mi dinero: tu revista de finanzas personales nro. 21 (enero 2013)
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En este especial de enero, encuentra los mejores cuentos financieros para toda la familia, que te enseñaran a administrar el dinero de manera divertida.TRANSCRIPT
NIÑOS & ADULTOS
MÁS
Número 21 | Enero 2013
EDUCACIÓN FINANCIERA PARA NIÑOS ¡QUÉ NO SE QUEDE NADIE SIN COMER!
PRIMERA REVISTA DIGITAL GRATUITA DE FINANZAS PERSONALES
PATIO DE RECREO
FINANZAS CON AMIGOS
NOVEDADES
EMPRESAS
ECONOMÍA PARA GENTE MADURAEL RODEO CIRCULAR HACIA EL PUNTO DE PARTIDA
CUÉNTAME UN CUENTO
MI DINEROTu Revista de Finanzas Personales
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ISSN 2174-176X
EL CUENTO FINANCIERODE LOS TRES CERDITOS
ESPECIALCUENTOS FINANCIEROS
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1
EDITORIAL
Minidocs Tu Editorial® www.minidocs.es
- Alicante - Madrid - Buenos Aires -
Directora Editorial
Verónica Deambrogio
El editor de la revista no necesariamente
comparte las opiniones expresadas por co-
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otorgada por Clipart.com, y Shutterstock
que al igual, prohibe su uso, copia, repro-
ducción, y utilización de las mismas, sin su
correspondiente autorización por escrito.
¡Feliz 2013! Aquí estamos de nuevo con el primer número
del año.
El 2013 va a ser muy especial para nosotros, y estamos de-
cididos a traerte muchas novedades para que sigas disfrutando
de nuestra revista. Arrancamos con muchas ganas y con nuevos
desafíos, que te iremos contando a lo largo del año.
Como a nosotros nos gusta innovar y tratamos de mejorar
haciendo cosas distintas, hoy te traemos un especial de “Cuen-
tos Financieros” para todos los gustos, personas y edades. ¡Es-
peramos que lo disfrutes!
También nos acompaña nuestra amiga Susan Beacham, con
sus sabios consejos sobre educación financiera para niños.
Aprovechando que ya acabaron las fiestas navideñas y que
la lista de propósitos “irreales” seguramente ya ha quedado
en el olvido, te propongo que te tomes unos minutos para co-
menzar de nuevo a escribir tus metas financieras para este año.
Pero, esta vez, es importante que pongas todo tu empe-
ño en hacerlas realidad. Te ayudará que sean lo más concretas
posible. Por ejemplo, no escribas “Quiero ser millonario/a”, sino
más bien: “Este año quiero ganar una cantidad X de dinero”; de esta forma, verás cómo tus metas estarán mucho más cerca.
Me despido deseándote un año de metas cumplidas. Aún
te queda mucho por leer, así que ¡a disfrutar de este número!
¡Hasta el mes próximo!
Verónica Deambrogio
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ÍNDICEColaboradores
VERONICA DEAMBROGIO (Argentina, 1975)
Empresaria, Consultora en Finanzas Personales,
Directora de Addkeen Consulting, Minidocs Tu Edi-
torial y del programa educativo Educación Financiera
para Todos para España y Europa.
Psicóloga, docente universitaria, formadora de for-
niños, reputada autora y conferencista internacio-
nal.
Asesor Financiero Personal y Consultor de Gestión
Empresarial. Consultor experto en administración y
www.administracionpyme.com
Economista, abogada y divulgadora del sentido co-
para Latinoamérica.
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EDITORIAL 1
Colaboradores 2
ÍNDICE 2
3
Cuéntame un cuento… 5
El rodeo circular hacia el punto de partida 8
Que nadie se quede sin comer 11
El Patio de recreo 13
Las 10 cosas que NO debes decir
a tus niños sobre el dinero 14
Novedades 16
Contacta con nosotros 17
NOS PATROCINA:
3
Opinión
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Opinión
Harry, el hermano menor, era un opulento
cerdito constructor que se ufanaba de sus pa-
tas negras y se sentía orgulloso de llamarse a sí
mismo un “coleccionista nato de cosas gran-
des”. Su casa, por supuesto, era la más grande
del bosque. Las malas lenguas decían que no se
podía recorrer la casa sin GPS, pero él lo consi-
deraba una exageración: ¡nadie podría perderse
en su hogar de tan sólo 53 habitaciones! Su
colección de coches de lujo era la más grande y
admirada del país, y su inmenso yate, como no
cabía en la laguna del bosque, descansaba en
un depósito sin haber conocido jamás el agua.
Harry estaba tan orgulloso de sus posesio-
nes, a las que se refería cariñosamente como
“juguetes”, que no había quién pudiera hacerlo
callar cuando comenzaba a hablar de ellas; por
desgracia para los que lo rodeaban, cada vez lo
hacía con más frecuencia.
Tomás, el hermano del medio, era diferen-
te. A él le gustaba lo que solía llamar “la buena
vida”. Su casa, aunque más pequeña que la de
su hermano menor, era igual de lujosa y siem-
pre estaba llena de amigos y desconocidos. Sus
fiestas eran legendarias.
