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Vive la Magia Fanfiction Mi Profesor de Química Fic de Ignacio Pelozo Capítulos 21 - 25 Notas de MizukyChan: En esta entrega, habrá un avance en el tiempo y muchas complicaciones, que no disminuyen el amor de la pareja, pero que dificulta muchísimo su relación. Espero les guste. Gracias a Ignacio por el fic y no olviden comentar.

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Page 1: Mi Profesor de Química - smartienda.cl · Tras ver a Yuki en el baño luego del beso con Tom, él no ha dicho palabra alguna. Una extraña expresión se dibujó en su rostro y se

Vive la Magia Fanfiction

Mi Profesor de Química

Fic de Ignacio Pelozo

Capítulos 21 - 25

Notas de MizukyChan: En esta entrega, habrá un avance en el tiempo y muchas complicaciones, que no disminuyen el amor de la pareja, pero que dificulta muchísimo su relación. Espero les guste. Gracias a Ignacio por el fic y no olviden comentar.

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Mi Profesor de Química

& Capítulo 21 &

& Bill &

Tras ver a Yuki en el baño luego del beso con Tom, él no ha dicho palabra alguna. Una extraña expresión se dibujó en su rostro y se marchó del baño en silencio. Mi adorado profesor y yo nos miramos, alzamos los hombros, le echamos el cerrojo a la puerta y nos devoramos a besos mientras todos votaban por el ganador del musical. ¿Y quién iba a ganar sino el muchacho más guapo de toda la preparatoria? ¡Claro! Yo.

“Tendremos una cita oficial, iras esta noche a esta dirección allí te daré tu obsequio pequeño” — fue todo lo que dijo Tom al enterarnos que había sido el ganador. Lo cierto, es que no tenía la mínima idea de cuál era ese sitio y qué haríamos en ese lugar.

— Cariño — Andreas entró en mi habitación imitando la voz de mi madre. Solté una risita y continué maquillándome frente al espejo — Eh tú, ¿por qué te pones tan guapo?

— Tom me ha citado en un lugar — sonreí arrobado — Y quiero ir bien bonito.

— Joder, qué enamorado estás — se situó a mi lado, observando detenidamente cada uno de mis movimientos — Suerte tienes de no necesitar condones.

— Una ventaja — agregué tomando apenas un poco de gloss — Menudo bailecito, el tuyo y el de la chica de las tetas grandes.

— ¡Qué dices! ¡Todo pura y exclusivamente profesional! — me gritó dándome una palmada en mi brazo que el pomo de gloss terminó dándome con un diente.

— ¡Eh, qué bruto eres! — Me quejé arreglando el desastre — ¡Idiota, casi me lo haces tragar!

— Lo siento — suspiró y su mirada se apagó de repente. ¿Ese era mi primo? Qué extraño, jamás, desde que había terminado con su novia antes de mudarnos a aquí le había visto en ese estado — Es que…creo que estoy en problemas.

— No me asustes — me giré hasta él, tomé mi mochila y me la colgué de los hombros. Me veía genial, Bill qué bello te ves — ¿Qué te sucede?

— ¿Tienes tiempo para oírme? — Miré el reloj despertador. Sí, apenas un poco. No quería llegar tarde, no me agrada la impuntualidad. Asentí sentándome a su lado — Pues… sí, es verdad que tengo algo con Annie Hünicken.

— ¡Te felicito! — Sonreí feliz lanzándome encima de él — ¡Lo sabía! ¡Sabía que encontrarías a una chica ideal para ti! Oye, eso es genial ¿cierto?

— Pues sí… pero… — algo escondía. Sus inquietas manos no dejaban de frotarse entre ellas, y su voz sonaba culpable. ¿Culpable? — Es que… creo que hemos ido muy rápido.

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— Hm. No estás seguro de lo que sientes y ya has follado con ella. ¿Es eso? — Me miró con los ojos muy abiertos y un rojo intenso inundó su pálido rostro — ¿Qué? No me mires así eh, que tengo tu edad.

— No es eso — agregó muy seguro de sí mismo. Pero luego, soltó otro suspiro — O sí, no lo sé. Lo único que sé es que hemos follado y se me ha roto el condón dos veces.

Me quedé de a cuadros. ¿¡Qué!? ¡Dos veces! Silencio. Imagina Bill, Andreas mece en sus brazos a un niño, Andreas cambia pañales, Andreas no duerme, Andreas le da su biberón, Andreas le hace dormir. ¡Joder!

— ¡¿Qué me estás contando?! — Me puse de pie a la velocidad de la luz y bajó la mirada — Eh, mírame cobarde. ¿Has…follado…? Pe-pero… ¡Me cago en la puta Andreas! ¿Sabes lo que eso significa? ¡Qué puedes ser padre! A esta edad… ¡Padre!

— La puta. Bill — se quejó, asomando la cabeza por el pasillo — No grites.

— ¡Padre! — Grité nuevamente — Fíjate cómo le haces para solucionar esto. Tú lo has hecho, tú le arreglas. Son unos niños.

— Bueno, ha hablado el adulto — resopló sarcásticamente — Oye si no quieres ayudarme no lo hagas. No es mi culpa que tú y Tom no puedan tener niños.

Dolió. Le miré sintiendo como un nudo se atoraba en mi garganta.

— No quise decir eso… — susurró y agachó la cabeza — Perdón.

— Te has ido al demonio con tu comentario — murmuré entre dientes — pídele consejos a otro.

Bajé las escaleras rápidamente y dejé un beso en la mejilla de mamá — ya me voy mami, tal vez duerma en casa de Tom — dije algo triste.

— ¿Estás bien? — me tomó del mentón, obligándome a mirarle. Asentí débilmente y señalé las escaleras con la mirada. Ella me comprendió al instante — Andreas… déjalo, se le pasará. No olvides llamarme cielo, mira a ambos lados cuando cruzas y no hables con extraños.

— Lo sé maaá — me quejé sonrojándome y salí. Fue inevitable no torturar a mi mente con esa puta frase dicha por mi primo.

Un hijo. Ser padre. El viento movía mis cabellos y la soledad de la noche era torturarte. Un nuevo tema se había adueñado de mis pensamientos, un tema que dolía e ilusionaba al mismo tiempo. ¿Qué es ser padre? A mis diecisiete años, para ciertos temas como este hacen falta un grado de madurez que —aún— no poseo, pero sí puedo tener mis propias opiniones al respecto. ¿Ser padre es meter la polla y que un espermatozoide se una a un óvulo, pasen nueve meses y ya? El niño sale de la fábrica y punto. ¿O acaso ser padre es

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poder brindarle amor a ese niño, acunarlo, desvelarse si llora, alimentarlo, cuidarle si está enfermo, leerle un cuento por las noches, llevarle al colegio, verle crecer y educarle? ¿Cuál de las dos opciones es la más cercana a la definición de padre? Si pudiera modificar la naturaleza sin lugar a dudas me encantaría tener un niño con Tom, pero como la realidad es así… creo que ambos podríamos ser buenos padres. ¿Cuál es el punto? Creo que la paternidad y la concepción biológica… no siempre tienen que estar relacionadas. Hay tantos niños —que muchas veces están solos por inconcientes que follan y los dejan como basuras— esperando un poco de amor. ¿Quién es el padre en ese caso? ¿El que dará su corazón por hacerle feliz, por cuidarle, por estar junto a él? ¿O el que le ha dejado? Quién sabe…

— ¡Eh, Bill! — me murmuró una voz a mis espaldas y me giré de inmediato. No había notado cuánto había caminado — ¿Qué haces solo a estas horas?

— Yuki… — susurré para mí mismo. Lucía diferente. Muy diferente. Incluso más extravagante y original que cuando asistía a clases. Entre sus dedos llevaba un cigarro y al mirarme expulsó el humo de una manera. Hm, ¿provocativa? — ¿Qué haces tú por aquí?

— Aquí vivo — sonrió y señaló una pequeña pero bonita casita — No me has respondido que haces aquí.

— Eh, voy a una cita — contesté recordando que me había visto con Tom — con…el profesor.

— Ah — fue lo único que dijo. Tiró la colilla del cigarro lejos y me miró fijamente — hay alguien que te quiere. Tienes un admirador secreto.

— No jodas — reí, pero su expresión me atemorizó. Miré la hora en mi móvil y tras esconderlo en mi bolsillo añadí: — llego tarde Yuki, luego hablaremos.

