mercurio mayo 2015

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narrativa María Dueñas Gonzalo Suárez Luisgé Martín Juan Eslava Galán Jordi Nopca Kazumi Yumoto Fernando Delgado José Serralvo ensayo, cómic y poesía Charles Simic Forges Ángel Antonio Herrera ILUSTRACIÓN ASTROMUJOFF FUNDACIÓN JOSÉ MANUEL LARA Número 171 | Mayo 2015 EJEMPLAR GRATUITO www.revistamercurio.es ARTÍCULOS DE ALBERTO GONZÁLEZ TROYANO CARLOS MARZAL JACOBO CORTINES JAVIER VILLÁN FELIPE BENÍTEZ REYES TAUROMAQUIA Y LITERATURA

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Revista cultural mercurio mayo de 2015

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  • narrativaMara DueasGonzalo SurezLuisg MartnJuan Eslava GalnJordi NopcaKazumi YumotoFernando DelgadoJos Serralvo

    ensayo, cmic y poesaCharles SimicForgesngel Antonio Herrera

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    FUNDACIN JOS MANUEL LARANmero 171 | Mayo 2015EJEMPLAR GRATUITO

    www.revistamercurio.es

    ARTCULOS DE ALBERTO GONZLEZ TROYANO

    CARLOS MARZALJACOBO CORTINES

    JAVIER VILLNFELIPE BENTEZ REYES

    TAUROMAQUIA Y LITERATURA

  • MAYO 2015 MERCURIO

    Temas TAUROMAQUIA Y LITERATURA

    6 De hroes literarios a figuras de papel Alberto Gonzlez Troyano

    La domesticacin progresiva de la fiesta ha tenido su reflejo en la narrativa de tema taurino, que escribi sus mejores pginas entre el final del siglo XIX y las primeras dcadas del XX

    8 Dios, la poesa taurina y el diablo Carlos Marzal

    La alta poesa taurina de cualquier poca interesa a los lectores porque es alta poesa, de ah el hecho de que pueda disfrutarse al margen de que el lector sea o no un aficionado

    10 La mirada fornea Jacobo Cortines

    Pintores, escritores, cineastas, msicos o filsofos de diversos pases y continentes han enriquecido la complejidad de la fiesta. La pasin por los toros ya no tiene fronteras

    12 El periodismo taurino Javier Villn

    En las primitivas recepciones lo que importaba era el lucimiento lal describir una corrida. Es lo que da sello, todava, a la crnica: el asentamiento literario

    Fondo y formas 14 El placer es nuestro, caballeros Ignacio F. Garmendia

    Edna OBrien, Gaito Gazdnov, Erri de Luca, Edward Abbey

    Lecturas 16 Narrativa. Mara Dueas. Gonzalo Surez. Luisg Martn Juan Eslava Galn. Jordi Nopca. Kazumi Yumoto Fernando Delgado. Jos Serralvo

    24 Ensayo y poesa. Charles Simic. ngel Antonio Herrera

    26 Entrevista con Antonio Fraguas, Forges Hctor Mrquez

    Fui un pintarrajeador justiciero de mis libros de texto

    30 Infantil y juvenil Reseas de Antonio A. Gmez Yebra

    Conexo Un cuento Will Grayson, Will Grayson La historia extravagante de Hipo y Gavante

    Firma invitada 34 El ensimismamiento Felipe Bentez Reyes

    Lo que sucede en un ruedo slo puede ascender a leyenda por la va de la exgesis, ya que tiene que apoyarse en las palabras para asentarse en la memoria: contar algo permite la resurreccin de ese algo, y el aficionado vive en gran medida de resurrecciones

    contenidos 3

    Cualquier forma de reproduccin, distribucin, comunicacin pblica o transformacin de esta obra solo puede ser realizada con la autorizacin de sus titulares, salvo excepcin prevista por la ley. La Editorial, a los efectos previstos en el art. 32.1 prrafo 2 del vigente TRLPI, se opone expresamente a que cualquier fragmento de esta obra sea utilizado para la realizacin de resmenes de prensa. La suscripcin a esta publicacin tampoco ampara la realizacin de estos resmenes. Dicha actividad requiere una licencia especfica. Dirjase a CEDRO (Centro Espaol de Derechos Reprogrficos) si necesita fotocopiar o escanear algn fragmento de esta obra, o si quiere utilizarla para elaborar resmenes de prensa (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

    Nmero 171 | Mayo 2015

    Mercurio es una publicacin de la Fundacin Jos Manuel Lara para el fomento de la lectura

    Presidente Jos Manuel Lara Garca

    Vocales Consuelo Garca Priz Antonio Prieto Martn

    Directora Ana Gavn

    Director Guillermo Busutil

    Subdirector y editor grficoRicardo Martn

    Editor literarioIgnacio F. Garmendia

    Coordinadora Carmen Carballo

    Consejo Editorial Adolfo Garca Ortega Manuel Borrs Jess Vigorra

    Diseo original y maquetacin Jos Antonio Martnez

    Imprime Rotocobrhi S.A.U.

    Depsito Legal SE-2879-98

    ISSN 1139-7705

    Solicitud de control aceptada por PGD

    FUNDACIN JOS MANUEL LARAEdificio Indotorre. Avda. de Jerez, s/n. 41012 Sevilla | Tel: 95 450 11 [email protected]

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    Envo de libros para reseas:Revista Mercurio Fundacin Jos Manuel Lara

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    La direccin de esta publicacin no comparte necesariamente las opiniones de sus colaboradores. Tampoco mantiene correspondencia sobre artculos no solicitados.

    Mercurio tiene una difusin mensual de 40.000 ejemplares con distribucin nacional en libreras y grandes superficies.

    La Obra Social de la Caixa colabora con la revista Mercurio para el fomento de la lectura

    ASTROMUJOFF

  • MAYO 2015 MERCURIO

    Ms all de la controversia a propsito de la llamada fies-ta nacional, que no es de hoy aunque se ha enconado en los ltimos tiempos, o del juicio ms bien pesimista que muchos de los propios aficionados albergan sobre su estado actual o las perspectivas de futuro, no puede

    negarse que la tauromaquia, definida por sus defensores como arte total, ha dejado un vasto reflejo en la cultura espaola. En el caso de la litera-tura, su huella es bien visible tanto en el ensayismo como en la narrativa o la poesa, que cuentan con toda una tradicin a la que se debe, en gran medida, el conocimiento o el prestigio intelectual del toreo dentro y fuera de nuestras fronteras.

    Hasta el siglo XVIII se remonta Alberto Gonzlez Troyano para localizar el origen de una fascinacin que convirti al torero en un hroe de trazas legendarias, retratado como tal en relatos o biografas noveladas que en un principio difundan una visin costumbrista y castiza, pero fueron ha-cindose ms exigentes hasta llegar a la serie de las grandes novelas del toreo tragedias que siguen el esquema clsico de ascenso y cada donde confluyen la seduccin literaria y una mirada crtica. De la poesa de tema taurino, abundante pero no siempre memorable, escribe Carlos Marzal, que por un lado resalta la emocin esttica como fundamento de la tauromaquia y por otro previene contra el riesgo de caer, a la hora de llevarla al verso, en el pintoresquismo decorativo. Conviene, nos dice, no perder de vista lo sustantivo ni atender a otra cosa que no sea la propia poesa cuando se trata de trazar sobre el papel lo que l mismo llamaba, en su imprescindible antologa sobre la materia, la geometra y el ensueo.

    Pero el reflejo aludido no se limita al mbito hispnico, incluyendo en el mismo a los pases de Amrica donde el toreo forma parte, como en Espaa o las regiones meridionales de Francia, de una identidad secular, sentida como propia. De esbozar su proyeccin exterior se encarga Jacobo Cortines, que cita a autores ya clsicos y resalta el carcter internacional de la fiesta, sin eludir un juicio sobre el difcil momento que atraviesa como conse-cuencia, ciertamente, de la impugnacin de sus enemigos, pero tambin de amenazas internas como la banalizacin, el afn de lucro o la conversin en mero espectculo. Cuando abordamos la literatura taurina, por otra parte, es obligado referirse a la crtica que antes llamada recepcin o revista, en un principio annima ha acompaado al toreo desde los mismos inicios documentados, y en la que han brillado nombres indisolublemente liga-dos a la historia de las grandes faenas. Para Javier Villn, que la ha ejercido durante dcadas, la crnica es el gnero taurino por excelencia, cultivado a menudo por crticos que firmaban con seudnimo o alternaban la tarea con la recensin de otras manifestaciones artsticas. Tampoco l, como otros espectadores ilustrados, deja de apuntar la idea de una cierta decadencia.

    Si se habla de hroes, pisamos los territorios del mito y es la infancia, evo-cada por Felipe Bentez Reyes, el tiempo en el que se incuban los sueos de gloria, de esa inmortalidad que persiguen los toreros en su arriesgado flirteo con la muerte. El toreo, dice el narrador y poeta, tiene mucho de disciplina verbal, pues la fugacidad de los lances el duende que no pueden captar las cmaras necesita de la recreacin para poder ser fijada y transmitida. De eso, de convertir los destellos entrevistos en palabras perdurables, se ocupa la literatura. n

    Faenas de papel

    La fugacidad de los lances el duende que no pueden captar las cmaras necesita de la recreacin para poder ser fijada y transmitida. De eso, de convertir los destellos entrevistos en palabras perdurables, se ocupa la literatura

    editorial 5

  • MERCURIO MAYO 2015

    TEMAS

    En el pasado, desde mediados del siglo XVIII, a un joven es-paol sin recursos y con am-biciones, solo el mundo de los toros ofreca posibilidades

    para burlar el amargo destino que le aguar-daba. Pero triunfar como torero era difcil, se necesitaban cualidades excepcionales y un duro aprendizaje, repleto de rivalida-des y con la sombra de la muerte siempre en acecho. Mas, si la suerte ayudaba y se alcanzaba la fama, nada poda compararse con la gloria popular de un lidiador consa-grado. A los logros materiales, se aada la admiracin de un pueblo que convirti al diestro triunfador en su hroe, como si solo l fuera capaz de realizar el sueo que cada espaol llevaba dentro.

    ALBERTO GONZLEZ TROYANO

    DE HROES LITERARIOS A FIGURAS DE PAPEL

    La domesticacin progresiva de la fiesta ha tenido su reflejo en la narrativa de tema taurino,

    que escribi sus mejores pginas entre el final del siglo XIX y las primeras dcadas del XX

    Y L I T E R A T U R A

  • MAYO 2015 MERCURIO

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    En un pas con una arraigada cultura rural y ensimismado en sus tradiciones, las corridas de toros fueron el espectculo ms apreciado y omnipresente. Aunque las plazas estuvieran divididas en tendidos de sombra y de sol, en ella proyectaban gus-tos y aficiones, con igual pasin el pblico trabajador y plebeyo, la burguesa urbana o la nobleza ms castiza. Pero el nico que poda transitar entre estamentos sociales tan hermticos, venerado por unos y otros, era el torero. Su juego mortal consigui enervar a un pueblo decado, necesitado de fuertes emociones para entusiasmarse.

    En sus inicios, el espectculo, junto a un ceremonial cortesano, tambin arras-tr un trasfondo violento, herencia del si-mulacro blico que fue en su origen, pero los lidiadores de a pie impusieron otras suertes, ritos y valores, adecuados para ser admitidos por una sensibilidad cada vez ms urbana. En este proceso civilizatorio, de acomodacin, estuvo la clave que per-miti a la corrida prevalecer, a pesar de los intentos de ilustrados y regeneracionistas por abolirla.