¡Nadie hacía fiestas como Tomás! En cual-
quier momento, sin importar el día o la hora, la
nevera estaba llena de bebidas extravagantes
y deliciosos manjares, destinados a deleitar a
los innumerables invitados que lo visitaban de
manera ininterrumpida.
Se jactaba de ser el mejor anfitrión del
bosque y siempre repetía: “A vivir, que son dos
días”. Aunque se le desconocía profesión, todos
suponían que se había ganado la lotería en
secreto, porque nadie que no fuese millonario
podría mantener ese ritmo de vida sin trabajar.
Pedro, el hermano mayor, era el “cerdito
rebelde” de la familia, como solían apodarlo sus
hermanos. Su casa no era grande ni lujosa, sino
modesta y cómoda, y no tenía coches de qué
jactarse, ni una ajetreada vida social. No se iba
a exóticos lugares del mundo en sus vacacio-
nes ni tampoco almorzaba cada día los mejores
manjares. Lo suyo era el trabajo duro. Cada día
se levantaba al alba para abrir su pequeña car-
pintería, en la que trabajaba hasta que el sol
se retiraba avisándole de que ya era hora de
cerrar.
Su hermano menor se mofaba cariñosa-
mente de él cuando lo veía transpirar puliendo
las puertas que luego él usaría para su “pala-
cio”: “¿Cuando te mudarás a una casa decente,
Pedro? ¡Que tuve que devolver la televisión de
89 pulgadas que te regalé para tu cumpleaños
porque no cabía en tu salón!”. Tomás no podía
concebir que su hermano no disfrutara de la
vida: “No sé para que trabajas tanto, Pedro, si al
final nunca usas el dinero para divertirte”, solía
El cuento financiero de
los tres cerditos
Educación financiera para todos
Verónica Deambrogio@verodeambrogio
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repetirle.
Pedro, siempre ajeno a los comenta-
rios “bienintencionados” de sus herma-
nos, solía sonreírles y responder: “No se
preocupen, tengo todo lo que necesito”.
Un día, algo cambió en el bosque ur-
bano. El aire se enrareció de repente, y el
personaje más temido del bosque llegó a
la exclusiva urbanización en su coche de-
portivo. “¿Qué hace por acá?”, se pregun-
taban los vecinos. “¡Este no es su lugar!
Aquí no tiene nada qué hacer!”, comen-
taban otros. Mientras lo seguían con la
mirada, se sorprendieron al descubrir que
el Lobo del Frac, feroz cobrador de deudas,
aparcaba parsimoniosamente frente a la
casa de Harry, el famoso cerdito cons-
tructor, que lo aguardaba en la puerta tan
asustado que todos se preguntaron si no
sería un espejismo.
“Vengo a quedarme con tu casa y tus
bienes”, bramó el lobo feroz a un aterro-
rizado Harry. “Tus deudas de construcción
se acumulan en mi escritorio y ya no
tienes con qué pagarme. Has vivido por
encima de tus posibilidades, has gastado
más de lo que tenías con tu afán de tener
siempre lo más grande y lujoso y hoy todo
se ha desmoronado. Lo siento, pero debes
entregarme las llaves”.
Harry, con lágrimas en los ojos y sin-
tiéndose impotente al verse desprovis-
to “injustamente” de sus tan preciados
juguetes, le entregó las llaves y corrió a
contarle a su hermano Tomás su más re-
ciente desgracia, esperando animarse con
alguna de sus fiestas.
¡Hacía mucho que Harry no caminaba
tanto! Acostumbrado a sus coches de lujo,
ya casi no recordaba lo que era andar, y el
trayecto a la casa de su hermano, que an-
taño le llevaba cinco minutos conducien-
do, esta vez le llevó ¡casi una hora!
Su mal estado físico no lo sorprendió
tanto como encontrar, al llegar allí, al lobo
feroz hablando con su hermano. ¡No daba
crédito a sus ojos! Su hermano, siempre
tan feliz y animado, estaba arrodillado en
el suelo suplicando que le prestara más
dinero. Gimoteaba lastimosamente que
sus fiestas no serían lo mismo, que perde-
ría su prestigio, que sus amigos dejarían
de visitarlo…
A pesar de sus ruegos e insistencias, el
lobo feroz seguía negando con la cabeza
mientras le exigía que le diera las llaves
de su hogar, que había puesto como ga-
rantía. “Si gastas más de lo que ingresas,
acabarás en la ruina. Ya te lo advertí, To-
más, ahora sólo hago mi trabajo”, respon-
dió el lobo feroz a los intensos reclamos
del cerdito.
Al levantar la mirada, encontró los
ojos también llorosos de Harry y ambos
hermanos se fundieron en un abrazo.
“¿Qué vamos a hacer? ¿Qué será de noso-
tros?”, se preguntaron mientras camina-
ban hacia la casa de su hermano mayor,
Pedro, que vivía muy cerca de allí.
