materiales con que se construyó el antiguo teopanzolco

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ARQLGA. BARBARA KONIECZNA L a zona arqueológica de Teopanzolco se excavó por primera vez en el año 1921 por José Rey- gadas Vértiz y Manuel Gamio. El lugar se conocía popular- mente como El Mogote, sitio de recreo para la gente de la vecina ciudad de Cuernavaca. Podemos suponer que esta situación pudo prestarse para que hubiera saqueo de pie- zas por parte de los curiosos de las antigüedades; también posiblemente hubo alguna al- teración de la superficie de la zona, para conformar canchas de futbol u otras actividades acordes con un día de campo. Las demás construcciones de la zona arqueológica, las que conforman el recinto sa- grado, se excavaron en años posteriores, por los arqueólo- gos Román Piña Chan, Eduar- do Noguera, Roberto Gallegos, Juan Dubernard y Jorge Angu- lo Villaseñor, entre otros (An- gulo Villaseñor,1976; Noguera y Piña Chan,1956/7). Para hablar sobre los mate- riales que se emplearon en la construcción de los edificios prehispánicos de Teopanzolco es fundamental poder detectar que partes de ellos están recons- truidas y cuales son originales. Los trabajos de Reygadas y Gamio sobre el Gran Basamento, no dejaron ninguna marca que nos indicara la diferencia entre lo original y lo reconstruido. Debido a esta circunstancia, en este trabajo que pretende definir materiales constructivos originales, se tomaran en cuen- ta sólo las partes de los edificios que evidencian no ser interve- nidos en época moderna. Se han tomado en cuenta muros en los que pudimos de- tectar restos de recubrimiento de estuco o bien, evidenciar la presencia de argamasa prehis- pánica en la unión de las pie- dras, conformada por conglo- merados de cal, tierra o arena. No hay que omitir también el uso de sentido común que nos indicaba el estatus origi- nal de la construcción. De gran ayuda fue el análi- sis de las antiguas fotografías a las que tuvimos acceso, ya que se pudo observar hasta dón- de hubo alguna alteración en las alturas de los muros y de su conformación durante la re- construcción que se hizo des- pués de limpiar el montículo de gran basamento en el año 1921. Los trabajos arqueológicos realizados en los años poste- riores a esta primera etapa de exploraciones, fueron lleva- dos a cabo por otros arqueó- logos, quienes al hacer la re- construcción de los muros usaron marcas que indican la distinción entre lo original y lo reconstruido, a través de incrustación de pequeñas pie- dritas colocadas dentro del mortero o cemento moderno. En Teopanzolco podemos distinguir la temporalidad de los edificios prehispánicos no solo por su aspecto arquitectónico o el fechamiento de los materiales arqueológicos asociados (cerá- mica, lítica, etc.) sino también a través de los materiales de cons- trucción y de manera cómo fue- ron empleados por la población que habitaba en este lugar. Como ya se ha mencionado, para tal propósito se tomarán en cuenta solamente las partes de los edificios en los que tene- mos seguridad de contar con el aspecto original de ellos. El basamento de la subes- tructura del Gran Basamento, conserva en gran parte los mu- ros originales, al igual que las paredes de los templos. Para su construcción se usaba pie- dra basáltica y en menor can- tidad, piedra andesita, ambas de origen local. La piedra antes de ser pues- ta, se recortaba dándole a la vista una cara en forma de rectángulo alargado, con medidas cuyo pro- medio es de 35-40 cm de largo y 10-15 cm de ancho y de fondo aproximadamente 30-40 cm. El fondo de las piedras tenía forma de una cuña, lo que faci- litaba su colocación dentro de la argamasa de la construcción. Estas piedras se colocaban en hileras que se intercalaban, con- formando un muro con la aparien- cia ordenada y superficie relativa- mente lisa que no necesitaba una gruesa capa de recubrimiento. En lo que concierne a las esquinas de la subestructu- ra del gran basamento, están conformadas por medio de piedras alargadas tipo prisma que se colocaron sobrepo- niéndolas una encima de la otra, dándoles un pequeño de- clive para formar el talud. El tamaño de estas piedras, en su vista exterior, es en pro- medio de 35-40 cm de largo y 15 cm de ancho en una cara. La mayoría de los edificios que actualmente conforman el recinto ceremonial de Teopan- zolco, proceden de la fase más reciente; para su construcción se usaron piedras basálticas de tamaño variable, de forma irre- gular y solamente careadas. El aspecto exterior de estos muros es más burdo e irregular. Las esquinas de los edificios en los que observamos este patrón, están hechas por me- dio de apilamiento de grandes piedras rectangulares cuyas dimensiones de largo pueden rebasar hasta 80 cm y tener un grosor entre 30 y 40 cm. Este tipo de esquinas se aprecian en la segunda fase constructiva del Gran Basa- mento así como en el basa- mento de Tezcatlipoca. En ambas fases constructi- vas, las paredes de los muros estaban recubiertas con una capa de mezcla hecha de te- zontle molido con cal. Sobre ésta, se colocaba el aplanado de estuco grueso que tenía mucha arena y finalmen- te, la capa externa de estucado que era pulida. Materiales con que se construyó el antiguo Teopanzolco

