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Universidad de Deusto Manuel Reus Canals S.J. (ed.) Evangelización y misión Retos actuales del sueño inacabado de San Francisco Javier

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Manuel Reus Canals S.J. (ed.)Evangelización y misión

La misión conforma la estructura y la vida de la Iglesia, forma parte del eje central que sustenta, configura y alienta el desarrollo de la comunidad eclesial.

Los paradigmas teológicos, sociales, culturales se van sucediendo y van dejando su huella en la forma de concebir y subrayar los elementos misioneros

del siglo XXI: Nueva Evangelización y Diálogo interreligioso.

Retos actuales del sueño inacabado de Francisco Javier es elsubtítulo de unas Jornadas de Teología sobre Evangelización yMisión, organizadas por la facultad de Teología de la Universidadde Deusto en marzo de 2006.

Conferenciantes:Rafael Aguirre, Facultad de Teología de la Universidad de Deusto, BilbaoEloy Bueno, Facultad de Teología del Norte, BurgosChristian Duquoc, OP. Facultad de Teología de LyonRobert Schreiter, CCPS. Catholic Theological Union. Chicago

Co-referentes:Gabriel Amengual. Universitat de les Illes Balears. Palma deMallorca.Roberto Calvo, Facultad de Teología del Norte, BurgosOriol Tuñí SJ, Facultad de Teología de Catalunya, BarcelonaJosé Vidal Talens, Facultad de Teología San Vicente Ferrer,Valencia

Participantes en la mesa redonda:Gabriel Amengual. Universitat de les Illes Balears. Palma deMallorca.Luis Mª Goikoetxea, Misiones diocesanas vascas, VitoriaJose Antonio Izco, Director general del IEME, MadridHenriette Kasomo, ODN. Consejera general de la Compañía deMaría, Roma.

Otros títulos de la Serie TeologíaLa Palabra de Dios en la Historia de los hombres, Comentario a la constitución «dei Verbum», Luis AlonsoSchökel, Antonio María Artola y otros.

Hacia un diálogo religioso universal. (Estudio genético de la declaración Conciliar sobre la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas), Isidro María Sans.

La clausura de las mujeres. Lectura teológica de un proceso histórico, María José Arana.

La Escritura inspirada, Antonio María Artola.

Lauaxeta, historian eta sinesmenaren arteko elkarrizketarako elkargia: solidaritza bizi-arrazoi, Josu Penades.

Autorretrato de Dios, Isidro María Sans.

La tradición, José Antonio Alcain.

Legislación de la Iglesia Católica, Pedro María Garín.

Los lenguajes de Dios. Pragmática lingüística y teología,Vicente Vide.

La muerte y su imaginario en la historia de las religiones, Juan Luis de León Azcárate.

La bioética y el principio de solidaridad, Juan María deVelasco.

Bioéticas para el siglo XXI, Juan Vélez (coord.)

Universidad de Deusto

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Manuel Reus Canals S.J. (ed.)

Evangelización y misión

Retos actuales del sueño inacabado de San Francisco Javier

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Evangelización y misiónRetos actuales del sueño inacabado

de San Francisco Javier

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Evangelización y misiónRetos actuales del sueño inacabado

de San Francisco Javier

Manuel Reus Canals S.J. (ed.)Juan Vélez S.J.Diego Gracia

Carlos M.ª RomeoJavier Gafo S.J.Marciano VidalJosé C. Bermejo

2006Universidad de Deusto

Bilbao

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Serie Teología, vol. 35

Publicación fi nanciada por la Compañía de Jesús, Provincia de Loyola

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.

© Publicaciones de la Universidad de DeustoApartado 1 - 48080 Bilbaoe-mail: [email protected]: 978-84-9830-691-0

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Índice

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

PONENCIA 1.ª: La misión hoy: las tensiones del cambio de paradigma,Eloy Bueno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

CO-REFERENCIA 1.ª: La misionología que se necesita hoy, Roberto Calvo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39

PONENCIA 2.ª: La primera evangelización, Rafael Aguirre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47

CO-REFERENCIA 2.ª: La misión en los evangelios, Oriol Tuñí, S. J. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75

PONENCIA 3.ª: Cristo, la religión y las religiones, Christian Duquoc, OP . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87

CO-REFERENCIA 3.ª: La novedad de la revelación cristiana para un mundo multireligioso, José Vidal Taléns . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99

PONENCIA 4.ª: ¿Qué signifi ca evangelizar hoy? La Nueva Evangelización, Robert Schreiter, CCPS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129

CO-REFERENCIA 4.ª: La evangelización como forma de vida, Gabriel Amengual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147

