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Identidades Y Diversidades en Chile Sonia Montecino a) LA EMERGENCIA DE LO “OTRO”: EL GÉNERO Y LA ETNICIDAD a.1) Las Identidades Femeninas: Consideraciones teóricas: Así como planteamos que el país esta compuesto de pluralidades, entendemos también que no existe una sola identidad femenina. El ser femenino o masculino estará atravesado por otras categorías sociales que especificarán sus vivencias de género; así por ejemplo la edad, la pertenencia étnica, la clase, conllevarán formas concretas de experimentarse como hombre o mujer y a su vez supondrían un determinado posicionamiento ya sea en la familia en el trabajo, o en los vínculos interpersonales. “Posicionamiento” trae consigo la idea de los contextos en donde se desarrollan las relaciones, estos contextos espaciales y temporales. Comprendemos la identidad de las personas como un proceso dinámico de diferenciación y de identificación cuando nombramos las identidades de género estaremos refiriéndonos a los procesos por un lado, de construcción de una alteridad (SER HOMBRE O SER MUJER); pero también a los procesos de identificación. Marta Lamas –antropóloga mexicana- dice: “en la identidad del sujeto se articulan subjetividad y cultura: ahí están presentes desde los estereotipos culturales de género hasta la herida psíquica de la castración imaginaria, los conflictos emocionales de su historia personal y las vivencia sociales. Identidades Tensionadas Sostenido en algunas hipótesis de que nuestro país se ha exacerbado culturalmente un modelo femenino ligado a lo materno y un modelo masculino a la figura del padre ausente o al hijo de la madre; dándole una especial importancia al culto mariano que se extiende por nuestro territorio. Maternidad, el ser madre aparece como la naturalización de lo femenino. El proceso de incorporación de las mujeres al trabajo remunerado va a marcar una ruptura con los modelos identitarios tradicionales de lo femenino asociado exclusivamente con lo materno y lo doméstico. Lo importante es consignar que se produce un conflicto entre las definiciones de lo materno. El trabajo de María Elena Boiser sostiene la existencia de un choque permanente en las mujeres de clase media entre la maternidad y la vida profesional. Recientemente, un interesante trabajo de Gysling y Benavente establece tres tipologías de mujeres de clase media en relación a la orientación laboral: Tipo 1: el rol materno como eje central de la vida de la mujer. Tipo 2: trabajo y maternidad se complementan en la vida de la mujer. Tipo 3: el trabajo como eje articulador de la vida de la mujer. Es así donde la existencia de las nanas crea una suerte de colchón amortiguador a las negociaciones de la pareja en el ámbito del trabajo doméstico y permite una “liberación” sui generis de la mujer de clase media y alta (seamos modernas

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Page 1: Montecino, S. (2001). Identidades y Diversidades en Chile

Identidades Y Diversidades en ChileSonia Montecino

a) LA EMERGENCIA DE LO “OTRO”: EL GÉNERO Y LA ETNICIDAD

a.1) Las Identidades Femeninas:

Consideraciones teóricas:

Así como planteamos que el país esta compuesto de pluralidades, entendemos también que no existe una sola identidad femenina. El ser femenino o masculino estará atravesado por otras categorías sociales que especificarán sus vivencias de género; así por ejemplo la edad, la pertenencia étnica, la clase, conllevarán formas concretas de experimentarse como hombre o mujer y a su vez supondrían un determinado posicionamiento ya sea en la familia en el trabajo, o en los vínculos interpersonales.

“Posicionamiento” trae consigo la idea de los contextos en donde se desarrollan las relaciones, estos contextos espaciales y temporales. Comprendemos la identidad de las personas como un proceso dinámico de diferenciación y de identificación cuando nombramos las identidades de género estaremos refiriéndonos a los procesos por un lado, de construcción de una alteridad (SER HOMBRE O SER MUJER); pero también a los procesos de identificación. Marta Lamas –antropóloga mexicana- dice: “en la identidad del sujeto se articulan subjetividad y cultura: ahí están presentes desde los estereotipos culturales de género hasta la herida psíquica de la castración imaginaria, los conflictos emocionales de su historia personal y las vivencia sociales.

