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  • MARX NO RECTIFICA¿Por qué Marx no se retractó

    de sus mentiras e infamias sobre Bolívar?

    Caracas – Venezuela 2018

    Eleazar Díaz Rangel

  • Ministerio del Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno

    Fundación Centro Nacional de Historia Pedro CalzadillaPresidente Rosario SotoDirectora Ejecutiva

    Coordinación de la colecciónLuis PellicerSimón Sánchez

    Coordinación editorialSimón Sánchez

    Diseño de portadaLuis Alexander Gil C

    DiagramaciónLuis Alexander Gil C.

    Ilustraciones de portada y páginas internasTomada de: Revista Nueva Sociedad N.°66 mayo/junio, 1983

    CorrecciónMiguel Raúl Gómez

    © Fundación Centro Nacional de Historia, 2018MARX NO RECTIFICA¿Por qué Marx no se retractó de sus mentiras e infamias sobre Bolívar?

    Depósito legal: DC2018000796 ISBN: 978-980-419-045-2Impreso en la República Bolivariana de Venezuela

  • Presentación de la colecciónLa Colección Difusión tiene como objetivo la sociali-zación del conocimiento histórico a través de la pro-ducción de textos escritos con un lenguaje sencillo y ameno dirigidos a la colectividad para dar a conocer temas de diversa índole: metodología, estudios regio-nales y locales, períodos, acontecimientos, biografías y ensayos históricos, entre otros. Todo esto con el fin de fortalecer el proceso de democratización real de la memoria nacional y dar continuidad al proceso de in-clusión a partir de la divulgación de nuestra memoria histórica.

    Junto con la revista Memorias de Venezuela, esta colección viene a contribuir con el propósito de di-fusión masiva de nuestra historia, objetivo esencial del Ministerio del Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno a través del Centro Nacional de Historia. Se trata de continuar haciendo una historia del pueblo, para el pueblo y con el pueblo; un objetivo central del Gobierno Bolivariano tal como lo expresara el comandante presidente Hugo Rafael Chávez Frías. La historia es fundamental para el fortalecimiento de nuestra identidad y nuestra dignidad como pueblo, y también para empoderarnos de ella y enfrentar los desafíos en la construcción de la Patria socialista.

  • ÍNDICE

    I Un debate en Caracas 13II Las fuentes de Marx 19III Las mentiras de Ducoudray 23IV El artículo de Marx 33V La versión en español 41VI Las opiniones de Santander 47VII “Marx: cien años después” 53VIII ¿Por qué Marx no rectifica? 61Obras consultadas 73Apéndice 1 77Apéndice 2 105

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    I Un debate en Caracas

    Comenzaba 1944. La Segunda Guerra Mundial pare-cía entrar en su fase final, los alemanes retrocedían en la mayoría de los frentes de batallas. Los comunis-tas en todo el mundo estaban entusiasmados con los avances del Ejército soviético: acabaron con la resis-tencia en Budapest, cruzaron el Dniéper y tomaron Viena. Arrasaban con todas las fuerzas nazis, y cada vez se acercaban más a Berlín. Las primeras páginas las llenaban esas noticias. En esos días, sin embargo, hubo un escándalo periodístico en Venezuela que les retuvo su atención y la del mundo político. Fue divul-gado en toda la prensa.

    En el diario El Heraldo, de Caracas, en primera pági-na de la edición vespertina del 8 de febrero, n.º 6912, repetido en la edición matutina del 9, destacado con titulo a tres columnas, apareció el artículo “El Bolívar de los comunistas” del historiador conservador J. A. Cova contra las opiniones de historiadores soviéticos autores del libro Nueva historia de los países coloniales y dependientes, cuyas opiniones sobre Bolívar se basa-ban en un famoso ensayo biográfico de Carlos Marx publicado en 1858 en Estados Unidos, que acababa de llegar desde La Habana a algunas librerías de Caracas.

    “En momentos en que un sector de la opinión está pidiendo relaciones diplomáticas con el Gobierno de la Unión Soviética, llega precisamente a Caracas —es-

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    cribe Cova— la Nueva historia de los países colonia-les y dependientes de América Latina escrito por los profesores rusos S. N. Rotosky, L. M. Reismer, K. S. Karamurza y B. K. Rubzov”, con una carta de Marx a Engels sobre su artículo biográfico de Bolívar, donde lo califica de “ruin y miserable, el peor de los canallas”, artículo entonces desconocido en Venezuela, y con-cluye Cova criticando la venta libre del libro, editado en La Habana.

    Ese mismo día hubo una sesión en el Concejo Muni-cipal donde se planteó tan peliaguda materia. Se pro-dujo una larga discusión, donde entre otros hablaron Gonzalo Barrios, Lorenzo Fernández, Alberto López Gallegos, etc., y Rafael Heredia, quien ante el sesgo que tomaba el debate dijo que “no se puede juzgar al Partido Comunista por la opinión que sobre Bolívar pueden tener en la Unión Soviética, por los conceptos que puedan emitir algunos de sus escritores”, y a la su-gerencia de solicitar la prohibición del libro, hubo dis-crepancias. Finalmente se designó una comisión que estudiara el asunto y orientara la posición del Ayunta-miento caraqueño.

    Entre tanto, se anunció que el Gobierno nacional, presidido el general Isaías Medina Angarita, había re-suelto prohibir la circulación del mencionado libro, tal como se había hecho en Cuba, y se denunció que se trataba de una “maniobra de la reacción”. En esos días, el doctor Gustavo Machado, prominente dirigente del

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    Partido Comunista de Venezuela (PCV), dio la con-ferencia “El Bolívar de los comunistas”, para despejar las dudas originadas por el mencionado artículo y en el debate en el Ayuntamiento caraqueño, del cual se hicieron eco todos los principales diarios.

    Cova vuelve a escribir sobre el delicado asunto: “Más sobre el Bolívar de los comunistas”, y concluye que el propósito del libro es 1) hacer odiosos a las masas po-pulares los principios de la Revolución de Indepen-dencia; 2) destruir el concepto de nacionalidad y Pa-tria; 3) borrar el culto a sus héroes; 4) Socabar (sic) la organización social y económica de las naciones americanas, y 5) destruir en los pueblos el respeto a las instituciones republicanas. El Heraldo escribe un editorial el día 10: “Perennidad de Simón Bolivar”.

    El diario Últimas Noticias entrevistó a dos conocidos marxistas: el abogado Ernesto Silva Tellería, quien ex-plicó que Marx se había basado en fuentes escasas, y que “habría rectificado de obtener fuentes ciertas de información, y no las erradas puestas en circulación con fines interesados, tanto por españoles como por ingleses...”, y que los conceptos de esos historiadores estaban basados en un juicio de Marx que son falsos, y que “rechazamos, condenamos y combatimos”; el otro entrevistado fue el historiador Carlos Irazábal, quien dijo que Marx solo tenía “informaciones propaladas en Inglaterra por oficiales enemigos de Bolívar”, aun-que reconoció que pudo tomar las de algunos venezo-

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    lanos contemporáneos de Bolívar que las expresaron en el Congreso Constituyente de 1830, en Valencia, donde se llegó a pedir la expulsión de Bolívar de todo el territorio de Colombia.

    Poco después se publicó en varios diarios una de-claración de 52 dirigentes comunistas e intelectua-les marxistas, que dedicó la mayor parte a exaltar la personalidad y la acción de Simón Bolívar, la iden-tificación de los comunistas con sus ideales y sus luchas; se refiere a las deficientes fuentes de Marx como el origen de sus opiniones sobre Bolívar, y que pudo documentarse también con opiniones de venezolanos contemporáneos de Bolívar, como Francisco Javier Yánez, y los diputados del Congre-so de 1830, que, apenas con dos excepciones, emi-tieron las peores críticas al Libertador.

    Entre los firmantes estaban Juan Bautista Fuenmayor, Gustavo Machado, Jesús Faría, Salvador de la Plaza, Rodolfo Quintero, Carlos Irazábal, Carlos Augusto León, Miguel Otero Silva, Ernesto Silva Tellería y Pe-dro Ortega Díaz.

    Cova perseveró y, en respuesta a esa declaración, no tuvo escrúpulos en escribir que “un grupo marxista venezolano se solidarizó (sic) con el retrato de Bolívar de Marx y Engels”. Para la época, 55 años después, aún se seguía ignorando en Venezuela el texto del artículo de Marx (publicado en 1858), y mucho menos se co-

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    nocía el libro que le sirvió de fuente fundamental para tan falsas e infames opiniones e informes.

    Me sorprendió que el diario más cauteloso con la cober-tura del problema fue El Nacional, fundado en 1943, un año antes, y de inocultable filiación izquierdista. El 10 de febrero publicó en última página esta nota presentando un artículo: “Sobre algunos conceptos del profesor sovié-tico Miroshevsky, hemos solicitado la opinión de Carlos Augusto León, poeta, escritor, militante del PCV”, y se-guidamente lo transcribe. Las fuentes que sobre Bolívar habrían utilizado han sido oficiales descontentos de la Legión Británica, repite Carlos Augusto León.

    Nuevamente en la última página, al día siguiente, re-produce la declaración de dirigentes comunistas e in-telectuales marxistas, y el 16 aparece un artículo de Aquiles Nazoa “Donde se trata de cuatro profesores rusos…” y señala que “los historiadores rusos recogen como históricamente válido un juicio insultante —personalísimo, por lo demás— de Carlos Marx sobre el Libertador”. En cambio, Andrés Eloy Blanco, que tenía una columna diaria, “Reloj de Piedra”, nunca lo comentó. El periódico prefirió destinar más espacio a la crisis de la Federación de Estudiantes de Venezuela, y diariamente recogía noticias y opiniones al respecto, incluidas dos cartas de Miguel Otero Silva, su jefe de redacción, y exfevista. El 20 Juan Bautista Fuenmayor, líder del PCV, comenta un artículo de Earle Browder, “el más destacado marxista del continente”, que com-

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    para “nuestra gesta emancipadora con la Revolución francesa y la Revolución rusa”, publicado en noviem-bre de 1943 en una revista estadounidense.