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Page 1: Materiales con que se construyó el antiguo Teopanzolco

ArqlgA. BArBArA KoniecznA

L a zona arqueológica de Teopanzolco se excavó por primera vez en el año 1921 por José Rey-

gadas Vértiz y Manuel Gamio. El lugar se conocía popular-

mente como El Mogote, sitio de recreo para la gente de la vecina ciudad de Cuernavaca.

Podemos suponer que esta situación pudo prestarse para que hubiera saqueo de pie-zas por parte de los curiosos de las antigüedades; también posiblemente hubo alguna al-teración de la superficie de la zona, para conformar canchas de futbol u otras actividades acordes con un día de campo.

Las demás construcciones de la zona arqueológica, las que conforman el recinto sa-grado, se excavaron en años posteriores, por los arqueólo-gos Román Piña Chan, Eduar-do Noguera, Roberto Gallegos, Juan Dubernard y Jorge Angu-lo Villaseñor, entre otros (An-gulo Villaseñor,1976; Noguera y Piña Chan,1956/7).

Para hablar sobre los mate-riales que se emplearon en la construcción de los edificios

prehispánicos de Teopanzolco es fundamental poder detectar que partes de ellos están recons-truidas y cuales son originales.

Los trabajos de Reygadas y Gamio sobre el Gran Basamento, no dejaron ninguna marca que nos indicara la diferencia entre lo original y lo reconstruido.

Debido a esta circunstancia, en este trabajo que pretende definir materiales constructivos originales, se tomaran en cuen-ta sólo las partes de los edificios que evidencian no ser interve-nidos en época moderna.

Se han tomado en cuenta muros en los que pudimos de-tectar restos de recubrimiento de estuco o bien, evidenciar la presencia de argamasa prehis-pánica en la unión de las pie-dras, conformada por conglo-merados de cal, tierra o arena.

No hay que omitir también el uso de sentido común que nos indicaba el estatus origi-nal de la construcción.

De gran ayuda fue el análi-sis de las antiguas fotografías a las que tuvimos acceso, ya que se pudo observar hasta dón-de hubo alguna alteración en las alturas de los muros y de su conformación durante la re-

construcción que se hizo des-pués de limpiar el montículo de gran basamento en el año 1921.

Los trabajos arqueológicos realizados en los años poste-riores a esta primera etapa de exploraciones, fueron lleva-dos a cabo por otros arqueó-logos, quienes al hacer la re-construcción de los muros usaron marcas que indican la distinción entre lo original y lo reconstruido, a través de incrustación de pequeñas pie-dritas colocadas dentro del mortero o cemento moderno.

