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La sonrisa de MadridEl Olivar de Atocha I

Salvador Maldonado

Plaza & Jans Editores, S. A.

Portada de ROSA BIADIU

Primera edicin: Mayo 1988

1988, Lola Salvador Maldonado Editado por Plaza & Jans Editores, S. A. Virgen de Guadalupe, 21-33. Esplugues de Llobregat (Barcelona)

Printed in Spain Impreso en Espaa ISBN: 84-01-38128-2 Depsito legal: B. 19076 - 1988 Impreso en T. G. Soler, S. A. Luis Millet, 69 Esplugues de Llobregat (Barcelona)

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Para Alfredo. Y a Lola, que quiso pertenecer a algo, aunque fuera una familia, y tambin se la tuvo que inventar.

A m me lo contaron as: que no hacan ruido alguno sus pisadas sobre la tierra, que caa fuego del cielo, aquel agosto de 1898, que no llegaban a concretarse las sombras (De una carta de Rosita Maldonado a Ramn Salarregui, fechada en Barcelona el 22 de setiembre de 1938.)

PRIMERA PARTE

IDe cmo lleg Antonio a Madrid. Un relato del camino. 1898. Benditas montaas! El cuaderno de un Maldonado. La cerradura. Los gatos del solar. Silbidos de locomotoras como canto de sirenas.

Caa fuego del cielo aquel agosto de 1898, no llegaban a concretarse las sombras, tan a plomo caa el sol y silenciosas eran sus pisadas sobre la tierra. Llevaba ya caminados diecisiete das, abierta, lisa y trrida se presentaba Castilla, y an permanecan en la memoria de su retina las osadas cumbres que el llorado maestro, aquel de reducida pero exquisita biblioteca que le ense a leer y a dibujar, llamaba entre exclamaciones benditas montaas, a las que haba ido a despedir nuestro viajero y desde cuyos agrestes picos haba emprendido su itinerario. Dos semanas y tres das, recordando a Boabdil, dejando atrs Mecina Bombaron, Pampaneira y el Mulhacn, desde la crestera del Cerrajn cuyos contornos haba dibujado Antonio por centsima vez, en las Alpujarras de la amarga adelfa, hasta la aridez de la Villa y Corte de Madrid cuyas grandezas y miserias tan perfectamente imaginaba por los comentarios prolijos que de la capital le haba hecho Andrs, el que era su mejor amigo y del cual, das pasados, haba recibido carta con perentoria peticin de ayuda y compaa. Encerradas en su cuadernillo de apuntes, entre reflexiones diarias, por estricto orden, guardaba las imgenes, dibujadas a lpiz, del municipio que bautizara a tantos Maldonados como l, desde la poca remota en que aquellos gallegos haban sido obligados a abandonar sus melanclicas y hmedas campias del Norte para ocupar y labrar tierra de moriscos. Veanse en los primeros pliegos que l, delicadamente, haba cosido y ensamblado el pueblito de Murtas que lo quiso nacer haca un cuarto de siglo, las casitas cobijadas bajo la que pareca, entre los riscos alpujarreos, la iglesia ms grande e imponente del mundo; luego, cortijos y caseros, adorando desde

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la falda del monte los misterios encerrados en lo alto, y perpetuadas quedaban, ms adelante, recuas interminables bajando por el camino de chumberas, cargados los pollinos con los garrafones del dulce aguardiente que abasteca a toda la provincia de Granada. Porque era rica Murtas, el mayor centro de poblacin del juzgado de Ugjar, entre aquellos ochenta pueblos de Sierra Nevada y su nombre era conocido, no slo por ser uno de los ms altos de Espaa, amn de los ms musicales, sino por la bondad de sus vias, la calidad de sus aguas y la profusin de sus almendros. Y ms de una vez, agobiado por los trajines y quehaceres de la Fbrica de Jabones Maldonado, situada en la plaza de la vecina villa almeriense de Berja, donde haba trasladado su familia la esperanza de una ms posible y holgada supervivencia, muerto el padre y llevndose con l las llaves de la despensa, se haba lamentado Antonio de haber perdido el vrtigo de las sierras, aorando el cielo limpio y rutilante que fuera el techo de su infancia, aquel cielo azul ail. Diecisiete apretadas jornadas llevaba hechas a golpe de alpargata, siguiendo la escrupulosa ruta, guindose por las vas del ferrocarril o por caminos elegidos entre opiniones varias, contrastadas con lgica obsesiva. Antonio Maldonado Linares, hijo de Gregorio y Clara, natural de Murtas, Granada, 25 aos, soltero, de oficio ebanista. As rezaba la cdula que hasta el momento ninguna autoridad le haba conminado a presentar; bien es cierto que a lo largo de su viaje haba procurado apartarse de los lugares que prometan humana compaa, y no a causa de capricho morrioso, sino porque haba proyectado y concebido utilizar el camino como aventura asctica y peregrinaje de meditacin sobre su incierto futuro. A m me lo contaron as. Atardeca. Los Madriles estaban ya cerca y en Perales del Ro, en un recodo del Manzanares, Antonio Maldonado juzg conveniente refrescarse los pies. En la otra margen del ocenico caudal que cualquier broma es buena para referirse al ro ms burlado de la esquilmada nacin, provistas de artesa, tabla, jabn y pala, lavaban unas mujeres, doblado el espinazo entre los cardos y las hierbas sedientas. Imit el quehacer Antonio, remojando su camisa de tirilla y colocndola, para secar, sobre matojos. Seguidamente, se chapuz el torso esbelto y delgado y se refresc tanto el lacio cabello negro como la polvorienta barba oscura que contrastaba con sus ojos cegadoramente azules, cuidadosamente, procurando no ingerir gota de agua, ya que era el granadino escrupuloso en extremo y haban sido contar y no parar las maldades que le haban referido de la ponzoa que arrastraba aquella escurridiza corriente. As, relajado y con los pies en el agua, sac, de la alforja que llevaba por 9

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toda impedimenta, su cuaderno de dibujo y buscando la hoja adecuada anot, cual viajero romntico: ste es el Manzanares del que me hablaba Andrs. Unas mujeres lavan en el ro. He cruzado el Cerro de la Bendita. Paisaje de yesca. Al fondo terraplenes y desmontes y como lapas, se agarran a la tierra, covachas de miseria. Hay mal olor, debido seguramente a la basura de la trapera que rodea el ncleo de viviendas. Y dada fe de lo descrito, con gil pulso, comenz a dibujar a las mujeres que enfrente tena, hasta que dos chiquillos se le pusieron a la espalda, espindole a prudente distancia. Anda Si es madre! deca uno, mrala, madre Qui Qu ha de ser? Si no se le parece. No ves que no? La que est retorciendo Y sas son mis camisas, aunque no se vean los palominos rea insistiendo el primero, grosero. Chist Djale que siga. Mira, mira sa que pinta ahora: es la Paula Qu ha de ser tu madre la otra? Es la Encarna. Siguieron as porfiando hasta que intervino Antonio, volvindose hacia ellos. sta? Sealaba Antonio el dibujo y afirmaba el hijo de su madre, sorbindose los mocos, aguantando los empellones de su amigo, adusto y de fiero ceo, que le invitaba a salir corriendo. S, sa, sa es mi madre. Bah negaba el Judas, cerril. Iban los muchachos medio desnudos, con las perneras rotas, mostrando todo tipo y geometras de costras y rasguos. Tena, el de los mocos, una vieja cerradura entre las manos y jugueteaba con ella. Eso que llevas ah, qu es? le pregunt Antonio. Una cerradura vieja, seor. Es ma. Me la he encontrado entre unos escombros. Me dejas ver? Es muy bonita y muy antigua. Tome dijo el muchacho. Yo no la quiero. Est mohna. Se la regalo. Querrs decir mohosa. Dichoso Antonio por poderle corregir. Eso tiene arreglo. Le das un poco de aceite, la limpias bien y te quedar como nueva. Devolvi Antonio la cerradura, entristeciendo al muchacho y se hizo el silencio hasta que reaccion el golfillo. Por qu no se la queda? No le he pedido nada por ella. Yo siempre me ando encontrando cosas. Tienes suerte! Y ya que te encuentras cosas, sabes dnde se encuentra Madrid? Queda lejos? Rieron los dos muchachos entre codazos. Qui, qui intentaba aclarar el ceudo. Mi padre va y viene todos los das. Dos horas tarda. Tome usted la 10

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cerradura, seor, de verdad. Le servir a tu padre, seguro. Y segua abocetando Antonio: Tu madre es muy guapa. Te gusta el dibujo? Asenta el chico, queriendo cimentar las amistades. Y a ti? pregunt al otro. Bah! As que arranc Antonio con sumo cuidado la hoja y se la alarg al de la cerradura. Toma. No se atreva el chaval a coger el obsequio y an dudaba, receloso. Qu ms lleva usted pintado ah? Cosas de mi pueblo y de los sitios por los que he pasado. Mira. Unos capiteles Y aqu un detalle de un mueble que vi, muy original y aqu Pero cierra la boca, muchacho, que te vas a tragar una mosca! Gracias, seor dijo el asombrado, quedndose el dibujo con una mano y tirndole a los pies la cerradura con la otra. Ahora s que me la tiene usted que aceptar, que ya me encontrar yo otra y se la dar a mi padre. Y enarbolando el dibujo sali corriendo el chico, seguido del de los bahs y los quis, para ensearle a su madre el retrato. Mientras los segua Antonio con la mirada, tom la cerradura y comenz a accionarla, forzando con delicadeza su mecanismo, hasta que qued el herraje en posicin abierta, hospitalaria y vinieron a su mente otros suspiros de moro, los versculos de Shushtari: Tuve un amante. Le dije: Encontrars en m lo que quieras y ms. Tomndome en sus redes, me arranc los vestidos; me peg, poseyndome entre mi carne y mi sangre, llegndome hasta mi secreto rincn cerrado. Arrastrndome de las orejas, me dijo mi amante: Ahora, por tu propio bien, debes abrir esa cerradura. La abr, me posey y despus le pose yo a l. Recorr y visit todo su ser. Y ahora soy como una tortuga en el camino, sin rival, ni compaa. Viaje, cerradura, entrega, redes, orejas. Orejas, las del chico, pens Antonio y jugando con aquellas asociaciones a las que era tan dado, quedse prendido en las musaraas unos momentos ms, hasta que, viendo el declinar del sol, emprendi de nuevo el camino. Las lavanderas y los chiquillos le vieron partir, la camisa acartonada de tan seca, bien atacados los botones sobre el pecho; los pantalones arremangados; pauelo de hierbas anudado por las cuatro puntas sobre la cabeza, bajo el anacronismo de un airoso sombrero de paja de ala corta que se encajaba sobre la frente elegante y despejada; colgadas del cuello un par de alpargatas de esparto, idnticas a las que le calzaban, y a la espalda la reducida alforja de tela alfombrada. Iba as desapareciendo Antonio Maldonado, con paso tenaz, elstico, acompandose de lo que pareca un rtmico comps que llevaba con las manos y que no era ms que su gesto habitual de relajacin, un estirar los que l saba 11

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eran dedos de artista. Aquellos que observaban su figura desde lejos no podan percibir, sin embargo, el perfume que lo envolva y que lo haba acompaado como un embrujo durante el viaje: el aroma del dulzor empalagoso de las uvas pasas mezclado con el que se desprenda de la tierna y delgada corteza leosa de las almendras que, habiendo sido debidamente racionadas, an haban de dar para alimentarle en su primera noche en Madrid. As, as nos lo contaban. Haba llegado Antonio a los desmontes suburbiales de la ciudad ya cerrada la noche y tuvo que apretar el paso entre las vas estrechas que se cruzaban en la Estacin de las Pulgas para desembocar en la del Medioda y consultar varias veces el plano y las anotaciones que sobre Madrid le haba hecho Andrs, hasta reconocer la pequea casa que se asentaba en un descampado, oculta por edificios en sombras entre los que reconoci Antonio la Estacin y la Iglesia Baslica de Atocha a la que donaban sus galas nupciales las reinas espaolas. Aquella arbitraria, larga y tozuda caminata, fue mil veces narrada por Antonio a sus descendientes y aqullos nos transmitieron con adornos el relato del camino, presentndolo como mtica odisea, envueltos en circunloquios rimbombantes los ms nimios e insignificantes detalles de la peripecia. As aadan unos que, a su llegada, cuando vio, bajo la luna, el solar pegado a la casa, ya supo, por un dilogo muy jugoso que mantuvo con unos gatos salvajes, que su destino estaba all esperndole; contando otros que an iba por la ronda de Vallecas, Madrid a lo lejos en la bruma gris, cuando empez a escuchar entre silbidos de locomotoras las notas de un piano reclamndole cual canto de sirenas. Lo cierto es que lleg, ech bajo la puerta de Andrs la carta que anunciaba su visita para el da siguiente, escuch unos instantes los acordes torpes de una meloda inconocible, ejecutada en piano desafinado y parti a continuacin en busca de casa de dormir.