    Pero si resultó sorprendente la ponderación de El Nacio-nal, en una cuestión que comentaba casi toda la ciudad, no fue así con La Esfera, reconocido como un periódico anticomunista declarado. En su edición del 9 de febrero tituló la reseña “El Concejo conoce de la circulación de un libro con que se ofende al Libertador”, y recoge la larga exposición iniciada por Lorenzo Fernández, pero a partir de allí, casi todos los días publicaban artículos sobre el libro, contra los escritores rusos, contra Marx y el comunismo. El 15 de febrero, por ejemplo, Carlos Rodríguez Uzcanga, del partido derechista Movimien-to de Acción Nacional, responde al manifiesto de los intelectuales marxistas. No cesó allí la campaña, desa-parecida del resto de la prensa; la Sociedad Bolivariana y la Academia de la Historia ya habían protestado hacía días. El 17 de febrero La Esfera comenzó a publicar por entregas la conferencia del mexicano Miguel Aguilera “Simón Bolívar visto por Carlos Marx”, interminable; diez días después la perdí de vista. La guerra estaba em-poderada otra vez de las primeras páginas.

    Seguramente sus lectores prefirieron repartirse en las películas que ofrecían las carteleras: Destroyer, con Ed-ward Robinson, Ojos negros, de Fernando Soler, y La suerte llama tres veces, de Luis Sandrini. Como para todos los gustos: cine estadounidense, mexicano y argentino.

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    II Las fuentes de Marx

    En los libros venezolanos de historia apenas se en-cuentra el nombre del coronel H. L. V. Ducoudray-Holstein. En los 34 tomos de las Memorias de O´Leary1 se le menciona una vez, en la carta para separarlo del Ejército patriota; para mostrarlo como un intrigante lo hace Felipe Larrazábal en su biografía de Bolívar. Apenas aparece en una cita en el primer tomo del clá-sico Historia Constitucional de Venezuela, de José Gil Fortoul2. Seguramente esos vacíos se explican porque

    1 Memorias del General O´Leary, Ministerio de la Defensa, segunda edición, 37 tomos, 1981, Caracas.

    2 Historia constitucional de Venezuela”, tercera edición revisada, 3 tomos, editorial Las Novedades, Caracas, 1942.

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    ese oficial apenas estuvo meses entre 1814-1816 en el Estado Mayor, y aunque el Libertador no lo nombra en sus centenares de cartas, tiene muy mala opinión sobre él, según lo cuenta Perú de la Croix. En cambio, el español Salvador de Madariaga, calificado de anti-bolivariano, en su Bolívar, lo usa como fuente impor-tante y lo menciona hasta veintidós veces3.

    En la historia parece repetirse lo que con indeseable frecuencia se presenta en el periodismo, donde las fuentes se seleccionan según las circunstancias y las intenciones o la ideología de cada autor o del medio. Por supuesto, es un problema de ética profesional, que distingue a quienes son respetuosos de sus principios fundamentales, como la fidelidad a la verdad, de quie-nes la echan a un lado y escriben según sus propios intereses o de los editores dueños de los medios.

    Ducoudray escribió en inglés dos volúmenes traduci-dos como Memorias de Simón Bolívar y de sus prin-cipales generales, con ediciones en 1828 en Boston y en 1830 en Londres, en inglés, y en 1831 en Paris, en francés. “El 30 de junio de 1829, en el Distrito de Mas-sachusetts, un ahora ciudadano de los Estados Unidos (según reza el acta que estamos traduciendo al espa-ñol) registró la propiedad literaria de un libro con los siguientes títulos y subtítulos:…”, escriben Aníbal No-guera Mendoza y Flavio de Castro, compiladores de

    3 Bolívar, Editorial Sudamericana, 2 tomos, Buenos Aíres, 1959 (tercera edición).

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    numerosos testimonios sobre Bolívar, donde aparecen hasta cinco páginas de Ducoudray; sin embargo, los traductores advierten que “La inquina es evidente a lo largo de las ‘memorias’, que también pretenden sea la ‘historia secreta’ de la guerra emancipadora”, y acla-ran que “La traducción que se ha hecho solo recoge en parte las observaciones del alsaciano sobre las actitu-des de Bolívar, es decir, su impresión personal en mo-mentos nada favorables para la objetividad y rectitud de juicio”4.

    Sin embargo, nunca hubo una traducción del libro al español hasta 182 años después; terminaba el 2010 cuando apareció en Bogotá5. ¿Por qué tan larga demo-ra, de casi dos siglos? Es posible que en alguna etapa de nuestra historia patria hubiese gobiernos e historiado-res que lo desconocían o no mostraran ningún interés en su difusión; eso explicaría solo algún período desde 1828, pero no el silencio incluso en momentos cuando los sentimientos y reacciones contra Bolívar casi eran un asunto de Estado.

    El caso es que al fin se publica en 2010 la primera edición en español. El joven colombiano Juan Carlos Vela investigaba sobre la historia de su país, encon-tró en Internet este título y compró por ocho dólares

    4 Aproximación al Libertador. Testimonios de su época, págs. 44-45. Academia Colombiana de Historia / Plaza & Janes; Bogotá, 1983.

    5 Memorias de Simón Bolívar y de sus principales generales, Tierra Firme Edito-res, noviembre 2010, impreso en Colombia por Cargraphics.

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    cada uno los dos tomos de la edición de 1830 a Bár-bara Blackbrun, bibliotecaria, que los conservaba en Duncan, un pueblito al Sur de Arizona, lo tradujo y en Bogotá pudo editarlo a fines del 20106.

    6 “Un Bolívar antipático” de Javier Murillo, en la revista Arcadia, Bogota, diciembre 2010.

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    III Las mentiras de Ducoudray

    Nunca había leído un libro con tantas y tan gruesas mentiras hasta que llegó a mis manos Memorias de Si-món Bolívar y de sus principales generales, escrito por el “General H. L. V. Ducoudray Holstein”. Esa afirma-ción mía tiene poca fuerza si quien la hace es, como yo, un periodista aficionado a la historia. Como no tengo otra autoridad, debo mostrar algunos ejemplos. Y sin embargo, fue la fuente principal del artículo de Carlos Marx sobre Bolívar.

    La primera de esas falsedades es atribuirse el grado de general. Realmente él se incorporó en Cartagena en 1814 a las fuerzas patriotas, que le reconocen el grado

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    de coronel, pero en algún momento escribe en tercera persona y comienza su ascenso: “El gobierno de Car-tagena llamó al General Ducoudray Holstein para una operación militar de importancia” (pág. 171). Nunca fue general, y luego que en la iglesia de Santa Ana del Norte, en Margarita, en junio de 1816, cuando el gene-ral Juan Bautista Arismendi dio lectura a la lista de los ascensos y él no aparece, reconoció: “Yo estaba muy descontento por no haber sido ascendido” (pág. 237) y agrega habérselo reclamado al general Simón Bolívar en Carúpano y ante una nueva negativa, le dieron de baja y se fue a Haití en ese mismo junio del año 16, molesto porque supuestamente no le habrían cumpli-do la promesa de promoción de grado.

    Bolívar le escribió esta carta formal, recogida por el general Daniel O´Leary en sus Memorias7.

    Al señor Coronel Ducoudray Holstein.

    Es esta la tercera vez que U. me dirige solicitu-des pretendiendo su separación del Ejército. La persuasión en que estaba de que los servicios de U. fuesen importantes para la República me ha obligado a negársela por dos ocasiones; pero las razones que U. me expone en su última re-presentación, me han movido a concedérsela a pesar de mis deseos.

    7 Ob. cit. Tomo XV, pág. 80.

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    Queda U. pues, segregado del Ejército; y el Coronel Soublette, que debe sucederle en el empleo de Subjefe del Estado Mayor General y en el de Mayor General interino, se encar-gará de los archivos de estos dos despachos. Sírvase U. entregárselos.

    Dios guarde a U. muchos años.

    Cuartel General en Carúpano, 23 de junio de 1816.—6º.

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    Como verán seguidamente, estas expresiones formales en una carta oficial de Bolívar como Jefe Supremo de la República, Capitán General de los Ejércitos de Ve-nezuela y la Nueva Granada, etc, etc, para dar la baja a un oficial, son muy distintas a las opiniones suyas, doce años más tarde, en una conversación privada.

    Estaba en Bucaramanga cuando su secretario Perú de la Croix, el 8 de marzo de 1828, le preguntó sobre sus edecanes,

    ... y habiendo olvidado nombrar á algunos, yo le cité á Demarquet y á Ducoudray, y entonces dijo que el primero lo había sido y de mucho mérito pero no el segundo; y continuó dicien-do: “Ducoudray-Holstein me conoció en Car-tagena, en el año 15, y después de la evacuación

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    de aquella plaza se me presentó en los Cayos cuando yo estaba preparando mi primera ex-pedición para la isla de Margarita: Yo lo admití, pr. que entonces todos los que se presentaban pa. ayudarme eran los bien venidos; lo puse en el Estado mayor, pero nunca tuve confianza en él pa. nombrarlo mi edecán; por el contrario tenía una idea bien poco favorable de su perso-na y de sus servicios, pues me lo figuraba como una especie de caballero de industria que ha-bía venido á engañarme con falsos despachos, pr. que me habían asegurado que los que había presentado no eran suyos. Poco quedó Ducou-dray con nosotros, se retiró y me hizo un ver-dadero placer8.

