mercedes de la garza- las fuerzas sagradas del universo maya

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La doctora Mercedes De la Garza es investigadora en la Universidad Nacional Autónoma de México (U.N.A.M.). Ha publicado, entre otros, La conciencia histórica de los antiguos mayas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Estudios Mayas, 1975; El hombre en el pensamiento religioso náhuatl y maya, id. 1978; El universo sagrado de la serpiente entre los mayas, id., 1984; Sueño y alucinación en el mundo náhuatl y maya, id., 1990; Palenque, México, Ed. Miguel Angel Porrúa/Gobierno del Estado de Chiapas, 1992. El presente texto es la traducción de su contribución a la obra colectiva Les Mayas Classiques, J. Maisonneuve, Paris 1998. Una versión para imprimir (texto en negro y grabados en positivo) se encuentra en la página "Antología". LAS FUERZAS SAGRADAS DEL UNIVERSO MAYA MERCEDES DE LA GARZA INTRODUCCION Todas las creaciones culturales de los Mayas están basadas en una concepción religiosa del mundo y de la vida, según la cual el universo ha nacido de las energías sagradas que se manifiestan de manera múltiple y por diversos seres naturales que provocan el acontecimiento según el ciclo temporal. Para los Mayas, los seres sobrenaturales crearon el cosmos con una finalidad precisa: la conservación de su propia existencia a cargo de un ser especial, el hombre, motor y eje del cosmos. Con esta concepción del mundo, el pueblo maya hizo de la actividad religiosa el centro de su existencia. Su pensamiento religioso está expresado en todas sus creaciones de todas sus ciudades mediante: sus obras plásticas, acompañadas generalmente de textos, sus códices y sus mitos o historia sagrada, conservados en caracteres latinos durante la época colonial, gracias a la acción de los dirigentes mayas para guardar su identidad cara a la invasión de la cultura occidental. Estos mitos, como los de

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La doctora Mercedes De la Garza es investigadora en la Universidad Nacional Autónoma de México (U.N.A.M.). Ha publicado, entre otros, La conciencia histórica de los antiguos mayas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Estudios Mayas, 1975; El hombre en el pensamiento religioso náhuatl y maya, id. 1978; El universo sagrado de la serpiente entre los mayas, id., 1984; Sueño y alucinación en el mundo náhuatl y maya, id., 1990; Palenque, México, Ed. Miguel Angel Porrúa/Gobierno del Estado de Chiapas, 1992. El presente texto es la traducción de su contribución a la obra colectiva Les Mayas Classiques, J. Maisonneuve, Paris 1998. Una versión para imprimir (texto en negro y grabados en positivo) se encuentra en la página "Antología".

LAS FUERZAS SAGRADAS DEL UNIVERSO MAYA MERCEDES DE LA GARZA

INTRODUCCION

Todas las creaciones culturales de los Mayas están basadas en una concepción religiosa del mundo y de la vida, según la cual el universo ha nacido de las energías sagradas que se manifiestan de manera múltiple y por diversos seres naturales que provocan el acontecimiento según el ciclo temporal. Para los Mayas, los seres sobrenaturales crearon el cosmos con una finalidad precisa: la conservación de su propia existencia a cargo de un ser especial, el hombre, motor y eje del cosmos. Con esta concepción del mundo, el pueblo maya hizo de la actividad religiosa el centro de su existencia.

Su pensamiento religioso está expresado en todas sus creaciones de todas sus ciudades mediante: sus obras plásticas, acompañadas generalmente de textos, sus códices y sus mitos o historia sagrada, conservados en caracteres latinos durante la época colonial, gracias a la acción de los dirigentes mayas para guardar su identidad cara a la invasión de la cultura occidental. Estos mitos, como los de

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todo pueblo religioso, explican no solamente el nacimiento del mundo (cosmogonía), sino también el comportamiento del hombre, quien es lo que es, determinado por los dioses. Los libros coloniales relatan la historia del grupo como formando parte del mismo proceso. Los mitos son para ellos la historia vivida, la historia verdadera y no una ficción; son su verdad y su guía, la regla de su comportamiento en el mundo, la explicación de su ser y de su lugar en el cosmos.

Los mitos fundamentales mayas, los de la creación y de la estructura del universo, se perpetúan todavía hoy en las comunidades indígenas. La mayoría de los grupos actuales, a pesar de la conquista española, conservan con pocos cambios los mitos cosmogónicos del período prehispánico, que fueron reunidos por los mismos Mayas en los libros coloniales. Se puede pensar pues que lo esencial de los mitos que sobrevivieron a la colonización española y los diferentes cambios acaecidos después, aparecieron desde el período Preclásico. Y efectivamente, tenemos vestigios materiales lo suficientemente evidentes que permiten conocer, si no el origen, al menos la antigüedad de los conceptos religiosos fundamentales expresados por los mismos indígenas en la época colonial y que nos ayudan a aclarar y comprender su significado.

La supervivencia de la concepción religiosa maya prehispánica del mundo y de la vida, por sorprendente que sea habida cuenta de los grandes cambios introducidos por el régimen colonial español y los acontecimientos posteriores, puede tener varias explicaciones; la historia de los Mayas nos muestra su brava voluntad de conservar su identidad, lo que les permitió luchar por diferentes medios contra la empresa española. Pero hay otra explicación, los fenómenos religiosos tienen un carácter universal y los mitos reflejan las preocupaciones y los actos esenciales de todos los pueblos por la vida humana. Esto subsiste evidentemente en las culturas indígenas americanas, puesto que no ha desaparecido más que cinco siglos después de la conquista.

El empleo de un método que compara las fuentes de las diferentes épocas para el conocimiento de la religión maya ha sido una práctica corriente en la historia de la investigación sobre la cultura maya. Este método ha sido adoptado por otras disciplinas; los epigrafistas, por ejemplo, hacen análisis comparativos entre los textos glíficos del período Clásico y los libros coloniales, como el Popol Vuh, que les han aportado numerosas aclaraciones más valiosas que las sacadas de la interpretación de las inscripciones.1

No nos entretendremos aquí en analizar el contenido religioso de los libros coloniales ni de los tres códices conservados, ya que son del período Postclásico, sin por ello ignorar creencias y ritos de este período. La intención de este trabajo es solamente explicar la religión maya de la época Clásica; y si hemos tenido en cuenta creencias y ritos del Postclásico, como los mitos coloniales y las fechas etnográficas, para apoyar nuestras interpretaciones de las fuentes clásicas, que se

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limitan a vestigios materiales, es porque considerábamos que éstas no pueden ser comprendidas perfectamente sin pasar lista a lo que los Mayas dicen de ellos mismos y de sus ideas, puesto que nos hallábamos frente a una concepción del mundo y de la vida muy diferente de la nuestra.

Además el conocimiento de los símbolos y fenómenos religiosos universales representa a nuestro parecer una herramienta esencial para la comprensión de toda religión, como lo ha demostrado la historia comparativa y la fenomenología de las religiones, estos métodos son la base de nuestro trabajo.

LAS MANIFESTACIONES PRECLASICAS DE LOS PRINCIPALES SIMBOLOS RELIGIOSOS DEL PERIODO CLASICO

El análisis simbólico de formas de representación de seres y de fuerzas sobrenaturales en la cultura maya clásica nos remite a formas similares lejanas en diversos lugares de las Altas Tierras de Guatemala y Chiapas, de los que hay que separar Izapa que parece haber sido construido por otros pueblos diferentes de los Mayas durante el período Preclásico.

Al margen de todo discurso sobre la identidad étnica de los creadores de esta cultura, llamada "Cultura de Izapa", su obra escultórica revela, sin duda alguna, símbolos religiosos y prácticas rituales que se volverán a encontrar en los Mayas clásicos en el área central, es por esto que haremos una breve descripción de ella.

En las estelas de Izapa hay numerosas figuras de divinidades hombres-pájaros, de dragones,2 de hombres o de dioses saliendo de la boca de una serpiente o de un jaguar, de dioses serpientes de la lluvia con un hacha en la mano y de hombres venerando a los dioses: estos son los motivos principales en el arte maya del período Clásico.

El dragón en el estilo de Izapa es un animal fantástico que toma los rasgos de una serpiente, de un pájaro, de un jaguar, de un lagarto o de un cocodrilo, animales que simbolizan la sacralización de las fuerzas naturales del universo, de las cuales depende la existencia material del agricultor.

El dragón representa en general la fertilidad y la deidad, puede ser celeste, terrestre o acuático como lo será más tarde entre los Mayas.

Entre las representaciones que podemos considerar como prefiguraciones del dragón maya clásico, examinemos la de la estela 2: un ser que desciende, cabeza abajo, con un cuerpo humano, alas y la cruz de San Andrés que será uno de los glifos del cielo maya, tocado de un yelmo hecho con una cabeza de serpiente (fig. 1), el hombre se inclina ante la divinidad celeste al lado del árbol eje del mundo.

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La estela 21 representa un sacrificio humano por decapitación, en presencia de un gran señor sentado en un palanquín (fig. 2). Este tipo de sacrificio era el más común entre los Mayas clásicos.3

1. Estela 2 de Izapa. Representa a un dragón celeste descendiendo sobre un árbol; a los

lados, dos hombres le rinden veneración, y en las raíces se ubica el dragón terrestre. Preclásico Tardío (de Lowe, Lee and Martínez, Izapa: An Introduction to the Ruins

and Monuments, Papers of the New World Archeol. Foundation 31, Utah 1982).

