metÁfora y nueva retÓrica

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EST UDI O V METÁFO RA Y NUEVA RETÓRIC A A A. J. Greimas Los trabajos de la nueva retórica a los que dedicamos este estudio pretenden renovar la empresa esencialmente taxonómica de la retórica clásica; para ello, fundamentan las especies de la clasificación en las for- mas de las operaciones que tienen lugar a todos los niveles de articu- lación del lenguaje. A este respecto, la nueva retórica es tributaria de una semántica llevada al más alto grado de radicalidad estructural. El período estudiado es demasiado corto y las investigaciones muy recientes; por eso, más que al encadenamiento histórico de los hechos, nos limitaremos a sus grandes articulaciones teóricas, tomando como último punto de referencia la Rhétorique générale, publicada por el Grupo J.1,l. Los análisis parciales que examinaremos sobre la marcha no están recogidos todos en la citada obra, pero todos los problemas que han podido dar lugar a análisis particulares están sintetizados en la Rhétorique générale. La semántica de la palabra expuesta en el estudio anterior sirve de fondo sobre el que se destaca esta investigación en pleno desarrollo. De esta semántica hereda los dos postulados de base expuestos al comien- zo del estudio anterior: pertenencia de la metáfora a la semántica de la palabra, inserción de la semántica de la palabra dentro de una semióti- ca para la que todas las unidades de lengua son variedades del signo, es decir, entidades negativas, diferenciales, opositivas, cuyas relaciones con las otras unidades homólogas son todas inmanentes al lenguaje. Pero la semántica estructural sobre la que se apoya la nueva retóri- ca no es un simple desarrollo de la semántica expuesta anteriormente; El grupo I-1:J . Dubois, F. Edeline,J. M. Klinkenberg, P. Minguet, F. Pire, H. Trinon (Centro de estudios poéticos, Universidad de Lieja), Rhétorique générale (Paris 1970). Hay que añadir el importante trabajo de Michel Le Guern, Sémantique de la métaPhore el de la métonymie (Paris 1973), que representa también la última etapa de la investigación en lengua francesa. Sin embargo, sólo haremos referen- cias fragmentarias a esta obra en el presente estudio, por sus lazos estrechos con las tesis de Roman Jakobson que sólo serán discutidas en el Estudio VI y por la función atribuida a la «imagen asociada», función que sólo podrá ser valorada den- tro del marco del próximo estudio.

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EST UDIO V

METÁFORA Y NUEVA RETÓRICA

A A. J. Greimas

Los trabajos de la nueva retórica a los que dedicamos este estudio pretenden renovar la empresa esencialmente taxonómica de la retórica clásica; para ello, fundamentan las especies de la clasificación en las for­

mas de las operaciones que tienen lugar a todos los niveles de articu­lación del lenguaje. A este respecto, la nueva retórica es tributaria de una semántica llevada al más alto grado de radicalidad estructural.

El período estudiado es demasiado corto y las investigaciones muy recientes; por eso, más que al encadenamiento histórico de los hechos, nos limitaremos a sus grandes articulaciones teóricas, tomando como último punto de referencia la Rhétorique générale, publicada por el Grupo J.1,l. Los análisis parciales que examinaremos sobre la marcha no están recogidos todos en la citada obra, pero todos los problemas que han podido dar lugar a análisis particulares están sintetizados en la Rhétorique générale.

La semántica de la palabra expuesta en el estudio anterior sirve de fondo sobre el que se destaca esta investigación en pleno desarrollo. De esta semántica hereda los dos postulados de base expuestos al comien­zo del estudio anterior: pertenencia de la metáfora a la semántica de la palabra, inserción de la semántica de la palabra dentro de una semióti­ca para la que todas las unidades de lengua son variedades del signo, es decir, entidades negativas, diferenciales, opositivas, cuyas relaciones con las otras unidades homólogas son todas inmanentes al lenguaje.