    Precisamente en Puerto Príncipe, llegados de Cartage-na, se concentraron en marzo de 1816 numerosos re-fugiados, encabezados por Bolívar, quien recibió todo el apoyo de quien era el presidente de la primera re-pública negra desde enero de 1804, Alejandro Petión, para organizar una expedición a Venezuela. Solo le pi-dió a cambio la liberación de los esclavos. No era tarea fácil siendo tantas las divergencias entre los oficiales patriotas. Según Felipe Larrazábal, entre los enemi-gos declarados de Bolívar estaban Mariano Montilla, Bermúdez, a quien apoyaba “… secretamente el coro-nel Ducoudray-Holstein, que le alentaba y fortifica-8 Diario de Bucaramanga, Luis Perú de la Croix; ediciones del Ministerio de Comu-

    nicación e Información, Caracas, agosto 2009.

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    ba para que se hiciese jefe de la expedición”. En una asamblea, habló Bolívar “con palabras rebosantes de patriotismo y moderación”, y después de opiniones disidentes, fue finalmente designado jefe de la expedi-ción; el general Santiago Mariño Mayor General; Luis Brion Almirante; y pese a sus intrigas, Ducoudray fue nombrado subjefe del estado mayor, “destino del que se apartó a poco”9.

    Tampoco Bolívar pudo cumplir su compromiso con Petión, pues era muy sólido el poder de los señores esclavistas, incluso entre jefes republicanos. Los de-cretos que dictó en julio de 1816 no se cumplieron, y su propuesta al Congreso en Angostura en 1819 de libertad absoluta de los esclavos, fue rechazada.

    Conociendo ciertos rasgos de la personalidad de Du-coudray, veamos ahora algunas, solo algunas, de las gruesas mentiras contenidas en su libro:

    1) Bolívar “... se rehusaba a ser partícipe de esta revo-lución (que estalló el 19 de abril) a pesar de que su primo José Félix Ribas se esforzó por hacerlo par-ticipar como socio activo”. Todas las versiones de la época revelan su participación activa en ese proce-so, muchas reuniones se celebraban en la cuadra de los Bolívar, figuró en una lista de conspiradores y el capitán general Emparan, por tales actividades,

    9 Simón Bolívar: Vida y escritos del Libertador, tomo II, pág. 21-23. Ediciones de la Presidencia de la República, Caracas, 2007.

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    como hizo con otros, lo confinaría a su finca en San Mateo.

    2) Cuando en marzo de 1809 arribó el nuevo Capitán General a Caracas, “procedente de Madrid, llegaron con Don Vicente Emparan... teniente coronel Bo-lívar y señora...”. Ninguna versión de ese episodio incluye a Bolívar acompañando a Emparan, quien, además, ¡no venía de España sino de Cumaná!

    3) Distorsiona el episodio del 19 de abril de 1810; por ejemplo, descaradamente ignora la participación del padre Madariaga.

    4) “Las Juntas de Cumaná y Barinas enviaron dipu-tados a Caracas, exigiendo la convocatoria de un Congreso y rehusándose a reconocer la autoridad suprema de la Junta de la capital”. Salvo las provin-cias de Maracaibo, Coro y Guayana, todas las de-más se sumaron al pronunciamiento de Caracas, sin imponer condiciones.

    5) “El general Miranda... reunió algunos hombres ar-mados y marchó contra los rebeldes” de Los Teques alzados después de derrocado el gobierno español. La verdad, autorizado por el Congreso en julio de 1811, Miranda combatió a los rebeldes de Valen-cia y después de una larga batalla, con importantes pérdidas, los derrotó un mes más tarde. Este debió ser el primer triunfo del Ejército venezolano.

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    6) Asegura que a su regreso de Londres, Bolívar volvió a esconderse; omite su activa presencia en la Sociedad Patriótica y su famoso discurso para presionar al Con-greso a declarar la independencia. También olvida su conducta durante el terremoto de Caracas en marzo de 1812, relatado incluso por uno de sus acérrimos enemigos, el médico José Domingo Díaz10.

    7) En 1814 “Boves comenzó sus operaciones atacan-do a Camatagua, donde hizo varios prisioneros. Él marchó sobre Victoria [¿La Victoria?], Rosete [¿?] Mumara [¿?] y el pueblo de Chaguaramas, sitios en los que derrotó al enemigo”. ¿Omite la batalla de La Victoria del 12 de febrero de 1814 o le atribuye otro triunfo a Boves?

    8) Conocidos los desmanes de varios jefes españoles, “... los caraqueños, compañeros de armas de Bolí-var... proclamaron ‘una guerra a muerte’ contra to-dos los españoles europeos y canarios. El mismo estaba firmado por Antonio Nicolás Briceño, An-tonio Rodríguez, Joseph Debraine y otros”. Olvidó a Bolívar y que se firmó el 15 de junio de 1813, pero no en Caracas sino en Trujillo, durante su Campa-ña Admirable, que omite totalmente.

    9) En plena Emigración a Oriente, en 1814, luego de abandonar Caracas, escribe estas barbaridades: “...

    10 Recuerdos sobre la Rebelión de Caracas, pág. 31. Editorial El Perro y la Rana, Biblioteca Ayacucho, BCV, febrero 2013.

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    Bolívar después de haber ocupado Barquisimeto y haber reforzado su división, llegó de Trujillo y fue atacado por el coronel Ceballos y Bolívar se encon-tró de repente sorpresivamente sitiado y rodeado por habitantes de Barcelona”. No creo que haga falta algún comentario siendo tantas las deforma-ciones: ¿cómo se explica que huyendo hacia oriente con miles de caraqueños de la capital ocupada por Boves, de repente aparezca en occidente, en Bar-quisimeto y Trujillo, y como por encanto, seguida-mente, en Barcelona?

    10) “Una reunión de diputados tuvo lugar el 15 de fe-brero, bajo las más solemnes e imponentes ceremo-nias...”, escribe para tratar de disminuir la importancia del Congreso de Angostura, no obstante que en otra de sus falsedades asegura que el general Juan Bautista Arismendi y otros oficiales lo aceptaron como jefe su-premo a cambio de la convocatoria de un Congreso.

    11) “¿Quien ganó la batalla de Carabobo, no fue la le-gión irlandesa?”. Es bien conocido cómo planificó Bolívar esa batalla desde antes de establecerse por varios días en San Carlos; ordenó maniobras de distracción que ejecutaron el general José Francis-co Bermúdez en Caracas y el coronel Cruz Carrillo en occidente, y el 13 de junio se adelantó a pronos-ticar el triunfo en carta a Santander, que termina así: “Adiós, mi querido Santander; páselo Ud. bien. Espere en la victoria de Carabobo que vamos a dar”.

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    A las gruesas mentiras señaladas y otras similares o de menor trascendencia, hay que añadir sus abun-dantes, interesadas y sesgadas informaciones sin fuente alguna ni citar a nadie; sus múltiples versiones sobre la “cobardía” de Bolívar y de algunas conversa-ciones con Bolívar carecen de testigo alguno, donde él se muestra como un ser superior al Libertador, así como no obviar los numerosos errores e incontables omisiones en la “Introducción”.

    ¿Cómo pueden creerse tales afirmaciones si a lo lar-go del libro ha utilizado expresiones como estas: co-barde, que repite innumerables veces, e igualmente dictador; débil, ignorante, ambicioso, vanidoso, falta de talento, etc.? Además, ha escrito que “Los defectos predominantes de la personalidad del general Bolí-var son ambición, vanidad, sed de poder absoluto e indivisible y una gran disimulación”. Más adelante escribe: “Bolívar no tiene ni virtud ni firmeza, ni ta-lento para levantarse por encima de su propia esfera de mediocridad, pasión, ambición y vanidad”. Impo-sible encontrar en su libro un mínimo de sensatez y equilibrio para juzgarlo a él, a sus acciones y a su pensamiento.

    Por eso resulta tan extraño que alguien como Car-los Marx lo utilizara como base y su fuente principal para ese artículo; y sin embargo, lo hizo y creyó en todo lo leído, hasta el grado de calificar a Bolívar de “ruin y miserable, el peor de los canallas”, en carta a

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    Federico Engels del 14 de febrero de 1857, cuando había concluido su artículo.

    Finalmente, el coronel Ducoudray, con su carga de odio antibolivariano, viaja de Carúpano a Haití, sigue a Curazao, donde se ha hecho dueño de dos berganti-nes y parece que estuvo preso por estar supuestamente involucrado en una aventura por independizar Puerto Rico; viajó a Albany en 1823 y seguidamente a Nueva York, donde muere en 1834.

    Pues bien, ese libro y ese autor son en los que Carlos Marx se apoya fundamentalmente para escribir su fa-moso artículo sobre Bolívar publicado en 1858.

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    IV El artículo de Marx

    Carlos Marx y Federico Engels eran frecuentes colabo-radores del diario New York Daily Tribune, de Nueva York; 487 artículos aparecen firmados por Marx, 125 por Engels y 12 en colaboración, entre 1851 y 186211. Charles Anderson Dana (1819-1897), su director, era también editor de la Nueva Enciclopedia Americana, recogida después en 30 volúmenes, y luego de un viaje a la conmocionada Europa, donde observó los movi-mientos sociales revolucionarios, al regresar les pidió, además de opiniones y análisis, una serie de artículos sobre personajes de interés en el mundo, como Simón 11 Néstor Kohan, “Del Bolívar de Karl Marx al marxismo bolivariano del siglo XXI”, en

    wwwdebatessocialistasdigital.com.artículos especiales.

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    Bolívar, que Marx escribió y lo hizo, como hemos re-petido, apoyado fundamentalmente en el libro de Du-coudray, y por supuesto, sesgado y parcializado hasta el punto que Charles Dana, quien seguramente fue redactor de unas normas de ética del periodismo, le escribió haciéndoselo notar.