— Como quieras. Suerte — sonrió. ¿Y su maldad? ¿Y sus ganas de golpearme, de burlarse, de perseguirme? ¿Acaso este Yuki era una versión diferente al de la preparatoria? ¿Dónde estaba el Yuki que conocía? Mis preguntas fueron acalladas. Besó la comisura de mis labios, casi podía sentir la fragancia a tabaco que desprendía de su cuerpo, y al separarse me dio la espalda y se metió en su casa. ¡Joder! Qué momento tan incómodo y extraño.

Continué mi camino rumbo a mi cita con Tom. Con los pensamientos sobre ‘ser padre’ retornando a mi mente, pero esta vez interrumpidos por la sensación que había vivido por culpa de Yuki.

& Tom &

El cielo era el ideal para tan hermosa noche. El río estaba calmo, y la luna se reflejaba en él consiguiendo que pequeñas luces iluminaran la oscuridad. El viento, se asemejaba a una brisa otoñal y las estrellas esperaban inquietas como yo la llegada de mi pequeño.

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Sentado en el muelle, la piel se me helaba un poco al sentir como el frío intentaba colarse e asechar mi cuerpo. La camisa que llevaba era especial, los cortos pantalones blancos también. Sentí unas finas manos taparme los ojos, impidiéndome mirar y una risa muy cálida y familiar a mis espaldas.

— ¿Pequeño? — sonreí y me liberó. Se sentó junto a mí con los pies colgando, sus botas casi podían tocar el agua — Hola.

— Hola— suspiró, para luego dejar en mis labios un corto y húmedo beso — Qué precioso lugar.

— Tú estás precioso esta noche — dije tomando su mano, entrelazando nuestros dedos sobre aquella vieja madera — ¿Has visto las estrellas?

— El cielo está completamente despejado, y brillan como luciérnagas — su rostro se enfocó en el cielo, y yo hice lo mismo — Quisiera poder tocarlas.

— ¿Tocarlas? Tú eres una de ellas — le miré de reojo notando como se mordía el labio inferior — Tú brillas por ti solo, tú te ves pequeño pero eres enorme.

— Oh Tom, ¿qué dices? — Volvimos a mirarnos — te juro por cada una de esas estrellas que te amaré hasta el último día de mi vida.

— Y yo para siempre — agregué apoderándome de sus labios — jamás voy a dejar de amarte ¿entiendes?

— Comencemos pequeño, ya podemos cenar — la mejor mesa. Mi preferida. Dos velas, colores claros y una vista agradable al muelle y su compañera; la noche perfecta. Noté como Bill miraba los tres tenedores que tenía junto a él.

— Oye Tom, en mi mundo se come sólo con uno — susurró tomando el más pequeño — ¿Debo comer con todos a la vez?

— No, idiota — sonreí — tú imítame y ya. Luego te enseño para qué sirven cada uno.

— Tomi… — su expresión se tornó triste y melancólica — ¿Tú serías padre?

— ¿Padre? — La pregunta me tomó por sorpresa — No lo sé, no lo he pensado.

— Conmigo, es decir ¿adoptarías a un niño? — asentí dubitativo. Jamás me he detenido a pensar acerca de la paternidad — Andreas va a ser padre.

— ¿¡Qué!? — genial. Y el pescado se me atoró. Comencé a toser desesperadamente, atrapando la atención de los que estaban allí hasta que el trozo viajó hasta mi estómago — Caray pequeño, ¿qué me estás diciendo?

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— Andreas, ha embarazado a una muchacha. Más bien, hay un trescientos por ciento de probabilidades de que así sea. — negué con la cabeza. Los jóvenes de hoy en día, diablos qué jodido tema — Pues no sé cómo ayudarle.

— Es muy complicado mi amor — y de la nada, se quedó petrificado. Tomó el menú y se ocultó detrás de éste — eh Bill, ¿qué sucede?

— Está David — murmuró, y me quedé de a cuadros. Miré a mi alrededor y allí lo vi. Cogido de la mano con el profesor de educación física. ¿¡Cogido de la mano!? — ¿Qué hace con el señor Haider?

Genial. Se volteó hacia nosotros. Bum, bum, bum. Mi corazón comenzó a latir de sobremanera y en cualquier momento caía de culo al suelo.

— ¡Kaulitz! ¡Oh, Trümper! — gritó como el loco que es acercándose hasta nosotros — pero mira las casualidades de la vida. ¿Qué hacen ustedes aquí?

— Festejando que Bill ha ganado — respondí mientras mi pequeño salía detrás del menú — ¿Ustedes?

— Festejando — dijo en tono seco — Pero no entiendo… ¿son amigos?

— Pareja — solté como si nada, y Bill me pateó por debajo de la mesa. Estábamos nuevamente jodidos.

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& Capítulo 22 &

& Bill &

Esperábamos un grito por parte de David, un insulto, alguna regla de la preparatoria quebrantada. Nada, él únicamente nos miraba a ambos. Su mirada se paseaba desde el rostro de Tom al mío, del mío al de Tom y así de forma repetitiva. Sus ojos reflejaban ira, su respiración se dejaba oír, agitada; su pecho subía y bajaba. El profesor Haider nos miraba, aún sin comprender o más bien aceptar lo que por él mismo había oído. Tom sujetó mi mano por encima de la mesa, entrelazando algunos de mis dedos.

— No me retractaré de lo que he dicho — dijo Tom, apretando la unión de nuestras manos — Y no puedes decirme, ni muchos menos impedirme nada. ¿O sí Jost?

— Lo que haces no es correcto, Thomas… — cogió una silla y se sentó junto a nosotros. ¡Qué tipo más descarado! — Eres el profesor de la escuela secundaria más prestigiosa de toda la ciudad, eres el mejor profesor de química que ha tenido San Candido, en mucho, no; muchísimo tiempo. Estás echando a perder tu esfuerzo todo por un romance con un alumno ¿lo notas?

— No digas estupideces — interrumpió, y notó como yo liberaba mi mano y bajaba mi cabeza luchando para contener mis lágrimas. ¿Acaso yo sería el responsable si Tom perdía su trabajo? — Dentro del establecimiento, soy ese Thomas que tú dices. Un hombre que trabaja y educa por el futuro de esta sociedad. Pero ahora, soy yo en mi vida íntima. Por lo tanto, estando fuera de mi trabajo tú no eres ni mi jefe, ni el director de Bill. ¡No puedes jodernos! ¿Entiendes David?

— Mira Tom, si yo lo dejase pasar y alguien se enterase probablemente se quejaría ante el consejo de profesores, de estudiantes o incluso de ambos — añadió David en un suspiro, y no me atreví a levantar la vista. Sentía sus miradas fijas en mí, expectantes de mi llanto — De ser así, me obligarían a contecer una expulsión.

— Eso lo decides tú, no ningún consejo — el tono de voz de Tom, comenzaba a sonar más rudo, luchador e incluso defensor. Yo no emití palabra alguna. — No porque el consejo, comité, junta como quieras llamarles te diga algo tú debes hacerlo. No eres de esos tipos.

— Perdería alumnos. — remató y ahora sí, alcé la mirada para encontrarme con la de Tom. Claramente, no pudo resistir al verme llorar, y evadió mi mirada, fijando la suya en David aún más desafiante — Y eso no es todo.

— No le busques la complicación — mi adorado profesor golpeó el puño contra la mesa y el profesor Haide, David y yo nos sobresaltamos — te callas y nadie lo sabe… No me arruines la felicidad, tú que decías ser mi amigo no lo hagas.

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— Tú mismo estás arruinándote — otro golpe para mí. No te quiero arruinar Tom, no quiero destruirte, sólo quiero hacerte feliz. ¿Por qué nadie lo ve? ¿Por qué nadie nota cuanto te amo? ¿Por qué sólo mis padres nos apoyan, quieren y desean que seamos felices? ¿Qué estamos haciendo mal? ¿A quién le hacemos daño? — ¿No te das cuenta? Perderás tu empleo, perderás a tu familia. No soy homofóbico, si es lo que crees en este momento, de hecho yo soy bisexual. Pero lo que tú haces no es correcto. Es tu alumno, tú eres su profesor. ¿Sabes que pueden verte como un degenerado, como un violador? No, no lo sabes. Porque tú te encierras en tu mundo color de rosa con el niño y no lo ves. ¿El día que tú y él rompan su relación? ¿Qué harás? Allí será cuando notes que te has quedado sin nada, será demasiado tarde Tom.