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IIDespertar en el dormitorio econmico del Pacfico. La sonrisa de Madrid. Basilio pega la hebra. La carta de Andrs. El Olivar de Atocha no es igual de noche que de da.

Que nadie nos pregunte por qu fue a parar al mal llamado Dormitorio Econmico del Pacfico. Quiz lo eligi por ser el ms cercano entre los que le recomend la ronda o por su barata o quiz porque todos sus pasos como ya se viene apuntando estaban siendo guiados por el Destino; porque en verdad que era econmico, como bien reflejaban los precios expuestos en la tablilla de reglamentos que colgaba de una columna, y que le cuadraba lo de Pacfico porque era el nombre del barrio donde se encontraba, aunque por la calidad de sus clientes podra mejor haber llevado la gracia de guerrero; porque dormitorio, desde luego no era, que nadie aquella noche haba parecido reclinarse en Morfeo, tan incmodas eran las camas amontonadas en una sala nica de techo bajo y poca ventilacin, tan juntas, pegadas y enganchadas las unas a las otras que recordaban fichas revueltas de domin. An haba descansando dos o tres presuntos durmientes, cuando abri los ojos Antonio con la vaga idea de haber sido despertado por una sonrisa que le haba apaciguado la sangre y no sabiendo si la visin era producto del sueo o de la realidad la archiv para mejor momento, pasando, de un salto, a levantarse sin ruido. A los pies de su cama haba dejado la noche antes las ropas buenas que traa para la conquista de la ciudad y vistindose con ellas, enrollado ya el jergn, con las sbanas dobladas encima del mismo, se inclin para atarse los cordones de unos zapatos claros y, tras guardar en su alforja las ropas de viaje, ya era otro Antonio, uno ms pinturero, el que ahora se diriga de puntillas, tijeritas de peluquero en mano, por un pasadizo oscuro, hacia la zona de la entrada, algo ms luminosa, donde se encontraba un aseo con espejo velado. Junto al lavabo, cual cancerbero, sentado tras una mesa desvencijada, el

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encargado de la fonda, Basilio, de cuarenta aos, zumbn, custodiaba una jarra desportillada de agua. Cada litro, cinco cntimos, la toalla otros cinco espet Basilio, con soniquete de letana Tiene que entregar las sbanas. Las sbanas, medio real. Buenos das salud Antonio, corts. Nos d Dios, si quiere. Tiene que entregar las sbanas. Puedo dejar mis cosas aqu, verdad? pregunt Antonio, sealando unas taquillas. Cinco cntimos al da por taquilla. Quiere agua? Midi el agua Basilio cuatro pocitos escasos, un litro, mientras la derramaba en la palangana sin perder de vista ni el agua ni al husped que haba empezado a recortarse coquetamente la barba con gestos matemticos de tan precisos. Si va a dejar la mochila, trigala ya. No puede uno, ni debe, fiarse de nadie, pero menos de esos dormilones. Y traiga las sbanas. Abandon Antonio su barbera sin dejar de mirar l tampoco al prototipo del cuajo y dejando las tijeritas sobre el lavabo, hizo de nuevo el recorrido por el tnel de la mazmorra y, volviendo al dormitorio, sorte los catres, apartando disimuladamente la mirada de un husped que por las trazas de su uniforme raido anunciaba claramente ser un repatriado de Cuba y que estaba mirando, alucinado, al techo, como quien no reconoce el lugar; recogi las sbanas, ms su alforja, su chaqueta y su sombrero, que era el nico que haba descansado aquella noche en una percha y volvi a los reinos de Basilio para comprobar que sus tijeras haban desaparecido de donde las dejara. Lo ve? estaba diciendo Basilio, yo le poda haber quitado las tijeras. Y se hubiera quedado sin ellas. Eh? Se da cuenta? Las ocultaba tras la espalda y las hizo aparecer como un prestidigitador. Tmelas, tmelas No hay que andar por la vida tan confiado. Las sbanas dijo solemne Antonio, entregndoselas. Un trueque, a cambio de mis tijeras. La alforja no se la doy. Nunca haba visto sbanas tan bien dobladas, ni mochila ms rara. Para qu quiero yo una mochila? Eh? Para qu? sta que usted llama mochila la mostraba Antonio, orgulloso es una alforja alpujarrea, lo mejor para viajar No me har un pase de mago y me quedar sin ella, verdad? Bah! Era el hombre de la fonda personaje irritante y cazurro. Jugaba con unas llaves y unas monedas que tintineaban en su bolsillo mientras se balanceaba sobre las patas traseras de una silla de enea que gema dolorosamente. Aqu no corren peligro ni su mochila ni las tijeras. Dice usted que una alforja, eh? Pues como un nio de seguro en el vientre de su madre. Aqu hay mucha formalidad, aunque ste no es sitio para usted. Aqu no vienen ms que isidros que llegan del tren y ahora esos pobres desgraciados que vuelven de 14

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Cuba con una mano delante y otra detrs, qu vergenza es que los hombres nos tengamos que ver as, casi con el credo en la boca, por culpa de esos cerdos americanos. Usted ser de los del tren, no? Antonio estaba empezando a descubrir lo chunguero del hombre y se dispuso a embromarle. En el tren, en el tren, ms o menos. Y observaba la reaccin de su interlocutor por el espejo. Cmo que ms o menos? entraba al trapo Basilio. A m no me venga con acertijos a estas horas. Se viene en el tren o no se viene en el tren. Ms o menos! Yo soy castellano, de Benavente. A m las cosas claras. O se viene en el tren o no se viene en el tren. O es que ha venido usted en globo? He venido andando, pero siguiendo la va del tren, por eso le he dicho que ms o menos Vengo del Sur. No hace falta que lo jure. Yo noto los acentos a la legua. Y que no son exagerados ustedes! Andando, eh? Yo nunca exagero. Soy andaluz, pero nunca exagero Se puso muy serio Antonio. Vengo de Berja y andando. Sal con cuatro pares de alpargatas y slo he roto dos. No saba si crerselo Basilio. Ande ya! Habr usted tardado un ao El que exagera es usted. Diecisiete das. Bueno, desde Berja, porque primero pas por Murtas, pero eso no lo cuento. Yo tengo un conocido que es de Almera. Yo no soy de Almera, sino de Granada, de Murtas, en plena Alpujarra precisaba, manitico, Antonio. Murtas, en Granada y Berja en Almera estn muy cerca A m me da igual. Claro, hombre, claro sonrea Antonio. Natural! Si quiere, le doy razn de una fonda en Sol, que llevan unos medio primos mos de Zamora ofreci Basilio, admirando la pulcritud del husped. ste no es sitio para usted, aunque aqu, formalidad, la que quiera y chinches, habr usted visto que ni por el forro. Esto me pilla bien, gracias contest Antonio. En formalidad esta casa es la primera. Y no todos pueden decir lo mismo. Yo vivo con la Vicenta, con mi mujer, arriba. Cuando atiendo yo, formalidad, cuando atiende ella, formalidad. Su mujer? Le vino a Antonio el vago recuerdo de una sonrisa. Ella atiende por la tarde. No va a estar aqu por las maanas, con hombres levantndose. Los hombres ya sabe usted cmo somos, unos guarros, sin ofender. Arriba tenemos tres camas ms, por si nos manda el dueo alguien especial. Arriba, con todo, seis reales. Mi mujer quera dar hasta cenas, pero, bah!, luego no queda nada. Aqu al Olivar an no ha llegado la ciudad. Decan que Madrid iba a crecer por aqu, pues nada, por el Norte 15

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Tetun de las Victorias, eso s que s, si es lo que yo digo, el hombre propone y Dios dispone, o eso dicen. Claro le daba en todo la razn Antonio, terminando de acicalarse. Si va usted a algn sitio, que a algn sitio ir, digo yo, a la puerta de la estacin encontrar peseteros. Segua todos los gestos de Antonio, abanicndose ahora con un mugriento cartn. Lo ve? Le he pillado. No sabe usted lo que son los peseteros! Lo he adivinado por la cara que ha puesto. Ya deca yo que no deba usted conocer Madrid. Peseteros, coches de punto. Coches de un solo caballo que cobran a peseta la hora o la carrera. Es un robo. Hacen dinerales. Yo voy cerca. A la calle Fuenterraba. Eso est aqu, al lado, hombre! Desde las ventanas del piso de arriba se ve la Real Fbrica. A un tiro de piedra No va a coger usted un coche para eso! Ir andando. Solt la carcajada Basilio. Hombre, claro Cmo iba a ir usted? Andando! Menudas ocurrencias tengo, recomendarle un coche Usted en coche? Qui! Estaba Antonio terminando de sujetarse el cuello duro y sonrea con las bromas pesadas de Basilio. Ahora parece usted un seorito y cualquiera lo hubiera dicho anoche. Habla usted muy fino, muy bajito, o es que le pasa algo en la campanilla? Desconfiado, quera saberlo todo el de la fonda. Hablo bajo, s, es cosa de familia. Y adems hay gente durmiendo. Para que luego digan que los espaoles hablamos a gritos. Espaoles somos muchos precis Antonio, bajando an ms la voz clida y de acentos melodiosos en la que tena puesta ms de un gramo de vanidad. Y usted que lo diga. En Madrid, ms de cuatrocientas mil almas. Y la ciudad, hala, creciendo por el Norte. Es que no hay organizacin, no hay nada. La Baslica de Atocha, es esa torre a medio acabar que? S, aqu, reconstruir iglesias Eso que no falte! Pero hacer casas nuevas, abrir comercios, vida, eso no. Es que se lo digo yo, al Olivar de Atocha lo tienen olvidado. Bueno, alguna casa hay, de la estacin, de veraneo las llaman. Figrese, de veraneo! Eso Chamartn, pero aqu Aqu, se pueden frer huevos en los pies de las farolas! Pero cuando Madrid crezca Estaba sacando Antonio su leontina del chaleco e inmediatamente hizo lo propio Basilio y para demostrar que l tambin era hombre de reloj, se puso a darle cuerda, como quien mueve los ejes del mundo. Son bien pasadas las ocho y No amanecen! Maldita sea, y perdone dijo levantndose de pronto Basilio. Mucho quejarse de que aqu se duerme mal, pero no hay quien los despierte. Se dispona Antonio a pagarle. 16

