mi cucurucho
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Calma, ya llegaste.
No perderás el turno.
Ya estás aquí, apresurado, pero justo a tiempo.
Ya vienes otra vez, con tu túnica morada, con tus
manos enguantadas, la cámara lista, el capirote bien
planchado y los zapatos
lustrados. Se te nota el entusiasmo.
Yo que te conozco tan bien sé lo mucho que has esperado este momento, pero debes saber que yo también lo he
esperado, quizás mas que tú.
Mi motivación es otra y es que deseo que ojala éste año si sea el definitivo, que éste sea en el cual por fin, después de tantos años de vernos cada Jueves
Santo… me empieces a conocer y a reconocer.
Mira, no lo tomes a mal, yo sé bien
(vaya si conozco) de tus rectas
intenciones, de tus desvelos y sudores
en cuaresma y semana santa, se
bien que tu entrega en la elaboración
de adornos y alegorías, de conciertos y
velaciones es sincera y real…
No, si eso esta muy claro.
Por algo eres cucurucho, como lo fue tu padre y tu abuelo.. y los padres y los abuelos de ellos; no, si yo lo sé bien, que tu entusiasmo es verdadero, que me amas y que te entregas a conmemorar mi pasión de manera intensa, haciendo
de ésta época, tu momento de encuentro conmigo.
No olvido ese primer momento, tenías miedo… no lo niegues (a
mi… vas a negármelo a mi, que todo lo sé…) te asustaba un poco la cantidad de gente, los
otros niños vestidos como tú (¿ recuerdas como algunos
lloraban…?) te inquietaba mi imagen, ensangrentada, doliente,
herida.
Pero pronto supiste (tu padre así te lo explicó) que esa sangre,
ese dolor y esas heridas eran por amor a ti.
Tu mente infantil lo comprendió a medias, pero el Espíritu Santo,
hizo la otra parte.
Cargaste tu primer turno en la procesión infantil y sin saber
porque, supiste que ibas a ser cucurucho toda la vida.
Te enamoraste de las filas, de las alfombras, los huertos te parecían (a mi también me lo parecen) jardines hermosísimos.
Las marchas sustituyeron a las rondas infantiles y a las canciones de cuna (¿ recuerdas cuando dormías con las notas de “La Fosa”?).
Creciste y la adolescencia te hizo ver que cucurucho, ibas a ser para siempre.
Las Marchas compartían el espacio junto a la música de moda, tus motivaciones eran de cucurucho y esperabas la cuaresma más que la navidad.
Nunca entendiste (en el fondo… yo tampoco) a tus amigos que el Viernes de Dolores iban de paseo a la playa, al puerto, al lago y que regresaban tostados por
el sol hasta el Domingo de Resurrección.
Ellos tampoco entendían porque si tu te quedabas en la ciudad, también llegabas de vuelta a clases cansado pero feliz, y lo que mas les aturdía era que regresabas quemado pero únicamente del rostro… tu sonreías y los compadecías, “no saben
de lo que se pierden”.
Creciste y la tradición continuó, viste muchas cosas pasar… crecieron las andas, aumentaron los itinerarios, cambiaron directivas y párrocos; pero tú siempre igual,
siempre fiel, siempre a mis pies.
Llevaste a tu novia a verte cargar y poco a poco la hiciste una cucurucha. El matrimonio compareció y vinieron tus hijos y tus hijas y todos ellos inundan de morado y de negro la sala y las habitaciones de la casa: madrileñas, capirotes,
lanzas, e incensarios… todo lo que hay en un hogar cucurucho.
Sé bien los años en que estuviste a punto de colgar el capirote (no creas… yo me fijo en todo) y fui íntimo testigo
de como tú, empujado por la costumbre, por la tradición… pero sobre todo porque yo así te lo hice
sentir, corriste a última hora a inscribirte y a sentirte acariciado por el
cartabón (recuerdas… eran mis palmadas de satisfacción en tus
hombros)
Ah… mi cucurucho, me gusta llamarlos míos, pues creo que me lo he ganado y que ustedes también tienen
ese derecho… (¿ sabes que los cargadores me
recuerdan mucho a Cirineo…?)
Pues te decía mi cucurucho que cada vez que pones tu hombro en el anda es como si me ayudaras un poco con
los pecados del mundo, muchos te dirán que eso no es suficiente, (de hecho… no lo es…) pero yo se bien cual es tu intención y eso es
bastante.
Yo te conozco desde antes, desde siempre, sé que eres un ser humano lleno de defectos y que caes a cada momento (¿ olvidas que estoy en cada
confesionario del mundo…?)
Sé tu lucha diaria por ser mejor, y eso me llena de satisfacción. Por eso es que eres un predilecto mío, por eso es que espero que –como te dije antes- cuando
nos veamos éste Jueves Santo, me empieces a conocer y a reconocer.
Que me conozcas en la palabra, para que creas en mí en espíritu
y en verdad.
Que recurras a mi Madre (que es la tuya…)
Y que la frecuentes confiado y extasiado como lo haces cuando vas en procesión y te quedas allí atrasito, en donde ella va, con su
dolor que es el mas grande de todos, haciendo su papel de
corredentora en silencio y con obediencia.
Deseo que me conozcas bien, para eso debes tratarme me encontrarás en el Sagrario esperándote como un amigo, para platicar, para que me cuentes tus
cosas y yo te pueda aconsejar, o simplemente para estar juntos, en silencio, que a veces (y tú lo sabes bien..) es también oración.
Pero ojala que esta vez, en éste turno, me reconozcas en
el hermano, en la cruz de nuestros hermanos, esa en la que nadie reparte el peso de aquel enorme madero que
agobia al prójimo y que muchos se niegan a llevar
pues creen (a veces tú también) que no es nuestro,
que es problema de otro.
Todos están acomodados en la ilusoria vida de confort y
vanidad; todos huyen a la cruz y se alejan de ella.
Mi corazón desea pues, que me reconozcas en tus
hermanos, sobre todo en los mas necesitados, los mas
pecadores, los mas marginados… que me
reconozcas en cada persona, en los amigos y en los
enemigos, en los que te hacen bien, y en los que te procuran el mal y que a todos ellos los
ames, tal y como yo los amo... (que difícil)
Que las procesiones sean una oportunidad de servir a los demás (complicado, no?),
que perdones, para ser perdonado y que te entregues
por fin… a Mi.
Ojalá que cuando termines cada turno en esta Semana
Santa, y al dejar el brazo (yo se bien que con sincera
nostalgia e íntima tristeza) y sacar el hombro del anda
donde me llevan por las calles, estés fortalecido para meter el hombro en la Cruz : en la tuya, pero sobre todo en la ajena.
Ojala que ésta Cuaresma y Semana Santa, me conozcas y
me reconozcas, mi fiel cucurucho, para que así el próximo año, seas un poco
mejor.