballos enlas puertas del Cabildo y se diri­gian al Fuerte, donde los esperabael gobernador, quien también a ca­ballo formaba en la comitiva queregresaba al Cabildo. El AlférezReal tenia a su cargo la parte prin­cipal de la ceremonia como porta­dor del Pendón Real; en algúndetalle apareció la discrepanciadel Alférez Real con el CuerpoMunicipal cuando éste díspuso ubi­car el Estandarte bajo el dosel enel balcón del Ayuntamiento dondedebia concurrir el Alférez para re­cibirlo, en tanto éste reivindicabael derecho de disponer por sí laubicación del Pendón, ya fuera ensu propia casa o en otro lugardonde los Regidores debían con­currir a sacarlo.

En 1789, "teniendo presente queestá viejo el Real Pendón", seresolvió hacer uno nuevo en Bue­nos Aires con encargo de que "seborden las armas reales con hilosde oro y por otro lado las de laciudad"; también se mandaron ha­cer banderas para los reyes dearmas y retratos del soberano.

La comitiva recorría la calle deSan Fernando (Juan Carlos Gó-

Medalla de la jura de Carlos IVen Montevideo.

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mez) hasta la de San Miguel (Pie­dras) siguiendo hasta la de SanFrancisco (Zabala), y por éstahasta la esquina de San Pedro (25de Mayo) para dirigirse al Fuerte,y de allí por la de San Gabriel(Rincón) a la Plaza mayor (Ma­triz) .

Precedida por una vanguardiaformada por el Escuadrón de Ca­balleria y sus oficiales, la columnaera encabezada por el Alférez Real,portador del Pendón, el goberna­dor, los regidores y los vecinos depro, especialmente invitados, y ce­rraba su acompañamiento con losreyes de armas vestidos y monta­dos uniformemente a la antiguausanza española, portadores de suspropias banderas.

En cada uno de los tres tabla­dos, autoridades y pueblo presta-

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ban juramento de adhesión y fi­delidad al nuevo monarca.

Un golpe grave que con el cabodel estandarte daba el Alférez Realen las tablas del piso iniciaba elacto; seguidamente los reyes dearmas, por su orden, prevenian alpúblico con cuatro voces: "¡Silen­cio, atención, oid y escuchad!" queponian en expectación al concurso.Enseguida el Alférez Real excla­maba por tres veces: "¡Castilla eIndias!" y mirando el retrato delnuevo monarca colocado bajo eldosel, decia con el sombrero en lamano: "¡Por el Señor Rey queDios Guarde!," a lo que añadíanlos alcaldes "¡Que viva!"

El pueblo prorrumpía entoncesen iguales exclamaciones. En esascircunstancias los reyes de armasarrojaban al público monedas deplata de cuño conmemorativo.

Candombe. Apunte de Pedro Fí­gario "Hay sin embargo un bailemuy entusiasta y lascivo que sebaila algunas veces en Montevi­deo; se llama calenda y a los 'ne­

gros, lo mismo que a los mulatos,

cuyo temperamento es fogoso, les

gusta con furor. Este baile ha sido

llevado a América por los negrosdel reino de Ardra, en la costa

de Guinea; los españoles lo bai­

lan como ellos en todos los esta­blecimientos sin el menor escrúpu­

lo." Dom Pernetty "Histoire d'un

voyage aux isles Malouines".

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Folleto editado en la imprenta real, Madrid 1791. "La noche del 9,cumpleaños de la Reina Nuestra Señora, se dio en el patio de la CasaConsistorial un magnífico baile con su correspondiente refresco y ambigúpara 180 cubiertos, siendo maravilloso el artificio con que en dichopatio se hicieron las graderías y demás divisiones necesarias para laseparación de clases y sexos, estando todas adornadas exquisitamente;durando esta función hasta las 7 de la mañana con cidmirable regocijo,buen orden, satisfacción y quietud, circunstancias' que se notarontambién en las anteriores funciones."

EL CABILDOEl primer Cuerpo Capitular se

instaló solemnemente el lO de enerode 1730 en la morada del funda­dor de la ciudad, Bruno Mauriciode Zabala, y su primera sede fuela casa del capitán Pedro Gronar­do, que encontró edificada PedroMillán en el lugar llamado delPuerto Chico (actual esquina noro­este de Treinta y Tres y Piedras);construida en adobe, con techo decuero, a la muerte trágica de sudueño fue ocupada por el cirujanoDiego Francisco Mario, y más tar­de adquirida a nombre de Su Ma­jestad.

En 1734, cuando la construcciónamenazaba ruina, dispuso el Cabil­do entregarla al Comandante, yaque por su defectuosa ubicación-parte de ella sobre la actual calle

Treinta y Tres- era imposiblerepararla.

En los años siguientes el Cabildose reunia en las casas particularesde los regidores, y en caso de ma­yor concurrencia en la Iglesia Ma­triz o en la sala de asistenciadel Comandante.

En 1737 se resuelve edificar laCasa consistorial en el sitio que sele habia asignado, "para lo cualentregaron doscientos once pesosde Propios al Alcalde de PrimerVoto para materiales y obra deuna sala de nueve varas de huecoy de ancho cinco, con dos puertasy dos ventanas, con la altura quefuese necesaria".

Las obras duraron trece años porlas dificultades en la obtención derecursos. En 1743 se resuelve ace­lerar las obras y techar el edificioaunque fuera con paja cortadera;siete años después el Cabildo se­sionó en su nuevo local. Dentro

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Fachada actual del Cabildo.

del mismo predio se iniciaron en1758 las obras para la construc­ción de una cárcel y un local paraoficina, mediante el concurso po­pular en aportes, materiales y tra­bajo comprometidos en un Cabildoabierto de esa fecha, y fueron ter­minadas en 1768.

El edificio del Cabildo fue objetode sucesivas mejoras: se le pusonuevo suelo de ladrillo, marcos asus puertas, reja de hierro en laventana; en 1773, para colocar en10 alto un escudo con las armasreales y las de la ciudad, se abrióuna portada con escultura que hi­zo Féliz Madariaga, a quien se

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pagó su trabajo con una suertede chacra.

En el mismo año 1773 se hizo unacalzada con piedra conducida gra­tuitamente por los carreros. y la­drillos, "también de gracia", porlos horneros.

En 1780 se proyectó una reformamás importante: la construcción deuna segunda planta sobre la cár­cel, para sala de acuerdos. De estamanera ya a fines del siglo XVIIIel edificio tenía dos plantas: en laparte baja, a la izquierda del za­guán de entrada, un local paraCuerpo de Guardía con ventana alfrente, y otro para presos de poca

,:unsideración y distinguidos; haciael fondo, calabozos, carcelería ycocina. A la derecha del zaguánhabía un local con ventana desti­nado a cárcel de mujeres y lue­go la cárcel para los hombres.En la parte alta, sobre ésta última.una Sala de Acuerdos con balcóna la plaza, locales para juzgadoscon ventana sobre el Cuerpo deGuardia, enfrentados al patio inte­rior donde en 1797 se construyóun aljibe, y el cerco del fondo.

Las obras, que pueden conside­rarse terminadas hacia 1780, con­tinuamente exigieron reparacionesporque se produjeron deterioros ta­les como agrietamientos, situaciónque se agravaba en tiempo de llu­via y temporales fuertes. Los localesdestinados a los presos resultaroninsuficientes, lo que determinó qUE'se construyera una nueva pieza. En1787 el número de detenidos al­canzó a 280, y era tal el hacina­miento en que tenían que vivirque muchos no resistían las con­diciones, se enfermaban o morían.Pese a las continuas reparaciones yampliaciones que se le efectuaron,el edificio resultaba insuficiente ensus dependencias carcelarias y rui­noso en la parte destinada a acuer­dos y juzgados; recién en 1804 seencarará la reedificación de la casadel Cabildo.

La austeridad del edificio y par­ticularmente de la Sala Capítularcondecia con la sencillez de vidade la población: paredes encaladas,pisos de losa o si no de ladrillo;pocas sillas, que en las solemnída­des religiosas eran trasladadas ala iglesia para uso de los regido­res, y una mesa.

