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MI VISITA A VENUS Lobsang Rampa

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EN ESTA OBRA LOBSANG RAMPA NOS CUENTA SOBRE SUS EXPERIENCIAS DE ENCUENTROS CON EXTRATERRESTRES EN LAS ALTAS CUMBRES DEL TIBET Y SU VIAJE AL PLANETA VENUS LLEVADO EN UN OVNI.

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MI VISITA A VENUS

Lobsang Rampa

Nota:

El presente libro “Mi visita a Venus” de Lobsang Rampa, es una traducción hecha por mí de la versión en inglés que se consigue por internet. La edición impresa es muy difícil de conseguir por no decir imposible.

He realizado esta traducción al español para que tengan acceso a ella todas las personas de habla hispana que no comprendan bien el inglés escrito.

Espero que esta traducción cumpla con la plena veracidad del sentido de lo redactado por el autor.

Sangrialis

Prologo por Gray Barker

Aunque desmentido por los “Tibetanos Académicos”, el público continúa creyendo en Rampa y en comprar sus libros. En los subsiguientes libros Rampa da más detalles de experiencias que él tuvo después del periodo cubierto en su libro “El Tercer Ojo”. Algunas de ellas consisten en ocultas enseñanzas prácticas, de las cuales las personas corrientes pueden beneficiarse. Rampa guardó el tema de los platos voladores y viajes espaciales fuera de sus libros, evidentemente temiendo que esos acontecimientos no serían creíbles. Algunos de esos escritos, incluidos en este libro, han sido publicados por revistas sobre platos voladores, y algunos de ellos han circulado privadamente en ediciones de manuscritos mimeografiados.

El público es consciente del fenómeno OVNI, sin embargo, ha sido un largo trecho desde los años 1950. Pensamos que es el momento de poner todo junto en un libro los escritos de Rampa acerca de los platos voladores, de manera que el público pueda leer estas extraordinarias experiencias.

Y así ésta limitada edición ha sido preparada y publicada. Predecimos que será muy solicitada después, y que una vez esta edición original salga, será un apreciado artículo de colección. La copia que usted tenga llegará a ser muy usada y manoseada antes de su desaparición. Esperamos que sea un placer para el dueño como para los que la tomen prestada.

Gray Barquer

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MI VISITA A VENUS POR LOBSANG RAMPA

PROLOGO

Mr. Gray Barquer Box 2228Clarksburg West Virginia

Estimado Mr Barker

Este libro realmente no debería haber sido publicado, pero quiero creer que usted lo publicó de buena fe bajo la suposición de que yo estaba en Sur América y por tanto no disponible.

Para regularizar su posición yo sugiero lo siguiente: Usted hace dos alteraciones a petición mía y yo le daré el permiso para publicar y vender el libro. No reclamaré derechos de autor sobre este libro, “Mi Visita a Venus”, pero a cambio de eso usted puede enviar el diez por ciento de sus ganancias a The Save A Cat League of 245 West 25th Street, New York City, porque los pobres gaticos tienen una miserable vida en este duro mundo.

Usted y Yo hemos tenido duros momentos en las manos de la ignorancia y la maldad y NUNCA me ha sido dada una oportunidad para dar mi propia aclaración del asunto. La imbécil prensa es como perros rabiosos en su insensato odio a todo aquello que ellos no entienden.

Yo le digo Usted definitiva y enfáticamente que todos mis libros son verdad, son mis personales experiencias, y yo soy quien clama ser.

Atentamente

T. Lobsang Rampa

-2- PRIMERA PARTE EL HOGAR DE LOS DIOSES

Platos voladores? Por supuesto que hay platos voladores! Yo he estado en uno viajando.El Tíbet es el país más conveniente de todos para los platos voladores. Está alejado del bullicio del mundo y está habitado por gente que sitúan la religión y los conceptos científicos por encima del interés material. A través de los siglos la gente del Tíbet ha conocido la verdad acerca de los platos voladores, lo que ellos son, porque son, como ellos funcionan y el propósito de todo eso. Nosotros conocemos las personas de los platos voladores como Dioses del Cielo en sus carros de fuego. Pero permítanme relatar un suceso que realmente nunca ha sido contado antes en ningún país fuera del Tíbet y que es totalmente cierto.

Era un amargo día. Bolitas de hielo impulsadas por el aullante vendaval nos golpeaban como balas en nuestras ondeantes vestiduras, rasgando la piel en cualquier superficie expuesta. El cielo era de un vívido purpura, con parches de llamativas nubes blancas que se precipitaron al interior. Aquí cerca de veinte mil pies de altura sobre el mar, (6.100 ms) en Chang Tang, altas tierras del Tíbet, estábamos esforzándonos por ir hacia arriba y arriba.

Alejados de nuestro último lugar de descanso, unas cinco millas detrás de nosotros, una voz vino a nuestra conciencia: “esforzaos hacia arriba mis hermanos. Esforzaos y entren en el cinturón de niebla nuevamente porque hay mucho para que ustedes vean”. Nosotros los siete lamas, todos altos lamas de la serie de lamas del Tíbet, hemos tenido mucha comunicación telepática con los Dioses del Cielo. De ellos hemos aprendido los secretos de los carros voladores los cuales pasan velozmente a través de nuestra Tierra y algunas veces se posan en lejanos distritos.

Escalando más alto y más alto, arañando puntos de apoyo en el duro suelo, forzando nuestros dedos en las más leves grietas de las rocas. Finalmente alcanzamos de nuevo el misterioso cinturón de niebla y entramos. Tan pronto lo atravesamos, llegamos a una maravillosa cálida tierra de una era ya ida.

“Un día más de marcha mis hermanos”, dijo la voz “y ustedes verán un antiguo carro de guerra”.

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Por esa noche descansamos en la cálida y confortable Tierra Escondida. Encontramos una cómoda y relajante cama de suave musgo y en la mañana nos bañamos gratamente en un cálido y ancho río antes de iniciar otro día de marcha. En esta tierra habían agradables frutas que tomamos para nuestro alimento, un efectivo satisfactorio cambio de nuestro eterno tsampa!