2. A la izquierda: la estela 25 de Izapa con la imagen del dragón terrestre en forma de

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cocodrilo, y el pájaro-serpiente en lo alto. A la derecha: la estela 21 de Izapa, cuyo tema es un sacrificio por decapitación. Preclásico Tardío (de Lowe, Lee and Martínez,

1982).

Sobre la estela 25 (fig. 2) se encuentran diversos símbolos esenciales del pensamiento religioso maya clásico: el pájaro-serpiente, el dragón terrestre, el axis mundi y el hombre, sostén de los dioses, situado en el centro del cosmos. En la parte inferior vemos la imagen más antigua del dragón terrestre bajo forma de cocodrilo. Tiene la cabeza abajo, su cuerpo elevado verticalmente se transforma en árbol sobre el cual se posa un pájaro; para completar la idea cosmológica del axis mundi, en el centro de la estela un hombre de pie dentro de un rectángulo (quizás el símbolo de la superficie terrestre), sostiene un mástil, sobre el cual se ha posado el pájaro-serpiente. Este pájaro es, como lo hemos mencionado más arriba, el predecesor del pájaro-serpiente maya, mientras que el árbol-cocodrilo es la prefiguración del dragón terrestre, el gran cocodrilo Itzám Cab Ain, imagen simbólica de la tierra en la religión maya. El lagarto y el cocodrilo terrestre aparecen también en la estela 6 (fig. 2a) y en la estela 11 (fig. 3).

Estela 6 de Izapa. Preclásico tardío (de Lowe, Lee and Martínez, 1982).

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3. A la izquierda: estela 11 de Izapa, donde vemos al dragón terrestre en forma de

lagarto, de cuyas fauces emerge una deidad alada. A la derecha: estela 3 de Izapa que representa al dragón en forma de deidad de la lluvia esgrimiendo su hacha-rayo frente

a otro dragón. Preclásico Tardío (de Lowe, Lee and Martínez, 1982).

El hombre, representado en la estela 25 como el ser que, de pie en el centro del mundo, sostiene su eje, expresa el antropocentrismo esencial de la religión mesoamericana; el hombre es otro axis mundi, un ser que por su espíritu y su capacidad de penetrar todos los espacios cósmicos, entra en relación con los dioses y mantiene, mediante actos rituales, por el don de su propia energía vital y de su sangre, el equilibrio y la existencia del universo.

En Izapa encontramos también al presunto precursor de los dioses mayas de la lluvia, Chaac bajo la forma de un dragón antropomórfico que blande su "hacha-rayo", ante un gigantesco dragón con cuerpo de serpiente (fig. 3, dcha). Estas son las fuerzas sagradas de la fecundidad cósmica en un juego dialéctico, en el cual el dragón-fertilidad viene a ser el símbolo de la muerte, para significar la dinámica de la muerte y del renacimiento que rige el universo.

NOTAS

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1 Freidel David, Schele Linda and Joy Parker, Maya Cosmos. Three Thousand Years on the Shaman's Path, Quill William Morrow, New York, 1993, p. 60.

2 El término proviene del sustantivo latino dracon, "serpiente", que deriva a veces del verbo dercomai, que define la intensidad de la mirada fija y paralizante de la serpiente. Dracon equivale a ophis, ofidio. Se llaman dragones a las serpientes maléficas de la mitología medieval europea, a los seres serpentinos fantásticos de Persia y de otros países de Asia menor, así como a las divinidades benéficas de China y de Japón, en las cuales se conjugan los rasgos de serpiente y pájaro. Así el "dragón" ha llegado a ser un término universal, y es éste el que define con más precisión este símbolo mesoamericano, uno de cuyos aspectos más notables es la serpiente con plumas, que se encuentra en las culturas más importantes de esta área.

3 Nájera, Martha Ili, El don de la sangre en el equilibrio cósmico, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Estudios Mayas, 1987.

EL COSMOS ESPACIO TEMPORAL4

Los Mayas se diferencian de todas las culturas antiguas por sus ideas profundamente originales sobre el tiempo y el espacio, si bien se corresponden, bajo ciertos aspectos, con las de otros pueblos antiguos. Ellos piensan que la temporalidad es cíclica, como los Hindúes y los Chinos, y que en el orden temporal del universo alternan períodos de caos y de inmovilidad.

Como en muchas tradiciones religiosas, para los Mayas el tiempo está ligado íntimamente al Sol y al cielo; el curso del Sol es percibido como un movimiento circular alrededor de la tierra y determina los cambios del espacio, puesto que el tiempo es un movimiento cíclico. Así, para los Mayas, la temporalidad no es un concepto abstracto, sino el evidente y eterno dinamismo del espacio, que da a los seres cualidades múltiples y a veces contradictorias. Este movimiento es ordenado y recurrente, tal como él se manifiesta en la regularidad de la naturaleza y de la vida humana. Para los Mayas, como para muchos otros pueblos, el tiempo es orden y en consecuencia la intemporalidad es caos.

Las ideas mayas sobre el espacio-tiempo están presentes en todas sus creencias y creaciones culturales, pero principalmente en sus textos proféticos e históricos, en su conocimiento del calendario y de la astronomía, en sus mitos cosmogónicos (del origen del cosmos), y en sus concepciones cosmológicas (de la estructura del cosmos).

Aquí, hemos puesto de relieve su idea del espacio-tiempo únicamente en la cosmogonía y la cosmología, pero hay que subrayar que los conocimientos matemáticos, astronómicos y cronológicos de los Mayas eran sin duda alguna los más avanzados de todas las culturas antiguas. Baste decir que fueron los primeros en inventar el valor de los números y el uso del cero, y que su calendario solar es el más exacto de todos aquellos que han sido creados, puesto que no presenta más que 17,28 segundos de error con respecto al año tropical.

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Los conocimientos matemáticos, astrológicos y cronológicos de los Mayas pueden ser considerados como una "ciencia objetiva", según el concepto occidental y convencional de la ciencia, pero según sus creadores esas "ciencias" son una manera de unirse a lo sagrado, en la medida en que los astros y el devenir son energías divinas que influyen sobre el mundo y los hombres. Esos conocimientos tienen por fin proteger al hombre, ayudarle a subvenir a sus necesidades materiales y a prever su futuro, ellos están integrados en la religión. Las fuerzas sagradas generadas por el tiempo, son benéficas o maléficas para el hombre. Pero el hombre no está sometido pasivamente a los dioses, puesto que el movimiento es cíclico y que conociendo el pasado, él puede prever y buscar el medio de mejorar su futuro. También, la investigación "científica" maya implica una actitud creativa y libre frente a los dioses, y tiene como preocupación única el destino humano.5

La Cosmogonía Los mitos cosmogónicos mayas conocidos son aquellos que se puede leer en los textos mayas coloniales; los principales son el Popol Vuh de los Quichés (indígenas de Guatemala) o Libro del Consejo, el Memorial de Sololá de los Cakchiqueles y los libros del Chilam Balam de los Mayas del Yucatán. Evidentemente, los manuscritos antiguos y las obras artísticas prehispánicas concuerdan con estos mitos y confirman la antigüedad de los mismos.

Un análisis comparativo de los mitos contenidos en estos diversos textos coloniales, nos permite hacer una síntesis de ellos, para deducir la expresión clásica de los mismos.

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mito cosmogónico. Periodo Clásico (Freidel and Schele, 1993, ver nota 1).

En términos generales, los mitos originales relatan un proceso de creación y de destrucción, una cadena de ciclos o eras cósmicas, en la cual han sido construidos el hombre y el mundo actual. En el pensamiento maya el universo se ha creado y destruido para mejorarse, lo que implica que es infinito.

Los mitos mayas sobre el origen son complejos y ricos en detalles; aquí no haré más que una breve síntesis de los más representativos de ellos.

El mito cosmogónico de los Quichés de Guatemala,6 que es el más completo de todos los textos mesoamericanos sobre el origen, relata que los dioses creadores, sentados sobre el agua primitiva indiferenciada, y en un "tiempo estático", un momento de caos, decidieron crear el mundo con el fin de poblarlo con un ser consciente que tuviese por misión venerarlos y alimentarlos. Los dioses creadores reciben diferentes nombres, pero todos son Gucumatz, "Serpiente Quetzal", símbolo de la fuente primitiva, y "Corazón del Cielo", centro original, punto primordial de donde surgirá el cosmos. Las divinidades hacen emerger la tierra y los seres que la pueblan por medio de la palabra, que es la energía creadora, después forman, mediante etapas sucesivas de creación-destrucción, hombres de arcilla y de madera que no responden a la finalidad de los dioses; los primeros fueron destruidos por el diluvio, los segundos se transformaron en monos, y su mundo desapareció bajo una lluvia de lava ardiente. Finalmente los dioses encontraron una materia sagrada, el maíz, que mezclaron con la sangre de la serpiente y del tapir (animales sagrados y simbólicos de la fecundidad y del agua), para formar un hombre nuevo consciente de los dioses y de su misión en la tierra. Los Quichés expresaron así la idea de la unidad consustancial del hombre con la naturaleza y a la vez su particularidad.