Con el tíempo fue necesarío sus­tituir el reducido mobiliario, ya

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apolillado, y se mandaron hacerescaños y sillas de madera; se em­pleó el nogal para las tablas largasy el cedro o pino en los asientos,que eran tapizados con damascocarmesí. Uno en forma de canapé,confeccionado "con más esmero ydecencia", estaba destinado al go­bernador.

El mobiliario y ornato se perfec­cionó a fines del siglo con tarima,baranda, otros canapés, y cenefasdoradas aplicadas a las puertas yventanas. Para la iluminación de lacalle al frente y la entrada, se

Armario que integraba el mobilio­río del Cabildo.

mandó confecCionar un farol "dehechura hermosa" con cristales, latafina y tres mecheros, el que debíacolocarse en un pescante aplicadoa la puerta; se encargó tambíénuna escalerilla para su encendido.

LA MATRIZCuando Zabala proyectó los tra­

bajos de fortificación dispuso quese enviaran indios de las misionesjesuíticas para trabajar en los te­rraplenes y baterías.

Una dotación de ellos, con doscapellanes, levantaron una peque­ña capilla con habitación para lo"sujetos de la Compañía en la ac­tual esquina de Piedras y Zabala;construida en piedra firme y cu­iJierta de tejas, mereció ser erí­~ida en calidad de Matriz por elCabildo mientras se edificaba "laiglesia decente donde está delineadaen la Plaza Mayor". Pronto senotó su insuficiencia y fue amplia­da con un galpón cubierto de cueroque sirvió como emergencia hasta1740.

Entre tanto se iniciaban lasobras de la Matriz con la colabo­ración de los pobladores y autori­dades; se nombró como Mayordo­mo de la fábrica de la Iglesia alProcurador General, por ser suobligación la de asistir a las obraspúblicas.

Se formaron grupos de veintevecinos, a los que llamaban cuadri­llas, quienes bajo un regidor de­bian trabajar, o prestar quien lohiciera por ellos, en turnos de ochodías cada una; acabadas las listasvolvíase a comenzar con los inte­grantes de la primera, procedi­miento también seguido con los re­gidores que alternativamente tenían

Pila bautismal que se conserva enla Iglesia Matriz. <Dibujo de Ho­racio Berta.)

la mlSlon de vigilancia y direcciónde las cuadrillas.

No se excluían de estas obliga­ciones a los militares casados yavecindados, que eran igualmentebeneficiarios de los repartimientosy preeminencias acordados a losfundadores.

Las obras se paralizaron por fal­ta de recursos cuando las paredesllegaban a cinco varas de alto, ypeSe a que en un Cabildo Abiertose resolvió que los vecinos contri­buirian con diez pesos cada unopara su continuación, el aporte re­sultó insuficiente; visto lo cual, donFrancisco de Alzáibar tomó a sucargo exclusivo la terminación to­tal de la obra.

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Proyecto del ingeniero Saa y Fada. (Ensayo de reconstrucción delArquitecto Rafael Ruano.l

En 1740 se había ínaugurado laIglesia Matriz y en 1764 ya se laconsideraba en estado ruinoso; des­de entonces hasta 1790 el esfuerzodel Cabildo, de los Curas VicariosFelipe Ortega y Juan José Ortiz,y de la población en general, seorientó a la posibilidad de cons­truir un templo más espacioso ydigno. Alternan en ese periodo lasgestiones realizadas ante los po­bladores y las autoridades, con di­versas instancias ante el virrey yla Corona no exentos de inconve­nientes y dilaciones.

S0n escasas las referencias sobrelas caracteristicas de la primeraiglesia; se sabe que tenía paredes

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de ladrillo, tirantes ele madera yoriginariamente techo de paja; desus ornamentos quedan solamentela pila bautismal, y probablementela imagen de sus patronos SanFelipe y Santiago; tenia un relojde campana que perteneció a losjesuitas y que el Cabildo colocóen su torre. Por el esfuerzo y laatención constante del vecindario,el templo no solamente se mantuvosino que fue refaccionado y mejo­rado al punto de ofrecer al espí­ritu observador del Padre PérezCastellano estas consideraciones:

"La iglesia Matriz en orden aledificio es la mísma que era antes,pero no en orden a sus alhajas y

adornos. Tiene ocho altares, cuatrode ellos con retablos, en que hayhermosas imágenes; las más sobre­salientes son las de los dos SantosPatronos, la de Nuestra Señoradel Carmen y la del Rosario, quese hicieron en Madrid. En el altarde ánimas se puso una imagen debulto de Nuestra Señora de losDolores, y desterraron a la puertade la iglesia debajo del coro el her­mosisimo lienzo de Nuestra Señoradel Carmen, a cuya hermosura ydevoción ha desagraviado la piedadde los fieles, que mantiene delantede ella luz indeficiente, y al entraro salir la saludan casi todos conel ángel y con San Bernardo.

"La torre tiene dos campanfis demediano porte, una quebrada yotra mal remendada; porque dosque hay grandes y buen?s no laspuede sostener por su;):lUtdady están colgadas aliad llaen una horca de madera.;<.. elcoro hay un órgano que puede serbueno para cualquier otl'aiglesia.Ha tres años que un Brigadier deIngenieros portugués que está enel servicio de España y lo está porser muy hábil, levantó un planode una hermosa iglesia de tres na­ves, para la Matriz; se remitió alExmo. Señor Marqués de Loreto,Virrey actual y a la Junta de RealHacienda para su aprobación, y seespera con ansia para empezar laiglesia, que hace notable falta, por­que la que hay no es capaz deadmitir la sexta parte del pueblo,ni de resistir más el tiempo quela tiene muy cansada".

Entretanto la acción del tiempoprodujo su estrago. El Marquésde Loreto ordenó la demolición dela torre hasta la parte donde esta­ban las campanas después de ha-

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berse derrumbado parte de la IgI..:­sia Vieja.

El nuevo Vicario Juan José Ortiztenía en su poder los planos dela nueva Matriz hechos en BuenosAires por el antes referido Briga­dier de Ingenieros portugués. JoséCustodio de Saa y Faría.

En este tiempo los oficios reli­giosos debieron realizarse proviso­riamente en la iglesia de San Fran­cisco o en la capilla de los jesuitas.

El 20 de noviembre de 1790. alas 10 de la mañana, en acto so­lemne, el párroco Juan José Ol'tizcolocó la piedra fundamental dela nueva iglesia. Muestras de los detalles arquitectónicos de la antigua fachada de la

Catedral puestas al descubierto durante las obras de su reparación.

En junta de vecinos convocadaal efecto, los abastecedores de carnese comprometieron a pagar dos rea­les por res sobre las que se mata­ren, y los hacendados un cuartillopor cada cuero marcado y mediopor orejano que introdujeran en laplaza para exportar. Los cargos setomaban voluntariamente por unaño y fueron renovados a su ven­cimiento.

El aporte del Real erario fuemuy escaso dado el criterio de laCorona de acompasar la magnitudde la obra con la escasa poblacióny recursos de los moradores.

Esta moderación, que importabaa la vez reducir el volumen de laobra, movió al cura Ortiz a recabarla opinión de un téGnico, el Co­mandante de Ingenieros BernardoLecocq, quien se expidió en formaterminante sobre la necesidad de

continuar la fábrica según los pla­nos originales, so pena de compro­meter la proporción, perpetuidady hermosura que prescribe el arte.y que económicamente la reduc­ción aparejaría el sacrificio de lasdos terceras partes de lo ya gasta­do, que sin duda importaria tantocomo lo que se iba a ahorrar enreducirla.

Según el informe de Lecocq "laiglesia podía dar cabida a dos milpersonas, número nada crecido,tratándose de una población desiete mil habitantes sin contar losdos mil párvulos, la tropa, los ma­rinos, los transeúntes de BuenosAires y pueblos vecinos".

