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MARZO MODELO MES Los modelos más representativos de la exposición DEL 2016 Vestido camisa y spencer (1800 -1810) Por: Beatriz Bermejo Sala: Clasicismo y burguesía Domingos: 12:30 h. Duración: 30 min. Asistencia libre y gratuita

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MARZOMODELO MES Los modelos más representativos de la exposición

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Vestido camisa y spencer (1800 -1810)

Por: Beatriz BermejoSala: Clasicismo y burguesía

Domingos: 12:30 h.Duración: 30 min.Asistencia libre y gratuita

Texto

Beatriz Bermejo es Licenciada en Historia por la Univ. de Valladolid (2011). Máster Universitario en Estudios Avanzados en Historia Moderna por la Univ. Autónoma de Madrid - Univ. de Cantabria (2012) y Magister de Gestión del Patrimonio His-tórico-Cultural por la Univ. Complutense (2012). Miembro del grupo de investigación IULCE-UAM. Ha participado como investigadora en diversas publicaciones de Historia.

Corrección de estiloAna Guerrero

MaquetaciónAmparo García

** Todas las imágnes de este folleto corresponden a piezas de la colección del Museo del Traje CIPE, son imágenes de dominio público o están liberadas bajo licencias libres.

NIPO: 030 - 16 - 007 - 8

VESTIDO CAMISA Y SPENCER (1800-1810)

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La segunda mitad del siglo XVIII se caracterizó por continuas convulsiones políticas y econó-micas, en todos los países occidentales, las cuales tuvieron su punto álgido en la revuelta de 1789, conocida como Revolución France-sa, que marcó el punto y final del Antiguo Ré-gimen. Fue un conflicto social y político, con diversos periodos de violencia, que no solo convulsionó Francia, sino también otras na-ciones de Europa, y en el cual se enfrentaban partidarios y opositores del sistema político del momento. Se inició con la autoproclama-ción del Tercer Estado como Asamblea Nacio-nal en 1789, y finalizó con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en 1799.

En el estallido de la Revolución varios facto-res influyeron. Por una parte, un régimen mo-nárquico que sucumbió ante su propia rigidez y que, tras varios intentos de adopción de medidas destinadas a atajar la crisis política y económica, fracasó. Por otra, en el ámbi-to social, el hecho de que la aristocracia y el clero, aferrados a sus privilegios feudales, bloquearan todas las reformas estructurales que se intentaron implantar desde la Corte. Además, el auge de la clase burguesa, la cual había alcanzado un gran poder en el terreno económico, y ahora empezaba a reclamar su posición en política. También la regresión eco-nómica y las crisis agrícolas cíclicas, agrava-das por las malas cosechas en los años que precedieron a la Revolución, y que empeora-ron aún más la situación. Y a ellos se unie-ron: la quiebra financiera provocada por los vicios del sistema fiscal, la mala percepción y la desigualdad de los impuestos, los gastos de la Corte, los costes de las guerras y los problemas hacendísticos, la expansión de las nuevas ideas ilustradas, etc.

Contexto histórico

En el Antiguo Régimen los cambios de moda

se produjeron con especial lentitud, cosa que

no ocurriría en el siglo XIX.

Desde 1789 los factores de la democratiza-

ción y del progreso social y económico ocu-

paron un lugar preferente en la acción dirigi-

da contra las reglamentaciones del Antiguo

Régimen, y a favor de su sustitución por una

doctrina utilitaria e individual. Todos estos

cambios se tradujeron en la indumentaria en

pequeñas modificaciones más bien que en

una transformación completa de las formas

del vestir, según cabría esperar.

La evolución de la indumentaria en Francia ya

había empezado antes de la Revolución y con-

tinuó con este ímpetu anterior, durante todo el

periodo revolucionario, con la persistencia del

gusto por los vestidos blancos como testimo-

nio de ello. La libertad republicana y la imperial

hicieron que la moda empezase a librarse de

las normas impuestas desde el poder, duran-

te el Antiguo Régimen. La caída del régimen

político francés y la desaparición de la vida de

la corte acarrearon la supresión del “traje de

corte”, hasta su restablecimiento por Napo-

león. Esto solo ocurrió en Francia, porque en

los demás países subsistieron monarquías, en

las que este traje se mantuvo y sobrevivió sin

problema.

