miranda - san ignacio de jerusalem nuevo santo mexicano?

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ORDEN Y CAOS PARALAJES San Ignacio de Jerusalem, ¿nuevo santo mexicano? Ricardo Miranda' Los recientes acontecimientos en tor- no a la Virgen de Guadalupe y su culo to han desatado múltiples preguntas en torno al cariz politico y social de las canonizaciones realizadas así como a su fundamento histórico. Hay, desde lue- go, un geSto de ironía des rilada por parte de la Iglesia en santificar a un personaje cuya existencia no ha sido probada y ante tal postura -que ha des- atado una mochería inédita para nues- tra generación- no cabe sino reaccionar con esas mismas armas. Además, ocu- rre que con un poco de esa misma iro- nía también la música nos permite una sutil opocrunidad de crítica respecto a ese curioso guadalupanismo. Porque, para decirlo brevemente, el culto a la Virgen de Guadalupe ha generado algo de la mejor música escrita en nuestro país aunque ni siquiera sus más fervien- tes devOlos tengan idea de eUo y pre- fieran utilizar música de ínfima calidad para sus celebraciones litúrgicas. Es necesario recordar que fue hasta 1754 cuando por primera vez se tuvO una celebración especial el día 12 de diciembre. Como el referido Edmundo O'Gorman se cansó de decir, el guada- lupano fue desde su origen un milagro curioso en tanto tardó varios siglos en surtir el efecto deseado. En términos musicales, este dato reviste la mayor importancia pues durante toda la época colonial y el siglo XIX, las misas eran necesariamente cantadas y por tanto la institucionalización del culto a la Mo- rena tuvO que ir acompañada de la creación ex profeso de un repertorio musical con textos marianos. En la práctica lo que muchos compositores hicieron fue simplemente tomar pie- Pianista y musicólogo 70 Odub<. 2002 • UNIVERSIDAD DE MEXICO zas dedicadas a celebrar otras vírgenes -las de la Asunción o del Pilar, por ejemplo- para proveer de música a ¡as referidas celebraciones guadalupanas. En este sentido, y aunque no hace fal- ta, la música apona una prueba más de lo absurdo de toda esta historia, pues el repenorio musical dedicado a la del Tepeyac es sumamente escaso -por no decir inexistente- durante los siglos XVI y XVlI. Si acaso, se encuentran cienas modificaciones menores en motetes previamente dedicados a la Virgen para ser empleados en honor de la Guadalupana. Si la falta de un repettorio musical específico -sine qua non de la liturgia cristiana- es una prueba más de la fa- bricación del supuesto milagro, eUo no es tan relevante como el hecho singu- lar de que la institucionalización del milagro requirió entonces de su pro- pio repecrorio. Aunque tarde y pre por razones políticas, fue necesano crear una música destinada a este pnr pósito pero cuya factura, desde luego, no podía ser cualquiera pues se -ni más ni menos- que de proveer mu· sica para un gesto que la madre de había renido hacia un pueblo deternu- nado, gesto que como bien se sabe: aca- bó siendo definirivo en el surgimIentO de México como nación y que tUVO una enorme implicación social y cultunl. Dicho de otra forma, responder a la 1 " ue pregunta de cual fue a muSlca q acompafió en sus inicios al cultO dalupano trae consigo una indagaCión de amplias y apasionantes resonancIas. Hasta el momento, dado ellarn en - d' de table estado que guarda el estu 10 los acervos musicales de las catedrales

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MIRANDA, San Ignacio de Jerusalem Nuevo Santo Mexicano?

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  • ORDEN YCAOS PARALAJES

    San Ignacio de Jerusalem, nuevo santo mexicano?Ricardo Miranda'

    Los recientes acontecimientos en tor-no a la Virgen de Guadalupe y su culoto han desatado mltiples preguntas entorno al cariz politico y social de lascanonizaciones realizadas as como asufundamento histrico. Hay, desde lue-go, un geSto de irona desrilada porparte de la Iglesia en santificar a unpersonaje cuya existencia no ha sidoprobada yante tal postura -que ha des-atado una mochera indita para nues-tra generacin- no cabe sino reaccionarcon esas mismas armas. Adems, ocu-rre que con un poco de esa misma iro-na tambin la msica nos permite unasutil opocrunidad de crtica respecto aese curioso guadalupanismo. Porque,para decirlo brevemente, el culto a laVirgen de Guadalupe ha generado algode la mejor msica escrita en nuestropas aunque ni siquiera sus ms fervien-tes devOlos tengan idea de eUo y pre-fieran utilizar msica de nfima calidadpara sus celebraciones litrgicas.