A lo largo del día íbamos hacia arriba entre placenteros arboles de rododendro y nueces, y otros de los cuales no habíamos visto antes. Todo el tiempo estuvimos yendo hacia arriba, y todo el tiempo estuvimos en la agradable cálida tierra. Con la caída de la tarde, hicimos nuestro campamento detrás de algunos árboles y encendimos nuestro fuego,

luego nos enrollamos en nuestras túnicas y nos dormimos. Con la primera luz del amanecer estuvimos otra vez listos para continuar nuestro viaje. Posiblemente otras dos a dos y media millas caminamos y entonces llegamos a un claro. Aquí nos detuvimos mudos de asombro, sorprendidos; el claro frente a nosotros era vasto e increíble.

La amplia planicie que vimos era posiblemente de unas cinco millas de lado a lado y la escena era extraña que aún ahora dudo de escribirlo debido a que sé que no me creerán. La planicie era de unas cinco millas de lado a lado y en la lejanía había una gran pared de hielo como una gran superficie de vidrio alcanzando los cielos. Pero eso no era lo extraño ante nosotros, la planicie tenía las ruinas de una ciudad y aún ciertos edificios estaban intactos. Efectivamente algunos edificios parecían como nuevos. Cerca en un espacioso prado había una inmensa estructura metálica que me recordaba como dos platos del templo acoplados y era sin duda cierta clase de vehículo.

Mi guía el Lama Mingyar Dondup, rompió nuestro asombrado silencio, diciendo, “Este fue el hogar de los Dioses hace medio millón de años.

Durante esos días el hombre actuó en contra de los Dioses e inventó un dispositivo para desintegrar el átomo lo que produjo un desastre sobre la Tierra, causando que partes de la Tierra se elevaran y otras se hundieran, destruyendo montañas y creando otras. Esta fue una poderosa ciudad, la metrópolis, y esto estuvo una vez a la orilla del mar. La convulsión de la Tierra a consecuencia de la explosión alteró la rotación del planeta. Vallamos más cerca entonces veremos otras partes de la ciudad empotradas en el glaciar, un glaciar que en este cálido valle fue levemente fundido, dejando intactas estas antiguas edificaciones.”

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Nosotros escuchamos en un fascinante silencio y de pronto por un común impulso, proseguimos hacia adelante. Solo cuando estuvimos cerca de las construcciones pudimos darnos cuenta que la gente que vivió aquí no tendría menos de doce pies (3,65 ms) de altura. Todo era de una escala gigante y me acordé de esas enormes figuras que había visto en las profundas criptas del Potala.

Nos aproximamos al extraño vehículo metálico. Era enorme. Posiblemente cincuenta o sesenta pies (15 o 18 ms) de largo, sin brillo por el tiempo. Vimos una escalera de mano que llegaba a una oscura apertura y sintiendo como si pisáramos suelo sagrado, subimos uno a uno. El Lama Mingyar Dondup entró primero y pronto desapareció dentro del oscuro hueco. Yo fui el siguiente y tan pronto alcancé el tope de la escalera y pisé el interior del cuarto metálico, vi a mi guía recostado hacia lo que parecía ser una inclinada mesa en este largo cuarto de metal. El tocó algo y una azulada luz surgió y se escuchó un débil zumbido. Y para nuestra horrorizada sorpresa, al final del cuarto aparecieron unas siluetas caminando hacia nosotros y nos hablaron.

Nuestro primer impulso fue voltearnos y correr, huir de esta casa embrujada, pero una voz en nuestros cerebros nos detuvo. “No teman” escuchamos, “nosotros estuvimos conscientes de vuestra llegada y hemos estado pendientes en los últimos cien años. Hicimos previsiones de manera que aquellos suficientemente intrépidos para entrar en este

recinto, deberían conocer el pasado.” Fuimos paralizados por una hipnótica impotencia, impotencia a obedecer nuestros instintos animales y huir. “Siéntense” dijo la voz, “porque esto será largo y los hombres cansados no escuchan bien”.

Nos sentamos los siete en hilera mirando hacia el final del cuarto y esperamos. Por algunos segundos el zumbido continuó. La luz en el cuarto se apagó y quedamos en una oscuridad tan profunda que no podíamos ver nuestras manos. Algunos segundos después el zumbido se detuvo con un débil click y sobre la pared aparecieron escenas tan extrañas, muy lejanas a nuestra comprensión. Cuadros de una poderosa ciudad en cuyas ruinas estábamos ahora sentados. Una ciudad al lado del mar en la cual circulaban extraños carros. En lo alto, vehículos en forma de disco cruzaban el aire sin ruido y velozmente.

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Sobre la costa de doradas arenas, gigantescas figuras andaban a zancadas entre el vaivén de las palmeras. Pudimos oír el sonido de alegres voces de niños jugando, chapoteando en las olas. Vimos escenas en las calles, en las casas, en los edificios públicos. Sin ninguna sorpresa lo vimos como desde una nave aérea. Esto me hizo recordar vívidamente de mi vuelo en cometa agarrado de un casi inexistente travesaño. Entonces hubo un terrible boom y a lo lejos una nube en forma de hongo elevándose millas hacia los cielos, un disparo de nubes carmesí y amarillo como si la respiración de los dioses fuera fuego.

SUMERGIDO

Desde nuestro ventajoso punto vimos edificios derrumbarse y gente huyendo por sus vidas. Luego a lo lejos rugió una enorme ola marina, posiblemente de cien pies de altura (30.5 ms). Golpeó la tierra y sumergió las casas, la una vez majestuosa metrópolis. La tierra se estremeció, el cuadro giró dio vueltas y todo fue oscuridad. Lo que pareció ser un largo tiempo, estuvimos sentados perplejos en la oscuridad. Una escena apareció en la pared nuevamente, pero esta vez fue un cuadro diferente. Vimos la claridad y en ella unas extrañas naves, como en la que estamos ahora sentados. Los hombres parecían hacer

trabajos de mantenimiento y revisión. Las naves estuvieron continuamente llegando y saliendo. Se veía que había diferentes tipos de gente, desde cinco pies (1.5 ms) de altura hasta unos quince pies (4.5 ms) de altura.

El cuadro cambió y vimos un panorama desde afuera de la Tierra y una vista del lado oculto de la Luna. La voz de la pantalla nos dio una explicación acerca del cuadro. Aprendimos que hubo una asociación de Hermandad Blanca compuesta de seres encarnados y desencarnados. Aquellos que eran encarnados venían de diferentes planetas y tenían como única misión, salvaguardar la vida. El hombre, nos dijeron, no era ciertamente el mayor grado de evolución, y esta gente, estos guardianes, trabajaban por criaturas de toda clase, no solo por el hombre.