MESA REDONDAEvangelización y misión en diferentes contextos

INTERVENCIÓN 1.ª: Los desafíos de la evangelización y misión en África hoy, Henriette Kasomo, ODN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161

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INTERVENCIÓN 2.ª: Retos a la evangelización en Asia, Jose Antonio Izco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177

INTERVENCIÓN 3.ª: Evangelización en América Latina y el Caribe: una mirada y algunos retos, Luis M.ª Goikoetxea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185

INTERVENCIÓN 4.ª: Evangelización y misión en el Primer Mundo, Gabriel Amengual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193

8 ÍNDICE

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Presentación

Evangelizar y misión son dos términos que no se acomodan bien con la sensibilidad posmoderna. Resuenan a una mentalidad del cristianismo que tiene que ver más con el hacer que con el ser. Están más ligados a ex-presiones como dar a conocer, transmitir, inculcar, incluso a indoctrinar. La cultura posmoderna valora más una sensibilidad favorable hacia el ser, la pluralidad, la tolerancia, el consenso.

Sin duda alguna esta difi cultad nos vuelve a recordar que toda evange-lización y misión tiene más que ver más con el ser cristiano, que con cual-quier alusión a empresas y aventuras puramente humanas. Vivir en profun-didad y cabalmente la vida cristiana conlleva en sí mismo el testimoniarla, el comunicarla, el anunciarla. Desligar estas dos dimensiones, tentación constante en la vida de fe, lleva a que su distancia derive en un declive de la evangelización, de la misión y de la misma vida cristiana.

Sin duda alguna estamos viviendo un cambio de paradigma en la forma de concebir la misión de la Iglesia, en la confi guración social del Cristianis-mo, en los énfasis evangelizadores y pastorales. Pero ese mundo cambiante del que somos testigos no necesariamente hemos de vivirlo como una ame-naza, sino como una oportunidad para vivir la fe, y por tanto testimoniarla, ante situaciones inéditas.

Retos actuales del sueño inacabado de Francisco Javier es el subtítulo de unas Jornadas de Teología sobre Evangelización y Misión, organizadas por la facultad de Teología de la Universidad de Deusto en marzo del 2006. Estas Jornadas se completaron con un foro de teólogos que dialogaban, debatían, discutían sobre las ponencias presentadas. Se trataba de hacer el ejercicio de una teología dialogada, algo que siempre es tan deseado y postulado, y poco practicado.

En este libro presentamos las ponencias que se oyeron en las jornadas y las respectivas co-referencias que durante el foro intentaban responder,

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desarrollar, dialogar y debatir con las diferentes ponencias. Las distintas aportaciones de esta obra buscan articular los diferentes retos que se pre-sentan a la misión de la Iglesia hoy.

La celebración del quinto centenario de la fi gura de San Francisco Ja-vier nos obliga a elaborar una refl exión teológica sobre la situación y los retos de la misión y la evangelización en el presente. Es el mejor homenaje que una Facultad de Teología puede hacer al gran patrón de las misiones. San Francisco Javier sigue alentando e iluminando la acción evangelizado-ra y misional de la comunidad eclesial. Con Javier descubrimos que estar en misión es desear y obrar de forma que la buena noticia, que es el Señor, pueda alcanzar y modelar a la humanidad entera, que espera al que es su Verdad y su Vida.

La primera ponencia de Eloy Bueno aborda la situación de la misio-nología en el presente, las tensiones y los retos que produce el cambio de paradigma en la concepción de la misión de la Iglesia. Nos presenta la ínti-ma conexión que se da entre la misión y la Iglesia. El tipo de misión que se realiza depende del tipo de Iglesia, pero a la vez el dinamismo de la misión desafía a la fi gura de la Iglesia. Las tensiones que se viven en el cambio de paradigma suponen caminos de futuro que hemos de saber recorrer. Nos re-cuerda el autor que Javier es exponente de un sistema que podemos consi-derar superado pero que a la vez es testigo de aquello que da sentido a todo paradigma misionero y que por ello desborda las limitaciones del contexto. Su radical peregrinación es lo que condujo a la auténtica encrucijada en que se sitúan todas las encrucijadas históricas.

Roberto Calvo en la co-referencia desarrolla, en línea con la ponencia, la misionología que hoy se necesita en una Iglesia que se entiende como comunión de iglesias. Explicita los grandes interrogantes que se le presen-tan a la acción misionera de la Iglesia desde una concepción renovada y actualizada de la misión.