En Teopanzolco podemos distinguir la temporalidad de los edificios prehispánicos no solo por su aspecto arquitectónico o el fechamiento de los materiales arqueológicos asociados (cerá-mica, lítica, etc.) sino también a través de los materiales de cons-trucción y de manera cómo fue-ron empleados por la población que habitaba en este lugar.

Como ya se ha mencionado, para tal propósito se tomarán en cuenta solamente las partes de los edificios en los que tene-mos seguridad de contar con el aspecto original de ellos.

El basamento de la subes-tructura del Gran Basamento,

conserva en gran parte los mu-ros originales, al igual que las paredes de los templos. Para su construcción se usaba pie-dra basáltica y en menor can-tidad, piedra andesita, ambas de origen local.

La piedra antes de ser pues-ta, se recortaba dándole a la vista una cara en forma de rectángulo alargado, con medidas cuyo pro-medio es de 35-40 cm de largo y 10-15 cm de ancho y de fondo aproximadamente 30-40 cm.

El fondo de las piedras tenía forma de una cuña, lo que faci-litaba su colocación dentro de la argamasa de la construcción.

Estas piedras se colocaban en hileras que se intercalaban, con-formando un muro con la aparien-cia ordenada y superficie relativa-mente lisa que no necesitaba una gruesa capa de recubrimiento.

En lo que concierne a las esquinas de la subestructu-ra del gran basamento, están conformadas por medio de piedras alargadas tipo prisma que se colocaron sobrepo-niéndolas una encima de la otra, dándoles un pequeño de-clive para formar el talud.

El tamaño de estas piedras, en su vista exterior, es en pro-

medio de 35-40 cm de largo y 15 cm de ancho en una cara.

La mayoría de los edificios que actualmente conforman el recinto ceremonial de Teopan-zolco, proceden de la fase más reciente; para su construcción se usaron piedras basálticas de tamaño variable, de forma irre-gular y solamente careadas.

El aspecto exterior de estos muros es más burdo e irregular.

Las esquinas de los edificios en los que observamos este patrón, están hechas por me-dio de apilamiento de grandes piedras rectangulares cuyas dimensiones de largo pueden rebasar hasta 80 cm y tener un grosor entre 30 y 40 cm.

Este tipo de esquinas se aprecian en la segunda fase constructiva del Gran Basa-mento así como en el basa-mento de Tezcatlipoca.

En ambas fases constructi-vas, las paredes de los muros estaban recubiertas con una capa de mezcla hecha de te-zontle molido con cal.

Sobre ésta, se colocaba el aplanado de estuco grueso que tenía mucha arena y finalmen-te, la capa externa de estucado que era pulida.

Materiales con que se construyó el antiguo Teopanzolco

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Domingo 17 de diciembre de 2017

Sobre los muros de los edi-ficios mencionados, todavía se conservan grandes mancho-nes de estos recubrimientos.

En el caso del basamento de Tezcatlipoca, no encontramos re-cubrimiento de tezontle con cal.

¿Dónde se abastecían los constructores de Teopanzolco de materiales necesarios para estas obras?

Como hemos menciona-do, en la actualidad tenemos a la vista solamente los edificios que corresponden a la parte ritual del antiguo asentamiento, pero durante su apogeo, Teo-panzolco tenía una extensión mucho mayor, lo que implicaba que había muchos más edificios que requerían de materia pri-ma para su construcción.

La cantidad de edificios que había en pie, desgraciadamente no podemos saber, pero el asen-tamiento se extendía hasta el ba-rrio de Amatitlán y el Vergel hacia el sur, hasta Gualupita al oeste y Colonia Reforma, hacia el norte.

Era una ubicación estratégi-ca, donde los pobladores de este asentamiento aprovecharon lo accidentado natural de los terre-nos de esta zona geográfica, para integrarlo al paisaje y tener una ubicación privilegiada en cuanto al dominio visual sobre el valle.