    Pero adems de estos esfuerzos inter-nos de domesticacin, la fiesta de toros se mantuvo porque era un espectculo car-gado de liturgia, ritos y smbolos, y, sobre todo, porque el riesgo mortal, en juego, evocaba la imagen nostlgica de un mun-do ancestral. Se aadan otros alicientes, como la codificacin de las suertes, con unas reglas de torear que se atenan a una preceptiva tan estricta como la de un g-nero literario. As, el pblico pudo enjui-ciar las faenas que se ejecutaban en los ruedos. El espectculo no solo implicaba valor, exiga pericia y sensibilidad a la hora de realizar la lidia.

    Se reunieron, pues, todos los elementos para que el diestro vencedor, en la comple-ja lid de una tarde de toros, fuese acogido como los antiguos hroes legendarios. En una sociedad tan necesitada de modelos, nadie pudo rivalizar con quien obtena su fama, dominando a un animal que simbo-lizaba el instinto ciego de la naturaleza y transmitiendo una emocin artstica que el aficionado poda percibir y valorar.

    Desde el siglo XVIII, algunos escritores empezaron a captar el potencial literario que supona convertir al torero en hroe-protagonista. Primero fueron biografas destinadas a satisfacer la curiosidad del aficionado. Despus, los romnticos ex-tranjeros comprobaron cunto se prestaba su andadura vital para encarnar la intriga de una novela. Y an ms si se contaban

    su labor lejos del canon costumbrista y castizo. Y as, hacia finales del XIX surgi una nueva literatura, abierta a lectores con espritu ms crtico. Estos escritores, par-tidarios del realismo y del naturalismo, encontraron en la difcil peregrinacin del torero un correlato objetivo de la penosa brega que, para sobrevivir, deba recorrer la marginada juventud espaola.

    Esta valiosa serie de grandes novelas del toreo la inici Eduardo Lpez Bago con Luis Martnez, el espada, publicada en 1886; y la continuaron Arturo Reyes, con Cartucherita, en 1897; Hctor Abreu con El espada, en 1900; Blasco Ibez con Sangre y arena la que alcanz justificadamente mayor difusin, en 1908; Lpez Pinillos Prmeno con Las guilas aunque menos

    los avatares de su origen, su duro apren-dizaje y su mbito intimo y sentimental. Surgi de esta manera uno de los ms ri-cos prstamos de la cultura espaola de los ltimos siglos. Con la corrida como foco se cre una industria que aliment las artes y las letras. Este dispositivo inte-lectual dignific la fiesta y le dio una di-mensin que la ayud a sobrevivir cuando los regeneracionistas ponan en entredi-cho su existencia.

    Las publicaciones taurinas crecieron: la prensa diaria se vio obligada a dedicarle a las corridas un espacio relevante y apa-recieron centenares de gacetas y revistas volcadas en informar de las corridas y de sus pintorescos aledaos. Adems, durante todo el siglo XIX se prodig una abundante narrativa taurina: cientos y cientos de ttu-los cuentos, relatos, novelas, biografas noveladas difundieron una visin cos-tumbrista, autocomplaciente y castiza de la tauromaquia. Se trataba de libros escritos desde dentro, en los que el apartado de fic-cin ceda el paso al testimonio documen-tal, con predominio del escritor-aficionado espontneo en literatura. Eran narraciones que constituan un muestrario de la vida de la torera: un subgnero florecido a la luz y sombra del espectculo.

    Pero este rico prstamo cultural provo-c que la mitificacin del torero alcanzara tambin a un tipo de literatura ms exi-gente, tentando a novelistas que ejercan

    conocida que la novela de Blasco Ibez, su valor literario no es menor, en 1911; Hoyos y Vinent con Oro, seda, sangre y sol, en 1914; el uruguayo Carlos Reyles con El embrujo de Sevilla, en 1922, y Alberto Insa con La mujer, el torero y el toro, en 1926. Coincidieron, pues, por estos mismos aos, grandes diestros en las plazas y, en las libreras, las novelas ms logradas.

    La mayor parte de los escritores antes citados tenan de las corridas una imagen negativa: las consideraban un sntoma del atraso social de Espaa. Pero a pesar de este prejuicio ideolgico, tras la lectura de sus obras se puede deducir que, no obstante, sucumbieron a la seduccin literaria que encarnaba el torero como hroe. Supieron explicar y narrar las razones por las que el pblico se identificaba con las hazaas de su dolo. Apasionarse por la faena de un torero era la nica forma que el pas ofreca para compensar carencias y frustraciones. Pero a estos sueos e ideales tambin les aguardaba una cruel decepcin: como en las tragedias clsicas, el hroe triunfador deba perecer. Y significativamente, se dio en casi todas estas novelas una sorpren-dente mmesis argumental: una vez entro-nizado, la intriga siempre exiga la cada del hroe. Tales paralelismos entre autores tan diversos, hacen pensar que se buscaba algn efecto social y catrtico. Como si un aciago final debiera servir para castigar a quienes se haban atrevido a desafiar su

    humilde destino. En el toreo real eso mismo haba suce-dido con Pepe-Hillo, con Jo-selito, y con tantos otros que buscando escapar del ham-bre y la miseria rozaron el cielo, pero solo fugazmente.

    Tras esta poca platea-da de la novela taurina, se darn nuevas pinceladas narrativas con algunos buenos ttulos de Gmez

    de la Serna, Camilo Jos Cela, Fernando Quiones, ngel Mara de Lera, Elena Quiroga y Ramn Sols. Pero en estas obras el torero ya no ofrecer la fascina-cin anterior. Incluso son novelistas que acuden ms bien para narrar la degrada-cin. El hroe parece haber desertado, porque, poco a poco, la fiesta ha padecido nuevas domesticaciones, su adaptacin a las nuevas sensibilidades se ha hecho disminuyendo el riesgo y los diestros han buscado formas ms efectistas de entusiasmar a los espectadores. El tore-ro, convertido en figura, aprender que, para triunfar, ante los nuevos pblicos, vale ms exhibir sus amores en papeles llenos de color que la honda calidad de una faena en el ruedo. n

    La fiesta se mantuvo porque era un espectculo cargado de liturgia, ritos y smbolos, y, sobre todo, porque el riesgo mortal, en juego, evocaba la imagen nostlgica de un mundo ancestral

    Grabado de la serie La Tauromaquia, de Francisco de Goya.

  • MERCURIO MAYO 2015

    Los adjetivos son el elemento de la gramtica que siempre carga el diablo. Belceb es, induda-blemente, una criatura adjeti-val. Cuando pretende sembrar

    la discordia entre los pobres humanos, no pone ante sus ojos tentaciones de toda especie, como piensan los creyentes ms ingenuos, sino que les reparte un puado de adjetivos y los invita a usarlos. Toma, siervo gramtico, adjetiva dice a quien quiere perder. Y el pobre y desprevenido humano (que tiene muy olvidadas las lec-ciones de Lengua Espaola que recibi en la escuela) adjetiva y adjetiva. Y, claro est, se pierde.

    La divinidad, por el contrario, cuando habla aunque habla poco, nada ms que ante problemas capitales, para resolver las grandes dudas y quebrantos de los hijos de Eva siempre prefiere los sustantivos. En ocasiones, para subrayar algn asunto, tambin recurre a los verbos, e incluso a alguna preposicin (incluidas cabe y so, porque para la divinidad y su om-nipotente competencia filolgica nada cae en desuso). Ahora bien, lo normal es que la divinidad emplee sustantivos: los ms sonoros, los ms transparentes, los ms ilustradores. La divinidad dice cosas como pjaro, ortodoncia, virilidad, serendipia (porque la divinidad est al tanto de las nuevas incorporaciones de la RAE, institucin benemrita de la que es miembro honorfico permanente).

    La literatura y los toros constituyen realidades de extrema trascendencia. De ah que la divinidad se haya ocupado de ellas con hondura a lo largo de la histo-ria. Ah tenis la poesa (deca la divinidad durante la Creacin). Ah tenis la novela (aada). Ah tenis el toro, y el capote, y a un tal Pedro Romero, a ver qu sois capa-ces de hacer con todos esos ingredientes (porque, en el sumo empleo del espaol

    que la divinidad hace, no hay diferencia esencial entre los sustantivos comunes y propios). Pero el diablo, que nunca duer-me, estaba atento, y entonces dej sobre la mesilla de noche su libro de cabecera (Syntactic structures, de Noam Chomsky), y cocin para la humanidad un pastel de chocolate, nata, pistachos y adjetivos, y lo mand a la tierra en un servicio de men-sajera urgente. Los hombres, animales golosos donde los haya, se atracaron con el pastel demonaco, y luego fueron repar-tiendo calificativos durante la sobremesa: los esparcieron por todos los rincones de la tierra. En Espaa, en donde hablamos el espaol, lengua romnica del grupo ibrico, cay mucha de esta repostera adjetival, porque el ciudadano espaol es religioso, comiln y confiado por natura-leza, a diferencia de otros pueblos atesta-dos de ateos e individuos poco amigos de lo sensual. As fue como naci desde el punto de vista cientfico la poesa tau-rina, entre otras variedades de la poesa universal.

    Desde entonces, cuando hablamos de poesa taurina, asoman los cuernos en el adjetivo taurina: los cuernos del diablo, cargados de azufre y de perdicin litera-ria. Desde entonces, cada vez que Luzbel quiere confundir a un incauto, le susu-rra al odo que escriba poesa taurina, desoyendo la sensata voz de la divinidad, que aconseja con su autorizada voz erudi-ta escribir poesa sin ms preocupaciones.

    Desde el origen como si dijsemos la poesa taurina padece esa duda teolgi-ca: escuchar a Dios o escuchar al diablo. Fijarse en lo nico que importa a la hora de hablar de literatura (la poesa), o re-vestirse con los oropeles satnicos de lo taurino sin trascender dicho mbito.

    La alta poesa taurina de cualquier poca interesa a los lectores, porque es alta poe-sa, y de ah el hecho de que en cualquier

    CARLOS MARZAL

    Aguatinta de la serie La Tauromaquia, de Pablo Picasso, publicado en 1961 en el libro-lbum Toros y toreros con textos de Luis Miguel Domingun.

    DIOS, LA POESA TAURINA Y EL DIABLO

    La alta poesa taurina de cualquier poca interesa a los lectores porque es alta poesa, de ah el hecho de que pueda disfrutarse al margen de que el lector sea o no un aficionado

  • MAYO 2015 MERCURIO

    temas 8 | 9TAUROMAQUIA Y LITERATURA

    poca futura podr leerse, al margen de que el lector sea o no un espectador taurino.

    Tengo la impresin de que el universo de los toros ha tentado tanto a los poe-tas (aficionados o no, conocedores o no, taurinos en ejercicio o no), por su esencia trgica. La muerte, en la plaza, es un ele-mento accesorio, por central que pueda parecer. El objetivo de la lidia no es nunca matar un toro. Hay mil ma-neras de hacerlo. El objetivo de la lidia es acomodar las caractersticas de un toro para matarlo conforme a unas reglas (las suertes), cuyo cumplimiento facilita la aparicin, en la plaza, de la emocin esttica. Sin el objetivo de la emocin es-ttica (el arte) los toros no son nada. La muerte, tan significante, no significa en los toros ms que el teln de fondo contra el que se destacan las figuras de la lidia. Ahora bien, siempre est presente, siem-pre se persona. El teln acaba bajando. Por eso existe la esencia trgica de lo taurino (algo que no tiene, por ejemplo, el ftbol: existen casos trgicos de individuos, de clubes, pero las suertes del ftbol, sus re-glas, no resultan dramticas).