Pero una vez que nos vemos emplazados ante la situación actual de la acción misionera, la primera cuestión que nos surge es acerca de cómo fue la primera evangelización de la Iglesia. Rafael Aguirre aborda esta cuestión con maestría y profundidad. Nos muestra las características de la evangeli-zación de los primeros cristianos judíos y de los cristianos helenistas. Re-corre la extensión del cristianismo primitivo. Y nos habla del desarrollo y evolución entre Jerusalén, Atenas y Roma. Aparte de los condicionamien-tos sociológicos, que hay que tener en cuenta, hay una serie de experiencias religiosas que hemos de considerar nos dice el autor. La experiencia de que Jesús ha sido glorifi cado y de que ha recibido todo poder en el cielo y en la tierra, de que le ha sido dado el nombre de Señor que está por encima de todo nombre, de que con su muerte y resurrección se inicia una nueva creación y de que Dios ofrece a través de él la salvación defi nitiva, suscita

10 PRESENTACIÓN

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la necesidad de proclamarlo a Israel, pero es claro que este mensaje con-tenía las virtualidades universalizadoras que posteriormente saldrían a la luz. La experiencia pascual es la experiencia de un envío y el NT lo pone continuamente de manifi esto.

Oriol Tuñí complementa en su co-referencia esta visión de la ponencia centrándose en la concepción de misión que aparece en los distintos evan-gelios, tanto en los sinópticos como en el evangelio de Juan.

Teníamos que abordar dentro de la refl exión sobre la teología de la misión la cuestión de la relación de Cristo con las religiones y del diálogo interreligioso. Christian Duquoc aborda el papel de Cristo en relación a las religiones y el signifi cado de la pluralidad de las religiones.

José Vidal Talens en su co-referencia recorre magistralmente la nove-dad de la revelación cristiana en un mundo multireligioso adentrándose en una fenomenología de la revelación que no esquiva la cuestión soterioló-gica. Su hipótesis de trabajo sería que profundizando en nuestra identidad cristiana es como podemos ser más relevantes para las otras religiones u otras culturas. Es decir, profundizando en nuestra experiencia de Dios, en la que nos introduce la revelación bíblica que culmina en Jesucristo, es como podemos aportar lo mejor de nuestra experiencia para el diálogo in-terreligioso.

La Nueva Evangelización es el término en que cristaliza la nueva con-ciencia misionera. Robert Schreiter, desde su visón norteamericana, aborda la difícil situación y las posibilidades de la evangelización en el continente europeo. Se detiene en los nuevos aeropagos en que se hace necesario que esté presente la acción evangelizadora de la Iglesia.

Gabriel Amengual en su co-referencia apunta a que evangelizar es una forma de vida, la forma cristiana de vivir. Se pregunta acerca de la posibilidad de vivir el cristianismo dentro de una sociedad que presenta rasgos nihilistas y en el que el cristianismo presenta síntomas de un fuerte desgaste.

La obra presenta luego las intervenciones de la mesa redonda fi nal en que se explicitaban los desafíos de la evangelización en cuatro contextos: Africa, Asia, Latinoamérica y el así llamado «primer mundo». Es usual en este tipo de encuentros que las exposiciones en las mesas redondas sean escuetas y carezcan de la profundidad que contienen las ponencias. Pero en esta ocasión no fue así. La calidad de las intervenciones merecen una aten-ta lectura y refl exión sobre los diversos contextos en que emerge nuestra acción evangelizadora.

Al programar estas jornadas-Foro sabíamos que había cuestiones im-portantes que nos dejábamos en el tintero. En este caso quiero solo men-cionar la cuestión de la inculturación, así como la acción evangelizadora y la promoción de la justicia. Si no los hemos abordado ha sido simplemente

PRESENTACIÓN 11

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por la falta de espacio y de tiempo. No se puede abarcar todo. Por otra parte, sabemos que en la celebración de este Centenario otros encuentros abordarán estas problemáticas.

Evangelización y misión no son términos posmodernos, pero son reali-dades de siempre dentro de la historia del cristianismo. Se trata de la misma fe cristiana que en todo tiempo, y en todo lugar nos vemos obligados a re-novar la refl exión y la teología sobre esta dimensión ineludible de nuestra fe. Este ha sido el propósito de estas Jornadas.

Manuel Reus Canals SJBilbao, Junio 2006

12 PRESENTACIÓN

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Ponencia 1.ª

La misión hoy: Las tensiones del cambio de paradigmaDr. Eloy Bueno de la FuenteFacultad de Teología del Norte de España, Burgos

Considerada desde nuestra experiencia histórica —a la luz del dinamis-mo constante de la Iglesia— el ejercicio de su misión universal se nos ofrece como una melodía con múltiples variaciones. Cuando nos encontramos con lo que podemos considerar un cambio de paradigma resulta imprescindible descubrir entre sus múltiples variaciones (de terminología, de métodos, de conceptualizaciones, de designaciones) la melodía que permita acompañar el quehacer de la Iglesia entre las incertidumbres y perplejidades, entre los tanteos y experimentaciones que caracterizan nuestro presente1. En ello —y hoy más que nunca— está en juego el futuro del cristianismo y de la Iglesia, pues ha sido siempre el horizonte y la pasión de la misión universal (el encuentro con los otros, el paso a los otros, el nacimiento entre los otros) lo que ha alimentado la juventud y la alegría de la Iglesia.