El profesor Haide y él se pusieron de pie, se apartaron llamando a una muchacha pidiendo una mesa fuera, lejos de nosotros. ¿El día que tú y él rompan su relación?— ¿Y quién dijo que nos separaremos? No…

— Pequeño — resopló Tom — no llores. Me duele verte llorar, mi corazón deja de latir cuando te veo triste, tu tristeza destruye mi alma.

— No quiero destruirte — sollocé — No quiero arruinar tu vida, no quiero arruinar lo que tienes tú, Tom.

— Vamos Bill… — estaba molesto. Ahora estaba molesto, y también sería mi puta culpa — Esto comienza a ser una mierda. Te llevaré a casa.

— ¿No piensas decirme nada? — bien, éramos dos los molestos. El muy imbécil no respondía a mis preguntas, la radio con el volumen al máximo, las ventanillas del vehículo hasta abajo, con el frío viento colándose y estremeciéndome. Andando por la carretera a toda velocidad, cuando sabe que me pone nervioso correr de ese modo — Idiota, eres un idiota.

— ¿Qué? — minimizó el volumen y me miró por el espejo retrovisor entrecerrando los ojos. ¿El grandísimo imbécil me trataba de niño o qué? Estaba con el cinturón de seguridad ajustado hasta cortarme la circulación en el asiento trasero como un mocoso de cuatro años. — ¿Qué has dicho pequeño?

Tras hacer énfasis en ‘pequeño’ contuve la respiración. ¡Te lo dije Tom! ¡Te lo dije! Algún día voy a golpearte. — Idiota. I, d, i, o, t, a ¿Tiene dificultad con el abecedario profesor?

— Niñito — gruñó entre dientes — Eso eres, así te comportas. ¡Cómo un niñito!

— ¿Qué demonios te sucede Tom? — en un intento de quitarme la puta seguridad me quebré una uña — ¡Arg, maldición! ¿Por qué me tratas así?

— Cobardica, eso además — subió el volumen de la música. Aish, te mataré — No eres capaz de defendernos ante David. No, claro el niño se calla la boca y me lo deja todo a mí solo. Total, ataquen a Tom que él es más rudo.

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— ¿Eh? — ¿Qué me estaba contando? Luego de que Jost me hiciera sentir la basura, la escoria, el culpable, el responsable y el alumno antes que el jovencito enamorado ¿Me llamaba cobarde? — ¿¡A quién le llamas cobarde grandísimo idiota!?

— A ti, a ti niño — subió aún más el volumen, otra vez se haría el sordo. No, si yo esta noche lo mato. — Mi pequeño cobarde.

Ya, no lo toleraba. Primero Jessica, luego Andreas, después David. ¿Ahora él también?

— ¿¡Sabes qué!? — Grité totalmente fuera de sí, quitándome por fin el cinturón y abalanzándome hacia delante — ¡Tienes razón! ¡Todos tienen razón! Soy un marica, soy un niño estúpido, soy tu alumno, soy afeminado, soy un llorica, soy un imbécil, soy un sensible, soy un cobarde, soy el responsable de tus cambios de actitud, soy el idiota que anda detrás de tu culo porque te ama, seré el culpable si te expulsan. ¡Pero nadie ve, nadie ve! ¡Nadie ve que todo eso que soy, lo soy por ti! ¡¿Sabes por qué?! Nadie comprende que te amo más que a mi propia vida, Tom… ¡Nadie!.

— ¡Bill, cálmate! — me gritó y cerré los ojos con fuerza, totalmente desquiciado. Con el dolor, la furia, el amor, el enojo y el odio corriendo por mi sistema. ¿Y sabes qué sucede cuando un cóctel de sentimientos corre por tus venas? Sí, echa a llorar con más fuerza.

Oí un freno, un fuerte y veloz desliz hacia abajo seguido de un golpe. — B—bill ¿Estás bien?

Abrí la puerta de mi lado. Con medio cuerpo fuera, y medio dentro del coche me abracé a mis piernas y rompí a llorar. ¿Cuándo haré las cosas bien?

— Pequeño — suspiró… y noté sus pasos. Unas hojas crujieron y de repente una mano se depositó en mi cabeza…Oh, esa sensación es tan bonita y sobre protectora. — Perdóname, no quise llamarte de ese modo. Sólo estaba furioso por esas palabras…a mí me han dolido tanto como a ti. Lo siento.

Alcé mi cabeza, y me encontré con esa mirada. Con esa mirada que tanto me atrapa, me envuelve, me enamora. Con una mirada llena de arrepentimiento, sincera, pura…enamorada.

— No quiero arruinar tu vida. ¿Me crees? — sollocé y asintió sonriendo débilmente. — No quiero que pierdas lo que tienes, no quiero.

— Yo no quiero perderte a ti, eso es más importante — se inclinó hacia mí y atrapó mis labios — No les demos el gusto, no peleemos. No me gusta pelear contigo.

— Yo te amo Tom, y lo único que deseo en este mundo es tu felicidad — me recostó con suavidad en los asientos traseros y a gatas se colocó sobre mí — Y si como Jost dijo un día nos separamos quiero que busques a alguien que te ame como yo y…

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— Shh — me interrumpió susurrando contra mi piel — No vas a dejarme, no voy a dejarte. Jamás. Nadie me amará como tú me amas a mí. Y nadie podrá amarte como yo te amo a ti.

Le miré hipnotizado, mientras cerraba la puerta y arrodillado con cada una de sus piernas a ambos lados de mi cuerpo comenzaba a acariciarme debajo de la camiseta. Sus manos recorrían la piel de mi torso dándole calor. Cerré los ojos maravillado y a los pocos segundos sentí sus labios posarse sobre los míos, formando un beso tan tierno e inigualable. En realidad… cada segundo con él es inigualable.

Me apoyé sobre mis manos mientras lentamente me desnudaba, sin dejar de recorrer mi cuerpo con la mirada. Lentamente comencé a mover mis caderas para contactar su entrepierna y la mía por sobre la tela. Al desprender mis pantalones, volvió a recostarme para luego deslizarlos hacia abajo arrastrando consigo mis boxers preferidos. Al sentirme expuesto a él, no pude evitar sonrojarme levemente; mis mejillas ardieron.

— Nunca dejes que nadie te toque, sé que siempre te lo he dicho. Pero sólo yo debo tener este tipo de acceso a ti — sonreí asintiendo observando como terminaba de quitarse él mismo sus prendas. Separé las piernas y automáticamente lo rodeé por la cadera con ellas haciendo una leve presión para frotar nuestras erecciones. Juntó nuestros labios, sin perder la suavidad y la calma acariciándome los costados con las yemas de sus dedos. Luego, me dejó respirar y con sus húmedos labios recorrió mi cuello, y mi hombro inhalando casi con desesperación el perfume que se alojaba en la unión de ellos. Luego bajó por mi pecho, hasta dar con mi pezón atrapando entre sus dientes el derecho, e inevitablemente se puso erecto al sentir su cálido aliento. Gemí por lo bajo cuando sus labios bajaron más de la cuenta y atraparon mi miembro. Le tomé de la cabeza al ver como se alejaba y reemplazaba esa labor por sus manos. Me miró inquieto y ensalivó uno de sus dedos para posteriormente guiarlos hasta mi entrada, ejerciendo una presión que hace semanas comenzaba a disfrutar. Oh sí, sus manos hacen magia.

Movió su índice en círculos dentro de mí, sin dejar de mirarme. Mi corazón estaba loco en mi interior, desesperado, latiendo al borde de un paro cardíaco. Llevó su mano hasta su vista, y ensalivó el mayor para unirlo con su largo y fino índice a la tarea de dilatarme. Suspiré largamente, pudiendo sentir como mi cuerpo se adaptaba a la sensación pidiendo algo más grueso y duro.

Como si leyera mis pensamientos, tomó una de mis piernas para separarlas aún más y condujo su miembro hasta mi intimidad.

— Te amo — murmuramos al mismo tiempo, a medida que nos uníamos lenta y tortuosamente centímetro a centímetro. Al entrar por completo, se recostó sobre mí uniendo nuevamente nuestros labios — Te amo — repetí, y comenzó a moverse despacio, entrando y saliendo de mi cuerpo. Arañé su espalda, lo sentía tan grande dentro de mí que enloquecería pronto. Tomé sus hombros y moví mis caderas logrando que la penetración fuera aún más profunda. Los gemidos morían dentro de la boca del otro, ya no que no romperíamos ese beso por nada del mundo.

