maltrato infantil mortalidad infantil sin razón

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MORTANDAD INFANTIL SIN RAZON Geoffrey Cowley Para experimentar la infancia como la mayor parte la conocía hace un siglo no hace falta alejarse de ciudades del mundo desarrollado. Apenas a 1100 kilómetros de Miami, en el desolado Haití, la obesidad, las alergias alimentarias y el trastorno de déficit de la atención son algo desconocido. Allí, un niño saludable es el que logra no morir de tétanos o tuberculosis, alguien como Noula, por ejemplo, de 14 años. Cuando su familia lo llevó hace dos años a la clínica del doctor Paul Farmer, en la aldea de Cange, tenía temperatura muy alta y un gran absceso en la espalda. El equipo de Farmer lo salvó al someterlo a tratamiento para tuberculosis y otras infecciones que le devoraban la columna. Pero no lograron devolver movilidad a sus piernas y sabían que el niño no sobreviviría en su región montañosa sin ellas. Noula vive hoy en la clínica, se desplaza en silla de ruedas, motiva a los niños moribundos a resistir y parece sentirse el más feliz de los mortales. Lo conocí en Marzo cuando acababan de regalarle una silla nueva. Su sonrisa habría bastado para iluminar un edificio entero. En cierto sentido, Noula es afortunado. Son muchos los niños que como él, mueren en Haití, así como también en Angola, Afganistán, Bolivia y decenas de otros países pobres. Casi once millones de niños mueren anualmente en el mundo antes de cumplir 5 años. No mueren porque la ciencia desconozca los tratamientos. La mayor parte muere por falta de agua limpia, alimentación adecuada y cuidados médicos básicos, como parteras calificadas, vacunas de 50 centavos de dólar o antibióticos que se producen hace 80 años. La suerte de los niños ha mejorado mucho . La tasa de mortalidad de niños menores de 5 años disminuyó un 30% desde 1980. Algunos países (Cuba, Brasil, Bangladesh) avanzaron aún más. Iniciativas audaces de Bill Gates y otros filántropos, contribuyeron a crear un nuevo sentido de urgencia y posibilidad, pero aún existen grandes disparidades. La tasa de mortalidad de los niños que nacen en el sur de Asia y África subsahariana sigue siendo 20 o 30 veces más alta que la de niños del mundo industrializado. El 90% de las muertes infantiles del mundo –unos 9,7 millones al año- tiene lugar ahora en países en desarrollo y el 99% de las víctimas es pobre. ¿Qué los mata exactamente? Complicaciones de parto e infecciones neonatales son algunas de las principales causas, ya

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Page 1: Maltrato infantil mortalidad infantil sin razón

MORTANDAD INFANTIL SIN RAZONGeoffrey Cowley

Para experimentar la infancia como la mayor parte la conocía hace un siglo no hace falta alejarse de ciudades del mundo desarrollado. Apenas a 1100 kilómetros de Miami, en el desolado Haití, la obesidad, las alergias alimentarias y el trastorno de déficit de la atención son algo desconocido. Allí, un niño saludable es el que logra no morir de tétanos o tuberculosis, alguien como Noula, por ejemplo, de 14 años. Cuando su familia lo llevó hace dos años a la clínica del doctor Paul Farmer, en la aldea de Cange, tenía temperatura muy alta y un gran absceso en la espalda. El equipo de Farmer lo salvó al someterlo a tratamiento para tuberculosis y otras infecciones que le devoraban la columna. Pero no lograron devolver movilidad a sus piernas y sabían que el niño no sobreviviría en su región montañosa sin ellas. Noula vive hoy en la clínica, se desplaza en silla de ruedas, motiva a los niños moribundos a resistir y parece sentirse el más feliz de los mortales. Lo conocí en Marzo cuando acababan de regalarle una silla nueva. Su sonrisa habría bastado para iluminar un edificio entero.

En cierto sentido, Noula es afortunado. Son muchos los niños que como él, mueren en Haití, así como también en Angola, Afganistán, Bolivia y decenas de otros países pobres. Casi once millones de niños mueren anualmente en el mundo antes de cumplir 5 años. No mueren porque la ciencia desconozca los tratamientos. La mayor parte muere por falta de agua limpia, alimentación adecuada y cuidados médicos básicos, como parteras calificadas, vacunas de 50 centavos de dólar o antibióticos que se producen hace 80 años.