INVASIÓN

Nos dijeron que el Tíbet iba a ser invadido y que los invasores serían como una enfermedad en el cuerpo de la Tierra. El comunismo, nos comunicaron, sería erradicado

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y en la próxima era, criaturas de toda clase estarán unidas como en aquellos lejanos días.

El Tíbet sería invadido pero aun así el Tíbet hará su parte con los lamas telepáticos quienes podrán fácilmente contactar las naves espaciales. La Tierra, ellos nos dijeron, fue una colonia y estas humanidades del espacio supervisan la Tierra, de manera que ellos podrían mitigar los efectos de una radiación atómica y, es de esperar, evitar que la humanidad de la Tierra vuele su planeta en pedazos. Nosotros los siete lamas telepáticos fuimos llevados sobre la Tierra en una nave espacial. Vimos en media hora nuestra tierra del Tíbet; una distancia que tomaría tres meses en cruzarla un hombre en un rápido caballo. Después sin ningún incremento de la gravedad, sin ninguna sensación de movimiento, fuimos llevados fuera de la atmosfera, al espacio. Nosotros sabemos cómo estas naves espaciales funcionan. Nosotros sabemos porque ellas pueden girar tan

rápidamente, y porque aquellos dentro de estas naves no son afectados por las fuerzas centrífugas, pero esto será para otra ocasión.

SEGUNDA PARTE DENTRO DE LA NAVE

El intenso púrpura del cielo de la tarde fue de pronto cortado por una blanca nívea línea, como si el dedo de un dios hubiera barrido la oscuridad para mostrar una débil luz. El brillo plateado al inicio de la línea que crecía, cruzó tan rápido el cielo que casi la vista no podía seguirla. De pronto un centellazo de luz y el plateado fue opacado por la negrura del espacio.

Nosotros los lamas nos recostamos sobre el suave verde césped del Valle Escondido a unos veinticinco mil pies (7.600 ms) sobre el nivel del mar. Mas alto aún los dentados picos que rodeaban y protegían la cálida y placentera tierra, más extensa que las Islas Británicas y que tiene muchos misterios, pero ninguno tan extraño como este, un valle de esplendor tropical en medio de (subing: no he encontrado traducción a esta palabra) antes del diluvio, y más extraño aún donde los Dioses del Cielo tienen una base. Durante siglos los lamas telepáticos de alto grado han estado en comunicación con esos Dioses, y han aprendido mucho de ellos. Ahora nosotros hombres altamente favorecidos, nos hemos encontrado con ellos.

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Nos recostamos sobre nuestras espaldas, pensando en las maravillas que habíamos visto. A nuestra derecha en un inmenso claro habían extrañas máquinas, máquinas que serían extrañas aún para el mecanizado mundo lejos de nuestro Tíbet. Hombres de otros mundos caminaban alrededor, algunos lo hacían con ágil gracia respirando el aire que nosotros respiramos y otros tropezando un poco con una extraña vestidura transparente que cubría hasta sus cabezas y permitiéndoles respirar una atmósfera diferente.

Por algunas horas estuvimos recostados así, observando maravillados y siguiendo telepáticamente el propósito de estas actividades. Nuestra firme concentración de pronto fue rota por un profundo zumbido que provenía justo encima de nosotros. Mirando hacia lo alto vimos la aproximación de un disco giratorio. Cuando pasó por encima nuestro,

fuimos presionados hacia el suelo como si fuera un fuerte viento, como si nuestro peso se hubiera duplicado en un instante. Entonces pasó de largo y apoyándonos sobre un codo nos levantamos para observar el aterrizaje de la máquina. Se asemejaba a dos muy aplanados cuencos tibetanos puestos borde con borde, uno apoyándose sobre el otro y en el centro de ambos una cúpula transparente, o translúcida sería una mejor descripción porque aunque era obviamente transparente, no podíamos ver claramente a través de ella. Ahora toda la nave rotó sobre la cúpula haciendo un sonido suish, suish, recordándonos las Banderas de Oración agitándose en una fuerte briza. El fuerte zumbido cesó tan pronto la máquina detuvo su avance sobre lo que obviamente era una pista de aterrizaje. Gradualmente la nave descendió más y más bajo hasta que se ocultó de nuestra vista tras de otra nave tubular mucho más grande. De un edificio cercano, un vehículo en forma de pera se desplazó hacia la recién arribada máquina. Algunos minutos después se dejó ver nuevamente yendo en dirección opuesta retornando al edificio.

Nuestros intentos de observación fueron interrumpidos por un hombre que vino hacia nosotros y dijo: “Vengan ahora mis hermanos, porque hay mucho que mostrarles.” Nos pusimos de pié y una vez más nos sentimos avergonzados por nuestra falta de estatura; el Lama Mingyar Dondup tenía seis pies (1,82 ms) de alto y todos nosotros estábamos a tres pulgadas (7,5 cm) de eso, pero este hombre era el doble de la estatura de Mingyar Dondup. Me sentí como cuando tenía siete años entrando a un lamasterio por primera vez. El hombre Alto aparentemente adivinó mis pensamientos o los leyó telepáticamente porque dijo: “No es el tamaño del cuerpo lo que importa mi hermano, sino el tamaño del aura y del alma que está en nuestro interior. Aquí tenemos gente de menor estatura que ustedes hasta más altos que yo.” -8-

El nos guió a través del verde musgo que cubría el suelo. Esto era más duro que la roca, liso sin ninguna mancha o imperfección, más aún, no lastimaba nuestros pies como cuando caminamos sobre la roca. Miré a mi alrededor fascinado y admirando todas esas extrañas actividades de los alienígenas que se desarrollaban en torno nuestro. El Hombre Alto era evidentemente una persona de mucha importancia, pues todos esos que estaban trabajando cerca, tocaban su corazón cuando el pasaba, un saludo que en nuestra ignorancia, pensamos era nuestra forma oriental. Nos sentimos muy cohibidos en nuestras raídas túnicas, maltratadas y rotas por el duro viaje desde Lhasa.

Mientras caminábamos el Hombre Alto amplió sus comentarios del día anterior, contándonos que la Tierra fue una colonia que fue afligida por una pavorosa enfermedad que hizo comportarse a la mayoría de sus habitantes como perros rabiosos. “Durante siglos la Tierra ha sido observada de manera que todo a su debido tiempo la gente pudo ser ayudada. Ese tiempo fue hace poco”. Algunos de nosotros, del Tíbet, fuimos más desarrollados telepáticamente y esotéricamente por lo cual hemos recibido especial información y especial experiencia. “Ahora,” dijo, “les vamos a mostrar su mundo desde más allá de la atmosfera. Para esto es mejor si ustedes están en una nave tripulada por aquellos de su misma estatura.”