En las etapas sucesivas aparecen Soles diferentes que, como los hombres, son imperfectos y por esto mismo son destruidos. Por fin junto al hombre de maíz surgen el Sol y la Luna actuales, resultado de la apoteosis de dos héroes gemelos, Hunahpú e Ixbalanqué que habiendo jugado a pelota con los dioses de la muerte, mueren, y resucitan en el inframundo. Los astros permanecen fijos en el cielo hasta el momento en que los hombres, recientemente creados, les ofrecen sacrificios humanos, entonces se inicia su rotación y comienza el tiempo profano, la historia de los hombres sobre la tierra.7

Los mitos de los Mayas antiguos de Yucatán, contenidos en los libros del Chilam Balam, de los cuales conservamos algunos fragmentos, se distinguen por la forma, pero expresan la misma idea cosmogónica, y narran las creaciones y destrucciones cósmicas, transmitiendo las principales ideas cosmológicas de los Mayas. Uno de los fragmentos, intitulado "Libro de los dioses antiguos", expresa la idea de que después de diferentes épocas de creación y destrucción de los hombres, el espacio celeste se derrumbó, y que los dioses Bacabes, encargados de

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sostener el cielo en las cuatro direcciones cósmicas, lo volvieron a levantar y colocaron en cada esquina las cuatro ceibas cósmicas, con un pájaro en el follaje, y la "Gran Madre Ceiba" o ceiba verde en el centro del universo.8

En todos los mitos quichés como en los de los Mayas de Yucatán, los hombres de la última era, los hombres de maíz, son el resultado de un perfeccionamiento progresivo, en espiral, de seres humanos determinados por la sustancia de la que han sido formados, sustancia que va mejorándose para alcanzar su apogeo con los maíz. Los hombres de la última era9 son diferentes, no solamente porque llevan en sí mismos otra sustancia sagrada, la sangre de los dioses, sino también por su nueva cualidad, la consciencia, que les revela su misión: subvenir a las necesidades de los dioses.

La versión del mito cosmogónico maya contenido en el Popol Vuh y en el Memorial de Sololá parece encontrarse en textos jeroglíficos de bajorrelieves y vasijas del período Clásico, y ha sobrevivido hasta hoy, con pocos cambios, en numerosos grupos mayas, tales como los Tzotziles, los Tzeltales, los Lacandones y los Mayas de Yucatán; esto corrobora la opinión según la cual, en la época prehispánica, dicha versión fue común en los diversos grupos mayas, y confirma la persistencia de las creencias de base como las que hemos descrito más arriba.10

Uno de los mitos preferidos, tanto por los grupos mayas actuales, como por los del período Clásico, es el de los gemelos Hunahpú y Ixbalanqué, representados en obras clásicas, cerámicas o esculturas, ocupados, por ejemplo, en tirar sobre pájaros con cerbatanas, lo que concuerda con el mito.

Freidel y Schele aseguran que el mito maya de la creación contenido en el Popol Vuh no es diferente al descrito en los siglos VI, VII y VIII en los monumentos de piedra de las grandes ciudades mayas.11

"No poseemos escrito alguno del período Clásico equivalente al Popol Vuh escrito por el pueblo quiché después de la conquista española. Pero poseemos la historia de la Creación tal como la describen los gobernantes mayas en sus monumentos reales."12

Estos autores han leído e interpretado los tres textos de la ciudad de Cobá, donde se afirma que el mundo actual fue creado en 13.0.0.0.0, el día 4 Ahau 8 Cumhu, lo que corresponde al 13 de agosto del 3114 a. de J.-C. en nuestro calendario; esta fecha, o Fecha de la Era, marca el origen para la datación en los calendarios mayas antiguos.13 Al encontrar esta misma fecha en la estela C de Quiriguá, ellos interpretaron la inscripción como el registro del nacimiento del mundo actual (fig. 4). El texto dice que en el día 4 Ahau 8 Cumhu "se manifestaron imágenes y fueron colocadas tres piedras..."; éstas parecen tener relación con las tres piedras que los Mayas ponen en el centro de su casa; en este texto cosmogónico, ellas son muy claramente el símbolo del centro del mundo.

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5. Lado norte de la estela C de Quiriguá. El dios Itzamná antropomorfizado portando un glifo del cielo. Periodo Clásico (dibujo de M. Aguirre, basado en Maudslay, Biologia Centrali-Americana... Melipatron Publ. N. York 1974).

La parte posterior o el lado norte de la estela representa, para nosotros, al dios Itzamná, "El Dragón", dios supremo de la religión maya, en su aspecto humano, llevando las bandas celestes cruzadas (fig. 5); este dios es el creador del cosmos, según los textos coloniales, lo que nos confirma que el texto de la estela C se refiere a la creación.

Otra obra en la que los epigrafistas encontraron el mito cosmogónico es el panel del Templo de la Cruz en Palenque. La creación comenzó con el nacimiento del Primer Padre (16 de junio del 3122 a. de J.-C.), que "se elevó" al centro del cielo, sobre el árbol eje del mundo. Este Primer Padre es llamado Wak-Chan-Ahaw "(Seis o) Sublime Señor del Cielo". Después nació la Primera Madre (7 de diciembre del 3121 a. de J.-C.).

Este texto acompaña a una representación (fig. 64) del árbol eje del mundo identificado con el dios supremo celeste Itzamná, además en medio del árbol se forman serpientes bicéfalas y arriba el pájaro-serpiente, que interpretamos como

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un aspecto del dragón celeste;14 éste Primer Padre sería Itzamná mismo; en Palenque se le llama dios G1, y precisamente el Templo de la Cruz le está dedicado. La divinidad esculpida en el lado norte de la estela 10 de Quiriguá es también Itzamná.

Cosmología Entre los Mayas, para evocar la idea de espacio y de universo, tres símbolos religiosos fundamentales juegan un papel importante: la cruz y el cuadrado, que no pueden estar separados, y la pirámide.

Los Mayas consideran que el universo está formado por tres grandes extensiones: el cielo, la tierra y el mundo inferior. El cielo se divide en trece estratos horizontales, de donde la forma de la pirámide en escalera, como lo sugiere Eric Thompson;15 lo cual es verosímil, puesto que las construcciones piramidales que sostienen los templos representan las montañas sagradas, pero ante todo, simbolizan el espacio celeste cuya última plataforma lleva a la divinidad suprema.16 Correlativamente, el inframundo está representado igualmente por una pirámide, pero de nueve estratos y a veces invertida.17 La tierra era imaginada como una plancha plana, cuadrangular, dividida en cuatro sectores, cada uno de ellos teniendo como símbolo un color, con un árbol (ceiba) sobre el cual se posa un pájaro, una especie de maíz y de judía. Los árboles sostienen el cielo al lado de las divinidades antropomórficas, denominadas Bacabes.18

Los mitos mayas hablan también de una gran ceiba verde dispuesta en el centro del universo, la "Gran Madre Ceiba", que atraviesa los tres planos. Esta imagen del Árbol Cósmico, situado en el centro del mundo, es una de las más corrientes del simbolismo universal del centro.

La concepción de la cuaternidad terrestre, que encontramos muy claramente en la cosmología maya, parece resultar de la observación del fenómeno natural de la salida y la puesta del Sol sobre la línea donde el cielo y la tierra se unen, en el vasto ciclo anual del astro. Esto ha determinado las cuatro extensiones de la tierra, los puntos cardinales, como cuatro direcciones que se unen en la cuaternidad del espacio y del tiempo.

En 1968, Alfonso Villa Rojas hizo progresar a la arqueoastronomía publicando una nueva interpretación fundada en la cuaternidad del pensamiento maya. Para él los cuatro sectores corresponden a las cuatro casas del Sol: dos al Este y dos al Oeste; estos puntos intercardinales representan las alturas extremas del Sol sobre el horizonte, a la salida y a la puesta durante su ciclo anual, su salida en el solsticio de verano y en el solsticio de invierno, y su puesta en el solsticio de verano y en el solsticio de invierno. La posición del centro, o zenit, sería la quinta casa del Sol.19 Así, el Norte estaría "a la derecha del camino del sol", el Sur "a la izquierda del camino del sol", y las "cuatro esquinas del mundo" corresponderían a las posiciones NE, NO, SO y SE.20

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Estos cuatro lugares no parecen corresponder exactamente con los puntos cardinales, pero el significado religioso del oriente y del occidente fue esencial para el carácter sagrado del Sol; sin embargo el Norte y el Sur no fueron nunca eliminados del pensamiento cosmológico maya, como lo afirman sin mucho fundamento algunos investigadores.21 Miguel León-Portilla demuestra que en el pensamiento religioso maya los cuatro puntos cardinales tuvieron un significado religioso esencial, si bien los principales fueron sin duda alguna el oriente y el occidente. La existencia de estos cuatro puntos cardinales está corroborada por la presencia de glifos que designan cada uno de ellos (fig. 6), y por el descubrimiento, por Richard E. W. Adams en 1985, de una tumba en el Río Azul, cuyos muros llevan los glifos de los cuatro puntos cardinales, exactamente en las direcciones reales.22

6. Arriba: glifos de los cuatro puntos cardinales. De izquierda a derecha: Este (Palenque, Inscripciones), Norte (Códice de Madrid, 50b), Oeste (Palenque,

Inscripciones), Sur (Quiriguá, estela M). Abajo, a la izquierda: glifo del Sol; a la derecha: tres ejemplos del glifo denominado Quinconce, que esquematiza las cinco

direcciones cósmicas (de Thompson, 1962; 1978; ver también Grandeza y decadencia de los Mayas; F.C.E. México 1964).

NOTAS 4 Garza, Mercedes De la, Ana Luisa Izquierdo, "Espacio-tiempo en la antigüedad maya

y náhuatl", México-India, similitudes y contactos a través de la historia, México, Fondo de Cultura Económica. India: Indian Council for Cultural Relations, en prensa.

5 Garza, Mercedes De la, La conciencia histórica de los antiguos mayas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Estudios Mayas, 1975.

