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Población La Palma ~ Memoria y patrimonio FUNDACIÓN JUNTO AL BARRIO El proyecto surge de la inquietud de vecinos de los barrios Gabriela Mistral y La Palma por conocer y recordar su historia para poder transmitirla a sus hijos, nietos y a nuevos habitantes del barrio. Recogiendo esa inquietud, en Junto al Barrio nos propusimos reconstruir junto a la comunidad la memoria colectiva, identificando y relevando los elementos inmateriales que conforman el valor patrimonial de ambos barrios. Vecinos fundadores, que son protagonistas y portadores de este relato, aún habitan el territorio, por lo que se vuelve urgente rescatar este testimonio antes de que desaparezca, revelando la importancia de sus historias locales en la construcción de una memoria nacional. Rescatar la memoria permite a la comunidad apropiarse de su identidad, como primer paso para salvaguardar el patrimonio. En un contexto donde las fuerzas del mercado inmobiliario amenazan la preservación de este capital social, el proyecto busca levantar las riquezas del barrio para que la comunidad cuente con los elementos para definir colectivamente cómo proyectar el futuro de su territorio. Impreso en Chile Investigación_Fundación Junto al Barrio/ Sergio Caba Montenegro Coordinación_Fundación Junto al Barrio Edición_Justine Graham Diseño y diagramación_ Aribel González Impresión_Andros Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Fondart, ámbito regional de financiamiento. Convocatoria 2017.

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PoblaciónLa Palma

~

Memoria y patrimonio

FUNDACIÓN JUNTO AL BARRIO

El proyecto surge de la inquietud de vecinos de los barrios Gabriela Mistral y La Palma

por conocer y recordar su historia para poder transmitirla a sus hijos, nietos y a

nuevos habitantes del barrio. Recogiendo esa inquietud, en Junto al Barrio nos

propusimos reconstruir junto a la comunidad la memoria colectiva, identificando y

relevando los elementos inmateriales que conforman el valor patrimonial de ambos

barrios. Vecinos fundadores, que son protagonistas y portadores de este relato,

aún habitan el territorio, por lo que se vuelve urgente rescatar este testimonio antes de

que desaparezca, revelando la importancia de sus historias locales en la construcción

de una memoria nacional. Rescatar la memoria permite a la comunidad apropiarse

de su identidad, como primer paso para salvaguardar el patrimonio. En un contexto donde las fuerzas del mercado inmobiliario

amenazan la preservación de este capital social, el proyecto busca levantar las riquezas del barrio para que la comunidad cuente con

los elementos para definir colectivamente cómo proyectar el futuro de su territorio.

Impreso en Chile

Investigación_Fundación Junto al Barrio/ Sergio Caba MontenegroCoordinación_Fundación Junto al Barrio

Edición_Justine GrahamDiseño y diagramación_ Aribel GonzálezImpresión_Andros

Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Fondart, ámbito regional de financiamiento. Convocatoria 2017.

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Celebración de alianzas en Población La Palma. Jugadores de Club La Palma, en Antofagasta jugando un amistoso. Señora Olvido Durán con niños y niñas de la población durante celebración de aniversario, con la Alianza Roja.

Don Luis Melo, primer presidente de la Junta de Vecinos La Palma sosteniendo copa de campeonato comunal, año 1958.

Al retornar la democracia, la junta de vecinos y vecinos se organizaron para volver a celebrar las alianzas de la población, como antiguamente.

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Comité de Adelanto, Chacra La Palma, 1957. Vecinas en antigua Plaza Dos Norte.

Celebración de alianzas en Población La Palma. Equipo de fútbol Independiente La Palma, jugadores de baby-fútbol. Campeones intercomunales durante el año 1978.

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Vecinos y vecinas en el Taller de Collage Colectivo, realizado en el sector de la MediaLuna de la población La Palma. Francisco Melo, y vecino, antiguo dirigente de la población La Palma.

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Memoria y patrimonio

FUNDACIÓN JUNTO AL BARRIO

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POBLACIÓN LA PALMA

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La presente investigación se desarrolla gracias a la adjudi-cación del FONDART “Rescate del Patrimonio Cultural de los Barrios Gabriela Mistral y La Palma en la comuna de Estación Central”, proyecto ejecutado por la Fundación Junto al Barrio durante el 2017.  Este proyecto surge a partir de la necesi-dad, por parte de los vecinos, de identificar y registrar los principales acontecimientos de las trayectorias históricas de dichas poblaciones, las cuales nacen en el periodo de mayor relevancia histórica del movimiento de pobladores en Chile, con especial énfasis, en Santiago y que, a la fecha, no se ha escrito con justeza la importancia y relevancia de lo ocurrido hace 60 años atrás. 

Es así como uno de los objetivos de la investigación res-ponde a la necesidad de reconstruir, junto con la comunidad, la historia de las poblaciones, a partir de la identificación y resignificación de los elementos inmateriales que conforman su valor patrimonial inmaterial. Los casos de Gabriela Mistral y de La Palma son producto de la inclusión de nuevos sujetos histórico-sociales que emergieron al calor del siglo XX, con-virtiéndose en protagonista de la historia nacional.

En la actualidad, la mayoría de las veces en que se nombra las poblaciones en Chile es para destacar el desorden y su peligrosidad. De esta manera, la imagen que se ha difundido es la de un territorio caótico y hostil, en el que prosperan todo

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MEMORIA Y PATRIMONIO

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tipo de malas prácticas. Una de las razones de este fenómeno se debe al escaso conocimiento en la historia nacional sobre la importancia de las poblaciones y del movimiento político que se generó en torno a sus demandas, sumiendo la memo-ria local en el olvido, y posicionando el estigma social como protagonista de una historia frágil y manipulable.