Identidades Tensionadas

Sostenido en algunas hipótesis de que nuestro país se ha exacerbado culturalmente un modelo femenino ligado a lo materno y un modelo masculino a la figura del padre ausente o al hijo de la madre; dándole una especial importancia al culto mariano que se extiende por nuestro territorio. Maternidad, el ser madre aparece como la naturalización de lo femenino.

El proceso de incorporación de las mujeres al trabajo remunerado va a marcar una ruptura con los modelos identitarios tradicionales de lo femenino asociado exclusivamente con lo materno y lo doméstico.

Lo importante es consignar que se produce un conflicto entre las definiciones de lo materno. El trabajo de María Elena Boiser sostiene la existencia de un choque permanente en las mujeres de clase media entre la maternidad y la vida profesional. Recientemente, un interesante trabajo de Gysling y Benavente establece tres tipologías de mujeres de clase media en relación a la orientación laboral:

Tipo 1: el rol materno como eje central de la vida de la mujer. Tipo 2: trabajo y maternidad se complementan en la vida de la mujer. Tipo 3: el trabajo como eje articulador de la vida de la mujer.

Es así donde la existencia de las nanas crea una suerte de colchón amortiguador a las negociaciones de la pareja en el ámbito del trabajo doméstico y permite una “liberación” sui generis de la mujer de clase media y alta (seamos modernas mientras tengamos nanas). “Según tipo de orientación laboral se constata que las ‘mujeres madres’ se concentran en los tipos de relación jerárquica o semijerárquica. En tanto, ‘las mujeres profesionales’ se concentran en las relaciones igualitarias. Las mujeres que complementan trabajo y maternidad se distribuyen de modo similar en los distintos tipos integrados, aunque tienen menor presencia en el tipo integrado igualitario”. En una encuesta realizada a 1.503 personas por Carla Lheman fueron arrojados los sgtes datos: el 59% desea que los hombres sean buenos profesionales, y un 37% que sean buenos padres; de las mujeres se espera en primer lugar que sean buenas madres con un 52% y en segundo lugar que sean buenas profesionales con un 48%. Como se puede ver las mujeres continúan siendo representadas como “madres”, en el caso masculino podemos observar que su identidad paterna aun no es signo colectivo importante.

Género y cuerpo sexual

Es Andrea Rodó quien ha incursionado más en este tema, según ella existiría una presentación universal que se trata de la relación entre cuerpos e instrumentalidad y una percepción de disociación o polaridades internas. “el cuerpo es un objeto de uso, en ello se ve consumado, y en ello se exige el cumplimiento de los roles genéricamente definidos”. Este carácter instrumental se ve reflejado en el símbolo de la maternidad, que opera como modelo de identidad femenina. La disociación se manifiesta en la tensión entre maternidad y cuerpo: entre el ideal de amor, entrega y pureza y el cuerpo como uso terrenal, cotidiano y contradictorio con el ser madre.

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El conflicto permanente entre lo femenino como madre y lo femenino como cuerpo deseante, llevaría a las mujeres a vivirse contradictoriamente y a solucionar casi siempre el conflicto fuera el erotismo y la sexualidad o maternizando esta última. Un estudio demostró que mujeres entre 35 y 45 años mantenían relaciones sexuales solamente para satisfacer a sus parejas, esto lleva a la autora a concluir que “el dar satisfacción a otro es satisfactorio en si mismo y primaria por sobre el goce sexual, corporal de la mujer”.

El mundo mas sensible de este trabajo lo constituye el hallazgo de que lo que se pone en contradicción más fuertemente es la sexualidad masculina, en donde el machismo y el romanticismo dejan de tener la vigencia de antes. “…la sexualidad juvenil es el lugar donde la crisis del machismo se manifiesta con toda su fuerza y resistencia. La ocasionalidad* se sustenta, en parte, en un cambio de patrón cultural femenino que viene a sintomatizar el cambio en el sistema de roles y valores que marcaban al hombre y a la mujer en sus relaciones”

Ocasionalidad: es la tónica de una sexualidad que no se enmarca en los paradigmas institucionales del pololeo o del matrimonio; el “andar” y “tirar”.