    Es necesario recordar que fue hasta1754 cuando por primera vez se tuvOuna celebracin especial el da 12 dediciembre. Como el referido EdmundoO'Gorman se cans de decir, el guada-lupano fue desde su origen un milagrocurioso en tanto tard varios siglos ensurtir el efecto deseado. En trminosmusicales, este dato reviste la mayorimportancia pues durante toda la pocacolonial y el siglo XIX, las misas erannecesariamente cantadas y por tanto lainstitucionalizacin del culto a la Mo-rena tuvO que ir acompaada de lacreacin ex profeso de un repertoriomusical con textos marianos. En laprctica lo que muchos compositoreshicieron fue simplemente tomar pie- Pianista y musiclogo

    70 Odub

  • mexicanas y de la propia Colegiata deGuadalupe, resulta difcil contestarquin fue el primer autor que se ocupen espedfico del tema Guadalupano.De lo que no parece haber duda, esacerca de cul fue la msica ms im-portante compuesta en [o[no al mitodel Tepeyac. Eran las misas de maiti-nes el momento central de roda fiestareligiosa y constituan un punto cul-minante del calendario litrgico. Puedeafirmarse que as como la mayora delos compositores del siglo XVIII euro-peo buscaron su consagracin en la es-critura de peras. la composicin de unciclo de maitines represent para loscompositores novohispanos la pruebamxima. Adems, hay muchas simili-tudes formales entre ambos gnerospues los ciclos de maitines equivalen alas peras en ms de un sentido. Am-bos obedecen a un librero y estn divi-didos en actos o nocturnos, en arias yensambles o responsorios y requieren deinterludios orquestales o versos, de unaobertura o invitatorio, y de fragmentosmusicales que narren una historia, dertCitatvos o lecciones donde se cuentaal pblico un argumento determina-do. Como en la pera, los asistentesconocen de antemano el libreto y par-ticipan, en este sentido, de una repre-sentacin simblica. Por lo dems.hubo en las iglesias novohispanas delSiglo XVIII lo que nuestro propio BellasAnes nunca podr tener: un escenariolujoso, decorados reales realizados porlos mejores artistas una acsticaimpecable, una orques'ta bien entrena-da. un coro que no desafina y un p-blico respetuoso, que no llega tarde,que no interrumpe con estpidosaplausos y que sigue con atencin to-

    das las partes de la obra. En suma, elsiglo XVIII novohispano nos ofrece, trassus ciclos de maitines, un gnero musi-cal que apenas comienza a ser explora-do y que, sin embargo, posee unadimensin extraordinaria en todos sen-tidos.

    Entre los diversos autores que escri-bieron ciclos de maitines sobresale Ig-nacio Jerusalem y Stella (1707-1769),notable msico. maestro de capilla dela Catedral de Mxico y quien escribipara la Guadalupana el mejor ciclo demaitines que pudiera imaginarse. Si talafirmacin parece exagerada, ser des-mentida traera consigo un gusto enor-me, pues equivaldra al descubrimientode msica excepcional que estuvierapor encima de la de otrOS autores demsica sacra del siglo XVIII comoHaendel o Mozart. La msica de Jeru-salem es equiparable en todos sentidosa las misas u oratorios de estos autoresy esconde tras sus pautas una serie devirtudes que hoy resultan relevantes. Enttminos estticos, es sin duda. algo dela mejor msica jams compuesta enesta parte del mundo: emotiva, tcni-camente brillante, elegante, apropiadaasu cometido espiritual, profusamentebarroca, conmovedora en todos sen-tidos. Pero hay adems un sentido yun valor histrico innegables pues lamsica de Jerusalem, la msica de susmaitines, fue la que acompa el esta-blecimiento definitivo del cultoguadalupano hacia la segunda ~itaddel siglo XVIII, un momento crucIal denuestra historia que denota laconsolidacin de la conciencia social yculrural de los criollos. Visto as, setnecesario conceder que pocas veces lamsica y la historia nos ofrecen roo

    OIOEN YCAOS

    mentas semejantes, donde la msicaregistra, en forma elocuente, el sentirde un gtUpO social en pleno ascenso yel establecimiento de un mito que aca-bar por dar a un paJs entero una fiso-nomCa espiritual bien marcada.