EL VIAJE

Estábamos parados frente a una nave de forma tubular de unos ciento cincuenta pies (46 ms) de largo por unos sesenta pies (18 ms) de ancho. Una amplia plataforma conducía desde el suelo hasta el interior. A medida que nos aproximamos, un hombre de mediana estatura pero muy ancho bajó a encontrarse con nosotros. El tocó su corazón hacia el Hombre Alto y por un momento se miraron uno al otro mientras se comunicaban entre ellos. Luego el Hombre Ancho se volteó hacia nosotros y nos hizo señas para que lo siguiéramos. Siguiendo el ejemplo de nuestro guía el Lama Mingyar Dondup, nos volteamos hacia el Hombre Alto tocando nuestro corazón con nuestra mano derecha antes de inclinarnos y dirigirnos siguiendo al Hombre Ancho.

Lo desconocido es siempre aterrador. El palpitar de mi corazón se incrementó a medida que subíamos la inclinada rampa, me detuve un momento y entré por esa portada alienígena. Dentro había un largo corredor de un relajante pálido color verde y las paredes parecían ser luminosas. La luz era uniforme y no producía sombras. El Hombre Ancho nos guió por el largo corredor varias yardas, entonces se detuvo levantó sus manos y una parte de la pared se deslizó a un lado para revelar un placentero salón en el cual un lado y el piso eran tan transparentes que fuimos muy temerosos de entrar. -9-

“No teman”, el dijo, “el piso es muy sólido y los puede soportar con toda seguridad. Lo que ustedes ven es una pantalla especial que muestra todo el exterior. Aquí no hay ventanas.” Con la respiración entrecortada

entramos indecisos: era como si estuviéramos caminando sobre nada y ciertamente tuve la impresión de que caería a tierra.

El Hombre Ancho se puso de cara a una pared y por un tiempo entró en un estado que parecía estar ausente de nosotros como si estuviera en un profundo pensamiento. Yo estuve perezosamente fijando mi mirada a través de lo que había pensado era un piso transparente pero que ahora sabia era una pantalla especial. Observé otras naves cerca y gente trabajando en ellas. De pronto mis rodillas se debilitaron de terror. Las cosas se estaban moviendo: la tierra se estaba hundiendo debajo de nosotros y creía que nos íbamos a caer igualmente, pero no había ningún signo, ninguna sensación de movimiento.

El Hombre Ancho salió de lo que parecía su ensueño y dijo: “Los vamos a llevar fuera de la Tierra” y añadió: “Y les vamos a mostrar su mundo desde afuera”, yo respondí: “Pero nosotros no nos estamos moviendo, si así fuera estaríamos sintiendo. Cuando nos balanceamos al final de una cuerda, o cuando volamos en una cometa, yo ciertamente lo siento. Pero aquí no hay ninguna sensación. El Hombre Ancho respondió: “No, no hay ninguna sensación, pero nosotros maniobramos a una velocidades más allá de cualquier capacidad que alguien pueda resistir y tenemos mecanismos especiales que automáticamente neutralizan el efecto de repentinos giros o detenciones a muy alta velocidad. Usted no sentirá nada en absoluto en esta nave y no hay nada que usted pueda temer. Nosotros hace mucho tiempo que dominamos la ciencia de la gravedad. Más tarde usted lo verá en toda esta nave, pero primero….” Señaló con sus manos hacia la pantalla. Nosotros miramos.

SIN SENSACIÓN DE MOVIMIENTO

Lejos debajo de nosotros la alfombrada tierra que era el Tíbet. Las principales montañas, algunas empinándose más altas que el muy abovedado Everest, se fueronaplanando por la distancia, llegando a ser solo granos sobre la superficie de un plano. Nos elevamos más alto y más alto hasta que finalmente pudimos ver nuestro Río Feliz (Como nosotros lo llamamos en el Tíbet), incrementando su intensidad al adentrarse en el sagrado río de la India, y dentro del océano que no habíamos visto antes. Vimos los contornos de la costa y pudimos distinguir fácilmente la Bahía de Bengala y ver lejos dentro de la India. Incluso pudimos ver la Gran Muralla China como una delgada grieta en la Tierra. -10-

El Sol parecía estar debajo de nosotros, enorme, de intensidad incrementada por la refracción del aire, de rojo encendido como la boca abierta del horno de una lamasería. Pero no había ninguna impresión de movimiento. Permanecíamos mirando y pensando qué remotamente era todo esto de nuestra normal vida sobre la árida Tierra.

El Hombre Ancho hizo ademanes a una pared, tocó algo y unos banquillos como sillas saltaron de la antes lisa superficie. “Siéntense”, dijo, “ustedes pueden ver más cómodamente sentados.”

Nos sentamos en parte cautelosos en parte molestos, porque tan pronto nos sentamos, nos pareció hundirnos en algo que agarraba nuestras comprimidas formas sobre nuestras delgadas túnicas. “Sillas de formas adecuadas”, dijo el Hombre Ancho. “Muy confortables. Ellas los previenen de dormirse y se ajustan a todo movimiento”. “Formas realmente adecuadas”, pensé. Ciertamente no estoy acostumbrado a ser tocado de esa manera. Todavía, supuse, tendré que acostumbrarme. Ya sentado sin percances, miré atentamente otra vez las pantallas y retuve mi respiración en un total asombro. Me habían enseñado que la Tierra era plana, ahora sabía mejor porque pude ver por mi mismo que la Tierra era como un globo redondo como la pelota que solía usar para jugar. Aquí estábamos lejos arriba sobre la Tierra, yendo más alto y más alto, hasta que al fin estuvimos completamente libres de la atmosfera. La Tierra giró lentamente debajo de nosotros, un enorme globo en gran parte cubierto por un verde opaco del océano. Las masas de tierra parecían insignificantes con manchas verdes y bermejas. Amplias áreas de ella estaban cubiertas con blancas lanudas nubes ocultando bastante de la superficie. A través de algunas aberturas pudimos ver los contornos de los continentes e islas. Pudimos observar lagos tierra adentro, pero de las ciudades no hubo evidencia alguna. Desde las alturas no había ningún indicio de existencia de vida sobre la Tierra.