La fundación de La Gabriela en 1957 y de La Palma en 1958, marcaron un hito en el ambiente poblacional, evidenciando la capacidad organizativa y la adscripción masiva a proyectos político-culturales por parte de quienes se encontraban en situación de pobreza. Los procesos de cada una de las pobla-ciones son evidencias de la necesidad de miles de personas que clamaban por ingresar a la ciudad y de lograr una solución habitacional definitiva y una vida digna.

Las historias de la Gabriela Mistral y La Palma están profun-damente vinculadas tanto por su proximidad territorial como por sus experiencias compartidas. Sin embargo, cada pobla-ción buscó soluciones pertinentes encauzando a La Gabriela en el camino del cooperativismo para la edificación de viviendas, y La Palma en la oferta institucional estatal de la CORVI.

De ahí en adelante, todo aquello que forma parte de sus historias, es resultado de la creación e imaginación de quienes participaron activamente en sus procesos. Fundadores, curas, dirigentes, juntas de vecinos, clubes deportivos, centros de madres: todos, reunidos en los pozos de La Gabriela, en la Sede de La Palma, teniendo conversaciones en las calles, en los pasajes, salones de la iglesia o en los umbrales de las casas, formaron a pulso las poblaciones que hoy se observan.

Por el desconocimiento de sus prácticas históricas, políticas y sociales, se estimó la necesidad de realizar un levantamiento de información y salvaguardia, el cual tiene por objetivo re-conocer la historicidad de quienes participaron en la forma-ción de sus territorios. Se entiende que los pobladores son la manifestación de una nueva identidad que es mucho más que el habitar un territorio. Son una colectividad que delibera, toma decisiones organizadamente, produciendo simbologías, valo-res, ideologías y ritos en torno a su propia identidad cultural.

La fundación de La Gabriela en 1957 y

de La Palma en 1958, marcaron un hito en el ambiente poblacional,

evidenciando la capacidad organizativa y la adscripción masiva

a proyectos político-culturales por parte de

quienes se encontraban en situación de pobreza.

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POBLACIÓN LA PALMAMEMORIA Y PATRIMONIO

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¿Dónde y en qué momento surge aquello que conocemos como identidad nacional? Si se considera que la identidad se encuentra en una permanente relación entre sucesivas trans-formaciones históricas, clases sociales, género, edad, entre otros tantos, emergen entre todo ello verdaderos nichos iden-titarios: las ciudades. En la actualidad, el estudio de la ciudad es uno de los principales ejes para comprender las transfor-maciones de las sociedades, siendo imposible pensarlas sin conocer las historias que se desarrollan en su interior.

Existe una narrativa dominante que ha instaurado, a través de una forma cultural y arquitectónica urbana, una imagen de la ciudad. Sin embargo, también existe una ciudad refractaria, que obliga a replantear tanto la definición del imaginario y empuja redefinir la idea de patrimonio, incorporando también aquellos lugares que la ciudad quiere ocultar como parte del espectro patrimonial.

Atendiendo el caso del patrimonio, su significación está plenamente vinculada con esa narrativa dominante. Estu-diar las poblaciones es una vinculación compleja en que sus habitantes se encuentran en una permanente disputa y redefinición de imaginarios y símbolos, contrastando con esta narrativa dominante patrimonial.

Los pobladores crearon organizaciones y territorios, crean-do una identidad arquitectónica y cultural sin precedentes en el país. Esta ciudad guarda en sus rincones historias y proezas cuyo valor permite comprender aquello que se es: la diversi-dad, calles, pasajes, rincones, laberintos que entregan relatos en los que se forja la chilenidad. Ese Chile profundo, ese país que la televisión no muestra. De esto se trata este trabajo. De ese Chile, de la población marginalizada, “la pobla”, que cobra vida en su memoria.

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POBLACIÓN LA PALMA

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1. Primeros años de la Población La Palma

Los relatos sobre la fundación de La Palma permiten comprender cómo y porqué se trasladaron a estos lugares y lucharon por una vivienda digna y definitiva. Los poblado-res entrevistados coinciden en la descripción de una pobre-za profunda y de la necesidad por acceder a una mejor vida.

Uno de los principales relatos es entregado por Leti-cia Melo, quien recuerda que en 1953 vivían de allegados en casa de su abuela, ubicada en la calle Lautaro de Los Nogales. Posteriormente, en 1955, luego de los desalojos, algunas familias se trasladaron a una casona antigua que estaba ubicada en la actual calle 2 Oriente, lugar donde vivían inquilinos que trabajaban en la chacra que estaba en La Palma. La casa tenía un patio muy grande, lugar en que los vecinos criaban animales y sembraban la tierra.

Otra vecina, Rosa Arredondo, provenía de la calle Bernal del Mercado. En el sector se había formado un campamento que permitió la organización del Comité Pedro Antonio González. Narra que su padre fue dirigen-te del comité, y recuerda que: “Por la urgencia de ayudar a

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POBLACIÓN LA PALMAMEMORIA Y PATRIMONIO

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criar tantos hijos, los viejos comenzaron a organizar el comité para acceder a una vivienda (…) las personas comenzaron a luchar por llegar a esta población que, por aquellos años, era un potrero”.

