maneras de bien soñar | literatura latinoamericana

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4º Edición de "Maneras de Bien Soñar" revista de literatura y cultura de la palabra.

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Ao 2, No. 4

Mayo de 2003

Mens agitat molem**

EditorialBuscando un nombre[El rol de la palabra y el compromiso del pensamiento en el destino de un pueblo]

PoetasCsar Vallejo

Cintia Vanesa Das / Directora

cultura se hizo presente, darle un nombre a algo signific poseerlo, tener un dominio sobre l. El nombre sintetiza la identidad, la personalidad, la idiosincrasia de un sujeto o una nacin. El nombre es la imagen verbal de un destino, predeterminado para algunos, libre para otros. En nuestras tierras, golpeadas por el hambre, la injusticia, pero en las que an se respira esperanza, la controversia comienza, justamente, con el tema del nombre. La identidad latinoamericana es algo que desvela a los intelectuales de todas las fracciones; se han escrito infinidad de tratados y ensayos acerca de las perspectivas histricas, lingsticas, sociales, polticas y econmicas de esta regin del planeta, como si escribiendo uno lograra exorcizar sus demonios. As encontramos varias denominaciones, como por ejemplo: Hispanoamrica, el conjunto de pases colonizados por Espaa; o Iberoamrica, apelativo que representa tanto a la Amrica de colonizacin espaola como al Brasil,Contina en la pag. 7

Desde el origen de los tiempos en los que la

Csar Vallejo en la mirada de Picasso

Hoy me gusta la vida mucho menos... [Poemas humanos, Pars, 1939]

Sumario de la presente edicinEditorial: Buscando un nombre Poetas: Csar Vallejo Cancionero: La flor de la canela Autores: Ciro Alegra Teora y prctica: El Cuento realista Qu es esto? Tawantisuyo Visite Maneras de Bien soar en: http://maneras.turemanso.com.ar/ Pgina 1/7 Pgina 1/2 Pgina 2 Pgina 3 Pgina 5 Pgina 11

Hoy me gusta la vida mucho menos,

Pero siempre me gusta vivir: ya lo deca. Casi toqu la parte de mi todo y me contuve Con un tiro en la lengua detrs de mi palabra. Hoy me palpo el mentn en retirada y en estos momentneos pantalones yo me digo:Contina en la pag. 2

Si desea contactar a la editora y enviarle su contribucin y/o comentario, por favor vea los detalles en la ltima pgina.

Mayo de 2003 Viene de pgina 1 Tanta vida y jams! Tantos aos y siempre mis semanas!... Mis padres enterrados con su piedra Y su triste estirn que no ha acabado; de cuerpo entero hermanos, mis hermanos, Y, en fin, mi ser parado y en chaleco.

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Se empoza, como charco de culpa, en la mirada. Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no s!

Masa[10 de noviembre de 1937]

Me gusta la vida enormemente pero, desde luego, con mi muerte querida y mi caf y viendo los castaos frondosos de Pars y diciendo: Es un ojo ste, aqul; una frente sta, aqulla... y [repitiendo: Tanta vida y jams me falla la tonada! Tantos aos y siempre, siempre, siempre! Dije chaleco, dije Todo, parte, ansia, dije casi, por no llorar. Que es verdad que sufr en aquel hospital que queda [al lado y est bien y est mal haber mirado De abajo para arriba mi organismo. Me gustar vivir siempre, as fuese de barriga, porque, como iba diciendo y lo repito, Tanta vida y jams! Y tantos aos, Y siempre, mucho siempre, siempre siempre!

Al fin de la batalla,

y muerto el combatiente, vino hacia l un hombre Y le dijo: No mueras, te amo tanto! Pero el cadver ay! Sigui muriendo. Se le acercaron dos y repitironle: No nos dejes! Valor! Vuelve a la vida! Pero el cadver ay! Sigui muriendo. Acudieron a l veinte, cien, mil, quinientos mil, clamando: Tanto amor, y no poder nada contra la muerte! Pero el cadver ay! Sigui muriendo. Le rodearon millones de individuos, Con un ruego comn: Qudate hermano! Pero el cadver ay! Sigui muriendo. Entonces, todos los hombres de la tierra Le rodearon; les vi el cadver triste, emocionado; incorporose lentamente, Abraz al primer hombre; echse a andar.

Los heraldos negros[De "Los Heraldos Negros"]

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no s!

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido Se empozara en el alma... Yo no s! Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras En el rostro ms fiero y en el lomo ms fuerte. Sern tal vez los potros de brbaros atilas; O los heraldos negros que nos manda la Muerte. Son las cadas hondas de los Cristos del alma De alguna fe adorable que el Destino blasfema. Esos golpes sangrientos son las crepitaciones De algn pan que en la puerta del horno se nos quema. Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como Cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo lo vivido

Cancionero La flor de la canela[De: Chabuca Granda (1920, 1983)]

Djame que te cuente, limea

Djame que te diga la gloria Del ensueo que evoca la memoria Del viejo puente, del ro y la alameda Djame que te cuente, limea Ahora que an perfuma el recuerdo Ahora que an mece en su sueo El viejo puente del ro y la alameda Jazmines en el pelo y rosas en la cara Airosa caminaba la flor de la canela Derramaba lisura y a su paso dejaba Aroma de mixtura que en el pecho llevaba Del puente a la alameda Mundo pie la lleva

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Por la vereda que se estremece Al ritmo de sus caderas Recoga la risa de la brisa del ro Y al viento la lanzaba Del puente a la alameda Djame que te cuente, limea Ay! Deja que te diga morena mi pensamiento A ver si as despiertas del sueo Del sueo que entretiene, morena, Tus sentimientos Aspiras de la lisura Que da la flor de canela Adornada con jazmines Matizando tu hermosura Alfombras de nuevo el puente Y engalanas la alameda El ro acompasara tu paso por la vereda Jazmines en el pelo Del puente a la alameda

AutoresCiro AlegraFragmento

La piedra y la cruz

impsible cara. Bajo el sombrero de junco, cuya sombra esconda un tanto la rudeza de su faz, los ojos fulgan como dos diamantes negros incrustados en piedra. Quien lo segua era un nio blanco, de diez aos, bisoo an en largos viajes por las breas andinas, razn la cual su padre le haba asignado el gua. Camino del pueblo donde estaba la escuela, tenan que pasar por tierras cuya amplitud creca en soledad y altura. Que el nio era blanco decase por el color de su piel, aunque bien saba l mismo que por las venas de su madre corran algunas gotas de sangre india. Ella era hermosa y dulce y de la raza nativa se le anunciaba en la mata abundosa y endrina del caballo, en la piel ligeramente triguea, en los ojos de una suave melancola, en la alegra y la pena contenidas por una serenidad honda, en la ternura presente siempre, en las manos dadivosas y la voz acariciante. As es que el nio blanco no lo era del todo, y mas por haber vivido siempre entre dos mundos. El mundo blanco de su padre y los familiares de ste, y el mundo de su madre y el pueblo peruano de los Andes del norte, confusa aglutinacin de cholos e indios hasta no