6 Contenido en el Popol Vuh, Las antiguas historias del Quiché, 9ª ed., trad. Adrián Recinos, México, Fondo de Cultura Económica (Col. Popular, 11), 1968. Edizione italiana: Popol Vuh. Le antiche storie del Quiché, Einaudi Reprints, Torino, 2ª edizione, 1981, y en el Memorial de Sololá, Anales de los cakchiqueles, traducción de Adrián Recinos, in: M. de la Garza Literatura Maya, 1980.

7 Popol Vuh... 8 Libro de Chilam Balam de Chumayel, trad. Antonio Médiz Bolio, México, Secretaría

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de Educación Pública (Serie "Cien de México"), 1985, p. 242-244. 9 En la cosmogonía náhuatl es también "la quinta", correspondiente a la quinta dirección

cósmica en el centro del universo. 10 Garza, Mercedes De la, "Los mayas. Antiguas y nuevas palabras sobre el origen",

Mitos cosmogónicos del México Indígena, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1987.

11 Freidel y Schele, obra cit. 12 Ibid., p. 64. 13 En esta fecha se terminan 13 grandes ciclos de 400 años, llamados Baktunes en la

concepción maya, según la cual el tiempo es infinito. De acuerdo con la idea cosmogónica, antes existieron las otras eras cósmicas a las que se refieren los mitos.

14 Freidel y Schele llaman Primer Padre al pájaro-serpiente Itzám-Ye, identificado con Vucub Caquix, Sept Ara, del Popol Vuh, el falso Sol de la era anterior, interpretación que difiere de la nuestra. Ver el análisis del pájaro-serpiente en el Capítulo III los dioses.

15 Thompson, S. Eric, Maya History and Religion, Oklahoma, University of Oklahoma Press, Norman, 1970, pp. 195-196.

16 Los Tzotziles contemporáneos describen la montaña sagrada en cuya cumbre habitan los antepasados divinizados y los dioses, separados siguiendo sus niveles de rangos sociales, y ligados por una gran escalera idéntica a la de una pirámide (Holland, William, Medicina maya en los altos de Chiapas, un estudio del cambio socio-cultural, México, Instituto Nacional Indigenista, 1978, p. 110). Esto refuta la interpretación de la idea prehispánica del cielo en pirámide escalonada. En los textos coloniales se supone que los dioses en el comienzo de los tiempos se encontraban sobre la montaña.

17 Para los Mayas, la cifra 10 es la cifra del dios de la muerte, por lo que residiría bajo los nueve estratos del inframundo.

18 Chilam Balam de Chumayel, p. 88-89. 19 Ver Aveni, Anthony, Skywatchers of Ancient Mexico, Austin, University of Texas

Press, 1980, y Villa Rojas, Alfonso, "Los conceptos de espacio y tiempo entre los grupos mayances contemporáneos", 1968, Apéndice I, Miguel León Portilla, Tiempo y realidad en el pensamiento maya, 1994.

20 Ver Villa Rojas, 1968, p. 136. 21 Ver la discusión en León-Portilla Miguel, Tiempo y realidad en el pensamiento maya,

2a ed., México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1994, apéndice II. 22 Adams, Richard E.W., "Río Azul", National Geographic Magazine, Washington,

D.C., v. 169, num. 4, april, 1986, pp. 441-442. Ver León-Portilla, 1994.

Otros dos puntos parecen importantes en la cosmología maya: el más alto en el centro del cielo, el zenit, y el más bajo en el centro del inframundo, el nadir.23 Las

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dimensiones cósmicas serían pues en número de siete incluyendo en ellas la del centro del mundo.

En el pensamiento maya el espacio terrestre no se concibe sin el tiempo, y ambos están determinados por el ciclo solar. Por los cuatro sectores y los tres niveles cósmicos "caminaban" los cuatro "Portadores del año", como se les llamaba en el calendario ritual de 260 días, comunicando el movimiento ordenado al espacio e impregnando de sus influencias positivas o negativas a todos los seres.

Numerosos centros ceremoniales del Período Clásico expresan estas ideas cosmológicas,24 pero cada uno de los estratos cósmicos está simbolizado por la escultura de un monstruo reptil, que hemos llamado "dragón" ya que se trata de una criatura híbrida que presenta los rasgos de diversos animales sagrados, pero en los que predomina el carácter de serpiente. Este ser, como lo hemos dicho, es la divinidad suprema que rige todos los planos y niveles del universo.

En la simbólica religiosa, el cuadrado representa el mundo material, lo sólido, lo tangible, lo sensible; pero deriva de la cruz, cuyo número sagrado por excelencia no es el cuatro sino el cinco, número que resulta de la confluencia de las dos líneas de la cruz, el Centro del universo. Los cuatro lados están en relación con el centro o punto de intersección de los ejes de la cruz y no se puede considerarlos por separado. El es el centro común al cielo, a la tierra y al inframundo, ya que es el punto de unión y de comunicación de los diferentes espacios cósmicos. Asimismo, el centro no es solamente un punto, sino un eje que une los dos polos del cosmos.25 Por este eje, cordón umbilical del mundo, el Centro es el umbral donde puede efectuarse la ruptura de nivel, un salto hacia otro mundo.

Los símbolos mayas de toda esta visión del cosmos, cuaternidad y quinta dirección, son múltiples. Primero tenemos el glifo del Sol, una flor de cuatro pétalos26 (fig. 6), que rige el tiempo y determina la división del espacio. Otro glifo, que representa geométricamente el cosmos cuádruple con su centro, es el quinconce27 (fig. 6).

Uno de los símbolos mayas más notables de la cuaternidad cósmica y del axis mundi es la cruz que se encuentra en numerosas obras clásicas, en Palenque en la losa del Templo de las Inscripciones (sarcófago) (fig. b, ver serie a-d de Palenque), de la Cruz (fig. a)28 y de la Cruz Foliada (fig. d)29, así como en los dinteles 2 (fig. 8) y 5 (fig. 7) de Yaxchilán. En los dos primeros templos, la cruz está formada por un cuerpo de dragón celeste que se apoya sobre una máscara de dragón terrestre y se remata arriba con el pájaro-serpiente, que es una variante de la deidad del cielo; en el Templo de la Cruz Foliada, el árbol cósmico es una planta de maíz en forma de cruz, sobre la cual reposa una máscara del dios solar en forma de dragón celeste, en la cima del eje vertical se halla el pájaro-serpiente. En estas obras se encuentran reunidos simultáneamente los cuatro lugares, los tres

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niveles cósmicos y el axis mundi.

7. Dintel 5 de Yaxchilán. ca. 760 d.C. Clásico Tardío (de Freidel, Schele and Parker,

1993).

8. Dintel 2 de Yaxchilán, donde el gobernante, Pájaro Jaguar IV, lleva como cetro una

cruz que simboliza el axis mundi y los cuatro rumbos cósmicos. Fecha maya 9.16.6.0.0, 757 d. C. Clásico Tardío (Graham, vol. 3, parte 1, 1982; ver también

Descubriendo el Mundo Maya. Siglo XIX, Celanes mexicana, México 1987).

En los dinteles 2 y 5 (figs. 8 y 7) de Yaxchilán, los gobernadores llevan cetros en forma de cruz adornada de flores en la rama horizontal, y de un quetzal cabeza abajo en la parte superior, que simboliza la divinidad celeste en lo alto del axis

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mundi.

Pero en el mundo maya la cuaternidad no es solamente terrestre, abraza también el mundo celeste y el inframundo; los mitos hablan de cuatro regiones del cielo, que serían las cuatro caras de la pirámide celeste, las cuales llevan los colores terrestres; los mitos recogen también las cuatro regiones del mundo inferior, incluyendo en ellas al dios supremo celeste Itzamná que es a la vez uno y cuatro, y los cuatro colores cósmicos, que son los del maíz: negro, blanco, rojo y amarillo.

La pirámide es uno de los símbolos universales de la cuaternidad cósmica y del centro del mundo. Representa la montaña, y es una figura perfecta: un volumen orientado hacia el vértice superior al cual tiende, allí donde termina en unidad. Ella significa así la totalidad. Está limitada por caras antagónicas que materializan las oposiciones cósmicas. Reposa sobre una base cuadrangular, pegada a la tierra, con la cual se identifica, mientras que su punta representa el nivel celeste.30

En el pensamiento maya, la pirámide celeste simboliza la ascensión progresiva desde la multiplicidad terrestre hasta la unidad, representada por la cima, y donde reside el dios supremo Itzamná, "El Dragón", principio vital del cosmos. La pirámide celeste simboliza así la divinización progresiva del cosmos. Ese punto supremo es el del Sol, pues corresponde al zenit, por lo cual el Dragón y el Sol se identifican.

La pirámide invertida del mundo inferior significa el descenso desde el nivel terrestre cuadrangular, asiento de la multiplicidad y del cambio, hasta la unidad sagrada de la muerte, fin de la temporalidad y de lo terrestre. Aquí, en el estrato más bajo del inframundo, reside el dios de la muerte, complemento dialéctico del dios supremo celeste. La divinidad de la muerte se identifica también con el Sol en su nadir, el Sol muerto.

Los vértices de las pirámides cosmológicas simbolizan los dos principios sagrados opuestos, representación de las dos posiciones extremas del sol, zenit y nadir, que simbolizan la vida y la muerte, rigiendo el equilibrio del cosmos, y cuya alternancia permite la existencia sobre la tierra.

Estos símbolos mesoamericanos son universales: la pirámide, o triángulo con la punta en alto, es la montaña, la subida al cielo, mientras que la pirámide invertida es el símbolo de la caverna, la entrada hacia el otro mundo; así, la primera es principio masculino y activo mientras que la segunda es femenina y pasiva;31 para los Mayas, el otro mundo es el vientre de la tierra-madre, en tanto que guardián de las semillas y los tesoros, al lado de los muertos, que pueden ser el origen de una vida nueva.