Hasta el estallido de la Revolución Francesa,

nadie se había percatado de que la indumen-

taria fijada por el reglamento real marcaba la

distinción entre los grupos sociales. La no-

bleza aparecía con una indumentaria deslum-

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MODELO DEL MES DE MARZO

brante, a base de mantos realizados con oro

y sombreros de plumas blancas. En ningún

país europeo existía la menor señal de un tra-

je reservado a una determinada categoría de

ciudadanos, condicionados por sus funciones

políticas, como es el caso de los senadores

durante el Consulado. En el Imperio, la misma

naturaleza del régimen y las necesidades de la

política napoleónica imponen la resurrección

de un suntuoso atuendo de corte imitando al

de la antigua monarquía. El éxito de los ejér-

citos imperiales, las reformas anteriores de la

estructura política y económica y el embelle-

cimiento de París generan la restauración, en

la capital, de una atmósfera de triunfo y lujo,

de una vida brillante de recepciones oficiales,

gracias a lo cual saldrá ganando el traje1.

Los frecuentes cambios de la mentalidad de

la población se corresponden con los acon-

tecimientos políticos que se viven en estos

momentos. La revolución republicana expe-

rimentó, durante doce años, un retraso en

las innovaciones encaminadas a romper con

el pasado. La embriaguez de libertad del in-

dividuo, considerado ya como ciudadano,

conlleva cambios en la indumentaria. Para

las mujeres, las novedades se anunciaban en

las revistas de moda. Por ejemplo, vestidos

largos de muselina, muy escotados, con un

chal o un spencer, una cinta estrecha, con un

lazo por detrás… (figura 1). Las mujeres, en-

tre 1794 y 1795, lucen pelucas a la griega de

todos los colores. A finales del Directorio pre-

ferían gorros, capotes o turbantes de colores

claros. Se pusieron de moda los sombreros

cornettes, con una gran ala redondeada. Tam-

bién surgieron los pequeños bolsos llamados

balantine o reticules, que fueron enseguida

bautizados en España con el nombre de “ri-

dículo”.

París era el gran referente; a pesar de los con-

flictos que puntualmente mantuvo con otros

países, fue el centro de la moda indiscutible-

mente en estos años. Ya no eran la reina y su

Fig.1: FashionPlate (London fashionable walking dresses). Museo de Arte del Condado de los Ángeles

LACMA M. 86.266.104, julio, 1812

1 GUTIÉRREZ GARCÍA, María Ángeles y SOLES FERRER, Mª Paz: De crinolinas y polisones: indumen-taria y moda femenina a finales del siglo XIX. Museo de Bellas Artes de Murcia, 2008, pág. 44.

VESTIDO CAMISA Y SPENCER (1800-1810)

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corte quienes marcaban las pautas a seguir,

sino las cantantes de ópera, actrices y damas

elegantes.

Los cambios en la moda afectaban a las cla-

ses altas, ya que el pueblo tenía que limitarse

a cubrir sus cuerpos con lo que pudieran, y

a lo que podían aspirar era al reciclaje de las

prendas, dándoles otro aire en ciertos detalles.

También hay que tener en cuenta que la moda

era seguida con más fervor en las ciudades

que en los pueblos. Si antes había diferencias

entre aristocracia y pueblo llano, ahora tras la

Revolución Francesa, la sociedad se divide

entre ricos y pobres2.

Hasta 1830 el talle se mantuvo básicamen-

te por debajo del pecho, pero poco a poco,

recuperó su lugar natural, es decir, la cintura.

A su vez apareció el corsé que lo comprimía,

heredero de las cotillas del siglo XVIII.

Nueva estética para una nueva etapa

La Revolución Francesa fomentó una nueva

estética en la indumentaria que prefería el al-

godón antes que la refinada seda.