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No llega a la peseta aclaraba Basilio. Las sbanas son lo ms caro, pero es que mi mujer Ella no rechista, pero estoy harto de que lave en el ro. Se pasa el da en los lavaderos. Maldito Manzanares! Dicen que el agua que lleva es fina y habr que crerselo, vamos! A los madrileos les sienta mal que los de fuera nos burlemos de su ro, pero eso no es ro ni es nada Un charco de lodos! Asenta Antonio o negaba, segn convena al discurso. No le parecer caro, verdad? Adems, los precios no los pongo yo. Slo cobro lo que dice el dueo. l es quien se lo lleva todo. El da menos pensado, bueno! Mientras hay vida hay esperanza, no? Pues el da menos pensado, me alquilo una puerta de calle y monto una platera, que de chico fui aprendiz de joyero. Se preocupaba realmente Basilio. Le parece caro? El precio me parece bien, caballero dijo Antonio, confiando que el otro parara el torrente. No me tiene usted que dar explicaciones. Caballero! se ofendi Basilio. Yo no tengo ni Din ni Don. Espere, no se vaya, que ahora vengo. A sos los espabilo yo. Se van a enterar! Infl el velludo pecho, a punto de estallarle la camiseta elstica, se unt una mano en el sobaco viril y as dispuesto desapareci Basilio hacia el dormitorio, dando palmas y voces: A ver, mis lirones! Los que se quejan de las noches toledanas, arriba! Quin dice que se descansa mal en mi fonda? Pues cualquiera lo dira, viendo tanto dormido a pierna suelta Con dificultad comprobaba Antonio los recovecos del afeitado en el azogue, cuando ella apareci de pronto, pegada a su rostro, reflejada en el espejo: era, la sonrisa de Madrid!, la sonrisa clara de una mujer que no pareca de este mundo; demacrada, joven, hermosa, muy delgada y transparente, una mujer que saba que no deba estar all sonrindole y que al tropezarse con su mirada hizo ademn de ocultamiento. Se volvi Antonio para saludarla, pero comprendiendo que no deba descubrir su presencia, acept con un gesto las disculpas mudas que la mujer haca, mientras escuchaban ambos las lejanas voces del marido: Venga, venga, que es de da y al que madruga Dios lo ayuda! Es que no qued claro? Dije que a las ocho arriba. A ver, usted, usted, vamos Si no les gusta mi fonda, con no volver Se emparejaban en el espejo las dos miradas azules, comparndose el idntico color, la de la mujer, fija en la del hombre, la de Antonio, prendida en la del hada que volva a sonrerle con gesto dulcsimo, antes de esfumarse, desapareciendo por donde haba venido, con sus escobas y sus cubos. De vuelta y sofocado Basilio, daba explicaciones al granadino para que quedase claro quin era l. Perdone, pero, es que sin orden ni concierto, no se puede. Mi mujer tiene que arreglar esto y luego no hay tiempo para nada. Usted se cree que llevar una fonda es fcil? Pues le digo a usted que no. Una vez instalado tras su mesa, rebufando, estaba dispuesto Basilio a seguir pegando la hebra Le 17

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digo a usted que no! Quera marcharse Antonio de una vez y ofreci de nuevo las monedas. Si quiere le pago ya lo de la taquilla. No, luego Esta noche, cuando recoja la mochila, y no se preocupe. Con ademanes misteriosos abri Basilio el cajn de la mesa y sopes, valorndolo, un pistoln de regular tamao. Su mochila o su alforja aqu est segura. Yo no me ando con chiquitas Un da, a uno que se sobrepas con mi mujer, por poco le vuelo la tapa de los sesos. Aqu, en el Olivar, con tanto descampado, los que tenemos establecimiento abierto podemos conseguir licencia de armas en un santiamn. Pero no llevar usted cosas de mucho valor, porque si es as, me subo la mochila a la vivienda. No, no sonri Antonio, de valor slo llevo una cerradura vieja. Vaya volvi a sorprenderse Basilio. Una cerradura! Qu cosas tiene usted Cuando tenga mi casa en Madrid le pondr esa cerradura. Vaya, vaya! Conque una cerradura! Le miraba Basilio arrugando el morro, juzgndole loco. Tome, la llave de la taquilla. Llvesela usted y recuerde que si vuelve esta noche a dormir Antes de las once. Yo s s leer. Ya, ya, ya se le ve S, se ve que es usted un seorito, un estudiante o un escribiente, no s, con esas manos Pues trabajo con ellas. Soy ebanista. Basilio no las tena todas consigo y le buscaba las vueltas, probndole, intentando retenerle. Pues yo con esta silla el da menos pensado me rompo la crisma. Ya me he dado cuenta, pero si usted me da permiso, luego, a la noche, se la arreglo. Hombre, se lo agradezco. Me paso tantas horas sentado que a veces me duele la espalda y hay que cambiar de postura. ste es un oficio ms duro de lo que parece; aqu todo el da vigilando, dando nmeros o bonos para la noche, eso s, si pagan antes. Ver, si usted me arregla luego la silla, yo no le cobro una noche o si no quiere volver a quedarse a dormir, le pago algo, medio real Como las sbanas. Eso es. Como las sbanas. Es usted muy avispado. Hay gente con la que da gusto hablar. Mire, aunque no me arregle la silla, si luego se queda a dormir, le pongo estas mismas sbanas y no le cobro. As mi mujer se ahorra un lavado, porque aunque no se lo crea nadie, aqu lavamos las sbanas despus de cada puesta. Mi mujer es muy escrupulosa. Adems, si quiere, esta noche puede dormir arriba. Qu le parece? Me parece estupendamente. Se lo qued mirando Basilio, calibrndole de punta a cabo y dictamin finalmente, con el dedo en alto: 18

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Usted es un sujeto original, se lo digo yo. Y el Basilio no se equivoca. Alarg su mano Antonio, satisfecho de haber impresionado al hombre. Antonio, Antonio Maldonado. Encantado! Basilio, Basilio Garca, para servirle a usted y a quien usted guste mandar. Copiando la frmula, aadi: Encantado! Querido amigo Antonio. Querido Hermano, dir mejor! Qu tilos estn y qu presentes en mi recuerdo los das del ao anterior que en compaa pasamos juntos! Yo preparaba aquellos artculos sobre el poeta Shushtari que no llegarn a publicarse, te dir, y eso que el ttulo haba sido aprobado y alabado por ese cafre de don Salvador. Ay, El Viajero del Sur no creo que vea ya la luz, primero, porque no acab de redactar el trabajo y segundo porque has de saber, Hermano, que dicen que me muero y que la razn de mi silencio no ha sido otra que la que se deduce de mi estancia muy fatigosa en el hospital. De todas formas, ya he vuelto a casa, mi trabajo me ha costado, y dice Doa Mariquita, Pon y Quita, a quien por fin conocers si atiendes mi llamada, que hierba mala nunca muere, as que no te aflijas demasiado. Pues aqu estoy, aburrido, en la casa del Olivar que es la cueva favorita de mi madre, aunque a mi hermanita y a m nos espanta, en total reposo y siguiendo las instrucciones de los matasanos. No voy a recordarte lo que bien conoces: Entre nosotros nos debemos mutuo auxilio. All donde est un masn afligido o necesitado deben estar todos sus Hermanos para socorrerle y consolarle. Palabras del Gran Oriente. Pero si te pido que vengas antes de que acabe el ao es para que adems de darme un abrazo, aproveches para ver si la capital te ofrece la sonrisa hospitalaria que dices buscar en la vida ya lo hablamos en Granada que ya te he dicho mil veces que las montaas de Murtas puede que estuvieran bien, pero que el negocio del jabn del brutote de tu hermano y los parrales de Berja no son compaa ni paisaje adecuado para tu alma. Si no encuentras lo que yo espero que encuentres en Madrid y no te quedas para siempre, al menos habrs hecho una obra de caridad con el que te recuerda, amigo del corazn. Andrs. Haba salido Antonio de la fonda a las ocho y media en punto y an le quedaban libres ciento cincuenta minutos para la visita que haba anunciado. As que mientras recordaba, con el nima encogida, la carta de su amigo, decidi darse un paseo de reconocimiento por la zona que ste le haba perfectamente situado en un plano. Atocha, Ave Mara, Caizares, Delicias, Ministriles, Olivar, Primavera, Santa Isabel, Torrecilla del Leal y Valencia eran los barrios de la demarcacin de Hospital en la que se encontraba y que junto a Palacio, Universidad, Centro, Hospicio, Buenavista, Congreso, Inclusa, Latina y Audiencia, siempre segn las precisiones de Andrs, sumaban los diez distritos que conformaban el Madrid finisecular. Afil Antonio sus lpices en el Arroyo de Embajadores y perpetu la miseria de sus chozas de barro y techos de lata que slo parecan albergar a nios, burros y bueyes; admir la estructura metlica de la Estacin de Atocha 19

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en cuya cantina se tom un caf con leche, mosqueando al mozo al pedirle su acostumbrado desayuno de pan, aceite y sal; subi hasta el Hospital General de San Carlos por cuyas rejas asomaban los presos de la enfermedad; cruz por los boscajes de los Jardines del Retiro, prometindose volver en cuanto pudiera al Botnico y al Observatorio; se api con un grupo de cesantes que miraban, como si de espectculo se tratara, el sudor de los obreros empeados en subir la torre de la Baslica, y sobrndole algo de tiempo, sigui a unas viejas que trepaban, trotando calle arriba, para alistarse en la cola de pobres que impacientes aguardaban la sopa boba del Cuartel de Mara Cristina. Volviendo a consultar su reloj, baj hacia la Calle de Fuenterraba y se sorprendi ante los siete olivos que por la noche no haba identificado y que ahora pintaban de sombras la morada de Andrs y el rido solar vallado que junto a la casa haba. Si se jugaba con el hotelito a las cuatro esquinas, tenan stas como teln de fondo o la Estacin de Atocha o el Observatorio Astronmico del Retiro o la tapia de la Real Fbrica de Tapices o las cpulas del Panten de Hombres Ilustres tras las que ya apuntaba la torre de la Baslica. Y de subirse uno al cenador emparrado que era el nico lujo del mnimo jardn y que cuadraba la manzana, verase desde lo alto, siempre que se mirara hacia el Sur, un campo de olivos centenarios. Comprob su reloj Antonio. Iban a dar las once, as que gir la vista una vez ms y decidi que el Olivar de Atocha no era igual de noche que de da. La noche antes le haba parecido el barrio, entre maullidos de gatos y alargadas sombras, misterioso, melanclico, norteo y gtico; hoy a la luz del da, sin embargo, lo vea envuelto por una neblina incolora de polvo y flotaban los edificios en la calima mgica como en una estampa de cuento africano en la que slo faltaban los camellos. Abri la verja, subi al porche y escuch los ecos metlicos del timbre que sonaba en el interior.

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IIIMariquita Pon y Quita. El abrazo masnico. La esquela. Las coplas de Eulalia. El tesoro de Adra. Andrs tiene fiebre.