    Irascible, Marx le escribe a Engels el 14 de febrero de 1858, apenas recibió la carta de Dana y le cuenta que el editor considera su escrito tendencioso e infundado y le dice que “ver a este hombre ruin y miserable, el peor de los canallas, comparado con Napoleón habría sido demasiado”; más adelante añade: “La fuerza crea-dora de los mitos, característica de la fantasía popular, en todas las épocas ha probado su eficacia inventan-do grandes hombres. El ejemplo más notable de este tipo es, sin duda, el de Simón Bolívar”. Se ignora cuál pudo ser la respuesta de Engels, si es que la hubo, y se comprenderá mejor la reacción de los comunistas venezolanos cuando en febrero de 1944 se enteraron de ese artículo.

    No obstante sus razonables reparos, Dana lo publicó sin quitarle una coma.

    Charles Anderson Dana (1819-1897) fue en su época uno de los más destacados periodistas de Estados Uni-dos; considerado, además, como el mejor amigo de José Martí en ese país, el 27 de mayo de 1895, a la muerte del luchador cubano escribió en The Sun: “Héroes como

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    él no abundan en el mundo de hoy”. Tres de sus confe-rencias sobre periodismo han sido consideradas como orientaciones en torno a la ética de la profesión (ade-más de “The Art of Newspaper Meking, en Appleton and Company, New York, 1897). En 1848 lo envían a la agitada Europa como corresponsal para cubrir el pe-ríodo de revoluciones. Allí conoció al socialista utópico francés Pierre Proudhon, y en Colonia, a Carlos Marx, a quien invita a colaborar en su diario The New York Daily Tribune como corresponsal en Londres. Marx le escribió casi 500 artículos durante más de diez años (1851-1862), y muchos sobre la guerra civil estadouni-dense en Die Presse, de Viena. (En 1946, la Editorial Lautaro, de Buenos Aires, editó el libro La guerra civil en los Estados Unidos, de C. Marx y F. Engels, con algu-nos de los artículos, incluidos varios publicados en Die Presse, y numerosas cartas de la época cruzadas entre ambos). Su verdadero legado como periodista es uno de integridad cívica, valor y franqueza. Dana tuvo una firme posición antiesclavista, y sus artículos tuvieron gran influencia en crear corrientes de opinión antes de la llamada Guerra de Sucesión o guerra civil en EE. UU. Por causas no bien claras, en 1862 debió desvincularse de Horace Greeley, director del periódico. El presidente Abraham Lincoln, quien había recibido su apoyo en la campaña electoral, se interesó en sus servicios, lo lla-maron para que se incorporara en el Departamento de Guerra, y debido a la calidad de sus informes, fue desig-nado subsecretario de Guerra, donde, con frecuencia, estaba al servicio directo del Presidente. Escribió varios

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    libros y fue coleccionista de arte. Posteriormente, fue duro crítico de la gestión del presidente Ulises Grant, a quien había apoyado.

    Las más superficiales lecturas del libro de Ducoudray y del articulo de Marx permiten llegar a la conclusión de que su concepción sobre Bolívar está inspirada en el detractor del Libertador y para nuestra sorpresa, y seguramente de muchos de ustedes, varios de los epi-sodios falsos o tendenciosos escritos por el coronel los reproduce Marx sin la mayor reflexión, sin comillas y sin citar fuente.

    Como lo tiene escrito Ducoudray, Marx repite que Bolívar rehusó unirse al movimiento del 19 de abril, y que a su regreso de Londres se retiró a la vida priva-da; repite la versión leída sobre la pérdida de Puerto Cabello de que Bolívar huyó con varios de sus com-pañeros a La Guaira y se retiró a San Mateo. Hace lo mismo con el episodio de la detención de Miranda, después de la capitulación; hasta en detalles copia esta versión de Ducoudray: “... a las dos de la mañana en-traron al cuarto sin seguro de Miranda, quien estaba en un sueño profundo. Ellos primero tomaron su es-pada y sus pistolas... lo despertaron y abruptamente le dijeron que se levantara y se vistiera rápidamente...” Marx: “A las dos de la mañana, cuando Miranda esta-ba profundamente dormido entraron a su habitación y se apoderaron de su espada y sus pistolas, lo desper-taron y le dijeron bruscamente que se levantara y se

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    vistiera...”. Virtualmente, como pueden ver, transcribe el mismo relato.

    Tal como lo hace Ducoudray, Marx ignora la parti-cipación de Bolívar en la Sociedad Patriótica, en el terremoto de 1812; igualmente, falsea y ridiculiza la entrada victoriosa de Bolívar a Caracas terminada la Campaña Admirable, en agosto de 1813; y tam-bién omite la batalla de La Victoria el 12 de febrero de 1814. Ducoudray interpreta una propuesta de ar-misticio al general Miguel de la Torre, poco antes de librarse la batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821, cuando Bolívar “reunió un consejo de guerra y pro-puso de nuevo un armisticio” (pág. 388) por supuesta debilidad, cuando es sabido que fue una de las batallas preparadas con mayor anticipación, hasta el punto de planificar operaciones de distracción, referidas ante-riormente, donde para engañar a los españoles en un supuesto interés de avanzar sobre Caracas y tomarla, le ordena al general Bermúdez movilizarse, y al coro-nel Cruz Carrillo marchar sobre San Felipe para hacer creer a los españoles que buscaba reunir sus tropas con las del general Rafael Urdaneta. Eran otros los propó-sitos de Bolívar con esas propuestas. “El general Bolí-var considera que de ser aprobadas estas medidas se ganarán mil ventajas en la opinión y se acabará de des-truir la moral de las tropas enemigas que cada día se disminuyen y debilitan. Si por el contrario si desechan las proposiciones se habrá siempre ganado el tiempo necesario para reunir en San Carlos las columnas”.

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    Propone ese armisticio al general Miguel de La Torre para confundirlo y hacerle pensar en la de-bilidad de los patriotas, como él mismo lo explicó en una carta, “todo es política”; y otro historiador antibolivariano, Salvador de Madariaga, que usa a Ducoudray como importante fuente, reconoce que esa propuesta de armisticio fue “otra de sus tretas”. Pues bien, Marx escribió: “Para Bolívar la posición del enemigo era tan intimidante que le propuso a su consejo de guerra un nuevo armisticio”.

    Entre sus últimas mentiras afirma que en “una asamblea de notables reunida en Caracas”, a una carta, Bolívar respondió “... declarando la separa-ción de Venezuela de Colombia y colocando a Páez a la cabeza de la República”, cuando es ampliamen-te conocido el episodio de la Cosiata en Valencia y el papel que al efecto jugó el general José Antonio Páez, y en Bogotá, el general Santander, para aca-bar con la Gran Colombia. Seguidamente escribe que Bolívar, a fines de marzo de 1830, cuando real-mente estaba en Bogotá, en preparativos para salir al exterior, “al frente de 8.000 hombres se dirigió a Maracaibo, donde lo esperaba Páez con doce mil hombres en una fuerte posición. En cuanto se dio cuenta que Páez estaba verdaderamente dispuesto a dar combate, lo abandonó el valor, por un momen-to pensó incluso en someterse a Páez...”. Tremenda mentira. Por supuesto, no hay comillas ni cita nin-guna fuente. El tránsito de Bolívar hasta Cartagena

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    y Santa Marta, donde muere, lo revive Gabriel Gar-cía Márquez en Bolívar en su Laberinto.

    Su artículo lo termina con una descripción de Bo-lívar ¡extraída del libro de Ducoudray!, y como este no se refiere a la época pues no conoció la activi-dad de Bolívar, sobre todo su exitosa campaña que para liberarlos de los españoles hacía en los países del Sur, Marx sencilla e igualmente la ignora. Y otra frase concluyente donde se aprecia su eurocentris-mo y subestimación de lo americano, con excep-ción de Estados Unidos, refiriéndose a Bolívar, na-turalmente, afirma: “Pero como la mayoría de sus compatriotas, era incapaz de todo esfuerzo de largo aliento y su dictadura degeneró pronto en una anar-quía militar, en la cual los asuntos más importantes quedaban en manos de favoritos que arruinaban las finanzas públicas y luego recurría a medios odiosos para reorganizarlas”.

    Opiniones similares sobre la supuesta incapacidad de “todo esfuerzo de largo aliento” de los pueblos del Tercer Mundo y de sus dirigentes, que todavía es frecuente escuchar en voceros del neoliberalismo y entre conservadores politólogos.

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    V La versión en español

    “Una tarde del mes de febrero de 1935, cuando escu-driñaba en los archivos del magnífico Instituto Marx-Engels-Lenin de Moscú, me atrajo, entre tantas ma-ravillas de documentos, revistas, libros y papeles, un artículo biográfico de Marx sobre Bolívar…”, cuenta el ideólogo marxista argentino Aníbal Ponce, quien recibió copia de ese artículo en inglés, supuestamen-te entregado por el profesor Adoratsky, su director; lo tradujo al español y al año siguiente lo publicó en el primer número de la revista Dialéctica, de Buenos Ai-res, que él dirigía y que seguramente fue conocido en algunos partidos comunistas de los países latinoame-ricanos, en muchos de cuyos dirigentes debió influir.

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    El propio Ponce escribió en sus Comentarios marginales:

    “Terrateniente, hacendado, propietario de minas y de esclavos, Bolívar no solo interpretó los intereses de su clase, sino que los defendió contra la pequeña burgue-sía liberal y las todavía inconsistentes masas populares. Apoyado por Inglaterra, al igual que todos los restantes revolucionarios del continente, es difícil comprender cómo Bolívar puede servir honradamente al llamado “bolivarismo” democrático y antiimperialista”.