La mirada a la historia desde nuestro presente deposita ante nosotros —como don y como tarea, como herencia y como esfuerzo hermenéuti-co— una doble dialéctica que merece ser explicitada: por un lado, permi-te comprender las tensiones inevitables que existen actualmente como en otras épocas; por otro, aporta criterios para desbloquear el anquilosamiento de la rutina y evitar la caída en una banalización genérica y carente de ori-ginalidad. Cada aspecto de la dialéctica establece un registro que debe ser conjuntado con cuidado y atención:

a) La misión va adoptando fi guras distintas que, por la lógica de la historia debe estar abierta a reconfi guraciones decisivas; cada una

1 Sobre los conceptos que han marcado la misionología a la luz de la historia y desde sus exigencias en el campo de la animación misionera cf. E. BUENO DE LA FUENTE-R. CALVO PÉREZ (eds.), Diccionario de Misionología y Animación misionera, Monte Carmelo, Burgos 2003.

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de ellas es de hecho una superación de la anterior, si bien conserva en sí una aportación irrenunciable de la memoria y de la santidad eclesial; la confi guración de la misión es de hecho, además, con-fi guración de la Iglesia misma, debido a la íntima conexión entre Iglesia y misión: el tipo de misión que se realiza depende del tipo de Iglesia, pero a la vez el dinamismo de la misión desafía a la fi gura habitual de la Iglesia. Hablar por tanto de tensión resulta obvio por necesario. Lo importante es conservar la dialéctica en su estricto sentido, identifi cando siempre al protagonista (es de-cir, la Iglesia) y su vocación/responsabilidad (la misión). Esto nos permite adentrarnos con mayor claridad al segundo aspecto de la dialéctica.

b) Ese protagonista constante ha de mantener fi delidad continua a su vocación, a la responsabilidad asumida, al sentido del envío que lo ha puesto en la existencia. Y ello ha de hacerlo en sintonía con las circunstancias históricas y culturales y con la mirada puesta en las condiciones reales de sus destinatarios. En sus opciones y decisiones concretas (es decir, en la fi gura que adopte) ha de sortear la seducción de Scilla y de Caribdis: a veces se vincula tanto al contexto cultural en el que existe, que no está clara cual es la novedad que aporta, pues parece confundirse con los valores e ideales de su entorno; a veces contrapone la propia peculiaridad a la situación despreciada de los otros, de modo que éstos son convertidos en objetos o en receptores pasivos; a veces pretende evitar toda prepotencia mostrando que lo peculiar y propio es lo que todos —o la inmensa mayoría, o la ideo-logía dominante— están pensando y esperando o deseando. ¿Cuál es el criterio para evaluar la novedad de lo propio o para discernir si conviene destacar la continuidad o la discontinuidad? Este nivel de preguntas, siempre difícil, es más grave —y por ello más necesa-rio— en los momentos de transición que parecen llevar consigo un cambio de paradigma.

Nuestro presente —en sus tensiones— no puede ser entendido en todo su alcance más que desde nuestro pasado. Porque de modo muy profundo —como veremos— ese pasado forma parte de la infraestructura sobre la que nos levantamos2. El pasado que nos permite entender las tensiones de nuestro presente se remonta a la época de San Francisco Javier. Precisa-mente porque encarna el compromiso misionero en una época que rompe

2 La teología de la misión no puede entenderse más que a la luz de la evolución que se ha ido produciendo durante los últimos siglos: E. BUENO DE LA FUENTE, «Líneas teológicas de la actual misionología», Monte Carmelo 110 (2002) 555-581.

14 ELOY BUENO DE LA FUENTE

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con la cristiandad medieval, con el mundo de los Padres, con el período neotestamentario. Javier es exponente de un paradigma inédito respecto a las prácticas conocidas, refl ejo de un mundo distinto, propio de unos tiem-pos que se van a considerar «modernos» precisamente por contraposición a los siglos (considerados) estáticos y cerrados en el que el cristianismo había llegado a ser el ámbito global de la experiencia humana.

