mahoma y el viaje de mi vida

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MAHOMA Y EL VIAJE DE MI VIDA Bueno, empezamos un nuevo año, una nueva historia y un día en el Islam , mi tierra favorita. Llegué agotada de hacer tantos viajes , nada más que puse mis pies en la tierra ya estaba la gente murmurando secretitos y susurrando, es que se dividió el espacio Mediterráneo en dos culturas, muy bien diferenciadas, la cristiana y la musulmana. Cuando nací que fue en el año 575, por cierto me llamo Shafa y mi marido es Mahoma, el nuevo profeta animado por el arcángel Gabriel, salté de alegría cuando me dijeron que iba a tener un nuevo profeta en mi casa, yo estaba alucinando de cómo decoraría mi casa, cómo seria mi nueva vida, tendría más recursos económicos para poder vivir (ya que en mi casa siempre escaseaba el dinero por el pequeño sueldo que tenía mi padre, al que yo siempre tanto admiré y amé), pero eso no fue así. Mi marido se fue a La Meca, allí compartió sus nuevas ideas, pero tuvo que huir a la ciudad de Medina y ese viaje se le llamó la Hégira. Yo me pregunté: “Qué hago, ¿huyo o no huyo con él?”. Pues nada, como yo era una musulmana creyente, pensé que habría una respuesta, recé a mi único Dios, Alá, pero eso fue absurdo, no encontré ninguna respuesta y me hice otra vez artesana y volví a la misma rutina. Pero como siempre este pueblo tenía otro horroroso rumor y, qué casualidad que fui

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Page 1: Mahoma y el viaje de mi vida

MAHOMA Y EL VIAJE DE MI VIDA Bueno, empezamos un nuevo año, una nueva historia y un día en el Islam , mi

tierra favorita. Llegué agotada de hacer tantos viajes , nada más que puse mis

pies en la tierra ya estaba la gente murmurando secretitos y susurrando, es que se

dividió el espacio Mediterráneo en dos culturas, muy bien diferenciadas, la

cristiana y la musulmana.

Cuando nací que fue en el año 575, por cierto me llamo Shafa y mi marido es

Mahoma, el nuevo profeta animado por el arcángel Gabriel, salté de alegría

cuando me dijeron que iba a tener un nuevo profeta en mi casa, yo estaba

alucinando de cómo decoraría mi casa, cómo seria mi nueva vida, tendría más

recursos económicos para poder vivir (ya que en mi casa siempre escaseaba el

dinero por el pequeño sueldo que tenía mi padre, al que yo siempre tanto admiré y

amé), pero eso no fue así.

Mi marido se fue a La Meca, allí compartió sus nuevas ideas, pero tuvo que huir a

la ciudad de Medina y ese viaje se le llamó la Hégira. Yo me pregunté: “Qué hago,

¿huyo o no huyo con él?”.

Pues nada, como yo era una musulmana creyente, pensé que habría una

respuesta, recé a mi único Dios, Alá, pero eso fue absurdo, no encontré ninguna

respuesta y me hice otra vez artesana y volví a la misma rutina. Pero como

siempre este pueblo tenía otro horroroso rumor y, qué casualidad que fui la última

en enterarme.

Mi marido Mahoma había muerto. Me derrumbé, pero tuve que ser fuerte y,

pasados los meses, fui a la mezquita porque quedé con una gran amiga, la que

siempre me apoyó y ayudó en el dolor de mi pérdida. Íbamos a la fuente de las

abluciones, donde había un chico con muy buena presencia y muy guapo, por qué

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no decirlo, no paraba de mirarme, se me acercó y me sonrojé, me dijo, soy

matemático. Tartamudeando me dije a mí misma: “Shafa, por Alá, es otro hombre

del montón”. Pero no, él era diferente, me dijo si podíamos quedar, y yo qué le iba

a decir... Pues que no, porque no lo conocía; yo desconfié como es normal,

acababa de conocerlo y hay que tener cuidado con las intenciones con las que

vienen los hombre a conocerte (esto me lo había enseñado mi padre desde

pequeña).

Le pregunté que cómo se llamaba y ahora fue él el que se sonrojó y tartamudeó; le

costó articular su propio nombre: “Qa, Qas, Qasim”- me dijo. “Yo me llamo Shafa”.

Se quedo mirándome fijamente y me dijo que le encantaba mi nombre y que era la

mujer más preciosa que había visto jamás, me contó cosas muy divertidas y al

mismo tiempo interesantes. Le dije que quedaríamos al día siguiente a las ocho

en la mezquita. Me fui a mi casa y no paré de pensar si había hecho lo correcto.

Llego el día siguiente y fui a mi cita, lo vi echado, casi dormido, supuse que se

había ido a la mezquita desde que nos despedimos, que lástima, Dios mío. Me

agaché y le susurré suavemente: “Buenas noches. Qasim”, y él dando un salto de

entre sorpresa y alegría me dijo: “Me gustaría hacerte una pregunta, no sé si te

vas a tomar esto bien, pero me gustaría fugarme contigo”. En un principio pensé

que estaba totalmente loco, como iba a dejar a mi familia por un desconocido y

que apenas me gustaba. Le dije que si estaba loco, “a lo único que te digo que sí

es a conocernos mejor poco a poco” - le dije yo. Él me miró y como un rayo me

dijo que le parecía bien.

Pasaron años y cumplimos el sueño de ambos, fugarnos a otra ciudad donde

terminar con la rutina de nuestras de vidas y empezar un nuevo futuro juntos.

Recuerdo con amor a Mahoma, pero hoy tengo un gran compañero de viaje y al

padre de mis tres hijos. Sé que Mahoma desde el cielo lo puso en mi camino para

que yo encontrase la felicidad, esa felicidad que él me dijo que yo tanto merecía.