Nada los asombró más en ese mo-
mento que ver como su hermano Pedro se
despedía amistosamente del lobo feroz, y
lo invitaba a que lo visitara más seguido.
¡No podían creerlo! ¡Traición! ¿Qué
hacía allí? ¿Por qué eran amigos? Todas
esas preguntas se agolpaban en la mente
de los cerditos, que se abalanzaron confu-
sos y furiosos hacia el interior de la casa
de su hermano para pedirle explicaciones.
Al verlos entrar intempestivamente, Pedro
hizo un gesto para que lo dejaran hablar
primero y, con la amable sonrisa que lo
caracterizaba, explicó:
“El lobo feroz, al que ustedes tanto
temían, no es más que un empleado mío.
Mientras ustedes vivían la buena vida y se
ufanaban de sus grandiosas posesiones,
yo trabajaba de sol a sol para poder pres-
tarles el dinero sin que se sintieran ofen-
didos, porque pensé que esa forma de vida
los hacía felices.
Con el tiempo me he dado cuenta de
que estaba equivocado. En vez de apreciar
lo que tenían, cada día querían más y más,
y no se conformaban con nada, se con-
virtieron en personas codiciosas y vagas.
Dejaron de apreciar las cosas buenas y
sencillas de la vida, y se concentraron en
las cosas materiales que podían comprar
con dinero.
Hoy me he dado cuenta de que co-
metí un error y por eso estoy dispuesto
a repararlo. Quiero darles una segunda
oportunidad.
Con el dinero de vuestras posesiones
ampliaremos la carpintería, y trabajare-
mos juntos como nuestros padres siempre
han soñado. Construiremos casas de ma-
dera gracias a las habilidades de Harry, y
Tomás se encargará de venderlas con su
don de gentes.
Crearemos valor para las personas,
volveremos a estar juntos, y ya no te-
merán perder sus posesiones porque, a
partir de ahora, construirán su verdadero
futuro, un futuro libre de deudas, donde
finalmente podrán “ser” sin necesidad de
“tener”.
Avergonzados, pero inmensamente
agradecidos y sintiéndose afortunados
por contar con tan generoso hermano,
los tres cerditos se fundieron en un abra-
zo y una nueva vida comenzó para todos.
Nunca volvieron a endeudarse ni a vivir
por encima de sus posibilidades, y hoy la
carpinteria “Los Tres Hermanos”, es la más
exitosa del bosque.
Y, colorín colorado, este cuento fi-
nanciero... se ha acabado.
¡Hasta el próximo número!
Verónica Deambrogio
El cuento financiero de los tres cerditos
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Opinión
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Opinión
Cuéntame un cuentoy verás que contento
me voy a la camay tengo lindos sueños.
He hecho algunos números y, siendo con-
servador, el negocio es rentable.
conservador”. Ser conservador es algo abstrac-
to, y puede que lo que sea conservador para
ti no lo sea para mí. Pero asumamos la reali-
dad: ni tú ni yo tenemos la más remota idea
de cuánto facturarás. Como es lógico, ante la
incertidumbre, al hacer tus números te ha-
brás dado cuenta de que si pones cantidades
pequeñas el negocio no es rentable y, si pones
cantidades grandes, te da risa.
Pongamos los pies en la tierra. Debes hacer
números, sí. Pero la intención es que sirvan de
idea para saber en qué márgenes te has de mo-
ver para considerar que el negocio es rentable y
te permitirá seguir adelante. Son objetivos que
esperas cumplir, no una realidad. Esto también
se conoce como “el cuento de la lechera”.
Según un estudio realizado por la Univer-
sidad de Harvard, este mercado será de 50.000
millones de dólares anuales en 5 años.
interesan las estadísticas y sigo con regulari-
dad las opiniones de personas relevantes de la
economía. Sin embargo, todo eso me aporta
información, ideas sobre las tendencias a futu-
ro, orientación sobre los próximos movimientos
de la economía y de los negocios… pero jamás
tomaría una decisión sobre esas bases. Cada
cierto tiempo, alguien me trae algún artículo
o un estudio que señala lo que será una gran
oportunidad de negocio.
Si deseas montar un negocio necesitas leer
toda esa información, documentarte y conocer
milimétricamente el mercado en el que vas a
desarrollar tu actividad. Pero no olvides que
con esa información tienes que salir a la ca-
lle y contrastar la información con tu público
objetivo. Si tu negocio será una tienda de ba-
rrio, tienes que ir a ese barrio y averiguar qué
opina la gente sobre tu negocio; si vas a crear
una página web para comercializar no se qué
producto tienes que descubrir si existe una ver-
dadera demanda online de ese producto, y así
sucesivamente…
No hay más que tirar de hemeroteca para
descubrir cientos de artículos, noticias e infor-
mes sobre productos que iban a revolucionar el
mercado y que casi nadie recuerda a fecha de
Cuéntame un cuento…
Suma y sigue
Miguel Martínez Clemente www.facebook.com/miguelmclemente
es.linkedin.com/in/miguelmartinezclemente
http://administracionpyme.com
En ocasiones, somos nosotros mis-mos los que nos contamos el cuento,
y hasta nos lo creemos.