Movimientos e Identidades

Los movimientos feministas tendrían sus antecedentes en las diversas luchas por el sufragio y los derechos ciudadanos y se caracterizarían por la “reivindicación de igualdad y diferencias con el género masculino”. Los movimientos por la sobrevivencia muestran “reivindicaciones ligadas a las tareas asignadas por la división sexual del trabajo”, y los de las madres “luchas por la vida de los hijos y denuncias por la inoperancia de las políticas de DD.HH.”

Mov. Feminista: Luchan por cambios identitarios. Propugnan una ruptura con el modelo materno tradicional, búsqueda de nuevas formas de feminidad y un transito hacia espacios masculinos.

Mov de las madres y de sobrevivencia: tienen como núcleo una identidad compartida que ya sea en función de la reproducción doméstica o por afecto filial se moviliza desde aquello que la cultura nuestra nombra como lo femenino: La Madre.

Esto fue propuesto por Lola Luna. Las manifestaciones del “estruendo doméstico”, que se utilizó tanto para derrocar a Allende como para protestar contra Pinochet; son los símbolos de la madre que se desplazaron a las calles para dar cuenta de un lenguaje que se reivindica más allá del piro discurso y que surgen cada vez que la oposición orden/caos entra en la escena nacional.

Por último, nuevas interpretaciones que analizan la situación actual de estas identidades políticas, muestran que el movimiento de mujeres y los movimientos feministas en América Latina viven un nuevo proceso en donde no es precisamente la calle laque convoca, sino que hay una diseminación de discursos feministas en múltiples espacios tanto públicos como privados, donde los valores de la igualdad, de la equidad de género y el cuestionamiento a los roles tradicionales ocupan el lugar de la lucha presencial y colectiva.

“Las mujeres chilenas de los 0 son muy diferentes a las de hace 2 o 3 décadas, hoy tienen menos hijos, viven más años y su nivel de educación es casi igual al de los hombres”. Es por esto que la presencia y el tránsito permanente de las mujeres de la casa a la calle modifican los modelos identitarios y formulan nuevas maneras de encarar la ciudadanía.

a.2) Las Identidades Étnicas

Las identidades étnicas constituyen una faz tanto o más compleja de encarar que las de género en nuestro país. Si en el plano de la aceptación de una política mas democrática y libertaria de los cuerpos encontramos resistencias, en el de la existencia de un universo indígena con pleno derecho a asumirse como “como pueblo” nos enfrentamos a abiertas contradicciones y conflictos como los que se han experimentado este ultimo tiempo con Lumaco, Raico, Ralco, el by pass de Temuco entre otros. Durante el desarrollo de la historia de las movilizaciones mapuches, sus organizaciones lucharon constantemente por la mantención de sus tierras, el acceso a la educación y a la participación política. Se puede observar una continuidad en esas reivindicaciones hasta el periodo de la dictadura, en el cual éstas van a conjuntarse con nuevos discursos que tocarán fuertemente la tena del derecho a la diferencia. El movimiento indígena está compuesto por mujeres, jóvenes quienes conforman el haz de pluralidades que interpelan al orden no solo político sino cultural de nuestro país.

Varios autores han mostrado un proceso nuevo que se despliega básicamente en el mundo urbano y que tiene como actores a hombres, mujeres, jóvenes y niños que comienzan a reconciliarse con su ascendencia indígena. Proceso de re-etnificación que se ha visto favorecido por las acciones culturales y políticas de las organizaciones y tocad generalmente a personas que han nacido en las ciudades, a las que sus padres no han socializado en la cultura mapuche y que incluso muchas veces la han ocultado para evitar discriminaciones.