Así, en el pensamiento maya la cuaternidad se extiende a lo celeste y al

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inframundo unificándolos. La unidad de los principios sagrados opuestos es la culminación de una espiritualización progresiva, de un abandono gradual de la materialidad del nivel terrestre, hacia la vida y hacia la muerte.

En este pensamiento reside la inigualable consciencia de la unidad cósmica: la tierra, el cielo y el mundo inferior son realidades distintas, pero participan en lo sagrado, compartiendo una estructura en la cual la cruz, el cuadrado, el triángulo y la esfera coexisten, es decir, que el espacio y el tiempo constituyen una unidad.

Las ideas cosmológicas y los conocimientos astronómicos determinaron la ordenación de los espacios sagrados en la tierra: los centros ceremoniales. Los templos fueron construidos orientados hacia las direcciones astrales,32 principalmente hacia los puntos notables de los equinoccios y de los solsticios; ellos estaban dispuestos sobre bases piramidales, donde solamente los sacerdotes podían acceder, mientras que el pueblo permanecía en las plazas durante las ceremonias religiosas.

Esto para expresar que subir a la pirámide, que representa la montaña sagrada cósmica, significa acceder a la región celeste con el fin de comunicar con lo sagrado; el sacerdote, llegado a la terraza superior del templo, realizaba una ruptura de nivel: trascendiendo el espacio de los hombres, penetraba el de los dioses.

La arquitectónica y la escultura reflejan la cosmología maya, y confirman que las ideas expresadas en los mitos estaban presentes en el Clásico. No mencionaremos más que algunos ejemplos.

9. Templo 22 de Copán, cuya fachada representa los tres niveles cósmicos. Periodo

Clásico (de Freidel, Schele and Parker, 1993).

La fachada del Templo 22 de la ciudad de Copán, en Honduras (fig. 9), está adornada con un extraordinario alto-relieve que representa los tres niveles

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verticales del cosmos: en la base del templo, debajo de la entrada, un friso de cráneos enmarcado por dos máscaras de la divinidad de la muerte simboliza el mundo inferior. Encima de ellos, dos figuras humanas medio arrodilladas parecen representar a los Bacabes, divinidades situadas en los cuatro lugares cósmicos sosteniendo el cielo, que simbolizan el nivel terrestre. Ellas llevan sobre sus espaldas una gran serpiente bicéfala, representación del dragón celeste.

Uno de los mejores ejemplos clásicos de la arquitectura cosmológica mesoamericana se encuentra en Palenque (situado en el actual estado de Chiapas).33 Aquí encontramos una pirámide de nueve niveles que simboliza el otro mundo (aunque no sea invertida) y otra de trece niveles que representa el cielo, lo que prueba que la estructura cósmica se concebía en forma piramidal.

Sección y planta del Templo de las Inscripciones de Palenque, donde se halla la cripta de la tumba de Pacal

II (de Miller, 1986)

El Templo de las Inscripciones

(ver también Miller, Mary y Taube, Karl: The Gods and Symbols of Ancient Mexico and tha Maya. An Illustrated Dictionary of

Mesoamerican Religion. Thames and Hudson, Londres 1993)

La pirámide del inframundo, denominada Templo de las Inscripciones (arriba), encierra la tumba y la escultura de Pacal, situadas en el punto central más profundo, símbolo del décimo estrato del otro mundo, puesto que está bajo el nivel de la plaza; se accede a la tumba descendiendo de lo más alto de la pirámide hacia su centro, hacia el inframundo, por los nueve estratos, a partir del nivel terrestre, que la mayoría de los espíritus inmortales de los hombres debían recorrer después de su muerte.

En la ciudad de Dzibanché, Campeche, hay un templo, llamado Templo del Búho, que fue igualmente concebido para ser un monumento funerario; encierra diferentes cámaras mortuorias y una sepultura principal, que no ha sido nunca excavada, situadas justo encima de la plaza.34 El acceso se hace desde lo alto de la pirámide, como en la tumba de Pacal en Palenque, pero el basamento, en lugar de tener nueve cuerpos no tiene más que cuatro. Thompson decía que la pirámide del

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inframundo estaba formada de cuatro escaleras por un lado, de cuatro por el otro, y que la escalera inferior llevaba el número nueve. Para él, ese basamento representa quizás, como en Palenque, la estructura del mundo inferior, de donde viene el espíritu de la muerte.35

NOTAS 23 Ver Cohodas, Marvin, "The Iconography of the Panels of the Sun, Cross and Foliated

Cross at Palenque", part II, Primera Mesa Redonda de Palenque, Pebble Beach, California, Pre-Columbian Art Research, The Robert Louis Stevenson School, 1974.

24 Ver más adelante -en la 2ª Parte- el apartado Los espacios sagrados. 25 Guénon, obra cit., p. 57. [Las obras referenciadas de R. Guénon faltan en la

Bibliografía]. 26 Thompson, S. Eric, A Catalog of Maya Hieroglyphs, Oklahoma, University of

Oklahoma Press, Norman (The Civilization of the American Indian Series), 1962, glifo 544.

27 Ibid., glifo T585. 28 Freidel y Schele lo llaman Arbol del Mundo y dicen que su cifra jeroglífica es Wakah-

chan que significa literalmente "Levantado hasta el cielo" (p. 53). 29 Freidel y Schele llaman este axis mundi Na-Te'-Kan, "Primer-árbol-precioso" (p. 54). 30 Champeaux, Gerard de, Dom Sebastien Sterckx, Introducción a los símbolos, Madrid,

Ediciones Encuentro, 1989, p. 222. 31 Guénon, 1969, p. 186-187. 32 Como lo ha mostrado la arqueoastronomía, nueva ciencia fundada por Anthony Aveni,

a la que han contribuido, entre otros, Horst Hartung y John B. Carlson. 33 Ver Garza, Mercedes De la, Palenque, México, Ed. Miguel Angel Porrúa/Gobierno

del Estado de Chiapas, 1992. 34 Campana, Y, Luz Evelia, "La tumba del Templo del Búho, Dzibanché", Arqueología

Mexicana, vol. III, num. 14, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, julio-agosto, 1995.

35 Thompson, Maya History and Religion, pp. 195-196. Esta idea se encuentra entre los Tzotziles actuales.

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10. Templo de la Cruz (692 d.C.), de Palenque, donde se registra el ciclo solar. Clásico

Tardío (foto M. de la Garza).

El Templo de la Cruz Foliada

El Templo del Sol

La pirámide celeste de Palenque es el Templo de la Cruz (arriba, b/n), que consideramos como el mejor ejemplo de representación arquitectónica del cielo puesto que está construido sobre un basamento de trece niveles, que tiene en su cima un recinto dedicado al dios celeste supremo Itzamná, "El Dragón", llamado aquí dios G1. Además este templo está situado al lado de otros dos, el Templo de la Cruz Foliada y el Templo del Sol (arriba, color), con los que forma un triángulo. Los tres templos, situados respectivamente al norte, al este y al oeste de una plaza (abajo), simbolizan el ciclo sagrado de la cultura del maíz y los ciclos anuales y diurnos del sol, asociándose con las direcciones cósmicas, los equinoccios y los solsticios; simbolizan también los ritos iniciáticos de los gobernantes.36 Los tres templos son la expresión plástica de los conceptos de tiempo y espacio de los Mayas.

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Vista general del Grupo de las Cruces

El gran señor enterrado en el Templo de las Inscripciones está representado en una piedra monolítica esculpida que recubre su sarcófago y que simboliza también el espacio temporal ( ver fig. b Palenque, y abajo). La figura del gobernador, en el centro, es el símbolo del nivel terrestre; sobre ésta se eleva una cruz formada de serpientes bicéfalas, representación del dios Itzamná, que simboliza el cielo y el axis mundi, y debajo está representada la región del inframundo con imágenes de huesos y la máscara descarnada del dios de la muerte. La escena cosmológica está bordeada por un friso de signos astronómicos, que muestran el predominio del cielo, el carácter temporal del universo y la unidad cósmica.

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La lápida del sarcófago de Pacal II

NOTAS 36 Cohodas, Marvin, "The Iconography of the Panels of the Sun, Cross and Foliated

Cross at Palenque", part II, Primera Mesa Redonda de Palenque, Pebble Beach, California, Pre-Columbian Art Research, The Robert Louis Stevenson School, 1974 y part III, 1976.

LOS DIOSES

Aquellos a quienes podemos llamar dioses en la religión maya son la representación de seres sobrenaturales formados por trazos muy estilizados de diversos animales y de elementos vegetales que se combinan a veces con formas humanas. Para ver el significado de estos seres fantásticos, podemos referirnos a las figuras similares contenidas en los códices antiguos que pertenecen al período Postclásico, y a los textos coloniales españoles e indígenas; estos describen el carácter y las

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manifestaciones de los seres sagrados, y dan sus nombres, cuyos significados nos permiten profundizar las características.

De fuente escrita sabemos que los dioses fueron concebidos por los Mayas como energías invisibles e impalpables que se manifiestan a través de diversos seres de la naturaleza; los astros, la lluvia, el relámpago; los animales poderosos como la serpiente, el jaguar, los pájaros, los murciélagos; los vegetales como el maíz, las plantas y los hongos alucinógenos; los minerales como el cuarzo. Igualmente los espíritus de los hombres superiores eran deificados al morir.

Además de estos seres naturales, las manifestaciones de los dioses, a través de sus representaciones hechas por los hombres, encarnaban muy frecuentemente, durante los ritos, las energías sagradas, para recibir las ofrendas de los hombres.