Pero la semántica estructural sobre la que se apoya la nueva retóri­ca no es un simple desarrollo de la semántica expuesta anteriormente;

El grupo I-1:J . Dubois, F. Edeline,J. M. Klinkenberg, P. Minguet, F. Pire, H. Trinon (Centro de estudios poéticos, Universidad de Lieja), Rhétorique générale (Paris 1970). Hay que añadir el importante trabajo de Michel Le Guern, Sémantique de

la métaPhore el de la métonymie (Paris 1973), que representa también la última etapa de la investigación en lengua francesa . Sin embargo, sólo haremos referen­cias fragmentarias a esta obra en el presente estudio, por sus lazos estrechos con las tesis de Roman Jakobson que sólo serán discutidas en el Estudio VI y por la función atribuida a la «imagen asociada», función que sólo podrá ser valorada den­tro del marco del próximo estudio.

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anteriormente; procede de una revolución dentro de la revolu­ción, que confiere a los postulados del saussurismo una pureza en cierto modo cristalina. En primer lugar, la definición del sig­no aparece liberada de todo lastre psicológico (imagen acústica, contenido mental) y sociológico (el tesoro social de la lengua inscrito en la memoria de cada individuo); la relación significan­te-significado se considera como una relación sui generis. En se­gundo lugar, todas las consecuencias derivan de la distinción saussuriana entre forma y sustancia (ya sea la sustancia sonora del significante o la sustancia psicosocial del significado): todas las operaciones que definiremos más adelante tienen lugar a ni­vel de la forma del lenguaje. La fonología que Saussure consi­deraba todavía como una ciencia aneja proporciona el modo más puro de las oposiciones, disyunciones y combinaciones que per­miten a la lingüística pasar del plano de la descripción y de la clasificación al de la explicación. Pero lo más importante es que el análisis del significado se presenta de una forma que asegura el paralelismo entre los dos planos del significante y del signifi­cado; sabemos que el análisis del significante, a partir de Trou­betzkoy, ha progresado fundamentalmente por su descomposi­ción en rasgos distintivos que, en cuanto tales, ya no pertenecen al plano lingüístico; el análisis del significado, con Prieto 2 y Greimas 3, se lleva más allá de la especie lexical concreta, más allá del núcleo semántico de la palabra, hasta el nivel de los semas que son al significado (es decir, las unidades lexicales es­tudiadas en el capítulo anterior) lo que los rasgos distintivos son al fonema. El nivel estratégico de la semántica estructural se des­plaza así de la palabra hacia el sema por un procedimiento pura­mente lingüístico, pues ninguna conciencia de locutor, ni en el emisor ni en el receptor de mensajes, acompaña a la constitución de la palabra en cuanto conjunto de semas . Al mismo tiempo, se hace posible definir no sólo entidades de nivel sémico, sino tam­bién operaciones de nivel puramente sémico, principalmente opo­siciones binarias, gracias a las cuales podemos representar las colecciones de semas como una jerarquía de disyunciones que dan la forma de un «árbol» o de un «gráfico» a todos los reper­torios que la lengua presenta a nivel propiamente lingüístico,

2 Prieto y Ch. Muller, Statistique et Analyse linguistique (Estrasbur­go 1966).

3 A.-J. Greimas, Sémantique structurale, Recherche de méthode (París 1966); Du sens. Essais sémiologiques (París 1970).

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es decir, el nivel en que un locutor se expresa, significa y co­munica.

