montaigne, m. - ensayos. selección obligatoria

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1 Historia de la Filosofía Moderna 2015 II Michel de Montaigne Selección de textos de los Ensayos (traducciones de Ma. Dolores Picazo y Almudena Montojo, en la edición de los Ensayos de Cátedra, Madrid, 1996, 3 vols.) Texto 1. “Al lector” (al comienzo del Libro 1 de los Ensayos, página 35) Es éste, un libro de buena fe, lector. De entrada te advierte que con él no me he propuesto más fin que el doméstico y privado. En él no he tenido en cuenta ni el servicio a ti, ni mi gloria. No son capaces mis fuerzas de tales designios. Lo he dedicado al particular solaz de parientes y amigos: a fin de que una vez me hayan perdido (lo que muy pronto les sucederá), puedan hallar en él algunos rasgos de mi condición y humor, y así, alimenten más completo y vivo, el conocimiento que han tenido de mi persona. Si lo hubiera escrito para conseguir el favor del mundo, habríame engalanado mejor y mostraríame en actitud estudiada. Quiero que en él me vean con mis maneras sencillas, naturales y ordinarias, sin disimulo ni artificio: pues píntome a mí mismo. Aquí podrán leerse mis defectos rudamente y mi forma de ser innata, en la medida en que el respeto público me lo ha permitido. Que si yo hubiere estado en esas naciones de las que se dice viven todavía en la dulce libertad de las primeras leyes de la naturaleza, te aseguro que gustosamente me habría pintado por entero, y desnudo. Así, lector, yo mismo soy la materia de mi libro: no hay razón para que ocupes tu ocio en tema tan frívolo y vano. Adiós pues; de Montaigne, a uno de marzo de mil quinientos ochenta. Texto 2. “Del hablar pronto o tardío” (E 1.10; página 77) No me hallo a gusto cuando me poseo y dispongo de mí mismo. El azar manda más que yo. La ocasión, la compañía, el tono mismo de mi voz sacan mejor provecho de mi ingenio que yo cuando lo sondeo y utilizo estando solo. Y así las palabras valen más que los escritos, si se puede elegir entre dos cosas que no tienen valor alguno. Ocúrreme también el no hallarme cuando me busco y hallarme más por encontronazo que inquiriendo en mi entendimiento. Puede que haya lanzado alguna sutileza al escribir. (Abortada para otros y aguda para mí, se entiende. Dejemos todas esas humildades. Cada cual habla según su capacidad.) La olvido hasta tal punto que yo no sé lo que quise decir y cualquier extraño la descubre a veces antes que yo. Si pasase siempre la navaja allí donde esto me ocurre destrozaría mi obra por entero. Un hallazgo fortuito echará luz allí, más clara que la del medio día y hará que me asombre de mi duda. Texto 3. “De Demócrito y Heráclito” (E 1.50; página 371) El juicio es instrumento para todos los temas y en todo se mete. Por este motivo, en estos ensayos que estoy haciendo, úsolo en toda suerte de circunstancia. […] Tomo al

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1 Historia de la Filosofía Moderna 2015 II

Michel de Montaigne

Selección de textos de los Ensayos (traducciones de Ma. Dolores Picazo y Almudena Montojo, en la edición de los Ensayos de Cátedra, Madrid, 1996, 3 vols.) Texto 1. “Al lector” (al comienzo del Libro 1 de los Ensayos, página 35) Es éste, un libro de buena fe, lector. De entrada te advierte que con él no me he propuesto más fin que el doméstico y privado. En él no he tenido en cuenta ni el servicio a ti, ni mi gloria. No son capaces mis fuerzas de tales designios. Lo he dedicado al particular solaz de parientes y amigos: a fin de que una vez me hayan perdido (lo que muy pronto les sucederá), puedan hallar en él algunos rasgos de mi condición y humor, y así, alimenten más completo y vivo, el conocimiento que han tenido de mi persona. Si lo hubiera escrito para conseguir el favor del mundo, habríame engalanado mejor y mostraríame en actitud estudiada. Quiero que en él me vean con mis maneras sencillas, naturales y ordinarias, sin disimulo ni artificio: pues píntome a mí mismo. Aquí podrán leerse mis defectos rudamente y mi forma de ser innata, en la medida en que el respeto público me lo ha permitido. Que si yo hubiere estado en esas naciones de las que se dice viven todavía en la dulce libertad de las primeras leyes de la naturaleza, te aseguro que gustosamente me habría pintado por entero, y desnudo. Así, lector, yo mismo soy la materia de mi libro: no hay razón para que ocupes tu ocio en tema tan frívolo y vano. Adiós pues; de Montaigne, a uno de marzo de mil quinientos ochenta. Texto 2. “Del hablar pronto o tardío” (E 1.10; página 77) No me hallo a gusto cuando me poseo y dispongo de mí mismo. El azar manda más que yo. La ocasión, la compañía, el tono mismo de mi voz sacan mejor provecho de mi ingenio que yo cuando lo sondeo y utilizo estando solo. Y así las palabras valen más que los escritos, si se puede elegir entre dos cosas que no tienen valor alguno. Ocúrreme también el no hallarme cuando me busco y hallarme más por encontronazo que inquiriendo en mi entendimiento. Puede que haya lanzado alguna sutileza al escribir. (Abortada para otros y aguda para mí, se entiende. Dejemos todas esas humildades. Cada cual habla según su capacidad.) La olvido hasta tal punto que yo no sé lo que quise decir y cualquier extraño la descubre a veces antes que yo. Si pasase siempre la navaja allí donde esto me ocurre destrozaría mi obra por entero. Un hallazgo fortuito echará luz allí, más clara que la del medio día y hará que me asombre de mi duda. Texto 3. “De Demócrito y Heráclito” (E 1.50; página 371) El juicio es instrumento para todos los temas y en todo se mete. Por este motivo, en estos ensayos que estoy haciendo, úsolo en toda suerte de circunstancia. […] Tomo al