A inicios del siglo XIX el vestido chemise/ca-

misa, una prenda de muselina blanca, casi

transparente, de cintura alta, similar a las tú-

nicas griegas y romanas, se puso de moda.

Resultado de un nuevo concepto moderno

e innovador del cuerpo femenino, aunque fue de corta duración, no más de diez años: no se usaba con corsé ni tontillo. Con él se pasa de la moda del Rococó a un estilo racional y neoclásico (figura 2).

Tras la proclamación como emperador de Napoleón, en 1804, la indumentaria se usa a modo de propaganda política, como símbolo imperial.

En estos años, el desarrollo industrial y eco-nómico era desigual en Europa, lo cual marcó las relaciones de forma indirecta entre países de forma significativa. Entre 1789 y 1815,

Fig. 2: María Sandalia de Acebal y Arratia,José de Madrazo y Agudo, 1820.

Colección privada

2 GUTIÉRREZ GARCÍA, María Ángeles y SOLES FERRER, Mª Paz: De crinolinas y polisones: indumen-taria y moda femenina a finales del siglo XIX. Museo de Bellas Artes de Murcia, 2008, pág. 45.

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MODELO DEL MES DE MARZO

Inglaterra era el país más beneficiado por la situación que nació a partir de la Revolución Industrial. La mecanización de la producción a partir del surgimiento de la Revolución Indus-trial permitió obtener tejidos industriales, con algodón de las Indias, luego de la seda y más lentamente de la tela de lino. Como ocurría en Francia y en el resto del continente, el algodón reinaba en la industria femenina, lo que favo-reció la permanencia de los vestidos blancos, de inspiración gala3.

Después de la crisis de 1808, el comercio inglés, sostenido por capitales importantes, experimenta una rápida extensión, lo que convertirá Londres el centro económico más potente del mundo. Se organizaron dos vías de comercialización internacional: las conti-nentales, en base a una red de carreteras y canales, instalaciones portuarias nuevas (tan-to en Amberes como en Venecia), y las ma-rítimas, que comunican con África, Lejano Oriente y América. Las materias textiles y los colorantes de Europa son los primeros en be-neficiarse de ello.

No obstante, la unificación de casi todo el oc-cidente europeo bajo las instituciones france-sas no trajo aparejada una propagación gene-ral de las modas francesas. Los emigrantes, a pesar de lo reducido de su número, mantuvie-ron en el extranjero el uso de las modas del si-glo XVIII, con toda autoridad, ya que figuraban como los representantes del gusto tradicional

francés y a menudo se beneficiaban de las alianzas familiares. Francia proporcionaba con sus ejércitos y sus funcionarios un fermento de herencia revolucionaria liberal, que limitaba la influencia ejercida por sus modas.

Sin embargo, Inglaterra fue quien se adaptó a las modas francesas femeninas a partir del momento en el que interpretaron el estilo de la Antigüedad clásica. Las formas prácticas y cómodas que habían logrado el éxito de la in-dumentaria inglesa de finales del Antiguo Ré-gimen son abandonadas por la genty de Lon-dres en aras de la moda francesa; pero, sin embargo, el traje masculino en Inglaterra sigue siendo de inspiración nacional y experimenta-rá una difusión más amplia, lo que supone que a partir de entonces Francia pierda toda su su-premacía en esta materia. En los demás paí-ses de Europa, la moda se irá mostrando cada vez más exclusivamente en el traje femenino. El traje masculino abandonará el rango que había ostentado siglos atrás. Durante el perio-do del Imperio, la difusión de las modas fran-cesas estuvo apoyada por el establecimiento de la familia de Napoleón en los tronos de los países aliados y por los matrimonios celebra-dos entre la nueva aristocracia del régimen y las cortes extranjeras4.