Entre los autores del siglo XVI, Fray Diego de Landa nos confirma el carácter etéreo de los dioses, cuando dice:

"Ellos sabían bien que los ídolos eran sus propias obras, muertas y sin divinidad, pero los consideraban con reverencia por lo que representaban, y por que los habían creado con muchas ceremonias, especialmente las del bastón."37

Los dioses mayas son superiores a los hombres y capaces de crear, pero tienen otra característica, son concebidos como seres imperfectos que nacen y mueren y deben ser alimentados para sobrevivir. Esta idea está claramente expresada en los mitos cosmogónicos, en los ritos y las inscripciones jeroglíficas del período Clásico, como la de Palenque, donde está registrado el nacimiento de ciertos dioses, según las interpretaciones epigráficas.38

Cada uno de los seres sagrados aparece bajo formas diversas y múltiples nombres, de acuerdo con sus atribuciones y, sobre todo, con la temporalidad. Para el Maya no existe ser estático, todo está en perpetuo movimiento y cambio. Así, los dioses, y con ellos su influencia, son diferentes en cada período. Por ello, el mismo dios puede ser celeste o terrestre, benéfico o maléfico, masculino o femenino, energía de vida o energía de muerte. De hecho los dioses pueden ser uno o varios a la vez; se multiplicaron en cuatro cuando abrazaron los cuatro lugares del cosmos, en trece para la divinidad del cielo llamada en Yucatán Oxlahuntikú, "Decimotercera divinidad", y en nueve para la divinidad del inframundo, Bolontikú, "Novena divinidad".

Esto llevó a representaciones plásticas muy diversas de cada uno de ellos, en estilos artísticos diferentes propios de cada región, lo que hizo muy difícil el estudio de los dioses mayas. A pesar de todo se puede identificar las divinidades por ciertos elementos simbólicos constantes en toda el área maya y en todas las épocas.

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Subrayaremos aquí, sintetizando sus trazos esenciales, las principales divinidades de los Mayas clásicos, identificadas por sus nombres quichés y mayas del Yucatán sacados de fuentes escritas, así como por las letras (alfabéticas) que se les ha atribuido a partir de la clasificación, establecida por Schellas, de los dioses citados en los códices.39 Los dioses del Postclásico citados en los escritos coloniales nos permiten identificar y conocer mejor los del Clásico, pues aunque su representación sea diferente, conservan los mismos elementos simbólicos. Es por lo que hemos elegido utilizar esos nombres.

A partir de diferentes investigaciones sobre los Mayas, se han dado diversas interpretaciones sobre los dioses mayas. Muchas de éstas coinciden, otras no. Hemos elegido aquellas que se apoyan en el análisis comparativo de diferentes fuentes escritas; y entre los escritos indígenas hemos tenido en cuenta, no solamente el Popol Vuh de los Quichés, sino también otros textos en esta lengua, textos cakchiqueles, versión española de textos escritos originalmente en una lengua maya, y de fuentes mayas de Yucatán como los libros del Chilam Balam.

El Dragón En la mayor parte de las figuras clásicas de las divinidades encontramos a la serpiente, y las representaciones de las serpientes estilizadas predominan en el arte maya, lo que prueba que el ofidio fue un símbolo esencial de lo sagrado. Un análisis del significado simbólico de la serpiente entre los Mayas40 nos ha permitido comprender que, ya sea transformada en dragón,41 ya sea enriquecida con elementos de otros animales poderosos, simboliza un poder sagrado universal, fuerza vital, principio generador del universo, ligado al sol, al agua, a la tierra, a la sangre, a la semilla y al maíz, elementos que se presentan bajo diferentes formas de divinidades o manifestaciones del principio sagrado supremo.

El dragón es principalmente la combinación del pájaro y de la serpiente; los Mayas han creado un pájaro y una serpiente excepcionales: el quetzal (k'uk' en maya del Yucatán, kekchí, tzeltal, en otras lenguas; guc en quiché y cakchiquel), y el crótalo (ahau can, tzabcan, zochch y cumatz), a los cuales han atribuido los rasgos y las cualidades de otros animales sagrados, como el jaguar, el lagarto, el cocodrilo y el ciervo, para crear el dragón símbolo supremo de lo sagrado.

Así, el dragón integra la fuerza vital de la tierra (serpiente y ciervo), el útero de la tierra madre, o el inframundo (jaguar), las aguas (lagarto y cocodrilo), y el cielo (pájaro).

El dragón es así un ser múltiple y polivalente; es la figura sagrada por excelencia en las obras plásticas mayas del período Clásico; gracias a ciertas descripciones de divinidades en los textos coloniales que concuerdan con los elementos simbólicos de las obras plásticas, así como con las ilustraciones de los códices antiguos, conocemos los nombres que le dieron los Mayas de Yucatán: Itzamná, "El dragón", en su aspecto celeste; Itzám Cab Ain, "Dragón cocodrilo terrestre" o Chac Mumul Ain, "Gran

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cocodrilo fangoso", en su aspecto terrestre e infraterrestre. Se le llama Canhel, "Dragón", en su función de divinidad creadora en los mitos cosmogónicos, correspondiendo al Gucumatz "Serpiente-quetzal", del Popol Vuh de los Quichés.

Otras divinidades aparecen bajo aspectos o derivaciones del dragón, por su carácter de serpiente y su vínculo estrecho con él: Chicchan, dios H, "Serpiente mordedora", símbolo del cielo nocturno, Kinich Ahau, dios G, "Señor del ojo solar", Chaac, dios B, dios del agua, y Bolón Dz'acab, dios K, "Nueve generaciones", que simboliza los aspectos humanos de la fertilidad sagrada, como la sangre y el semen, y que está ligado al maíz.

El dragón celeste: Itzamná, dios D El dragón celeste resulta principalmente de la combinación de atributos de la serpiente y del pájaro. Representado bajo forma de dragón bicéfalo, serpiente con plumas, serpiente alada y pájaro-serpiente, el dragón celeste aparece en todas las obras plásticas de todas las regiones del área maya, durante todo el período prehispánico.

12. Arriba: altares G1 (800 d.C.) y G2 (795 d.C.) de Copán que representan al dragón celeste (dib. C. Ontiveros). Abajo: altar O de Copán, imagen del dragón celeste y de la serpiente emplumada, contemporáneo de los altares G. Clásico Tardío (dib. G. Bustos,

basado en Maudslay, 1974).

Encontramos al dragón bicéfalo en los altares G y en el altar O de Copán (fig. 12); en estas obras, el cuerpo de la serpiente con plumas está esquematizado y lleva los símbolos del agua; tiene patas de lagarto o garras de jaguar; de las fauces abiertas de sus dos cabezas de serpiente emergen figuras antropomórficas de dioses. En el altar O vemos dos representaciones: por un lado el dragón bicéfalo con garras de jaguar y por el otro, la serpiente con plumas con la misma cabeza que la del dragón, lo que prueba que se trata de la misma divinidad. Igualmente, en Chacchoben, Quintana Roo, se ha encontrado una cerámica en forma de dragón bicéfalo, Itzamná, con

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rasgos humanos saliendo de las fauces del dragón.42

En Yaxchilán, Palenque, Piedras Negras, Tikal, Copán y Uxmal, el dragón está representado como una serpiente con plumas, lo más a menudo bicéfala, con cabezas muy estilizadas, fauces abiertas, como en el dintel 3 del Templo IV de Tikal (fig. 80), en la estela D de Copán (figs. 11 y 13), en las piedras del Templo de la Cruz (fig. a) y del Templo de las Inscripciones de Palenque (fig. b).

11. Vista lateral de la estela D de Copán.

Clásico Tardío (dib. de C. Ontiveros basado en Robicsek, Copán home of the

Mayan Gods, New York 1972).

13. Estela D de Copán, donde vemos al gobernante y sobre él a una serpiente bicéfala. Clásico Tardío (dib. de C.

Ontiveros, basado en Robicsek, 1972).

Hemos encontrado también dragones alados, como los que aparecen sobre los peinados del gobernador Pacal y de su esposa Ahpo Hel en el panel de las Esclavas y en una greca en estuco del Palacio de Palenque (fig. 77).

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14. Relieve de estuco de la casa E del Palacio de Palenque, que representa al dragón

celeste y al pájaro-serpiente. Clásico Tardío (dib. M. Aguirre, basado en Maudslay, 1974).

15. Pájaro-serpiente del panel de estuco

de Toniná, Chiapas. 790-840 d.C. Clásico Tardío (dib. M. Aguirre).

16. Dragones alados, Arriba: detalle de un tocado del Tablero de los Esclavos. Abajo: greca de estuco de la casa B del Palacio de

Palenque. Clásico Tardío (de Hellmuth, Monster und Menschen in der Maya-

Kunst..., Graz, Austria 1987).

NOTAS 37 Landa, Fray Diego de, Relación de las cosas de Yucatán, México, Edit. Porrúa,

Biblioteca Porrúa, 13, 1996, p. 48. 38 Ver Freidel y Schele, Maya Cosmos. Three Thousand Years on the Shaman's Path... 39 Schellas, Paul, Representation of Deities of the Maya Manuscripts, Papers of the

Peabody Museum of American Archaeology and Ethnology, Harvard University, 1904.

40 Garza, Mercedes De la, El universo sagrado de la serpiente entre los mayas, México,

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Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Estudios Mayas, 1984. 41 Ver nota 2. 42 Romero, E. Mª Eugenia, Juan H. Riqué Flores, "Explorando un nuevo sitio:

Chacchoben, Quintana Roo", Arqueología Mexicana, Instituto Nacional de Antropología e Historia, vol. III, n. 15, México, septiembre-octubre, 1995.