El virrey pidió sobre el punto laopinión del Fiscal, quien se atuvoa las conclusiones del técnico encosa qUe no era de su juicio, ypermitió que continuaran los tra-

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bajos de construcción. Asi, en 1797se hallaban las obras "en dispo­sición de recibir la bóveda princi­pal" y concluidas sus laterales;urgia su colocación a riesgo de que­brantar lo ya hecho. Para cubrirese gasto .el virrey ordenó la en­trega de los tributos asignados porla Corona para la obra y que nose habian hecho efectivos.

El aporte popular se manifestóigualmente de otras maneras: lamás interesante, aceptada por elCabildo a propuesta de Sancho Es­cudero, fue la realización de 16corridas de toros en beneficio dela Matriz, con las que se reunie­ron mil ciento veinte pesos.

Los primeros años del siguien­te siglo, el 21 de octubre de 1804,se inauguró finalmente, el nuevotemplo.

Hasta el presente no se han en­contrado los planos originales delarquitecto de Saa y Faria; el úni­co documento gráfico que nos in­forma de su traza es el croquisdel dibujante Fernando Bran"ilaque llegó a Montevideo con la ex­pedición de Malaspina en 1794,vale decir diez años antes de aque­lla inauguración, y cuyo originalcustodia el Depósito Hidrográficode Madrid: representa el edificiocomo ya terminado, con campana­rios, cúpulas y cinco imágenes desantos que coronan el frontón de supuerta principal.

Al realizar los trabajos de res­tauración a mediados del presentesiglo, pudo comprobarse la estruc­tura original y su correspondenciacon el proyecto de Saa y Faria,cuyo plano, indudablemente, sirvióa Branvila para ejecutar su dibujo.

Se puede, pues, afirmar que lasprimeras obras se realizaron con

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sujeción a los planos del menciona­do brigadier ingeniero portugués,con algunas modificaciones; la di­rección de aquéllas fue encargadaal coronel de ingenieros españolJosé del Pozo, quien al elevar elpresupuesto de gastos informó:"Este cálculo no está consideradocomo manifiesta el Plano del pro­yecto, y asi, en la inteligencia deconstruir las bóvedas sencillas, otabicadas en cuyo supuesto debendisminuir los gruesos de las paredesy pilastras, pues éstas no tienenel peso ni empuje que las propues­tas."

El diseño de Branvila nos ofrececomo rasgos fundamentales de laconstrucción un desarrollo en tresnaves, con cúpula en la principaly en la capilla del Santisimo deri­vada hacia la derecha con un arcoque comunica al interior y puertahacia la calle; tres puertas corres­pondientes a las naves centralescon sus arcadas; en el centro elfrontón monumental soportado pordos pares de columnas con capi­teles jónicos y a cada lado, inde­pendientes de las naves para ofre­cer mayor amplitud y majestad.dos torres en cuadro coronadas porU!1 cupulin que se apoya en fron­tones triangulares sostenidos porcolumnas también de capitel jóni­co; de la base del capitel de lascolumnas centrales dos líneas defrontón inclinado atravesaban losvanos laterales superiores; un arcode medio punto en el vano supe­rior de la puerta principal y "elfrontón de orden colosal, fue cons­truido libre".

La Iglesia Matriz, como la deSan Francisco, fueron lugar de in­humación hasta 1790, en que sedispuso que provisoriamente, hasta

que fuera construido un cementerioen extramuros, se enterraria a losmuertos en terrenos aledaños aellas.

LOS RIESGOS DEL MARLa navegación del Rio de la Pla­

ta inspiraba serios temores, comolo consigna el "Diario" de JuanFrancisco Aguirre, quien en 1783recuerda las dificultades que ofre­cía:

"El horror era tal que los segu­ros de los buques eran 10 mismopor solo navegarle que los que lle­vaban desde España a su entrada.""Nunca se caminaba de noche lacual siempre se pasaba al anclay la derrota se hacía atravesandudesde el cerro de Montevideosudoeste pasando por la partetal del Banco Ortiz."

Entonces los barcos de registroque sólo tenian a Buenos Aires co­mo puerto de arribada, quedabanen la ensenada de Barragán.

El hecho de asegurar y poblarMontevideo, al tiempo que consoli­daba el dominio español en la cos­ta septentrional por su ventajosasituación, 10 convirtió en elterminal de la navegación ultra­marina.

En el "Diario" de la segundapartida de demarcacíón de limites.llevado por Fernando Barrero sepuede leer una minucíosa descrip­ción de la ensenada y puerto quecorrobora la opinión del menciona­do Aguirre:

"El puerto de Montevideo es unaensenada que forma la costa sep­tentrional del Rio de la Plata amanera de herradura con dos pun­tas salientes: la una de San Joséy la otra de Piedras, que se pro-

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fragata "Nuestra Señora de la Encina". (Acuarela de Menck Freire.l

yectan al noroeste; distan entre si4 millas y dejan una capacidad de5 a la ensenada que interna alnorte ensanchando alguna cosa másque por su boca."

"De ésta su menor fondo de 18pies disminuye progresivamentehasta la playa de arena que salepor donde más, un par de cables.En lo restante su calidad es unfango o lama tan suelto que losnavíos suelen entrar a fuerza devela para penetrar bien adentro,con particularídad aquellos quehan de permanecer temporada enel puerto los que no se creen se­guros si no llegan a encallar enel fango hasta los 10 o 12 pies deagua y de éste no tienen jamás elmenor recelo porque las mareasque son crecidísimas y frecuentesen todo el año aunque sin guardarotro período determinado por losvientos S.E. y S.O. dan siempre

oportuna facilidad para la salida.""La circunstancia sola de ser el

Puerto de Montevideo el único entodo el Rio de la Plata que puedeadmitir embarcaciones de porte, leofrece grandes ventajas haciéndo­le la primera puerta de comuni­cación de los virreinatos de BuenosAires y Lima."

Los navíos de gran calado debíanquedar en la boca de la ensenada;los menores que penetraban enella, muchas veces se veian expues­tos a garrear, encallar o ser lan­zados sobre la costa del Cerro.

El acceso del río deparaba ries­gos que las escasas previsíones dela época no alcanzaban a eliminar;de ahí los frecuentes naufragios,en su mayoría causados por el obs­táculo del Banco Inglés.

En 1752 se produjo el del "Nues­tra Señora de la Luz", un velerode 217 toneladas que regresaba a

Cádiz desde Buenos Aires con car­ga de pl~ta_ labrada, oro, pieles,lana de Vlcuna, cueros y 150 pasa­jeros; de este accidente se conocenmenudos detalles.

Hechas las provisiones arrecióel viento hasta impedir' que laspersonas que habian desembarcadopudieran volver a bordo; el navíosalió de la bahia y se perdió devista. A la mañana siguiente nohabía rastros de él. Se dispusieronlos escasos medios de salvataje conque contaba el puerto y por cincodias no surgieron noticias de labúsqueda realizada en toda la cos­ta. Finalmente el mar empezó aarrojar cadáveres a la playa. Sólodos meses más tarde pudo locali­zarse el casco, en el qUe trabajaronsiete buzos a fin de ubicar el teso­ro. Con tal objeto establecieronuna estación en un lugar de lacosta, que más tarde por eso mismose llamaría del Buceo. Los contem­poráneos elogiaron la bravura deestos hombres que exigian aguar­diente para poder trabajar; entreotras previsiones se dispuso tener"una pipa de vino tinto para cuan­do zambullen".

Montevideo vivió entonces lar­gos dias de angustia desesperan­zada.

Entre ·1786 y 1802 se registraron25 naufragios y 8 varaduras en laruta a Montevideo.

Era, pues, explicable que sus auto­ridades reclamaran insistenteme¡;:¡telos auxilios necesarios para la lim­pieza y seguridad del puerto, laconstrucción de un muelle y lainstalación de fanales.

El Diputado de Comercio solicitócon tanta frecuencia como tena­cidad la provisión de aparejos, an­clas, anclotes, cables y calabrotes,

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Planta de la Ensenada de Montevideo trazada por Domingo Petrarcaen 1724.

una lancha para acudir al salvata­je con dotación de marinos y buzosy la construcción de un depósitopara guardar los efectos del salva­mento.