VISTA DEL UNIVERSO

Circundando la Tierra había una suave neblina azulada, muy densa cerca de ella, pero desvaneciéndose del todo después de unas pocas millas. La Tierra rodaba girando perezosamente como un halcón revoloteando lentamente en el cielo. EL Hombre Ancho dijo: “ Ustedes le están poniendo atención a la Tierra, pero todo el universo está frente a ustedes, no es digno de una mirada? Eso nos lanzó a la vida repentinamente y miramos. Sobre nosotros había una total negrura interrumpida por llamativos vivos puntos de luz. Los distantes planetas

aparecían claramente redondos y de diferentes matices, mientras en aquellos más cercanos pudimos distinguir características de su superficie. De la

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misma manera pudimos ver atentamente al Sol. El Hombre Ancho hizo surgir un escudo protector que cubría parte de la pantalla. Vimos el Sol enorme y claro, lo que vimos nos golpeó con terror porque pensamos que se estaba incendiando. Largas lenguas de fuego saltaban de su circunferencia, mientras su superficie se nos presentaba como una masa retorciéndose, copiosamente marcada por oscuras manchas. “Nosotros tenemos una base en lo que ustedes llaman la Luna”. Dijo el Hombre Ancho. “La Luna siempre presenta una cara a la Tierra. Nuestra base está en la otra cara y estamos yendo allí ahora. El filtro fue movido a un lado y pudimos ver con atención, claramente la brillante cara de la luna que siendo un mundo sin atmosfera, todavía tiene vida en lo profundo bajo su superficie. Nos aproximamos a una velocidad tan rápida que era completamente incomprensible para nosotros, pero no había sensación de velocidad. “Ustedes han aprendido mucho acerca de nosotros”, dijo el Hombre Ancho.

“Todavía en la Tierra, la gente piensa que nosotros no existimos. A ellos se les debe enseñar porque debido a que las religiones enseñan que el Hombre está hecho a la imagen de Dios, la gente de la Tierra piensa que Hombre es solo la humanidad terrestre. Hoy para admitir la posibilidad del Hombre en otros planetas, habría que probar la equivocación de varias religiones. Otra vez aquellos que tienen el poder de la vida y de la muerte sobre las naciones, no se atreven permitir qué se sepa que hay un poder mayor, para hacer eso deberían disminuir el control sobre sus esclavizados pueblos”.

PROPULSIÓN

Luego nos llevaron a un tour por la nave espacial y fuimos presentados a la numerosa tripulación. Nos sentimos muy ignorantes en su presencia, pero ellos hicieron lo posible por responder nuestras preguntas haciéndonoslo fácil.

El problema de la propulsión me interesó bastante, y me dieron una respuesta con mucho detalle. Usan varios métodos, adecuados a los

propósitos de los diferentes vehículos. Aquel en donde estábamos viajando, tiene una forma de magnetismo el cual repele el magnetismo de la Tierra. La electricidad usada en la Tierra, nos dijeron, era muy rudimentaria. La usada en otros lugares es una forma de magnetismo basada en la energía cósmica. La fuerza es capturada del cosmos por unos colectores especiales en la superficie de la nave y conducida a la “sala de máquinas”. Aquí es alimentado a través de unas bobinas de inducción hacia los dos extremos de la nave. La parte dirigida hacia la

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Tierra, repelía fuertemente la Tierra y el otro extremo dirigido hacia el planeta de destino, en este caso la Luna, producía una fuerte atracción a ese planeta.

Sobre un planeta, la fuerza de repulsión se puede ajustar de tal manera que la nave puede detenerse, elevarse o bajar. Todo el interior de la nave estaba revestido con una red de conductores, de tal forma que sin importar la posición en la cual la nave se pusiera, la fuerza de gravedad era en todo momento la más conveniente para los ocupantes. Nos mostraron el notable simple mecanismo que automáticamente ajustaba la fuerza gravitacional.

Pero no hay más espacio para mayores detalles. Es sin duda una tragedia que la gente Occidental sea tan escéptica, porque hay mucho que decir y es una pérdida de tiempo incluso intentarlo cuando uno SABE que no le creerán. Los platos voladores son reales. Muy reales.

TERCERA PARTE MI VISITA A VENUS

Los vientos de la tarde suspiraban suavemente por entre los arboles del Valle Escondido. Había una atmosfera de paz, de armonía, de Seres trabajando por el bien. Nosotros descansábamos al lado de nuestra hoguera de campamento, el Lama Mingyar Dondup y tres compañeros, cinco por todos. Nosotros habíamos viajado desde la lejana Lhasa, desde las heladas empinadas montañas y áridas tierras. Ahora éramos cinco de nosotros aunque doce fuimos los que iniciamos. Hubo compañeros que se despeñaron víctimas de avalanchas, otros víctimas de las privaciones y del congelado frío.

Ahora en la calidez del Valle Escondido, descansábamos en paz. Maravillas ciertamente nos habían sucedido desde que por primera vez estuvimos en contacto con los Dioses de los otros mundos, Dioses que cuidaron la Tierra y evitaron su auto destrucción. Esta noche, pensamos, nos retiraremos temprano. Nos hemos ganado nuestro sueño, nuestro descanso, pues durante el día hemos estado viendo secretos de la inmensa ciudad que fue medio enterrada en el glaciar. Habíamos aprendido mucho, pero, íbamos a aprender más.

Nos miramos uno al otro preguntándonos quien estaba hablando, porque un gentil pero insistente pensamiento llegaba a nuestras mentes. “Hermanos, hermanos, vengan para acá, estamos esperando.”

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Dudando, uno tras otro nos pusimos sobre nuestros pies y miramos alrededor nuestro. No había nadie a la vista, pero otra vez vino la insistente orden, “Hermanos, por este camino, estamos esperando”. Por tanto seguimos nuestra intuición y nos dirigimos hacia el bullicioso campo donde las máquinas de otros mundos estaban, donde seres de muchos otros mundos pululaban haciendo sus multitudinarias ocupaciones. A medida que nos acercamos a una de las naves grandes, un hombre, El Ancho, descendió de ella y vino a nuestro encuentro con su mano sobre su corazón en un gesto de paz y bienvenida.

“Ah hermanos al fin han venido. Los hemos estado llamando hace una hora. Pensamos que posiblemente vuestras mentes dormían.”