Abri la puerta un puado de nervios y una agitacin de rubios bucles naturales, una mujer sin edad, toda muecas, guios y dengues, que no poda ser otra que la muy repulida de Doa Mariquita Pon y Quita, quien nada ms ver a Antonio, suspir: Pase, pase usted, caballero, pase, el seorito Andrs le est esperando. Buenos das, seora dijo Antonio, que ya pensaba que no era costumbre madrilea darlos. Buenos das. Ay contest Mariquita. Buenos das, dice usted? Sern si usted lo dice. Voy a avisar a Andrs. Y, dejndole solo, corri una cortina y desapareci la muy redicha, por el pasillo hacia la sala, suspirito a suspirito. Se entretuvo Antonio mirando lo que haba a su alrededor: un paragero ms viejo que la Tana, una consola de cierto valor con candelabro de plata y bandeja a juego y un piano vertical cojo que ms pareca pieza de museo que instrumento de msica y que le iba a la decoracin del vestbulo como a un Cristo dos pistolas. Estaba la tapa del piano abierta y sobre el atril descansaba una partitura amarillenta, copiada a mano. Se inclin Antonio sobre la misma y ley con los labios las notas, cuyo ttulo, escrito en letra drica mal perfilada, deca: Chopin Carnaval de Schumann. Sinti pasos y murmullos y se enderez, alerta. No lleg nadie. As que se puso a admirar lo bien custodiada que estaba la casa del Olivar de Atocha: atornillados a la puerta, de arriba abajo, cuatro cerrojos de distintos tamaos, dos enganches con cadenas y, colgando de un lateral, una barra de hierro que deba cruzar la puerta por las noches.

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Caballero Don Antonio Se volvi Antonio, sorprendido, ya que no haba odo llegar a doa Mariquita, que permaneca a sus espaldas, observndole. Porque usted es don Antonio, verdad?, el amigo de Andrs. Pase, pase. Sgame, pero, esccheme bien: no le canse, que no se fatigue. Est ms agitado que nunca. Bajaba la voz Mariquita con tono de exagerado y dramtico misterio. Escuche Desde que anoche ley su carta No ha pegado ojo! Ay!, Virgencita de Atocha! No me lo canse usted ms, que est exhausto. No poda meter baza Antonio para tranquilizar a la afectada mujer y la sigui por el pasillo, asintiendo a todo, escuchando atentamente cuando Mariquita se volva hacia l para hacerle nuevas recomendaciones. La voz de Andrs se escuchaba ya tras la puerta: Antoito, Antoito, pasa, pasa Vamos, Mariquita! Dnde os metis? A que me levanto! Vamos, amigo mo, vamos Abri la puerta de la sala Mariquita y dej pasar primero a Antonio, entrando ella tras l. Estaba la saleta ambientada en un estilo ya pasado de moda, el romntico y abigarrado dado al orientalismo: una cabeza de esfinge, vitrinas con figuritas de porcelana, palmeras en tiestos de rosetones, un gran reloj de pie con pndulo y carilln y, sobre el rastrillo de consolas, maceteros, mesitas de t, lminas de flores, silln orejero, escabeles y sillitas bajas, presida la estancia, colgando sobre la chimenea, un tapiz de seda que representaba a la dorada Constantinopla. Estaban corridas las cortinas y dejaban pasar poca luz las persianas verdes del mirador de cristales emplomados que ms que mirador pareca invernadero, y se atontaba la vista con tanto objeto y el olfato se mareaba con el perfume de las rosas. En medio de la sala, sobre una estera de junco trenzado: un divn, deforme de cojines, sobre el que yaca, lnguido, Andrs, plidas las manos, afilada la nariz y alborotados los pmulos. A su lado, en un extrao carrito que apoyaba la fragilidad de su bandeja de cristal en una descomunal rueda, descansaba una pila de peridicos. Antonio, Antoito, eres como una aparicin intentaba incorporarse Andrs, emocionado. Esto es un amigo, Mariquita! Recibe mi carta y se presenta, ya ves Viene a mi entierro. No he recibido carta alguna minti Antonio, piadosamente. Hubiera venido antes. Qu entierro? Revoloteaba Mariquita entre los amigos, queriendo proteger a ambos de la emocin del encuentro. Seorito Andrs, por favor Qu cosas dice! Don Antonio, por la Virgen! Andrs, Andrs Qu alegra! No te muevas. Extenda la mano Andrs, separando al recin llegado. 22

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No te acerques mucho. Ay, Antonio Le estrech la mano Antonio, inclinndose hacia l y se besaron en las mejillas, en el triple abrazo masnico. Hermano musit Antonio. Hermano casi lloraba Andrs. Seorito! hipaba Mariquita, tan emocionada como ellos. Seorito! consiguiendo que sus pucheros provocaran en Andrs una carcajada. Qu seorito ni qu nio muerto! Vamos, Mariquita, no te pongas tan fina. Si siempre me has llamado Andresillo o Andresote A qu viene lo de seorito? Que Antonio no es una visita, que es ms que si fuera de mi familia. Ay, Jess, qu cosas dice! repeta Mariquita corriendo una cajita y moviendo un florero, poniendo y quitando y volviendo a poner varias cosas en su sitio. Aqu donde la ves, tan protestona, no slo me bord el traje de cristianar Me bord hasta el mandil! As que, fjate! Para que se ande con cucamonas conmigo, para que no me tutee delante de ti Andresillo, Andresillo ladeaba sus rizos Mariquita. Cuando los Hermanos volvamos a levantar cabeza le aclaraba Andrs a su amigo, la primera que va a ingresar en una Logia es mi Doa Mariquita Pon y Quita. Ya vers La llamamos as, porque es que no para, quita una cosa de un sitio y la vuelve a poner. A la Logia, s seor, a la Logia con ella! Se inquietaba Mariquita mientras Antonio paseaba su mirada del uno a la otra, sonriendo. Jess, yo masona! Si le oyera su madre! Mi madre! Huy, si me oyera mi madreMeigas fora! Meigas fora! Se cruzaba los dedos Andrs, espantando demonios. Se enfadaba Mariquita, casi a punto de darle un cachete. Andrs! Ya est bien Y daba explicaciones a Antonio que hacan rer ms al enfermo. Eso de meigas fora es una broma que le gasta el seorito a su seora madre. Como mi seora es gallega! Vamos, una falta de respeto! Y no me hace gracia. Pues dir ms cosas si no te vas Hale, hale, anda, mujer, coge tus cosas y esfmate. Y no cierres la puerta, para que oiga entrar a la meiga mayor y a mi brujita pequea. Anda, Mariquita, s buena, djanos solos un rato, que tenemos muchas cosas que hablar. Anda, no te hagas la remolona, vamos, dile a Eulalia que prepare unas cositas, un refresco y unas galletas. Antonio, adems, se queda a comer, faltara ms. No quiero molestar. Ay, Antonio, Antonio, si es como si la vida hubiera entrado por esa puerta. Mi amigo! Cunta novelera! rezongaba Mariquita marchndose a regaadientes, mientras miraba con los ojos muy abiertos a Antonio, recordndole sus advertencias. 23

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Escucharon sus pasos chiquitos alejndose por el pasillo como si la arrastrasen al Monte Calvario. Hermano, qu alegra. Mariquita te habr dicho que estoy en las ltimas No te lo creas. Vamos, sintate, hombre, acerca ese silln, era el de mi padre, ah estars cmodo. No me levanto yo y te lo acerco porque Mariquita es capaz de volver y medirme las costuras No sera la primera vez! Estaba excitado Andrs, nervioso, hablando a borbotones. Ests bien? Tienes calor? Qutate la chaqueta, ponte cmodo Ese silln, ay, es del ao del catapn. Algn da, lo destripar. Si metes la mano entre el asiento y los brazos, encontrars todo tipo de tesoros: horquillas, monedas, dedales El silln orejero de mi padre! Ven, acrcate, aunque aqu no se cabe. Aparta ese carrito Ves qu raro es? Yo lo llamo el velocpedo. Esto es como un guardamuebles, te lo deca en la carta. Mi madre es ms antigua que un ocho, pero, eso s, previsora! Ya debe de haberle encargado a Mariquita mi mortaja. Tiene unas manos Mariquita! Es una artista, como t. Es graciosa, verdad? Me lleva cosiendo las camisas desde que nac. Ves estas iniciales bordadas, y el pauelo, hasta la bata? Todo, Mariquita. Es medio amiga de mi madre desde los tiempos de Mari Castaa. Se vino a vivir con nosotros cuando se qued viuda, la pobre, muy joven, pero ya antes cosa para la casa. Se dejara matar antes que confesar la edad que tiene, pero todos le echamos unos cuarenta, bien guapa que es, bien presumida, an le tiran los tejos por la calle. Se aturda Antonio con el parloteo del amigo, comprendiendo que ste se estaba alterando excesivamente. Tmbate, no hables tanto, Andrs. De fumar no tengo Claro que t no fumas, t siempre siguiendo el camino de la perfeccin El tabaco es lo primero que me han prohibido. Esos matasanos acaban con el ms pintado. Qu te ha dicho la buena de Mariquita? Te ha dicho que me voy a morir? No, eso te lo deca yo en la carta. Desde que ca enfermo, en las fiestas de San Blas, el febrero pasado, tu carta, es lo nico que he escrito. Me canso! As que si no escribo, lo menos que puedo hacer es hablar, no? Slo me ha dicho que tienes que descansar. Aprovechaba Antonio el agotamiento de Andrs para colocar un bocadillo. Descansar! Ya tendr tiempo de descansar en el hoyo, cuando le el petate. Sabes que este Madrid pestilente al que te he trado, arroja el ndice de defunciones ms alto de Europa? Mira, alarga la mano, ah, ah, en el secreter, abre ese cajoncito, eso, dame, dame Despleg Andrs el sobre ribeteado de negro que le entregaba Antonio. Mira, una esquela, la ma. Cuando estuve en el hospital la encarg mi madre. Es una prueba de imprenta! rea Andrs mostrando la esquela a su amigo. Bonita, eh? Andrs Barros y Prez. Joven literato y periodista. Nacido el 11 de febrero de 1873. Muri a los, en blanco, el da, en blanco. Qu te parece? Macabro contest serio Antonio. La guardo? 24

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Como quieras. A m me divierte. Nacido el once de febrero de 1873. Ah Qu da para nacer! Eh? Tenan que haber puesto: Nacido el da en que se proclam la Repblica. Nacido el da en que Castelar, asomado a la ventana del Congreso, grit: No saldremos de aqu sino con la proclamacin de la Repblica o muertos. Ay, qu pena de Repblica, qu bestia Pava! Ya te lo he contado, me lo pagaron y todo, aquel artculo: El da que yo nac, se titulaba. Era algo as: Los de Alcoy, los de la Asociacin Internacional de Trabajadores, el da en que yo nac, se manifestaron gritando Viva la liquidacin social!, augurando un futuro donde no habra ni Papas, ni reyes, ni burgueses, ni curas, ni abogados, ni jueces, ni escribanos, ni polticos. A eso le llamo yo genio y figura! No saba Antonio qu hacer ni con el frenes verborreico de su amigo ni con la esquela. Anda, s, gurdala, Antoito, no sea que vaya a venir mi madre. Ha salido con unas muestras de raso para mi sudario, aunque ha dicho que eran para unas cortinas Respiraba con dificultad Andrs y rea a carcajadas, entre ahogos, viendo la cara de susto que pona su amigo. Escribir El da en que me muero Si mi madre me encarga la esquela, yo puedo escribir mi necrolgica con antelacin, no? Ahora, cuando lleguen no se te ocurra hacer ningn comentario con respecto a mi enfermedad, sobre todo delante de mi hermanita. No tardarn. Estarn comprando crespones negros para la puesta en escena. Mi madre es una enterradora buensima, muy experta. No me haces gracia intervino por fin Antonio, ninguna gracia. Si vas a seguir hablando as, me voy. No, no, de verdad, no te puedes ir Haba splica verdadera en su voz. Esto es un secuestro y tienes que rescatarme. Es verdad lo que me ponas en la nota, que has venido en el coche de san Fernando, es decir andando? S, desde Berja. Pero antes estuve en Murtas y puse unas flores sobre aquellas piedras bajo las que decas que deba estar enterrada el alma de Shushtari. Te acuerdas? Me dijo el guila: Busca en la tierra los senderos que unen las estrellas y recrrelos con lealtad hacia tu amigo. Ay, Shushtari! La lealtad me ha trado hacia ti. Andrs, de pronto ms calmado, miraba a su amigo, admirando su ponderacin tan llena de visiones. Estoy seguro de que recibiste mi carta. Dices que no, porque no quieres admitir que sabes lo que te escrib. Est bien, si t no quieres, no me muero. T s que podas haber sido el viajero del Sur! Valiente Shushtari! Venirse andando! Eres original Es la segunda vez que me lo dicen hoy. Quin te lo ha dicho antes? El encargado de una fonda donde he dormido. Su mujer, si vieras! Tiene 25