La suerte de los niños ha mejorado mucho. La tasa de mortalidad de niños menores de 5 años disminuyó un 30% desde 1980. Algunos países (Cuba, Brasil, Bangladesh) avanzaron aún más. Iniciativas audaces de Bill Gates y otros filántropos, contribuyeron a crear un nuevo sentido de urgencia y posibilidad, pero aún existen grandes disparidades. La tasa de mortalidad de los niños que nacen en el sur de Asia y África subsahariana sigue siendo 20 o 30 veces más alta que la de niños del mundo industrializado. El 90% de las muertes infantiles del mundo –unos 9,7 millones al año- tiene lugar ahora en países en desarrollo y el 99% de las víctimas es pobre.

¿Qué los mata exactamente? Complicaciones de parto e infecciones neonatales son algunas de las principales causas, ya que entre ambas provocan la muerte de 3,2 millones por año en los 42 países más afectados. Diarreas y neumonías dejan un saldo adicional de 2,1 millones de muertos cada una. Les siguen malaria, sida y sarampión. Pero ninguna de esas enfermedades es caprichosa. En cierto sentido, todas son síntomas de pobreza. Los niños pobres, vivan donde vivan, corren más riesgos sanitarios: mayor hacinamiento, más alimañas, más agua contaminada y una dieta no adecuada, y todo esto los hace más vulnerables. El doctor Robert Black, de la universidad John Hopkins, dice:”Más de la mitad de las muertes infantiles pueden atribuirse a desnutrición. Lo que finalmente mata a un niño puede ser neumonía, pero si estuvo bien alimentado, nunca la habría contraído”. El golpe de gracia es la falta de servicios de salud adecuados. Una vez enfermos, no reciben tratamiento.

Esta dinámica se desarrolla permanentemente en el centro de Haití. Farmer abrió su clínica ahí a mediados de los 80, mientras estudiaba medicina y antropología en Harvard. Sus pacientes eran campesinos sin tierra, que habían sido expulsados de sus granjas hacia las colinas como consecuencia de un proyecto de represa con respaldo estadounidense. Partners in Health, organización humanitaria que fundó con Harvard en 1987, opera ahora en siete países. Farmer recorre el predio al amanecer y se ve rodeado de gente que caminó días enteros para llegar y acampa en la calle.

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“Pálpeme el estómago”, le piden. “¿Puede curarme las manos?”. “Por favor examine a mi bebé”.

El cuerpo médico trabaja 16 horas diarias para no rechazar pacientes. En la región que cubre Partners in Health, la mortalidad infantil está ahora en la tercera parte de la tasa nacional haitiana. Las intervenciones que marcan la diferencia suelen ser muy simples: partos estériles, antibióticos para la fiebre tifoidea, leche, zinc y vitamina A para la desnutrición. Los analistas estiman que éstas y otras medidas básicas podrían salvar seis millones de niños por año y todo por el precio de unos pocos portaaviones. Lamentablemente la brecha entre posibilidad y realidad se hace cada vez mayor. Según Davinson Gwatkin, asesor de salud del Banco Mundial, “cuanto mayor es la necesidad que se tiene de atención médica, menos probable es que se la reciba”.

Aproximadamente un 46% de los niños de los países más necesitados nacen sin presencia de personal calificado, menos de la mitad tienen acceso al agua potable y sólo el 5% de los que más riesgo corren de contraer malaria, pueden dormir con la protección de mosquiteros con insecticidas. Las tasas de vacunación disminuyen en el Africa subsahariana. Según UNICEF, en esa región la proporción de niños inmunizados contra sarampión se redujo del 62% en 1990, al 50% en 1999. El motivo fue el cambio de prioridades del gobierno.

La voluntad política es el elemento clave. A pesar de todo lo que se habla de no abandonar a los niños, Estados Unidos no dedica a ayuda humanitaria en el extranjero sino la décima parte del 1% de su PIB. Como destacó hace poco The Lancet, la asistencia que Estados Unidos brinda a supervivencia infantil se redujo en los últimos años. Incluso en países de la OCSDE, 47 millones de niños viven en la pobreza. En Estados Unidos, 12 millones de niños son pobres, 9.2 millones carecen de servicio médico y las leyes impiden que niños inmigrantes gocen del sistema de salud hasta que hayan cumplido cinco años en el país. “Hicimos una farsa de nuestro discurso, porque termina por no significar mucho en términos de dólares y servicios reales”, señala Irwin Redlener, presidente del Fondo para la Salud Infantil y decano de Salud Pública de la Universidad de Columbia.

Dolares y servicios son importantes, pero como muchos médicos que atienden a los pobres, Farmer sueña con algo más importante. El gran desafío no es sólo controlar los síntomas de la pobreza, dice, sino cambiar las condiciones sociales que la perpetúan. Sus esfuerzos podrán inspirar admiración pero, y él es el primero en admitirlo, no son más que recursos momentáneos.