malcolm bull, states of failure, nlr 40, july-august 2006

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    El Estado no es abolido: se extingue.

    F. Engels, Anti-Dhring

    Cuanto ms se extiende el lazo social, ms laxo se vuelve.

    J.- J. Rousseau, El contrato social

    En un artculo previo sostuve que la crisis contempornea de la agencia po-ltica refleja la divisin entre la resultante de la eleccin individual y las de-cisiones de la voluntad colectiva1. Sin embargo, la reduccin de la posibili-dad poltica a la mano invisible del mercado y la reaccin populista noimpiden que los actores individuales operen unos sobre otros. Precisamen-

    te porque diferentes tipos de agencia no son exclusivos de actores particu-lares, el ciclo de efectos y propsitos involuntarios resulta tan obvio. El re-curso a la agencia de la multitud tan slo sirve para reforzar la separacin,puesto que la multitud opera como uno o como muchos, y se torna enagente poltico a travs de la unidad de la voluntad o del funcionamientode la mano invisible. Empezar por la multitud, tal como hiciera la primerateora poltica moderna (y como Negri, Hardt y Virno proponen hacer denuevo en el presente), da lugar a una dicotoma: voluntad general o inte-lecto general, lo poltico o lo social, el Estado o la sociedad.

    La teora hegeliana del Estado ofrece una resolucin de estas divisiones.Hegel trabaj conscientemente con un doble legado. Por una parte, unaconcepcin del Estado como voluntad nica de la multitud; por otra par-te, una exposicin de la sociedad civil en la que la sociedad no est go-bernada por la voluntad, sino por la racionalidad de la mano invisible.

    Aunque las versiones de la primera idea se remontan al menos hasta Ci-cern, Hegel atribuy a Rousseau la introduccin de la voluntad comoprincipio del Estado. Sin embargo, se quej (de forma algo injusta) de que

    Rousseau adopta la voluntad en una nica modalidad determinada en tan-to que voluntad individual, y no considera la voluntad racional como elelemento absolutamente racional en la voluntad, sino slo en tanto que

    1 Los lmites de la multitud, NLR35 (septiembre-octubre 2005).

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    ARTCULOS

    ESTADOS DEL FRACASO

    MALCOLM BULL

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    voluntad general que procede de aquella voluntad individual en tantoque voluntad consciente. Rousseau socavaba as el principio divino delEstado reduciendo la unin de los individuos en el Estado a un contrato

    y por lo tanto a algo basado en sus voluntades arbitrarias. Las consecuen-cias podan comprobarse en la Revolucin francesa, que expresaba nica-mente la voluntad arbitraria y no la racional, de ah que desembocara enel mximo de espanto y el terror2.

    La concepcin hegeliana de la sociedad civil y el papel de la mano invisibledel mercado en su seno proceden de Ferguson y Smith3. En el proceso deconsecucin de fines egostas, se forma un sistema de completa interdepen-dencia, en el que el sustento, la felicidad y el estatuto legal de un hombreest entretejido con el sustento, la felicidad y los derechos de todos4. Aun-que cada individuo es su propio fin, y todo lo dems no significa nada paral [...] no puede realizar ntegramente sus fines sin hacer referencia a los de-ms. De esta suerte, mediante su referencia a otros, el fin particular cobrala forma de la universalidad, y encuentra satisfaccin a la par que satisface elbienestar de otros5. Sin embargo, para Hegel tambin la sociedad civil tienesus limitaciones. Toda vez que su racionalidad se basa en el mecanismo dela mano invisible, la particularidad (el agente individual) y la universalidad(el producto de la mano invisible) permanecen desarticuladas: La unidad sepresenta aqu no como libertad, sino como necesidad, puesto que slo porobligacin lo particular llega a cobrar la forma de la universalidad6.

    En la exposicin hegeliana, la limitacin inherente a la racionalidad de lamano invisible consiste en su surgimiento repentino e inopinado, mien-tras que el problema de la unidad de la voluntad es su naturaleza arbitra-ria y sus consecuencias potencialmente destructivas. Ambas quedan supe-radas en la fusin de las dos en el Estado. Para Hegel, gracias a la manoinvisible, los individuos se dan cuenta de su propia unidad. Cuando loshombres son interdependientes y se relacionan recprocamente entre sen su trabajo y para la satisfaccin de sus necesidades, el egosmo subje-tivo se convierte en una contribucin a la satisfaccin de las necesidadesde todo el mundo. En este sentido, el egosmo se convierte en la media-cin de lo particular a travs de lo universal7. Gracias a la mano invisi-ble, si promuevo mis fines, promuevo los fines de lo universal, y a su vezste promueve mis fines8.

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    2 G. W. F. HEGEL, Philosophy of Right, Oxford, 1952, 258. En el presente artculo sigo la tra-duccin de 1952 de Knox, salvo la cita referida ms abajo, en la nota 5, para la cual utilizola de H. B. Nisbet [ed. cast.: Principios de Filosofa del Derecho, Barcelona, Edhasa, 1999].3 Vase Norbert WASZEK, The Scottish Enlightenment and Hegels Account of Civil Society,Dordrecht, 1988.4 Ibid., 183.5 G. W. F. HEGEL, Elements of the Philosophy of Right, Cambridge, 1991, 182.6 G. W. F. HEGEL, Philosophy of Right, cit., 186.7 Ibid., 199.8 Ibid., 184A.

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    Puesto que un fin particular [...] se alcanza en la consecucin simultneadel bienestar de los dems, de ello se desprende que los individuos pue-den alcanzar sus fines slo en la medida en que por su parte determinensu conocimiento, su voluntad y sus acciones de modo universal9. Aspues, cuando, gracias a la mano invisible, la autoconciencia particular seeleva a la conciencia de su universalidad, su conocimiento y su voluntadse convierten en libertad y universalidad formales en la medida en quesu universalidad ya no es la de la necesidad, sino la de una voluntadconsciente de dicha universalidad:

    Los intereses individuales no slo adquieren su pleno desarrollo y cobran unexplcito reconocimiento de su derecho [...] asimismo se convierten por s mis-mos en inters de lo universal [...] al que reconocen con su conocimiento y su

    voluntad como su propio espritu y toman como fin ltimo de su actividad [...]En el acto mismo de querer stos [sus propios fines privados], quieren lo uni-

    versal a la luz de lo universal10.

    En la prctica, esto implica que la conciencia de mi inters, tanto subje-tivo como particular, queda contenida y preservada en el inters y en elfin del otro (ello es, en el del Estado)11. sta es la esencia del patriotis-mo, pero es tambin al mismo tiempo el fundamento de la racionalidaddel Estado, pues el Estado es absolutamente racional en la medida enque es la realidad de la voluntad substancial que posee en la autocon-ciencia particular una vez que esa conciencia se ha elevado a la concien-cia de su universalidad12.