A partir de Francisco Javier se dibuja y confi gura un modelo de misión que, por su grandeza histórica, ha sido determinante hasta nuestro presente, dando origen a un paradigma que, ya hace un siglo, viene exigiendo nuevas coordenadas: si hemos dado el paso a otro mundo que es un mundo otro ¿no será necesario un nuevo paradigma de misión, que articule por ello de modo nuevo la relación de Iglesia y misión?, ¿no hará falta por ello que el protagonista eclesial identifi que aquello que realmente es nuevo y suyo (porque le ha sido entregado) pero que a la vez responde a lo que es vocación y protagonismo de todo ser humano? De la fi gura de Javier a la fi gura que estamos buscando hay un largo camino en el que debe seguir resonando la misma melodía.

1. Francisco Javier: más que la encarnación de una época

Recordar a Javier en este lugar y en este contexto no es simplemente un deber de erudición o un homenaje a un personaje glorioso de un país o de una tradición religiosa. La celebración del centenario de un gran misionero jesuita no puede quedar reducida al enriquecimiento de nuestros conoci-mientos o a la actualización de las glorias del pasado. El acercamiento a la fi gura de Javier nos empuja a adentrarnos en la lógica de un mundo y de la Iglesia que confl uyeron en un modelo de misión que determinó hasta tal punto el futuro que aún hoy resulta imprescindible para comprender nues-tro presente que también busca su propio futuro, el cual no puede ser como aquél que contribuyó a dibujar Javier.

¿Signifi ca ello, en consecuencia, que Javier no puede ser ya nuestro compañero de viaje hacia el futuro posible? A tal conclusión podrían llegar quienes no fueran capaces de escuchar la melodía profunda y genuina de aquella variación de la misión universal que fue el santo jesuita. Javier fue ciertamente encarnación paradigmática de una época. Una época que no será nuestro futuro. Pero ello fue posible porque fue más que la encarna-ción de un mundo cultural, social y religioso. Ese «más» esconde y desvela lo que hoy también ha de ser generador de posibilidades nuevas e imprede-cibles. Precisamente porque era más que su época y porque se encontraba en tensión con muchos de los elementos que en aquel momento —y en siglos posteriores— parecían evidentes e indiscutibles.

LA MISIÓN HOY: LAS TENSIONES DEL CAMBIO DE PARADIGMA 15

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La vida de Javier —en no menor medida que la de Ignacio— fue una apasionada peregrinación, interior y exterior, hacia la identifi cación con la vocación que lo impregnó de responsabilidad y entrega. Esa peregrinación se alimentaba de una tensión constante con su propia formación y con el marco en el que debía desarrollarse su vida pública. Su muerte, práctica-mente en soledad, frente a las costas de China, es el símbolo de una opción radical por la misión en un sentido paradigmático. Un paradigma que debió estar en perpetuo esfuerzo para liberarse de los condicionamientos que lo estrechaban y lo empobrecían.

La melodía que él estaba llamado a interpretar le iba obligando a expe-rimentar la distancia de los parámetros entre los que estaba peregrinando en orden a rebasar hasta las últimas fronteras y saltar a las últimas orillas: la decisión por entrar en las regiones más recónditas signifi caba despren-derse de las seguridades de todo poder político y colonial; la lejanía de su comunidad religiosa y eclesial ponía en evidencia la prioridad absoluta de comunicar a todos algo nuevo y transformador; la atención prestada a los chinos era el encuentro del ser humano en cuanto creatura, dotada de razón y de libertad, en su naturaleza no contaminada, como destinatario del evangelio, más allá de las teorías sobre la posibilidad de salvación o del valor de sus religiones; su falta de medios y de compañeros simboliza la desnudez gloriosa de quien sabe que no se apoya más que en la gracia del Dios creador y salvador... Las limitaciones que existen en la acción de Javier se sitúan en el nivel anterior, en los caminos de su peregrinación, no en el aliento ni en la meta de su caminar.

Estas breves refl exiones nos permiten captar la paradoja radical de Ja-vier: es exponente de un sistema que —en buena medida— podemos consi-derar superado pero que a la vez es testigo de aquello que da sentido a todo paradigma misionero y que por ello desborda las limitaciones del contexto. Su radical peregrinación es lo que condujo a la auténtica encrucijada en que se sitúan todas las encrucijadas históricas. Seguramente no fue consciente de la transición de la que él estaba siendo testigo, y por ello no se detuvo en el análisis o discernimiento de los valores o contravalores, de los debates intelectuales (tanto teológicos como pastorales). No tenía tiempo, podría-mos decir, para ello. Estaba urgido por un «más, más, más...» que se abría a cada persona concreta y a la humanidad entera.