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El ritmo, dejó de ser calmo y se transformó en frenético. Los besos dejaron de ser suaves para transformarse en hambrientos. El amor se unió a la pasión, para transformar la escena romántica en erótica. Una vez consumados ambos sentimientos, bañó mi interior con su esencia y su cuerpo se destensó, descansando sobre el mío, ya exhausto tras correrme sobre su abdomen.

— Jamás cambiaría esto, ni por todo el oro del mundo — susurró en mi oído antes de que cayera profundamente dormido. Y esa frase la recordaría para siempre.

& Tom &

— Descansa pequeño — susurré más para mí mismo, dejándole un beso en la frente tras recostarlo sobre el sofá al llegar a casa. Había dormido como un bebé todo el camino, y al bajar no tuve más opción que cargarlo en brazos.

Su rostro, es lo más precioso que he visto en mi vida. Tan angelical, tan inocente.

Tomé su ropa y me dispuse a llevarla hasta la canasta de ropa sucia, cuando el sonido del timbre me sobresaltó. ¿Quién podría ser a estas horas? Dejé la ropa a un lado, y tapé a Bill hasta los hombros. Gimió entre sueños y se abrazó a una almohada por debajo de las tibias mantas, sus cabellos cayeron sobre su rostro y su espalda desnuda quedó al descubierto.

Miré mi reloj de pulsera. Sólo un demente podría venirme a molestar a estas horas.

— Buenas noches hijo — saludó mi madre, invadiendo la sala de mi casa como si nada — ¿Cómo has estado?

— Mamá— murmuré demasiado tarde. Sus ojos habían hallado a aquella persona que descansaba desnuda sobre el sofá.

— ¿Quién es? — susurró entre dientes mi madre. Bien Tom, ha llegado la época en que todos te pillan in fraganti. Preparémonos pequeño.

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Mi Profesor de Química

& Capítulo 23 &

& Tom &

Te paras al borde del abismo, ahí donde la tierra se termina y se extiende el vacío, ahí mismo te dejas caer sobre tus rodillas y sientes que has perdido todo y que todos te han apedreado, ahí te das cuenta de que no eres nadie y que no puedes luchar contra todo el mundo. Ahí en ese instante, en ese lugar y en ese momento, se congela la sangre en tus venas, los pulmones dejan de recibir oxígeno, y sientes que cada puñalada duele tres veces más. Ahí se acaba la esperanza, se apaga la luz, se termina la Fe… Pero al abrir los ojos, te das cuenta que has dejado de caer y unos brazos te han atrapado. Unos débiles brazos te han salvado, buscas el por qué, analizas cómo sólo él ha podido ir en contra de la gravedad, reaccionas y gritas —con las pocas fuerzas que aún posees—: ¡Esto es amor!

Así me he sentido las últimas semanas, luego de que mi madre descubriese mi relación con Bill. Me ha insultado, me ha regañado, me ha amenazado y hasta ha intentado darme clases de moral y ética. Me ha recordado cuántas reglas he roto e incluso me ha dado un mensaje de parte de mi padre. ‘No recibirás ni un céntimo de lo que te pertenece’. Además, ha insistido al teléfono a cada minuto, hasta tal punto que decidí desconectar tal aparato y desviar las llamadas por el móvil.

Al decir que siento todo el mundo en mi contra, no únicamente me refiero a mis padres. También a David, quien me ha despedido. Tal vez suene exagerado, pero me ha dicho que la decisión de los demás profesores — Jessica inclusive— ha sido darme plazo de terminar este año escolar y para el siguiente ciclo lectivo no aparecerme. He aceptado, a cambio de que el motivo de la expulsión no se divulgue ya que me costaría un ojo conseguir otro empleo. Jost ha estado encima de Bill en cada receso, los quince minutos de éstos y no ha parado de buscarme para discutir en la sala de profesores. ¿Qué ganaba? Que todos los profesores acabaran acusándome como si fuese un asesino.

¿Qué es más doloroso? ¿Las acusaciones, los insultos, las normas, las clases de moral, los gritos, la expulsión, el desprecio de mis padres, el rechazo de quienes decían ser compañeros y amigos, saber que puedo quedarme prácticamente en la calle? ¿O ocultarle a Bill que estoy quebrándome, sin saber qué hacer, desconociendo el sentido, comenzando a dudar de qué será lo correcto? ¿Cómo decirle que es el todo… por el nada? ¿Cómo explicarle, sin que se sienta culpable de que por estar junto a él perderé todo? Tres meses. Tres meses para finalizar el ciclo escolar, un trimestre para ordenar mi vida, aproximadamente doce semanas para decidirme. Casi noventa días para que mi mente —que escoge las comodidades— y mi corazón —que late por Bill— dejen de batallar.

Duele dudar, duele besar sus labios y debatirme si debo abandonarlos o aferrarme a ellos más que nunca; duele recorrer su piel y tan sólo pensar si dejaré de depender de esa tibieza que me vuelve loco. Duele, destroza y quiebra cuestionarme mientras hacemos el

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Mi Profesor de Química

amor cuándo será la última. ¿Acaso existirá una última vez? ¿Mi cuerpo, mi mente y mi alma realmente serán fuertes ante todo? ¿O caeré en la tentación del lujo y la comodidad? ¿Habrá un fin? ¿Qué haré contigo pequeño? ¿Cómo estar contigo sin decirte todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor? ¿Cómo protegerte, cómo escondernos de todo? No sé…no sé qué demonios hacer.

— Aquí tiene señor — La áspera voz de aquel señor esfumó mis pensamientos. ¿Y si nos largamos dónde nadie sepa quiénes somos? ¿Fugarnos? No suena mal — ¿Desea algún diseño en especial?

— El celeste de la vitrina — respondí de inmediato — me parece masculino y romántico.

— De acuerdo — sonrió amablemente y a los pocos segundos me lo extendió — Aquí tiene.

— ¿Ya le he pagado cierto? Estoy en cualquier parte — reí débilmente y el aciano asintió. Salí del local y caminé hasta casa de Bill — mi auto misteriosamente ha aparecido con dos ruedas pinchadas. Y sinceramente, ya no sé de quién sospechar.

— Buenas tardes Tom — saludó Simone a mis espaldas, cargada de bolsas como cada tarde. Pero lucía diferente, hoy llevaba pintada en su rostro una sonrisa angelical, muy parecida a la de mi pequeño.

— Buenas tardes Simone — sonreí cogiendo algunas bolsas, sin soltar el paquete que traía en mis manos — ¿Está Bill en casa?

Al ingresar a la casa, atravesamos la sala y me sorprendió ver a Gordon preparando la cena. Deposité las bolsas sobre la mesa y oí una melodía proveniente de las habitaciones de arriba.

— ¿Andreas está en casa? — cuestionó Simone, rompiendo el silencio. Y Gordon me vio saludándome amablemente — No lo he visto por la mañana.

— Ese niño debe de tener novia ya mujer, está grandecito — ambos sonrieron. Algo se traían. Era muy bello ver una pareja tan unida luego de tantos años, ojalá mi pequeño y yo juntos atravesemos los problemas y lleguemos a viejos juntos, amándonos. — Tom, Bill ha estado esperándote.

Suspiré, pedí permiso —aún no me sentía totalmente libre delante de mis suegris— y me dispuse a subir las escaleras. La música a cada paso se oía más fuerte, casi estruendosa. Era movida, eléctrica, esas de disco. Toqué la puerta de mi pequeño, pero como era de esperarse no me escuchó. Abrí lentamente y me encontré con la típica escena de un adolescente.

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Bill estaba sobre la cama, con un bote en la mano simulando un micrófono, bailando entre saltitos aún con el pijama puesto. Sus cabellos se movían con la música y cantaba como un desquiciado. Me adentré en la habitación, y bajé el volumen.

— ¿Pero qué mier…? — se giró y al abrir los ojos se encontró con mi mirada y mi sonrisa — ¿Desde cuándo has estado ahí viéndome?

— Un rato — se ruborizó hasta las orejas y saltó de la cama. Se acercó a mí, y acto seguido mi mano viajó a su cadera para atraerle y apoderarme de sus labios. — Eres un niño.

— Tu niño — murmuró contra mis labios sin dejar de mirarlos y volví a fusionarlos caminando hasta la cama sin soltarle — Hm, Tom están mis padres abajo.

— Lo sé— respiré agitado — te he traído esto para ti.

— ¿Qué es? — le entregué el paquete, y sonriendo comenzó a romper el papel de color madera. Sacó su contenido y lo miró desentendido — ¿Un álbum de fotos?