No estudiaremos aquí los resultados que la semántica pro­piamente dicha ha obtenido de la aplicación del método estric­tamente estructural al análisis sémico, como tampoco hemos con­siderado, en el estudio anterior, la teoría de los «campos semán­ticos» de Josef Trier; los campos semánticos serían al análisis sémico lo que la descripción del fenotipo es a la reconstrucción del genotipo en la concepción biológica del organismo. Remiti­mos sencillamente a la Sémantique structurale de Greimas para una presentación de estos trabajos. Nos limitaremos fundamen­talmente a exponer los intentos encaminadO's a definir el campo retórico sobre la base de esta semántica puramente estructural. Según hemos dado a entender en la introducción del estudio anterior, no se debe esperar de la neorretórica un desplazamiento de la problemática de la metáfora cO'mparab1e a la realizada por los autores anglosajones en este campo; la radicalización del mo­delo semiótico lleva más bien a reforzar el privilegio de la pala­bra, a estrechar el pacto entre la fuetáfora y la palabra y a con­solidar la teoría de la metáfora-sustitución. Más aún, al cambiar de plan estratégico, la semántica estructural deja más oscuro el posible punto de sutura entre la semiótica de la palabra y la semántica de la frase y, al mismo tiempO', el lugar del inter­cambio entre denominación y predicación, lugar donde la metá­fora-palabra encuentra su asiento en la metáfora-enunciado.

Por todas estas razones la nueva retórica, a primera vista, no es más que una repetición de la retórica clásica, al menos la de los tropO's., en un grado más elevadO' de tecnicidad.

Pero esto es sólo una primera impresión; la nueva retórica está muy lejos de ser una reformulación, en términos más for­males, de la teoría de los tropos; su propósito es mucho más ambicioso: devolver a la teoría de las figuras toda su amplitud y seriedad. Hemos aludido varias veces a las críticas de los mo· dernos contra la «retórica restringida» 4 - precisamente contra la reducción de la retórica a la tropología y, eventualmente, de ésta a la bina metonimia y metáfora- con intención de exaltar a la metáfora, pináculo del edificio tropológico. Ya Fontanier había querido incluir la teoría de los tropos en la de las figuras; pero, al carecer de un instrumento adecuado, debió contentarse con reorganizar todo el campo de la retórica de las figuras en

4 G. Genette, La Rhétorique restreinte: «Communications» 16 (1970).

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función de la de los tropos y llamar «figuras no-tropos» a todas las demás figuras; el tropo se convertía así en el concepto fuerte, y la figura, en el débil. La nueva retórica se propone explícita­mente construir la noción de tropo sobre la de figura, y no a la in­versa, y crear directamente una retórica de las figuras . Así pues, el tropo podrá seguir siendo lo que fue en la antigua retórica, una figura de sustitución a nivel de palabra. Al menos quedará encuadrado en un concepto más general, el de desviación.

Hemos visto despuntar este concepto en la Retórica de Aris­tóteles donde la metáfora se define, junto a otros usos de la palabra -palabra rara, abreviada, alargada, etc.-, como una desviación respecto a la norma del sentido «corriente» de las pala­bras. Gérard Genette afirma claramente en su Prefacio a las Fi­

gures du discours de Fontanier que la desviación es el rasgo pertinente de la figura s.

Pero la que ha abierto el camino al concepto generalizado de desviación es la estilística contemporánea; Jean Cohen en Structure du langage poétique 6: «La desviación es la definición misma que Charles Bruneau, inspirándose en Valéry, daba del hecho de estilo... [el estilo] es una desviación con relación a una norma; es, pues, un defecto, pero como decía el mismo Bruneau, un defecto voluntario» (op. cit., 13).

Todo el esfuerzo de la neorretórica consiste en incorporar la noción de desviación a las otras operaciones que, según mues­tra la semántica estructural, actúan en todos los niveles de ar­ticulación del lenguaje: fonemas, palabras, frases, discurso, etc. La desviación a nivel de palabra -el tropo-- se presenta enton­ces como una desviación en cierto modo local dentro del cuadro general de las desviaciones. Por eso se puede ver en la nueva retórica, por una parte, una repetición poco instructiva de la retórica clásica en lo que concierne a la descripción de la metá­fora, que sigue siendo lo que era, una sustitución de sentido en el plano de la palabra; por otra, una explicación muy significativa, que resulta de la integración del tropo en una teoría general de las desviaciones. Vale la pena esclarecer todos estos aspectos nue­vos de la teoría general de las figuras antes de concentrarse en

'¡I 5 G. Genette, La Rhétorique des figures. Introduction a Pierre Fon­

tanier: Les Figures du discours (París 1968). Cf. Estudio II, pp. 80s. 6 Jean Cohen, Structure du langage (París 1966; trad. española: Estruc­

Lura del lengua;e poético (Madrid 1970).