En un oficio dirigido al Consu­lado daba cuenta de las consecuen­cias sufridas a causa del temporalde la noche del 7 al 8 de setiembrede 1799: "En este conflicto -<iice­no siendo suficientes las anclas yamarras, comenzaron todos los bar­cos a garrear para la playa yunos con otros no aguantando lasamarras de algunos que rebentarony los que garrearon se hicieronaverías considerables yendo a dara la costa la Fragata de guerra«La Magdalena» y la Corbeta delRey «La Descubierta», las Fraga­tas particulares nombradas :(ElRescate», «La Victoria» y «La Ju­dith» y los Bergantines «San Fe­lipe y Santiago», «Nuestra Señorade Aranzazú», «San José LeonidL,dos lanchas cañoneras nombradas«La Extremeña» y «Andaluza~) ymás de sesenta lanchas, lanchonesy botes que fueron a la playa endonde muchos aún subsisten y otro;:;dos a pique."

Como el artículo XXIII de laReal Cédula de su creación encar­gaba al Consulado de Comen:io"limpiar y mantener limpio elpuerto de Montevideo"; las autori­dades de éste reiteradamente de­nunciaron la falta de cumplimientode dicho cometido.

Los comerciantes montevideano::"a su vez, reunidos en Junta el 17de diciembre de 1798, dejaron cons­tancia del abandono en que semantenía .el puerto, el que "care­cia aun de desembarcadero no obs­tante su importancia, de maneraque más peligroso era poner el pif'

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en tierra", que efectuar la travesíadesde la metrópoli hasta Montevi­deo.

La demora producida en la tra­mitación del expediente relativo ala provisión de implementos parael puerto de Montevideo y recursospara las obras, movió la denunciaque el gobernador José de Busta­mante y Guerra formuló al minis­tro de Marina español, en la que

acusaba de indiferencia al Cons,u­lado de Buenos Aires, y de omisiónen el cumplimiento de las órdenesreales que mandaban franquearlos auxilios.

Obtuvo así la Real Orden de 9de diciembre de 1797, que conmi­naba al Consulado la entrega dedos lanchas con cubierta, y a ponerde inmediato a disposición del go­bernador doce mil pesos para ins-

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talar, bajo su dirección, "una vigiacon su faro en la Isla de Flores",

A fines del siglo XVIII queda­ron proyectados, calculado su costoy prevista la obtención de recursospara los fanales del Cerro y de laIsla de Flores.

EL PUERTOPese a todas sus condiciones el

puerto de Montevideo no tuvo co­mercio en los primeros años. Losoficiales Reales de las Provinciasdel Rio de la Plata reconocieronen sus ventajas naturales un peli­gro para la Real Hacienda por eldesarrollo del comercio fraudulen­to, "desembarque de ilícitos géne­ros para transitarlos por dicha otrabanda a estas provincias", ya queno se recaudaba en él ningún de­recho.

En estas circunstancias, el co­mercio ilícito ofrecía amplias posi­bilidades, favorecido por la proxi­midad de los portugueses, la ac­ción directa y la complicidad delos indios con aquéllos.

Con el fin de cortarlo, las auto­ridades bonaerenses designaron aun Comisionado para registrar eltránsito de las embarcaciones, fis­calizar su maniobra y reprimir susfraudes, comisar la plata sellada ylabrada y "todo género de comer­cio que fueren sin licencia de Bue­nos Aires", asi como de las navesque salieren de Montevideo haciala capital.

Toda la producción de la cam­paña de Montevideo, que desbor­daba considerablemente su capaci­dad de abastecimiento, debia salirpor Buenos Aires; en forma irre­gular lo hacían por Colonia o através de la frontera portuguesa,

La indiscriminación de los arreosde ganados y su matanza por fae­neros y changadores amenazabandespoblar sus campos.

En 1742, los Oficiales Reales in­sisten en nombrar un lugartenienteTesorero Oficial Real, "por cuantosiendo puerto de mar la ciudad deSan Felipe de Montevideo que sehalla situada en la otra banda deeste río, a dístancia de cuarenta le­guas poco más o menos de ésta, noobstante encontrarse el puerto enlos principíos y sus habitadores enpobreza, puede suceder que arribenembarcaciones con designios de ha­cer comercio ilícito".

En' 1774 fue creado el cargo deOficial Real para Montevideo, de­signado directamente por el mo­narca, para sustítuir al Teniente,que era nombrado por las autori­dades de Buenos Aires; Franciscode Sostoa fue el primero que lodesempeñó.

En acuerdo capitular de 10 defebrero de 1738 se había resueItoelevar un petítorío al rey por in­termedio del Capitán de mar yguerra, Francisco de Alzáibal', alque se le extendió poder generalal efecto; tenia como cometidos re­lacionados con las actividades co­merciales de Montevideo obtenerautorización para llevar sus frutosal Brasil, como ser harina, seboy cecinas, en trueque de oro y al­gunos negros para trabajar en lasestancias y labrar las tierras; "quese asignen tres balandras o suma­quillas, que aunque son pequeñas.por ser. corto el trecho y caminarcosteando podrán hacer su viajepor tiempo oportuno del verano";que se conceda la libertad de al­cabala; que se forme un recurso depropios para el que sugiere cobrar

el anclaje en puerto a los navíosque diesen fondo y a las lanchasque entran y salen.

En los mismos sucesivos petito­rios Montevideo reiteraba el bene­ficio acordado por cédula de SU

fundación, por la que se le libe­raba de todo derecho de mojonería,sisa u otro alguno.

Cuando en 1765 los Oficiales deHacienda ordenaron el cobro de al­cabala, Montevideo protestó enér­gicamente y resistió su pago; elderecho de anclaje antes propuestotenía por fundamento específicocrear fondos de propios y devolveren obras la exacción impositiva.

Sus privilegios fundacionales con­templaban su realidad de entonces:"Suma pobreza y poco adelanta­miento", población aislada y sincomunicación con otra alguna, sinmás frutos que granos que notienen salida y de costosa produc­ción "porque los peones se llevanen crecido salario", y privada desus sebos, grasas y corambres quelos portugueses extraian para RioGrande.

Para superar los efectos de estasituación de aislamiento y faIta eleposibilídad de comercializar susproductos, en 1767 solicitó a lasautoridades peninsulares la conce­sión de "un navio de registro pri­vativamente para este puerto a finde que siendo el único efecto queproducen las haciendas de este ve­cindario y su jurisdicción con cue­ros al pelo de toro, novillo y vaca.se consiguiese el expenderlos ydarles salida por los interesados enla carga del citado navío".

A su primitivo destino de simplepuerto de escala, Montevideo agre­gaba el de salida de sus propiosproductos y de entrada para toda

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clase de efectos destinados al co­mercio; esto lo llevó a ser el centrode carga y descarga para ultra­mar, hasta darle -a raíz de suhabilitación en 1778- el aspectoque traducen estos párrafos de uninforme de "Diario de la Comisíón

xl.e Limites"."Desde el puerto de Montevideo

que es el único del Río de la Platay donde se quedan todas las em­barcaciones que van de España conregistro para Buenos Aíres y pro­vincias interiores del reino, se hace

Conocimiento para el despacho dedeo con mercaderías consignadasAmérica septentrional .

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el transporte de los efectos por me­dio de las lanchas del Riachuelo.cuyo destino princípal no es otroque el de volver cargadas de otrosefectos para el retorno de dichasembarcaciones. Su construcción esbastante fuerte y plana de modoque cargan mucho, calan poco, re­sisten bien los recios temporales ygruesas mareas del río que no de­ja de ser achacosa. En esta nave­gacíón se dirígen los patronos porun conocimiento práctico, la horaregular de su salida es él media

las naves que arribaban a Montevi­y con destino a diversas zonas de

tarde y llegan antes del medio diéldel siguiente."