Nos inclinamos con humildad ante él, inclinados hacia él Ser Superior del espacio exterior; el volteándose nos guió el camino hacia la nave. Nosotros nos pusimos en cierto lugar al lado de la nave, se sintió como si fuéramos capturados por una fuerte fuerza que nos hizo flotar impulsándonos hacia arriba. “Si” él nos dijo a nuestros no hablados pensamientos. “Esto es un rayo antigravitacional, un levitador como nosotros le llamamos. Nos ahorra el esfuerzo de subir”.

Dentro de la nave, él nos guió a un salón con asientos a lo largo de la pared. Era un salón redondo y nos recordaba la nave donde habíamos tenido recientemente un viaje. Miramos alrededor y podíamos ver afuera como si no hubieran paredes, pero bien sabíamos que esos muros eran

tan sólidos como el metal, un metal más duro que cualquier otro que conociéramos.

“Mis hermanos ustedes han viajado lejos de acuerdo a sus estándares y ustedes han resistido mucho de acuerdo a cualquier estándar. Esta noche los vamos a llevar muy lejos de su propia Tierra, los vamos a llevar al planeta que ustedes llaman Venus. Los llevaremos allí simplemente para mostrarles que hay civilizaciones más allá de cualquiercosa que ustedes conozcan en la Tierra, llevarlos de manera que sus días de vida sobre la tierra pueden ser iluminados por el conocimiento de lo que es y de lo que puede ser. Primero alimentémonos. Ustedes estarán, como yo estoy complacido, de compartir con ustedes su cena. El dio una orden telepática y asistentes entraron portando platos. Uno fue a la pared y presionó varios botones. Una sección del piso se elevó en forma de mesa y con ella aparecieron sillas sobre las cuales nos pudimos reclinar a la manera del antiguo Este y no ser aprisionados al estilo del Oeste. -14-

Las tapas de los relucientes platos, platos que parecían ser de puro cristal, fueron removidas y fuimos ayudados a comer. El alimento para nosotros fue verdaderamente increíble. Frutas de varios colores y pastas en recipientes de cristal. Nuestros anfitriones estuvieron muy atentos a nuestros deseos. El Hombre Ancho dijo: “Aquí nosotros solamente comemos lo que la naturaleza provee. Estas son frutas tales que ustedes no conocen en la tierra, frutas que nos suministran el pan, la carne, todas las cosas. Estas pastas que ustedes encontrarán verdaderamente deliciosas, están compuestas de nueces de otros planetas de este sistema”. Como él dijo, eran “verdaderamente deliciosas” y sin duda comimos muy bien.

Los sabores eran de lo más extraño para nosotros, pero enteramente agradables y los licores que bebimos eran también jugos de frutas. Esta gente era, pensamos, más humanas aún que nosotros los del Tíbet. Ellos no mataban nada, ni siquiera reprimen los animales de manera que su leche pudiera ser obtenida.

Al finalizar nuestra comida, los platos fueron removidos y la mesa y las sillas del comedor desaparecieron nuevamente dentro del piso. El Hombre Ancho dijo: “En esta oportunidad yo iré con ustedes. En este momento estamos en movimiento”. Nosotros nos volteamos y miramos a

través de la pared. No había sensación de movimiento, ningún sonido, no obstante estábamos elevándonos. Subíamos más rápido y más rápido dejando la obscuridad de la Tierra y saliendo de manera que al mirar hacia abajo pudimos otra vez ver el sol destellando en el horizonte, destellando sobre la curvatura de la tierra, lejos muy lejos en la distancia.

En la medida en que nos elevábamos más y más alto, pudimos ver los continentes de la Tierra en varios matices y colores, verdes y marrones; pudimos ver el blanco de las nubes y el azuloso-gris de las turbulentas aguas de los mares, pero de las actividades del hombre no había ninguna señal, absolutamente ninguna señal desde nuestra altura, de cualquier cosa viviente sobre la Tierra. A medida que nos elevábamos más alto, encontramos que extrañas luces jugaban afuera de las ventanas, casi el arcoíris se convirtiera en láminas, ondulantes láminas, pero aquí habían más colores de los que cualquier arcoíris pudiera tener. Fue una descarga eléctrica de la aurora. Parecía como si toda la Tierra estuviera ceñida de dorado, rojo, verde y de un profundo púrpura, ondeándose como en un viento invisible. Lluvia de luces destellando y relumbrando de todos los colores, cruzaban como relámpagos a través de las cortinas, como si esas cortinas fueran desgarradas por las lanzas de los Dioses.

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MÁS RÁPIDO QUE LA LUZ

Más alto y más alto íbamos, fuera en la profunda negrura del espacio. La Tierra era ahora del tamaño de una pequeña redonda fruta, brillando con una luz azul-gris, pero no como la luna, la cual tenía una luz amarillosa, pero azul-gris, sin duda un extraño color. Penetrábamos más y más velozmente en el espacio y las estrellas frente a nosotros cambiaron de color, el sol de cara a nosotros su color cambió, sus rayos dorados por rayos rojos sangre. Detrás de nosotros la Tierra había desaparecido y para nuestra increíble estupefacción no había nada sino oscuridad, negrura, la negrura del vacío absoluto.

Con un grito ahogado de asombro, me dirigí hacia el Hombre Ancho, pero el solo se rió y dijo: “Oh mi hermano nosotros estamos yendo más rápido que la luz, de manera que detrás de nosotros no hay luz porque la estamos dejando atrás y al frente de nosotros estamos capturando luz, por tanto todo el espectro visible está trastornado. Debido a esto en vez

del resplandor blanco de los planetas, usted ve rojo, luego un rojo oscuro hasta que el rojo se vuelve purpura y el púrpura a negro y la luz que usted ve, no es luz del todo sino una ilusión de los sentidos”.