De la elegancia rococó al vestido camisa

El Neoclasicismo, caracterizado por la sen-cillez, el equilibrio, la precisión y el orden, es

3 GUTIÉRREZ GARCÍA, María Ángeles y SOLES FERRER, Mª Paz: De crinolinas y polisones: indumen-taria y moda femenina a finales del siglo XIX. Museo de Bellas Artes de Murcia, 2008, pág. 48.

4 GUTIÉRREZ GARCÍA, María Ángeles y SOLES FERRER, Mª Paz. De crinolinas y polisones: indumen-taria y moda femenina a finales del siglo XIX. Museo de Bellas Artes de Murcia, 2008, pág. 49.

VESTIDO CAMISA Y SPENCER (1800-1810)

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adoptado como el estilo oficial de los primeros gobiernos republicanos franceses, que quie-ren ser la imagen de la democracia de la Anti-gua Grecia y la República romana, y por parte de Napoleón, quien intenta emular su propio imperio al estilo romano.

La influencia de este nuevo estilo afectó a la indumentaria. El paso del absolutismo al libe-ralismo se tradujo en la moda masculina en la sustitución del traje cortesano (confeccionado con ricos y vistosos tejidos de seda y formado por casaca, chupa y calzón), a otro compues-to por prendas más sencillas que permitían más libertad de movimiento y reflejaban me-nos las desigualdades sociales5.

En Francia, la evolución de la indumentaria en estos años estaba estrechamente relaciona-da con la historia y la política que se desa-rrollaba, y era un reflejo significativo de cada acontecimiento que se producía. El vestido femenino es un excelente ejemplo de esta evolución constante, que se aprecia, sobre todo, en los pequeños detalles. En estos años es, además, cuando se empieza a utilizar la indumentaria como reflejo de la nueva ideolo-gía; es decir, no vestirse de una determinada forma podía ser considerado sospechoso de simpatizar con el Antiguo Régimen6.

Ahora el denominado vestido camisa presen-ta una silueta vertical, emulando una colum-na, en la que los pliegues serían las aristas y

recordando a las estatuas clásicas. Está con-feccionado con tejidos blancos, generalmente muselinas, preferentemente de algodón, tiene el talle alto y no lleva artilugios interiores, lo que da una apariencia sencilla y permite ma-yor libertad de movimientos. Debajo del vesti-do se usaba, por decoro, otra prenda lisa, que resaltaba los bordados que el vestido tuviera. En numerosas ocasiones estos tejidos se bor-daban en la India y se vendían en Europa, por lo que a veces el dibujo bordado no era de estilo clásico7. La finura de los tejidos obligaba al uso de pequeñas prendas de abrigos tales como un juboncillo corto, también conocido como spencer, y un chal muy estrecho. Los zapatos de moda son planos, y el pelo se lle-vaba corto y rizado, o recogido con un moño, imitando la imagen de la mujer clásica.

La indumentaria masculina se prefería cada vez más sencilla, tomando como modelos la simplicidad y funcionalidad inglesa, con colo-res monocromáticos y oscuros y tejidos más sobrios y de algodón o lana, en lugar de seda. La casaca se hace cada vez más estrecha en cuerpo y mangas, mientras que el cuello continúa subiendo. Pronto el chaleco susti-tuirá definitivamente a la chupa, ya muy corta y sin mangas, y será la única prenda del tra-je masculino que lleve decoración. El calzón empieza a ser sustituido por un pantalón, en un principio de punto muy ceñido y metido en botas altas. La prenda de abrigo estrella sigue siendo la capa y el capote, pero también em-

5 FOGG, Marnie: Moda. Toda la Historia. Ed. Blume, 2014, pág. 107.6 FOGG, Marnie: Moda. Toda la Historia. Ed. Blume, 2014, págs. 108-109.

7 JOHNSTON, Lucy: La moda del siglo XIX al deta-lle. Editorial Gustavo Gil, 2005, pág. 40.

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MODELO DEL MES DE MARZO

pieza a ser relevante el redingote (una especie de abrigo).