Javier se encontró (como Ignacio) en el pórtico de un mundo que iba a ser nuevo y moderno, e intentó habitarlo portando la herencia de un pa-sado al que tampoco necesitaba renunciar expresamente. La herencia de la cruzada y de la peregrinación le aportaba las raíces de la tradición. Los confl ictos bélicos que presenció eran la gestación de un sistema político que dejaba atrás el marco tanto del feudalismo como de la monarquía me-dieval. El humanismo renacentista en expansión y la reforma protestante

16 ELOY BUENO DE LA FUENTE

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en ciernes, tal como se le revelaron en París, dibujaban nuevos ideales antropológicos y nuevas sensibilidades culturales. Los cambios que se imponen dibujan un paisaje distinto de aquel en el que había crecido. Pero Javier —ahí está su grandeza— no tiene nostalgia del pasado. El nuevo paisaje le estimula y le impulsa. Y mucho más cuando ese paisaje es de hecho el mundo insospechado e ilimitado desvelado por los aven-tureros de la navegación.

Peregrinando entre dos épocas históricas y entre dos experiencias del mundo trató de estar a la altura de su vocación insertándose plenamente en su época pero con la certeza de dar una respuesta a algo más que a las nece-sidades de su época. Por eso Javier es el prototipo de quien, limitado por su época, es libre para desbordarla y creativo hasta para prescindir de ella. En ese sentido es para nosotros punto de referencia: deposita en los hombres y mujeres de las generaciones posteriores un modelo de misión que —por fi delidad a Javier— debe ser desbordado.

2. La época de las misiones extranjeras: debilidad y grandeza

El siglo en el que Javier fue realizando su apasionada peregrinación desplegó el escenario en el que se iba a confi gurar un modelo de misión que suele designarse como misiones extranjeras. Esta terminología pone in-mediatamente al descubierto sus características: son actividades y lugares que se denominan en plural; esas actividades y esos lugares se producen y existen a una enorme distancia geográfi ca respecto al origen y proveniencia de quienes los protagonizan.

Este modelo ha de servir como punto de referencia del modelo que va a experimentar una profunda transformación a lo largo del siglo XX y como contrapunto de la tarea que en la actualidad hay que realizar3. Es fundamental para comprendernos a nosotros mismos por dos razones de gran trascendencia: a) constituye el ideal misionero que va a moldear el imaginario colectivo de muchas generaciones de cristianos, que por ello va a dejar una profunda huella en el modo de mirar la acción de la Iglesia y va a servir de foco de atracción para la generosidad de muchos creyentes; b) desde el punto de vista histórico va a lograr un éxito clamoroso, pues de hecho irían surgiendo misiones en todos los continentes, alcanzando los te-rritorios más insospechados y difíciles; han marcado la fi sonomía y el des-tino de continentes enteros, de modo que se puede concluir que el mundo

3 Un planteamiento general de la evolución, en perspectiva ecuménica, puede verse en E. BUENO DE LA FUENTE, La Iglesia en la encrucijada de la misión, Verbo Divino, Estella 1999.

LA MISIÓN HOY: LAS TENSIONES DEL CAMBIO DE PARADIGMA 17

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contemporáneo hubiera sido distinto sin las misiones extranjeras; también en el ámbito eclesial y cristiano han depositado los gérmenes de una fi gura distinta de la Iglesia debido a que aquellas misiones se han convertido en iglesias locales.

En un momento determinado de la historia, cuando se abría una en-crucijada, el estímulo que lleva a la Iglesia a la misión universal suscitó protagonistas que supieron estar a la altura de los tiempos situándose en la orientación de los vientos de la historia. Como había hecho Pablo en el cosmopolitismo helenista a través de las calzadas romanas y como habían hecho obispos y laicos cuando el hundimiento del Imperio romano fue de-jando espacio a pueblos venidos de fuera. Son ejemplos históricos de una fe que se hace historia, que crea historia, que genera pueblos y culturas. Man-chándose en ocasiones con los polvos de la historia, como sucede a quien no se refugia en las aparentes purezas del «alma bella». El reconocimiento de las insufi ciencias del pasado no debe conducir ni a la condena de la herencia recibida, ni a la soberbia de considerarse inmune a estrecheces equivalentes, ni a la inactividad que acaba siendo irresponsabilidad o inconsciencia. La verdadera lección —como en el caso de Javier— es identifi car ese «más» que escapa a toda limitación histórica o contextual y que constituye la mejor brújula para nuestra propia peregrinación.