El hombre que iba de gua era un indio viejo, de

poderse hacer precisa cuenta de raza segn la sangre y el alma. Con todo, el nio era considerado blanco debido a su color y tambin por pertenecer a la clase de los hacendados, dominadora del pueblo indio durante mas de cuatro siglos. El muchacho caminaba tras el viejo sin tomar en cuenta, ni poco ni mucho, que le estaba haciendo un servicio. A lo ms poda considerar, con absoluta naturalidad, que eso no era parte de su deber de indio: Pero tampoco se preocupaba de considerarlo as. Estaba completamente acostumbrado a que los indios le sirvieran. En esos momentos, evocaba su casa y algunos episodios de su vida. Ciertamente que haba subido con su padre hasta el Manancancho, cerro de su hacienda que le llamara la atencin debido a que amaneca nevado una que otra vez. Pero esas montaas que ahora estaban remontando eran evidentemente ms elevadas y acaso el soroche, el mal de la puna, lo atenazara cuando estuvieran en las cumbres glidas. Una sensacin de soledad le creca tambin pecho adentro. Haca cinco horas que caminaban y tres por lo menos que dejaron los ltimos bohos. El gua indio, que de amanecida y mientras cruzaran por un valle oloroso a duraznos y chirimoyas, le fue contando entretenidas historias, se cay al tomar altura, tal vez contagiado del silencio de la puna, acaso porque ms le interesara contemplar el panorama. Los ojos del viejo no hacan otra cosa que avizorar los horizontes, el cielo amplsimo, los caones abismales. El muchacho miraba tambin, sobretodo a las alturas. Dnde estara la famosa cruz? El nio blanco no habra sabido calcular el tiempo que dur la travesa en roca viva, al filo del abismo. Quiz veinte minutos o tal vez una hora. Aquello termin cuando el camino, curvndose y abriendo una suerte de puerta, asomse a una llanura. El sinti que sus propios nervios se distendan. Su caballo se detuvo y sacudi adrede el cuerpo, frenticamente, dando luego un corto relincho. Descans as y sigui al del gua con trote fcil. El viejo barbot: -La mera jalca! Era el altiplano andino. La paja brava creca corta en la fra desolacin del yermo. En el fondo de la planicie, se alzaba una nueva crestera. El viento soplaba tenazmente, pasando libre sobre el pramo, desgreando los pajonales, ululando, rezongando. La ruta estaba marcada en ichu por un haz de senderos, canaletas abiertas por el trajn de la tierra arcillosa. Pedrones de un azul oscuro hasta el negror o de un rojo de brasa , medio redondos, surgan por aqu y por all como gigantescas verrugas de la llanura. Las piedras de tamao mediano eran escasas y menos se vean de las pequeas, buenas para ser acarreadas. El indio desmont sbitamente y se encamin a cierto lado, derecho hacia una piedra que haba logrado localizar y levant en la mano. - le llevo una pa ust, nio? - pregunt. - No, - fue la respuesta del muchacho.

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Con todo, el viejo busc otra piedra y volvi con ambas. Le llenaban las manos grandotas. Parsimoniosamente mirando de reojo al nio blanco, las guard en las alforjas colocadas en el basto trasero de la montura, una en cada lado. Cabalg entonces y habl: - Hay que cargar las piedras desde aqu. Ms adelante se han acabao - Ese arriero que trae una piedra, se pasa de zonzo. Traer una piedra de tan lejos! - Habr hecho promesa. Nio. - Y dnde est la cruz? El viejo seal con el ndice cierto punto de la crestera, diciendo: - Esa es El muchacho no la distingui, pese a que tena buena vista, pero saba que el indio, aunque muy viejo, deba tenerla mejor. Estara all. Se referan a la gran cruz del alto, famosa en toda la regin por milagrosa y reverenciada. Estaba situada En el lugar donde la ruta venca la ms alta cordillera. Era costumbre que todo viajero que pasase por dejara una piedra junto a la peaa. A travs de los aos, las piedras transportables que haban en las cercanas se agotaron y tenan que llevrselas desde muy lejos. Ao tras ao aumentaba las distancia, pero no decreca la recogida. El muchacho llevaba tambin algo en relacin con la cruz, pero entre pecho y espalda. Al despedirse, su padre le haba dicho: - No pongas piedra en la cruz. Esas son cosas de indios y cholosde gente ignorante Recordaba exactamente tales palabras. El saba que su padre no era creyente por ser racionalista, cosa que no entenda . Su madre s era creyente y llevaba una pequea cruz de oro sobre el pecho y encenda una pequea lmpara votiva ante una hornacina que guardaba la imagen de la Virgen de los Dolores. Pensaba que tambin, de haber tenido tiempo preguntrselo a su madre, ella le hubiese dicho que pusiera la piedra ante la cruz. Cavilaba sobre ello cuando son la voz del indio, quien se atreva a advertirle: - La piedra es devocin, patroncito. Todo el que pasa tiene que poner su piedra. Ya ve ust que soy viejo y eso es lo que siempre he visto y odo - Aj La pondrn los indios y cholos. - Todos, patroncito. Hasta los blancos - Los patrones? - Los patrones tambin. Es devocin. - No te creo. Mi pap tambin? - A la vereda, nunca pase junto con l al lado de la Cruz del Alto, pero le juro que lo hizo - No es cierto. El dice que stas son cosas de indios y cholos, de gente ignorante. - La Santa Cruz le perdone al patrn. - Una piedra es una piedra. - No diga eso, patroncito. Mire que al doctor Rivas, el juez del pueblo, letrao como es, hombre de mucho