    El lenguaje taurino representa uno de los lenguajes especficos ms ingeniosos, brillantes, ricos y coloristas de la lengua espaola. De ah su peligro radical a la hora de escribir poemas. Cuando Lucifer quiere arruinar una pgina de poesa o prosa taurinas, la llena de berrendos, y amoruchados, y cascaburros, y escachi-follares, y raspipardos. A un poeta que

    aspire a escribir buena poesa taurina habra que prohibirle consultar el Cosso, y ms an utilizar el lenguaje que apren-da en l. Los folklorismos son un asunto que gusta, sobre todo, a los folkloristas (unos seores, por lo comn, a quienes lo que ms gusta de la msica es el color del pintaas que usaba la muchacha que tocaba el violn).

    Cada vez que Luzbel quiere confundir a un incauto, le susurra al odo que escriba poesa taurina, desoyendo la sensata voz de la divinidad, que aconseja con su autorizada voz erudita escribir poesa sin ms preocupaciones

    He defendido por escrito muchas veces la figura del espectador taurino. O mejor dicho, he defendido la idealizacin del buen espectador taurino como ejemplo de lo que me gustara que fuese siempre un espectador del universo de los toros, o un espectador a secas. He defendido al espectador ilustrado: a aquel que conoce la tradicin de lo que ama, que investiga, que ahonda en el conocimiento del arte, que ha resultado seducido por los toros (y sin el cual lo taurino sera poca cosa). Pero s que esa idealizacin se trata de una hiprbole, una de tantas a las que somos tan aficionados los aficionados. La verdad es que los espectadores taurinos ilustra-dos son pocos, al menos los ilustrados que lleven su ilustracin hasta el extremo de convertirse en buenos lectores de poesa. En mis delirios, sueo con una plaza llena de filsofos, quienes, despus de la corri-da, pasan el resto de la tarde y la noche en amensima charla socrtica acerca de la gran faena que acaban de presenciar, aunque tal vez eso sera un aburrimiento de plaza.

    La poesa es ese gnero literario que no interesa a nadie (salvo a los poetas), hasta el momento en que parece interesar a todo el mundo, porque resulta un desdoro no mostrarse interesado en algo de inconcre-to prestigio mitolgico. La poesa taurina es algo que no interesa a nadie (incluidos la mayor parte de los poetas y un enorme nmero de espectadores taurinos), has-ta el momento en que parece interesar a todo el mundo, porque en las maanas de Feria, junto a una copita de fino y unas aceitunas, acompaa muy bien algn eco levemente lorquiano.

    Bastantes poemas taurinos forman par-te de la mejor poesa espaola de todos los tiempos, esa que los lectores de poe-sa leen para conocer la realidad un poco mejor, para conocerse ellos mismos, en la realidad, un poco mejor, para sentir la conmocin extraa que se produce al en-contrar unas cuantas palabras verdaderas combinadas de un modo mgico. Esa es la nica poesa taurina que interesa: la poesa interesante.

    Hay un dicho taurino, referente a la suerte de entrar a matar, que parece una prescripcin literaria: A quien no hace la cruz se lo lleva el diablo. Quien no cruza bien la muleta, por delante del morrillo del toro, con la espada, resulta cogido por el demonio del animal. Seguro que lo acu- un buen espectador, un buen lector, un buen poeta. Al escritor que no mira la cruz (el sustantivo de la poesa, lo sustantivo de la poesa) y se distrae con el adjetivo de lo taurino, se lo llevan todos los diablos, camino del infierno de la literatura. n

  • MERCURIO MAYO 2015

    An t e u n p a n o r a m a t a n preocupante como es en la actualidad el de las corridas de toros en Espaa, donde en parte de su territorio

    Catalua y San Sebastin se ha optado ltimamente por su abolicin, a causa de intereses nacionalistas y otros motivos, entre los cuales an pudiera perdurar un cierto complejo de inferioridad frente a la negativa opinin sobre la tauromaquia de buena parte de pases extranjeros, no vie-ne mal reparar en otras miradas que ms all de nuestras fronteras han lanzado al-gunos de sus ms ilustres habitantes. As, la muy citada declaracin de Jean-Jacques Rousseau en sus Consideraciones sobre el gobierno de Polonia, cuando afirmaba que No han contribuido poco las corridas de toros a mantener en la nacin espaola un cierto vigor. Frente a la amenaza que la propensin general de Europa a imitar los gustos y maneras franceses podra significar para la prdida de identidad de los pueblos, el ginebrino reconoci que la relacin de los espaoles con el toro era un valor que potenciaba su diferenciacin. Y en esta misma lnea podra encuadrarse la opinin, mucho menos citada, de otro filsofo de la Ilustracin, Immanuel Kant, que en su temprano ensayo Lo bello y lo sublime, elega ese enfrentamiento en-tre el hombre y la fiera para caracterizar

    al pueblo espaol dentro de la categora de lo sublime, ya que esa extravagancia desbordaba los lmites de lo natural. Cla-ro que ni Rousseau ni Kant haban pisado Espaa ni visto en su vida corrida alguna, pero sus miradas nacidas de la reflexin no carecan de fundamento.

    Muy distinto fue el caso de los viajeros romnticos, que dejaron vivo testimonio

    JACOBO CORTINES

    Frente a la amenaza que la propensin a imitar los gustos franceses podra significar para la prdida de identidad de los pueblos, Rousseau reconoci que la relacin de los espaoles con el toro era un valor que potenciaba su diferenciacin

    LA MIRADA FORNEA

    Pintores, escritores, cineastas, msicos o filsofos de diversos pases y continentes han enriquecido la complejidad de la fiesta. La pasin por los toros ya no tiene fronteras

    macin de su sueo: todo un mundo de sensualidad, belleza y primitivismo. Ri-chard Ford destacaba en la tauromaquia la relacin entre el amor y el herosmo; Mrime insista en la voluptuosidad y la violencia, en el valor y la gracia; Dumas re-saltaba el contraste entre la inteligencia, representada por el hombre, y la ferocidad, por el toro; Gautier exaltaba su entusias-mo hasta la glorificacin del diestro; esos y muchos otros ms, no tan conocidos li-terariamente, como lo fueran la pionera Laure Saint-Martin Permon, duquesa de Abrantes, o el joven Maximiliano de Habs-burgo, futuro emperador de Mxico, que dej en sus memorias una entusiasta des-cripcin de la primera corrida presenciada en Sevilla. Miradas muy complejas las de estos viajeros que, tras superar los lmites del mero testimonio personal, escogieron, algunos de ellos, el mundo del toro, con toda su problemtica social, para lanzar-se a la creacin de arquetipos novelescos que habran de tener una gran repercusin entre los costumbristas y narradores espa-oles, a favor o en contra, y en otros segui-dores como el msico Bizet con la pera Carmen, o en las muestras pictricas de te-mtica taurina de Delacroix, Dor y Manet, por citar slo algunos ejemplos. Los toros dejaban de ser un espectculo brbaro y cruel, propio de una nacin retrasada, para convertirse en una fuente de inspiracin artstica o en una temtica propuesta a la reflexin y la fantasa.

    Y en este sentido, nuevos enfoques venidos de fuera han contribuido a enri-quecer durante el siglo XX la complejidad de una fiesta que, a la vez que revelaba inditos significados, ampliaba su te-

    rritorio geogrfico con su consolidacin en ciertas regiones meridionales de Francia o en algunos pases de Hispanoamrica. Desde que la corrida a la espao-la se implant en Francia hacia mediados de la cen-turia decimonnica, no ha hecho ms que crecer en-tre los aficionados de am-bos lados de los Pirineos con ferias tan importantes como las de Nimes, Arls o Bayona. Ese inters por los

    toros en el sur francs, vivido no como algo ajeno sino como mundo propio, ha influido sin duda en el resto del pas vecino y ha tenido su reflejo en la crea-cin artstica y en el pensamiento. Baste evocar la figura de Henry de Montherlant que en su novela Les bestiaires de 1926, ambientada en Andaluca, profundiza en la relacin entre la tauromaquia y la

    de la fascinacin por el espectculo tauri-no que trasluca, segn ellos, como nin-gn otro la esencia de un pueblo. Tras las noticias difundidas principalmente por ingleses y franceses que haban luchado en la Guerra de la Independencia, Espaa empezaba a ser descubierta y considerada como la ms romntica de las naciones, y en los toros vieron esos idealistas la plas-

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    temas 10 | 11TAUROMAQUIA Y LITERATURA

    dcadas posteriores. Tambin otro nor-teamericano muy espaolizado, cuyas ce-nizas yacen en la finca de recreo del torero de Ronda, contribuy como pocos a una visin universal de la fiesta: Orson We-lles, aspirante a torero en su juventud. O Barnaby Conrad, de cuya novela Matador, basada en la trgica figura de Manolete, se vendieron tres millones de ejemplares en EE.UU.

    Pintores, escritores, msicos, cineas-tas, historiadores, antroplogos y filso-fos de diversos pases y continentes han seguido enriqueciendo en las primeras dcadas de nuestro siglo el mensaje im-plcito en el mundo de los toros desde sus peculiares puntos de vista. Hoy podemos afirmar que sus miradas no difieren de las nuestras. Esa polmica ya no tiene senti-do. La creacin y la reflexin se han hecho internacionales. La pasin por los toros ya no tiene fronteras. Como tampoco la tie-

    nen las tendencias abolicionistas que por uno u otro motivo quieren borrar de la faz de la tierra un hecho cultural de primera magnitud. Unos, en nombre de un ani-malismo psimamente entendido, don-de se pone en el mismo plano animales y hombres, quieren prohibir las corridas con argumentos que niegan los valores humanistas. Otros, por intereses polti-cos y motivos inconfesables, se empean en ello y ya lo han conseguido en algunos sitios. Pero, no lo olvidemos, el mayor enemigo de la fiesta no est fuera, sino dentro de ella misma. La banalizacin y el afn de lucro pueden acabar, si no lo estn haciendo ya, con un espectculo pa-radigmtico de tica y esttica, adems de los desastres ecolgicos que se derivaran, como la extincin de una de las especies ms hermosas: el toro bravo, y la muy pro-bable desaparicin de las dehesas.

    La mirada de fuera ha ayudado a mante-ner y a valorar la fiesta, como desde dentro han hecho tantos. Cuando estas dos mira-das hoy al fin coinciden, no cerremos los ojos ante el peligro inminente: el mudo anonimato en un mundo globalizado. n

    voluptuosidad basndose en sus expe-riencias personales. Ya unos aos antes el poltico, viajero y ensayista, Maurice Ba-rrs haba insistido en ello, y lo seguiran haciendo Georges Bataille con sus radica-les teoras erticas, tan bien recibidas por algunos de sus discpulos como Michel Leiris, que le dedic en 1939 las sugeren-tes pginas De la literatura considerada como una tauromaquia, abriendo as tantas perspectivas desarrolladas en los ltimos tiempos.