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los ojos azulesazules, como dice mi madre que los tengo yo. Y me ha hecho una impresin su sonrisa! T y tus sonrisas! sacuda la cabeza Andrs. Pero t te quedas aqu y no vuelves a ninguna fonda. No. Yo har las cosas a mi aire, ya me conoces. He pensado mucho en lo que hablamos en Granada. Traigo una carta de recomendacin para ver si me da trabajo un comerciante de muebles que est muy bien relacionado Ir esta tarde y quiz Granada comenz a tararear Andrs. Nias Y t, te acuerdas? Claro, cmo no te ibas a acordar. Lo cantbamos a voz en grito por las calles de Yegen: Nias que a vender flores vais a Granada, no pasis por la sierra de la Alpujarra Le escuchaba Antonio, las queridas imgenes del Sur, inundando ahora esta saleta del Olivar de Atocha. Mariquita estaba escuchando otras coplas. Las que cantaba en la cocina la muy jacarandosa de su prima Eulalia que serva en la casa de chica para todo y que, con dieciocho aos ligeros y agraciados a la espalda, no haba acumulado razones para perder ni el humor ni las ganas de vivir, corrieran los vientos de desgracia que corrieran. Yo tengo una bicicleta, me cost buenas pesetas y me corre ms que un tren. Las bicicletas son muy bonitas y las montan las seoritas Entraba y sala Eulalia de la cocina a un patio cruzado de cuerdas para tender y trajinaba con las poleas y los cubos del pozo. Si te callaras! se lamentaba Mariquita, exprimiendo un limn para preparar un refresco. Sobre esto, por cierto, hay mil discusiones; sobre si han de llevar faldas o pantalones gritaba que se las pelaba la buena moza desde el lavadero. Para, hija, que me vuelves loca. No tienes ni un poco de vino del de guisar? Rebuscaba Mariquita tras los vasares, en los cajones de la mesa carnicera que centraba la estancia, por detrs de los pucheros que lucan sus brillos sobre el fogn de carbn sin encender; daba un portazo a las puertas de la desprovista fresquera y se enervaba ante la inexpugnable despensa. Unos azucarillos? Hay que ver, ni limonada voy a poder servirle a ese andaluz tan hombretn, tan hecho y derecho, tan bien plantado, si vieras Tiene muy buena pinta, el amigo del seorito! Y tiene un acentillo dulce, arrastrado! Ja! Vino de guisar Una bodega entera tengo yo La despensa cerrada, doa Prima, y el aparador arriba, no digamos! T que eres el ojito derecho de la seora, dile que cuando salga te deje las llaves. Se ha acabado la sal y ni salar la comida puedo hasta que llegue. Todo a cal y canto, hija, todo a cal y canto. En esta casa donde me has trado hay ms cerraduras que en el santo cielo Ni sal! Anda, buena pieza, qutate de mi vista, que te tengo yo que ensear un 26

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poco de respeto. Si no lo rompieras todo, la seora te dejara las llaves de la despensa. Ni que se rompiera el azcar, o las patatas Cllate, que te doy amenazaba Mariquita, alisndose el delantal de flores que haca juego con su vestido, estrujndose la meninge para ver de dnde poda sacar algo que alegrara la bandeja, que ya se imaginaba las bromas que le gastara Andrs Ni unas galletas? Ni unas aceitunas? Arriba, prima, arriba, en el aparador. De verdad, Mariquita. Hay das que me guardo algo por aqu, pero hoy no hay nada de nada. El puchero con el pan, remojndose para el gazpacho. Y en la fresquera una jarra de leche de burra, la que no se ha querido tomar esta maana tu seorito Andrs, que no s para qu me levanto yo al alba a buscrsela, que siempre se acaba cortando y hay que tirarla para que su madre crea que se la ha tomado. Entr Mariquita en el cuarto contiguo, un pequeo dormitorio sin ventilacin que comparta con su prima y en el que se encajaba, como en un rompecabezas, el imprescindible mobiliario: una cama de hierros dorados, alta y estrecha, una nica mesilla que ms pareca un altar, dos bales idnticos, un palanganero y una mquina de coser. Buscaba Mariquita por donde Dios le daba a entender, tras las estampas de diferentes Vrgenes y Nios y en el cajn de las canillas, por ver si encontraba alguna chuchera. No busques, que te he dicho que no hay escondido nada insista Eulalia, agitando su trapo. A ver cundo te miento yo! Mentir t? Siempre que abres la boca! Dime de qu presumes! Mientes ms que La Gaceta! Se la oa zascandilear a Mariquita, malhumorada, trasteando ahora con el colchn. Le has dado hoy la vuelta? No habas escondido por aqu unas garrapiadas? Lo has sacudido bien? Por mi lado todas las noches me hundo. Que te pesan los huesos ms que a m. Anda, doa Prima, no refunfues y, no lleves bandeja alguna. Si pronto vendrn las seoras paseantas y arreglaremos la cosa. Mejor quedar bien a la hora de la comida que hacer el parip con una limonada amarga de quiero y no puedo Anda, Mariquita, vamos arriba, a escuchar un poco al pasillo. Yo lo tengo todo aviado. No dices que tiene un acento muy bonito? Pues djame que le oiga. Para una vez que viene alguien a casa T te colocas en el arranque de las escaleras detrs de la cortina y yo en el descansillo, y si salen ellos o vienen las seoronas me bajo de un salto a la cocina, anda, mujer Quin te quiere a ti? Con stas y otras zalameras consigui Eulalia convencer a su prima y juntas subieron los ocho peldaos que separaban la cocina del vestbulo y se agazaparon para el espionaje. No nos merecemos la gente que tenemos, Antonio. Los buenos no nos 27

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los merecemos, pero los malos tampoco. Hay cada vate que es una vergenza "Tras prolongada y msera agona, lanz a tus plantas el postrer gemido, nuestra sacra y gloriosa monarqua." Mira que son malos los ripios. Se hacan gestos las primas, sin saber de qu hablaban los amigos, cuyas voces llegaban claramente por la puerta que Mariquita haba dejado a medio cerrar. Cunto hablas! deca Antonio. Si sigues hablando tanto, el que se va a morir soy yo. Morirse no es de buen tono, Hermano. Por eso me han trado aqu. Con lo bien que estbamos mi hermanita y yo en el piso de Mayor. Pues nada, aqu, donde Cristo dio las tres voces. Porque esta casa ya has visto que est en el quinto infierno. Pues mi madre le tiene una aficin! Es su orgullo, ya ves. La hizo su padre con lo que rob de la Estacin. Andrs! El padre de mi madre era ingeniero o arquitecto o yo qu s, que mi madre dice a veces una cosa y otras veces otra Fue de los que construyeron la estacin, y se ve que arrambl lo suyo. En este pas, el ladronicio, ya sabes El piso de la calle Mayor, al morir mi padre ha pasado a ser mo, pero esta casa Esta casa es de mi madre! Menos el solar. A esta casa nos trae mi madre para enterrarnos. Aqu trajo a mi padre, a mi pobre hermano Perico Es una casa muy bonita. Es un museo de baratijas. Todo este pas nuestro, amigo mo, no es ms que un museo de baratijas de bazar. Y un museo no es un buen sitio para vivir. Qu pas! Yo me ahogo, creme, me ahogo, no slo la enfermedad me ahoga, me ahoga el atraso, la miseria. Ao y medio para que acabe el siglo y, fjate!, vivimos en la Prehistoria. Ay Me gustara llegar al 1900. Crees que llegar a verlo? De pequeos, mi hermano Perico y yo hacamos planes para el fin de siglo; lo que bamos a hacer, lo Ay, l, Perico, pobre chaval Morir a los catorce aos es un asesinato de Dios, no crees? Era tan majo! Me hubiera gustado llevarle a Adra y a las montaas Ay, Adra T crees que hay derecho a que un ser humano se muera sin ver el mar? Se morda los labios Mariquita, a punto de llorar, escuchando a Andrs y a su amigo. Miraba a su prima, invitndola a abandonar los puestos de escucha, pero ninguna de las dos se mova del sitio. Has hecho bien en venirte segua hablando Andrs. Aqu te abrirs camino. T eres un artista. Te tengo que presentar. Ya vers, iremos a la Logia. Los Hermanos estn muy desperdigados. La crisis esta vez es gorda de verdad. Mira que echarnos a nosotros las culpas de la prdida de las colonias! Dnde vas? Espera, que te ayudo Agarr Mariquita a Eulalia del codo y salieron huyendo escaleras abajo, tropezando. A punto haban estado de que las pillase Andrs, que avanzaba por el pasillo hacia el vestbulo, seguido de Antonio. Vamos arriba a mi cuarto, es mejor, porque como llegue mi madre y 28

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me vea todava aqu abajo La obedecemos todos como si fuera el Gran Capitn. Ven, ven Otro da te ensear la casa La cocina est abajo y tambin el cuarto de las criadas. Abajo tambin hay un cuarto de plancha, una carbonera, ah, y la leonera de Perico. Lo que hemos jugado all de pequeos! Ay, la leonera de Perico Tiene slo un ventanuco arriba y nos imaginbamos que el cielo que se ve era el mar, y que estbamos encerrados en la prisin de un castillo de sirenas que vivan entre los peces, en el fondo de las aguas Vamos, vamos, sube En esta planta baja, adems de la saleta que has visto que da al solar, hay un comedor, que mi madre llama de invierno, pero que es el nico, y como comprenders, en el que se come tambin en verano Mi madre es que es doa Fantasas! Tambin est su dormitorio, es el principal de la casa y tiene gabinete. Es donde mi madre se pasa la vida, dndole la murga a Mariquita, hacindole coser y descoser los encajes, como si fuera Penlope. Ni para subir las escaleras te callars se preocupaba Antonio, viendo que el amigo resoplaba como una mquina, agarrado al pasamanos. Ya me callar la Parca. Ven, sube Haban llegado al rellano del primer piso y an seguan las escaleras un tramo ms. Por ah se llega a la buhardilla que no tiene mayor inters y a una terraza donde, a veces, yo me suba a escribir de pequeo. Compuse una copla ah arriba que se llamaba El Minarete y que tena un versito que hablaba de las natillas y las rodillas. Bah! Mira, aqu estn los dormitorios; el bueno es el de la Nena, que tambin tiene mirador y un vestidor para ella sola. ste de en medio era el de Perico, est cerrado con llave, y el mo, entra, entra, es muy amplio y tiene galera. Es el nico rincn de la casa que me gusta, mi guarida. Se dej caer Andrs en la cama, agotado y Antonio se sent en una butaquita a su lado. En la mesilla que haba junto a la cama, como piezas de ajedrez, un sinfn de botellitas, mejunjes y jarabes; tambin estaban plagados de medicamentos la cmoda y el escritorio, y por todas partes se apilaban libros, recortes de peridico y carpetas que haca tiempo que no haban sido removidas. La puerta de la galera estaba abierta y las persianas filtraban dardos de luz. Sac Antonio su cuaderno de dibujo del bolsillo y entre las hojas apareci una doblada. Se la entreg a Andrs. Es una caricatura. Te la he hecho durante el viaje, a la altura de Bailen. De repente me acord de aquella tarde en Adra. El enfermo taladraba el dibujo con mirada obsesiva. Representaba al propio Andrs con corona de laurel en una playa, arrodillado ante el cofre de un tesoro del que salan perlas y joyas mezcladas con letras de imprenta y con ruedas de maquinaria dentadas con las que se iba formando una leyenda: EN LA FRENTE EL TRIUNFO Y EL ORO A TUS PIES. Lo que te dijo la gitana en la playa. El tesoro de tu buenaventura. 29

