miguel angel a. el hombre que lo tenia todo, todo

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  • 7/30/2019 Miguel Angel a. El Hombre Que Lo Tenia Todo, Todo

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    miguEl ngEl asTurias

    El Hombre que lo Tena

    Todo Todo Todo

    Poo dePedo Zk

    actvdde deO Cov

    Siruela Coleccin Escolar 34 (Literatura)

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    Uno

    El Hombre que lo Tena Todo Todo Todo abrilos ojos muy asustado. Mientras dorma no tena

    nada. Despert bajo la lluvia de las campanillas delos relojes. Mientras dorma no tena nada. Cienrelojes despertadores, ms de cien relojes. Mil re-lojes, ms de mil relojes. Todos sonando al mismotiempo.

    Un reloj de carambolas, detrs de los cristales

    biselados, mirbase el cuadrante con las horas ennmeros romanos, y las tres pelotitas doradas queacababan de hacer la carambola de la hora y el tim-bre de alarma que alargaba un Yo te despierto!Yo te despierto! Yo te despierto...!.

    Un reloj que simulaba un globo terrestre, con unngel y un Esqueleto que con su dedo descarnadosealaba las horas, en un cuadrante dorado, conse-gua hacerse or, or, or... T me despiertas! Tme despiertas! T me despiertas...!

    Un reloj cara negra, espectro luctuoso con n-meros plateados, plaa: l se despierta! l sedespierta! l se despierta...!.

    Un reloj de bronce ronco rezongaba a solas en

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    su rincn: Nosotros nos despertamos! Nosotrosnos despertamos...!.

    Un viejo reloj de faro, ms farol que reloj, mar-tillaba al dar la hora: Ellos despier-tan! Ellosdespier-tan... tan... tan... tan...!.

    Y un reloj-casita tirolesa de cuc meldico, conel pajarito mecnico a la puerta, repeta imperati-vo: Despertad vosotros c-c...! Despertad vo-

    sotros c... c...!.El Hombre que lo Tena Todo Todo Todo meti

    el brazo bajo la cama y extrajo el menos espera-do de los adminculos domsticos. Un paraguas o,como deca l, un para-qu....

    Lo abri en seguida. Es de mal agero abrir el

    paraguas en una habitacin, pero a l le urga in-terponer algo entre el campanilleo de los relojes ysu persona.

    Y ahora que sonaran. Ya l con el paraguas abier-to que sonaran. Los oira como or llover sobre elparaguas.

    Y as se oa el Yo te despierto..., T me des-piertas..., l se despierta..., Nosotros nos des-pertamos..., Ellos se despiertan..., Despertadvosotros....

    Cerrar los ojos es no tener nada. Abrir los ojoses tenerlo todo.

    El aguacero de los despertadores haba pasado.Desperezose una, otra y otra vez, como si quisie-

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    ra dar de s, hacerse ms grande. Luego bostez y,mientras bostezaba, palp el lecho. Dorma sobre

    sal. Sobre sal gruesa. Sobre un colchn de sal gruesa.Su piel de pescado caliente perda durante la no-che la manteca de la realidad, lo real, lo verdadero,la gordura de lo que no es sueo, en la granuda saldel mar.

    Hered la receta misteriosa de perder la gordura

    de las cosas existentes, la mantecosa realidad, desus padres y abuelos, que como l fue gente de res-piracin de imn, mientras dorman.

    Porque ese es su otro misterio. Su respiracin deimn. No respiraba con los pulmones como el res-to de los mortales, durante la noche, sino con dos

    grandes imanes escondidos en su espalda, y por esol mismo se defina como un hombre de ompla-tos de imn que dorma en un lecho de sal gruesa,para deshacerse durante el sueo de la grasa de larealidad cotidiana y no atraer con su respiracinimantada cuanto metal haba cerca.

    Al respirar dormido, si le faltaba el colchn desal, atraa con el aliento todo lo que era de metal.