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Cuéntame un cuento…
hoy, o que simplemente siguen en fase de desarrollo.
Nadie puede hacer lo que mismo que nosotros.
No tenemos competencia.
Este cuento es para llorar y tiene dos vertientes: o
nadie hace lo mismo simplemente porque no es ren-
table o no hay mercado, o el emprendedor está tan
-
tencia. Como regla general, si tienes una buena idea
hay al menos 5 empresas más trabajando en ella; y, si
la idea es excelente, como mínimo serán 15 las em-
presas trabajando en la misma línea. En el mejor de
los casos, si fuera cierto que tienes una gran idea y no
tienes competencia, no tardarán ni 90 días en comen-
zar a pisarte los talones.
Cuando alguien se dispone a comercializar un
producto o servicio, de alguna manera su público ob-
jetivo ya estará cubriendo esa necesidad. Tu producto
lo puede hacer mejor, más barato, más bonito… pero
alguien está comercializando algo que cubre esa ne-
cesidad, aunque sea peor, más caro o menos bonito.
No los subestimes, son tu competencia, y ten por se-
guro que reaccionarán.
Cuando se comenzaron a comercializar los vehí-
culos a motor, ya tenían competencia. Eran los vehí-
culos de tracción animal. La gente, para sus despla-
zamientos, usaba carros tirados por animales. Con el
paso de los años fueron sustituidos por los de trac-
ción mecánica, pero durante un tiempo convivieron y
fueron competencia.
Los personajes ingenuos de los cuentos acaban
bien. Los ingenuos de la vida real acaban mal.
Tengo tropecientos clientes esperando a que abra
el negocio.
Todavía recuerdo el último amigo que abrió un
bar, no hace mucho. En algunos lugares de España,
cuando se inaugura un negocio es costumbre hacer
invita especialmente a familiares y amigos. El objetivo
es puramente promocional, pero en la mayoría de ca-
sos tiene un retorno bastante bajo.
La noche de apertura, el bar de mi amigo estaba
lleno. Tanto, que incluso tuvieron que cortar la calle
porque la gente no entraba en el local. Esa noche co-
rrieron muchos litros de cerveza y vino, y no paraban
de salir bandejas con tapas variadas, a cual más rica.
Al día siguiente, domingo por la mañana, fui a
desayunar allí. No había más de una docena de clien-
tes, incluyéndome a mí. Un par de semanas más tarde,
fui a cenar una noche de viernes, y mi amigo y su
mujer estaban sentados en la barra, mirando la tele-
visión: no había nadie. Mes y medio después regresé
había ni una sola tapa en la barra. A los seis meses,
la puerta estaba cerrada con un cartel que decía “SE
TRASPASA”. Cometieron muchos errores que sería
muy largo relatar.
Moraleja del cuento: no puedes pensar que tu ne-
gocio funcionará sólo porque te animen tus amigos o
familiares. Necesitas clientes a los que facturar todos
los días. También hay que analizar muchos factores,
como la ubicación, la competencia, el público objeti-
conseguir el punto de equilibrio, etcétera, etcétera.
Bueno, tenía que contarte un cuento y he aca-
bado contándote cuatro. Espero que si alguna vez
decides emprender no sea un cuento. De últimas, si se
te ocurre algún cuento, déjalo para relatárselo a tus
hijos o sobrinos.
Y colorín colorado, hasta el próximo número. Sed
felices y comed perdices.
Miguel Martínez Clemente
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Opinión
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y con comida suficiente par
El muchacho vivía en un reino que tam-
bién era muy pobre; tanto, que los niños te-
nían que dejar muy pronto el colegio para
ayudar a sus familias. Sólo los nobles y algu-
nos ricos comerciantes podían enviar a sus
hijos a la universidad. Los jóvenes inteligen-
tes pero pobres, como nuestro protagonista,
no tenían la menor posibilidad de llegar a
desempeñar alguna de esas profesiones tan
prestigiosas y bien pagadas que aseguraban
una vida cómoda: todos sabían y aceptaban
que los futuros médicos, abogados y empre-
sarios serían los hijos de los actuales médicos,
abogados y empresarios, que tenían posición
y dinero suficiente como para proporcionar a
su prole una buena educación.
Un buen día, se enteró de que en un
país lejano había muchas oportunidades de
prosperar para alguien trabajador y honrado
como él. Sin pensárselo dos veces, el animoso
joven hizo las maletas y se preparó para partir
en busca de fortuna. Sus padres le acompa-
ñaron a la estación de tren y le despidieron
con abundantes lágrimas y recomendaciones:
“Hijo, cuídate mucho, come bien y abrígate,
dicen que es un país muy frío. ¡No te juntes
con malas compañías!”.
Nuestro joven se sentía muy triste por
tener que dejar a sus padres, sus hermanos
y todos sus amigos, pero se consolaba pen-
sando que el tiempo pasa muy deprisa y que
pronto conseguiría dinero suficiente para
comprar una casita.