— Ábrelo — añadí emocionado, acercándome más a él. Apoyé mi mentón en su hombro y pegué mi pecho a su espalda. Miró la primer página y río a carcajadas — Eh, ¿de qué te ríes?

— ¿Este eres tú de pequeño? — Me miró y asentí sintiendo un leve calor en mis mejillas — Mira no más lo que eras. ¡Lo tengo! ¡Tú me has robado las fotos de mi computador maldito!

Reí mientras volteaba otra página. Encontrándose con una de mis fotos cuando iba a la escuela. Pasó otra y otra. Le veía sonreír entre suspiros y creí que me iba a derretir, no sin antes devorarlo a besos. Llegó a las actuales y sus ojos se llenaron de lágrimas.

— Porque la felicidad la obtuve luego de conocerte, y estas simples imágenes son la prueba de ello. Te ama. Tom — leyó en voz alta. Al finalizar, se volteó hacia mí y me abrazó con fuerza — Ha sido el regalo más bonito que me han hecho en mi vida, luego del osito claro.

— A mí me han hecho un regalo mucho mejor — le interrumpí recostándome con suavidad sobre él y me miró mordiéndose con saña el labio — ¿Quieres saber cuál?

— ¿Cuál? — respiró con dificultad mientras comenzaba a dejar besos cortos sobre su cuello.

— Tú, tú has sido mi mejor regalo. — respondí y me tomó del rostro. Buscó mis labios y sentí como todos los problemas se alejaban de mí al estar en contacto con mi pequeño — Y siempre lo serás.

— Hazme el amor Tomi — susurró abrazándome nuevamente — hazme tuyo, hazme saber que te pertenezco y que siempre seré solo para ti.

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— Pero tus padres… — murmuré en voz baja. Me obligó a reincorporarme, saltó de la cama y de inmediato le echó llave a la puerta. Luego, volvió a subir el volumen del equipo de música y se quitó la camiseta de pijama en el trayecto hacia la cama.

— ¿Ahora? — añadió con picardía y fui yo quien lentamente esta vez quedó debajo. Se sentó sobre mi abdomen y me perdí. Sentí que nos fundíamos en uno sólo poco a poco. Sentí que el abismo desaparecía, y tocaba el cielo al recorrer su cuerpo. ¿Ahora tienes dudas de lo que quieres Tom?

& Bill &

— All of these lines across my face — canté casi en un susurro, mientras Tom descansaba boca abajo a mi lado, mitad dormido mitad despierto — Tell you the story of who I am — mi mano se deslizó tranquila sobre su bronceada espalda, sintiendo el resto de sudor y el calor que desprendía su cuerpo — So many stories of where I've been and how I got to where I am — Sus ojos, sus preciosos ojos se abrieron con lentitud, sonriendo —probablemente al oirme cantar — But these stories don't mean anything — Me acerqué a sus labios y dejé un suave beso en ellos — When you've got no one to tell them to it's true... — hice una pausa mientras él volteaba para que me recostara sobre su pecho.

— I was made for you — terminó el haciendo énfasis — Estoy hecho para ti. ¿Lo sabes?

Sonreí mirándole arrobado. Y comenzamos a besarnos en una forma suave y húmeda.

— ¿Bill, Tom? — llamó mi madre. Eché un vistazo por la ventana y noté que había caído la noche. — Bajen a cenar. La cena está lista.

— Vamos— gruñó mi adorado profesor buscando sus ropas por el suelo.

— Antes tomemos una ducha — agregué tomándole de la mano, con un propósito en mente.

— No me alcanzas, no me alcanzas — corrí hacia abajo. Luego de ducharnos y repetir bajo la tibia agua la cena de mamá nos esperaba en el comedor. Casi tropiezo con los últimos escalones y termino hecho puré en el suelo — ¡No me alcanzas Tom!

De repente sentí un empujón por mi espalda y caí de culo sobre el sofá — ¿No te alcanzo? — me desafió pegando su frente a la mía, rozando nuestras frías narices.

Le cogí la mano y caminamos hasta la mesa. Ambos quedamos de a cuadros a ver a mis padres a los besos, vestidos como para salir.

— Ejem — carraspeé sonriéndole a Tom con complicidad — Estos jóvenes de hoy en día.

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— ¡Bill! — me regañó mi madre ante mi broma. — Siéntense, cenen tranquilos y disfruten tendrán la casa sólo para ustedes por dos días.

— ¿Qué? — una mezcla de preocupación y felicidad inundó mi pecho. Tom me codeó sabiendo que eso significaba… ‘eso’ a toda hora. Genial, me sonrojé ante la idea.

— Esta noche saldremos a festejar — comenzó a explicar papá, mientras tomé el queso y adorné los espaguetis — Y probablemente, salgamos fuera de la ciudad para darle la noticia al resto de la familia.

— ¿La noticia? — pregunté sin comprender. ¿Acaso pretendían contarle a la familia, que estaba de novio con un… hombre? — ¿Cuál noticia papá?

— Pues… ¿se lo dices tú cariño? — mis padres se miraron sonrientes, y cada vez entendía menos. Tom se llevó el primer bocado a la boca y el mío quedó en el camino — Pues de tanto buscar y buscar, uno encuentra. ¿Cierto?

— Han comenzado a asustarme — me puse de pie golpeando la mesa — Jovencitos, díganme que se traen. ¡Ahora!

— Vamos a ser padres, nuevamente — soltó papá y suerte que estaba la silla, porque caí de culo. ¿Qué me contaban?

— Vas a tener un hermanito Bill — añadió mamá.

Silencio. Escuché a Tom tragar sorprendido.

— Lo siento cielo, creí que iba a agradarte la idea — suspiró mamá, y a la velocidad de la luz me puse de pie y me lancé sobre ellos.

— ¡Joder! ¿Pero qué me dicen? ¡Después de años de pedir un hermano, me lo traen! — Papá y mamá me sujetaron y rieron ante mi emoción — ¡Ah, genial! ¡Quiero un hermano! ¡Sí voy a tener un hermano!

— Felicidades — sonrió Tom abrazándoles con suavidad — Pronto tendré un cuñado. Mi primer cuñado.

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& Capítulo 24 &

& Bill &

— ¿Y entonces? — Insistió Tom en un tono molesto. Mis padres, ya se habían marchado para festejar y lo cierto es que, a pesar del momento tenso que estaba viviendo en ese preciso instante, una enorme felicidad florecía en mi pecho, y se enredaba poco a poco por mi alma convirtiéndome en inmune a cualquier dolor o tristeza. Un hermano. Un nuevo bebé. ¡Pensar que lo he deseado por años! — Pequeño, termina la historia o dejo los espaguetis y me encargo de transformar a Yuki en una porción de sushi.

— Vale, vale — sonreí. Los celos, brotaban en Tom como el sudor cada vez que se asomaba por su piel cuando hacíamos el amor — Pues como te decía, esa noche que tú me citaste por una extraña razón me crucé con Yuki y no se ha mostrado para nada agresivo, molesto, enojado o cualquier cosilla que le parezca.

— ¿Ha mencionado algo sobre aquella vez que nos vio besándonos? — una expresión de picardía se asomó en mi adorado profesor, y mi cuerpo sufrió una leve descarga de calor al recordar esos besos hambrientos tras la puerta del retrete. Me mordí el labio inferior negando con la cabeza, joder Tom comienzas provocarme cuando me miras de ese modo. — ¿Entonces pequeño? Dime, ¿qué más sucedió? ¿Te ha dicho algo?

— Creo que ha intentado besarme — mi tono preocupado no fueron recibidos por la furia que nacía dentro de Tom — Se acercó lentamente y su boca dio con la comisura de mis labios. Juro que me quedé estático, de a cuadros, helado. No me lo creía. ¡No me lo creo! ¿Yuki? ¿El malo de la clase me ha querido besar? Pf, vaya a saber por qué.

— El puto chino te ha querido besar...bien — se relamió los labios apartando el plato de espaguetis de un golpe. Por un momento me atemoricé y a mi cabeza se le vinieron esas estúpidas imágenes de mujeres brutalmente golpeadas por sus maridos. Pobrecitas — ¿¡Y encima dices que no te lo crees!? ¿Qué esperabas pequeño? ¿Qué Yuki te comiese la boca? ¿O que te invitase a pasar a su casa para follarte?