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los problemas planteados por el aspecto puramente repetitivo de la teoría particular de la metáfora.

Ordenaré los problemas planteados por una teoría general de las figuras del modo siguiente:

1. En primer lugar, ¿con respecto a qué cosa hay desvia­ción? ¿Dónde está el grado retórico cero con relación al cual podría percibirse, valorarse, incluso medirse la distancia? ¿No murió la retórica clásica, aparte otras enfermedades mortales, por haber dejado sin respuesta esta pregunta previa?

2. En segundo lugar, ¿qué entendemos por desviación? ¿Pue­den esclarecerse mutuamente la metáfora corporal de la figura y la metáfora espacial de la desviación? ¿Qué significan las dos juntas?

3. y si desviación y figura quieren decir algo juntas, ¿cuá­les son las reglas de un metalenguaje que permita hablar de la desviación y de la figura? En otras palabras, ¿cuáles son los cri­terios de la desviación y de la figura en el discurso retórico? Esta tercera pregunta hará surgir ,un nuevo factor -el de la reducción de desviación- que no "se limita a especificar el con­cepto de desviación, sino que lo rectifica hasta el punto de in­vertirlo; de aquí la pregunta: lo importante en la figura ¿es la desviación o la reducción de desviación?

4. La búsqueda de criterios crea problemas de funciona­miento que marginan la conciencia de los locutores, ya que, des­de ese momento, se opera con unidades infralingüísticas, los se­mas. ¿Cómo se relaciona el efecto de sentido a nivel de discurso con las operaciones ejercidas sobre los átomos de sentido de ran­go infralingüístico? Este cuarto punto nos llevará a nuestro pro­blema inicial, el de la inserción de la metáfora-palabra en la metáfora-discurso.

Dejaremos para una investigación posterior un problema que roza con la temática de este capítulo. ¿Por qué el uso del len­guaje recurre al juego de las desviaciones? ¿Qué es lo que define la intención retórica del lenguaje figurado? ¿Enriquecería la fun­ción referencial del discurso, la introducción de una nueva infor­mación, o bien hay que remitir el excedente de sentido a otra función no informativa, no referencial del discurso? Esta última pregunta tendrá su respuesta adecuada en el Estudio VII dedi­cado expresamente al alcance referencial del discurso.

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1. Desviación y grado 1'etórico cero

Este primer problema tiene una importancia considerable. Su función propia es fundamentalmente la delimitación del objeto retórico 7. La retórica clásica murió posiblemente por no haber sabido resolver este problema; pero la neorretórica no ha termi­nado de hacerlo. Todo el mundo está de acuerdo en decir que sólo hay lenguaje figurado cuando se puede oponer a otro len­guaje que no lo es; en este sentido, hay coincidencia con los semánticos anglosajones: hemos visto que una palabra metafórica sólo funciona en oposición y en combinación con otras no meta­fóricas (Max Black 8); la autocontradicción de la interpretación literal es necesaria para que pueda surgir la interpretación meta­fórica (Beardsley) 9. ¿Cuál es, pues, ese otro lenguaje no marcado desde el punto de vista retórico? Hay que decir en seguida que no se puede encontrar. Dumarsais lo identificaba con el sentido etimológico; pero entonces todos los sentidos derivados, es decir, todos los actuales, son figurados y la retórica se confunde con la semántica o, como se decía entonces, con la gramática 10; con otras palabras, una definición etimológica, y por tanto diacró­nica, de lo no-figurativo tiende a identificar las figuras con la misma polisemia. Por eso Fontanier opone sentido figurado a sentido propio y no a sentido primitivo, dando a propio un valor de uso y no de origen; el sentido figurado se opone al pro­pio en el uso actual. La linea de separación traza una frontera entre las partes del sentido; la retórica no dice nada de «la manera ordinaria y común de hablar»; se ocupa únicamente de 10 no-propio, de los sentidos tomados en préstamo, circunstancia­les y libres. Desgraciadamente, esta linea no puede trazarse en el interior del uso actual: el lenguaje neutro no existe. El examen de los criterios nos lo demostrará en seguida.

