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  • Buscando una historicida,C and,ina:una propuesta antropolgica yuna memoria hecha rito

    Antoinette MoliniCentre Notional de Recherche ScientifiqueUniuersidad de Pars X

    DB toots LAS ciencias sociales del mundo acadmico andino, es sinduda Ia etnohistoria la que se lleva la paima. Son varias las razonesde este xito, adems de las personalidades excepcionales que hancontribuido a su desarrollo y entre las cuales destaca Mara Rostwo-rowski. Las dificultades inherentes a otras disciplinas

    -los sticosproblemas del trabajo de campo antropolgico, el estancamiento delaparato ideolgico tercer mundista de la sociologra- han dirigido losintereses hacia los estudios del pasado.

    Otra razn de Ia expansin de la etnohistoria es ei papel impor-tante que esta disciplina va cumpliendo en la construccin de las na-ciones andinas. Ella ha contribuido con xito a Ia instrumentacinsimblica del pasado prehispnico, haciendo pasar al indio de pecadooriginal a fundamento de la especificidad que la nacin mestiza nece-sitaba. Hoy en da esta funcin de la etnohistoria andina est cam-biando de campo de aplicacin pues a menudo se le pide que se con-vierta en historia apologtica, no ya de sentimientos nacionalesasentados hace medio siglo, sino de ciertos grupos de origen indgenaen busca de un pasado ms o menos inventado.

    Pese a todos estos brillantes logros, la visin que los andinos tie-nen de su pasado sigue siendo poco clara. Algunos etnohistoriadorespretenden revelarla: pretenden romper con una ciencia histrica ta-chada por una mancha "occidentall' y leer los documentos con ojos in-dgenas. Los intentos de complementar un anlisis histrico con algode etnografia ----como, por ejemplo, documentar la bsqueda mesinicadel pasado prhispairico en las representaciones actuales de la muertedel Inca- no hacen ms que desplazar un problema que afecta tantoa antroplogos como a historiadores: cuI es la forma especfica de la

  • 692 ANTOINETTE MOLINIE

    consciencia histrica andina? Existe una manera andina de 'hacerhistoria"?

    En su forma actual Ia etnohistoria, por muy cercana que est delmundo indgena, no puede contestar esta pregunta sino con una afir-macin algo voluntarista e ideolgica: no por conocer a los indgenasse podr, mediante archivos, revelar la especificidad de la relacin queios andinos mantienen con el pasado ni su consci.encia del aconteci-miento. Para algunos colegas la etnohistoria de tal o cual pueblo sera"otra" historia, distinta de la que prevalece en Europa. As se podraconstruir una disciplina histrica propiamente andina e incluso ind-gena, cmo si pudiese existir una ciencia histrica que no est funda-da en el alejamiento que la Ilustracin estabieciese! De hecho, esteproyecto asigna a las sociedades indgenas una historia a la occidental(cmo podra ser de otra manera?) ciertamente ms centrad.a en te-mas indgenas pero inevitablemente construida desde el exterior. Elmicroscopio del historiador ha sido desplazado sobre los indgenas yde hecho se han observad.o varios procesos apasionantes. per el ojtdel observador sigue siendo el mismo. La etnohistoria cambia el objetode estudio de la historia cisica, substituyendo el punto de vista de losvencedores por el de ios vencidos y construye objetos nuevos a partirde la sociedad indgena que se propone estudiar pero dada su condi-cin epistemolgica, ella no puede alcanzar eI punto de vista indgenasobre Ia historia. sigue siendo una histori a etic _-es decir, un modelosin determinacin cultural- con pretensiones de historia ernic

    -.esdecir, un tipo especfico de relacin con el pasado-. No se trata en-.^l^ ^l---^ l- ---:!:---- I- -r.--I-:^!---:- -- -r:^vuv qrSuu us !rrur!4r 14 Eurrurllsuurra arrul4, qug fla oaoo f,antaspruebas de su eficacia, sino de situarla en su campo epistemolgicopropio: el de una historiografa occidental aplicada a las sciedades in-dgenas.

    Queda entonces por indagar Ia percepcin indgena de ese pasado.No se trata solamente de estudiar ia idea que los andinos tienen delcurso del tiempo. Sobre ello sabemos algo, o mejor dicho tenemos algu-nos indicios: que eI tiempo andino no es separable del espacio, queest construido en ciclos separados por crisis (pachacuti) y que la su-cesin de los ciclos parece tener una dimensin pendular formuladapor espacios de adentro y de afuera. Pero queda por investigar la per-cepcin andina del acontecimiento, siguiendo eI camino indicad.o porSahlins (1974,1981, 1985). De modo ms general, ahora tenemos quebuscar en }os Andes

    -como en cualquier otra cultura del mundo- un

    tipo especfico de conciencia histrica, es decir, una forma de hacer yconcebir la historia, de relacionarse con el tiempo y darle estatuto alacontecimiento por eI pensamiento o por los actos, una manera de de-finir lo determinado (Hartog 1983; Lenciud 1991: 59); en resumidascuentas, una forma andina especfi.ca de relacin con el pasado. para

  • 693EUSCANDO UNA HISTORICIDAD ANDINA

    completar este estudio de Ia conciencia histrica debe investigarsetamLin una forma especial d.e restituir el acontecimiento, un tipopropio d.e memoria. Tenemos que definir estos tipos especficos de his-io.i.iau y de memoria no solmente para el avance dei conocimientode la cultura and,ina sino para poder compararlos con los de otras cul-turas. Ya es hora de que la antropologa andina se abra al conocimien-to general de lo humano.

    Quisiera proponer aqu algunos eslabones en esta bsqueda de unaforma and.ina de hacer historia. No se trata de contar el pasado de losi.rig"rr"r ni de hallar la peculiaridad cultural de un relato, sino de in-;"** i; concepcin

    ""p".fi.u-ente indgena de la historia.. Y para ha-

    llar a sta, como p"tu h.uut cualquier otra concepcin indgena, hayqr"

    "poy.tse en la etnografa y la experiencia del trabajo de campo'

    ' p^rio de Ia hiptesis de la especificidad de la conciencia histricade una cultura, d lo peculiar de su relacin con el pasado. Puede pa-recer algo obvio si no se precisa que no se trata de un relativismo pl-cido

    -fuente de impotencia terica- pues retomo la divisin clsica y

    a veces tan mal inierpretada que claude Lvi-strauss hiciese (1973'1gg3) entre dos tipos de sociedades, unas "inspiradas por la preocupa-cin dominante d.e perseverar en su ser" y otras en "donde se solicitanIas diferenciaciones sin cesar, para extraer de ellas porvenir y ener-ga,' (Lvi-strauss L973: 40; traduccin ma). Esta oposicin ha sidoE*p""t"au a menudo con los trminos de "sociedades fras" y "socieda-des calientes", que han suscitado muchos equvocos por no haberse en-i"rralo su dimensin estrictamente heurstica: "el alcance de esta dis-tincin es ante toio terica pues probablemente no exista ningunasociedad concreta que en su conjunto y en cada una de sus partes, co-rresponda exactamlnte a uno u otro tipo" (1973: 40; traduccin ma); yIuego: "no pretenda definir categoras reales sino solamente, con unarrr" h",-.tistica, dos estados que' para retomar a Rousseau' 'no exis-ten, no han existido, no existirn jams, pero de ias que sin embargoes necesario tener nociones exactas"'fi,vi-strauss 1983: 1218; traduc-cin ma). No se trata de una tipologa sino de los dos polos de un mo-d.elo. Sobre esta oposicin se puede yuxtaponer otra prcticamenteequivalente, entre sociedades cuya reproduccin est asegUrada poruna tracin actuada y no constituida en saber, y sociedades queechan una "mirad.a distanciad.a" sobre su pasado, la mirada propia deIa Ilustracin.