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azar el primer tema que se me presenta. Todos me son igualmente buenos. Y jamás pretendo tratarlos por entero. Pues de nada puedo ver el todo. Aquéllos que prometen mostrárnoslo, no lo hacen. De cien partes o rostros que cada cosa tiene, tomo uno de ellos, ya sólo para lamerlo, ya para rozarlo, ya para pellizcarlo hasta el hueso. Penetro en él, no con amplitud sino con la mayor profundidad que puedo. Y a menudo gusto de cogerlo desde algún punto de vista inusitado. Me atrevería a tratar a fondo alguna materia, si me conociera menos. Sembrando una frase aquí, otra allá, muestras desgajadas de su conjunto, separadas sin designio ni promesa, no creo que haga nada bueno, ni que me mantenga yo mismo sin variar cuando me plazca y sin rendirme a la duda o a la incertidumbre o a mi estado original que es la ignorancia. / Todo acto nos descubre. […] Texto 4. “De las oraciones” (E 1.56; página 393) He visto también en mi época, quejarse de algunos escritores por ser puramente humanos y filosóficos, sin mezcla de teología. […] / Presento las ideas humanas y las mías, simplemente como ideas y consideradas por separado, no como dictadas y regidas por la ordenanza celestial e imposibles de ser puestas en tela de juicio o discutidas; materia opinable, no materia de fe; lo que discurro por mí mismo, no lo que creo por Dios, así como los niños proponen sus ensayos; instruibles no instructivos; de una manera laica, no clerical, mas siempre muy religiosa. […] Texto 5. “De la inconstancia de nuestros actos” (E 2.1; pág. 9 y ss.) Quienes se ocupan de examinar los actos humanos en nada hallan tanta dificultad como en reconstruirlos y someterlos al mismo punto de vista; pues contradícense, por lo general, de manera tan asombrosa que parece imposible que hayan salido del mismo magín. […] Flotamos entre opiniones diversas; nada queremos libremente, nada absolutamente, nada constantemente. […] Esta variación y contradicción que en nosotros se da, tan voluble, ha hecho que al no poder encajar tan brusca diversidad en un sujeto simple, algunos nos atribuyan dos almas, otros, dos potencias que nos acompañan y agitan cada una a su manera, la una hacia el bien y hacia el mal la otra. […] No sólo me agitan los vientos de los acontecimientos según su inclinación, sino que además me agito y me turbo yo mismo por la inestabilidad de mi naturaleza; y quien se observe atentamente, apenas si se verá dos veces en el mismo estado. Préstole a mi alma ya un semblante, ya otro, según la coloque. Si hablo de mí de distinta manera, es porque me veo de distinta manera. Todas las contradicciones se dan en mí alguna vez y de alguna forma. Vergonzoso, insolente; casto, lujurioso; charlatán, taciturno; duro, delicado; ingenioso, atontado; iracundo, bondadoso; mentiroso, sincero; sabio, ignorante, y liberal, y avaro, y pródigo, todo ello véolo en mí a veces, según qué giro tome; y cualquiera que se estudie bien atentamente, hallará en sí mismo e incluso en su propio entendimiento, esta volubilidad y discordancia. Nada puedo decir de mí, de forma total, entera y sólida, sin confusión ni mezcla, ni en una palabra. “Distingo” es el término más universal de mi lógica. […] Estamos todos hechos de retazos y somos de