    Pero no slo de Francia y del campo literario provenan las nuevas miradas, tambin de otros pases como Norteam-rica. Waldo Frank public su Espaa vir-gen en 1926, pero quien mejor encarnara mundialmente la imagen del aficionado norteamericano no sera otro que Ernest Hemingway. Sus experiencias de los San-fermines en los que particip culmina-ran en su novela The sun also rises (1926), popularizada como Fiesta, en la que su protagonista Pedro Romero era trasunto de Cayetano Ordez, padre de su futuro y definitivo hroe, Antonio Ordez, en el extenso reportaje El verano peligroso de

    Litografa titulada Suerte de capa, de Gustave Dor, de la serie Corrida de toros.

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    El periodismo taurino es tan antiguo como las corridas de toros que para Ortega y Gasset, y tal como las conocemos hoy, se remontan a mediados del

    XVII. Ortega y Gasset dice que quien no co-nozca la historia de la corrida no conoce la historia de Espaa, al menos desde la fecha de 1650. La corrida representa, segn Orte-ga, la peculiar estructura social de nuestro pueblo. Si hacemos caso a Gonzalo San-tonja y su libro Por los albores del toreo de a pie, la historia de la corrida puede situar-se por lo menos dos siglos atrs. Pese a todo, Ortega y Gasset tiene en esto de los toros, que aprendi de su padre Ortega Munilla, mu-cho mrito. La idea de una gran enciclopedia parti de l, aunque la llev a cabo don Jos Mara de Cosso que le dio nombre.

    El periodismo taurino tiene una historia antigua, sea con el nombre de recep-cin, resea, revista o crnica. Y ha atra-do con frecuencia a ilustres extranjeros. Ernest Hemingway fue el mximo cronista de los Sanfermines. Un caso singular es el de Mihail Koltsov, corresponsal de guerra de Pravda y agente de Stalin, que se pre-guntaba si a las cuatro de la tarde la guerra se suspenda para que los madrileos pu-dieran asistir a los toros. El ritual le inspi-ra singulares analogas y llama procesin medieval al pasello.

    El concepto de periodismo nace a prin-cipios del siglo XIX, coincidente con la Constitucin y las Cortes de Cdiz o un poco antes. Y el periodismo taurino es consecuencia del inters que los lectores empiezan a tener por los toros. Pero antes de que los periodistas fueran lo que hoy son, lo que hoy somos, haba fiestas de toros. De alguna forma haba que llamar

    a quienes se encargaban de dar noticias de las mismas. La palabra de mejor fortuna es revista, de la que deriva revistero, pero hay ms. Recepciones es, creo, la ms antigua.

    Casi todos los que se han ocupado de este periodismo inicial, Jos Mara de Cosso con especial nfasis, creen que en las recepciones lo que importaba era el lucimiento al describir una corrida. Es lo que da sello, todava, a la crnica: el asen-tamiento literario. De esta vertiente han surgido los mejores crticos del siglo XIX y el siglo XX. Despus de la Guerra del 36,

    JAVIER VILLN

    A la izquierda, El Cosso abreviado en dos tomos. A la derecha, Santiago Lpez Pelegrn, Abenamar; Mariano de Cavia, Sobaquillo;Gregorio Corrochanoy Joaqun Vidal, crtico de El Pas.

    Es difcil conciliar conocimientos taurinos, estilo literario y criterio. Pero en cualquier caso, esa especie de brillo literario, de necesidad de estilo ha perdurado como aspiracin de la grey taurina

    EL PERIODISMO TAURINO

    En las primitivas recepciones lo que importaba era el lucimiento al describir una corrida. Es lo que da sello, todava, a la crnica: el asentamiento literario

    pese a figuras como Julio Urrutia, Caaba-te y posteriormente Navaln y Joaqun Vi-dal, el nivel literario descendi. Es difcil conciliar conocimientos taurinos, estilo literario y criterio. Pero en cualquier caso, esa especie de brillo literario, de necesidad de estilo ha perdurado como aspiracin de la grey taurina: de los intelectuales aficio-nados y de los aficionados ilustrados entre los que me encuentro y de los cronistas entre los que me encontraba hasta hace poco, despus de contar durante veinti-cinco aos en El Mundo unas 130 corridas por temporada.

    El precedente de la crnica actual son pues las recepciones ya aludidas, de inten-cin literaria. Hay una de 1605 que, apo-yndose en un verso de Gngora, Cosso atribuye a Cervantes: Mandronse escri-bir estas hazaas / a don Quijote, Sancho

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    temas 12 | 13TAUROMAQUIA Y LITERATURA

    Las reseas iniciales son annimas y la primera se publica en el Diario de Madrid el 20 de junio de 1793. La base de ellas es el voluntarismo y la espontaneidad, elemen-tos que perduran aproximadamente hasta el ltimo tercio del siglo XIX que es cuando se profesionaliza la revista, por decirlo de alguna manera, y se consolida la crnica, que es el verdadero sello del periodismo taurino. Esta evolucin exige ya el juicio, la sentencia absolutoria o condenatoria, lo que, a su vez, suscita las primeras sos-pechas sobre la raz de los elogios y la fia-bilidad de quienes los prodigan.

    Hay discrepancias sobre el inicio de la revista taurina. Gmez Aparicio acepta la

    Abenamar es considerado uno de los padres procesales, el protocrtico. Con la inevitable confusin connatural a tiempos iniciticos y aurorales, en los aos de Abe-namar se fija ms o menos la naturaleza de la revista y de la crnica, equiparando lo taurino con la importancia que pudieran tener otros sectores de la actualidad.

    Con esta premisa no es de extraar que renombrados crticos ejerzan simul-tneamente el comentario de pera, la crnica de Cortes, la revista de teatro, el artculo poltico y los toros. Suelen usar pseudnimo para la corrida y su nombre real para las otras funciones. Por ejem-plo, Sobaquillo era el gran don Mariano

    ASTROMUJOFF

    y su jumento. Luego viene la de Quevedo en la Plaza Mayor de Madrid el 21 de agos-to de 1623. Pedro Gmez Aparicio la cali-fica como la primera resea minuciosa y puntual de una corrida. Se titula Las caas que jug Su Majestad cuando vino el Prncipe de Gales y el tono es de lo ms alabancioso para el rey. Vean: acometi con valor / retirse con destreza; / no hubo ms toros ni caas / que verle correr en ellas. / En s agot la alabanza / y en su garbo y su belleza.

    El periodismo discurre en paralelo con la evolucin de la corrida caballeresca a la corrida de a pie y a las tauromaquias, que son los conjuntos de normas para lidiar con seguridad. Las dos ms famosas son la de Paquiro y la de Pepe-Hillo que, tras dictar las leyes que haran invulnerables a los toreros, fue muerto de cornada.

    citada revista de 1793, firmada en el Diario de Madrid por Un Curioso. Celia Forneas prefiere la fecha del 16 de julio de 1828 en El Correo Literario y Mercantil, 35 aos des-pus. La discrepancia radica en que For-neas niega condicin de revista a la resea de hace 35 aos, pues carece de aparato literario y crtico; circunstancia que re-bate Gmez Aparicio al afirmar que, justo un da despus, en otra revista del mismo peridico firmada tambin por Un Curioso ya hay intencin crtica. Por un da de ms o de menos, no vale discutir. Lo importan-te es lo que escribe este segundo Curioso: Los toros fueron de difcil entrada a los espadas y no dexaron el lucimiento que hubieran tenido si hubieran entrado me-jor y con ms arrogancia.

    Lo ms llamativo de la tesis de For-neas es que las caractersticas literarias y crticas del artculo que la investigadora defiende como fundacional de la revista taurina, extrema las condiciones literarias hasta el punto de poder ser considerado germen o embrin de la crnica taurina que hoy se publica en los peridicos, con mejor o peor fortuna. No es de extraar que se atribuya a Santos Lpez Pelegrn, gran escritor que firm sus crnicas con el pseudnimo de Abenamar y coautor, o por lo menos amanuense, de la Tauromaquia de Francisco Montes, la mejor preceptiva de todos los tiempos.

    de Cavia; don Modesto, Jos Antonio de la Loma; don Jernimo, Pea y Goi. Pos-teriormente la costumbre de simultanear toros y otra disciplina desapareci hasta la posguerra en que Antonio Valencia, crtico literario y teatral, firmaba como El Cachetero sus crticas taurinas en El Ruedo. Con la aparicin de El Mundo en 1989, Pedro J. Ramrez recuper una tra-dicin perdida encargando a Javier Villn la crtica de teatro y la crnica taurina, ambas firmadas con el mismo nombre y sin seudnimo.

    En la crtica taurina ha habido grandes escritores. Especial predileccin tengo por Federico M. Alczar, un filsofo de la est-tica taurina y Lpez Barbadillo, traductor de los sonetos lujuriosos del Aretino. La cum-bre, an sin superar, es Gregorio Corrocha-no, corresponsal de guerra de ABC y director de Espaa de Tnger, y en sus ratos libres de toros. En l se resumen el conocimiento tcnico y la gran literatura de don Modesto y de Sobaquillo. Los citados, ms otros muchos que llenaran algunas pginas, tenan la vir-tud de suscitar, por parte de sus lectores, ad-hesiones y descalificaciones con idntico y beligerante entusiasmo. Circunstancia que no se da hoy da, se mire por donde se mire. Si buscamos regeneradores a partir de los escritores y periodistas de los tiempos ac-tuales, no los hallaremos. Quiz en esto se adivina la decadencia de la fiesta. n

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    14 fondo y formas

    Traducida al castellano ms de medio siglo despus de su publicacin original, en 1960, Las chicas de campo (Errata Naturae) de Edna OBrien ha supuesto para los lectores espaoles el descubrimiento de una de las grandes autoras con-temporneas en lengua inglesa, asociada a la lucha de la mujer por conquistar espacios de autonoma. Recibida con escndalo entre sus compatriotas irlan-deses no digamos en su propio pueblo, donde el p-rroco lleg a quemar en pblico varios ejemplares, la pera prima de OBrien contaba las evoluciones de

    dos amigas, Caithleen y Baba, provenientes del medio rural magis-tralmente descrito en la novela, con su belleza y sus servidumbres que buscan en la gran ciu-dad, Dubln, la vida libre con la que han soado desde adolescentes, hu-yendo de una atmsfera opresiva marcada por la sumisin y los tabes re-ligiosos, no muy distin-ta de la que se respiraba entre nosotros por los mismos aos. Como se encargaron de mostrar las dos entregas en las que OBrien continu la

    historia, que pueden leerse de forma independien-te y han sido igualmente traducidas, La chica de ojos verdes (1962) y Chicas felizmente casadas (1964), esa bsqueda ya en Londres, en la tercera parte de la triloga no siempre tiene un desenlace feliz, pero los desengaos o la prdida de la inocencia son el precio lo vale a pagar en el camino. Ledas hoy, las novelas, frescas, delicadas, encantadoras, no tienen el poder disolvente que les atribuyeron timoratos e in-quisidores, pero siguen cautivando por su mezcla de naturalidad e inteligencia. Parafraseando el famoso lema feminista, las chicas de OBrien podran decir: el placer es nuestro, caballeros.