Realzó la importancia del puertode Montevideo el establecimientodel Apostadero de Marina en 1769.con residencia del Comandante.circunstancia que lo convirtió encentro de la autoridad naval delAtlántico Sur; a ello siguió la or­den de escala obligatoria para todobarco que regresara del Perú )la designación de punto terminalde los yiajes de buques correos:en 1775 se autorizó a éstos a car­gar, en su viaje de vuelta. cuerosy demás efectos.

Los barcos que cumplían comer­cio de ultramar, autorizados en lametrópoli mediante permisos. en losque se especificaban los puertos desu ruta, carga y condiciones del via­.íe de retorno, debían registrar en:\Iontevideo; allí los Oficiales Rea·les fiscalizaban y certificaban eldespacho, la carga y demás condi·ciones establecidas en el registro.

Desde entonces los comerciantesde Buenos Aires debieron enviarsus guías a Montevideo a efectosde llenar estos requisitos.

La Pragmática de Libre Comer·do de 1778, que lo incluía entrelos habilitados para el tráfico, en·contró al puerto de Montevideoen la plenitud de una actividadque lo colocaba como el principaldel Virreinato platense.

Con la habilitación se comple­taron las condiciones que hacianindispensable la creación de suaduana, lo que fue concretado el10 de febrero de 1779.

Desde 1782 fueron frecuentes lasautorizaciones concedidas a comer­ciantes para introducir en Monte­video mercaderías procedentes depUErtos extranjeros. Llegaban tamo

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Constancia de la compra de una negra por la morena libre Bernarda Luisa. (Facsímil en E. Petit MuñozLa condición .iurídica de los negros en la Banda Oriental.l

bién barcos negreros portugueses,y como este tráfico no perjudicabaal comercio local se permitia eldesembarco de esclavos.

En 1787 se autorizó por via deensayo, a la Compañía de Filipinas

a introducir negros traídos desdeAfrica en navíos ingleses que enar­bolarían la bandera española alentrar en mares de América y se­rían considerados barcos de regís­tro salidos de puertos españoles;

para evitar el contrabando, no po­dían traer más que los esclavosy sus ropas.

Por este comercio de negros--cuyo permiso fue renovado en1791 en favor exclusivo de Monte-

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video-- se establecieron relacionescomerciales con Inglaterra y Por­tugal; el motivo invocado paraotorgarlo era el de fomentar laagricultura.

Durante las guerras con Ingla··terra, potencia que dominaba losmares, España autorizó provisoria­mente el comercio americano conpaíses neutrales.

Todas estas licencias otorgadaspor vía de excepción o experíencia,que autorízaban a cargar, de re-

Carlos 111. (1759-1788) por Fran­ciHO Gaya.

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greso, cueros y frutos del país.aparejaron en la práctica el que­brantamiento del monopolio espa­ñol, la evasión de rentas fiscalespor las más variadas formas detransgresión y el ablandamientodel rígor de las normas de contra­lar y gravamen.

La ensenada de Montevideo eravisitada por gran cantidad de na­ves que le daban una actividadinusitada; los bajeles españoles al­ternaban con los portugueses yotros extranjeros. Los cueros queen gran cantidad llegaban de lacampaña eran depositados en loshuecos y baldíos de la ciudad. don­de ."e apilaban para su embarque:1ambién se exportaban cueros delobo y de "tigre" (puma o jaguar),lana de vkuña proveniente delnorte. pieles de chinchilla, plan­chas de cobre. zurrones de cacao.lana ordinaria. marquetas de sebo.cera, doblones de plata y oro.

Las siguientes cifras dan idea dela importancia que adquirió la ac­tividad portuaría: en 1781 salió unconvoy con destino a Cádiz forma­do de 25 buques con 450.000 cue­ros; Aguirre calcula que habíadepositados en la ciudad un millóny medio a la espera de la termina­ción de la guerra para poder em­barcar. El C;omandante del Res­guardo, Francisco de Ortega y110nroy, apreció en esa suma losextraídos en 1783. En ese mísmoaño la goleta española "NuestraSeñora de la Concepción, SanAntonio y Ánimas" zarpó de Mon­tevideo con una carga de 10.380cueros procedentes de la jurisdic­ción de Montevideo y hubo de sa­tisfacer en la Aduana, por con­cepto de "Alcabala y Ramo deGuerra", la suma de 24.082 pesos.

El comercio de esclavatura fuerealizado casi exclusivamente porbarcos de bandera extranjera, raravez traídos de África por barcosni a cuenta de comerciantes espa­ñoles.

Pérez Castellano nos informa alrespecto: "Se están esperando pordías dos embarcaciones inglesascargadas de negros y los apodera­dos de este asíento (que dicen sub­sistirá) van a hacer galpones so-

Portada del Libro en el que fue­ron registradas las entradas deembarcaciones al puerto de Mon­tevideo, desde 1793.

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Vista del puerto desde la Aguada. Detalle del dibujo deFernando BrClnvila.

bre la orilla del Miguelete a suentrada en la bahía para hospe­darlos. La ciudad los ha determi­nado alli consultando por la salurldel pueblo y por la de los infelicesesclavos Ciertamente causa lásti­ma sólo' la memoria de este tristE'comercio; pero su necesidad parala América, o la costumbre, si noahoga a lo menos prevalece siem­pre a todos los sentimientos de lahumanidad y de la razón."

Los esclavos quedaban sometido::desde su desembarco a una cuaren­tena que cumplían en un edificif)levantado al efecto en las costasdel Miguelete, llamado "caserio delos negros".

El 19 de abril de 1779, en ex­tenso informe, el Cabildo analizólos inconvenientes de la aplicacióndel Reglamento de Libre Comer­cio, impuesto el 2 de febrero de1778. y de la Instrucción de Adua­na de 15 de febrero de 1779.

Mereció observaciones en primertérmino el reaforo y nuevo cobrode alcabala hecho en Buenos Airesde las mercaderías reembarcadaspor Montevideo, "no obstante de­berse considerar una misma co'saeste puerto y el de Buenos Aires";de tal manera reivindicaba su ca­lidad de puerto de las Provinciasdel Río de la Plata.

Por otra parte, sostuvo el Ca­bildo que el impuesto de alcabalase debía pagar con la venta dela mercadería y no en la Aduanaa su introducción.

En segundo lugar, impugnó unavez más el impuesto llamado "Ra­mo de Guerra", que establecido porel Cabildo de Buenos Aires, erade exclusivo beneficio de las defen­sas de sus fronteras, ya que encuanto a las de la jurisdicción de

Montevideo, creia haberlas cubier­to con la participación de su ve­cindario; recordaba las sacrificadasy continuas salidas, la fijación deguardias en el Pintado y San JuanBautista, "hasta haber exterminadoenteramente los indios infieles quela invadían".

Propone evitar los inconvenien­tes que la descarga y el trasladode las mercaderías a la Aduanaproducen a los comercíantes en cos­tos y riesgos: "La punta del muelle-decía- es muy estrecha y desi­gual sobremanera, cuya circuns­tancia motiva en primer lugar queno puedan descargar dos lanchasa un tiempo". La ganancia muchasveces se invierte integramente enel costo de "derechos, fletes, tra­bajadores y acarreos", pues se de­be emplear "un número conside­rable de peones en descargar 10que trae la lancha y transportarloa carretas y carretillas".

Resolvió el problema una ordenreal que, ajustada estrictamente altexto del Reglamento de 12 de oc­tubre de 1778, dispuso que los efec­tos pagarían en Montevideo el al­mojarifazgo y lo volverían a pagarpor su entrada a Buenos Aires sifueran para comerciar en ella; entanto que el de alcabala se pagaríaúnicamente a su entrada por Mon­tevideo, aun para aquellas merca­derías que serian vendidas en Bue­nos Aires.

En caso de que los efectos hubie­ran sido vendidos en Montevideo yluego transportados a Buenos Airesdebían pagar alcabala de reventa.

Los gravámenes aplicados a lasmercaderías eran: por almojari­fazgo, el 3% para las de origennacional y el 7 % para las de origenextranjero; la alcabala, tanto la deventa como la de reventa, era delcuatro por cíento.

