mirta lobato & juan suriano - trabajadores y movimiento obrero

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/ b DF· 2 s;F · 1 !i il il 11 1 i. ·t: U0n //.. #ck4 )ENTREPASAOOS( REVISTA D E HISTORIA AÑO 111- HUMERO 4-5 FlllES DE 1993 Consefo de Dirección EmaCíbotti Silvia Finocchío Patricio Geli Sergio Uschinsky Mirta Zaida Lobato Lucas Luchilo Gustavo Paz Leticia Prislei Fernando Rocchi Juan Suriano Director Juan Suriano Disefio Gráfico Mabel Penette ENTREPASADOS es una revista semestral que abre un espacio para el debate y la producción hitórica. el comité de dirección recibe todas las contribuciones que enriquezcan el campo del quhacer historiográfico. Las opciones expresadas en los artículos firmados son responsabilidad de los autores. Registro de la propiedad intelectual en trámite Suscripciones: En Argentina U$s 24 (dos números) En el exterior, vla superficie U$s 30 (dos números); vía aérea U$s 40 (dos números) Entrepasados recibe toda su correspondecia, giros y cheques a nombre de Juan Suriano, Arévalo 2240, (1425) Capital Federal, Ar- gentina. Tel.: 769-901.3' Foto de tapa: Morgensonne. postal editada en Alemania, 1941. Composición y armado•: Omega Laser Gráfica, Callao 157, P. B. ·c·. Capital Federal. Impresión: Talleres gráficos El Libro, Santos Dumónt 4457, Capital Federal.

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Trabajadores y movimiento obrero.

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Page 1: Mirta Lobato & Juan Suriano - Trabajadores y Movimiento Obrero

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)ENTREPASAOOS( REVISTA D E HISTORIA AÑO 111- HUMERO 4-5 FlllES DE 1993

Consefo de Dirección EmaCíbotti Silvia Finocchío Patricio Geli Sergio Uschinsky Mirta Zaida Lobato Lucas Luchilo Gustavo Paz Leticia Prislei Fernando Rocchi Juan Suriano

Director Juan Suriano

Disefio Gráfico Mabel Penette

ENTREPASADOS es una revista semestral que abre un espacio para el debate y la producción hitórica. el comité de dirección recibe todas las contribuciones que enriquezcan el campo del quhacer historiográfico. Las opciones expresadas en los artículos firmados son responsabilidad de los autores.

Registro de la propiedad intelectual en trámite

Suscripciones: En Argentina U$s 24 (dos números) En el exterior, vla superficie U$s 30 (dos números); vía aérea U$s 40 (dos números)

Entrepasados recibe toda su correspondecia, giros y cheques a nombre de Juan Suriano, Arévalo 2240, (1425) Capital Federal, Ar­

gentina. Tel.: 769-901.3'

Foto de tapa: Morgensonne. postal editada en Alemania, 1941.

Composición y armado•: Omega Laser Gráfica, Callao 157, P. B. ·c·. Capital Federal. Impresión: Talleres gráficos El Libro, Santos Dumónt 4457, Capital Federal.

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PUNTO

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\:•l Revista de cultura J Nº 46 I Agosto 1993

Argentina en el callejón / Borges • Saer • Hobsbawm • Godard / Gatica: filmar la exclusión / La declinación del· mo­dernismo J Escriben: Contardi ·• Alperin Donghi • Altamirano • Sábato • Orlansky • Beceyro • de lpola • Filipelli • Sarlo • Bürger

Suscripciones: Argentina, tres números $18 I Exteri.or. seis números, u$s 40. Cheques y giros a nombre de Beatriz Sarlo, Casila de Correo 39, Suc. 49, Buenos Aires

OlNíld

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Trabajadores y movimiento obrero: entre la crisis y la prof esionalización

del historiador (1)

A la memoria de Leandro Gutiérrez Mirta Zaida Lobato" - juan Suriano"

S on varias las razones que im­pulsan una evaluación de la producción histórica sobre los

_trabajadores en Argentina. Algunas provienen de los _cambios produci­dos en las ciencias sociales en su conjunto .l en los paradigfi!ª~Jle. interpretación, otros de la propia realidad y los interrogantes que plantea. Las dificultades del marxis-

_l!lQ_ se incluyen dentro de las pri-meras. Los inconvenientes para

_compaginar la lucha de clas§ SQ~ bre todo a partir de J~~egunda pos­guerra, con la filosofía de ia historia que-cOnSTit.t!_1~su lillo conductor obligan a una reVisión de las inter-pretaciones del movimiento obrero . basadas en la sobrevivencia del Qa­radigma leninista. Las diqcultades en torno a las esperanzas revolucio­narias y los resultados concretos ya había obligado a reflexionar a En­gels cuando escribía en la Introduc­ción a "Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850": "La histo­ria nos dio también a nosotros un mentís y reveló como una ilusión nuestro punto de vista de entonces.

• Investigadores en el Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. E. Rav!gnan! -PEHESA, Facultad de F!losofía y Letras, UBA y docentes en las Universidades Nacionales de Buenos Aires y de Mar del Plata.

Y fue todavía más allá: no sólo des­truyó el error en que nos encontrá­bamos, sino que además transfor­mó de arriba a abajo las condicio­nes bajo las cuales tiene que luchar el proletariado". La hipótesis de que el desarrollo capitalista condu­ce a una creciente polarización y oposición entre las clases, la idea de que al fin se produciría un enfren­tamiento decisisivo sufrió al menos dos ensombrecimientos: en 1848 -a él hace referencia Engels- y hacia mediados del siglo XX cuando los procesos históricos siguieron un rumbo distinto al de la transforma­ción revolucionaria.

Pero para los historiadores el pro­blema no sólo estaba en el curso de la historia en la segunda mitad del siglo XX. Las dificultades en torno a la a licación de las categorías marxjstai_ en otros peno os históri­cos, en particular el siglo XVIII en Inglaterra, orientaron las reflexiQ­nes de E. P. Thompson @-X--Qttos historiadores b_rH.á.:vJc9s que ha­brían de dejar una huella profunda en los trabajos más recientes de his­toria social en la Argentina. Los análisis de los marxistas británicos

. ~~taban estrechaingl}J~!_elác_ig_ría~ dos con el análisis de la historia ba­s_'!_efo-eñ-Tai\Kli_a cte. ~Iases y realiza~ ro.riJ.~pQr~a11t_es contribuciones al

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desarrollo de la perspectiva históri­éa conocida como "la historia des­de abajo". La historia opuesta a la historia de las élites o de las ciases dirigentes que tradicionalmente ca­racterizaron los estudios históricos. Los historiadores marxistas británi­cos focalizaron en las experiencias, acciones y luchas de las "clases ba­jas" (Hilton y Hobsbawn en rela­ción con los campesinos, Hill y Thompson sobre el "pueblo llano", Hobsbawm y Thompson sobre la clase trabajadora). Más específica­mente estos historiadores trataron de trascender el determinismoecü'"-

· 'nómico n~·olucionar el probl~mé! de la relación base-superestructu_rn_ que dominó tambié~_i:l_l 11!.ª.!.~~fr10 desde sus comienzós (3). L~­

-ción de los marxistas británicos en la argentinaL aunque con cierto re­traso, fue amplia y el impacto en la producción histórica de los últimos años extendida. Hobsbawn, Wi­lliams y Thompson en primer lu­gar, Samuel y Jones en menor me­dida dejaron su impronta en una amplia franja de historiadores que con mayor o menor éxito se lanza­ron a capturar la "experiencia" de los de "abajo" (4). Se asistió de al­gún modo a una explosión de -te­mas, períodos y problemas que acompañó, a su vez, una poco co­nocida profesionalización del cam­po que siguió a la transición demo­crática y a la apertura de las institu­ciones de producción científica co­mo la Universidad y el Conicet de su primera etapa

En este artículo analizaremos la producción histórica soQ_r_~Jr.ª.!>ii.<l..: dores de los últimos d!~z¡i_ñQ_~_jQ_~a­lizando en~tg~q_ue hem_os de_nQmi­nado casi pretenciosamen!_~la __

"nueva historia social" y dond_~ pueden advertirse varios f«:!!_§~e­nos convergentes: la influeri_¡;:i_<1..E_e los historiadores marxistas británi­cos y el aporte de otras disciplinas: la literatura, principalmente y en particular desde la crítica literaria, en menor medida la arquitectura con su abordaje de los problemas urbanos junto con la creciente pro­fesionallzación del campo discipli­nar fruto de una estabilidad institu­cional que habría estado práctica­mente ausente por tres décadas

El estado, la clase dominante, la elite gobernante, los trabajadores se encuentran en el centro de conjun­to de reflexiones que, desde dife­rentes perspectivas, aparecieron en los últimos diez años. Es cierto que los historiadores formados en el pe­ríodo previo y que habían realizado sus estudios en el exterior se inser­taron en el país ya sea en centros de investigaciones más antiguos co­mo el Instituto Di Tella, en otros de formación posterior como el CISEA o el CEDES o en las instituciones oficiales. Al mismo tiempo, otra franja, más heterogénea en sus ex­periencias formativas comenzaron a ocupar los lugares que los cam­bios políticos favorecían. De este modo el campo disciplinar re-armó sus códigos, sus mecanismos de le­gitimación (y de recusación), se re­novaron algunas cátedras universi­tarias, los institutos de investiga­ción se dinamizaron .Y las publica­ciones proliferaron

En este múltiple contexto de cri­sis de los paradigmas de la ciencias sociales y de re-profesionalización del campo ¿cuál fue el curso de la historia de los trabajadores y cuáles los caminos no transitados aún?