— No te pases — murmuré dolido, bajando la cabeza sintiendo como unas lágrimas marcaban territorio en mis ojos. Maldición, no quiero llorar. — Además, un beso, un roce o como le dices tú 'un rato para follar' sea de quien sea, lo rechazaré siempre. Yo te pertenezco entero a ti Tom...

— Tú eres mío y de nadie más — golpeó la mesa con fuerza, el vaso amenazó con caer y hacerse añicos contra el suelo y yo, inevitablemente dejé caer la primera lágrima — Mi pequeño. Mío.

— Nunca dudes de mi fidelidad — susurré cubriéndome el rostro con las manos — ¡Soy incapaz de traicionarte! Entérate, que si un día me dejas soy incapaz de estar con alguien más.

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Sentí unos brazos rodearme por la espalda, estrujándome con fuerza hasta que mis huesos crujieran. Los labios de Tom presionaron con fuerza contra mi parte sensible, mi debilidad: mi cuello.

— Te creo, perdóname soy un celoso nato — añadió con suavidad en mi oído y sin esperármelo, la punta de su lengua acarició mi lóbulo y fue inevitable sentir como todo mi cuerpo era violentamente azotado por un sofocante calor, desde la punta de mis pies hasta las raíces del cabello — Te amo, y te necesito todo el tiempo conmigo, junto a mí. Necesito protegerte. No me perdonaría jamás, si otro te tocase.

— Nada podrá sucederme si estamos juntos — me giré lentamente para sonreírle. Sus masculinas y suaves manos, borraron rastros de mis lágrimas. Uní nuestros labios, sintiendo esta vez como mi corazón dejaba de latir atemorizado, para latir con fuerza. Al separarnos, acaricié su mentón y su barbilla sin rastro de vello, su nariz y sus labios húmedos por el beso. Miré sus ojos, sus ojos... no estaban como siempre. Me quedé sin palabras, viéndole atentamente. ¿Qué perturba tu alma Tom? ¿Qué sientes? ¿Quién está haciéndote daño? ¿Por qué la luz de tu interior ha dejado de brillar y ahora sólo es una tenue y débil lucecita? ¿Dónde ha quedado la llama? ¿Cuándo ha sido reemplazada por una simple velilla? ¿Por qué tu alma hace esfuerzo por sonreír? ¿Por qué ya no nace de ti de manera natural? ¿Qué tienes mi amor? ¿Qué está doliéndote en este preciso momento? ¿Por qué no me lo dices? ¿Por qué no me dejas ayudarte? — ¿Sabes Tom? Yo jamás voy a abandonarte. Nunca, jamás.

— Pequeño, yo juro amarte hasta incluso después de la muerte. ¿Sabes por qué? — Me puse de pie rodeándole por el cuello, sin dejar de buscar en su mirada, intentar ver y sentir detrás de ella eso que no alcanzo a descifrar.

— ¿Por qué mi vida? — Tienes miedo Tom. Eso tienes, eso veo, eso siento, eso percibo. Alguien te asecha, alguien busca dañarte, alguien quiere herirte dónde más te duele. ¿Quién Tom? ¿Quién? Dímelo.

— Porque necesito de ti siempre — unió nuestros labios, y entrecerrando los ojos, noté como los suyos se cerraban con calma al mismo tiempo que saboreaba de mí con su lengua — Porque sin ti me siento... mal, vacío y muy solo.

— No, no profesor — bromeé intentando animarle — No debes sentirte mal, yo siempre estaré contigo. ¿De acuerdo? Siempre.

— Siempre — repitió y me volteó de repente acorralándome contra la pared de la cocina. Oh no Tom... — Gracias al cielo estamos solos.

— ¿T-tienes algún plan en... en mente? — cuestioné con dificultad. Joder, la sangre bombeaba hacia otro rumbo. Tom: odio cuando me acorralas como una inocente oveja. Maldito zorro.

— Uno genial — murmuró con voz ronca y el vello de mi nuca se erizó, arqueé la espalda por instinto y me entregué — una vez más — por completo. — ¿Qué me dices pequeño?

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— Has conmigo lo que quieras — gemí y sentí como comenzaba a desnudarme.

— Sujétate fuerte — me ordenó. Y mis brazos se aferraron al sofá, apretando con saña la tela de cuerina de éste. — Alza un poco el trasero…

— ¡Tom! — Me quejé avergonzado, sus manos tomaron mis caderas y acercó todo eso a su bendita masculinidad — Siento que de pie, va a dolerme.

— Tú relájate — habló en voz bajita mientras su lengua se deslizaba por mi espalda, desde la unión con mi hombro hasta cerca de mi trasero. Mierda, no… — Siénteme.

— Te amo — agaché la cabeza, mirando el suelo mientras sentía como sus labios succionaban en mi espalda arrancando gemidos exagerados de mí. Y no me avergonzaba de ello, o más bien poco a poco iba perdiendo la conciencia. Las manos de Tom recorrían mis costados, las yemas de sus dedos quemaban contra mi piel. Apreté mi agarre y moví suavemente las caderas buscando rozar su miembro con mi entrada. Le necesitaba en ese momento. — Aah, Tom...demonios — cerré los ojos con fuerza. Pequeñas estrellas brillantes aparecieron bajo mis párpados. Los finos dedos de mi adorado profesor atraparon mi pezón, tironeando de él, jugueteando, provocándome. Luego, con la palma acarició mi pecho, bajó por mi abdomen y... Oh no, atrapó mi pene presionando en la punta.

— Voy a entrar en ti — susurró mientras me acariciaba de arriba a abajo, desde abajo hacia arriba con una velocidad tan lenta que en cualquier momento iba a correrme. No, Bill debes resistir. De repente, sentí como me penetraba bestialmente pero siempre —como cada vez— sin dejar de repetirme cuánto me amaba, al oído. Esa mezcla de amor y pasión causaban una felicidad ilimitada. Su pecho se adhirió a mi espalda, y nuestras respiraciones se mezclaron, agitadas como nunca.

— Muévete — me ordenó consiguiendo que me estremeciera y comenzara a mover mi cuerpo de adelante hacia atrás, moviendo la cabeza con los ojos cerrados ante tanto placer concentrado en un único lugar. Su miembro entraba y salía de mi cuerpo frenéticamente y sus gemidos daban contra mi oído coreando con los míos que pronto dejarían de ser simples sonidos para transformarse en gritos de éxtasis. Dios, estaba rompiéndome. Una de sus manos continuaba su tarea con mi miembro, pero la otra me tomó de la cintura presionándome, ejerciendo toda su fuerza para que pudiera sentirlo muy profundo.

— Oh, Bill, pequeño, Bill — comenzó a desvariar intercalando mi nombre con el típico ‘pequeño’. Y pronto lo haría yo también. Estiré mi cuello hacia atrás y mis ojos se pusieron en blanco. Mi mirada estaba nublosa, mi aliento caliente y mi cuerpo sudaba a chorros. Mi intimidad ardía, quemaba, dolía inyectando placer en todo mi organismo.

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— Te amo — gritamos al mismo tiempo tras corrernos y caer desplomados sobre el sofá. Él sobre mí, yo boca a abajo. El cansancio tomó la mano del sueño y a los pocos segundos todo se tornó una cálida oscuridad.

& Tom &

El microondas emitió su típico pitido y me apresuré en retirar la taza de café. No quería que mi pequeño despertara tan pronto. Su primo aún no regresaba, y realmente hasta yo comenzaba a preocuparme. Cogí un papel, un bolígrafo y me senté solitario en la mesa de la cocina. Miré hacia la ventana. ¿Sientes Tom? Como tu cuerpo, tu alma y tu corazón se sienten llenos al estar junto al pequeño, ¿lo sientes?

