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¡No bajemos la guardia!.............................1 La oración y su necesidad ................... 2-3-4 Sumario MINISTRI DEI Servidores de Dios BOLETÍN DE ACTUALIDAD CATÓLICA TRADICIONAL Unión mundial de sacerdotes, religiosos y seglares Imprime: Catena 3, S. L. Depósito Legal: J-388-2009 1 Apartado de Correos 1027 23.080 Jaén (España) E-mail: [email protected] Teléfonos 923 25 10 20 657 401 264 JULIO - AGOSTO 2012 N.º 35 Conviene, en efecto, que elevemos la mente a Dios no sólo cuan- do nos dedicamos a la oración, sino también cuando atendemos a otras ocupacio- nes, de modo que todas nuestras obras, como si estuvieran con- dimentadas con la sal del amor de Dios, se con- viertan en un alimento dulcísimo para Nuestro Señor. San Juan Crisóstomo Queridos lectores, iniciamos nuestro boletín con un breve punto para la reflexión dirigido a todas esas personas que tratan de vivir una vida cristiana, cumpliendo los Mandamientos y practicando asiduamente los Sacramentos, aunque no exentas del peligro de que su fe se transforme en una sucesión o un conjunto de cosas externas sin vida interior. Es un peligro que existe en la vida espiritual del que nadie está libre, incluso quienes viven consagrados a Dios. Este peligro consiste en convertir en criterio hu- mano el criterio sobrenatural, y es tal, que el alma puede quedarse estacionada para siempre en este espíritu racional. Sucede sin apenas percibirse, porque si se perci- biera claramente, se notaría la diferencia, pero no es así, de ahí, que debamos estar en alerta permanente para que no nos ocurra esto, y asimismo, los confesores que dirigen almas deben vigilar que tampoco a sus dirigidos les suceda. Las personas a las que este peligro les amenaza, siguen teniendo en su vida cotidiana los mismos hábitos y las mismas prácticas de devoción. Van a Misa, rezan el Santo Rosario, confiesan y comulgan, etc., pero cada día, estas prácticas se van convirtiendo en hábitos exteriores en los que el espíritu sobrenatural va desapareciendo paulatinamente. Esto no se debe confundir con la desolación que a veces Dios manda a determinadas almas para ayudarlas a crecer en la virtud o para más corona, porque el alma probada sufre por querer crecer más en Dios, tiene hambre de Él y pone todo su empeño en vivir sobrenaturalmente. No sucede así en la persona que ha perdido el espíritu sobrenatural. Su estado se convierte en una mediocridad insoportable que no es ajena a los que le rodean y se palpa a su lado. Una persona que ha perdido el espíritu sobrenatural será todo lo que se quiera, menos mortificada, se vuelve comodona, se busca a sí misma, y todas las virtudes van entrando en decadencia. El fervor se convierte en una rutina de hacer cosas externas, vacías de contenido espiritual. El trato con los demás es educado, cortés pero le falta amor de Dios y a las almas. Va extinguiéndose en ellas el celo apostólico y poco a poco va insensibilizándose su corazón a las cosas sobrenaturales por falta de una vida interior profunda, de oración a solas con el Señor ante el Sagrario. Dios, que escudriña la mente y el corazón de cada uno, sabe cuando estamos cayendo en esto. Pidamos al Señor que nos libre de este peligro pero también ¡pongámonos en alerta! ¡No bajemos la guardia! No vaya a ser, que seamos nosotros una de esas personas. BETANIA ¡ N O B AJEMOS L A G UARDIA! A T E N C I Ó N Informamos que Ministri Dei organizará unos ejercicios espirituales para señoras en la segunda quincena de septiembre o primera de octubre en el Valle de los Caídos. Quienes estén interesadas pueden pedir información en el teléfono 923 251020

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¡No bajemos laguardia!.............................1

La oración y sunecesidad ................... 2-3-4

Sumario

Ministri DeiServidores de Dios

BOLETÍN DE ACTUALIDAD CATÓLICA TRADICIONAL

Unión mundial de sacerdotes, religiosos y seglares

Imprime: Catena 3, S. L.Depósito Legal: J-388-2009

1

Apartado de Correos 1027 23.080 Jaén

(España)

E-mail: [email protected]

Teléfonos923 25 10 20657 401 264

JULIO - AGOSTO 2012 N.º 35

Conviene, en efecto, que elevemos la mente a Dios no sólo cuan-do nos dedicamos a la oración, sino también cuando a tendemos a o t r a s o c u p a c i o -nes , de modo que todas nuestras obras, como si estuvieran con-dimentadas con la sal del amor de Dios, se con-viertan en un alimento dulcísimo para Nuestro Señor.