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l. Rupturas y continuidades en una tradición

Las. indagaciones sobre el mundo obrero fueron ocupando paulatina­mente el lugar que los primeros his­toriadores del movimiento obrero reclamaron. Los trabajos de mili­tantes sindicales marcaron el rum­bo de aquellas historias donde des­filaban organizaciones gremiales, congresos obreros y gestas de la lu­cha proletaria (5).

Como se ha señ.alado reiterada­mente este modo de hacer historia pasó al campo académico donde se siguió produciendo en esa misma dirección aunque con un arsenal más sofisticado y mayor aparato heurístico. No obstante algunos cambios se anunciaban y cuando un gobierno elegido por la volun­tad popular llegó al poder en 1983 se renovaron algunas expectativas individuales y colectivas y el tema de los estudios sobre trabajadores se dinamizó y multiplicó.

. Los interrogantes sobre el papel de los trabajadores como una fuer­za política han orientado los estu-

-dios de los obreros organizados. Te­mas referidos a la autonomía de la clase, 1a-conc1ellc1aºCieciase-como elresultado de la acción~le~ida cieSd~_QeC l_l:'gar~~ra~_<1¡0~-1a acción del partido revolucion~lrio que dis~ñ._a_Qª_gLr>i@(1li_ma_l{!ninista _s_on~~~~~as~~-~obr_~}(l_que se e~truc­turaron de una u otra forma ia ma­yoría ctelosf"iit)afüs, - - - ·· -

- }.a liiStOria sindical había trazado _los motivos de sus reflexiones }' de­lineado algunas polémicas. La "se­mana tragica" y su interpre"i:ación como modelo paiaTaa_c:ffÓf1 revo­Iucionaria_~f1ü__ql1e en losnaños se-

tenta concentrara la atención de ~--Pnz=Rock, 19 72) no se consti tl!Y._q_~!L~Lcen.Jro de nin_gún debªJe pese a la apari­ción del texto de Bilsky (Bilsky, 1984). Marcado por su propia expe­riencia política Bilsky interpreta los acontecimientos de enero de 1919 como el fin de una etapa insurre­cionalista. Sin embargo la atracción de su investigación radica menos en esta interpretación y más en las perspectivas que deja abierta. Un mundo del trabajo más heterogé­neo, los cambios en las tradiciones del movimiento obrero, las modifi­caciones en las relaciones gobierno­traba/adores durante los gobiernos radicales parecen constituirse en las claves para diseñ.ar un programa de investigación.

El peronismo y la gestación de una identidad de clase y tina·i~D.ti­.dad política qu_~_pla~teaba el traba­JQ._p!.9_'lero_ de Gerf!!_an_LyJrnl:>íª2iQQ puesto en cuestión p_Q!_Mug_11isy Portantiero (Germani; 1966, Mur­mis y Portantiero. 1972) constitu­yen otro eje de ésta histo_r@_Q91ít~co institucional. La producción histó­rica sobre el peronismo se renovó con la aparición de un conjunto de libros que tienen como dato co­mún el que fueran construidos casi paralelamente (Matsushita, 1983, del Campo, 1983, Torre, 1988, 1990) y entre los que se puede .in­cluir el libro de James puesto que no sólo realiza un análisis del len­guaje del peronismo sino que abor­da también el papel de los dirigen­tes sindicales y sus relaciones con la política a la caída de Perón Oames, 1990) temas que habían sido toma­dos en las dos décadas anteriores por autores como Torre y S~nen

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González (1969), Rotondaro (1971), Cavarozzi (1979).

_I¿_polémica que se inició a partir de los trabajos de Germani y que se

- articuló alrededor del peronismo ~ una de las más fructíferas. Ger­mani ponía el enfasis en los aspec­tos de ruptura gue la irrupción ma_:­siva de los mlgrantes internos -que adherían al peronismo-desempefia­ron en la gestación del nuevo mo­·vimiento pohtico. Una "nueva cla­se obrera" venía a de~alojar a un.él "vieja" y poco conocida,1ª._escasa experiencia de los nuevos trabaja­dores que carecíanoe conóciffiie~­tos y práctiQ!S organizacionales y se encontraban en ésfaao de disponi­b11TifacITuelüqué1es-pérmitió se­guir el liderazgo de Perol)"'-El"pero-· nismo venía a significar, entonces, una fractura histórica que hacia fi­nes de los afios sesenta comenzó a ser cuestionada enfatizando esta nueva corriente en el rol del movi­miento obrero organizado en los orígenes del peronismo y discutien­do, básicamente, la diferenciación establecida entre obrer9s nuevos y viejos así como la relación entre sindicalismo y estado.

La mayoría de estos trabajos se enmarcaban alrededor de la idea de continuidad o ruptura, de raciona­lidad o irracionalidad, de autono­mía o heteronomía. El estado ac­tual de las investigaciones parece inclinar la balanza hacia las ideas en torno a la continuidad· existente en las prácticas sindicales en.tre _el período previo al a_dvenim.iento de _Perón y las que_~_c~n~Qlidan du­rante su gobierno, aunque es cierto que el texto. de Juan Carlos Torre (Torre, 1990) recoloca los términos de la ruptura eñla medida que_l_~s

trabajadores encuentran una iden­·udad política, construyen una nue­va tradición y una nueva simbolo: gía que los aleja, ciertamente~ de __ ~s prácticas políticas y sindicales tradj­cionales practicadas por anarquis­tas, socialistas y comunistas.

El tema de las relaciones entre la clase obrera y el peronismo consti­tuye una fuente permanente de es­tímulo a la reflexión de los historia­dores, tal vez por la activa presencia que sus actores tenían y tienen en el escenario político nacional. Del conjunto de esa producción se des­taca el texto de James Qames, 1990) porque ofrece "Uñareconstrucción

. integra-! del período 1946-197_6 abordando sugerentemente un am­plio material documental integrado por las más tradicionales publica­ciones oficiales así como entrevistas realizadas por el autor.

James coloca su atención en la noc1on de "experiencia" de Thompson y en el concepto de "es­tructura de sensibilidad" de Wi­lllams como las bases explicativas gue le permiten analizar y trascen­der las interpretaciones sobre el fe­nómeno peronjsta. Explica a partir de la articulación del discurso de Perón y de la experiencia de los tra­bajadores el modo en que se con­forma su identidad política y per­mite pensar la transformación del sindicalismo peronista en una fuer­za política al,ltónoma con su expre­sión más acabada "el vandorismo" y a los dirigentes sindicales no co­mo desviación de una legítima re­presentación obrera sino como el resultado de la combinación de un pragmatismo vinculado a las insti­tuciones y apelación a la lucha y a la acción directa. Desde una pers-

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pectiva q~e intenta pensar el lugar de la política en la vida de los tra­bajadores, analiza también al movi­miento sindical combativo en los marcos de un dilema, diríamos per­manente, para esos dirigentes: lo­grar consolidar las lealtades de sus propias bases a Perón con el enfren­tamiento a los dirigentes enquista­dos en los aparatos del Estado.

El texto de James así como otros producidos en el marco de las fron­teras nacionales se encaminan ha­cia una orientación similar. Dentro de la "nueva historia social"~~nflu­yen en la historia de los trabajado­res las influencias de la historiogra­fía marxista inglesa en una vertien­te que privilegia la noción thomp­soniana de "experiencia" pero ~-e incluye lo que Gareth Stedman Jo­nes denomina "lenguajes de la cla= se". En la perspectiva de Jones-éste tipo de análisis puede constituir el camino apropiado para explicar los problemas cotidianos de la expe­riencia política y social de los traba­jadores lo que les permite, por otra parte, elaborar sus tácticas, sus con­signas y resistir, re-construir sus tra­diciones y reemplazarlas (6)

En los marcos de una historia po­lítico -institucional que debe repen­sarse una perspectiva interesante se abrió a partir de aquellos estudios provenientes de la historia social que han indagado sobre las relacio­nes de los trabajadores y el Estado (Suriano, 1988), la vinculación en­tre cuestión social, étnica y política (Falcón, 1987), o el análisis de mo­vimientos políticos como el socia­lismo y el anarquismo así como aquellos aspectos relacionados con las condiciones de la producción y difosión de mensajes por parte de

algunas de las corrientes ideológi­cas mayoritarias en el seno del mo­vimiento obrero y las bases de la conformación de sus adherentes (Viguera, 1991, Suriano, 1991).