    El mito de los exiliados rusos que se ganaban la vida en Pars ejerciendo de taxistas tiene un correlato real en la figura del escritor y perio-dista Gaito Gazdnov, silenciado durante dcadas en la URSS y recuperado en las ltimas dcadas como uno de los nombres imprescindibles de la llamada generacin desapercibida, formada por los autores que eligieron el destierro en la primera de las oleadas migratorias pero iniciaron su carrera, como Nabkov,

    IGNACIO F. GARMENDIA

    El placer es nuestro, caballeros

    una vez fuera de Rusia. Podemos ahora leer su prime-ra novela, Una noche con Claire (1929), disponible en Nevsky Prospects con prlogo de Patricio Pron, otra en la que recre su largo desempeo como conductor a sueldo Caminos nocturnos (Sajaln) y una terce-ra, quiz la ms celebrada, que ya apareci en Caralt al poco de su publicacin (en un peridico ruso de Nueva York) y ha sido recuperada en una nueva tra-duccin por Acantilado, El espectro de Aleksandr Wolf (1947). Todas ellas reflejan la obsesin por el pasado y tienen el mundo del exilio como melanclico referen-te, pero esta ltima se sirve de sus temas habituales para plantear una asombrosa intriga detectivesca de corte existencial o casi metafsico que parte de un episodio blico el propio Gazdnov combati como joven voluntario del Ejrcito Blanco, aos despus se unira a las filas de la resistencia francesa y va envolviendo al lector en una trama tan sutil como perturbadora, construida con reflexiones sobre el azar, la culpa, el destino o la muerte.

    La reciente publicacin de un folleto de Erri de Luca La palabra contraria (Seix Barral) don-de el autor napolitano explica su oposicin a la construccin de un tnel para la lnea de alta veloci-dad Turn-Lyon, que a su paso por los Alpes italianos, a la altura del valle de Susa, perforara montaas re-pletas de amianto, as como los motivos por los que ha sido procesado por incitacin a la violencia, despus de haber sostenido en una entrevista que las obras deban ser saboteadas con cizallas muy tiles para cortar las verjas, remite a las desopi-lantes aventuras de La banda de la tenaza (Berenice), impagable cuarteto creado por otro escritor de estirpe libertaria, el estadounidense Edward Abbey. Dice De Luca que fue la lectura del Homenaje a Catalua de Orwell la que lo llev, ya de nio, al anarquismo, pero la tradicin de Abbey, no por casualidad llamado el Thoreau del Oeste americano, es la que remite en el pas de los pioneros a los padres de la desobe-diencia civil. Frente a la luminosa gravedad del autor de Walden, sin embargo, Abbey recurri al imagina-rio de la contracultura las aventuras de su banda (Monkey Wrench Gang) fueron ilustradas por Robert Crumb y es el tono corrosivo, pero bienhumorado, que caracteriza las peripecias de los antihroes del eco-sabotaje, lo que hace que podamos leerlas sin sentir que nos sermonea un hippie triste, que tambin los hay. Volviendo a De Luca, lo mejor de su bien ar-gumentada opcin contestataria es que no abusa de los grandes ideales, siempre sospechosos, pues son los objetivos concretos y realizables de las utopas redentoras estamos ms que escarmentados los que invitan a la movilizacin permanente. n

    Edna OBrien (Tuamgraney, Irlanda, 1932) en un retrato de juventud, por la poca en que public su primera novela.

  • y las descripciones, del lenguaje y la construccin de sus personajes. Y lo lleva a cabo con riesgo y ambicin. Haciendo pivotar su historia sobre tres geografas Mxico, Cuba y la Baja Andaluca de mediados del XIX, en tres partes diferenciadas, ahondando sin miedo en el particularsimo y vasto lxico de cada una de ellas (de hecho, las pistas de dnde est siendo situada la accin en cada momento la da muchas veces

    el lenguaje, en un brillante ejercicio de oficio literario) y haciendo descansar la narracin en el rigor histrico y la riqueza documental.

    Despojen del trmino todo lo peyorativo que encuentren en l y descubrirn en La Templanza un excelente folletn, mimetizando la autora su estilo con la ambientacin decimonnica del libro: la riqueza de las descripciones, la psicologa y el elevado nmero de los personajes. El tono realista y el retrato de la vida cotidiana de la poca le ayudan a crear un mundo novelstico coherente y completo. En esta ocasin, centra la accin un personaje masculino otro de los riesgos que asume Dueas sin que le pase factura. Se trata de Mauro Larrea, un indiano que hace fortuna y se arruina con el negocio minero y que inicia una huida hacia adelante, en un viaje geogrfico y sentimental por ciudades

    y mujeres que intercambian virtudes y caractersticas, como la resplandeciente Habana del XIX o la cosmopolita Jerez de influencia britnica. Presencias en el libro tan femeninas y seductoras como la de Soledad Montalvo, que tarda en aparecer por las pginas de La Templanza, pero que a la postre le sirve a la autora para terminar de dar cochura a su novela mejor cocinada. n

    lecturas

    S obre la tercera aventura editorial de Mara Dueas, se corre el riesgo de emitir muchos (pre)juicios extraliterarios. Pesan demasiado algunas cifras, con una sucesin de ceros que pertenecen ms a suplementos color salmn que al lrico sepia sobre el que se posan los 500.000 ejemplares con los que sale al mercado, el ms de milln y medio de lectores que hilvanaron la epopeya editorial que fue El tiempo entre costuras, y otros fenmenos de masas con

    de septiembre, de Caballero Bonald, es una novela que puede, que debe y que merece ser analizada desde sus exclusivas virtudes novelsticas. Mara Dueas crece como escritora, atrapando al lector con los mismos anzuelos y situada en la zona de confort que ha construido en torno a la pica de nuestra historia ms reciente, donde an podemos reconocer los lectores de mediana edad las narraciones familiares

    AMALIA BULNES LA TEMPLANZAMara DueasPlaneta540 pginas | 21, 90 euros

    Mara Dueas.

    NARRATIVA, ENSAYO, CIENCIA, POESA, LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL, RESEAS BREVES

    NARRATIVA

    Mara Dueas da un paso ms en la perfeccin de su estilo. Y lo lleva a cabo con riesgo y ambicin. Haciendo pivotar su historia sobre tres geografas: Mxico, Cuba y la Baja Andaluca de mediados del XIX

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    LA TEMPLANZA ES VIRTUD

    transmitidas de forma oral, los viejos secretos de nuestros antepasados y la dureza de una vida que muestra sus ltimos vestigios en una generacin que no se ha extinguido por completo.

    Con el mismo esqueleto, fortalecido ahora por el favor del pblico, Mara Dueas inventa, sin embargo, un cuerpo nuevo. Y da un paso ms en la perfeccin de su estilo, ya personal; de los ritmos

    los que los crculos literarios, la crtica y el lector ms exigente mantienen una distancia recelosa.

    Sin embargo, La Templanza, que toma su nombre de la via que el protagonista de la narracin se encuentra en el Jerez de la Frontera mejor retratado en la literatura espaola de las ltimas dcadas solo despus de Dos das

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    L a realidad es una sombra de sombras. Un ensueo pirandelliano en el que un escritor entra y sale de una novela para pasear con una enfermera pelirroja por el Pre Lachaise en busca de la tumba de Colette, y de su intervencin como personaje. Tambin de los pasos de Lorenzo Massan, un hombre que se busca a s mismo, cojeando en la vida, en la memoria, en el amor que

    NGELES CADOS

    GUILLERMO BUSUTIL

    CON EL CIELO A CUESTASGonzalo SurezRandom House192 pginas | 15, 90 euros

    tiene diferentes formas de ser. Gonzalo Surez lo llevar desde una trinchera espaola de la Guerra Civil a Pars en busca de un ladrn de la alta sociedad, de un amigo argelino que manda su sueldo al Frente de Liberacin Nacional y donde seguir huyendo del exilio. No sabe que la maana que la Marsellesa bautiza la entrada de un barco en el mar, comenzar una travesa en la que una pintora le pedir ayuda para ocultar un cuadro con el secreto de un paisaje de mujer. Tampoco que la cazadora que le robaron en una playa, que el lienzo que desaparecer, lo mismo que un brazalete de oro y una pistola, le ensearn que las cosas perdidas

    mujer con atributos de hombre, esposa del doctor Gallet y amante de Nora. Una es manipuladora, sofisticada y con una conflictiva transexualidad, y la segunda es una pintora noruega, encadenada a Frederica por una relacin impetuosa y ambigua. Otra relacin es la que une a Arlette, una mujer invisible, igual que Nora, y al antihroe Massan, atormentado superviviente que carga hortalizas de madrugada y piensa en regresar a las montaas de Espaa para cicatrizar una herida moral.

    Gonzalo Surez maneja con ritmo el suspense calculado de la trama, la mueve fragmentariamente entre el tiempo en el que sucede, el que habita el narrador que se interroga acerca de los personajes y se distancia dispuesto a dejar que lo imprevisto se cuele en la historia, y en el pasado del Pars de la Segunda Guerra Mundial. La ciudad por la que se persiguen, se esconden y se amenazan los protagonistas, junto con un joven que colecciona pjaros con ojos de cristal que llueven del cielo y un escritor que traduce al francs la correspondencia entre Joyce y Ezra Pound. Ninguno sabe que cuando son protagonistas de los relatos que entreteje Surez entre sombras y pistas falsas para extraviarlos como ngeles cados, la Alicia de Carroll cruza en tren un instante de la novela. En la que tambin cada uno de ellos cruza un espejo: el de la mentira, el del miedo, el de la culpa, el del amor, el de la venganza, el de la muerte, el del deseo. El de la noche en la que Pars se llena de fantasmas que regresan de la fiesta, mientras en la rue des coles un coche atropella a Roland Barthes; en el nmero 29 de la rue Madame, Camus escribe su alegato contra la pena de muerte, y en el Palais des Sports, el campen de los pesos pesados Charles Humez derriba con la zurda a Germinal Ballarin. Pero como Con el corazn a cuestas es una historia de amor, de fondo tambin deja que el lector escuche a Miles Davis tocndole el saxo a Juliette Grco. n

    Gonzalo Surez.

    Una escenogrfica historia de suspense y cctel literario con el toque de vodevil de esos pasadizos que se abren y se cierran en mitad de los secretos, de las conversaciones y de los sueos que nos suean entre la realidad, las mscaras y las ficciones que cada uno aspira a ser

    duelen ms que las cosas rotas, porque lo que se rompe acaba para siempre y lo que se pierde sigue existiendo sin uno.

    Con el cielo a cuestas, Gonzalo Surez recupera una novela escrita en Pars a mediados de los aos 50 y que, despus de perder, reencontr para revisar y dar vida a una escenogrfica historia de suspense y cctel literario con el toque de vodevil de esos pasadizos que se abren y se cierran en mitad de los secretos, de las conversaciones y de los sueos que nos suean entre la realidad, las mscaras y las ficciones que cada uno aspira a ser. Siempre le ha gustado a Gonzalo Surez jugar sus narraciones con lenguaje cinematogrfico, el surrealismo onrico, las atmsferas estticas y los contenciosos entre los personajes y las relaciones que forman. Frederica, una bella

  • MAYO 2015 MERCURIO

    La madre queda en un discreto segundo plano y son Max y el padre, Elas, que no dese la gestacin, quienes monopolizan la novela. Se trata de dos personalidades bien distintas aunque comparten una tirnica marca gentica que les lleva a ansiar el imposible. Ya puede suponerse que tal quimera resulta inalcanzable porque la literatura prefiere la derrota y la novela da sobrado testimonio de la deriva desastrosa de ambos personajes,

    LA VIDA EQUIVOCADALuisg MartnAnagrama288 pginas | 18, 90 euros

    E l arranque que le imanta a uno al texto en algunas novelas suele deberse al anuncio de una peripecia apasionante. Ese mismo efecto produce el inicio de La vida equivocada, solo que por una razn muy distinta, no porque prometa un argumento colmado de vicisitudes externas (las cuales, por cierto, tambin abundan) sino por la rotundidad de un conflicto moral que augura un descenso al fondo de almas muy enfermas. Con

    INSLITA NOVELA MORAL

    SANTOS SANZ VILLANUEVA

    peripecia como de las reflexiones a que da pie la ancdota. Esto ltimo es la esencia de La vida equivocada, una novela meditativa de corte moral inslita en nuestros das por lo explcito del propsito.