Marcos Moraga recuerda que Rosa vivía en un cam-pamento. Los techos armados con fonolas soportaron las peores condiciones climáticas. Sus viviendas construidas con materiales de extrema precariedad no estaban acon-dicionadas para el invierno, quedando expuestos casi a la intemperie: “Cuando se mojaba mucho se hacía tira, quedába-mos nadando. Era mucha pobreza antiguamente”. Sin recur-sos para reemplazar los materiales dañados, se acercaban al basural Lo Errázuriz y buscaban entre los desperdicios con los cuales, momentáneamente, poder mantener en pie sus rucas.

De esta manera, la experiencia de los pobladores estuvo atravesada por la combinación de condiciones que impuso el ambiente en que habitaban y las condiciones de la pobre-za general que vivía el país.

La fundación de La Palma se debe, principalmente, a la or-ganización de los comités Pedro Antonio González, Pasaje Verdugo y “Sin Casa” de Los Nogales. La primera organi-zación se funda el sábado 13 junio de 1953: el Comité Pro Adelanto Chacra de La Palma. En un libro custodiado por la vecina Leticia Melo, hija de quien fuera su primer presi-

2. La fundación de La Palma

dente, se registran los 201 pioneros y pioneras que decidie-ron trabajar en conjunto por la lucha de su vivienda.

Los integrantes del Comité, en su mayoría obreros textil y de la construcción, provenían de las calles aledañas a la actual población. Es importante subrayar que estas calles estaban alrededor de sitios baldíos, chacras, pozos areneros, orillas de canales y basurales, características de mínimas condiciones de habitabilidad, pero favorables para quienes buscaban terrenos de mínima valoración.

Con la base de integrantes del Comité, el 21 de mayo de 1957, se funda la primera Junta de Vecinos Población La Palma.

Según relata Leticia Melo, y luego de las gestiones de la directiva, “la CORVI hizo la compra de los terrenos. Salió como 1 millón 200 mil pesos, que en ese tiempo era plata. Los pobladores tuvieron que dar un pie de 400 mil pesos y después la CORVI les dio facilidades para pagar cuotas, que se complemen-tó con las horas trabajadas en la construcción. Las construcciones comenzaron el año 1957 y a comienzos de ese año nos vinimos a vivir en unas casitas en el patio. Cada uno tenía su sitio parcelado y cerrado”. Es importante señalar que la población fue una autoconstrucción, siendo una de las alternativas que ofrecía la CORVI por aquellos años. No se contrataba una constructora, sino que se pagaba a los mismos pobladores por su “mano de obra”, y las horas de trabajo se descontaban del valor total de la vivienda.

Marcos señala que: “La Gabriela está un poco antes que nosotros como población, ellos se formaron solos. Cada uno hizo su casa como pudo y como le gustó. Nosotros tuvimos la suerte de ingresar al programa de autoconstrucción, aunque fracasó el programa en todo caso, pero por muchos motivos”.

Los terrenos asignados en La Palma estuvieron, por algunos meses, sin poder ser habitados, aunque se encontra-ban nivelados, distribuidos y cercados por alambres. Esta-ban siendo asesorados por Ernesto Toro y Orlando Latorre, quienes pretendían agilizar los trámites en la CORVI para Pá

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que las familias se trasladaran, pero sin mayor éxito. Marcos recuerda que, mientras esperaban la resolución de la CORVI, “llegaron rumores a nuestra directiva que de La Gabriela se los iban a tomar y se pidió una reunión de urgencia”. En la reunión del Comité se decidió que, a la noche siguiente, irían a ocu-par los terrenos que les habían sido asignados. Como cada uno sabía cuál era su rol, y conocían los planos, reconocieron rápidamente el sitio asignado. El terreno contaba con una urbanización simple, emparejado y los sitios delimitados, solo necesitaban algunos materiales de construcción, pararon unas tablas, se tiraron unas planchas de fonola arriba, y desde ahí se empezó a avanzar la construcción.

Posterior a la “toma de sus terrenos”, comenzó la cons-trucción de las viviendas. Rosa Arredondo recuerda que, en un comienzo, vivieron en unas media-aguas que fueron construidas al fondo de los sitios. Los terrenos no contaban con servicios básicos, tenían que ir a buscar agua a los pilo-nes distribuidos en la población. El terreno entregado era de 8x16 y la casa modelo contaba con un living-comedor, dos habitaciones, un baño, cocina y un patio trasero. Todos recibieron el mismo diseño y dimensiones.

Para el proceso de autoconstrucción, Leticia Melo señala que la población fue dividida en cuatro sectores, cada uno de los sectores tenía cuadrillas de trabajadores, que eran los mismos dueños de casa. Considerando que el registro indi-caba la presencia de obreros y maestros de oficio, los vecinos se organizaron a través de la experiencia de los más anti-guos para llevar adelante la construcción. Leticia recuerda: “el que sabía, decía cómo se hacía y los demás iban trabajando. No hubo un arquitecto de afuera. Imagínese que mi papá era mecánico”. Sin embargo, destaca lo siguiente: “estas casas están amarradas por cadenas, todas. Con todos los terremotos fuertes no se han caído, quedaron firmes”.