Esto sin duda era fascinante, pero nos desplazábamos sin ninguna sensación, dejando atrás a la misma luz. No podía entender como ellos podían navegar a tales velocidades, pero la respuesta a eso fue que todo era hecho por controles robóticos. Nosotros estábamos embelesados en nuestras sillas mirando afuera. En vez de puntitos de luz, veíamos líneas como si un torpe artista hubiera manchado una pared negra con brillantes colores que cambiaban mientras los observábamos. Finalmente los colores empezaron a aparecer más normales. El negro pasó a purpura, el purpura a rojo marrón, después a un escarlata rojo y luego detrás de nosotros, otra vez vimos puntitos de luz. Sin embargo las estrellas detrás nuestro eran verdes y azules, mientras delante de nosotros ellas era rojas y amarillas. En la medida que redujimos aún más la velocidad, las estrellas del frente volvieron a su color normal, lo mismo que las de atrás. Frente a nosotros había una enorme bola rotando perezosamente en el negro mar del espacio, una bola completamente cubierta de nubes lanosas, una bola que me recordaba un vilano flotando en un oscuro cielo. Dimos dos, tres, posiblemente cinco vueltas y entonces el Hombre Ancho dijo: “Vamos a entrar en la atmosfera. Pronto estaremos abajo y ustedes podrán caminar sobre un mundo que no es alienígena pero simplemente extraño para ustedes.” -16-

Lentamente la nave descendía, lentamente se sumergió en las lanosas blancas nubes, pareciendo dedos alcanzados y repelidos por nuestras ventanas. El Hombre Ancho tocó un control y fue como si unos mágicos dedos hubieran barrido a un lado las nubes y cualquier cosa que obscureciera la vista. Miramos afuera con sobrecogimiento. Las nubes como por una magia de los Dioses se hicieron invisibles y debajo de nosotros vimos este reluciente mundo, este mundo habitado por seres superiores. A medida que descendíamos más y más, vimos ciudades como de hadas extendiéndose al cielo, inmensas estructuras, etéreas, casi increíbles en su delicado trazo de su construcción. Altos chapiteles y cúpulas bulbosas, de torre a torre alargados puentes como telarañas que relucían con vivos colores, rojos y azules, malva y purpuras y dorado y que curiosa cosa no había luz del Sol. Todo este mundo estaba cubierto en

una nube. Yo miraba a mí alrededor mientras pasábamos disparados sobre una ciudad a otra y me parecía que toda la atmosfera era luminosa, todo en el cielo daba luz, no habían sombras y no había un foco central de luz. Parecía como si toda la estructura nubosa irradiara luz en forma uniforme, discretamente, una luz de tal cualidad como nunca había creído que existiera. Era pura y limpia.

Finalmente dejamos las ciudades y llegamos a un hermoso y centellante mar, un mar del más puro azul. Habían pocas embarcaciones navegando y el Hombre Ancho sonrió benevolentemente cuando yo las señalé y dijo: “Oh esas son embarcaciones solo de placer. Nosotros no usamos ninguna cosa tan lenta como esas naves en este mundo.” Después de unos minutos cruzamos el océano y llegamos a otra reluciente ciudad, aún mejor que las anteriores que habíamos visto y en el puro corazón de la ciudad estaba un claro al cual nos aproximamos. Por unos minutos nos detuvimos, posiblemente a una milla de altura sobre la ciudad, sobre el claro, y entonces, como una respuesta a una señal, descendimos lentamente, sin ningún sonido, sin esfuerzo alguno. Gradualmente, casi imperceptiblemente el suelo estaba más cerca y más cerca.

Pronto estuvimos a la altura de las cimas de las torres de esta resplandeciente ciudad, esa fabulosa ciudad, que como esa ninguna persona del Tíbet había visto antes. Nopudimos determinar la naturaleza de los materiales; las torres se empinaban hacia las estrellas, puntiagudas, y de cada ventana de esos inmensos edificios, se asomaron rostros. Cuando nos acercamos más y más, más bajo y más bajo, pudimos distinguir esos rostros con alarmante claridad; ellos eran hermosos. A lo largo de nuestra estadía en Venus, sin duda, no vimos ninguno de acuerdo a los estándares de la Tierra, eran llamativamente hermosos. La fealdad era desconocida aquí en este mundo, tanto eran

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sin fealdad de mente como de cuerpo, las dos estaban ausentes… Casi sin darnos cuenta estábamos en tierra.

Nuestra máquina había descendido sin temblor, sin sacudida. El Hombre Ancho se dirigió hacia nosotros y dijo: “Es momento de apearnos mis hermanos.” Y guió el camino hacia afuera del salón. Tan pronto pisamos tierra, miramos alrededor nuestro por

primera vez. Antes habíamos estado demasiado ocupados maravillándonos con el método de nuestro descenso. Ahora encontramos gente que nos estaban esperando, oficiales obviamente, hombres altos, de rostros serios, pero con una dignidad y presencia no conocida en la turbulenta Tierra.

Uno de ellos se paró frente a nosotros e inclinó su cabeza en nuestra dirección. En nuestras mentes fluyeron pensamientos, su pensamiento, telepatía. Él nos saludó en la lengua universal del pensamiento. Ningún sonido fue emitido en toda esa reunión, ningún sonido, así es, excepto posiblemente nuestra propia e involuntaria ahogada exclamación de asombro.

EL SALÓN DEL CONOCIMIENTO

Por algunos minutos todos estuvimos en comunión telepática, entonces el portavoz se inclinó hacia nosotros y se devolvió con una orden telepática que lo siguiéramos. Así lo hicimos por unos cincuenta pasos y entonces llegamos al más extraordinario vehículo. Ellos lo llamaron un carro aéreo. Este era un vehículo posiblemente de treinta pies (10 ms) de largo y estaba flotando dos o tres pulgadas (5 ó 7 cm) sobre el suelo. Una sección de plástico transparente se deslizó a un lado y nos indicaron entrar. El Hombre Ancho y el portavoz entraron con nosotros. Nos sentamos atrás en esas muy confortables sillas y entonces otra vez exclamamos asombrados porque sin ninguna sensación de movimiento íbamos a una velocidad de miedo. Los edificios fueron borrados por la velocidad de nuestro viaje y ciertamente yo estaba muy asustado. No había controles en el vehículo. Nosotros estábamos sentados y la máquina nos llevaba. El Hombre Ancho me sonrió con benevolencia y dijo: “No tema mi hermano, no hay nada que temer. Esta máquina es contralada a la distancia. Pronto estaremos en nuestro destino, “El Salón del Conocimiento”, donde ustedes serán recibidos, donde les mostrarán el pasado de su Tierra, el presente y el futuro de su Tierra, el probable futuro mi hermano, así es, porque el hombre hace su propio camino, pero las probabilidades son sin duda muy fuertes y a no ser que el hombre cambie su mente, las probabilidades que usted verá en el Salón del Conocimiento, serán hechos.”