    Luisg Martn, fiel al ncleo duro de su escritura narrativa, lleva a cabo una descripcin minuciosa y sin concesiones de las turbias sentinas del alma: pasiones diversas, la identidad, la pulsin ertica, la

    muerte, el triunfo, el fracaso, el deseo, con una minutsima concentracin intimista que se complementa con un testimonio crtico contemporneo. De ello sale el sostn moral del libro, que nada tiene que ver con una intencin moralizante. El autor pone bajo su lupa las conductas humanas y las examina desde una perspectiva cerradamente materialista, sin que quepa en ellas explicacin espiritual alguna. La existencia es producto por entero de un mero componente bioqumico. La violencia limtrofe con el tremendismo de los sucesos referidos aade un plus de desolacin a una descarnada gesta del fracaso. Y los hechos se apostillan de continuo con intervenciones

    ensaysticas del autor. Este repertorio de elementos

    produce una literatura spera. Quizs al propio Luisg Martn le atemoriza un poco su exigencia y por ello monta una trama de excesivo rebuscamiento anecdtico, un punto inverosmil, que se despliega por el territorio de los negocios sucios y las conspiraciones poltico-econmicas planetarias. Tal concesin empaa el resultado global de este libro de extraordinaria dureza y tan logrado en otra vertiente, la de soldar el inters novelesco y la densidad especulativa. n

    Luisg Martn, fiel al ncleo duro de su escritura narrativa, lleva a cabo una descripcin minuciosa y sin concesiones de las turbias sentinas del alma, con una concentracin intimista que se complementa con un testimonio crtico contemporneo. De ello sale el sostn moral del libro

    NARRATIVA

    lecturas 16 | 17

    que en el caso de Max aboca en una muerte por sida en la ms absoluta soledad.

    Ambas historias, que bien podran haber dado sendos relatos independientes, se acoplan gracias a los papeles secretos de Elas que Max descubre e inspecciona. A la vez, y mediante el recurso de la autoficcin que ya empieza a resultar cansino en nuestra narrativa penltima, el propio Luisg Martn, amigo de Max, cual albacea del muchacho, con quien tuvo una efmera pasin amorosa, reconstruye las dos historias y sirve de hilo conductor tanto de la

    semejante densa problemtica psicolgica abre Luisg Martn su novela. Reproduce la impactante carta de un joven torturado y resentido, Max, en la que reprocha a su madre que le diera vida. Como ningn trauma ni dolor son comparables al sufrimiento de estar vivo y saber que se ha de morir, Max deseara no haber nacido. Este alegato radicalmente existencialista, eco del sartreano ser para la nada hoy tan lejos de la moda como imperante hace medio siglo, trenza la aguda conflictividad mental del libro, caracterstica, por otra parte, del autor.

    Luisg Martn.

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  • lecturas 19

    MAYO 2015 MERCURIO

    Premio Primavera, tonteras las justas: el padre del Quijote es

    personaje principal, como lo fuera en El comedido hidalgo. Pero esta vez se propone redoblar la apuesta.

    El argumento gira en torno al asesinato, basado en hechos reales, de un tal Gaspar de Ezpeleta, cuya autora es atribuida a Cervantes y supone la crcel para l y para las mujeres de su casa, conocidas como las Cervantas. La duquesa de Arjona, admiradora de su obra, pide a Dorotea de Osuna que viaje a Valladolid para descubrir quin cometi el crimen y por qu se acus injustamente al escritor. Sin nimo de destripar la trama, podemos decir que el caso parece resuelto en la primera mitad del libro, pero da para mucho ms.

    Eslava sabe llevarnos de la atmsfera noir a la inmersin histrica, viajando a una deprimente Espaa llena de injusticia y desigualdad. Lo mejor de esta narracin, no obstante, es su poderossima sensacin de vigencia: Nunca el mundo ha estado peor que ahora; ms codicioso, ms deshonesto, ms loco y altivo..., lamenta uno de los personajes como si fuera un parroquiano

    de cualquier caf de hoy da, mientras que Cervantes, como tantos colegas suyos del siglo XXI, se lamenta de su suerte y se pregunta si vale la pena afanarse en su oficio de escritor. Pero sobre todo se antoja de la mxima actualidad la irrenunciable, desafiante libertad de las Cervantas, mujeres que defienden su independencia de una sociedad opresiva e

    hipcrita. El hecho de que la detective y su mecenas sean tambin fminas tampoco parece un detalle casual.

    La habilidad en la confeccin de la trama, el equilibrio entre un lenguaje coherente con su tiempo y una imprescindible agilidad, sumada al conocimiento profundo de las claves del Siglo de Oro, confieren gran brillantez a esta narracin cervantina y permiten que ese cocinero que es Juan Eslava Galn, ganador de casi todos los premios literarios, empiece ya a aspirar directamente a una estrella Micheln. n

    ALEJANDRO LUQUE

    CERVANTES ENCADENADO

    E l boom de la novela histrica en Espaa desde los aos 90 se debi quiz a un equvoco: se crey que era fcil escribirla. Cientos de autores, profesionales amateurs, se lanzaron a probar fortuna convencidos de que no hay nada ms chupado que acudir a las fuentes y abrevar en ellas. Bastaba tomar de aqu y de all vestuarios, escenografas y un poco de lxico de poca, enfocar mal que bien el contexto y meter un poco de accin, o de amor, o de intriga, para que el plato estuviera servido.

    Eslava Galn, fiel al gnero que lo consagr en 1987 con En busca del unicornio, ha seguido recordndonos que no basta con poner a calentar todos los ingredientes juntos. Que esto requiere amor, sabidura y paciencia. Y lo hace predicando con el ejemplo no en vano firm tambin un curioso tratado titulado Cocina sin tonteras. En su ltima novela, este Misterioso asesinato en casa de Cervantes que le vali el

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    Juan Eslava Galn.

    NARRATIVA

    MISTERIOSO ASESINATO EN CASA DE CERVANTES Juan Eslava GalnPlaneta288 pginas | 19, 90 euros

  • MERCURIO MAYO 2015

    cargados de contradicciones y contricciones, de compromisos

    incumplidos y traiciones en defensa propia. Hay muchas referencias cinfilas y literarias con las que afilar afinidades. En La pantera de Oklahoma, la lucha sorda y muda entre un traductor y el autor se convierte, con una nieta del cineasta Blake Edwards como invitada sorprendente, en un ejercicio de intriga que revuelve aguas metaliterarias sin ahogarse en ellas. Hay en esta sucesin de desdichas (des)encadenadas una voluntad descarada por mezclar un cauto lirismo sentimental con rejonazos costumbristas que abren en canal la suciedad annima que nos rodea y chispazos delirantes al filo de lo imposible. Los elementos ms intrascendentes adquieren una importancia capital en las historias de Nopca, capaz de arrojar a un hombre al mismsimo infierno por perder sus llaves y de arrancar una historia de amor en un lavabo pblico (una mezcla de David Lynch y Wong Kar-Wai con resonancias del primer Almodvar: impresionante).

    Con Navaja suiza hay una perturbadora sacudida de emociones:

    una pareja se ambienta antes de emprender un viaje con literatura de ese pas. Cuando el destino es Suiza, lo imposible se vuelve inevitable y al protagonista le aguarda una tormenta helada de decepciones y rencores de la que solo podr escapar gracias a la venganza. Con un final que hubiera encantado al Hitchcock de las pequeas historias terribles que

    presentaba en televisin, Nopca tambin demuestra su talento para estrujar la narracin y hacerla agobiante y turbia.

    Este cruce de destinos y desatinos donde el humor, el amor y el horror son colindantes (se necesitan) tiene la admirable cualidad de hacer a sus personajes crebles. Los dilogos son los justos y necesarios (he aqu un escritor espaol con buen odo), los cambios en el punto de vista estn bien engrasados, y los brotes de ternura que crecen en las reas ms inhspitas aportan un toque de calidez casi desesperada. n

    TINO PERTIERRA

    EL FILO DE LA NAVAJA

    J ordi Nopca esconde en sus relatos pistas que el lector atento debe coleccionar para escarbar entre lneas. La caudalosa informacin que hay en cada historia revela a un observador que tambin sabe cundo y dnde escatimar informacin para mantener la tensin. El misterio. La intriga. Vente a casa, por ejemplo, es una frase aparentemente inocente que se empea en no ser inocua: con ella llega un volantazo narrativo que lo pone todo patas arriba. Porque Nopca sabe que una simple decisin sin meditar puede cambiar una vida. Destruirla, incluso. Los personajes son vctimas de una crisis personal y colectiva. Las palabras se pegan al terreno y cuentan lo que nos recuerdan los peridicos: injusticias, fracasos. Rutinas de dolor.

    Sus parejas viven en el filo de la navaja y nunca pueden confiarse: a la vuelta de la espina aguarda un pinchazo que desangra los sentimientos y calcina las esperanzas. Los personajes estn

    Jordi Nopca.

    NARRATIVA

    VENTE A CASAJordi NopcaLibros del Asteroide214 pginas | 16, 95 euros

  • muerte antes de tiempo. Quieren asistir a una muerte sencilla, natural: al oxmoron tragicmico de un fin poco extraordinario. Pero el hombre no muere y esa resistencia nos da la medida del tono agridulce de la prosa de Kazumi Yumoto. La vida aparece como un conglomerado de momentos tristes, violentos, cmicos, de minutos de luz y acontecimientos imprevisibles que, sin embargo, acaban en la previsibilidad de la muerte. Para

    E sta novela tiene una extraa virtud metaliteraria: la de que nos preguntemos si conviene que exista una literatura destinada a un estereotipado y a menudo puerilizado pblico juvenil. Igual que los nios se enfrentan cara a cara con la precariedad y la putrefaccin, pueden crecer leyendo a Stevenson sin anestesia. Yumoto habla sobre el crecimiento y la fractura de la pubertad, y nos remite a la muerte. En Los amigos el tema principal es la transformacin de tres nios que migran de la infancia a la pubertad a causa del inexorable paso del tiempo y de las experiencias vividas en compaa de un anciano solitario. La vivificacin, la amenaza del acabamiento y la metamorfosis son las metforas en las que se asienta el relato. Tambin en la imperiosa necesidad de existir incluso de morir en compaa y en la pregunta sobre dnde se encuentra exactamente ese punto ncleo, epicentro, punto g a partir del cual los individuos comenzamos a morir. Estar en la soledad, la enfermedad, la vejez, la ira, el maltrato en la infancia?, en mirar lo prohibido?, estar en una lucidez triste o en el trauma de haber vivido una guerra que es bsico para comprender a varias generaciones de japoneses?