Los capataces distribuyeron la construcción por eta-pas, todo esto para mantener el sentido colaborativo de la construcción: “Se hacía la misma cantidad de mezcla, se pegaba

la misma cantidad de bloques en toda la cuadra. Nunca era una más y otra menos”. Los materiales eran entregados por la CORVI y guardados por uno de los vecinos siendo, además, el encargado de entregarlos. Además, los capataces llevaban un registro de las jornadas. Debían completar un mínimo de 20 horas de trabajo por semana, jornadas que signifi-caban un descuento para el valor final de la vivienda. Un vecino comenta “Se marcaba tarjeta también, tantas horas a la semana, porque tenían que alcanzar todas las casas juntas. En base a la colaboración de todos los pobladores, se logró terminar con la construcción de las casas en 1962”.

La foto que se encuentra a continuación describe perfec-tamente el proceso que referimos: niños y adultos traba-jando en la construcción de sus viviendas. Acompañados de palas y niveles, muestran la perseverancia. Leticia Melo señala que: “Aquí trabajaron, hombres, mujeres, abuelos y ni-ños, todos para lograr el sueño de una vivienda digna”. Po

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Es importante mencionar que cada uno de los secto-res y cada una de las familias tienen historias diferentes. Rosa Arredondo relata algunos detalles sobre el proceso de construcción de la cuadrilla de su padre quien le encomen-daba a sus hijos la tarea de rellenar los bloques de cemento: “Tenían unos hoyitos, entonces nosotros los alumbrábamos con chonchos, así se hacía cuando llegamos a la población, éramos alumbrados con chonchos. Entonces, uno sujetaba el choncho y el otro iba echando la mezcla en los hoyitos. Había que rellenarlos para que la casa quedara más firme, todos tenían que trabajar para seguir haciendo las casas. Fue muy sacrificado, así se termi-nó de construir la casa”.

Se estima que la construcción finalizó en 1962. La entre-ga final de las casas consistía solo en la estructura, pero no incluía radier: era suelo de tierra, sin cielo y sin estucar, y los bloques estaban al descubierto.

3. La década larga en La Palma(1960-1973). Comienzo de la organización

Los años 60 tienen una serie de elementos que vale la pena mencionar. La entrada a la década está cargada de emociones vividas tanto a nivel nacional como local de las poblaciones.

El primer evento significativo es la organización del evento deportivo de mayor relevancia para la historia nacio-nal: el Mundial de Fútbol de 1962. Desarrollado entre el 30 de mayo y el 17 de junio, acaparó las miradas de todo el país, concentrándose en las cuatro ciudades que oficiaron como sede, entre ellas, Santiago. Por aquellos años, los relatos de los vecinos dicen que: “La gente se unía para escuchar los partidos, no tenían tele en esa época (…) Los vecinos que tenían tele, cobra-ban para que otras personas fueran a ver programas”.

Esta “década larga” está, además, marcada por el forta-lecimiento y densificación de la organización. En este as-pecto, la junta de vecinos fue fundamental para la siguiente etapa: la creación de una población. Una de las principales tareas de esta organización fue la de conseguir la instalación de los servicios básicos dentro de las casas.

Por otra parte, dentro de las nuevas experiencias organi-zativas que surgieron, los espacios de encuentro y centros

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de reunión fueron los que permitieron el cambio radical de vida. Leticia Melo narra que la sede de la junta de vecinos era un lugar lleno de vida y que la población, en su conjunto, era un lugar apacible para vivir y compartir: “Antes había una sede que se abría todos los días desde las 6 hasta las 10 de la noche. No había ningún joven parado en la esquina. Se juntaban a jugar cartas, dominó, ping pong, había un equipo de música y los fines de semana se hacía un baile”.

El 17 de junio de 1959 se funda la Escuela Mixta Fiscal N° 319 de 2da, establecimiento educacional, ubicado en el mismo lugar donde está actualmente se encuentra la Escuela básica Unión Latinoamericana.

Por otra parte, quizás la celebración más importante era la Fiesta Palmina. Carmen Carrasco describe que: “se organizaba por pasajes y había alianzas. Cada alianza tenía su color, se hacían competencias y candidatura a reina. En la cancha se hacían competencias de baile como el “tugar tugar”, de cumbia y de rock and roll. Se hacían fiestas, competencias del palo encebado, rayuela, basquetbol de hombres y mujeres, todos con sus equipos, eran muy bonitos esos partidos, se llenaba la cancha. Se adornaban las calles, los pasajes y las casas, era una fiesta completa”.

Lo mismo pasaba para los 18 de septiembre: “se pintaban los árboles, se pedía donación por todas las casas para comprar banderas y se ponían por todas las cuadras, se tocaba mucha chilena ¡celebrábamos todos juntos!”. Para las navidades, la población se organizaba para celebrar a los niños y niñas, se reunían fondos para comprar bebidas, chocolates y regalos; se organizaba una convivencia en la sede a la que iba hasta el Viejito Pascuero, según recuer-dan los vecinos.

El entusiasmo de la nueva población fue central para el proyecto en plena construcción. Luis Melo, presidente de la Junta de Vecinos compuso un himno de la pobla-ción. Leticia, su hija, quizás la última persona que lo recuerda, lo entona con particular entusiasmo:

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De febrero el 58 será una fecha recordación, nace a la vida, en este barrio, nuestra querida institución. Sus colores representan, en nuestra

gran institución, el rojo puro y su pujanza y la palma donde nació.

(Coro) Adelante club la palma, adelante siempre a jugar, donde quieras que tú vayas, siempre tu

barra irá detrás.

Tu defensores y delanteros, con optimismo en la cancha están, tras la victoria o la derrota esforzándose

hasta el final.

(Coro) Adelante Club La Palma, adelante siempre a jugar, donde quieras que tú vayas, siempre tu

barra irá detrás.