Durante la restauración del Imperio con Napo-león, la indumentaria asume un nuevo papel, es decir, debe ser el reflejo de la solemnidad y grandeza, como en el Antiguo Régimen. Los hombres y las mujeres mantienen el estilo del Antiguo Régimen y el algodón da paso a las nuevas sedas suntuosas (raso, terciopelo, etc.). Aunque los vestidos mantienen el talle alto, empiezan a perder ligereza y se recobra la decencia de las mangas, drapeadas o abu-llonadas en los hombros y más largas, y con escotes más cerrados. Se sigue usando el chal como prenda de abrigo. Los más valio-sos son los de Cachemira, tejido de lana fina y con dibujos típicos de palmas y atractivos y variados colores, que se convirtieron en signo de elegancia y riqueza.

Modelo del mes. Vestido camisa y spencer, ca. 1800-1810

El modelo seleccionado para representar el Modelo del mes es un vestido camisero de muselina blanca, bordado en seda, con cor-doncillos dorados a punto de cadeneta que dibujan motivos florales, y guarnecido con una aplicación de cinta en raso de seda de color morado con forma romboidal y rectangular. El talle es alto, característica de este tipo de ves-tidos. Tiene un escote amplio y manga corta (figura 3). El spencer está confeccionado en sarga de seda en color morado y guarnecido con una aplicación de cordoncillo de plata y madroños (figuras 4 y 5).

Fig. 3: Vestido camisa, ca.1800-1810.

Museo del Traje, Madrid (MT 000921)

Fig. 4: Spencer, ca.1800-1810. Museo del Traje, Madrid (MT001046)

VESTIDO CAMISA Y SPENCER (1800-1810)

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El spencer, juboncillo, o jubón corto, es un tipo de chaqueta corta, que puede llevar o no so-lapas, ajustada al talle y con cuello de pie cor-to, que no sobrepasa la cintura, de mangas largas, que cubren casi la mano; generalmen-te es de color oscuro, para destacar sobre el vestido. Imita la forma de frac, pero elimi-nando los faldones (figura 6). Es una prenda usada tanto por hombres como por mujeres. Es de origen inglés y su nombre se debe al Segundo Conde Spencer, Georges Spencer (1758-1834) , del que se dice que adaptó su frac, después de que sus faldones se quema-sen y cuyo modelo fue adoptado por la oficiali-dad y el pueblo británico en muy poco tiempo. Se usaba como prenda de abrigo a finales del siglo XVIII y como complemento del vestido camisero en el XIX, en el periodo del Imperio.

Complementos de moda indispensables

El bolso

El bolso fue un indispensable de la moda deci-monónica. Durante siglos, hombres y mujeres habían tenido la necesidad de llevar consigo

ciertos objetos considerados imprescindibles,

y en determinados momentos de la historia la

ausencia de bolsillos en las prendas de vestir

habían conllevado la utilización de bolsos (y

otros objetos, como las châtelaines). A partir

del siglo XVII, la amplitud de las prendas, tan-

to femeninas como masculinas, permitieron

ocultar en su interior bolsillos en los que guar-

dar esos pequeños objetos de manera más

fácil. Esto hizo que el bolsillo se convirtiera en

un complemento de máxima importancia du-

rante toda la Edad Moderna entre las clases

altas, y que pasara desapercibido por com-

pleto (figura 7).

Las prendas masculinas habitualmente conta-

ron con un mayor número de bolsillos, mien-

tras que las mujeres solo tenían uno de mayor

Fig. 5: Detalle spencer, 1800-1810. Museo del Traje, Madrid (MT001046)

Fig. 6: George John Spencer, 2nd Earl Spencer, John Singleton, ca 1800.