El dragón celeste puede estar representado también bajo forma de máscara, a veces descarnada, que lleva en la frente el glifo del Sol con el "símbolo tríada" constituido por una cruz de San Andrés, uno de los glifos del cielo, por una caracola símbolo del origen, y por una espina para el autosacrificio que evoca la sangre. Estos elementos, como los "náuticos" (círculos de jade), muestran que el monstruo celeste simboliza la energía fecunda del cielo; pero el hecho de que la máscara sea descarnada revela también su vínculo con la tierra y el inframundo; el conjunto de los atributos hace alusión a la dualidad del dragón símbolo de vida y de muerte; el glifo del Sol en la frente de la máscara revela que el astro es uno de los aspectos del dragón. Así el panel del Templo de la Cruz en Palenque ( fig. a) representa esa máscara con un friso de signos astrológicos indicando el carácter celeste de la divinidad. Encontramos también en los códices un dragón cuyo cuerpo es una "banda planetaria", lo que prueba que la gran serpiente del cielo fue identificada con la Vía Láctea.43

El altar 41 de Copán (fig. 17) representa al dragón bicéfalo como una especie de lagarto con cuatro patas y dos cabezas de serpiente; una de ellas lleva "el símbolo triádico", lo que confirma que la máscara del Templo de la Cruz de Palenque, así como todas las otras que llevan este símbolo, representan también al dragón celeste; de las fauces de la otra cabeza emerge el dios del maíz.

17. Altar 41 de Copán, que representa al dragón celeste. Contemporáneo a los altares

G. Clásico Tardío (dib. G. Bustos, basado en Maudslay, 1974).

Otra imagen sagrada identificada con el dragón celeste es el pájaro-serpiente. A diferencia de las serpientes con plumas, en el pájaro-serpiente predomina el aspecto del pájaro: es un pájaro con cabezas de serpiente estilizadas en las alas y a veces la cabeza del dios K con rasgos de serpiente. Esta representación aparece, bajo diversas formas y en diferentes contextos, frecuentemente ligada al dragón bicéfalo y a la serpiente con plumas, o bajo un aspecto humano.

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Se encuentra al pájaro-serpiente, con la cabeza del dios K, Bolón Dz'acab, otro aspecto del dragón, en el gran panel de estuco de Toniná (fig. 15) y en los paneles de Palenque. En los dos casos, el pájaro está de perfil pero hay otros donde se le ve de frente, con las alas desplegadas y decoradas con cabezas de serpientes. Se ha encontrado esto en incensarios recientemente descubiertos en Palenque (figs. 21 y 21a).

18. Motivo trapezoidal del edificio Este de las Monjas en Uxmal; representa al dragón

celeste y al pájaro-serpiente. Clásico Tardío (dib. C. Ontiveros).

A menudo el pájaro-serpiente se encuentra sobre el dragón serpiente, como en el dintel 3 del Templo IV de Tikal (fig. 19): encima del gobernador, en el centro, hay una gran serpiente con plumas bicéfala, con círculos de "jade-agua-plumas" en el cuerpo; de una de sus cabezas surge el dios K, situado sobre esta cabeza, se encuentra el pájaro-serpiente de frente y las alas extendidas; lleva un peinado tipo orejeras, así como una cola de serpiente, las alas llevan una decoración de bandas cruzadas que son el signo de la divinidad celeste.

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19. Dintel 3 del Templo IV de Tikal, que representa al gobernante rodeado por el

dragón celeste (de Morley, Brainerd and Sharer, The Ancient Maya, Stanford Univ. 1983).

Esta misma representación de Itzamná, pero en un estilo muy diferente, se encuentra en el edificio Este del "Cuadrángulo de las Monjas" en Uxmal, sobre un motivo trapezoidal formado de serpientes bicéfalas y con el pájaro-serpiente de frente (fig. 18).

20. Mascarón del dragón terrestre con el Sol dentro sus fauces, Toniná, Chiapas (foto

M. de la Garza).

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El relieve de estuco de la casa E del Palacio de Palenque (fig. 14) es otro ejemplo de esto. El cuerpo del dragón bicéfalo, que es una banda astral, posee en su centro el pájaro-serpiente con la cabeza de frente y las alas desplegadas adornadas de una cabeza de serpiente. Este dragón bicéfalo es una expresión muy clara de la dualidad vida-muerte, cielo-inframundo, puesto que una de sus cabezas escupe agua hacia abajo (como el famoso dragón de la página 74 del códice de Dresde), mientras que la otra, descarnada, mira hacia lo alto.

Entre las principales representaciones del dragón como axis mundi identificado simultáneamente con el pájaro-serpiente y el dios K, describiremos las más conocidas, las de Palenque.

La piedra tumbal del Templo de las Inscripciones ( fig. b Palenque) lleva una cruz axis mundi, que es el mismo Itzamná. En efecto su eje horizontal es una serpiente bicéfala con mandíbulas de granos de jade (que simbolizan el agua y las plumas); el eje vertical se termina en otra cabeza de serpiente, y lleva enlazada un ofidio bicéfalo con un cuerpo flexible de granos de jade, y de su boca emerge el dios K. En la cima está posado un pájaro-serpiente con la cabeza del dios K, que tiene en su pico una pleita de palmas, signo del poder humano, una alusión al gobernador sagrado. Sobre el peinado del pájaro-serpiente, y debajo de la cola y la cabeza, vemos el signo Yax (azul-verde, agua), asociado a la divinidad celeste.

El motivo central del panel del Templo de la Cruz de Palenque representa el dragón bajo cuatro formas diferentes; en la parte inferior el dragón cuyo cuerpo es un friso de signos astrales como lo hemos descrito más arriba; arriba se eleva un árbol-cruz-serpiente cuya rama horizontal es una serpiente bicéfala, sobre la cual hay otra serpiente bicéfala de cuerpo articulado formado por los grabados Yax; la rama vertical culmina con el pájaro-serpiente, prácticamente idéntico al del Templo de las Inscripciones.

e

NOTAS 43 Ver Sosa, John, "Astronomía sin telescopios. Conceptos mayas del orden

astronómico", Estudios de Cultura Maya, vol. XV. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Estudios Mayas, 1984.

Kinich Ahau, Dios G. Esta divinidad es tan parecida al dragón celeste que podría efectivamente ser uno

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de sus aspectos: se trata del Sol que, en Yucatán, era llamado Kinich Ahau, "Señor Ojo Solar", e Itzamná Kinich Ahau, "Señor Ojo Solar del Dragón". En las representaciones clásicas, el dios solar tiene grandes ojos cuadrangulares y estrábicos, el diente limado o la lengua fuera, un ganchillo enrrollado en la comisura de la boca y, a veces, una especie de 8 en la frente, que es el cuerpo de una serpiente.

En ciertas imágenes, en los incensarios de tierra de Palenque por ejemplo, lleva máscaras y un pájaro-serpiente sobre el peinado (figs. 21 y 21a), lo que establece su relación con el dragón celeste; se puede encontrar también en la parte baja de las imágenes las máscaras del dragón terrestre.

21. Incensario de Palenque que

representa al dios solar en su liga con el dragón celeste. (foto de M. Cuevas).

21a. Incensario de barro de Palenque:

Clásico Tardío.

Otro vínculo entre Itzamná y Kinich Ahau es evidente: en efecto el glifo de éste está grabado bajo el símbolo de la tríada que se encuentra en la cabeza del dragón celeste, como decíamos más arriba, lo cual refuerza la semejanza de las dos divinidades. Además el dios solar está en relación con el dragón terrestre, todas las mañanas emerge de su boca abierta para volver todas las tardes. Esto está ilustrado en ciertas obras clásicas; por ejemplo en Tonina se ha encontrado al nivel del suelo, una gran máscara del dragón terrestre que tiene en la boca una esfera, sin ninguna duda un símbolo solar (fig. 20).

Las manifestaciones animales del dios solar son el ciervo, el jaguar, el colibrí, el águila y el guacamayo. En Yucatán a éste se le llama Kinich Kakmoo, "El guacamayo - de - fuego - del - ojo - solar", y se decía que el Sol, encarnado en

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este pájaro, bajaba a recibir las ofrendas de los hombres en Izamal. En el terreno de juego de Copán los marcadores tienen la forma de cabeza de guacamayo (fig. 22), lo que prueba que desde el Período Clásico el guacamayo está asociado al Sol, puesto que este juego posee un símbolo astral, como lo veremos más adelante.

22. Marcador en forma de cabeza de guacamaya del juego de pelota de Copán (foto M.

de la Garza).

En Quintana Roo se ha hallado recientemente una gran acrópolis que puede formar parte de la vecina ciudad de Dzibanché; se la ha llamado Kinichná, "Casa del Sol", a causa de las esculturas de la divinidad solar, quizás estaba dedicada al culto solar.44

Muy cerca de esta ciudad, y en el mismo estilo, se encuentra Kohunlich, cuyo templo principal está igualmente dedicado al dios solar; grandes máscaras de la divinidad adornan los lados de la pequeña escalera de la pirámide. Las máscaras llevan todos los signos distintivos simbólicos del dios solar, y varias de ellas tienen el glifo Chuen en los ojos, glifo ligado en muchos otros contextos con la divinidad solar. El glifo Chuen significa "mono, artesano, creador", y se identifica con el Sol, no solamente porque es una divinidad astral - el hermano del Sol en el Popol Vuh - sino también porque ambos están asociados a la creación artística. A veces la cabeza de un mono reemplaza a la del dios solar como el signo Kin, indicando su mutua relación.45 Los Mayas veían al Sol, entre otros, como el patrono del canto y de la música, de aquí su relación con el mono tan claramente expresada en las máscaras del Templo principal de Kohunlich. Bajo éstas se encuentra una máscara del dragón terrestre idéntica a las de ciertos incensarios de Palenque.