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4. Los jesuitas en La Palma

La cercanía al templo de San Alberto Hurtado y la Parro-quia Jesús Obrero condiciona una relación insoslayable de las poblaciones con los jesuitas, implantando el germen de la acción directa en el territorio al cual históricamente han respondido en ayuda de las personas en situación de pobreza.

La obra del padre Vergara es una de las de mayor trascendencia dentro de la organización de las poblacio-nes. La mayoría recuerda con cariño y respeto su labor y dedicación durante los primeros años de las poblaciones Gabriela mistral y La Palma. Su sacrificio e innovación han sido reminiscencias permanentes en los diálogos con los habitantes de ambas poblaciones. Marcos recuerda que: “La capilla lleva su nombre, con eso te digo todo. Era un tipo muy gallo, se podía hablar con él de cualquier tema. Si teníamos que meternos al barro, se metía conmigo. Estuve al lado de él como parte social”.

De igual forma se refieren a Ignacio Gutiérrez de la Fuente quien, “desde que llegó a la Jesús Obrero, comenzó a recorrer todas las poblaciones: Nogales, Gabriela, La Palma y Santiago. Se acercó a los jóvenes y hablaba sobre diferentes temas, invitándonos a participar en los eventos”. Fue uno de los promotores de instancias que posibilitaron la apertura y confianza con los jóvenes. Él los reunía, les conversaba de todo un poco. De esta manera, el trabajo con la juventud fue otro de los aspectos que más se recuerdan: “Las “colonias” de los niños, que también se hacen aquí en la escuela Unión Latinoamericana. Antes eran los Scouts, que se hacía en la Jesús Obrero. Todo muy lindo”.

5. Los mil días en La Palma

Desde 1971 en adelante la vida en La Palma, como en todo el país, se volvió compleja. Leticia Melo recuerda que, durante el gobierno de la Unidad Popular tenía un negocio: “Participé en una JAB [ Junta de Abastecimiento], también. A todos por igual, repartía detergente, pollos, tan es-casos en ese tiempo. Se recorría la población, puerta por puerta, cuántas familias había por casa, cuántos niños y dependiendo de la necesidad, se les daba. Repartía, en general, para todos. Hay que saber organizarse”.

Sitúan la problemática en un periodo en donde había desabastecimiento y que había que hacer colas para com-prar. Además, acaparaban y escondían mercadería los mis-mos comerciantes. Sumado a los centros de abastecimien-to, habían ferias y almacenes, Marcos Moraga recuerda que “comprábamos de a 1/8 de aceite, 1/4 de azúcar... Vendían lo fideos sueltos, de a cuartos o medio pan de margarina. Todo de a poquito”.

Sin embargo, y más allá de las dificultades, durante la década de los 70 la comunidad en conjunto se organiza. Uno de los principales problemas estaba en la carencia de Centros de atención médica. Por aquellos años, era muy poca la asistencia pública, solo existían postas y en las mismas organizaciones se constituían comités de salud que tenían la misión de velar por una atención de baja complejidad. En la actualidad, se atienden en el Con-sultorio 5, el más antiguo, en el de Los Nogales, y en el COSAM, a un costado del parque Bernardo Leighton –ex Parque Las Américas.

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6. El Golpe en La Palma y los 17 años de dictadura

En el plano político-social se funda el Centro de Madres Caridad y Alegría, organización que todavía se mantiene vigente, amparado en el nuevo marco legal surgido durante los 60. Muchas mujeres encuentran un espacio de contención y de conversación, deliberación y participación en lo público.

Uno de los primeros objetivos del Golpe Militar fue suprimir las actividades públicas. Recuerda una asistente a las jornadas de memoria: “Para el 11 de septiembre del 73, estaban los milicos en todas las calles”.

Las antiguas rencillas entre los pobladores que partici-paban en política se reactivaron y se vivieron intensamente. Sin embargo, el principal elemento del ambiente fue el miedo. La desconfianza que se vivía en los grupos y en los principales lugares de encuentro, profundizó y extremó el individualismo. La mayoría de la gente se refugió en sus hogares, abandonando los espacios de encuentro y espar-cimiento. Además, los espacios públicos mantuvieron una presencia permanente de patrullas militares que recorrieron calles y pasajes, atemorizando a los pobladores.

El apagón cultural afectó todas las actividades desarro-lladas en la vida de La Palma. La presión por el cambio de vida rotundo llevó a una reinterpretación del sufrimiento. Violeta Carrasco y Enrique Palma cuentan que cuando se

entraba al templo se veía a Cristo Crucificado. Ante la co-yuntura que se estaba viviendo, el párroco Miguel Díaz, S.J. pidió que lo sacaran y que lo reemplazaran por un mural. Dicho mural muestra a Cristo en una población, siendo apuntada por los miltares y sus metralletas. Por supuesto, esta acción fue conflictiva para los feligreses, pues, muchas personas estuvieron en contra.

Desde el punto de vista de las condiciones de vida de las poblaciones, el cambio de modelo económico se vivió fuerte-mente. La agudización del problema del hambre fue el pro-motor de distintas respuestas en los sectores más populares del país. Violeta Carrasco se refiere a su llegada a la parroquia Jesús Obrero en 1976, justamente, por los comedores infanti-les, año en que Silvano Martínez oficiaba como párroco.