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Hierro de marcar utilizado para determinar la propiedad del ganado.

Al mismo tiempo, una vez lo­grada la seguridad dentro de su;;primitivas demarcaciones jurisdic­cionales, se cumplía el proceso dC'expansión de los pobladores mon­tevideanos sobre la Banda Orien­tal.

La ocupación de tierras más alláde la Cuchilla Grande por los ha­cendados de Montevideo, impulsóel reclamo de las autoridades dela Gobernación. A la solicitud for­mulada en 1769 para aumentarla

Cofradía de la Caridad. Carátuladel "Libro de Ajusticiados". Añode 1786.

DIFERENCIACION yAUTONOMIA

La clara política de la Coronaestaba dirigida a considerar elpuerto de Montevideo como el prin­cipal del Virreinato del Rio de laPlata y de España en el AtlánticoSur; de ahi los pronunciamientosfavorables a las pretensiones de susautoridades cada vez que las dis­crepancias locales llegaban a suconsideración. Muchas veces pro­vocadas por asuntos de escasa im­portancia, magnificados por la sus­ceptibilidad aldeana, llegaron a con­formar una verdadera rivalídad. Lainstalación del Consulado de Co­mercio, autoridad rectora de las ac­tividades mercantiles y portuariasen la capital del virreinato con

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facultades para nombrar Comisio­nado de Comercio para Montevi­deo, aumentó los motivos de dis­crepancia.

La situación de dependencia delDiputado de Comercio respecto delConsulado, la percepción de un gra­vamen de medio por ciento sobreel valor de los géneros y efectuspor concepto de averia cobrado enla Aduana de Montevideo, y prefe­rentemente dispuesto por el Con­sulado a objetivos de su competen­cia distintos de las necesidades yobras del puerto, exacerbaron lo~

ánimos localistas.Poco a poco la idea unitaria qUE'

gobernaba la política de la metró­poli se deformaba en una diferen­ciación que con los años se ahon­daba lenta e inexorablemente.

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veinte leguas cuadradas más.ióla de Joaquín del Pino, en

en el mismo sentido.proceso se cumplía a travésallifestaciones diversas como

consecuencia lógica de la rea­dllatural.n éiorden milítar, en 1784 el

colocó a Maldonado, Santay Santa Tecla bajo las ór­

de Montevideo, que era eltoéstratégico para la defensalúe fronteras.as tarde la Corona recogió lastign del gobernador José Bus­nt~y Guerra, formulada ende acumular a las funcionesérhador las de ComandanteEste, como jefe del Apos­de Montevideo, atendía lareal y al abastecimiento .Y

a de las estaciones de Ma1­y Patagonia, en permanenteicación con ellas.782 se estableció en el Ríolata el régimen de Inten­

que produjo un cambiorganización de la estructuraal.tevideo siguió rigiéndose por

to de . su gobernación dela única variante de agre­

~funciones de Subdelegadoacienda a la competencia dE;

adoroinistración de la hacienda

se centralizó en Buenoso no obstante, por igualese orden natural, el Res-

Rentas del Rio de la'nstaló en Montevideo;ante dependía del Su­

€!. a través del gober­subdelegado de ha­

ntrolaba "puertos, cos­~ras con Portugal".

Carlos IV. 11788-1808).

Era sin embargo lógico queMontevideo, y la campaña hastalos confines de Portugal, contarancon la plenitud de funciones de lasintendencias. Decía el gobernador

J oaquin del Pino al solicitarla:"Siendo el Jefe de Montevideo Go­bernador Intendente, reúne en sítodos los ramos de justicia, policía,guerra y hacienda y se halla así endisposición de producir más uni­formes y sostenidas sus providenciaspara mejor servicio del Rey, ce­lando con toda autoridad necesarialas ilícitas introducciones a que sonsegún mi concepto y experienciamás propensos aquellos vecinos yestancieros como el hurto de gana­dos para hacer sus matanzas yextraer los cueros en los dominiosde Portugal".

La consagración de estas aspira­ciones de unidad administrativa,militar, de justicia y eclesiástica dela Banda Oriental, comportarian laerección con sede en Montevideode Intendencia, Capitanía General,Consulado y Obíspado, hechos to­dos que, al consolidar la unidad,confirmaban su autonomía.

COMUNIDAD Y EVOLUCIONDurante los primeros cuarenta

años, la Gobernación de Montevi­deo se ofrece como ejemplo de unacomunidad celosamente administra­da para dístribuir las cargas de laseguridad colectiva y el usufructode los bienes fundamentales parala subsistencia.

En 1771 el territorio fue divididoen pagos o barrios. Al frente decada uno de ellos un comisionadoo lugarteniente del gobernador ase­guraba la vigilancia y el fiel cum­plimiento de las disposiciones.

Corresponde a la década del 70la delimitación de nueve pagos:"de los Migueletes; de los dos arro­yos de las Piedras y Colorado; delos de Canelones y Costa de Santa

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Lucía; costa del dicho Río SantaLucía Chico y de la otra banda;arroyo del Pintado y el nombradode la Virgen; Carreta Quemada,Chamizo y Costa del Río San José;de los arroyos nombrados de Sierray Toledo; de los arroyos del Sauce,Salís y Panda; arroyo del Tala ySanta Lucía arriba hasta el rema­te de las estancias"; y la fundaciónde siete pueblos: Guadalupe (1778),Pintado (1779), Las Piedras (1780),Santa Lucia (1781), San José(1783), Minas (1783), Panda 1787).

Dentro de estos limites, la auto­ridad del Cabildo y del gobernadorse manifestó con eficacia mediantenumerosas ordenanzas y reglamen­taciones que los regidores hacíancumplir con generalidad. Merced aello la explotación de la tierramantuvo el sentido de utilidad co-

mún que le asígnaba el estatutode la fundación de Montevideo. Lasgrandes posesiones no fueron nu­merosas ni el poder económico delos menos significó para ellos unelemento de predominio.

La comercialización de cuerosavivó el interés por mayores ex­tensíones de tierra; las nuevas de­nuncias de los adjudicatarios so­brepasaron los limites de la pri­mitiva jurisdicción, especialmentehacia el norte y hacia el este. Elproceso . de reparto, iniciado porgracia real o por adjudicación delgobernador o del Cabildo, se desa­rrolla por la compra o la denunciapara obtenerla mediante el pagode una moderada composición.

Esta canalización hacia la pro­piedad. privada, en exclusivo bene­ficio del dueño de grandes extensio-

Constitución del primer cabildo. Óleo de José María Pagani.

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Uniforme de la ComPC'lñía de Ca­ballos Corazas. Su Capitán fueJuan Antonio Artiges, abuelo deJosé Artigas.

nes de tierra para pastoreo de ga­nado, era una consecuencia de lahabilitación del puerto, que haciaposible y productivo el negocio deextracción.

Una nueva industria, la salazónde carnes que antes se perdían.alentó aun más la explotación ex­tensiva de las tierras y su acumu­lación por los particulares, ante laresistencia de algunos vecinos que,en diversas ocasiones, la califica­ron como contraria a los propósitosreales de dejar en la comunidadla::; de pastoreo, en beneficio detodos los hacendados.

La propiedad de la tierra se co­rrespondía ya con el signo de poder

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económico y SUs valores aumen­taban con la comercialización desus productos.

Como consecuencia de la inten­sificación del tráfico se diversifi­caron las actividades mercantilesy aparecieron, entre otras, la delos consignatarios, armadores, ba­rraqueros, saladeristas, asentistas ymolineros.

El sistema comercial de los pri­meros tiempos se hizo preferente­mente por medio de trueque. Alf¡'anquear España los permisos pa­ra el comercio entre sus coloniasy con otras potencias, se genera­lizó el empleo de la moneda, enparticular con aquellos paises o re­giones no interesados en la pro­ducción del pais. Tal el caso deBrasil, donde no habia comprado­res para cueros y carnes saladas.pues los extraían de los ganadosprovenientes de la Banda Orientalque atravesaban la frontera de supropia campaña.