    Y de aqu que tuviera que usar la granuda salmarina como colchn. Evitar que lo cubrieran conpeligro de sepultarlo bajo su peso todos los objetosmetlicos que atraa desde cien metros a la redon-da. Poca plata, poco oro y mucha, mucha escoria,casi siempre.

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    Cuando se descuidaba la servidumbre de reno-var su lecho de sal blanca, de sal gruesa, amaneca

    con enormes tornillos viejos en las narices con-vertidas en tuercas, restos de locomotoras en losbrazos, ruedas herrumbrosas que le lastimabanlos pabellones de la oreja, cadenas sobre la boca,trastos de cocina sobre los ojos, martillos sin cabosobre el pecho, tenazas, restos de poleas, pedales

    de bicicleta. Y la lucha, al despertar, de despren-derse de todo aquello, de salir de una armadurahecha de pedazos de hierro, fragmentos y obje-tos metlicos. Oasele entonces gritar ahogado ensu caparazn que l mismo, que l solo, con solorespirar mientras dorma, imantaba: montones

    de tuercas salitrosas, candados, tubos, trbedes,llaves, vlvulas, jaulas, grifos, estribos, frenos, ta-chuelas. Todo sobre l que apenas si lograba porinstantes sacar la cabeza por algn agujero y pedirauxilio.

    La servidumbre acuda. Y empezaba una guerrade imanes, a cuales ms potentes. Imanes con ta-mao de caones, de largos caones, atraan comoaspirndolas las ms gruesas y pesadas planchasde acero. Imanes diez mil veces ms fuertes que larespiracin imantada de aquel que lo tena todo,extraan clavos de todos los tamaos imaginados,desde los simples clavos bellotes hasta los clavosde punta de cincel, sin olvidar los clavos de gota de

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    sebo, ni los clavos de herrar que buscaban en losimanes agujeros de herradura.

    Desarmar al armado caballero no era fcil. Ar-madura sobre armadura hasta dar con l. Libreyaca ahora sobre una alfombra persa, al lado desu cama, sin fuerzas para reclamar a los edecanesel descuido de no haber cambiado la sal; despusde cierto tiempo la sal pierde sus virtudes, y exi-

    girles que de ahora en adelante no dejaran de ha-cerlo, pues eso pona en peligro su vida, fuera delos estropicios que causaban, destrozo de muebles,pulverizacin de espejos, cristales y porcelanas enaicos, dada la fuerza con que penetraban, a travsde puertas y ventanas desprendidas de sus bisagras,

    los objetos metlicos atrados por su respiracin.Recapacit. Se haban retirado los sirvientes que

    le ayudaron a levantarse de la alfombra. Cul desus pantuflas tomar?

    Miles y miles en redor de su cama. Pantuflas yms pantuflas, sin hacer diferencia entre pantuflas,chinelas y zapatillas en aquel mar en que las habade todas las formas y colores imitando cisnes, co-nejos, estrellas, gndolas, corolas de flores, cual deseda, cual de pajilla china, cual cubierta con piedraspreciosas, cual de tejidas plumas de aves del parasoo de colas de pavorreales. A perderse de vista. Lasorientales cubiertas de lentejuelas, con un piquillolevantado a la altura del dedo grande, y en el pi-

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    quillo una campanita que sonaba a cascabel de tri-neo. Las italianas, papales, doradas y espumosas de

    armios. Los zuecos, galochas y chanclos, de unasola pieza, alineados en filas militares. Las ritualespara entrar a La Meca. Las de peregrino de cuerosin curtir. Las pantuflas con msica. Las pantuflasde saltar y volar que llevan en la suela apelmazadasmillares y millares de pulgas. Quin no sabe que las

    pulgas segregan una sustancia qumica que las hacesaltar ms de doscientas veces su tamao, y opri-midas por liberarse, ms de cuatrocientas veces, sinnecesidad de poner en movimiento uno solo de susmsculos. Segrega la sustancia y salta.