    La teora del Estado de Hegel reconoce que con frecuencia se produce unadisyuncin entre la resultante de nuestras acciones individuales y los objeti-

    vos por los que luchamos colectivamente. Describe el producto colectivo dela sociedad civil, logrado gracias a la compleja interdependencia de cadauno con los dems, como una especie de intelecto general que se presen-ta a cada uno como el capital permanente universal que da a cada cual laoportunidad, mediante el ejercicio de su educacin y sus habilidades, de ha-cerse con una porcin del mismo13. Sin embargo, est seguro de que no su-cede lo mismo con la voluntad general, tal como se expresa en un contra-to social. De esta suerte, a diferencia de una unin de las voluntades porobra de su propia volicin, la mano invisible crea una unidad que es enton-ces objeto consciente de la volicin. En efecto, el Estado es el intelecto ge-neral que se ha hecho consciente de s mismo en tanto que voluntad gene-ral. Gracias a ello, la arbitrariedad de la voluntad general queda estabilizadapor la racionalidad de la mano invisible, y el orden espontneo de la socie-dad es inculcado con el patriotismo del Estado.

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    9 Ibid., 182A, 187.10 Ibid., 260.11 Ibid., 268.12 Ibid., 258.13 Ibid., 199.

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    Spinoza haba abierto la posibilidad de que pudiera haber una fuente deunidad poltica distinta de la voluntad. Hegel, sabedor de que ello crea po-tencialmente un problema de agencia en las sociedades complejas, vuelvea reconciliarlas. De este modo ofrece la primera teora del Estado moder-no. El Estado de Hegel es, tal como lo describe Bosanquet, la sociedad ar-mada con la fuerza, la mano invisible cerrada como un puo de hierro.

    Ir de compras y tirar bombas

    Si la importancia de la teora del Estado de Hegel se ha visto hoy en granmedida olvidada, la razn de ello estriba en la campaa conjunta contrala misma emprendida en la primera mitad del siglo XX. En 1917, L. T. Hob-house estaba leyendo a Hegel en su jardn de Highgate cuando fue inte-rrumpido por los sonidos de un ataque areo alemn. Cuando tuvo ensus manos de nuevo el libro, se dio cuenta de que acababa de ser testi-go de los resultados tangibles e intangibles de una doctrina falsa y mal-

    vada, cuyos fundamentos descansan, a mi juicio, en el libro que tengoante m [...] la teora hegeliana de un Estado-Dios14.

    De hecho, Hobhouse replicaba no tanto al propio Hegel como a Bosan-quet, cuya Teora filosfica del Estadoreformula la teora hegeliana en tr-minos procedentes de slo una de las fuentes de Hegel, Rousseau. Insen-sible al funcionamiento de la mano invisible, pero consciente de queHegel haba omitido la distincin de Rousseau entre la voluntad general

    y la voluntad de todos, Bosanquet propona una exposicin del Estadoen la que la voluntad verdadera expresara la racionalidad y por ende seconvirtiera en la voluntad del bien comn, mientras que la voluntad de to-dos quedara como la suma de los impulsos e intereses privados. De estasuerte, en la analoga tal vez desafortunada de Bosanquet, la voluntad detodos es como la accin aparentemente unitaria de una muchedumbreque sale en tropel de un desfile militar en busca de un refresco, mientrasque la voluntad verdadera queda expresada en la precisin del ejrcito,cada una de cuyas unidades se mueve en relacin con los movimientosde un gran todo15.

    Hobhouse replicaba que si nuestra verdadera voluntad es la voluntad ge-neral, y la voluntad general tiene su ms plena expresin en el Estado,el resultado es la total sumisin al gobierno. Aunque una accin puedeser tanto general como querida, de ello no se desprende que haya unagente correspondiente en forma de una voluntad general:

    La vida de una sociedad no es el producto del pensamiento coherente de unasola mente. Por el contrario, muchas costumbres e instituciones, que compo-

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    14 L. T. HOBHOUSE, The Metaphysical Theory of State, Londres, 1918, p. 6.15 Bernard Bosanquet, The Philosophical Theory of the State, Londres, 41965, pp. 150 y 151.

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    nen la vida social, han crecido de manera separada, espordica, inconscientey a menudo poco razonable16.

    Incluso el imperio de la ley es un proceso creado a partir de innumera-bles conflictos de innumerables voluntades [...] que contrastan netamentecon las decisiones simples y tajantes de una mente individual17.

    En este intercambio quedaron asentados los trminos de la crtica liberaldel Estado, que luego retomaran otros, para los cuales la encarnacin delEstado hegeliano no era la Alemania guillermina, sino el Tercer Reich yla Unin Sovitica. Ahora bien, si el rechazo liberal de la teora hegelia-na de la agencia poltica trataba de hacer hincapi en el orden espont-neo a expensas de la voluntad unificada, la respuesta conservadora a He-gel ha consistido en intentar preservar la integridad del Estado frente a lacontaminacin de la sociedad civil18.

    En opinin de Carl Schmitt, el legado de Hegel ha cado en manos del li-beralismo, pero el da en que Hitler lleg al poder fue el da de la muer-te del Hegel liberal. Aunque la distincin perdi su claridad posteriormen-te, Hegel demostr que el Estado es cualitativamente distinto de lasociedad y superior a sta. El Estado presupona no la sociedad, sino lopoltico, y habida cuenta de que lo poltico es la capacidad de decidirentre amigo y enemigo, el Estado no es una expresin de la sociedad,sino una entidad poltica organizada que decide por s misma la distin-cin amigo-enemigo. En cuanto tal est inextricablemente ligado a la ca-pacidad de hacer la guerra, ya que los conceptos de amigo, de enemigo

    y de combate cobran su verdadero significado precisamente porque ha-cen referencia a la posibilidad real de provocar la muerte fsica19.

    Proponiendo un linaje alternativo para el Estado, Schmitt intentaba des-pojar de todo fundamento a aquellos que (en trminos completamentecorrectos) invocaban el papel positivo de la sociedad civil en la teora he-geliana. Para Schmitt, el Estado se vea perjudicado por la confusin en-tre ambos: La ecuacin Estado = poltica se vuelve errnea y engaosadesde el momento en que el Estado y la sociedad se interpenetran. Cuan-do se permite que esto ocurra, el Estado se convierte en sociedad [...] Unpueblo polticamente unido se convierte, por un lado, en una ciudadanaculturalmente interesada, y, por otro lado, parcialmente en una empresaindustrial y sus empleados, y parcialmente en una masa de consumido-res. Mientras que la unidad poltica se basa en decisiones sobre la vida y

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    16 L. T. Hobhouse, op. cit., pp. 43 y 81.17 Ibid., p. 82.18 Vase Domenico LOSURDO, La catastrofe della Germania e limmagine di Hegel, Miln,1987, pp. 109-149.19 Carl SCHMITT, The Concept of the Political, Chicago, 1996, pp. 29-30, 33. Vase tambinJean-Franois KERVGAN, Hegel, Carl Schmitt, le politique entre spculation et positivit, Pars,1992.

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    la muerte, la sociedad civil slo genera grupos de inters de consumido-res: clientes que compran gasolina en la misma empresa suministradora,o pasajeros que viajan en el mismo autobs20.