‘Mamá, papá’ — escribí nervioso. No era típico de mí comunicarme a través de una simple carta, pero últimamente estaba hecho un cobarde — Los días pasan, las horas mueren, los minutos se esfuman y mi cabeza no deja de trabajar constantemente. Aún me pregunto qué habré hecho mal en todo esto para decepcionarles de la forma en la que me acusan, y además; quisiera poder encontrar la solución, el camino, las palabras para explicarles que no he dejado de ser el Tom de siempre. Su pequeño Tom, el Tom que ustedes han criado, amado y cuidado más que a nada. Quisiera que me contasen cómo se han conocido, cómo se han enamorado, qué es eso que ustedes dicen ‘amor’, para atar cabos y demostrarles que lo que su hijo siente también lo es. Tal vez, no sea lo que han esperado para mí, tal vez soñaron un futuro diferente, con nietos quizás. Incluso, yo también, pero desde que Bill ha aparecido en mi vida, todo ha cambiado y créanme soy feliz. Sé que me arriesgo a que dejen de leer si continúo mencionándolo, pero quiero confesarles algo. Siempre han sido mis confidentes y mis consejeros. Hoy me siento muy mal. Tengo miedo, miedo de perder a lo que amo en este momento y de quedarme sin nada — como David Jost me dijo—. Miedo de perderle y abrir los ojos y hallarme solo. Solo, sin padres, sin compañeros, sin amigos. Nadie garantiza el futuro, no existe una relación sin ruptura, un amor sin dolor, una felicidad sin tristeza. Y temo, temo de quedarme completamente en soledad. Tres meses, es el tiempo que ustedes y David me han dado, vaya casualidad, mismo tiempo en aprietos. Y suena inocente, pero aún, tengo la esperanza de que en estos tres meses sean ustedes quienes cambien de parecer y vean, lo que siento dentro. Porque más allá de lo que decida, más allá de lo que pase; bueno o malo siempre amaré a mi pequeño. Y no miento.

Los ama. Tom

Doblé el papel, dejé caer una lágrima sobre él y me dispuse a tomar una rápida ducha. Mi pequeño me espera durmiendo en el sofá.

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— Buen diiiiiiiiiiiiiia — sentí un peso sobre mis piernas y lentamente abrí los ojos. La luz del día me encegueció y me limité a sonreírle a mi pequeño — Te he traído el desayuno.

— Imagino que estará en buenas condiciones — bromeé reincorporándome, y Bill se sentó a mi lado, compartiendo la misma charola. Tomé una galleta y la saboreé gustoso — Hm, Sí, es comestible. Pero no como tú.

Nos sonreímos arrobados. En momentos como estos, me siento un adolescente menor que Bill. ¿Será el amor?

— Ah. Yo estoy enojado contigo — soltó de repente y le miré sin entender. Arqueó una ceja y cerró los ojos — Me he levantado con un dolor en todo mi cuerpecito y casi no he podido caminar. ¡Es injusto!

— ¿Te duele el culo? — Hablé con la boca llena y su rostro se ruborizó al máximo — Bueno pequeño, así es la vida.

— Yo no puedo caminar y tú te burlas — sonrió siguiéndome el juego. — Quedamos así Tom.

— La próxima… — bebí un sorbo del té, y me quemé hasta las tripas — Joder, quema. La próxima compraré una silla de ruedas.

— Gracias, al menos tendré el culo pegado a ella sin moverme — bromeó echándole un poco de leche a su taza. Claro, muy listo — Tú te encargarás de moverme de un lado a otro.

— Como siempre — añadí de inmediato con doble intención. Y rió a carcajadas — Está delicioso mi amor. Gracias.

— Mi amor — suspiró — suena bonito.

— Ven aquí…— le tomé de la nunca y nos fundimos en un beso húmedo y tranquilo.

— ¡Bill! ¡Bill! — el corazón se me subió a la garganta. — ¿¡Bill!?

Andreas. Entró completamente fuera de sí, con su camisa rota y sucia. Su rostro con restos de sangre y lodo.

— Andy — susurró mi pequeño en un hilo de voz — ¿Q-qué te sucedió?

— ¡Bill! ¡Bill! — gritó el rubio. Ambos nos pusimos de pie ante él, y yo le sacudí para que reaccionara. Estaba como en… shock.

— Andy, mírame — le ordenó, y yo le miré impresionado.

— Tus padres han tenido un accidente Bill — mi pequeño parpadeó nervioso.

— ¿Qué? — Preguntamos al mismo tiempo — No es posible.

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— Tus padres se accidentaron en la carretera rumbo a Leipzig esta madrugada — Y probablemente, salgamos fuera de la ciudad para darle la noticia al resto de la familia. Mierda. No. — Tus padres están muertos Bill.

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& Capítulo 25 &

& Bill &

— ¿Qué quieres ser cuando seas grande? — preguntó papá, tomando el mando de la tv cambiando de canal.

— ¿Cómo quien quieres ser? — sonrió mamá, a mi otro lado. Nueve años, único hijo. ¿Qué más podía pedir? Los tres, una noche de invierno y yo en el medio de los dos como un bebé.

— Hm — gruñí pensando — quiero ganarme las cosas con mi propio esfuerzo, quiero ser como papá.

Él suspiró emocionado y me estrechó en sus brazos.

— Pequeño... — un susurro atravesó mi cabeza, pero las lágrimas y el dolor, se habían transformado en dueños de mi cuerpo — Bill.

— Tus padres están muertos. — Esa voz. Esa frase repitiéndose todo el tiempo, daba paso a una grieta que con el tiempo sería un pozo oscuro dentro de mi pecho. Esa parte de mi corazón en donde ellos estaban grabados se había enfermado muriendo lentamente, y pronto contagiaría al resto de mi órgano… sin dudas dejaría de latir.

— Bill — Mamá siempre entrando en mi habitación sin permiso — Cielo ¿Podemos hablar?

— Dime — cerré mi cuaderno, había dibujado un ligero Tom; pero el arte no es lo mío — ¿De qué quieres hablar?

— Tú sabes que puedes confiarme siempre, aquello que más desees — Me miró de una manera tan extraña, que no supe que contestar — Sabes que siempre aceptaré gustosa lo que te haga feliz y... que jamás te rechazaré.

— No sé... de qué hablas mamá — tartamudeé y miré la hoja que había dejado sobre el escritorio. Una T y un corazón.

— ¿Tienes novio? Cariño... — suspiró y unas lágrimas aparecieron por mis ojos — Como sea, sé feliz. Cuando algo te haga falta me tendrás a mí. Y si alguna vez, sientes que nadie te quiere y te han dejado solo... no olvides que tienes una madre toda tu vida, Bill. Una madre que jamás te abandonará.

Le abracé entre lágrimas, reconociendo que he tenido suerte en tener una madre como ella.

— ¡Mentirosa! — grité con todo lo que dieron mis pulmones y caí de rodillas al suelo — ¡Par de malditos desagradecidos! ¡Se fueron! ¡Se han olvidado de mí! ¡Me han dejado!

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— Bill, cálmate — No sé si el reto provino de un susurro de Andreas o de Tom. Pero no quería oír, no quiero oír a nadie. No quiero estar aquí. ¿Mamá? ¿Papá? Regresen, vengan y abrácenme.

— Mami no te vayas — lloriqueé, y una joven cogió mi guardapolvo, casi arrastrándome — ¡Mami no te vayas! ¡Mami ven a por mí!

— Esto es el jardín cielo, nos veremos en unas horas — me saludó sonriente y rompí a llorar.

— ¡Mami, llévame! ¡No te vayas! ¡Mami! ¡Mamá, mamá! ¡Mami no me dejes!

— Te pedí que no te fueras — susurré meciendo mi cuerpo de atrás hacia adelante, sujetando mis piernas con fuerza sin poder controlar las lágrimas, sin saber si lloraba o reía. Sin saber si estaba vivo o... muerto. — Te pedí que no te fueras, te has ido. ¿Ves como eres? ¿Notan como son? Los únicos que me querían tal cual soy, los únicos dispuestos a apoyarnos, los únicos... se han ido. Nos han dejado. Me han dejado. ¡¿Por qué?!

— Bill cálmate, Bill mírame — Tom secó mi rostro. Noté a Andreas detrás de él taparse el rostro con ambas manos — Sé cómo te sientes, lo siento mucho.

Me abrazó y sollocé con fuerza. Le tengo a él, sólo a él.

— La vida nos arrebata lo que más queremos, amor, pero la vida continúa. No será igual y lo comprendo pero continúa — sus ojos se llenaron de lágrimas y besó mis labios con suavidad — Yo perdí a mi padre a los cinco años, fue una jodida mierda. Él era un hombre como pocos ¿sabes? Pero a pesar de ser un niño dolió su partida. Luego mi madre se casó con Jörg, un hombre adinerado que transformó a mi madre y la convirtió en una desconocida. Y bueno el dolor no ha desaparecido, los recuerdos tampoco. Pero ha cesado, luego llegaste tú y me pintaste felicidad. ¿Lo notas? Luego de algo como esto, vendrá algo feliz.

No supe qué decir, sólo continuar llorando en sus brazos y esperar que mis ojos se dignaran a dejar de emitir lágrimas.

— Bill — suspiró mi primo — cuando te sientas listo, debes ir a reconocer los cuerpos. Eres el único.

