mitología, deuda y retribución. una genealogía del egoísmo biológico

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1 El que ha llegado a conocer los viejos orígenes acabará por buscar manantiales del futuro y nuevos orígenes1 Mitología, deuda y retribución: una genealogía del egoísmo biológico VÍCTOR ARANDA UTRERO Resumen El objetivo de esta contribución consiste en argumentar (1) que, tras la muerte de Dios, la fundamentación de la moral no depende ya de una suerte de objetividad más allá de lo mundano, sino de un regreso a las bases evolutivas de la interacción social; (2) que el relato de su pretendida legitimidad, basado en la teoría del gen egoísta, incurre de nuevo en la proyección mitológica de relaciones materiales como la deuda o la retribución; y (3) que la intuición de Duhem y Quine sobre la subdeterminación de las hipótesis científicas asesta el golpe definitivo a las aspiraciones de encontrar una justificación absoluta, lo cual supone una excelente oportunidad para la proliferación de alternativas en épocas de crisis. 1 Nietzsche, F., Así habló Zaratustra, Madrid, Alianza, 1972, p. 296.

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#ZaragozaPiensa. Mesa: Crisis de la legitimidad de las ciencias/saberesVíctor Aranda Utrero

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    El que ha llegado a conocer los viejos orgenes acabar

    por buscar manantiales del futuro y nuevos orgenes1

    Mitologa, deuda y retribucin:

    una genealoga del egosmo biolgico

    VCTOR ARANDA UTRERO

    Resumen

    El objetivo de esta contribucin consiste en argumentar (1) que, tras la muerte de

    Dios, la fundamentacin de la moral no depende ya de una suerte de objetividad ms all

    de lo mundano, sino de un regreso a las bases evolutivas de la interaccin social; (2) que

    el relato de su pretendida legitimidad, basado en la teora del gen egosta, incurre de nuevo

    en la proyeccin mitolgica de relaciones materiales como la deuda o la retribucin; y (3)

    que la intuicin de Duhem y Quine sobre la subdeterminacin de las hiptesis cientficas

    asesta el golpe definitivo a las aspiraciones de encontrar una justificacin absoluta, lo cual

    supone una excelente oportunidad para la proliferacin de alternativas en pocas de crisis.

    1 Nietzsche, F., As habl Zaratustra, Madrid, Alianza, 1972, p. 296.

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    I. El fundamento ha muerto: normatividad y vuelta a terreno biolgico

    El trmino moral puede usarse descriptivamente, para exponer aquellos cdigos

    de conducta que sigue un individuo o un colectivo social, y normativamente, para sostener

    que existen ciertas pautas que seran acatadas por todo agente racional2. Naturalmente, la

    moral en este segundo sentido presupone, a diferencia del primero, que hay una jerarqua

    entre cada compilacin de normas posible y que tal escalafn est supeditado a una suerte

    de orden objetivo, ya sea laico o religioso. Por tanto, el problema de la legitimidad de las

    reglas morales se reduce a la conformidad o no de estas con aquel; un precepto moral est

    justificado si y solo si se adeca a las leyes de la razn, de la ciencia, de Dios, etc. Ahora

    bien, la muerte de este ltimo implica el rechazo de la oposicin asctica entre la legalidad

    subjetiva o aparente, simbolizada por las ordenanzas morales particulares, y otra objetiva

    o verdadera, representada por la universalidad de sus fundamentos. Esto es, siempre segn

    Nietzsche, ese antagonismo jams reproduce una autntica genealoga de la moral, ya que

    resulta de una proyeccin interesada de conceptos y relaciones materiales para el dominio

    de unos hombres sobre otros. Por ejemplo, la nocin de justicia hundira sus races en las

    relaciones entre comprador y vendedor, trasladadas al resto de mbitos mediante esa idea

    de que todo tiene un precio y que, en consecuencia, son posibles tanto la objetividad como

    la equidad. El germinante sentimiento de intercambio, contrato, deuda, derecho, obliga-

    cin, compensacin fue traspasado, antes bien, desde la forma ms rudimentaria del dere-

    cho personal a los ms rudimentarios e iniciales complejos comunitarios, justamente con

    el hbito de comparar, de medir, de tasar poder con poder3. De este modo, el despliegue

    de la moralidad, en tanto experiencia humana, es siempre parasitario de motivos y hechos

    psicolgicos, sociales y antropolgicos que impiden una justificacin propia y autnoma

    de sus normas. Tal tensin puede ilustrarse mediante la siguiente imagen de Wittgenstein:

    Cuanto ms de cerca examinamos el lenguaje efectivo, ms grande se vuelve el

    conflicto entre l y nuestra exigencia. (La pureza cristalina de la lgica no me era dada

    como resultado; sino que era una exigencia.) El conflicto se vuelve insoportable, la

    exigencia amenaza ahora convertirse en algo vaco. Vamos a parar a terreno helado en

    donde falta la friccin y as las condiciones son en cierto sentido ideales, pero tambin

    por eso no podemos avanzar. Queremos avanzar, por ello necesitamos la friccin4.

    2 Stanford Encyclopaedia of Philosophy, Definition of Morality. 3 Nietzsche, F., La genealoga de la moral, Madrid, Alianza, 1972, p. 102. 4 Wittgenstein, L., Investigaciones filosficas, Barcelona, Crtica, 1988, 107.

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    En este sentido, la pretensin de encontrar una fuente de legitimidad incondicional

    supone, como Wittgenstein y Nietzsche advirtieron en los planos de la lgica y la filosofa

    moral, la fabulacin de una situacin ideal que no resiste un examen minucioso. Por ello,

    esa construccin cristalina, ya sea la forma general de la proposicin o un reino de valores

    objetivo, no respeta las condiciones y el entorno donde emergen lenguajes y estimaciones:

    conduce, debido a lo irrespirable de su atmsfera, a una crisis forzosa. Si bien la filosofa

    del lenguaje encontr su amarre en un regreso a la prctica, a lo cotidiano, la friccin que

    se ha propuesto para engarzar formas de vida y normatividad depende, en muchos casos,

    de una vuelta a las bases biolgicas de nuestra conducta. Los seres vivos somos entidades

    improbables, sistemas frgiles e inestables que navegamos contra corriente, sobreponin-

    donos a la tendencia universal hacia la entropa y el desorden Estos sistemas tan excep-

    cionales solo pueden surgir, mantenerse y reproducirse a base de explotar los flujos de in-

    formacin que atraviesan tanto su interior como su entorno5. Luego, en la medida en que

    el animal humano, eminentemente moral, se mantiene y se reproduce, su moralidad sera

    producto del aprovechamiento de la informacin gentica y de la aprendida. No obstante,

    y dado que es en el genoma donde se procesan los cambios lentos a largo plazo, las races

    de la compleja interaccin social que implica una conducta moral deben remontarse a ese

    proceso evolutivo que atraviesa la transmisin de toda informacin heredada: la seleccin

    natural. Especficamente, segn la teora del gen egosta, a la supervivencia de unos genes

    sobre otros, quienes se postulan como los autnticos condicionantes del comportamiento.

    II. De tablas nuevas: la omnmoda presencia del gen egosta

    En palabras de Richard Dawkins, defender la tesis de que la unidad fundamental

    de seleccin, y por tanto del egosmo, no es la especie ni el grupo, ni siquiera, estrictamen-

    te hablando, el individuo. Es el gen, la unidad de herencia6. Los orgenes de esta unidad

    se encuentran en una molcula que, hace miles de millones de aos, fue capaz de realizar

    copias de s misma: por improbable que parezca, se trata del precursor del ADN. Para que

    esa molcula prospere en un ambiente hostil, argumenta el cientfico, habra que presumir

    entre sus cualidades un egosmo exacerbado, preludio del egosmo animal, que bien puede

    camuflarse en situaciones de cooperacin oportunista. As, las formas de altruismo en la

    naturaleza encubriran ese amor propio del viviente, entendido como condicin necesaria

    para la supervivencia, limitndolo en circunstancias especiales donde estn involucrados

    5 Mostern, J., La cultura humana, Madrid, Espasa Calpe, 2009, p. 15. 6 Dawkins, R., El gen egosta, Barcelona, Salvat, 2002, p. 14.