    Asociada, por una parte, con las ambiciones expansionistas del Segundoy Tercer Reich, y, por otra parte, con los fracasos de la Repblica de Wei-mar, la teora hegeliana del Estado nunca lleg a recuperarse. El dobleasalto contina con el ataque neoliberal al Estado y el ataque neoconser-

    vador a la sociedad, y queda reflejado en la polarizacin de lo poltico ylo social en las reivindicaciones rivales de la voluntad general frente al in-telecto general, una dicotoma que es el resultado directo del repudio delintento hegeliano de trabajar con uno y otro. Esto limita nuestra capaci-dad de aferrar conceptualmente los problemas de agencia, puesto que se-parar las acciones de la voluntad del funcionamiento de la mano invisi-ble significa que no hay un marco en cuyo interior se puedan articularproblemas derivados de la interaccin compleja de ambos.

    El persistente valor de la teora hegeliana no yace, tal como sus primerosdefensores y crticos imaginaron, en su articulacin del poder totalizadordel Estado, sino en el innovador intento de describir el Estado como unasolucin de los problemas de la agencia poltica generados por la com-plejidad social. Desde esta perspectiva, la crisis contempornea se mues-tra con una claridad brutal. El ciclo de efectos imprevistos y propsitosineficaces es un problema de coordinacin: un reiterado fracaso a la horade alinear plenamente la voluntad con el funcionamiento de la mano in-

    visible. Hay grupos de compradores incapaces de querer la resultante desus propias acciones; y comunidades de personas que se dedican a po-ner bombas y que son incapaces de reconocer la arbitrariedad de su pro-pia voluntad. El hecho de que los mismos agentes humanos estn impli-cados en ambos casos no cambia las cosas. En vez de querer la racionalidaddel mercado global, la voluntad dificulta su funcionamiento mediante na-cionalismos reactivos. Una mejor coordinacin introducira en su lugar enel mercado global la voluntad de aplicacin forzosa del mismo y de crea-cin de un Estado del mercado global. O, como podran expresarlo loscrticos de Hegel, fijara el objetivo del bombardeo en lnea con la conse-cucin de un mundo en el que ir de compras.

    Planteadas en estos trminos, las curiosas desalineaciones de la agencia po-ltica global contempornea se vuelven ms explicables, y las limitacionesde sus alternativas tericas ms evidentes. Si la lgica de la agencia polticaslo puede ser plenamente realizada en un Estado del mercado global, quie-nes abrazan la idea cosmopolita de creacin de una sociedad civil globalque prescinde de un Estado ignoran el papel decisivo de la voluntad; perola perspectiva de un Estado global que ignora la mano invisible es igualmen-

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    20 C. Schmitt, op. cit., pp. 22, 57 y 72; vase tambin M. BULL, The Social and the Political,South Atlantic Quarterly104 (2005), pp. 675-692.

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    te poco realista, puesto que quien se apoya nicamente en la voluntad estcondenado a las consecuencias imprevistas de su propia irracionalidad.

    As pues, no hay alternativa al Estado del mercado global que permita a lavez la agencia tanto de la voluntad como de la mano invisible? Hegel nodescribe ninguna, pero su exposicin nos permite identificar un camino yun mecanismo gracias a los cuales podra encontrarse una alternativa, y almismo tiempo los recursos tericos mediante los que sta podra articular-se. No pueden ser ni la voluntad general ni el intelecto general por s so-los, como tampoco una conjuncin en la que el intelecto general se tornaen voluntad general; slo puede ser un proceso a cuyo travs, por as de-cirlo, la voluntad general se transforma en intelecto general. Para Hegel, lasolucin al problema de la agencia poltica consista en optar por la imper-feccin; la alternativa reside en prescindir de la voluntad.

    Estados entrpicos

    Para Hegel, no hay antidialctica, y el Estado es un fin en s mismo absolu-to e impasible21. Pero, siguiendo en esto a Aristteles, reconoce que hay unsentido en el que es anterior y se revela como el verdadero fundamentode la familia y la sociedad civil. No ofrece ninguna exposicin de esto lti-mo, aunque tal vez es posible identificar un precedente en la disolucin dela familia y el paso a la sociedad civil. En la expansin pacfica de la fami-lia se encuentra el origen de la particularidad que inevitablemente destruyela unidad. Una familia se convierte inevitablemente en una pluralidad de fa-milias, cada una de las cuales se comporta como una persona concreta au-tosubsistente, dando lugar con ello a la particularidad que busca su propiasatisfaccin. Esta particularidad disuelve potencialmente no slo la familia,sino toda forma de Estado incapaz de contenerla. De esta suerte, en la An-tigedad el desarrollo de la particularidad se present como una invasinde corrupcin tica y como la causa ltima de la decadencia del mundo22.

    Ahora bien, puede sucederle algo parecido a un Estado que, a diferen-cia de los Estados de la Antigedad, hasta cierto punto rene ya univer-salidad y particularidad? Puede desandar el camino la marcha de Diosen el mundo? En la tradicin marxista, al menos, la respuesta a esta pre-gunta fue siempre inequvoca pero oscuramente positiva. Tal como estu-pendamente escribiera Engels:

    El Estado era el representante oficial de la sociedad como un todo, su concen-tracin en una corporacin visible. Pero slo lo era en la medida en que erael Estado de una clase que slo en su poca representaba a la sociedad comoun todo [...] Cuando el Estado se convierte verdaderamente en el representan-

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    21 G. W. F. Hegel, Philosophy of Right, cit., 258.22 Ibid., 181 y 185.

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    te de la sociedad como un todo, se vuelve superfluo [...] El gobierno de laspersonas es reemplazado por la administracin de las cosas, y por la direccinde los procesos de produccin. El Estado no es abolido. Se extingue23.

    Comentando este pasaje en El Estado y la revolucin, Lenin observabaque la expresin se extingue indicaba tanto el carcter gradual del pro-ceso como su naturaleza espontnea, pero insista en que ello slo po-da significar que el Estado se extinguira despus de la revolucin24. Unadictadura del proletariado ocupara entonces el lugar del Estado burgus,

    y sera ese Estado, el Estado proletario, el que desaparecera gradualmen-te en la fase superior del comunismo, al igual que el libre intercambio deservicios reemplazara al derecho burgus.

    Tal como insiste Lenin, la extincin del Estado tiene lugar espontnea-mente, gracias al funcionamiento de algo parecido a una mano invisible.Pero sta no es la mano invisible del mercado que asegura que cuandocada cual busque su propia satisfaccin cubrir las necesidades de otros.Dentro de la sociedad civil una mano invisible transforma la particulari-dad en universalidad; en la extincin del Estado transforma la universalidaden particularidad. La primera coordina los deseos, la segunda dispersa lacoercin. No hace falta ninguna mano invisible para satisfacer las necesi-dades en la fase superior de una sociedad comunista, puesto que stasson cubiertas por el libre intercambio de servicios; en este caso se requie-re una mano invisible para desarmar al Estado y restaurar el poder de losindividuos sobre s mismos y sobre el prjimo.