El Sol fue la divinidad principal para generar la temporalidad: su ciclo, tanto diario como anual determina el movimiento, la sucesión de los días y de las noches, las cuatro regiones del universo, las cuatro estaciones. Por ello, es el maestro de la cifra cuatro y su glifo es una flor de cuatro pétalos (fig. 6). Su ciclo le da un carácter ambivalente; cuando recorre el cielo es luz, vida, día, orden, bien; es decir un aspecto benéfico y vital. Pero cuando entra en el inframundo en el crepúsculo, se vuelve energía de muerte, transmutado en jaguar. Estas ideas

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están ilustradas, entre otros, en el panel del Templo del Sol de Palenque ( fig. c); el motivo central es una máscara del dios solar en forma de escudo con flechas cruzadas simbolizando los rayos; lleva la serpiente en forma de 8 en la frente, orejas de jaguar, ojos de serpiente con pupilas en forma de voluta,46 la lengua fuera, el diente afilado y un ganchillo de serpiente enrollado en la comisura de la boca. Debajo del escudo solar se encuentra una serpiente bicéfala (Itzamná, el dragón celeste), en su centro hay una cabeza de jaguar vista de frente. Este jaguar es el mismo Sol que desciende hacia el inframundo en el equinoccio de primavera, asociado a la dirección del oeste que es la de la puesta del sol, y que corresponde con la situación del templo en la plaza. Algunos han llamado al dios patrón del templo, G III, que es precisamente el Sol bajo su aspecto jaguar, dios del inframundo, o dios de la muerte.

El ciclo solar guió la construcción de este templo y de otros templos principales de Palenque. Hartung dice:

La fachada del Templo del Sol da exactamente al sol naciente el día del solsticio de invierno, mientras que ese mismo día el astro ilumina al poniente una parte del Templo de la Cruz. Una línea que parte del Templo de la Cruz Foliada pasando por el centro del Templo del Sol, llega a un punto del Templo de las Inscripciones (su puerta central).47

Chaac, dios B El dios llamado Chaac en los textos coloniales, el más representado en los tres códices prehispánicos mayas, es mencionado como divinidad de los campos de maíz y como manifestación del agua, no solamente de la lluvia, sino también de los lagos, los ríos y los mares, y que por evaporación sube al cielo, se concentra en nubes y vuelve a descender transformado en lluvia.

Chaac, dios B, es otra divinidad antropomórfica derivada del dragón, representado sobre todo en los manuscritos del período Postclásico, pero lo encontramos esculpido en obras clásicas de la península de Yucatán, que pertenecen a los estilos Río Bec, Chenes y Puuc. Está representado bajo la forma de una gran máscara geométrica hecha de mosaico de piedra, que decora una gran parte de los edificios de este estilo (figs. 23 y 23a, 23b). Las máscaras llevan claramente los trazos de la serpiente, y una larga "nariz" que puede levantarse o descender, decorada a veces con círculos acuáticos, que simbolizan la parte superior de la boca alargada de la serpiente. Algunas máscaras llevan plumas o plantas estilizadas, que podrían representar tanto a Chaac, como Itzamná o Bolón Dz'acab, dios ligado al maíz, puesto que los tres dioses son de carácter serpiente.

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23. Mascarón del dios de la lluvia, Chaac, en el Codz Pop de Kabah (dib. C.

Ontiveros).

23a. Detalle de un mascarón del Codz Pop

23b. Chichén Itzá, Yucatán

En el área central la lluvia, y el agua en general, está asociada al dragón celeste y terrestre, y por ello es difícil encontrar un dios equivalente a Chaac; pero quizás éste sea aquel al que se llama Monstruo Cauac, que consideramos como una representación del dragón terrestre ya que además de los glifos Cauac lleva elementos vegetales; puede que fuese una divinidad en relación con el agua terrestre.

NOTAS

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44 Ver Nalda, Enrique, Luz Evelia Campaña, Javier López Camacho, "Sur de Quintana Roo, Dzibanché y Kinichná", Arqueología Mexicana, Instituto Nacional de Antropología e Historia, vol. II, n. 10, octubre-noviembre, 1994.

45 Thompson, 1960, p. 80. 46 Algunos han llamado a este ojo "ojo divino". Es el ojo de la serpiente, que llevan

todas las divinidades vinculadas a esta serpiente. 47 Hartung, Horst, "Entre concepto y evolución. Apuntes sobre lo creativo en la

arquitectura maya precolombina", Cuadernos de arquitectura mesoamericana, numero 9, enero, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Arquitectura, División de Estudios de Posgrado, 1987, p. 19. Ver Carlson, John B., "Astronomical Investigations and Site Orientation Influences at Palenque", Segunda Mesa Redonda de Palenque, Pebble Beach, California, Pre-Columbian Art Research, The Robert Louis Stevenson School, 1976.

El dragón terrestre: Itzám Cab Ain En su relación con la tierra, el dragón simboliza tanto la superficie terrestre como el poder generador oculto de sus profundidades ya que está vinculado al dios de la muerte que habita aquí, y con el jaguar símbolo del Sol muerto del inframundo, y del cielo nocturno.

24. Altar de la Estela M de

Copán, que representa al dragón terrestre como monstruo Cauac. 756 d.C. Clásico Tardío (dib. C. Ontiveros, basado en Spinden, A Studyof Maya Art, Dover, N.Y.

1975).

25. Parte superior del zoomorfo P de Quiriguá: el dragón terrestre como monstruo Cauac (dib. M. Aguirre,

basado en Maudslay, 1974).

Durante el período Clásico está representado bajo la forma de una gran máscara, a veces descarnada, con símbolos vegetales y acuáticos; se llama Monstruo de la tierra y Monstruo Cauac, (glifo que simboliza el agua). Este dragón terrestre o Monstruo Cauac se encuentra en el altar de la estela M de Copán (fig. 24). Está esculpido en el zoomorfo P de Quiriguá, como Monstruo de Cauac y como gran serpiente de la cual emerge un gobernador (fig. 25, 26); en el panel del Templo de la Cruz Foliada de Palenque ( fig. d), la máscara aparece en la base del árbol

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axis mundi, con dos cabezas de serpientes emergiendo de la comisura de su boca, se le identifica con la divinidad solar; el descarnado rodeado de hojas de maíz y llevando el glifo Cauac forma el pedestal de uno de los gobernadores representados aquí.

26. Lado norte del zoomorfo P de Quiriguá: gobernante surgiendo de las

fauces del dragón terrestre (foto V. Domenici).

Otra notable representación del dragón terrestre es la de Balamkú (Campeche), lugar recientemente descubierto; un friso con relieves de estuco, llamado "Casa de los cuatro reyes", contiene cuatro máscaras de dragón terrestre adornadas de elementos vegetales, de cada boca salen igualmente dos serpientes (fig. 27). El carácter terrestre de estas máscaras está confirmado por la presencia de reptiles con las bocas abiertas vueltas hacia arriba, de las cuales emergen cabezas de gobernadores.48

27. Detalle del friso de estuco de

La casa de los cuatro reyes de Balamkú, con la imagen del dragón

28. Fragmento del altar T de

Copán: cocodrilo terrestre (dib. M. Aguirre, basado en Maudslay,

1974).

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terrestre, del que emerge el gobernante. Clásico Temprano (de Baudez, en Arqueología Mexicana

n. 18, INAEH 1996).

Estas figuras de reptiles de Balamkú representan también al dragón terrestre; en efecto en muchas obras del área maya desde Izapa, así como en los textos coloniales, la tierra está simbolizada por un gran lagarto o un cocodrilo fantástico, cuyo nombre en Yucatán es Itzám Cab Ain, "El dragón-tierra-cocodrilo",49 y Chac Mumul Ain, "Gran cocodrilo cenagoso". En el Popol Vuh, encontramos el equivalente de este cocodrilo en el caimán que es aquí el símbolo de la tierra, Zipacná, creador de las montañas y de la tierra entera, hijo de Vucub Caquix, el Sol "imperfecto de la era anterior a la era actual".

Hay que señalar el dragón celeste en forma de cocodrilo del altar T de Copán (fig. 28); la estela 25 de Izapa con el cocodrilo, que hemos descrito anteriormente (fig. 2), nos muestra la antigüedad del símbolo.

El dragón terrestre que se encuentra debajo del personaje de la piedra tumbal del Templo de las Inscripciones en Palenque ( fig. b) es una máscara descarnada en el interior de una cavidad formada por huesos, imagen evidente de la muerte y del inframundo, pero lleva elementos vegetales y, en la frente, el glifo del sol y el símbolo de la tríada del dragón celeste, y en lugar del glifo de bandas cruzadas aparece el de la muerte. Esta imagen nos confirma que el dragón celeste y terrestre, que aquí es también infraterrestre, son una misma energía sagrada en todo el cosmos.

NOTAS 48 Baudez, Claude F., "La casa de los cuatro reyes de Balamkú", Arqueología

Mexicana, vol III, Num. 18, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, marzo-abril, 1996.

49 Itsam no es el nombre de un lagarto sino el de la divinidad. Ellos consideran, como nosotros, que es el mismo Itzamná en su aspecto de dios terrestre (Diccionario Maya Cordemex, p. 272).