San Juan Crisóstomo

Queridos lectores, iniciamos nuestro boletín con un breve punto para la reflexión dirigido a todas esas personas que tratan de vivir una vida cristiana, cumpliendo los Mandamientos y practicando asiduamente los Sacramentos, aunque no exentas del peligro de que su fe se transforme en una sucesión o un conjunto de cosas externas sin vida interior.

Es un peligro que existe en la vida espiritual del que nadie está libre, incluso quienes viven consagrados a Dios. Este peligro consiste en convertir en criterio hu-mano el criterio sobrenatural, y es tal, que el alma puede quedarse estacionada para siempre en este espíritu racional. Sucede sin apenas percibirse, porque si se perci-biera claramente, se notaría la diferencia, pero no es así, de ahí, que debamos estar en alerta permanente para que no nos ocurra esto, y asimismo, los confesores que dirigen almas deben vigilar que tampoco a sus dirigidos les suceda.

Las personas a las que este peligro les amenaza, siguen teniendo en su vida cotidiana los mismos hábitos y las mismas prácticas de devoción. Van a Misa, rezan el Santo Rosario, confiesan y comulgan, etc., pero cada día, estas prácticas se van convirtiendo en hábitos exteriores en los que el espíritu sobrenatural va desapareciendo paulatinamente. Esto no se debe confundir con la desolación que a veces Dios manda a determinadas almas para ayudarlas a crecer en la virtud o para más corona, porque el alma probada sufre por querer crecer más en Dios, tiene hambre de Él y pone todo su empeño en vivir sobrenaturalmente.

No sucede así en la persona que ha perdido el espíritu sobrenatural. Su estado se convierte en una mediocridad insoportable que no es ajena a los que le rodean y se palpa a su lado. Una persona que ha perdido el espíritu sobrenatural será todo lo que se quiera, menos mortificada, se vuelve comodona, se busca a sí misma, y todas las virtudes van entrando en decadencia. El fervor se convierte en una rutina de hacer cosas externas, vacías de contenido espiritual. El trato con los demás es educado, cortés pero le falta amor de Dios y a las almas. Va extinguiéndose en ellas el celo apostólico y poco a poco va insensibilizándose su corazón a las cosas sobrenaturales por falta de una vida interior profunda, de oración a solas con el Señor ante el Sagrario. Dios, que escudriña la mente y el corazón de cada uno, sabe cuando estamos cayendo en esto. Pidamos al Señor que nos libre de este peligro pero también ¡pongámonos en alerta! ¡No bajemos la guardia! No vaya a ser, que seamos nosotros una de esas personas.

BETANIA

¡NO BAJEMOS LA GUARDIA!

A T E N C I Ó NInformamos que Ministri Dei organizará unos ejercicios espirituales para señoras en la segunda quincena de septiembre o primera de octubre en el Valle de los Caídos. Quienes estén interesadas pueden pedir información en el teléfono 923 251020

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LA ORACIÓN Y SU NECESIDAD

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IMPORTANCIA DE ORAR

La importancia que tiene la oración en nuestra vida es fun-damental, tanto, que se podría decir sin miedo a exagerar, que el alma que ora poco tendrá una vida espiritual muy raquítica o lo que es peor casi será más carnal que espiritual. San Alfonso Mª de Ligorio dijo unas palabras que son muy consoladoras en su primera parte y en la segunda retumban en nuestros oídos como un trueno: «El que ora ciertamente se salva, y el que no ora se condena». No hay una sola religión en el mundo donde no haya ritos y oraciones, por algo será.

Pero ¿qué es orar? Santa Teresa de Jesús, la gran mística y doctora de la Iglesia conocida universalmente, supo definir muy bien en pocas palabras lo que es orar. Según ella orar es tratar a solas con quien sabemos que nos ama. Según la Teología orar es un acto de la virtud de la religión por el que nos comunicamos con Dios y lo tratamos íntimamente a solas.