    Contrasta con esta situacin lo vivido hace unos meses en la Baslica. Aun-que se hicieron esfuerzos fuera de lonormal. como la ocasin pareda reque-rirlo, la msica que acompa a JuanDiego y al Papa fue poco menos quemediocre. Han pasado los tiempos enque los mejores autores se encargabande la msica religiosa. Tambin que-daron atrs los das donde la prcticamusical en las iglesias era continua yde la mejor calidad. El simple hecho dejuntar muchas voces no quiere decirque stas afinen. ni que haya mejormsica; como el hecho de que canteRamn Vargas no significa ni que loque canta sea bueno, ni que su voz seala idnea para tales circunstancias.Desde luego la Iglesia parece ignorarque la Guadalupana tiene un repertorioespedfico y ello no slo se not en laceremonia, sino en las campafias publicitarias que acompaaron la cano-nizacin, pues en stas se cay enabsurdos mayores: cuando no se utili-z msica de un luterano como Bach-antCtesis mayscula tratndose de unasunto relacionado con la Yirgen- seutiliz msica de Vivaldi o de ottOS au-tores europeos y novohispanos quenunca creyeron ni compusieron parala Motena. Sin duda. el poco cuidadocon la msica quiz sea un sntomainequCvoco del estado actual de lascosas: en la medida en que cualquiermsica cantada de cualquier manerabast pata la cetemonia. puede en-

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    tenderse que tambin se [tat de esomismo, de cualquier ceremonia paracualquiet propsito.

    Valga citar de nueva cuenta a ElasCanetti: si confiamos en la msica por-que es un teRejo vetdadero de los senti-mientos, habr de convenirse que hoyse observa una pobteza musical en rda-cin al culto guadalupano. Esa pobrezano parece exenta de un cierto rasgo deparodia, de decadencia. Si la msica parala vitgen dd Tepeyac tefleja d sentirsocial respecto a ese asunto, slo puedeconvenirse que ha existido un claro de-clive y que la msica escuchada en daspasados no es sino una caricatura com-parada con la msica de un compositorcomo Ignacio Jetusalem. Set que dagotamiento y el descuido musicalesreRejan d vetdadetO estado dd culto?Para quienes la msica es nuestropersonal credo quia absurdum, larespuesta es evidente. sobre todo trasescuchar la obra deJerusalem yconsratarque la sociedad criolla supo dar a eserasgo inequlvoco de su identidadespititual, una msica impecable y fabu-losa. Ayudado de msica como esta, elculto guadalupano acab pOt esta-blece"" definitivamente ypor ello quizhabra que preguntarse si el ptximobeato no debiera set Ignacio Jerusalemy Stella. POt lo menos posee sobte JuanDiego la ventaja de una existencia incon-trovertible tamo en lo que se refiere asupersona como a sus milagros. cuida-dosamente guardados en cada panitura.Pienso que en ello se encontrara unsingular consenso, pues guadalupanoso no, aparicionisras o detractores delmiro, creyentes o espectadores, rodospodrn enconrrar en esra msica un ver-dadetO milagro esttico, sin los bemo-

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    les ni las contradicciones histricas quetambin cudgan desde hace tiempo so-bre Juan Diego.

    Ms all de la irona, lo cierto es queaquella msica posee para nosotros unacalidad y un valor espiritual que estnpor encima de nuestras respectivascreencias patticulares. Resultado de unamaniobra religiosa, alimentada pOt laContrarrefurma, los Maitines para la VIr-gen de Guadalupe de Ignacio Jetusalemson hoy, ante codo, una de las obrasmusicales ms importantes y logradasdel repertorio musical de la coloniacuya apreciacin esttica no requiereque nos hagamos cmplices de ningunacreencia ni ceremonia. Guadalupanoso no, quiz convenga a rodos escucharaJerusalem, pues bien pudiera decirsede este msico lo que tantas veces seha dicho de la protagonista de susmaitines: Non fecit tailiter omninationes. '*

    Nota: Los Maitines para la Virgen deGuadalupe de Ignacio Jerusalemestn grabados en el sello Teldec.(Matins for the Virgin ofGuadalupe. 1764, Teldec.Hamburgo, 1998, nm. serie 0630-19340-2. coleccin Das Afre Werk.la grabacin, realizada tras lasarduas investigaciones delmusiclogo Craig Russell y a cargodel grupo norteamericanoChanticleer es -sin duda- una delas mejores de msica colonialjams realizadas.Lamentablemente, el disco sloincluye una seleccin del ciclocompleto que Jerusalem estren en1764.