libro, yo lo vi poner su piedra. Hasta ech sus lagrimones A poco andar, llegaron a la cordillera. Las rocas que formaban eran pardas y azules y no haba siquiera paja entre ellas. El sendero era extraordinariamente difcil, labrado de nuevo en las peas por medio de cortes y calzadas. Frecuentes escalones demandaban un enorme esfuerzo a las bestias, que crispaba sus cuerpos en la ascensin, resoplaban sonoramente, daban cortos bufidos como quejas. El muchacho pensaba que, de no haberse puesto a caminar, ahora se le habra paralizado el cuerpo. Pese al sol radiante que brillaba en medio del cielo, estallando en las aristas de las rocas, el aire era singularmente fro capaz de helar. Su consistencia sutilsima demandaba que se lo respirase a pulmn lleno, sin que ello impidiera quedarse con una vaga sensacin de asfixia. Pero no se preocupaba ya. Tena el cuerpo abrigado por la camiseta y su sangre flua acompasadamente. Sus odos afinados podan escucharlo. Para mejor, terminada la cuesta, cosa que les llevara una media hora, comenzaran el descenso. Habiendo pasado con bien por la prueba, hasta estaba alegre. Quien echaba miradas recelosas era el indio. El nio blanco las entendi, y ms viendo el sendero y sus inmediaciones, prcticamente limpios de toda piedra que se pudiera transportar. Dijo volviendo al tema: - Con el tiempo, quizs tengan que romper las peas y las piedras grandes a comba y dinamitapara la devocin. No quedan ni guijarros por aqu - Patroncito: cuando los taitas pasan con chiquitos, les dan tambin su piedra a cargarAs, en aos y aos, hasta las piedras chicas se han acabao, patroncito Fuera de que algunos cristianos que no encontraban piedra gena, cargaban con varias chicas - Y cuando comenz todo esto? - No hay memoria. Mi taita ya contaba de la devocin y el taita de mi taita, lo mesmoTambin la encontr. - Est bien que ante las imgenes y cruces pongan lmparas y velaspero piedras! - Como que da lo mesmo, patroncito. La piedra es tambin devocin. El indio se qued meditando y luego, esforzndose por dar expresin adecuada a sus pensamientos, dijo lentamente: - Mire, patroncitoLa piedra no es cosa de despreciarlaQu fuera del mundo sin la piedra? Se hundira. La piedra sostiene la tierra.Como que sostiene la vida - Eso es otra cosa. Pero mi pap dice, que los indios, de ignorantes que son, hasta adoran la piedra. Hay algunos cerros de piedra, tienen que ser de piedra, a los que llevan ofrendas de coca y chicha y les preguntan cosas.Son como dioses.Uno de esos cerros es el

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Huara - As es, patroncitoDicen que es muy milagroso el cerro Huara. - Ya ves. Crees t en el cerro? - A la verd que yo nunca ju al Huara, pero no puedo decir ni si, ni no. Mi cabeza no me da pa eso - Aj Y por qu no ponen cruz en ese cerro? - Dicen que ese no es cerro de cruz. Es cerro de piedra. - Y por qu no le llevan piedras? - Ust sabe que le llevan ofrendas de otra laya. pa qu va a querer piedras si es de piedra?, a una cruz no se le llevan cruces - Pero t crees en el cerro. - No le puedo responder, como le digoYo nunca fui al Huara pero patroncito, por qu no va a poner piedra en la cruz. La cruz es la cruz -Qu importancia tiene una piedra? - La piedra es devocin, patroncito. Callaron ambos, ni el viejo ni el muchacho saban de las innumerables piedras msticas que haba en su historia ancestral, pero la discusin los conturb en cierto modo. Ms all de las razones que se dieron, existan otras que no pudieron hacer aflorar a su mente y sus palabras. El viejo, confusamente, compadeca al nio por creerlo un ser mutilado, remiso a la alianza profunda con la tierra y la piedra, con las fuentes oscuras de la vida. Le pareca fuera de la existencia, tal un rbol sin races, o absurdo como un rbol que viviera con las races en el aire. Ser blanco, despus de todo, resultaba hasta cierto punto triste. El muchacho por su parte, hubiera querido fulminar la creencia del viejo, pero encontr que la palabra ignorancia no tena mucho significado, que en ltimo trmino careca de alguno, frente a la fe. Era evidente que el viejo tena su propia explicacin de las cosas o que, si no la tena, le daba lo mismo. Incapaz de ir ms all de estas consideraciones, las acept como hechos que tal vez se explicara ms tarde. Mir hacia lo alto. La famosa cruz no era visible desde la cuesta, pues la ocultaban las aristas de los peones. Pero pareca que ya iban a llegar. El camino se lanz por una encaada y saliendo de ella, en la parte ms honda de una curva tendida entre dos picachos, estaba la reverenciada Cruz del Alto. Como a cincuenta pasos del camino, hacia un lado, se levantaban los recios maderos ennegrecidos por el tiempo. La peaa cuadrangular sobre la cual se los alza, estaba enteramente cubierta de las piedras amontonadas por los devotos. El pedrero segua extendindose por todos lados, teniendo a la cruz como centro, y cubra un gran espacio, tal vez doscientos metros en redondo. El indio desmont y el nio blanco hizo lo mismo para ver mejor lo que pasaba. El viejo sac de las alforjas las dos piedras, dejando una en el suelo, a la vista, sobre las mismas alforjas. Con

la otra en la mano, avanz hasta las orillas del pedrero y precis con los ojos un lugar apropiado. Sacndose el sombrero, y haciendo una reverencia, en actitud ritual, coloc su misma piedra sobre las otras. Luego mir la cruz. No mova los labios, pero pareca estar rezando. Quiz peda algo en forma de rezo. En sus ojos haba un tranquilo fulgor. Bajo el desgreado cabello blanco, el rostro cretino y rugoso tena la nobleza que da la fe ntida. Haba en toda su actitud algo profundamente conmovedor y al mismo tiempo digno. Para no turbarlo, el muchacho se alej un tanto, y despus de trepar a una pequea loma situada en mitad de la cresta, pudo contemplar, a un lado y al otro, el ms amplio panorama de cerros que hasta ese momento vieron sus ojos. En el horizonte, las nubes formaban un marco albo sobre el cual las cumbres se recortaban, azules y negras, limando un tanto sus aristas. Ms ac, los cerros tomaban diferentes colores: morados, rojizos, prietos, amarillentos, segn su conformacin, su altura y lejana, surgiendo aveces desde el lado de ros que ondulaban como sierpes grises. Coloreados de rboles y bohos en sus bases, los cerros banse limpiando de tierra y por ltimo, de no llegar a coronarlos de nieve espejeante, la roca estallaba en una dramtica afloracin. La piedra cantaba su pico fragor de abismos, de picacho, de farallones, de cresteras, de toda suerte de cimas agudas y cumbres encrespadas, de roquedales enhiestos y peones bravos, en sucesin inconmensurable cuya grandeza era aumentada por una impresin de eternidad. Surga de ese universo de piedra un poderoso aliento mstico, quizs menos grandioso que el de las noches estrelladas, pero ms ligado a la vida del hombre. Simblicamente acaso, ese mundo de piedra estaba all, al pie de la cruz, en las ofrendas de miles y miles de cantos, de piedras votivas, llevadas a lo largo del tiempo, en aos que nadie poda contar, por los hombres del mundo de piedra. El nio blanco se acerc silenciosamente a las alforjas, tom la piedra y se acerc a hacer la ofrenda