Las misiones extranjeras son, podemos decir, una expresión de la crea-tividad eclesial, un modo de responder a las exigencias de la época, que de-bían ser designadas de algún modo. No se trata tanto de planifi cación o de programación desde gabinetes de pastoral o de teología, sino expresiones del dinamismo eclesial que estaban a la búsqueda de una conceptualización adecuada. Y ello depende de contingencias históricas. En la edad media existía la sensación de que el evangelio había llegado a los confi nes del mundo y, salvo excepciones, no se intentaron proyectos evangelizadores más allá del mundo cristiano europeo. Para referirse a iniciativas equiva-lentes se usaba una terminología fl uida y variada.

A partir del siglo XVI cambia la experiencia del mundo y se multiplican las iniciativas para anunciar el evangelio o implantar la Iglesias más allá de las fronteras del mundo conocido. Fueron surgiendo realidades nuevas y se fueron multiplicando las iniciativas apostólicas que recibieron un nombre que había sido puesto en circulación especialmente por parte de los jesui-tas: consideraban «misión» cualquier tipo de tarea o de encargo apostólico recibido del Papa (en virtud del cuarto voto); como la disponibilidad era absoluta en principio, es decir, sin limitarse a espacios geográfi cos determi-nados, acabó siendo el más apto para una realidad y una experiencia nueva en la historia de la Iglesia.

Esta nueva experiencia misionera estaba apoyada en algunos elemen-tos estructurales que a su vez estaban íntimamente vinculados a la fi gura

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de Iglesia. Podemos hablar en este caso de un circularidad que coordinaba fi gura de misión y fi gura de Iglesia. Vamos a enumerar los más signifi cati-vos para constatar el esfuerzo que deberá ser realizado con el fi n de trans-formarlos de modo que, más allá del cambio, siga resonando la misma me-lodía. Es fácil que, contemplados desde nuestra perspectiva, resalten sobre todo los aspectos negativos. De cara al discernimiento adecuado no puede caerse en la tentación de rechazar en bloque la estructura global porque, como en el caso de Javier, existen experiencias auténticas de la novedad cristiana, vividas dentro del horizonte del tiempo.

1. De modo general se partía de una visión negativa de los destina-tarios de la evangelización desde el punto de vista religioso: no sólo se miraban con reprobación sus religiones en cuanto magnitudes culturales e institucionales sino que se adoptaba una actitud pesimista de cara a sus posibilidades individuales de salvación. Se consideraba muy activa la pre-sencia diabólica, expresada en prácticas como sacrifi cios humanos. Ello provocaba la urgencia por lograr el rápido bautismo de los nativos, como condición imprescindible para su salvación eterna. Ello se hacía en nume-rosas ocasiones a costa de una insufi ciente conversión o de una inadecuada iniciación cristiana, lo que frecuentemente escondía la pervivencia de prác-ticas paganas e idolátricas.

Estos presupuestos tan distantes de los nuestros servían sin embargo para estimular la generosidad y la entrega de los misioneros, es decir, para-dójicamente se transformaba en expresión máxima del amor cristiano: si el mayor don que se podía conceder a los otros era su salvación eterna ¿podía haber mayor prueba de amor que arriesgar la propia vida a favor de los otros? Esta perspectiva constituyó durante siglos un elemento fundamental de la espiritualidad misionera e incluso de la solidaridad y de la coopera-ción misionera del pueblo cristiano.

2. Faltos de perspectiva histórica e insertos en un contexto eclesioló-gico determinado, los misioneros pretendían transplantar la misma fi gura de Iglesia de la que procedían. La imagen latina y romana era el marco en el que quedaban incorporados los nuevos bautizados. «Misión» designa-ba por ello el espacio geográfi co en el que se instalaban las instituciones y edifi cios de la presencia cristiana, contradistinta del entorno cultural. El misionero era un extranjero y su espacio vital sellaba el carácter extran-jero del cristianismo, como importado de un lugar en el que —paradóji-camente— no había nacido.

Este presupuesto no es óbice para reconocer que la vida concreta de sus protagonistas estuviera permanentemente acompañada de gestos de acer-camiento a las necesidades concretas de los nativos. Para ello había que aprender sus lenguas y conocer sus costumbres. La destrucción provocada

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por la irrupción de un poder ajeno no impidió que fueran precisamente los misioneros los que en mayor medida salvaron parte de la tradición y de la ri-queza cultural de los pueblos no europeos, aunque ello no suscitara de modo general la preocupación por la adaptación o por la inculturación.

3. Era una Iglesia clerical, centralista y uniforme (rasgos englobados en la designación «jerarcología»). Ello se ve con claridad en el protagonis-mo de los religiosos y, más tarde, de los sacerdotes. En sintonía con el con-texto de la Iglesia europea, el misionero en sentido estricto era el clérigo. Durante siglos los laicos quedarán reducidos a un papel secundario, en el mejor de los casos como misioneros auxiliares. La controversia antiprotes-tante que se produjo en Europa no hizo más que acentuar la imagen que ya se había consolidado en el período medieval.