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    el parentesco o el beneficio indirecto, o incluso ambas. Por ejemplo, los miembros de las

    colonias gregarias que habitan los hormigueros se aprovechan de la divisin del trabajo

    entre reproductores y cuidadores de nuevos seres: los machos nicamente tienen un juego

    de genes en sus clulas, por lo que la probabilidad de que las hermanas obtengan el mismo

    genotipo es muy alta. Ello favorece, claro, su inters en que la reproduccin contine. En

    definitiva, un acto altruista prima facie es aquel que ayuda a incrementar el bienestar de

    otro ser semejante a expensas del bienestar de quien acta; uno egosta, aquel dirigido al

    aumento del bienestar de quien lo ejecuta en detrimento de los dems. Pero, en lo referente

    a la accin altruista, los efectos reales del acto en cuanto a perspectivas de supervivencia

    son el reverso de lo que al principio creamos7. De hecho, el riesgo que asume esa gaviota

    que emite una seal de alarma ante la presencia de un ave rapaz, atrayendo la atencin de

    dicho predador y arriesgando su vida, se ve compensado si en la bandada vuelan parientes

    cercanos. Resulta plausible inferir, en consecuencia, que los actos ms desinteresados en

    la naturaleza provienen de padres sufrientes en beneficio de sus hijos: no importa asumir

    riesgos si los mismos genes estn a salvo en un cuerpo con mayor esperanza de vida que,

    a su vez, se reproducir. La ley fundamental de la naturaleza podra expresarse, pues, bajo

    la frmula egosmo de los genes, lo cual inaugura para Dawkins un mbito objetivo de

    valoracin. Su unidad de medida, impermeable a toda interpretacin subjetiva, determina

    entonces una escala en funcin de las oportunidades de supervivencia de cada gen. Luego

    los animales y sus cuerpos seran meros contenedores, receptculos para la perpetuacin

    de un agregado de replicadores, los genes, que conforman una vara de medir universal8.

    III. Del nuevo dolo: deuda, retribucin y seleccin natural

    La objetividad microscpica del reino de los nucletidos, aminocidos y del resto

    de molculas indispensables para la vida se articula, sin embargo, reproduciendo la misma

    estructura que un discurso clsico de legitimacin. Es decir, que exista esa complejidad a

    nivel celular como fundamento de lo fenotpico trasciende, como el supuesto topos noets

    platnico, la esfera donde la moralidad se desarrolla de facto. Para empezar, el papel que

    cumple el segundo principio de la termodinmica es anlogo al desempeado por la idea

    de culpa: para Nietzsche, este concepto habra cristalizado como correlato de la situacin

    econmica de tener dudas. Justamente, los genes, en tanto entidades altamente ordenadas,

    habran contrado una obligacin con la naturaleza que con el paso del tiempo siempre ha

    7 Ibd., p. 14. 8 Cf. Ibd., El largo brazo del gen.

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    de saldarse: la degradacin de su capacidad de replicacin conducir de vuelta a lo inerte,

    donde formarn parte de ese caos mayoritario. Bajo esta imagen, la naturaleza se presenta

    como el gran acreedor y cada ser vivo como pequeos deudores que han de satisfacer sus

    compromisos. En tal estado de cosas, los arrendados deben trazar una suerte de estrategias

    para burlar el cobro del prstamo o prolongarlo de una generacin a otra, por lo que sera

    el ecosistema el juez encargado de dirimir su efectividad. Ese lazo contractual, conocido

    tpicamente como seleccin natural, se concreta en el empeo de las probabilidades de

    supervivencia de un organismo; como vimos, este puede jugarse la suya propia (altruista)

    o la de los otros (egosta). Adems, reaparece aquel prejuicio, anclado muy especialmente

    a la tradicin cristiana, de que el dolor y el sufrimiento han de recibir una compensacin

    de alguna clase. En efecto, la caracterizacin del altruista como aquel que redime al grupo,

    permitiendo la supervivencia de sus semejantes, sugiere una lgica de la retribucin que

    garantiza un equivalente positivo al perjuicio causado. El bienestar, entendido como cada

    ocasin exitosa de reproduccin, tendra un precio que habra sido pagado religiosamente

    por cada viviente. Reina aqu el convencimiento de que la estirpe subsiste gracias tan

    solo a los sacrificios y a las obras de los antepasados, y que esto hay que pagrselo con

    sacrificios y con obras: se reconoce as una deuda, la cual crece constantemente por el

    hecho de que esos antepasados, que sobreviven como espritus poderosos, no dejan de

    conceder a la estirpe nuevas ventajas y nuevos prstamos salidos de su fuerza9. Como se

    deduce, esas ventajas apuntan en nuestro caso a las mutaciones favorables que transmiten

    las generaciones anteriores; el Proyecto Genoma retrata la conviccin de que lo especfico

    del hombre deba encontrarse en su ADN. Siguiendo este razonamiento, el antepasado se

    mistifica hasta el punto de convertirse en un dios; los genes devienen, y no casualmente,

    la clave de bveda de lo humano. La cuestin es, entonces, qu implicaciones se derivan

    de este desplazamiento de los focos desde el propio individuo hacia su cdigo gentico.