¿Debemos entonces limitarnos a constatar este fracaso y en­terrar el problema con la misma retórica? Es mérito de la nueva

7 Tzvetan Todorov, Littérature et signification (París 1967); trad. espa-ñola: Literatura y significación (Barcelona 1971).

8 Cf. Estudio III, p. 121. 9 Ibid., pp. 128-140. 10 Basta comparar las dos definiciones: la retórica es «el conocimiento

de los diferentes sentidos en los que se emplea una palabra dentro de una misma lengua», Des trapes, p. V, citado por Todorov, op. cit., p. 94; y por otra parte, «concierne a la gramática hacer comprender la verdadera significación de las palabras y en qué sentido son empleadas en el discurso», Des trapes, p. 22.

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retórica no haber capitulado ante este problema que, de alguna manera, guarda con su presencia el umbral de la retórica.

Se han propuesto tres respuestas que, por otra parte, no se excluyen entre sí: la primera defiende, con Gérard Genette 11,

que la oposición de lo figurado y lo no figurado es la de un lenguaje real a otro virtual y que la referencia de uno a otro tiene por testigo la conciencia del locutor o del oyente. Por tan­to, esta interpretación vincula la virtualidad del lenguaje de gra­do retórico nulo con su estatuto mental; la desviación se realiza entre lo que el poeta ha pensado y lo que ha escrito, entre el sentido y la letra. Desgraciadamente, el autor identifica el descu­brimiento de este sentido virtual con la idea de que toda figura es traducible, por tanto con la teoría de la sustitución; lo que el poeta ha pensado puede restablecerse siempre por otro pensa­miento que traduce la expresión figurada en no figurada. No se puede decir mejor que este recurso a un término ausente es pro­pio de una concepción sustitutiva de la metáfora -yen general, de la figura- y, por consiguiente, característico de la tesis que defiende que «toda figura es traducible» (op. cit.) 213); la palabra real está puesta en vez de una palabra ausente, pero restituible por traducción 12.

Este modo de unir conciencia de desviación con traductibili­dad comporta de hecho la condena de lo que se quiere, si no sal­var, al menos describir. La no-traducibilidad del lenguaje poético no es sólo una pretensión del romanticismo sino también un ras­go fundamental de lo poético. Es verdad que se puede salvar

11 Genette, Figures 1 (París 1966), pp. 205-221. 12 Hay una observación de Gérard Genette que reúne todos los rasgos

evocados aquí: hiato y conciencia de hiato, virtualidad del lenguaje no marcado, traducibilidad de principio de las figuras: «Todo el espíritu de la retórica está contenido en esta conciencia de un hiato entre el lenguaje real (el del poeta) y un lenguaje virtual (el que habría empleado la expre­sión simple y común) que basta restablecer por medio del pensamiento para delimitar un espacio de figuras», op. cit.} p. 207. Y añade: «El hecho retórico comienza allí donde se puede comparar la forma de esta palabra o de esta frase con la de otra palabra o de otra frase que hubieran po­dido ser empleadas en su lugar y cuyo lugar parecen ocupar.» Y añade: «Toda figura es traducible y presenta su traducción visible en transparen­cia, como una filigrana, o un palimpsesto, bajo su texto aparente. La retó­rica está vinculada a esta duplicidad del lenguaje» (211). En este sentido, Gérard Genette emplea el aforismo de Pascal, puesto de relieve en Figu­res 1: «Figura lleva ausencia y presencia.» De ahí la justificación de la oposición de Fontanier, entre la catácresis, de uso forzoso, y la figura, de combinación libre. n