Finalmente la historia del pero­nismo, como la de la clase obrera en su conjunto, ha estado demasia­do centrada en lo que sucedía en los grandes centros urbanos y es poco lo que se conoce del proceso en el interior del país, pensado este proceso no cómo mero reflejo de lo que sucedía en Buenos Aires sino como el resultado de las articulacio­nes peculiares de cada región.

El movimiento combativo cordo­bés -que facilitó el desplazamiento del entonces presidente militar Juan Carlos Onganía- es el que está atrayendo la atención de algunos jóvenes investigadores que no sólo se centran en la explosión social que incluyó al movimiento estu­diantil sino también en los centros de trabajo y en las prácticas que de ellos emergen (Gordillo, 1991, Brennan, 1992) y que otrora atraje­ran la atención de Delich (1981) y Balvé {1979) entre otros.

2. La "nueva historia social"

Algunos de los trabajos mencio­nados hasta aquí se encuentran en­tre los que integran la "nueva his­toria social" argentina. En cuanto a los trabajos producidos en esta perspectiva son difíciles de clasifi­car y globalizar sus orientaciones.

Si pudiéramos establecer una ca­racterización general de la misma d~beríamos enfatizar su carácter fragmentario y disperso y señalar al mismo tiempo la influencia teórica

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de la historiografía marxista, en particular la inglesa, en el corpus más relevante producido en los úl­timos diez afios. Dado el carácter fragmentario de las bases teóricas, metodológicas y temáticas de esta producción la hemos agrupado al­rededor de tres problemas: el referi­do al nivel o la calidad de vida de los trabajadores, a las relaciones de mercado y el de un cuerpo más he­terogéneo en torno a los sectores populares y su experiencia (en el barrio, en la vivienda, en la fábri­ca).

2. a Calidady nivel de vida: las manifestaciones de un debate apenas enunciado.

La obra clásica de Panettieri (Pa­nettieri, 1965) (7) describía en un tono fuertemente pesimista la si­tuación de los trabajadores en el período de la inmigración masiva adhiriendo a una tesis acuñada ha­cia fin de siglo que señalaba como la situación de la clase obrera ha­bría empeorado durante ese mo­mento. Este trabajo sería in,cluido entre los interlocutores elegidos por otro historiad·or, Roberto Cortés Conde, s·urgido en el contexto de- la ~enovación temática y metodológi­ca que la dinámica de la Universi­dad estructurada después del 55 im­pulsaría y la cooperación de orga­nismos privados y nacionales con­solidaría. Nos referimos al "Progre­so Argentino" (Cortés Conde, 1979) donde se problematiza ese período de vertiginoso crecimiento de la economía argentina y de profundas transformaciones sociales. El autor analiza en uno de sus capítulos más

importantes la constitución del mercado de trabajo, sus característi­cas y, fundamentalmente, las razo­nes de la atracción argentina de tra­bajadores europeos, en particular los italianos. El salario diferencial se convierte en la clave explicativa de esa atracción y la evolución del salario real en el eje de su polémica con autores como Panettieri, Wi­lliams, Buchanan y otros.

Para Cortés Conde el crecimiento de las exportaciones y de la riqueza se tradujo en una expansión del empleo que atrajo la inmigración y produjo un aumento del ingreso por habitante. La tendencia general era al incremento, en términos rea­les, de los salarios independiente­mente de las variaciones coyuntu­rales. Dadas estas circunstancias la situación de los trabajadores argen­tinos no habría sido tan sombría como la que emergía del cuadro di­señado por otros autores. Por otro lado, partidario de la cuantificación hizo una lectura optimista de las transformaciones de la Argentina moderna y construyó las bases em­píricas que -a su juicio- permitían demostrarlo. La medición de los sa­larios de una empresa como Bagley tornan dudosas las generalizaciones que puedan realizarse. Sin embargo no hubo. (ni hay aún) respuestas en los mismos términos que los plan­teados por Cortés Conde en rela­ción al nivel de los salarios reales y que atienda a las diferencias regio­nales o a los cambios en los patro~ nes y niveles de consumo, en parti­cular el de alimentos.

Al contrario de lo que ocurrió en Gran Bretafia donde el debate acer­ca de los resultados de la revolu­ción industrial fue explícito y ocu-

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1

pó buena parte del siglo XX puesto que estaba en discusión la pertinen­cia o no del capitalismo (8), en nuestro país no hubo una polémica franca y abierta sobre las conse­cuencias del proceso de moderniza­ción finisecular. Aunque sí existie­ron posturas encontradas, y si la versión optimista de Cortés Conde intentaba ser más sólida que las im­presiones negativas basadas en los testimonios cualitativos de Panet­tieri la aparición del trabajo de Le­andro Gutiérrez (G utiérrez, 1981) sentó los ejes de la discusión sobre otras bases. Familiarizado e identifi­cado con los textos de Hobsbawn y Thompson, quienes se ubicaban en la corriente pesimista del debate in­glés, Gutiérrez colocaba en una cla­ve problemática aspectos no di­mensionados en el análisis de Cor­tés Conde: el peso de los períodos de desocupación en un país que se caracterizaba por un mercado de trabajo estacional, la inseguridad laboral, los niveles de consumo, las expectativas de una masa de traba­jadores que habían compaginado la partida de su país de origen con la utopía de abandonar la miseria tra­ducible en las expectativas de as­censo social (9).

Ciertamente las condiciones y la calidad de vida de los asalariados argentinos era el eje del artículo desplazando la noción más rígida de nivel de vida sustentada en la medición de los salarios reales. Sin desconocer cierta originalidad en el trabajo de Cortés Conde, Leandro Gutiérrez marcó claramen.te los lí­mites de los aspectos cuantitativos (por otro lado parciales en la obra de Cortés Conde) para medir el bie­nestar de los seres humanos.

Dentro del tema de las condicio­nes de vida, en particular el relacio­nado con la vivienda, aparecieron en los afias setenta dos trabajos que posteriormente serían cuestionados desde la vertiente optimista. Nos referimos a las investigaciones que sobre la vivienda en Buenos Aires realizaro0:_ Spalding y en especial Yujnovskr_ (Spalding, 1970, Yuj­novsky, 1974). Según este Ultimo las desigualdades entre oferta de vi­vienda y crecimiento de la pobla­ción dieron lugar en la ciudad de Buenos Aires a un proceso conver­gente de crecimiento de los valores de las tierras urbanas y a un encare­cimiento de la vivienda que afecta­ba particularmente a los asalaria­dos. Hacinados en los conventillos, en una precariedad alarmante, in­cluso para los contemporáneos, los trabajadores estaban indefensos an­te propietarios y rentistas dado que el Estado no articuló una política en ese orden.

El tema de la vivienda fue uno de los aspectos más estudiados y se ex­tendió hacia otras ciudades litorales como Rosario y al interior (Hardoy, 1984, Liernur, 1984, Armus-Har­doy, 1990, Ballent, 1990, Prieto, 1991). Claro que es justo sefialar que la obra pionera de Scobie colo­caba los problemas referidos al cre­cimiento urbano en la mesa de cuestiones problemáticas siendo su libro sobre la ciudad de Buenos Ai­res fuente de inspiración de algu­nos de los trabajos mencionados (Scobie, 1977). La perspectiva pesi­mista hasta aquí señalada se halla presente también en el estudio de la original huelga de inquilinos de 1907 en Buenos Aires. El costado novedoso de este trabajo reside en

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la caracterización del conflicto co­mo un movimiento de consumido­res (Suriano, 1983-1984).

En el problema de la vivienda no faltaron Jos continuadores de Ja obra de Cortés Conde. Francis Korn y Lidia de Ja Torre (1985) escribirí­an un artículo que se ubica en el campo optimista. Discutiendo con Yujnovsky buscan demostrar que fi­nalmente Ja experiencia argentina no fue tan poco exitosa para mu­chos inmigrantes que se transfor­maron en propietarios y buscaron, recurriendo nuevamente a informa­ción cuantitativa demostrar que el desfasaje entre oferta habitacional y población eti' la ciudad de Buenos Aires no fue de la magnitud plante­ada por autores como Yujnovsky, y sostenían que se había producido un incremento en el número de propietarios y que las viviendas precarias y transitorias cedieron an­te Ja solidez de las construcciones. Las autoras intentaron demostrar que los inmigrantes que llegaban a Buenos Aires hacia el Centenario llegaban a una ciudad donde "la pulcritud de las calles, la regulari­dad y la insistencia del servicio de limpieza, recuerdan a ciertos pue­blos alemanes ... ' y donde se nota 'el admirable esfuerzo de la Munici­palidad para sanear y embellecer Ja ciudad, para crear en su seno de la­drillo y hierro, un oasis de verdura y sombra que la naturaleza no le ha dado'" (Korn y de la Torre, 1985, p. 246). Esta conclusión pudo ser al­canzada con la tosudez de quien se niega a aceptar la distancia entre el discurso de los funcionarios muni­cipales y su práctica o la convicción que la mera comparación de los metros cuadrados construidos y el

aumento de la población en un pe­ríodo determinado dicen algo de la desigual distribución de la pobla­ción en el área de la ciudad y de los accesos diferenciales a las viviendas construidas.