Tom y yo le miramos. Y comprendí que me habían arrebatado a mi única familia. Mis padres y mi hermano.

— Dime una cosa Andy — de repente, una extraña sensación se adueño de mi pecho — ¿Se sabe cómo fue el accidente? ¿Cómo te has enterado?

— Me han llamado al móvil, por lo que han dicho el celular de tu padre fue el que se 'salvó' de la tragedia y el primero en su directorio era yo. — Explicó, vale entendía a medias. Además, mi primo ya tiene sus dieciocho cumplidos — Pedí una breve

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explicación, y lo único que pudieron decirme fue que un Ford Focus Coupe les cerró el paso y los envió banquina abajo. Impactaron contra un mural...y pues ya sabes.

— ¿Focus Coupe? — Tom me miró. No es posible, deja de buscar culpables. Ha sido un accidente, estas abatido eso es todo — Qué coincidencia.

— ¿Por qué? — Andreas nos miró a ambos, y Tom fijó su mirada en mí.

— El nuevo auto de Jessica es un Focus Coupe — respondió Tom por mí. Pero sólo era eso. Una coincidencia.

— ¿Quieres pasar solo? — Miré la puerta, y frío recorrió por mi cuerpo. Otra vez lágrimas, no sé si sería fuerte. — Pequeño, ¿quieres que entre contigo?

Asentí débilmente y le cogí de la mano, dando paso. A veces pienso en como gente como el señor que estaba de pie en el umbral esperando mi decisión, pueda trabajar en un lugar tan frío e insensible como una morgue. Qué horror. Al entrar, mi pecho se encogió. Cuerpos cubiertos en sabanas amarillentas, un frío de cojones y un silencio terrorífico. Andreas nos siguió, y por un motivo que desconozco el señor nos señaló otra puerta más pequeña. Tragué saliva y me volteé, Tom y mi primo se habían quedado de pie y asintieron. Cerré los ojos con fuerza, casi no podía oír los latidos de mi corazón.

Dos camas, dos cuerpos cubiertos por las mismas sábanas. Mi corazón se agitó con fuerza, cobrando vida, preparándose para recibir el golpe más fuerte. Caminé entre medio de ambas y por instinto señalé la de mi derecha. El señor, tomó el extremo de las sábanas y jaló de ellas. En mi alma, se abrió otra grieta.

Su rostro, toqué su rostro y una lágrima cayó sobre su herida mejilla. Su rostro siempre bonito, con sus rasgos delicados, pero estaba tan frío — Mamá — susurré y mi temblorosa mano tocó su vientre por encima de las sábanas. — Mami — repetí, rompiendo a llorar abrazándole con fuerza, esperando que todo fuese una pesadilla y sus brazos me rodearan diciéndome: cielo, cariño, Billy, hijo... pero nada. Ella estaba callada. Fría y callada. Para siempre.

Me reincorporé con cuidado. Y las sábanas la cubrieron otra vez. Me volteé mientras el señor repetía lo mismo. Papá... su rostro, su rostro estaba completamente herido. Dios mío. No resistiría más, el dolor estaba arrastrándome hacia la muerte a mí también. Joder, no. Agaché la cabeza mientras acariciaba su brazo, observando el tatuaje que se había hecho años atrás con mi nombre y el de mamá. El hombre que me había dejado una enseñanza: "Jamás te avergüences de ti mismo, eres un gran chico y serás un gran hombre. Mucho más hombre que cualquier heterosexual ¿entiendes? Pero por sobre todas las cosas, serás mi hijo." Papá...

Caminé nuevamente hacia la pequeña puerta y me volteé. Allí estaban, mi héroe y la única mujer en mi vida. Juntos, como siempre lo habían estado. La vida los había unido,

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el amor los había cobijado y ahora la muerte se los llevaba, juntos. Las únicas personas que se han encargado de enseñarme la vida, se han ido. ¿Y ahora?

Tres personas ocupan mi corazón. El rincón que poseía a esas dos personas, hoy está vacío y así estará hasta que deje de palpitar.

— Vamos a casa pequeño — susurró Tom detrás de mí. Eché un vistazo una vez más y noté un detalle. Papá tenía el puño cerrado con fuerza, y en el un pendiente colgando. El pendiente de mamá. Automáticamente lo comprendí: Le había abrazado antes de morir.

— Vamos — suspiré.

& Tom &

— Se ha quedado dormido después de tanto llorar — caminando de puntitas, me adentré en la cocina — Pobre, lo siento de verdad Andy.

— Lo sé Tom, lo sé. Gracias — se puso de pie y noté que aún llevaba la ropa sucia — Será muy duro todo para Bill a partir de ahora. Sólo nos tiene a nosotros.

No quería pensar en el plazo. Pero fue inevitable. ¿Y si me veía obligado a dejarle?

— Andreas — le llamé y se volteó de inmediato — Escúchame. Jamás le abandones ¿de acuerdo? Ni como primo, ni como amigo, ni siquiera como compañero.

— No lo haré Tom — se acercó a mí, fijando su mirada en mis ojos — Pero tú tampoco.

Tragué saliva y negué con la cabeza. Espero no hacerlo, espero que este amor sea lo suficientemente fuerte como para continuar.

— Oye — volví a llamarle — ¿De dónde venías con esas pintas?

— De un encuentro con Annie Hünicken — sonrió de medio lado — pero más bien fue un encuentro cercano con la muerte. Su puto perro me mordió, bueno apenas unos rasguños y al huir me caí en el lodo.

— Eres un personaje — sonreí contagiándole — Andy… ¿ella está embarazada?

— Sí. Pero los padres no se han enojado, sólo esperan que reconozca al niño, y claramente lo haré — respondió, en un tono responsable que para un niño de su edad es admirable — En fin, iré a tomar una ducha y descansar. Deberías hacer lo mismo.

— Lo haré, en cuanto termine mi café — añadí, y se despidió.

Miraba a Bill y a su madre con atención, sonriendo ampliamente ante su tonta discusión — Tú eres mi niño.

Page 27: Mi Profesor de Química - smartienda.cl · Tras ver a Yuki en el baño luego del beso con Tom, él no ha dicho palabra alguna. Una extraña expresión se dibujó en su rostro y se

Mi Profesor de Química

— Disculpe Simone, no es sólo su niño — le interrumpí para dar mi opinión — Ahora es mi niño también.

— Es cierto — suspiró su madre— nuestro niño está creciendo. Al menos ahora sé que cuando sea una vieja tendrá a un hombre tan guapo y bueno como tú Tom.

Ojalá mi madre fuera como ella lo era. Cómo me hubiese gustado conocerle más a fondo.

— Tom, mi marido y yo queremos decirte algo — susurró mientras Bill ponía la mesa en el comedor — Algo que consideramos importantes.

— Díganme — sus serias expresiones me impidieron sonreír — soy todo oídos.

— Confiamos en ti — dijo Gordon — confiamos en que realmente estarán juntos toda la vida, confiamos en que esto que sienten el uno por el otro es amor. Confiamos que el día que Bill se vaya de la casa, o tal vez a uno de nosotros nos pase algo tú cuidarás de él más que de tu propia vida.

— La vida, el corazón y el alma de nuestro hijo estará en tus manos Tom — me quedé petrificado, y ambos me abrazaron. Claro que lo haría, Bill es mi mundo.

— Se los prometo — murmuré con un nudo en la garganta sin romper el acogedor abrazo.

Me puse de pie, bebí mi café y me encaminé a la habitación. Al subir las escaleras, un extraño dolor me produjo ver las fotografías. Culpa, dudas quizás.

Me adentré en la habitación, y vi a mi pequeño dormir con un retrato en las manos. Se lo quité con suavidad y se me rompió el corazón. Una foto de días atrás. Gordon, Simone, Bill y yo. Los ojos se me llenaron de lágrimas y al dejarla sobre la mesita de noche, solté en un susurro: Prometo, cumplir con la promesa. Tarde o temprano, la cumpliré.

Me cubrí con las sábanas y le abracé por la espalda a mi pequeño — Siempre cuidaré de ti — se removió en mis brazos, pero sólo dormía. Una leve y fría brisa entró por la ventana y caí en sueños.

& Continuará &

Oh, quiero llorar. No solo por la muerte de Simone y Gordon, sino por todos los capis de esta entrega. Las amenazas a Tom, la extraña coincidencia del auto de Jessica provocando el accidente. El miedo de Tom de fallar a su promesa. Dios, necesito leer más o la angustia no me dejará.