    Las sociedades andinas de las que tratamos pertenecen ms bienaI primer tipo de esta oposicin, a pesar de haber tenido un largo con'tacto con la cultura occidental A la inversa de Ia orientacin clsicade Ia etnohistoria, que tiend.e a "calentar al indio" escribiendo su his-toria, yo tend.era a

    -"enfriarlo", o ms bien a tomarlo a su propia tem-

    p"r"i rru por medio d'e la etnografa. sta es la que nos puede traer los

    irlt'iriIl,:'t,:I I ,!l.ir ,.,.itf ili iliittlI ttll I1l

  • 694^NTOINETTE

    MOLINIE

    datos para investigar la reiacin de la cultura indgena con el pasado.El proyecto sea as la creacin de una verdadera antropologa de Iahistoria: otra etnohistoria, ya no en el sentido de 'histor de una et_na" sino en el de 'la historia desde el punto de vista de la etna,,. sehablaa de etno-historia como se habla de etno-botnica, por ejemplo.

    Esta etno-historia de tipo antropolgico debera investigar no sola-mente la forma indgena de percibir el tiempo y el acontecimiento,sino tambin la manera propia de restituirlos: la forma especfica deintegrar el acontecimiento en un funcionamiento de la memoria deter-minado por la cultura.

    No se trata de mostrar que una-sociedad puede "hacer historia',sin escritura ni de valorizar la tradicin oral de los pueblos indgenas,ni tampoco de oponer sta a la tradicin escrita. se trata de mstrarque se puede hacer historia sin 1o que a nosotros nos pued.e pareeerimprescindible: que se puede hacer historia sin relato. creo que las so-ciedades andinas no piensan la relacin con el pasado d.e modo discur-sivo sino ms bien performativo: actan Ia historia ms que pensarla.Y la actan esencialmente a travs dei ritual. Es lo que este trabajopretende demostrar a travs de un ejemplo concreto.

    Por supuesto que no quiero decir que los andinos no tienen ningnrelato que se refiera ms o menos directamente a acontecimienios.Los mitos y los discursos rituales que se refieren al pasado muestranque no es pertinente un corte radical entre eI gesto y la palabra. sinembargo, creo que puede ser til distinguir varios tipos dL memorias,narrativa y performativa, pues as podremos descubrir formas inespe-radas de h,4e historia si:: ::i::gin tipo ce ;eLato. se abie as ia po"ibi-Iidad de que exista una forma culturalmente determinada de restituireI pasado sin palabra!, por otros medios que no sean el discurso y quequedan por descubrir.l

    Para llevar a cabo un estudio concreto de etno-historia en el senti-do que acabo de de{inir, sera interesante escoger un momento concre-to del pasado indgena, de ser posible comn a varias socied.ades para

    1. Por zupuesto que no debe exagerarse la brecha entre el modo narrativo y el mod.oritual de hacer histori- 1{.nbos se combinan, por ejemplo en la memoria juda, es-pecialmente en la Edad Media, cuando ,,pasaba por otios cr.ales, principalmentelos ritos y la litr:rgia" (Yerushal-i 1982: 55). paeci, .o-o ,rrut"-or, u i,

    -"-o-ria andina, "slo Ia memoria transfrgurada por los ritos y la iiturgia tena acceso ala perennidad'. Por supuesto que existe una diferencia fi:ndame"ntal entre la me-moria juda y la andina: los rituales judos no pueden ser separados de relatosmultiples y.variados, de los cuales conmemoraban las etapas

    -1" o -urro" explci-tamente, ms o menos conscientemente. Duante la liturgia las oraciones celetranlos acontecimientos pero stas son inseparables de los "Libros del recuerdo,' (perse-cuciones) o de los "segundos purim{ Qiberacin de un peligro ile persecucii). Enlas sociedades andinas no existe nada parecido a estos tlxtos.

  • 69sBUSCANDO UNA HISTORICDAD ANDINA

    as permitir las comparaciones' Un acontecimiento fundamental fue

    ;;td"-po, todor-to, u-"rirrdio-s: la llegada del Blanco' cuya per-

    cepcin es ficil d; tbtt P9T lultu de d'ocumentos' Parece que envarios casos' por Io *'"*'

    ""

    ^lul*i"o y ptti' al recin llegado se le dio

    un estatus d'e d.ivinidad, en cierta manera como 1o que le pas al capi-

    tn Cook un Hu*JiS;hh" ry81)'."""qtl" "o "b"*os cul fue elaporte espaol

    " "';";;;I^"; i*:.::t"'o

    "rr "q""llos casos (la ma-

    yora) para Ios cuales no tenemos "itgott documnto' a travs de los

    datos etnogrficos to"t"-po'"to' -t-o los mitos' los ritos' Ias mo-

    dificaciones dei idiolt,^iit tl"tificaciones indgenas' -etc'' hasta hoy

    ooco interrogados "t' ""i" sentido-

    pod"*o' ind'agar eI recuerdo de 1o

    orrefrreparaestahumanidadelinimaginabledesquicioproducidoporra aparicir, "t ho*i* branco (Becq..,,-etin y Molini, eds',

    1993)' Engeneral se piensa, to'*o Ct^"e Lefort (r97: 42; traduccin

    ma)' que"para los indios " Amtitu eI encuentro con los

    europeos no es mas

    que un accid,ente " ""^

    f"ofi{aa n1famente porque es sufrida' sinoporque no pued,e incluirse en la continuidad del tiempo'

    no viene a ac-

    lualizar posibilidad.es ya presentes, en una palabra porque revela no

    tener sentido,,. El caso andino que ,rov'u utt.tizar contradice esta refle-

    xin del historiador e intenta "o"t'"tu' lu p'op"e'ta de una antropolo-

    ;;d" ia historia que acabamos de plantear'- EI valle de

    "iH;T t*;;i;i p'opo"a' una' etno-historia

    andina desd'e ""u

    pl"p"ctiva d'ecidit*t"i" antropolgica' ha sidofelizmente

    "r,t'aiui' o- La ehchistcri: traclici.onal' Los ricos d'ocu-

    mentos de la genealogia d'e Sayri Tpac co"'"tuados en eI Archivo De-

    partamentul d" d;;;y t'ot-ao"umentos importantes' han interesa-d.o a varios estud'iosos gtacias u f-o;,,t"ul"t se conoce

    bastante bien la

    hisroria de esre #;il; _Yr]i""" 1948; Rostwor-owski de Diez

    Canseco 1962, 1;;-01,1"*pr" rggz' iggg' 1940; Villanueva 1970;

    wachtel 19?1). Entre ellos destac",rr, ^tii."io de Mara Rostworowski

    (1962) que nos ";;