“Sólo serán unos pocos años”, asegura-
ba a su llorosa madre. “Antes de que os deis
cuenta estaré de vuelta y no tendremos que
preocuparnos por el dinero nunca más”. Y con
tan decidido propósito subió al tren, deba-
tiéndose entre el temor a lo desconocido y
la emoción ante las aventuras que sin duda
le esperaban.
Efectivamente, en el lejano país hacía
mucho frío. Durante algún tiempo se sintió
muy solo, y añoraba la calidez y el apoyo de la
familia que había dejado atrás. El joven traba-
jaba duro y ahorraba todo lo que podía… que
no era tanto como había esperado al prin-
cipio. “El problema es que sólo me ofrecen
trabajos mal pagados”, se decía a sí mismo.
“¡Ojalá hubiese podido ir más tiempo a la es-
cuela! Así podría conseguir mejores empleos
y ganaría dinero más deprisa”.
Entonces se le ocurrió que tal vez de-
bería destinar algo del dinero que ganaba a
mejorar su educación. Aunque al principio
disminuyese un poco la cantidad destinada
al ahorro, estaba seguro de que tal inversión
le reportaría beneficios futuros, en forma
de mejores trabajos. Como el muchacho era
muy inteligente y jamás hacía nada a la lige-
ra, primero se dedicó a observar qué tipo de
especialidades eran las más solicitadas, y por
fin llegó a la conclusión de que la floreciente
industria automovilística podría ofrecerle un
El rodeo circular hacia
el punto de partida
Economía para gente madura
Economía para gente madura
Cristina Carrillo Rivero@addkeen
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Opinión
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buen porvenir. Durante tres años continuó
trabajando mientras acudía a una escuela
nocturna, en la que aprendió todo lo que
podía saberse sobre la mecánica de los co-
ches. La verdad es que siempre le pareció
un tema limitado y poco estimulante (¡él
hubiera preferido ser carpintero!), pero
tenía muy claro su objetivo y ningún sa-
crificio le parecía excesivo.
Su análisis de la situación resultó
acertado: pronto encontró otro empleo,
más cómodo y mejor pagado, en el que
pudo aplicar sus nuevos conocimientos.
Era tan hábil y cuidadoso que se convirtió
en un mecánico muy solicitado. Sin em-
bargo, con cierta sorpresa descubrió que
su descontento era cada vez mayor: no
era capaz de poner el corazón en su traba-
jo y observaba con envidia a los ingenieros
de la fábrica, a los que todo el mundo tra-
taba con respeto y deferencia. Frustrado
por la ausencia de desafíos en sus tareas
cotidianas, cada vez se sentía más resenti-
do por no haber tenido la oportunidad de
desarrollar todo su potencial. ¡Él también
hubiese podido ser un gran ingeniero!
Pasaron algunos años y por fin de-
cidió que era el momento de regresar a
su ciudad natal. Con el dinero que había
ahorrado cumplió su sueño de comprar
una casita, y aún le sobró para montar
un pequeño taller. Ni siquiera el retrasado
reino en el que había nacido había podido
quedarse al margen de los nuevos tiem-
pos, y ya se veían por las calles los prime-
ros automóviles. Como nadie más conocía
el oficio y él contaba con la reputación de
haber trabajado “en el extranjero”, duran-
te mucho tiempo no tuvo competencia y
su negocio floreció con gran rapidez.
Entonces decidió que había llegado el
momento de fundar una familia. Se casó
con una jovencita del pueblo y tuvieron
una hija. “¡Lástima que no haya sido un
muchacho!”, se lamentó el hombre. “Hu-
biese sido ingeniero y habría gozado de
prestigio y posición”. En aquel reino tan
mediocre, ni siquiera a alguien tan viaja-
do como él le cabía en la cabeza que una
mujer pudiese desempeñar tan excelsa
profesión. En cualquier caso, la cuestión
nunca llegó a plantearse porque su hija,
una muchacha lista y alegre, siempre tuvo
muy claro que quería ser maestra. Ade-
más, se casó muy joven y… dio a nuestro
protagonista la mayor alegría de su vida:
un nieto fuerte y saludable, destinado a
cumplir todos los sueños del abuelo.
Como suele suceder, el hombre des-
tinó a su nieto todos los mimos, el apoyo
y el tiempo que no había podido dedicar
a su hija (¡al fin y al cabo, hasta entonces
siempre había tenido que trabajar muy
duro!). Para su gran deleite, el crío era tan
listo como cabía desear, y pronto la es-
cuela del pueblo resultó insuficiente para
su enorme curiosidad. Entonces nuestro
hombre, haciendo valer su condición de
patriarca, decidió enviar al pequeño a una
prestigiosa (y lejana) escuela, en la que
recibiría la mejor educación que el dinero
podía comprar. Los padres, desolados ante
la idea de separarse tan pronto del niño,
El rodeo circular hacia el punto de partida sobre el dinero
le suplicaron que esperara unos años para
que pudieran verle crecer, pero el abuelo
se mostró inconmovible: “¡No hay tiempo
que perder!”, sentenció. “¡Los años que no
se destinan a obtener la mejor formación
posible son años perdidos! Las pruebas de
acceso a las escuelas de ingenieros son
muy difíciles, y tiene que empezar a pre-
pararse cuanto antes”.