    El arranque de la novela se sita en la posicin, morbosa y voyeurstica, de tres nios, Kiyama, Kawabe y Yamashita, que se ocultan junto al marco de una ventana para ver morir a un hombre que, por ley de vida, tiene que morir. Ellos no buscan presenciar la tragedia desatada o la espectacularidad de una

    Kazumi Yumoto.

    en instrumento de consolacin. La capacidad fabuladora, las historias de fantasmas y la metfora en torno a la escritura como procedimiento para conjurar el olvido constituyen un leitmotiv en el texto: el narrador de la novela, Kiyama, relata el inicio de su vocacin como escritor que toma la palabra para no olvidar los rostros de las personas amadas; tambin es relevante el truculento relato de fantasmas con que aterroriza a los muchachos una de las cocineras del campamento. En lo narrativo confluyen la materia de la vida, las flores de cosmos con las que siembran el jardn del viejo, la consistencia de los cadveres a los que hay que mirar de frente para constatar que la ausencia no va a ser una ficcin, y a la vez la posibilidad elegiaca, la potencia frigorfica de esa palabra que nos ayuda a fijar el recuerdo y nos consuela mientras nos daa un poco. La autora de Los amigos no llega a cortarse con el filo de la sensiblera.

    La limpieza de la prosa juega a ser naif y, aunque combina lo cmico y lo trgico, en ella sobresalen los momentos hilarantes: el miedo obliga a los amigos a ir juntos a hacer pis por la noche; Kawabe se ofusca siempre que le mientan a su padre desaparecido y empieza a asignarle alocadamente todo tipo de profesiones: bombero, piloto, actor secundario de mucho talento... La escritora logra con sutileza que los lectores reconstruyamos el entorno familiar de los nios y, sobre todo, perfila tres personajes entraables: el gordo Yamashita que de mayor quiere ser pescadero como su pap; el irascible e imaginativo Kawabe, siempre con sus gafas; el esprrago Kiyama que lleva las riendas de la historia... El estereotipo fsico de la pre-adolescencia nos deja imaginar los rostros maduros de los amigos, ya evolucionados, embellecidos o devastados por la acumulacin de vivencias, por la escisin traumtica que suponen las separaciones definitivas o temporales. Por las propias mutaciones de la amistad. n

    En Los amigos el tema principal es la transformacin de tres nios que migran de la infancia a la pubertad a causa del inexorable paso del tiempo y de las experiencias vividas en compaa de un anciano solitario

    LA NATURALEZA DE LA MUERTE

    MARTA SANZ LOS AMIGOSKazumi YumotoTrad. Jos Paz Espinosa Nocturna210 pginas | 14, 90 euros

    lecturas 20 | 21

    MAYO 2015 MERCURIO

    la escritora, la muerte no es solo dejar de respirar. La leyenda las religiones como forma de la literatura y acaso la literatura como modalidad religiosa religa al ser humano con el flujo de la naturaleza y se convierte

  • MERCURIO MAYO 2015

    L a ajetreada y fascinante vida de Teresa de Jess, ahora conmemorada, ha sido objeto de no pocas aproximaciones ensaysticas o narrativas y es bien conocida, en primer lugar, gracias a sus propias obras autobiogrficas incluidos el epistolario y las cuentas de conciencia, dirigidas a sus confesores que marcaron un hito en la evolucin del gnero y no slo en la literatura castellana, famosamente refractaria, en los siglos siguientes, a los registros confesionales. Centrada en la estrecha relacin que uni a la monja con el fraile carmelita Jernimo Gracin de la Madre de Dios, la nueva novela de Fernando Delgado no pretende contar de nuevo esa vida, sino profundizar en un vnculo que fue fundamental para ambos y signific para Teresa, que doblaba la edad de su valedor y protegido, lo ms parecido al amor humano inseparable del divino, pero no exento de atraccin fsica,

    UNA NTIMA ALIANZA

    IGNACIO F. GARMENDIA

    SUS OJOS EN MFernando DelgadoPremio Azorn de Novela 2015Planeta304 pginas | 20,50 euros

    los suyos sufrieran procesos, calumnias y maledicencias, con la sombra de la Inquisicin siempre acechante es referido, mucho tiempo despus de los hechos, por boca de varios narradores y un invitado especial, el diablillo de la imaginacin que es, como sabemos, la loca de la casa. Al margen de la historia principal, otro plano nos transporta a la segunda mitad del siglo XX, en el que tres personajes dos frailes, Casto y Humberto, unidos por una complicidad creciente a lo largo de la bsqueda, y el to historiador del primero, Ronald, erudito en la materia repasan los distintos episodios hasta la Fernando Delgado.

    Rebosante de accin, el relato de la estrecha amistad entre Teresa de Jess y su amado Gracin es referido, mucho tiempo despus, por boca de varios narradores y un diablillo de la imaginacin que es, como sabemos, la loca de la casa

    como explica ella misma que conoci nunca.

    Y fue para mi desgracia escribe Gracin, de donde el ttulo de la novela que en Beas de Segura y en da de primavera pusiera en m sus ojos, refirindose a un primer encuentro que marcara el inicio de una ntima alianza y los llevara a pasar tantas horas juntos, tantas horas viviendo las ausencias, ms gozosa su compaa cada vez y la vida ms plena. Seductor, inteligente, bendecido por mltiples talentos, el apuesto Gracin luch y pen junto a Teresa por la reforma del Carmelo, que los enfrentaba a enemigos poderosos y conllev para los dos, tan audaces como obstinados, incontables reveses y padecimientos. La cruenta batalla entre los calzados y los descalzos, caracterizada por avances y retrocesos efmeros, sujetos a las decisiones cambiantes de las autoridades temporales o eclesisticas, aporta el contexto en el que se desenvuelve la amistad ms que una mera amistad entre la brava autora de Las moradas y fray Jernimo, en ocasiones abrumado por el entusiasmo de Teresa o por las represalias derivadas de esa cercana pero a la vez seducido y orgulloso de su confianza.

    Rebosante de accin, como lo estuvo la vida de la fundadora, el relato de los aos que cimentaron la leyenda de la futura santa elevada a los altares despus de que ella y

    muerte de Teresa. Relatadas en el manuscrito de un misterioso jesuita, Barmant, las aventuras o desventuras posteriores de Gracin, cautivo de los turcos y reconvertido en soldado a las puertas de Bruselas, cierran una novela que contiene varias novelas y de alguna manera, en varios tramos, se escribe a la vez que se nos cuenta.

    Galardonada con el Premio Azorn, Sus ojos en m es una novela histrica, pero no de gnero, por la originalidad de su estructura, por la forma dialogada en que se recrea el fresco de poca, por la atencin prestada a los caracteres peripecias y adentros, como deca Teresa, conviven en una narracin que rehye la superficie o por el modo en que se relacionan los dos planos referidos, que lleva al lector, independientemente del trasfondo biogrfico, a uno de los temas recurrentes en la obra de Delgado, la variedad de los amores no convencionales y lo que estos implican de desafo. n

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  • literariamente son dos personajes que pertenecen al universo simblico de los deseos ocultos. Su salvacin? Haber formado parte de dos de los artefactos literarios ms fascinantes sobre las pulsiones sexuales prohibidas.

    El nio que se desnud... es tambin un sorprendente artefacto literario, una novela impdica sobre la pedofilia narrada con la distancia (que no la ocultacin) que permiten las palabras, es decir, ese juego radicalmente inteligente,

    errata es una obsesin y nada oculta: Los pedfilos de Serralvo son una especie de criaturas animadas y repulsivas fabricadas a partir de ese material inerte que reposa en los diccionarios las palabras y por eso unas veces son vomitivos y otras (o a la vez) indicios de la mejor literatura.

    La novela de Serralvo, ms all de las influencias directas, tiene un valedor externo que conviene citar: el editor Enrique Murillo, traductor l mismo de Nabokov y certero cmplice de la buena (y valiente) literatura.

    El argumento de la novela es este: un chico de veinticinco aos revela durante cuatro horas ante una comisin del Senado norteamericano cmo fue introducido, con doce aos, a travs de una falso seguidor de la Cienciologa, en las redes de la pederastia, las vejaciones a que fue sometido, las implicaciones que tuvo en su srdida existencia, las decisiones (no siempre modlicas) que adopt en defensa propia, el dinero que amas y la delicada historia de su nico amor: una chica, Mary Jane, de su misma edad, paraltica, que lo surte de libros de Foster Wallace y que se solaza con l en un hotel de lujo en el Nueva Orleans de antes del Katrina.

    El largo monlogo de Dave Timberthirdleg no elude ningn aspecto de su angustiosa historia: su violento origen familiar, cmo era castigado por su padre a cortar csped con un cortauas, a comer cucarachas por acostarse con la boca sucia o a permanecer inmvil en la caseta de su perro Reagan, una animal tuerto y espectral; o cmo anticip la muerte de su abuela enferma de alzheimer o cmo se defendi con una botella de Johnnie Walker del acoso de un exquisito corrupto en un hotel de Las Vegas.

    Por supuesto, todo lo que cuenta en esta novela el personaje de Timberthirdleg ante la comisin del Senado es un alegato en defensa propia, un discurso elaborado con palabras cuidadosamente elegidas con el objetivo ms de atrapar a su pblico que de confesar. Esa es, en el fondo, la meta de la creacin literaria. n

    Jos Serralvo.

    E l nio que se desnud delante de una webcam, la segunda novela de Jos Serralvo, un joven y casi desconocido escritor nacido en Cdiz del que apenas sabemos que ha trabajado en un caro despacho de abogados y es miembro del comit de Cruz Roja en Colombia, no se puede leer literalmente sino literariamente. La literalidad nos conducira a un engorroso problema moral previo difcil de superar: es honroso, incluso lcito, novelar la depravada y minuciosa vida de un nio de doce aos, residente en un bario marginal de Chicago, vctima

    LA LITERATURA COMO DEPRAVACIN

    ALEJANDRO V. GARCA

    EL NIO QUE SE DESNUD DELANTE DE UNA WEBCAMJos SerralvoLos libros del lince224 pginas | 17 euros

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    NARRATIVA

    de una legin de repugnantes pederastas? Es en s mismo inmoral describir las reacciones de una legin de tipos repulsivos (los llamados Auditores Externos de la red corrupta) que se masturban frente a un ordenador mientras un nio complace sus impdicas rdenes en un cuarto remoto? Sin duda lo es.

    Ahora bien, la depravacin literal no tiene nada que ver con la depravacin literaria. Pervertido, asquerosa y literariamente pervertido, es Humbert Humbert, el profesor de mediana edad obsesionado sexualmente por su hijastra (tambin de doce aos, como el Dave Timberthirdleg de Serralvo) en una de las obras cumbre de literatura mundial del siglo pasado, Lolita; depravado es, en la literalidad de su conducta, el decadente profesor Gustav von Aschenbach que se enamora de un efebo virginal en un hotel de Venecia mordido por la peste en el relato de Thomas Mann.

    Humbert y Aschenbach literalmente son pedfilos pero

    semntico y prosdico que es el estilo. Las consecuencias de cmo se asimile esa invencin, cuya superchera est siempre a la vista, es responsabilidad exclusiva del lector. El autor inventa, descubre las costuras, siembra las referencias y deja al lector la tarea de imaginar e interpretar: de advertir arte o inmundicia.