    *nuevos datos sobre las tierras en el lncario" en

    varios documentos, muchos de los ";;i;" tratan justamente del va}le

    de Yucay. La etnoistoria de "'t" t'ii" rta si'd'o' iues' bien estudiada'

    y llama ".p""luf

    iu"t" iu ui""ti" t"-n"na eperlme^ntal en e1 surgi-miento de una propied'ad' privad'a i"*iiuiiguda a las familias

    reales'

    En 1558 nu*-iu" J" Ia ga"au" *tjoiiete aYllus en eI pueblo deyucay. o, ubicar"s;; ;;; de origen en un mapa y las tierras que serepartan

    "r, "r uuir",;;i;";; loit'l*ot conservados hasta hov por

    los campesinos (IVlolini' en ptt"'"i' tto puede imaginar eI terribletranstorno or"

    "triii"J"".i" -bi'c",rsar'. Los documentos callan Ia

    maneraenquelosind'genaspudieronvivirestaincrebletransforma-cin. Debe-o, t"'igni-to' a. este-.si1ett"t:.y not.1:,3"to

    a ignorar

    todo acerca d" I"';;?;J""ir"i" indigena del acontecimiento? Una et-

    noglafia u"uu u"-"n conocimi""to "ptlf""do de esta sociedad puede

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  • 696 ANToINETTE MoLtNl

    aportar algunos elementos con los cuales respond.er a la preguntaacerca de cmo fue que los indios percibieron la reduccin y tambindisear una manera propiamente andina de hacer la historia: unaetno-historia de la reduccin en ei sentido antropolgico que hemosdefinido. vamos a ver como los andinos de yucay hr.o ,r.r" historiadesuespacioydesutiemposinunasoiapalabraderelato.

    UNA HISTORIA CRUCIFICADA DEL ESPACIO

    Las tierras de Yucay estn divid.idas entre un valle estrecho en elque corre el ro vilcanota (2,g00 metros de altura) y las pendientes d.eia cordillera oriental que bajan der nevado Illahuamn is,soo metrosde altura). Abajo, las tierras irrigadas estn en su mayo.a situadasen una espindida andeneia incaicaz donde los reyes y t., panacasreales tenan sus tierras. son pequeas parcelas de maz blanco, defresilla y otros frutales. La mayora de ras tierras de arriba pertene-cen a la comunidad. se cultivan en ellas algunos tubrculos por rota-cin. Estos dos pisos ecolgicos corresponden a dos categoras simbti-cas definidas por los mitos y las creencias ligadas a cad uno de ellos:arriba Ia parte salvaje del territsrio, que recorren los cond.enad.os paraexpiar su pecado de incesto cometido cuand.o eran humanos; abajo laparte domstica, cuyas leyendas escenifi.can antepasad.os incas o colo-nizadores espaoles. seres situados en Ia historia i, en la socleda,l"real'. A estos dos espacios simbcos corresponden dos periodos de lahistoria del mundo: arriba, la der caos d.e un naturaleza no socializa-da; abajo, la del orden de una cultura cuyas categoras son estrictastanto en la stribucin de las parcelas como en elieparto en mitadesde los barrios del pueblo.s

    Desde el pueblo se perciben, en las primeras estribaciones del ce-rro, unas cavidades alineadas que son en realidad tumbas incaicas.

    3.

    Recientemente ha sido desfrg'rada por las obas de irrigacin del plan MERI, lle-vado a cabo con crditos alemanes, sin que el Instituto Nacionai de cultura sehaya conmovido en lo ms mnimo por esta barbaridad. Estas obras no solamentehan destruido un monumento_firdamental del patrimonio histrico, sino que ade-ms estn mal adaptadas- a ra ecologa local y ni siquiera ,rrpoo.r, ,rrru mejorapara los yucavinos. Todo lo contrario: los canales de cemento'no dejan pasar elagua que antes, en los canales incaicos de piedras, conservaba los andenes me_ante las races de los rboles y que ahora se van derumbando; los temblores,frecuentes en la zona, revientan estos canales y nada se ha previst para arreglar-los; no se ha organizado el mantenimiento de las obras {rr" o"o escioosepoco a poco pero ya sin los canales de piea incaicos destruidos.R9umo aqu un trabajo precedente. para ra demostracin compreta y mayores de-talles vase Molini-Fioravani 1982.

  • BUSCANDO UNA HISTORICIDAD ANDINA 697

    Para los campesinos de Yucay son la sede de los machu,los antepasa-dos prehumanos que vivan en una oscuridad lunar. Fueron quemadospor la aparicin del Sol que inaugur Ia humanidad actual. Algunos deellos se refugiaron entonces en estos nichos, donde los campesinos hanencontrado momias que para ellos son los restos calcinados de sus an-tepasados prehumanos. Sin embargo, algunos machu se han salvadodel fuego solar y son muy peligrosos pues pueden "agarrarlo" a uno,produciendo as graves enfermedades. Es por lo tanto necesario etarestas tumbas y hacerles ofrendas rituales.

    En las estribaciones del cerro ----specialmente cerca de las tumbasde ios machu- se yerguen siete cruces alojadas en sus capillas, cadauna con su nombre y sus caractersticas propias, como sus adornos ysus joyas. Los yucavinos les rinden culto, especialmente durante lafresta de las cruces que se celebra el da de Pentecosts: Cruz Calva-rio, Aqo Aqo, Cruzmoqo y Misionero son celebradas por la mitad Uray(abajo) del pueblo, y Llaullimoqo, Caibamba y Pasin por la mitadWichay (arriba).

    Un documento de archivo nos informa que en 1558, siete ayllus dela zona fueron reducidos en el pueblo de Yucay.a No existe ningn re-lato ni tampoco el menor recuerdo de este acontecimiento que por su-puesto desquici el orden social y simblico. En 1595 el pueblo de Yu-cay segua agrupando siete aylluss y lo mismo en los siglos XWII yXIX.6 Ms adelante la divisin en aylius se fue borrando gradualmen-te? para reducse inaimente a ia biparlici.r crl Wicliay y l-Ii'ay (ai'ti-ba y abajo), que hasta hoy divide el pueblo.