    La lgica de este proceso es sencilla. El Estado es una fuerza de coercinespecial, y, habida cuenta de que, como ya sealara Marx, la unidad dela que dependa el Estado hegeliano representaba la racionalidad de unaclase particular, el Estado no era ms que una mquina para la supresinde una clase por otra. Cuando, a raz de la revolucin, la dictadura delproletariado hubiera suprimido a las dems clases, quedara slo una cla-se, y por lo tanto la necesidad de una fuerza de coercin especial que

    proporciona el Estado sencillamente desaparecera. En el caso de la fami-lia, la expansin haba socavado la unidad requerida para sostenerla; enel caso del Estado, la expansin de la clase universal disolvera la diferen-cia que precisa el Estado para conservar su identidad.

    En los Cuadernos de la crcel, Gramsci describe este proceso, en trmi-nos explcitamente hegelianos, como la transformacin del Estado en so-ciedad civil:

    Cabe imaginar la extincin gradual del elemento coercitivo, a medida que loselementos ms conscientes de la sociedad regulada (o el Estado tico o la so-

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    23 Friedrich Engels, citado en LENIN, The State and Revolution, trad. de R. Service, Londres,1993, p. 16 [ed. cast.: El Estado y la revolucin, Madrid, Alianza, 2006].24 Ibid., p. 80.

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    ciedad civil) hacen su aparicin [...] En la doctrina del Estado que se convier-te en sociedad regulada, entre una fase en la que el Estado equivaldr a go-bierno, y una en la que Estado se identificar con sociedad civil, tendre-mos que pasar por una fase de Estado-polica, esto es, de una organizacincoercitiva que salvaguardar el desarrollo de los elementos de la sociedad re-gulada en constante proliferacin y que en consecuencia reducir progresiva-mente sus propias intervenciones autoritarias y enrgicas25.

    Sin embargo, la versin gramsciana de la extincin del Estado ya no pre-supone la revolucin: la dictadura del proletariado sigue siendo el Esta-do-polica, pero el mismo se expresa ahora mediante la hegemona delpartido, que detenta el poder de facto y ejerce la funcin hegemnica[...] de mantener el equilibrio entre los diferentes intereses de la sociedadcivil. A partir de aqu, puede que no sea posible recrear un Estado detipo tradicional y un derecho constitucional, pero es posible inculcar la

    voluntad de ajustarse a las normas y con sta la transicin de la coercinal consentimiento, que garantiza que el objetivo del Estado es su propiofin, su propia desaparicin; dicho de otra manera, la reabsorcin de la so-ciedad poltica en la sociedad civil26.

    Para Hegel, la sociedad civil era una esfera econmica creada tras la di-solucin de la familia; para Gramsci, es tambin el Estado desarmado.

    Pluralismo

    El sueo gramsciano de la reabsorcin del Estado en la sociedad civil noera tan slo una glosa de las declaraciones de Engels y Lenin, sino tam-bin una articulacin de una fantasa en gran medida compartida en laEuropa de principios del siglo XX. A juicio de tericos de muchas orien-taciones polticas, el Estado se presentaba como una institucin destina-da a desaparecer a medida que fueran expandindose las capacidades ad-ministrativas de la sociedad civil. En Inglaterra, Ernest Barker hablaba delEstado desacreditado, mientras que en Francia Edouard Berth proclama-ba que el Estado estaba muerto o moribundo27.

    Para Schmitt, esta perspectiva era una pesadilla. La transicin del Estado ala sociedad no poda expresarse en las imgenes afables del marchitamien-to y la reabsorcin; era en parte una masacre y en parte un banquete can-bal. El Estado es el mtico Leviatn, destrozado por las trompas de Behe-moth. Del mismo modo que la carne de Leviatn fue devorada por los

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    25 Antonio GRAMSCI, Selections from the Prison Notebooks, trad. de Q. Hoare, Londres, 1971,p. 263 [ed. cast.: Cuadernos de la crcel, Mxico DF, Ediciones Era, 2001].26 Ibid., p. 253.27 Vase Ccile LABORDE, Pluralist Thought and the State in Britain and France, 1900-25,Basingstoke, 2000, y David RUNCIMAN, Pluralism and the Personality of the State, Cambridge,1997.

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    judos, que comen la carne de los pueblos que han masacrado y gracias aello se mantienen, as los partidos polticos masacran al poderoso Levia-tn, y cada uno de ellos corta de su cadver un trozo de carne para s mis-mo28. Las organizaciones de la sociedad civil son utilizadas como cuchi-llos [...] para hacer jirones el Leviatn y repartirse entre s los pedazos29.

    El objetivo de Schmitt, representado aqu estrambticamente por los ju-dos, es el sindicalismo francs y el pluralismo ingls. Los escritores sin-dicalistas como Maxime Leroy imaginaban que la transicin del gobiernode las personas a la administracin de las cosas tendra lugar mediantecontratos civiles: Si hay contrato, el poder pblico se disuelve dentro dela personalidad de la sociedad civil; si hay sociedad civil, ya no hay obe-diencia, ni jerarqua, sino colaboracin, gestin, comercio30. En cambio,el escritor ingls J. N. Figgis insista en que el pluralismo se compone node un montn de individuos, todos iguales e indiferentes, sin relacin en-tre s, tan slo con el Estado, sino de una jerarqua ascendente de grupos,familias, escuelas, ciudades, pases, sindicatos, Iglesias, etc.31. Mientrasque los sindicalistas pensaban ante todo en trminos de grupos profesio-nales, el modelo de Figgis fue siempre la Iglesia. Pero tambin ellos ha-bran aprobado la pretensin de Figgis segn la cual la batalla de la libertaden este siglo es la batalla de las pequeas sociedades para el mantenimien-to de su vida intrnseca, como si tratara de defenderse contra el insacia-ble Leviatn de la totalidad32.

    De ganarse esa batalla, el Estado sera reabsorbido por las asociacionesde las que se compone. stas son entidades sociales estables (tal comoinsista Figgis, la Iglesia no era una confluencia fortuita de tomos ecle-sisticos), y en este sentido su identidad reflejara la composicin pree-xistente de la sociedad civil. En el caso de Hegel, esto habra significadola reabsorcin del Estado por las corporaciones (expresin con la que ha-ca referencia principalmente a las guildas o profesiones), puesto que me-diante la corporacin la mano invisible trabaja para garantizar que unpropsito egosta, encaminado a su propio inters particular, se perciba

    y se manifieste a s mismo al mismo tiempo como el inters universal, ygracias a ellos la esfera de la sociedad civil pasa por encima del Estado33.