Frente a los índices de cesantía o ingresos insuficientes para cubrir la alimentación, Carmen señala que: “Llegué por necesidad ahí. Era de una familia bien pobre, entonces a veces había y, otras veces, no había. Venía a comer a la olla común”. El padre Silvano les entregaba una carta e iban a La Vega a pedir comida a los feriantes. “Una vez que llegábamos, se preparaban ollas comunas y se daba comida a todos los que necesitaban comer”.

En la parroquia y en la capilla se realizaban múltiples ac-tividades. Con la llegada de la misionera belga Anita Gos-sens se comenzaron a realizar encuentros juveniles. Desde 1979, Anita invitó a los jóvenes a participar de diversas actividades, a través de los monitores, que eran referentes de la juventud. Cada vez se iba masificando más y los encuen-tros comenzaron a repetirse año tras año.

La Iglesia fue el refugio para los pobladores: permitió lugares de encuentro, se formaron muchas parejas y con los encuentros se facilitó que matrimonios jóvenes pudieran dar testimonio sobre lo más difícil de la convivencia en pareja. Esa fue una de las formas en que la parroquia Jesús Obrero atrajo a la comunidad durante la dictadura, formando diversas comunidades. Enrique Palma recuerda que: “Venían grupos de distintas partes, era muy bonito y el vino navegao’ que corría por

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todas partes. Nacho Gutiérrez era el párroco y autorizaba estos asuntos, él era muy cercano a la Vicaría de la Solidaridad”.

El sentimiento de rechazo que se había formado en las poblaciones fue creciendo. En la década de los 80, el sentir popular, la desesperanza frente al futuro y la falta de oportu-nidades para los jóvenes convirtió a las poblaciones en lugares de resistencia contra el régimen militar. Carmen Carrasco recuerda que: “Hacíamos protestas en Santa Teresa con Veteranos del 79, era el punto fijo donde quemábamos neumáticos, hacíamos cacerolazos, para sacar al gobierno de Pinochet. Éramos unos 100 jóvenes que participábamos. Venían de Los Nogales, de La Palma, de Javiera Carrera, todos cabros que estaban perdiéndose”.

La celebración del Plebiscito del 88 fue uno de los aconte-cimientos de mayor relevancia dentro de la población. Con la consigna “Chile, la alegría ya viene”, los pobladores comen-zaron a participar en las marchas que se realizaban en Santa Teresa con Veteranos del 79, punto neurálgico de las po-blaciones La Palma y Gabriela Mistral, y principal lugar de encuentro entre los vecinos, en donde actualmente se ubica la feria libre que abastece a vecinos de ambas poblaciones.

7. ¡Viva la democracia!

Después del triunfo del NO, la gente comenzó nueva-mente a agruparse. Antes del Golpe de Estado, para las celebraciones de navidad y año nuevo, la población “era una fiesta, la gente estaba con la ventana abierta, uno visitaba a toda la población dando abrazos y los vecinos eran unidos”.

Con la vuelta a la democracia, La Palma trató de orga-nizarse nuevamente. En 1991 se hizo la Fiesta Palmina, celebración que duró un par de años y luego se dejó de realizar. Esta fiesta duraba alrededor de una semana y los vecinos y vecinas se organizaban por alianzas en las que competían en distintos deportes y concursos. Incluso venían personas de otras poblaciones como la 5 de Abril, Hermanos Carrera, y también clubes deportivos.

Leticia Melo recuerda que: “se hacían alianzas, los chiquillos hacían jardines, hasta los mormones ayudaban. Se hacían tortas. Este sector fue el que ganó. Se hacían compe-tencias deportivas, los niños crecían con el deporte. Dejaban todo ordenado, daba gusto ver la población así. Los vecinos de al frente pintaban murales, la población se veía con vida... ¿Alcanzaré a ver eso de nuevo? Ahora le encuentro razón a mi abuela que decía <todo tiempo pasado fue mejor>. ¿Por qué no se puede recobrar si tenemos tanta juventud?”.

Durante los primeros años de los 90, se realizaron una serie de actividades que volvieron a convocar a los vecinos. Las fiestas, sin duda, reunieron a la comunidad con el es-píritu de antaño: se reunían fondos, se preparaban comi-das, se tenía un catastro de la cantidad de niños y niñas, y el 24 de diciembre se instalaban mesones en las calles “en que se sentaban todos los niños y recibían sus regalos del Viejito Pascuero”. Todo aquello era trabajo de la comunidad en su conjunto y se sentían como una gran familia.

En la última fiesta realizada en los 90, los jóvenes pintaron en la calle Germán Yungue dos murales, uno del Padre Alberto Hurtado y, el otro, de Jesús. Junto a ellos, un mosaico con flores, casas y una bandera chilena con una inscripción que dice “Unidad Vecinal 24-2, 2005”.

Javier recuerda cuando la gente de la Fundación Junto al Barrio vino a repintar la fachada de La Palma: “Pasé por ahí y, siendo uno de los más antiguos de los jóvenes que queda-mos aquí, les pregunté <¿qué van a hacer? >, <Vamos a hacer murales nuevos>, y le dije <¿Por qué no dejan los mismos? Así,

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los dejan más bonitos, porque son reliquias> (…) Les dije que era un recuerdo de la población y dejaron el mismo Padre Hur-tado, el mismo Cristo que nosotros pintamos en ese tiempo para adornar La Palma”.