    Fue así como el artículo de Marx, casi ochenta años después de su publicación original en la citada Enci-clopedia, se divulgó en América Latina, acompañado de los favorables comentarios de Aníbal Ponce, ya conocido marxista en los partidos comunistas lati-noamericanos, coincidentes con los criterios de Marx sobre Bolívar. Seguramente influyó entre quienes co-nocieron esos textos y generó lógicas confusiones e incertidumbres entre los marxistas de la región.

    Dos años después, un joven comunista colombiano, Gilberto Viera (1911-2010), más tarde y por mucho tiempo secretario general del Partido Comunista de Colombia, escribió “Sobre la estela del Libertador” re-futándolo; sin embargo, poco debió conocerse fuera de ese país.

    En años posteriores se discutió, sobre todo en Argen-tina, las razones que habría tenido Ponce para identi-

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    ficarse con los planteamientos de Marx sobre Bolívar. Unos sostienen que fue influencia del dogmatismo de los historiadores soviéticos; otros, que se explica por su formación liberal de la historia; hay quienes creen que era una respuesta a las posiciones del dirigente político peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, funda-dor del APRA, o incluso efectos de las diferencias rea-les o supuestas entre Bolívar y el general San Martín.

    Desde entonces, el famoso artículo ha sido motivo de ensayos y de numerosos artículos, o bien para criticar o atacar a Carlos Marx, o bien para identificarse con sus opiniones y emprenderla contra Simón Bolívar. Esto ha ocurrido particularmente después que el líder venezolano y presidente (1998-2013) Hugo Chávez Frías tanto se identifico y rescató el pensamiento, la acción y la imagen de Bolívar.

    En los años recientes, de época de cambios políticos en América Latina y a propósito de ese rescate que hizo el presidente Chávez de la figura, el pensamiento y la acción de Bolívar, que indujo a la Asamblea Cons-tituyente en 1999 a nominar Venezuela como “Repú-blica Bolivariana”, han aparecido otros ensayos para descalificar a Bolívar apoyados en Marx.

    Uno de ellos es Simón Bolívar por Karl Marx12 publi-cado por primera vez en Brasil, con prólogo de José

    12 Simón Bolívar por Karl Marx, Martins Fontes, Sao Paulo, 2008.

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    Arico y epílogo de Marcos Roitman y Sara Martínez Cuadrado, quienes coinciden con casi todas las opi-niones de Marx y del primer traductor Aníbal Ponce, en sus cuestionamientos y descalificación de Bolívar, y llegan a identificar como “déspotas” a Antonio Guz-mán Blanco y Juan Vicente Gómez, con el Libertador; al primero, por adquirir oficialmente el archivo de O´Leary, y al segundo, por “ordenar la edición com-pleta de las cartas de Bolívar”. Sorprende la simpleza de esas opiniones.

    Según informaciones recibidas del colega periodista Eliseo Escobar, desde Río de Janeiro, esa edición ha sido profusamente difundida en Brasil con la clara in-tención de distorsionar la imagen de Bolívar, e indi-rectamente, la de Chávez.

    El constitucionalista venezolano Carlos Ayala Corao aborda el tema del ensayo de Marx y termina un artí-culo con estos párrafos:

    Lo curioso es que esta visión del proceso re-volucionario de la independencia latinoame-ricana haya sido compartida por marxistas acríticos de tendencia historiográfica soviética, prácticamente hasta 1959, cuando en la segun-da edición en ruso de las obras de Marx y En-gels se incluyó por primera vez una severa críti-ca de las posiciones sostenidas en el artículo de Marx sobre Bolívar. Necesario es, entonces, que

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    aprendamos la historia de los historiadores y viceversa, para no cometer sus propios errores.

    No podemos menos que expresar que resulta insólito un texto histórico tan prejuiciado como el escrito por Marx sobre Bolívar. Posiblemente en ello influyó sobre Marx la noción hegeliana de los “pueblos sin historia”. Pero aun así, ello pone de relieve los errores de mezclar la ideología con la historia13.

    En la “Introducción” de José Arico a la edición brasile-ra del Simón Bolívar visto por Karl Marx, puede leerse cómo esa versión del Libertador persistió durante años, recogida y creída por comunistas de casi todo el mun-do:

    “Aun en 1951, el dirigente comunista norteamericano William Foster cita favorablemente en su Outline po-litical history of the Americas, lo que era aceptable en términos de aceitada acrítica de los textos de Marx, sino también de las tendencias historiográficas soviéti-cas”. Agrega que “durante largos períodos, las opiniones de americanistas soviéticos, influenciados de manera decisiva por Vladimir Mikhailovitch Mirochévski y su escuela, coincidirán con una visión de Marx sobre Bo-lívar, tornando extensiva a una caracterización negativa de las guerras de independencia latinoamericanas”14.

    13 El Universal, 1.º de julio de 2001.14 Ob. cit.

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    VI Las opiniones de Santander Por centenares se cuentan los libros de autores de los más variados países con equilibrados juicios y reflexio-nes sobre Bolívar, y más numerosos aún, aquellos que se exceden en elogios, panegíricos y en la glorificación.

    Pero seleccioné al general neogranadino Francisco de Paula Santander, tenido en la historia como un jurado enemigo de Bolívar, para abrir un paréntesis e incluir sus opiniones sobre quien entonces era Presidente de la Gran Colombia.

    Acumulados muchos motivos, después de haber teni-do las mejores relaciones, nadie se escribió tanto entre

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    ellos dos: Santander a Bolívar 450 cartas, y Bolívar a Santander 37715; pareciera que esa relación se deterio-ra mientras Bolívar estaba fuera de la Gran Colombia: “Para nosotros es evidente que en el Perú tuvo origen la desavenencia de Bolívar y Santander y allí se arrojó la manzana de la discordia, que no solo debía desamistar-los, sino dividir a Colombia, a Bolivia y el mismo Perú”, escribe Santander en su memorias.

    La mayor expresión de esa enemistad fue la participación de Santander en la planificación del atentado para asesi-nar a Bolívar del 25 de septiembre de 1828 y que él cali-ficó de “revolución”. Por ese motivo fue preso, enjuiciado y condenado a muerte, de la cual se salvó por un indulto de Bolívar que lo expulsó de por vida del territorio de la entonces llamada Gran Colombia, que incluía los territo-rios de Venezuela, Nueva Granada y Ecuador.

    Estando en prisión, en “uno de los insalubres castillos de Bocachica, bajo la más estricta vigilancia y sujeto a las más severas restricciones”, redactó las Memorias so-bre el origen, causas y progreso de las desavenencias entre el presidente de la República de Colombia, Simón Bolívar, y el vicepresidente, Francisco de Paula Santander, escri-tas por un colombiano en 1829. Ese colombiano, como se demostró poco después, era el mismo Santander. La Universidad Nacional de Colombia lo editó en julio de 2010 con el título La dictadura de Bolívar, por Francisco 15 Bolívar y Santander, vidas paralelas, Germán Arciniegas, pág. 242, Planeta, Bo-

    gotá, l995.

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    de Paula Santander y Luis Vargas Tejada, en su Biblio-teca Bicentenaria16.

    Naturalmente, ese título se ajustó al texto y a las ideas y opiniones que sobre Bolívar tenía entonces Santander, y que cierra con estas expresiones:

    Bolívar, gobernando a Colombia con arreglo a sus leyes fundamentales, habría hecho la felici-dad pública y dejádole una herencia inmortal, en que tanto que hoy por haber faltado a sus jura-mentos, por haber aniquilado la Constitución, y por haber reformado sus sabias y benéficas leyes orgánicas, y perseguido arbitrariamente a los an-tiguos patriotas enemigos de su autoridad abso-luta, deja a la posteridad una gloria mancillada, un ejemplo execrable y una historia ennegrecida con los colores del despotismo.

    Aunque esas Memorias están destinadas a demostrar cómo Bolívar fue un dictador, y pese a estar preso y condenado a muerte, aunque indultado y decretada su expulsión de por vida, no pudo dejar de reconocer aspectos positivos de esa personalidad y de su acción libertadora. Vean si no:

    Santander [el autor] veía en Bolívar un militar experto, un guerrero emprendedor y activo, un

    16 La dictadura de Bolívar, Biblioteca Bicentenario, Universidad Nacional de Colom-bia, Bogotá, 2010, págs. 23-116.

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    magistrado moderado, un ciudadano amante de las libertades públicas, un hombre devorado por el deseo de libertar al país del yugo español para dejarlo organizar conforme a los principios del derecho social (pág. 32).

    Del famoso discurso de Angostura, en la instalación del Congreso, opinó:

    Leer este hermoso discurso y sentir el corazón inflamado de los más sinceros afectos de amor y de reconocimiento a su autor, era indispensable en quien estuviera siquiera tocado del deseo de la Independencia y de la libertad (pág. 33).

    En otro párrafo, sobre la campaña que liberó a Nueva Granada del yugo español, se lee:

    A esta formidable disposición del virtuoso pue-blo granadino, al valor y constancias de las tro-pas patriotas, y al infatigable genio de Bolívar, fue deudora la patria del venturoso éxito de esa campaña, terminada en 75 días y en 3 batallas, con la ocupación de la capital del virreinato el 10 de agosto de 1819 (pág. 36).

    Más importante aun es lo que escribió a propósito del supuesto bonapartismo de Bolívar, que tanto subra-ya Ducoudray, de sus supuestos deseos de gobernar como emperador:

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    “… él [Santander] sabía que Bolívar había des-echado con desprecio la invitación que Páez le hizo en 1825 por medio de Antonio Leocadio Guzmán, para que se apoderase del mando per-petuo, imitando a Napoleón cuando regresó de Egipto a Francia… (pág. 49).