Teora y prcticaEl cuento realistaEl Cuento realista: l hombre siempre testimoni y reflej en sus expresiones de arte la realidad que lo circunda. El realismo como posicin esttica recin se configura a fines del siglo XIX. Se origina en la observacin de las tradiciones y costumbres de los

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pueblos y, por ser una manifestacin objetiva de la realidad, se expresa preferentemente en las formas de la narrativa, como la novela y el cuento. Sin embargo, el modo o tcnica de representacin de la realidad ha evolucionado a travs de los tiempos. El realismo literario del siglo XIX consideraba el arte como espejo de lo cotidiano, parta de la observacin directa del mundo e intentaba reflejarlo objetivamente en su obra. Por ello sus temas eran la rutina y lo trivial de la existencia del hombre, y el recurso predilecto la descripcin. Hay que destacar, sin embargo, que la copia fiel de la realidad es imposible por la multiplicidad y complejidad de la misma. El artista deba entonces seleccionar algunos elementos que volcaba en su obra; el resultado era la descripcin de un mundo distinto del originalmente observado. Para el arte contemporneo, la nica realidad que el artista llega a conocer con cierta profundidad es su propio yo. De este modo el mundo visto a travs de la subjetividad del escritor se transforma aun en las cosas ms convencionales. El artista no falsifica la realidad pero la proyecta en su obra como un juego de espejos, el resultado es una visin prismtica y deformante de la misma. Es por ello que el arte actual aparece como irreal, cuando en verdad no slo pretende describir la realidad con mayor exactitud, sino tambin iluminarla y revelar sus estratos ms profundos. En conclusin: hoy la literatura no refleja solamente la realidad externa y visible, la fsica, sino tambin la invisible, infinita, que supera lo puramente fsico, de dimensin metafsica.

observacin directa. Por lo general utiliza la tercera persona gramatical y adopta la posicin de narrador testigo u omnisciente. Espacio y tiempo: como recurso de verosimilitud describe minuciosa y detalladamente el escenario en que vive el hombre y, en mayor medida que en otras clases de cuentos, incorpora el contorno humano con el objeto de sugerir una atmsfera o de crear un clima de realidad. El espacio dilecto es el mbito de la burguesa urbana y el ambiente rural. En ocasiones, el autor se detiene en la observacin de los aspectos ms vulgares de la sociedad con una intencin de denuncia, o para presentar una tesis. El desarrollo del tiempo de la accin es lineal y cronolgico. Con el fin de precisar los hechos narrados y dotarlos de realismo, las fechas son indicadas con exactitud (meses, aos, das horas o minutos). Incluso algunos relatos aparecen desarrollados en un momento histrico determinado. La historia presentada es preferentemente la inmediata o contempornea del escritor. En estos casos el plano histrico se conjuga e integra con el plano de la invencin. El ofrecer hitos temporales precisos permite al autor exponer los hechos en orden lgico y sucesivo y, de este modo, acentuar la verosimilitud de la ficcin. Personajes: Los personajes aparecen caracterizados con una tcnica tipificadora o genrica. El tipo, sntesis de virtudes y defectos fcilmente reconocibles, facilita al escritor explicitar una doctrina moral o social a travs de su conducta. Lenguaje: Como recurso de verosimilitud el narrador realista reproduce el lenguaje de los personajes: habla local, modismos, formas coloquiales. Es as mismo importante la mayor inclusin de dilogos como procedimiento para la caracterizacin de los personajes y su presentacin objetiva. Definicin: El cuento realista es, por lo tanto, una presentacin seria y a veces trgica de la realidad. Generalmente el autor parte de la observacin directa de su entorno y lo refleja en sus obras con verosimilitud. [De: Introduccin literaria III Editorial Estrada]

CaracteresTemtica: En el cuento realista el autor se propone dar una idea cabal y verdadera del mundo que lo rodea en todos sus aspectos: material, moral, econmico, poltico y religioso. Por ello, la realidad del hombre en su esencia y existencia, y la descripcin del medio en el que ste se desarrolla como individuo o como ser social, es la materia literaria de este tipo de relato. En el afn de testimoniar la realidad inmediata, las obras resultan a menudo vastos cuadros sobre la vida, las creencias, el lenguaje y las tradiciones del hombre contemporneo. En estos casos, la ancdota se diluye o es solamente un pretexto para la descripcin de caracteres y de costumbres. Narrador: el escritor realista trata de narrar los hechos con objetividad y para lograrlo se vale de la

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Viene de la pgina 1colonizado por Portugal. El territorio que va desde Mxico hasta Chile y Argentina, incluyendo al Caribe lleva por nombre impuesto por uso- Amrica Latina. Dicho nombre ignora y con ello excluye- a las poblaciones indgenas y mestizas, a las negras y a su descendencia, como as tambin a la inmigracin centroeuropea. No en vano el nombre da identidad, quita u otorga reconocimiento-existencia. Con slo una mirada a nuestra realidad, comprenderemos el significado de estas palabras. Como percibirn, el tema del nombre va ligado a una concepcin axiolgica previa, elegimos un nombre porque nos dice cosas, porque representa algunos escenarios y oculta otros. Fue un tal Vctor Haya de la Torre el que dio a la regin de la que estamos hablando el nombre de Indoamrica. Acertada observacin, en especial para pases de predominante presencia indgena como lo son Ecuador, Bolivia y Per. Indoamrica toma en cuenta factores ms autctonos. Y ya que estamos hablando de la presencia indgena, en varias oportunidades me he preguntado por qu una cultura de la relevancia de la Inca, se desvanece tan solcitamente frente al fuego de la civilizacin. Por qu los adelantos sociales, los hallazgos cientficomatemticos, la comprensin ecolgica del mundo, la legislacin y la escritura codificada, se pierden en las catacumbas de la historia oficial en cuanto entra en rigor la hispanidad. Los que ostentaron y ostentan el poder se comportan como si su pueblo solo tuviera 500 aos, como si su realidad hubiera comenzado con la conquista y colonizacin, como si les diera vergenza su pasado indgena. Se comportan como unos desmalezados, desoyendo los latidos de su tierra, escapando de la savia de su historia. Y as se sienten nuestros pueblos, como brizna atada a los caprichos del viento. Dijimos hace un rato que un nombre es el que nos da identidad como sujetos o como nacin. Quien nos nombra nos posee; a veces porque nos ama, a veces porque nos odia y otras porque necesita sentir que ejerce algn tipo de poder. Qu clase de poder aplican los que nos desnombran? Qu autonoma podemos exigir cuando nos re-nombramos con el nombre de otros que no somos nosotros? Qu proyecto puede existir en una regin que an lucha por conservar o reflotar un apelativo? Un nombre de verdades e idiosincrasias propias, un nombre con avidez de identidad. Eso es lo que buscamos. Como en el poema de Jos Mara Torres Caicedo, el de Las dos Amricas, nos encontramos bifurcados. Y si bien aquellos versos no ha perdido vigencia, son otras las divisiones, y otras las geografas. Hay una Amrica que amenaza con extinguir lo autntico en beneficio de una cultura global e hbrida, y hay otra Amrica que brega por