    En cambio, Gramsci, como Figgis, consideraba a la Iglesia como el arque-tipo de la sociedad civil, y a los grupos profesionales como slo una msentre la enorme cantidad de entidades que la componen. Si bien en el

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    28 C. SCHMITT, Ethic of State and Pluralist State, y Chantal MOUFFE, The Challenge of CarlSchmitt, Londres, 1999, pp. 195 y 196.29 C. SCHMITT, The Leviathan in the State Theory of Thomas Hobbes, trad. de G. Schwab, West-port, 1996, p. 74.30 Maxime Leroy, citado en Laborde, op. cit., p. 32.31 J. N. Figgis, citado en ibid., p. 47.32 J. N. FIGGIS, Antichrist, and other Sermons, Londres, 1913, p. 266.33 G. W. F. Hegel, Philosophy of Right, cit., 251 y 256.

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    caso de Gramsci, a diferencia del de los pluralistas y los sindicalistas, laextincin del Estado no slo restaura la autonoma de la sociedad civil,sino que tambin la transforma.

    Serializacin

    Para Hegel, el Estado era una organizacin en la que cada uno de sus miem-bros es un grupo [...] y, por lo tanto, ninguno de sus momentos debe apare-cer como un agregado desorganizado34. Pero si la antidialctica penetrara (oevitara) la corporacin y volviera al nivel ms bsico de la sociedad civil, nose llegara al estado de naturaleza, sino a la multitud. Sin organizacin, He-gel vea en la multitud nada ms que un cmulo de unidades atmicas, elmontn de individuos de Figgis, una totalidad en cierto modo conectada[...] pero conectada slo como un agregado, una masa informe35.

    Sartre sistematiza esta posibilidad con una alucinante minuciosidad en laCrtica de la razn dialctica. Para l, tambin, el tipo bsico de sociali-dad es el colectivo, la reunin inerte con su estructura de serialidad, queequipara a la muchedumbre atomizada de Hegel36. Su ejemplo ms co-nocido es la cola del autobs en la que, pese a tener la apariencia de ungrupo social, todo el mundo est aislado de todo el mundo y vinculadotan slo a travs de su alienacin, que es lo que les constituye en su ais-lamiento recproco.

    Sin embargo, a diferencia de Schmitt, que tambin utilizaba el ejemplo delos pasajeros del autobs, Sartre insiste en que una reunin inerte comosa puede ser transformada en un instante por el relmpago de unapra-xiscomn, cuando reconoce su inters comn37. El origen de esta totali-zacin, como la denomina Sartre, es la libertad individual concebida comola voluntad de todos38. Los individuos que huyen de un enemigo comnse dan cuenta de que no son Otros, ni unos pocos individuos, los que hu-

    yen: en vez de ello, la huida, concebida como unapraxiscomn que re-acciona a una amenaza comn, deviene huidaen tanto que totalidad acti-

    va. Todo el mundo reacciona de manera nueva: No como un individuo,ni como un Otro, sino como una encarnacin individual de la personacomn39.

    Esta totalizacin, no obstante, es al mismo tiempo el comienzo de la des-totalizacin, una articulacin de dialctica y antidialctica en la que los

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    34 Ibid., 303.35 Ibid., 290A y 303.36Jean-Paul SARTRE, Critique of Dialectic Reason, vol. I, Londres, 2004, pp. 284-285 y 348 [ed.cast: Crtica de la razn dialctica y cuestin de mtodo, Madrid, Magisterio Espaol, 1987].37 Ibid., p. 349.38 Ibid., p. 634.39 Ibid., pp. 357 y 370.

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    grupos nacen de series y [...] terminan serializndose a su vez40. Tratan-do de conservarse a s mismo cuando ya no hay un enemigo comn y suunidad espontnea comienza a disolverse, un grupo-en-fusin puede to-mar una secuencia de medidas encaminadas a mantener su unidad y conello perpetuar su propia existencia. Sin embargo, stas constituyen tan

    slo el camino de vuelta a la serialidad. Las acciones que se toman encada etapa para impedir la disolucin son en realidad las que la produ-cen, y el grupo cuyo origen y fin reside en un esfuerzo de los indivi-duos que estn reunidos para disolver la serialidad en s mismos repro-ducir en realidad, en el curso de su lucha, la alteridad en s mismo y secongelar en lo inorgnico41. Todo el proceso de destotalizacin es unejemplo de lo que Sartre denomina contrafinalidad o, tal como se haacuado en otra parte, el revs invisible, en el que las consecuencias im-pensadas de una accin conjunta son un estado de cosas no slo impre-

    visto, sino tambin no deseado por sus agentes42.

    A juicio de Sartre, este proceso puede remontarse hasta el desarrollo de laRevolucin francesa, desde el asalto a la Bastilla (lapraxisde un grupo fu-sionado) hasta la Convencin (la institucin). Sin embargo, aunque la Cr-ticapuede formularse como una meditacin acerca del fracaso de la revo-lucin, proporciona tambin un algoritmo para la entropa del Estado. Enefecto, Sartre equipara explcitamente el proceso con la concepcin comu-nista de la extincin gradual del Estado en favor de reagrupamientos cada

    vez ms amplios de serialidades heterodirigidas, reconociendo que en estecontexto la dictadura del proletariado es tan slo un compromiso entre elgrupo activo y soberano y la serialidad pasiva43. Aunque impugnaba la ex-posicin hegeliana de la formacin del Estado y rechazaba toda ecuacincmoda del grupo en fusin con la misma, Sartre proporcionaba otra ma-nera de asociar la unidad de la voluntad con la mano invisible. En Hegel,una mano invisible crea la unidad de la voluntad; en Sartre la deshace.

    Estructuras disipadoras

    Las palabras de Gramsci acerca de la reabsorcin, las fantasas febriles deSchmitt sobre las asociaciones que se unen para desmembrar el Estado y

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    40 Ibid., p. 65.41 Ibid., p. 591. El proceso puede remontarse al papel cambiante de lo que Sartre llama el ter-cero (la tercera persona, u objeto, cuya presencia unifica el grupo). Cuando se trata de unamera reunin, como en la cola del autobs, la tercera persona est sumergida en la seriali-dad, estructurada a prioricomo el Otro y, por lo tanto, como Otro respecto a cada uno y Otrorespecto a nosotros, ibid., p. 366. En el grupo en fusin, la tercera persona est interiorizadadentro del grupo a medida que cada uno se torna en tercero respecto a las reciprocidades delos dems, pero la contrapartida de la integracin de cada tercera persona en el grupo es el[...] exilio recproco, ibid., p. 585, habida cuenta de que en la regulacin de las reciprocida-des de los dems cada uno es constituido como un cuasi soberano, una tercera persona ex-cluida. La entropa del grupo es una funcin de la creciente alteridad del tercero.42Vase G. BRENNANy P. PETTIT, Hands Invisible and Intangible, Synthese94 (1993), pp. 191-225.43 J.-P. Sartre, op. cit., p. 662.

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    la exposicin sartreana acerca de la serializacin son todas potencialesdescripciones de la transicin del Estado a la sociedad. Utilizamos estasextraas metforas en parte porque la transicin misma permanece engran medida dentro de lo imaginario, y en parte porque la tradicin oc-cidental parece carecer de un vocabulario adecuado para el fracaso onto-lgico. El mejor modo de coordinarlas consiste tal vez en pensarlas comomedidas de la entropa del Estado, puesto que esto permite que las dife-rencias entre ellas puedan cuantificarse con mayor facilidad.