    Al final de sus Memorias, Santander le reconoce otros méritos. No obstante la circunstancias que los enfren-taron y en las que atravesaba en ese momento cuando escribía, preso y condenado a muerte, tuvo el valor y la honestidad de reconocerlos:

    Ninguno mejor que él sabe aprovecharse de una victoria, ni tampoco ninguno opone tanta fir-meza y serenidad en los reveses.[...]A Bolívar le sobra talento, ingenio, valor mo-ral y perseverancia. Ninguna empresa le parece imposible; ningún contratiempo arredra su es-píritu… (pág. 109).

    Luego de estos textos, que inserté como un paréntesis para contrastar las opiniones de Santander con las de Ducoudray y Marx sobre Bolívar, regresemos al asunto que más nos interesa: las razones, si las hubo, que pudo tener Marx para no preocuparse nunca por corregir sus graves errores sobre Bolívar.

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    VII “Marx: cien años después”

    En 1983 se celebró el bicentenario del nacimiento de Simón Bolívar y se conmemoraba el centenario de la muerte de Carlos Marx, razón más que suficiente que encontró la revista Nueva Sociedad, identificada con la Internacional Socialista, para dedicar su “tema cen-tral” al marxismo “con especial énfasis en su inclina-ción hacia la problemática de América Latina” en su edición número 66.

    Nada más lógico que varios de los intelectuales con-vocados para escribir sobre ese tema se refirieran al famoso artículo de Marx sobre Bolívar; sin embargo, todos buscaron explicar las causas de ese escrito, y

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    ninguno, como en todos quienes han tratado el tema, se preocupó por averiguar por qué Marx nunca se in-teresó en reconocer su error y rectificar.

    Hubo algunos invitados a escribir, como los mexicanos Pablo González Casanova y Rodolfo Peña, el alemán-estadounidense Andre Gunder Frank, el chileno Luis Vitale y el brasilero Leandro Konder, que no se refirie-ron a esa cuestión; en cambio, el venezolano Demetrio Boersner, el mexicano Leopoldo Zea y especialmente el argentino José Aricó, lo tratan debidamente.

    Boersner, por ejemplo, destaca cómo Federico Engels “comentó elogiosamente la anexión de la mitad de México por los Estados Unidos”, y al efecto, cita tex-tualmente un largo párrafo donde se lee: “En benefi-cio de su propio desarrollo, es positivo que (México) quede en lo sucesivo bajo la tutela de Estados Unidos”, y más adelante escribe: “En 1853, Marx expresó su convicción de que la colonización inglesa de la India, a pesar de ser cochina, tenía carácter revolucionario”.Luego, referido a Marx y Latinoamérica, afirma que

    Marx y Engels maltrataron un tanto a la Amé-rica Latina durante la primera etapa de su vida activa… [aunque] posteriormente, el estudio de la historia y la política de España llevó a Marx a una apreciación más justa de la importancia y el potencial revolucionarios de los pueblos hispánicos. En 1858, en su execrable “Bolívar y

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    Ponte” (artículo escrito con irresponsable apre-suramiento para cumplir con su compromiso con la New American Cyclopedia, editada por Dana), Marx se hace eco de los más malignos calumniadores del Libertador, pero no deja de destacar la importancia histórica y progresista de la guerra de Independencia de Latinoaméri-ca, y enfatiza el heroísmo, del pueblo venezola-no y de algunos de sus próceres tales como Piar, Mariño y Bermúdez.

    Boersner establece dos etapas en la visión de Marx so-bre Latinoamérica y otras regiones del Tercer Mundo; es en la segunda de las cuales donde “adopta una acti-tud totalmente positiva”.

    Por su parte, el filósofo mexicano Leopoldo Zea co-mienza escribiendo sobre el desencuentro de Marx con Bolívar, para afirmar que “lo cierto es que, cada uno en su campo, en el de la acción libertadora, y en el de la doctrina que ofrece instrumentos para ampliar esas acciones, siguen vigentes”, idea que desarrolla de inmediato. Más adelante sostiene que

    ... son errores humanos, pero errores que han de ser sometidos a crítica para que su alcance no sea lo que si quisieran quienes se han opues-to y se oponen a lo que a través de sus vidas bus-caron, por su lado Bolívar y por el otro Marx: la liberación, la desenajenación del hombre, so-

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    metido de muchas formas a voluntades ajenas a la propia.

    Según Zea, Marx y Engels estuvieron influidos por la tesis de Hegel en su Filosofía de la historia: “La libertad y la igualdad para todos los hombres, pero a partir de su previa realización en un determinado centro, en Europa, en el mundo occidental. Sería de ese centro, europeo-occidental, el que decidiese, in-clusive, sobre la capacidad, la madurez de otros pue-blos para su logro”.

    Se infiere que “Carlos Marx y Federico Engels no es-capan a esta limitación, pues si bien los principios de su filosofía son universales, las posibilidades para el logro de las metas propias de esos principios estarán limitados a Europa y al mundo occidental”, lo que, por ejemplo, explicaría sus opiniones favorables a la derrota de México en 1847 frente a Estados Unidos. Engels escribió:

    En América hemos sido espectadores de la conquista de México y nos hemos alegrado por ello… Es en interés de su propio desarrollo que estará colocado en el futuro bajo la tuto-ría de los Estados Unidos. Es interés de toda América que los Estados Unidos, gracias a la conquista de California aportará el dominio del océano Pacífico.

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    Y pensaba que será por esa vía de dependencia que los pueblos del hoy llamado tercer mundo alcanza-rían el socialismo, que se logrará primero en el mun-do occidental. Todo dentro de esa primera etapa de la concepción de Marx y Engels sobre los destinos de los pueblos latinoamericanos y otros del tercer mundo17.

    Finalmente, el filósofo mexicano considera que “es esta visión (eurocentrista) y no mala información, la que explica exabruptos como los de Marx frente a Bolívar”.

    El ensayista argentino José Arico, autor de Marx y América Latina, es quien más profundiza en la cues-tión. Sostiene que si se admite que “América hispana” aparece en Marx como frontera, sin personalidad ni autonomía, “el nudo problemático se desplaza hacia

    17 El historiador marxista mexicano Gilberto López y Rivas, en La guerra del 47 y la resistencias popular a la ocupación (Ocean Sur, 4.ª edición, México 2009), escribe: “… Marx y Engels mantuvieron una opinión hasta cierto punto contradic-toria en muchos aspectos de los problemas nacionales y coloniales. Tal fue el caso, por ejemplo, de su defensa de la guerra de agresión de los Estados Unidos contra México en 1847 en razón del supuesto progreso que traería la conquista de las tie-rras mexicanas, o su reluctancia a aceptar la validez de los movimientos nacionales de las naciones o colonias pequeñas o atrasadas”. Más adelante cita a Horace B. Davis (Nacionalismo y socialismo, ediciones Península, Barcelona, 1972), quien explica que la posición de Marx y Engels respecto a los problemas nacionales y coloniales está basada en esa idea de que los países colonialistas traerían “progreso” a los paí-ses dependientes y coloniales. “Solo más tarde —dice Davis— cuando la realidad de estos supuestos comenzó a aclararse con la revelación de la verdadera naturaleza de la explotación imperialista, el marxismo abandonó esa concepción y propugnó una resistencia decidida a la expansión imperialista en toda la línea…” .

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    la pregunta por las razones que pudieron conducirlo a hacer de América una realidad en cierto modo sos-layada, o sea, ‘ocultada’ en el mismo acto de referirse a ella”.

    Entonces cree que “para avanzar en la dilucidación del problema lo que corresponde es analizar la for-ma en que América Latina aparece en Marx —por ejemplo, en el panfleto desmedidamente negativo sobre la figura de Bolívar—; forma que, en mi opi-nión, exige para su develamiento ir más allá de los contenidos explícitos de los textos directamente referidos al tema”, y luego de sus reflexiones llegar a la conclusión de que “no interesa tanto saber si Marx tenía o no razón frente a Bolívar como in-dagar por qué tendía a verlo del modo en que lo vio. En caso contrario la discusión no tendría otro valor que el estrictamente historiográfico, el cual, como es obvio, para nuestro caso, no tiene relevan-cia alguna”.

    Arico examina las explicaciones que se han ofrecido para explicar esos errores de apreciación de Marx sobre América y sobre Bolívar. “En realidad, más que explicaciones satisfactorias fueron exoneracio-nes de culpas”, y pasa a examinar cada una de estas cuatro “excusas”:

    a) la superficialidad del periodista;b) el desconocimiento del historiador;

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    c) las limitaciones del metodólogo, yd) ¿el eurocentrismo?

    Después de referirse a lo que él llama “actitud política desviante”, comenta que

    Es debido a estas y otras razones por las que creo encontrar en la diatriba de Marx contra Bolívar elementos para fundar una interpreta-ción que privilegie en cambio la presencia en sus reflexiones de una previa y prejuiciosa acti-tud política desviante de su mirada. La caracte-rización de Bolívar como delator, oportunista, incapaz, mal estratega militar, autoritario y dic-tador, y su identificación con el haitiano Sou-louque, encontraba luego el tercero y verdadero término de comparación en el denostado Luis Bonaparte contra cuyo régimen Marx desplegó toda su capacidad de análisis teórico y denuncia política, y todas sus energías de combatiente.

    Más adelante dice que

    La descalificación de Bolívar tenía conse-cuencias que Marx no sorteó y de las que, en realidad, jamás tuvo conciencia. El resultado fue la incomprensión del movimiento latino-americano en su autonomía y su positividad propia. Dejándose llevar por su odio al autori-tarismo bolivariano, visto como una dictadura

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    personal y no, como quizás fue, una dictadura “educativa” impuestas de manera correctiva a masas que se pensaba inmaduras para una so-ciedad democrática.