rescatar de sus races la sabia ms esencial de su pensamiento. Estn los que reniegan e imponen; junto a los que atesoran y resisten. Estn los dos; y los dos estn en Amrica.

El escritor y sus fantasmasEl escritor enuncia, denuncia, describe... pero fundamentalmente, nombra. Nombra los elementos de la realidad, sean estos producto de un entorno traspasado de fantasa o anegado de cotidianeidad. El escritor transcribe, registra, imagina, evoca, crea y recrea los mundos en los que se mueve. El impulso de escribir surge casi como un acto reflejo, tal como lo es el instinto de la respiracin para la especie humana. Incontables veces me he preguntado de dnde surge ese anhelo interno que nos lleva a transmitir pensamientos. Por qu uno necesita expresarse, dejar una impronta en el papel o el ter... ser por esa necesidad de permanencia? No lo se, quizs sea el reflejo del impulso de eternidad, velado por la materialidad. Quizs sea otra cosa. Lo cierto es que escribir, al menos en una primera instancia, es un acto completamente egosta. Uno escribe para uno; para organizar sus pensamientos, para comprender sus emociones; uno escribe porque escribiendo se siente incorpreo. Comienza a percibir que la carga de la existencia se aliviana, como si ganara por un instante la plenitud. Despus que uno se encuentra a s mismo a travs del verbo, evoluciona inexorablemente hacia el siguiente estado, y esto es, escribir para otros. Uno comienza a sentir la necesidad de expresarse en sociedad, de divulgar sus ideas, sus pareceres. Cuando se ha completado la experiencia en este plano, surge la ambicin de ascender en esa espiral evolutiva que es la vida, y es entonces cuando tratamos de interpretar el sentir y el parecer del otro. Creo que cuando un escritor consigue plasmar en sus escritos el pensamiento subterrneo de una cultura, obtiene la mayor satisfaccin a la que puede aspirar un humano. Y cuando hablo de plasmar el pensamiento de una cultura, no me refiero a los intelectuales que se convierten en mercaderes del poder, ofertndose al mejor postor, sino a aquellos que sin importar las consecuencias se transforman en voceros de los sin voz, en gesto de aquellos rostros annimos que sufren, suean, esperan. He aqu el compromiso moral del escritor. Compromiso moral que, por otra parte, est ms cercano al espritu kantiano que al cristiano. No se accede a dicho compromiso por piedad, sino por un imperativo categrico. Una buena voluntad genera

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la conciencia adecuada para accionar conforme al deber. Esta es la misin ultrrima del escritor. Es verdad que algunos se quedan en el camino entre la proyeccin egocntrica y el compromiso social pero, como todo en la vida, lo importante es la intencin que motiva, el anhelo que moviliza, la desesperacin que obliga a la accin, ya que los resultados son arbitrarios y no siempre dependen exclusivamente de nosotros.

Per en su pensamientoEn la presente edicin optamos por tres escritores peruanos: Csar Vallejo y Ciro Alegra; a quienes los une la literatura, la necesidad de plasmar las realidades humanas y el hecho de haber sido maestro y alumno, respectivamente. Y la cantautora Mara Isabel Granda Larco, conocida cariosamente con el apodo de Chabuca. La idea que motiva a Maneras de Bien Soar es entreabrir la puerta de la literatura a las diversas idiosincrasias regionales. Somos concientes que al elegir algunos escritores resignamos a otros; la literatura peruana posee baluartes tales como el Inca Gracilaso de la Vega y su Comentarios reales en el que muestra la cultura Inca a la luz de la cultura occidental; Felipe Guamn Poma de Ayala con su Nueva crnica y buen gobierno, es un verdadero texto-dibujo-objeto, una temprana imagen visual de la palabra (estamos hablando de un manuscrito anterior a 1785); Ricardo Palma y sus Tradiciones peruanas que marca el camino de la literatura costumbrista; Maritegui con sus Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana inscripta dentro de la corriente intelectual; o los contemporneos Alfredo Bryce Echenique y Mario Vargas Llosa, entre otros. Pero elegimos slo tres.

Los elegidosCsar Vallejo fue uno de esos poetas comprometidos con el devenir histrico. Naci el 16 de Marzo de 1892, bajo la presidencia de Remigio Morales Bermdez. Estudi en la Universidad de Trujillo en donde recibi el estmulo de la bohemia local, formada por periodistas, escritores y polticos rebeldes. All public tambin sus primeros poemas. Viaja a Lima a fines de 1917 y es en esta ciudad donde aparece su primer libro: Los heraldos negros, uno de los ms representativos ejemplos del postmodernismo. Hacia 1920, mientras visitaba su ciudad natal, se ve envuelto en una serie de disturbios que lo llevan a la crcel. Esos tres meses de reclusin