Para llegar a Teopanzolco se tenía que pasar por grandes afloramientos de basaltos que es-taban en la superficie. La zona se ubica en límite donde afloran basaltos cuaternarios y andesitas terciarias. La materia prima de piedra estaba a la mano.

En el predio donde actual-mente se localiza el estacio-

namiento del club deportivo Sport City se han encontrado afloramientos de basaltos, de-donde se extraía la piedra para construir edificios prehispáni-cos de Teopanzolco.

Durante un rescate arqueoló-gico en el año 2007 se detectaron antiguos cortes en la piedra, que era lista para extraerse.

Las medidas de las piedras eran diversas; el promedio de las medidas oscilaba alrededor de 35 x 30 x 45 cm.

Había también piedras de tamaño más grande, como por ejemplo las que medían aproxi-madamente 50 x 75 x 30 cm.

Todas tenían formas un poco burdas, sin que hubiera sido defi-nido su aspecto final.

Presentaban una “separa-ción” dentro de la roca, una ra-nura hecha con cuñas.

Así preparadas, estaban listas para ser desprendidas desde aba-jo, mediante una palanca.

Como pudimos ver, la piedra para construcción de los edificios en Teopanzolco abundaba en la zona, pero la siguiente pregunta que surge es ¿de dónde provenía la tierra para rellenar los núcleos de estas grandes construcciones?

En el área donde se encuentra el asentamiento prehispánico, la profundidad de suelo es mínima, como máximo llega a tener un es-pesor de 50 cm.

Es un suelo pobre, de tipo lla-mado malpaís (resultado del enfria-miento de lavas viscosas y de aspec-to muy rugoso). La cantidad que se requería para rellenar los volúme-nes de varios basamentos de ta-maño considerable, entre ellos, del Gran Basamento, no era suficiente.

Sabemos que el núcleo de gran basamento de Teopanzolco está conformado por tierra suelta negra y piedras.

Lo pudimos comprobar en el año 2002, al hacer la intervención de conservación en uno de los da-dos de la escalinata de acceso de la subestructura. La tierra de relle-no no era de procedencia local.

Para conseguir la tierra de este tipo, pensamos que los cons-tructores tuvieron que despla-zarse hacia el sur, a una distancia máximo de un kilómetro, donde actualmente es el área de Potrero Verde y Amatitlán. Eran zonas de cultivo y de buena tierra.

Así podemos suponer, que la tie-rra de relleno para los núcleos de los edificios procedía de aquella parte.

La arena para hacer argamasa era abundante en muchas partes del área de lo que es actual Cuer-navaca. No podemos determinar de cual mina se surtían, pero lo que importa, en nuestro caso, es el hecho que también este material se tuvo que transportar al lugar de construcción, implicando un trabajo extra de carga y transporte.

El aplanado de las paredes, requería en primera instancia de tezontle. Este material es abundante en muchos lugares cercanos a Teopanzolco, en la misma área de la actual Cuer-navaca. Se encuentra en Jiute-pec, Tezoyuca, y al norte, en Huitzilac y en La Herradura.

La cal, con la que finalmen-te se daba acabado vistoso a las paredes, se tenía que traer posiblemente de Yautepec o de los muy codiciados yaci-mientos en Oaxtepec.

Cada obra constructiva re-quería grandes cantidades de madera. En el caso de Teopan-zolco suponemos que rumbo al norte se extendían bosques que proveían a los habitantes de mu-cha madera.

Lo confirma el hecho de que Cortés, al llegar a Cuernavaca, construyó el primer trapiche en Tlaltenango, precisamente debi-do a la abundancia de madera.

Teopanzolco está ubicado en la misma franja de zona boscosa que se extiende ha-cia el norte, hasta la sierra de Ajusco-Chichinahutzin y bos-ques de Huitzilac.