Quienes no están acostumbrados a orar les puede resultar pesado ponerse en oración bien ante el Sagrario –que es lo ideal- bien en la propia alcoba o en algún otro lugar que favo-rezca elevarse a Dios, pero cada persona debe orar según su forma de ser, edad, estado de vida y fortaleza espiritual. Cada cual debe orar según el método o circunstancias que más le favorezcan para ello, porque si a una persona le gusta orar en soledad y silencio, no podrá adentrarse en la oración si hay ruido, (la música de un órgano puede impedírselo). Quien pretenda hacer oración con un método universal, no llegará a arraigarse en ella y terminará por abandonar esta práctica de piedad tan necesaria.

La oración dirigida a Dios debe ser sincera y salida del corazón, al Señor le gusta que le agradezcamos su amor hacia nosotros, el amor que le tenemos, pues es también obra suya, y que le pidamos por lo que nos falta para amarle de verdad. En la oración de petición no hay que andar con rodeos previniéndole al Señor con detalles que Él ya conoce, sino esforzarnos en confiar en que Él dará cómo y cuando convenga. Y siempre hemos de favorecer con nuestro silencio interior, o lo que es lo mismo: con la mirada interior puesta en Él, que sea Él quien nos hable y se nos comunique, porque la oración no debe ser solo una comunicación del alma a Dios, sino que debe ser una comunicación entre Dios y el alma. Debemos pedir a la gran Maestra de la escucha, Nuestra Madre, que nos enseñe a escuchar a Dios en la oración.

IMPRESCINDIBLE PARA LA SANTIDAD

Todos estamos llamados a la santidad, pero querer llegar a santos prescindiendo de la oración es lo mismo que querer volar sin alas. Para volar hacen falta dos alas: la oración y la penitencia. Ahora nos vamos a ocupar de la oración, y más adelante le llegará el turno a la penitencia, de la que pocos se ocupan hoy día.

Dios es Padre y así nos los reveló Nuestro Señor, pero si no lo tratamos íntimamente, nunca podremos verlo como tal, puesto que es en el trato personal e íntimo cuando las perso-nas se entienden y se conocen. Dios es Nuestro Padre y la relación que tenemos con Él a través de la oración, nos hace afianzarnos más en este concepto de verlo como Padre y, a un padre siempre se le tiene confianza. Si no vemos a Dios como Padre llegaremos a tenerle miedo, cierto temor, no el santo temor de Dios, que es temor de perderlo o de ofenderle, sino el temor de un Juez que puede condenarnos o castigarnos. El amor echa fuera todo temor y nos llena de confianza hacia la persona amada, en este caso Dios. Y ha de tenerse en cuenta que esta imagen verdadera de Dios, tal como se deduce de la meditación asidua de la Palabra de Dios, es capital para la vida espiritual, de tal modo que es imposible llegar al trato amoroso con Dios en la oración si se tiene una imagen deformada del mismo, fruto de prejuicios o malas influencias. La lectura de la Biblia y de libros clásicos de espiritualidad, pidiendo luz al Espí-ritu Santo puede fundamentar o, en su caso, sanar una posible corrupción de la inteligencia, hoy en día bastante frecuente.

Fue el Redentor quien nos recomendó la necesidad de velar y de orar para no entrar en tentación, y no dijo que eso lo hicieran solo los consagrados o quienes se dediquen a los asuntos de Dios, esa recomendación es para todos los cris-tianos en general sin exceptuar ni uno solo. El Maestro, nos instruye acerca de la oración como una preparación para el día de la prueba, de la tentación, porque la oración nos fortalece el espíritu (Mt 26,41). La oración es la mejor arma para vencer la tentación pues a quien hace oración difícilmente le vencerá el demonio porque estará injertado en Dios.

A veces la oración a pesar de que comprendemos su im-portancia, se nos hace muy costosa. Porque al ser un medio imprescindible para la perfección cristiana, ya se encargarán los enemigos del alma de combatir este medio para que no nos pongamos en oración, o cuando lo hagamos tengamos deseos de abandonarla o acortarla.