National Portrait Gallery, Londres

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MODELO DEL MES DE MARZO

tamaño, que con frecuencia estaba decorado con exquisitos bordados, a pesar de ser un elemento que permanecía oculto a la vista en un primer momento. A finales del siglo XVIII se produjo un importante cambio en la moda de los complementos femeninos: la recuperación del bolso como complemento imprescindible, aunque reservado ya en exclusiva a las muje-res con la aparición del vestido camisa. Este vestido no permitía la presencia de bolsillos internos en los que guardar las pertenencias, por lo que el bolso se convirtió en un elemento necesario. Acorde con la sencillez de la nueva moda, surgió un modelo de bolso de pequeño tamaño, con cordones, bautizado en Francia como reticule (se fabricaba a partir de una red o malla de hilos metálicos), y que desde muy

pronto empezó a ser conocido como “ridículo” en España, haciendo referencia a sus reduci-das dimensiones, quizá. Aunque el nombre de ridículo es con el que este complemento ha pasado a la historia, en los países anglosajo-nes se le dio también el nombre de “indispen-sable”. El modo de cierre de este complemen-to era por lo general mediante unos cordones, que servían al mismo tiempo para llevarlos colgadas de la muñeca, si bien en ocasiones tenían otro tipo de cierres y se colgaban del hombro por medio de una cadena. Muchos de sus diseños son reflejo del interés por lo exótico8.

Los zapatos

En el siglo XVIII, Francia aún domina el mundo de la elegancia. De 1715 a 1789, hubo poca variación en las formas de los zapatos. Las damas elegantes preferían dos tipos: chinelas o zapatos de talón descubierto para interiores y zapatos para atuendos más formales; am-bos de tacón alto. Los hombres también usa-ban zapatos de tacón, que a finales del XVIII, al igual que los de la mujer, empiezan a bajar, pero en cambio no volverán a subir en el XIX, como si harán los femeninos. A finales del XVIII los masculinos también son más sencillos y muchos de ellos llevan hebilla, y a partir de los años setenta de este siglo surge el gusto por las botas inglesas, que se irán generalizando hasta hacerse muy comunes en el siglo XIX. De 1795 a 1799 el calzado, tanto masculino como femenino, bajo el Directorio, comenzó

Fig.7: Ridículo, ca.1810-1820. Museo del Traje, Madrid (MT000799)

8 FOGG, Marnie: Moda. Toda la Historia. Ed. Blume, 2014, pág. 121.

VESTIDO CAMISA Y SPENCER (1800-1810)

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a evolucionar hacia el estilo del Neoclasicismo

temprano. El nuevo estilo, ligero, plano y muy

puntiagudo, tanto para hombres como para

mujeres, confirmó el fin del tacón del Antiguo

Régimen. Las mujeres más elegantes de la

época, con el vestido camisa, usaban sanda-

lias con cintas que se ataban a sus piernas9.

En los inicios del siglo XIX el zapato de tacón

cedía su puesto al zapato plano. Las mujeres

usaban unas zapatillas similares a las de ballet,

de piel fina, brillantes, de satén o seda. Estas

zapatillas se ajustaban al pie de la mujer como

un guante y se sujetaban o fijaban con listo-

nes cruzados alrededor del tobillo. Eran muy

frágiles, apenas duraban más de una noche

de baile. Hasta aproximadamente 1820, los

zapatos se hacían con la misma forma para

el pie derecho y el izquierdo, es decir, eran

intercambiables. En ese mismo siglo la bota

se convirtió en el calzado de la nobleza, y, con

pocas variantes en el diseño, los hombres las

usaban también para montar (figura 8). El ta-cón volvió durante el reinado de Luis-Felipe (1773-1850) pero no fue hasta 1829 cuando su reaparición se hizo pública en el diario de moda Le petit courrier des dames, donde se afirmó:

“Nos atrevemos a informar de unos zapatos con un ta-

cón alto posicionado a la mitad de la suela, levantando

empeine y con ella dando gracias al andar.

Si nuestros tacones se crean de esa manera no serán

tan ridículos como los de nuestras abuelas” 10.

Parasol/sombrilla

El uso de las sombrillas, aunque en un prin-cipio no fue un elemento exclusivamente fe-menino, está relacionado con el afán de las féminas de la clase alta por proteger su piel de los rayos del sol, para evitar la piel more-na, considerada como distintivo de las clases bajas (figura 9).