Las discrepancias historiográficas sobre las condiciones y la calidad de vida en la Argentina entre 1880 y 1914 tuvieron estas pocas mani­festaciones y en los últimos años los aportes parecen haberse ador­mecido. La falta de un debate fran­co y abierto sobre el tema ha cerce­nado la posibilidad de enriquecer la historia de los trabajadores, ya sea en sus aspectos cualitativos o en la visión del proceso en su conjunto y el futuro de la controversia depen­de de una nueva serie de investiga­ciones así como también que sus protagonistas asuman y debatan sus posturas.

2. b Las reladones de mercado

Es escasa la literatura histórica que aborde esta dimensión del análisis de clases que permite, por otro lado, distinciones entre la teo­ría marxista y weberiana clásicas sobre el problema y las versiones más recientes. ·En las versiones clá­sicas Marx sitúa la división central de las clases en las relaciones de producción mientras que Weber las define según el acceso diferen­cial a las recompensas del merca­do. Marx concibe la producción como una estructura objetiva de relaciones entre clases, Weber ana­liza los motivos y las estrategias de la gente de acuerdo a como pug­nan por aumentar su participación en los beneficios sociales. Marx po-

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ne el acento en la explotación y por eso enfatiza las relaciones de producción alrededor de las cuales se produce una polarización entre explotadores y explotados, para Weber hay una multiplicidad de demandas de los grupos organiza­dos que luchan, precisamente, por conseguir un acceso privilegiado al mercado. Marxistas y weberianos se defendieron y atacaron mutua­mente, sin embargo los desarrollos recientes han tendido a diluir las especificidades en las perspectivas de cada uno pero los teóricos mar­xistas tuvieron una mayor apertura hacia las concepciones weberianas. Estas conceptualizaciones han in-

. fluido· en los análisis que sobre la formación y características del mercado laboral se hicieron para la Argentina.

_ª-_mercado cons!!_t1:!Y~ (!l eje del libro de Roberto Cortés Conde. Sin duda para él (como paraTatradi­ción weberiana) en las economías modernas la situación de mercado constituye un principio decisivo de la diferenciación de clase, y la Ar­gentina fue definida como "Moder­na" por las profundas transforma­ciones que se operaron en el país. Pero su análisis está demasiado constreñido a los términos del mer­cado. En el "Progreso Argentino" el autor se detiene en la formación del mer¡:ado laboral en un país ca­racterizado por una crónica escasez de brazos que se reflejaba en el mercado por la inelasticidad de la oferta, la poca movilidad y los altos salarios. La expansión económica produjo, para el autor, una modifi­cación sustancial de la situación. En principio la expansión de la red ferroviaria permitió el desplaza-

miento de la mano de obra exce­dente (no importa por qué causa) de una provincia a otra donde era necesaria y por consiguiente mejor pagada_. El costo, la regularidad y seguridad de los viajes impulsaron la movilidad de los trabajadores aunque fueron insuficientes para dotar de elasticidad a la oferta. La población nativa era insuficiente y la respuesta más rápida provino de la inmigración. Nuevamente los factores tecnológicos permitieron este traslado. La navegación regu­lar, segura, más corta y más barata facilitaban el movimiento de unos cuantos miles de trabajadores que convertidos en golondrinas podían pasar a las cosechas en el hemisfe­rio sur luego de realizadas las del norte. Esta ampliación del mercado era un fenómeno nuevo y la expan­sión de la economía (la demanda) respondía rápidamente a las nuevas condiciones de la oferta. Más allá de las características del mercado señaladas por C. Conde (existencia hasta fin de siglo de una demanda excedente provista por la población extranjera que se modifica en uno de oferta excedente en la primera década del siglo XX, una compen­sación automática en los desajustes entre oferta y demanda de mano de obra por los desplazamientos de la misma o la suspensión de los flujos migratorios, lo que llama la aten­ción de este texto es la _eoca aten­ción que se presta a la dimensión social. Dimensión que tendrán un lugar en el trabajo de_ Ofelia Pianet-

_!.Q_ (1984) donde buscando alejarse de las explicaciones tradicionales que enfatizaban lo ideológico-polí­jJco en las protestas obreras trata de establecer las relaciones existente-s

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entre el funcionamiento del merca­. do de trabajo y la acción sindical.

Pero el libro que mejor refleja los cambios operados en los análisis contemporáneos de las clases es el de Sábato-Romero (1992). La "expe­

-rienda del mercado "es eCsubtítulo de un libro que se refiere a un perí­odo poco estudiado como el de la

·temprana formación de la clase tra­bajadora (1850-1880) en la Argenti­na. En la conformación de los tra­bajadores de Buenos Aires se advier­ten varios elementos significativos en el análisis de los autores: el ori­gen difuso de los trabajadores pro­venientes e! la población gaucha, algunos esclavos liberados e inmi­grantes, la formación de un merca­do laboral altamente homogéneo que no significó la descualificación de los trabajadores calificados (en otros países se explica por la desa­parición del trabajo artesano) (10), el impulso a las ocupaciones "autó­nomas", la existencia de .una clara segmentación por sexo existente en el mercado y, desde una perspecti­va global, el impacto de las expor­taciones rurales en la creación de oportunidades de empleo tanto en el campo como en la ciudad. Pero son los resultados de la "experien­cia del mercado" los que hacen de. esta interpretación una lectura de las dimensiones sociales. La confor­mación de un espacio autónomo de trabajo reforzó las percepciones de

_las posibilidades de ascenso social y la creación de una fuerza de tr9bajo ocasional, muchas veces inestable pero atraída por los salarios, con af­fosnfVeles de inestabilidad delineó el poco interés de los trabajadores E_ara el logro de mayores habilida­des y destrezas por medio de la edu-

-~ y amortiguó las acciones d~ protestas. Es esta imagen donde los conflictos parecen diluirse la que resulta poco convincente porque las manifestaciones de tensión -aunque no fueran cuantitativa­mente significativas- daban cuenta de los desajustes que el proceso de modernización producía(l l).

2. e Los sectores populares y la "experiencia" de los trabajadores.

_Sobre la producción más recien­te, aquella en la que confluyeron investigadores que habían iniciado su experiencia cultural hacia los a11os sesenta y quiénes la realizaron bajo el signo de la última dictadura mi.litar en ámbitos tan variados co­mo los grupos de estudios, los cen­tros privados o el viaje cultural que acampanó la experiencia de quie­nes por diversos motivos continua­ron su formación en el exteri_or,_119 tiene un común denominador aun­que puede adve~!i.rse en muchos de los trabajos que constituyen· es{! conglomerado la influencia "de la corriente denomiñac:ra"cüiforaTis~ ta", que reconoce los aportes histo­riográficos de Th.ompson o Wi­lliams por mericiónar sólo algunos cteeTIOs. El concepto de "experi_~ri­cia" de Thom_Qson, 1ª-º11!11ra como campo de tensión según Hall o la historia "desde abaio" y_ia historia de la "gente común''-susteni:a_~_F9r Samuel han dejado su impronta en una producción heterogénea por los temas y los problemas que abor­da. Ha permitido también la acuna­ción de una nueva categorfa:- los sectores populares que,- aunque más inclusiva, desdibuja l~_f1_QQÓn g~

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das~ aún fa que emerge de aque­llos textos que indujeron a diseñar­la (Romero, 1987, 1988). La catego­ría de sectores populares, que inclu­ye a los trabajadores, se ubicó en el centro de una controversia que no alcanzó a convertirse en debate. En primer lugar porque no estaba cla­ramente planteado y en segundo término porque quiénes lo impug­naban lo hacían desde el poco claro pero seguro lugar de la denuncia y no a partir de un cuerpo de investi­gaciones que lo sostuvieran.

La cuestión de quiénes son los sujetos históricos estaba en el cen­tro de éstas reflexiones. Los sujetos

. colectivos en particular las clases habían sido colocadas como centra­les por el paradigma del marxismo. Pero es cierto que _haymu1tii:>Tes lecturas de Marx y una de las reac­ciones contra el estructuralismo de Althusser coloco el aceñto en el 5=ampo de las represe"ilfaciOnes, de las imágenes, de los valores y en las fOCTñas"CülturaTes. En cualquieri.de esas nuevas versiones tanto el cam­po de las realidades materiales co­mo sus dimensiones simbólicas constituyen un hecho lnescindible. Los marxistas ingleses no colocaron como un motivo problemático el concepto de clase sino que trataron de explicar las maneras en· que las experiencias individuales y colecti­vas procesan las situaciones mate­riales como las culturales y explican la sociedad de la cual surgieron y a la cual contribuyeron a realizar.