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constitución tan informe y diversa que cada pieza, a cada momento, juega su papel. Y existe tanta diferencia entre uno y uno mismo, como entre uno y los demás. […] Texto 6. “Del arrepentimiento” (E 3.2; pág. 25 y ss.) Los demás forman al hombre; yo lo describo y represento un ejemplar particularmente mal formado y al que si hubiera de moldear de nuevo, haría muy otro del que es. Ahora ya está hecho. Y los trazos de mi pintura no se tuercen aunque cambien y varíen. El mundo no es sino perenne agitación. Muévese todo sin cesar; la tierra, las rocas del Cáucaso, las pirámides de Egipto, con el vaivén público y con el suyo propio. La misma constancia no es sino movimiento más lento. No puedo asegurar mi tema. Va confuso y vacilante con embriaguez natural. Tómolo en ese punto tal y como está en el instante en el que me ocupo de él. No pinto el ser. Pinto el paso: no el paso de una edad a otra, o, como dice el pueblo, de siete años en siete años, sino día a día, minuto a minuto. He de adaptar mi historia al momento. Podré cambiar dentro de poco no sólo de fortuna sino también de intención. Es un registro de diversos y cambiantes hechos y de ideas indecisas cuando no contrarias; ya sea porque soy otro yo mismo, ya porque considere los temas por otras circunstancias y en otros aspectos. El caso es que quizá me contradiga, mas la verdad, como decía Demades, no la contradigo. Si mi alma pudiera asentarse, dejaría de ensayarme y decidiríame; mas está siempre aprendiendo y poniéndose a prueba. Propongo una vida baja y sin esplendor, todo es igual. Podemos unir toda la filosofía moral tanto a una vida popular y privada como a una vida de más alta alcurnia; cada hombre encierra la forma entera de la condición humana. Danse a conocer los autores al pueblo por alguna marca particular y externa; yo soy el primero en dar a conocer mi ser total, en mostrarme como Michel de Montaigne, no como gramático, o poeta, o jurisconsulto. Si se queja el mundo de que hablo demasiado de mí, quéjome yo de que él no piense sólo en sí. Mas ¿es lógico acaso que siendo tan independiente en costumbres, pretenda que se me conozca públicamente? ¿Es lógico también que muestre al mundo, en el cual las maneras y el arte tienen tanto crédito y autoridad, los resultados de la naturaleza puros y simples, y además de una naturaleza muy enclenque? ¿No es hacer una muralla sin piedras o, lo que es igual, construir libros sin ciencia ni arte? Están las fantasías de la música guiadas por el arte, las mías, por la suerte. Al menos tengo algo conforme a la disciplina, que jamás hombre alguno trató tema del que entendiese y supiese más que yo del que he emprendido, y que en él soy el hombre más sabio que existe; en segundo lugar, que jamás nadie profundizó más en la materia, ni desmenuzó con más detalle los elementos y sus consecuencias; ni alcanzó más exacta y plenamente el fin que se había propuesto con su trabajo. Para acabarlo, no he de aportar más que la fidelidad; ésta es la más sincera y pura que pueda haber. Digo la verdad, no tanto como en mí cabe, mas sí tanta como oso decir; y oso algo más al envejecer, pues parece que se suele tener a esta edad más libertad para charlar y hablar de uno con indiscreción. No puede ocurrir aquí lo que veo que ocurre a menudo, que el artesano y su obra se contradicen: ¿un hombre de tan noble conversación ha hecho un escrito tan necio?, o ¿han salido unos escritos tan sabios de un hombre de tan floja conversación? Quien es su trato es vulgar y sus escritos son raros, es que su valor está en algún lugar del que lo toma prestado y no en

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él. Un personaje sabio no es sabio siempre; mas el inteligente es siempre inteligente, aun cuando ignore algo. Nosotros, mi libro y yo, vamos de acuerdo y con la misma marcha. En otros casos puédese elogiar la obra y criticar al obrero, por separado; en éste no: si se ataca al uno, se ataca al otro. […] Justifiquemos aquí eso que suelo decir, que raramente me arrepiento y que mi conciencia se contenta consigo misma, no como la conciencia de un ángel o de un caballo, sino como la conciencia de un hombre; añadiendo siempre esta coletilla, coletilla no de cortesía sino de natural y esencial sumisión: que hablo preguntando e ignorando, remitiéndome siempre para la decisión, pura y simplemente, a las creencias comunes y legítimas. No enseño, cuento.