Recapitulando nuestras observaciones sobre el uso de

materiales de construcción en Teopanzolco y su procedencia, podemos ver, que lo único que abundaba in situ era la piedra.

Los demás materiales se tenían que acarrear, lo que im-plicaba que el trabajo se tenía que organizar en cuanto a la mano de obra y los tiempos, así como a lo que concierne al transporte y el costo.

Los cálculos y cuantificación de estos parámetros, en caso de Teopanzolco son difíciles.

Actualmente solo podemos afirmar que los edificios que requerían de grandes rellenos y cantidades considerables de materiales para aplanarlos eran: el gran basamento, el ba-samento de Tezcatlipoca y un probable basamento grande que en actualidad es la llama-da plataforma 15.

No sabemos si durante el apogeo de ocupación de este asentamiento había más cons-trucciones grandes, ya que todo quedó destruido por el crecimiento de la ciudad.

La mayoría de los edificios prehispánicos de aquella épo-ca, Posclásico Medio y Tar-dío, en la región del Altiplano Central empleaban materia-les constructivos semejantes. López Luján, Torres y Montú-far (2003), mencionan uso de materia prima similar para la construcción de los edificios en el recinto sagrado de Tem-plo Mayor de Tenochtitlan.

Lo que hace la diferencia, en cada caso, es lo difícil o fácil de obtención de estos materiales, su transporte, distancia y por consiguiente, costo de mano de obra y tiempo de realizarlo.

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Domingo 17 de diciembre de 2017

Dra. EranDy TolEDo alvaraDo

Programa ETnografía DE las rEgionEs inDígEnas DE méxico cEnTro inaH-morElos

M azatepec es un mu-nicipio localizado al poniente del es-tado de Morelos.

Colinda con los poblados de Tetecala, Miacatlán y Puente de Ixtla con los cuales mantiene una larga tradición de contacto y rela-ciones en los que se mueven su-jetos, objetos y tradiciones.

En este contexto, el presen-te texto tiene como finalidad mostrar la vida de una mujer que nació en la cabecera muni-cipal de Mazatepec, pero cuyos padres son originarios de Coa-tetelco, una población de tradi-ción indígena que se ubica en el municipio de Miacatlán.

La historia de esta mujer re-sulta interesante para mostrar cómo, mediante el flujo de perso-nas, se mueven también objetos y tradiciones, los cuales forman parte de su identidad.

Asimismo, este caso pone en evidencia las conexiones intra-rregionales en el poniente, así como los cambios y transforma-ciones que se dan entre genera-ción y generación.

María Guadalupe es una mujer de 33 años que nació en el año de 1984.

Es la menor de ocho her-manos, de los cuales cuatro son hombres y cuatro mujeres.

Ella, a diferencia de sus her-manos mayores, nació en Maza-tepec, aunque sus padres eran originarios de Coatetelco.

Su familia migró del vecino poblado cuando ella aún no na-cía, aunque antes, por relatos de su madre, sabe que estuvie-

ron viviendo en Emiliano Zapa-ta y en Alpuyeca.

Su padre se dedicaba al campo y su madre era ama de casa. Ambos fallecieron hace varios años. El primero, por razones que ella no conoce, puesto que era muy pequeña; y, la segunda, víctima de cán-cer cervicouterino.

María Guadalupe recuerda que su madre hacía constantes diferencias entre sus hijos varo-nes y las mujeres en las cuestio-nes domésticas y educativas.

Aunque ella dice que en su caso fue diferentes pues, al ser la menor, sus hermanos intercedie-ron para que ella pudiera termi-nar una carrera universitaria.

Ella misma relata esto: …mi mamá era una perso-

na que todavía fomentaba como machistas a mis hermanos. Que a nosotros nos crio para servir y a mis hermanos hasta para la he-

rencia (que) a ellos les dejaron y a nosotras las mujeres no nos to-maba en cuenta.