Quienes acuñaron el concepto de sectores populares partieron también de la idea de explicar la sociedad pero, buscando recortar un suleto que diera cuenta de las complejidades del proceso de con-

formación de los sujetos sociales , alumbró una categoría que en s~ uso fue desdibujando el rostro de los trabajadores y las complejida­des de su experiencia cuando que­daron subsumidos en los análisis empíricos concretos por las élites letradas o sus capas más acomoda­das. Sin embargo la mayor parte de los estudios que pueden incluirse en esta heterogénea nueva historia social fueron estimulados por algu­nas de las reflexiones de quienes cultivaron la categoría de "sectores populares".

¿Cuáles fueron los problemas agendados por la nueva historia 'so­cial? El relativo a las condiciones de vida, en particular los vinculados con la vivienda popular se encuen­tran ampliamente reflejados en nu­merosos artículos, en cambio la sa­lud de vastos sectores de la pobla­ción o los niveles de consumo no tienen la misma atención.

La conformación de una cultura barrial y los mecanismos que la sus­tentaron (Romero-Gutiérrez, 1987, González, 1990) se ha multiplicado en trabajos puntuales aún en curso que dan cuenta de las transforma­ciones operadas desde la década del veinte en la ciudad de Buenos Ai­res. Es en este campo de las dimen­siones culturales y la construcción de identidades donde los influjos de la crítica literaria han sido fructí­feros. La literatµra de ensoñación expresada en las novelas semanales ha sido estudiada por Beatriz Sarlo (1985) quien desmenuza una escri­tura cuyas destinatarias principales son las mujeres y su libro más re­ciente (1992) sobre la "imaginación técnica" da cuenta de una produc­ción literaria que difunde saberes

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que alcanzan una proyección dis­tinta en la década del veinte y del treinta. Respecto al tema de las identidades un tópico en el período formativo de la argentina moderna ha sido abordado por Adolfo Prieto (1988) en un libro que no sólo muestra la ampliación de los cam­pos de lectura fruto de la escolariza­ción obligatoria impuesta desde el Estado sino centralmente la difu­sión de la literatura criollista y su funcionalidad para diferentes secto­res sociales. Para los sectores popu­lares -dice Prieto -la literatura crio­llista de fin de siglo significó una forma de q~lización ya que prove­yó símbolos de identificación y afectó las costumbres puesto que reprodujo una atmósfera rural que parecía garantizar el sentimiento de nacionalidad, importante para so­brevivir en la confusión del mundo cosmopolita. El criollismo se insta­ló también en el carnaval y sirvió para controlar las tensiones desata­das por el proceso de moderniza­ción. Sirvió también para reafirmar el carácter nacional y discutir quién tenía más derechos de pertenencia a la nación. Por parte de la burgue­sía el criollismo fue objeto de cultu­ra y reelaborada para el público le­trado. De modo que el criollismo tenía una triple significación: para los criollos constituía un medio de defensa frente a la inmigración, pa­ra éstos expresaba su voluntad de asimilación y para los cultos consti­tuía un producto cultural que debía ser observado y que exigía una res­puesta.

La cuestión de la identidad es el tema central en este período donde se advierte un complejo proceso de confluencia de la construcción de

una identidad nacional, de una identidad de clase, y hasta de una identidad "étnica" y de "género" amalgamadas, sin duda, en un mo­vimiento marcado por constantes interrelaciones.

La construcción de una identi­dad nacional trasfondo sustancial en el libro de Prieto ha sido desa­rrollado también desde la mirada que el Estado realiza del problema. Los trabajos de Bertoni (1992) sobre la conformación de un panteón de los héroes por parte de las autorida­des educativas y la problematiza­ción de la cuestión de la ciudadanía se integran con otros trabajos pro­v¡mientes de los estudios más espe­cíficos sobre la inmigración que permiten abordar un tema plantea­do ya por el viejo Sarmiento cuan­do se interrogaba obsesivamente sobre el qué somos, sobre la condi­ción de argentinos.

Son precisamente los trabajos so­bre el fenómeno inmigratorio los que ciertamente han tomado la cuestión étnica (12) como el eje de sus investigaciones, en particular el conjunto de artículos publicados en Estudios Migratorios Latinoa­mericanos. Son ellos qúienes al to­mar los planteas pioneros de Baily (1982) .intentaron realizar una lec­tura de Gino Germani que pusiera en discusión la versión clásica ela­borada por él hace casi treinta ai'los. Est;:i versión, que se basaba en las corrientes sociológicas an­glosajonas, privilegiaba los concep­tos de equilibrio y funcionalidad y hacía hincapié en que el punto fi­nal del recorrido de la población inmigrante era su asimilación en la sociedad receptora como parte de un proceso de homogeneización de

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la sociedad que crecientemente se modernizaba.

Decía Germani " ... la fusión de los distintos componentes argenti­nos y extranjeros en una unidad nacional relativamente integrada ... es lo que pareció emerger tras se­senta años de casi ininterrumpida inmigración masiva" (Germani, p. 205) y agregaba " ... es necesario dis­tinguir todo el período que duró la inmigración masiva, hasta 1930, del período posterior hasta 1947 en que prácticamente no hubo inmi­gración. En el primero, los inmi­grantes construyeron sus propias estructuras -tanto en lo que se refie­re a organización formal o informal -ya que sin duda existían. uno al la­do de otro sistemas de estratifica­ción especiales para cada nacionall­dad. Se constituyó así una estructu­ra pluralista en estas esferas y cuya existencia durante un largo período parecía a juicio de muchos, poner en peligro la integración de la so­ciedad" (p. 207). La cita nos parece significativa porque da cuenta· de que el fenómeno del melting pot hay que estudiarlo inscripto en un período largo de tiempo lo que no excluye la existencia de un pluralis­mo en el momento de la mayor afluencia de extranjeros. Desde el momento en que las ideas de etni­cidad, pluralismo o diferencia cues­tionaban y desplazaban la noción de asimilacionismo y que los para­digmas clásicos de las ciencias so­ciales comenzaron a ser cuestiona­dos produciéndose una fragmenta­ción se facilitó también el abordaje de diferentes grupos étnicos.

No estuvo al margen de este cambio el estudio de las migracio­nes y de los grupos étnicos realiza-

dos en Europa y particularmente en países como Estados Unidos y Ca­nadá que intentaban recuperar los sujetos sociales y su conciencia y para los cuales los datos censales globales o las designaciones genéri­cas de español o italiano no alcan­zaban. Diferencias regionales, expe­riencias, vinculaciones con la co­munidad de origen y nuevas prácti­cas en la sociedad receptora abrían nuevas perspectivas y éstas no tar­daron en llegar a la Argentina.

La mayor parte de los trabajos sobre el fenómeno inmigratorio y más precisamente sobre la "cues­tión étnica" se han visto circuns­criptos a los estudios de las comu­nidades, italianas en primer lugar y mucho más recientemente la espa­ñola. Cerrados alrededor de la orga­nización de las asociaciones de ayu­da mutua es recién en los últimos años que comienzan a plantearse cuestiones vinculadas al complejo proceso de la construcción de iden­tidades.

Pero específicamente sobre los trabajadores es poco lo que han aportado estas investigaciones. En este campo un problema crucial re­side en analizar cómo se resolvie­ron las tensiones entre una identi­dad étnica que se construía en el país receptor a expensas de las identidades regionales que consti­tuían la base de la experiencia en el país de origen (podría ser el caso de los italianos) y una identidad de clase e incluso una identidad nacio­nal que incluye el tema de la ciuda­danía.

Las exploraciones realizadas por Ricardo Falcón (1987, 1992) apun­tan a estudiar las relaciones entre la cuestión étnica y el movimiento

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obrero entrecruzando esta dimen­sión con la cuestión social y el regi­men político focalizando en primer lugar en el espacio que para las pro­puestas anarquistas y s_ocialistas ocupaba esta dimensión. En segun­do término aborda la tendencia a identificar grupo étnico con deter­minadas categorías ocupacionales en una dirección similar a la de Guy Bourde (1977) señalando al mismo tiempo la existencia de una escala jerárquica de determinados grupos dentro de la masa de traba­jadores y su insistencia con la es­tructuración de un movimiento obrero en la ~rgentina. Argumen~~do alrededor de los

casos de Buenos Aires y Rosario los planteos son de carácter general y en estrecha vinculación con zonas transitadas por autores que han es­tudiado el proceso de inmigración y su vinculación con el de urbani­zación. De modo que los interro­gantes permanecen planteados al menos en dos direcciones que de ningún modo pueden ser vistas co­mo contradictorias sino como com­plementarias: ¿cómo afectó el pro­blema étnico al proceso de forma­ción de las clases? ¿Qué papel juga­ron en el proceso de integración de la masa de trabajadores inmigran­tes? o ¿cuál es el papel que jugaban las diferencias étnicas en el lugar del trabajo no sólo en los momen­tos en los que emerge el conflicto de manera abierta sino en la expe­riencia laboral cotidiana? Y más es­trictamente ¿esas diferencias de or­den étnico que cruzaban a la socie­dad en general se reflejaban al inte­rior de las fábricas y cuáles eran sus manifestaciones y consecuencias?