El proceso identitario se puede definir en 3 fases:

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1er caso: se trata de hombres y mujeres pertenecientes a distintas organizaciones étnicas que han sido protagonistas de lo que podríamos denominar procesos de profundización de la identidad a partir de la creación y participación en agregados. En estos casos hemos detectado en las mujeres un si mismo diversificado que dialoga con un entorno en donde confluyen las experiencias de ser mujer, mapuche, madre, trabajadora, esposa, esposa, etc. No es extraño constatar que las finalidades que persiguen muchas de las organizaciones sobre todo las de mujeres y algunas mixtas (tengan un doble sentido: mejorar las condiciones de vida y la profundización y el rescate de la cultura mapuche en la ciudad).

2do caso: encontramos a mujeres y hombres que están en un proceso creciente de desidentificación con lo mapuche, representando por migrantes jóvenes que se adaptan a la vida urbana blanqueándose, asimilándose, cambiando de nombre y apellido. La sociedad chilena otorga prestigio a los símbolos como el poder, el dinero, la corporalidad blanca y juvenil, sin duda que ser pobre, moreno, de baja estatura y llevar un apellido indígena no es el mejor salvoconducto para acceder a nuevas y mejores posiciones en el mercado laboral chileno.

3er caso: hay un segmento de mapuches urbanos, que es bastante amplio que asume su identidad porque pertenecen a una etnia. Mujeres y hombres que no están en organizaciones, pero que mantienen una serie de tradiciones y no niegan ser mapuches.

Por otro lado es interesante notar un fenómeno que coloca a algunas mujeres y hombres en una posición de mestizaje. Nos referimos a los fenómenos de discriminación que se producen dentro del mismo conglomerado de mapuches y quienes no. Aquellas personas que están atravesando por un proceso de re-etnificación, al no dominar el mapudungun son desvaloradas y calificadas como “ahuincados”. Esas mismas personas, a su vez, son discriminadas y desvaloradas en la sociedad chilena por su “amapuchamiento”.

Las demandas mapuches escaparían al ámbito de los estrictamente “étnico” para desplazarse a un “escenario nacional mapuche” o etno-nacional. Los argumentos para sostener estas hipótesis son: reconocimiento como pueblo esta reivindicación es realizada por el Estado porque la categoría pueblo (en el derecho internacional) supone la libre determinación, derecho que difícilmente sería reconocido por éste. Demandas por tierra a las de territorio, en donde la tierra no sería entendida como en el pasado: “… ya no se invoca a la madre patria, común a chilenos e indígenas, sino sólo a la ñuke mapu, común a los mapuches-huilliches”. Y la emergencia de una intelectualidad nacionalista, que conformaría la elite intelectual y/o política del movimiento, que tiene una expresión urbana y profesional, en donde se destacan los poetas (Chihuanlaf, Lienlaf, Coplipan, entre otros) que crean una “narrativa” de la nación mapuche en la cual se puede distinguir el tema de la memoria de la experiencia urbana, del mecanismo combatiente.

b) OTRAS DIFERENCIAS: LAS DIVERSIDADES REGIONALES

Hay otros elementos identitarios que son importantes de nombrar a la hora de considerar nuestras pluralidades. Identificarse con un “nosotros” local distinto al del habitante metropolitano. Una vez más constatamos que en relación a la descentralización existe en Chile una doble retórica, por un lado se han hecho esfuerzos por descentralizar; pero igualmente las decisiones y las políticas se traza y determinan en Santiago. Ello crea una situación de menoscabo de las regiones y un naciente sentimiento de autonomía regional.

Pineda planteará que esa cultura (maulina) tendría dos vértices; una marcada por lo rural, por la figura del huaso, por la casa de adobe, por el imaginario de una “cultura de la abundancia con cosechas, trillas y vendimias”. La otra vertiente es la urbana que estaría impregnada de la cultura popular campesina con grandes separaciones de clases y con una expresión intelectual importante.