tendrn una influencia crtica en su obra y en su vida; sus experiencias se reflejan en los poemas de su siguiente libro: Trilce (1922). Esta obra es considerada como un hito fundamental en la renovacin del lenguaje potico hispanoamericano. En ella vemos a Vallejos apartndose de los modelos tradicionales, incorporando algunas novedades de la vanguardia y realizando una angustiosa inmersin en los abismos de la condicin humana. A fines de 1923, el "cholo" viaja a Francia, donde lleva la difcil existencia del intelectual con los bolsillos vacos. Para poder sobrevivir se dedica al periodismo descuidando su produccin potica. Participa con amigos como Huidobro, Gerardo Diego, Juan Larrea y Juan Gris en actividades de sesgo vanguardista, pero pronto abjura de su Trilce y -hacia 1927- aparece comprometido con el marxismo a travs de su activismo intelectual y poltico. Toda la obra potica escrita en Pars, que Vallejo public parcamente en diversas revistas, se concentraran en su libro postumo Poemas humanos (1939). En esta produccin es visible su esfuerzo por superar el vaco y el nihilismo de Trilce y por incorporar elementos histricos y de la realidad concreta (peruana, europea, universal) con los que pretende manifestar una apasionada fe en la lucha de los hombres por la justicia y la solidaridad social. Ciro Alegra es uno de los mayores representantes de la novela realista de protesta social en Latinoamrica, es el portavoz de la expresin ms madura de la narrativa regionalista e indigenista nacional del siglo XX. Naci en Huamachuco, pueblo andino del norte del Per el 4 de noviembre de 1908. Cuentan que a los nueve aos atraves los Andes a caballo hasta Trujillo, estudiando en el colegio San Juan con Csar Vallejo. An recuerdo la sensacin que me produjo su mano fra, grande y nudosa, apretando mi pequea mano tmida y huidiza debido al azoro (...) Nunca haba visto un hombre que pareciera ms triste. Su dolor era a la vez una secreta y ostensible condicin que termin por contagirseme coment en sus Memorias. A temprana edad se comprometi en la lucha de los movimientos polticos promovidos por el aprismo de Haya de la Torre, actuando en defensa de los indgenas de su pas y las clases sociales menos favorecidas. Apresado varias veces por sus ideas, finalmente es deportado a

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Viene de 6 Chile en 1934. Ciro Alegra se revel como novelista en el destierro, siendo para algunos estudiosos el que le dio forma definitiva a la novela peruana. En su libro ms elogiado, El mundo es ancho y ajeno, describe las luchas de una arquetpica comunidad indgena contra los tres poderes que quieren destruirla: la oligarqua terrateniente, el Ejrcito y el Gobierno al servicio de los intereses estadounidenses. El uso de las tcnicas narrativas modernas y el aliento heroico de la composicin, le permiten presentar un relato ro que arrastra materiales heterogneos para crear un mosaico tan variado y dramtico como la vida misma. Mara Isabel Granda Larco naci en septiembre de 1920, en una zona de minas de cobre ubicada en el departamento peruano de Apurmac. Comienza a cantar a los 12 aos, pero su despliegue como cantautora se inicia recin despus de su divorcio. El primer perodo es evocativo y pintoresco: Chabuca le canta a la Lima antigua seorial de fines del 1800, de grandes casonas francesas con inmensos portales y jardines de invierno. A esta etapa pertenecen Lima de Veras, La flor de la Canela, Fina Estampa, Gracia, Jos Antonio, entre otras. Granda rompe la estructura rtmica del vals, y sus melodas alternarn el nuevo lenguaje que propuso con el de los antiguos valses de saln. Su produccin revela as mismo una estrecha relacin entre la letra y la meloda, que va variando con una marcada tendencia hacia la poesa sinttica. Ms adelante, Chabuca quebrantar incluso las estructuras de la poesa convencional, y el ritmo de las canciones seguir los pasos de esa evasin de las rimas y las mtricas. A esta ltima etapa pertenece un ciclo de canciones dedicadas a la chilena Violeta Parra y a Javier Heraud (poeta peruano muerto en la revolucin de Velasco Alvarado). En sus ltimos aos, Chabuca Granda interpreta un repertorio ligado al renacimiento de la msica negra afro-peruana que, a pesar de haber estado presente a nivel popular, haba sido denostado por razones sociales y raciales. Manej con maestra negra el abanico de ritmos que enriquecieron la msica popular peruana. Su poesa tom la plasticidad de la acuarela, con un trazo

Prctica Biografa de Tadeo Isidoro Cruz1 [De: Jorge Luis Borges] I'm looking for the face I had Before the world was made. Yeats: The winding stair.

Biografa de Tadeo colores y Cruz sinttico, sugerente en Isidoro sensaciones

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seis de febrero de 1829, los montoneros que, hostigados ya por Lavalle, marchaban desde el Sur para incorporarse a las divisiones de Lpez, hicieron alto en una estancia cuyo nombre ignoraban, a tres o cuatro leguas del Pergamino; hacia el alba, uno de los hombres tuvo una pesadilla tenaz: en la penumbra del galpn, el confuso grito despert a la mujer que dorma con l. Nadie sabe lo que so, pues al otro da, a las cuatro, los montoneros fueron desbaratados por la caballera de Surez y la persecucin dur nueve leguas, hasta los pajonales ya lbregos, y el hombre pereci en una zanja, partido el crneo por un sable de las guerras del Per y del Brasil. La mujer se llamaba Isidora Cruz; el hijo que tuvo recibi el nombre de Tadeo Isidoro. Mi propsito no es repetir su historia. De los das y noches que la componen, slo me interesa una noche; del resto no referir sino lo indispensable para que esa noche se entienda. La aventura consta en un libro insigne; es decir, en un libro cuya materia puede ser todo para todos (1 Corintios 9:22), pues es capaz de casi inagotables repeticiones, versiones, perversiones. Quienes han comentado, y son muchos, la historia de Tadeo Isidoro, destacan el influjo de la llanura sobre su formacin, pero gauchos idnticos a l nacieron y murieron en las selvticas riberas del Paran y en las cuchillas orientales. Vivi, eso s, en un mundo de barbarie montona. Cuando, en 1874, muri de una viruela negra, no haba visto jams una montaa ni un pico de gas ni un molino. Tampoco una ciudad. En 1849, fue a Buenos Aires con una tropa del establecimiento de Francisco Xavier Acevedo; los troperos entraron en la ciudad para vaciar el cinto: Cruz, receloso, no sali de una fonda en el vecindario de los corrales. Pas ah muchos das, taciturno,