    Calzara las pantuflas saltadoras. Gustaba por las

    maanas, eso rejuvenece, hacer de saltamontes osaltimbanqui. Ech mano a una larga caa de pes-car y con el anzuelo que tena, un gran anzuelo,empez a pasearlo sobre el mar de pantuflas hastapescar, una primero y otra despus, las pantuflasque le llevaran a saltos, enigmtico y alegre, a sumesa de manjares matinales.

    Nadie de la servidumbre conoca el secreto deaquel moverse a saltos, el secreto de las plantillasde sus pantuflas, plantillas de pulgas apelmazadasque merced a una sustancia que poseen y segregan,saltan, saltan, saltan, como saltaba l inesperada-mente, lo que aada la constante sorpresa que hacellevadera la vida.

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    El desayuno estaba servido en el parque de losCocodrilos, de los cocodrilos verdes, mohosos de

    sueo a flor de un brazo de ro, entre plantas y flo-res acuticas.Las monstruosas bestias de ojos oblicuos, blan-

    cas dentaduras triturantes y largas colas mviles,emergan, entre nubes de insectos, en busca de luzsolar que tragaban con las fauces abiertas.

    El Hombre que lo Tena Todo Todo Todo acer-cose de un salto de pulgas en las plantillas, tras-tumb y por poco se va al agua, a preguntar a losterribles saurios a qu sabe el sol... se come... sebebe... se sorbe... se lame... a qu sabe el sol... la luzo el calor...

    Pero salt. Este es el inconveniente de sus pan-tuflas de impulso pulgarn. Nunca saba cundoiba a saltar. Inesperadamente lo alzaban en vilo,para depositarlo lejos de donde se encontraba. Yno pudo or, por eso, la respuesta de uno de loscocodrilos que dej un reguero de burbujas en elagua verde.

    Y nadie oy, salvo las hojas verdes, en forma deorejas de los nenfares, lo que el cocodrilo expli-caba del sabor del sol. Estos reptiles de muchosmetros de largo son los animales de su especie quems saliva tienen en la boca, lo que hizo suponeral Hombre que lo Tena Todo Todo Todo la res-puesta:

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    El sol sabe a saliva... a saliva de cuando se noshace agua la boca...

    Y s que no solo uno, sino todos salivaban a lavista de una venada volante que saltaba por coque-tera, al par de aquel que brincaba por las pulgas.

    Andar de luces. Desandar de sombras. Arbole-das. Troncos elsticos. Eucaliptos. rboles de pi-mienta ms altos, ms altos, ms en las nubes. Y

    sube y baja de lianas serpentinas de los ramajes derboles aosos, entre caer de hojas, volar de pjarosazules, ir y venir de lagartijas, ardillas, monos ymapaches, que saltaban a la par suya.

    El Mayordomo y los sirvientes le esperaban paraservir el desayuno.

    Brinco y brinco, Don Pulguitas, Don Pulgn,lleg a la mesa y al sentarse, al solo poner las po-saderas en la silla de cien patas azules, cien patasamarillas y cien patas negras, de asiento acolchadoy respaldo de laca tibia, se le salieron las pantuflasde los pies y escaparon a saltos ensayando pasos dedanzas.

    El Mayordomo orden al personal que sirvieralas frutas de pulpas regadas de polvo de canela, lasdoradas naranjas, las rodajas de pia, antes de lasleches desnatadas y el caf de sombra, mientras lcalzaba con nuevas pantuflas los pies del toparca.

    Andar de luces. Desandar de sombras. El soladelante, luminoso, redondo, y los rboles detrs.

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    Cedros, caobos, pinos, cocoteros ms areos queterrestres, rboles de cacao ms terrestres que a-

    reos. rboles de palmas de manos verdes abiertas.Humedad. Hormigueros. Avispas negras con olora miel cida. Tiniebla de lo umbro, sombra en lasombra en los bosquecillos del Jardn de los Coco-drilos, tiniebla rasgada por relmpagos de pjarosde plumas de fuego.