    La ltima identificacin del ayllu en eI siglo pasado correspondaal barrio que ocupaba en el pueblo. Algunos ancianos an locaiizancada uno de los ayllus que existan en su juventud en cada uno de losbarrios actuales. Hoy en da los freles de una cruz viven generalmenteen un mismo barrio. Aunque los yucavinos no asocien directamentecada cruz con cada barrio, sin embargo ellos distinguen las cruces.dela mitad Uray de las cruces de Ia mitad Wichay, especialmente en sumanipulacin ritual. Este dualismo es la ltima expresin de la divi-sin del pueblo en ayllus, como lo muestran los archivos parroquialesque mencionan a principio de siglo a ayllu Urayparte y ayllu Wichay-parte.

    4. 'Visita y numeracin de los Indios del valle de Yucay y sus anexos que practicDamin de la Bandera el 30 de junio de 1558, mandando que se redujesen en susrespectivos pueblos", documento publicado en Villanueva 1970.

    5. 'B,eparto de tierras en 159f', Reuista del Archuo Histrico del Cuzco,8, 1957,389-432. Archivo Departamental del Cuzco, Archivo Notarial de Urubamba, legs. 2, 3.

    6. Achivo Departamental del Cuzco, Tesorera Fiscal nos. 3,4,8.7. Archivo Arzobispal del Cuzco, archivo de la panoquia de Yucay.

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  • 698 ANTOINETTE MOLINI

    Las siete cruces son bajadas de sus santuarios al pueblo cada ao,para rendirles culto en las fiestas de Cruzvelacuy del 3 de mayo. Cadauna de ellas es celebrada por su mitad y por su barrio en cargos sepa-rados, alojada en casa de su mayordomo dei ao que recibe al vecinda-rio a comer y a bailar ante ella. En la procesin del lunes de Pentecos-ts siguen un orden estrictamente jerrquico y cada una lleva suadorno especfrco de cintas, flores y joyas de plata, antes de que las su-ban de nuevo a sus santuarios con gran pompa.

    El ritual individualiza las cruces a travs de varias operaciones.El reparto de las cruces entre las dos mitades las relaciona con la me-moria de los ayilus que, como 1o hemos visto, se han refugiado en estabiparticin. La celebracin de cada una de ellas en cargos separadosles da la dimensin de los barrios en los cuales los ayllus fueron redu-cidos. Su jerarqua, que se manifiesta durante la procesin especial-mente en su ordenamiento y en sus adornos, las individuali.za ams y recuerda el orden de los ayllus reducidos. Una de ellas, CruzCalvario, cumple una funcin especial dentro de la biparticin. Ella vadelante de todas en Ia procesin, sus adornos de plata son los mssuntuosos y las dems cruces se postran ante eIIa aI llegar al umbralde la iglesia. Cruz Calvario aparece en sueos a los campesinos, siem-pre en un papel de autoridad.s Pero 1o que nos interesa sobre todo esque su cargo da acceso al mando del conjunto de Ia comunidad. Estarelacin directa del cargo de una cruz con un cargo po1tico refleja laligazn entre carguyoc y autoridades de unidades sociales coloniales,las ql^e ir son ni ms ni menos que ios ayiius.

    Dos detalles confirman esta homologa entre las cruces y los ayllusdesaparecidos. El primero Io encontramos en el ritual ta1 como se cele-braba hace unos cincuenta aos. Entonces Ia cruz de Chichubambaera bajada a Yucay en Pentecosts y todas las dems la reciban congran pompa delante del palacio de Sayri Tpac, en la extremidad nor-oeste del pueblo. Por qu los fi.eles no llevaban esta cruz a Urubam-

    8. El carcter excepcional de Cruz Calvario se manifiesta sobre todo en su nombre [su ubicacin; en varias partes de los Andes ella desigrra la constelacin de la Colade Escorpio (Zuidema y Urton 1976). En Yucay, su santuario est situado sobre elmonte Huay'na Collca, cuyo nombre quechua hace referencia a la aparicin de laconstelacin de las Cabrillas (wayna'. joven, qolqa: Cabrillas). En la latitud de Yu-cay, la salida helaca de stas ocrure a principios de junio, alrededor de la fiesta delas Cruces y al mismo tiempo se observa la puesta helaca de la Coia de Escorpio,en la dirccin exactamente opuesta a la salida helaca de las Cabrillas. El nombrey la ubicacin de esta cruz hacen as referencia a una observacin astronmica an-tigua e indican su carcter excepcronal, que opera como mediadora en el conjr:ntode las siete cruces. Vase Molini-Fioravanti 1985 para un estudio del papel deCruz Calvario y la relacin entre su culto contemporneo y los ritos de iniciacinde la nobleza icaica.

  • EUSCANDO UNA HISTORICIDAD ANDINA 699

    ba, que es Ia capital de Ia provincia a Ia cual pertenece hoy Chichu-bambaytambinerpu"blo-scercanoaella?Losarchivosdelapa-rroquia de Yucay ,tol,-i"t*an que Chichubamba formaba un ayllude la reduccin d,e ilt"y;;;isigto XVII: por lo tanto' su cruz d'ebaser venerada ail. Esa trad'icin se mantuvo despus de-la separacind.eYucayyUrubambaendosd.i.stritos.El.segundodato}oproporcionaIa toponimia. El ..;;;; qt"

    'ieu"tt los fieles de la cruz Kaibamba

    para alcanzar su ,",tt"utio, ""

    Iu' estribaciones del cerro' se llamaHuacaan, o ,"u ".i-irro " U nt'"""" Y el lugar de donde sale la co'mitiva y en donde sl celera la fiesta e esta cruz se llama Waylla-pampa. Waylia ,ig,'ifi'"u "pastizal' prad'o"' En realidad' el sustahtivo'*li

    ""rig"rruritrounte relacionuo .ott la huaca pues la hierba ver-

    de que lleva eI pasto es la repre'""t"tio" e las barbas de Ia huaca'eAhora bien, el uvifrr

    "* t"t d" Ias unidad'es que representaban las ili-

    vinid.ad.es pr"fri"pni.* ug""ptas bajo el nombre de huaca' Podemosestablecer uri ..rrrt-.ot'"o"'du""ia entre las cruces y los antiguosayllus: ellas apare.",' to*o su ltimo vestigio en eI pueblo't0 Ad'ems'las cruces a" yrr.l ;;;;" sus rplicar .tt lu iglesia del pueblo, aligual que tt, p.it.ii^i"t-i"i"iad'e' d'"1 imperio incaico tenan sus r-p1i"ut en el Coricancha del Cuzco'

    Demod'oq.,,"lu"ut"goraliminald'elespaciosimblicod,eYucayestd'efinidapordoselementoscuyaasociacinesunaimagenadmi-rable d.e la transi.cion-entre la era salvaje, representada por la partealta del terntono, ;; ;; tiufiisiica' repicsentad.= p?: el valle: Iastumbas dond'e fo, pi"t"'t-anos anterio'u' t la constitucin de la socie-dad.estnsepultadosyalavezpresentes'aludenalespacioyaltiem-po salvaje de arriba; las cruces que representan las unid'ades socialesantiguas hacen ,ui"t"""it a} espacio y uI tiu*po domstico de abajo'