Simultáneamente se debe reconocer la multiplicación de colaboradores y la pluralidad de lo que en lenguaje posterior se denominarán ministerios. A su modo, los responsables políticos y los colonizadores asumían la res-ponsabilidad de la cristianización (deformada en tantas ocasiones). Incluso nativos encontraron ámbitos donde hacer sentir su presencia en la dinámica de la evangelización.

4. El misionero se fue convirtiendo en una fi gura fundamental del hori-zonte cristiano y de la valoración del pueblo creyente. Era visto sin embargo como un héroe, un super-cristiano, alguien que de modo voluntario, y en virtud de una vocación extraordinaria, asumía una vocación que en defi nitiva era cuestión suya. Los misioneros procedían fundamentalmente de congre-gaciones religiosas, que eran las que asumían la responsabilidad misionera como tarea prioritaria. El misionero sin embargo no se consideraba enviado por una iglesia concreta, y no había iglesias concretas que consideraran que ellas mismas eran enviadas en y a través de los misioneros.

La valoración del misionero aumentaba por el riesgo que debía asumir. Por defi nición era alguien que salía de la propia tierra hacia países lejanos, exóticos, en los que arriesgaba su propia vida al quedar expuesto a las penurias económicas, a las amenazas de muerte o a las enfermedades. Así se consolidaba la fi gura del misionero como un ideal, lejano y distante de la experiencia concreta de la mayoría de los cristianos. Las oraciones y las limosnas eran la contribución viable para esa mayoría.

5. Es lógico, a la luz de lo dicho, que las misiones y los misioneros fueran considerados como algo importante, admirado y alabado, pero que en defi niti-va quedaba lejos, en la distancia. Por ello el aspecto geográfi co era visto como constitutivo esencial de las misiones. Esta valoración tan positiva escondía no obstante un peligro real: al ser algo distante en último término resultaba pres-cindible, y por tanto marginal en el dinamismo de la vida eclesial concreta.

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Esta conclusión va acompañada de la paradoja de que las obras de cooperación misionera prendieron con fuerza en la conciencia del pueblo cristiano: la preocupación por la salvación de sus almas, por atender a sus pobreza y sus miserias, por el desarrollo de las vocaciones... confi guró pau-latinamente un fuerte apostolado, promovido fundamentalmente por laicos, que convertían las misiones en una realidad cercana, inmediata. Lo que no aportaba de modo sufi ciente la teología, lo conseguía la espiritualidad o el sentimiento.

6. Finalmente hay que señalar un factor externo, que de hecho se con-vertía en momento interno del dinamismo de expansión misionera: el anun-cio del evangelio coincidía temporalmente, y se apoyaba estructuralmente, en la expansión colonialista del mundo occidental. La cruz se proyectaba en unión con la espada o con el metal precioso. Evangelización podía pa-recer sinónimo de colonización, imperialismo, conquista, explotación. En ocasiones se producía de modo inconsciente y espontáneo, pero frecuen-temente podía ser utilizada como recurso o estrategia de unifi cación y de imposición de poderes ajenos.

La Iglesia mantuvo notables confl ictos con las potencias temporales, y como gesto de independencia dio origen a sus propios organismos de coordi-nación y de impulso. Pero ello, aunque se hubiera logrado, no había arregla-do más que un aspecto del problema. La raíz se encontraba en opciones más hondas: un mundo que se consideraba superior en todos los sentidos aspiraba a impregnar el alma y el espíritu de los nativos. El etnocentrismo estaba muy arraigado entre los europeos, hasta el punto de que la misma actitud se manifestaría en gobiernos laicos o anticristianos. El mito ilustrado del buen salvaje o las utopías de algunos humanistas fueron tendencias minoritarias. El escenario estaba dominado por otros personajes y por otras actitudes. La vinculación efectiva entre colonialismo y evangelización será un pesado far-do para este paradigma que se impuso durante varios siglos.

3. La emergencia de un nuevo paradigmaLa evolución de las circunstancias históricas, junto con el éxito de

este inmenso esfuerzo evangelizador, provocaron la incubación de facto-res que iban a alterar sustancialmente este imponente edifi cio. Ya desde la segunda mitad del siglo XIX, y especialmente durante los primeros dece-nios del siglo XX, se fueron imponiendo los hechos, que tenían que ser con-ceptualizados de un modo diferente. Las nuevas realidades hacían saltar los conceptos habituales. El ejercicio concreto de la misión iba a repercutir de un modo irresistible en la fi gura de la Iglesia, que se veía interpelada por un modo nuevo de entender y de plantear su misión universal.

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