En la primera dirección los traba-

jos de Gandolfo (1992) en torno a los italianos intentan mostrar romo las sociedades étnicas representaron una alternativa moderada al movi­miento obrero militante. Para el au­tor el mutualismo étnico y el sindi­calismo obrero cosmopolita coexis­tieron en una compleja relación de complementariedad y competencia. Pero al señalar la existencia de con­flictos intra-étnicos que se daban por ejemplo entre inquilinos y pro­pietarios o entre patronos y obreros las diferencias étnicas parecen li­cuarse en el lugar de trabajo, al me­nos en el último caso, dando paso a las tensiones producto de la desi­gual ubicación en el proceso pro­ductivo. En oposición, el trabajo de Bilsky al abordar al trabajador de origen judío en la argentina parece más convincente en su desarrollo y conclusiones. En primer lugar se trata de un grupo claramente dife­renciado y localizado aunque el ba­rrio en el que se asentaron no llegó a transformarse en un ghetto. En segundo lugar al abordar los proble­mas intraétnicos coloca en un lugar privilegiado las tensiones entre tra­bajadores y patrones judíos y la éli­te comunitaria. Elite que por otra parte acepta a los militante-trabaja­dores como un elemento social per­turbador no diferenciándose, en es­te aspecto, de la elite gobernante. El caso estudiado por Bilsky es bastan­te particular por el escaso número de los obreros judíos y porque ellos parecen encuadrarse más claramen­te en el concepto de grupo étnico.

No se orientan en la misma di­rección los estudios de trabajadores ubicados en determinadas ramas de la producción industrial y el exa­men de los estudios mlcrohistóricos

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(Lobato, 1992). En estos casos los problemas inherentes al trabajo y la solidaridad de clase se alzan por so­bre las diferencias de origen. En efecto, el examen de un caso como el de los trabaf adores de la industria frigorífica (Lobato, 1988, 1990, 1992) coloca en un plano relevante los inconvenientes de una generali­zación que oculta las diferencias existentes en distintos momentos históricos y espaciales. Las primeras décadas del siglo están marcadas por un fuerte componente inmigra­torio dentro de la población argen­tina. Por cierto los estudios sobre ese proceso de transformación de la sociedad marcan los desajustes de vínculos e identidades dentro de los sectores populares. Pero ¿cómo estudiarlos en ámbitos más restrin­gidos como los espacios laborales?. Los registros fabriles de Swift, Ar­mour y The Patent Knitting Co. (una hilandería mediana de la loca­lidad de Berisso) no dan cuenta de peleas u otras manifestaciones de tensión protagonizadas por argenti­nos y extranjeros o entre diferentes grupos nacionales. De modo que la etnicidad parece diluirse al menos en el plano de los conflictos. Cree­mos, sin embargo que se debe pres­tar atención a las experiencias acu­ñadas en los países de origen y su procesamiento en el nuevo pues co­mo dice Hobsbawn todos los inmi­grantes de primera generación tení­an la vista vuelta hacia atrás tanto como hacia adelante. Los proble­mas de integración de los nuevos grupos inmigratorios en particular al trabajo industrial han sido enfa­tizados en numerosos trabajos, y en la Argentina fueron una fuente de tensión en los grandes establecí-

mientos como los cárnicos, en par- . ticular en las primeras décadas del siglo.

La experiencia del trabajador in­migrante ocupó el grueso de una bibliografía que no prestó la misma atención a la rica problemática de la cooptación de masas de trabaja­dores indígenas que eran incorpo­rados a la producción industrial, o más claramente agro-industrial, en condiciones que en nada se pareá­an a las caracterizadas como mo­dernas. Unos pocos estudios han tomado en cuenta esta dimensión (Santamaría, 1986, Iñigo Carrera, 1987) y el mayor atractivo consiste en la propuesta de diálogo discipli­nar {historia-antropología) en el "análisis de las sociedades latinoa­mericanas donde el conservaduris­mo cultural de las poblaciones campesinas es, por encima de todo, manifestación tenaz de una reticen­cia histórica a la aculturación, en lo que ello significa como sistema so­cial de dominación-explotación" (Santamaría, p. 358). Es, entonces, a partir del análisis de los protago­nistas del conflicto cultural que se puede explicar que junto a las re­presentaciones mentales sobre el mundo del trabajo de la llamada sociedad occidental existen las co­rrespondientes a un recolector cha­queño o un campesino del área an­dina y que cuando chocan no sólo aparecen los elementos del conflic­to cultural sino también las inter­penetraciones, las reelaboraciones, los nuevos significados que emer­gen de esa experiencia.

Otra cuestión de importancia agendada por la nueva historia so­cial es la relativa a la historia de las mujeres con su mutación hacia la

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historia de su sexualidad, de su vi­da cotidiana. El campo es vasto e incluye las construcciones discursi­vas de las ideologías dominantes en el movimiento obrero como el anarquismo (Barrancos, 1990), las experiencias de una mujer obrera y su discurso Oames, 1992), las expe­riencias en la fábrica (Lobato, 1990, 1991) y fuera de ella (Feijóo, 1990). La práctica de quiénes buscaban rescatar el protagonismo femenino fue colocar a las mujeres a Ja par que los varones como agente del cambio histórico y como objeto y sujeto de investigación. Peto den­tro de las nuevas historias del tra­bajo y pese\~ la apertura de inédi­tos campos de estudios se permane­cía, como en Ja más tradicional, impermeable al debate acerca de la mujer en la fuerza de trabajo o al rol de la misma en el dcsarro.Jlo del capitalismo.

Sin temor a equivocarnos podría­mos decir que los historiadores del trabajo, en particular de las áreas urbanas, siguen ignorando a las mujeres trabajadoras aunque cons­tituyan un grupo mayoritario del sector que se encuentra bajo estu­dio, y la producción histórica pres­ta escasa atención a las investiga­ción que se encuentran bajo la cla­sificación de "mujeres". ¿Por qué Historia del Trabajo e Historia de Mujeres se ignoran mutuamente? ¿Por qué aparecen como ámbitos independientes cuando tienen inte­reses en común y pueden reforzarse mutuamente? Los vacíos y el divor­cio que se mencionan son el resul­tado de varias cuestiones conver­gentes. Prejuicios arraigados entre los historiadores, la naturaleza de las fuentes y los modos en que se

ha encarado Ja investigación por parte de las mujeres historiadoras quienes se han concentrado en las historias de mujeres ubicadas en el sector rural, en los temas referidos a la familia o al de la dote y la familia para el siglo XIX prestando poca atención a los rasgos que asume el trabajo tanto en los ámbitos rurales como en la industria. Y en aquellos casos que se aborda la inserción de las mujeres en el trabajo fabril la constatación de que el hogar es el lugar privilegiado para la mujer va acompafiado de una visión de las fábricas como maquinarias inferna­les, devoradoras de seres humanos, donde mujeres y nlfios fueron las víctimas más desgraciadas de esas voracidad.

De modo que ausentes de la his­toriografía argentina sobre trabaja­dores las mujeres se transformaron en un tema privilegiado por quie­nes desde diferentes disciplinas (so­ciología, antropología, economía) estudiaron y discutieron la posición de la mujer en la sociedad, el traba­jo invisible y no remunerado vin­culado a la reproducción de la fuer­za de trabajo y los niveles de parti­cipación en el proceso generador de bienes relacionados con la indus­trialización, y más recientemente en su intervención en las "gestas heroicas" del movimiento obrero organizado.

Algunos de estos trabajos abor­dan el problema de la participación femenina en la fuerza de trabajo y la miden vía la información censal favoreciendo una lectura global del nivel de integración de las mujeres en la actividad económica y del ti­po de ocupaciones que desempe­fian, en particular en las áreas urba-

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nas. Otros apoyándose en las vin­culaciones entre trabajo doméstico y trabajo asalariado, o dicho de otro modo, entre la esfera pública y la privada o entre el ejercicio de la ciudadanía y el papel sexual incur­sionan en el estudio de la dimen­sión del trabajo doméstico y extra­doméstico entre las mujeres de sec­tores populares Oelin, 1978, Jelin­Feijóo, 1980). Las investigaciones históricas se bifurcan entre aquellos que aluden a la partidpadón feme­nina en los marcos. de estudios glo­bales referidos al proceso de consti­tución de un mercado laboral, sus transformaciones y características, ubicando los bolsones de empleo para las mujeres (Sábato, 1985, 1992, Kritz, 1985, Palomino, 1988), aquellas otras que destacan su par­ticipación en algunos movimientos de protestas y las que rescatan a quiénes descollaron en el ámbito científico, político o cultural.