González constata la chilenización del área cultural de Tarapacá, a través de tres elementos: el militar, la educación y los huasos, la que tendría como explicación las “… características que asume la incorporación de un territorio tras una guerra. La ocupación y la afirmación de un territorio tras una guerra. La ocupación y la afirmación de soberanía por parte de Chile, supone la instalación de la nueva nacionalidad y la necesidad de borrar todo vestigio de la precedente”. Las políticas culturales para esta afirmación de soberanía fueron una educación centrada en el concepto de chilenidad –exacerbada en el periodo dictatorial-, una historia de efemérides que conmemoran la Guerra del Pacífico como en ningún otro lugar del país y el traslado de los símbolos del “chile campestre” al desierto. El autor constata la existencia de espacios culturales distintos como las ciudades de la costa y el sector rural, aimara en su gran mayoría, y asimismo las marcas identitarias de Arica e Iquique que se expresan en rivalidades y conflictos. González señala que la memoria de la región esta marcada por un silencio: no se reconoce el periodo de pertenencia a otra nacionalidad y “este velo se extiende también sobre el fenómeno de chilenización compulsiva y violenta q se desata entre 1910 y 1929”.

Nelson Águila (sur) sostiene que estaríamos frente a una macrorregión en donde existe un continuo socio cultural siguiendo un eje cardinal este-oeste “… pues Patagonia y Tierra de Fuego constituyen una unidad geográfica, independiente de las divisiones político-administrativas […] Es decir, los procesos de identidad cultural que se presentan en esta cuenca geográfica son comunes a ambos lados de la frontera […] existe mayor afinidad entre habitantes de Fuego –Patagonia chilena y argentina que entre habitantes de estos confines y sus connacionales mas septentrionales. Ya a comienzos de siglo es posible percibir una pluralidad de migrantes (dálmatas, españoles, italianos, franceses, entre

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otros) atraídos por el descubrimiento de oro, la expansión ganadera y la explotación forestal. Las disputas territoriales de Chile y Argentina por esta área van a marcar la historia de la misma. Lo local cuestiona a lo central: “Los metropolitanos consideran a los habitantes de regiones solo como complemento de su propia existencia, una cultura disminuida en el marco de una sociedad orientada al marketing que, en gran parte, se concentra en la urbe. En esencia somos los nuevos indios. No solo porque ocupamos los mismos espacios ancestrales, respirando el mismo aire, viendo su flora y fauna y desplazándonos en una majestuosa teluricidad, sino porque, además, pensamos distinto como consecuencia de un aprendizaje recibido en una sociedad diferente que camina a la construcción de su propia identidad.

c) ALGUNOS BREVES ENGARCES ENTRE IDENTIDADES Y CULTURA Y DESARROLLO

Sin duda que las nuevas tendencias respecto al desarrollo colocan en un lugar de privilegio la libertad, en el sentido de la noción de “desarrollo humano” como “un proceso encaminado a aumentar las opciones de la gente”. Llegar a ser una persona educada, productiva, sana, creativa y ver respetados tanto su dignidad personal como sus derechos humanos.

Es preciso generar en nuestro país un dialogo entre las diversidades y las identidades que hoy día configuran.

Está latente el desmoronamiento de la imagen de un Chile homogéneo, blanquecino, uniforme pero se persiste en negarla; la discriminación social, étnica, de género y de opción sexual, aun cuando no se formula declaradamente, es desmentida por los gestos y por las relaciones de subordinación de clase, étnicas, etc.

Se une a ello una gran opacidad respecto al tema de los derechos humanos que nos renvía permanentemente a zonas que la memoria oficial clausura y fragmenta.

Para finalizar, es claro que hay un sinnúmero de recodos, aristas, sinuosidades que las identidades de género, étnicas, regionales, entre muchas más, trazan como una frontera entre un “nosotros” y el Estado, poniendo de manifiesto la necesidad de abrir un diálogo hacia lo plural; necesidad que debe ser considerada cuando hablamos de desarrollo humano, de índices de felicidad, de equidad, de opciones y de libertad.