    Los referentes literarios de Serralvo, siempre evidentes, aclaran an ms el carcter de su creacin: Nabokov, Don DeLillo. Foster Wallace, Foster Wallace y Foster Wallace. No, no es una

    MAYO 2015 MERCURIO

  • 24 lecturas

    MERCURIO MAYO 2015

    esta sntesis: Un poema es como robar un banco: la idea es entrar, dar una voz, hacerse con el botn y salir. Sabamos que Simic era un esplndido poeta, pero tambin es un sabio con humor y este es un libro fascinante e infinito. n

    S eamus Heaney firma el eplogo de El monstruo ama su laberinto y dice que Charles Simic (Belgrado, 1938), a lo largo del tiempo, desarroll un mtodo de escritura que conciliaba el mundo que habitaba con el mundo que le habitaba. La poesa y la vida. Sus caminos interiores hacia la conciencia y sus puentes hacia el exterior de uno mismo y su lenguaje es lo que descifran estos cuadernos de

    fogonazos, de materiales de la imaginacin, de la bsqueda y la lucidez.

    En ese arranque, recuerda los amargos das de bombardeos en Belgrado (comamos meln bajo un enjambre de aviones que volaban a gran altura), la historia de un casco alemn lleno de piojos, la amistad de su abuelo con su paisano Savo, sus das de repartidor del Sun Times o algunos episodios de amor y su iniciacin sexual, a los cinco o seis aos, con una criada bajo la mesa o la fascinacin que le produca ver cmo las mujeres remendaban sus medias por la noche.

    A partir de ah sus textos ofrecen una sntesis de sus obsesiones (Mi vida est a merced de mi poesa, dice a modo de potica general) mediante aforismos, imgenes, citas ajenas, homenajes y algunas paradojas. Su sentido desmitificador es nico y a la vez es vitalista, irnico y sensual. Sostiene que toda defensa de la poesa es una locura y resulta ms que elocuente en

    EL CUADERNO INFINITO DEL POETA

    ANTN CASTRO EL MONSTRUO AMA SU LABERINTOCharles Simic Trad. Jordi DoceEplogo de Seamus Heaney Vaso Roto 168 pginas | 15 euros

    ENSAYO

    Charles Simic.

  • MERCURIO MAYO 2015

    HCTOR MRQUEZ

    Antonio Fraguas, Forges.

    H ace ya 35 aos, cuando en Espaa se comenzaban a respirar libertades nunca antes conocidas, un humorista grfico, que nunca se tuvo por buen dibujante, con la rapidez mental de un relmpago y la sorna de un Quevedo, que hasta no haca mucho se ganaba la vida como montador de imgenes en Televisin Espaola, decidi ir contando a base de vietas la Historia entera del pas que le haba visto nacer. Lo hizo entonces cuntos espaolitos no llenaramos nuestra biblioteca de enciclopedias fetn de aquella manera? usando la tcnica de fascculo semanal. La primera Historia de Aqu que public Forges acudi religiosamente a los kioscos entre 1980 y 1981 para completar un total de tres tomos. Con los aos Antonio Fraguas de Pablo, Forges (Madrid, 1942) para la historia del humor grfico, fue aadiendo perodos histricos de la historia ca,que ya haba adelantado en 1977 con su visin del franquismo, Los Forrenta aos. Y siempre desde el humor inteligente e informado, que vacuna contra los nacionalismos y contra muchas cosas, como la intransigencia, la intolerancia y la verdad absoluta, asegura. As, este sujeto que parece encarnar como nadie la irnica cancin del do Astrud Hay un hombre en Espaa que lo hace todo, ha publicado libros ilustrados de humor sobre cmo manejar un ordenador, qu narices es eso de internet, los mundiales de ftbol del 80 o la mismsima Constitucin espaola. Pero, sobre todo, mucha

    Hace ya 35 aos, un humorista grfico, con la rapidez mental de un relmpago y la sorna de un Quevedo, decidi ir contando a base de vietas la Historia entera del pas que le haba visto nacer

    Historia. Nuestra Historia, esa de la que, asegura desconocemos el 90% de lo que hicieron nuestros abuelos y el 10% restante, nos lo han contado interesadamente, es decir: mal.

    Hablamos con Forges porque en estos das vuelve a las libreras una nueva versin de aquella Historia de Espaa a la que ha aadido secuencias y captulos al final, cuando an no se haba desplomado ni el Estado del Bienestar que entonces se construa, ni Iniesta nos haba hecho campeones del Mundo. En realidad lo nico que he hecho es

    querencia al moscatel del hermano de Napolen.

    La Historia de Forges es una historia que entra por los ojos y se lee con la corbata desatada para bien rer. No es aventurado afirmar que ms de un estudiante se habr apoyado en esta forgespedia llena de vietas a todo color para solventar con gallarda un control sorpresa. Uno se imagina al Forges nio, quien siempre se confes mal estudiante, en la Era del Pupitre y siendo el segundo de nueve hermanos en tiempos de escasez y no sabe bien si fue uno de esos nios que forraban

    sus libros de texto o de esos otros que aadan dibujos y comentarios desternillantes al retrato de Felipe II. S, yo fui ms bien pintarrajeador justiciero. En realidad soy un humilde escolar que sufri mucho sospechando que la Historia que nos contaban en el cole era un cmulo de falsedades interesadas, confiesa, como no poda ser de otra forma, el dibujante espaol ms conocido junto a Francisco Ibez, con quien guarda no pocas avenencias. Sus Marianos tienen algo de Mortadelos, el cachondeo hacia lo carpetovetnico es similar, ambos son miopes y gastan frente despejada, curran como japoneses y comparten cierto sentido del humor brugueril: Cuando yo era un nio, Ibez era uno de mis dolos. Para m era como un Dios superior e inmarcesible: le admiraba absolutamente... bien; pues ahora que soy mayor, mi

    admiracin es mucho mayor... y s, es cierto, confieso: intento dibujar con su maestra, pero nada: no le llego ni a la suela del zapato. La verdad, en lo nico que le supero es en matita pelo, pero tampoco mucho admite con guasa, para luego desvelar el porqu de la miopa global de sus personajes. Acaso venganza secreta de las chanzas de otros escolares hacia el gafitas cuatrojos que fuera de nio? No, no; es que como no s dibujar muy fluidamente, me es ms cmodo pintar unas gafas

    actualizar la obra original desde sus orgenes a nuestros das, dice el humorista quien, como siempre ha contado con la impagable labor de documentacin de su esposa, que no se llama Concha, sino Pilar Garrido. Esta nueva edicin se lanzar en tres tomos durante este ao. El primero de ellos arranca precisamente con el Hombre de Atapuerca y culmina con Jos Bonaparte, Fefe Botesha en el decir forgiano, caracterizando con su chelismo setentero la proverbial

    Fui un pintarrajeador justiciero de mis libros de texto

    ANTONIO FRAGUAS, FORGES

  • MAYO 2015 MERCURIO

    LO MS DE LA HISTORIA DE AQU 1Desde Atapuerca a Fefe Botesha, pasando por los rabesForgesEspasa312 pginas | 22,90 euros

    que dos ojos, admite este hombre que jura besndose los dedos en cruz que jams ha repetido un chiste, y cuya jornada laboral est perfectamente organizada: Cuatro horas de tablero y 12 de conexin con los medios.

    Forges, que reconoce que siempre habr lmites en el humor a la hora de publicar el pensamiento humano, pero no a la hora de pensarlo interiormente, aclara que en toda su vida profesional jams ha sido aconsejado por ningn director sobre lo que se puede decir o no en algn medio. Y comparte su receta para que despus de tantos aos su humor no envejezca: Mandar tu dibujo al medio donde publiques como si fuera el primero que te van a publicar... y pensando que tiene que ser tan bueno que el director del medio te pida, por lo menos, el siguiente. Y quines son los Chummy Chmez, Rbago, Mximo y Forges de hoy, quines le hacen rer? Hay gente buensima: como ejemplo pondra

    a Moderna de Pueblo y a Malagn, escribe este hombre que ha luchado para que en Espaa pueda estudiarse el humor desde una vertiente acadmica: el Instituto Quevedo del Humor, un centro de investigacin sobre el humor con cobertura universitaria de Alcal de Henares, que es reconocido oficialmente y que hasta imparte maestras, cursos y seminarios de grado.

    Entre Abderramanes, Trajanos, Rodrigos, Austrias y Tempranillos, Forges tiene difcil elegir sus momentos y personajes favoritos de su Historia de aqu, pero se lanza: Mira, mis momentos favoritos son todos aquellos en que brilla la solidaridad de los pueblos ancestrales en la vieja Iberia. Y de los malos momentos, no borrara ninguno porque la Historia est, tambin, para recordar a los humanos que los pueblos que se olvidan de su historia, estn obligados a repetirla y, en muchas ocasiones, son obligados a repetirla. Y personajes... muchos... sobre

    todo los annimos..., pensemos por ejemplo en seis espaoles en la procelosa selva venezolana, hace 500 aos, discutiendo entre

    ellos qu camino seguir para llegar a Eldorado... o en Fidalgo, que fue el primer europeo en llegar a Alaska, fundando las ciudades de Cordova y Valdez, en homenaje a su tierra y al apellido del virrey que le haba comisionado.

    Y para acabar, Forges, qu hechos

    ha tenido que aadir a esta nueva edicin que le hacen sentirse mejor y cules le hacen sentir mayor vergenza?

    Lo peor, la sangrienta cerrazn de ETA y la avaricia arruinadora de tantas vidas del sistema financiero. Y lo mejor, los cuarenta aos de libertad, que es eso que mucha gente no sabe lo que es, precisamente porque la tiene y no la echa en falta. n

    CMIC

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  • metforas como las alumbradas por la alta temperatura de su imaginacin. As lo ha demostrado en los seis poemarios publicados hasta hora incluyendo el ltimo, El piano del pirmano (Premio Internacional de Poesa Barcarola), publicado por Calambur, donde tambin hemos podido leer Donde las diablas bailan boleros y Los motivos del salvaje.

    El piano del pirmano, poema en prosa dividido en veintinueve partes, expresa muy bien el carcter de partitura de una vida extrema que representa este libro. Vida en el lmite que con todo su riesgo la poesa de ngel Antonio Herrera no slo refleja, sino que comete, pues hay en ella una constante accin interior no desvinculada del exterior, de los otros (...) que no slo daremos vino a la causa del solitario, sino compaa a los afectos de la fiera, y azcares al corazn de cualquier

    L a poesa est latente en todo, basta con que la mirada vea ms all de lo que la realidad nos ofrece y exista un estado intelectual y emocional capaz de bucear en el origen de cuanto existe, de buscar lo esencial y habitar lo permanente. Es tambin la poesa el pulso de lo invisible, y su concepcin necesita del organismo vivo de la lengua. Todo esto lo conoce muy

    ngel Antonio Herrera.

    ntimas del ser humano que, al concatenarse, cobran un sentido de totalidad donde la soledad, el dao, el miedo, el peligro, el placer, los cuerpos, la infancia, los recuerdos, la melancola. Todo el entramado fsico y anmico de la vida, son perforados por el lenguaje hasta revelarse desnudos tanto en la idea como en su emanacin emocional. Pongo un ejemplo: La oscuridad la conozco por dentro, cuando el dao decide sus manadas, y el miedo se gusta como un palacio desierto.

    El piano del pirmano est escrito desde la consumacin y la quemadura, desde el entendimiento de la vida como un desvn salvaje; y entre sus elementos basales se encuentran la noche con sus