En su nuevo cauce el comerciose hacia preferentemente lucrati\'ocon productos de puertos brasile­ños, más baratos y de transportemenos costoso, en las operacionescon barcos neutrales, en el contra­bando y en el tráfico negrero. Conellos se generalizó el uso del di­nero y la consecuente evasión demoneda.

Los medios de pago se valoriza­ron por las necesidades crecientesde numerario para enfrentar losaumentos en cantidad, costos yprecios de las mercaderias y seconcentraron en los grandes comer­ciantes, muchos de los cuales desa­rrollaban, también, sus actividadesen las etapas de la producción, dE'la elaboración y del transporte.

La riqueza llegó a ser, de estemodo, signo de diferenciación entrelas clases sociales. Hacendados te­rratenientes, navieroo., ricos comer­ciantes, consignatar;.Cfi, asentistas,aparecian clarament.e diferenciadospor su poderío ec onómico.

Por otro lado, y en parte comoconsecuencia del mismo proceso.

Antonio Olaguer y Feliú. Gober­nador de Montevideo entre losaños 1790 y 1797.

aparecen otras categorias sociales:la de los asalariados -estables oaccidentales-, peones de estanciasy saladeros, transportadores, esti­badores, y por otro la de los arte­sanos y pequeños propietarios ycomerciantes.

La mayor complejidad de las fun­ciones de gobierno, el escaso nú­mero de personas con condicionespara enfrentarla y la natural in­fluencia de los factores económi­cos en la comunidad, afirmaron.en la orientación de su modo de\'ida, a una determinada represen­tación de intereses.

:-ro podía quedar fuera de lastransformaciones producidas el po­der moderador del Cabildo que.como expresión de la autoridad re­cibió el influjo de las diferencia­ciones producidas en la integ¡'a­ción popular.

La aldea, plaza fuerte, puerto dt,mar, de estructura comunitaria ypastoril adquiría a fines del :;iglode sU fundación, los rasgos distin­tivos que le permitírían incorpo­rarse a la revolución comercial.propulsora del ordenamiento poli­tico, social y económico de los tiem­pos modernos.

ENSEÑANZA Y CULTURALas actividades docentes y cul­

turales del síglo se vinculan funda­mentalmente 8. las órdenes religio­sas de los jesuitas y los francisca­nos.

Su presencia se registra desde losorígenes de la fundación de Mon­tevídeo: los prímeros, dedicados alos indios tapes que trabajaron enlas obras de la fortificación y losúltimos en las fúnciones eclesiás­ticas de capellanías. curatos. pre­dicadores, misioneros y eclucadüres.

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En sus planes para la fundaciónproponía Zabala establecer un con­vento para la orden seráfíca deSan Francisco, y en mayo de 1740[JO;' Real decreto se autorízó lainstalación del hospício.

Los franciscanos denunciaron lainsuficiencia de los servicios religio­sos prestados por los tres únicosintegrantes del hospicio y promo­vieron las gestiones para erigirloen convento, a lo que accedió elMonarca por Real Orden de 29 desetiembre de 1760. La iglesia y elConvento fueron construidos en las

Portada del libro de José MaríaPérez y Villada. Año 1798.

actuales calles Zabala v Piedrasy este último llegó a' albergar.según testimonio del padre PérezCastellano. de veinte a veinticincoreligiosos entre sacerdotes y legos.

La primera solicitud de instala­ción elevada al Cabildo por los je­suitas fue rechazada "por el graveperjuicio que por los tapes quetrujeren se puede seguir".

Recién por cédula de 31 de di­ciembre de 1744 se extendió la li­cencia real para la instalación dela residencia jesuítica, gracias alesforzado empeño del comandantede la plaza, teniente coronel Do­mingo Santos de Uriarte, y delcura Nicolás Barrales que, pro­fundamente preocupado por la si­tuación de analfabetismo e igno­rancia de la niñez y de la juven­tud, aspiraba a la erección de uncolegio regenteado por los jesuitas.

En la residencia, bajo la advo­('ación de San Estanislao de Kostka.dirigida por el Hermano Rafaell\lartorell abrieron su escuela.

Por un Memorial elevado a Fe­lipe V por el Cabildo en 1743, sabe­mos que los franciscanos "se esme­ran en la enseñanza y doctrina delos niños", testimonio que permiteafirmar que ya habían iniciado lalabor docente, la que retomaríanluego de -la expulsión de los je­suitas. En esta emergencia, losfranciscanos ofrecieron poner en~u convento a "dos sujetos hábilescon facultad de leer, escribir, con­tar y latinidad", a lo que accedióel Juez de Temporalidades -€n­cargado de todo lo relativo a los bie­nes de los expulsados-, entregandoademás los utensilios de las escue­las jesuíticas .al San Bernardino.

Según detalla el inventario le­vantado por loscomísionados al

efecto, fueron objeto de esa entre­ga: "una bandera vieja de tafetáncon su cruz de plata, asientos ybancos para escribir, una campa­nilla, dos palmetas, una imagen deNuestra Señora de la Concepcióny un tintero".

No por eso desaparecieron de sulocal las escuelas jesuiticas, puesla Junta de Temporalidades sol­ventó lo necesario para mantenersu funcionamiento en los "cuartosde los expulsas"; fueron designa­dos para enseñar gramática y la­tinidad el maestro Joaquín de 01'­tuño, graduado por la universidadde Córdoba, y para primeras letrasa Manuel Díaz Valdez. Este últi­mo tenía escuela abierta ya auto­rizada por el Cabildo y al prímerose le exigió un examen de capaci­dades que prestó ante el Cura Vi­cario Felipe Ortega y el TeníenteCura Dr. José Pérez.

El personal docente quedaba su­bordinado al Gobernador y al Ca­bildo y sometido a la inspeccióndel Cura y del Vicario o de laspersonas que éstos designaran parala visíta de las escuelas.

El profesor debía obligarse porjuramento a "ejercer bien y fiel­mente sus minísteríos, atendiendocon igualdad a todos los discipulossin distinción de personas, por gra­tificación o respeto particular depobres o ricos, atendiendo a aqué­llos aun con más actividad y celoque a éstos, teníendo presente quela mente de nuestro muy piadosoSoberano con el establecímientode estas escuelas lleva por objetoprincipal la educación de los vasa­llos pobres y personas miserables.que por falta de medios tienen ce­rrados superíores talentos que pu-

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Iglesia y convento de San Fran-cisco.

dieran en lo sucesivo servir alpúblico y Su Majestad".

La escasa remuneración que per­cibían los maestros dio motivo aconsideraciones y variadas propues­tas en el Cabildo, donde pugnabanla gratuidad deseada con la pobrezade la ciudad y las dificultades paraimponer contribuciones a los máspudientes.

Además de las escuelas de losfranciscanos y de los jesuitas, Mon­tevideo tenía otras abiertas me­diante la correspondiente licenciadel Cabildo. Manuel Díaz Valdezy Mateo Cabral, Francisco de SalesPérez y Manuel Antonio Argerichinstalaron las suyas, mantenidasmediante el pago que, por particu­lar contrato, realizaban los padresde sus alumnos. Estas escuelasquedaban también sometidas a lavigilancia del Cabildo.

Don Eusebio Vidal y su esposadoña Maria Clara Zabala consti­tuyeron, por fundación, una escuelagratuita para niñas pobres. Lasmaestras serian Bartolina de SanLuis y María Francisca del Cora­zón de Jesús, Hermanas profesasde la Orden de Santo Domingo,quienes según contrato firmado conlos fundadores, recibirían una re­tribución de veíntícinco pesos pormes, comprometiéndose a atenderla escuela por un plazo mínimo detres años.

La enseñanza de primeras letrascomprendía lectura, escritura yaritmética y luego se impartióbajo la designación de gramática,latinidad, retórica y moral.

El adelanto logrado en la ense­ñanza hizo efectiva la disposiciónque exigia, desde 1755, la calidadde alfabeto para ocupar cargosconcejiles.

