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Investigación sobre el refranero del Marqués de Santillana.TRANSCRIPT
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Los refraneros del Marqués de Santillana
Las incidencias históricoculturales de una sociedad pueden ser trazadas a través de los
siglos mediante los refranes: esas frases populares de origen oral que se mantienen en
constante uso y cuya evolución y modificaciones dependen de la región donde estos se
empleen. Aunque no hay un escrito o suceso que documente el origen de los refranes, para la
primera mitad del siglo XIII estas frases comenzaban a tomar mayor relevancia literaria ya
que diferentes autores de este siglo las incorporaron a su obra (Bizzarri, p. 1). Un refrán es
“Una frase completa e independiente que en forma directa o alegórica y por lo general
sentenciosa y elíptica –expresa un pensamiento– hecho de experiencia, enseñanza,
admonición, etc. a manera de juicio en el que se relacionan dos ideas” (Casares en Martorell,
p. 3). No obstante, una de las características que fue omitida de esta definición es la
poeticidad de los refranes. Además de su rima y ritmo, los refranes tienen ciertos rasgos
característicos como su jocosidad, su verdad universal, su idiomaticidad, así como su
capacidad de evolucionar, modificarse y modernizarse. Por esto, no ha de ser sorpresa alguna
que el poeta, político y militar Íñigo López de Mendoza, Maqués de Santillana, se diese a la
tarea de crear una compilación del folclor popular en su colección en prosa titulada Refranes
que dizen las viejas tras el fuego. “Este refranero en lengua vernácula hace del Marqués de
Santillana uno de los precursores de los más notables humanistas que se dedicaron a este
campo del saber, y de su refranero, una obra esencial para las posteriores publicaciones sobre
estas manifestaciones del habla popular.” (Sevilla, p. 641) .
Además de fertilizar el terreno humanista y el de futuras colecciones de refranes, a
esta colección se le atribuyen varios méritos: es el primer escrito dedicado exclusivamente a
reunir los refranes en castellano de la época; en él, el Marqués emplea el término refrán para
referirse a estas frases del vulgo, dándole una connotación relativamente moderna. La fecha y
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el lugar de publicación de esta colección son desconocidos, aunque se tiene claro que fue
redactada antes que culminara el siglo XV. Esta primera publicación constaba de 12 páginas,
en las cuales los refranes se hallaban organizados alfabéticamente y llevaba por título: Íñigo
López de Mendoza, a ruego del Rey don Juan, ordenó estos refranes que dizen las viejas tras
el fuego, e van ordenados por el a.b.c.. Ya para 1508 se publica el primer duplicado de la
obra que aporta de manera magistral al creciente interés por lo popular. (Lapesa, p. 260-261)
Ante lo anteriormente expuesto, se revela de manera explícita la importancia social
que llevan consigo los refranes: prestar un invaluable servicio didáctico y moralizador al
individuo en las diversas fases de su vida, a raíz de eventos y vicisitudes pertenecientes a su
contexto históricocultural. Lo fascinante de estos refranes es que su propósito logra cumplirse
en la actualidad de igual forma que lo hacía 600 años atrás. Por esto precisamente es que
estas frases provenientes del vulgo se abrieron paso en la literatura castellana desde sus
inicios, convalidando la sabiduría y el sentir popular. Algunas obras en castellano donde se
incorpora el refrán como recurso literario en el siglo XIV fueron El Conde Lucanor y Libro
de Buen Amor (Bizzarri p. 3). Pero como bien plantea Bizzarri, a pesar de las inclusiones
literarias de refranes, “La verdadera floración del refrán en suelo hispánico que le dio fuerza
y carácter autónomo se produjo en el siglo XV.”; siglo que vio nacer el Refranero del
Marqués.
Según Francisco Rodríguez Marín, entre otros factores de menor trascendencia, el
paso del tiempo es el causante principal de las variaciones refranísticas (Martorell, p. 5). De
manera tal, no es de asombro alguno que un mismo refrán de origen medieval, en la
actualidad haya atravesado un número de procesos metamórficos donde las transformaciones
del lenguaje hayan sido propulsores directos de estos cambios léxicos. También es de suma
pertinencia hacer la salvedad que más que la transformación del lenguaje, la región del
hablante va a tomar un papel fundamental en la sustitución de vocablos que sean amenos y
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comprendidos por el vulgo. Esta serie de cambios suscitaron en su mayoría las
modificaciones y modernizaciones que hoy llevan consigo los refranes.