Con mayor o menor éxito es:tos: trabajos contribuyeron a colocar el tema de la mujer como un campo particular de estudio. Abríeron un camino que se está expandiendo con nuevas y matizadas reflexiones (13) y que, seguramente, permiti­rán superar aquellas visiones que descuidan las .complejidades de una sociedad donde la mujer es sólo una parte y, que en más de una oportunidad impiden ver el doble movimiento de confllcto y comple­mentariedad que existe en las rela­ciones entre hombres y mujeres. Complejidad y conflictividad que emergen más claramente cuando la mujer se incorpora al trabajo extra­doméstico (Lobato, 1990).

Las historias del trabajo, en cam­bio, pasan por alto campos de expe-

riencia donde la activa participa­ción de las mujeres en los movi­mientos de protestas o en la organi­zación sindical (o su ausencia) sean vistos de manera más extensa y compleja, contemplando las vicisi­tudes de ra vida cotidiana, la exis­tencia o no de un doble trabajo, las incertidumbres o las aspiraciones de las gente. Más aún, atendiendo también a las diversas formas en las que puede expresarse el conflicto Iaboral y prestando atención a fa variedad de comportamientos que involucran tanto a las posibilidades de resistencia del trabajador como a las estrategias empresarias: y, como decía anteriormente, a la genera­ción del consenso que facilita Ias relaciones del trabajo.

Si una virtud de la nueva historia social residía en la ampliación te­mática y metodológica en el caso específico de las mujeres eUo per­mitió abordar zonas poco transita­das en los estudios anteri.ores. La constitución de la familia, la sexua­lidad y su debate al interíor del mo­vimiento anarquista son los temas inicialmente contemplados. Pero si su limitación en el contexto más general del abordaje del mundo del trabajo lo constituye la escasa aten­ción al lugar de trabajo en el caso de las mujeres esas dificultades se multipllcan. Cualquier abordaje de la dinámica del proceso de trabajo debe dar cuenta de que además de la división social y técnica del mis­mo sefialada por Marx existe otra división del trabajo que atiende a la diferencias de acuerdo al sexo y a ta raza. Las clara separación entre tra­bajo masculino y femenino obligan a un examen de uno de los compo­nentes claves del proceso de trabajo

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como lo es la distribución de las ca­lificaciones o las modificaciones en la organización laboral o los efectos de las nuevas tecnologías sobre el trabajo de hombres y mujeres. De modo que sefialadas estas dificulta­des es necesario analizar de que manera la creación y reproducción de trabajos masculinos/femeninos está organizada a través de las cons­trucciones sociales en torno a los roles masculino y femenino y a la desigual distribución del poder en­tre los sexos. La presencia de las mujeres en el mundo del trabajo constituye un fenómeno complejo, a veces ambi.z.,~o, otros contradicto­rio. En su báse se encuentran las cuestiones relacionadas con los ro­l es productivos pero se conecta también con las visiones que del papel de lo masculino y femenino se tiene en la sociedad. Un examen de estas cuestiones puede contri­buir a establecer un puente necesa­rio entre historia del trabajo e his­toria de mujeres que la nueva histo­ria social todavía no ha producido.

El camino de la infancia y el tra­bajo ha sido transitado escasamen­te. La existencia de nifios trabaja­dores es una realidad presente y pa­sada que ha sido esbozada en un trabajo que constataba la confor­mación de un mundo del trabajo infantil en la ciudad de Buenos Ai­res (Suriano, 1990) y que trabajos más recientes están ampliando al mundo de la infancia en su conjun­to (Ciafardo, 1992).

Como se ha sefiala,do. hasta aquí los temas son tan amplios y diver­sos que podría afirmarse que el mo­vimiento delineado por esta pro­ducción historiográfica ha ido de la hi~toria de los trabajadores a la his-

toria social. A partir de esta consta­tación la historia del trabajo en la Argentina debería orientar su rum­bo en la dirección de focalizar sobre algunos aspectos escasamente privi­legiados en este camino.

3. Recuperar al sujeto y una visión totalizadora

Si la nueva historia social ha pro­ducido un estallido de temas, pro­blemas y abordajes ¿cuál es el rum­bo que la historia de los trabajado­res requiere en éste nuevo contexto de creciente profesionalización de la disciplina?

En primer lugar hay algunos va­cíos historiográficos que llenar. Los Interrogantes sobre las ideas de los empresarios en torno a la forma de organizar el tiempo y el esfuerzo de los trabajadores continúan siendo una incognita. El examen del traba­jo en la Argentina reclama un colo­cación y un análisis centrado en aquellos tópicos que pueden dar cuenta de las habilidades, destrezas y comportamientos de los trabaja­dores como de los engranajes de los que forman parte y de las relacio­nes que se establecen. Parece nece­sario indagar desde una perspectiva histórica algunos tópicos que la so­ciología industrial ha delineado: la relación existente entre organiza­ción técnica y humana del trabajo, las formas del conflicto y la cultura que se gesta en los ámbitos labora­les, la forma en que se construye el ciudadano industrial o, mejor aún, el ciudadano-trabajador. Es posible que al buscar delimitar la experien­cia de la gente no sólo por sus fac­tores externos (hogar, barrios, con-

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sumo) la explicación sobre los me­canismos por los cuales los trabaja­dores se constituyen como miem­bros de una clase y como indivi­duos permita recuperar al sujeto mismo: los trabajadores.

En esta amplia zona aún por ex­plorar son varias las direcciones a seguir: el examen de diferentes gru­pos de trabajadores (tanto los orga­nizados como los no org¡mizados) puede dar cuenta de un fenómeno mucho más complejo que el que se mira tras el homogéneo de obrero fabril (Lobato, 1990, Lobato-Roc­chi, 1991). El estudio de diferentes ramas industriales seguramente permitirá conocer con mayor preci­sión las bases conceptuales con que los empresarios organizan sus em­presas y las formas en que los traba­jadores aceptan, rechazan o modifi­can esas propuestas. Dirán mucho también sobre la tecnología y las relaciones sociales implícitas en su utilización y difusión.

Tradicionalmente los estudios so­bre trabajadores se han concentra­do en éstos pero las pretensiones de los empresarios y sus sistemas de valores resultan tan útiles. como los que sustentan los asalariados. para entender la conflictividad (o no) de sus relaciones.

Del mismo modo ta constitución de ámbitos especificos relacionados con ta organiizadón del trabajo, la formación de los especialista labo­rales y su grado de inserción en las instituciones públicas y privadas se orientan a una comprensión global de la dinámica laboral, de sus transformaciones y de sus perma­nencias.

En todos los casos hay que estar lo suficientemente alertas para in-

CO"IJOrar dos elementos fundam.en-. tales para la comprensión de Ia di­námica constitutiva del proceso de trabajo y su transformación: las di­ferencias étnicas y las de sexo (gé­nero).

En la sociedad contemporánea las preguntas alrededor de los·pro­blemas sobre la productividad y las transformaciones en los procesos de trabajo llaman la atención de economistas y sociólogos. La pers­pectiva histórica permitiría com­prender en toda su amplitud este complejo proceso. Una vuelta al lu­gar de trabajo favorecería entonces una mirada mas detallada no sólo sobre los trabajadores industriales sino también sobre el conjunto de los asalariados al abordar las formas y condiciones de trabajo que afec­tan al sector servicios y a las capas de profesionales.

Pero el esfuerzo mayor se bifurca en dos direcciones. Por un lado es necesario repensar Ja historia de los trabajadores buscando integrar los aportes de la nueva historiografía en una visión globalizadora de los procesos históricos. Por el otro la historia político institucional debe incorporar un examen de la consti­tución de un ámbito público de los trabajadores, de sus mecanismos de acción, de las formas con que bus­can moldear a sus bases los dirigen­tes gremiales, de su vinculación con las fuerzas políticas. Debe tam­bién recuperar las cuestiones: abor­dadas por la nueva historia social que ha excedido los marcos de una historia contributiva y de las visio­nes esencialistas de la ciase obtera (14) puesto que ambas sólo alcan­zan para rescatar del olvido algunos pocos acontecimientos pero son in-

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suficientes para explicar el papel que los trabajadores tuvieron y tie­nen en la sociedad argentina •

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Notas l. La producción histórica sobre los tra­

bajadores argentinos ha sido objeto de va­rios análisis específicos o integrados a visio­nes del conjunto latinoamericano. Pueden consultarse entre los primeros: Héctor Cor­done: M Apuntes sobre la evolución de la historia sindical en la Argentina. Una apro­ximación bibllográlka•, en Boletín CEll., Año X, No. XVI, diciembre de 1987, Luis Alberto Romero - Leandro Gutiérrez: •Los sectores populares y el movimiento obrero: un estado de la cuestión", en Boletín No. 3 del Instituto de historia Argentina y Ameri­cana Dr. Emill.o Ravignanl, 3a. Serle, ler. semestre de 1991, juan Carlos Torre: "Acer­ca de los estudios sobre la historia de los trabajadores en la Argentina", en Anuario 5, IEHS, Tandil. 1990. Del contexto latino­americano Emllia Viotti da Costa: "Ten­dencias en la Historia Obrera Latinoamerl­camr", HISLA, Revista latinoamericana de Hlsroria Económica y Social, XI, ler. se­mestre de 1988.