La poca familia que yo cono-cía allá en Coatetelco, yo estaba estudiando el bachillerato y le de-cían: Ay Naty, ¿para qué estudia tu hija? Y yo las volteaba a ver muy feo, porque no me gustaba que le dijeran eso, porque si así, no me quería dar escuela por ser mujer.

Y le decían: no, ya no le des; allá que se case, que la manten-gan. Y yo nunca tuve ese pensar de nada mas casarme y mante-nerme.

Todos mis hermanos estudia-ron, pero nosotros éramos una familia muy, muy pobre y pues no tenían mucho interés.

Mis hermanos nada más se esperaban que les compraran los zapatos del 16 y del 20, y ya no iban a la escuela.

Somos dos los que estu-

diamos. Uno se quedó en la secundaria y yo terminé la li-cenciatura. Posteriormente, mi hermano tuvo otros oficios, otras cosas, pero hace un año, mi hermano ya se recibió de abogado, somos dos.

En su historia, María Guada-lupe, relata que las preferencias que su madre tenía con respecto a sus hermanos varones se de-bían a su origen étnico.

Para ella su madre reprodu-cía el modelo de su pueblo de origen en el que las mujeres se casaban y se unían al grupo do-méstico del marido.

Sin embargo, en el caso de nuestra relatora, las cosas no habían sido de esta manera puesto que ella, al ser la menor y haber crecido en un contexto diferente, pudo culminar sus estudios de licenciatura.

En el caso de sus hermanos varones, la historia fue diferen-te. Tres de ellos, nos relata María Guadalupe, migraron a los Esta-dos Unidos, mientras que otro, se enlistó en el Ejército.

Este último continúo con su carrera como policía y hace unos meses logró terminar una Licen-ciatura en Derecho.

Ella, por su parte, entró al ma-gisterio mediante el examen de oposición y vive en el Estado de México, lugar donde obtuvo su plaza como técnico deportivo.

De sus hermanos en Esta-dos Unidos nos cuenta que, dos de ellos están de manera ilegal, mientras que el otro logró con-seguir su ciudadanía hace unos meses.

Sus hermanas, por su par-te, se casaron y ahora tienen hijos; ellas viven también en Mazatepec. Ninguna de ellas, regresó a Coatetelco.

A pesar de que después de que llegaron a Mazatepec, la forma de vida se transformó para María Guadalupe y sus hermanos, ella recuerda que la vida en Mazate-pec no fue del todo cambio.

Su madre, mantenía algunas de las tradiciones de su pueblo de origen y visitaban constantemen-te ese lugar para algunas celebra-ciones familiares.

Aquí vivo, aquí nos quedamos: una historia de migración intrarregional

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Aunque reconoce que ella, por su trabajo, ha dejado de ir y hasta ha perdido contacto con su familia en el pueblo.

Sin embargo, María Guada-lupe recuerda que, cuando era pequeña, su madre la llevaba a Coatetelco para los meses de junio o julio a dar “Santo” a algún conocido o familiar que aún vivía allá.

Aunque ella reconoce que su madre, ya en Mazatepec, nunca recurrió a esto para aliviarse o sanar a alguno de sus hijos, en el lecho de muerte, Naty, como ella llama a su madre, pedía que le dieran “Santo”.

Dar “Santo” entre los habi-tantes del pueblo de Coatetel-co, se refiere a un ritual de sa-nación que es conocida en la comunidad como la fiesta del santo o escapulario.

Según lo descrito por Mayán Cervantes (2016) en su artículo

Fiesta y comida ritual a los san-tos que enferman en Coatetelco (Morelos, México), la festividad contiene un enorme sincretis-mo religioso ya que en este ritual aparece la mezcla de dioses anti-guos con los que imponen cultu-ralmente frailes franciscanos con dominicos en el siglo XVI.

En este caso, la fiesta de sana-ción la exigen a Santo Domingo y San Antonio.

Para Mayán Cervantes, duran-te el ritual se ponen en evidencia componentes prehispánicos.