Después de las consideraciones anteriores, es pertinente presentar como primer
ejemplo uno de los refranes que incluyó el Marqués en su colección de refranes: “A méngua
de pán, buénas son las tórtas”. En este refrán, uno de los cambios más notorios además de
los acentos ortográficos, es la modernización; la sustitución de palabras en desuso como
“mengua” por “falta” (Martorell, p. 5) . Un detalle curioso es la cualidad regionalista que
tiene este refrán; en algunas zonas ha evolucionado: “A falta de bollos, buenas son las tortas”.
En cambio en Puerto Rico, acomodándose a nuestro empleo del español, se le conoce a este
refrán como: “A falta de pan, galletas”. Este refrán sin rima exhorta al oyente a conformarse
con algo parecido cuando no obtiene lo que inicialmente buscaba. Otro de los refranes que se
pueden hallar en el manuscrito del Marqués y que ha evolucionado es el que dice: “A mal
fecho, ruego y pecho”. Un de los detalles que resalta es el empleo de la “ƒ” latina, que en la
evolución del idioma fue sustituida por la “h”. Este refrán se conoce actualmente como: “A lo
hecho, pecho”; una versión acortada que exhorta a afrontar las consecuencias de las acciones
tomadas. Como tercer ejemplo está el refrán: “Del agua mansa líbreme Dios, que de la brava
me libro yo”. La versión original de este refrán incluida en el manuscrito de Santilla: “Del río
manso me guarde Dios, que del fuerte yo me guardaré”, donde a pesar de las evidentes
modificaciones a través de los siglos, el refrán mantiene su enseñanza intacta: alejarse de lo
falso y de lo aparente. Estos tres refranes seleccionados por el Marqués de Santillana para su
colección encierran las características del refrán: pueden tener rima o ritmo, son de corte
didáctico, son breves y la característica primordia: emplean lenguaje popular.
Asimismo, como parte de esta colección, resaltan una serie de refranes que a pesar de
cambios mínimos de ortografía se han mantenido fieles a su forma inicial. Entre ellos se
puede identificar: “A otro perro con esse huesso”, “Tanto pan como queso” y “En boca
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cerrada no entra mosca”. Este primer refrán con rima asonante (e – o) tiene como evolución
más notoria la ortográfica, ya que era tendencia de la época el empleo de la “ss” sorda.
Actualmente se sigue empleando esta versión original con las respectivas modificaciones
ortográficas: “A otro perro con ese hueso”, cuya enseñanza es no dejarse engañar. El segundo
refrán, “En boca cerrada no entra mosca”, aun se pronuncia en su forma original con la
modificación de hacer plural la palabra “mosca”. Este refrán invita al oyente a hacer reserva
de comentarios poco prudentes para evitar consecuencias negativas. Un tercer caso es el del
refrán “Tanto pan como queso” que le recuerda al oyente que tan buena es una cosa como la
otra. En los tres casos se aprecia claramente como estos refranes tienen la capacidad de
conservar sus formas originales a través de los siglos siendo su enseñanza igualmente
aplicable en diferentes contextos. También, resulta oportuno mencionar algunos refranes que
se han perdido en el tiempo por falta de uso: “Allá van leyes, do quieren reyes” y “Bolsa sin
dinero, dígale cuero”; dos refranes que aunque se extinguieron de la lengua del vulgo, su
enseñanza cantinua vigente en nuestra época.
En conclusión, la labor del Don Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, le
abrió paso al interés literario por lo popular y logró romper con sutileza los lazos literarios
que existían entre lo culto, alegórico y erudito por lo proveniente del vulgo. En su colección
popular de Refranes que dizen las viejas tras el fuego plasmó el sentir y la sabiduría del vulgo
de la época, y logró fusionar lo cotidiano con lo didáctico y moralizador del habla del pueblo.
La peculiaridad de los refranes de poder adaptarse en casi cualquier escenario les ha
permitido evolucionar en conjunto con el tiempo y las diferentes modernizaciones del idioma,
y ha evitado que se tornen en frases obsoletas (Martorell, p. 5). Estos refranes han cumplido
una función didáctica extraordinaria a través de los siglo y son elementos característicos del
habla popular; esta cualidad de los refranes revela el gusto e interés del Marqués por lo
proveniente del vulgo al contrastarse con sus previas obras donde predominaba un lenguaje
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culto y rebuscado. Como bien define y defiende Miguel de Cervantes el uso del refrán en su
obra “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, “[…] los refranes son sentencias
breves, sacadas de la experiencia y especulación de nuestros antiguos sabios; y el refrán que
no viene a propósito, antes es disparate que sentencia.” (Segunda parte, Capítulo LCVII,
443). Esto resalta que el refrán no es una mera frase que se enuncia esporádicamente, sino
que para cumplir su propósito didáctico debe enunciarse únicamente en situaciones que lo
amerite, y puede interpretar un papel protagónico en la toma de decisiones del que tome ese
refrán por bueno.
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Bibliografía
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