En los primeros años de los 90, parte importante de los jóvenes aún se reunía en torno a las actividades de la Capilla Ignacio Vergara y la Parroquia Jesús Obrero. Los sábados y domingos asistían a las misas, pero para estar con sus amigos, muchos de ellos, pertenecientes a otras parro-quias. Incluso los jóvenes participaban en otras comunas. Javier lo recuerda de la siguiente forma: “De hecho, nosotros nos juntábamos con los jóvenes de La Gabriela, de Los Nogales (…) conocíamos gente de otras comunas, nos servía con esa gente para conocer estatus sociales de otras comunas, recorrimos casi todo Santiago los fines de semana. Hoy el grupo de jóvenes ya no existe. Esto se acabó en el 93, creo yo”.

8. Organizaciones después de la transición democrática

Desde finales de los 80 hasta la actualidad, el tráfico de drogas es el principal problema de las poblaciones. Por supuesto, no es una situación generalizada, pero en sus calles se esconden verdaderos nichos de distribución que ha quitado y escondido el propósito inicial de la población. Los vecinos, por el contrario, se encuentran en sus casas, Pá

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tomando once o mirando la televisión en familia, alejados de la realidad que les rodea.

La junta de vecinos ha intentado, de múltiples formas, combatir la venta de drogas, pero sobre todo el consumo de sus jóvenes y adultos. Para ello, se han volcado a reactivar la organización social, convocando a las personas a trabajar en pos de la comunidad, creando lazos de amistad y, en algunos casos, de contención. Las iniciativas están en la anhelada re-cuperación del espacio público. Marcos Moraga señala: “Hace un par de años que nuestra población consiguió pasto sintético para las canchas, espacio que los jóvenes han vuelto a colonizar. En sus pastos se plasman recuerdos imborrables de la niñez, como la Copa Milo celebrada en los últimos años de los 90”.

Las organizaciones sociales intentan mantener el espíritu de antaño. Gestionan y convocan a los vecinos a participar en diversas actividades. Sin embargo, reconocen que no logran convocar a las personas como antes. Uno de los prin-cipales puntos, es el grado de individualismo, la cantidad de aparatos electrónicos que los jóvenes disponen y, quizás el más importante, la falta de espacios públicos. Se reconoce el esfuerzo realizado por la Directiva de la junta de vecinos, quienes se preocupan especialmente por adolescentes y adultos mayores.

En términos generales, los pobladores han visto pocas mejoras en la población y las que se realizan, son resultado de años de trabajo: “Se han visto adelantos, como es el mejora-miento de esa área verde como el contenedor que está ahí, para que los chicos se entretengan. La otra vez le sugerí al presidente que se podía arreglar el piso donde estaban jugando. Me alegré mucho porque vi que había traído lonjas de pasto sintético que sobraron de la cancha de ahí”.

La reacción frente a algunos malos hábitos de la juven-tud en las calles ha sido de profundo rechazo por parte de los habitantes de La Palma. Indican que en algunos pasajes son un verdadero peligro, donde los niños y niñas casi no pueden salir de sus casas. Además, los pobladores mayores

logran hacer el contraste con su infancia y recuerdan que antiguamente los niños podían jugar con sus papás en las calles, sin peligros. Eran verdaderos espacios de libertad, ahora convertidos en espacios restrictivos, según sus puntos de vista.

9. Nuevos tiempos. La Palma mirando al 2000

Los años 2000 abren con significativos cambios para la población. No obstante, para algunos de los vecinos el proceso aún no está completo, incluso se atreven a decir que luego de la autoconstrucción de las viviendas, la población se estancó en términos urbanos. Marcos Moraga señala: “Hoy recién estamos viendo algunos adelantos, de pavimen-tación, ornamentales o hermoseamiento. Ha sido muy dura la vida de cada uno de nosotros acá porque fuimos olvidados. No es porque yo lo diga, el problema de vivienda es muy difícil de llevar en este país. Fue en esos años, cuando estábamos aquí, nos miramos y nos quedamos, nos miramos hasta el día de hoy”.

Existe otro fenómeno que avanza con una inusitada velo-cidad: los grandes proyectos inmobiliarios. Desde General Velásquez se está produciendo un avance, cada vez mayor, de complejos habitacionales constituidos por enorme torres de edificios. El transporte público colapsa en horas punta, junto con los paraderos de las micros y la Estación de Me-

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tro Padre Alberto Hurtado, causando empeoramiento en la calidad de vida de los vecinos del sector.

Por otra parte, es importante señalar que la migración ha sido un fenómeno que ha marcado el debate nacional, y en la población de La Palma ha sido especialmente trascen-dente. La presencia de nuevos vecinos en las calles y pasajes de la población es innegable y advierte un nuevo presente.

Sus culturas e identidades causan extrañeza, ya que los vecinos extranjeros traen nuevas formas de relaciones, for-mas de habitar espacios, costumbres, idiomas y modismos ajenos a lo tradicionalmente visto en las calles de la pobla-ción, tejiendo una trama de relaciones interculturales.

Para dar abasto a la demanda habitacional, una al lado de la otra, las casas de La Palma se transforman para alojar a los migrantes. En esta zona de la ciudad, los arreglos de las casas se superponen con una suerte de espontaneidad reforzada por zinc, maderas, volcanita, rejas y divisiones arbitrarias que son ocupadas por gente que busca un refugio en la ciudad. En los pasajes, se crean túneles de ropas que bambolean, se prenden improvisadas parrillas y los aromas se mezclan en las calles.