    Las cruces son transfor-ud,u, en emblems de ios.antiguos ayllusmediante el ritual. ; ;;, d.esplazamientos de arriba a abajo, del exte-rior al interior,

    "";" l;t tupiliu' y el pueblo' Io que l""i":l es ef acon-

    tecimiento """rr"irl"iu.err.cin

    d.e los ayllus en el pueblo. Ellas son

    lostestigos"furri.ucinanteriordeestosayllus'noporquelosluga-res donde se erigen correspondan de algn modo-a Ia sede de los

    ayllus

    prehispnicos ni;;;"rque cad.a una de ellas sea eI smbolo pre-sentedecadaunodeellos._Nosetratadeunarelacintrminoatrmi-no; es eI conjunto de las cruces y su posicin liminal' en asociacin conIas tumbas " to" p*ft*u"o', et que construye una metfora de ladisyuncin entre

    "tii"t ni"ftispnics y ayus reducidos' La historia y

    la memoria det coltactoion el hombre blanco queda as crucificada.

    ,tra

    i'1

    9.10.

    Agradezco este dato a Gabriel Martnez'Una mayor

    ^reu-"ot^.it" ;; ;; correspondencia en Molini-Fioravati 1985'

  • 700 ANTOINETTE MOLINIE

    Los santuarios de las cruces se alzan encima de las tumbas de losprehumanos destruidos por ei fuego solar. Mediante esta proximidadentre cruces-ayllu y machu,la memoria de la reduccin queda asocia-da a Ia memoria de Ia creacin de la humanidad. El rito conmemora eltrnsito de la dispersin de los ayllus a su reduccin y el mito del cualson testigos las tumbas de los machu prehumanos es el que abriga Iamemoria de una prehumanidad sepultada. La reduccin es as asimi-lada a un pachacuti comparable aI que dio luz a la humanidad actual,a un trnsito entre una era salvaje y una era domstica. La reduccinde los ayllus y la aparicin del hombre social parecen unirse en Ia su-perposicin de un acontecimiento y un mito: por una parte el trnsitode los ayilus dispersos a los ayllus reducidos, por otra el trnsito de lahumanidad presocial (rnachu) a la humanidad social. Esta conjuncinentre un acontecimiento mtico y un hecho histrico confiere a este l-timo un valor csmico: la oposicin entre ayllus dispersos y ayllus re-ducidos equivale a la oposicin entre el tiempo de lo salvaje y el de 1odomstico. Y el advenimiento de Ia reduccin es definido por el carc-ter destructor de la aparicin del sol. El evento histrico d.e la reduc-cin es as percibido y memorizado en un do de voces, una que se ex-presa en el rito, la otra en eI mito. Las tumbas de los prehumanosinforman a las cruces con un mensaje rntico. Ellas fortalecen su efica-cia simblica al dar a stas una dimensin csmica, consolidando sucondicin de metafora del contacto con ios Blancos. As, la historia seune con eI mito mediante y dentro del rito. Los yucavinos no tienenningn relato de la imposicin de la reduccin: han tachado el suceso^^ ^Fr,^^a S:: ::!:--- - !---'- t- iii OiVitiu SinO de Otra fOrma deLJ;: -- vvsrvr V DC Ua4Ld. (l'Epercepcin del acontecimiento y de otro tipo de memoria.

    UNA MEMORIA CRUCIFICADA DEL TIEMPO

    El ritual de las cruces no lleva en s solo la memoria del espacioprehispnico disperso sino tambin la del tiempo prehispnico, o porlo menos la del calendario incaico.

    EI manejo ritual de las cruces -es decir, su

    bajada aI pueblo eltres de mayo para la fiesta de Cruzvelacuy y su subida a sus santua-rios eI lunes de Pentecosts- establece una relacin entre dos fiestasdel calendario cristiano. La primera corresponde a la Vera Cruz, queconmemora el descubrimiento ms o menos mtico del instrumento desuplicio de Jesucristo.ll La segunda, Pentecosts, celebra ei Espritu

    11. Segn la tradicin Santa Helena, madre del emperador romano Constantino, en-contr la verdadera cruz en Jerusaln. Su hijo hizo construi ua basca en el

    I

    i

    I

  • BUSCANDO UNA HISTORICIDAD ANDINA 7O1

    santo que baj en forma de lenguas de fuego sobre los apstoles y lavirgen-Mutr, quienes repentinamente comenzaroll a hablar variosidias. La fecha de Pentecosts vara pues se sita cincuenta dasdespus d.e Pascua.12 Mientras que los cristianos establecen una rela-cin entre las celebraciones de Pascua y Pentecosts, separadas entres por cicuenta das, Ia bajada y la subida de las cruces de Yucay deii-,oita ,rn periodo del calendario cristiano que va desde la Invencin deIa Vera irrrr, el 3 de mayo, hasta la celebracin del Espritu Santo elIunes de Pentecosts, que generabrrente cae a inicios del mes de junio.

    Ahora bien, en Yucay el da de Pentecosts no se rinde culto al Es-pritu Santo sino aI regTeso de las siete cruces a sus capillas- Los cul-lo, qrr" acompaan este regreso son muy similares a los del 3 de mayoen spaa. i"" .rrr""s van adornadas de flores, tejidos valiosos y jo-yas. se las exhibe en altares, se canta y se baila para ellas y tienenmayordomos encargados de su culto. Desfi.lan en procesin a lo largod.el pueblo.tt La fiesta del lunes de Pentecosts yucavino tiene sinduda caractersticas comunes con la del 3 de mayo: es como si esta l-tima se prolongase hasta el lunes de Pentecosts, o ms bien como sise d.esdotlase en Ia fiesta del Espritu Santo. Por qu es que los yuca-vinos han transformado la celebracin del Espritu Santo en una se-gund.a fiesta de la Cruz, o ms bien de las cruces? Por qu mediantetu bruau y la subida de stas, construyen este periodo especial que vadesde el 3 de mayo a principios del mes de junio?

    L2.

    13.