Y así fue como el pequeño viajó lejos
de su hogar, para adquirir una educación
propia de las élites. Aunque también le
echaba mucho de menos, el abuelo se
sentía inmensamente orgulloso por ha-
berle podido ofrecer tan singular ventaja.
En aquella exclusiva escuela, el niño no
sólo aprendió matemáticas, ciencias e
idiomas, sino también pintura y música.
De hecho, a los dieciocho años dio a su
familia el primer gran sobresalto: “¿Inge-
niero? De ningún modo… ¡Yo quiero ser
violinista!”. No hace falta mucha imagi-
nación para figurarse lo que se vivió en
aquella casa: mientras la madre asegu-
raba que le parecía muy bien y el padre
sugería que tal vez debería ser, por lo
menos, abogado, el abuelo… En fin, decir
que se lo tomó mal es quedarse corto: gri-
tó, vociferó e incluso recurrió al chantaje
emocional. “¿Violinista? ¿Es que quieres
morirte de hambre? Primero estudia algo
con buena salida profesional que te per-
mita vivir sin problemas y luego, en tus
ratos libres, ¡tocas el violín, la flauta tra-
vesera o las carracas, si te apetece! Tanto
trabajo y tantos sacrificios como he pasa-
do, para acabar viendo cómo desperdicias
tu vida… ¡Ojalá hubiera muerto de aquel
infarto que sufrí hace cuatro años, así no
habría tenido que pasar por esto!”.
Finalmente, el jovencito llegó a la
conclusión de que no era capaz de opo-
nerse a los deseos de su adorado abuelo,
guardó bajo llave los anhelos de su cora-
zón e ingresó en la escuela de ingenieros.
Terminó con brillantez sus estudios y, para
no dejar ningún cabo suelto, completó
su impecable formación con tres años de
especialización, mientras perfeccionaba
su dominio de otros tres idiomas. Final-
mente, el abuelo decidió que ya estaba
preparado para conquistar el mundo, pero
entonces…
Bueno, parece que el mundo en ge-
neral, y el reino en el que vivían en parti-
cular, habían cambiado a gran velocidad.
Muchas familias habían tenido la misma
idea que el abuelo, y al parecer sobraban
médicos, abogados… ¡e incluso ingenie-
ros! El país, que no había sabido digerir
los años de florecimiento y prosperidad,
estaba ahora terriblemente endeudado y
había más jóvenes preparados que pues-
tos disponibles. Así pasaron dos años, en
los que sólo le ofrecían puestos mal pa-
gados y muy por debajo de su capacidad.
Un buen día, el joven se enteró de que
en un país lejano había muchas oportu-
nidades de prosperar para alguien bien
preparado, trabajador y honrado como
él. Sin pensárselo dos veces, el animoso
joven hizo las maletas y se preparó para
partir en busca de fortuna. Sus padres y
su abuelo le acompañaron al aeropuerto y
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El rodeo circular hacia el punto de partida sobre el dinero
le despidieron con abundantes lágrimas y
recomendaciones: “Cuídate mucho, come
bien y abrígate, dicen que es un país muy
frío. ¡No te juntes con malas compañías!”.
Y así fue como el protagonista de
nuestra historia se miró en su nieto, y
demasiado tarde comprendió que toda
su vida había sido un gigantesco rodeo…
hacia el punto de partida. Por el camino,
el mundo había perdido un magnífico car-
pintero y un gran violinista.
¿Moraleja? Ninguno tenemos una
bola de cristal, pero el corazón es mejor
guía que la cabeza. No desperdiciemos
nuestra vida tratando de adivinar cómo
van a ir las cosas, para tratar de situarnos
en la mejor posición posible… ¡La mayoría
de las veces no acertaremos!
AVISO: Cualquier parecido con perso-
nas, situaciones o lugares verdaderos NO
es pura coincidencia. Esta historia está
rigurosamente basada en hechos reales.
¡Hasta el mes que viene!
Cristina Carrillo Rivero
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Opinión
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Opinión
“¡Mañana es viernes, mañana es viernes!”,
se repetía emocionado Julián una y otra vez.
-
compensa que recibiría de sus padres al otro
día.
la mañana siguiente, su padre lo desper-
tó con una gran sonrisa y le entregó un
sobre amarillo mientras decía: “Julián,
aunque sólo tienes 12 años nos has demos-
trado a mamá y a mí que eres muy trabajador
y responsable. Has cumplido con tu palabra y
el jardín está impecable: el césped cortado, las
plantas regadas, el tractor aceitado y ¡hasta has
arreglado el arcón de las herramientas!
Estamos muy orgullosos de ti y por eso,
como acordamos con mamá, queremos reco-
nocer tu trabajo pagándote tu primer sueldo.
Estamos seguros de que serás capaz de cuidarlo
y sacar provecho de él”.