2. Cuando este artículo estaba escrito nos enteramos de la muerte de E. P. Thompson. Thom¡mm .fue uno de los más prominentes lnterectu:aies socialistas de la pos.guen:a y jugó un papel !lmpor·tante en el :surgimiento .de una Nueva izquierda en Gran BFetaña así como entre Intelectuaies de ·otros palses incluido .el nuestro. fue un critico de fas tendencias contemporáneas .del ;ma:r.xi'Smo y un polem.ista permanente y el me:¡or homena~e que podemos hacerle ·es discutir los problemas ~eódcos y politl­'COS •que fueron 'Centrales en :su pensammen­to.

3. Para un análisis de !ns histodado,res Ingleses ver Harvey J. Kaye: Los .historiadores .marxistas británicos, Universidad de Zarago­za,, España, 1984 y un volumen de ensayos m:ticos, .aunque reconociendo .SUS ·COntti­hudones, de algunos problemas que per­manecen en el trabajo Intelectual y político de Thompson: Harvey J. Kaye and Kelth McClelland, Ed.: E. P. Thompson. Critica/ Perspectives, Temple University Press, Gran Bretaña, 1990.

4. Habría que mencionar la escasa in­fluencia de los historiadores norteamerica­nos como Gutman y Montgomery, aunque es justo señalar que también ellos abreva­ron del marxismo británico.

5. Dan cuenta de éstas cuestiones los clásicos trabajos de Diego Abad de Santl­llán: La FQRA. ld,eolog(a y Trayectoria (anar-

quista), Sebastlán Marotta: El movimiento sindical argentino (sindicalista), Jacinto ód­done: Gremialismo Proletario Argentino (So­dallsta), Ruben Iscaro: Origen y desarrollo del movimiento sindical argentino (comunis­ta) hasta las producciones más académicas de Godio (1972), Falcón (1985), Solomo­noff (1971) y Bllsky {1985).

6. Gareth Stedman Jones: Languages af dass. Studies in English working c/ass history, 1832-1982, Cambridge Universlty Pres, 1983, en particular el capítulo 3 ªRethin­klng Chartlsm". (Hay edición en español).

7. Constituye una de las primeras tesis estructurada alrededor de los trabajadores para obtener el título de Dr. en Historia.)

8. Ver en particular Arthur 1- Taylor: El nivel de vida en Gran Bretaña durante la Revo­lución Industrial, Ministerio de Trabajo y Se­guridad Social, .Espaila 1985. La versión pu­blicada en 1975 en Inglés fue la que circuló entre los grupos de estudios que se forma­ron al margen de la Univenldad.

9. El IInpacto de Hobsbawn sobre una amplia franja de historiadores así como el papel desempeñado por Leandro Gutiérrez en la problematlzaclón de los estudios so­bre trabajadores producto de ese impacto fue analizado recientemente por Hilda Sá­bato: .. Hobsbawn y nuestro pasado" en Pu.nto de Vi~ta, No. 46, agosto de 199 3. Para q.uienes ·en la época de la dictadura no te­níamos ámbitos institucionales (estatales ni ¡privados) de formación académica Lean­dro .sl,gnmcó la figura aglutinante para una ·experlencla Intelectual que excedía la dlfu­swón de il:a obra .de Hobsbawn para exten­de1Cse al análisis .de la historiografía marxis­ta ingl•esa -en su conjunto, y la critica a las riglideces .del estructuralismo althusseriano.

10. Hay que seftalar aqw que los autores han leído atentamente el libro de David M. Goma.a., Richard Edwa:rds y Michael Reich: Trab.ajo :segme.ntado: t¡;aba}adores divididos. La transfarmaci6n hist6rica del trabajo en los Estados Unidos, Ministerio de Trabajo y Se­guridad Social, España, 1986. La primera edición en 'inglés es de 1982.

11. En la provincia de Buenos Aires ma­nifestaciones de las tensiones que el proce­so de modernización generaba son las acti­tudes de xenofobia de la .población nativa­gaucha en Tandil. Ver Juan Carlos Torre: "Los crímenes del Tata Dios, el mesías gau­cho", en Todo es Histo,rJa, 4, Agosto de 1967, Hugo Narlo: Tata Dios. El mesfas de la última montonera, Plus Ultra, Buenos Aires,

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'1976 y Los crímenes del Tandíl, 1872, CEAL, Buenos Aires, 1983. Para otras reglones del país se pueden consultar Noerní Goldrnan: "El levantamiento de montoneras contra ugrlngos" y "masones" en Tucumán, 1887: Tradición oral y cultura popular", en Bole­tín No. 2 del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravígnanl, 3a. Se­rle, ler. Semestre de 1990, Leopoldo Barto­lomé: "Movimientos milenaristas de los aborígenes entre 1905 y 1933", en Suple­mento Antropológico, Universidad Católica de Asunción del Paraguay, Vol. 7 Nos. 1-2, 1972 y Gustavo L. Paz: ~Resistencia y rebe­lión campesina en la puna de }ujuy, 1850-1875, en Boletín Na, 4, det Instituto de His­toria Argentina y Amel'icana Dr. E Ravlg­nani, 3a. Serle, 2do .. Semestre de t99I.

12. Un grupo étnico es, según una de las definiciones utilizadas un grupo dentro de una sociedad más amplia con trazos cultu­rales comuneS;'."l::on un sentido de comuni­dad entre sus miembros, basado en una he­rencia común supuesta, un se·ntfmiento. et-

nocéntrico, sentido de pertenencia a1 gru­po y, en algunos casos, en un territorio dis­tintivo, requiere además que el resto de la sociedad perciba al grupo como diferente. La heterogeneidad de origen de la pobla­ción Argentina está fuera de cuestión lo que no parece suficientemente demostrada es que la misma esté fragmentada en gru­pos étnicos que sean percibidos como tales.

13. Ejemplo de esta expansión es la rea­lización de Jornadas de Historia de las mu­jeres, la organización de simposios sobre Mujer y Trabajo, la organización de dos maestñas en el tema y la conformación del Area fntenlisdpfinarla de los Estudios sobre Mujeres en el ma¡rco de la Fa01Itad de FIIo­sofía y Letras de Ja UBA.

14. Hay mra extensa literatura que no ha sido tratada aqufy que constituyen aná­lisis específicos de un acontecimiento de­terminado o en la mayor parte de los casos organizan una selección documental. Ver la colección Biblioteca Política Argentina del Centro Editor de América Latina.

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Una genealogía para el parricidio: Juan María Gutiérrez y la construcción

de una tradición literaria jorge Myers"

"1be men that write books, Carlyle says; are now tbe world's prlests, the spintual directors of mankind."

Introducción

E n el marco de Iá recusación ra­dical hecha por la generación romántica argentina al legado

cultural español, la figura intelec­tual de Juan María Gutiérrez ha in­dicado siempre una zona de ambi­güedad. Ha llamado la atención de más de un intérprete de su obra, el hecho que frente a la propuesta central en torno a la cual se articuló el pensamiento de su generación -l!a j:nvención de una cultura que se pretemdía "nacional" en tanto lo­graba ser "republicana", y que se edificaba sobre una ruptura absolu­ta con el pasado español y monár­quico-, Gutiérrez parecía asumir una actitud que lo oponía al espíri­tu general de su época. Su entusias­ta exploración de las producciones culturalles; del período colonial, no s:óEo romo objeto de curiosidad eru­dita,. s;mo para ubicar en ellas los orígenes de la literatura escrita por sus, contemporáneos y que él mis­mo interpretaba como manifesta-

"Docente de· la cátedra de Pensamiento Ar­gentino. y Latinoamer.icano de la U.B.A.

J. A. Fraude

dón de un naciente espíritu nacio­nal, no ha parecido condecir con las actitudes más corrientes de am­plio repudio hacia ese sector del pa­sado argentino. De forma semejan­te, la contradicción aparente en el interior del pensamiento de Gutié­rrez; que se sitúa en la oposición entre el "Porteño" defensor de una autonomía cultural frente al acade­micismo español, y el historiador literario que reivindica de forma positiva el aspecto menos autóno­mo de aquella tradición cultural -la literatura de la colonia-, también ha parecido subrayar la distancia que separaba a Gutiénez de sus contemporáneos, distancia cuyo ca­rácter insalvable debía traducirse necesariamente en un pensamiento dividido contra sí mismo.

Estas contradicciones se enmar­can en la oposición entre los valo­res y metas del romanticismo, ideo­logía estética abrazada por Gutié­rrez -como por la casi totalidad de sus compañeros de generació.n-, y aquellos que derivaban del republi­canismo ilustrado, cuya capacidad de ofrecer representaciones verosí­miles de la realidad argentina y de

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