Fig. 8: Zapatos, ca.1785-1795. Museo del Traje, Madrid (MT000863)

9 BOSSAN, Marie-Josèphe: El arte del zapato. Edi-mat libros, 2008, pág. 58.

Fig. 9: Sombrilla, ca. 1840-1870. Museo del Traje, Madrid (MT000807)

10 BOSSAN, Marie-Josèphe: El arte del zapato. Edi-mat libros, 2008, pág. 59.

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MODELO DEL MES DE MARZO

De origen oriental, su uso ya estaba en vigor en el siglo XVIII básicamente como elemen-to decorativo, pero no será hasta el siglo XIX cuando se generalice, se haga inseparable del traje al que acompaña y evolucione de forma paralela a este. En los trajes femeninos se creó una funda para guardar las sombrillas (se trata de un “bolso” sujeto al corpiño, similar a la fun-da de una espada, pero más grande).

Las normas de la elegancia y del decoro a lo largo del siglo XIX se ocuparon de regular el uso de la sombrilla. En caso de hacer una vi-

sita, la sombrilla no se dejaba en la antecá-mara, mientras que los paraguas sí, aunque estuvieran secos. La sombrilla debía elegirse de acuerdo al conjunto del traje y sobre todo había que seleccionar un color que senta-ra bien al rostro, sin olvidar la armonía entre la sombrilla y el sombrero. La edad también determinó la elección de ciertos colores y teji-dos. Por otro lado, las guarniciones de ricos y suntuosos encajes y bordados se reservaban para aquellas sombrillas que acompañaban a trajes de mucho vestir o para ir en carruaje. Las sombrillas de color blanco o crema lle-

Fig.10: Guantes, ca.1800. Museo del Traje, Madrid (MT000751)

VESTIDO CAMISA Y SPENCER (1800-1810)

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garon a ser las clásicas, siempre de moda, y

destinadas entre otros usos para el campo y

la playa.

Junto con el abanico y/o el pañuelo, la sombri-

lla contó con su propio lenguaje, según las di-

ferentes posiciones, los gestos y la colocación.

Así, coger la sombrilla con la mano derecha

significaba que le querías mucho y esperabas

que se pusiera en contacto con tu familia; co-

gerla con la mano izquierda, que le detestabas

y no querías que te volviera a mirar a la cara;

dejarla caer al suelo, que te lo pensarías; abrir-

la súbitamente, que tuviera esperanzas; ce-

rrarla súbitamente, que no esperase nada de

ti, que todo había concluido; echársela sobre

el hombro derecho, que sabías que te amaba

y esperabas que se declarase; coger la som-

brilla por ambos extremos, y con los brazos

caídos por delante, que estabas impaciente

por su llegada; cogerla por ambos extremos, y

con los brazos caídos por detrás, que estabas cansada y aburrida; y mantenerla plegada y sostenerla en el brazo derecho, indiferencia11.

Guantes

Los guantes estampados estuvieron de moda en el siglo XIX en toda Europa, pero parece que su origen se sitúa en España. Su uso fue frecuente en ocasiones sociales destacadas. Por etiqueta, se decretó que este comple-mento era uno de los pocos regalos que un caballero podía hacer a una señora que no fuera su esposa12. De hecho, una mujer no estaba completamente vestida sino los lleva-ba, y se consideraba inapropiado que saliera de casa sin ellos. Se podían comprar para los dos sexos en una variedad de colores. Eran considerados indispensables tanto para el día como para la noche y llevarlos sucios, des-coloridos o gastados se consideraba de mal gusto13 (figura 10).

11 PASALODOS, Mercedes: Sombrilla del siglo XIX. Modelo del Mes (diciembre 2005), Museo del Traje, Madrid, págs. 4 y 5.12 JOHNSTON, Lucy: La moda del siglo XIX al deta-lle. Editorial Gustavo Gil, 2005, pág. 42.13 JOHNSTON, Lucy: La moda del siglo XIX al de-talle. Editorial Gustavo Gil, 2005. pág. 154.