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la tesis diciendo, con el propio Gérard Genette, que la figura es traducible en cuanto al sentido e intraducible en cuanto a la significación, es decir, en cuanto al acrecentamiento que la fi­gura implica, y remitiendo a otra teoría, no de denotación sino de connotación, el estudio de este acrecentamiento. Volveremos sobre esto más tarde. La dificultad estriba en este caso en la idea de que «toda figura es traducible»; pero esta idea es inse­parable de la idea de una desviación entre signos reales y vir­tuales o ausentes . Me pregunto si no se debería disociar el postu­lado de la desviación del postulado de la traducción implícita, es decir, de la sustitución, y afirmar, con Beardsley 13, que la figura se opone a una interpretación literal de la frase entera cuya impo­sibilidad motiva la constitución del sentido metafórico. Esta in­terpretación virtual imposible no es en absoluto la traducción de una palabra presente por otra ausente, sino una manera de crear sentido con las palabras presentes, con que se destruye a sí misma. Pienso, pues, que una teoría de la interacción y de la metáfora-discurso resuelve mejor el problema del estatuto de lo no-figurado que una teoría de la sustitución que sigue siendo tri­butaria de la primacía de la palabra (<<vela» en lugar de «barco»). Sigue en pie la idea -perfectamente justa- de que el lenguaje figurado exige la oposición a un lenguaje no figurado, puramente virtual. Pero este lenguaje virtual no es restituible por una tra­ducción a nivel de las palabras, sino por una interpretación a nivel de la frase.

Una segunda manera de resolver la paradoja del inasequible grado cero es la de Jean Cohen, cuya obra veremos con más amplitud ulteriormente, al hablar de la noción de desviación. Consistirá en elegir como punto de referencia no el grado cero absoluto, sino el relativo, es decir, el de los usos del lenguaje que sería el menos marcado desde el punto de vista retórico y, por tanto, el menos figurado. Este lenguaje existe; es el lenguaje científico 14. Las ventajas de esta hipótesis son muchas. En pri­mer lugar se evita el recurso a la conciencia del locutor para me­dir la desviación entre el signo y el sentido. En segundo lugar se tiene en cuenta el hecho de que el punto de vista retórico no es amorfo: posee ya una forma gramatical -que la teoría precedente no ignora-, y sobre todo una forma semántica, que la teoría precedente no concretiza pero sí presupone: para que

13 ef. Estudio III, pp. 1345. 14 Jean Cohen, op. cit., p. 22.

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haya desviación entre el signo virtual y el real es necesario tam­bién que exista equivalencia semántica o, como se decía, que exista un sentido que sea el mismo cuando las significaciones son otras. Por tanto es necesario que se pueda mostrar, si no el lenguaje absolutamente neutro, que Todorox llama «incoloro y muerto», al menos la aproximación más ajustada a este lengua­je neutro; esto permite la elección del lenguaje científico como grado cero relativo. En fin, la adopción de este nivel referencial permite dar a la noción de desviación un valor cuantitativo e in­corporar a la retórica un instrumento estadístico. En lugar de metaforizar el espacio de la desviación, habrá que medirlo. Así mediremos no sólo la desviación de cualquier lenguaje poético respecto al científico, sino también la desviación relativa de los lenguajes poéticos entre sí; un estudio diacrónico de la evolución de la desviación (por ejemplo, de la poesía clásica a la román­tica, y luego a la simbólica), puede escapar así al impresionismo y al subjetivismo y acceder al estatuto científico 15.