    Las medidas estadsticas de la entropa generan una variante del eleganteexperimento mental de Boltzmann, que demostr que la relacin entreorden y desorden podra medirse en funcin del nmero de modos dife-rentes en que puede obtenerse una distribucin dada. Supongamos queuna caja est dividida en dos compartimentos y se distribuyen ocho par-tculas entre los dos. Una distribucin desigual tendr menos colocacio-nes posibles (slo hay una manera de tener todas las partculas en unlado, frente a ocho maneras de tener una partcula en un lado y siete enel otro), mientras que una distribucin igual tendr muchas ms (setenta,de hecho). Una distribucin desigual es, por lo tanto, ordenada (pero im-probable), en trminos relativos, mientras que una distribucin igual esdesordenada (pero probable). Si el nmero de compartimentos y/o el n-mero de partculas aumentaran, aumentara el nmero de distribucionesposibles y el nmero de colocaciones se incrementara an ms.

    El Estado puede concebirse sin dificultad en estos trminos, puesto queno cuesta advertir que las formas tradicionales de monarqua, aristocracia

    y democracia representan una serie cada vez ms probable pero desor-denada. Otro tanto sucede con la relacin entre Estado y sociedad; la for-ma de Estado tradicional slo tiene un compartimento; el Estado pluralistatiene varios; y el montn atomizado tiene tantos como personas contie-ne. Si reunimos a todos, la distribucin con el grado ms alto de ordenes el Estado monrquico, que slo tiene una fuente de poder y slo per-mite que una persona lo ejerza, mientras que el mximo del desorden esuna serializacin democrtica en la que todo el mundo es diferente detodo el mundo e intercambiable con l; algo situado entre ambos sera unpluralismo aristocrtico.

    Considerada en estos trminos, la formacin del Estado hegeliano represen-ta un grado creciente de orden, mientras que su reabsorcin por parte de lasociedad civil, ya se conciba en trminos de una forma de pluralismo o comouna atomizacin total, es un grado creciente de desorden (ms en el segun-do caso). Sin embargo, el progreso de la dialctica de Hegel no es unilineal,como tampoco lo sera el de una antidialctica. La particularidad que rompela familia es tambin para Hegel la fuente de la unidad racional de la socie-dad civil: el creciente desorden (el surgimiento de la particularidad a partirde la unidad de la familia) asimismo produce nuevas formas de orden (laspropiedades emergentes del mercado). El revs invisible que destruye la fa-milia y la mano invisible que crea el mercado son en realidad lo mismo.

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    Traducido al lenguaje de la teora de la complejidad, es ste un ejemplode estructura disipadora, esto es, una forma de orden que surge de ma-nera imprevista a medida que crece el desorden44. Si sucediera algo equi-

    valente en la entropa del Estado, las estructuras disipadoras resultantesapareceran como formas involuntarias de orden social. Mientras que la se-rializacin y el pluralismo implican que el Estado es reducido a un mon-tn o consumido por formaciones sociales preexistentes, este modelo abreuna tercera posibilidad entre atomizacin y absorcin. La atomizacin notiene por qu ser nicamente entrpica; tambin puede ser la fuente deformas sociales generadas por el proceso de entropa mismo. En Sartre, ladestotalizacin devuelve al grupo al punto en el que la dialctica puedecomenzar de nuevo; en este modelo, los grupos se forman gracias al pro-ceso de destotalizacin. O, dicho de otra manera, el pluralismo se tornaen una propiedad emergente de la serializacin, y los grupos sociales (ytal vez incluso las iglesias) se forman mediante lo que Figgis llamaba laconfluencia fortuita de tomos. Lo que tenemos es nada menos que unrumbo alternativo para una sociedad civil completamente desarrollada, enel que la sociedad civil es una propiedad emergente de la entropa cre-ciente, en vez de una propiedad emergente del orden creciente.

    Es necesario que ese orden sea el mismo que el de la sociedad civil an-terior al estado formativo? No, porque tan slo el mecanismo es el mismo,

    y no el rumbo, de ah que no haya motivo para suponer que un conjun-to de propiedades emergentes ser parecido a otro. En este caso, pareceimprobable que la mano invisible que crea la sociedad civil a partir de losrestos del Estado produzca resultados parecidos. Con independencia deotras consideraciones, trabajan sobre materiales diferentes: uno con la mu-chedumbre atomizada; el otro con el Estado unificado. En el primer caso,las decisiones de incontables individuos producen resultados imprevistos;en el segundo, las acciones del Estado mismo. Aunque, como sostena He-gel, el Estado expresa la racionalidad del mercado, la racionalizacin delEstado no generar necesariamente el mercado en su lugar.

    Un Estado global fallido

    En estas disoluciones hipotticas del Estado hegeliano pueden discernir-se los protorrelatos del anlisis geopoltico contemporneo. Schmitt, cuyaobra temprana replicaba al discurso pluralista acerca del ocaso del Esta-do, y cuya obra tarda prefigura el choque de civilizaciones, ofrece unpuente entre ambas. En El concepto de lo poltico, sostiene que no pue-de existir un Estado mundial que abarque todo el planeta y toda la hu-manidad [...] Lo que queda no es poltica ni Estado, sino cultura, civiliza-

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    44 Vase I. PRIGOGINE e I. STENGERS, Order Out of Chaos, Londres, 1984 [ed. cast.: La nuevaalianza. Metamorfosis de la ciencia, Madrid, Alianza, 2004]. El ejemplo estndar es la clu-la de Bnard, que es una clula de conveccin hexagonal que aparece en un punto deter-minado cuando se aplica una temperatura equis a una capa lquida horizontal.

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    cin, economa, moralidad, derecho, arte, entretenimiento, etc.45. Puestoque un Estado mundial no podra, por definicin, basarse en la distincinamigo-enemigo, no sera un Estado, sino una sociedad civil global.

    Tras la Segunda Guerra Mundial, Schmitt previ la posibilidad de que la

    situacin que haba descrito llegara a hacerse real. Suponiendo que unode los dos bandos de la Guerra Fra resultara victorioso, se producira en-tonces una unidad completa y definitiva del mundo en la que el vence-dor sera el soberano exclusivo del mundo46. Paradjicamente, Schmitt,que tema que el Leviatn se viera dividido en pedazos en un Estado plu-ralista, invocaba entonces la gran anttesis de la poltica mundial, esto es,la anttesis entre un mundo gobernado centralmente y un orden espacialequilibrado, entre el universalismo y el particularismo, entre monopolio ypolipolio47. Sin embargo, mientras en el primer caso el Estado era uno

    y la sociedad civil mltiple, en el segundo la sociedad es una y los Esta-dos son muchos. La alternativa a la unidad espacial global del ordenmundial slo podra ser una pluralidad de Grorumen, es decir, espa-cios ms grandes que un Estado nacin, cada uno de ellos dominado porun ente hegemnico individual.