Le dio un abrazo muy fuerte y lo dejó solo
para que pudiera abrir el sobre con tranquili-
dad.
Julián, entusiasmado, abrió el sobre y se
sorprendió al descubrir que estaba lleno de di-
nero. ¡Mucho dinero! Empezó a contar los bille-
tes: 1, 2, 3, 4, 5... ¡¡Cien pesos!! ¡Había ganado
100 pesos en tan sólo tres días de trabajo! ¡Qué
orgulloso estaba de sí mismo! ¡Ahora sí podría
comprarse todo lo que quisiera! ¡Videojuegos,
golosinas, revistas y muchas cosas más!
Mientras soñaba despierto con todas las
cosas que se iba a comprar con su dinero, de
repente descubrió en el fondo del sobre una
pequeña nota que parecía escondida entre los
billetes. La leyó con mucha atención:
Querido hijo:
¡Felicitaciones por tu primer sueldo! Has
hecho un gran trabajo y te mereces cada peso.
Sin embargo, antes de que decidas cómo vas a
gastarlo, me gustaría contarte una historia que
mi padre me enseñó hace mucho tiempo, y que
me ha sido de gran ayuda a lo largo de mi vida:
Quiero que imagines que todo ese dinero
que ahora tienes entre tus manos es un pas-
tel de chocolate. Un pastel con el que tendrás
que convidar a cuatro invitados: el señor Juan
Ahorro, el señor Tomás Gastos, la señora Ana
Compartir y la señora Julieta Inversión.
te acompañarán toda la vida, tienes que cortar
el pastel de la mejor manera, para que nadie se
enoje porque comió de más o de menos. A ve-
ces, alguien tendrá más hambre y podrá comer
un poco de más, como cuando tenemos que
comprar muchas cosas y tenemos que dedicar
más dinero para el señor Gastos. Pero si todos
los meses hacemos lo mismo, los demás invita-
dos van a terminar enojándose contigo, porque
les toca poco pastel y comerán de menos.
no quieres enfadar a nadie, por lo que tendrás
que dividir el pastel de la manera más justa y
equitativa posible. A veces, según las circuns-
tancias, podrá ser necesario que un mes le
des una porción más grande a alguno de los
invitados, pero lo más importante es que, cada
vez que tengas que repartir la torta del dinero,
¡ningún invitado se quede sin comer!
Para despedirnos, te dejamos esta hoja que
se llama presupuesto, para que puedas escribir
en ella cómo vas a repartir tu dinero para ali-
mentar a los invitados, y recuerda: ¡Que nadie
se quede sin comer!
Con mucho amor, papá y mamá.
Que nadie se quede sin comer
María Inés Sarmiento
¿Sabías qué?
María Inés Sarmiento Díaz es también autora
de la colección completa digital de educación
“Cómo enseñar a los ni-
ños sobre el dinero” que encontrarás en www.
minidocs.es
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Después de leer esta carta, Julián se dió
cuenta de que él había estado pensando sólo
en alimentar al señor Gastos. ¿Y que pasaría
con el señor Ahorro o las señoras Compartir e
Inversión? ¡Él no podía dejar a nadie sin comer!
Después de reflexionar un poco, comenzó a
completar con gran entusiasmo la hoja del pre-
supuesto, que tenía cuatro columnas con los
apellidos de sus invitados: AHORRO, GASTOS,
COMPARTIR e INVERSIÓN:
1. Porción para el señor Juan AHORRO: El pri-
mer paso fue identificar sus objetivos y nece-
sidades en el futuro, y repartir entre ellos las
cantidades destinadas al AHORRO.
2. Porción para el señor Tomás GASTOS: Des-
pués de guardar lo que correspondía al aho-
rro, pensó en las cosas que quería o necesitaba
comprarse, y comenzó a anotar todo el dinero
que pensaba gastar inmediatamente.
3. Porción para la señora Ana COMPARTIR: Una
vez separado lo que correspondía al señor Aho-
rro y al señor Gastos, se puso a pensar que la
protectora de animales de la otra calle estaba
necesitando unos almohadones nuevos para
los cachorros, así que apuntó una parte de su
dinero en la columna de la señora COMPARTIR.
4. Porción para la señora INVERSIÓN: Por úl-
timo, pero no menos importante, pensó que
guardaría el dinero restante para comprarse
más adelante una cortadora de césped más
grande, que le permitiera cuidar también el jar-
dín de los vecinos ¡para ganar así más dinero!
¡Por fin había terminado su presupuesto!
Julián se sintió orgulloso de haber alimentado
a todos sus invitados. También estaba seguro
de que, con la lección que aprendió ese día,
siempre sería un buen anfitrión para su dinero.
Un saludo.
María Inés Sarmiento
Que nadie se quede sin comer
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Finanzas con amigos
su magnífico blog, Susan nos ofr
Como vamos a comprobar, son mensajes
que les transmitimos con mucha frecuencia.
Por suerte, Susan nos propone alternativas que
nos ayudarán a orientar mejor a los pequeños.
1: “No podemos pagar eso”
En su lugar, deberíamos decir: “Eso no está
en nuestro presupuesto, pero podríamos plani-
ficarlo para el futuro”.