Cuando nos pongamos en oración se debe evitar tanto el exceso de comodidad como de mortificación. Hay que estar so-segados, pero no tan relajados o cómodos que nos durmamos, ni tampoco tan incómodos que no nos sea posible elevarnos con el pensamiento y el deseo a la Majestad de Dios.

Debemos luchar contra todo aquello que nos impida orar, y si aun así no conseguimos serenarnos y sujetar nuestra imagi-nación o los mil problemas que diariamente tenemos y que nos vienen en el rato de oración, aun así, no debemos abandonar el tiempo que hayamos destinado a orar; sería una ingratitud. Porque ese tiempo que parece que le damos al Señor es Él quien nos lo regala y, por tanto, no nos pertenece, ya que Él nos ha revelado algo que nunca hubiésemos descubierto analizando nuestras decisiones: «Sin Mí, no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Si no somos almas de oración nada o muy poco podremos conseguir en la vida espiritual, seremos buenas personas, sí, pero no llegaremos nunca a elevarnos en altos vuelos, y en

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LA ORACIÓN Y SU NECESIDAD

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muchos casos puede que al final nos cansemos también de ser buenas personas y nos torzamos por falta de oración.

* * *

Se podría atribuir a la oración cantidad de cualidades: medicina para el alma, sabiduría para el entendimiento, luz en las oscuridades, gozo para el espíritu, fortaleza en las pruebas, desapego de lo terrenal, incienso para el Cielo, paz para nuestro ser, perseverancia en nuestros compromisos tanto espirituales como profesionales, medio para unir la Tierra con el Cielo, etc. La oración también nos ayuda a perseverar en el estado de vida de cada cual. Son muchos los beneficios que podríamos seguir enumerando y que nos reporta la oración, y sobre todo, poderosa guardaespaldas de los enemigos del alma mundo, demonio y carne.

Para los sacerdotes la oración les ayudará suavemente a sobrellevar el celibato, a ser fecundos y perseverar en su ministerio pese al rechazo de muchos, a tener humildad para confesarse, a interiorizar más la celebración de la Eucaristía, a comprender mejor a las almas en el confesionario y saberlas guiar, a tener luz y sabiduría para las homilías, a ser miseri-cordiosos y desprendidos de las cosas del mundo deseando las del Cielo, y muchas cosas más, por eso, todos deben orar, seglares y sacerdotes.

¿Y POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE LA ORACIÓN?

La vida del alma es la oración. Todo el que quiere ser santo llega a serlo si pone los medios adecuados por su parte, la oración es uno de los medios más apropiados para ello, porque si una persona se ha puesto un plan de vida espiritual y en el no ha puesto ningún tiempo dedicado a la oración, difícilmente perseverará en ese plan de vida espiritual, porque la oración es lo que le dará la fortaleza y perseverancia para conseguirlo ¿Por qué? Porque la oración es estar presente ante Dios y a la vez es estar Dios presente ante el alma. La oración al tratar con Dios nos va empapando de El y, nos va dirigiendo el alma hacia sendas de perfección.

Debemos convencernos que no se alcanza gran santidad sin oración, porque ésta hace heroicas a las almas y las lleva a practicar toda clase de virtudes. La oración alza al alma en altos vuelos sobrenaturales y en muchos casos, la lleva a gozar adelantadamente en esta vida lo que será el Cielo para ella.

A través de la oración el Espíritu Santo trabaja nuestra alma y la modela a su gusto dándole esa belleza que solo Dios puede dar. El hace que tenga una fisonomía diferente, la que pensó para ella desde toda la eternidad. De ahí, que aunque nos sintamos secos o insensibles a la hora de ponernos a orar, debemos mantenernos en la oración el tiempo que habíamos determinado, (o mejor, el tiempo que, sin darnos cuenta, el Señor nos había inspirado), porque si no fuera así, el enemigo de la almas tomará terreno ganándonos la batalla sobre la oración, y debili-tándonos cada vez más para no hacerla. Si cedemos y dejamos de orar, habremos inoculado en nuestra alma el veneno de la apatía, la desilusión, el criterio del mundo, estaremos dando la oportunidad a Satanás de que el nos venza. Recordemos: velad y orad para no entrar en tentación (Mt 26,41).