    La tesis expuesta en The Clash of Civilizationsde Samuel Huntington esesencialmente la misma. Habida cuenta de que un mundo unipolar no pue-de ser conservado, la mejor manera de evitar la anarqua de una sociedadcivil global consiste en la divisin. En consecuencia, Huntington presentaun cuadro de un mundo dividido entre un uno occidental y un muchos nooccidental que se desplaza desde el dominio unipolar occidental hacia lamultipolaridad. A medida que se merma el predominio occidental, buenaparte de su poder se evaporar sin ms y el resto se diseminar en un m-bito regional entre las distintas principales civilizaciones48.

    Aunque no se articula en trminos de una relacin entre Estado y socie-dad civil, el modelo de Huntington se concibe en trminos que podranser los de los pluralistas de principios del siglo XX, con la diferencia deque ahora presentan una dimensin global. Un Estado global, producidopor el dominio econmico, militar y territorial de Occidente, se rompeahora en pedazos, dejando a ste como una civilizacin entre muchasotras, del mismo modo que los pluralistas y sindicalistas esperaban queel Estado se redujera a una asociacin entre muchas otras. Schmitt soste-na que todo conflicto social puede hacerse poltico, y en la exposicin

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    45 C. Schmitt, The Concept of the Political, cit., p. 53.46 C. SCHMITT, The New Nomosof the Earth, en The Nomos of the Earth, Nueva York, 2003,p. 354 [ed. cast.: El nomos de la tierra en el derecho de gentes del Ius publicum europaeum,Madrid, Centro de Estudios Polticos y Constitucionales, 1979]; vanse tambin los ensayosincluidos en el nmero especial de South Atlantic Quarterly104, 2 (2005).47 C. Schmitt, The Nomos of the Earth, cit., p. 247.48 Samuel HUNTINGTON, The Clash of Civilizations, Londres, 1996, p. 82 [ed. cast.: El choquede civilizaciones y la reconfiguracin del orden mundial, Barcelona, Paids, 1999].

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    de Huntington es as: las diferencias entre civilizaciones se intensificanhasta el punto en que se vuelven conflictivas.

    La tesis de Huntington se diriga contra las descripciones de la poltica dela Guerra Fra que vean la universalizacin de la democracia liberal occi-dental como la forma final del gobierno humano. En The End of History,de Fukuyama, por ejemplo, ya no hay conflictos ideolgicos, ya no haybrbaros a las puertas. La expansin irresistible de la democracia, el libe-ralismo econmico y la innovacin tecnolgica aseguran que en el Esta-do universal y homogneo resultante los seres humanos poshistricos es-tn libres de todas las identidades compartidas y tan slo luchan contra los

    vicios del individualismo49.

    Sin embargo, como reconociera Kojve, el Estado universal y homog-neo es un oxmoron. Reconociendo la homologa entre el argumento deSchmitt acerca de un Estado global y el argumento leninista acerca de laclase universal, la definicin de Kojve de Estado incorporaba ambas.Para que exista un Estado, debe operar tanto con la distincin externa en-tre amigo y enemigo, como con una divisin interna entre gobernantes ygobernados. Un Estado que es universal carece de la primera, mientrasque uno que es homogneo carece de la segunda: El Estado universal yhomogneo [...] no es, por lo tanto, ni un Estado ni una entidad particu-lar en general50. Se trata, en efecto, de la sociedad civil en forma atomi-zada. El final de la Historia es la serializacin global.

    La diferencia entre el final de la Historia y el choque de civilizacioneses, pues, menos fundamental de lo que muchos imaginan. No disientenen el anlisis mismo la premisa que comparten es el desplome inevita-ble de un Estado global en una sociedad civil global, sino en la evalua-cin del resultado: uno contempla la sociedad civil global como unaopcin sostenible, mientras que el otro atiende a sus divisiones socialessubpolticas para regenerar un sistema multipolar de Estados basado noen las naciones, sino en grandes bloques de civilizaciones.

    La lectura de los anlisis del orden global posterior a 1989 a la luz de laliteratura de principios del siglo XX acerca de la desaparicin del Estadopone de manifiesto que los primeros son variaciones globales de los te-mas de la segunda. La convergencia de estas teoras indica que el relato

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    49 Francis FUKUYAMA, The End of History and the Last Man, Londres, 1992 [ed. cast.: El fin dela historia y el ltimo hombre, Barcelona, Planeta, 1992].50Alexandre KOJVE, Outline of a Phenomenology of Right, Lanham (MD), 2000, pp. 141 y 324,n. 28. Como Sartre, Kojve expresa esto ltimo en trminos de una relacin entre terceros. Enel Estado universal y homogneo, el tercero, aquel que decide entre dos partes, puede ser cual-quiera: aquel o aquella que no tiene que pertenecer a un Estado en tanto que ste se opone aotro, ni a un grupo exclusivo. De esta suerte, cada cual es soberano para todos (como el gru-po en fusin de Sartre) e imparcial y desinteresado; esto es, otro para todo otro (como las se-ries de Sartre).

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    dominante de la geopoltica contempornea no es, como algunos imagi-nan, el desplazamiento hacia la soberana global o el progreso de la so-ciedad civil global en tanto que paso en esa direccin. Se trata, por elcontrario, del desarrollo de la sociedad global en lugar de la coercin uni-

    versal: de la reabsorcin de un Estado global por la sociedad civil.

    El centro de atencin acerca de este proceso en la actualidad es obvia-mente el declive de la hegemona estadounidense, que todava se en-cuentra en sus prolegmenos. Sin embargo, resulta posible contemplarlocomo la parte final de un proceso mucho ms largo y complejo, una tran-sicin nica de importancia histrica mundial: una descolonizacin glo-bal, con fases constituyentes tan diferentes e ideologas polticas tan dis-tintas que llegan a disimular la continuidad subyacente. Ese relato es eldeclive del dominio occidental desde su pice a principios del siglo XX.Presenta tres fases distintas: el fin de los imperios europeos, la cada dela Unin Sovitica y la decadencia de la hegemona estadounidense. Cadaimperio busc su legitimidad en la desaparicin de su predecesor, insis-tiendo en las diferencias entre uno y otro y ocultando hasta qu puntoeran todos aspectos de la misma cosa: el monstruo de tres cabezas delimperialismo occidental, un Estado global en todo menos en el nombre.

    Se trata de una secuencia bastante ms obvia para los colonizados que paralos colonizadores. En muchos lugares, la hegemona fue impugnada, y enalgunos casos el paso de la primera a la tercera fase se produjo sin la in-tervencin decisiva de la segunda, puesto que el poder blando de la UninSovitica se extendi mucho ms que sus ejrcitos. No obstante, para loscentenarios de Europa del Este, de Oriente Prximo, de numerosos pasesde frica, y tal vez de India y desde luego de Afganistn, sta ser una his-toria claramente reconocible. En cada caso, el fracaso ha sido un fracaso dela voluntad, la transicin ha sido a menudo sorprendentemente pacfica(aunque ninguna tan afable como la disolucin del bloque sovitico) y elresultado se ha plasmado en una difusin de la soberana, en parte here-dada por los Estados sucesores, en parte dispersa, y en parte reconfigura-da dentro de nuevas redes sociales no estatales o interestatales51.