Posiblemente, las dificultades t.eóricas no se han resuelto, pero sí neutralizado. No se han resuelto, porque el estilo de la prosa científica supone ya una desviación: «La desviación dentro de su lenguaje no es nula, pero ciertamente es mínima» (22). ¿Dónde está el «lenguaje natural», el polo negativo de desviación nula? (23). ¿Qué es lo que define a esta desviación mínima y cómo hablar de la frecuencia de la desviación propia de este es­tilo? Sólo neutraliza esta dificultad la afirmación de que en el lenguaje científico la desviación no es nula, sino que tiende a cero, y que por tanto semejante lenguaje ofrece la mejor aproxi­mación al «grado cero de la escritura» (ibid.). Un poco más ade­lante, al hablar del contenido, lean Cohen vuelve, desde otro enfoque, sobre la noción de grado cero del estilo. La prosa ab­soluta es el contenido en cuanto distinto de la expresión; la traducibilidad, sea a otra lengua, sea a la propia, permite definir la equivalencia semántica de los dos mensajes, es decir, la identi-

15 Se llega al grado cero relativo por una serie de aproximaciones su­cesivas: 1) prosa, 2) prosa escrita, 3) prosa escrita científica. 1) «Quere­mos comparar la poesía con la prosa, y por prosa entendemos provisional­mente el uso, es decir, el conjunto de las formas estadísticamente más frecuentes en el lenguaje de una misma comunidad lingüística» (21); 2) «El principio de homogeneidad exige que la poesía, que es escrita, se compare con la prosa escrita» (22); 3) «Entre todas las clases de prosa escrita, ¿cuál de ellas elegiremos como norma? Es evidente que hemos de recurrir al escritor menos preocupado de fines estéticos, es decir, al sabio» (22).

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dad de información. Por eso, la traducibilidad puede considerarse como el criterio diferencial de los dos tipos de lenguaje. La prosa absoluta es la sustancia del contenido, la significación que ase­gura la equivalencia entre un mensaje en la lengua de llegada y

otro en la de partida. El grado cero es la significación definida por la identidad de información (16). ¿Ha sido eliminada la difi. cultad? No del todo, si consideramos que la misma traducción absoluta es un límite ideal.

A mi parecer, los méritos de este método son innegables; sus resultados lo demuestran. Pero yo no diría que la medida de las desviaciones sustituye a la conciencia de desviación de los locutores; sólo da su equivalente. Por otra parte, Jean Cohen sólo pide a su método que «permita verificar una hipótesis» 16, la cual supone la identificación previa del hecho poético y su con­sagración por el «gran público que se llama posteridad» (17). No puede reemplazarlo por la sencilla razón de que el término de comparación está tomado de fuera del mismo enunciado poético, de otro discurso sostenido por otros locutores, los científicos. Al mismo tiempo, la conciencia retórica se desvanece con la tensión interna entre dos líneas de sentido. Por eso me ha parecido más legítimo conservar la idea de Gérard Genette de un len­guaje virtual en filigrana, a precio de una corrección que elimina la idea de traducción palabra por palabra en beneficio de la de una interpretación literal inconsistente del enunciado entero. Para que el dinamismo de la tensión entre dos interpretaciones siga siendo inmanente al mismo enunciado, es necesario decir de la interpretación literal lo que Gérard Genette afirma de la tra­ducción: la figura la lleva «visible en transparencia, como una filigrana o un palimpsesto, bajo su texto aparente» 17. Una teoría de la figura no debe perder la idea preciosa de esta «duplicidad del lenguaje» 18.

Por eso digo que la medida de la desviación de un lenguaje

16 Viendo que la estadística es la ciencia de las desviaciones en gene­ral y la estilística la de las desviaciones lingüísticas, Jean Cohen se pro­pone «aplicar a la primera los resultados de la segunda. El hecho poético se convierte entonces en un hecho mensurable y se expresa como frecuencia media de las desviaciones que presenta el lenguaje poético en relación con la prosa» (15). Por tanto, la empresa se inscribe dentro de un proyecto de estética-ciencia. «El estilo poético será la desviación media del conjunto de los poemas, a partir de la cual teóricamente sería posible medir el 'grado de poesía' de un poema dado» (15).

17 Gérard Genette, Figures, 1, p. 211. 18 Ibíd.