La importancia y necesidad de la oración está en que por ese medio recibimos la vida de Dios comunicada por Él mismo. No importa que oremos en sequedad u oscuridad, no importa que nos quedemos mudos y no sepamos qué decir. Si hemos hecho intención de orar y la oración no nos sale, ofrezcamos

al Señor la intención nada más, la voluntad de querer orar; Él lo entenderá, pero no nos retiremos porque si perdemos esa batalla, después perderemos otra, y podríamos -incluso- ma-lograr los planes de Dios.

UNIÓN CON DIOS ALTÍSIMO

Dios desea que todas las almas alcancen su unión con Él; ésta es su voluntad, aunque haya multitud de almas que rechacen esta voluntad de Dios y prefieran vivir ignorándolo. La persona que hace oración y la hace en las debidas dispo-siciones, será alguien que no podrá pasar sin ella, y, sin darse cuenta, su alma se irá transformando y gustará cada vez más de las cosas espirituales.

Muchas son las gracias que nos proporciona la oración, pero debemos subrayar como una de las más importantes la unión que se realiza entre Dios y el alma. Vivir en unión con Dios es vivir una eternidad anticipada aunque nos falte la vi-sión de Él. La unión con Dios hace llevadera la vida por dura que ésta sea y por pruebas que tengamos. La oración nos hace tener esa “añoranza” de lo eterno, de lo celestial, y nos sumerge en un mundo espiritual de tal dimensión, que como ya no podemos vivir sin oración, convertimos la vida y todos nuestros movimientos y deberes en una prolongada oración, incluso cuando dormimos.

Si en la oración Dios se nos comunica de forma especial, Él también en la oración siembra y hace florecer las virtudes en el alma y, las hace crecer si el alma no pone impedimento a la acción de Dios a través de este medio. Cuanto más nos vacie-mos de nosotros mismos y de las cosas del mundo, tanto más se reemplazarán éstas por la presencia de Dios en nosotros.

Si veo que mis virtudes no crecen, si no me siento des-prendido de las cosas terrenales, si no estimo el sufrimiento, ni florece en mí la caridad y mansedumbre, es señal muy cierta de que mi oración no es adecuada. Y esto se debe a que no busco con sinceridad agradar a Dios haciendo su voluntad, porque aunque exteriormente esté recogido y en silencio, si no trato de guardar silencio interior y desecho cuantos pensamientos

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vanos me suceden, entonces se me pasará el tiempo destinado a la oración en hablar con mi propio yo. En un alma llena de ruidos, que no combate de veras sus obsesiones autojustifi-cadas por el bienestar y la fama, sus proyectos materiales, su codicia, su lujuria y sensualidad, sus envidias y deseos de venganza contra sus “enemigos”, Dios no se comunica, no porque no quiera, sino porque no le deja entrar a tomar parte en la vida que Él mismo nos regala. El silencio es el auricular de Dios, es el medio por el que Dios nos habla, hasta el punto de que incluso podríamos escucharle en medio de un ruido externo estrepitoso, si interiormente hemos vencido la batalla a la imaginación a las preocupaciones y proyectos egoístas. Si logramos mortificar el ruido de nuestras pasiones desorde-nadas, al que nos hemos aficionado, estaremos en oración y Dios se nos comunicará. Cuántas veces vamos en el tren o en avión y el ruido de los motores no nos impide para nada entrar en oración, porque interiormente estamos guardando silencio.

LA ORACIÓN NO ES SOLO PARA LOS CONSAGRADOS

Se equivocan quienes piensan que orar es solo para lo sacerdotes o los religiosos. No es así ni mucho menos, todos deben orar, los seglares y los sacerdotes. Ya hemos dicho que no se alcanza gran santidad sin oración, porque la oración hace heróicas a las almas y las lleva a practicar toda clase de virtudes.

Santa Teresa de Jesús enseñaba que la mejor oración no es la que produce más afecto, sino aquella que nos da más deseos y fuerza para practicar mejor las virtudes. Cuando el alma hace oración no está ociosa, hoy en día se valora mu-cho la actividad apostólica, hacer muchas cosas, (el peligroso activismo), pero menospreciamos orar, y el Señor nos enseñó con su ejemplo la necesidad de orar. Antes de que empezara su Pasión oró en Getsemaní para tomar fuerzas para lo que le esperaba, El oraba cada vez que iba a iniciar algo importante en su vida apostólica, y si El que era santísimo y era Dios nos enseñó a orar en todo momento, sobre todo, en la amargura, ¿qué podemos decir nosotros?