    Glgota ei 14 de septiembre de 335. La Iglesia de oriente celebraba este acontecl--ito cada ao. sta fiesta del 14 de septiembre pas a Occidente desde Cons'tantinopla con el nombre de Exaltacin de la Santa Cruz. En 614 Cosroes, rey dePersia,'se llev parte de Ia reliquia que se haba quedado en Jerusaln' El empera-dor Hraclio logl recuperarla y regresarla a Jerusaln el 3 de mayo de 629. Porerror, en los [ros litwgicos francos anteriores a Carlomagno se llam Inuento,on o" crucis a la celebiacin de este acontecimiento; hubo as dos frestas de lacruz duante eI reinado de este rey. Desde entonces se considera al 3 de mayocomo la fiesta de la Invencin y al 14 de septiembre como la de la Exaltacin, ha-biendo tomado Ia primera ms importancia que la segunda (Jacquemet'1985' III:322-328).En el Antiguo Testamento corresponda a la fiesta de las semanas, que celebrabalas primicis siete semanas antes de la cosecha, segn las prescripciones del Deu-teronomio (xvl, 9, 10). Los cincuenta das que la separan de Pascua (7*7 + 1) apa-recen comola plenitud de1 domingo, o sea 7 das + 1. Es el final del ciclo pascual.Los devotos de las cruces de Yucay reinterpretan este aspecto de la clausua de unperiodo calendrrico con r: sentido propiamente ardino'" B.p"u, la fiesta del 3 de mayo es celebrada especialmente en Andaluca y Ex-tremaiura, con expresiones de aiegra a veces bastante paganas pues la Invencinde la Veraru,

    ". h. sobrepuesto, tambin all, a fiestas anteriores, especialmente

    ritos de fertilidad. vanse ms detalles de esta comparacin entre la fiesta de lascruces de Yucay y la Invencin de la veracruz er Espaa en Molini-Fioravanti1993.

  • 702 ANTOINETTE MOLINIE

    un detalle de los rituares nos incita a observar eI ciero nocturno d.eYucay en esta poca del ao: cruz calvario, Ia .""" pri".ipar de yu-cay' que ocupa una posicin central en relacin con Ias dems, est-J-tuada en el cerro Huayna conca, cuyo nombre significa ra, ,,abriul.nacientes" (wayna: ioven, qorqa: consteraci" . iu" urilias). Ahorabien, en los Andes eI perioo que delimita ra baja, y ru ."rda de rascruc_es tiene una peculiaridad: entre esas d.os fechas ia consteracin delas cabrillas no es vis_ible pues d.esaparece a mediad.os de abril y rea-parece a principios del mes de junio. La fiesta de la subida " ias c"u_ces en Pentecosts cae-asen el period.o en que ras cabriiras amanecencon eI soI. Esta consteracin tena una imprtao"ia

    -"y ".pu.rar paralos annos prehispnicos. varios cronistis informan qr.

    "ru una di_vinidad, una "guaca_ muy principar' (cobo rgs6, Ii: il$-e incluso que

    ?:ip+u u,' rango importante en el panten incaico iArriaga 196g:213; Garcilaso de ra vega 196g: 259; poto ae o"a"gurJ916a: B). pa-reciera que para entender ra memoria de las .rrr" de yucay se nece-sitan algunos datos sobre el caiend.ario incaico.328 santuarios (huaca) estaban repartidos arrededor de ia ciudadimperial de Cuzco en-4]1neas, o ceques, que convergan en el tempiodei sol.1{ Los puntos del horizonte hacia ros cuares ,""i"igir" estas r-neas eran determinados por observaciones astronmicas. For otra par-te, la ciudad del cuzco estaba dividida

    "" -itades,i"ru., y hurin(abajo y arriba), a su vez divididas en d.os. Los ceques'"rr' reparti-

    {os en grupos de tres en cada una de ras cuatro pr.tl, uri derimita-das' De manera que cad.a una d.e las cuatro partes estaba dividida enfroq co^^.i^-^^ -- l^ -:-- -r::=:

    -=JJi'vi;'ur J ia cluru ..e uuzco agrupaba doce unidades polticasdistribuidas en las mitades hanan y hurin, cada una de elras asociad.aa un grupo de tres ceques que las relacionaban con su territorio. cad.aunidad era responsabre de n grupo de rugares r;cr";r. El sistemade ce.ques reglamentaba as er calendario mediant"""r .riio que se J.esrenda en una fecha precisa der ao, d.e modo q"" rl* iormaban unsistema de articulacin der espacio y de ia estructura so.iut a travsde la organi.zacin del culto ae los lugares sagrados que los formaban,y finalmente del tiempo por medio der carend"io p,r""to qr"

    .udu ,r.rode ellos corresponda a un momento del ao.El calendario lunar de ros incas empe zaba er 9 de junio, con ra sa-lida de las cabrillas junto con el sor, y terminaba .r g u-*uyo. Las 37noches que separaban el B de mayo aet g e junio no eran contabiliza_das por ei sistema de ceques 6rduna, "er cuzqueno,',-iio, Zuidema1983: 244)' A las cruces de yucay se las baja ar p,ruro

    "i g au mayopara cruzvelacuy (Invencin de ra verac"rrr) y se las sube a sus capi-

    14. Vase Zuidema 1964 para u:ra d.escripcin global de este sistema.

  • BUSCANDO UNA HISTORICIDAD ANDINA 703

    llas el da de Pentecosts, la fiesta cristiana ms cercana al 9 de junio.Podemos comparar los periodos deiimitados por el calendario incaico,el calendario litrgico cristiano y el calendario ritual yucavino:

    cristiano: Pascua...... Pentecosts(mvil) 50 as (mvil)lnca: Fin de ao............

    (3 de mayo) 37 das Principios del ao(9 de junio)Pentecostssubida cruces (movible)

    yucavino: Cruzvelacuy................bajada de cruces + 37 das

    Ahora entendemos por qu los yucavinos no rinden culto al Espri-tu Santo en Pentecosts. Al celebrar las cruces en esta fecha y al rela'cionar as Pentecosts no con Pascua, como 1o exigira eI calendariocristiano, sino con la Invencin de la Veracruz (aqu Cruzvelacuy) el 3de mayo, los yucavinos recrean una categora temporal prehispnicaque va del 3 de mayo hasta principio de junio, final y principio aproxi-mados de1 ao lunar icaico. La re-crean mediante fi.estas cristianas,como son la Invencin de la Veracruz y Pentecosts, instrumentadasas por una memoria "pagana". Este periodo tiene adems un sentidoespecial en el calendario agrcola de Yucay pues corresponde a la tran-sicin entre dos ciclos agrcolas. La cosecha del maz empieza a princi-pios de ::13j'c ;'Ia tierra desca-nsa, ha-sta mediarlos de iulio. La ausen-cia de las Cabrillas corresponde ms o menos a la poca dealmacenamiento del ma2. Collca, eI nombre quechua de las Cabrillas,significa tambin "troje". Curiosamente, los campesinos de Yucay rea-nudan as con la fiesta de las Semanas del Antiguo Testamento, cele-brada siete semanas despus del principio de Ia cosecha y que ha sidoreemplazada por Pentecosts.

    Volvamos de nuevo a la memoria crucificada de Yucay. Del 3 demayo a Pentecosts las ctuces desaparecen de las estribaciones del'ce-rro pues estn en el pueblo. Por otra parte hemos visto que el periododel 3 de mayo al 9 de junio, fin y principio deI ao sideral lunar incai-co, no estaba contabilizado por eI sistema de los ceques. O sea que s-tos desaparecan durante eI mismo periodo que las cruces contempo-rneas de Yucay. Ahora bien, 1os ceques prehispnicos correspondanno slo a unidades calendricas sino tambin a los ayllus, por el re-parto de los cultos a los lugares sagrados que los formaban. El trata-miento similar de las cruces actuales y de los ceques antiguos duranteun mismo lapso confirma la equivalencia entre cruces y ayilus prehis'pnicos.