    Luego expresará su sorpresa de

    ... que no haya prestado atención alguna a las refe-rencias que en algunas de las obras que consultó se hacen sobre la actitud de algunos sectores socia-les, hispanoamericanos ante la guerra de indepen-dencia; las rebeliones campesinas o rurales contra las élites criollas que dirigieron la revolución…

    Vale anotar que Marx no solo no prestó atención a al-gunos aspectos de las obras consultadas, como ano-ta Arico, sino que dejó de consultar otras que para la época estaban en bibliotecas.

    Finalmente, junto a otras consideraciones, escribe:

    Por todo esto es posible afirmar que, dejando a un lado lo que constituía la forma mentis de su modo de abordar los procesos sociales, Marx sustantivó en la persona de Bolívar lo que de he-cho se negó a ver en la realidad de Hispanoamé-rica: las fuerzas sociales que conformaban la tra-ma de la historia.

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    VIII ¿Por qué Marx no rectifica? En la edición soviética de 1959 de las Obras comple-tas de Marx y Engels se critica el famoso artículo, aunque comienza por exculpar a los recopiladores de la primera edición al destacar que Marx

    … no tenía en aquella época otras fuentes que las de los autores usados cuya parcialidad era entonces desconocida. Por consiguiente, era inevitable que Marx elaborase una opinión unilateral sobre la personalidad de Bolívar, como se refleja en ese ensayo. Esa ambición de poder personal, ampliada en las obras mencionadas, no pudo dejar de influir en la actitud de Marx para con Bolívar...

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    Y el mencionado prologuista José Arico se pre-gunta: “¿Hasta qué punto es verdad que Marx no disponía de otras fuentes que las mencionadas?”18, pregunta que conserva toda su vigencia, sobre todo cuando es relativamente fácil demostrar que sí ha-bía otras fuentes, y numerosas, con visiones, ver-siones y opiniones sobre Bolívar distintas; algunas, radicalmente distintas.

    En la década de 1940, pocos años después de la difu-sión del artículo de Marx en español, con favorables comentarios del marxista argentino Aníbal Ponce, eran claras las divergencias con esas opiniones sobre Bolívar, aunque coincidían en excusarlo por las par-cializadas fuentes utilizadas, como ocurrió en Caracas en el debate, en la prensa y dentro y fuera del Concejo Municipal en 1944.

    Demostrado está que sí hubo diversas fuentes, y que después de publicado el artículo en 1858, aparecieron otras muy abundantes. Marx escribía alemán, inglés y francés, pero leía todas las lenguas europeas.

    En todo caso, los recopiladores del Instituto Marx, Engels y Lenin de la segunda edición de las Obras completas de Marx y Engels buscaron excusarlo de los graves errores y más graves aún omisiones de Marx en su ensayo sobre Bolívar, pero no hicieron

    18 Ob. cit.

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    referencia alguna al desinterés y la despreocupa-ción de Marx para no atender a las observaciones originales de Charles Dana, el editor, y menos aún a su falta de interés en rectificar.

    Adolfo Atehortúa Crus, se refiere a algunos de los his-toriadores que en el siglo XX se ocuparon del artículo de Marx: “empieza con un barrido expeditivo de la li-teratura y se ocupa a rápidas zancadas de Aníbal Ponce (1936), Gilberto Vieira (circa 1938), los editores rusos de la mega (Obras completas de Marx y Engels), segunda edición (1959), Hal Draper (1968), el argentino Pedro Scaron (1972), el también argentino José Arico (1982), el cubano Francisco Pividal (1977), los mexicanos Carlos Sánchez y Gustavo Vargas Martínez (1983)…” y afirma que “… la explicación tradicional del antibolivarismo de Marx tiene en su ignorancia (de Marx) sobre la realidad latinoamericana uno de sus pilares argumentales”. Marx, pudo ser en tal sentido “más víctima de la ignorancia que del prejuicio”19. Todos ellos y seguramente los no men-cionados20, buscaron las causas que explicaran esa visión de Marx, pero no se preguntaron por qué nunca se preo-cupó por la autocorrección.19 Marx y el mundo colonial. El escrito sobre Bolívar. Ediciones Aurora, Bogotá

    2009, citado por William García Mérida. Soberanía.org.

    20 Entre otros: Bolívar ante Marx y otros ensayos, Pedro Juan Rúa, Ediciones Hu-racán, 1978, San Juan, Puerto Rico; El Bolívar por Madariaga ampliado, Ángel Francisco Brice, Imprenta Nacional, 1952, Bogotá; Bolívar, un euroamericano y otros ensayos, Mario Lasema, 1986, Bogotá; Bolívar y Marx y otros debates sobre la ideología del Libertador, Gustavo Vargas Martínez, editorial, Domes, Edition Unknow Bindingo, 1983.

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    Carlos Uribe Celis, en Bolívar y Marx, dos enfoques po-lémicos21, escribe:

    En nuestro ensayo de 1986 postulamos que el sesgo de Marx contra Bolívar no era produc-to ni del eurocentrismo ni del hegelianismo ni del cansancio ni de la ignorancia ni de la pobreza de fuentes ni de una distracción en su trabajo, sino que era absolutamente delibera-do y tenía motivaciones políticas clarísimas. Observamos que Marx, en 1857, al escribir el artículo, se hallaba en el centro de una lucha contra las tendencias nacionalistas liberales europeas, de las que el revolucionario italiano Giuseppe Mazzini (1805-1872), luchador por la unidad italiana, de quien Marx tenía opi-niones muy negativas (“idiota recalcitrante” lo llamaba), que pretendía crear “una república de clase media”, era su figura más visible. Esos liberales —y Mazzini en particular— erigían a Bolívar en símbolo de su lucha, un héroe del republicanismo democrático, un luchador sa-crificado contra la opresión colonial…

    “Allí reseño minuciosamente 67 gazapos historiográ-ficos de Marx”, escribe Uribe Celis, “y Vladimir Acosta, el profesor venezolano, reseña algo más de dos decenas”

    21 En Marx como hombre, pensador y revolucionario.

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    Lo inexplicable de Carlos Marx es que su artículo para la Enciclopedia Americana lo escribió en 1857, cuando se habían publicado en Inglaterra, Francia y otros paí-ses europeos, varios libros sobre Bolívar y las guerras de independencia en América del Sur, que le habrían permitido tener una visión distinta, más integral y completa, de su biografiado. Además, entre la publica-ción de su artículo y su muerte (1883) transcurrieron todavía 26 años, durante los cuales aparecieron otros libros, entre ellos algunas memorias de oficiales bri-tánicos y de otros europeos que se sumaron a esas lu-chas y regresaron para contarlas junto a sus opiniones sobre Bolívar.

    Ninguno de los historiadores citados, comenzando por los soviéticos del Instituto Marx-Engels-Lenin, y los latinoamericanos, incluidos los venezolanos Car-los Irazábal, Vladimir Acosta e Inés Quintero, buscó respuesta a la decisión de Marx de olvidarse de su ver-sión de 1858 y no interesarse por rectificar.

    ¿Cómo fue posible que Marx, un brillante intelectual, con frecuencia perseguido y deportado de varios paí-ses, con toda seguridad frecuente visitante de librerías y bibliotecas, que entre 1853 y 1859 vivió “años de es-tudio intenso en el British Museum…” y que de acuer-do con sus respuestas a un cuestionario de sus hijas, su ocupación favorita era “revolver libros”, según la cronología en Marx como hombre, pensador y revolu-

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    cionario22, no estuviera tentado a leer algunos de ellos? Difícil explicarlo.

    Fueron numerosos los escritos relacionados con Bolí-var editados en esos años y a los que debió tener acce-so, incluso la colección de The Times, de Londres, dia-rio que publicaba las más importantes informaciones llegadas de América del Sur.

    He tenido oportunidad de revisar dos libros que agru-pan numerosos de esos artículos, o fragmentos de los mismos, y documentos: Bolívar y Europa en las cróni-cas del pensamiento político y la historiografía, según la investigación dirigida por Alberto Filippi, y publicada en Caracas con motivo del bicentenario del nacimien-to de Simón Bolívar en 1986, y Aproximación al Li-bertador: Testimonios de su época, recopilados por los historiadores colombianos Aníbal Noguera Mendoza y Flavio de Castro.

    Del primero de los mencionados, podemos mostrar esta selección: J. Hamilton, “Travels throgh the inte-rior Provinces of Colombia”, Londres 1827; en Ham-burgo se publicó la revista Columbus Amerikanische Miszellere, 1825-27, que seguramente debió conocer; de E. J. Hauschild “Bolívar, creador del Estado colom-biano”, Leipzig, 1844; “Bolívar und San Martín oder der Befreiung Kampf auf der Sudamerikangchen”

    22 Bolívar y Marx, dos enfoques polémicos, Editorial Tercer Mundo, 1986. Bogotá.

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    1808-1820, Leipzig 1844; Politischer Journal, de Ham-burgo, 1819; “Geshichete des Heuze hnten Jahrhun-derstsm” 1855-56, Leipzig.

    En cuanto al segundo, Aproximación al Libertador, se desprende que en los años en los cuales Marx escribió su artículo se conocían en Inglaterra, Francia y diver-sos países europeos otros libros con distintas versio-nes de la personalidad de Bolívar y de sus luchas por la independencia suramericana; de esa compilación colombiana seleccioné varios libros de Richard Vaell (1837) y el diario del capitán Andrews, Londres.

    Del ensayo de Vladimir Acosta, quien hace un análisis minucioso del articulo de Marx, extraigo: “Dice Dra-per (Hal Draper, escritor estadounidense) que Marx revisó en el museo (Británico) varias enciclopedias inglesas, francesas y alemanas, como la Encyclopaedia Americana, la Encyclopaedia Britannica, la Penn En-cyclopaedia, la Encyclopedie du XIXe siecle, el Dicton-naire de la Conversation y el Brockhaus Conversations-lexicón, y que todas ellas eran abiertamente favorables a Bolívar. De donde se deriva que prefirió ignorar las informaciones y criterios de esas fuentes”, seguramen-te por la orientación que tenían23.

