miercoles de ceniza 2010
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Reflexión con motivo de la CuaresmaTRANSCRIPT
MIÉRCOLES DE CENIZA
TIEMPO DE CUARESMA
“Dejaos reconciliar con Dios”
Hermosa llamada del apóstol San Pablo en el miércoles de ceniza, puerta
del tiempo cuaresmal, pórtico de la Semana Mayor del año cristiano y del
Santo Triduo Pascual, médula y tuétano de la vida litúrgica de la Iglesia.
Comenzamos unos meses muy deseados en nuestra ciudad. Las
comunidades parroquiales con sus grupos, las Cofradías y Hermandades y
todos los cristianos que desean aprovechar los medios e instrumentos que la
Iglesia ofrece en nombre del Señor.
Por este motivo, lo primero de todo será tomar conciencia de que hoy se
nos da una nueva oportunidad de revisar nuestra vida, nuestra acción
apostólica, nuestro ser y actuar como cristianos.
De este tomar conciencia debe brotar un deseo ardiente, de no perder el
tiempo, de no dejarlo para mañana, de recorrer el camino cuaresmal en su
integridad de espíritu y medios para llegar bien preparados a la Semana
Santa.
Ese “aprovechar el tiempo y los medios” pasa por lo que nos invitaba el
Evangelio de San Mateo de este dia: ayuno, oración, penitencia, caridad.
Medios excelentes para ir creando a nivel personal y comunitario un
ambiente especial.
Son muchas las actividades programadas en nuestras parroquias,
asociaciones, Cofradías: charlas, triduos, celebraciones, pregones,
exaltaciones.
Todo nos hablará de Dios, nos conducirá a su corazón misericordioso, a la
cercanía de Aquel que nos busca como buen pastor.
Y sólo así, escuchando, orando, interiorizando, podremos cumplir el deseo
paulino expresado en la segunda carta a los Corintios: “Dejaos reconciliar
con Dios”.
Dejarse encontrar por Dios, dejarse amar por Dios, dejarse perdonar, sanar,
curar.
En la sociedad de las prisas, del estrés, del tiempo milimetrado. En la
cultura del ocio, de la televisión, del fútbol, de la superficialidad. Se nos
llama a los cristianos al desierto, que como signo cuaresmal, supone buscar
la soledad, la aridez de liberarse de las cosas para así, en silencio, en
soledad, poder medir nuestras propias fuerzas y oír el susurro amable de
Dios que nos llama para volver a casa, para volver a El, si es que nos
hemos alejado. Nos llama a seguir en comunión con Dios y con los
hermanos.
En la cuaresma de este año, el Papa Benedicto XVI nos invita a centrarnos
en la Justicia. Hace una interesante reflexión situando a la persona y su
entorno en una dimensión que va más allá de lo material. Considerando la
justicia como la que facilita el pan de cada día y a Dios.
En un mundo donde la injusticia nos hace protestar enérgicamente y
rebelarnos, el Papa nos previene de un grave error. Pensar que la injusticia
está fuera de la persona, pensar ilusamente, que arreglando lo externo está
todo solucionado.
Por desgracia vemos que no es así, especialmente en unas lacras dolorosas
para nuestro planeta como son: el hambre, la guerra y el terrorismo.
Cuando se atajan en un país surgen en otro, cuando se elimina una forma
muta en otra.
El mal está fuera de la persona pero también está en el interior del hombre.
Es el egoísmo, la autosuficiencia, la soberbia, la raíz de todos los males.
Cuaresma por tanto es una llamada a volver a Dios. Y esa mirada en el
Señor puede disipar el egocentrismo porque donde hay ego pongo a Dios, y
poniendo a Dios como centro de mi vida estoy poniendo el amor, y el amor
es donación de sí mismo por pura definición.
Por eso, nos dice Benedicto XVI, que Cristo es la Justicia de Dios, imagen
perfecta de la Justicia, porque siendo inocente da la vida por todos, paga
una deuda que no le corresponde a él sino a nosotros. Es Cristo quien nos
proporciona todo lo que necesitamos para ser libres y salvos.
Sólo quien reconoce esta verdad, sólo quien se sabe necesitado de
salvación, sólo quien es humilde para tender la mano y pedir, sólo quien
descubre en Cristo la salvación y el Reino de Dios, saldrá de sí mismo, se
despojará de su antigua condición para revestirse con el traje de fiesta que
nos regala el Señor.
Cuaresma es el tiempo propicio para desnudarnos de nuestros pecados, para
lavar nuestra vida en el agua pura de la Palabra de Dios, de los
Sacramentos de la Eucaristía y Penitencia, de la caridad con los más
necesitados, y así poder llegar a la Pascua, con una vida más limpia, mas
blanca, mas reluciente, que no de sólo brillo y esplendor a nuestros
ambientes más íntimos sino al mundo entero.
Pidamos al Señor que nos contagiemos de su Justicia, para que nuestra
Iglesia, al igual que la Santísima Virgen María, llegue limpia y pura al
encuentro con su Señor Resucitado.