    ''| )i'l

  • 704 ANTOINETTE MOLINI

    Para los incas, el periodo no contabilizado que iba del 3 de mayo al9 de junio

    "orr"rporrda a un momento de caos: era un especie de pa-

    chacuti entre un ao y otro. E1 Inca se dedicaba entonces a juegos enlos que pona por premio las provincias del imperio (Zuidema, comuni-.ucir, putrotrut). -Este momento de turbulencias se acababa a princi-pios d"i ao siguiente, el 9 de junio, con el amanecer de 1as Cabrilias y"l."gr""o de la contabilidad

    d.el calendario, o sea con el regTeso del or-den spacial, temporal y social que establecan las huacas de los ce-qrr".. n ese mismo momento (ms o menos segn Ia fecha en que caeentecosts), en Yucay, las cruces reaparecen en las estribaciones delcerro.

    Igual que los ceques, las cruces representan las unidades socialesprehispnicas pero como vimos anteriormente, tambin Ia frontera en-ire ei ^e"pacio-tiempo salvaje (arriba) y eI espacio-tiempo domstico(uUujol t'

    "rrarrdo las cruces desaparecen de las estribaciones de los ce-

    .ro, puru ser celebradas en el pueblo, ambas categoras ya no son deli-mitaas por ellas: he aqu entonces una forma de caos

    -o mejor di'cho, una especie de pachacuti calendrico-, comparable al del mismoperiod.o en et calend.ario incaico.ts Se confirma nuevamente Ia homolo-!a entre cruces y ceques y por 1o tanto entre cruces y ayllus prehisp-nicos.

    HACIA UNA MEMORIA ANDINA DE LA HISTORIA

    -: --- --- ---- !---^:- ^^nqYl-rlo a lq da lcsfOf UIf,lmOr -tas cf uucj t'relvrr ura rurvav^^ vva^re^ bhuacas de los ceques y sirven alavez de testigos de la forma de per-cepcin que el aiontecimiento de Ia reduccin tom y de instrumentode su memoria. Por su posicin liminal entre las dos categoras de 1osalvaje y de lo domstic y su asociacin con las tumbas de los prehu'-urror, Lllas sitan eI acontecimiento de la reduccin en la sucesind.e eras que constituyen la historia en la visin cclica del tiempo andi-

    15. Puede parecer extrao que la tradicin de rna simple comunidad siga ton de cercaal calendario incaico: .la memoria de los yucavinos puede parecer excesivamentetp"rial. Sin embargo, hay que tener presentes las relaciones especiales que el va-lle del Vilcanotu

    "rlli".i con la capilal del imperio. Yucay era como una prolon-

    gacin estival del cuzco. varias familias de la nobleza cuzquea residan en el va-il" y, .o*o lo ha mostrado Rostworowski (1962) con documentos, las panacas tea-iu, i*"r,

    "q.r ,.r, p.opiedades, hecho elativamente excepcional en el incario' Un

    reparto de tierras dl figS (iia.) que relata la reduccin menciona a un avllu deindios .,resevados por .u, Irr"""'i yiambin a r-rn ayllu de yanaconas, g sea de ser-vidores de la nobleza y de las momias veneradas. No es por lo tanto sorprendenteqrru t"

    -"-oria delos ,itmos d.el pasado se haya inscrito aqu en el calendario im-perial.

  • BUSCANDO UNA HISTORICIDAD ANDINA 705

    no. El estatuto que los yucavinos le dan al acontecimiento es compara-ble aI "malentendo actuante" ("working misunderstanding") queSahlins (1985) analiza en la rebelin de los maor de Hone Heke entre1g44 y 1846, y en Ia entronizacin y sacrificio del capitn cookllonoen Hawai. El acontecimiento es percibido como mito tanto en Yucaycomo en eI Pacfrco y la reduccin es asimilada a1 cataclismo que gene-r la humanidad. El acontecimiento no tiene el carcter nico que ledamos en la historia occidental; es como una reencarnacin del mito yse Ie asimila a otro mito precedente que obra segn una misma es-tructura. El presente es, aI fin y aI cabo, una mera experiencia del pa-sado. De alguna manera los annos percibieron eI desembarco de losespaoles como los de Hawai vieron al capitn cook. Dieron a los in-vasores una naturaleza divina en relacin con la lgica de las eras dela historia andina. se puede pensar que la asimilacin de los espao-les ai dios Viracocha que parece que hicieron los andinos fue, si no fo-mentada por lo menos favorecida por los conquistadores: activaron el"working misunderstandingl'para imponer su dominacin. En Yucay,los espaoles seguramente contribuyeron a Ia elaboracin del mito-rito-historia de la reduccin como advenimiento de la humanidad civi-zada, dando, por ejemplo, un estatuto de peligro a las tumbas de losantepasados prehumanos por ser stas paganas. Lo ms seguro es quenunca tengamos documentos suficientes para seguir el "working mi-sunderstandingi' del desembarco de viracocha o de la reduccin de Yu-cay, percibidos como principio de una nueva era de la humanidad-Pero la fiesta de las cruces nos permite formular hiptesis sobre unt.--!.-:------ J^ L:-!^-:^:J^lr, ^-l:-^ 1..-A;-^ JtLj-+^-i^i+"\16 " oo .riqlrrm-lttrlrclr ug aevruauqu eaua^v \ reia^v s4^Jwvtvvv /bra ei programa comparativo que se podra llevar a cabo con datos si-milares para varias culturas.

    La fiesta de Yucay nos da indicios no solamente para la bsquedade una conciencia histrica andina sino tambin para un estudio de laespecificidad del funcionamiento de su memoria. Las cruces parecenser eI soporte esencial de la memoria de la comunidad. Esta Itima hainstrumentado eI smbolo ms importante y alavez ms maleabie deIa cristiandad. Se sabe que los misioneros erigieron cmces sobre lossantuarios prehispnicos desde el principio mismo de Ia colonzacinde Amrica. su culto era por 1o tanto ambiguo debido a su doble ori-gen cultural pero tambin

    -y eso no se dice nunca- por ia doctrinacatiica d.el cuito de Ia cruz. Pues Ia iglesia distingue Ia imago crucifi-ri que exhibe la figura de Cristo sufriendo eI martirio, de Ia crurc exenl-plata, simple imagen de Ia cruz. La primera, por la representacin de

    16. Para un anlisis dei trabajo de Sahlins y una definicin del concepto de'tgimende historicidad', vase Hartog 1983.

  • -706 ANTOINETTE MOLINIE

    Cristo que ofrece, se sita entre la reliquia y Ia crux ex'emplata' Lai*i;; l.rrrrgr" .a"rra,