    Aguasoles. Ni luz sola. Ni agua sola. Mezclade agua y sol en los sueos anegadizos y de sol yagua en las alas de las liblulas, caballitos del diabloque pasean luces misteriosas, entre centellas fosfo-rescentes de cocuyos y lucirnagas y fueguecillosde osamentas de animales lo fatuo de los huesos,

    se dijo el Hombre que lo Tena Todo Todo Todomientras baaba su cara el humo de una torreja demaz tierno y triguea miel de caa, lo fatuo de loshuesos en favilas de fuego fatuo ya ceniza.

    Trampolimpn, su perro, que no tena nada nadanada, los perros nunca tienen nada, logr escaparde la perrera y vena haciendo fiestas con la cabeza,con el cuerpo, con la cola, a besar los pies del amo,pero se interpuso una lagartija que lo hizo giraren redondo y volverse a darle alcance. Escurridiza,ms susto que animal, desapareci en el agujero deun muro cubierto de yedras. Paso a paso, menosefusivo, volviose Trampolimpn hacia su amo queapartndose la pipa de la boca, escoga, entre un

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    milln de palillos que caan sobre la mesa, comolluvia, uno, solo uno, para mondarse los dientes.

    Adnde ir despus del desayuno?Casi se lo pregunta al remolinoso Trampolimpnque con la punta del hocico se persegua la cola,girando sobre s mismo, como remolino, desespe-rado por la comezn de las pulgas. Las pulgas quecayeron de sus pantuflas lo devoraban vivo.

    Trampolimpn se detuvo lloroso, sin dejar de sa-cudirse. Comprendi que su amo le quera consul-tar algo. Pero las pulgas no lo dejaban.

    Adnde ir despus del desayuno?, se pregunta-ba su amo, mientras apagaba la pipa.

    Trampolimpn se le qued mirando. En los ojos

    de los perros hay distancias.Lo miraban, a travs de los ojos de Trampolim-

    pn, todas las distancias.No faltaba sino escoger o que escogiera por l

    Trampolimpn que al presentir que ya el amo habaterminado de desayunar e iba a ponerse en pie, trasvolverle a ver, cabeza para arriba, orejas atentas, seechaba a andar por delante, para mostrarle el cami-no que deban seguir.

    Pero esta vez, pobre Trampolimpn, el amo no ledej la iniciativa. Se encamin, a travs del Jardnde los Cocodrilos, a la jaula del Pjaro de Fuego,ave de pico ganchudo, ojos de espejitos redondosy patas con espuelas de caballero.

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    A lo lejos, las jauras ladraban interminablemen-te, en espera de aquel que guiado por Trampolim-

    pn, los perros se lo agradecan tanto, a falta de otracosa que hacer, llegaba all, tomaba sus armas, susperdigones y acompaado de camperos duchos yhalconeros de medalla numismtica, rgidos y flo-tantes, los llevaba de cacera.

    Ahora quedronse las jauras ladrando, revol-

    cndose, saltando, maldiciendo a Trampolimpnpor haber fallado en su maniobra.

    Caadas hacia lo hondo. rboles blancos, abe-dules de plata temblorosa.

    El Pjaro de Fuego dio media vuelta, luego unavuelta, otra media vuelta, los dedos de sus patas

    uudas ligeramente vueltos hacia adentro, los es-polones fuera, en alto, agachando y levantando lacabeza en extraa ceremonia.

    Soliloqueando.... soli-loqueando... loqueandosolo... reverbera la voz en su pico en gancho, paradarse importancia, antes de saber a qu vena elHombre que lo Tena Todo Todo Todo.

    Desde los ojos de mi perro Trampolimpn dijoaqul, me vieron distancias y distancias...

    Distancia es el cielo... alete el Pjaro de Fue-go.

    Lo s, lo s contest el que todo lo tena, fro-tndose las manos, me vio el cielo... desde los ojosde Trampolimpn me vio el cielo...