La oración es el mejor de los apostolados, porque en ella nos ofrecemos a Dios, le suplicamos y aceptamos su voluntad en todas sus disposiciones. Bastaría conocer en que aprecio tienen las almas a la oración para saber en que nivel espiritual se encuentran.

Cuando sintamos oscuridades (que vendrán), no creamos que la oración no tiene valor, o que no nos sirve. En las cosas espirituales no son los sentimientos los que las hacen valiosas sino la voluntad de querer estar unidos a Dios. Si sólo nos pusiéramos a orar cuando sentimos el deseo, pocas veces oraríamos, porque unas veces por el cansancio, otras por el deber, otras por la salud, etc., no veríamos nunca el mejor momento para ponernos a orar. Por eso, debemos determinar un tiempo para la oración y mantener esa determinación por encima de todas las cosas, como inspirada por Dios. Puede ser al levantarnos, o puede ser antes de acostarnos, en medio de la jornada, en la sobremesa, o en el atardecer, antes de la Misa o después de la misma, cada cual escogerá el momento mejor para ello y, a ser posible, que todos los días sea ese momento a la misma hora, porque así ya estaremos mentalizados para dejar todo y ponernos a orar.

Cuando estamos en oración aunque no se nos ocurra nada y la sequedad o las distracciones sean las protagonistas (si éstas no son voluntarias), no deja de ser valiosa la oración y en nada compromete el fruto de la misma ni disminuye su mérito, porque estamos en la presencia de Dios y creemos por la fe que Él está ahí, ante nosotros, haciendo su labor. Es lo mismo que cuando nos exponemos al sol, no hacemos nada, solo lo tomamos, pero cuando nos retiramos en nuestra piel el sol ha

dejado su huella tostándola, aunque no seamos conscientes de esa transformación. Así, el alma, aunque no lo sienta, Dios la va hermoseando con sus perfecciones a través de esta práctica. A veces las distracciones pueden ser consecuencia de una débil salud o demasiado cansancio. Y pudieran ser pruebas de Dios que nos quita los consuelos sensibles de orar para que no tengamos apego a ellos.

ORACIÓN REVESTIDA DE HUMILDAD

Dios resiste a los soberbios. Santa Teresa de Jesús decía que ante la Sabiduría infinita valía más un acto de humildad que toda la ciencia del mundo. Esto lo encontramos también en el Evangelio en la parábola del fariseo y el publicano. Los dos oraban en el mismo lugar y a la misma hora, pero uno lo hacía enorgulleciéndose, y otro lo hacía humillándose (Lc 18,9-14). ¿Resultado? El orgulloso no salió justificado y el humilde sí, porque el cimiento de la oración es la humildad.

A menudo, amistades o conocidos nos han pedido ora-ciones para tal o cual asunto alegando que ellos no tienen fe. Cuando esto nos suceda podemos responderles que si no tienen fe se dirijan a Dios con humildad, porque esta virtud agrada sobremanera al Señor y es también muy poderosa. Abajarse ante Dios, reconocer nuestra nada ante su grandeza es ya una gran disposición. Si no somos humildes ante Dios ¿cómo lo seremos ante nuestros semejantes? Santa Teresa decía que el edificio de la vida cristiana “va fundado en la humildad; mientras más llegados a Dios, más adelante debe ir esta virtud; y si no va todo perdido”. Dios no niega su gracia a quien sabe dirigirse a Él como corresponde a su dignidad. Cuando invocamos la ayuda de Dios, que ante todo es Padre, con fe y humildad y reconociendo nuestras limitaciones, nos escucha aunque pensemos que no.

Muchos parece no quieren darse cuenta de que también somos escuchados si invocamos al diablo o a lo que está re-lacionado con él, como la magia y tantas cosas. Y los que tal hacen quedan inficionados en mayor o menor grado por él para su desgracia. Si tan presto acude el enemigo a por su presa, ¿iba a ser negligente el que nos ama infinitamente en acudir a la llamada amorosa o angustiosa de sus hijos queridos?

P.D.C.F