    "r culto ,'absoluto" y "perfecto" de la persona

    divina ("adoracin'1, "l1"fto "relativo" e "imperfecto" de 1o que es so-Iamente .r, ,upr"r",ttacin como Ia cruz ('veneracin") (Vacant

    y Man-

    genot 1g3B: 2346 -z;n;-.-L" ambiged.ad y ia sutileza de esta doctrina

    hizo del signo de I" ;;;, i"'d" si origen' un smbolo apropriado parallenarse de sentidos-;;;";; y heterod'oxos' Los fieles de las siete

    cru-

    ces de Yucay ("o-o " t"i"tuntes de Ia Veracruz en Espaa) mane-jan la d.erencia

    "nt'll- "u* exemplata e mago crucifixi' Lo que'carga

    el signo de la cruz'" * p"a"t T 11 pasin de Cristo' Desplazada encontextos extraos u1" oiig"", el signo se separa d.e este origen

    para

    poner en marcha t"intta"s hetergneos' oportunistas y funciona-les en relacin .o" lu nueva situacin' En Yucay se ha convertido'multiplicndo.",

    "" ui *po't" de-la memoria' conservand'o su sentido

    dentrod.elareligiarr"ri"tir.radelasquesiguelasfechas.Iitrgicasdel3 de mayo V a" p""t"tosts' Como los apstoles de este da del

    Espri-

    tu Santo, 1". .r,,."' " V"tuy hablan-varios idiomas silenciosamente'Instrumen,u""1

    "*w"a"d de Ia doctrina cristiana y Ia duali-

    d.ad d.e su cultura, il;;;;"t""cogen Ia memoria de la comunidad me-diante varias operaciones' Por su manejo ritual d'an testimonio'de

    los

    ayllus disimulad'o"-;; i;t'barrios del pueblo que rinden culto a cada

    una de e1las en cargos separados' Por su tratamiento como ceque' por

    Ia alternancia de "i-"p"ii"in

    y de su desaparicin del paisaje, y porla manipulacin de ia, fechas d.e fiestas cristianas (relacin heterodo-xa entre do" c"I"i."]"""" aa calendario iitrgico), ellas establecen elorden del calend'a'io u"tig"o' Las cruces ne;iori'zan a la vez el

    espa-

    cio y el tiempo, categoras que no se distinguen claramente en la cul-

    tura andina.Perolomspecu}iardeestamemoriacrucificada-yheaquse.

    guramente lr.t ,""'-go- to-ti". u las sociedad'es que hemos llamado"ffs"- es que ;;;t" ningn tipo d'e relato verbal: no existe ningu-na tradicin oral "f t"""""e Ia reduccin' ni siquiera una referencialegendaria , l" u;;;a de los e-spaoles. Quizs los yucavinos no ten-gan palabru" pu,u-to"tar aquella catstroie"' Sin embargo' Ia magni-tud que sta tuvo sl-;;;;; ; travs de su asimilacin con un pacha-cuti, aquel nll" *"ilJ'i;;;;"tidad d'espus de los machu' Y cmono coincidir con la memoria yucavina que recuerda

    que.la invasin es-

    paola, la red.uccin, la Colonia en general' cre otro tipo de humani-dad en Amrica?

    Estos datos sugieren Io que fue.el contacto de Los dos tipos de so-

    ciedadesquedistinguimosenunprrncipio:unaqueintegraelaconte-cimiento para "petseverar en su ser"' ia otra "para-extraer de ellosporvenir y urr",g;iif'"i-St'ut'ss 1973: 40; traduccin ma)' La dife-rencia entre ambos tipos de memoria se manifiesta sobre

    todo en eI

  • 707BUS$NDO UNA HISTORICIDAD ANDINA

    tratamientodelacontecimiento.Enresumid'ascuentaspodemosdecir,en trminos ivi-straussianos, que las sociedades "fras" cocinan elacontecimiento a su jugo Qa coyuntura aI jugo de su estructura)'mientras que las

    "".i"Ji"" 'talientes" intentan consumirlo crudo (Io

    ms crud.o posibie) Vl-""""" congelarlo en "lugares de memoria"dfi"". " *3moirdl, ora 1993) colno son los monumentos histricos oIas lpidas conmemorativas'

    LastumbasdelosmachuylascrucesdeYucaynorepresentanconmemoraciones explcitas del evento de la reduccin: ningn discur-so 1es da este sentid'o. Sin embargo' son a su manera monumentos

    his-

    tricos, no por su iose"cit' ""

    o" relato' tampoco por Ia evocacin deuna fecha, ,irro po"'*"Jio d.el mito y del rito que les dan su sentido. Es;i;;; que en Ia cultura occidental los monumentos' a los muertos porejemplo, pueden o"u"io"u, un ritual (desfrle mtar, homenaje pbli-co, etc.) y pueden

    "ot t"l"lt a un mito herico' Pero su dimensin con-

    memorativanodependeestrictamentedeesteritualsinodelrelatodel acontecimiento aicual ste est asociado' Las cruces de Yucay sonmonumentos histricos en un sentido mucho ms complejo que los'lieux de mmoe" (Nora 1993)'

    .

    Por supuesto que como ya vlmos' ambos modelos de historicidad'(,,fro,; o ,,Iiente,,j son heursticos y

    -pueden coexistir en una misma

    sociedad. Mediante iit rale" "o-o "l de "moros

    y cristianos", los espa-olesqueredactaronlosdocumentossobreelcontactoconlosamerin-d.ios tambin *"-otizan hoy su propia historia en Espaa' Cada vez,"-i" oi" ms al

    ""ttopioe americanista (especiaiT-"t:"^f15:.:

    vimientosindianistas)quesetransformeenhrstorradorparaarleunsentido histrico ".i"tfi.u-ente" demostrado a las prcticas indge-nas. Si el antroplogo uc"pta d'ar un sentid'o

    ..histrico'' a un ritual,

    "" .""ttirvu uti u1",i"'t1o, o por Io menos a transformarlo? Es as;;;;id;" profund.idad histrica a su objeto, 1a etnohistoria puede di-solverlo en sus descubrimientos'

    Sin embargo, queda claro que no se trata en modo alguno de op-o-ner a historiador", v utttoplosos en una disputa por un objeto' Esevid.ente que eI antroplogo necsita conocer eI relato del evento

    para

    entender su concepto y su memona indgena' Yo no hubiera podidoentender la imeniiin histrica de Ia fresta d.e las cruces d'e Yucay sino hubiese usado archivos que atestiguan Ia red'rccin de los sieteuyttrrr, si no tuvie"" infot"tucin sobre el calendario incaico y Ia orga-nizacinsocialdelaciudaddelCuzco.Setratadeestablecerunacola-boracin rigurosa

    ""Jr"l"t"opologa e historia que no sea una fusin

    de ambas di.sciplinas ni una disolucin de la una en la otra'

  • 708

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