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MODELO DEL MES DE MARZO

Bibliografía

- BOEHN, M. Von: La moda. Historia del traje en Europa desde los orígenes del Cristianismo hasta nuestros días, tomo IV (siglo XVIII), tomo V (1790-1817) Barcelona, 1928. - BOSSAN, Marie- Josèphe: El arte del zapato. Edimat libros, 2008. - BOUCHER, François: Histoire du costume en Occident de L’ Antiquité à nos jours. París, 1965. - BOUCHER, François: Historia del traje en occidente: Desde los orígenes hasta la actualidad.Editorial Gustavo Gili. Barcelona, 2009. - CABREJAS, Carmen: Bolso châtelaine, Modelo del Mes (enero 2015), Museo del Traje. - GLENDINNING, N.: Goya. La década de los Caprichos. Retratos, Goya, 250 Aniversario. Madrid, 1996. - GUTIÉRREZ GARCÍA, María Ángeles y SOLES FERRER, Mª Paz: De crinolinas y poliso-nes: indumentaria y moda femenina a finales del siglo XIX. Murcia, MUBAM, Museo de Bellas Artes de Murcia (24 de noviembre 2005 al 8 enero 2006), 2005. - HERRADÓN, María Antonia: Châtelaine, siglo XVIII, Modelo del Mes (noviembre 2011), Museo del Traje. - JOHNSTON, Lucy: La moda en el siglo XIX en detalle. Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 2006. - LEIRA, Amelia: Vestido camisa, Modelo del Mes (diciembre 2006), Museo del Traje. - LELOIR, Maurice: Dictionnaire du Costume, París, 1992. - PASALODOS, Mercedes: Sombrilla del siglo XIX, Modelo del Mes (diciembre 2005), Museo del Traje. - PENA GONZÁLEZ, Pablo: La moda en el Romanticismo y su proyección en España, 1828-1868, Madrid, Ministerio de Cultura, 2008. - RIBEIRO, Aileen: The art of dress. Fashion in England and France 1750-1820, Londres, 1995. - RODRÍGUEZ, A.: Colección general de los trajes que en la actualidad se usan en España, prin-cipiada en el año 1801 en Madrid, Madrid, Editorial facsímil, 1982. - VV.AA.: La moda en el siglo XIX: del 25 de octubre de 2007 al 8 de enero de 2008. Sevilla, Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla, 2007.

Recursos de internet: - “Moda en torno a 1808”. Museo del Traje.

VESTIDO CAMISA Y SPENSER, (1800-10)

Descubre más sobre la progra-mación del Modelo del mes.Si tienes un teléfono compa-tible, descárgate un lector de códigos QR.

MODELO DEL MES. CICLO 2016

En estas breves conferencias, que tienen lugar en las salas de exposición, se analizan e interpreta un modelo de especial importancia entre los expuestos. A los asistentes se les entrega gratuitamente un cuadernillo con el contenido de la conferencia.

Domingos: 12:30 h.Duración: 30 min.Asistencia libre

ENEROIlustración de moda (1934-35)Paloma Calzadilla

FEBREROTraje de alcaldesa de ZamarramalaMª Antonia Herradón

MARZOVestido camisa y spencer (1800-1810)Beatriz Bermejo

ABRILMiniatura de la reina Henriette Marie de Inglaterra,Escocia e Irlanda, y sus 29 looks, Ca.1640Concha Herranz

MAYOConjunto para hombre de Antonio Alvarado, 1987Juan Gutiérrez

JUNIOGeometria y traça ALBAIZETAMaría Prego

SEPTIEMBREAbarca cántabraAna Guerrero

OCTUBREMantón de Manila, ca. 1870Lucina Llorente

NOVIEMBREPolisón infantil Elvira González

DICIEMBREPieza por determinar

MUSEO DEL TRAJE. CIPE

Avda. Juan de Herrera, 2. Madrid, 28040

Tel. 915504700 Fax. 915504704

Dpto. de Difusión: [email protected]

http://museodeltraje.mcu.es

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