La enfermedad que estos santos causan y la sanación de la misma se asemeja a las fes-tividades prehispánicas para ofrendar y halagar a Tezcatli-poca y Quetzalcóatl.

En éstas se ofrecía una fiesta con música, la comida, la bebida, el chocolate y la ropa nueva.

María Guadalupe relata que su madre seguía manteniendo relación con familiares y ami-

gos del pueblo del origen, sin embargo, ella y sus hermanos perdieron esa conexión al mo-rir su madre. Ella cuenta:

…mi papá falleció cuando (yo) tenía siete años y mi mamá hace nueve años y la verdad como yo no, bueno nosotros no tenemos tanto contacto con la familia de Coatetelco.

Mi mamá sí, porque iba segui-do. Lo de los santos, también es una de las tradiciones, mi mamá siempre me llevó desde chiquita, a los santos.

Una vez dijeron que quería Naty santo y le querían hacer, pero ya no pudimos porque ya estaba enferma de gravedad, de cáncer.

Decía que quería santo. Fue muy rápido su enfermedad, nada más duro dos meses y aunque qui-siera santo, estaba en el hospital y pues no podíamos darle.

Cuando comenzó a sentirse mal, el 24 de junio, cuando co-mienzan los santos, es cuando co-menzó mi mamá a estar mal.

En su relato, María Guadalu-pe también recuerda que ella le ayudaba a su madre a colocar la ofrenda para el día de muertos.

Esta es una festividad que aún mantienen ella y sus herma-nas. Sin embargo, cuenta que lo ha tenido que modificar por su

empleo actual, especialmente, la forma de colocarse puesto que su madre no ponía la ofrenda sobre una mesa, más bien ella utilizaba una especie de hamaca.

El día de muertos para la ma-dre de María Guadalupe era muy especial. Dice nuestra relatora, que Naty se preparaba desde an-tes del 2 de noviembre, pues la ofrenda incluía la preparación de las tablillas de chocolate y el mole verde con tamales.

María Guadalupe cuenta que su madre, con ayuda de sus hermanas y ella, molían el cacao y las galletas para la preparación de las tablillas de chocolate.

Asimismo, el pipián para el mole verde, platillos característi-cos del pueblo del que era origi-naria su madre, Coatetelco.

Actualmente, nuestra relatora reconoce que la forma en cómo coloca la ofrenda para el día de muertos es totalmente diferente a como su madre le enseñó, pero ella sigue haciéndolo.

Ella cuenta: Mi mamá cuando yo están

muy chiquita, no lo ponía en una mesa -la ofrenda-, era colgada y siempre era, porque nosotros te-níamos plátanos en mi casa.

Eran de puro carrizo verde y las tenían que colgar en el techo.

No sé si era por los gatos o por-

que era su tradición. Y la colga-ban y tenían que poner las hojas del plátano.

La gente mayor si todavía la pone así, pero ya como que se están perdiendo esas tradi-ciones en Coatetelco.

Yo, por ejemplo, ya no pongo así nada. Sólo las cosas, pero las compro ya hechas.

Reflexiones finales La historia de María Gua-

dalupe muestra que las fami-lias que migran de un lugar a otro no sólo mueven artículos, sino que también se asientan en un nuevo espacio con sus tradiciones.

Sin embargo, esto también suele cambiar de generación en generación, como el caso que se acaba de presentar.

La madre de María Guada-lupe enseñó a sus hijas las tradi-ciones de su pueblo de origen, Coatetelco.

No obstante, el nuevo con-texto y el cambio de vida de sus hijos obligó a estos a perder las tradiciones que ella les había en-señado.

Ellos actualmente, reconoce, nuestra relatora, han transforma-do lo transmitido por su madre y, también, han dejado de sentirse ligados al pueblo de donde eran sus padres.

Miguel MoRayta Mendoza

domingo 17 de diciembre de 2017