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Se haba puesto triste Andrs, de repente, y cerr los ojos. Menudo tesoro he descubierto yo en la vida! Menudo regalo me est haciendo Dios! Haba ahora en su voz una rebelda amarga, rencorosa, del moribundo que no quiere entregar el alma que ya lleva en la boca y se resiste a mascar el barro que le est reservado. Menudo tesoro! Abri los ojos Andrs, mir fijamente a su amigo y durante unos instantes sinti una envidia sorda, rabiosa y quiso vivir su vida, la de Antonio, vivir la vida de los hijos que tuviera y la de sus descendientes, permanecer en l de alguna forma, aunque fueran unos meses ms, un ao ms, un siglo ms, tres siglos. Se hundi en la almohada y volvi a cerrar los ojos. Cuanto ms cerca y posible veo la muerte, sabes?, ms ganas tengo de vivir y me hago trampas, sabes?, trampas, leo cosas antiguas y ya que no puedo vivir hacia delante, pienso que he vivido hacia atrs, que todos los siglos anteriores han sido mos, que todas las historias son mis historias Se detuvo Andrs en medio de la frase. No se oa nada. Las paredes ni respiraban. Ya estn ah. No has odo el ruido de la puerta? Tengo, lo habrs adivinado, odo de tsico. Mi madre no llama, ha debido entrar con su llave. Le encanta abrir y cerrar puertas. Chitn. Ocult Andrs el dibujo bajo la almohada y se seren, ordenando su respiracin como mejor poda y Antonio se enderez en la butaquita, componiendo la figura. Hacan bien, porque en ese momento, como si no hubiera dejado de estar presente, apareci, tras abrir la puerta, doa Trinidad, seguida de Mariquita, que respir al ver que los amigos parecan estar en calma. Era doa Trinidad una mujer prieta, rebolluda, de gesto autoritario, cuello de toro, ondas de escaso estropajo tintado, labio fino y falsa sonrisa. Estaba avejentada para su edad y disimulaba sus aires de matrona con ropas cursis y delicadas que no ocultaban la fortaleza de su carcter. Mir al hijo, reprobadora y siguiendo la costumbre que haba dictado ley ese da, no salud a Antonio; siendo cierto, y no es por excusarla, que iban a dar las doce y que eran aqullos, tiempos como los de hoy, en los que se discuta si en la hora del almuerzo corresponda dar los buenos das o las buenas tardes. Ya veo que hoy me has hecho caso y te has retirado a tus habitaciones a tu hora. No haba ni una pizca de ternura en su declaracin de principios. Antonio se haba levantado y estaba dispuesto a incrustarse en la pared. Mam, mis habitaciones son esta alcoba con galera se burlaba Andrs. El mdico ha dicho que descanses antes de las comidas y hay que seguir sus instrucciones al pie de la letra. Y no le llamo yo descansar a estar 30

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de charleta, dale que te pego a la sin hueso, parla que te parla. Mam, an es pronto. Y lo que ms descansa en la vida es la compaa de un buen amigo. Mira, madre, ste es Antonio Maldonado, mi amigo de Granada, el que me ense a conocer el Sur, del que siempre te hablo Antonio, te presento a mi seora madre. Antonio se inclin ante doa Trinidad, ceremonioso, pero sta no le hizo ningn caso. Slo un torcimiento de boca que poda significar cualquier cosa menos bienvenida. Seora, le presento mis respetos. Hum finalmente concedi doa Trinidad, estableciendo bien claro que si por ella fuera la densidad del ambiente poda seguir cortndose con un cuchillo de sierra. Mam, y la Nena? Quiero que Antonio conozca a la Nena Ya vers qu hermanita tengo tranquilizaba a Antonio, vers qu quince aitos, qu quince primaveras de hermana. Dnde se ha metido? Est cambindose para la comida dijo doa Trinidad acercndose al enfermo y ponindole la palma de la mano en la frente. En sus habitaciones, mam? Haba una sorna triste en el tono de Andrs. La Nena se est cambiando en sus habitaciones? Aprovech la mano doa Trinidad para darle un pequeo capn a su hijo y ese gesto pareci ablandarla. Le has pedido a tu amigo que nos haga el honor de acompaarnos en la comida? Nada especial, como nos ha pillado desprevenidas Antonio es muy atento rectific Andrs. Nos anunci ayer su visita. Se volvi doa Trinidad hacia Mariquita, como la actriz que al final de la escena y mientras baja lentamente el teln, quiere arrancar el aplauso y culpabilizndola de todos los males del mundo, lanz la frase al proscenio, con matices encontrados de condena y resignacin. Andrs, tiene fiebre!

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IVManolita o el lenguaje de los pies. Montserrat, el maestro. El retrato de una rosa. El progresismo hace mella.

Se haba quedado doa Trinidad amonestando a su hijo y Antonio haba sido depositado de nuevo en la saleta en espera de que llegase la hora de la comida y fuera pasado al comedor. En seguida le avisamos haba dicho Mariquita al abandonarle. Voy a ver si esa zangolotina de Eulalia ha puesto ya la mesa. Por m no se preocupe, doa Mariquita, de verdad. Se haba cerrado la puerta de la sala y Antonio qued unos segundos ausente, disfrutando de los instantes de soledad. Soledad ficticia, porque al darse la vuelta los vio: eran unos pies diminutos calzados con botines blancos que hacan juego con unos calcetines altos que asomaban bajo unas faldas de volantes y puntillas. Los pies no llegaban completamente al suelo ya que su duea, que an vesta de corto, estaba sentada en un profundo silln de mimbre. Jugueteaban los pies, pisndose, cruzndose, enroscndose, lanzando seales de un lenguaje cifrado, cual banderas de barco. La figura de la Nena estaba literalmente enmarcada por las rosas del mirador; las flores se confundan con los lazos que llevaba en el cabello pajizo, aclarado por tintes; las ramas cruzaban de sombras su rostro y sus manos, permaneciendo stas quietas, sobre el regazo, con un gesto aprendido de buenos y modosos modales que poco tenan que ver con la mirada inquisidora, casi impertinente, que dedicaba a Antonio con sus ojillos color miel espesa. Usted estaba diciendo el personajillo encantador, lleno de desparpajo, usted es Antonio Maldonado, el amigo masn de mi hermano Andrs. Yo tambin tengo amigas. Y le alargaba la mano con cmico ademn de seorita mayor. Se va a quedar a comer con nosotros, pero mam no dejar que Andrs baje al comedor. Y suspir con suspiro copiado a

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Mariquita. Antonio se inclin hacia aquel periquito entre las flores, le tom la mano y besndosela, a un metro, en el aire, sigui su juego. Y usted es la seorita Manuela, Manolita, conocida como la Nena. Recuper su mano Manolita y se mordisque las uas. Andrs y yo nos queremos mucho. Mi hermano me lo cuenta todo. Es verdad que tena usted un maestro que de nombre se llamaba Montserrat? As deca l que se llamaba se sorprenda Antonio con la pregunta. Qu raro! A todos los que nos ense a leer nos pareca extrao, pero l era muy viejo y nosotros muy pequeos y nunca nos atrevimos a preguntarle. Pensbamos que era porque la gustaban las montaas. Qu cosas! S, era, lo deca l, un rara avis in terris, y nos daba una risa! Deca siempre que haba sido maestro activo en Barcelona y que ahora era maestro retirado en Granada. Nos enseaba leyendas y Y versos! Me lo ha contado Andrs. S. Saba muchos versos, sobre todo de Shushtari. Se deca que estaba escribiendo la vida del poeta, pero nunca se encontr nada. Ya, ya lo s. Por eso se conocieron usted y mi hermano. Porque l iba buscando a un maestro retirado que se llamaba Montserrat y lo encontr a usted. Porque el maestro haba muerto. Ya veo que lo sabe usted todo. Qu ms le ha contado Andrs de m? Cuando le mand la carta, tambin me lo cont. Y me dijo que estaba seguro de que usted vendra a visitarle. Pues ya ve Porque usted ha venido por eso, verdad, Antonio? Ya se atreva a llamarle por su nombre. Qu es por eso? Pues Pero no se atreva a hablar de la enfermedad del hermano y Antonio rehuy el tema. Si he venido, ha sido porque queran hablar conmigo unos gatos salvajes que viven aqu, anoche los o maullar. Ande, ande, unos gatos? S, los gatos del Olivar de Atocha, ayer habl con ellos. Bah! No soy una nia, no me diga cosas as, a los de Madrid nos llaman gatos, pero, eso s que son leyendas! Los gatos a m me dan miedo, sabe? Una noche me pegu un susto! La habitacin de Perico est cerrada desde que muri, pero una noche, no sabemos cmo, se colaron dentro unos gatos y, huy, la que armaban Yo despert a Andrs y nos metimos por el balcn, andando por la cornisa y, huy, huy, cmo nos remos y qu miedo. Si bajara Andrs al comedor, ya le contaramos, pero el mdico ha dicho que tiene que descansar inmediatamente antes y despus de las comidas. Y 33

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mi madre se toma las cosas al pie de la letra recalcaba la Nena, como buen mono de imitacin, chocndose los tobillos. Ya me lo ha advertido doa Mariquita. Mariquita es casi de la familia. Nos hace la ropa, pero no es una criada. Su prima Eulalia, s, es nuestra criada. Duermen las dos juntas. A m me hubiera gustado tener una hermana y dormir con ella. Mariquita come en el comedor con nosotros, a veces. En vida de mi padre, no coma en la cocina. Es una joya, eso dice mi madre. A m me ha visto nacer. Vaya! Y no vea cmo llor cuando muri mi hermano Perico! Es de lo que ms me acuerdo, de cmo lloraba Mariquita Unas lgrimas! Como garbanzos Bueno, me acuerdo de eso y de que mam, que estaba aqu con Perico, fue a Mayor, donde estbamos nosotros y nos regal a Andrs y a m unos calcetines negros. Vaya! Mi pap se enfad por lo de los calcetines. Rega con mi mam. Dijo que no era forma de darnos la noticia. Mi pap era el Director del Gran Hospital de la Latina. Lo saba usted? Su hermano me ha hablado muchas veces de su familia, seorita, y de las fantasas de usted, tambin. No saba muy bien lo que quera decir con eso Antonio, pero percibi una cierta burla en el granadino, quien pareca haber perdido inters en la Nena para concentrarse en afilar un lpiz con su navajita. Manolita segua todos sus gestos con gran atencin. Antonio, no le importa a usted que le llame Antonio, verdad? Habla usted muy, muy Muy bajo, s. Mi padre no era director de nada, pero era sordo y nos acostumbramos todos a hablar bajito en casa. Como daba igual y no nos oa Vaya!le remed ahora la Nena, enfadada, dispuesta a que l la tomara en serio. Era usted quien tocaba ayer el piano? pregunt Antonio, que ya lo saba. S, era yo Mi padre tocaba de odo, pero yo estoy aprendiendo solfeo. Es muy difcil. Y su padre tocaba el piano? Mi padre tocaba el violn En Murtas, fjese qu raro, se toca el violn, como en un pueblo alemn. Mi padre era analfabeto pero saba leer msica A m me ense las notas, bueno, y el oficio y la aficin a la madera. Yo violn no s Qu cosas! Yo ayer estaba tocando el piano y usted meti la carta debajo de la puerta Fui yo la que recog su carta y se la llev a Andrs. Nos asomamos por la ventana, pero ya no le vimos Yo estaba tocando El Chopin del Carnaval de Schumann Lo reconoci? Debe saber usted mucho. Ah, no Lo habr visto en el 34