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durmiendo en la tierra, mateando, levantndose al alba y recogindose a la oracin. Comprendi (ms all de las palabras y aun del entendimiento) que nada tena que ver con l la ciudad. Uno de los peones, borracho, se burl de l. Cruz no le replic, pero en las noches del regreso, junto al fogn, el otro menudeaba las burlas, y entonces Cruz (que antes no haba demostrado rencor, ni siquiera disgusto) lo tendi de una pualada Prfugo, hubo de guarecerse en un fachinal: noches despus, el grito de un chaj le advirti que lo haba cercado la polica. Prob el cuchillo en una mata: poro que no le estorbaran en la de a pie, se quit las espuelas. Prefiri pelear a entregarse. Fue herido en el antebrazo, en el hombro, en la mano izquierda; malhiri a los ms bravos de la partida; cuando la sangre le corri entre los dedos, pele con ms coraje que nunca; hacia el alba, mareado por la prdida de sangre, lo desarmaron. El ejrcito, entonces, desempeaba una funcin penal; Cruz fue destinado a un fortn de la frontera Norte. Como soldado raso, particip en las guerras civiles; a veces combati por su provincia natal, a veces en contra. El veintitrs de enero de 1856, en las Lagunas de Cardoso, fue uno de los treinta cristianos que, al mando del sargento mayor Eusebio Laprida, pelearon contra doscientos indios. En esa accin recibi una herida de lanza. En su oscura y valerosa historia abundan los hiatos. Hacia 1868 lo sabemos de nuevo en el Pergamino: casado o amancebado, padre de un hijo, dueo de una fraccin de campo. En 1869 fue nombrado sargento de la polica rural. Haba corregido el pasado; en aquel tiempo debi de considerarse feliz, aunque profundamente no lo era. (Lo esperaba, secreta en el porvenir, una lcida noche fundamental: la noche en que por fin vio su propia cara, la noche que por fin oy su nombre. Bien entendida, esa noche agota su historia; mejor dicho, un instante de esa noche, un acto de esa noche, porque los actos son nuestro smbolo.) Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quin es. Cuntase que Alejandro de Macedonia vio reflejado su futuro de hierro en la fabulosa historia de Aquiles; Carlos XII de Suecia, en la de Alejandro. A Tadeo Isidoro Cruz, que no saba leer, ese conocimiento no le fue revelado en un libro; se vio a s mismo en un entrevero y un hombre. Los hechos ocurrieron as:

En los ltimos das del mes de junio de 1870, recibi la orden de apresar a un malevo, que deba dos muertes a la justicia. Era ste un desertor de las fuerzas que en la frontera Sur mandaba el coronel Benito Machado en una borrachera, haba asesinado a un moreno en un lupanar; en otra, a un vecino del partido de Rojas; el informe agregaba que proceda de la Laguna Colorada. En este lugar, haca cuarenta aos, habanse congregado los montoneros para la desventura que dio su carne a los pjaros y a los perros; de ah sali Manuel Mesa, que fue ejecutado en la plaza de la Victoria, mientras los tambores sonaban para que no se oyera su ira; de ah, el desconocido que engendr a Cruz y que pereci en una zanja, partido el crneo por un sable de las batallas del Per y del Brasil. Cruz haba olvidado el nombre del lugar; con leve pero inexplicable inquietud lo reconoci... El criminal, acosado por los soldados, urdi a caballo un largo laberinto de idas y de venidas; stos, sin embargo lo acorralaron la noche del doce de julio. Se haba guarecido en un pajonal. La tiniebla era casi indescifrable; Cruz y os suyos, cautelosos y a pie, avanzaron hacia las matas en cuya hondura trmula acechaba o dorma el hombre secreto. Grit un chaj; Tadeo Isidoro Cruz tuvo la impresin de haber vivido ya ese momento. El criminal sali de la guarida para pelearlos. Cruz lo entrevi, terrible; la crecida melena y la barba gris parecan comerle la cara. Un motivo notorio me veda referir la pelea. Bsteme recordar que el desertor malhiri o mat a varios de los hombres de Cruz. Este, mientras combata en la oscuridad (mientras su cuerpo combata en la oscuridad), empez a comprender. Comprendi que un destino no es mejor que otro, pero que todo hombre debe acatar el que lleva adentro. Comprendi que las jinetas y el uniforme ya lo estorbaban. Comprendi su ntimo destino de lobo, no de perro gregario; comprendi que el otro era l. Amaneca en la desaforada llanura; Cruz arroj por tierra el quepis, grit que no iba a consentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contra los soldados junto al desertor Martn Fierro

[En El Aleph | Emec, 1969]

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Qu es esto? TawantisuyoToda cosa que vemos, debemos verla siempre por vez primera, porque en realidad es la primera vez que la vemos Alberto Caeiro (Heternimo)

TawantisuyoTradicionalmente cuando se habla de la civilizacin desarrollada en los Andes a partir del ao 1100 DC. se dice la cultura, civilizacin, Imperio, Estado, arquitectura, etc. "Inca"; es muy probable que ste no sea el trmino ms correcto para denominarla, ya que como se conoce en poca prehispnica "Inca" fue una persona: el Rey, Emperador, Jefe Supremo o Jefe de Estado. Es decir, haba slo un "Sapan Inca" que ocupaba la cspide de la estratificacin social piramidal; seguido por los nobles u "orejones" (denominados as por los conquistadores, a raz de su deformacin lobular debido al uso de pendientes y adornos pesados, que usaban para diferenciarse de los dems). Seguan los "runa" -el pueblo en generaldespus estaban los "mitimaes de castigo" o gente

desplazada de sus lugares de origen, y al final los "Yanaconas" que se dedicaban a tareas de servicio domstico. La lengua oficial en todo su territorio era el "Runa Simi" -que en espaol significara "idioma del hombre"- lengua que tambin es conocida como "Quechua" o "Quichua" en algunos sectores andinos, formas espaolizadas del original "Qheswa". Muchos estudiosos contemporneos para referirse a esta civilizacin utilizan el sustantivo "Quechua", por lo que de ahora en ms utilizaremos indistintamente ambos sustantivos -Incas y Quechuas-. El territorio ocupado por ellos, su patria o nacin era el Tawantisuyo, nombre compuesto que proviene de dos voces quechuas, tawa: cuatro y suyo: nacin o estado; de tal manera que Tawantinsuyo, en el sentido idiomtico Quechua, es un todo que tiene

Mapamundi del reino de las Indias/ un reino llamado Antisuyo hacia el derecho Condesuyo . hacia el Mar del Sur llal ()[incompleto] / Otro reino llamado Collasuyo, sale el sol/ otro reino llamado Caysuyo, poniente del sol [datos del recuadro]

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cuatro naciones.