    Los elementos constituyentes en la sociedad global emergente podran in-cluir civilizaciones, redes intergubernamentales, ONG, iglesias, corporacio-nes internacionales, redes acadmicas, crteles de la droga, o a Al Qaeda52.Se trata de grupos distintos, pero este anlisis permite una taxonoma msmatizada que la mayora de las existentes, puesto que es capaz de diferen-ciar aquellos elementos de la sociedad civil producidos por la extincin

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    51 Para una exposicin de la desaparicin de la Unin Sovitica a causa de las consecuen-cias involuntarias de la accin del Estado, vase Stephen KOTKIN, Armageddon Averted. TheSoviet Collapse 1970-2000, Nueva York, 2000.52 La exposicin de Anne-Marie Slaughter acerca del desarrollo de las redes interguberna-mentales como parte de un orden mundial desarticulado resulta particularmente estimu-lante a este respecto. Vase A.-M. SLAUGHTER, A New World Order, Princeton, 2004.

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    del Estado global de aquellos producidos por el mercado global, las es-tructuras disipadoras de los productos de la voluntad arbitraria, montonesreatomizados de aquellos de nueva creacin a raz del hundimiento de lassociedades patriarcales53.

    Con arreglo a este anlisis, los rasgos caractersticos del paisaje contem-porneo pueden aparecer bajo una luz inslita. En vez de ser los sillaresde la poltica global, las civilizaciones son tal vez las estructuras disipado-ras del Estado global entrpico. (Tal como admite Huntington, las fuer-zas de integracin en el mundo son reales y son precisamente lo que estgenerando fuerzas contrapuestas de afirmacin cultural y conciencia civi-lizatoria.) La Unin Europea, a menudo considerada implcitamente, entrminos de la dialctica hegeliana, como una sociedad civil que crea gra-dualmente la unidad que le permitir consolidar una voluntad de conver-tirse en un Estado, podra tambin mostrarse como una estructura disipa-dora de la entropa del Estado global, y su creciente importancia comouna consecuencia de la decadencia del poder, primero colonial, luego so-

    vitico y ahora estadounidense.

    De ser as, sus relaciones con Estados Unidos pueden volverse creciente-mente conflictivas. Otro corolario de este anlisis es que la aparentemen-te quijotesca guerra contra el terrorismo es en realidad tan central en elmundo contemporneo como afirman sus defensores. Toda guerra con-tra el terror es, por definicin, no una guerra entre Estados, sino una gue-rra del Estado contra la sociedad civil. Pero no se trata de una guerra con-tra las estructuras preexistentes de la sociedad civil subyacentes al Estadoglobal. La larga guerra se ventila entre el Estado global y las estructurasdisipadoras generadas por su propia entropa. En cuyo caso, podra noslo no tener fin, sino tambin haber empezado mucho tiempo antes decuanto pudiera sospecharse.

    Sin embargo, en cierto modo este anlisis repite las opiniones predomi-nantes, puesto que confirma a Estados Unidos como el actor central en eldrama de la historia contempornea. En un plano global, la potencia he-gemnica en decadencia desempea el papel que Gramsci asignara a ladictadura del proletariado: el Estado-polica que se autoaniquila.

    Barbarie y socialismo

    Ante la crisis contempornea de la agencia poltica, la teora del Estadode Hegel ofrece tanto una explicacin (en trminos de la inadecuacin detoda forma de agencia) como dos posibles resoluciones: excluye las op-

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    53 Sobre la sociedad civil global, vase John KEANE, Global Civil Society?, Cambridge, 2003;Mary KALDOR, Global Civil Society. An Answer to War, Cambridge, 2003; y Sudipta KAVIRAJ ySunil KHILNANI (eds.), Civil Society. History and Possibilities, Cambridge, 2001.

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    ciones no dialcticas de una sociedad global de mercado o de un Estadoglobal no de mercado, y reduce las opciones viables a un Estado globalde mercado y una sociedad global potencialmente no de mercado. Unasociedad civil global podra convertirse en el objeto de una voluntad fuer-te en un Estado global de mercado, o un Estado global podra, gracias alfuncionamiento de la mano invisible, caer en una forma de sociedad ci-

    vil global. El primer caso es la expresin natural de la dialctica hegelia-na trasladada a un contexto global; el segundo presenta la forma de laapropiacin gramsciana de la antidialctica.

    Esta exposicin se apoya en el funcionamiento de la mano invisible, perova en contra de los fundamentos de la teora poltica liberal. No comien-za por el principio: insiste en la necesidad de una teora que est histri-camente localizada, y ofrece una exposicin de la destruccin en vez dela creacin del Estado. El marxismo actuaba como un correctivo del libe-ralismo a este respecto; sin embargo, en este anlisis la desaparicin delos Estados fundados en el marxismo forma parte integrante del fracasode un Estado global. Las explicaciones basadas en la mano invisible sue-len ser preferidas por aquellos para quienes la corriente de la historia semueve a su favor, mientras que los derrotados han de confiar en la uni-dad de la voluntad. Aqu, la mano invisible envuelve el fracaso de la uto-pa con la promesa utpica del Estado fallido.

    Glosando a Engels, Rosa Luxemburg sostiene que la sociedad se enfren-ta a un dilema, o avanza hacia el socialismo o retorna a la barbarie; estoes, o un renacimiento a travs de la revolucin social, o la disolucin yla decadencia en la anarqua capitalista54. La anttesis puede resultar deso-rientadora. En este anlisis, lo segundo puede constituir el nico itinerariohacia lo primero, puesto que el desorden de la sociedad civil no es mera-mente estadstico. En las descripciones de este entorno, hay una notableconvergencia retrica. Para Hegel, se trata de una masa informe cuyoalboroto y actividad slo puede resultar por ello elemental, irracional, br-baro y espantoso; para Sartre, de un lugar de violencia, oscuridad y bru-jera; Luxemburg lo imagina como algo vergonzante, deshonroso, san-griento [...] una bestia iracunda [...] una orga de anarqua55.

    Las estructuras disipadoras de la antidialctica se presentan como islas eneste mar de desorden: oasis de tranquilidad en lugares de violencia; mo-mentos en los que la bestia hace una pausa para respirar; periodos de la-situd en la orga.

    ARTCULOS

    54 Rosa LUXEMBURG, The Junius Pamphlet, en M. A. Waters (ed.), Rosa Luxemburg Speaks,Nueva York, 1970, p. 269, y Rosa LUXEMBURG, Selected Political Writings, Londres, 1972, p. 269[ed. cast.: Escritos, Madrid, Ayuso, 1978].55 G. W. F. Hegel, Elements of the Philosophy of Right, cit., 303; J.-P. Sartre, op. cit., p. 319;R. Luxemburg, The Junius Pamphlet, cit., p. 262.