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Miré a un lado y encontré que estábamos posiblemente a seis pies (2 ms) sobre el suelo el cual estaba absolutamente pasando como un rayo. Los

vehículos que pasaban a cualquiera de los dos lados nuestros, parecían que nos fueran a embestir y en el último instante nos evadían. Esto realmente me atemorizaba, esto me producía escalofríos arriba y abajo de mi columna, de pensar que sucedería si dos de estos vehículos viajando a tan colosal velocidad se estrellaran de frente. Empecé a darme cuenta que los edificios estaban pasando más lentamente. Yo podría pensar que los edificios eran los que se movían y no nosotros, porque no teníamos sensación de movimiento ni de velocidad.

Gradualmente el vehículo aminoró, después se detuvo, giró en medio círculo y se dirigió hacia la izquierda hacia un inmenso edificio que estaba en un claro. Este era un enorme edificio público apoyado sobre brillantes columnas. Amplias escaleras dirigían hacia él y sobre las escaleras habían grupos de jóvenes, aparentemente para vernos, los visitantes del Tíbet. La máquina continuó avanzando lentamente, como a una velocidad de un hombre corriendo. Se posó a nivel de la parte superior de los escalones y entonces se deslizó hacia el interior por la principal puerta de ese magnífico edificio. Se detuvo; asistentes corrieron a encontrarnos, deslizaron a un lado las puertas de la máquina y nos ayudaron a bajarnos.

Miré alrededor mío en absoluta fascinación. A un lado había una mesa de cubierta verde y alrededor de ella había lo que parecía ser un conjunto de tronos dorados y en ellos un grupo de hombres sentados. Pronto estuvimos en comunión telepática con el grupo, “Los Señores de Venus”, los directores de esa particular esfera de actividad. No importa lo que ellos nos dijeron ni lo que nosotros les dijimos, pero eventualmente un hombre pensó hacia nosotros. “Ahora mis hermanos hemos intercambiado mucho conocimiento de interés. Nosotros les daremos una visión de su mundo, una vista de las presentes condiciones de su mundo, como ellas son en todos los países de ese globo y les mostraremos el probable curso de su mundo futuro.”

Él se levantó y los otros se levantaron también. Ellos guiaron el camino a lo largo de un corredor y entonces nosotros los del Tíbet involuntariamente nos paramos y retuvimos nuestra respiración en un absoluto choque de asombro. Ante nosotros apareció la negrura de la noche, la total oscuridad del espacio y flotando, rotando perezosamente, estaba nuestra propia Tierra. Vimos el azul gris de los continentes, las parduscas parcelas, vetas verdes y el blanco de las nubes. Vimos la azulada neblina de la atmosfera de la Tierra extendiéndose alrededor, cubriendo nuestro mundo.

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Nuestro gran amigo, El Hombre Ancho, me tocó y susurró en Tibetano, “No tema, mi hermano, porque esto es solo el simulacro, este es el Salón de las Memorias, el Salón del Conocimiento de la Tierra; no esté temeroso de lo que suceda, esto es solo ciencia, la ciencia de la ilusión y por eso también el mundo de la ilusión. Usted verá y lo que verá será la verdad”. Nos sentamos, y esto parece que fue la señal. Miramos fijamente sobre la tierra, entonces parecía como si estuviéramos cayendo, suavemente cayendo. A medida que nos acercábamos más y más a la Tierra vimos que era una Tierra muy diferente. Primero vimos una bola fundida, después ante nuestros asombrados ojos la fundida bola se solidificó, aparecieron grietas, gotas de fuego que salpicaban, surgió el agua y se esparció sobre la faz de la Tierra. Se elevó el suelo, partes de él se hundieron, se formaron países y mares también; vimos las convulsiones de la Tierra como fueron en su nacimiento, vimos la extraña e increíble humanidad primera de la Tierra. Vimos Poseidón, Lemuria y la Atlántida.

También vimos las poderosas civilizaciones que florecieron, increíbles eones antes de Poseidón, Atlántida y Lemuria. Ahora podemos aceptar cualquier cosa sin ningún parpadeo de sorpresa. Tuvimos un exceso de maravillas, los asombros ya no tenían poder sobre nosotros. Por tanto a medida que la Tierra se hizo más vieja ante nuestra atenta mirada y las naciones fueron barridas y reemplazadas por otras naciones, esto produjo un interés en nosotros pero no más. Nuestras potencialidades de ser sorprendidos habían terminado. Entonces llegamos a nuestro tiempo.

Vimos el Tíbet cuando el fundador de nuestra religión apareció por primera vez en ese país. Vimos las construcciones del Potala, de la destrucción de las antiguas fortalezas que habían sido puestas allí por el sanguinario rey del Tíbet. Llegamos a nuestro presente año, lo pasamos y seguimos adelante y adelante hacia el futuro, al año 3.000. Fueron maravillosas las cosas que vimos y escuchamos. Parecíamos estar sobre la Tierra, como si estuviéramos de pié a un lado, o aún un poco detrás de los principales actores. Pudimos ver todo, oír todo, pero no pudimos tocar ni ser tocados. Pero eventualmente esas maravillosas impresiones se destiñeron en el año tres mil y algo. El Hombre Ancho, se conmovió y dijo, “Ahora usted ve, mi hermano, porqué nosotros cuidamos la Tierra, porque si la locura humana es

permitida seguir sin detenerse, terribles cosas sucederán a la raza humana. Hay poderes sobre la Tierra, humanos poderes que se oponen a cualquier pensamiento sobre nuestras naves, que dicen que no hay nada más grande que los humanos sobre la Tierra, por tanto no pueden haber naves -20-

de otros mundos. A ustedes mis hermanos se les ha mostrado y se les ha comunicado y han experimentado esto, por tanto ustedes a través de su conocimiento telepático pueden contactar otros, así pueden lograr influenciar a que sea admitido.”

No sabemos qué tanto tiempo duramos allí en ese planeta, podrían haber sido días, podrían haber sido semanas, estuvimos cegados por el esplendor de las imágenes que veíamos. Gente deseando solo paz, deseándola como nosotros en el Tíbet la deseamos, tratan como quieres ser tratado. Finalmente fue el momento otra vez de regresar a la Tierra, la cual ahora nos parece un sórdido lugar, una Tierra de pálida insignificancia comparada a la gloria de Venus. Con tristeza abordamos la nave espacial y con tristeza retornamos al Valle Escondido; nunca otra vez, pensé, veré tales maravillosas cosas. Cuan equivocado estaba, porque ese fue solo el primero de muchos viajes.

FIN