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piano. Es usted un bromista. Qu hace? Antonio, adems del lpiz, haba sacado su cuaderno, se haba sentado frente a ella y estaba dibujando. El maestro Montserrat tambin me ense a dibujar. Estoy pintando. Eso ya lo veo Hace usted retratos? Sobre todo, pinto muebles. Estse quieta, por favor. Se arrellan en el silln Manolita, tragndose las risas, colocndose bien, ofrecindole su mejor perfil, hacindose la interesante. Puedo hablar? Se pisaba las punteras, Manolita. S, hablar s, lo que quiera y contestar a mis preguntas tambin puede quera tirarle de la lengua Antonio. Adems de tocar el piano, le gusta a usted leer? Leo lo que Mariquita se salta de los folletones, lo que dice que no pueden leer las seoritas, pero que es mentira, porque Andrs me dice que lo lea todo y Andrs quiere lo mejor para m. He ledo todos los artculos de Andrs. El viajero del Sur, huy, se lo tiene que ensear, lo escribi cuando volvi de Granada A mi padre le daba igual, pero mi madre no quiere que Andrs sea periodista. Mam dice que no le importara si slo fuera literato, pero periodista, no! Y a Andrs lo que le gusta es coger la carretera, trotar, conocer mundo Hasta quiere hacer un peridico, aqu en el solar, porque el solar es de Andrs, aunque la casa algn da ser ma. Mi madre dice que ser periodista es como ser una bala perdida, un seorito perdido, sabe?, un punto filipino, vamos. Lo puedo ver ya? No sonrea Antonio. Siga hablando. Pues, no s qu decir Ah, s Andrs me cont que tambin estuvieron ustedes en una playa, buscando un tesoro, que les haban dicho que estaba enterrado por all, que Andrs buscaba detrs de unas rocas un cofre y usted buscaba un ideal Eso me cont Andrs! A veces me toma el pelo, sabe? Un ideal! Bueno, pues que no encontraron el tesoro, ni nada, pero que una gitana les ech la buenaventura, es decir, a usted no, porque no cree en esas cosas. Sabe usted que Buenaventura tambin es un apellido? As se llama Felipe, que es amigo de Andrs. Es nuestro vecino en la calle Mayor, aunque l prefiera La Granja. Yo no he estado nunca en una playa, cuando vamos a ir, pasa algo. Primero fue Perico, luego se muri pap, y, en fin, y eso que tengo unas primas en Corcubin que siempre nos invitan restregaba sus suelas en el aire, la Nena. Pero por una cosa o por otra yo no he ido nunca de veraneo. Mam a esto le llama venir de veraneo, pero no es igual, quieras que no, estamos en Madrid. Y ahora, en agosto, no hay quien viva, aunque por las noches refresca algo. Por eso dicen que Madrid en agosto, fro al rostro Los refranes son una tontera, verdad? No todos. Pues lo que deca, fue una pena que no encontrasen el tesoro. Collares de perlas y broches! En Galicia, dice mi prima que hay muchos naufragios 35

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Mi madre es de Corcubin. A que no se le nota? Mi to vive all, es banquero Pero dice mi to Manuel que los naufragios no traen ms que desgracias y que el oro es un bien escaso que no va por los mares navegando. Sin embargo, Eulalia dice que en su casa del pueblo, en Toledo, hay una cueva que nadie sabe dnde est y que al fondo hay una tinaja enterrada llena de monedas de oro que dej un hombre muy calavera para que se dijeran misas por l. Es una mentirosa, pero yo de pequea, me lo crea. A mi padre tambin le gustaba crerselo Su seor padre, qu ha dicho usted que era? Y se detenan los pies expectantes. Sordo. Ya se lo he dicho. Secaba almendras en la azotea de la iglesia de Murtas. Yo le recuerdo siempre secando almendras, su figura recortada contra las montaas de la Alpujarra Era muy alto y segn me pona yo a mirarle, pareca que la cabeza le llegaba al Cerrajn Cuando se muri, mi madre vendi las tierras y nos fuimos a Berja, donde mi hermano tiene una fbrica de jabones Jabn de tocador? taladraba los tacones contra el suelo. Jabn de lavar, corriente, pero huele muy bien, tiene vetas azules, como las olas del mar. Se estaba cansando Manolita de lo que ella crea que era estarse quieta y le interesaba ms darse pisto que seguir hablando de jabones. El padre de mi madre, el que hizo este hotelito, viajaba mucho, era del tren. Mi mam estuvo en el primer tren que fue a Aranjuez, el de las fresas, y all, un poco despus, conoci a mi padre, en un viaje. Mi pap era el director del Hospital de la Latina Ay, se lo he dicho ya. Se estaba levantando Antonio, despus de dar los ltimos toques al dibujo. S que lo ha dicho, pero no es completamente verdad. Su hermano, como le digo, me ha hablado mucho de ustedes. Su padre empez de conserje y luego le ascendieron y se retir ya de contable, bueno, director administrativo, y era la casa de Socorro de la Latina, no el Gran Hospital. A punto estuvo de enfadarse de verdad Manolita, pero estaba demasiado ansiosa por ver el retrato. A ver, a ver sin moverse del asiento, se alzaba de puntillas. Haba Antonio punteado una rosa de tallo alto con dos ramitas que parecan pies y unos lazos entre las espinas. Sacudi la cabeza Manolita, divertida. Pero si no soy yo! Ni siquiera una caricatura! Si ha pintado usted una rosa con botines y adems, me ha puesto espinas! Es usted un, un Ya le he dicho que no se me dan bien los retratos Los encontr riendo Mariquita y segn contaba aos despus a quien la quisiera or, ella ya supo que aquel andaluz tan atractivo, aquel hombre tan justo y tan cabal, tan preciso y tan cautivador, iba a ser una cruz. Se caba con dificultad en el comedor. La mesa cuadrada de ocho comensales, con sus correspondientes sillas de alto respaldo, encajndose entre 36

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dos grandes aparadores con repisa de mrmol. Sobre el mantel, como una espada de Damocles, caan los relucientes bronces y los colgajos de cristal de una pesada lmpara de petrleo que haba ennegrecido el plido listado del techo, cuyo dibujo, unido al empapelado idntico de las cuatro paredes, conferan a la estancia una extraa perspectiva, la de una romntica jaula de fieras. Se daba aires doa Trinidad de gran guila seora con el abanico desplegado y con el frufr de sus excesivas y almidonadas enaguas indicaba a uno y a otros la colocacin adecuada. Sintese, sintese, Antonio Nena, sintate de una vez. Eulalia, sube ya la entrada, no te quedes ah como un pasmarote. Mariquita, qu buscas? Tengo que estar en todo. S, hija, ve, Mariquita, ayuda a ese zoquete con la comida. No te digo que la subas, pero a ver cmo la presenta. Ay, sintese, sintese, Antonio, por favor. Tenemos que atender bien a los amigos de tu hermano, hija Ay, qu trazas llevas, seor. Aqu, aqu a mi lado, Antonio, sintese aqu. Ah se sienta Mariquita. Espero que no le moleste que coma con nosotros. En esta casa las ideas de mi hijo han hecho mella. Somos muy progresistasVamos, usted beber vino. Ahora mismo se lo saco del aparador. Dnde tengo mis llaves? No bebe? Vaya! Claro, mi hijo, adems, me ha advertido que es usted vegetariano. Lo que no se les ocurra a los jvenes! Siempre inventando cosas raras. Pero no ha sido problema. En verano, un gazpachito, y luego le prepararn un huevo escalfado, o si quiere, dos Vamos, cunteme a m tambin cosas de Andaluca. Tengo entendido que es usted un gran conversador No s si me ha dicho Andrs eso o lo contrario, que escucha usted muy bien. Ay! Dnde tendr yo la cabeza? Vamos, vamos, que luego mi hijo me dice que le asusto a los amigos. Fjese, yo!, una pobre mujer. Lo que pasa es que tiene una tantas preocupaciones A ver, a ver Sevilla Sevilla es una cosa y Granada otra, ya lo s, lo dicen todos, pero yo Granada no la conozco. Estuve en Sevilla, sin embargo, en mi viaje de bodas Antonio dej caer su servilleta y agachndose para recogerla, comprob que los pies de Manolita, quien por encima de la lnea del mantel mantena una actitud impasible, eran una orquesta de morses e inquietudes.

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VArriba vive un marqus. Llegar y besar el santo. Cantos no tan patriticos. Un cuento triste. Como en familia. La casa abierta. El espejismo.

Un empleado estaba levantando los cierres, ya que en perodo de cancula, en la elegante calle de Barquillo, los comercios finos abran slo por la tarde. S, seor, aqu es. El seor Baonza ya estar dentro, en su despacho. Como tiene el domicilio arriba, l baja de su castillo, como dice l, y entra por el portal. Espere usted un segundito que suba las rejas del foso, como las llama el patrn y en seguida le anuncio. Contemplaba Antonio la pulcritud del establecimiento, el brillo de los mrmoles verdes que enmarcaban la fachada de la tienda tras cuyo escaparate se exhiban muebles lujosos. Ebanistera J. Baonza. Sucesor de M. Drouet. Casa fundada en 1840. Tapicera antigua. As rezaba el frontis y sobre el cristal de la puerta resaltaban en oro las actividades propias del local: Construccin de mobiliario de todos los estilos. Especialidad en piezas de arte. Pase, pase al interior. Aguard Antonio unos instantes y en seguida apareci el dueo, un bonachn ni gordo ni flaco, todo bigote, un castizo adornado como un duque, todo reverencias y zalemas, dispuesto a venderle la tienda entera al recin llegado. Usted dir, caballero. Y le estudiaba de arriba abajo, calculndole los cuartos y las intenciones. Era Baonza diplomado en el arte de vender y doctor en el de cobrar, ms por cualidades innatas que por avaricia y hasta el da de su muerte se desternill de risa siempre que recordaba cmo haba decidido, nada ms ver al visitante pardillo, que Antonio era de seoro antiguo, un hijo de familia adinerada, que prximo a contraer matrimonio quera elegir lo mejor de lo