    Otros dos importantes libros que fueron publicados años antes del artículo fueron la Historia de la Revolu-

    23 Ob. cit.

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    ción de la República de Colombia (1827), que, sugerida por Bolívar, escribió el colombiano José Manuel Res-trepo, y el Diario de Bucaramanga (1828), de Perú de la Croix.

    Alberto Miramón, en Bolívar en el pensamiento euro-peo de su época, destaca cómo hasta Balzac, de alguna manera, se interesó en Bolívar y recuerda que

    De 1825 a 1830, oficiales extranjeros que habían servido bajo las banderas de Simón Bolívar, publicaban en Europa libros de memorias, re-cuentos de las campañas en que habían tomado parte y descripciones del héroe. En las revistas francesas e inglesas de esa época abundaban los artículos sobre los sucesos del Nuevo Mundo. Por tanto, en el ambiente intelectual y político de la época, encontró Balzac suscitado el tema del Libertador24.

    Incluso uno de los oficiales británicos que participa-ron en la guerra de independencia, es autor de Una narración de la expedición a las orillas del Orinoco y Apure en Suramérica 1819 (citado por M. Osorio en Bolívar y sus detractores: bibliografía crítica de la de-tracción bolivariana, Librería Piñango, Caracas, 1975),

    24 Víctor Hugues, personaje de La mujer de 30 años, novela de Honorato de Balzac, es un hombre seducido “por los peligros de la vida bohemia del marino, por las esce-nas de la América meridional, por las noches tropicales, por las batallas y por el placer de hacer triunfar la bandera de una nueva nación o el nombre de Simón Bolívar…”.

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    uno de los libros utilizados como fuente por Marx, y cuyo autor Gustavo Hippisley, le escribió a Bolívar. Vale la pena citar algunos apartes de la carta que en 1826 (siete años después de haber publicado el texto consultado por Karl Marx) Hippisley dirigió a Bolívar, manifestándole:

    En el año de 1818 propagué la que era enton-ces mi opinión de vuestra excelencia. Bien se comprende que no conocía yo suficientemente a vuestra excelencia, lo bastante para poderme arriesgar a dar una opinión semejante. Y como ahora lo conozco mejor estoy ansioso de retrac-tar aquellos sentimientos, reconociendo solem-ne y sinceramente mi error, del cual en adelante y como ya lo he hecho voy a hacer pública re-tractación [Osorio, 1979: 24].

    Hippisley habría regresado de Venezuela molesto con el Libertador porque no lo ascendió a general, y su-puestamente por falta de cancelación de intereses por las sumas que invirtió en Europa en actividades y ser-vicios a favor de la independencia.

    Además, en esos años hubo una serie de hechos que debieron ser motivo de comentarios, escritos perio-dísticos, tertulias en París y en Londres, donde vivió Marx muchos años hasta su muerte, y que debieron mostrar otra visión de Bolívar, como la misión diplo-mática de Francisco Antonio Zea en esos países, bus-cando reconocimiento; las gestiones de España para

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    que la Santa Alianza diera su apoyo para la reconquis-ta, y las posiciones adversas o favorables de varios paí-ses, como el interés comercial de Prusia por relacio-narse con Gran Colombia, que la lleva a reconocer de facto en 1823 a los nuevos Estados.

    Veamos estas otras opiniones sobre Bolívar, escritas cuando el héroe venezolano estaba vivo, y antes del artículo de Marx:

    Algunas percepciones europeas sobre Bolívar: El General y político francés La Fayette, uno de los máximos líderes e ideólogos de la inde-pendencia de los Estados Unidos, le dijo des-de París que “La Europa liberal tiene los ojos puestos en Colombia y en la vida del libertador (…). Nada puede exceder el elevado precio en que tengo vuestra estima y vuestra amistad; mi admiración y los votos que hago por vuestra excelencia datan de nuestros primeros esfuer-zos por la causa patriótica”. Sir Robert Wilson le escribe: “Londres se ha electrizado ante el resplandor de las hazañas de vuestra excelen-cia”. El Conde de las Cases, compañero de Na-poleón en su destierro y autor del Memorial de Santa Elena, también la escribió: “Tengo el gusto de enviaros un ejemplar del Memorial. Hacer llegar a las manos del Libertador los he-chos, los pormenores íntimos de la vida de Na-poleón, ¿no es reunir, aproximar a dos grandes

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    hombres?” [En: Gutiérrez, J. (1981). Cátedra Bolivariana, Medellín].

    Para abonar en la extraña falta de interés por hojear algunos de los numerosos escritos, en libros y revis-tas, que en esa época se publicaron en Londres y otras ciudades europeas, voy a transcribir estos comentarios de Pablo Lafargue, quien estaba casado con una de sus hijas, y por supuesto, lo conocía bastante bien:

    Marx trabajaba siempre con severo cuidado, no citando jamás un hecho o una cifra que no estuviese apoyado por las mejores autoridades. Nunca se contentó con informarse de segunda mano, sino que iba siempre a la fuente misma, cualquiera que fuese el trabajo que tal tarea exi-giese. Era capaz de correr hacia el Museo Britá-nico a constatar en el libro mismo si tal hecho era exacto, aun el más insignificante. Sus críti-cos no han podido reprobarle jamás la menor inexactitud, ni probarle que su demostración se apoyaba sobre hechos que no resistiesen el más riguroso examen…25.

    Y más adelante añade:

    Su honradez literaria fue tan severa como su honradez científica. No solamente no se habría

    25 Ob. cit.

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    apoyado jamás sobre un hecho del que no se hallaba seguro, sino que nunca se habría permi-tido tratar un asunto que no hubiera estudiado a fondo. Nunca publicó nada sin haberlo antes cuidadosamente elaborado, rehecho varias ve-ces hasta encontrar la fuente adecuada26.

    Es evidente que en el caso de su artículo sobre Bolívar publicado en la Biblioteca Americana, parece absoluta la inobservancia de estas normas y ese cuidado al que se refiere Lafargue.

    Marx habría escrito en algún lado “Yo ejerzo la justi-cia histórica y doy a cada uno lo que le pertenece”. Es evidente que no fue justo con la historia venezolana, con los ejércitos que luchaban por la independencia; sino equivocado y mezquino con Bolívar y otros de nuestros libertadores.

    Caracas, mayo-noviembre de 2016

    26 Ob. cit.

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    OBRAS CONSULTADAS

    Aníbal Noguera Mendoza y Favio de Castro: Apro-ximación al Libertador, testimonios de su época. Academia Colombiana de Historia / Plaza & Ja-nes; Bogotá, 1983, Colombia, Ltd., editores.

    Alberto Miramón: Bolívar en el pensamiento europeo de su época. Carlos Valencia Editores, Banco de la República, Bogotá, 1980.

    Alberto Filippo (investigador y compilador): Bolívar y Europa en las crónicas, el pensamiento político y la historiografía. Volumen I, Siglo XIX Ediciones Presidencia de la República. Impreso en Barcelo-na, España, 1986.

    Felipe Larrazábal: Simón Bolívar: Vida y escritos del Libertador, 2 tomos. Ediciones Presidencia de la República, Caracas, 2007.

    Francisco de Paula Santander, Luis Vargas Tejada: La dictadura de Bolívar, Biblioteca Bicentena-rio, Universidad Nacional de Colombia, Bo-gotá, 2010.

    General (sic) H. L. V. Ducoudray Holstein: Memorias de Simón Bolívar y de sus principales generales, Tierra Firme Editores, 460 páginas, Bogotá, no-viembre 2010.

    Germán Arciniegas: Bolívar y Santander, vidas parale-las, Planeta, Bogotá, l995.

    Gilberto López y Rivas: La guerra del 47 y la resistencia popular a la ocupación, Ocean Sur, 4.ª edición, México, 2009.

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    Javier Morillo: “Un Bolívar antipático” de Javier Murillo, en la revista Arcadia, Bogotá, diciem-bre de 2010.

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    APÉNDICE 1

    Suficiente con ser un aficionado o interesado en la historia de Venezuela para observar, desde el ina-propiado uso de las comillas en el titulo, las inten-ciones, errores y omisiones de Karl Marx respec-to a Simón Bolívar, el Libertador, y seguramente coincidirán con el autor de este reportaje o ensayo, en preguntarse cuáles pudieron ser las razones del famoso ideólogo para no corregir el contenido de este artículo, si como he demostrado, tuvo tiempo y fuentes suficientes para hacerlo.

    “Bolívar y Ponte” Karl Marx

    BOLÍVAR Y PONTE, Simón, el «Libertador» de Co-lombia, nació el 24 de julio de 1783 en Caracas y murió en San Pedro, cerca de Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830. Descendía de una de las familias mantuanas, que en la época de la domi-nación española constituían la nobleza criolla en Venezuela. Con arreglo a la costumbre de los ame-ricanos acaudalados de la época, se le envió Eu-ropa a la temprana edad de 14 años. De España pasó a Francia y residió por espacio de algunos años en París. En 1802 se casó en Madrid y regre-só a Venezuela, donde su esposa falleció repenti-namente de fiebre amarilla. Luego de este suceso se trasladó por segunda vez a Europa y asistió en 1804 a la coronación de Napoleón como empera-

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    dor, hallándose presente, asimismo, cuando Bona-parte se ciñó la corona de hierro de Lombardía. En 1809 volvió a su patria y, pese a las instancias de su primo José Félix Ribas, rehusó adherirse a la revolución que estalló en Caracas el 19 de abril de 1810. Pero, con posterioridad a