    En mi opinin, la supuesta necesidad de los genes frente a la contingencia radical

    de sus contenedores o receptculos, los cuerpos, reinicia el ideal asctico que ya Nietzsche

    denunci tras el anuncio del alborotador, del loco: la redencin se sita en un plano ajeno

    al aparente y que, en este caso, no estara ms all, sino ms atrs. Se negara, por tanto,

    la vida que de hecho vivimos en favor de lo que acontece entre bastidores, en la sociedad

    molecular que ciertamente somos. Lo fundamental consiste en advertir, muy al contrario,

    que la pluralidad de fines que persigue y valora una persona no pueden nunca reducirse a

    9 Nietzsche, F., La genealoga de la moral, Madrid, Alianza, 1972, p. 128.

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    la voluntad de sobrevivir, de mantener la entropa. Ello supondra, consiguientemente, la

    calificacin de dicha supervivencia como el acontecimiento en s mismo, es decir, como

    la fuente de legitimidad de toda estimacin sobre el mundo; en cambio, desde el mensaje

    de Zaratustra es bien sabido que no hay fenmenos morales, solo interpretaciones. De ese

    modo, la fabulacin cientfica del gen egosta creara nuevas jerarquas, denigradores del

    cuerpo que coartaran la libertad creadora del hombre. Por eso, la transvaloracin de todos

    los valores no sera sino la sustitucin de unos por otros: donde haba Dios, ponga genes;

    donde haba salvacin, ponga supervivencia. Y la prueba de ello reside, precisamente, en

    las articulaciones del relato de Dawkins, que compartan con el religioso los esquemas de

    retribucin y culpa, o su correlato material, la deuda. No obstante, podra esgrimirse que,

    en tanto cientfico, cuenta con el respaldo de la experiencia. Es esto suficiente para trazar

    una justificacin de la moralidad autntica, edificando sobre los genes un nuevo templo?

    IV. De las mil metas y la nica meta: crisis y subdeterminacin

    Segn la tesis Duhem-Quine, una hiptesis cientfica no puede ser contrastada de

    forma definitiva, porque ella no acude aisladamente al tribunal de la experiencia, sino que

    depende de otras asunciones auxiliares que conforman un conjunto holista y solidario. Es

    decir, en ciencia no habra cabida para los experimentos cruciales, puesto que el resultado

    negativo de una contrastacin bien podra deberse a uno de esos supuestos bsicos que en

    realidad fuera falso. De esto se sigue, inversamente, que la subdeterminacin apunta a la

    existencia diversos explanans y a la incapacidad de decidir entre ellos; si no hay ninguno

    refutable, tampoco lo hay estrictamente verificable. Lgicamente, la teora del gen egosta

    tambin se ve afectada por esta conclusin, ya que habra mltiples explicaciones para la

    adaptacin de un organismo a su entorno que no necesariamente echan mano del binomio

    altruismo-egosmo. Por ejemplo, si la poblacin de predadores se reduce drsticamente,

    si hay una proliferacin de recursos, o si quienes prosperan explotan un nuevo nicho sin

    tanta competencia, la hiptesis del egosmo exacerbado se antojara superflua. Luego las

    pretensiones de un nico relato que todo lo pueda resultan, tambin en ciencia, vanas. En

    efecto, la bsqueda de un fundamento absoluto, evidente para las luces de la razn, parece

    una ilusin irrealizable e indeseable: una moral legtima, opuesta a las reglas de conducta

    particulares que privilegien otros valores, coartara el libre despliegue de la personalidad

    individual. Por tanto, entindase este breve texto como un elogio de los periodos de crisis,

    y sustityase la imagen del terreno helado por la metfora de esa diminuta balsa, smbolo

    del hombre, tambalendose en la inmensidad del ocano. Hermanos mos, endureceos!