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mejor para acondicionar su palacete de Recoletos. Usted dir. Buenas tardes. No pudo evitar un ligero carraspeo Antonio, aunque haba ensayado anteriormente lo que dira. Usted no me conoce, seor Baonza, y ha de perdonarme por presentarme as, de improviso. Llegu anoche a Madrid. Le traigo una carta de un buen amigo suyo de Granada Don Carlos Beltrn Le miraba Baonza con sus ojillos de picarda, viendo cmo se esfumaba el cliente y apareca el hombre prometido. Acabramos! Usted es Antonio Maldonado? Otra carta? No me diga que es cierto lo que me contaba don Carlos, que tena intencin de venirse andando? Porque la carta, supongo que ser hermana gemela de la que me envi antes a m y que recib la semana pasada Caramba, carambita! El bueno de don Carlos Pase, joven, pase a mi despacho Ya estaba yo a punto de sacarle el catlogo y venderle lo que no est escrito en los Libros. Rea el bueno de Baonza, empujando a Antonio hacia la trastienda, palmotendole las espaldas. Pase, por aqu No, usted delante Yo, a los amigos de mis amigos, les cedo el paso. Y no me haga ms viejo de lo que ya soy. Traspasada la zona de las maderas preciosas, las curvas exquisitas, los espejos y los bronces, haban llegado a un modesto y funcional despacho, contiguo a un cuchitril que haca las veces de taller y en el que Antonio observ con satisfaccin que no haba nadie trabajando. Pase, acomdese, joven, sin cumplidos, tome ese silln de vaqueta Nuestro comn amigo le pone a usted por las nubes. Le estaba esperando. Sintese, hombre. Ahora mismo mando al dependiente por unos cafs y tan ricamente que me va a contar usted lo divino y lo humano de sus esperanzas. Le he contestado ya a don Carlos en vista que no vena usted nunca, y es que llega usted como cado del cielo. Creo que es usted un oficial de primera, un artista original, un dibujante esplndido Me viene usted como anillo al dedo! Y no es que el negocio no vaya bien, que desde que enviud, qu le voy a contar! Para m me basta y me sobra y la tienda es ms una distraccin que otra cosa, pero hay compromisos y total, que le he escrito a don Carlos que no slo sus recomendaciones eran rdenes para m sino que adems pensaba ofrecerle a usted, si quiere, un pequeo sotabanco que tengo arriba sin alquilar. Ah, que usted es muy dueo y puede hacer de su capa un sayo Pero hoy en da, tal como estn las cosas, vivir en el centro, no es moco de pavo. Y esta casa no est nada mal. Aqu arriba no slo vivo yo, sino que vive hasta un marqus. Fue llegar y besar el santo. No fue fcil librarse de Baonza y toda la tarde la haba pasado escuchando al buen hombre que se enorgulleca, con razn, de tener ms labia que un poltico y mejor pasta que el propio san Paco de Ass. 39

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Pero haba estado pensndolo todo el da y le sali redondo: cuando lleg a la fonda de Pacfico, aunque del interior del dormitorio salan voces, cnticos y gritos, Vicenta estaba sentada a la puerta de la calle, entretenidas las manos feas y estropeadas echando piezas a las sbanas; todo el barrio, todo el polvo y todos los perros vagabundos para ella sola. Bajo su falda de percal oscuro, asomaban unas alpargatas rojas que calzaban sus pies desnudos. Buenas noches salud Vicenta, sin levantar la vista de la costura. Buenas, resulta raro decir noches cuando an hay sol. S. Pero al menos usted me ha dado las buenas noches o lo que sean. Hoy, ninguna de las personas que he conocido me ha dado ni los buenos das ni Ahora s levant la vista Vicenta. Su gesto, hurao, daba a entender que ahora no estaba dispuesta ni a sonrerle ni a entablar conversacin. Perdone, quiz la estoy entreteniendo. Ya est abierta la fonda, no? Abren a las nueve, verdad? S. Ya hay gente dentro. Ni que decir tiene. Menuda jarana! Llevan desde las ocho. Yo los dejo pasar, me dan pena. Aqu estn ms recogidos que en la calle. Tiene usted buen corazn. Se encerr en sus retores Vicenta, sin querer darle carrete. Usted debe ser la esposa de Basilio, verdad? Servidora. La he visto esta maana. Ah, s? Ah s, ya, cuando bajaba a limpiar. Pero sabe una cosa? Cuando la vi por el espejo, me pareci que la conoca, que la haba visto antes. Lo he estado pensando todo el da. Tendr usted muy pocas cosas que pensar le rehua, casi antiptica. No se lo tome a mal, por favor. No es galantera, ni frivolidad. Pero es posible? He podido verla antes de esta maana en el espejo? He pensado que quizs usted, en algn momento, pas por el dormitorio anoche o por la puerta del fondo o, y que entonces yo entre sueos, pienso que Se le van a derretir los sesos de tanto pensar sacaba el genio Vicenta. Pero es posible? le estaba rogando. Puede ser se ablandaba. Estoy en mi casa. He podido cruzar por la ventana del patio o qu s yo Qu ms da? Al dormitorio desde luego no paso mientras hay hombres durmiendo. Enhebraba la aguja Vicenta y Antonio la miraba deseando que ocurriera algo que hiciera que ella le volviese a sonrer. Pero no ocurri nada. Comenz a desatar Antonio un paquete en el que traa envueltas unas herramientas. Vicenta le miraba por el rabillo del ojo. El silencio de ellos contrastaba con los alborotos que llegaban de los huspedes. Uno recitaba a 40

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gritos: Viene el vapor coronado / de banderas espaolas / como titn fatigado / cuya frente han salpicado / con sus espumas, las olas. / La nave que sin temor / viene de costa lejana / lleva en su seno traidor / toda la miseria humana / todo el humano dolor. / Las reliquias de la hueste / que por Espaa ha luchado / all en la manigua agreste / reliquias, ay, que han dejado / la guerra, el hambre y la peste. Se apiadaba Vicenta. Pobres. se que recita lleva tres noches viniendo. Est esperando a que le pague el habilitado para volverse a Len. Viva Espaa. Viva la guerra Viva Espaa llegaban voces beodas. Eso es una barbaridad exclam vehemente Antonio. No entiendo por qu dan vivas a la guerra, que slo es muerte. Ahora s que reaccion Vicenta, picajosa. Y usted qu sabe? La guerra no es la nica cosa que mata! Pero es ms muerte que cualquier otra muerte. Usted qu sabe? respiraba por la herida la mujer. Usted no habr ido a Cuba, verdad? No. Tuve suerte. Aunque nadie pag por m, para librarme. Si me hubiera tocado ir, creo que hubiera sido uno ms de los muchos desertores. Pues no se le ocurra decir eso ah dentro, que no quiero jaleo. No se preocupe. Con esta guerra de Cuba / ocurren casos de admiracin / pues muchos quieren hacerse ricos / mientras dura la insurreccin. / Que uno le dijo a su novia / Chica, que me voy p'all / y en dos aitos vuelvo / ms rico que el propio Rotchil / y el pobre ha veno despus de ao y pico, / enfermo de asco y sin un perro chico. Coreaban todos y daban palmas, a ritmo: Y el pobre ha veno despus de ao y pico, / enfermo de asco y sin un perro chico. se que grita ahora aclaraba Vicenta cuenta que estuvo en la trocha de Bag, y dice que en las trochas han muerto ms de veinte mil. Cada uno cuenta lo suyo Unos cuentos tan tristes! Tan tristes! Algn da se acabarn las guerras. Estoy convencido. El hombre se dar cuenta, al fin, de la estupidez que significa matarse. Calle, calle tambin se pisaba Vicenta sus alpargatas rojas Yo tena tres hermanos. Uno muri de garrotillo, otro en el clera del 85 y el pequeo muri en Cuba, el primer ao. No s qu es peor. El chico quera ir, no le importaba morir por la patria, y no sabemos si lo mataron los mambises o si cay enfermo. Pero l quera ir. A l le gustaba la pelea. Fue a gusto. Le gustaba la pelea! Gustarle a uno morir y matar Eso s que es un cuento triste! Usted qu sabe? le chispeaban los ojos. Ha dejado un hurfano y l no era ms que un nio. Cuentos tristes! Cuento triste el de mi sobrino Pepillo! Ya t ves, Fondeviela, ya t ves, cmo Cuba libre es. Se haban puesto todos a cantar en el apartado dormitorio y atronaba la 41

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barahnda. Se levant Vicenta, alisndose las faldas. Voy a decirles que se callen. Porque como baje mi marido ser peor. El otro da, ech a uno, se fue el pobre con un ojo a la funerala. Pues mientras usted va a poner calma, yo, si quiere, le arreglo esa silla. Se lo he prometido a su marido esta maana. Estas herramientas me las han dejado en el taller donde voy a trabajar. Usted me ha trado suerte. Ver. Ayer, cuando me acerqu a Madrid, vi a unas mujeres lavando. Esta maana, su marido me ha contado que tambin usted se pasaba la vida en el ro, en los lavaderos. No entenda sus argumentos Vicenta, pero le miraba muy profundamente y desde muy lejos, bebiendo, a su pesar, sus palabras. Luego ha aparecido usted en el espejo y me ha sonredo. No, no me crea loco; Estas cosas son as. Usted ha sido la primera sonrisa hospitalaria de Madrid. Yo no he estado en ningn hospital. Sin entender, Vicenta, se enfadaba. Y que yo recuerde no le he sonredo a nadie. Hospitala! Hospitalaria quiere decir acogedora, amable, generosa Ya quera ensearle Antonio todo lo que saba y redimirla, para que no mintiera. La hospitalidad es el mejor bien Pare el carro le pidi Vicenta aunque con la boca chica, emergiendo de la atraccin. Pare el carro! Y desapareci para acallar las voces de la soldadesca. Acababa de empezar a arreglar la silla Antonio, cuando apareci Basilio dando ms voces que todos los huspedes juntos. Pero qu es esto, una taberna? Su mujer ha ido a decirles que se callen. Qu hace usted con esa silla, hombre? A ver qu va a hacer! Arreglrsela. Ya se lo he dicho esta maana. Arreciaban las voces. Un da de stos me pierdo, se lo digo yo. Yo no aguanto turbamultas en mi casa. Parecan haberse calmado los gritos y volva ya Vicenta. Mira, Basilio, este seor te va a arreglar la silla. Este seor lo que va a hacer es quedarse a dormir arriba, si es que tiene intencin de quedarse, porque esta noche, como sos sigan as, llamo a la ronda. Pero si ya se han callado, hombre, djalos. Pobres. Me hacen a m ms caso que a ti se enfrentaba al marido. Usted se cree que ste es sitio para una mujer? Vamos! Venga, mujer, t para arriba la urga, espabilndola y se volva a Antonio, pidiendo el asentimiento a sus razones. Pobres, dice Y nosotros qu? Nosotros a aguantar, no?, lo que nos echen. Me hierve la sangre. Han sido muy valientes s, lo que quieran, han dado todo lo que tenan, pero, qu? Han perdido, no? Tendrn todo lo que un hombre tiene que tener, pero Usted se cree que 42

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hay derecho a que nos ganen la guerra hasta los Estados Unidos? Esos brbaros? Vamos, es el colmo. Hasta Estados Unidos! Es que no hay organizacin Estados Unidos! Es una nacin poderosa buscaba el equilibrio Antonio. Es una nacin de brbaros! Y adems son unos metomentodos que siempre se andan enredando en camisa de once varas. Quin les mandaba a ellos meterse, eh? Ha sido mala suerte, se lo digo yo, porque valor como el del hombre espaol Ya est A ver, pruebe usted esta silla A que ya no se vence? Ofreca el ebanista la silla ya compuesta. Ahora no me siento, pero gracias, hombre, gracias. Se calmaba Basilio. Ha encontrado usted ese palacio que va a tener en Madrid? Un palacio? Comprobaba Antonio que Vicenta le miraba. La casa a la que le iba usted a poner la cerradura. Ah ri Antonio. No, pero he encontrado trabajo y si a ustedes les viene bien, me acomodar arriba hasta que me site, y llegaremos a un arreglo. Le pareci a Antonio que ella escuchaba expectante. Mi casa no es nada del otro mundo, amigo mo, pero si usted se queda y nos paga lo que se convenga, va a estar usted mejor que en el Palacio de Oriente. Como en familia. Nada de pampanaje, pero como en familia. Pues no hay ms que hablar. Lo celebramos con un vaso de vino, que yo invito. Ah, eso no. Yo le acompao, pero beber, no bebo. Slo agua. El agua para los peces, hombre. Y eso que sta de Lozoya es oro fino, pero yo no la pruebo, por si acaso. Dicen que es