Dentro de la población, desde el año 2014, la Escuela Unión Latinoamericana alberga un importante número de inmigrantes y que aumenta año a año. Con una matrí-cula cautiva de 390 estudiantes, en 2017 se distribuye casi simétricamente en un tercio de alumnos haitianos, un tercio de alumnos chilenos y un último tercio de alumnos prove-nientes desde otros países de Latinoamérica como Perú y Venezuela. De esta manera, la Escuela Unión Latinoame-ricana hace honor a su nombre, puesto que se constituye como el lugar por excelencia en donde se concentran los lazos interculturales, posibilitando y fomentando el encuen-tro entre las culturas.

Si bien fue un alcance que la escuela se llame Unión Latinoamericana, en el patio interior se pintaron las más importantes y representativas banderas de los países de la

región y, además, desde hace unos años se han comenzado a celebrar los aniversarios patrios con comidas y bailes típicos de otros países. Además, cada lunes, se entonan los himnos de Perú, Colombia, Haití y Chile. Desde los contenidos de los planes educacionales del MINEDUC, hasta la barrera impuesta por el idioma, el cuerpo docente ha tenido que modificar y esforzarse por integrar a sus nuevos estudiantes. Hace dos años que la escuela cuenta con dos profesores hai-tianos que ofician como traductores de creole e inglés, para los estudiantes que aún no hablan castellano.

En las canchas de La Palma y, especialmente, en la es-cuela ULA es posible ver niños que organizan improvisadas selecciones latinoamericanas: entran a la cancha jugadores con camisetas y los nombres de las estrellas de los equipos nacionales que evidencian profundos sentimientos patrios que se reactivan en los colores propios. “Somos nosotros, los migrantes de Estación Central”.

Quizás, son los niños y niñas los que entenderán la convivencia con otras culturas y sabrán como relacionar la distancia física y simbólica que nos separa de ese otro que consideramos tan diferente a los chilenos.

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Al entrar en La Palma cuesta imaginar que, antiguamente, este terreno era una chacra, lugar en que sus habitantes construyeron casas y vidas en la profundidad de la periferia de la ciudad. De lo que fuera una población marginal de la CORVI hoy sólo quedan retazos: las fachadas continuas y las ampliaciones hechas por los propios vecinos ocultan sus for-mas originales. En el recorrido, las casas, las rejas, los árboles, los antejardines y los patios emparrados son testigos de una historia que contiene una serie de acontecimientos ocurridos aquí hace 60 años. En el curso de las seis décadas, la trans-formación ha sido total: de un pequeño espacio –distribuido para alojar familias que, en algunos casos, eran bastante nu-merosas– hoy se encuentra una importante zona de la ciudad de Santiago: Estación Central.

La transformación social y arquitectónica de la población es resultado de las familias fundadoras y todas quienes con los años han asumido la responsabilidad de continuar el proyecto, conformándose en un exuberante complejo habitacional. La razón se debe a la presión por la población que se encontraba, por aquellos tiempos, en condiciones precarias de vida. A tra-vés de la formación de una organización de base, encontraron

la forma para conseguir acceder a la vivienda. Tal como hemos mencionado, estas organizaciones fueron claves para com-prender la articulación política e identitaria de los pobladores.

Los relatos, cargados de imágenes y de visiones sobre sus propias vidas, sirven para testimoniar e ilustrar la nostalgia que causa recordar aquellos años de un pasado común, de una memoria colectiva y comunitaria. En este sentido, estudiar las poblaciones significa reflexionar sobre sus organizaciones que irrumpieron, en buena hora, en el proyecto nacional.

Todo aquello que ha sucedido aquí es parte de un Chile profundo, alejado del centro imaginario. Este es el lugar don-de se fragua parte importante de nuestra identidad nacional y que, por lo demás, ha sido desplazado de la historia oficial. Que sus testimonios sirvan para redefinir los márgenes de lo nuestro, reposicionando sus experiencias, tanto las exitosas como las fallidas. Todo esto nos ha llevado, lo queramos o no, a configurar lo que somos. Es este chileno y chilena que clama por ser posicionado y validado como tal.

Ahora bien, todos los cambios que se siguen gestando en este Chile serán los promotores de otro ambiente. Las relaciones interculturales que se están produciendo, más allá de índices y de estimaciones numéricas, están forjando un nuevo chileno que habita en el margen cultural, chilenos con costumbres de comunidades, y migrantes que se construyen en lo chileno, que refuerzan sus costumbres, pero readaptán-dolas aquí.

Quisiéramos, por último, testimoniar este trabajo con la mirada de Leticia Melo, quien nos dice lo siguiente: “Llegué cuando tenía 13 años. En la actualidad tengo 75 años, de los antiguos va quedando una señora en la esquina, la Sra. María. Aquí llevamos cuatro generaciones... Es harta gente. Pero yo amo mi población, aquí están mis raíces. El día que yo me muera, yo no le debo nada a nadie. Les pido que, por favor, no vendan esta casa. Lo único que les pido a mis hermanos cuando me muera es que no vendan esta casa […] Porque aquí está una parte mía y de mi papi. Como dicen, la gente pasa, pero las obras quedan”.

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Queremos entregar nuestros agradecimientos a todos y todas quienes apoyaron la realización de esta investigación, en especial a los pobladores y pobladores de Gabriela Mistral y La Palma. Gracias a sus testimonios podemos comprender la riqueza y profundidad de sus experiencias culturales que forman parte de nuestra identidad nacional.

Vecinos de la Población La Palma:Rosa ArredondoMarcos MoragaCarmen CarrascoVioleta CarrascoEnrique PalmaLeticia MeloDiego Contreras

AutorSergio Caba Montenegro

EdiciónJacobo Matheu y Daniela Villanueva