En 1786 se creó la cátedra defilosofía para desarrollar cursos detres años, necesariamente previosa los estudios de teología. La cali­dad de lector de esta cátedra seotorgaba por concurso y fue elprimero Fray Mariano Chambo, demodo que con este insigne profesorse iniciaron los estudios superio­res en Montevideo.

Cumplido el ciclo, los jóvenesdebían trasladarse a otros lugarespara continuar sus estudios: SanCarlos en Buenos Aires o Córdoba.Esto determinó que el Sindico pro­moviera la creación de la cátedrade Teología, de manera que losjóvenes no se encuentren hoy --de­cia- "en la triste situación de queteniendo adelantado esto por ca­recer de cátedra de sagrada Teo­logía, se ven precisados a suspenderla carrera con bastante sentimientode no poder lograr por este medio

mayores creces en la prosecuclOnde sus estudíos, ya que a sus padrespobres les faltan facultades y ar­bitrios para remitirlos a otras ciu­dades, ya que aunque algunos deellos las tuviese el temor de quecon su tierna edad que desde luegofranquea el libertinaje, careciendode la vista de sus padres puedandesgraciárseles".

Considerando que en ese momen­to eran sólo dos los estudiantes, re'­sultaba difícil obtener el asenti­miento de las autoridades en favorde la implantación de la cátedra,que obligaba para cumplir los pro­gramas a nombrar varios maestrosde teología, uno de prima, otro devísperas, a xpás del lector de artesy de mística.

Vencidas las dificultades fuerondesignados los lectores, cuya nómi­na figura en las "Tablas Capitula­res" de los años 1793 y 1796.

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Predominaba en la enseñanzala filosofia escolástica; en el primercurso se estudiaba LógiCa, divididaen Dialéctica y Crítica, en elsegundo año Metafísica y en el ter­cero Ética o Moral racional.

Los estudíos abarcabil'n una am­plitud tal, que merecen al p. Ma­riano de San Juan de la Cruz, ensu estudío sobre la "EnseñanzaSuperíor en Montevideo durante laépoca colonial" , la siguiente apre­ciación sobre los cursos de Filoso­fía en el siglo XVIII: "Allí se

Puerta del Convento.

resolvían, según la opinión de cadaautor o escuela, y se discutía elpro y el contra de las teorías osistemas de Galileo y Copérnico, deTico-Brahe y de Nevv1:on, sobreAstronomia y Medicina, Mecánicay Física y de cuantas cienciasahora tratan del hombre y de losanimales y plantas, de los elemen­tos de la naturaleza y fenómenosatmosféricos. Casi nos atrevemos adecir que a la Filosofía competiaresolver a su manera, y según eltalante y gusto de cada autor ymaestro, .todos los problemas queel Creador ha dejado a la librediscusión de la humana inteligen­cia."

Existe una hoja suelta, impresaen la época en Buenos Aires, dondese describe un acto público de filo­~ofia a usanza de los que se rea­lL~aban en el convento de SanBernardino a cargo de un discípulodel Padre Chambo. La tesis ver­sa sobre lógica y constituye unejemplo de la primera enseñanzaescolástica. No obstante es indu­dable que ya a fines de siglo me­reció la condenación de aquellosque sentían la influencia de lasnuevas corrientes. En Montevideo,fundamentalmente por su condiciónde puerto de escala, debían cono­cerse primero las nuevas doctrinascientíficas, filosóficas y literariasprovenientes de Europa, y es pro­bable que influyeran en especialsobre las personas de mayor ins­trucción de la época.

Esta impresión se refleja en losconceptos del Padre Pérez Caste­llano cuando expresa: "Hay en elConvento una escuela de PrimerasLetras, una clase de Gramática yutra de Filosofía, que se abrió esteaño a petición de la ciudad, con

catorce o quince discípulos secula­res. El lector que es un tal Cham­bo de Santa Fe, todavía muyjoven, parece hábil y de discerni­miento para separar en la filosofíalo útil de lo superfluo".

No fue escasa en número y enmaterías apreciables dentro de lasactividades culturales de la época,la muestra bibliográfica de la quese tiene noticia.

En los inventarios levantados porla Comisión de Temporalidades araíz de la expulsión de los jesuitas.figuran los conjuntos más impor­tantes, en cantidad y en calidad,de libros sobre las más diversasmaterias: teología, religión, filo­sofía, historia, literatura en variosidiomas.

Quizá la más rica de las biblio­tecas particulares fue la de FelipeOrtega, donde figuraban varios to­mos de la Enciclopedia y entre OtroSautores San Agustín, San Pablo,Bossuet, Cicerón, varias edícionesde El Quijote, en un conjunto quesobrepasa los 800 volúmenes.

La Sra. Clara Zabala, que ins­tituyó la escuela para niñas, pose­yó también una biblioteca másmodesta, que alcanzó a poco másde un centenar de piezas.

Cípriano de Melo, hombre denegocios, rico comerciante, propie­tario, Comandante del Resguardoy fundador del teatro, llegó a reu­nir más de 136 volúmenes, de va­rias materias.

"José el Librero", nombre conel que se designaba a D. José Fer­nández Cutiellos, tenía instalada sulibreria en la calle de San Pedro,con toda clase de útiles para es­critorio, escolares, encuadernado­res, sin excluir el siempre necesarioindice expurgatorio o catálogo de

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Escena de la expulsión de los padres franciscanos de la plaza sitiada por los patriotas, que DiógenesHequet ubica en el Portón de San Pedro.

los libros prohibidos por el SantoOficio.

Los estudios sobre táctica military naval, medicina, matemáticas yastronomía, entre otras disciplinas.se manifestaron en algunos tra­bajos especializados, de tipo aca­démico, aunque no se pueda asegu­rar la existencia de verdaderasacademias en esta época. Ejemplocaracteristico de este esfuerzo per­sonal son el Códice manuscrito quecon fines didácticos inició en 1798don José Maria Pérez y Villada, yel sistema de preguntas y respues­tas que abarcaba los temas queexpresa su titulo: "Libro que en­seña y explica la Esfera Celestey Terraquea; la Nautica trabaxadossus problemas por el Quadrante deRedución; Por la Trigonometría ypor la Escala Plana y explica tam­bien algunos puntos principales dela Astronomia y Geometría".

La expedición dirigida por Ale­jandro Malaspina instaló un ob-

servatorio en Montevideo en unacasa de la calle San Luis, unacuadra distante del Fuerte SanJosé, desde el cual observaron elpasaje de Mercurio, ocurrido el 5de noviembre de 1789, que anotóen su "Diario" Francisco Javier deViana, integrante de la expedición,y que registró prolijamente Dioni­sio Alcalá Galiano en su "DiarioAstronómico de Montevideo".

El acervo ideológico del Monte­video del setecientos se informó enla filosofía que impartian los cen­tros culturales de los jesuitas y delos franciscanos. La obra de Fran­cisco Suárez, comentada y divulga­da particularmente por los prime­ros, abrió camino a la concepciónrelativa del poder y fue, natural­mente, resistida por la corríenteabsolutista. "Una escolástica reno­vada y vivificada por el aliento deVictoria y Suárez" que decae ala expulsión de los jesuitas peroque no se extingue, hasta constituir

el fundamento ideológico de larevolución americana.

La Enciclopedia llegó al Platacuando ya el pueblo tenía claranoción de su carácter de depositariode la soberania y de la importanciade su consentimiento para legitimarel poder.

Los argumentos expuestos porlos montevideanos en 1808 parajustificar la formación de la Juntade Gobierno de origen popular sonexpresiva muestra de estas con­vicciones, tanto como lo son lasmedidas de las autoridades paradestruir "la inquietud y turbaciónque aún dura por las perversassugestiones del espíritu sediciosode los expulsos y la urgencia desustituir con doctrinas sanas laslaxas y corrompidas de los jesui­tas", y -ya iniciada la revoluciónen 1811- su actitud frente a losfranciscanos, tachados de traidoresy también expulsados a las tiendasde sus amígos los matreros.

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