2: “Ama lo que haces y el dinero vendrá
solo”
El enfoque adecuado de esta frase sería:
“Ama lo que haces y el dinero será algo secun-
dario”.
3: “¡No soporto tener que dejarte para ir
a trabajar!”
Lo que deberíamos decir es: “Soy afortu-
nada de poder ir a trabajar y amar lo que hago,
mientras consigo dinero para ayudar a mante-
ner nuestra familia. Te extrañaré durante el día,
¡pero estaré de vuelta esta noche!”.
4: “Empezaremos a darte una asignación
más adelante, cuando seas lo bastante mayor,
cuando yo tenga más tiempo…”
Cuando en realidad deberíamos decir:
“Vamos a hablar sobre cómo la asignación te
ayudará a aprender cómo manejar con éxito el
dinero en tu vida. ¿Estás preparado para tener
más control sobre tu dinero?”.
5: “Haz lo que digo, no lo que hago”
¿En serio? Los niños hacen lo que nos ven
hacer, y saben que nuestras acciones como pa-
dres son más genuinas que nuestras palabras.
¿Recuerdas esa primera sonrisa? Fue un reflejo
de nuestra propia sonrisa. Les hemos enseñado
a sonreír ante nuestras acciones.
Lo que deberíamos decir es: “Obsérvame y
aprende cómo se maneja con sensatez el dine-
ro. Mira cómo ahorro, cómo gasto con sabidu-
ría, cómo me ocupo de donar y de invertir para
el futuro. Deja que te enseñe cómo hacerlo”.
6: “Sí”
Cuando deberíamos decir… “No”. La mayor
parte de los niños tratan de aprender lo que
está bien y lo que no cuando nos hacen sus
preguntas. Cada petición es un momento de
enseñanza para que los padres puedan intro-
ducir la diferencia entre “deseos” y “necesida-
des” y cómo planificar de la mejor forma para
atender esas necesidades y deseos.
7: “Tendremos esto o haremos aquello
cuando ganemos la lotería”
Puesto que las posibilidades de ganar la
lotería son de una entre 12 millones, tienes
más posibilidades de ser alcanzada por un rayo
(una entre 1,9 millones). Así que lo que debe-
ríamos decir es: “Vamos a hacer una lista de lo
que necesitamos y deseamos y empezaremos
a ahorrar e invertir para alcanzar esas metas”.
¡Tendremos muchas más oportunidades!
8: “El dinero es la raíz de todos los males”
Cuando deberíamos decir: “Porque el amor
al dinero es la raíz de todos los males”, como
dice la primera epístola a Timoteo, 6:10. Ayude-
mos a nuestros niños a desarrollar una actitud
saludable sobre el dinero, enseñándoles a no
Hoy: Susan Beacham
Las 10 cosas que NO debes decir a tus niños
sobre el dinero
Reseña de la autora
Susan Beacham fundó Generación Money Savvy en 1999 después de
casi dos décadas de gestión de inversiones en la banca privada, comple-
mentados con una amplia trayectoria en la enseñanza elemental.
La compañía desarrolla productos innovadores que ayu- dan a los pa-
dres y educadores a enseñar las habilidades bá- sicas de las finanzas per-
sonales a los niños en edad escolar. En un mundo de creciente complejidad
financiera, la misión de Susan es capacitar a niños y adultos jóvenes para
tomar el control de su vida y su futuro financiero.
Oradora de gran trayectoria, es la creadora de la alcancía Money Savvy
Piggy Bank, herramienta educacional para niños galardonada internacio-
nalmente. Consta de cuatro compar- timentos (ahorrar, gastar, donar e
invertir) que enseña a los niños, de forma lúdica, la correcta administración
del dinero y los comportamientos económicos relacionados.
www.susanbeacham.com
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Opinión
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tenerle miedo.
#9: “¡El dinero no crece en los árboles!”
En su lugar, deberíamos decir “Haz una
lista de tus necesidades y deseos, y vamos a
hablar sobre cómo puedes ganar algún dinero
para ahorrarlo y conseguir lo que necesitas y
quieres”.
#10: “Es mejor dar que recibir”
En cambio, deberíamos decir: “Decidiremos
DONAR estas vacaciones y daremos nuestro
tiempo, talento y dinero a otros”.
Las 10 cosas que NO debes decir a tus niños sobre el dinero
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Novedades
Addkeen Consulting colabora desde Julio de 2012 con la incuba-dora de empresas sociales Socialnest, www.socialnest.org, en su programa de mentoring para emprendedores sociales.
Como apoyo especial a los emprendedores sociales, el próximo do-mingo 3 de febrero de 2013, en las instalaciones de Socialnest en Bétera (Valencia- España) realizaremos el Taller ¿Cuánto vale mi trabajo? Cómo hablar de dinero con naturalidad, a cargo de nuestra directora para España, Verónica Deambrogio.
Todos los comentarios y novedades podrán encontrarlos en :www.socialnest.org y en nuestro blog : addkeen.blogspot.com
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