La distribucin y planificacin espacial entre los quechuas estaban basadas en algunos aspectos elementales de su vida cotidiana, tuvieron siempre en cuenta las relaciones de dualidad, triparticin o cuatriparticin. El Tawantisuyo estaba dividido en cuatro "suyos" cuyo ngulo central estaba en la ciudad del Qosqo, su capital. Qosqo es aparentemente un arcasmo que de acuerdo a los cronistas significaba "ombligo" o "centro" del mundo, en este caso vendra a ser el centro u ombligo del Tawantisuyo. A partir del ngulo sur oriental de la plaza principal de la ciudad partan tambin cuatro caminos hacia los cuatro "suyos" o naciones cuyos nombres an se utilizan en diversos sectores del Andes. Hacia el noroeste de la Capital se encontraba el "Chinchaysuyo" extendindose an hasta el ro Ancashmayo en Pasto -actual Colombia- a 4 de latitud norte; hacia el sur-oeste estaba el "Contisuyo" ocupando parte de la costa peruana y llegando hasta el ro Maule al sur de Chile a 36 de latitud sur. Hacia el sur-este se encontraba el "Collasuyo" ocupando todo lo que hoy es Bolivia y extendindose an hasta Tucumn, en la actual Argentina; hacia el noreste en los valles subtropicales y hasta el inicio de la selva amaznica baja se encontraba el "Antisuyo". En suma, lo que conocemos como el territorio de los Incas se extendi sobre un rea de ms de 3.000.000 Km2 (ms del doble del territorio peruano actual) y cubri unos 5.000 Km. de costas en el Ocano Pacfico. El xito del Tawantisuyo se debi en gran parte al orden, un orden social, econmico y jurdico

acorde a la realidad del momento; los quechuas fueron un pueblo altamente organizado y cada aspecto de su vida cotidiana estaba enmarcado en el respeto y seguimiento obediente de leyes permanentes e inalterables. La tradicin ha institucionalizado tres leyes bsicas atribuidas al Tawantisuyo que sintetizaran su orden; Ama Sua, Ama Llulla, Ama Kella (no seas ladrn, mentiroso ni perezoso); aunque se aduce que estos son preceptos creados en poca colonial para conseguir completa sumisin de la raza autctona. Es obvio que en aquel tiempo prehispnico el ordenamiento legal tenda a lograr cierta homogeneidad en los pueblos, para alcanzar un estandar de vida alto para la poca, tal como suceda con los Quechuas. Otras medidas contribuyeron a la equitatividad: Se instituy el uso del "Runa Simi" como lengua oficial tawantinsuyana. Se estableci un sistema de divisin de tierras con partes destinadas al Sol, al Inca y al Estado, para garantizar su sistema de seguridad social y as socorrer al anciano, al hurfano, a la viuda o al cado en desgracia. La mayor porcin de tierras fue destinada para la poblacin comn y corriente, donde cada varn que naca tena derecho a un "topo" de tierra cultivable y cada mujer a medio "topo" [topo o tupu: medida itinerante basada en el paso humano, equivalente a 2700 m2 0.27 H]; las tierras eran propiedad del estado y no podan ser heredadas. A la muerte de una persona su porcin de tierra era tomada por otra recin nacida. Se estableci un sedentarismo planificado para toda la poblacin, tratando de buscar el equilibrio tierra-hombre con los "mitimaes" que fueron gentes o tribus desplazadas de su lugar de origen. Sin lugar a dudas, la sociedad desarrollada, vivida y practicada por los quechuas fue particular, nica, y no tiene equivalente en las sociedades tradicionales europeas. Su modo de produccin es tambin sui-gneris y debe ser considerado como tal. Es inaudito argumentar que el Tawantisuyo fue una sociedad de la "edad de bronce" slo tomando en cuenta que fue el bronce el metal ms duro que alcanzarona desarrollar, sin considerar su madurez en planificacin, organizacin social, agricultura, arquitectura, ingeniera, etc., que aventaj a muchas de las sociedades coetneas del viejo mundo. El Tawantisuyo se caracteriz por su

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gobierno monrquico y absoluto que desarroll patrones paternalistas con relacin a su pueblo; pueblo protegido y sin muchas falencias que en contraparte se consagraba al trabajo y obediencia de la ley. Un sistema en donde no exista la propiedad privada, pero tampoco el hambre, haciendo en conjunto una sociedad no perfecta pero s muy equilibrada; consecuentemente, los estudiosos modernos como Jos Tamayo tipifican al Tawantinsuyo como una sociedad enmarcada dentro de la "Teora de la reciprocidad y la redistribucin, y control vertical de pisos ecolgicos en la Sierra y Costa del Sur peruano".

Sabas?

Que durante ms de 5000 aos, la civilizacin Andina desarroll un equilibrio socio-cultural, sustentado en la comunidad y respeto natural y social, transmitiendo su sabidura "escrita" en el simbolismo de sus objetos culturales... ? Que sus sociedades agrcolas aprendieron a domesticar a la naturaleza sin depredarla, desarrollando el cultivo de plantas alimenticias y medicinales, la crianza de animales y la ingeniera de terrenos en los diversos ecosistemas que integraron, aportando a la Historia de la Humanidad la ms amplia gama de productos naturales que haya desarrollado una cultura... ? Que los Amautas o Maestros constituyeron una Escuela Milenaria, conocida como la Capaccuna, constituida por 108 incas o guas, que ubicaron sus principales centros

ceremoniales [tales como: Udirna, Vitcos, Macchupicchu, Ollantaytampu, Qosqso, Raqchi, Pucara, Amantan, Copacabana, Tiawanaco, Oruro, entre muchos otros] sobre un alineamiento geodsico exacto, segn proporciones y orientaciones geomtricas y astronmicas rituales, que las crnicas denominan la Ruta de Wiracocha...? Que vivi un Maestro Andino, que gui a la sociedad a su equilibrio, al igual que Cristo, Krishna, Buda o Mahoma, llamado Tunapa Wiracocha, cuya imagen sagrada qued grabada en piedra, expresando en su cdigo las leyes del orden y la armona universal... ? Que los antiguos sabio andinos resolvieron la cuadratura de la circunferencia y otras leyes geomtricas inspiradas en la concepcin cosmolgica de Wiracocha, el Gran Ordenador universal, y lo aplicaron ritualsticamente a sus diseos? Que los milenarios astrnomos andinos conocan el movimiento de presesin de la Tierra y marcaban los solsticios, equinoccios, y fechas agrcolas mediante calendarios de sombras en su arquitectura y en su geografa? Que en su cosmografa dibujaron constelaciones que marcaban los acontecimientos y ciclos de la vida natural, que simbolizaron en su mitologa...?

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[Fundada el 15 de septiembre de 2002] Revista de literatura y cultura de la palabra

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Editora/redactora: Cintia Vanesa Das (SoLCiTo) / Diseo de logo: Demian Adrox P/Zen.soluciones Colaboraciones y sugerencias:: [email protected] | En Web http://maneras.turemanso.com.ar Para suscribirse o cancelar la suscripcin contctese a [email protected] *Como homenaje a Fernando Pessoa (en su heternimo Bernardo Soares) ** El espritu es quien mueve la materia Mens agitat molem